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La propuesta didáctica sistematizada aquí no tendría utilidad si se aplicara como una receta o una
prescripción para la enseñanza; la finalidad de este texto es compartir unas secuencias de
enseñanza que pueden utilizarse con alumnos de los últimos años del secundario en las
asignaturas como lengua o comunicación, con la pretensión de enseñarles a monitorear o
autocontrolar sus lecturas y sus producciones escritas en el ámbito académico.
Propongo algunas nociones técnicas, como texto, enunciado, signos, géneros, etc.; unas nociones
didácticas (uso, sentido, forma) y denominaciones que pueden parecer algo estructuradas, como:
actividad de lectura y actividad de escritura.
Lo que orienta la propuesta es, en definitiva, la concepción de Bajtin respecto del destinatario
como el otro que dirige “mi” propio texto porque “todo enunciado se construye en vista a una
respuesta”.
La didáctica de la lengua es una disciplina que investiga la praxis escolar desde el punto de vista de
la enseñanza y, a la vez, recibe de los campos disciplinares o áreas de conocimiento de referencia,
entre los que se originan los paradigmas científicos, la presión social para que los objetos
discursivos lleguen a la enseñanza, es decir, se divulguen.
La complejidad de la situación incluye, además, la demanda social que significa la finalidad
concreta de la educación, o sea, el desarrollo de las capacidades discursivas con habilidades
específicas en las actividades de leer y escribir con autonomía aceptable.
Las preguntas que formulo por una parte son las siguientes: las situaciones didácticas cuyos
discursos analizamos como especialistas, ¿responden a la demanda social concreta? Y, por otra,
¿desde qué contexto político son realizadas las transposiciones didácticas en la Argentina?, ¿han
sido puestas en consonancia con los contextos histórico-culturales del país las referencias teóricas
inglesas, norteamericanas, canadienses, francesas, suizas, australianas, españolas, etc.?
Por lo general, las últimas décadas produjeron una masiva influencia de situaciones culturales
extranjeras que se constituyeron en referentes abstractos de una didáctica abstracta, cuyos
discursos dominantes vehiculizaron nociones difusas como “cognición”, “competencia”, “tipos de
textos”, “géneros discursivos”, etc.
Los objetos de enseñanza registrados se caracterizan por haber sido transpuestos con
malentendidos teóricos en algunos casos y, en otros, sin una aplicabilidad instrumental, por lo que
se han convertido en nociones puramente descriptivas o explicativas, que no contribuyen a la
operacionalidad de las actividades de lectura y escritura. Además, su carácter difuso hace que no
sirvan como referentes teóricos sistematizados en función de algún tipo de lógica formativa (como
en otros contextos históricos lo fueran las nociones gramaticales).
Las articulaciones entre las teorías no parecen guardar un nivel de coherencia epistemológica que
permita definir el objeto de enseñanza: ¿se trata de la lengua o las prácticas de lenguaje? Una
primera decisión teórica es la de optar por lenguaje antes que lengua como objeto de enseñanza.
De esta definición filosófica se derivan consecuencias metodológicas.
El primer préstamo referencial fue tomado del campo de la biología, basándome en los desarrollos
de Maturana, quien describe el lenguaje como la actividad humana surgida en el proceso social
que la origina. Entre las teorías sobre el discurso y el texto, el interaccionismo socio-discursivo
(Bronckart) toma como punto de partida la psicología del lenguaje para abordar el campo de la
lingüística. Este enfoque considera la actividad de lenguaje como acción humana adquirida en los
intercambios de prácticas verbales realizadas entre los agentes humanos, prácticas éstas que, a la
vez, elaboran las capacidades mentales y la conciencia de los mismos agentes. Es decir, la
adquisición de la capacidad de lenguaje se produce en el desarrollo histórico-social.
Las consecuencias de esta concepción derivan en considerar al lenguaje, en primer lugar, como
fenómeno pragmático (de allí la necesidad de la explicación biológica basada en Maturana) y, en
segundo lugar, como signo arbitrario (Saussure).
