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TEMA 6 GLOBALIZACIÓN Y SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

INTRODUCCIÓN: LA SOCIEDAD DE LA INFORMACIÓN

Según el sociólogo Manuel Castells, nos encontramos instalados en un tipo novedoso de sociedad, la sociedad
informacional, donde la información es el centro del valor económico y la relación social.

Esta sociedad, lejos de ser compacta u homogénea, se halla tensionada entre dos fuerzas que dominan sus procesos:

1) La globalización de la economía, la tecnología y la comunicación.

2) El poder de la identidad, que abandona el marco de las clases sociales para construir un refugio identitario
ante las disrupciones de la globalización.

Otros conceptos que vienen asociados a este son los de alta modernidad (Giddens), modernidad líquida (Bauman),
sociedad del riesgo (Beck) o postfordismo (teoría de la regulación).

LA GLOBALIZACIÓN

La globalización como fenómeno no es evidentemente una novedad, pues el comercio mundial ha existido desde
hace muchos siglos: pero su efecto particular en la actualidad es que, tanto a nivel simbólico como a nivel real el
mundo productivo está perdiendo espacio frente a una economía financiera que puede arruinarlo.

Los movimientos de capitales especulativos se han multiplicado hasta alcanzar en torno al 90% de las transacciones,
es decir, transacciones que no tienen otro sentido que la obtención de una plusvalía inmediata sin relación con la
economía real (con proyectos de inversión, con capital inmovilizado…).

El efecto de la globalización ha sido inmediato y se visualiza de forma clara en estos dos datos:

1) Se ha generado una extraordinaria concentración de la riqueza: el 1% de la población mundial posee el 44%


de la riqueza mundial. Si en 2009 380 multimillonarios tenían tanta riqueza como el 50% más pobre de la
población mundial, en 2018 eran solamente 26.

2) Liquidación del sistema financiero de Bretton Woods. Las regulaciones de Bretton Woods permitían a los
gobiernos la planificación de políticas monetarias y fiscales autónomas. Sin embargo, en la actualidad el
capital financiero impide a los Estados determinar planes estructurales de regulación económica, puesto que
pueden implicar el riesgo de la salida masiva de capitales.

Esto genera la puesta en práctica de un nuevo marco basado en una competitividad sin límites, que provoca un
sinnúmero de deslocalizaciones de empresas a la búsqueda de salarios menores y regulaciones más laxas para
producir con menores costes; y, a la vez, buscar nuevos mercados donde vender más y con mayores márgenes de
beneficios. Se pasa a un capitalismo desorganizado presidido por la globalización financiera.

La apertura a nuevos mercados por parte de las empresas pretende vincular, en una red global, los segmentos más
valiosos del mercado de cada país.

Aumenta el número y el poder de las compañías trasnacionales: el PIB de Holanda llegó a equivaler el valor en Bolsa
de Microsoft.

LA FLEXIBILIDAD

En la salida de la crisis hay una referencia continua al arma mágica para recuperar la productividad perdida y las
nuevas amenazas de la incipiente pero ya amenazante globalización: la flexibilización de los factores productivos.

En las últimas décadas, la saturación de los mercados unida a la globalización de las relaciones económicas ha
obligado a las empresas a adaptarse a mercados volátiles, que exigen productos cambiantes, permanentemente
diferenciados… Todo esto ha impulsado la flexibilización global de la organización del trabajo.
CÁMBIOS EN LA EMPRESA

Las últimas décadas han supuesto el fin del modelo de la gran empresa vertical (que concentraba todo el proceso de
producción hasta la venta final de la mercancía), propio de la gran corporación industrial.

Ahora, las nuevas tecnologías han abaratado el transporte (en particular, el transporte de la información) y han
permitido una organización del trabajo basado en redes de empresas.

Estas redes de pequeñas y medianas empresas (las empresas con el tamaño ideal, según diversos autores) son
capaces de responder mucho mejor a las necesidades de flexibilidad productiva, propias de los mercados saturados
del siglo XXI.

Para otros autores, la dinámica detrás de la reducción del tamaño medio de las empresas ha sido un proceso de
externalización de la producción, a través del cual la empresa matriz se reserva la parte estratégica y más rentable
del proceso productivo global, y subcontrata a oras pequeñas y medianas empresas las partes menos rentables,
menos cualificadas, más variables… del proceso productivo. Así se forman las cadenas globales de producción.

De modo que esas pequeñas y medianas empresas, lejos de estar constituidas en redes horizontales de cooperación,
están plenamente dominadas y sometidas a los ritmos, a los criterios y a la rentabilidad de la empresa matriz de la
cual dependen, y que se puede convertir en una mera captadora de contratos.
Surge un modelo de empresa en red basado, según Castells, en estos principios:

1) La organización se construye en torno al proceso, no a las tareas.


2) La jerarquía es plana.
3) Gestión en equipo.
4) Medida de resultados por la satisfacción del cliente.
5) Recompensas basadas en los resultados del equipo.
6) Maximización de contactos por la satisfacción del cliente.
7) Información, formación y retención de los empleados en todos los niveles.

Este tipo de empresa será muy frecuente en el sector TIC.

Se consolida una cultura empresarial del informacionalismo basada en la destrucción creativa schumpeteriana.

En este nuevo escenario globalizado, con mercados muy fragmentados y una oleada continua de innovaciones
tecnológicas, sólo las estructuras en red parecen proporcionar una flexibilidad suficiente para ajustarse a cambios en
la demanda o en contextos más amplios.

La debilidad de los lazos existentes entre empleadores y empleados (como resultado de condiciones laborales
sujetas a drásticos cambios en aras de una mayor flexibilidad) se compensarán mediante un recurso permanente a la
necesidad de involucrarse con “la cultura de la empresa”, como una forma de garantizar la adhesión de los
trabajadores.

Además, en los últimos años, hemos asistido además a cambios adicionales:

- La proliferación de plataformas virtuales que permiten una conexión más directa entre consumidor y
proveedor de servicios, a cambio de una conexión y la posibilidad de uso de la plataforma.

- La utilización de una cantidad extraordinaria de datos acumulados por empresas, buscadores y redes
sociales 8el llamado big data) que permite más posibilidades a la hora de segmentar patrones de consumo.

Todo ello genera todavía más individualización y exposición al mercado por parte de los proveedores de servicios,
generalmente trabajadores autónomos.

EL AUGE DEL CONSUMIDOR

Cada vez más, los individuos no construyen tanto su identidad como trabajadores sino como consumidores.

La figura del cliente se va a situar por encima de la del ciudadano, lo que supone un cambio fundamental, por cuanto
el cliente o consumidor es alguien sometido a sus deseos y caprichos, y no a unos derechos fijados e iguales como los
ciudadanos.

Esto implica en cierto sentido darle la vuelta al argumento weberiano de un avance progresivo e irrefrenable de la
racionalidad, para dejar abierta la puerta a la posibilidad de que lo imposible, lo absurdo y lo insensato pueda
dominar la actividad económica.

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