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ANTROPOLOGÍA Y PROBLEMÁTICA REGIONAL

2022

Módulo II: El conocimiento antropológico y sus métodos de


investigación. Etnografía y Arqueología
Contenidos mínimos: La antropología como conocimiento científico y su objeto de estudio. La
perspectiva antropológica. El Método etnográfico: La etnografía como perspectiva, como
investigación de campo y como texto. Relación entre el investigador y su objeto de estudio.
Investigación de campo, registro y técnicas. La observación participante. La escritura
etnográfica. El Método Arqueológico. La arqueología como ciencia. El registro arqueológico y las
evidencias del pasado. La Arqueología en el presente.

Bibliografía:

 LISCHETTI, Mirtha (comp.) (2009) “La caracterización de la antropología como ciencia”.


En Antropología., Buenos Aires, Eudeba. Cap 1. pp. 11-18.
 RESTREPO, Eduardo (2016) Etnografía: alcances, técnicas y éticas. Envión Editores.
Pontificia Universidad Javeriana. Cap 1 y 2. pp. 15 a 44. Conocimiento antropológico.
Método etnográfico
 Arqueología de la basura: nuevas miradas para entender un gran problema. Entrevista
realizada a Valeria Franco Salvi y Julián Salazar por Eliana Piemonte. Podcast: duración
8:30 minutos. En: https://unciencia.unc.edu.ar/podcasts/arqueologia-de-la-basura-
nuevas-miradas-para-entender-un-gran-problema/?fbclid=IwAR3FLvh23e17F_0-
qUB3iD49-6iO-7d6lVCseC2ve-hiJgM8Bc3MJOngkVo
 MAMANI, Mabel (2020) Arqueología [En proceso de construcción, Apuntes]. Ficha de
cátedra.

Bibliografía Ampliatoria:

 LINS RIBEIRO, Gustavo (2004) “Descotidianizar, Extrañamiento y conciencia práctica, un


ensayo sobre la perspectiva antropológica”. En: Boivin, Mauricio, Ana ROSATO y Victoria
ARRIBIAS, Constructores de Otredad. Una introducción a la Antropología Social y
Cultural. Buenos Aires, Editorial Antropofagia
 GUBER, Rossana (2001) La Etnografía. Método, campo y reflexividad. Grupo Editorial
Norma, Bogotá. “Introducción” y Cap. 3 “La observación participante”.
 BELLELLI, Cristina (2001) Arqueología: cómo el presente devela el pasado. En: La trama
cultural. Textos de Antropología y Arqueología compilado por Mariano Garreta y Cristina
Bellelli. Ediciones Caligraf, Buenos Aires.
 SALERNO, Virginia (2012) Pensar la arqueología desde el sur. Complutum vol 23 (2): 191-
203
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Mirtha Lischetti
(compiladora)

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Antropologia /,..
Lischetti, Mirtha

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ü3t fib h
Fcs1031866

gr"debd
Anrropología / cornpiltrclo por Ir{irtha L.i.schct ti.- )"
Buetros Aires : ltditorial Utrivcrsitaria de

416 p. ; 24x18 cnr.- (Nlantrales)

ISBI{ 95A-n-08 1 i-8

I. Li.schetti, I\lirtha, cotnP. - 1 . ,A.utropología

CDD 301

Eudeba
Universidad de Bue nos Aires

2n edición: junio dc i998


2¿ edición, 6" reimpresión:julio de 2004

o 1998
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
Av. Rivadavia 1571173 (1033) Ciudad de Buenos Aircs
Tel.: 4383-8025 I Fax 4383-2202
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ISBN 950-23-0815-8
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LA Ar{TRopor.ocÍA conno DrscrPLrNA crENtirrca
Mrnrna LrscnrrT r
1. cARACTERTZACTóN on r"e ANTnopor.ocÍn coMo crENCrA
"Si la sociedad está en la Antr:opolag,íet"
la Antropolog:a está a su vez en la socie-
dad".. «1

Nos proponemos caracterizar a la Antropología como ciencia. No vamos a


restringirnos al campo de lo estrictamente científico, porque consideramos que la
ciencia no es autónoma, sino que vamos a acompañarlo con el señalamiento de los
condicionantes sociohistóricos de producción de ese conocimiento científico.2
La explicación de estos condicionantes funciona como una vigilancia
epistemológiea; como medio para precisar y enriquecer el conocimiento del error y
de las condiciones que lo hacen posible e inevitable. Y el error tiene una funcién
positiva en Ia génesis del saber.s
El comienzo, desarrollo y decadencia de todo sistema teórico ocurre en un
ambiente que no es científicamente aséptico, sino que está permanentemente
permeado por la totalidad de la vida social.
La aparición del conocimiento está condicionada por factores extrateóricos.
Las actitudes teóricas no son de naturaleza individual; surgen más bien de
los propósitos colectivos de un grupo, que son los que están detrás del pensamiento
del individuo.
Así se llega a ver que una parte del conocimiento no puede ser comprendida
correctamente mientras que no se tengan en cuenta sus conexiones con la existen-
cia o con las implicancias sociales de la vida humana.
La Antropología ilustra de manera paradigmática estas concepciones.
¿Qué estudia la Antropología?
Tomemos una defrnición ampliamente aceptada por los propios antropólo-
gos:

"La Antropologfa apunta a un conocimiento global del hombre y abarca el


objeto en toda su extensión geográfica e histórica; aspira a un conocimiento aplicable
al conjunto de la evolución del hombre, desde los homínidos hasta las razas moder-
nas y tiende a conclusiones, posiüvas o negativas, pero vrflidas para todas las socie-
dades humanas, desde la gran ciudad moderna hasta la más pequeña tribu melanesia"
(Léü -Strauss, C., Antropol ogía estructural ).

Es una ciencia con grandes aspiraciones, acusada, en el ámbito del trabajo


científico de imperialista, por sus pretensiones de abarcar las totalidades sincró-
nicas y diacrónicas. Vamos a ver que esta aspiración de totalidad la fue configu-
rando a lo largo de su historia y en relación con la unidad de análisis con la que
trabajó: la pequeña comunidad nativa.

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A esta misma unidad de análisrs atriDuye iiubsi:¿w,i, el hecho, en su opi-
nión. de que Ia Antropología haya alcanzado, dentro de las ciencias sociales, el
n'ra)'or nivel científico después de la economía y la lingüística. Hobsbawn opina que
el trabajar en la pequeña tribu o localidad nativa ha obligado a los antropólogos
a considerar a Ias sociedades como un todo y a indagar sus leyes de funciolramiento
¡' de transformación"
Y si bien durante el períoclo clásico del funcionalismo, la Antropología Social
tendía a desarrollar sus propias teorías como teorías de un complejo pero estático
equilibrio, hoy los antropólogos han redescubierto la historia.s
Desde la última guerra, la AntropologÍa considera que los conflictos sociales
son inherentes a las sociedades, comcl hechos fundamentales.

"Pocas o ninguna de las sociedades que una investigacién sobre eI lugar nos
permite estudiar, muestran una marcada tendencia a la estabilidad. Si el ritual es
a veces un mecanismo de integración, se podría con la misma frecuencia sostener que
es un mecanismo de desintegración.c

Ésta es una clara alusión a los ritos, elementos que habían sido interpreta-
dos como indicadores de la continuidad sin ruptura de las sociedades.?
Retomando la definición de Lévi-Strauss, podemos precisar que el campo de
intereses de la Antropología es vasto. Cubre todas las épocas el
recorte del campo arqueológico-, todos los espacios, incorporando-incluyendo
en las últimas
décadas estudios en socierlades complejas, todos los problemas
-Antropología
política, económica, estudios de parentesco etc.-. Cubre tanto la dimensión bioló-
gica de hominización, clasificación de las variedades raciales- como la
-estudio
dimensión cultural.
Pretende explicar tanto las diferencias como las semejanzas entre los distin-
tos grupos humanos.'Pretende dar, también, razón tanto de la continuidad como
del cambio de la sociedades.
Ésta es una aproximación abstracta y descriptiva al o§eto de la Antropolo-
gía.
Pero si nos atenemos a la producción antropológica anterior a los años '60,
apreciamos que "la Antropología ha ido configurándose como especialidad a partir
de conceptos que focalizarr¡n la diferenciación del 'otro cultural'. La Antropología
aporta como prodtrcto básico de su praxis, para gran parte de los antropólogos
contemporáneos. el de-ocubrimiento y la objetivación del 'otro-cultural'.8
El punto de partida es una práctica científica que ha encontrado en las
"sociedades exteriores" a la sociedad occidental su terreno de aplicación, sociedades
-cometidas a presiones externas y a las más activas fuerzas de cambio.
"(,'omo ciencia específica, Ia Antropología Social, Cuitural y Etnológicae apa-
rt:ce recortando un sector particular, el de grupos étnicos y socioculturales no
europeos y ulteriormente no desarrollados. Es decir, el sector de la humanidad que
rr partir de la segunda gu.erra mundial se conoce con el nombre de países subde-
sarrollados o "Tercer Mu¡do".
La Sociología recortaba a su vez en esta división internacional del trabajo
irrtelectual, a los países desarrollados.
El ptoceso históricri social mundial, que conducirá a partir de 1945 al sur-
ginrienl,o de Iir-s racionaljdades y a la parcial ruptura de los imperios coloniales, así

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como al acceso de dichos países a un nuevo tipo de comunicación, si no de distri-
bución internacional, los conformará como "nacionalidades complejas".
Su relación, si bien en la mayoría de los casos sigue siendo de dependencia,
no se manifiesta a partir del mismo tipo de relaciones configuradas durante el
siglo XIX. Dichas nacionalidades reaparecen en el universo de Ia investigación
sociocultural bajo el apelativo etnocéntrico de "nuevas sociedades complejas" y
pasan a convertirse en objeto común del antropólogo y del sociólogo.
Es decir que, en la primitiva división del espacio de realidad sociocultural
la línea pasaba por la diferenciación entre Io superior y lo inferior, entre lo desa-
rrollado y no desarrollado, entre lo occidental y lo no occidental, y en la actualidad
reaparece a partir de una línea que pasa por lo urbano (modelo de lo desarrollado)
y 1o campesino (modelo de lo no desarrollado)."
Entonces, ese "otro cultural", objeto de la antropología, habrían sido en el
transcurso del desarrollo histórico de la disciplina en primer término los pueblos
etnográficos o conjuntos sociales antropológicos, luego los campesinos y por último
¡y'o simultáneamente, las clases subalternas.
En los años'60, además, la producción académica se ocupa de toda una serie
de "Otros" que cuestionan o por lo menos establecen una "diferencia" respecto a la
"normalidad" generada por los sectores dominantes de las sociedades capitalistas
avanzadas. Entre ellos se incluían los campesinos y las clases subalternas que ya
mencionamos, los adolescentes, los enfermos mentales, el lumpen proletariado, etc.
Todos estos "otros" aparecen como ejemplos de una "diferencia". Pero la
razón que permite generalizaciones arbitrarias a partir de esas "otredades" es la
falta de un análisis teórico riguroso. Esas otredades poseen diferencias de signo
distinto; lo único que tienen en común es la afirmación de la diferencia. La dife-
rencia en sí hecho de ser diferente-no puede ser establecida como un valor,
puesto que la -eldiferencia, tanto como la no diferencia ha servido y puede servir
como mecanismo de dominación. En términos abstractos y no contextualizados
puede afirmarse el "derecho a Ia difereneia", pero la diferencia ha servido en
sociedades históricamente determinadas para acrecentar.determinadas expresio-
nes de dominio colonial.
En la actualidad, el campo de estudio de la Antropología es la sociedad en
su conjunto, compartiendo como Antropología Social la especificidad con la Socio-
logía, de la que no la separan diferencias epistemológicas. Con la que cada vez
comparte más técnicas y métodos. Y frente a la cual sólo cabrían esgrimir los
elementos que las diferenciaron en el momento en que se gestaban como ciencias"
q"" corrsqituye.ol a-la-sociología como la ciencia-de "nolotros" y a la Antrofrl)
flogía como Ia ciencia de los "otros". ---/
Si bien el "punto de vista" y el equipo conceptual específico de los antropó-
logos han sido formados por las investigaciones consagradas a las "sociedades
tradicionales", se han realizado numerosas tentativas por ensanchar el campo de
la investigación antropológica, así como para aplicar sus métodos y sus técnicas a
los diferentes tipos de sociedades. También gran número de antropólogos han
trabajado en terrenos muy opuestos (v. g. pequeñas ciudades de Francia o de los
EE.UU. , el conurbano bonaerense, instituciones totales).
Al intervenir en nuevos campos, el antropólogo tiende, o bien a recoger los
datos que escapan a otros tipos de investigaciones o bien a aislar los significrrdos
de conjunto que a veces olvidan las otras ciencias sociales.
Para R. Firth, el antropólogo "puede ser clasificado como un sociólogo que

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re especializa en la observación directa sobre el terreno y a pequeña escala, y
consen'ando en cuantg la sociedad y a la cultura, un óuadio bonceptual qu'e
I
acentúa Ia idea de totalidad... Ya sabemos mucho acerca de la macroestructura de
nuestras instituciones... Lo que el antropólogo debe proporcionar es un conoci-
miento más sistemático de sú microestroóto.á y de so oiganización".l'
Si bien todavía en la actualidad parece posible una elección entre Antropo-
logía y Sociología, para el análisis de la realidád social, talvez más adelanh sárá
necesario que se cree una "ciencia dei hombre social", que se beneficie de aporta-
ciones conceptuales y metodológicas de ambas disciplinas.
- No obstante, aglque los objetos de la investigación de la Antropología sean,
en la actualidad, problemas de nuestra propia sociedad (la alcoholizációl en una
localidad mexicana; las estrategias familiarés de vida de los sectores populares en
áreas del conurbano bonaerense) se la sigue considerando como estanáo aleiad. de
lo occidental.
_Por-otra parte, creemos que es posible reivindicar el hecho de que nuestra
disciplina ha dado a la cultura occidental el acceso a otras fuentes que áquellas de
i la antigüedad elásica eon las que contaba, convirtiendo en posible un humanismo
ide más amplias resonancias. Los datos de la Antropología proporcionan el conoci-
lmiento de toda la historia cultural del hombre, desplegada en Ia diversidad de la
,experiencia humana.
q En el transcurso de su desarrollo, nuestra ciencia no se conforma sólo con
la.descripción de la diversidad humana, aspira también a proporcionar un conoci-
miento científico de la sociedad. Lo ha hecho por ejemplo tratándo de responder a
los interrogantes sobre los universales o las Invarianzas hurnanas.
{- Para caracterizar su situación en la actualidad, diríamos que el papel de la
:Antropología sería el de cuestionadora de *au rá.i"a"l p""ti."fu. -e"áriá"áá
, significar por cuestionadora, el hecho de que cada sociedad particular se convierta
. en problema para nuestra disciplina.

la división de trabajo con la sociología, en los comienzos de ambas disciplinas, a


fines del siglo XIX y en
-la actualidad y una descripción mínima de sús logios "
(relevamiento de sociedades no occidentales y preocupación teórica).
Nos restaría especificar el tipo de problemática que tradicionalmente ha
abordado y su metodología.
La disciplina en su conjunto nunca ha sido homogénea en lo que respecta a
sus intereses y perspectivas.
Dentro de la problemática, el abanico es amplio y diverso. Desde la tecno-
logíá a los sistemas políticos, desde las representaciónes-magico-religiosas hasta el
relevamiento de las lenguas nativas.
El totemismo en la actualidad; sistemas políticos africanos; parentesco y
orq-anización social; magia, ciencia y religión; la familia entre los abórígenes aus-
tralianos; organiza-ción social y económica de los kurdos; las religiones aflicanas en
lrasil; éstos son algunos títulos de investigaciones antropológiáas del período clá-
sico. Y en la actualidad: poder, estratificación y salud; relocllización áe poblacio-
nes; las-_culturas _populare_s en el capitalismo; estrategias familiares y áscuelas;
desarrollo regional y grandes aprovechamientos hidráulicos; la construóción sociai
de la enfermedad e_n trabajadores de la industria gráfica; etnia, antropología y
estado; la identidad en la investigación antropológica a través del caso aé tos
japoneses y sus descendientes en la Argentina. Problemática, vasta y diversa, pero

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reiteramos, con una impronta identificatoria, el análisis de microsituaciones a
partir de fuentes de primera mano.
Su metodología ha sido tradicionalmente inductivista y empirista.
La tesis fundamental del empirismo es que los universales o leyes que los
antropólogos debieron tratar de descubrir se hallan a nivel empírico, en el nivel del
comportamiento.
Esta metodología ha sido un obstáculo en el avance científico de nuestra
disciplina, ya que las leyes sociales no pueden hallarse en el nivel del comporta-
miento porque éste es una síntesis de múltiples determinaciones, y en todo caso,
sólo puede expresar dichas leyes de una forma parcial y distorsionada.
En palabras de Popper: "El conocimiento no comienza con percepciones u
observaciones o con la recopilación de datos o de hechos, sino con problemas."lr
Esta particularidad epistemológica de nuestra disciplina se explica por ha-
berse desarrollado en sus comienzos como una ciencia natural de las sociedades
humanas (ver este desarrollo en El Modelo Antropológico clásico, en esta misma
unidad). Así, el antropólogo, ante la comunidad nativa se planteaba la descripción
y clasificación de los objetos extraños que se presentaban ante su observación.
Después del período clásico no encontramos unicidad en la metodología.
Esta debe ser referida a los paradigmas o estrategias de cada investigación, que
dépenden de las ideas básicas en torno a la pertinencia de la ciencia para la
experiencia humana y en torno a la presencia o ausencia de diferentes clases de
procesos causales.
La amplitud y complejidad de nuestra disciplina expresada en la definición
de Lévi-Strauss da lugar a que se configuren diferentes ramas de la Antropología
general, centradas en distintos aspectos o dimensiones de la experiencia humana.
La Antropolngía Biológica o Física fundamenta los demás campos de la
Antropología en nuestro origen animal. Los antropólogos físicos tratan de recons-
truir el curso de la evolución humana mediante el estudio de los restos fósiles de
especies antiguas. También describen la distribución de las variaeiones heredita-
rias entre las poblaciones contemporáneas para deslindar y medir las aportaciones
¡elativas de la herencia, la cultura y el medio ambiente a la vida humana.
La Arqueologúo desentierra los vestigios de culturas de épocas pasadas. Los
arqueólogos estudian secuencias de la evolueión social y cultural bajo diversas
condiciones naturales y culturales.
La Lingüística Antropológica aporta el estudio de la gran diversidad de
lenguas habladas por los seres humanos. Se interesa por la forma en que el len-
guaje influye y es influido por otros aspectos de la vida humana. Se interesa
también por la relación entre la evolución del lenguaje y la evolución del Homo
Sapiens.
Por último, la Antropolngía Cultural,la Antropolngía Social, y la Etnología
se ocupan de la descripción y análisis de las culturas del pasado y del presente.
Estas denominaciones no pueden ser utilizadas como equivalentes que no
susciten ningún problema, ya que revelan orientaciones teóricas diferentes. Las
diferencias se atribuyen a las tradiciones de los distintos países, la Antropología
Cultural en EE.UU., la Antropología Social en Gran Bretaña y la Etnología en
Francia, y tienen que ver con el abordaje diferencial de los problemas, lo que
refiere a marcos conceptuales diferentes. En el caso de la Antropología Cultural se
privilegia el concepto de cultura, en el de la Antropología Social y en el de la
Etnología, los de estructura y de función.

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Otra distinción en las denominaciones es la que existe entre Etnografra y
Etnología. Se denomina Etnografía al "trabajo sobre el terreno". Toma general-
mente la forma de un trabajo monográfico, que contiene la descripción de un grupo
limitado.
Pero, por otra parte, se constata que la descripción pura no existe, que las
observaciones que realizamos, siempre están sesgadas. Que la distinción entre
hecho y teoría ha sido conservada como una reliquia en Ia Antropología en la
distinción entre la Etnografía (desclipción de las culturas) y la Etnolog¡a(teoriza-
ción acerca de estas descripciones) como una dicotomía que puede ser engañosa.
Observamos los hechos y los filtramos a través de una pantalla de interés,
de predisposición y de experiencias previas, y todas nuestras descripciones están
inevitablemente influidas por consideraciones teóricas. Lo que equivale a decir que
las descripciones varían de acuerdo con los marcos conceptuales o teóricos de los
investigadores. Lo que además cuestiona la distinción entre Etnografía y Etnología
como dos momentos separados en el quehacer científico. O entre Etnografia y
Antropología Social o Cultural, otras denominaciones que habitualmente se utili-
zar, paya señalar los momentos de síntesis teóricas.
El siguiente ejemplo confirmaría nuestro señalamiento, a la vez que serviría
para mostrar la constante reformulación de la explicación científica frente a un
fenómeno; en este caso la explicación antropológica ante una institución (el potlach)
de los nativos de Ia costa noroeste de América del Norte, el grupo kwakiutl.
F. Boas, antropólogo norteamericano, produce en 1886 la primera explica-
ción del potlach: Fiesta en la que se destruyen y regalan toda clase de riquezas.
Segrín su juicio, esta institución escapa a toda causalidad económica.

"... si alguien se propusiera demostrar que la cultura no se sujeta a leyes, la


costa del noroeste serÍa uno de los mejores sitios que podría escoger. En el tiempo
de la primera üsita de Boas, y probablemente desde bastantes décadas antes de esa
fecha, los kwakiutl acostumbraban a celebrar una forma de fresta que parece desa-
fiar a cualquier forma de explicación tecnoecológica o tecnoeconómica. Allí estaba
todo un pueblo preso en un sistema de cambio que confería el mayor prestigio al
indiüduo que se desprendía de mayor cantidad de bienes valiosos. Como los análisis
anteriores del comportamiento económico habían subrayado la importancia de aho-
rrar los productos del trabajo y de organizar racionalmente el esfuerzo en relación
con las necesidades y con las pautas del consumo, el material kwakiutl representaba,
efectivamente, la puntilla del homo oeconomicus concebido según la imagen capita-
lista o según la imagen socialista. Además, no era simplemente que los bienes fueran
regalados, sino que en ocasiones la pasión por la autoglorificación era tan poderosa
que llevaba a destrozar mantas, quemar valioso aceite de pescado, prender fuego a
poblados enteros y hasta a ahogar esclavos en el mar. La descripción que Boas hizo
del potlach ha sido probablemente la más influyente de todas las descripciones
etnográficas publicadas hasta hoy.
Visto el potlach a través de los ojos de quienes participaban en é1, y especial-
mente de los principales contendientes, los hechos que abonan la interpretación de
Boas y de sus discÍpulos son los alardes de grandeza, la intención declarada de
abrumar de vergüenza a los rivales y la compulsión pol la que un hombre que
hubiera sido avergonzado de ese modo se sentía obligado a vengarse de su rival
ofreciendo una fiesta todana más dispendiosa.
Durante los últimos años, un grupo de estudiosos especializados en la costa
del noroeste ha propuesto una drástica reinterpretación del potlach, una nueva sín-
tesis a la que han llegado combinando intereses históricos y ecológicos y poniendo en

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conexión las peculiaridades de la etnografía kwakiutl con tipos más generales de
fenómenos.
EI primer intento de relacionar el potlach con el desarrollo euroamerica¡ro del
1t_o199st9 contemporáneo lo hizo Helen Codere en su libro Fightittg tttith propertJ.
(1950). Las historias de familias que recogieron Boas y Hunt, ásÍ cómo los iestimó-
nios de los de indios de los comerciantes, permiten afirmar que el potlach
-ag-entes
aborigen sólo lejanamente se asemejaba a los que ie observaron a finales del siglo.
T-,os kwakiutl, como todas las otras sociedades tribales que se hallaban en el cam-íno
de-expansión de los euroamericanos, fueron victimas de presiones ecológicas y socio-
culturales extremas que comenzaron en el momento de la aparición delos piimeros
_europeos en la región. Aquellas presiones llevaron, dramática e inevitablemente, a
la desaparición de los modos de üda aborígenes e incluso a la ürtual extinción de
los kwakiutl como población capaz de reproducirse. Ya antes de que el explorador
Vancouver entrara en contacto con ellos en 1792, estaban comerciando en másquetes
que llegaban hasta ellos a través de sus vecinos nutka y habían empezado a expe-
rimentar los p¡14erog efectos de las enfermedades europeas. Durante la priméra
parte del siglo XIX el lento incremento del comercio fue acompañado por un drástico
descenso de la población, producido por las epidemias de üruela y de enfermedades
respiratorias contra las que, como los demás amerindios, no estaban inmunizados.
Entre 1836 y 1853 su población cayó de 23.000 a 7.000. En 1849, el establecimiento
en Forb Rupert de un puesto comercial de la Hudson Bay Company intensificó tanto
el comercio con los europeos como los efectos de las enfermedades. Luego, en 1858,
entre 25'000 y 30.000 blancos se precipitaron sobre la Columbia Britániia en busca
de minas de oro e hicieron de la vecina Victoria su centro de distracción. Muchas
mujeres kwakiutl empezaron a serür a aquellos hombres como prostitutas, con lo
que las enfermedades venéreas aceleraron la tendencia a la despóblación. Hacia los
años ochenta la gran industria conservera del noroeste estaba en plena producción,
con seis_mil pescadores sólo en el no Fraser, y muchos kwakiutl respondieron a las
ofertas de trabajo de la factoría. Por aquel mismo tiempo. la industria maderera, que
en la década de 1870-80 había producido ya 350 millones de pies cúbicos de madeia,
trataba también de atraerse a lc¡s kwakiutl. Para el tiempo de la primera üsita de
Boas, toda la población kwakiutl había descendido a 2.0ó0 personas.
Codere demuestra cómo, con el establecimiento del puesto comercial de la
Hudso-n Bay company, el potlach pasó a incluir un gran núméro de bienes proceden-
tes del comercio europeo, especialmente mantas, reflejando de ese modo la otra
nueva economía industrial y comercial, prodigiosamente expansiva, Otra consecuen-
cia de la presencia euroamericana fue la prohibición de la fuena, y Codere trata de
-desarrollo
establecer una conexión entre la desaparición de la gueria y el de las
agresivas pautas del potlach hostil de la época tardía. según codere, cuando los
indios se üeron obligados a dejar de guerrear, empezaron a luchar con la riqueza,
una riqueza que las nuevas condiciones ponían a su alcance a una escala sin prece-
dentes.
La reformulación de la etnografía kwakiutl por codere y otros (cf. Drucker,
19139, I]ág. 955) no logró deshacer la madeja de particularismo con que Boas había
envuelto su descripción. El material kwakiutl siguió desconectado dél mundo de la
t-eo¡ía. Pese a ello, el potlach de Fort Rupert se presentaba ya como el producto
definido de una situación de contacto, con lo que de golpe quedaban derotaáos todos
los intentos de probar, basándose en los datos de Boás que los factores causativos
que explicaban eran demasiado complejos para prestarse a una formulación
nomotética. El descenso de población, la introducción del trabajo asalariado, la sú-
bita abundancia de bienes, la supresión de la guer:ra y la antigua costumbre del
banquete comunitario, todo eso ju4to indicaba que habÍa un conjunto de factores
perfectamente definidos que actuaba sobre los kwakiutl.
Actualmente hay bastantes posibi)idades de que con el tiempo seamos capa-

17
ces de entender los aspectos del sistema kwakiutl que todavía se nos escapan si
tomanos en consideración el material comparativo caracterlstico de otros fenómenos
de contacto.D

El conocimiento antropológico es un conocimiento que, como todos los cono-


cimientos científicos, se constituye sin cesar a través de un trabajo crítico.

18
Etnografía: alcances, técnicas y éticas
Eduardo Restrepo

Facultad de Ciencias Sociales


1. Labor etnográfica
Muchas personas asocian la palabra etnografía con los estudios que
suelen hacer los antropólogos. Algunas de estas personas incluso señalan
que esta palabra se deriva de las raíces griegas ethnos (pueblo, gente) y
grapho (escritura, descripción); por lo que etimológicamente etnografía
significaría una escritura o descripción de los pueblos o gentes. La
etnografía sería lo que hacen los antropólogos cuando trabajan con
comunidades indígenas. En este caso, se dice que el antropólogo se va
a vivir por periodos más o menos largos con la comunidad indígena
que estudia para, mediante una prolongada experiencia personal que en
muchos casos pasa por aprender el idioma de esta comunidad, pueda
conocer diversos aspectos de esa cultura. Con este conocimiento, el
antropólogo escribiría un libro monográfico en el cual explicaría esta
cultura a otras personas.

Aunque hay cierta razón histórica para que se hayan fijado, estas
ideas sobre la etnografía y el trabajo de los antropólogos no son del
todo precisas. Es más, hoy la etnografía no es solo utilizada por los
antropólogos ni se limita a los estudios de las comunidades indígenas.
Desde hace ya muchas décadas, profesionales de diferentes formaciones
vienen recurriendo a la etnografía para adelantar sus estudios (cfr.
Willis [1978] 2008, Hebdige [1979] 2004). 1 Algunos trabajadores sociales,
sociólogos, economistas y politólogos, entre otros, suelen adelantar sus

1 Una historia más densa de la etnografía no solo hablaría del mítico Malinowski, sino
también de la Escuela de Chicago y su interaccionismo simbólico así como de los
estudios culturales con etnografías de las audiencias o las emblemáticas etnografías de
Paul Willis.

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 15


investigaciones recurriendo a la etnografía. Hoy, entonces, no se puede
decir que la etnografía es algo exclusivo de los antropólogos, aunque
sigue siendo acertado considerar que son los antropólogos quienes a
menudo recurren a la etnografia como parte de su práctica e identidad
disciplinaria.

En años recientes, la etnografía se ha puesto de moda en ciertas


áreas como los estudios de mercado, y es altamente demandada por los
diseñadores de nuevos productos para que respondan de manera más
precisa a las expectativas y necesidades de los distintos consumidores.
Los publicistas y planificadores urbanos también han descubierto las
ventajas de los estudios etnográficos para orientar sus labores a partir
de un conocimiento más profundo y detallado de las poblaciones que
pretenden intervenir. La etnografía, por tanto, no se circunscribe al
estudio de las comunidades indígenas, ni siquiera entre los antropólogos.
El grueso de la antropología del país desde hace más de dos décadas
ha dejado de dedicarse exclusiva o predominantemente al estudio
de las poblaciones indígenas. No solo otros grupos étnicos como las
comunidades negras rurales son ya parte de la preocupación de los
antropólogos, sino también múltiples aspectos de las poblaciones urbanas
y otros temas emergentes que trascienden los estudios realizados en un
lugar. Se puede afirmar, incluso, que hoy las denominadas “minorías
étnicas” han dejado de ser el centro de la imaginación antropológica
como lo fueron durante muchas décadas. Esta breve contextualización
llama la atención sobre el lugar cada vez más descentrado de la etnografía
con respecto a la antropología, lo que supone reconocer la versatilidad
de significados y usos que se le atribuyen y que redimensionan su papel
en la actualidad.

