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SALA DE CASACIÓN CIVIL

Exp. 2013-000116
Ponencia de la Magistrada: YRIS ARMENIA PEÑA ESPINOZA
 
        En el juicio por nulidad de laudo arbitral, incoado ante el Juzgado Superior Primero en lo
Civil, Mercantil, y del Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas,
por la sociedad mercantil PROCTER & GAMBLE DE VENEZUELA, S.C.A., representada
judicialmente por los abogados en el libre ejercicio de su profesión Henry Torrealba Ledesma,
José Henrique D´Apollo, Alejandro Lares Díaz, Edmundo Martínez Rivero, Eduardo Quintero
Méndez, Gabriel de Jesús Goncalves, Gabriel Falcone, Johanan Ruiz y Leonardo Britto; contra
la empresa REPRESENTACIONES SOLIEMPACK, C.A., representada judicialmente por los
abogados en el libre ejercicio de su profesión Alfredo Romero Mendoza y Flor Karina
Zambrano, en fecha 8 de agosto de 2012, el referido juzgado dictó sentencia en la cual declaró
con lugar el recurso de nulidad ejercido contra el laudo arbitral y su aclaratoria, dictados en
fecha 10 y 28 de octubre de 2011, respectivamente, dictado por el tribunal arbitral
independiente, la nulidad absoluta del procedimiento arbitral, ordenó a Procter & Gamble de
Venezuela, S.C.A. la devolución de la caución prestada, y condenó a la sociedad mercantil
Representaciones Soliempack, C.A. al pago de las costas.
        Contra la referida decisión de alzada, la representación judicial de la sociedad mercantil
Representaciones Soliempack, C.A. anunció recurso de casación, el cual fue admitido y
oportunamente formalizado. Hubo impugnación, réplica y contrarréplica.
        Cumplidas las formalidades legales, pasa esta Sala a emitir el correspondiente
pronunciamiento con ponencia de la Magistrada que con tal carácter suscribe el presente fallo,
en los términos que se exponen a continuación:
 
CASACIÓN DE OFICIO
Corresponde a las partes intervinientes en todo proceso de cualquier naturaleza, cuando
consideran que sus intereses están siendo vulnerados de alguna manera, ejercer su derecho a
petición conforme a lo dispuesto en los artículos 51, 49, numeral 1, y, 26 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela.
 
El ejercicio de dicho derecho, supone, necesariamente, la plena garantía y resguardo de la
facultad de acceder libremente a los órganos de administración de justicia, y del derecho a
obtener un debido proceso, en el cual le sea protegido el derecho a la defensa en todo estado y
grado de la causa.
 
En este sentido, de acuerdo con lo dispuesto en la norma prevista en el artículo 320 del Código
de Procedimiento Civil, y al principio constitucional consagrado en el artículo 257 de dicha
Carta Magna, referido a que el proceso es un instrumento para la realización de la justicia, esta
Sala se encuentra facultada para extender sin formalismos y hasta el fondo del litigio, el
examen que corresponda, sobre los asuntos sometidos a su conocimiento, cuando detecte la
infracción de una norma de orden público, siempre y cuando tal circunstancia no haya sido
denunciada, en cuyo caso, dejará de analizar las denuncias contenidas en la formalización del
recurso de casación del cual se trate, y casará de oficio el fallo recurrido, atendiendo en todo
momento, a los postulados del artículo 26 eiusdem.
 
