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EL MODELO DE KERBRAT-ORECCHIONI

Katherine Kerbrat-Orecchioni (1980) ha concebido un esquema de la comunicación


lingüística destinado a reemplazar al de Jakobson.
La lingüista francesa Catherine Kerbrat-Orecchioni ha realizado una reformulación del
modelo de Jacobson con el propósito de interpretar la complejidad del hecho
comunicativo. Esta reformulación no se relaciona específicamente con las funciones del
lenguaje en la comunicación, sino con los factores del circuito, produciendo una nueva
perspectiva para comprender cómo se construyen y se interpretan las comunicaciones
verbales presenciales y no presenciales, las comunicaciones escritas y las sostenidas por
soportes eléctricos y electrónicos.
Para ello analiza críticamente la noción de código que plantea el lingüista ruso. Según
ella, es inexacto que los dos participantes de la comunicación, aun si pertenecen a la
misma comunidad lingüística, hablen exactamente la misma lengua, y que sus
competencias se identifiquen con el castellano de todo locutor o alocutario. Con esto
quiere significar que la comunicación no se funda sobre un código único compartido por
ambos participantes de la comunicación, sino que cada participante posee su propio
idiolecto, que puede ser o no compatible con otro. De este concepto se derivan:
cronolecto, la lengua utilizada por las diferentes edades: infantes, adolescentes, y adultos.
Sociolecto, que depende del grado de escolaridad. Dialecto, que se relaciona con las
diferentes lenguas regionales: castellano rioplatense urbano porteño, castellano
rioplatense urbano cordobés, o castellano rioplatense rural, son algunos de los ejemplos.
Kerbrat plantea que el código no es absolutamente externo al sujeto, sino que éste lo
construye a partir de todas sus competencias, es decir del conjunto de todas sus
posibilidades lingüísticas, para codificar y decodificar mensajes. Esto significa que el
individuo va adquiriendo la lengua, a medida que va aprendiendo nuevos conceptos, y
ampliando así, su repertorio lingüístico.
También resulta necesario entender el concepto de “competencias”, que poseen tanto el
emisor como el receptor: aquellos saberes y conocimientos en relación al instrumento
comunicativo, a diversos temas y objetos de discurso. Es decir, son diferencias que
existen entre los participantes de una comunicación respecto de la adquisición de bienes
simbólicos y culturales. Las dificultades y facilidades ante distintas circunstancias se
deben a las competencias que se poseen de modo suficiente, fragmentario o nulo. La
adquisición de competencias por parte de los hablantes es permanente y se lleva a cabo
de diferentes modos, y tienen que ver con:
-hábitos y comportamientos,
-experiencias propias y ajenas,
-relaciones sociales, grupales, etc.
Por ejemplo: el código de la lengua es potencialmente común a todos los hablantes, pero
algunos lo utilizan más adecuadamente que otros, según la situación en que se encuentren
y por las que hayan atravesado, ya que el lenguaje se aprende en situación, es decir, bajo
condicionamientos o restricciones que impone la misma práctica. Esto significa que no
todos los sujetos poseen el mismo conocimiento de la lengua ni la misma experiencia, ni
tampoco la utilizan de la misma manera, ni hablan o interpretan del mismo modo. Es
decir, algunos poseen mayor o menor conocimiento que otros para la codificación y la
decodificación de los mensajes.