De una forma muy general, la etnografía se puede definir como la


descripción de lo que una gente hace desde la perspectiva de la misma
gente. Esto quiere decir que a un estudio etnográfico le interesa tanto las
prácticas (lo que la gente hace) como los significados que estas prácticas
adquieren para quienes las realizan (la perspectiva de la gente sobre estas
prácticas). La articulación de esas dos dimensiones es, sin lugar a dudas,
uno de los aspectos cruciales que ayudan a singularizar la perspectiva
y el alcance de la etnografía con respecto a otros tipos de descripción.
Así, lo que busca un estudio etnográfico es describir contextualmente las
relaciones complejas entre prácticas y significados para unas personas
concretas sobre algo en particular (sea esto un lugar, un ritual, una
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actividad económica, una institución, una red social, o un programa


gubernamental). La articulación entre las prácticas y los significados de
esas prácticas de las que se ocupa la etnografía, permite dar cuenta de
algunos aspectos de la vida de unas personas sin perder de vista cómo
éstas entienden tales aspectos de su mundo. La descripción de lo que la

16
gente hace y lo que la gente dice que hace no puede traducirse en una
preocupación por encontrar incongruencias; más bien, responde a la
expectativa que subyace a la etnografía por considerar que los niveles
de la acción y la reflexión sobre la acción aunque se tensionen, son
igualmente importantes cuando se trata de comprender la densidad de
la vida social, cualquiera que sea el contexto que estemos analizando.

Como los estudios etnográficos se refieren a descripciones sobre


esas relaciones entre prácticas y significados para unas personas sobre
ciertos asuntos de su vida social en particular, esto hace que impliquen
comprensiones situadas. Estas descripciones son comprensiones situadas
porque dan cuenta de formas de habitar e imaginar, de hacer y de
significar el mundo para ciertas personas con las cuales se ha adelantado
el estudio. Situadas también porque dependen en gran parte de una
serie de experiencias (de observaciones, conversaciones, inferencias e
interprestaciones) sostenidas por el etnógrafo en un momento determinado
para estas personas que también hacen y significan dependiendo de sus
propios lugares y trayectorias, de las relaciones sociales en las que se
encuentran inscritos y de las tensiones que encarnan.

Ahora bien, situadas no significa que sus resultados sean limitados


a las personas y lugares en los que se hizo el estudio etnográfico.
Desde el anclaje concreto de la etnografía se pueden establecer ciertas
generalizaciones y teorizaciones que van más allá de los sitios y gentes con
las que se adelantó el estudio etnográfico. Este es uno de los esfuerzos más
interesantes que debe concentrar al etnógrafo: resaltar las singularidades
de un contexto al tiempo que debe establecer de qué manera esas
singularidades aportan a la comprensión y conceptualización de lo que
sucede en otros contextos. De esta manera, la etnografía supone una
estrategia de investigación que implica una densa comprensión contextual
de un escenario para establecer conexiones y conceptualizaciones que
lo vinculan con escenarios más generales. Así, por ejemplo, si hacemos
una investigación etnográfica sobre la configuración y operación de las
clientelas políticas en un barrio popular de Bogotá, esto no significa
que lo que allí encontramos se limite a este barrio, sino que nos está
evidenciando cuestiones de la cultura política más general del país. De
igual forma, si hacemos una etnografía de las concepciones del estado
en el Chocó o en el Caribe, los resultados pueden ser relevantes para
conceptualizar ciertas modalidades de configuración del estado en
general. 2 Lo importante para retener aquí es que aunque la investigación
etnográfica sea situada, de esto no se deriva que se limite a un lugar y

2 Así, por ejemplo, Akhil Gupta (2012) escribe un libro a partir de una densa etnografía
del estado en la India, el cual contribuye a problematizar y complejizar algunos de los
supuestos que desde la teoría política se han planteado sobre el estado.

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 17


a una gente en particular. No se puede confundir el objeto de estudio
con el lugar de estudio.

Condiciones, habilidades y riesgos


La descripción etnográfica no es tan fácil de realizar como a primera
vista pudiera parecer. No se puede describir lo que no se ha entendido,
y menos aún lo que no se es capaz si quiera de observar o identificar a
pesar de que esté sucediendo al frente de nuestras narices. De ahí que la
labor etnográfica requiera del desarrollo de un conjunto de condiciones
y habilidades que le “abran los ojos” al etnógrafo, que le permitan
entender lo que tendrá que describir.

Hay tres condiciones que vale la pena resaltar. En primer lugar,


en el marco de un estudio etnográfico incluso la observación más
elemental supone que se debe contar con una pregunta o problema de
investigación. Esta pregunta o problema no solo permite en términos
generales distinguir lo que es pertinente de lo que no lo es, sino que
también orienta la labor del etnógrafo en ciertas direcciones visibilizando
asuntos que de otra forma permanecerían en la penumbra. Sin pregunta
o problema de investigación no es posible adelantar ningún tipo de
estudio etnográfico. En parte, los ojos del etnógrafo (o sus “gafas” o
“lentes”) son constituidos por su pregunta o problema de investigación,
y las sensibilidades teóricas que la soportan. La importancia de tener
una pregunta o problema radica en la imposibilidad de agotar la
amplísima multiplicidad de observaciones que se pueden hacer sobre
un único escenario o relación social; de allí que la pregunta o problema
ayuden a seleccionar y priorizar algunos escenarios y relaciones para ser
observados sin perder de vista el contexto más amplio que les rodean.
Otra metáfora visual podría ayudar a ejemplificar el asunto: al priorizar
ciertos escenarios y relaciones se hace una especie de “zoom in” o
“aproximación”, como solemos hacerla con el lente de una cámara, para
detallar con más precisión una parcela de algo más amplio que nos
llama la atención. Esto quiere decir que las preguntas de investigación
difícilmente pueden agotar la totalidad de fenómenos sociales que
ocurren en un lugar, proceso o contexto, y por ello se concentran en
un aspecto particular sin perder de vista, eso sí, el contexto más amplio
que lo rodea.
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Una segunda condición en un estudio etnográfico es ser aceptada


la presencia del etnógrafo por las personas con las que se realiza la
investigación. Sobre todo cuando el estudio etnográfico contempla la
técnica de la observación participante localizada, es indispensable que

18
la gente con la que se trabaja tenga la disposición a que el etnógrafo no
solamente resida en el lugar sino que esté observando y preguntando
sobre lo que le interesa. Ahora bien, hay estudios etnográficos que no
recurren a esta técnica de la observación participante sino a otras como la
del “informante” 3 (por ejemplo, el famoso caso de la etnografía sobre los
Desana escrita por Reichel Dolmatoff con base en entrevistas realizadas
en Bogotá a un miembro de este grupo indígena) o los trabajos de
antropología histórica que realizan una lectura etnográfica a los archivos
de periodos y gentes del pasado y que suele llamarse cada vez con
mayor frecuencia como “etnografía de archivos”. 4

Finalmente, la tercera condición para resaltar es contar con


suficiente tiempo para realizar la investigación etnográfica. El trabajo
de campo toma tiempo, tiene su propio ritmo. Una etnografía demanda
un periodos prolongados, pues no alcanza a conocer de la noche a la
mañana la vida de otra gente y mucho menos los significados de sus
prácticas. No se puede hacer etnografía con un par de visitas de fin de
semana ni bajo el imperativo del horario laboral de oficina. En algunos
casos, como cuando hay que aprender una lengua distinta o cuando el
problema de investigación así lo demande (un ciclo de siembra, por
ejemplo), los estudios etnográficos fácilmente pueden tomar años.

La etnografía canónica –aquella inmortalizada por Bronislaw


Malinowski en su célebre libro Los argonautas del Pacífico occidental–,
nos sugiere la idea de permanecer el tiempo necesario para dejar de
hacer “zambullidas esporádicas” y dar lugar a un “auténtico contacto”
en el que la vida del etnógrafo “toma pronto un curso natural mucho
más en armonía con la vida que le rodea” (Malinowski 1986: 24-25).
Loic Wacquant (2006), en uno de los libros ya clásicos de la sociología,
evidencia cómo la etnografía del boxeo demanda una inmersión que
pasa por aprendizajes corporales que difícilmente se pueden realizar en
unas cuantas semanas de visitas esporádicas.

Ciertamente, no existe un mínimo temporal definido que asegure


una comprensión adecuada de las prácticas y los significados que la gente
les atribuye. Tampoco existe una correlación probada entre la duración
del trabajo de campo y la capacidad de comprensión del etnógrafo, toda
vez que en la etnografía inciden la agudeza de la mirada, la sensibilidad

3 La noción de “informante” acompaña el lenguaje disciplinar antropológico desde


sus inicios. Con el tiempo se modificó su significado y hoy está en franco desuso,
entre otras cosas por las polémicas implicaciones que tiene esta noción en contextos
conflictivos como el colombiano.
4 Para ampliar este punto, ver el número especial de la Revista Colombiana de
Antropología dedicado a la antropología histórica (Vol. 46, 2, 2010).

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 19


y la constancia. Esto quiere decir que aunque el etnógrafo pase mucho
tiempo en su escenario de trabajo no logrará necesariamente una buena
comprensión si no tiene aquella agudeza, sensibilidad y constancia que
marcan la diferencia entre una “zambullida esporádica” y un “auténtico
contacto”, según las metáforas malinowskianas. Sin embargo, lo que sí
han logrado decantar años de reflexión sobre el método etnográfico es
que lo más parecido a ese “auténtico contacto”, no ocurre de un momento
a otro sino que exige la dedicación de tiempos significativos, intensos
y continuos para que el etnógrafo logre establecer una comprensión
adecuada de las prácticas y los significados que son de su interés.

Las técnicas etnográficas tienen sus ritmos, que no pueden ser


caprichosamente acelerados: “La información no se recoge en un par
de jornadas ni de una sola fuente, sino que se obtiene a lo largo de
prolongados periodos y recurriendo a diversos informantes […]”
(Guber 2005: 100). Como estas técnicas dependen en gran parte de
la construcción de familiaridad y confianza de la gente con la que se
trabaja, los afanes y agendas apretadas no tienen cabida en el ejercicio
etnográfico. Además, el proceso de aprendizaje del investigador es lento,
no es necesariamente acumulativo ni unidireccional.

Entre las habilidades o destrezas que se deben desarrollar para


adelantar adecuadamente un estudio etnográfico cabe resaltar las
siguientes. En primer lugar hay que aprender a percibir, y esto supone
aguzar los cinco sentidos. Hay que aprender a observar, esto es, generar
una mirada reflexiva sobre aquellos asuntos de la vida social que son
relevantes para la investigación. Esta mirada reflexiva busca identificar lo
pertinente en la incesante multiplicidad de cosas que suceden, muchas
de ellas en una aparente nimiedad que suelen llevar a que no se les
preste la menor atención (Cardoso de Oliveira 2004). Una adecuada
observación tiene el efecto de visibilizar cosas que en su aparente
obviedad pasan desapercibidas (es decir, no son vistas a pesar de que
suelen estar a la vista de todos todo el tiempo).

Así como hay que saber observar, para la labor etnográfica también
es muy importante aprender a escuchar. Para escuchar se requiere estar
atento, no solo a lo que se dice, sino también a la forma en que se dice,
quién y cuándo se dice. Como si esto fuese poco, hay que estar atento
a los silencios que pueden decir tanto o más que las palabras. Pero
estar atento no implica simplemente querer estarlo, sino saber cómo.
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Y este saber cómo pasa por aprender los más sutiles códigos de la
comunicación que operan en los lugares y con las gentes con las que se
adelanta el estudio etnográfico. A veces, estos códigos implican asistir a
un sitio en determinado momento, a veces pueden significar acompañar

20
en el camino o en la faena de trabajo a alguien; en ocasiones suponen
guardar silencio, en otras toca asentir o interpelar al interlocutor en el
momento y de la forma más adecuados.

Además del saber estar atento, es crucial no asumir que se ha


entendido lo escuchado. Para nuestro interlocutor una palabra puede
tener un significado muy distinto del que nosotros podemos estar
atribuyéndole. Por ejemplo, en el Pacífico sur colombiano la palabra
animal, no se superpone con lo que alguien influenciado por la
clasificación linneana entiende con esta palabra. El venado y el perro
son animales, pero no lo son el tiburón, el tucán o la boa. El tiburón
es un pez y puede dejar de serlo para entrar en la categoría de fiera,
mientras que la boa es un avichucho y el tucán un ave. Para un etnógrafo
suficientemente curioso, este hecho supondría que, además de constatar
la diferencia de la palabra animal entre la gente del Pacífico sur y
aquellos que apelan a una taxonomía eurocéntrica en la clasificación
animal, ciertamente en ese lugar existen unos sistemas complejos de
clasificación que diferencian animales de peces, fieras, avichuchos y aves,
además de abrir la posibilidad a algunos de ellos de metamorfosearse en
otra categoría, hecho que merece ser analizado contextualmente. Algo
semejante sucede con lo que uno podría considerar como una planta o
un ser vivo. Nociones como naturaleza o monte se encuentran bastante
alejadas de lo que uno cree que esto significa. Por eso la relevancia de
la sospecha implacable sobre lo que uno escucha. En esta misma línea
puede hallarse una conversación, un gesto o un silencio. El etnógrafo
debe sospechar permanentemente de sí mismo, de lo que cree haber
escuchado, de los significados que le ha otorgado a una historia contada,
a una charla sostenida, a una categoría local registrada.

Los olores, el gusto y el tacto también hacen parte del aprender a


percibir en un estudio etnográfico. Hay todo un universo de información
que no suele pasar por la visión ni por los oídos. Aunque siempre son
importantes, para ciertos estudios etnográficos estos sentidos pueden
adquirir gran relevancia. Por ejemplo, un estudio etnográfico de las
corporalidades o de prácticas alimentarias debe recurrir a estos registros
con particular intensidad. Así, en una interesante reflexión metodológica
sobre lo que significa hacer etnografía de las comidas populares en Santa
Marta, Álvaro Acevedo escribía: “El ejercicio etnográfico que desarrollé
incluyó la mayor participación de los sentidos posibles, en especial, la
visión, el gusto y el olfato, pues todas las manifestaciones gastronómicas
que logré captar a lo largo del trabajo de campo, desencadenaron un
gran caudal de sensaciones percibidas por estos tres sentidos” (2012:
18). Al igual que su mirada, el etnógrafo tiene que aprender a utilizar
esos sentidos adecuadamente para capturar con particular intensidad

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 21


ciertas dimensiones de los aspectos de la vida social en los cuales está
interesado.

Una segunda habilidad en la investigación etnográfica consiste


en saber estar. Dado que los estudios etnográficos a menudo implican
desplazamientos a lugares o situaciones que son extrañas para el
etnógrafo, éste debe adaptarse lo más rápida y adecuadamente posible.
Estos lugares y situaciones requieren que el etnógrafo aprenda a distinguir
cuáles son los comportamientos que de sí se esperan y actuar en
correspondencia. Para esto debe tener la suficiente flexibilidad corporal
y la apertura mental, sabiendo dónde marcar los límites con las demandas
que se le hacen. Como un extraño, puede darse ciertas licencias; pero
sin convertirse en una fuerte traba o ruido en la dinámica de la vida
social de las personas con las que se trabaja. En asuntos tan cotidianos
como la comida o el sueño, el aseo, el vestido, la proximidad corporal o
los saludos, “saber estar” pasa por adecuarse corporal y mentalmente a
los nuevos requerimientos. Por tanto, el saber estar supone una actitud
de apertura y de aprendizaje permanente del etnógrafo mismo ante
situaciones diferentes, algunas de las cuales son extraordinarias dada la
poca familiaridad que se tiene con ellas, al tiempo que encarnan un reto
en el sentido de tener que adecuarse a las mismas.

Además de las destrezas anotadas, el etnógrafo debe desarrollar


la habilidad de contar con una férrea disciplina de registrar
permanentemente lo que va encontrando en su investigación, así como
las elaboraciones o interpretaciones derivadas de la misma. Como lo
expondremos en la elaboración del diario de campo, la labor etnográfica
requiere de un registro escrito constante y sistemático de aquello que
el etnográfo ha observado o experimentado y que es relevante para
su investigación, al igual que las ideas que van surgiendo día a día en
su trabajo. De esta disciplina depende en gran parte la calidad de los
resultados de la investigación etnográfica. La premisa que está detrás
de este ejercicio es que si no se efectúa con tal rigor y constancia la
riqueza y el detalle de los eventos y reflexiones se perderán en el olvido
por la saturación de eventos a la que suele exponerse continuamente
el etnógrafo; y es precisamente esa comprensión contextual la que
enriquece las observaciones etnográficas y le da relevancia a los datos
que, de otra manera, pueden resultar inconexos o poco relevantes.

Por otro lado, el cansancio y los estados de ánimo que experimente


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el etnógrafo en campo deben ser superados por una constante disciplina


de trabajo. En las situaciones más extenuantes o distractoras, el trabajo
etnográfico demanda gran concentración y una permanente disposición
al trabajo riguroso. Hay ocasiones irrepetibles o situaciones cruciales

22
en el trabajo de campo que el etnógrafo no puede dejar de enfrentar y
mucho menos puede dejar a los imponderables del olvido por no llevar
su diario con la constancia y el rigor que éste exige.

En la investigación etnográfica se puede resaltar una cuarta habilidad


que consiste en la de ser un buen escritor. Si argumentamos que la
etnografía es el arte de leer sutilmente la vida social, el etnógrafo también
debe tener la habilidad de saber contar, transmitir o traducir aquello
que ha comprendido mediante su lectura. Mucho del trabajo etnográfico
implica poner en palabras (o incluso en imágenes) los resultados de
observaciones e interpretaciones sobre la temática estudiada. En cierto
plano, la etnografía es como una pintura, un mapa o una fotografía
de un aspecto de la vida social, pero compuesta desde las narraciones
del etnógrafo. Por eso, en algún grado la etnografía supone un arte de
la narración a través de la cual se hila con destreza el flujo complejo
de la vida social que interesa al etnógrafo. Las narraciones tienen un
doble propósito: deben dibujar adecuadamente lo que se busca describir
con ellas, pero también deben seducir al lector con un estilo fluido.
Estas narraciones se pueden elaborar mediante palabras escritas, en
presentaciones públicas o en escritos de la más diversa índole. También
hay estrategias para elaborar narraciones que apelan a imágenes como
fuente de apoyo o que se expresan a través de imágenes, como en los
documentales, exposiciones o videos etnográficos.

Las buenas narraciones etnográficas son como los buenos libros o


películas: logran trasmitir con sutileza y contundencia unos contenidos
derivados de la experiencia etnográfica y, además, producen una serie de
sensaciones en quien las lee. Algunas recomendaciones para desarrollar la
habilidad de la escritura etnográfica consisten en escribir continuamente
para desarrollar el hábito de la escritura; leer con cierta asiduidad buenas
etnografías y cierto tipo de literatura costumbrista o de narrativa que nos
pueda contagiar de buenos elementos y estrategias para narrar. Leer
pausadamente y en voz alta las piezas que vamos escribiendo resulta
útil para percibir el ritmo y el flujo de la escritura que vamos logrando y
que muchas veces se nos escapa cuando leemos mentalmente o cuando
leemos de forma acelerada, perdemos la posibilidad de captar el ritmo
que va logrando nuestra narración.

La última de las habilidades del etnógrafo, pero no por ello debe


ser considerada la menos importante, es la capacidad de asombro.
Cuando se adelanta una investigación etnográfica en contextos sociales
familiares para el etnógrafo, el gran reto es que pueda asombrarse con
cuestiones que tienden a pasar desapercibidas no porque estén ocultas
y sean extraordinarias, sino por todo lo contrario: están a la vista de

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 23


todos en su existencia ordinaria, cotidiana y familiar. Del mismo modo,
cuando el etnógrafo pasa mucho tiempo y de manera intensa en otro
contexto termina habituándose tanto a lo que allí sucede que poco
a poco empieza a perder su capacidad de asombro. Extrañarse de lo
familiar es fundamental en la labor etnográfica.

Sin ese extrañamiento (que supone sorprenderse por lo ordinario y


preguntarse así por asuntos que supuestamente son tan triviales y están
tan a la vista de todos que pasan desapercibidos), la etnografía pierde
su gran potencial. La des-trivialización y des-familiarización son vitales
para el etnográfo. El correlato es que frente a los contextos sociales
extraños para el etnógrafo, la capacidad de sorpresa debe evitar el riesgo
de engolosinarse con la exotización de la diferencia. La capacidad de
asombro en estos contextos pasa por entender las lógicas sociales en
sus propios términos, lo que permite abordar lo extraño sin exotizarlo,
mostrando cuán familiar y consistente puede ser desde la perspectiva de
los actores sociales.

Uno de los pioneros de la antropología en Colombia, con respecto


a este punto escribía: “Se puede viajar por todo el mundo sin ver nada,
o se puede ir solamente a la tienda de la esquina y descubrir todo
un mundo” (Calle 1990: 10). Con esto nos invitaba a pensar que la
etnografía puede ser una forma de descubrir todo un mundo en lugares
tan cercanos y aparentemente tan familiares como lo es la tienda de la
esquina. En contraste, Horacio Calle nos alertaba que sin una actitud
etnográfica se puede estar de visita o estar muchos años muy lejos de
nuestros contextos habituales, en lugares y con gentes muy distintas,
sin comprender mucho de lo que allí sucede. La etnografía, entonces,
nos permite descubrir mundos, cercanos o distantes, como resultado del
doble movimiento del extrañamiento de lo que no vemos porque nos es
tan familiar y supuestamente conocido como por la familiarización con
gentes y lugares que escapan a nuestro entendimiento cuando se los
reduce al exotismo y estereotipo. 5

Después de indicar las condiciones y habilidades requeridas para


una adecuada labor etnográfica, es relevante señalar dos grandes riesgos
frente a los cuales esta labor debe estar siempre alerta: el etnocentrismo
y el sociocentrismo. Tanto el etnocentrismo como el sociocentrismo
son prejuicios que se derivan de los procesos de normalización y de
producción de subjetividades que han constituido al etnógrafo como
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un sujeto social determinado: “En la instancia del trabajo de campo, el


investigador pone a prueba […] sus patrones de pensamiento y acción

5 Sobre este doble movimiento, ver Gustavo Lins Ribeiro (2007).

24
más íntimos” (Guber 2005: 90). Estos prejuicios están profundamente
arraigados puesto que hacen parte de la forma de pensar, relacionarse
y hacer de los individuos, sin que sean conscientes necesariamente de
su existencia e influencia. De ahí que a menudo cueste mucho trabajo
identificar tales prejuicios y tomar distancia de ellos.

El etnocentrismo consiste en una actitud de rechazo a la diferencia


cultural dado que se asume que los valores, ideas y prácticas de la
formación cultural propia del etnógrafo son superiores a los de las
personas entre quienes trabaja. El etnocentrismo asume lo propio como
medida de lo humano, ridiculizando o menospreciando (de manera
abierta o sutil) concepciones o maneras de vida que se diferencian de
la propia. La burla por los gustos o por las creencias de otras culturas,
es una expresión del etnocentrismo. Así, por ejemplo, es etnocentrista
pensar que los indígenas no son ‘civilizados’ porque no viven como un
habitante de la ciudad, porque no se visten de la misma manera que lo
hace la mayoría o porque no hablan el español de manera “correcta”.

Esa arrogancia cultural del etnocentrismo es fuente de ceguera para


la investigación etnográfica. No es posible comprender y justipreciar
aspectos del modo de vida de una cultura distinta de la propia ante la
cual se tengan posiciones etnocentristas. La etnografía no busca juzgar
ni mucho menos ridiculizar la diferencia; lo que busca, al contrario,
es comprenderla en sus propios términos. De ahí que mientras el
etnógrafo no haya cuestionado y tomado distancia de sus concepciones
etnocentristas y se tome en serio la importancia de relativizar sus
propios valores culturales, su labor etnográfica estará marcada por tales
concepciones apocando significativamente su capacidad de comprender
densamente la diferencia cultural a la que se enfrenta.

El sociocentrismo es aún más complicado de identificar y de


cuestionar. Consiste en asumir que los valores, ideas y prácticas de
una clase o sector social son los modelos ideales de comportamiento,
despreciando los de otras clases o sectores sociales. El sociocentrismo
se expresa a menudo en las actitudes de ridiculización y rechazo que
las clases o sectores económicamente privilegiados de una sociedad (o
los que sin serlo se identifican con ellos) tienen para con las maneras
de hablar, las corporalidades, los gustos, o las creencias de los sectores
populares. Formas de sociocentrismo se revelan con el desprecio
a quienes no son lo suficientemente ‘cultos’, a quienes no manejan
adecuadamente los requerimientos de etiqueta, o a quienes no conocen
de ‘cultura universal’. Este sociocentrismo se evidencia, por ejemplo,
en las actitudes de menosprecio hacia los comportamientos de los
campesinos por parte de los citadinos. Emitir palabras descalificadoras

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 25


y burlas frente a la forma de hablar o vestir de los habitantes de las
zonas rurales o frente a sus maneras de desenvolverse en los contextos
urbanos, son expresiones del sociocentrismo.

Se puede afirmar, entonces, que el sociocentrismo es un clasismo


ejercido bajo la premisa de ciertos sectores sociales que consideran que
sus concepciones y formas de vida son superiores e ideales; haciendo
de éstas el modelo de lo ‘normal’ y lo ‘deseable’ con respecto a las
cuales juzgan otras concepciones y formas de vida de otros sectores
sociales. De ahí que el sociocentrismo suponga una serie de prejuicios
tanto sobre los sectores sociales menospreciados como sobre los sectores
sociales idealizados.

Los prejuicios sociocentristas no pueden orientar la labor etnográfica.


Al igual que con el etnocentrismo, el etnógrafo tiene el reto de cuestionar
y tomar distancia de sus posiciones sociocentristas. Si lo que se pretende
con el estudio etnográfico es comprender y describir situaciones de la
vida social teniendo en cuenta la perspectiva de sus actores, entonces
el sociocentrismo del etnógrafo puede convertirse en una ceguera o
limitación epistémica.

Sobre el sociocentrismo hay una situación que Jesús Martín Barbero


ha referido en varias ocasiones que muestra cómo ciertos prejuicios
sobre los sectores sociales con los que trabajamos pueden convertirse
en una profunda cegera. Martín Barbero cuenta que en los años sesenta
cuando llegó a Cali como profesor de la Universidad del Valle, con unos
colegas con quienes comenzaba una investigación sobre cultura popular
y comunicación, asistieron a la presentación de una película mexicana
que llevaba varias semanas en cartelera en un cine de un barrio popular:

A poco de empezar la sesión mis colegas y yo no podíamos contener


las carcajadas pues solo en clave de comedia nos era posible mirar
aquel bodrio argumental y estético que, sin embargo, era contemplado
por el resto de espectadores en un silencio asombroso para ese
tipo de sala. Pero la sorpresa llegó bien pronto: varios hombres se
acercaron a nosotros y nos increparon ‘¡O se callan o los sacamos!
(Martín Barbero 2008: 30).
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Como “escalofrío epistémico” refiere Martín Barbero lo que sintió


al descubrir su ceguera y la de sus colegas ante cómo la gente estaba
experimentando y apropiándose de la película. Esta situación lo
confrontó fuertemente: “¿qué veían ellos que yo no podía/sabía ver?”.

26
Cambiar la actitud y tratar de entender lo que las personas veían, pasa
precisamente por un cuestionamiento del sociocentrismo que muchos
intelectuales tienen frente a gustos, prácticas o concepciones de otros
sectores sociales.

Es claro que el etnógrafo tiene unos valores culturales y sociales


que lo constituyen como sujeto social. Ciertamente es imposible que se
despoje totalmente de ellos porque equivaldría a anularse como sujeto;
sin embargo, un asunto muy distinto es que el etnógrafo desconozca
que en su condición de sujeto social tiene posiciones etnocéntricas
y sociocéntricas y que no se preocupe por calibrar la incidencia que
pueden llegar a ejercer en su labor y en su sensibilidad etnográfica.
Al reconocerlas, debe estar dispuesto a hacer un genuino esfuerzo por
monitorear de qué manera esas posiciones sesgan o limitan su capacidad
de comprensión contextual; es decir, debe disponerse a reflexionar
cómo pueden llegar a configurar una limitación epistémica y, al hacerlo,
debe trabajar para superarla. En la labor etnográfica el investigador debe
estar todo el tiempo alerta de los efectos que sus propias concepciones y
actitudes tienen en la comprensión de lo que sucede a su alrededor. Como
bien lo indica Rosana Guber: “El […] sentido común del investigador no
queda a las puertas del campo, sino que lo acompaña, pudiendo guiar,
obstaculizar, distorsionar o abrir su mirada” (2005: 86).

Perspectivas y niveles
En la labor etnográfica se conocen como emic y etic dos perspectivas analíticas
diferentes. Son conceptos inicialmente propuestos en la lingüística para
distinguir la descripción fonológica (phonemic) de la fonética (phonetic),
esto es, una descripción desde la unidad de significado estructural mínima
(fonema) para los hablantes de la lengua que se diferencia de un registro de
las características del sonido mínimo aislable tal y como es escuchada por el
lingüista.

Algunas vertientes de la antropología culturalista norteamericana de


los cincuenta recogieron esta distinción para plantear que la perspectiva
‘emic’ es aquella que los miembros de una cultura tienen de la misma,
mientras que la ‘etic’ es la que los antropólogos que no son miembros de
la cultura elaboran sobre ella. En otras palabras, con esas dos categorías
se describen dos perspectivas de conocimiento de una cultura: desde
adentro (‘emic’) o desde afuera (‘etic’).

Sin entrar en una discusión de fondo sobre el asunto, la perspectiva


emic es la mirada desde adentro, es decir, la mirada que tienen los mismos

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 27


actores sobre aspectos de su propia vida social. Así, por ejemplo, en un
ritual de paso de la niñez a la adultez los participantes tienen una serie
de concepciones de lo que éste significa y las razones por las cuales se
realiza. Este tipo de explicaciones desde adentro es lo que se denomina
la perspectiva emic. Como hemos visto, en la labor etnográfica esta
perspectiva es muy importante y debe ser tomada en consideración en
el análisis.

La perspectiva etic, por el contrario, es la mirada desde afuera. Sobre


el mismo ritual el etnógrafo tiene una perspectiva como actor externo,
explicándolo en otros términos. El etnógrafo toma en consideración la
perspectiva emic, la mirada interna, pero no se queda allí sino que
elabora sus propias interpretaciones a la luz de los modelos teóricos con
los cuales opera y guía su observación. Para la etnografía no son dos
perspectivas excluyentes, aunque sí debe haber una clara diferenciación
entre ambas. En una descripción etnográfica, por tanto, no se pueden
confundir lo emic y lo etic. Aunque lo emic está siempre presente, la labor
etnográfica introduce una serie de interpretaciones y reordenamientos
desde una perspectiva etic.

Alguien pudiera argumentar que la perspectiva emic es más


verdadera y auténtica que la etic, puesto que se elabora desde adentro.
O, para ponerlo en otras palabras, que nadie conocería mejor su
cultura que sus miembros. Un indígena embera estaría en una posición
epistemológicamente privilegiada para hablar de su cultura, así como un
afrocolombiano para hablar de los afrocolombianos y una mujer de las
mujeres… y así sucesivamente. Hasta cierto punto esto es cierto, pero
en algunos aspectos las cosas se complican.