Acorde con lo expuesto, con el constante y más firme propósito de garantizar la recta, sana y
efectiva administración de justicia, y en armonía con el fin garantista perseguido por este
Supremo Tribunal, la Sala procede a obviar las denuncias articuladas en el escrito de
formalización correspondiente a la presente actividad recursiva, para ejercer la facultad que le
confiere el ya mencionado artículo 320 del Código de Procedimiento Civil, a los fines
de resolver la situación de hecho configurada en el sub iudice, expresada en los términos que
siguen:
La sentencia recurrida es dictada en el marco de un recurso extraordinario de nulidad contra
laudo arbitral, específicamente el proferido por el tribunal arbitral independiente, dictado en
fecha 10 de octubre de 2011 y su aclaratoria fechada 28 de ese mismo mes y año, a través del
cual se declaró, entre otros, con lugar la pretensión de resolución de contrato incoada por la
sociedad de comercio Soliempack contra Procter & Gamble de Venezuela, S.C.A., y
parcialmente con lugar la solicitud de indemnización de daños y perjuicios, siendo interpuesto
el mencionado recurso extraordinario por la segunda de las nombradas.
En la oportunidad de dictar sentencia, el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas, órgano al que le
correspondió el conocimiento y decisión del recurso extraordinario de nulidad, dictó sentencia
en fecha 8 de agosto de 2012, declarándolo con lugar, lo cual hizo bajo los siguientes
fundamentos:
“…Corresponde a este Juzgado (sic) Superior (sic) dictar su fallo respecto al Recurso (sic) de
Nulidad (sic) ejercido por PROCTER & GAMBLE DE VENEZUELA, S.C.A, contra el laudo
arbitral dictado el diez (10) de octubre de 2011 y su aclaratoria del 28 de octubre de 2011, en el
procedimiento arbitral seguido contra ella por la empresa REPRESENTACIONES
SOLIEMPACK, C.A., y al efecto observa este Tribunal (sic) que el contrato objeto del
procedimiento arbitral fue suscrito por las partes el 10 de agosto de 1998 y la cláusula arbitral
en el contenida evidencia que las partes eligieron como reglas para la realización del arbitraje
las normas sobre arbitramento contenidas en los artículos 608 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil. Ahora bien, necesario es tener en cuenta que para la fecha de suscripción
del contrato y de celebración del compromiso arbitral, ya se encontraba vigente la Ley de
Arbitraje Comercial, la cual fue promulgada el 7 de abril de 1998.
En sentencia No.RH.000391 del 31 de Mayo (sic) de 2012, la Sala (sic) Civil del Tribunal
Supremo de Justicia, estableció lo siguiente:
“(…) En relación con el arbitraje, esta Sala en sentencia Nº 082 de fecha 8 de febrero de 2002,
caso: Hanover P.G.N Compressor, C.A. contra el consorcio COSACOVECA, dispuso lo
siguiente:
(…Omissis…)
En sintonía con reciente criterio jurisprudencial emanado de nuestra Máximo Tribunal, observa
esta Juzgadora (sic) que la Ley de Arbitraje Comercial es aplicable, tal como lo establece su
artículo 1, al arbitraje comercial en Venezuela, dejando a salvo la posibilidad de que sean
aplicables a cualquier procedimiento de arbitraje comercial las disposiciones de tratados
internacionales que establezcan reglas de arbitraje a las cuales se sometan las partes en su
relación comercial. Pues bien, en el sistema legislativo venezolano priva el criterio de la
especialidad de la ley para establecer la ley aplicable al caso, tal como lo ha sostenido la
doctrina nacional:
(…Omissis…)
De lo anterior se deriva que cuando en un momento determinado existen dos o más textos
legislativos aplicables a una controversia, la especialidad de la norma debe ser el criterio que
debe tomarse en cuenta para definir la disposición legal que debe resultar aplicable. Y esta
especialidad implica la prohibición para las partes y/o para el juzgador de elegir aplicar una u
otra norma: la ley especial es de imperante y necesaria aplicación en todo momento sobre la
norma general, la cual sólo resultará aplicable supletoriamente para regular aquellos supuestos
específicos no contemplados por la ley especial, en tanto y en cuanto esta Ley (sic) especial
permita esa aplicación supletoria.
Lo anterior debe llevar a la conclusión de que en materia de arbitraje comercial la Ley (sic)
especial, es la Ley de Arbitraje Comercial y ésta debe aplicarse preferentemente, desde el
mismo momento de su entrada en vigencia, a los procedimientos arbitrales de naturaleza
mercantil llevados a cabo en el país. En consecuencia, no pueden las partes elegir aplicar al
eventual arbitraje comercial que pueda surgir para dirimir sus controversias unas normas
atributivas de competencia distintas a las contenidas en la ley especial que regula la materia de
arbitraje comercial.
Importante es tener en cuenta que no se está hablando de derogatoria de las normas de
arbitramento del Código de Procedimiento Civil ya que dichas normas no se encuentran
derogadas por ley alguna. La aplicación de una ley especial sobre una ley general no atañe al
tema de derogatoria de leyes sino al tema de elección de ley aplicable al caso. Es por ello, que
el artículo 14 del Código Civil establece que:
(…Omissis…)
En este caso, nos estamos refiriendo al tema de la elección de la ley que debe ser aplicada al
caso concreto en aquellos supuestos en que exista colisión entre dos o más leyes que pudieran
ser aplicables. La Ley (sic) especial sobre la materia debe aplicarse necesariamente con
preferencia a la Ley (sic) general, la cual no queda derogada y por tanto es aplicable para otros
supuestos no regulados por la Ley (sic) especial. En el caso de las normas de arbitramento del
Código de Procedimiento Civil, resulta evidente que a partir de la promulgación y entrada en
vigencia de la Ley de Arbitraje Comercial, el arbitramento del Código de Procedimiento Civil
resultará aplicable, si las partes eligen aplicarlo al arbitraje independiente o ad-hoc que decidan
llevar, a todos aquellos arbitrajes civiles distintos a los de naturaleza comercial.
Así se desprende claramente del propio texto de la Exposición de Motivos de la Ley de Arbitraje
Comercial, la cual señala que dicha ley “se refiere al arbitraje comercial y no al arbitraje de
naturaleza civil ni a otros tipos de arbitraje, los cuales continuarán sujetos al Código de
Procedimiento Civil o a las leyes especiales cuando corresponda”. Esta aseveración evidencia
la clara intención del legislador de limitar la aplicación del Código de Procedimiento Civil a
arbitrajes de naturaleza distinta al comercial, debiendo regirse éste por la Ley de Arbitraje
Comercial. La Exposición (sic) de Motivos (sic) de este último cuerpo normativo también nos
permite conocer que la intención del legislador fue excluir a los tribunales de la jurisdicción
ordinaria del conocimiento de los arbitrajes comerciales para permitir que “la congestión en los
tribunales pueda aliviarse con el uso del arbitraje comercial regulado por este proyecto de Ley
(sic)” (Véase “República de Venezuela, Cámara de Diputados, Secretaría, Exposición de
Motivos y Proyecto de Ley de Arbitraje Comercial”, Material suministrado por el para entonces
Servicio Autónomo de Información :Legislativa).-
Ciertamente el Código de Procedimiento Civil, es norma especial en materia de procedimiento
civil y sin duda es el texto legal más extenso en materia procedimental. Sin embargo, cuando la
controversia se refiere a una materia regida por una ley especial en la cual se regula un
procedimiento arbitral para resolver esas controversias, es esta ley especial la que debe
aplicarse necesariamente para la resolución de esa controversia, a través de ese procedimiento
establecido en la ley especial y no de las reglas de procedimiento contenidas en el Código de
Procedimiento Civil, las cuales serán en todo caso aplicadas supletoriamente en aquellos
supuestos no regulados en la ley especial. Es evidente también que si la ley especial atribuye
la competencia para decidir las controversias a una autoridad jurisdiccional arbitral, son estos
criterios atributivos de competencia material específica los que deben aplicarse y no los
establecidos en el Código de Procedimiento Civil o en otras leyes, no estando facultadas las
partes o el juzgador para elegir reglas de atribución de competencias distintas a las
establecidas en la ley especial.
Es por ello que, por ejemplo, si la controversia se refiere a un contrato de venta con reserva de
dominio, se deben aplicar las normas de procedimiento y de atribución de competencia
establecidas en la Ley de Venta con Reserva de Dominio. Si la controversia se refiere a un
contrato de arrendamiento de locales comerciales, se deben aplicar las normas de
procedimiento y de atribución de competencia establecidas en la Ley de Arrendamientos
Inmobiliarios. Lo mismo ocurre para los supuestos en que sean aplicables la Ley de Propiedad
Horizontal, la Ley de Protección al Niño y al Adolescente, La Ley de Tierras y Desarrollo
Agrario o la Ley de Tránsito y Transporte Terrestre, entre otras leyes especiales que regulan
procedimientos jurisdiccionales para decidir sus propias controversias así como establecen la
competencia para sustanciar esos procedimientos. En ninguno de estos casos las partes
pueden elegir aplicar las normas de atribución de competencia contenidas en el Código de
Procedimiento Civil por cuanto la ley especial que regula la materia objeto de la controversia es
de aplicación necesaria y obligatoria. Aún incluso si la materia es de naturaleza civil (como
ocurre en los casos regulados por las leyes especiales que antes se mencionan) si existe una
ley especial sobre la materia debe aplicarse ésta y no las normas del Código de Procedimiento
Civil.
Más claro resulta entonces el caso en que la materia sea comercial. Así como las controversias
de naturaleza mercantil que deban conocer y decidir los jueces de la jurisdicción ordinaria
deben regirse por los procedimientos y las normas atributivas de competencia establecidas en
el Código de Comercio, las controversias arbitrales de naturaleza comercial que se reclamen
después del 7 de abril de 1998, fecha de entrada en vigencia de la Ley de Arbitraje Comercial,
deben igualmente regirse por los procedimientos y normas atributivas de competencia de dicha
Ley (sic), la cual es la ley especial en la materia. En estos casos las normas del Código de
Procedimiento Civil son de aplicación supletoria en cuanto así lo permitan las leyes especiales.
Lo anterior se refuerza ante el hecho de que, conforme al ordenamiento procesal venezolano,
la competencia por la materia es un tema de eminente orden público y de exclusiva reserva
legal, por tanto es absolutamente inderogable por vía convencional tal como lo establece el
artículo 5 del Código de Procedimiento Civil, razón por la cual la incompetencia por la materia
puede declararse de oficio o a instancia de parte en cualquier estado y grado de la causa
conforme a lo dispuesto en el artículo 60 ejusdem. Si la ley especial contiene criterios
atributivos de competencia por la materia para conocer y decidir las controversias relativas a la
materia regulada por esa ley especial, no pueden las partes derogar convencionalmente estas
normas atributivas de competencia y asignarle competencia material a una autoridad distinta o
aplicar criterios atributivos de competencia contenidos en otras leyes distintas a la especial por
cuanto, se repite, la competencia por la materia es de exclusiva reserva legal debido a su
eminente vinculación con el orden público. Se trata pues de una atribución privativa del Estado
a través de sus leyes.