El esquema hace uso de diversas competencias que el ser humano posee y que
contribuyen a la elaboración del mensaje y, sobre todo, del sentido que se le da al mensaje.
Consideradas todas juntas, incluidas las competencias llamadas lingüísticas y
paralingüísticas, constituyen lo que se denomina competencia de la comunicación. En el
esquema propuesto por C. Kerbrat-Orecchioni ha sido establecida una neta distinción
entre lo lingüístico y lo paralingüístico por una parte y el resto por la otra, evocado bajo
la expresión más bien vaga de “competencias ideológica y cultural”. La autora deja el
segundo aspecto de lado y prefiere insistir en el lazo que existe, en el primero, entre la
competencia lingüística, es decir, el conocimiento de la lengua, y la competencia
paralingüística, que engloba a la mímica y a la gestualización, constata que, al menos en
lo oral, no son separables y que, así, la comunicación es multicanalizable y pasa al mismo
tiempo por la audición y por la visión.
K. Kerbrat- Orecchioni insiste también en el carácter forzosamente esquemático de su
esquema. Corresponde solamente, dice, al “caso más sencillo y, finalmente, más raro de
la comunicación: el de la comunicación a dúo (tete-a-tete)”. Dejemos de lado la
pretendida rareza de este caso; creernos, por el contrario, que es muy frecuente. En
cambio, tiene mucha razón al señalar la existencia de numerosos casos en lo que la
comunicación, incluso permaneciendo “ordinaria”, se desvía del esquema, así como de la
complejidad de las instancias “emisoras y receptoras”. El ejemplo de la comunicación
teatral es revelador, ya que implica una cadena de emisores que van desde el autor a los
múltiples “interpretantes”, actores, director, etc. En cuanto a la categoría del receptor,
convendría afinarla también haciendo intervenir un cierto número de ejes distintivos.
Introduciremos primeramente la siguiente distinción: receptor alocutario (versus) no
alocutario. Es decir, es preciso primeramente distinguir al alocutario, el destinatario
buscado, del no alocutario, el receptor no escogido como tal, incluso si su presencia puede
ser prevista o no prevista: lo es cuando el emisor pretende: que su mensaje sea
interpretado sin saber de antemano por quién. Por supuesto, el lingüística que estudia el
proceso de la comunicación no es alocutario cuya presencia sólo está prevista cuando
graban a micrófono abierto, advirtiendo al emisor que lo va a grabar o dejando que se dé
cuenta.
Componentes del nuevo esquema
-Las competencias lingüísticas son los conocimientos de la gramática de la lengua, es
decir, sobre la correcta formación de enunciados de la lengua. La competencia
comunicativa incluye a la anterior y la pone en circulación junto con otros saberes o
conocimientos de una misma comunidad lingüística.
-Competencias no lingüísticas en la comunicación, es decir, las paralingüísticas: el
lenguaje que no utiliza solamente palabras sino gestos, miradas, mímica, etc., que inciden
en la codificación de los mensajes.
-Competencias cultural e ideológica. La primera reúne los conocimientos que se poseen
en relación con el mundo, es decir, las facilidades o dificultades para interpretar el
universo simbólico. En la competencia ideológica, además del universo simbólico, se
llevan a cabo una serie de procedimientos que permiten la interpretación y la evaluación
de dichos objetos: al conjunto de actitudes interpretativas y evaluativas.
-Determinaciones “psi”. Las competencias anteriores están atravesadas por un conjunto
de determinaciones individuales de las que tampoco el hablante es completamente
consciente, y que pueden alterar en diferentes sentidos los mensajes y la interacción
comunicativa. Se trata de las determinaciones “psi”: componentes psicológicos,
psicoanalíticos y/o psiquiátricos. No es una competencia que el participante adquiere,
sino una determinación a la que se está sujeto.
-Restricciones del universo del discurso. Para comprender el modelo con las
competencias es necesario referirse a las restricciones del universo del discurso, que
operan como filtros en el discurso, en el sentido de que limitan lo que puede y debe ser
dicho según la situación de inscripción de los enunciados. Es posible hablar de
restricciones de género discursivo (Bajtín), es decir de tema, estilo, léxico o de tipologías
discursivas; que actúan como filtros. En términos generales, los tipos de textos son
componentes del género y del discurso, como la conversación o la argumentación. El
relato, por ejemplo, pertenece a la novela y a la crónica periodística; se trata de una
dimensión textual o lingüística relacionada con la competencia lingüística.
Los tipos de discurso son los géneros discursivos que pueden estar compuestos por tipos
de textos en común. Ellos engloban géneros: el discurso periodístico está compuesto por
la crónica, el editorial, la entrevista, la nota de opinión. El discurso literario, por la novela,
el cuento, la poesía, el teatro o el ensayo. El universo de discurso constituye una
dimensión institucional o social, relacionada con las competencias culturales e
ideológicas.
Estos son, en breve síntesis, los componentes para formalizar los modelos de producción
y de interpretación de los mensajes. Se trata entonces, de un esquema que reformula
Kerbrat-Orecchioni del de Jakobson, en el que estos modelos hacen funcionar la
codificación y decodificación de los mensajes bajo las leyes que regulan las diversas
competencias.

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