El hecho de ser sujeto de una cultura no hace a ese sujeto


automáticamente más reflexivo sobre esta cultura. Es más, puede que
precisamente por esto se tiendan a tomar una serie de asuntos por dados y
que en su obviedad y trivialidad no aparezcan como relevantes, mientras
que para alguien venido de afuera esto puede llamarle la atención. 6 Más

6 Incluso, para algunos la capacidad explicativa de la perspectiva etic apela a otras


estrategias para analizar los fenómenos culturales. A este respecto, en antropología
es bastante conocido el caso de las vacas sagradas en la India que popularizó el
antropólogo Marvin Harris (1974) que suele utilizarse para explicar la diferencia entre
esas dos perspectivas. Para él, una explicación emic de la sacralidad de las vacas en la
Colección Caja de Herramientas

religión hindú consistiría en argumentar que éstas son la reencarnación de una deidad
como Vishnú que inhibe maltratarlas y menos aún sacrificarlas intencionalmente para
comer su carne. En cambio, una perspectiva etic forjada desde el materialismo cultural
sobre ese mismo fenómeno, explicaría que la causa de sacralizar las vacas corresponde
a una respuesta adaptativa de la cultura hindú para sacar un mejor provecho de las
vacas en términos del balance entre el ingreso y el gasto (input/output) de energía que

28
complicado aún, en una cultura o en una posición de sujeto cualquiera
no hay una homogeneidad tal que haga que cualquier individuo pueda
hablar por los otros como si no existieran diferencias y desigualdades,
como si no existieran experiencias y trayectorias disímiles marcadas por
factores de clase, de lugar, de capital escolar, de género, de orientación
sexual, de generación, de intereses, etc. Lo importante para resaltar aquí
es que la labor etnográfica no se queda en una perspectiva emic, aunque
no puede dejar de tomarla seriamente en consideración.

Además de esta diferenciación entre las perspectivas emic y etic,


en la labor etnográfica se distinguen tres niveles de la información.
Primero, lo que la gente hace, esto es, las prácticas que realiza y las
relaciones que establece para adelantar estas prácticas. Así, por ejemplo,
la gente asentada en el bajo Atrato pesca de determinadas maneras,
en ciertos lugares y preferentemente durante un solo periodo del año.
Eso es lo que esta gente hace con respecto a la pesca. Ahora bien, el
etnógrafo puede ser testigo de algunas de estas prácticas, aunque otras
no puedan ser observadas directamente por él debido a que se realizan
en momentos o lugares a los que no ha tenido acceso o requieren de
ciertas prescripciones que impiden su presencia (como, por ejemplo,
cuestiones de género o situaciones a las que solo pueden acceder los
iniciados como en ciertas prácticas de brujería).

Segundo, lo que la gente dice que hace, esto es, lo que se cuenta
cuando se le pregunta por lo que hace. Este es el nivel donde las
personas presentan ante el investigador su versión, la cual puede
variar significativamente o poco con respecto a lo que efectivamente
hacen dependiendo de muchos factores. Varía porque las personas han
incorporado lo que hacen de tal manera que cuando hablan sobre esto
pasan por alto aspectos o detalles que para ellos carecen de importancia
o no son evidentes dado su grado de automatización. Varía también
porque hay cosas que se hacen y que las personas no quieren contar, ya
sea porque consideran que eso no se debería hacer o porque consideran
que el que se sepa puede ponerlos en riesgo. Finalmente, varía también
por las percepciones que tengan del investigador y de sus intereses, por
lo que las personas pueden decirle al etnógrafo lo que ellas creen que
él quiere o preferiría oír.

ofrecen. Ese balance es más favorable para una familia hindú promedio manteniéndolas
vivas que sacrificándolas intencionalmente para su consumo. Al contrastar las dos
perspectivas no se trata de invalidar la primera (emic) por la segunda (etic); se trata de
comprender que a pesar de la lógica interna de la cultura (emic) siempre es posible
encontrar formas alternas para explicar los fenómenos culturales (etic) y para ello los
encuadres teóricos y metodológicos de la antropología son sustanciales en la medida
en que guían las posibilidades de interpretación.

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 29


Tercero, lo que la gente debería hacer, es decir, lo que se considera
como el deber ser. No se puede confundir este nivel del deber ser con
lo que realmente sucede, porque a menudo hay una distancia (e incluso
contradicciones) entre lo que la gente piensa que debería hacer y lo que
efectivamente hace. Lo que la gente dice que debería hacer da cuenta del
nivel de los valores ideales, de las normas, de las aspiraciones de unas
personas. Tener claridad sobre lo que la gente dice que debería hacer
nos permite entender mucho de las normas sociales que reflexivamente
se articulan, independientemente de que se correspondan o no con lo
que hacen finalmente.

Ahora bien, en la labor etnográfica es importante no confundir


estos tres niveles, aunque todos tres son igualmente importantes para
comprender y describir las relaciones entre prácticas y significados para
unas personas en particular. No se trata de que lo que la gente hace
sea la verdad que deba ser descrita por el investigador y lo que se dice
que se hace sea una falsedad que deba ser desechada. Lo que hay que
entender es por qué existe esa brecha entre lo que se hace y lo que se
dice que se hace, lo cual implica que el investigador comprenda que la
forma como la gente se representa y presenta ante otros lo que hace,
constituye una fuente importante de investigación sobre los sentidos
de la vida social para esas personas. Lo mismo sucede con lo que se
debería hacer. No hay que confundirlo con lo que la gente hace, porque
ese “deber ser” en sí mismo y por su diferencia con lo que la gente hace,
se constituye en una grandiosa fuente que habla sobre el universo moral
de las personas con las cuales se está trabajando.

Entre lo cualitativo y lo cuantitativo


En los manuales de investigación social suele definirse a la etnografía como
ejemplo de investigación cualitativa. Aunque el grueso de los estudios
etnográficos han sido de corte cualitativo, esto no significa que tengan que
serlo. Existen buenos ejemplos de etnografías que articulan técnicas de
investigación cuantitativa como el libro de María Clara Van der Hammen
(1992) sobre los yucuna en el bajo Caquetá. Por tanto no debemos pensar la
etnografia necesariamente alejada de lo cuantitativo, sino que pueden confluir
productivamente con lo cualitativo.

Cuando confluyen en una etnografía los datos cuantitativos


Colección Caja de Herramientas

frecuentemente son un punto de llegada, su generación se da sólo


después de un trabajo previo de técnicas de investigación cualitativas
y a menudo se incorporan en la investigación para soportar algunos
argumentos que ganan en claridad y contundencia cuando se soportan

30
en cifras. Por ejemplo, para comprender la incidencia de los programas
de nutrición en las concepciones de salud, cuerpo y bienestar de una
población rural, la investigación etnográfica ganaría en capacidad de
análisis si en el diseño de investigación se considera la estimación de datos
cuantitativos que permitan ponderar la cobertura de esos programas, el
número y el tipo de personas beneficiadas (si son mayoritariamente
hombres, mujeres, niños, etc.), la frecuencia con la que reciben los
beneficios del programa, etc. Una caracterización de este tipo permitiría
tener una comprensión general de las tendencias en la atención del
programa en mención y, a partir de allí, podrían contrastarse sus
resultados con las interpretaciones que tenemos del proceso que se
lograron a través de estrategias cualitativas. Es claro entonces que en
una etnografía esas cifras no deben presentarse descontextualizadas ni
separadas de la valoración cualitativa que las ayuda a explicar y darles
sentido. Esto hace que no se incurra en las ingenuidades y problemas
que suelen caracterizar algunas estrategias inmediatistas de investigación
cuantitativa. En el marco de una etnografía, si se los toma como puntos
de partida, los datos cuantitativos operan como inspiradores para el
despliegue de técnicas más cualitativas, las cuales pondrán en evidencia
sus limitaciones o aciertos.

Tipos de etnografía
La etnografía suele significar tres cosas distintas. En primer lugar, se ha
considerado que la etnografía es una técnica de investigación que estaría
definida por la observación participante. La observación participante consiste
en residir durante largos periodos en el lugar donde se adelanta la investigación
con el propósito de observar aquello que es de interés del etnógrafo. Así, por
ejemplo, si se estudia el trabajo ganadero entre los llaneros, la observación
participante consistiría en vivir con los llaneros por un periodo suficientemente
largo en el que el etnógrafo pueda participar en la realización de los trabajos
ganaderos y, así, desde la experiencia propia y la observación directa conocer
de primera mano lo que se investiga. Las técnicas de investigación son como
el martillo o el destornillador, sirven para hacer unas cosas y no otras. Con una
entrevista o con una encuesta se podrán obtener ciertos datos y no otros. Hay
que tener muy claro los alcances y los límites de cada una de estas técnicas.

La etnografía también se entiende como un encuadre metodológico.


Aquí es relevante no confundir el plano de las técnicas, el de las
metodologías y el del método. Son palabras que a menudo se usan
como si fueran sinónimos pero que deben diferenciarse. Las técnicas
son los instrumentos o las herramientas de investigación en sí mismas,
y se caracterizan porque se aplican para producir “datos”. La encuesta,

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 31


la entrevista o el censo son técnicas de investigación. El formato
específico que diseñamos para hacer las preguntas y consignar las
respuestas en una técnica particular (sea encuesta, entrevista o censo,
por ejemplo) se le llama instrumento. La metodología es la manera
particular en que se operacionalizan ciertas técnicas de investigación y
cómo se articulan consistentemente varias de ellas en función de una
pregunta o problema de investigación; por lo tanto, la metodología
apunta a sustentar el cómo se realiza la investigación. El método, por
su parte, tiene que ver con una discusión más amplia que articula las
convicciones que llevan al investigador a resolver su investigación de
la manera en que decidió hacerlo. De cierta manera, la discusión que
supone el método no es tanto por la elección de las técnicas utilizadas
sino que es de carácter epistemológico: refiere al porqué del cómo, esto
es, sustentar persuasivamente las razones que articulan coherentemente
los presupuestos teóricos y conceptuales de la investigación con la
metodología que se diseñó. 7

En tanto metodología, la etnografía no sería tanto la técnica de


investigación de la observación participante como la manera de abordar
la investigación misma. De ahí que algunos antropólogos hablen,
incluso, de etnografía en situaciones que no implican observación
participante como la interpretación de documentos históricos o en
investigación basada exclusivamente en “informantes”. La etnografía
como metodología, como encuadre, estaría definida por el énfasis en
la descripción y en las interpretaciones situadas. Como metodología, la
etnografía buscaría ofrecer una descripción de determinados aspectos
de la vida social teniendo en consideración los significados asociados
por los propios actores (lo que referíamos como la perspectiva emic).

Esto hace que la etnografía sea siempre un conocimiento situado; en


principio da cuenta de unas cosas para una gente concreta. No obstante,
los conocimientos así adquiridos no significan que se limiten allí, ya
que nos dicen cosas que pueden ser generalizables, o por lo menos
sugerentes para entender de otra manera las preguntas que las ciencias
sociales suelen hacerse. Al respecto Geertz afirmaba que “[…] pequeños
hechos hablan de grandes cuestiones […]” ([1973] 1996: 35). Es decir, la
etnografía es una perspectiva que, aunque siempre está pendiente de
los pequeños hechos que se encuentran en las actividades y significados
de personas concretas, no supone negar hablar de ‘grandes cuestiones’.
Colección Caja de Herramientas

7 La etnografía también es, por supuesto, un método. No obstante, la discusión


epistémica de la etnografía como método no es lo que me interesa elaborar en este
libro más centrado en la labor etnográfica que en el porqué de cómo de esta labor.
Para profundizar en el plano epistémico, ver González Echevarría (1997), Ghasarian
(2008), y Marcus y Fischer ([1986] 2000).

32
La diferencia con la monumentalidad de la filosofía o de los estudios
políticos no radica en que la etnografía, al estar escudriñando el mundo
situadamente, se niegue a dar cuenta de las ‘grandes problemáticas’, sino
que lo hace desde la cotidianidad y el mundo efectivamente existente
y vivido para unas personas, sin recurrir al estilo trascendentalista y
normativizante de la reflexión filosófica o de los estudios políticos.

Finalmente, se habla de etnografía para indicar un tipo de escritura.


Así, por ejemplo, un libro que describe a la sociedad indígena de los
kogi de la Sierra Nevada de Santa Marta es considerada una etnografía.
Un artículo o un informe también pueden ser considerados etnografías.
Incluso algunos documentales y audiovisuales caben dentro del género
etnográfico. Lo que tienen de común estos distintos materiales escritos
o visuales es que están relatando de manera muy concreta aspectos
que se suponen verídicos de la vida social de unas personas, a menudo
con base en las experiencias del mismo etnógrafo. A diferencia de una
novela o un cuento que se inscribe en el género literario de la ficción, la
etnografía se inscribe en un género literario que pretende estar relatando
aspectos verídicos resultantes de una investigación empírica rigurosa.
La diferencia radicaría, entonces, en las pretensiones de verdad, en las
apelaciones de las etnografías a estar dando cuenta de aspectos de la
realidad social.

Además de estas distinciones de la etnografía como técnica, como


metodología o como género literario, se pueden identificar otras
diferencias referidas, esta vez, en cómo se entiende la etnografía según
su relación con el lugar. Las etnografías más clásicas se adelantan en
un sitio concreto: una vereda, un poblado, un barrio o una ciudad. Este
lugar concreto puede ser también una institución (una escuela o una
alcaldía, por ejemplo), una organización (un movimiento social o una
organización no gubernamental, por ejemplo) o una empresa.

Ahora bien, desde hace algún tiempo se han elaborado etnografías


en diferentes sitios. Estas etnografías han sido denominadas como
multisituadas (Marcus, 2001). Para este tipo de etnografías lo que interesa
es dar cuenta de gentes, cosas o ideas que se mueven y se encuentran en
diferentes lugares. Así, desde la etnografía multisituada y estratégicamente
situada se puede estudiar una comunidad transnacional, esto es, un
grupo de personas que migran de un país a otro, haciendo etnografía
no solo en sus lugares de origen sino también en los de llegada. Un
objeto también puede ser tema de estas etnografías multisituadas, como
las manufacturas africanas que se convierten en obras de arte al pasar
por diferentes redes y mediadores desde una aldea en África hasta una
galería en Nueva York o París.

Etnografía: alcances, técnicas y éticas / 33


Más recientemente, con la aparición de las tecnologías digitales han
surgido nuevas modalidades y retos para la labor etnográfica como las
etnografías del ciberespacio y de la cibercultura. En estas etnografías se
toma el espacio virtual generado por estas nuevas tecnologías, conocido
como el ciberespacio, como ámbito de trabajo. De ahí que se les haya
denominado etnografías digitales o etnografías virtuales. Desde este tipo
de etnografías se estudia cómo se construyen prácticas, subjetividades
y relaciones en este ciberespacio. Éste último también ofrece una
nueva fuente para la complementación y el contraste de información
en investigaciones etnográficas clásicas, estratégicamente situadas o
multisituadas.

Las tecnologías de información y la comunicación son en sí mismas


productos culturales y, en tanto tales, pueden ser objetos del escrutinio
etnográfico. Pero para hacerlo, la etnografía convencional centrada en
un lugar o en varios lugares debe ser transformada significativamente
en aras de que se adecúe a los retos y especificidades del ciberespacio.
Lo que se pone en juego con este reto es lo apropiado de la etnografía
para el estudio del internet y, a su vez, la pertinencia del internet para
efectuar trabajo de campo etnográfico. Aunque existe la tendencia a
establecer una distinción radical entre lo virtual y la realidad, se trata de
una distinción que carece de valor para la etnografia del ciberespacio.
Las relaciones entre los discursos, prácticas e interacciones “online” y
“offline” no pueden ser obviadas si lo que se pretende es comprender
las relaciones entre prácticas y significados situados para una gente que,
en este caso particular, confluyen en una red social, una plataforma, una
movilización o una comunidad en la internet. 8
Colección Caja de Herramientas

8 Para ampliar el concepto de cibercultura, ver Escobar (2005). Para adentrarse


específicamente en el campo de la etnografía digital, etnografía virtual o etnografía de
la cibercultura, ver Beaulieu (2004), Hine (2004) y Mayan (2002).

34
Arqueología [En proceso de construcción. Apuntes]
Ficha de cátedra. Antropología y Problemática Regional 2021-
Módulo II – Método arqueológico. Mabel Mamani.

1) ¿De qué se trata?// 2) El registro arqueológico. Los vestigios materiales y cómo llegaron al
presente.// 3) Las categorías de la evidencia arqueológica y la información que aporta el contexto
y los procesos de formación.// 4) En búsqueda de los vestigios. ¿Cómo es el trabajo del
arqueólogo?// 5) Por-venir.

1) ¿De qué se trata?

La Arqueología es una ciencia social e histórica, cuya génesis se remonta al siglo XIX, y estuvo en
esa época fuertemente vinculada al trabajo de coleccionistas, buscadores de tesoros y
aventureros. Esta idea está arraigada aún en el imaginario social, pues se piensa que los
arqueólogos son personas que buscan y desentierran “cacharros”, “cosas viejas”, “tesoros” para
luego depositarlos en los museos. En realidad, el trabajo arqueológico en la actualidad va más allá
de esto. Comencemos con definir qué hacen les/las/los/lxs arqueólogues/as/os/xs.1

Se dedican al estudio de la organización y comportamiento de las sociedades -por lo general del


pasado lejano, aunque también del pasado-reciente y momentos contemporáneos- a través de
los objetos dejados por ellas. A lo largo del tiempo este conjunto de objetos o distribución de
materiales varía de acuerdo a los modos de vida de las poblaciones, y los espacios donde
transcurrieron. Como ciencia social, esta disciplina se plantea conocer distintos aspectos de la vida
de los grupos humanos, que se pueden inferir a partir de cómo los individuos se relacionan entre
sí, con el entorno y los objetos que producen y lo acompañan.

Al mirar la agenda de temas que la Arqueología ha desarrollado a escala global, se observa una
preponderancia de estudios que abarcan desde lo que se considera la historia de los primeros
homínidos, es decir nuestros ancestros en el continente africano y su posterior dispersión, la
prehistoria europea y las sociedades previas a la invención de la escritura, la historia griega y
romana. Para el caso americano, la arqueología se ha abocado a entender el poblamiento del
continente, que se habría producido entre 20,000 y 10,000 años atrás, y los posteriores procesos
culturales y socio-políticas hasta la conformación de sociedades estatales expansivas como el
Tawantinsuyu, el nombre quechua del Estado Inca. La llegada de los españoles, o lo que se
denomina conquista española marca un quiebre, de índole cultural y cronológico: lo anterior se
denomina arqueología prehispánica o precolombina, con una multiplicidad de trayectorias
culturales y lo posterior, historia colonial, con el desarrollo en los últimos años de la arqueología
histórica y etnohistoria, como campos de conocimiento que renovaron el estudio de los vínculos

1
La arqueología es una profesión que se estudia a nivel universitario, con una duración de cinco años. Se
obtiene el título de Arqueólogo en la Universidad Nacional de Tucumán, de Antropólogo con orientación en
arqueología en la Universidad Nacional de Salta, Universidad Nacional de Jujuy, Universidad Nacional de
Catamarca, por ejemplo.

1
entre las poblaciones nativas, grupos de origen europeo, africano, mestizos, criollos. Los
arqueólogos suman al corpus investigativo el análisis de documentos escritos y gráficos que se
producen desde la llegada de los españoles.

Al finalizar el siglo XX y despuntar el XXI, la arqueología situada en/del/desde el presente ha


empezado a incorporar temas como memoria, movimientos sociales, identidad, patrimonio
cultural, construcción colectiva del conocimiento, feminismo, género, que han llevado a
complejizar y revisar los conocimientos previos, incluso cuestionar la noción de pasado. Se
gestaron nuevos campos de indagación y conocimiento como la arqueología urbana, la
arqueología marxista, la arqueología del capitalismo, la arqueología de la represión – para el
contexto latinoamericano vinculado a los casos de desaparecidos durante gobiernos militares y
que descansa en el trabajo colaborativo con la antropología forense-, la arqueología pública, la
arqueología de género.

En tanto ciencia social suma a sus análisis los aportes teóricos de otras disciplinas como la
sociología, antropología, filosofía de la ciencia, geografía, entre otras, que se traducen en el uso de
conceptos tales como representaciones sociales, espacio social, paisaje, territorio, saber y poder,
modernidad y posmodernidad, además se suman renovadas perspectivas como el giro lingüístico,
o en los últimos años, agencia, performatividad, corporalidad y los sentidos, la incorporación de lo
ontológico en nuestra forma de pensar y concebir nuestros mundos. Bourdieu, Harvey, Foucault,
Ingold, Butler, Latour, Viveiros de Castro y muchos más figuran entre los investigadores citados
por los arqueólogos.

Al interior del propio campo, se está revisando, uno de los conceptos centrales a su métier: lo
material, es decir, cómo definir esos productos que hacen, habilitan y son significados por las
personas en su transitar cotidiano. Las “cosas”, la cultura material que registran y estudian los
arqueólogos, que pueblan también los mundos cotidianos de los humanos.

En el contexto latinoamericano y con los procesos de conformación de estados (pretendidos)


multiculturales y sus políticas en el sentido amplio, se produjo el cuestionamiento a la constitución
del campo arqueológico como un aparato colonial que reafirma constantemente su condición
científica como forma de conocimiento oficial, obliterando o sub-alternizando formas-otras de
conocimiento (indígena, campesina). Se generaron reflexiones que se conocen como arqueologías
decoloniales, postcoloniales, que buscan trabajar en red con otras arqueologías ubicadas en el
hemisferio sur, en África, por ejemplo, generando reuniones de intercambio que se denominan
Sur-Sur, como una forma de contrarrestar arqueologías hegemónicas que se producen desde
Europa y Estados Unidos. En estos entramados se conformaron las arqueologías indígenas, nativas,
y de militancia.

La Arqueología en Salta. Breve reseña.

La práctica de la arqueología está históricamente situada y contextualizada, es decir que varía


según el lugar y momento en que se realiza. En el ámbito universitario de Salta, con la creación de
la Universidad Nacional se abre el Museo de Arqueología y Folklore, en 1973, como espacio
universitario educativo y de investigación que retomó algunos de los trabajos que se realizaban en

2
el Museo de Ciencias Naturales de Salta desde los años 1950. Hacia fines de la década de 1970 se
cierra el Museo de Arqueología y también la carrera de Antropología, en el marco de la política de
gobierno militar, produciéndose el despido de profesores, persecución y desaparición de
estudiantes y docentes, y desmantelamiento de espacios de formación e investigación. Con la
vuelta de la democracia, en 1985 se re-abre esta opción de estudio en la Facultad de
Humanidades, con una duración de cinco años y con la posibilidad de optar en los dos últimos por
la orientación Antropología Social y Arqueología. Desde la década del 70’, diversos grupos de
trabajo cuya pertenencia es la UNSA u otras como la Universidad de Buenos Aires, la Universidad
Nacional de La Plata, se abocaron a investigar y trabajar de manera sostenida, desde la
arqueología, en espacios como el valle Calchaquí, Quebrada del Toro, Puna Salteña, noreste
salteño y sector de tierras bajas al este de la provincia.

2) El registro arqueológico. Los vestigios materiales y cómo llegaron al presente.

Los intereses de la arqueología, particularmente, para el caso latinoamericano y argentino,


estuvieron mayormente centrados en conocer el modo de vida de las poblaciones prehispánicas.
Hacia fines del siglo XIX llegaron al norte de Argentina, los primeros exploradores – devenidos en
arqueólogos- en calidad de agentes enviados por museos o por el gobierno estatal para
(re)conocer esos restos de lo que suponían fueron los habitantes primigenios.

Estas primeras incursiones en el territorio se realizaron en calidad de “naturalistas”, quienes


buscaban inventariar los potenciales recursos que podían servir al desarrollo del país, así como los
diversos animales y vegetales de la región (Haber 1994). Entre varias observaciones que se pueden
realizar a la forma de trabajo de estos estudiosos, se puede señalar la fuerte predilección por los
“objetos”, siendo el lugar privilegiado de inspección y excavación los contextos funerarios,
espacios donde a manera de cápsula se preservaban vasijas, piezas en metal, “curiosidades”. Se
denominaba al conjunto de evidencias materiales como “antigüedades”. Estos estudiosos
sumaban a sus indagaciones, los escritos producidos por los españoles en la colonia temprana, e
hicieron registros de los relatos “folklóricos” que contaban las personas que vivían en las cercanías
de las “ruinas”, algunas contratados como sus ayudantes en las excavaciones, en lo que se
consideraba los márgenes del país.

3
Figura tomada de Ambrosetti 1908. Este estudioso realizó en 1904 la primera expedición arqueológica del
Museo Etnográfico de la Facultad de Humanidades y Letras de la UBA (Buenos Aires) a Pampa Grande,
localidad ubicada a 160 km al sur de la ciudad de Salta.

Con la formación académica de arqueólogos a mediados del siglo XX en universidades argentinas y


la incorporación de marcos teóricos y metodológicos científicos, hacia la década del 1980, se fue
configurando la forma en que se categorizan las evidencias arqueológicas, es decir, de aquello que
los arqueólogos recuperan, observan y registran en los lugares donde realizan sus investigaciones.

Toda indagación inicia con la formulación de un problema de investigación, por ejemplo, se puede
plantear conocer: cómo vivían las personas, qué comían, cómo enterraban a sus muertos, cómo
hacían sus vasijas, cómo se relacionaban con otros pueblos o con las divinidades, cómo era el
vínculo con su lugar, cuándo se produjeron/emergieron las desigualdades sociales, cómo se
conformaron y consolidaron redes de interacción y de poder. El marco teórico y una propuesta
metodológico acorde permite proponer interpretaciones sobre aquello que indagamos, basadas
en el análisis del registro arqueológico. Los restos dejados por las poblaciones del pasado son la
materia prima del arqueólogo e incluyen las evidencias arqueológicas, así como los procesos que
llevaron a la perturbación posterior a su depositación. Estas evidencias del pasado se encuentran
en los sitios arqueológicos. Los fragmentos de una vasija, los huesos carbonizados de una llama o
los muros de una vivienda, no nos hablan directamente, son mudos. Tampoco son un reflejo
exacto de las actividades en las que participaban. Es por ello, que para “dinamizar”, darles vida a
estos restos, el arqueólogo plantea preguntas y diseña la manera de responderlas a partir de los
materiales recuperados en su trabajo de campo (Bellelli 2001). Estos estudios pueden estar

4
acotados a un lugar o conjunto de lugares particularmente asociados -cómo era la vida en un
pueblo, no sólo en el espacio de residencia, sino de caza, de recolección y búsqueda de materias
primas, caminos- o a áreas más grandes, indagando cómo se vinculaban distintos grupos de
personas en un valle o entre valles o regiones.

El registro arqueológico muestra las diferentes formas de producir, consumir y descartar


materiales que se dan al interior de un colectivo humano, es decir que estas respuestas pueden
ser variables. Un mismo grupo al hacer actividades diferentes puede generar restos materiales
muy diversos. La variabilidad cultural es importante también para definir cómo se diseminan las
maneras de hacer las cosas en una región y en un lapso temporal determinado (Bellelli 2001).

En el siguiente gráfico, se observa la dinámica cultural, diferenciándose dos instancias: los restos
arqueológicos que recupera el arqueólogo en el presente (contexto arqueológico) y a partir de
ellos se da “vida” o “recrea” la acción o conjuntos de acciones que generaron esos objetos. Una
punta de lanza (rota) que se encuentra junto a restos de un animal (mamut) (ver figura) permite
vincularlos con actividades como las técnicas de caza y la forma de alimentación, con los
conocimientos tecnológicos que permitieron la confección de la punta, el lugar dónde se obtuvo la
roca apropiada (cantera), y técnicas de extracción y manufactura. En cada instancia, se generan
productos materiales, en el número 1, en un lugar de aprovisionamiento de rocas buenas para ser
talladas, probablemente el arqueólogo recupere un percutor - un piedra de forma redonda que
tiene en el borde pequeños hoyuelos producto de golpes que se realizan a las rocas para probar
sus buenas cualidades para hacer una punta u otro instrumento- , y cuando testea, con cada
golpe, se producen lascas, es decir la forma base para a partir de allí manufacturar por ejemplo,
una lanza, aunque también se generan desechos, que reciben este término porque por lo general
se abandonan en el lugar donde se producen.

Imagen tomada en Renfrew y Bahn (1993:48): 1) adquisición de la materia prima; 2) manufactura;


3) uso; finalmente, 4) recogida o abandono cuál el útil está gastado o roto, el implemento puede
ser restaurado o reciclado.

5
3) Las categorías de la evidencia arqueológica y la información que aporta el contexto y
los procesos de formación.

El registro arqueológico está compuesto por las evidencias arqueológicas, el contexto y los
procesos de formación. La evidencia arqueológica, constituida por todos los materiales y objetos
recuperados por el arqueólogo, puede conservarse completa o fragmentada. Pueden ser de
grandes dimensiones como templos ceremoniales o microscópicas como fitolitos de maíz. Se
clasifica en categorías como (ver Aschero 1980 en Carballido y Fernández 2001):

Artefactos: son los objetos que resultan de la actividad deliberada de un grupo humano, y pueden
ser manipulados y transportados porque tienen forma y tamaño apropiado. Por ejemplo: armas,
adornos, vestimenta, vasijas, etc.
Ecofactos: son restos orgánicos e inorgánicos que no han sido elaborados por el hombre, y que
brindan información sobre aspectos como actividades humanas, el entorno o medioambiente del
pasado. Por ejemplo: semillas, el suelo de un corral, polen, carbón de un fogón, huesos de llama
calcinados.
Estructuras: son los artefactos que no se pueden trasportar. Hay estructuras simples como
fogones, hoyos de postes y otras más complejas como tumbas, templos ceremoniales, casas,
graneros.
Representaciones rupestres: en cuevas, paredones o bloques se pintaron (pictografías) o grabaron
(petroglifos) con formas abstractas y figurativas. Son fuente para conocer expresiones de ideas,
cosmovisiones y estéticas.
Restos óseos humanos: se recuperan por lo general en contextos de inhumación, permiten
conocer las formas de conservar y cuidar a los muertos, alimentación, actividades. Su estudio
implica el trabajo respetuoso, profesional bajo un código de ética, y de responsabilidad.

Izquierda: Vasija de cerámica de gran tamaño recuperada en un rescate arqueológico realizado en Finca San
Manuel, Campo Quijano, Valle de Lerma, Salta. Derecha: Excavaciones realizadas en Finca Las Costas, San
Lorenzo, Salta.

Este conjunto de evidencias puede situarse en superficie o bajo la misma, es decir enterrado. Su
localización es catalogada por los arqueólogos como sitio arqueológico.2 Estos lugares pueden

2
En menor medida se denomina yacimiento arqueológico, término en desuso, ya que está vinculado a
actividades extractivas económicas como la minería.

6
contener una o más de las categorías definidas, tener una extensión de pocos metros (un alero
con pinturas, o un agrupamiento de artefactos de piedra) o de grandes superficies como por
ejemplo los poblados de Quilmes (Tucumán) o Tastil (Salta). Allí se pueden encontrar estructuras
(construcciones de viviendas, corrales, andenes de cultivos, depósitos), artefactos hechos en rocas
o líticos (puntas de flechas, lascas, cuchillos, raederas, adornos), en cerámica (ollas, cuencos,
vasijas enteras o fragmentadas), en fibra animal o vegetal (tejidos, cordeles), en metal (hachas o
emblemas de jefes), ecofactos (semillas de plantas cultivadas, huesos de animales, restos de
maderas quemadas) y restos óseos humanos.

El arqueólogo no sólo recupera los restos materiales que sobrevivieron al paso del tiempo, sino
que también registra el contexto en el que se encuentran. El contexto se define por el nivel, que
refiere al sedimento que rodea o contiene el/los objeto/s; la situación, si está en posición
horizontal o vertical; mientras que su asociación refiere a la relación de proximidad con otros
hallazgos en un mismo nivel, o con su entorno geográfico. También recupera información sobre la
composición del suelo, geología, ecología del lugar donde se emplaza el sitio arqueológico
(Carballido y Fernández 2001).

