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Yanay, La niña “Rarita”.

Una tarde en Puquio. Los gallos cantarón con un jarawi, y yo me tuve que levantar
de la cama, quería seguir durmiendo pero mi padre me vio y de enseguida me dijo

-¡Yanay! Ya te levantaste. ¡Apúrate! Nos tenemos que ir.

Me había quedado muy asustada.

-¿A dónde?

-Tengo que irme a trabajar como abogado en un lugar que esta muy lejos de aquí.
pero no te sientas triste, te dejare con tu madrasta y hermanastro en la hacienda
Viseca. Ahí la pasaras bien.

Escuché sus palabras y traté de estar feliz lo mejor que pude.

Mi padre me llevo en su qallapurina, en el camino vi varios sauces pero estaban


destruidas y dañadas. No podría soportar mi indignación y le pedí a mi padre bajar
de la qallapurina.

-¡Basta hija!, no me hagas perder el tiempo. -Dijo mi padre enojado.

-Pero papá, ¿no miras a los pobres sauces?

-Eso no es importante. Ahora entiendo porque en tu escuela te hacían bullying


porque eres una “rarita”.

-No me digas eso, ¡eres mi papá!.

Me puse a llorar por los sauces y ignoré las palabras que me dijo mi padre. Tuve
que ir con el porque me quedaría sola.

A llegar a San Juan de Lucanas, en la hacienda Viseca, me despedí de mi padre


dándole un fuerte abrazo.

El primer día mi madrasta, Sulay. me hizo dormir sobre una cama de pellejos, y
luego vino mi hermanastro Sayri, yo pensaba que me trataría bien pero me trataría
peor que mi madrasta, me hizo que me levantara a las seis de la mañana para
traerle su potro negro Y cuando me puse a tomar un plato de sopa, me quito el
plato de la mano y me lo tiro a la cara.

-Niña fea, por eso nadie te quiere.

-¡Te odio! Me acuerdo cuando mi madre me daba mi riquisimo caldo de mote, tu


no te pareces en nada a ella.

-Tu madre ya murió niña tonta.

-No le hagas caso es una “rarita”, ni su padre lo quiere. -Dijo Sulay, mi madrasta.

Mientras mi hermanastro me insultaba por mi aspecto físico, volaban unas moscas


negras en la cocina.

-¡Fea, eres una india! A partir de ahora te iras a convivir con los indios. -Dijo Sayri,
mi hermanastro.

Me llevo a convivir con ellos en una parte de la hacienda, ellos me cayeron bien,
me fui a dormir y al dia siguiente me levanto una india a las siete de la mañana,
ella se llama Yuria.

Ella y otros indios me hablaron sobre tener una relación armoniosa con la
naturaleza, debo cuidar las plantas, los árboles, los animales sin importa lo que
me digan.

En la tarde siguiente vino mi hermanastro pero esta vez vino para anunciarme que
me pondría en una escuela.

-¡Bienvenida Yanay!, Dijeron Wara, el profesor, Julio, Kusi, Unay y todos los
estudiantes excepto Yuriana y Gregoria que vieron con cara seria a Yanay.

En el recreo vi a Yuriana jugando con el agua con una de sus amigas, Asiri.
-¡No malgastes el agua!, el agua es importante para vivir y algún día se podría
acabar.

-Miren quien vino, la “niña naturaleza” -Dijo Yuriana burlándose con sus amigas.

Yuriana tiro la regadera que estaba en el witron, y yo me agaché y lo recogí y me


puse a regar los sauces que estaban en el patio.

Yuriana me vio y empezó a lanzar pedradas a los sauces.

-¡Yuriana que haces!

-¡Jajaja! Eres una “rarita”, esas plantas no tienen vida. -Dijo Yuriana.

A regresar a clases, El profesor Wara hablo sobre el tema de la naturaleza y


Yuriana reflexiono sobre el tema, yo hable y me felicito por mi buena actitud por la
naturaleza.

Yuriana a la hora de salida me hablo y me pidió disculpas por lo dicho


anteriormente

-Losiento Yanay, gracias por hacerme reflexionar sobre la naturaleza.

-Espero que hayas reflexionado y a partir de ahora hagas buenas acciones por la
naturaleza.

Yuriana se había acordado de su becerrito Zarinacha y lastimosamente su madre


le dijo que había muerto por los maltratos que le había dado Yuriana, Yo también
me sentí triste.

-¡Ya ves Yuriana!, Espero que nunca mas vuelvas a maltratar a un becerro o a
cualquier animal de este planeta.

-¡Perdóname Zarinacha!, dijo Yuriana entristecidamente.


Mi padre me vino a recoger, pensé que vendría mi hermanastro, pero mi padre se
había enterado de los maltratos de mi madrasta y hermanastro y el decidió venir a
recogerme.

Yo me fui a una orilla y me sentí orgullosa de los que me enseñaron los indios en
la hacienda Viseca.

FIN

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