Se trata de una posición opuesta a la concepción idealista y dualista de las corrientes
generativistas (Chomsky, 1977, 1989; Fodor, 1997), y cognitivistas, para las que las capacidades
cognitivas devienen de un proceso de maduración biológica y producen determinadas estructuras
en el nivel lingüístico. La no coincidencia con estas posiciones en el campo de la enseñanza de la
lengua se debe a sus propias consecuencias didácticas, puesto que la mente es analizada en su
carácter informático, no existe la intencionalidad, el sujeto cuya historicidad es un accidente no se
sitúa en un contexto determinado y concreto, por lo que se remiten al "alumno universal".
La planificación textual tiene una complejidad que debemos organizar para orientar la
construcción de los distintos niveles del texto. En función del uso, del sentido y de la forma se
formulan los niveles de la textualización.
Partir del uso nos permite observar el texto teniendo en cuenta los aspectos paratextuales que
aportan información que a menudo obviamos. Esta concepción de texto crea la necesidad de
situar cada texto empírico en el uso social determinado para el cual se construyó (el para qué del
texto) y de inferir quién es el destinatario. Este dato (y otros que en el orden escritural son
aportados por el paratexto, como procedencia, el autor, edición, etc.) permite identificar el ámbito
en el que el texto se produjo. Para determinar la finalidad del texto es necesario situarlo, a la vez,
como género textual. Al establecer relaciones entre todos los datos mencionados, se llega a situar
el texto en su contexto de producción.
Un texto solamente será coherente y tendrá sentido en la medida en que tenga un uso, una
finalidad. Una vez descubierta la razón de ser de un texto, es más sencillo poder orientarse para
entrar en su sentido.
Salir del sentido y entrar en la forma es analizar cómo está construido el texto, instancia de
análisis y reelaboración, tanto en la actividad de lectura como en la actividad de escritura. Desde la
forma volvemos, reiteradamente, al sentido y al uso del texto concreto, atravesamos los niveles de
decisiones que se toman simultáneamente en los diversos planos de la textualización.
En la página 68 del pdf (77 del libro) Riestra define lo que es un informe académico. Luego, lo
caracteriza según su uso, sentido y forma.
En cuanto al uso, la finalidad del informe académico es mostrar textualmente y por escrito en un
ámbito determinado algo que se ha realizado. En lo referente al sentido, la organización temática
tendrá un orden jerárquico según la finalidad y el destinatario. Tendrá temas y subtemas
dispuestos linealmente, a la manera de la organización conceptual de un mapa.
Por último, es interesante el apartado sobre forma, especialmente porque describe a este tipo de
texto como formado por secuencias descriptivas dominantes. Y agrega: “este tipo de discurso es
una articulación entre relato y discurso teórico, organizado en el orden del exponer”. En el
informe académico no hay inclusión del autor, excepto en las conclusiones, en algunos casos. En el
plano de los mecanismos de enunciación, es recomendable utilizar la forma impersonal en 3°
persona, pasiva con se: “se realizó…”, “se adjunta…”. Se trata de tomar una posición enunciativa
distante para utilizar un tono de objetividad o neutralidad en el tratamiento de los datos que se
presentan.
Estos órdenes pueden combinarse de tal manera que dan lugar a cuatro tipos de discurso (según
Bronckart). Esta clasificación no me parece relevante, pero sí el hecho de que viendo tipos de
discursos llegamos a los géneros discursivos. Riestra apela a la noción de Bajtin que ya todos
conocemos, haciendo un salvamento sobre la clasificación en géneros primarios y secundarios:
“son estos últimos (los géneros secundarios), elaborados sobre el dominio de los primeros, los que
nos sirven de prescripción, evaluación y control de producción.”
Según Schneuwly, el género textual es como una megaherramienta, una “herramienta semiótica
compleja, forma de lenguaje prescriptiva que permite la producción y la comprensión de textos”.