7
Arriba izquierda: semillas de maíz (Zea mays) y algarrobo (Prosopis sp) carbonizadas, arriba derecha: vasijas
cerámicas pintadas de la época inca; Medio: muro de piedra que conforma una estructura de mayor
tamaño; Abajo izquierda: grabado en roca que representa formas humanas, una de ellas montando un
animal (Zapagua, Jujuy); Abajo derecha: inhumación primaria de un individuo.

A lo largo del tiempo, el registro arqueológico, es decir las evidencias dejadas por las actividades
desarrolladas en el pasado, no siempre se conserva como fue depositado originalmente, pues
puede ser afectado por diversos procesos que agregan, borran, modifican su forma, su
conservación, su composición química, o reacomodan su ubicación espacial. Se denominan
procesos de formación culturales a las actividades deliberadas o accidentales de los seres
humanos que producen restos materiales o afectan a éstos. Se dividen en dos tipos: 1) los que
están relacionados con las actividades que producen los vestigios arqueológicos (por ejemplo en el
pasado, durante la preparación y consumo de una comida se producen una gran cantidad de
desechos, huesos, cuero o grasa de animal, instrumentos de piedra con restos de comida o
gastados y carbones/ceniza en el fogón donde se cocinó) y 2) aquellos que se producen una vez
que un grupo humano abandona un lugar, por ejemplo, al pasar una máquina de arado se puede
remover material arqueológico, o los saqueadores de tumbas que buscan objetos de metal.

Numerosos procesos de origen natural (lluvias, inundaciones, vientos, remoción en masa de tierra,
pozos de la cueva de un roedor) pueden alterar, destruir, modificar o agregar evidencia al registro
arqueológico. Los más afectados, son los restos arqueológicos de origen orgánico, como animales
y plantas, pues son rápidamente alterados y degradados en su condición física y química (cuero,
madera, huesos). Por el contrario, objetos realizados en materias primas inorgánicas son más
estables como la cerámica, piedra o metal.

Hay ciertos entornos como aquellos de bajas temperaturas o fríos, que generan condiciones para
detener la descomposición de restos orgánicos. Un ejemplo extraordinario que actualmente se
resguarda en el Museo de Arqueología de Alta Montaña, es el hallazgo del volcán Llullaillaco
(Salta). Allí las temperaturas muy bajas, la altitud, baja presión atmosférica y menor cantidad de
oxígeno permitieron la conservación en excelentes condiciones de los restos humanos de tres
niños ofrendados en un contexto ritual incaico junto con su acompañamiento mortuorio. Por otro
lado, los entornos secos o de gran aridez no permiten el desarrollo de microorganismos

8
destructivos. Por ejemplo, en el Cerro Chuscha (Cafayate), a principios del siglo XX, un grupo de
aficionados recuperó los restos de una joven de la época inca, que se conservaron por la sequedad
del lugar.3

4) En búsqueda de los vestigios. ¿Cómo es el trabajo del arqueólogo?

Las evidencias por lo general se recuperan a distancia del lugar de residencia o trabajo de los
arqueólogos. No obstante, con el crecimiento urbano y la construcción de infraestructura
subsuperficial para atender a la demanda de la vida citadina se impacta en restos más antiguos.
Esto es común en la ciudad de Salta, donde, por ejemplo, con los estudiantes de la materia de
Métodos y Técnicas de Investigación en Arqueología (UNSa) se realizó junto al personal del Museo
de Antropología de Salta el rescate de un contexto funerario depositado en una vasija de gran
tamaño, localizado mientras se hacía una ampliación en el Rectorado de la Universidad Católica de
Salta (Calle

Las tareas se organizan entorno a dos etapas de investigación:

• El trabajo en el campo o terreno, que consiste en las actividades y técnicas aplicadas a


localizar y registrar la información que aportan los sitios arqueológicos, tanto en la
superficie como debajo de ella.

• El trabajo de laboratorio, donde se procesan los datos y materiales recuperados en el


terreno.

Los datos e información obtenida en ambas instancias permiten confirmar las hipótesis de trabajo
o los problemas que guían la investigación.

El trabajo en el campo o terreno

Una de las técnicas más utilizadas en el trabajo de campo, es la prospección pedestre que consiste
en recorrer un espacio o terreno con el objeto de detectar materiales arqueológicos en superficie,
estructuras y sitios arqueológicos. Por ejemplo, los cambios en la vegetación pueden indicar que
hay evidencias enterradas. Este recorrido se hace en grupo, siguiendo líneas imaginarias, y los
prospectadores separados entre sí, a una distancia que puede variar entre 5 a 100 metros. Se
consideran factores como la época del año en que se realiza, la cobertura o no de la vegetación
que puede afectar la visibilidad de los restos materiales, posibilidades de acceso al territorio
(permisos de los propietarios, caminos). Si el lugar a estudiar no tiene vegetación u otro obstáculo
de porte, se puede emplear un georadar, aparato de tamaño mediano a pequeño acoplado a un
carro, que utiliza señales eléctricas, magnéticas o ambas, y detecta cambios/variaciones en la
recepción de señales emitidas hacia el suelo. La lectura de los resultados puede reflejar la
presencia de arcilla cocida, hornos de cerámicas, objetos de hierro, zanjas, y la profundidad a la
que se encuentran enterradas. También el uso de tecnologías remotas (llamados sensores

3
Actualmente su cuerpo y el ajuar que la acompañaban se encuentran en el Museo de Arqueología de Alta
Montaña.

9
remotos) permite localizar sitios desde el “aire” mediante el uso de fotografías aéreas, fotos
satelitales (de acceso gratuito en el sitio web GoogleEarth), imágenes de drone.

El arqueólogo puede recolectar una muestra de la evidencia arqueológica que se encuentra en la


superficie de un sitio, por lo general se trata de material fragmentado. Los materiales se colocan
en bolsas etiquetadas con el nombre del lugar, fecha, y quienes participaron.

Se utiliza un GPS (siglas de Global Positioning System) para determinar la ubicación de la evidencia.
Este aparato utiliza información que proveen estaciones satelitales, produciendo datos como
latitud y longitud de cualquier punto en el globo terráqueo. El mapeo o realización de un plano
refleja lo que se observa en la superficie de un sitio, la forma de estructuras de vivienda, de los
corrales, de los canchones de cultivo, o cómo se relacionaban éstos espacios entre sí, o el estado
actual del sitio. A veces se pueden obtener las elevaciones por ejemplo del paisaje, la altura de un
montículo de piedras, o de la pared de una vivienda antigua, entonces se puede hacer un mapeo
planialtimétrico o topográfico. El instrumental utilizado puede ser una brújula y cinta métrica,
teodolito, estación total o GPS diferencial, e incluso las imágenes de un drone procesadas en un
programa informático.

La Fotogrametría aplicada a la arqueología permite procesar a partir de un software específico


datos e imágenes tomadas por ejemplo con drone o camára fotográfica, y generar mapas, planos,
imágenes de excavaciones y objetos en 3D. Se transformó en una herramienta que agiliza y mejora
la labor de registro. En el siguiente link https://youtu.be/E51-Opg--Yk podrán acceder al
relevamiento del sitio arqueológico de Tastil, realizado con drone. Este sitio se encuentra a 100 km
de la ciudad de Salta, en la Quebrada del Toro. Se considera el centro urbano más importante de
Salta, y forma parte del Qhapaq Ñan, como Patrimonio de la Humanidad (UNESCO 2014).

Algunas de las herramientas que


utiliza el arqueólogo en el campo
son: cucharines, espátulas,
pinceles, palas pequeñas, cinta
métrica, escalas, estecas, bolsas
de diversos tamaños, baldes,
zarandas. El aparato colocado en
el trípode de color amarillo, se
llama teodolito.

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Arriba izquierda: prospección en lugar con poca vegetación; Arriba derecha: prospección y muestreo en un
sector impactado por maquinaria agrícola; Medio izquierda: prospección con georadar; Medio Derecha:
GPS; Abajo izquierda: mapeo topográfico y arqueológico; Abajo derecha: mapeo de estructuras
arqueológicas. (imágenes tomadas de la web)

¿Cómo es una excavación arqueológica?

La excavación arqueológica es el método de trabajo que tradicionalmente identifica a la


arqueología. Permite recuperar evidencia arqueológica que se encuentra debajo de la superficie,
mediante la extracción de los estratos y su contenido siguiendo el orden inverso al que fueron
depositados. Es un trabajo cuidadoso y se registra toda la información en diferentes formatos
como fotografías, filmaciones, dibujos, planillas y notas de campo, ya que el proceso de
excavación no es reversible. Se plantean cuadrículas, es decir se delimitan espacios de entre 1m
por 1m o de mayor tamaño) y con cucharín 4 se excava cuidadosamente para identificar los
cambios en el suelo y las evidencias materiales asociadas. Se define la estratigrafía, es decir cómo
se depositaron los hallazgos en estratos, así como las relaciones de nivel, asociación y posición de
la evidencia. Los sedimentos se pasan por una “criba” o “zaranda”, una especie de colador grande
para recuperar los elementos de tamaño pequeño. Las evidencias arqueológicas (ecofactos,
artefactos, muestras de sedimentos) se guardan en bolsas y se toman las medidas de la
profundidad en que estaban y su ubicación en la excavación.

4
El cucharín es una herramienta que pedimos prestado a los constructores, especialmente a los albañiles, es
una especie de cuchara mediana. También se usa espátula, pala, pincel, cinta métrica, balde, zaranda.

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Izquierda: Excavación, se observa el armado de cuadrículas y el trabajo con cucharín, pincel, palas pequeñas,
baldes y atrás el nivel óptico para medir profundidades (imagen tomada de la web). A la Derecha: Dibujo de
la planta de una tumba excavada (N° 61) por Ambrosetti (1902) en el sitio de La Paya (Cachi). Se observan
dos cuerpos dispuestos en forma fetal, junto con vasijas de cerámica de la época inca o contemporánea a
ellas, e instrumentos de metal.

En este dibujo de un perfil (o sección, es un corte


vertical) se aprecia la estratigrafía, es decir cómo se
depositaron los estratos que contienen la evidencia
arqueológica. Al menos se identifican cuatro, en el
estrato violeta, teniendo en cuenta las relaciones de
nivel se observa: un conjunto de tres vasijas, restos
posiblemente de un individuo y piedras/adobes que
conforman una pared. Se puede observar el
contexto y definir posición: las vasijas están
apoyadas sobre el estrato naranja y las piedras del
muro colocadas en forma oblicua, c) asociación:
vasijas, restos óseos y muro de piedra pueden ser
contemporáneos. Los pozos que realizan los conejos
producen una perturbación de los estratos,
constituyendo procesos de formación de tipo
natural. (imagen tomada de la web)

El trabajo en Laboratorio

Los hallazgos arqueológicos son trasladados al laboratorio, allí se procede a limpiarlos (en seco o
con agua), y se rotulan, es decir se coloca el nombre del sitio de donde provienen. En algunos
casos es necesario realizar algunas intervenciones de conservación, para estabilizar o evitar el

12
deterioro de los objetos. Luego se describe y clasifica el material. Cada materia prima y tipo de
evidencia genera una especialidad, como estudios cerámicos, estudios líticos (en piedra),
arqueofauna, arqueobotánica, bioarqueología, etc. Cada etapa implica completar planillas de
análisis, dibujo y fotografía. En las últimas dos décadas ha crecido el impacto de los estudios que
se denominan arqueométricos. Se trata de técnicas que se toman de otras ciencias, entre ellas, la
química, la física, la biología para conocer aspectos de los materiales como su composición
química, temperatura de cocción de una vasija, resistencia al shock térmico de vasijas usadas para
la cocción, determinación de residuos grasos en el interior de vasijas, medición de isótopos
estables para conocer la alimentación de una población. La mayoría de estos estudios se hacen en
laboratorios específicos, como por ejemplo los de datación radiocarbónica (método que se usa
desde la década del 1960), un método físico-químico (destructivo) que permite conocer la
edad/antigüedad en años de un resto de origen orgánico, como por ejemplo carbón, semillas,
madera, restos óseos humanos o animales. En Sudamérica existe un solo laboratorio para enviar
muestras, el LATYR (Laboratorio de Tritio y Radiocarbono) de la Universidad de la Plata. Otras
instituciones se localizan en Estados Unidos y Europa y es necesario cumplimentar una serie de
trámites para realizar la exportación de muestras.

El análisis por Fluorescencia de Rayos X permite, por ejemplo, identificar el lugar donde se formó
la obsidiana, una roca de origen volcánico, de aspecto vidrioso y cuya talla permite obtener filos
cortantes y hacer puntas de proyectil. Dos de las fuentes de obsidiana más utilizadas se
encuentran en la Puna Catamarqueña, conocida como Ona, y la otra, Zapaleri, está ubicada en la
Puna Jujeña, en el límite entre Chile, Bolivia y Argentina. Se pudo reconocer que ambos tipos de
obsidianas fueron utilizadas en diferentes lugares del NOA, desde hace más de dos mil años.
(Yacobaccio y otros 2004).

En el laboratorio del Museo de Antropología de Salta se analizó el material recuperado en un rescate


arqueológico realizado en el Rectorado de la Universidad Católica de Salta (Ciudad de Salta, 2007). Se
encontraron restos de un entierro prehispánico mientras se remodelaba parte del edificio. Se realizó el
remontaje de dos vasijas cerámicas de gran tamaño. En el dibujo se observa la reconstrucción de la
inhumación. Pueden consultar el trabajo (Mamani, Mulvany, Díaz, Castellanos 2014)

La Arqueología ha generado otras herramientas metodológicas: la etnoarqueología y la


arqueología experimental. ¿Qué aportan? ¿Cómo se desarrollan? Ver: Bellelli, Cristina (2001)
Arqueología: cómo el presente devela el pasado, páginas: 67-69.

13
El gran cúmulo de información, como por ejemplo ubicación de sitios arqueológicos y recursos
como agua, minerales, rocas, o la relación entre tamaño y formas de la vajilla doméstica, o la
distancia entre poblados y la visibilidad entre ellos permite su procesamiento mediante cálculos
estadísticos y software para tratamiento de datos espaciales como SIG (Sistema de Información
Geográfica). Se han generado base de datos, la mayoría almacenados en diversos soportes
informáticos, que presentan desafíos para su resguardo y difusión.

Con toda la información obtenida se produce un reporte escrito, en formato de artículo científico
o libro, siguiendo un canon establecido por el campo académico, que puede incluir la evaluación y
revisión por otros colegas. Otra forma de comunicar los resultados es realizar presentaciones en
congresos, jornadas, talleres. En Argentina, en el año 2019 se realizó el XX Congreso Nacional de
Arqueología Argentina, donde se presentaron más de 2000 trabajos propuestos por profesionales
y estudiantes de todo el país. También se pueden producir materiales en otros formatos, como
documentales, páginas web, libros de divulgación, colaborar con la escritura de un guion
museológico con el objetivo de difundir a un público más amplio.

Marco Jurídico

Es importante señalar que el trabajo profesional del arqueólogo se realiza en el marco de la ley de
Protección del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico (Ley Nacional 25743, año 2003), así
como Provincial (Ley 6649, año 1991) que definen, entre otros aspectos, que cualquier
intervención en el terreno debe ser autorizada por un organismo estatal. Para ello se presentan
ante el órgano de aplicación, el Museo de Antropología de Salta, proyectos de investigación,
generalmente formulados en el contexto de una universidad o instituto de investigación del
CONICET (Consejo Nacional de Ciencia y Técnica). Se deben gestionar además los permisos de los
dueños correspondientes para poder acceder a las áreas de investigación, y además existe un
protocolo denominado de Consulta previa, libre e informada que se debe poner en marcha
cuando el trabajo se realiza en territorio de pueblos y comunidades indígenas.

Por lo general los permisos oficiales pueden tener una vigencia de tres a cuatro años, y se
establece un período de tiempo, en el cual, el arqueólogo puede tener los materiales en el
laboratorio para su estudio, asegurando las condiciones apropiadas de conservación y seguridad.
En el caso de Salta, el Museo de Antropología es depositario final de las colecciones generadas por
los investigadores, o puede designar otra institución para su resguardo. Estos acervos u otros
generados por coleccionistas o particulares que fueron donados a la Provincia, están disponibles y
también se pueden solicitar permisos para su investigación.

Por otro lado, el aspecto ético y profesional, se ha colegiado en algunas provincias como en
Tucumán (Colegio de Profesionales en Arqueología de Tucumán, en la UNT se puede cursar la
carrera de Arqueología, ver Facebook) o en Jujuy (Colegio de Graduados en Antropología de Jujuy).
A nivel nacional hay otras instancias asociativas como la Asociación de Arqueólogos profesionales
de la República Argentina, y la Sociedad Argentina de Antropología.

14
5) Por-venir

En el imaginario se piensa que el arqueólogo tiene su oficina allá, en el campo, en la excavación.


Pero la realidad, es que la mayoría del tiempo se ocupa más bien en el trabajo de laboratorio, en el
escritorio, analizando e interpretando lo registrado in situ. El trabajo del arqueólogo combina
instancias de acción individual y en equipo. Esto conlleva a establecer pautas de trabajo
colaborativo en lugares que a veces se encuentran lejos de nuestra casa, e implican un
entrenamiento no sólo en las técnicas específicas sino también en las condiciones físicas del
profesional y el grupo. Se destaca también el trabajo interdisciplinar con las ciencias naturales y
sociales para complejizar y enriquecer las interpretaciones sobre los vínculos entre humanos y las
cosas.

El nicho laboral se estructura en torno al trabajo en agencias públicas, en gestión del patrimonio
cultural en oficinas coordinadoras como la Dirección de Patrimonio de la Provincia de Salta, que
incluye también la gestión turística de los sitios arqueológicos, en museos (nacionales,
provinciales, municipales) y parques nacionales, en agencias de investigación como el Consejo
Nacional de Ciencia y Técnica (CONICET) y en la docencia, a nivel terciario y universitario. En el
ámbito privado, pueden ser contratados para realizar consultorías sobre temas vinculados a su
trabajo en cuanto a divulgación, educación y desarrollo de investigaciones, y también para formar
parte de equipos profesionales que realizan servicios para las empresas que inician obras de
impacto medioambiental.

Los contextos sociales y políticos en los que trabaja el arqueólogo del siglo XXI son dinámicos y
desafiantes. Uno de los aspectos que más ha incentivado la reflexión sobre cómo se lleva a cabo su
labor, es el reconocimiento de la diversidad de modos en que nos relacionamos con el pasado, es
decir diversos agentes: comunidad general, pueblos indígenas, mujeres, niños, turistas piensan la
historia, el pasado, y el presente desde su lugar en el mundo. Los arqueólogos suman su aporte a
abrir el diálogo.

Bibliografía

Ambrosetti, Juan B. (1908) La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos


Aires y los Estudios de Arqueología Americana. Anthropos, Bd. 3, H. 5/6, 083-987
Bellelli, Cristina (2001) Arqueología: cómo el presente devela el pasado. En: La trama cultural.
Textos de Antropología y Arqueología compilado por Mariano Garreta y Cristina Bellelli. Ediciones
Caligraf, Buenos Aires.
Carballido, Mariana y Pablo Fernández (2001) El registro arqueológico: evidencia, contexto y
procesos de formación. En: La trama cultural. Textos de Antropología y Arqueología compilado por
Mariano Garreta y Cristina Bellelli. Ediciones Caligraf, Buenos Aires.
Haber, Alejandro (1994) Supuestos teórico-metodológicos de la etapa formativa de la arqueología
de Catamarca (1875-1900). Publicaciones del CIFFYH 47: 31-54.
Mamani, M., E. Mulvany, E. Díaz y C. Castellanos (2014) Las vasijas toscas en los entierros del valle
de Lerma (Provincia de Salta). Arqueología 20 Dossier:135-154.
Renfrew, Colin y Paul Bahn (1993) Arqueología. Teoría, Métodos y Práctica. Akal Ediciones,
Madrid.

15
Ruibal González, A. y X. Ayán Vila (2018) Arqueología. Una introducción al estudio de la
materialidad del pasado. Alianza Editorial, Madrid.
Salerno, Virginia (2012) Pensar la arqueología desde el sur. Complutum vol 23 (2): 191-203.
Yacobaccio, H., Escola, P., Pereyra, F., Lazzari, M, y Glascock, M. (2004). Quest for ancient routes:
obsidian sourcing research in Northwestern Argentina. Journal of Archaeological Science, 31, 193-
204.

Imágenes
Arte Rupestre: https://memoryislands.wordpress.com/category/arte-rupestre/
Excavación http://www.celaserrania.org/se-encuentran-rastros-humanos-de-hace-15-millones-de-anos-en-andilla/
GPS
https://www.facebook.com/GarminQatar/photos/pcb.4022420984441553/4022418954441756/?type=3&eid=ARD5Gdi
yVGXnoHnznElUno56EBdyyn5SkjRS2TDWCBf9em3epLF8cYErB-muR7UJB7pgVBGyeBmQEbMn
Arqueólogx y herramientas de trabajo http://mascercadelcielouruguay.blogspot.com/2014/07/
Dibujo de vasijas González, L. y M. Tarragó Vientos del sur. El valle de Yocavil (Noroeste Argentino)
bajo la dominación incaica. Estudios Atacameños 29, 67-95. 2005.

16
Capítulo 4: La observación participante

Descotidianizar.
Extrañamiento y conciencia práctica,
un ensayo sobre la perspectiva
antropológica1

Gustavo Lins Ribeiro

L a constante fluidez teórica y metodológica entre las


distintas disciplinas que analizan la experiencia hu-
mana lleva a los antropólogos a buscar, con frecuencia, las
lidad, más que hablar de individuo y/o sociedad, habría
que hablar siempre en términos conjuntos, al modo de la
relación individuo/sociedad, donde las partes se consti-
especificidades de la perspectiva de la Antropología. Así tuyen mutuamente. Considerar permanentemente esta
como existen varias sociologías, psicologías, economías, fi- cuestión en término relacionales permite evadir los pro-
losofías, historias, existen muchas antropologías. No es blemas más ontológicos que se plantean siempre cuando la
este el lugar para problematizar la relación entre diferen- discusión intenta comprender cuál de los lados es más im-
cias internas a cada disciplina y diversidad de parámetros portante para la determinación de la realidad, si el indivi-
teóricos metodológicos. Pero antes de entrar en nuestra dual o el social.
cuestión central, un comentario introductorio general Está claro que ninguna persona existe a no ser social-
puede ser hecho. La fuerza del debate contemporáneo en mente. Recordemos las críticas a las “robinsonadas” hecha
torno de la hermenéutica ha traído, de nuevo, a un primer por Marx (1977). Pero también es claro que los individuos
plano la discusión sobre la relación individuo/sociedad. pueden cambiar los marcos definidos de lo social; y aquí
En el campo de las ciencias sociales, la polémica, una vez recordamos la conocida consideración sartreana que dice
más, se establece en términos de la tensión existente entre que es cierto que Paul Valéry es un intelectual pe-
los enfoques subjetivistas y los llamados objetivistas. queño-burgués, pero no todos los intelectuales pe-
Desde ya, la salida para la presente situación sólo puede queño-burgueses son Paul Valéry (Sartre 1967: 50).3 De
plantearse en términos de una comprensión dialéctica –sin hecho, la relación individuo/sociedad está mediatizada no
abusar de esta desgastada palabra– de la relación indi- solamente por trayectorias específicas de desarrollo de per-
viduo/sociedad. Los individuos no son productos mecá- sonalidades que califican a individuos como agentes com-
nicos y pasivos de determinaciones sociales (una especie de petentes, sino también por coyunturas históricas concretas
reduccionismo sociológico a lo Durkheim) ni de determi- (donde las trayectorias individuales se realizan) que crean
naciones económicas o de clase (una especie de reduccio- los límites y posibilidades de resolución de impases coti-
nismo relacionado con el materialismo histórico).2 En rea- dianos ó estructurales, tanto respecto de la manutención

1 En Cuadernos de Antropología Social, Sección Antropología Social, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras-UBA, Vol.
2, Nº. 1, 1989, pp. 65-69.
2 Aquí se podrían agregar discusiones que apunten a limitaciones de orden cognitivo-simbólico, como los casos del determinismo lingüístico de Sa-
pir (1964) y tesis como las de la ideología dominante (Marx y Engels, 1970). Para una discusión contemporánea sobre subjetivismo/objetivismo
con relación a la teoría marxista sobre ideología, véase Abercombie et. al., 1983; Therborn, 1984.
3 El mejor contexto para problematizar esta cuestión es el surgimiento de liderazgos en movimiento políticos que han sufrido cambios radicales.
Aunque las condiciones objetivas para los cambios estén presentes, se hace necesario que individuos concretos (y muchas veces apenas algunos de
ellos) se transformen en operadores que actualicen los cambios y les impriman determinadas direcciones a través de sus propias lecturas sobre las
posibilidades concretas de acción. Evidentemente la acción social de los individuos está muy claramente –en términos de cambios sociopolíticos–
matizada por sus posiciones de clase.

194
Constructores de Otredad

de un determinado orden cuanto de su cambio gradual o tudiar “su” propia sociedad el antropólogo busca realizar
radical. la operación inversa, convertir lo familiar en exótico,
usando –por principio y por racionalización metodoló-
Extrañamiento y conciencia práctica gica– una posición de extrañamiento.
Si hay algo positivo en la vuelta a ese viejo debate, es la Es importante, a efectos de nuestra discusión, destacar
búsqueda de cuerpos teóricos que pretenden superar las que cuando el antropólogo se dirige a una investigación de
discusiones anteriores. La polémica teórica siempre fue campo se desplaza físicamente de sus parámetros coti-
una de las vías de oxigenación de las perspectivas interpre- dianos, insertándose en parámetros que, aun cuando no le
tativas en las ciencias sociales. En este sentido, un trabajo son totalmente exóticos, le son desconocidos por no ser un
como el de Anthony Giddens (1984) representa un es- actor social significante ya que no posee una historia e
fuerzo que plantea muy abiertamente cuestiones impor- identidad vivida y preestablecida en aquella red social en la
tantes para el futuro de esta discusión. Así, sin detenerme que va a trabajar.
en las críticas que pueden ser hechas, justamente por las El extrañamiento es una experiencia socialmente vi-
reverberaciones más subjetivistas de su “teoría de la estruc- vida, básica en la construcción de la perspectiva antropo-
turación” utilizaré, enseguida, una de sus nociones, la de lógica, que puede ser relacionada con la noción de “con-
“conciencia práctica”, para pensar la especificidad de la ciencia práctica” que Anthony Giddens desarrolla al dis-
perspectiva antropológica. cutir la tríada freudiana id, ego, super ego. Por considerar
El “extrañamiento” de la realidad es uno de los que la perspectiva de Freud es problemática respecto a la
puntos que fundamenta la perspectiva del antropólogo autonomía de los individuos como agentes sociales, Gid-
desde que a partir de Malinowski la investigación de dens elabora una síntesis, incorporando principalmente,
campo se impuso como una marca de nuestra identidad elementos de la sociología interaccionista de Goffman.
académica.4 Trátase de un elemento cualitativo que dife- Propone, entonces, la existencia de las siguientes catego-
renciaría –en el trabajo etnográfico, y a partir de éste en la rías constitutivas del sujeto humano: el sistema de segu-
construcción de objeto– la “mirada” del antropólogo. Al ridad básico, la conciencia práctica y la conciencia discur-
no participar como nativo en las prácticas sociales de las siva (Giddens 1984 y siguientes). No entraremos en la po-
poblaciones que estudia, en las imposiciones cognitivas lémica sobre el status heurístico de las concepciones
de una determinada realidad social, el antropólogo expe- freudianas. Aquí nos interesa utilizar la discusión de Gid-
rimenta, existencialmente, el extrañamiento como una dens sobre “conciencia práctica” para poder repensar la es-
unidad contradictoria: al ser, al mismo tiempo, aproxi- pecificidad de la perspectiva antropológica.5
mación y distanciamiento. Es como estar delante de un La noción de conciencia práctica implica que los
sistema de signos –vivirlo relacionándose primeramente agentes sociales, en su contexto cotidiano, dejan de moni-
con sus significantes pero sin comprender del todo sus torear activamente distintas fuentes de información. Estas
significados. Esta sería una característica depositada en entran en el desarrollo de las acciones de los actores como
las normas de reproducción del saber antropológico por supuestos, como “lo dado”. Esta fijación, de los elementos
los estudios de sociedades no occidentales, fundamento constitutivos de los contextos significantes para las inte-
tradicional de la disciplina. Así, la perspectiva antropoló- racciones, está dada por la rutinización de los encuentros
gica se basaría en una tensión existente entre el antropó- sociales en el cotidiano de los agentes sociales. Las fuentes
logo como miembro –aunque especial– de un sistema so- de información no monitoreadas discursivamente son
cial y cognitivo intentando transformar lo exótico en fa- parte significante de los elementos que son considerados y
miliar. entran como parte constitutiva de las características de las
Esta tensión ha sido resumida en la formula noso- interacciones pero no necesitan estar explicitadas como
tros/otros, donde “nosotros” significa el antropólogo y elementos discursivos conscientes. Están ahí, como datos
todo lo que le es familiar como miembro de una sociedad: del escenario concreto del desarrollo de las acciones. La
y “otros”, los actores sociales que estudia, lo exótico. Al es- “conciencia práctica” se diferencia del inconsciente en que

4 El antropólogo parece ser uno de los pocos “outsiders” que se vanagloria de serlo y lo transforma en la base de su identidad. Lo que sigue está basa-
do en una discusión desarrollada por Roberto da Matta (1982).
5 Como ocurre con la mayoría de los esfuerzos de síntesis teórica, el trabajo de Giddens tiene áreas más oscuras y menos desarrolladas que otras. Lo
importante es que es suficientemente rico como para estimular discusiones que posibilitan ver o proponer nuevas cuestiones. La apropiación que
hago de la noción de conciencia práctica implica menos “conciencia” de lo que probablemente argumentaría Giddens, aunque él mismo no es sufi-
cientemente claro sobre la relación entre consciente e inconsciente.