En el presente caso, nos encontramos frente a una controversia arbitral de evidente naturaleza
comercial. El contrato contentivo de la cláusula arbitral regulaba la prestación por una de las
partes de un servicio de empaquetado de los productos que comercializa la otra parte en este
caso una industria y ambas partes son sociedades de comercio. Al haberse suscrito el contrato
y la cláusula arbitral el 10 de agosto de 1998, fecha posterior a la entrada en vigencia de la Ley
de Arbitraje Comercial (7 de abril de 1998) no queda duda entonces, en base a los conceptos
antes expresados, que el arbitraje acordado por las partes para dirimir las controversias que se
suscitaran con ocasión a ese contrato debía regirse necesariamente por las normas de la Ley
de Arbitraje Comercial, incluyendo obviamente tanto las normas relativas a la atribución de
competencia del órgano que conocería y decidiría el arbitraje como las relativas al
procedimiento aplicable. No podían entonces las partes luego de la entrada en vigencia de la
Ley de Arbitraje Comercial (7 de abril de 1998), elegir la aplicación de una ley distinta a la
especial que regula la materia, así como tampoco podían atribuir competencia para conocer y
decidir la controversia que surgiera del contrato a un órgano distinto al establecido en esa ley
especial.
Resulta importante destacar que las partes sí tienen potestad de establecer las reglas de
procedimiento para la sustanciación del arbitraje, como bien lo establece el artículo 15 de la
Ley de Arbitraje Comercial, bien sea en el texto de la propia cláusula compromisoria o al inicio
del procedimiento arbitral luego de designados a los Árbitros (sic). Esto obedece también al
hecho de que la Ley de Arbitraje Comercial, así como los diversos Reglamentos de Centros
Institucionales de Arbitraje en Venezuela, establecen reglas de procedimiento particulares,
entendiendo sin embargo que las partes tienen la facultad de elegir las que más convengan a la
naturaleza y necesidades de la controversia. De manera que sí podrían las partes en un
contrato de naturaleza comercial escoger unas reglas procesales, entre ellas las contenidas en
el Código de Procedimiento Civil, para regular la sustanciación de la causa, pero para ser
aplicado por los árbitros que serán los competentes para conocer del arbitraje comercial que
surja con ocasión a controversias derivadas de ese contrato comercial. Lo que en cambio no
pueden las partes de una controversia comercial es elegir una ley aplicable distinta a la Ley de
Arbitraje Comercial para atribuirle competencia para conocer dicho arbitraje a Tribunales (sic)
Ordinarios (sic), ni en todo ni en alguna parte del procedimiento, ya que, se repite, estos son
temas que atañen al orden público y son de exclusiva reserva legal.
De todo lo antes dicho, debe concluirse que resulta contrario a derecho que las partes del
arbitraje en el que fue dictado el laudo objeto de este recurso de nulidad hayan acordado
someter su arbitraje, en cuanto a la atribución de competencia para conocer de ese proceso
arbitral, a una autoridad distinta (en este caso, a un Juez (sic) Ordinario) (sic) a la establecida
por la ley especial que rige la materia (Tribunal Arbitral) (sic). Esto conllevó ilegalmente a que
en el caso de autos de manera írrita se le atribuyera competencia a una autoridad jurisdiccional
distinta a la establecida en la ley especial como competente para conocer del arbitraje, así haya
sido para tramitar algunas etapas de iniciación del arbitraje, lo cual vulnera el principio de
inderogabilidad de la competencia por la materia en Venezuela. En efecto, el procedimiento
arbitral comenzó en el Juzgado Octavo de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del
Tránsito, allí se presentó y se contestó la demanda arbitral, allí se nombraron a los Árbitros (sic)
y se tramitaron incidencias que incluso originaron apelaciones decididas por Juzgados (sic)
Superiores (sic).
Las normas de la Ley de Arbitraje Comercial atribuyen la competencia para conocer y decidir
arbitrajes comerciales a “árbitros independientes” no vinculados a los órganos de la jurisdicción
ordinaria, conforme establecen los artículos 5, 12 y 17, designados en la forma que acuerden
las partes o establezcan los correspondientes centros de arbitraje. No pueden las partes de un
arbitraje comercial relajar o desconocer estas normas atributivas de competencia contenidas en
la ley especial de la materia, eligiendo aplicar normas que asignan competencia a órganos
jurisdiccionales distintos a los establecidos en la ley especial (los tribunales arbitrales
institucionales o ad-hoc) como ocurrió en el presente caso en el que la ilegal elección de una
ley distinta a la especial para atribuir competencia para tramitar las fases iniciales de arbitraje
trajo como consecuencia que se le atribuyera a un juez de la jurisdicción ordinaria la
competencia para recibir y admitir la demanda arbitral y la formalización del compromiso de
arbitraje, administrar el procedimiento de elección de Árbitros (sic), sustanciar y decidir la
recusación de Árbitros (sic) y publicar el laudo emitido, competencias que la Ley de Arbitraje
Comercial confiere exclusivamente a los Árbitros (sic) independientes o institucionales elegidos
por las partes conforme al procedimiento correspondiente.
Esta indebida elección de una ley distinta a la especial sobre la materia atribuyendo
competencia a los tribunales ordinarios para decidir arbitrajes comerciales luego de que dicha
competencia fuese suprimida por la Ley de Arbitraje Comercial pudiera incluso fundamentar un
pronunciamiento acerca de validez de la cláusula arbitral, pronunciamiento que en todo caso no
corresponde a este Juzgado (sic) Superior (sic) en respeto al principio de “Competencia-
Competencia” que rige al arbitraje, principio consagrado en el artículo 7 de la Ley de Arbitraje
Comercial y que determina que serán los Árbitros (sic) quienes decidan acerca de su propia
competencia para conocer la controversia y acerca de la validez de la cláusula arbitral. Pero lo
que sí corresponde hacer a este Juzgado (sic), dentro del marco del Recurso (sic) de Nulidad
(sic) establecido en la legislación, es velar por el respeto y cumplimiento del orden público y de
las normas atributivas de competencia de los órganos del sistema de justicia ordinario o
arbitral, restableciendo la situación jurídica que fue vulnerada por las actuaciones
materializadas bajo el amparo de violaciones a dicho orden público, como lo son la aplicación
indebida de leyes para la sustanciación de controversias comerciales entre particulares y la
atribución indebida de competencias para resolver esas controversias a autoridades distintas a
las establecidas en la ley especial aplicable para tal fin.
En otras palabras, no podían los contratantes en uso de la autonomía de sus voluntades
atribuir competencia material para conocer de un asunto a un tribunal ordinario al que no se la
atribuye la ley, como lo es en el caso de autos la ley especial del Arbitraje Comercial. De
manera que la Ley de Arbitraje Comercial promulgada en el año 1998, sustrajo a los arbitrajes
de naturaleza comercial de la competencia de los tribunales ordinarios (salvo en lo
expresamente allí establecido, como por ejemplo el recurso de nulidad) y se la atribuyó de
manera exclusiva y excluyente a los tribunales arbitrales institucionales o independientes, en
los términos establecidos en el artículo 5 de la Ley de Arbitraje Comercial.
Por las consideraciones que anteceden, en especial el criterio expresado en la Sentencia
No.RH.000391 del 31 de Mayo de 2012, dictado por la Sala de Casación Civil del Tribunal
Supremo de Justicia, en la que se ratifica la competencia exclusiva que le otorga la Ley de
Arbitraje Comercial, a los arbitrajes que se establezcan conforme a la Ley (sic) Especial (sic) en
la materia, como lo es la citada Ley de Arbitraje Comercial, por haber sido el espíritu y
propósito del legislador, establecer el arbitraje como un medio alternativo de resolución de
conflictos, con el que se permite el control de la arbitrariedad de las partes respecto a la validez
y cumplimiento de la cláusula de compromiso arbitral, como expresamente lo dispone el
artículo 5 de la Ley de Arbitraje Comercial, el cual hace referencia que celebrado el acuerdo
arbitraje las partes se obligan a someter sus controversias a la decisión de árbitros y renuncian
a hacer valer sus pretensiones ante los Jueces (sic), reiterando que el acuerdo de arbitraje es
exclusivo y excluyente de la jurisdicción ordinaria, competencia que regula expresamente los
artículos 7 y 25 de la referida ley, inclusive las excepciones relativas a la existencia o a la
validez del acuerdo de arbitraje. Esto es lo concerniente a la validez del acuerdo de arbitraje
comercial no se discute ante jueces, sino ante el Tribunal (sic) Arbitral (sic), por lo que no existe
dudas, que la propia Ley de Arbitraje Comercial, prevé los mecanismos para asegurar a las
partes intervinientes la validez y eficacia de las cláusulas de compromiso arbitral.
En tal sentido, éste (sic) Tribunal Superior Primero, verificado como se encuentra, que la
composición del Tribunal (sic) arbitral y el procedimiento arbitral no se han ajustado a la Ley de
Arbitraje Comercial, lo cual configura la causal a la que se contrae el literal c) del artículo 44 de
la Ley de Arbitraje Comercial denunciada por la recurrente, resulta imperativo declarar la
nulidad del laudo arbitral dictado el 10 de octubre de 2011 y su aclaratoria del 28 de octubre de
2011, y como consecuencia necesaria de dicha declaratoria, toda vez que la referida nulidad
deviene de la indebida composición del Tribunal (sic) Arbitral (sic) en base a la ilegal atribución
de competencia realizada por las partes, resulta necesaria la declaratoria de nulidad absoluta
del procedimiento arbitral tramitado ante el Juzgado Octavo de Primera Instancia en lo Civil,
Mercantil, del Tránsito y Bancario de la Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de
Caracas en ejecución de la cláusula arbitral contenida en el contrato suscrito por PROCTER &
GAMBLE DE VENEZUELA, S.C.A., y REPRESENTACIONES SOLIEMPACK, C.A., el 10 de
agosto de 1998, cláusula en la cual se eligió ilegalmente la aplicación de una ley distinta a la
ley especial que regula la materia de arbitraje comercial en Venezuela, lo cual ocasionó, por vía
de consecuencia, que se le atribuyera competencia material para dicho arbitraje en las etapas
allí ejecutadas a un órgano de la jurisdicción ordinaria del Poder Judicial Venezolano, en
contravención a las normas atributivas de competencia establecidas en la Ley de Arbitraje
Comercial, Ley (sic) especial aplicable al caso.
Como consecuencia de esta declaratoria, las partes deberán reiniciar los trámites de
designación de los Árbitros (sic) en la forma prevista en el artículo 15 de la Ley de Arbitraje
Comercial, correspondiendo a éstos de manera exclusiva la administración y tramitación del
arbitraje, aplicando las reglas de procedimiento del Código de Procedimiento Civil en cuanto
sean aplicables, sin atribuir competencia a los Tribunales (sic) ordinarios a quienes sólo (sic) le
corresponde la realización de las actuaciones que de manera expresa les atribuye la Ley de
Arbitraje Comercial.-
Se advierte a las partes que en el proceso de selección de los árbitros, deberán observarse los
principios que inspiran al arbitraje en cuanto a la imparcialidad de los árbitros, de manera tal
que los que sean seleccionados para tramitar y decidir la controversia, no se encuentren
incursos en causal de inhibición salvo que medie el allanamiento respectivo…”.
 