Esto quiere decir que mediatiza la actividad a la manera de instrumento o llave de acceso a ciertos
conocimientos organizados con una finalidad social específica. El carácter instrumental de los
géneros se aprende en la escuela, sobre todo mediante la adquisición de los géneros literarios.
En este capítulo, a diferencia del capítulo anterior, la autora se detiene en el género monografía.
Da cuenta de su construcción y plantea actividades de escritura de un texto de ese tipo. Lo que me
interesa recuperar de esta última parte del capítulo es un apartado del final llamado “Guía de
trabajo práctico” en la cual describe las partes de un texto académico (en este caso, sirve tanto
para la monografía como para el informe académico).
Esta guía de trabajo práctico se divide en tres apartados: a) Definición del tema; b) Plan del texto;
y c) Partes de la textualización.
Después de pasar por las macro decisiones, en relación con la posición enunciativa y la situación
discursiva de implicancia y autonomía, nos introducimos en las decisiones micro de los
mecanismos de textualización. En otras palabras, en la elaboración del texto escrito (objeto
concreto) recorremos un camino que va desde lo más externo (el contexto) a lo más interno: la
cohesión entre los signos lingüísticos. Esta cohesión entre las palabras es lo que al textualizar da
como resultado la coherencia temática.
Si en el trayecto didáctico propuesto nos situamos desde la forma, vemos que se trata de observar
la construcción de la secuencia argumentativa como estructura lingüística o secuencia de base
textual prototípica. La finalidad que tiene esta secuencia es defender una posición frente a una
evaluación realizada.
Puede verse que según las prácticas sociales cambian las fórmulas retóricas. Hoy, por ejemplo, las
estadísticas son un argumento fuerte, que depende del contexto socio-discursivo de los medios de
comunicación de masas. Por otra parte, en la universidad, las referencias a los autores
especialistas en las diversas asignaturas constituyen argumentos basados en lo real que se utilizan
a menudo en los textos académicos.
El hojaldre textual
La reflexión sobre el texto ha tenido varias orientaciones que aquí tendremos en cuenta tanto si se
toma el texto en sí, como producto, como si se toma en su proceso de composición o en su
proceso de interpretación. Desde la perspectiva de las autoras, el análisis del texto en sí, como
lugar de inicio de la reflexión discursiva, contiene huellas del proceso de producción en su
manifestación verbal y, a su vez, los elementos lingüísticos funcionan como instrucciones que
orientan su interpretación.
Actualmente hay unanimidad en considerar que el texto es una unidad comunicativa de un orden
distinto al oracional; una unidad semántico-pragmática de sentido, y no sólo de significado; una
unidad intencional y de interacción, y no un objeto autónomo.
Una de las propiedades de los textos es el entramado de sus enunciados, la manera como se
enlazan unos con otros. El texto se muestra como un juego de relaciones en el cual las unidades
léxico-gramaticales seleccionadas determinan la construcción de los significados transmisibles,
convirtiendo los elementos lingüísticos en instrucciones, marcadores e indicadores de sentido
textual. El “cosmos” del texto está constituido por esta “textura” o juego de enlaces semántico-
pragmáticos, dispuestos en diversas capas que se integran unas a otras.
8.1. La coherencia
Beaugrande y Dressler proponen un modelo con siete estándares que ha de cumplir cualquier texto:
cohesión, coherencia, intencionalidad, aceptabilidad, situacionalidad, intertextualidad e
informatividad. Dos de estos estándares tienen que ver de forma especial con la textura: la
coherencia y la cohesión. Estos dos clásicos fenómenos asociados a la constitución textual muchas
veces se usan como sinónimos, indicando la red de relaciones semántico-pragmáticas de un texto.
Las autoras consideran ambos conceptos relacionados entre sí por inclusión de uno en otro: la
coherencia es una noción más extensa e incluye las relaciones pragmáticas, además de las relaciones
semánticas intratextuales. Se refiere al significado del texto en su totalidad, abarcando tanto las
relaciones de las palabras con el contexto como las relaciones entre las palabras en el interior del
mismo texto. Alude a la estabilidad y la consistencia temática subyacente, asociada a la
macroestructura (contenido), a la superestructura (esquema de organización) del texto, a su anclaje
enunciativo (protagonistas, tiempo y espacio) y a las inferencias que activan los hablantes para
interpretarlo a partir de conocimientos previos.