195
Capítulo 4: La observación participante

6
no existe ninguna barrera entre ella y la conciencia. Ella es posición/ perspectiva de un actor social “descalificado”,
fuente básica de la reproducción de la vida social, ya que cuyo equivalente más próximo serían los niños.8
crea la confianza en que los parámetros de monitoreo De este modo, al no participar de la “conciencia prác-
mutuo de las acciones están presentes creando el contexto tica” de los actores sociales que estudia, el extrañamiento
compartido y no problematizado. La rutina y la previsibi- se produce objetivamente para el investigador (ya que los
7
lidad son fuentes de seguridad. “supuestos” del cotidiano no lo son para él) y, al mismo
La noción de “conciencia práctica” podría ser aproxi- tiempo, subjetivamente, ya que puede ver como sujeto lo
mada a la de “fetiche de la mercancía” de Marx (1906: que los otros no pueden. Se da de nuevo el distancia-
41-96), en el sentido estricto de que ambas apuntan a la miento (la no participación en un código) y la aproxima-
existencia de dimensiones de la realidad social que escapan ción (presencia física en los contextos y el interesarse de
a la percepción discursiva de los individuos pero, no obs- elementos centrales de la realidad social analizada). Así, la
tante, son fundamentales para la relación social. Así, la no- práctica de investigación antropológica, basada en el extra-
ción de conciencia práctica también apuntaría a la alinea- ñamiento, es una dinámica objetiva y subjetiva funda-
ción de los individuos de fuentes que históricamente crean mentándose fuertemente en la percepción/explicitación
parámetros objetivos para sus interacciones. Tales fuentes de la conciencia práctica de los agentes sociales estudiados.
pueden ser tanto objetos, relaciones, organizaciones espa- Gran parte de la producción antropológica es, entonces,
9
ciales, informadores de significado y definidores de con- investigación sobre la conciencia práctica. De aquí pro-
texto físico de interacción como relaciones económicas, viene, muchas veces, la sensación de que lo que el antropó-
sociales y cognitivas/ simbólicas que son heredadas y que logo hace es organizar y sistematizar lo que ya se “sabe”.
marcan los límites de las lecturas posibles en los encuen- De hecho –y aproximándonos de nuevo a la discusión
tros. La búsqueda por conceptualizar una dimensión que marxista sobre fetiches– “lo hacen pero no lo saben”
entra cualitativamente – pero básicamente de manera di- (Marx, 1906).
fusa– en la constitución del tejido simbólico de los en- Como “outsider” el antropólogo representa para los
cuentros sociales está presente también en nociones como agentes que estudia una ruptura con el flujo de la regula-
la de “indexicalidad” (para una discusión sobre indexica- ridad cotidiana. Así, su presencia en los contextos sociales
lidad véase Crapanzano 1981). que investiga le da un carácter de agente “rompedor” de la
rutina de las actividades sociales, transformándolo en una
Desconocimiento, desfasajes y pantalla donde los actores sociales proyectan, simultánea-
asimetrías: explicitando la conciencia mente, sus nuevas percepciones causadas tanto por las ex-
práctica pectativas interpretativas operadas por la presencia del an-
El punto central para la argumentación en términos de la tropólogo. Por esto frecuentemente ocurren crisis mutuas
especificidad de la Antropología es que el antropólogo, al de identidad en los encuentros etnográficos.
insertarse en realidades sociales de las cuales no participa El extrañamiento se revela una vez más como una ex-
en lo cotidiano, desconoce –y este desconocimiento es periencia subjetiva y objetiva del antropólogo. Por desco-
parte central del extrañamiento– inmediatamente la “con- nocer subjetivamente la conciencia práctica de los actores
ciencia práctica”, importante para la definición de los pa- sociales sobre los cuales desarrolla su investigación, puede
rámetros del flujo de la vida social de los agentes sociales –con sus filtros subjetivos– percibirla objetivamente. Al
que intenta conocer. El antropólogo se ubica, así, en una mismo tiempo, se transforma objetivamente en el espacio

6 “Los agentes humanos o actores tienen, como un aspecto inherente a lo que hacen, la capacidad de comprenderlo mientras lo hacen. Las capacida-
des reflexivas del actor humano están característicamente involucradas de manera continua en el flujo de conducta diaria en los contextos de acti-
vidad social. Pero la reflexividad opera apenas parcialmente en un nivel discursivo. Lo que los agentes saben sobre lo que ellos mismos hacen y por
qué lo hacen (sus conocimientos como agentes) es altamente desarrollado en conciencia práctica. La conciencia práctica es todo lo que los actores
saben tácitamente sobre cómo “proseguir” en los contextos de la vida social sin poder darle expresión discursiva directa” (Giddens, 1984: XXIII).
7 Según Giddens (1984: XXIII) la rutinización es vital para los mecanismos psicológicos a través de los cuales un sentido de confianza o seguridad
ontológica se sostiene en las actividades diarias de la vida social. Ejercida primordialmente por la conciencia práctica, la rutina interpone una cuña
entre el contenido potencialmente explosivo del inconsciente y el monitoramiento reflexivo de la acción que los agentes “demuestran”. Para la im-
portancia de la rutinización como medio de controlar la excepcionalidad véase la discusión weberiana sobre la “rutinización del carisma” (Weber,
1968).
8 En otro lugar (Ribeiro, 1982) sugerí que los niños podrían ser vistos como una “minoría social transitoria”, ya que irremediablemente se transfor-
man en el “otro” que los controla.
9 A los más preocupados con la formalización metodológica de las investigaciones se les puede sugerir el uso de categorías producidas por la etnogra-
fía de los hechos comunicativos como base para una sistematización y operacionalización de estas ideas (véase, por ejemplo, Hyme 1982).

196
Constructores de Otredad

social, ruptura del cotidiano, en contra del cual los actores social: los artistas en particular, y los intelectuales en ge-
sociales trazan posibles descubrimientos sobre sus con- neral. De hecho, en distintos momentos de su propia vida
ciencias prácticas, posibilitados por la presencia del antro- personal la irregularidad (con relación a los grandes ciclos
pólogo como actor social que desconoce las reglas de la ru- de reproducción del cotidiano de la vida social) se impone
tinización, de la reproducción de los parámetros coti- al antropólogo. El momento más evidente es la investiga-
dianos. La fuerza de la rutina como elemento central de la ción de campo que también le priva de su conciencia prác-
vida social genera, por otro lado, la necesidad de socializar tica, de su rutina, y lo inserta directamente en el “extraña-
al antropólogo, de domesticarlo, de darle un lugar en las miento” de la realidad. Pero también, muchas tareas
redes sociales locales, ubicándolo en el aparente flujo de docentes y académicas –por ejemplo, irregularidades en
prácticas eternizadas y naturalizadas a través, frecuente- horarios de trabajo que no encajan con aquellos de la gran
mente, de rituales de nominación, atribuciones de roles de mayoría– “descotidianizan” al antropólogo. Si agregamos
parentesco ficticio u ofrendas rituales. Hay que subrayar el hecho de no ser portador de un discurso sacralizador del
que este proceso cuenta con la participación activa del an- orden cotidiano (relativizar, por ejemplo, puede ser una
tropólogo quien establece complejas relaciones de seduc- imposibilidad real para mucha gente), la práctica del an-
ción con sus informantes. En esta dialéctica de aproxima- tropólogo aparece como una ruptura con las formas de la
ción/distanciamiento está subsumida una paradoja central vida cotidiana de los actores sociales. El “descotidianizar”
de la experiencia existencial de la práctica del antropólogo parecería ser, por lo tanto, no solamente una manera de
y definida – anecdóticamente– en la antropología nortea- ser, sino también de vivir, en una búsqueda de solucionar
mericana con la expresión: “you can never go native” (uno la tensión aproximación/distanciamiento para revelar, a
nunca se transforma en nativo). través de una experiencia totalizante, los elementos consti-
tutivos de la realidad social.10
Asincronías: ¿descotidianizar es conocer? Habría que intentar comprender hasta qué punto esta
Al ser un “rompe-rutinas” cotidianas el antropólogo se característica de “rompe-cotidianos” no se refleja en la
aproxima a otros actores de su propia sociedad que, en sus propia constitución/percepción del antropólogo como una
prácticas sociales cotidiana viven en permanente desfasaje especie de actor social “divergente” en su propia sociedad.
con la sincronía dominante de la reproducción de la vida

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199-231. Languages”, en Dell Hymes (comp) Language in Cul-

10 La importancia de los hechos no cotidianos como reveladores de dinámicas subyacentes a la realidad es bastante admitida en la antropología tanto
por el lado del estudio de rituales como por la influencia del psicoanálisis que comparte el mismo principio (Van Gennep, 1960; Matta, 1977;
Turner, 1974).

197
Capítulo 4: La observación participante

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University Press, 1974. nality, Menasha, Wisconsin, Banta, 1941, pp. 75-93.

198
LA ETNOGRAFÍA

MÉTODO, CAMPO Y
REFLEXIVIDAD

Rosana Guber

Grupo Editorial Norma


A sol, para que sus enormes ojos azules
Vean mucho más que yo

Introducción

¿Acaso vale la pena escribir un volumen sobre trabajo de campo etnográfico en los albores del siglo
XXI? ¿Por qué alentar una metodología artesanal en la era de la informática, las encuestas de
opinión y el Internet sólo para conocer de primera mano cómo viven y piensan los distintos pueblos
de la Tierra?

Las vueltas de la historia relativizan las perplejidades de este mundo globalizado, pues el contexto
de surgimiento de la "etnografía" se asemeja mucho al contexto actual. La etnografía fue cobrando
distintas acepciones según las tradiciones académicas, pero su sistematización fue parte del proceso
de compresión témporo-espacial de 1880-1910 (Harvey 1989; Kern 1983). La aparición del barco a
vapor, el teléfono, las primeras máquinas voladoras y el telégrafo, fue el escenario de la
profesionalización del trabajo de campo etnográfico y la observación participante.1 Académicos de
Europa, los Estados [11] Unidos de Norteamérica (en adelante EE.UU.) y América Latina
retomaron algunas líneas metodológicas dispersas en las humanidades y las ciencias naturales, y se
abocaron a re-descubrir, reportar y comprender mundos descriptos hasta entonces desde los hábitos
del pensamiento europeo. Pero esta búsqueda implicaba serias incomodidades; gente proveniente,
en general, de las clases medias-altas, élites profesionales y científicas, se lanzaban a lugares de
difícil acceso o a vecindarios pobres, sorteando barreras lingüísticas, alimentarias y morales, en
parte por el afán de aventuras, en parte para "rescatar" modos de vida en vías de extinción ante el
avance modernizador.2

Hoy la perplejidad que suscita la extrema diversidad del género humano es la que mueve cada vez a
más profesionales en las ciencias sociales al trabajo de campo, no sólo para explicar el
resurgimiento de los etno-nacionalismos y los movimientos sociales; también para describir y
explicar la globalización misma, y restituirle la agencia social que hoy nos parece prescindible.

En este volumen quisiéramos mostrar que la etnografía, en su triple acepción de enfoque, método y
texto, es un medio para lograrlo. Como enfoque la etnografía es una concepción y práctica de
conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva [12] de sus
miembros (entendidos como “actores”, “agentes” o “sujetos sociales”). La especificidad de este
enfoque corresponde, según Walter Runciman (1983), al elemento distintivo de las Ciencias
Sociales: la descripción. Estas ciencias observan tres niveles de comprensión: el nivel primario o
“reporte” es lo que se informa que ha ocurrido (el "qué"); la "explicación" o comprensión se-
cundaria alude a sus causas (el "por qué"); y la "descripción" o comprensión terciaria se ocupa de lo
que ocurrió para sus agentes (el "cómo es" para ellos). Un investigador social difícilmente entienda
una acción sin comprender los términos en que la caracterizan sus protagonistas. En este sentido los
agentes son informantes privilegiados pues sólo ellos pueden dar cuenta de lo que piensan, sienten,
dicen y hacen con respecto a los eventos que los involucran. Mientras la explicación y el reporte
1
Mucho antes de que se sistematizara en los medios académicos de occidente, el término etnografía era acuñado por un
asesor de la administración imperial rusa, August Schlozer, profesor de la Universidad de Gottinga, quien sugirió el
neologismo "etnografía" en 1770 para designar a la "ciencia de los pueblos y las naciones". El conocimiento que el Zar
necesitaba en su expansión oriental del estado multinacional ruso, requería una metodología distinta a la "estadística" o
"Ciencia del Estado" (Vermeulen & Alvarez Roldan 1995).
2
Acerca de los riesgos del trabajo de campo ver Howell 1990.
dependen de su ajuste a los hechos, la descripción depende de su ajuste a la perspectiva nativa de
los "miembros" de un grupo social. Una buena descripción es aquella que no los malinterpreta, es
decir, que no incurre en interpretaciones etnocéntricas, sustituyendo su punto de vista, valores y
razones, por el punto de vista, valores y razones del investigador. Veamos un ejemplo.

La ocupación de tierras es un fenómeno extendido en América Latina. Esas tierras suelen ser áreas
deprimidas del medio urbano por su hacinamiento, falta de servicios públicos, inundabilidad y
exposición a derrumbes. En 1985 una pésima combinación de viento y lluvia inundó extensas zonas
de la ciudad de Buenos Aires y su entorno, el Gran Buenos Aires, sede de nutridas "villas miseria"
(favelas, poblaciones, barrios, callampas). [13]

Los noticieros de televisión iniciaron una encendida prédica ante el inexplicable empecinamiento de
los "villeros" de permanecer en sus precarias viviendas apostándose sobre los techos con todo
cuanto hubieran podido salvar de las aguas. Pese a la intervención de los poderes públicos ellos
seguían ahí, exponiéndose a morir ahogados o electrocutados. Escribí entonces un artículo para un
diario explicando que esa actitud podía deberse a que los "tercos villeros" estaban defendiendo su
derecho a un predio que sólo les pertenecía, de hecho, por ocupación. Por el carácter ilegal de las
villas, sus residentes no cuentan con escrituras que acrediten su propiedad del terreno; irse, aun
debido a una catástrofe natural, podía significar la pérdida de la posesión ante la llegada de otro
ocupante (Guber 1985). Que la nota periodística fuera premiada por la Confederación de Villas de
Emergencia de Buenos Aires me daba algún indicio de que yo había entendido o, mejor dicho,
descrito adecuadamente (en sus propios términos), la reacción de estos pobladores.

Este sentido de "descripción" corresponde a lo que suele llamarse "interpretación". Para Clifford
Geertz, por ejemplo, la "descripción" (el "reporte" de Runciman) presenta los comportamientos
como acciones físicas sin un sentido, como cerrar un ojo manteniendo el otro abierto. La
"interpretación" o "descripción densa" reconoce los "marcos de interpretación" dentro de los cuales
los actores clasifican el comportamiento y le atribuyen sentido, como cuando a aquel movimiento
ocular se lo llama "guiño" y se lo interpreta como gesto de complicidad, aproximación sexual, seña
en un juego de naipes, etc. (1973). El investigador debe, pues, aprehender las [14] estructuras
conceptuales con que la gente actúa y hace inteligible su conducta y la de los demás.

En este tipo de descripción/interpretación, adoptar un enfoque etnográfico es elaborar una


representación coherente de lo que piensan y dicen los nativos, de modo que esa "descripción" no es
ni el mundo de los nativos, ni cómo es el mundo para ellos, sino una conclusión interpretativa que
elabora el investigador (Ja-cobson 1991:4-7). Pero a diferencia de otros informes, esa conclusión
proviene de la articulación entre la elaboración teórica del investigador y su contacto prolongado
con los nativos.

En suma las etnografías no sólo reportan el objeto empírico de investigación -un pueblo, una
cultura, una sociedad— sino que constituyen la interpretación/descripción sobre lo que el
investigador vio y escuchó Una etnografía presenta la interpretación problematizada del autor
acerca de algún aspecto de la "realidad de la acción humana" (jacobson 1991:3; nuestra traducción
[n.t.]).

Describir de este modo somete los conceptos que elaboran otras disciplinas sociales a la diversidad
de la experiencia humana, desafiando la pretendida universalidad de los grandes paradigmas
sociológicos. Por eso los antropólogos suelen ser tildados de "parásitos" de las demás disciplinas:
siempre hay algún pueblo donde el complejo de Edipo no se cumple como dijo Freud, o donde la
maximización de ganancias no explica la conducta de la gente, como lo estableció la teoría clásica.
Pero esta reacción se funda en la puesta a prueba de las generalizaciones etnocéntricas de otras
disciplinas, a la luz de casos investigados mediante el método [15] etnográfico, garantizando así una
universalidad más genuina de los conceptos sociológicos. El etnógrafo supone, pues, que en el
contraste de nuestros conceptos con los conceptos nativos es posible formular una idea de
humanidad construida por las diferencias (Peirano 1995:15).

Como un, método abierto de investigación en terreno donde caben las encuestas, las técnicas no
directivas -fundamentalmente, la observación participante y las entrevistas no dirigidas— y la
residencia prolongada con los sujetos de estudio, la etnografía es el conjunto de actividades que se
suele designar como "trabajo de campo", y cuyo resultado se emplea como evidencia para la
descripción. Los fundamentos y características de esta flexibilidad o "apertura" radican,
precisamente, en que son los actores y no el investigador, los privilegiados para expresar en
palabras y en prácticas el sentido de su vida, su cotidianeidad, sus hechos extraordinarios y su
devenir. Este status de privilegio replantea la centralidad del investigador como sujeto asertivo de
un conocimiento preexistente convirtiéndolo, más bien, en un sujeto cognoscente que deberá
recorrer el arduo camino del des-conocimiento al re-conocimiento.

Este proceso tiene dos aspectos. En primer lugar, el investigador parte de una ignorancia
metodológica y se aproxima a la realidad que estudia para conocerla. Esto es: el investigador
construye su conocimiento a partir de una supuesta y premeditada ignorancia. Cuanto más sepa que
no sabe (o cuanto más ponga en cuestión sus certezas) más dispuesto estará a aprender la realidad
en términos que no sean los propios. En segundo lugar, el investigador se propone
interpretar/describir [16] una cultura para hacerla inteligible ante quienes no pertenecen a ella. Este
propósito suele equipararse a la "traducción" pero, como saben los traductores, los términos de una
lengua no siempre corresponden a los de otra. Hay prácticas y nociones que no tienen correlato en
el sistema cultural al que pertenece el investigador. Entonces no sólo se trata de encontrar un
vehiculo no etnocéntrico de traducción que sirva para dar cuenta lo más genuinamente posible de
una práctica o noción, sino además ser capaz de detectar y reconocer práctica o noción inesperada
para el sistema de clasificación del investigador. La flexibilidad del trabajo de campo etnográfico
sirve, precisamente, para advertir lo imprevisible, lo que para uno "no tiene sentido". La
ambigüedad de sus propuestas metodológicas sirve para dar lugar al des-conocimiento preliminar
del investigador acerca de cómo conocer a quienes, por principio (metodológico), no conoce. La
historia de cómo llegó a plantearse esta "sabia ignorancia" será el objeto del primer capítulo.

Dado que no existen instrumentos prefigurados para la extraordinaria variabilidad de sistemas


socioculturales, ni siquiera bajo la aparente uniformidad de la globalización, el investigador social
sólo puede conocer otros mundos a través de su propia exposición a ellos. Esta exposición tiene dos
caras: los mecanismos o instrumentos que imagina, crea, ensaya y recrea para entrar en contacto
con la población en cuestión y trabajar con ella, y los distintos sentidos socioculturales que exhibe
en su persona. Tal es la distinción, más analítica que real, entre las "técnicas" (capítulos 3 y 4) y el
"instrumento" (capítulo 5). Las técnicas más distintivas son la [17] entrevista no dirigida y la
observación participante; el instrumento es el mismo investigador con sus atributos
socioculturalmente considerados -género, nacionalidad, raza, etc.- en una relación social de campo.

Esta doble cara del trabajo de campo etnográfico nos advierte que las impresiones del campo no
sólo son recibidas por el intelecto sino que impactan también en la persona del antropólogo. Esto
explica, por un lado, la necesidad de los etnógrafos de basar su discurso -oral, escrito, teórico y
empírico- en una instancia empírica específica repleta de rupturas y tropiezos, gaffes y con-
tratiempos, lo que los antropólogos han bautizado "incidentes reveladores". Por otro lado, explica
que "en la investigación de campo se constate que la vida imita a la teoría, porque el investigador
entrenado en los aspectos más extraños hasta los más corrientes de la conducta humana, encuentra
en su experiencia un ejemplo vivo de la literatura teórica a partir de la cual se formó" (Peirano
1995:22-3, n.t.).
Esta articulación vivencial entre teoría y referente empírico puede interpretarse como un obstáculo
subjetivo al conocimiento, o como su eminente facilitador. En las ciencias sociales y con mayor
fuerza en la antropología, no existe conocimiento que no esté mediado por la presencia del
investigador. Pero que esta mediación sea efectiva, consciente y sistemáticamente recuperada en el
proceso de conocimiento depende de la perspectiva epistemológica con que conciba sus prácticas;
tal será el contenido del capítulo 2.

El producto de este recorrido, la tercera acepción del término etnografía, es la descripción textual
del comportamiento en una cultura particular, resultante del trabajo [18] de campo (Marcus &
Cushman 1982; Van Maanen 1988). En esta presentación generalmente monográfica y por escrito
(más recientemente, también visual) el antropólogo intenta representar, interpretar o traducir una
cultura o determinados aspectos de una cultura para lectores que no están familiarizados con ella
(Van Maanen 1995:14). Lo que se juega en el texto es la relación entre teoría y campo, mediada por
los datos etnográficos (Peirano 1995:48-49). Así, lo que da trascendencia a la obra etnográfica es

"la presencia de interlocución teórica que se inspira en los datos etnográficos. Sin el
impacto existencial y psíquico de la investigación de campo, parece que el material
etnográfico, aunque esté presente, se hubiera vuelto frío, distante y mudo. Los datos se
transformaron, con el paso del tiempo, en meras ilustraciones, en algo muy alejado de la
experiencia totalizadora que, aunque pueda ocurrir en otras circunstancias, simboliza la
investigación de campo. En suma, los datos perdieron presencia teórica, y el diálogo entre
la teoría del antropólogo y las teorías nativas, diálogo que se da en el antropólogo,
desapareció. El investigador sólo, sin interlocutores interiorizados, volvió a ser occidental"
(Peirano 1995:51-2, n.t.).

¿Qué buscamos entonces en la etnografía? Una dimensión particular del recorrido disciplinario
donde es posible sustituir progresivamente determinados conceptos por otros más adecuados,
abarcativos y universales [19] (Peirano 1995:18). La etnografía como enfoque no pretende
reproducirse según paradigmas establecidos, sino vincular teoría e investigación favoreciendo
nuevos descubrimientos. Este libro muestra que esos descubrimientos se producen de manera
novedosa y fundacional en el trabajo de campo y en el investigador.

Si acaso por un rato, vale la pena meter los pies en el barro y dejar la comodidad de la oficina y las
elucubraciones del ensayo, es porque tanto los pueblos sometidos a la globalización como sus
apóstoles operan en marcos de significación etnocéntricos (Briones et.al.1996). Estos marcos no
deben ser ignorados, aunque su omnipresencia los torne menos visibles que a los postulados Talibán
y de la ETA. Para revelarlos la etnografía ofrece medios inmejorables, porque desde su estatura
humana nos permiten conocer el mundo, aun bajo la prevaleciente pero engañosa imagen de que
todos pertenecemos al mismo.

Este volumen re-elabora temas y perspectivas que aprendí con mi primera maestra Esther Hermitte,
y que seguí elaborando con mis colegas Mauricio Boivin, Victoria Casabona, Mauricio Boivin, Ana
Rosato y Sergio Visacovsky, con mis profesores Katherine Verdery Gillian Feeley-Harnik y
Michel-Rolph Trouillot, con los miembros del Grupo-Taller de Trabajo de Campo Etnográfico del
Instituto de Desarrollo Económico y Social - 1DES (José L. Ciotta, Christine Danklemaer, Patricia
Durand, Patricia Fasano, Carolina Feito, Iris Fihman, Sabina Frederic, Alejandro Grimson, Andrea
Mastrán-gelo, Norma Micci, Elias Prudant, Brígida Renoldi, Eugenia Ruiz Bry Rolando Silla y
Virginia Vecchioli). [20]

A todos ellos y a Getulio Steinbach, Miguel Ballario, Irene Ororbia, Santos Jiménez, Deliín
Martínez Tica, Nelly Weschsler y Carlos Hernán Morel, del IDES, les agradezco sus aportes, su
confianza y su apoyo permanente y desinteresado. [21]
CAPÍTULO 3
LA OBSERVACIÓN PARTICIPANTE

"Poco después de haberme instalado en Ornarakana empecé a tomar parte, de alguna


manera, en la vida del poblado, a esperar con impaciencia los acontecimientos importantes o
las festividades, a tomarme interés personal por los chismes y por el desenvolvimiento de los
pequeños incidentes pueblerinos; cada mañana al despertar, el día se me presentaba más o
menos como para un indígena […] Las peleas, las bromas, las escenas familiares, los
sucesos en general triviales y a veces dramáticos, pero siempre significativos, formaban
parte de la atmósfera de mi vida diaria tanto como de la suya [...] Más avanzado el día,
cualquier cosa que sucediese me cogía cerca y no había ninguna posibilidad de que nada
escapara a mi atención." (Malinowski 11922] 1986:25)

Comparado con los procedimientos de otras ciencias sociales el trabajo de campo etnográfico se
caracteriza por su falta de sistemalicidad. Sin embargo, esta supuesta carencia exhibe una lógica
propia que adquirió identidad como técnica de obtención de información: [55] la participant
observation. Traducida al castellano como "observación participante", consiste precisamente en la
inespecificidad de las actividades que comprende: integrar un equipo de fútbol, residir con la
población, tomar mate y conversar, hacer las compras, bailar, cocinar, ser objeto de burla,
confidencia, declaraciones amorosas y agresiones, asistir a una clase en la escuela o a una reunión
del partido político. En rigor, su ambigüedad es, más que un déficit, su cualidad distintiva. Veamos
por qué.

I. Los dos factores de la ecuación

Tradicionalmente, el objetivo de la observación participante ha sido detectar las situaciones en que


se expresan y generan los universos culturales y sociales en su compleja articulación y variedad. La
aplicación de esta técnica, o mejor dicho, conceptualizar actividades tan disímiles como "una
técnica" para obtener información supone que la presencia (la percepción y experiencia directas)
ante los hechos de la vida cotidiana de la población garantiza la confiabilidad de los datos recogidos
y el aprendizaje de los sentidos que subyacen a dichas actividades.7 La experiencia y la testificación
son entonces "la" fuente de conocimiento del etnógrafo: él está allí. Sin embargo, y a medida que
otras técnicas en ciencias sociales se fueron formalizando, los etnógrafos intentaron sistematizarla,
escudriñando las particularidades de esta técnica en cada uno de sus dos términos, [56]
“observación" y "participación". Más que acertar con una identidad novedosa de la observación
participante, el [resultado de esta búsqueda fue insertar a la observación participante en las dos
alternativas epistemológicas, objetividad positivista y la subjetividad naturalista (Holy 1984).

a. Observar versus participar


La observación participante consiste en dos actividades principales: observar sistemática y
controladamente todo lo que acontece en tomo del investigador, y participar en una o varias
actividades de la población. Hablamos "participar" en el sentido de "desempeñarse como lo hacen
los nativos"; de aprender a realizar ciertas actividades y a comportarse como uno más. La
"participación" pone el énfasis en la experiencia vivida por el investigador apuntando su objetivo a
"estar adentro" de la sociedad estudiada. En el polo contrario, la observación ubicaría al
investigador fuera de la sociedad, para realizar su descripción con un registro detallado de cuanto ve
y escucha. La representación ideal de la observación es tomar notas8 de una obra de teatro como
7
Malinowski no hablaba de "observación participante" en sus textos metodológicos y etnográficos. Probablemente su surgimiento
como técnica se asocia a la Escuela de Chicago.
8
"Observar" y "lomar notas" se han convertido en casi sinónimos. Sin embargo, cabe recordar que en la mayoría de las instancias
donde cabe la observación participante, el investigador deberá postergar el registro para después. Esto le permitirá atender el flujo de
la vida cotidiana, aun en situaciones extraordinarias, y a reconstruir sus sentidos cuando apela a sus recuerdos.
mero espectador. Desde el ángulo de la observación, entonces, el investigador está siempre alerta
pues, incluso aunque participe, lo hace con el fin de observar y registrar los distintos momentos y
eventos de la vida social. [57]

Según los enfoques positivistas, al investigador se le presenta una disyuntiva entre observar y
participar; y si pretende hacer las dos cosas simultáneamente, cuanto más participa menos registra,
y cuanto más registra menos participa (Tonkin 1984:218); es decir, cuanto más participa menos
observa y cuanto más observa menos participa. Esta paradoja que contrapone ambas actividades
confronta dos formas de acceso a la información, una externa, la otra interna.

Pero la observación y la participación suministran perspectivas diferentes sobre la misma realidad,


aunque estas diferencias sean más analíticas que reales. Si bien ambas tienen sus particularidades y
proveen información diversa por canales alternativos, es preciso justipreciar los verdaderos alcances
de estas diferencias; ni el investigador puede ser "uno más" entre los nativos, ni su presencia puede
ser tan externa como para no afectar en modo alguno al escenario y sus protagonistas. Lo que en
todo caso se juega en la articulación entre observación y participación es, por un lado, la posibilidad
real del investigador de observar y/o participar que, como veremos, no depende sólo de su decisión;
y por otro lado, la fundamentación epistemológica que el investigador da de lo que hace. Detengá-
monos en este punto para volver luego a quién decide si "observar" o "participar".

b. Participar para observar


Según los lineamientos positivistas, el ideal de observación neutra, externa, desimplicada
garantizaría la objetividad científica en la aprehensión del objeto de conocimiento. Dicho objeto, ya
dado empíricamente, [58] debe ser recogido por el investigador mediante la observación y otras
operaciones de la percepción. La observación directa tendería a evitar las distorsiones como el
científico en su laboratorio (Hammersley 1984:48). Por eso, desde el positivismo, el etnógrafo
prefiere observar a sus informantes en sus contextos naturales, pero no para fundirse con ellos.
Precisamente, la técnica preferida por el investigador positivista es la observación (Holy 1984)
mientras que la participación introduce obstáculos a la objetividad, pone en peligro la
desimplicación debido al excesivo acercamiento personal a los informantes, que se justifica sólo
cuando los sujetos lo demandan o cuando garantiza el registro de determinados campos de la vida
social que, como mero observador, serían inaccesibles (Fankenberg 1982).

Desde esta postura, el investigador debe observar y adoptar el rol de observador, y sólo en última
instancia comportarse como un observador-participante, asumiendo la observación como la técnica
prioritaria, y la participación como un "mal necesario". En las investigaciones antropológicas
tradicionales, la participación llevada a un alto grado en la corresidencia, era casi inevitable debido
a las distancias del tugar de residencia del investigador. Pero esta razón de fuerza mayor, como el
confinamiento bélico que Malinowski transformó en virtud, encajaba en la concepción epis-
temológica de que sólo a través de la observación directa era posible dar fe de distintos aspectos de
la vida social desde una óptica no-etnocéntrica, superando las teorías hipotéticas evolucionistas y
difusionistas del siglo XIX (Holy 1984). [59]

c. Observar para participar


Desde el naturalismo y variantes del interpretativismo, los fenómenos socioculturales no pueden
estudiarse de manera externa pues cada acto, cada gesto, cobra sentido más allá de su apariencia
física, en los significados que le atribuyen los actores. El único medio para acceder a esos
significados que los sujetos negocian e intercambian, es la vivencia, la posibilidad de experimentar
en carne .propia esos sentidos, corrió sucede en la socialización. Y si un juego se aprende jugando
una cultura se aprende viviéndola. Por eso la participación es la condición sine qua non del
conocimiento sociocultural. Las herramientas son la experiencia directa, los órganos sensoriales y la
afectividad que, lejos de empañar, acercan al objeto de estudio. El investigador procede entonces a
la inmersión subjetiva pues sólo comprende desde adentro. Por eso desde esta perspectiva, el
nombre de la técnica debiera invertirse como "participación observante" (Becker &r Geer 1982,
Tonkin 1984).

d. Involucramiento versus separación


En realidad ambas posturas parecen discutir no tanto la distinción formal entre las dos actividades
nodales de esta "técnica", observación y participación, sino la relación deseable entre investigador y
sujetos de estudio que cada actividad supone: la separación de (observación), y el involucramiento
con (participación) los pobladores (Tonkin 1984). Pero independientemente de que en los hechos
separación/observación e involucramiento/particípación sean canales excluyentes, la observación
participante pone de manifiesto, con su denominación misma, la tensión epistemoíógica distintiva
[60] de la investigación social y, por lo tanto, de la investigación etnográfica ^conocer como
distante (epistemocen-trismo, de Bourdieu) a una especie a la que se pertenece, y en virtud de esta
común membrecía descubrir los marcos tan diversos de sentido con que las personas significan sus
mundos distintos y comunes. La ambigüedad implícita en el nombre de esta técnica, convertida no
casualmente en sinónimo de trabajo de campo etnográfico, no sólo alude a una tensión
epistemológica propia del conocimiento social entre lógica teórica y lógica práctica, sino también a
las lógicas prácticas que convergen en el campo. Veamos entonces en qué consiste observar y
participar "estando allí".