El juzgado superior, para declarar con lugar el recurso de nulidad, así como la nulidad absoluta
de todo el procedimiento arbitral, se basó en que, conforme al principio de especialidad, es que
se establece la ley aplicable al caso concreto, por lo que, existiendo dos o más textos
legislativos aplicables a la controversia, es la “…especialidad de la norma la que debe ser el
criterio que debe tomarse en cuenta para definir la disposición legal que debe resultar
aplicable. Y esta especialidad implica una prohibición para las partes y/o para el juzgador de
elegir una u otra norma; la ley especial es de imperante y necesaria aplicación en todo
momento sobre la norma general, la cual solo resultará aplicable supletoriamente para regular
aquellos supuestos específicos no contemplados en la ley especial, en tanto y en cuanto esta
Ley (sic) especial permita esa aplicación supletoria…”.
Conforme a lo anterior, sostuvo que en materia de arbitraje comercial la ley especial que rige es
la Ley de Arbitraje Comercial la cual debe ser aplicada con preferencia, “…desde el mismo
momento de su entrada en vigencia a los procedimientos arbitrales de naturaleza mercantil
llevados a cabo en el país…”, por ello -a su juicio- “…las partes no pueden elegir al eventual
arbitraje comercial que pueda surgir para dirimir sus controversias unas normas atributivas de
competencia distintas a las contendidas en la ley especial que regula la materia de arbitraje
comercial…”.
 
