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El domingo hay comida familiar después de misa.

Una tía siempre llega tarde a comer


y todos se molestan por tener que esperarla. Hay algo en sus miradas, especialmente
en eventos importantes como Navidad. Los domingos están cargados de tensión. A
veces las hermanas se encierran a hablar en un cuarto y salen con un gesto de repro-
bación y resentimiento. De repente alguna llora, pero la escena se mantiene debajo
del agua. Son cinco hermanas. Sus esposos no lo advierten, y si se dan cuenta no se
involucran. Ven el fútbol y toman cerveza. Prefiero irme con ellos.
Mi prima tiene 3 años y moretones en los brazos. Estamos a 40 grados. Su mamá insiste que
no se quite el suéter durante la fiesta. Me dijo que ha visto a su mamá llorar mientras lava los
trastes, y también que la ha visto ordenando el refrigerador en la madrugada. Mi tía algunos días
entra a su cuarto, le grita y avienta los juguetes aunque no haya motivos.
Mi prima era ruda, mandona y gritona. Un día de repente cambió. No volvió a tener un pelo sin
peinar, su cuarto estaba impecable y ordenado, ella se convirtió en una muestra de elegancia y
educación. Solo tenía 7 años.
Hoy toca revisión de closet, para ver que mis cajones estén como deben estar. Mi mamá avisa desde su cuar-
to con un grito melodioso, se empieza con los cajones de arriba y me pongo muy nerviosa porque tengo que
aparentar que no tengo miedo, aunque sé lo que me espera. Cualquier resistencia de mi parte puede hacer
que piense que escondo algo. Es cuestión de tiempo que encuentre algún desperfecto y esto se convierta en
un caos. A veces el momento se tarda mas en llegar, pero el tiempo en este closet es relativo y eterno. No
puedo salir de aquí hasta que ella piense que todo este en orden, cosa que nunca sucede. Estoy agachada en
una esquina viendola gritarme y pegarme, tengo que verla a los ojos , “volteame a ver que te estoy hablan-
do! pon atención!, debe haber una separación entre cada bloque de camisetas!” Tiene que parecer que es-
toy aprendiendo una lección, no puedo cansarme porque eso hace que se desespere. La única opción viable
(comprobada por muchos años de experiencia) es aguantar, mostrar sumisión absoluta y fingir respeto. Cuan-
do termina, viene el castigo correspondiente. Por precaución es mejor que no haga ningún ruido durante una
media hora para no despertar un segundo arranque o llamar su atencion para que regrese a mi cuarto.
Mi hermano me dijo que él nunca tuvo revisión de closet.
En Septiembre son las fiestas de covadonga. Voy vestida de española. Hay un número musical de las alumnas de baile español.
El vestido es complicado. Son calzones largos, medias, zapatillas, falda, delantal, camisa y chaleco. Este año voy de aragonesa. Voy
peinada con un chongo relamido con spray y broches encajados. Tengo 5 años. Mi mamá me sienta en la barra de su baño para ma-
quillarme. Sombra azul o verde, la línea negra del párpado superior y despúes la línea del inferior, con la que siempre me lloran los
ojos. Me grita: “No los cierres, te digo!”. Trato con todo mi esfuerzo pero me resulta imposible mantenerlos abiertos. Se me corre
el maquillaje y se desespera. Me manda a mi cuarto para que regrese cuando me deje de llorar. Le digo que no me gusta la línea
de abajo y ella dice: “así es esto”. En el segundo intento vuelve a llorar el ojo, ahora con el rímel. Siento su respiración en mi cara
y esa claustrofobia insoportable. Trato de esperar, de tener paciencia, pero cada vez aguanto menos. Si me desespero me va peor.
Mi mamá me esta hablando y me dice que vaya a su cuarto, voy y ella esta en su cama leyendo y
me dice “mijita quiero que me digas la verdad, ¿Te regaño mucho? De verdad que lo hago por tu
bien. ¿Crees que hay algo que deba cambiar, algo que te moleste o no te guste? Con confianza
dímelo. Para eso estoy; para que nos comuniquemos y digamos lo que sentimos ¿ok?
Y yo le digo que no, que todo está bien. Que es muy buena madre.
Cumplo 15 años. Mi mamá organiza retiros religiosos en un monasterio de Atlanta, Georgia;
donde los días 13 de cada mes se aparece la Virgen. Ésta vez vienen 8 señoras, mi mamá y
yo. Se supone que el viaje es mi regalo de cumpleaños. Es un retiro de una semana en el mo-
nasterio benedictino. Hay un monje que se llama Pablo María con el que mi mamá se dedi-
ca a salvar personas perdidas, me dijo que me iba a hacer oración. Yo lo he visto hacerlo
muchas veces y las personas siempre caían desmayadas. Yo no quería ser parte de eso. Era
mi turno. Puso su mano en mi frente y empezó a hablar. Dijo que iba a tener una carrera
política y que iba a ayudar mucho a los niños. Sentía que me estaba empujando e incliné mi
peso hacia el frente. De repente me caí. Me detuvieron y sentí un segundo de inconcien-
cia.
“Tenía un novio que a mi mamá no le gustaba. Según yo estaba enamoradísima. Un Domingo
él fue por mí a la casa. Mi mamá me dijo que si no lo cortaba yo ella salía y lo cortaba por mí.
Tuve que hacerlo. Fue horrible”. Me contó mi prima, de 22 años.
Mi mamá de chica abría los pájaros muertos del jardín. Les sacaba los órganos con un
bisturí y los guardaba en frascos separados.
A mi abuela no la dejaban ponerse medias, tenia que usar calcetas de niña hasta los 15
años. De niña se vestía de indigente a pedir limosna afuera del teatro por diversión.
Cantaba y bailaba desde chica con su hermana, con la que ya no se habla. -
Mi abuela se metió a clases de control mental y se operó las muelas del juicio sin anestesia
con esta técnica.
Sueño que tengo una hermana mayor, de 14 años, que va a venir
por mi para llevarme con mis verdaderos padres que son unos
reyes. Repito la imagen en mi cabeza una y otra vez. Veo por la
ventana a mi hermana caminando por la banqueta de mi casa
con un armario lleno de vestidos, cargado por dos señores.