II. Una mirada reflexiva de la observación participante

El valor de la observación participante no reside en poner al investigador ante los actores, ya que
entre uno y otros siempre está la teoría y el sentido común (social y cultural) del investigador. ¿O
acaso los funcionarios y comerciantes no frecuentaban a los nativos, sin por eso deshacerse de sus
preconceptos? La presencia directa es, indudablemente, una valiosa ayuda para el conocimiento
social porque evita algunas mediaciones -del incontrolado sentido común de terceros- ofreciendo a
un observador crítico lo real en toda su complejidad. Es inevitable que el investigador se contacte
con el mundo empírico a través de los órganos de la percepción y de los sentimientos; que éstos se
conviertan en obstáculos o vehículos del conocimiento depende de su apertura, cosa que veremos en
el capítulo 5. De todos modos, la subjetividad es parte de la conciencia del investigador [61] y
desempeña un papel activo en el conocimiento, particularmente cuando se trata de sus congéneres.
Ello no quiere decir que la subjetividad sea una caja negra que no es posible someter a análisis.

Con su tensión inherente, la observación participante permite recordar, en todo momento, que se
participa para observar y que se observa para participar, esto es, que involucrarmento e
investigación no son opuestos sino partes de un mismo proceso de conocimiento social (Holy
1984). En esta línea, la observación participante es el medio ideal para realizar descubrimientos,
para examinar críticamente los conceptos teóricos y para anclarlos en realidades concretas,
poniendo en comunicación distintas reílexividades. Veamos cómo los dos factores de la ecuación,
observación y participación, pueden articularse exitosamente sin perder su productiva y creativa
tensión.

La diferencia entre observar y participar radica en el tipo de relación cognitiva que el investigador
entabla con los sujetos/informantes y el nivel de involucra-miento que resulta de dicha relación. Las
condiciones de la interacción plantean, en cada caso, distintos requerimientos y recursos. Es cierto
que la observación no es del todo neutral o externa pues incide en los sujetos observados; asimismo,
la participación nunca es total excepto que el investigador adopte, como "campo", un relerente de su
propia colidianeidad; pero aun así, el hecho de que un miembro se transforme en investigador
introduce diferencias en la forma de participar y de observar. Suele creerse, sin embargo, que la
presencia del investigador como "mero observador" exige un grado menor de aceptación y también
de compromiso por [62] parte de los informantes y del investigador que la participación. Pero
veamos el siguiente ejemplo.

El investigador de una gran ciudad argentina observa desde la mesa de un bar a algunas mujeres
conocidas como "las bolivianas" haciendo su llegada al mercado; registra hora de arribo, edades
aproximadas, y el cargamento; las ve disponer lo que supone son sus mercaderías sobre un lienzo a
un lado de la vereda, y sentarse de frente a la calle y a los transeúntes. Luego el investigador se
aproxima y las observa negociar con algunos individuos. Más tarde se acerca a ellas e indaga el
precio de varios productos; las vendedoras responden puntualmente y el investigador compra un
kilo de limones. La escena se repite día tras día. El investigador es, para las bolivianas", un
comprador más que añade a las preguntas acostumbradas por los precios otras que no conciernen
directamente a la transacción: surgen comentarios sobre los niños, el lugar de origen y el valor de
cambio del peso argentino y boliviano. Las mujeres entablan con él breves conversaciones que
podrían responder a la intención de preservarlo como cliente. Este rol de "cliente conversador" ha
sido el canal de acceso que el investigador encontró para establecer un contacto inicial. Pero en sus
visitas diarias no siempre les compra. En cuanto se limita a conversar, las mujeres comienzan a
preguntarse a qué vienen tantas "averiguaciones". El investigador debe ahora explicitar sus motivos
si no quiere encontrarse con una negativa rotunda. Aunque no lo sepa, estas mujeres han ingresado
a la Argentina ilegalmente; sospechan entonces que el presunto investigador es, en realidad, un
inspector en busca de "indocumentados". [63]

Si comparamos la observación del investigador desde el bar con su posterior participación en la


transacción comercial, en el primer caso el investigador no incide en la conducta de las mujeres
observadas. Sin embargo, si como suele ser el caso, la observación se lleva a cabo con el
investigador dentro del radio visual de las vendedoras, aunque aquél se limite a mirarlas estará
integrando con ellas un campo cié relaciones directas, suscitando alguna reacción que, en este caso,
puede ser el temor o la sospecha. El investigador empieza a comprar y se convierte en un
"comprador conversador". Pero luego deja de comprar y entonces las vendedoras le asignan a su
actitud el sentido de amenaza. Estos supuestos y expectativas se revierten en el investigador, quien
percibe la renuencia y se siente obligado a explicar la razón de su presencia y de sus preguntas; se
presenta como investigador o como estudiante universitario, como estudioso de costumbres
populares, etc.

¿Qué implicancias tiene ser observador y ser participante en una relación? En este ejemplo, el
investigador se sintió obligado a presentarse sólo cuando se dispuso a mantener una relación
cotidiana. Incluso antes el investigador debió comportarse como comprador. De ello resulta que la
presencia directa del investigador ante los pobladores difícilmente pueda ser neutral o prescindente,
pues a diferencia de la representación del observador corno "una mosca en la pared", su observación
estará significada por los pobladores, quienes obrarán en consecuencia.

La observación para obtener información significativa requiere algún grado, siquiera mínimo, de
participación; esto es, de desempeñar algún rol y por lo tanto de incidir [64] en la conducta de los
informantes, y recíprocamente en la del investigador. Así, para detectar los sentidos de la
reciprocidad de la relación es necesario que el investigador analice cuidadosamente los términos de
la interacción con los informantes y el sentido que éstos le dan al encuentro. Estos sentidos, al
principio ignorados, se irán aclarando a lo largo del trabajo de campo.

III. Participación: las dos puntas de la reflexividad

Los antropólogos no se han limitado a hacer preguntas sobre la mitología o a observar a los nativos
tallando madera o levantando una cosecha. A veces forzados por las circunstancias, a veces por
decisión propia, optaron por tomar parte de esas actividades. Este protagonismo guarda una lógica
compleja que va de comportarse según las propias pautas culturales, hasta participar en un rol
complementario al de sus informantes, o imitar las pautas y conductas de éstos.

Las dos primeras opciones, sobre todo la primera, son más habituales al comenzar el trabajo de
campo. El investigador hace lo que sabe, y "lo que sabe" responde a sus propias pautas según sus
propias nociones ocupando roles conocidos (como el de "investigador"). Seguramente incurrirá en
errores de procedimiento y transgresiones a la etiqueta local, pero por el momento éste es el único
mapa con que cuenta. Lentamente irá incorporando otras alternativas y, con ellas, formas de
conceptualización acordes al mundo social local.

Sin embargo, hablar de "participación" como técnica de campo etnográfica, alude a la tercera
acepción, comportarse según las pautas de los nativos. En el párrafo [65] que encabeza este capítulo
Malinowski destacaba la íntima relación entre la observación y la participación, siendo que el hecho
de "estar allí" lo involucraba en actividades nativas, en un ritmo de vida significativo para el orden
sociocultural indígena. Malinowski se fue integrando, gradualmente, al ejercicio lo más pleno
posible para un europeo de comienzos del siglo XX, de la participación, compartiendo y
practicando la reciprocidad de sentidos del mundo social, según una reflexividad distinta de la
propia. Esto no hubiera sido posible si el etnógrafo no hubiera valorado cada hecho cotidiano como
un objeto de registro y de análisis, aun antes de ser capaz de reconocer su sentido en la interacción y
para los nativos.

Tal es el pasaje de una participación en términos del investigador, a una participación en términos
nativos. Además de impracticable y vanamente angustiante, la "participación correcta" (es decir
cumpliendo con las normas y valores locales) no es ni la única ni la más deseable en un primer
momento, porque la transgresión (que llamamos "errores" o "traspiés") es para el investigador y
para el informante un medio adecuado de problematizar distintos ángulos de la conducta social y
evaluar su significación en la cotidianeidad de los nativos.

En el uso de la técnica de observación participante la participación supone desempeñar ciertos roles


locales lo cual entraña, como decíamos, la tensión estructurante del trabajo de campo etnográfico
entre hacer y conocer, participar y observar, mantener la distancia e involucrarse. Este desempeño
de roles locales conlleva un esfuerzo del investigador por integrarse a una lógica que no le es
propia. Desde la perspectiva de los informantes, ese [66] esfuerzo puede interpretarse como el
intento del investigador de apropiarse de los códigos locales, de modo que las prácticas y nociones
de los pobladores se vuelvan más comprensibles facilitando la comunicación (Adler & Uller 1987).
Estando en un poblado de Chiapas, México, Esther Hermitte cuenta que

"A los pocos días de llegar a Pinóla, en zona tropical fui víctima de picaduras de mosquitos en
las piernas. Ello provocó una gran inflamación en la zona afectada -desde las rodillas hasta los
tobillos-. Caminando por la aldea me encontré con una pinolteca que después de saludarme
me preguntó qué me pasaba y sin darme tiempo a que le contestara ofreció un diagnóstico.
Según el concepto de enfermedad en Pinóla, hay ciertas erupciones que se atribuyen a una
incapacidad de la sangre para absorber la vergüenza sufrida en una situación pública. Esa
enfermedad se conoce como 'disípela' (líc.shíiil en lengua nativa). La mujer me explicó que
mi presencia en una fiesta la noche anterior era seguramente causa de que yo me hubiera
avergonzado y me aconsejó que me sometiera a una curación, la que se lleva a cabo cuando el
curador se llena la boca de aguardiente y sopla con fuerza arrojando una fina lluvia del líquido
en las partes afectadas y en otras consideradas vitales, tales como la cabeza, la nuca, las
muñecas y el pecho. Yo acaté el consejo y después de varias 'sopladas' me retiré del lugar.
Pero eso se supo y permitió en adelante un diálogo con los informantes de [67] tono distinto a
los que habían precedido a mi curación. El haber permitido que me curaran de una
enfermedad que es muy común en la aldea creó un vínculo afectivo y se convirtió en tema de
prolongadas conversaciones" (Hermitte . 1985:10-1).
La etnógrafa relata aquí lo que sería un "ingreso exitoso" manifiesto en su esfuerzo por integrarse a
una lógica nativa que derivó en una mayor consideración hacia su persona. Este punto asume una
importancia crucial cuando el investigador y los informantes ocupan posiciones en una estructura
social asimétrica. Pero en términos de la reflexividad de campo, es habitual que los etnógrafos
relatan una experiencia que se transformó en el punto de inflexión de su relación con los infor-
mantes (Geertz 1973). La experiencia de campo suele relatarse como un conjunto de casualidades
que, sin embargo, respeta un hilo argumental. Ese hilo es precisamente la capacidad del
investigador de aprovechar la ocasión para desplegar su participación en términos nativos. Lo
relevante de la disípela de Hermitte no fue su padecimiento por la inflamación sino que ella acepta-
ra interpretarla en el marco de sentido local cíe la salud y la enfermedad. Aunque no hubiera
previsto que iba a ser picada por mosquitos, que se le inflamarían las piernas, y que encontraría a
una pinolteca locuaz que le ofrecería un diagnóstico y un tratamiento, Hermitte mantenía una
actitud que permitía que sus informantes clasificaran y explicaran qué había sucedido en su cuerpo,
aceptando de ellos una solución. Esta "participación" redundó en un aprendizaje de prácticas
curativas [68] y de vecindad, y de sus correspondientes sentidos, como vergüenza, disípela,
enfermedad.

Pero la participación no siempre abre las puertas. Una tarde acompañé a Graciela y a su marido
Pedro, habitantes de una villa miseria, a la casa de Chiquita, una mujer mayor que vivía en el barrio
vecino, y para quien Graciela trabajaba por las mañanas haciendo la limpieza y algunos mandados.
La breve visita tenía por objeto buscar un armario que Chiquita iba a regalarles. Mientras Pedro lo
desarmaba en piezas transportables, Graciela y yo manteníamos una conversación "casual" con la
dueña de casa. Recuerdo este pasaje:

Ch: "El otro día vino a dormir mi nietita, la menor, pero ya cuando nos acostamos empezó
que me quiero ir a lo de mamá, que quiero ir a lo de mamá; primero se quería quedar, y
después que me quiero ir. Entonces yo le dije: bueno, está bien, ándate, vos ándate, pero te
vas sola, ¿eh? te vas por ahí, por el medio de la villa, donde están todos esos negros
borrachos, vas a ver lo que te pasa..."
G: "Hmmmm."
Yo: "Una cara funesta terminantemente prohibida en el manual del 'buen trabajador de
campo"'. Apenas salimos de la casa le pregunté a Graciela por qué no le había replicado su
prejuicio y me contestó: "Y bueno, hay que entenderlos, son gente mayor, gente de antes...".

Mi primer interrogante era por qué Graciela no había defendido la dignidad de sus vecinos y de sí
misma, respondiendo, como suele hacerse, que la gente habla [69] mal del "villero" pero no de
quienes cometen inmoralidades iguales o mayores ("el villero está 'en pedo', el rico está 'alegre'"; "el
pobre se mama con vino, el rico con whisky", etc.). La concesión de Graciela me sorprendió porque
conmovía mi sentido de la igualdad humana y el de mi investigación sobre prejuicios contra
residentes de villas miseria. Entonces, (des)califiqué a Chiquita como una mujer prejuiciosa y
desinformada. Desde esta distancia entre mi perspectiva y la de Chiquita y Graciela, bajo la
apariencia de una tácita complicidad, pasé a indagar el sentido de la actitud de Graciela; pero sólo
pude hacerlo cuando puse en foco "mi sentido común" epistemocéntrico y mis propios intereses de
investigación.

Yo había participado acompañando a Graciela y a Pedro en una visita y también en la conversación,


al menos con mi gesto. Pero lo había hecho en términos que podrían ser adecuados para sectores
medios universitarios, no para los vecinos de un barrio colindante a la villa, habitado por una vieja
población de obreros calificados y pequeños comerciantes, amas de casa y jubilados que se
preciaban de ser dueños de sus viviendas, y de haber progresado a fuerza de trabajo, y "gracias a su
ascendencia europea" que los diferenciaba tajantemente de los "cabecitas negras" provincianos.
Mi participación tampoco parecía encajar en las reacciones adecuadas a los pobladores de la villa.
Una semana más tarde Graciela me transmitió los comentarios negativos de Chiquita sobre mi
mueca de desagrado: "¿Y a ella qué le importa? Si no es de ahí... [de la villa]". Graciela seguía
asintiendo; entendí después que allí estaban en juego un armario, un empleo y otros beneficios [70]
secundarios. Más aún: Graciela obtenía lo que necesitaba no sólo concediendo o tolerando los
prejuicios de Chiquita, porque ocultaba su domicilio en la villa para poder trabajar. Chiquita tenía
una "villera" de "la villa de al lado" trabajando en su propia casa y no lo sabía o fingía no saberlo. A
partir de aquí comencé a observar las reacciones de otros habitantes de la villa ante es-í tas actitudes
y descubrí que en contextos de marcada e insuperable asimetría los estigmatizados guardaban
silencio y, de ser posible, ocultaban su identidad; si en la situación no había demasiado en juego,
entonces la reacción podía ser contestataria. Entre otras enseñanzas rescataba nuevamente la
importancia del trabajo de campo para visualizar las diferencias entre lo que la gente hace y dice
que hace, pues en éste y en otros casos los residentes de la villa aparecían ellos mismos
convalidando imágenes para ellos injustas y negativas.

Que yo hubiera participado no en los términos locales sino en los míos propios hubiera sido
criticable si no hubiera aprendido las diferencias entre el sentido y uso del prejuicio para los vecinos
del barrio, para los habitantes de la villa, y para mí misma. Huelga decir que en éste como en tantos
otros casos relatados por los etnógrafos, la reacción visceral es difícil de controlar en los contextos
informales de la cotidianeidad (C, Briggs 1986; Stoller &r Olkes 1987). Por eso, es difícil de
controlar. Pero conviene no renunciar a sus enseñanzas.

En las tres instancias que hemos visto, la más prescindente del observador de las bolivianas, la
curación de Hermitte, y mi gesto de asco, la observación participante produjo datos en la
interacción misma, operando a la vez como un canal y un proceso por el cual [71] el investigador
ensaya la reciprocidad de sentidos con sus informantes. Veremos a continuación que la
"participación" no es otra cosa que una instancia necesaria de aproximación a los sujetos donde se
juega esa reciprocidad. Es desde esta reciprocidad que se dirime qué se observa y en qué se
participa.

IV. La participación nativa

El acto de participar cubre un amplio espectro que va desde "estar allí" como un testigo mudo de los
hechos, hasta integrar una o varias actividades de distinta magnitud y con distintos grados de
involucramiento, En sus distintas modalidades la participación implica grados de desempeño de los
roles locales. Desde Junker (1960) en adelante suele presentarse un continuo desde la pura
observación hasta la participación plena. Esta tipificación puede ser útil si tenemos presente que
hasta la observación pura, demanda alguna reciprocidad de sentidos con los observados.

A veces es imposible estudiar a un grupo sin ser parte de él, ya sea por su elevada susceptibilidad,
porque desempeña actividades ilegales o porque controla saberes esotéricos. Si el investigador no
fuera aceptado explicitando sus propósitos, quizás deba opiar por "mimetizarse". Adoptará entonces
el rol de participante pleno (Gold, en Burgess 1982), dando prioridad casi absoluta a la información
que proviene de su inmersión. Si bien este rol tiene la ventaja de lograr material que de otro modo
sería inaccesible, ser participante pleno resulta inviable cuando el o los roles válidos para esa
cultura o grupo social son incompatibles, por ejemplo, con ciertos atributos del investigador como
el [72] género, la edad o la apariencia; el mimetismo aquí no es posible. Otro inconveniente de la
participación plena reside en que desempeñar íntegramente un rol nativo puede significar el cierre a
otros roles estructural o coyunturalmente opuestos al adoptado. Un investigador que pasa a
desempeñarse como empleado u obrero en un establecimiento fabril, sólo puede relacionarse con
niveles gerenciales de la empresa como trabajador (Limhart 1979).
Los roles de participante observador y observador participante son combinaciones sutiles de
observación y participación. El "participante observador" se desempeña en uno o varios roles
locales, explicitando el objetivo de su investigación. El observador participante hace centro en su
carácter de observador externo, formando parte de actividades ocasionales o que sea imposible
eludir.

El contexto puede habilitar al investigador a adoptar roles que lo ubiquen como observador puro,
como en el registro de clases en una escuela. Pero su presencia afecta el comportamiento de la clase
-alumnos y maestro-; por eso, el observador puro es más un tipo ideal que una conducta practicable.
Estos cuatro tipos ideales deben tomarse como posibilidades hipotéticas que, en los hechos, el
investigador asume o se le imponen conjunta o sucesivamente, a lo largo de su trabajo. Si la
observación, como vemos, no "interfiere" menos en el campo que la participación, es claro que cada
una de las modalidades no difiere de las demás por los grados de distancia entre el investigador y el
referente empírico, sino por una relación particular y cambiante entre el rol del [73] investigador y
los roles cu1turalmente adecuados y posibles (Adler & Adler 1987).

El participante pleno es el que oculta su rol de antropólogo desempeñando íntegramente alguno de


los socio-culturalmente disponibles pues no podría adoptar un lugar alternativo. Esta opción implica
un riesgo a la medida del involucrarmiento pues, de ser descubierto, el investigador debería
abandonar el campo. El observador puro, en cambio, es quien se niega explícitamente a adoptar otro
rol que no sea el propio; este desempeño es llevado al extremo de evitar todo pronunciamiento e
incidencia activa en el contexto de observación.

¿De qué depende que el investigador adopte una u otra modalidad? De él y, centralmente, de los
pobladores. E. E. Evans-Pritchard trabajó con dos grupos del oriente africano. Los azande lo
reconocieron siempre como un superior británico; los Nuer como un representante metropolitano,
potencialmente enemigo y transitoriamente a su merced (1977). Reconocer esos límites es parte del
proceso de campo. Adoptar el/los rol/es adecuado/s es posible por la tensión, flexibilidad y apertura
de la observación participante.

En suma, que el investigador pueda participar en distintas instancias de la cotidianeidad, muestra no


tanto la aplicación adecuada de una técnica, sino el éxito, con avances y retrocesos, del proceso de
conocimiento de las inserciones y formas de conocimiento localmente viables. ¿Pero qué ocurre
cuando la división de tareas entre investigador e informantes está más claramente definida? [74]
Textos de antropología y arqueología

2a edición corregida y aumentada

Textos de antropología y arqueología

Mariano Juan Garreta


Cristina Bellelli
Pablo Rafael Bonaparte
Ernesto Abramoff
Alejandro Acosta
Lorenzo Cañas Bottos
Mariana Carballido Calatayud
María Di Fini
Pablo Marcelo Fernández
Mariano Raúl Garreta Leclercq
Hernán Gómez
Margarita Ondelj
Andrea Pegoraro
María Gabriela Sánchez Antelo
Vivian Scheinsohn
Ilustración de tapa

Camino.
Procedencia: Salta.
Material: lana de oveja.
Decoración con hilos flotantes de urdimbre.
Grupo Wichí actual
N° de inventario: 1048
Museo Nacional del Hombre del Instituto Nacional de
Antropología y Pensamiento Latinoamericano.
Secretaría de Cultura y Comunicación de la Nación.

Agradecemos al Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento


Latinoamericano la autorización de la reproducción de las imágenes de
esta obra.

Diseño de Tapa: Andy Sfeir


Diagramación y Armado: Andy Sfeir estudio de diseño
agsfeir@ciudad.com.ar

© Ediciones
Riobamba 67 - 2° piso - Tel./Fax: 4953-5981
(C1025ABA) Buenos Aires, República Argentina

2001 – 2ª edición
ISBN: 987-97280-8-4
Hecho el depósito que marca la Ley 11.723
Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Arqueología: cómo el presente
devela el pasado
Cristina Bellelli

Un arqueólogo argentino contemporáneo (Yacobaccio 1988), en la presentación de


una obra en la que se publican trabajos que muestran el estado actual de la ciencia
arqueológica en nuestro país, escribe:

«Existen varios mitos acerca de la actividad arqueológica. Uno muy popular


imagina al arqueólogo descubriendo momias y ciudades perdidas. Esta noción deriva
de la Arqueología del siglo XIX, la practicada por Schliemann y Belzoni, fortalecida por
1
los descubrimientos de principios de siglo XX (Howard Carter mediante) . Otro mito,
compartido por algunos colegas profesionales, supone que el arqueólogo recupera
artefactos, pasa luego la mitad de su vida ordenando y clasificando y, al final,
interpreta los datos obtenidos.

Sería simplista rechazar ambas concepciones como falsas. Las dos tienen
su parte de verdad: el primer mito perpetúa la imagen de una arqueología floreciente
hace años, cuando importaba descubrir grandes civilizaciones; el segundo, aunque
simplificado generaliza la acción de un tipo de Arqueología que eleva al grado de
axioma el hecho de que no se puede teorizar sin datos y que éstos son el resultado de
clasificar y ordenar artefactos. /... /

Es engorroso y tedioso dar definiciones, más aún leerlas, pero una surge
necesariamente luego de las consideraciones de más arriba: ¿de qué se ocupa la
Arqueología? La respuesta inmediata, aunque incompleta, expresa que se trata de
una de las ciencias que estudia el comportamiento humano; pero con una
particularidad -que completa la respuesta- y es que tal comportamiento ya no
existe. Revivir el pasado no es una tarea sencilla,

1
Schliemann fue el descubridor de Troya y Micenas. Belzoni fue un aventurero italiano que saqueaba tumbas y
momias en Egipto para venderlas en Europa. Carter continuó la tarea de Lord Carnarvon en Egipto y descubrió
la tumba de Tutankamon. (Nota de la autora).

61
M. Garreta - C. Bellelli (Comp.)

porque los hombres y mujeres que construyeron los objetos, poblaron una región y
habitaron los asentamientos que el arqueólogo examina han desaparecido hace
cientos o miles de años. Sólo a partir de que tales comportamientos o actitudes hayan
modificado en alguna medida el mundo material u organizativo de las sociedades,
podremos obtener un cuadro confiable de la vida de aquellos que nos precedieron en
el tiempo.» (págs. 7-8).

Arqueología como ciencia


Por todo esto, los arqueólogos están muy alejados de la imagen que Hollywood ha
impuesto: el osado explorador que se interna en territorios desconocidos y afronta mil
peligros hasta lograr descubrir las ruinas de una maravillosa ciudad que encierra
tesoros incalculables entre sus paredes2. Son algo más que descubridores. Son
científicos que pasan mucho más tiempo en el laboratorio que "descubriendo grandes
civilizaciones'".
Renfrew y Bahn (RyB en adelante) se preocupan por destacar que la arqueología
no es sólo trabajo de campo, rescate de monumentos, tesoros o ciudades perdidas, sino
que es fundamental la interpretación de esos hallazgos. La interpretación debe estar
guiada por una teoría y debe responder a hipótesis enunciadas previamente. La
arqueología propone desafíos intelectuales a quienes la practican y esos desafíos
terminan de resolverse en el laboratorio. En otra parte de la obra RyB dicen:

«Hoy en día podemos penetrar esa 'densa niebla' del pasado remoto. No sólo
porque continuamente se hacen nuevos descubrimientos, sino porque hemos
aprendido a formular algunas de las preguntas correctas, y hemos desarrollado
algunos de los métodos adecuados para contestarlas. La evidencia material del
registro arqueológico ha estado esparcida a nuestro alrededor durante mucho tiempo.
Lo que es nuevo es nuestra conciencia de que los métodos de la arqueología nos
pueden dar información sobre el pasado /.../. De este modo, la historia de la
arqueología es, en primera instancia, una historia de ideas, de teoría, de modos de
mirar el pasado. Después, es una historia del desarrollo de métodos de investigación,
del empleo de estas ideas y el análisis de esas cuestiones. Y, sólo en tercer lugar, es
una historia de los descubrimientos actuales.

2
¿Por qué será que los arqueólogos siempre son hombres, lindos y blancos? Además siempre están
acompañados o encuentran en medio de la selva a una rubia desvalida que tienen que proteger. Tan mal no la
pasan. Y si a esto agregamos que jamás cargan una mochila porque tienen a su disposición decenas de
africanos o indígenas americanos o pastores tibetanos o mongoles que las llevan sobre los hombros todo lo
necesario, habremos logrado, casi, acercarnos a la profesión ideal. Una vez más, la imagen del cine ha creado
un estereotipo del que es difícil desprenderse. ¿Habrá un componente racista, sexista y/o etnocéntrico en esta
imagen?

62
La trama cultural

/.../ Lo más importante que debemos recordar es que cada visión del pasado es
producto de su propio tiempo: las ideas y las teorías evolucionan constantemente.»
(pág. 19).
A esta última afirmación de RyB acerca de que la arqueología es producto de la
época en que se desarrolla, podríamos agregar que también es producto de distintas
situaciones socio-económicas de acuerdo con el país o región en que se la practica. No
es lo mismo hacer arqueología en la Argentina que en Europa o Estados Unidos. No
sólo por los problemas teóricos y metodológicos que se manejan, sino por el contexto
político y económico en que se desarrolla.

La arqueología es la ciencia del registro arqueológico

En el párrafo anterior se desliza una frase: "la evidencia material del registro
arqueológico...." que nos introduce en el concepto clave para la arqueología: el de
registro.
Antes de seguir adelante debemos aclarar que esa "evidencia material" es lo que
constituye la evidencia arqueológica, formada en su gran mayoría por restos
materiales de distinto tipo y que los arqueólogos, por una necesidad de poner orden
para poder comprender e interpretar, clasifican del modo en que veremos en el capítulo
siguiente.
Los arqueólogos operan sobre esa evidencia y tratan de conocer los procesos por
los que pasó desde el momento en que fueron abandonados por los hombres y mujeres
del pasado y el momento en que, mediante excavaciones o recolecciones de distinto
tipo, son recuperados. La evidencia y estos procesos de formación (tanto naturales
como culturales) que actuaron sobre ella durante todo el tiempo en que estuvo
enterrada o abandonada, constituyen el registro arqueológico.

Estática y dinámica en el registro arqueológico

El registro arqueológico es estático: el arqueólogo trabaja con restos materiales


que fueron usados por sociedades que, o se extinguieron hace tiempo o nos presentan
interrogantes para cuya solución la arqueología es la disciplina más adecuada. Pero es
necesario tener bien en cuenta que estos restos materiales no son un reflejo exacto de
las actividades que realizaban los integrantes de esas sociedades. Los procesos que
mencionamos en el párrafo anterior los afectaron y cambiaron sus propiedades. Estos
procesos de formación del registro arqueológico merecen ser mejor explicados y por
ello Carballido y Fernández los desarrollan en el capítulo siguiente.
Dijimos que el registro arqueológico es estático. Y ahora agregamos que los datos
que lo integran son mudos. Es el arqueólogo el encargado de dinamizar el registro
arqueológico y de «hacer hablar» a los datos. Y a esto se llega a través del
planteamiento

63
M. Garreta - C. Bellelli (Comp.)

de preguntas certeras, guiadas por teorías ajustadas al problema y empleando los


métodos y técnicas adecuados. El arqueólogo actúa como un científico: se sitúa frente al
problema con un bagaje teórico y un conocimiento previo que guían las hipótesis que
formula. La recolección de los datos va a estar subordinada a la teoría y en función de la
contrastación de las hipótesis. En el transcurso de su investigación realiza experimentos
y, como conclusión, elabora un modelo (una descripción que parece idónea para resumir
el patrón observado en la evidencia).
Para resumir lo dicho hasta ahora, démosle la palabra a Lewis Binford, uno de
los pioneros (allá por la década del '60) de la arqueología moderna:

Cuándo hablamos de la arqueología que se practica en la actualidad


debemos siempre tener en cuenta los siguientes principios generales:

* El arqueólogo no «descubre el pasado», porque el registro; arqueológico


está en el presente y porque los hechos observados son actuales y por si
mismos no nos informan acerca del pasado.

* El registró arqueológica no se compone de símbolos, palabras o


conceptos, sino de restos materiales y distribuciones de materia. Para
entenderlo hay que averiguar cómo llegaron, a existir esos materiales, cómo
se han modificado y cómo adquirieron las características que vemos hoy.