Entiende la juzgadora que “…en el caso de las normas de arbitramento del Código de
Procedimiento Civil, resulta evidente que a partir de la promulgación y entrada en vigencia de
la Ley de Arbitraje Comercial, el arbitramento del Código de Procedimiento Civil resultará
aplicable, si las partes eligen aplicarlo al arbitraje independiente o ad-hoc que decidan llevar, a
todos aquellos arbitrajes civiles distintos a los de naturaleza comercial…”, por ello estimó que
la intención del legislador -según la exposición de motivos de la mencionada ley- era sustraer
del ámbito de aplicación de ese instrumento legal los asuntos de naturaleza civil, lo cual
evidenciaba la limitación de la aplicación del Código de Procedimiento Civil a arbitrajes de
naturaleza distinta a la comercial.
Entiende que cuando alguna controversia se entienda regida por una ley especial en la cual se
regule un procedimiento arbitral para resolver controversias, son estas normas las que deben
prevalecer en su aplicación, y no el procedimiento dispuesto en el Código de Procedimiento
Civil, el cual sólo debe ser aplicado de forma supletoria.
 
Advierte que “…si la ley especial atribuye la competencia para decidir las controversias a una
autoridad jurisdiccional (sic) arbitral, son éstos (sic) criterios atributivos de competencia
material específica los que deben aplicarse y no los establecidos en el Código de
Procedimiento Civil o en otras leyes, no estando facultadas las partes o el juzgador para elegir
reglas de atribución de competencias distintas a las establecidas en la ley especial…”.
 
Asevera que según el ordenamiento procesal venezolano, “…la competencia por la materia es
un tema de eminente orden público y de exclusiva reserva legal, por tanto es absolutamente
inderogable por vía convencional tal como lo establece el artículo 5 del Código de
Procedimiento Civil, razón por la cual la incompetencia por la materia puede declararse de
oficio o a instancia de parte en cualquier estado y grado de la causa conforme a lo dispuesto
en el artículo 60 ejusdem…”.
 
Como consecuencia de lo anterior, la juez superior dispuso que al ser la materia dirimida de
eminente naturaleza comercial, pues el contrato contentivo de la cláusula arbitral “…regulaba la
prestación por una de las partes de un servicio de empaquetado de los productos que
comercializa la otra parte en este caso industria y ambas partes son sociedades de
comercio…”, y siendo que al haber sido suscrito tanto el contrato como la cláusula arbitral el 10
de agosto de 1998, fecha posterior a la entrada en vigencia de la Ley de Arbitraje
Comercial, “…el arbitraje acordado por las partes para dirimir controversias que se suscitaran
con ocasión a ese contrato debía regirse necesariamente por las normas de Arbitraje (sic)
Comercial (sic), incluyendo obviamente tanto las normas relativas a la atribución de
competencia del órgano que conocería y decidiría el arbitraje como las relativas al
procedimiento aplicable…”.
 
Por ello, “…no podían entonces las partes luego de la entrada en vigencia de la Ley de
Arbitraje Comercial (7 de abril de 1998), elegir la aplicación de una ley distinta a la especial que
regula la materia, así como tampoco podían atribuir competencia para conocer y decidir la
controversia que surgiera del contrato a un órgano distinto al establecido en esa ley
especial…”.
 
Que resultaba contrario a derecho que las partes hubieren acordado someter su arbitraje, en
cuanto a la atribución de competencia a una autoridad distinta -juez ordinario- a la establecida
por la ley especial -tribunal arbitral-. Argumenta que “…no podían los contratantes en uso de la
autonomía de sus voluntades atribuir competencia material para conocer de un asunto a un
tribunal arbitral ordinario al que no se la atribuye la ley…”.
 
Finalmente concluye señalando que, siendo que la “…composición del Tribunal (sic) arbitral y
el procedimiento arbitral no se han ajustado a la Ley de Arbitraje Comercial, lo cual configura la
causal a la que se contrae el literal c) (sic) del artículo 44 de la Ley de Arbitraje Comercial
denunciada por el recurrente, resulta imperativo declarar la nulidad del laudo arbitral dictado el
10 de octubre de 2011 y su aclaratoria del 28 de octubre de 2011…”, y, como consecuencia,
las partes debían reiniciar los trámites de designación de árbitros en la forma prevista en el
artículo 15 de la Ley de Arbitraje Comercial, “…correspondiendo a éstos de manera exclusiva
la administración y tramitación del arbitraje, aplicando las reglas de procedimiento del Código
de Procedimiento Civil en cuanto sean aplicables, sin atribuir competencia a los Tribunales (sic)
ordinarios a quienes sólo le corresponde la realización de las actuaciones que de manera
expresa les atribuye la Ley de Arbitraje Comercial…”.
 
Para decidir, la Sala observa:
La juez a quien correspondió conocer sobre la nulidad del laudo arbitral, consideró que el
procedimiento arbitral debía ser nuevamente tramitado, en razón que -a su juicio- las partes
violentaron normas atributivas de competencia, al establecer en su cláusula compromisoria que
las controversias surgidas entre ellas debían ser tramitadas conforme a las reglas dispuestas
en el Código de Procedimiento Civil, y no a las de la Ley de Arbitraje Comercial, ley vigente
para el momento de la suscripción del contrato y de la cláusula compromisoria, cuyo ámbito de
aplicación incluía a los asuntos de naturaleza comercial, mas no civil, y que solamente en caso
de dirimirse cuestiones de naturaleza civil era que podía someterse al trámite de las normas del
Código de Procedimiento Civil.
Así las cosas, estima la Sala pertinente hacer algunas breves consideraciones en relación con
el arbitraje:
En primer término, debe señalarse, que el arbitraje es un medio alternativo de solución de
conflictos, el cual está cimentado sobre la base de una disposición de orden constitucional,
contenida en el artículo 258 de la vigente Constitución, lo cual vino a ser una innovación,
puesto que por vez primera se reconoce rango constitucional a los medios alternativos de
resolución de conflictos, a saber el arbitraje, la conciliación, la mediación y cualesquiera otros
medios para la solución de controversias, así como su inclusión dentro del sistema de justicia -
art. 263 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela-, con lo cual el legislador
ha ido acatando, a través de diversos textos legales donde son promovidos y desarrollados.
Incluso, existe un texto pre constitucional, sancionado como Ley de Arbitraje Comercial cuya
vigencia data del año 1998, la cual fue inspirada en la Ley Modelo de la Comisión de las
Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI).
Es importante destacar que el arbitraje como medio alternativo de solución de conflictos, está
cimentado sobre las bases del principio de la autonomía de la voluntad de las partes, el cual es
condición fundamental para la validez del acuerdo compromisorio, donde, necesariamente, los
participantes de forma libre y de común acuerdo, pactan en someter sus diferencias, previa
manifestación expresa y por escrito, al conocimiento de árbitros, sustrayéndose así de la
justicia estadal o jurisdicción ordinaria.
Está claro, que las normas constitucionales -artículos 258 y 263- no solamente están dirigidas
al legislador, sino directamente al operador de justicia quien en todo momento debe procurar y
promover la utilización de los mecanismos de resolución alternativa de conflictos, adoptando
las medidas judiciales adecuadas para hacer efectiva su aplicación.
 
