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blusa floja y continuaba a lavar su pelo. Pero los niñas estaban más y más
bulliciosas.. La abuela perdió su paciencia. Finalmente, tomó una toalla alrededor de la cabeza y entró
de golpe en la habitación, poniéndolas en las camas con una advertencia que se quedaran allí. Al salir
de la habitación oía la nieta de tres años decir:
“¿Quién fue esa?”
5. Mi nieto nos visitaba un día y me preguntaba: “Abuela, ¿sabes de que manera tú y Dios os
parecéis? Trataba de comprender como nos parecíamos pero sin resultado, y dije: “No, ¿cómo nos
parecíamos?”
“Sois viejos…..”
6. Una pequeña chica estaba trabajando diligentemente en el ordenador de su abuelo. Le contaba que
estaba escribiendo un relato.
“¿De que se trata?” preguntó el abuelo.
“No sé, no sé leer”, dijo la chica.
7. No sabía si mi nieta había aprendido los colores ya y me decidía darla una prueba. Yo puntaba a
diferentes cosas y le preguntaba qué colores eran. Ella me contestaba y siempre tenía razón. Me
gustaba “la prueba” y continua preguntándola.
Al fin se fue para la puerta y dijo:
“Abuela, ¿no sería mejor si tratabas de imaginar tú que colores son?”
8. Cuando mi nieto Billy y yo entramos en nuestra cabina de vacaciones teníamos las luces apagadas
hasta que estuviéramos dentro
para que los insectos no nos siguan. A pesar de ello unas luciérnagas lograban
seguirnos. Billy las veía antes de mi, y susurró:
“No vale la pena Abuelo. Ahora los mosquitos nos siguen con linternas”.
¡Pam!
¡Qué risa!
Un día después del almuerzo salí al baño y mis padres me dejaron solo. De
repente, cuando ya estaba sentado haciendo la "caquita", volteé la mirada hacia
mi lado derecho y la sorpresa fue que había una serpiente que estaba cruzando
por debajo de mí. Lo único que hice fue correr como loco a llamar a mi padre y él
del susto corrió hacia mí pensando que me había pasado algo.
En ese entonces le conté a mi papá que había una serpiente en el baño. Mi padre
agarró un palo y fue a matarla pero no pudo, se escapó.
Tardé unos días en volver a meterme en el mar, pero cuando por fin me decidí,
¡ya sabía nadar!
Alegría con las zapatillas y el gato
Cuando llegó la Navidad me regalaron unas zapatillas muy lindas de color rosa y
fue tan grande mi alegría que tan solo la pasaba con mis zapatillas.
Pero en fin, dejé de sufrir porque me regalaron un lindo gato al que llamé
“Calzado” por mis zapatillas.
Pero de repente apareció por segunda vez mi padre, no sabía lo que estaba
pasando y ante eso me puse a llorar.