El problema de la variabilidad

El registro arqueológico muestra las diferencias que se dan dentro de una misma
cultura. Esto es así porque las respuestas que las sociedades dan a los desafíos que
plantea el ambiente, los comportamientos que tienen ante los problemas de este tipo o
de relación e interacción con otros grupos sociales, siempre son diferentes. Entonces, la
evidencia material que queda como resultado de estas actividades y comportamientos,
siempre es variable, siempre es diferente aunque esté originada en la resolución de
problemas más o menos semejantes.
Este es uno de los problemas fundamentales de la arqueología: conocer cómo se
manifiesta esa variabilidad en el registro arqueológico. Las diferencias que se
observan en él no son necesariamente reflejo de diferencias culturales: un mismo grupo
social puede producir restos materiales bien diferentes al llevar a cabo actividades
diferentes. El arqueólogo debe tener en cuenta este problema para no adjudicar sus
hallazgos a distintos grupos sociales, ya que pueden ser productos de actividades
diferentes dentro de un mismo grupo. También debe estar atento para detectar las
diferentes estrategias que se implementaron para realizar actividades semejantes y que
pudieron haber dejado evidencia arqueológica absolutamente diferente.

64
La trama cultural

Tratar de interpretar correctamente la variabilidad cultural implica también tratar


de conocer cómo se distribuye cronológica y geográficamente, ya que no se restringe a
los límites del sitio arqueológico, sino que puede tener una amplia dispersión en el
espacio y puede abarcar un lapso prolongado. Es necesario integrar regionalmente el
estudio del pasado arqueológico. Con esto queremos decir que es necesario analizar la
variabilidad que se manifiesta en los distintos sitios arqueológicos de una región en un
lapso determinado, ya que es necesario ver cómo se integran, se complementan e
interactúan. En los inicios de la disciplina (ver el capítulo dedicado a las Teorías en
Arqueología) la investigación se focalizaba en los sitios arqueológicos más
espectaculares y que concentraban gran cantidad de objetos generalmente de alto valor
estético. Por ejemplo, en el caso del área andina (que incluye el Noroeste argentino),
se le dio muchísima importancia a los poblados, aldeas y tumbas de las sociedades que
allí vivían antes de la conquista española. Esto fue así porque eran los lugares más
visibles y complejos y, en el caso de las tumbas, por ejemplo, eran los sitios
arqueológicos en que se concentraban, en poco espacio, muy ricos y variados
"ajuares" funerarios. Pero la comprensión más acabada del modo de vida de esas
sociedades se adquiere investigando otros problemas y otros sitios, no tan
espectaculares, pero muy informativos de los aspectos económicos, sociales, políticos
o religiosos del grupo en cuestión, tales como los campos de cultivo, los basurales, los
corrales, los lugares donde se cazaba (y qué se cazaba), los lugares de
aprovisionamiento de distintas materias primas y alimentos (rocas para fabricar
instrumentos, arcillas para las vasijas, metales, vegetales para la alimentación,
medicina o la confección de cestas), entre muchos otros sitios donde quedaron restos
de la actividad humana. O sea, que es necesario aprehender la variabilidad presente en
el registro arqueológico de la sociedad en estudio en sus dimensiones temporal y
espacial y también a nivel de sitio arqueológico.
Pero llegar a interpretar correctamente la variabilidad demandó años de estudios y
discusiones, a pesar de que al leer estas líneas podamos pensar que estamos ante un
problema obvio. Nos parece obvio porque comprendemos la variabilidad de nuestra
sociedad y estamos inmersos en una dinámica social que entendemos y de la que
participamos en todas las dimensiones de sus diferencias. Pero cuando nos
enfrentamos al registro arqueológico, la dinámica social del pasado no nos resulta tan
clara, ni evidente ni dinámica. En dinamizar lo estático y evidenciar los modos de vida
del pasado consiste el desafío de la investigación arqueológica.
Por estas razones es que para la arqueología el problema de la variabilidad de las
sociedades del pasado es crucial y dio lugar a polémicas que comenzaron en los años
'60 cuando Binford cuestionó la interpretación que se le había dado hasta el momento
a un lapso de la prehistoria europea, que abarcó entre los 100.000 y los 40.000 años
antes del presente, conocido como Musteriense (nombre originado en el del sitio
arqueológico en que se localizaron los instrumentos de piedra que iban a ser objeto de
polémica: la cueva Le Moustier del sur de Francia.

65
M. Garreta - C. Bellelli (Comp.)

"El Musteriense fue definido y caracterizado a partir de ciertos tipos de útiles de


piedra clasificados por el arqueólogo francés François Bordes. Bordes se había dado
cuenta de la variedad de proporciones en que aparecían distintos útiles de piedra
localizados en niveles estratigráficos diferentes, y demostró que podían clasificarse en
grupos tipológicos diferentes: 'musteriense típico', 'charetiense', 'musteriense de
tradición achelense', 'musteriense de denticulados', etc." (Johnson 2000)

Se veía a los productos materiales de la cultura (los instrumentos de piedra) y su


asociación contextual (que se da en los distintos niveles estratigráficos en que fueron
recuperados) como categorías naturales. Para Bordes, estos distintos grupos de
instrumentos de piedra reflejaban la existencia de distintos grupos culturales. No
importa si el hallazgo se dio en otro sitio arqueológico, en una región quizás alejada
miles de kilómetros o hasta separados por miles de años. Del mismo modo, los
conjuntos arqueológicos que tienen rasgos técnicos o morfológicos distintos, serán
atribuidos a otra "entidad cultural" diferente y los arqueólogos refinarán sus sistemas
clasificatorios para encontrar el esquema en que quepan esos restos arqueológicos.
Además, se les adjudicaba identidad étnica a cada una de estas entidades culturales
definidas por conjuntos de rasgos iguales.
La síntesis de la polémica está en las siguientes palabras:

«Bordes creía que las diferencias existentes entre ellos /los conjuntos
musterienses/ reflejaban las identidades étnicas de los diversos grupos que los habían
fabricado. Mi teoría, en cambio, gira en torno a la idea de que en cada yacimiento, el
uso del espacio y la tecnología desarrollados por el hombre musteriense son una
respuesta específica a unas circunstancias concretas. En otras palabras, vislumbraba
un sistema cultural en el que tuvieron lugar diferentes actividades en espacios
distintos. Además, creía que la tecnología empleada en la elaboración de utensilios era
lo suficientemente flexible como para poder enfrentarse a variaciones locales en la
demanda y, por tanto, en caso de necesidad las mismas actividades podrían
desarrollarse en diversos lugares empleando para ello útiles distintos" (Binford
1991:117).

Ya desde principios de siglo los etnógrafos que estudiaban los modos de vida de
los aborígenes americanos habían observado que las distribuciones de artefactos,
ecofactos y estructuras en esos grupos étnicos y sociales no seguían siempre el mismo
patrón, variaban de acuerdo con el medio ambiente en que se realizaban las actividades
y. además, no se podían diferenciar muy bien los límites regionales de estos grupos
(Binford 1991). Por esto, Binford discutió el modo de interpretar la "variabilidad" que
se manifestaba en los distintos grupos tipológicos del Musteriense. Estos grupos no
serían reflejo de culturas, sino que era necesario interpretarlos corno conjuntos de
herramientas que respondían a tareas especializadas. Simplificando mucho el problema,

66
La trama cultural

es como si ahora nosotros hiciéramos una clasificación tipológica de las herramientas


que encontramos en el maletín del técnico de heladeras y en la valija de un plomero.
Tendríamos dos "equipamientos" diferentes porque están dirigidos a realizar tareas
diferentes, pero no por eso decimos que son reflejo de "culturas" diferentes, porque
tanto el técnico de heladeras como el plomero forman parte de nuestra sociedad y
participan de sus pautas y adhieren a este modo de vida.
Fue necesario, entonces, intentar abordar la variabilidad del registro arqueológico
con nuevos modos de observación. Se introdujeron análisis estadísticos, como por
ejemplo las técnicas multivariadas que utilizó Binford para discutir el problema del
Musteriense. Y también se comenzaron a poner en práctica diseños experimentales y
estudios etnoarqueológicos, dos nuevos modos que, junto con los procesos de
formación de sitio, contribuyen a que podamos hacer inferencias dinámicas a partir de
los datos estáticos que conforman la evidencia arqueológica.

Etnoarqueología y experimentación

Desde los inicios de la disciplina antropológica los arqueólogos se preocuparon


por conocer los modos de vida y, sobre todo, la cultura material de pueblos que podrían
dar una idea de cómo vivían los seres humanos en el pasado. Se pensaba que los
métodos con que los pueblos que habitan la selva amazónica, por ejemplo, cazan
monos, son los mismos que se utilizaban 5.000 años atrás. Este modo mecánico de
interpretar el pasado se denominó "el método de los paralelos etnográficos" y no fue
muy útil, por esquemático y nada imaginativo, para la interpretación del pasado.
A partir de la discusión sobre la variabilidad del registro arqueológico se comenzó
a comprender que esa transposición mecánica de hechos contemporáneos para explicar
hechos del pasado merecía ser revisada como método de interpretación.
Entonces los arqueólogos, en lugar de los antropólogos o etnógrafos, comenzaron
a realizar investigaciones en sociedades actuales utilizando la idea de que, partiendo
de la base de que si dos objetos o fenómenos son comparables, puede realizarse
una especie de transporte de información entre ellos (Politis 1996). Este es el
concepto de analogía, que es clave para comprender conductas del pasado a través de
observaciones actuales.
La analogía es la herramienta que utiliza la etnoarqueología para estudiar los
pueblos vivos y su cultura material a través de preguntas originadas en problemas
arqueológicos y que contribuyen a aumentar nuestra comprensión del registro
arqueológico. Con estas ideas se pueden abordar investigaciones en sociedades
etnográficas con preguntas diferentes las que se haría un etnógrafo y obtener
generalizaciones sobre comportamientos, actividades y la evidencia material resultante,
que puedan ser utilizadas como fuente de hipótesis de una investigación arqueológica.

67
M. Garreta - C Bellelli (Comp.)

Una investigación etnoarqueólógica en el Amazonas, por ejemplo, se centrará en


aspectos de la cultura (material, tales como subsistencia, movilidad, asentamiento y
tecnología, dándole menor importancia (por muy diferentes razones) a la ideología o el
sistema de parentesco. En la Amazonia colombiana, el arqueólogo argentino Gustavo
Politis está desarrollando un proyecto de investigación etnoarqueológica desde hace
varios años. Trabaja con una comunidad aborigen que tomó contacto con Occidente hace
muy pocos tiempo: los Nukak. Sus objetivos son los siguientes .

1. Aportar datos originales para entender la adaptación de los Nukak y la forma


en que utilizan y manejan los recursos del bosque tropical lluvioso.

2. Efectuar un diagnóstico de la situación actual de esta etnia y de su territorio


como paso previo y necesario para le adopción de políticas de protección.
3
3. Analizar las implicancias arqueológicas de los patrones de subsistencia,
asentamiento y movilidad de los Nukak a fin de generar modelos que nos permitan
interpretar más adecuadamente el registro arqueológico, de los grupos cazadores
recolectores (Politis 1992.20)

Volviendo a la polémica por la variabilidad del registro arqueológico, Binford


utilizó la etnoarqueología para interpretar los conjuntos musterienses que estaban en
discusión. Se dio cuenta que el único modo que tenía para entender los mecanismos que
habían producido el registro arqueológico musteriense era estudiar cómo grupos de
cazadores-recolectores actuales, en este caso los esquimales Nunamiut de Alaska,
descartaban los restos de sus comidas, del procesamiento de los animales que cazaban,
de la confección de sus instrumentos, cómo utilizaban el enorme territorio que
habitaban, qué sectores de este territorio utilizaban en verano y en invierno, dónde
establecían sus distintos tipos de campamentos y qué instrumentos utilizaban en ellos
para cada tipo de actividad, entre muchas otras preguntas de interés arqueológico.

Gracias a sus observaciones etnoarqueológicas Binford pudo reinterpretar


explicaciones anteriormente dadas para un sitio arqueológico francés muy famoso:
Pincevent, que tiene una antigüedad de 15.600 años. La interpretación tradicional era que
allí había una tienda de piel que cubría tres fogones diferentes alrededor de los cuales se
habían desarrollado las principales actividades de sus ocupantes.

En un campamento de los Nunamiut, Binford había observado que la gente que


estaba sentada alrededor de un fogón de espaldas al viento, cuando éste cambiaba de
dirección, se levantaba, cambiaba de lugar y hacía otro fuego a favor del viento para evitar
el humo. Los elementos que habían desechado cuando rodeaban el primer fogón
quedaban ahí y, al encender otro nuevo, los esquimales volvían a disponer desechos
alrededor de éste. Esta distribución de los desperdicios en el campamento. Nunamiut era
idéntica a la de dos de los

3
Son enunciados que se usan para expresar cuáles serían las consecuencias y el reflejo material, en el registro
arqueológico, de determinado comportamiento. (Nota de la autora).

68
La trama cultural

fogones de Pincevent. Además, esta disposición se da en campamentos al aire libre,


con lo cual, Binford reinterpreta, además, que los fogones de Pincevent no estaban
cubiertos por una tienda.

La arqueología experimental, también basada en el principio de la analogía, es


otro instrumento útil para interpretar el pasado a través de la recreación en el presente
de procesos, actividades y productos que sucedieron o se produjeron en el pasado. La
replicación de, por ejemplo, instrumentos de piedra tiene una larga tradición en
arqueología. A mediados del siglo pasado en Europa ya se confeccionaban estos
instrumentos a imagen y semejanza de los que se encontraban en los yacimientos
paleolíticos. Pero es necesario distinguir la tarea artesanal de quienes hacen réplicas de
objetos arqueológicos (instrumentos de piedra, vasijas de cerámica, cestas, tejidos, etc.)
de las del arqueólogo que, con preguntas bien definidas, trata de recrear el proceso de
producción por la que pasaron los objetos arqueológicos. Así, los experimentos
tendientes a obtener información de una pieza arqueológica o de un conjunto
arqueológico tienen que ser controlados en cada uno de sus pasos y seguir una
secuencia determinada, desde el aprovisionamiento de la materia prima hasta el
producto finalizado. La experimentación nos da información que podría pasar
inadvertida y da también una buena base para la interpretación, ya que permite
controlar las variables que intervienen en la fabricación de un instrumento. Permite,
además, verificar hipótesis generadas en el registro arqueológico (Nami 1992).
La arqueología experimental no sólo se ocupa de los objetos que se recuperan en
un sitio arqueológico, sino que también se han usado métodos experimentales para
conocer los métodos de construcción de aldeas de la Edad del Bronce o del Hierro
europeo, las diferentes técnicas de caza a través de la confección de las armas y su uso,
o la reproducción de los modos de vida de una tribu iroquesa en Estados Unidos, por
ejemplo.
Tanto la arqueología experimental como la etnoarqueología apuntan a la
elaboración de la teoría de nivel intermedio que permite la creación de modelos útiles
para el conocimiento de las sociedades del pasado. Se basan, como se desprende de
todo lo anterior, en observaciones actuales, por esa razón, estas dos disciplinas, junto
con los procesos de formación de sitio y la tafonomía4 han sido denominados "estudios
actualísticos".

4
Si bien se trata de una disciplina que comenzó a ser utilizada en paleontología, los arqueólogos rápidamente
vieron sus ventajas a la hora de interpretar el registro arqueológico. Se trata de la búsqueda de criterios para
diferenciar "los conjuntos de huesos producidos por el hombre de aquellos debidos a agentes no-humanos" (RyB
1993:256). Los procesos por los que pasaron los huesos animales desde su descarte por parte de las
sociedades del pasado y los agentes formadores de ese conjunto (hombres, animales, la naturaleza) estructuran
el registro arqueológico. Su puesta en práctica requiere de observaciones etnoarqueológicas, de experimentos y
de controles de esqueletos de animales actuales depositados en distintos ambientes y sedimentos, búsqueda y
excavación de madrigueras, análisis de resistencia de los distintos tipos de huesos, etc.

69
M. Garreta - C Bellelli( (Comp.)

Arqueología e Historia
Pero ¿qué hace que para hablar del pasado nos refiramos alternativamente, y de
acuerdo a qué porción del pasado nos interesa, a la historia o a la arqueología? Es claro
que ambas ciencias se ocupan de procesos ligados al comportamiento humano. Y ya
dijimos que se trata de un comportamiento humano que ya no existe y, en el caso de la
arqueología, debe necesariamente centrarse en fuentes de un tipo diferente a las que
utiliza la historia. Ésta se basa para sus estudios e interpretaciones en las fuentes
escritas (entre muchas otras5), mientras que la arqueología depende de los restos
materiales que quedaron como producto de actividades de grupos humanos que no
dejaron testimonio escrito, hablado o visual de sus ideas, sus conflictos, sus
necesidades, deseos, creencias, cotidianeidad, ni cómo todos estos factores dieron lugar
a distintos tipos de organización social, política, económica o religiosa.
Así, la arqueología provee métodos para conocer el 99% del pasado humano, ya
que la historia se ocupa principalmente de los acontecimientos producidos a partir del
momento en que los seres humanos comenzaron a registrarlos por escrito (esto sucedió
en momentos muy disímiles en las distintas regiones del planeta). Pero los intereses y
los aportes de la arqueología al conocimiento del comportamiento humano y el cambio
cultural en una zona determinada no se detienen en el momento en que las sociedades
cuyo pasado nos interesa conocer comienzan a hablar de sí mismos a través de los
documentos. Algunos aspectos de sociedades históricas (e inclusive muy cercanas a
nosotros y hasta contemporáneas) o problemas específicos que se dan dentro de estas
sociedades, pueden conocerse a través del estudio de su cultura material, recuperada
con métodos arqueológicos6 y a partir de preguntas originadas en la arqueología.
El material que encuentra el arqueólogo no nos dice cómo debemos interpretarlo,
no es intencionado. La sociedad que generó el registro arqueológico no tuvo ninguna
intención de guiar nuestra interpretación ni mostrarnos aspectos de su organización
social o política que les hiciera "tener un buen papel ante la historia", ni tampoco esa
sociedad intentó ocultarnos nada que fuera desfavorable para "el juicio de la historia".
En cambio, el registro histórico hace declaraciones, ofrece opiniones, toma partido
(aunque estas opiniones y juicios escritos deben ser interpretados por el historiador).
Todos sabemos, por ejemplo, que un diario responde a una línea editorial y que la
información que nos dé va a estar de acuerdo con ella, que los documentos burocráticos

5
Algunas de las fuentes utilizadas por la historia, y que durante el siglo XX han tenido gran desarrollo, son las
ligadas a los medios de comunicación y a las artes audiovisuales (periódicos, revistas, fotografías, films, videos,
grabaciones, etc.).
6
Una disciplina que estudia problemas de momentos contemporáneos con métodos de la arqueología, de la
antropología sociocultural y de la antropología biológica es la antropología forense, en la cual nuestro país es
pionero a través del Equipo Argentino de Antropología Forense que colabora con la justicia y las organizaciones
de derechos humanos a través de la identificación de cuerpos enterrados anónimamente y aportando pruebas
acerca de las posibles causas de la muerte

70
La trama cultural

se pueden alterar, que las cartas tratan de mejorar la realidad que describen, que un
biógrafo puede estar interesado en destacar los aspectos buenos de la personalidad de
quien se está contando la vida. Raramente los arqueólogos enfrentan estos problemas.
Binford dice que muy difícilmente alguien en el pasado haya alterado intencionalmente
el contexto, por eso el registro arqueológico tiene capacidad explicativa propia.
Los historiadores tienen recursos metodológicos para poder leer de modo seguro
sus documentos, distinguiendo los intereses que subyacen en su redacción. Y esos
recaudos también los toman los arqueólogos que se nutren de las fuentes escritas como
fuentes de hipótesis. A menudo los documentos históricos nos sirven para identificar
lugares de ocupación antiguos y conocer a través de las fuentes escritas los modos de
vida en ese asentamiento. Esto nos permite, al excavarlo, relacionar los hallazgos con
lo que se conoce del sitio por las fuentes escritas.
En América son muy importantes los relatos que los viajeros europeos hicieron
sobre la organización social, económica, costumbres, etc. de las sociedades que
habitaban el continente en los primeros momentos de la Conquista y, en algunas
regiones como la Patagonia y la llanura chaqueña, estas informaciones llegan hasta las
primeras décadas de este siglo. La disciplina que se ocupa de estos cuatro siglos de
historia americana contados a través de la visión de los europeos, a lo que se puede
sumar la documentación de los gobiernos coloniales o las fotografías y dibujos, entre
otros documentos, es la Etnohistoria, que constituye una fuente de hipótesis para la
arqueología.

Campos de acción de la arqueología en la actualidad

RyB dicen que la arqueología es una iglesia tolerante que abarca muchas
«arqueologías» diferentes. Ya esbozamos la idea de que hay una arqueología que se
ocupa del largo período prehistórico y una arqueología de épocas históricas que en
América y Oceanía se centra en los asentamientos coloniales y post-coloniales y en
Europa en la época clásica y en la medieval y postmedieval. En nuestro país este
campo está tomando un gran auge en los últimos años a partir de investigaciones sobre
el período colonial, los primeros años de vida independiente (por ejemplo trabajos en
las ciudades de Mendoza y Buenos Aires y en las ruinas jesuíticas de San Ignacio y
Santa Ana, en Misiones), los primeros establecimientos españoles en la costa
patagónica (por ejemplo el fuerte de Floridablanca en Santa Cruz, en las proximidades
de San Julián) y la lucha contra los indígenas en la pampa durante la segunda mitad del
siglo pasado. Un ejemplo de este último caso se da en el Fuerte Blanca Grande.
cercano a Olavarría (provincia de Buenos Aires) donde un grupo multidisciplinario
está estudiando, sobre la base de las teorías y métodos de la arqueología, los modos de
vida de los militares y civiles en estos establecimientos y las relaciones sociales y
económicas que establecían entre sí y con los grupos indígenas.
Esta gran división cronológica se acentúa con nuevas subdivisiones: el Paleolítico

71
M Garreta - C Bellelli (Comp.)

Inferior, Medio y Superior para Europa, Cercano Oriente y norte de África; o los
cazadores-recolectores de hace 11.000 años en nuestro país, las culturas de
Mesoamérica o Perú, la egiptología, la arqueología clásica de Roma y Grecia .....
Además de estas distinciones cronológicas, existen especialidades que pueden
colaborar en períodos arqueológicos diferentes:
- Arqueología ambiental: los arqueólogos junto con científicos formados en otras
ciencias estudian el empleo humano de plantas y animales (Paleobotánica y
Zooarqueología) y el modo en que se adaptaron las sociedades del pasado a un entorno
en continua transformación (estudios paleoambientales).
- Arqueología subacuática: en los últimos 30 años se ha convertido en una
actividad sumamente científica que toma como registro arqueológico a los barcos
naufragados y los procesos que sufrieron desde su hundimiento. Es así posible conocer
aspectos de la economía, las rutas marítimas, el comercio, la guerra, etc.
- Arqueología de rescate: actúa de modo rápido en situaciones en que peligra la
integridad de los sitios de interés arqueológico.
- Arqueología de género: se ocupa de estudiar los sistemas de género (femenino/
masculino) en épocas prehistóricas o históricas a través de los problemas y métodos
arqueológicos7. Se trata de la utilización de la categoría «género» para ilustrar cómo la
producción y manipulación de los restos materiales que conforman el registro
arqueológico puede ser asociada con las mujeres o los hombres. Permite, además,
observar los roles productivos y las contribuciones de mujeres y hombres, hacer
inferencias sobre la división del trabajo entre ellos, observar cómo los objetos
materiales participan en la constitución de identidades y significados sociales y
explorar cómo una categoría social como «lo femenino», por ejemplo, puede haberse
constituido en las sociedades del pasado y cómo pudo haber actuado en ellas (Conkey
y Gero 1991).
- Arqueología histórica o «de momentos históricos»: permite abordar temáticas
correspondientes a momentos históricos tomando a los documentos de todo tipo que
son base de la investigación histórica, como fuente de hipótesis a contrastar en el
registro arqueológico. Las sociedades que cuentan con documentos históricos también
generan evidencia de tipo arqueológica y sobre ésta opera la investigación. La
arqueología no necesita probar la existencia de un hecho histórico (los documentos
históricos ya hablaron de él), pero sí la arqueología puede decir mucho sobre la
naturaleza de estos hechos; por ejemplo sobre aspectos de lo cotidiano que para la
historia han sido anecdóticos, no fueron tomados en cuenta o «no tuvieron importancia

7
El concepto de género está «... construido cultural y socialmente y es histórica y culturalmente contingente,
reconociendo que los roles y las relaciones de género están constituidas y tienen significados de maneras
histórica y culturalmente específicas. El género es, entonces, un elemento constitutivo de las relaciones sociales
humanas, basado en diferencias y similitudes entre mujeres y varones que son culturalmente percibidas y están
culturalmente inscriptas» (Conkey y Gero 1991:8).

72
La trama cultural

histórica» para los historiadores que trabajaron con fuentes escritas (Goñi y Madrid,
1995).
Finalmente, es necesario hacer una aclaración. Cuando muchas veces nos
preguntan por nuestra profesión, al escuchar la palabra "arqueólogo/a", nuestro
interlocutor inmediatamente nos pide más información sobre el último hallazgo de
dinosaurios en algún remoto lugar del planeta que leyó en el diario del domingo.
Entonces, si tenemos ganas, comenzamos una explicación que, resumida, es lo que
ustedes acaban de leer: la arqueología es la ciencia del registro arqueológico y no tiene
nada que ver con los dinosaurios. Estos se extinguieron millones de años antes de que
la especie humana hiciera su aparición en el planeta. Por supuesto que los dinosaurios
tienen una gran importancia, pero la ciencia que los estudia a través de sus restos
fosilizados, del mismo modo que a todos los animales extinguidos, es la Paleontología.

Bibliografía

BINFORD, L.
1991. En busca del pasado. Ed. Crítica. Barcelona.
CONKEY, M y J. GERO
1991. Engendering Archaeology. Women and Prehistory, Basil Blackwell Editores.
GOÑI , R. y P. MADRID
1995 Arqueología sin hornear: sitios arqueológicos históricos y el Fuerte Blanca
Grande, MS.
JOHNSON, M.

2000 Teoría arqueológica. Una introducción. Editorial Ariel, Barcelona.

73
M. Garreta - C Bellelli (Comp.)

NAMI, H.G.
1992. El subsistema tecnológico de la confección de instrumentos líticos y la
explotación de los recursos del ambiente: una nueva vía de aproximación. Shincal
2:33-53.
POLITIS, G.G.
1996. Nukak. Instituto Amazónico de investigaciones Científicas Sinchi.
RENFREW, C. y P. BAHN
1993. Arqueología. Teorías, métodos y práctica, de C. Akal Ediciones. Madrid.
YACOBACCIO, H.D.
1988. Arqueología Contemporánea Argentina. Introducción. Ediciones Búsqueda.
Buenos Aires.

74
Pensar la arqueología desde el sur

Thinking about archaeology from the south

Virginia m. sAleRno
CONICET - Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA
Ramon Falcón 2647 piso 1 dto. 25 (1406) Capital Federal, Argentina
vmasalerno@gmail.com

Recibido: 19-06-2012
Aceptado: 13-10-2012

Resumen
Hacia fines del siglo XX, la confluencia de diversos movimientos que incluyeron una amplia gama de agentes, prácticas
y usos sociales en relación con la materialidad arqueológica, dio lugar al desarrollo de la Arqueología Pública. En el
marco de esta línea de trabajo, se vienen elaborando programas de acción, enfoques analíticos y reflexivos que abordan
la relación pasado-presente y el posicionamiento de los arqueólogos en estos procesos. En este trabajo se propone que
es necesario abordar la articulación arqueología-sociedad anclándola en las características del universo que le dan
sentido. Para discutir este postulado se consideran los procesos históricos que particularizan la Arqueología Pública
en América Latina donde el conocimiento arqueológico se construyó como el conocimiento sobre el pasado de “otros”,
excluidos de “nuestra” historia. Además se propone la existencia de una agenda de problemas comunes que conforman
la Arqueología Pública en los países del “Sur geopolítico” (Latinoamérica, Oceanía y África).

PAlAbRAs clAve: Arqueología Pública. América Latina. Alteridad. Ética Profesional.

AbstRAct
By the end of twentieth century, the confluence of various movements which involved a wide range of actors, social
customs and practices in relation to the archaeological materiality resulted in the development of Public Archaeology.
Within this framework, some programs of action and also reflective analytical approaches have been developed. The
last addressed the past-present relationship and the positioning of the archaeologists in these processes. In this paper, it
is emphasized the necessity of considering the relation between archaeology and society inside the social and historical
features of the universe that give them meaning. With the aim of discussing this assumption, the historical processes
that particularize the Public Archaeology in Latin America are examined; in this development, the archaeological
knowledge is constructed as knowledge about an ‘other’ which is not recognized as a part of ‘our’ history. Finally, a list
of problems related to Public Archaeology in the Southern countries (Latin America, Oceania and Africa) is proposed.

Ke ywoRds: Public Archaeology. Latin America. Alterity. Professional Ethics.

sumARio: 1. Introducción. 2. Ayer, hoy, era mañana. La Arqueología Pública como línea de investigación. 3. Arqueolo-
gía y alteridad en América Latina. 4. Pensar la Arqueología Pública en el “Sur”. 5. Reflexiones finales.