La Sala Constitucional de este Alto Tribunal, sobre el reconocimiento del arbitraje como
mecanismo alternativo para la resolución de conflictos, señaló, en sentencia N° 1541, publicada
en fecha 17 de octubre de 2008, caso: Hildegard Rondón de Sansó y otros, lo siguiente:
“…Con la entrada en vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, se
incluyó en el sistema de administración de justicia a los medios alternativos de resolución de
conflictos, y se exhortó su promoción a través de la ley, promoción ésta que a juicio de esta
Sala, se materializa con el ejercicio de la iniciativa legislativa, la cual ha de procurar el
desarrollo y eficacia del arbitraje, la conciliación, la mediación y demás medios alternativos de
solución de conflictos. Sobre este particular, los artículos 253 y 258 de la Constitución
establecen lo siguiente:
“(…) Artículo 253. (…) El sistema de justicia está constituido por el Tribunal Supremo de
Justicia, los demás tribunales que determine la ley, el Ministerio Público, la Defensoría Pública,
los órganos de investigación penal, los o las auxiliares y funcionarios o funcionarias de justicia,
el sistema penitenciario, los medios alternativos de justicia, los ciudadanos o ciudadanas que
participan en la administración de justicia conforme a la ley y los abogados autorizados o
abogadas autorizadas para el ejercicio.
(…) Artículo 258. (…) La ley promoverá el arbitraje, la conciliación, la mediación y cualesquiera
otros medios alternativos para la solución de conflictos (…)” (Subrayado de la Sala).
Al respecto, esta Sala ha señalado que “(…) la Constitución amplió el sistema de justicia para
la inclusión de modos alternos al de la justicia ordinaria que ejerce el poder judicial, entre los
que se encuentra el arbitraje. Esa ampliación implica, a no dudarlo, un desahogo de esa
justicia ordinaria que está sobrecargada de asuntos pendientes de decisión, y propende al
logro de una tutela jurisdiccional verdaderamente eficaz, célere y ajena a formalidades
innecesarias (…). Así, a través de mecanismos alternos al del proceso judicial, se logra el fin
del Derecho, como lo es la paz social, en perfecta conjunción con el Poder Judicial, que es el
que mantiene el monopolio de la tutela coactiva de los derechos y, por ende, de la ejecución
forzosa de la sentencia (…). A esa óptica objetiva de los medios alternativos de solución de
conflictos, ha de añadírsele su óptica subjetiva, en el sentido de que dichos medios con
inclusión del arbitraje, en tanto integran el sistema de justicia, se vinculan con el derecho a la
tutela jurisdiccional eficaz que recoge el artículo 26 de la Constitución. En otras palabras,
puede decirse que el derecho fundamental a la tutela jurisdiccional eficaz entraña un derecho
fundamental a la posibilidad de empleo de los medios alternativos de resolución de conflictos,
entre ellos, evidentemente, el arbitraje…” -Vid. sentencia  de esta Sala Nº 198/08-.
Asimismo, esta Sala ha establecido en anteriores oportunidades que los medios alternativos de
solución de conflictos no solo tienen como finalidad dirimir conflictos de una manera imparcial,
autónoma e independiente, mediante un proceso contradictorio, sino que a través de ellos se
producen sentencias que se convierten en cosa juzgada, -en el caso del arbitraje, el laudo
arbitral- y, por tanto, es parte de la actividad jurisdiccional y del sistema de justicia, “(…) pero
no por ello pertenece al poder judicial, que representa otra cara de la jurisdicción, la cual
atiende a una organización piramidal en cuya cúspide se encuentra el Tribunal Supremo de
Justicia, y donde impera un régimen disciplinario y organizativo del cual carece, por ahora, la
justicia alternativa (…)” -Vid. sentencia de esta Sala Nº 1.139/00-.
Por ello, el deber contenido en el artículo 258 la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, no se agota o tiene como único destinatario al legislador (Asamblea
Nacional), sino también al propio operador judicial (Poder Judicial), en orden a procurar
y promover en la medida de lo posible la utilización de los medios alternativos de
resolución de conflictos y adoptar las medidas judiciales necesarias para promover y
reconocer la efectiva operatividad de tales medios, lo cual implica que las acciones
típicas de la jurisdicción constitucional, no sean los medios idóneos para el control de
los procedimientos y actos que se generen con ocasión de la implementación de los
medios alternativos de resolución de conflictos. (Negrillas de la Sala).
A esa óptica de los medios alternativos de solución de conflictos, ha de añadírsele una
precisión hermenéutica vinculante por parte de esta Sala, según la cual si bien doctrinalmente
los mencionados medios alternativos son usualmente divididos en aquellos de naturaleza
jurisdiccional, tales como el arbitraje o las cortes o comités internacionales con competencia en
determinadas materias -vgr. Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina- y de las de
naturaleza no jurisdiccional o diplomática como la negociación, mediación o conciliación, en las
cuales las partes retienen el control de la controversia, pudiendo en todo caso aceptar o negar
las proposiciones de acuerdo de las partes o de un tercero -Vid. MERRILLS J.G., International
Dispute Settlement, Cambridge University Press, 3° Ed., 1998-, desde el enfoque de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela no es posible jerarquizar un medio de
resolución de conflictos sobre otro, siendo ellos en su totalidad manifestación del sistema de
justicia.
Por ello, cuando la Sala afirmó que “(…) los medios alternativos de justicia atañen al
derecho a la tutela jurisdiccional eficaz, por lo que, si en un caso concreto, el
mecanismo más eficaz para la tutela de una situación jurídica es el arbitraje, a él tendrá
derecho el titular de esa situación, siempre, claro está, que se cumpla, además, con las
condiciones de procedencia de esos medios alternos (…)” y que “(…) el imperativo
constitucional de que la Ley promoverá el arbitraje (artículo 258) y la existencia de un
derecho fundamental al arbitraje que está inserto en el derecho a la tutela jurisdiccional
eficaz, lo que lleva a la Sala a la interpretación de la norma legal conforme al principio
pro actione que, si se traduce al ámbito de los medios alternativos de resolución de
conflictos, se concreta en el principio pro arbitraje (…)” -Vid. Sentencia de esta Sala Nº
198/08-, no puede interpretarse como una jerarquización por vía jurisprudencial a favor del
arbitraje y en detrimento de los otros medios alternos de resolución de conflictos, sino que en el
caso de proceder el arbitraje u otro medio, debe favorecerse la implementación del mismo para
la resolución del conflicto. (Negrillas de la Sala).
(…Omissis…)
A la par del desarrollo y promoción legislativa patria, también esta Sala Constitucional, como
garante de la supremacía constitucional, ha sentado criterios respecto al arbitraje como parte
del sistema de justicia, que recogen y adecuan al foro con los principios de derecho
internacional que rigen la materia, siendo relevante destacar los asertos y tópicos tratados en
las siguientes decisiones, según las cuales:
Los medios alternativos de solución de conflictos y, en particular el arbitraje, producen
decisiones que se convierten en cosa juzgada -vgr. Laudo arbitral- y, por tanto, son parte de la
actividad jurisdiccional y del sistema de justicia, pero no del Poder Judicial -Vid. Sentencias de
esta Sala Nros. 1.139/00, 827/01 y 1.393/01-, y que por tal virtud son capaces de vincular (al
igual que lo haría una sentencia) a las partes intervinientes en tales procedimientos.
También se ha reconocido el carácter constitucional del arbitraje y que “(…) el
imperativo constitucional de que la Ley promoverá el arbitraje (artículo 258) y la
existencia de un derecho fundamental al arbitraje que está inserto en el derecho a la
tutela jurisdiccional eficaz, lo que lleva a la Sala a la interpretación de la norma legal
conforme al principio pro actione que, si se traduce al ámbito de los medios alternativos
de resolución de conflictos, se concreta en el principio pro arbitraje (…)” -Vid. Sentencia
de esta Sala N° 192/08-.; pero dejando a salvo que lo anterior no significa la promoción de un
sistema de sustitución de los remedios naturales de control sobre el arbitraje, por
los mecanismos propios de la jurisdicción constitucional (por ejemplo la errónea sustitución del
recurso de nulidad de un laudo arbitral, por un amparo constitucional que a todas luces
resultaría inadmisible a tenor de lo previsto en el artículo 6.5 de la Ley Orgánica de Amparo
sobre Derechos y Garantías Constitucionales). (Negrillas de la Sala).
Además, la Sala ha tenido oportunidad de ratificar los poderes cautelares de los árbitros, al
señalar que el órgano arbitral constituido conforme a la ley, está plenamente facultado para
verificar la existencia de los presupuestos procesales indispensables para el otorgamiento de
una cautela, lo que abarca, incluso su potestad implícita para resolver lo atinente a la oposición
que pudiera formularse en su contra; pero su potestad jurisdiccional no tiene más alcance en
esta materia, razón por la cual es imperativo -no facultativo- que para proceder a su ejecución
solicite la asistencia de los órganos del Poder Judicial, siendo indispensable, que el órgano
arbitral dé cuenta al Juzgado cuyo auxilio pretende, sobre la legitimidad de su constitución y los
títulos sobre los cuales funda su actuación, como bien podrían ser los instrumentos fehacientes
que contengan la cláusula o acuerdo arbitral, aquellos donde conste su efectiva designación,
constitución y facultades; todo en absoluto resguardo de la seguridad jurídica y previendo la
actuación fraudulenta en perjuicio de terceros -Vid. Sentencia N° 572/05-.
Igualmente, se ha reconocido la posibilidad que el Estado u otra entidad pública estatal de
derecho público o privado, pueda someterse a un procedimiento arbitral nacional o
internacional -Vid. Sentencia de esta Sala N° 186/01-, lo que implica (como será
desarrollado infra), una manifestación indudable de un ejercicio de soberanía.
Incluso, se ha reconocido la constitucionalidad de la exigencia de una caución por parte del
juez ordinario que conozca de un recurso de nulidad contra un laudo arbitral, ya que dada la
naturaleza excepcional del recurso y que la intención del legislador es precisamente garantizar
la efectividad del laudo una vez dictado, la constitución de una caución para lograr la
suspensión del laudo cuya nulidad se recurre, es una forma de garantizar a las partes del
proceso que resulten cubiertas ante los eventuales daños o perjuicios que puedan
experimentar por la suspensión en su ejecución, mientras se espera la resolución definitiva del
recurso propuesto -Vid. Sentencia de esta Sala N° 1.121/07-. Reconociéndose así, que una de
las más importantes manifestaciones de la tutela judicial efectiva (ex artículo 26 constitucional)
es el derecho de la parte gananciosa a ejecutar aquellos fallos favorables, sin la admisibilidad
de tácticas dilatorias temerarias por la parte perdidosa.
También la Sala ha reconocido los principios universalmente aceptados orientados a garantizar
la sana operatividad de la institución arbitral, como lo son el de competencia obligatoria para las
partes, aún y cuando se haya alegado la nulidad del negocio jurídico que contiene al
compromiso arbitral (severability, que plantea la distinción entre la alegación de nulidad del
contrato, de la referida a la cláusula arbitral, evitando así “torpedear” al mecanismo con tan sólo
alegar la nulidad del negocio de que se trate); así como la facultad de los árbitros de
pronunciarse sobre su propia competencia (kompetenz-kompetenz), conforme a los artículos 7
y 25 de la Ley de Arbitraje Comercial venezolana -Vid. Sentencias de esta Sala N° 827/01 y de
la Sala Político Administrativa N° 5.249/05-.
Conjuntamente con las decisiones antes reseñadas, el Tribunal Supremo de Justicia ha
reconocido la importancia y necesidad de fortalecer los medios alternativos de resolución de
conflictos, no sólo a nivel interno sino en el ámbito internacional. En ese sentido,
recientemente los Presidentes y Representantes de los Poderes Judiciales de Brasil, Colombia,
Chile, Guyana, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela -así como Panamá en su condición de
invitado-, reunidos en la III Cumbre de Presidentes de Poderes Judiciales de la Unión
Suramericana de Naciones (UNASUR), conscientes de la importancia que reviste la integración
y cooperación en la labor jurisdiccional de impartir justicia en nuestra región, manifestaron en el
documento final de la Cumbre -Declaración de Nueva Esparta-, su consenso en relación a
los: “(…) MECANISMOS ALTERNATIVOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS.- Reconocer
la necesidad de que exista algún mecanismo alternativo para la resolución de conflictos que
responda a los principios y valores de nuestra región, ponderando los intereses comunes de
nuestros países (…). PROPONEMOS a los Jefes de Estado y de Gobierno de UNASUR, que
se considere en el temario de sus reuniones: (…). b) la creación de un centro de
conciliación, mediación y arbitraje, que contribuya a la resolución de los conflictos que
pudieran suscitarse con ocasión a las relaciones de los Estados miembros; y éstos y sus
respectivos nacionales y los nacionales de otros países (…)”.
De ello resulta pues, que no sólo desde el punto de vista jurídico formal el ordenamiento
jurídico venezolano consagra, promueve y tutela al arbitraje y demás medios alternativos de
resolución de conflictos, sino que el Estado se ha insertado activamente en los procesos
internacionales que han consentido la materialización de un sistema de justicia arbitral efectivo
para resolver los conflictos que le son planteados y, precisamente, a tal proceso, no ha
escapado el Poder Judicial venezolano y, más específicamente, esta Sala Constitucional…”.
 