Esta historia la conté en tercero de primaria a todos mis compa-


ñeros de salón y la maestra me castigo sin recreo. Nunca entendí
qué tenía de malo.
En casa de mi abuela hay un cuarto lleno de vestidos y disfraces. Mis primas y yo nos disfraza-
mos, vamos al jardín a jugar. Hay un columpio doble que es nuestra máquina del tiempo o bar-
co, según el juego, se necesita boleto para subir, son hojas de árbol, la que consiga la hoja mas
grande sube primero. En el área de los bambús está la bruja. A veces nos subimos a la azotea
porque está prohibido. Hay una casa de muñecas al fondo del jardín, de tamaño real con dos
camas y un buró.

Cuando nos quedamos a dormir ponemos el despertador a la 1, agarramos las corbatas de


mi abuelo y hacemos una cuerda para no perdernos y vamos a la cocina a comer gelatina en
polvo.
Ay prima, me hiciste recordar cuando hablas de nosotros, describes el ambiente de los domingos y
navidad tan claro que el recuerdo casi me asfixia. Cuantas historias cobraron vida en el jardín. Era
nuestro escape, ¿No crees? Mi infancia no hubiera sido la misma sin ese jardín. No hubiera sabido
dónde correr, dónde poder conocerlas a ustedes, porque en nuestras casas, imposible. ¿Coincides?
Mi mamá prefería que no invitara a nadie para no ensuciar., ¿y jugar en el jardín? olvídalo. Manchaba
el piso con mis zapatos, manos, ropa enterrada.”
“Ahora si me peleé con mi mamá a muerte porque me dijo que Mauricio me iba a ser infiel, que
los chavos así acaban con las meseras. Lloré horas y horas.” me dice mi hermana, 20 años.
Ya tengo 25 años. Soñé que había un nido de avispas en el armario. Me despierto y siento
que todo esta lleno de pulgas y garrapatas. Lavo las sábanas a mano porque la lavandería
está cerrada. Baño al perro y en eso me doy cuenta. Algo anda mal. Yo también tengo “eso”.
Compré una perrita de dos meses. Cada vez que la cargo me dan ganas de
ahorcarla. Es extraño porque siempre me han gustado mucho y he tenido pe-
rros desde que nací. Le hablo a mi mamá para contarle y me dice “Ah, si, ya se
cómo. Seguro viene del lado de tu papá”.

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