Complutum, 2012, Vol. 23 (2): 191-203 191 ISSN: 1131-6993


http://dx.doi.org/10.5209/rev_CMPL.2012.v23.n2.40885
Virginia M. Salerno Pensar la arqueología desde el sur

1. Introducción do de esta concepción, en este trabajo se discute que


la Arqueología Pública tiene características distinti-
La época actual se caracteriza por la intensificación vas dependiendo de los procesos históricos a partir
y el aumento en la circulación del conocimiento y la de los cuáles el estudio de la materialidad arqueo-
heterogeneidad de los agentes que intervienen en las lógica se organizó como actividad social. Con este
interpretaciones del pasado (Ruiz Zapatero 2002). fin, primeramente se presentan algunas considera-
estos movimientos han tenido diferentes causas y ciones teóricas sobre el desarrollo de esta línea de
duraciones que involucraron una amplia gama de investigación, para luego abordar las particularida-
agentes, prácticas y usos sociales en relación con des de la Arqueología Pública en las sociedades la-
la materialidad arqueológica. Pueden mencionarse tinoamericanas. Finalmente se propone una serie de
tanto a las reivindicaciones de pueblos originarios aspectos comunes a los países del “Sur geopolítico”
y afroamericanos para ampliar su participación en (Latinoamérica, Oceanía y África) donde el legado
la gestión y producción de conocimiento sobre su de las diversas trayectorias coloniales conllevaron
pasado (Trigger 1992, Johnson 2000), como a los la construcción de relatos históricos duales que re-
procesos de apropiación y de activación patrimonial chazan la diferencia e invisibilizan la desigualdad
con fines comerciales, turísticos, científicos, educa- (lander 2000, lahiri et al. 2007).
tivos o empresariales, entre otros (ballart 1997).
Frente a esta situación, desde el campo arqueoló-
gico se han revisado los modos en que conocimien- 2. Ayer, hoy, era mañana. La Arqueología Públi-
tos y referentes materiales adquieren significativi- ca como línea de investigación.
dad fuera del campo académico. Estos abordajes se
están sistematizando dentro de una línea de investi- Hacia fines del siglo XX la confluencia de una serie
gación que se ha llamado Arqueología Pública (Mc- de procesos sociales, económicos y políticos gene-
Gimsey 1972, Schadla –Hall 1999, Funari 2004, raron modificaciones sustanciales en el modo en
Merriman 2004, Saucedo-Segami 2006, Segobye que la arqueología y los materiales arqueológicos
2006, Almansa Sanchez 2011, dansac 2012). esta adquieren significatividad en el presente. Para la
línea de trabajo no sólo trata sobre productos ar- arqueología fueron significativos los movimientos
queológicos (programas educacionales, materiales de las ciencias sociales que discutieron los senti-
de transferencia, actividades museísticas, etc.) sino dos del pasado en el presente (Berger y Luckman
también sobre procesos de negociación y creación 1968, Hobsbawn y Ranger 1988, lowenthal 1998),
de sentidos en torno a la materialidad arqueológica las luchas de comunidades indígenas y otras mino-
(Funari 2004, Merriman 2004, Segobye 2006). Se rías sociales por participar en la interpretación de
incluye una diversa gama de temáticas entre las que su propio pasado (Hirst 1997, Johnson 2000, Ayala
pueden mencionarse la consideración de estrate- et al. 2003, Fernández Murillo 2003, byrne 2004,
gias comunicativas por parte de los investigadores; Curtoni 2004, Fernández 2005, McNiven y Russell
la investigación de representaciones sociales de la 2005, Segobye 2006) y los movimientos de capi-
arqueología en el presente (Hall 2004, Hernández tal que llevaron a la definición de los materiales
1997, lemaitre y Schall 2009, Salerno y pupio arqueológicos como bienes culturales, con nuevas
2009, entre otros); y el estudio de los procesos de modalidades de exposición y un creciente proce-
transformación de los referentes del pasado en mer- so de mercantilización de los mismos (Merriman
cancías o en lugares emblemáticos que, como parte 2002, Ruiz Zapatero 2002, Almansa Sánchez 2011).
del patrimonio cultural, legitiman ciertas narrativas en conjunto, estos procesos dieron lugar a nuevas
sobre otras (ballart 1997, Querol 2001, Ruiz Zapa- formas de entender los vínculos entre pasado y
tero 2002, Gnecco 2004, entre otros). en todos los presente (ballart 1997) y entre ciencia y sociedad
casos, la reflexión sobre las acciones destinadas a (Salomón 2008). En este contexto los arqueólogos
generar formas de comunicación, diálogo e inter- formularon interrogantes y expectativas en torno a
consulta con distintos grupos sociales, se relaciona su práctica, dando lugar a los desarrollos de la Ar-
con imperativos éticos y responsabilidades deriva- queología Pública.
das de la arqueología entendida como una profesión Entre los nombres que se han ensayado para de-
social (Merriman 2004). signar esta nueva línea de indagación, la expresión
Desde este enfoque la ciencia es entendida como Arqueología Pública se impuso a pesar de las ambi-
una actividad que se lleva a cabo en múltiples con- güedades que se derivan en torno al adjetivo. Este
textos sociales (Echeverría 1998). De este modo se es el nombre de las primeras revistas especializadas
diluye el ambiguo límite entre teoría y práctica, dua- totalmente dedicadas al tema: Public Archaeology
lismo que remite a la dicotomía entre ciencia pura y desde el año 2000, revista internacional producida
ciencia aplicada del pensamiento moderno. partien- desde la universidad de londres (University Co-

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Pensar la arqueología desde el sur Virginia M. Salerno

llege London), y desde el año 2006 Arqueología En este sentido cabe preguntarse a quiénes repre-
Pública, revista de la Universidade Estadual de sentan los materiales arqueológicos (Johnson 2000,
Campinas (brasil). Además de estas ediciones, las Funari 2004, Mapunda y lane 2004, entre otros).
discusiones sobre este tema tienen amplia visibili- por su parte, los estudios sobre los procesos de ob-
dad en los espacios virtuales de intercambio acadé- jetivación de la materialidad arqueológica en tér-
mico1. en estos se presentan recursos y actividades minos patrimoniales, nos recuerdan las relaciones
para la comunicación entre los arqueólogos y el pú- de poder que median la definición de límites entre
blico, se discuten los resultados de diversas expe- especialistas y no especialistas, entre arqueólogos y
riencias comunicativas y con menor frecuencia, se público (ballart 1997, londoño 2003, entre otros).
incluyen reflexiones teóricas sobre la relación entre en consonancia con estas ideas, dansac (2012)
arqueología y sociedad. A diferencia de los ámbitos menciona tres ejes de discusión que fundamentan el
de discusión tradicionales de comunicación cientí- desenvolvimiento de la Arqueología Pública:
fica, los espacios virtuales tienen costos menores,
“a) la exclusión histórica que ha tenido la
mayor flexibilidad y rapidez para dar visibilidad a gente en la construcción y presentación del pa-
las nuevas ideas (Romanos de tiratel 2008). por trimonio cultural, b) a la falta de reflexión en
estos motivos, la información que circula en ellos las implicaciones socio-económicas y políticas
resulta un indicador interesante para pensar en la que conlleva el estudio o conservación de un
emergencia de nuevos problemas de investigación. sitio arqueológico para las comunidades próxi-
En congruencia, las narrativas sobre la arqueología mas, c) y a la nula o escasa comunicación con
y los textos de difusión incluidos en estas páginas la gente para la cual se desentierra y explora
sintetizan, reorganizan y presentan conocimientos a diariamente el pasado”.
una variedad de audiencias que incluyen la comu-
nidad disciplinar de los propios autores (Hochadel estos ejes remiten a recorridos históricos e ins-
2009), contribuyendo de esta manera a la formación titucionales que hicieron posible la investigación
de consenso sobre las teorías en discusión dentro arqueológica en un determinado lugar. Se incluyen
del campo disciplinar (echeverría 1998, Hochadel aquí relaciones humanas que se entretejieron articu-
2009). lando ideas, objetos, presente y pasado. en este sen-
En los variados abordajes de la Arqueología Pú- tido, lo interesante de esta propuesta es que pone en
blica pueden advertirse dos ejes a partir de los cua- primer plano los procesos históricos a partir de los
les se construyen sentidos en torno a lo “público”: cuáles el estudio de la materialidad arqueológica se
como espacio de interacción de la sociedad civil y/o organizó como actividad social y nos recuerda que
como parte de la esfera del estado (Merriman 2004, no es posible pensar la articulación arqueología-
Almansa Sánchez 2011). Ambos remiten a dos ma- sociedad sin anclar estas indagaciones en las carac-
trices conceptuales que formaron parte de los de- terísticas del universo que le da sentido.
bates analíticos sobre esta categoría dentro de las desde esta perspectiva se pueden analizar las
ciencias sociales (Minteguiaga 2008). en el primer tempranas reflexiones sobre las incumbencias de
caso, se trata de un enfoque centrado en la historia la Arqueología Pública en las dos primeras revis-
de los espacios y esferas de debate e intercambio tas especializadas sobre el tema mencionadas ante-
comunicacional. en el segundo caso, la relación riormente. en el editorial del primer número de la
entre lo público y lo estatal se organizó en vínculo revista inglesa Public Archaeology, Neal Ascherson
con el estudio de las políticas públicas (Minteguia- (2000) expresa que la Arqueología Pública surge
ga 2008). Ambas formas de entender lo público no en Gran bretaña asociada a los movimientos post-
deberían considerarse excluyentes entre sí, en tanto sesenta cuando esta disciplina “abre” su campo.
se trata de un espacio complejo que se sustenta a la Asimismo, el autor relaciona dicha apertura con la
vez en: ética profesional; con una serie de actividades rela-
cionadas con la interpretación y manejo del pasado
“la capacidad asociativa, participación, de- en el presente y con el reconocimiento de responsa-
liberación y auto-organización de la sociedad bilidades sociales y políticas derivadas del estatus
civil, como en la universalidad que el Estado profesional de la arqueología. Seis años después,
debe asegurar para tornar efectiva la promesa en el editorial del primer número de Arqueología
democrática” (Iazzeta 2008:50). Pública, editado en el Núcleo de Estudios Estratégi-
Aplicadas a la arqueología, las distintas aproxi- cos de la universidad estadual de Campinas de San
maciones a lo público conllevan diversos posicio- Pablo, Pedro P. Funari y Erika M. Robrahn-Gon-
namientos sobre el lugar de las organizaciones pri- zález (2006) proponen que la expresión Arqueolo-
vadas y del estado en la investigación, protección gía pública puede entenderse como una acción con
y comunicación del conocimiento arqueológico. el pueblo, una ciencia aplicada en beneficio de las

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Virginia M. Salerno Pensar la arqueología desde el sur

comunidades y de los diferentes grupos sociales, 1999). Existe acuerdo en que las nacientes ciencias
aludiendo con esto a los procesos de negociación y del siglo XIX (filología, arqueología, historia, etno-
a los conflictos derivados de los procesos de inter- logía, antropología, paleontología) produjeron un
pretación del pasado. imaginario sobre el mundo social de los domina-
Se trata de dos definiciones cuyas diferencias se dos. este se vincula con el pensamiento de la Ilus-
derivan de dos geopolíticas: un país colonizador, tración y fue explicado por Dussel (1994) como el
un continente colonizado (escobar 1998, lander mito eurocéntrico de la modernidad que afirma la
2003). en ambas propuestas el reconocimiento del existencia de un proceso histórico lineal en el cual
proceso de profesionalización de la disciplina y las europa, y con ella la ciencia moderna y el capitalis-
regulaciones éticas de la acción son dos dimensio- mo naciente, se proponen como lugar privilegiado
nes que confluyen en la delimitación del especia- de enunciación y producción de conocimientos. A
lista y sus funciones frente a otros no especialistas. partir de este imaginario no sólo se legitimó el po-
Sin embargo hay diferencias en la manera en que der imperial en el nivel económico y político sino
se proponen estas delimitaciones y funciones. en que se construyeron los presupuestos epistemológi-
el primer caso se pone el acento en el proceso de cos de las nacientes ciencias sociales, entre ellas la
reconocimiento del arqueólogo como una actividad arqueología (Dussel 1994, Mignolo 1995, Lander
más en el presente y de los objetos arqueológicos 2003).
como su producto. en el segundo, la discusión de En América Latina las estructuras científicas
la articulación arqueología-sociedad incluye el con- que promovieron el estudio del pasado se funda-
trovertido rol de la arqueología en América Latina ron en asociación con los ideales modernizadores
y se construye en torno a una toma de posición con de las elites gobernantes de la segunda mitad del
respecto al rol del profesional. este posicionamien- siglo XIX (Saldaña 1993). las investigaciones ar-
to busca comprometerse con la diversidad de tra- queológicas contribuyeron a la elaboración de un
yectorias históricamente excluidas e invisibilizadas relato histórico que legitimó los proyectos nacio-
mediante las narrativas construidas desde la arqueo- nalistas de aquéllas (ver Fernández Murillo 2003
logía en este continente (díaz-Andreu 1999; dussel para bolivia, Gnecco 2004 en Colombia, Verdesio
1994). 2004 en uruguay, piñon 2008 en brasil, podgorny
de estas diferencias se desprenden no sólo dis- 2009 en Argentina). en ese momento los museos y
tintas formas de abordajes entre distintos centros “Sociedades Amigas”, instituciones que avalaron la
de estudio, también se incluyen diferentes crite- actividad científica en general y la arqueología en
rios para la definición de problemas y modos de particular (Arenas 1989/90), se caracterizaron por
resolverlos. Por ello consideramos que los proble- las relaciones de dependencia con los centros hege-
mas susceptibles de ser investigados en el marco mónicos y el objetivo imperioso de inserción y visi-
de la Arqueología Pública son inseparables de las bilidad internacional que perseguían las dirigencias
trayectorias históricas a través de las cuales en un locales (Mantegari 2002). es relevante mencionar
determinado lugar la arqueología se legitimó como que en el impulso de estas instituciones, tuvieron
actividad social, ya que abordar la arqueología y sus una participación determinante diversos estudiosos
objetos en términos de productos y no en términos y especialistas extranjeros. Estos agentes delinearon
de procesos de construcción social y simbólica, im- la selección de estrategias y criterios académicos y
plicaría desconocer las relaciones de desigualdad organizativos de estas nuevas instituciones para la
a través de las cuales esta disciplina se constituyó actividad científica, principalmente asociadas al de-
(Galison 1991, bourdieu 2003). Siguiendo esta lí- sarrollo del “saber natural” (Mantegari 2002).
nea de pensamiento, en el próximo apartado se pos- En este contexto, el marco epistemológico para
tulan una serie de consideraciones que nos permi- los estudios arqueológicos se organizó con base en
tirán contextualizar los estudios de la Arqueología los estudios de la arqueología prehistórica desarro-
Pública en América Latina. llada a fines del siglo XIX (Gnecco 2004, Haber
2004, Nastri 2005, londoño 2007, piñon 2008, pe-
goraro 2009, Meneses pacheco 2010, Carrizo 2010).
3. Arqueología y alteridad en América Latina la novedad de los estudios prehistóricos residió en
la aceptación de que la antigüedad del ser humano
para pensar las múltiples formas de articulación de no podía limitarse a las propuestas bíblicas y su po-
la arqueología en las sociedades latinoamericanas, sible convivencia con animales extintos, tesis que
dos dimensiones ineludibles vinculadas a su trayec- se sostuvo gracias a la confluencia de los conoci-
toria histórica son la situación colonial y los mo- mientos geológicos, los hallazgos arqueológicos y
vimientos nacionalistas independentistas de princi- las ideas plasmadas por darwin sobre el origen de
pios del siglo XIX (lumbreras 1974, díaz-Andreu las especies (Daniel 1973). Este enfoque promovió

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Pensar la arqueología desde el sur Virginia M. Salerno

el estudio del pasado humano remoto utilizando datos etnológicos y documentales prevalecieron
como marco interpretativo el sistema cronológico como fuente para interpretar y explicar los materia-
de las tres edades (edad de piedra, edad de bronce les arqueológicos (Fagan 1972, Politis 1995, Nastri
y Edad de Hierro), definidas principalmente en base 2005, Nastri y Ferreira 2010).
a referentes europeos, para explicar y estudiar los Como resultado de estos procesos, el pasado
hallazgos arqueológicos de todo el mundo (Daniel americano como objeto de estudio de la arqueolo-
1973, podgorny 2009). gía fue discursivamente naturalizado mediante la
Es sabido que en este esquema universal la de- construcción de las nociones de tiempo y alteridad
finición de las sociedades del pasado se realizó en (Haber 2004). Al respecto resulta esclarecedora la
contraposición con las del presente, construyendo relación que propone Augé (1994) entre antropolo-
discursos de alteridad donde el “nosotros” estaba gía e historia en torno a la naturaleza de su objeto.
representado por la sociedad europea occidental. Mientras la historia puede pensarse como una dis-
los “otros” representaron lo incompleto, el camino ciplina que se desplaza en el tiempo para conocer el
por el cual la humanidad toda llegaría a las carac- pasado de sociedades próximas, la antropología es-
terísticas del “nosotros” (Fabian 1983, Hernando tudia el presente de sociedades diferentes, teniendo
2006). A la vez, para explicar la diferencia entre como eje el desplazamiento espacial (Fabian 1983).
culturas se utilizaron las ideas racistas del evolucio- Por ello, en gran parte de la arqueología america-
nismo lineal, conformando un alineamiento teórico na puede considerarse un doble desplazamiento: en
entre arqueología y etnología europea que Trigger el espacio y en el tiempo. este sería el caso de las
(1992) caracterizó como “síntesis imperial”. Con investigaciones que abordan el estudio de proce-
fines comparativos se promovió el intercambio de sos poblacionales que forman parte de la historia
novedades y datos a través de redes privadas y pú- de “otros”, excluidos de las identidades nacionales
blicas que contribuyeron a la formación de un sen- (Wolf 1987, Londoño 2007).
tido de pertenencia entre estudiosos del tema dentro esta dualidad de origen está presente en la ma-
de un esquema de producción de conocimientos de- nera en que los agentes sociales dan sentido a la
finido como universal (Trigger 1992, Piñon 2008, información sobre el pasado, generando representa-
podgorny 2009). ciones diversas sobre el conocimiento arqueológico
los discursos forjados en estas relaciones de y la narrativa histórica. A su vez es parte del modo
dependencia (teórica y política) confluyeron en la en que los arqueólogos se posicionan como produc-
forma en que los estudiosos del pasado americano tores de conocimiento en relación con otros agentes
fueron organizando sus interpretaciones y prácticas sociales (Haber 1993). por estos motivos estamos
arqueológicas, a la vez que se distinguieron de otros de acuerdo con Joan Gero (2000) en que el desarro-
sujetos sociales y otras formas de interpretar el pa- llo de la arqueología en una trayectoria de profesio-
sado. en un ámbito de disputas sobre las interpre- nalización exclusiva, organizada de forma interna-
taciones del pasado, los arqueólogos latinoamerica- cional, redujo la diversidad de agentes autorizados
nos construyeron su legitimidad en contraposición para estudiar el pasado e impuso las interpretacio-
con dos frentes. por un lado, los no-especialistas nes producidas en los centros dominantes. para dar
locales, que fueron desplazados de su derecho de perspectiva a esta discusión, en el próximo apartado
enunciación con respecto a su propia historia, pero retomamos cómo estos aspectos impactaron en las
que eran portadores de saberes con relación a los formas en que se comenzó a desarrollar la Arqueo-
lugares donde se encuentran los materiales arqueo- logía Pública en América Latina, incorporando la
lógicos. por el otro, los especialistas de los centros comparación con otros países del “Sur geopolítico”
hegemónicos, con quienes se mantuvo una relación (Latinoamérica, Oceanía y África) donde las trayec-
de dependencia teórica en función de las estructuras torias históricas coloniales a pesar de sus diferen-
de saber colonial (Nastri y Ferreira 2010). A su vez cias, permiten discutir problemas comunes (lander
el conocimiento que produjeron los arqueólogos en 2000, lahiri et al. 2007).
América Latina tendió a disminuir la importancia
de los logros tecnológicos, culturales y políticos de
las culturas americanas, atribuyéndolos a la influen- 4. Pensar la Arqueología Pública en el “Sur”
cia de otras civilizaciones o negándoles profundi-
dad histórica. De modo tal que las interpretaciones En los países de África y Oceanía se ha señalado
sobre los materiales arqueológicos se realizaron en la importancia de los movimientos de descoloniza-
pos de negar la historia a los indígenas americanos, ción -que dieron lugar a la emergencia de formacio-
a la vez que se los insertaba en un esquema tem- nes estatales autónomas- para el desarrollo de una
poral europeo, concebido como natural y universal práctica arqueológica profesional que respondiera
(Haber 2004, Londoño 2007). En este esquema los a intereses locales (Mapunda y Lane 2004, Parker

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Virginia M. Salerno Pensar la arqueología desde el sur

pearson y Ramilisonina 2004, McNiven y Russell Moreno de Giraldo 1994, Gándara Vázquez 1999,
2005, Segobye 2006). En América Latina fue pri- Conforti et al. 2007, piñon 2008).
mordial la estabilidad derivada de la instauración La relación museos-arqueología también ha sido
de regímenes democráticos durante el último cuarto estudiada desde una perspectiva histórica para con-
del siglo pasado (Politis 1995). En esos contextos siderar la articulación de estos espacios con la inves-
se puso en primer plano la necesidad de una reor- tigación y formación disciplinar (Mazel y Ritchie
ganización política, social, económica y educativa. 1994, podgorny 2004, Macdonald y Schaw 2004,
En lo que refiere a la arqueología, estos cambios Roca 2008). Además, esta perspectiva histórica per-
llevaron a la discusión sobre su proyección social mitió revisar el lugar de estas instituciones en los
en distintos niveles (normativo, educativo, trabajo procesos de profesionalización y de distinción entre
participativo). arqueólogos y aficionados (Ucko 1994, Pupio 2005,
en todos los casos, en los planos normativos e piñon 2008). en ambos casos los estudios eviden-
institucionales se hizo patente la necesidad de refor- ciaron la compleja trama en la que se entrelazan los
mas para actualizar los marcos de protección, ges- vínculos existentes entre la producción de conoci-
tión e investigación de los materiales arqueológicos miento arqueológico y diversos agentes sociales.
naturalizados en términos de patrimonio cultural En conjunto, puede decirse que estos estudios
con dispares niveles de efectividad (durán Serrano y propuestas más que acciones continuas, homo-
2001, piazzini 2001, Richardson III 2001, endere géneas y lineales, son tácticas fragmentarias en
y Rolandi 2007, Guraieb y Frère 2008). Es desta- geopolíticas signadas por la organización burocrá-
cable que en algunos casos, como el de Bolivia y tica y la escasez de recursos humanos y financieros
Argentina, estos movimientos desembocaron en el para la protección y gestión de la información y de
establecimiento de un modelo de nación pluricultu- las colecciones arqueológicas. Entendiendo “pro-
ral (podgorny 1999, lima tórrez 2003). en otros tección” en un sentido amplio que incluye desde
lugares, como uruguay y Colombia, se buscó ge- aspectos relacionados con las condiciones de con-
nerar las condiciones institucionales para facilitar la servación de las colecciones en los museos públicos
existencia de proyectos globales que incluyeran la y espacios de investigación, hasta los mecanismos
comunicación de resultados (lópez y Reyes 1994, institucionales para evitar el tráfico ilegal de ma-
Curbelo y Cabrera Pérez 1992, López Mazz 2004). teriales arqueológicos. Así por ejemplo, en Costa
en cuanto a los espacios educativos, se esta- Rica la normativa adoptada en el año 1999 tendió
blecieron críticas a los sesgos de las narrativas de a disminuir las protecciones estatales de los mate-
las historias nacionales oficiales reproducidas me- riales arqueológicos a favor de la incorporación de
diante la enseñanza formal (podgorny 1999, Funa- la práctica privada sin controles éticos del queha-
ri 1994, Mapunda y Lane 2004, Parker Pearson y cer arqueológico (Calvo Mora et al. 2001). la falta
Ramilisonina 2004, Kojan y Angelo 2005, Segobye de códigos de ética y marcos de regulación de la
2006, tantaleán 2010). de la misma manera, los práctica profesional de los arqueólogos también se
museos fueron objeto de diversos análisis relacio- ha destacado como un inconveniente en Argentina
nados con la conservación de las colecciones, las (Endere 2001), en el este y sur de África (Mapunda
representaciones de las narrativas museográficas y y lane 2004, Segobye 2006) y en Chile (durán Se-
los modos de participación que éstos posibilitaban rrano 2001), entre otros.
(Odak 1985, Téllez 2002, Fernández Murillo 2003, Para finalizar, proponemos una reflexión en rela-
Godoy Gallardo et al. 2003, Parker Pearson y Ra- ción con los problemas derivados de la “participa-
milisonina 2004, Angelo 2005). Como correlato de ción”. En el contexto argentino, el creciente interés
estas revisiones, aumentó la creciente preocupación de distintos agentes en las comunidades locales por
y participación de equipos de arqueología en la or- la materialidad arqueológica anunciado por Endere
ganización de actividades educativas de perfeccio- (2001) se relacionaba con dos tendencias. por un
namiento docente y en la reformulación de guiones lado, las firmes demandas de participación de gru-
museográficos en los ámbitos locales (Odak 1985, pos indígenas en la gestión de sus referentes del
Quintana 1999, Pupio y Visotsky 2001, Londoño y pasado y por el otro, la proliferación de empren-
Guatavita 2003). estos trabajos pusieron en primer dimientos privados destinados a explotar sitios ar-
plano el lugar de los museos como mediadores entre queológicos como recursos turísticos. Hoy puede
comunidad e investigación y como espacio públi- decirse que ambos fenómenos se han profundizado
co donde el conocimiento puede ser aprehendido. y se encuentran lejos de ser un caso particular de
la relación entre los museos y la comunidad co- Argentina. por una parte, y como ya se mencionó
menzó a ser replanteada mediante la formulación previamente, desde el último cuarto del siglo pasa-
de programas que promovieron diversas formas de do, los movimientos indígenas en un particular con-
participación (delgado Cerón y Mz-Recaman 1994, texto histórico promovieron importantes revisiones

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Pensar la arqueología desde el sur Virginia M. Salerno

epistemológicas y ontológicas dentro del campo líneas de acción que promuevan el diálogo y uso
arqueológico. En los países del “Sur geopolítico” local del conocimiento arqueológico (Vara y Men-
la visibilidad de estos grupos como sujetos de de- doza 2004).
recho dio lugar a movimientos políticos particu-
larmente complejos, puesto que se enlazan con las
trayectorias históricas de exclusión y marginación 5. Reflexiones finales
coloniales. Estos movimientos también conllevaron
reformulaciones de los marcos legales, políticos y en este trabajo nos propusimos llamar la atención
económicos, principalmente relacionados con la sobre la necesidad de revisar el quehacer de la Ar-
restitución de recursos económicos y simbólicos queología Pública, en el marco de los contextos
(Molinari 2000, durán Serrano 2001, Ayala et al. sociales e históricos particulares que le dieron lu-
2003, Fernández Murillo 2003, Parker Pearson y gar. Tal como se observó, los diferentes contextos
Ramilisonina 2004, endere 2005, Fernández 2005, históricos no sólo conllevan diversos sentidos de
Massa 2008, Ramos 2009). lo público, sino también disímiles criterios para la
por otra parte, en el aprovechamiento de la ma- definición de problemas y modos de resolverlos.
terialidad arqueológica con fines turísticos, un lugar estos se vinculan con los recorridos históricos e
común en los países del “Sur geopolítico” se refiere institucionales que hicieron posible la investigación
a los limitados beneficios para las comunidades lo- arqueológica en un lugar; y la presencia de institu-
cales y un uso no sustentable de estos recursos (Var- ciones y agentes sociales que en determinados mo-
gas Arenas 1990, endere 2002, lima tórrez 2003, mentos disputaron/disputarán el valor simbólico del
Nielsen et al. 2003, Crespo 2006, Segobye 2006, precedente.
endere y Rolandi 2007, onetto et al. 2008). A esto en el caso de los países del “Sur geopolítico”
se suma que en las últimas décadas el potencial puede decirse que como parte de los legados de
valor turístico de la materialidad arqueológica fue la experiencia colonial, los relatos históricos se
un eje de las políticas de desarrollo regional bajo erigieron a partir del rechazo de la diferencia, in-
el lema que sustenta el binomio turismo=desarrollo, visibilizando la desigualdad. Diferencias que en
haciendo de su puesta en acción un desafío para el estudio del pasado se concretan en la dualidad
los arqueólogos comprometidos con las realidades señalada entre arqueología e historia. Con el trans-
donde trabajan (Gil García 2005, Nuñez 2006, Se- curso del tiempo, los procesos de exclusión física
gobye 2006, Guraieb y Frère 2008). Además, puede y/o simbólica de grupos nativos ocurrieron junto
agregarse que el turismo es sólo una de las formas con movimientos migratorios y la elaboración de
de actividad económica legitimadas bajo la fórmula nuevas subjetividades en el marco de nuevos con-
del desarrollo que afectan a la materialidad arqueo- textos sociales. Por estos motivos, en la actualidad
lógica. Desde la década de 1990, en el continente coexisten y se desarrollan subjetividades a partir del
americano se ha dado cuenta de los problemas deri- entrelazamiento de prácticas fragmentadas y con-
vados por la implementación de megaproyectos pri- tradictorias que combinan estas diversas trayecto-
vados dirigidos a la explotación de recursos natura- rias históricas, conformando lo que Mignolo (2003)
les (Ratto 2002, Guraieb y Frère 2008, Jofré 2010) denominó la “doble conciencia criolla”, o lo que
y el desarrollo de grandes obras de infraestructura Mia Couto (2003) observó en Mozambique como
(oleoductos y acueductos, represas, entre otros). “ciudadanías diferentes”.
Estos problemas nos recuerdan que la arqueolo- Dentro de este esquema, la organización de la
gía es ante todo una actividad cuyo sentido es parte materialidad arqueológica en el presente se inscribe
del presente y nos advierte sobre la importancia de en el marco de distintos procesos de identificación
tomar una posición frente a determinados procesos y categorización de sujetos, tradicionalmente ho-
sociales. en ese camino consideramos prioritario mogeneizados en la categoría “identidad” (Handler
incluir en la investigación arqueológica la revisión 1996, Brubaker y Cooper 2001). Se trata de proce-
de prácticas y categorías utilizadas para la interpre- sos de apropiación del conocimiento sobre el pa-
tación, producción y gestión del conocimiento so- sado arqueológico ligados a situaciones concretas
bre el pasado en pos de generar nuevos marcos que y que incluyen relaciones identitarias, económicas
posibiliten el reconocimiento de distintos agentes e y políticas, entre otras (Salerno 2011-2012). Aquí
intereses comunales. Es por ello que entendemos el nos interesa destacar que el modo en que la rela-
trabajo de investigación y acción incluido dentro de ción arqueología-sociedad se construye puede va-
la Arqueología Pública como una vía para compren- riar entre un abanico de posibilidades que van desde
der cómo y en qué universos de sentido la infor- relatos fetichistas, ahistóricos, que legitiman situa-
mación arqueológica se integra en el presente, con ciones de dominación, a la producción de relatos
vistas a lograr información de base para proyectar críticos, historizantes y por tanto no naturalizados.

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Estos últimos son los relatos que permitirían fun- distribuyen los conocimientos (McGuire y Navarre-
dar una práctica de la “liberación” (dussel 1983). te 1999). Por estos motivos, la reflexión sobre los
Ésta, en tanto que transformación de la realidad, es aspectos éticos debe ser un elemento necesario para
una posibilidad que descansa en la concepción de la el desenvolvimiento de la Arqueología Pública. En-
historia como un proceso dinámico, continuo y de- tendiendo la ética como una faceta dentro del proce-
pendiente de las acciones humanas (lander 2000). so de investigación que aspira a la igualdad dentro
Estas particularidades que afectan a las formas de las relaciones de saber y poder asimétricas que
de construir sentidos en torno a la arqueología en se establecen entre los agentes involucrados (Ran-
el presente, son parte de las contradicciones a partir ce y Salinas 2001). Así, la autocrítica con respecto
de las cuales se erige la efectiva puesta en práctica al rol histórico de la arqueología y la búsqueda de
de la arqueología en los países del “Sur geopolíti- caminos para ampliar la participación y contribuir a
co”. las mismas se relacionan tanto con el lugar visibilizar a poblaciones históricamente no visibles,
de los profesionales y el discurso que se sustenta, en principio pueden considerarse móviles teóricos
como con el contexto social en que se producen y que se enmarcan con esos ideales.

notAs

1. Para un análisis crítico sobre las formas de comunicación entre arqueólogos y públicos a través de estos espa-
cios puede consultarse McDavid (2004). Algunas de las páginas dedicadas específicamente al tema son:
http://www.flpublicarchaeology.org/; http://www.publicarchaeology.eu/; http://publicarchaeology.blogspot.com/;
http://www.arqueologiapublica.es/; http://www.saa.org/publicftp/PUBLIC/home/home.html; http://www.arqueo-
logiapublica.com.br.
https://arkeopatias.wordpress.com

AGRAdecimientos

Este trabajo fue realizado como parte de una beca de postgrado financiada por CONICET y en el marco de dos
proyectos mayores: UBACyT EXP-UBA Nº 18829/2010 (2011-2014) y PICT 2010-1517 (2011 – 2013). Al Dr.
Mariano Ramos, la Dra. María Isabel González, la Dra. Alejandra Pupio y la Lic. María Magdalena Frère por
sus comentarios y sugerencias que nos permitieron enriquecer este manuscrito. A la Dra. Paula Escosteguy por su
colaboración en la traducción del resumen.

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