La Sala Constitucional de este Alto Tribunal, no solamente ha reconocido el carácter
constitucional de los medios alternativos de resolución de conflictos, en especial del arbitraje,
sino que ha dejado claro, que a través de estos medios se producen sentencias que se
convierten en cosa juzgada, siendo, en consecuencia parte de la actividad jurisdiccional y del
sistema de justicia. Ha dejado claro igualmente la Sala, que el mandato contenido en el artículo
258 de la ley fundamental no se agota o tiene como único destinatario al legislador, sino que va
dirigida de forma directa al operador de justicia (Poder Judicial), quienes de igual forma están
en la obligación de procurar y promover estos medios alternos de solución de controversias
adoptando las medidas pertinentes en el ámbito de su competencia a fin de materializarlos y
hacerlos efectivos.
 
Los medios alternativos de solución de conflictos son una expresión de la tutela judicial
efectiva, de manera que si en un caso concreto surge el arbitraje como el mecanismo más
eficaz para tutelar una situación jurídica, y siempre que se cumplan  los requisitos de
procedencia para su aplicación, el criterio debe ser la tendencia a una interpretación de la
norma legal más favorable conforme al principio pro actione, que “…si se traduce en el ámbito
de los medios alternativos de resolución de conflictos, se concreta el principio pro arbitraje…”.
 
Ahora bien, en el sub iudice la Sala observa que las partes expresamente acordaron -mediante
una cláusula compromisoria- dirimir cualquier controversia que pudiera surgir entre ellas a un
arbitraje obligatorio de derecho el cual sería tramitado conforme a las reglas del Código de
Procedimiento Civil. En efecto la citada cláusula señala literalmente lo siguiente:
“…A los fines de resolver cualquier reclamo, diferencia, disputa o discrepancia (en lo sucesivo
controversia) que puedan surgir entre las partes, ambas partes se comprometen a someter la
controversia a un arbitraje obligatorio de derecho que será realizado conformes a las
disposiciones de los artículos 608 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, eligiéndose
como domicilio a la Ciudad (sic) de Caracas…”.
 
