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La narración empieza mostrándonos a un personaje inmerso en la historia, un NP

(Narrador-personaje) pues se sitúa dentro de esta, sus emociones, acciones, pensamientos y


sentir son influidas directamente por el ambiente al que está dentro, por lo que no es un
narrador exterior.
Al pasar a la historia del Doctor podemos creer que pasa a ser un narrador exterior, debido
a que se dedica a la descripción de otras personas, así como sus acciones, sin embargo,
también se meterá a la historia con sus pensamientos propios, así como afectando
directamente esta al interferir por lo que realmente es una narración todavía de personaje.
La historia utiliza diferentes tipos de descripciones desde el primer inicio.
“El doctor L, que es un guapo joven de treinta años y soltero, ha servido en el Cuerpo
Médico-militar y ha adquirido algún crédito en su profesión” (Altamirano, Clemencia,
1869, p. 9). Podemos observar un claro ejemplo de lo descriptivo más que lo narrativo, ya
que es su función dominante.

También encontramos prontamente descripción referencial, podemos reconocerla debido a


que va describiendo hechos específicos, pero sobre todo reales, en este caso históricos.
También podríamos reconocerle por descripción enciclopedia o informativa: “Las tres
divisiones del ejército franco-mexicano mandadas por Douay, Berthier y Mejía, salidas en
los meses de octubre y noviembre de México en diferentes direcciones” (Altamirano,
Clemencia, 1869, p. 14).
Podemos encontrar la metonimia metafórica, más notoriamente en la parte subrayada pues
da la cualidad de prenda a algo que no lo es, pues realmente se refiere a una cualidad y no
ropa, haciendo un juego de palabras por asociación a que es algo que el comandante porta.
“Mandaba uno de los escuadrones otro oficial, el comandante Enrique Flores, joven
perteneciente de una familia de magnífica posición, gallardo, buen mozo, de maneras
distinguidas, y que las prendas de que acabo de hablar agregaba una no menos valiosa,
y era la de ser absolutamente simpático. Era de esos hombres cuyos ojos parecen ejercer
desde luego en la persona en quien se fijan un dominio irresistible y grato.” (Altamirano,
Clemencia, 1869, p. 18).
Podríamos también atribuir a un mismo fragmento otro tipo de descripción, llevándonos así
a clasificarle en más de una, y así en este caso ser considerado una descripción retórica-
referencial, que va teniendo parte de verdad al describir a Enrique Flores, pero también
metiendo palabras con un peso de significante emotivo que nos haga asociarle de forma
persuasiva a alguien bastante agradable para causarnos una simpatía. Nos da conocimiento
de quién es y su proceder de familia, pero también nos llena de tal persuasión positiva.
Podemos encontrar también, aunque quizá no tan continuamente como las otras, una serie
de metáforas, que justo como se debe, van ajustándose para ir describiendo al mismo ser de
forma individual, aunque continúa, como si se pudiese poner un punto y aparte pero su
serie en conjunto le da más sentido: “Caballeros, he aquí el prodigio, Valle enamorado,
Valle el taciturno, Valle el huraño, Valle el enemigo de las pasiones, Valle el que se reía
con desdén de nuestras debilidades, hele aquí que se humaniza” (Altamirano, Clemencia,
1869, p. 33).

Un último ejemplo de la metáfora metonímica sería el siguiente, que fuera de un contexto puede
llegar a ser ilógica o inentendible, pero dentro de uno se le da una continuidad de sus elementos
en una gran metáfora.

“Adoraba la forma, creía que ella era la revelación clara del alma, el sello que Dios ha
puesto para que sea distinguida la belleza moral.” (Altamirano, Clemencia, 1869, p. 66).

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