El análisis del contenido del texto desde la perspectiva de Van Dijk proporciona una aproximación
analítica que parte del conjunto del texto, entendiéndolo a éste como una unidad global. En vez de
partir de la oración y sus componentes, Van Dijk parte de la hipótesis de unidades superiores de
contenido a las que llama macroestructuras. La macroestructura es la proposición subyacente que
representa el tema o “tópico” de un texto y constituye la síntesis de su contenido.
Para explicar la macroestructura, Van Dijk recurre al modelo usual de la lógica proposicional que
articula el contenido en predicado y argumentos. Al tener en cuenta el conjunto del texto, propone
considerar la hipótesis de que en la unidad textual hay dos niveles, el global, representado en las
macroproposiciones (Mp), y el local, representado por las microproposiciones (mp). Las
macroproposiciones se derivan de conjuntos de microproposiciones que, relacionadas entre sí,
manifiestan una unidad de contenido común.
Si el texto está formado por una serie de macroproposiciones, éstas tienen una jerarquía. La
macroproposición de nivel más alto coincide con lo que se llama la macroestructura del texto. Las
macroproposiciones tienen relación con unidades formales del texto escrito como los párrafos y los
títulos y tienden a agruparse y a distinguirse a partir de disposiciones externas (puntuación,
separación entre líneas, subrayados, etc.) que contribuyen a que un texto escrito “empaquete” la
información en bloques.
La propuesta de Van Dijk se genera a partir de la asunción de que la estructura global del contenido
proviene de la capacidad de resumir y de recordar un texto, y, por lo tanto, de reducir su significado
a lo esencial. Para llegar a captar lo esencial se realizan varias operaciones mentales regidas por
unas macrorreglas (MR) determinadas:
Además de todo esto, Van Dijk estudia el esquema que da forma a la realización de la noticia, y que
tal vez podríamos extender a los textos en general. Se trata de la superestructura, es decir, la forma
en que una macroestructura (tema) se organiza como esquema.
La referencia fundamental del texto se construye a través de elementos léxicos. Para mantener la
referencia iniciada hay diversos mecanismos, fundamentalmente mecanismos de reiteración. El
referente puede nominarse con las mismas palabras (repetición) o con variaciones (sustitución). Los
mecanismos más habituales para mantener el referente son:
El mantenimiento de los temas introducidos en el texto también puede darse mediante formas
gramaticales. Vale la pena tener en cuenta que la referencia deíctica, anafórica y léxica están
emparentadas. En el capítulo 4 de este libro se presentó el sistema deíctico en relación con su
función exofórica: cuando los deícticos actúan como conmutadores que conectan el texto con
el momento de enunciación. En este capítulo se considera la deixis textual, aquella donde las
formas deícticas actúan con una función endofórica, es decir, en el interior del texto. Los
elementos deícticos que tienen esta función se llaman pro-formas, elementos conceptualmente
vacíos que ocupan un lugar y recuperan su significado en otro lugar del texto.
Las pro-formas se dan en categorías gramaticales nominales con función sustantiva o adjetiva
(pro-nombres demostrativos, personales, posesivos, cuantificadores…); en las adverbiales (pro-
adverbios: modales temporales, locativos); en los deícticos verbales de tiempo y persona y en
algunos pocos casos más. Estos elementos constituyen el fenómeno de la co-referencia
endofórica con una orientación a lo ya dicho en el espacio/tiempo anterior (anáfora), o lo que
se dirá en el espacio/tiempo posterior (catáfora).
Las referencias endofóricas –anáfora y catáfora –son un fenómeno que se da en el interior del
texto. Con su uso un elemento particular remite a otro lugar del mismo texto para encontrar su
significación.