En el caso que nos ocupa, observa la Sala que el juez de la recurrida desconoció el acuerdo
arbitral -antes citado- suscrito válidamente por las partes, y con ello el laudo arbitral dictado por
el tribunal arbitral independiente constituido para ello, así como todo el procedimiento seguido
en el mismo, con el argumento que aquellas habían hecho una atribución de competencia a un
órgano a quien no le correspondía, violentando reglas de orden público, así como el principio
de especialidad de leyes, al desconocer la Ley de Arbitraje Comercial, en vigor para el
momento de la suscripción del acuerdo compromisorio, y que era -según su entender- la
normativa aplicable, por cuanto el asunto era de naturaleza comercial y no civil, siendo en
consecuencia, inaplicable el procedimiento contenido en el Código de Procedimiento Civil.
Con tal razonamiento -por demás errado-, la juez menoscabó el derecho de defensa de las
partes quienes acordaron de forma libre someter su controversia al conocimiento de un tribunal
arbitral independiente ad hoc, haciendo uso del principio de la autonomía de la voluntad de las
partes, cimiento fundamental de un acuerdo arbitral, el cual fue vulnerado por la juez superior,
así como desconocidos fueron no solamente los criterios de la Sala Constitucional a los que se
hizo referencia supra, sino al propio mandato expresado en las normas pautadas al respecto
en la carta fundamental; actuación censurable que atenta contra los principios pro actione y pro
arbitraje, el derecho a la defensa al debido proceso y a la tutela judicial eficaz, de raigambre
constitucional.
La juez superior se extralimitó en el examen que le incumbía resolver, respecto a los
pedimentos contenidos en el recurso de nulidad ejercido, para lo cual debió circunscribirse a
revisar, y declarar procedente -de ser el caso-, si lo expuesto por el demandante en
nulidad se encuentra dentro del marco de las causales taxativas previstas en la ley y en
las Convenciones Internacionales válidamente suscritas por Venezuela y aplicables al
caso concreto -si así correspondía- para la procedencia del mismo, que es lo que
realmente atañe al juez que actúa en conocimiento de un recurso de esta índole, y no
entrar a analizar sobre la legalidad del acuerdo arbitral, que fue lo que en definitiva hizo,
demostrando con ello asumir -se repite- un criterio absolutamente contrario al
principio pro arbitraje.
Así las cosas entiende la Sala que la juez superior, al desconocer la voluntad de las partes de
haber pactado y efectivamente sometido su controversia a un tribunal arbitral independiente,
constituido en el marco de las normas sobre el procedimiento especial de arbitramento
contenido en el Código de Procedimiento Civil, a cuyas reglas igualmente se acogieron para el
desarrollo del proceso, y no decidir conforme a lo peticionado en el recurso de nulidad ejercido
contra el laudo arbitral y su aclaratoria de fechas 10 de octubre de 2011 y su aclaratoria del 28
de ese mismo mes y año, infringió lo dispuesto en los artículos 12, 15 y 206 del Código de
Procedimiento Civil, menoscabando, consecuencialmente el derecho de defensa de las partes.
Ciertamente la juez del superior, incurrió en el señalado vicio, desnaturalizando con ello el
propósito fundamental del recurso extraordinario de nulidad, el cual en palabras de la Sala
Constitucional “…la pretensión de nulidad de un laudo arbitral se trata de una acción
excepcional que solo puede proceder en los supuestos contenidos en el artículo 44 de la Ley
de Arbitraje Comercial, orientada a enervar la validez del mismo, ya que su procedencia solo
es posible por motivos taxativos, lo que comporta la imposibilidad de afirmar que tal recurso se
constituya en una “apelación” sobre el mérito del fondo. Así, cualquier pretensión que propenda
la nulidad de forma directa o indirecta debe interponerse conforme a la ley de
procedimiento aplicable para ese arbitraje en específico (de acuerdo a lo que haya sido
adoptado por las partes en su cláusula compromisoria o acuerdo arbitral), y conforme a las
normas de conflicto que resultasen aplicables al Estado que haya sido seleccionado como
lugar tanto para el desarrollo del procedimiento arbitral, como para la posterior emisión del
laudo final…”. (Sent. N° 462, del 20/05/2010, caso: Gustavo E. Yélamo, exp. N° 10-0080).
De modo que constituye un exceso la decisión de la juzgadora, pues, desnaturalizó la finalidad
del recurso extraordinario de nulidad, cuyo recurso extraordinario debe estar basado en
motivos taxativamente establecidos, y que en modo alguno comporta un medio de
impugnación, como la apelación.
Era un deber indeclinable de la juzgadora limitarse a verificar -se insiste- si el recurso se
encontraba debidamente fundamentado, o estaba inmerso en alguna causal de inadmisibilidad,
y de allí pasar a revisar o no la pretensión del demandante de la nulidad.
En razón de lo expuesto, al detectar la Sala que la sentencia recurrida infringió los artículos 12,
15 y 206 del Código de Procedimiento Civil, la consecuencia inmediata es la nulidad de la
misma. Así se decide.
 
DECISIÓN
 
Por los razonamientos antes expuestos, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala de
Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República Bolivariana de Venezuela y
por autoridad de la ley, declara: CASA DE OFICIO la sentencia proferida en fecha 8 de agosto
de 2012 por el Juzgado Superior Primero en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del Área Metropolitana de Caracas. En consecuencia ANULA el fallo
recurrido y ORDENA al juez superior que corresponda, dicte nueva decisión sin incurrir en el
vicio aquí detectado.
 
Queda de esta manera CASADA la sentencia impugnada.
 
        No hay condenatoria en costas, dada la naturaleza del presente fallo.
 
        Publíquese, regístrese y remítase este expediente al juzgado superior de origen, todo de
conformidad con lo establecido en el artículo 322 del Código de Procedimiento Civil.
 
        Dada, firmada y sellada en la Sala de Despacho de la Sala de Casación Civil, del Tribunal
Supremo de Justicia, en Caracas, a los treinta (30) días del mes de julio de dos mil trece. Años:
203° de la Independencia y 154° de la Federación.
Presidenta de la Sala-Ponente,
 
 
 
____________________________
YRIS ARMENIA PEÑA ESPINOZA
 
Vicepresidenta,
 
 
 
_________________________
ISBELIA PÉREZ VELÁSQUEZ
 
Magistrado,
 
 
 
______________________________
LUÍS ANTONIO ORTÍZ HERNÁNDEZ
 
Magistrada,
 
 
 
________________________
AURIDES MERCEDES MORA
 
Magistrada,
 
 
 
____________________
YRAIMA ZAPATA LARA
Secretario,
 
 
 
__________________________
CARLOS WILFREDO FUENTES
Exp.: N° AA20-C-2013-000116
 
Nota: Publicada en su fecha a las
Secretario,

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