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APUNTES DE CÁTEDRA.

ORGANIZACIÓN DE LA SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 3 – CONTROL SOCIAL Y POLITICAS DE PREVENCIÓN.

LA PREVENCIÓN:

En el desarrollo de los conceptos de Control Social observamos la importancia


que tiene, para el mantenimiento de una norma, la posibilidad de que su
desobediencia sea retribuida con una sanción. En este sentido se analizaban las
características de las sanciones en tanto duras o blandas, pero principalmente
desde la agencia o institución encargada de administrarla o proveerla,
discriminando las correspondientes al Control Social Formal, que son las que
conforman el poder sancionador o punitivo del Estado a través del conjunto de
instituciones denominadas Sistema Penal, que comprenden básicamente la
Policía, Justicia y Penitenciaría, de las correspondientes al Control Social
Informal que son las que proveen el resto de instituciones o agencias con poder
de imponer alguna norma a los individuos, sea familia, escuela, grupo de amigos,
trabajo, medios de comunicación, etc.

La importancia de la sanción radica en que se le atribuye, al menos, dos


funciones o efectos: la de modificar el comportamiento y la de evitar su
repetición. Dicho de otras maneras, la sanción previene comportamientos no
deseados por los efectos mismos de la pena o castigo logrando la adecuación a
las normas.

Esa lógica es la que subyace y legitima a un conjunto de teorías y programas


que vinculan la prevención con la posibilidad de sancionar, o al menos con la
amenaza de la sanción. Entre ellas, una que tiene una importancia fundamental,
por la relevancia institucional que posee, es la denominada Teoría Disuasión o
Teoría de la Pena, que es sobre la que se asientan las mayoría de las leyes y la
justicia penal en prácticamente todos los países y con la que se pretende
legitimar el poder sancionador del Estado, o sea el Sistema Penal.
TEORÍA DE LA DISUACIÓN O DE LA PREVENCIÓN A TRAVÉS DE LA PENA:

Los fundamentos filosóficos de esta teoría se remontan a un pasado remoto pero


que fueron reflotados por los filósofos de la Ilustración en la época de la
Revolución Francesa (año 1789), que es el momento en que se construyen los
modernos sistemas penales de los países occidentales.
Se considera al derecho penal como medio por el cual el Estado, que representa
los intereses del consenso social, castiga a los que violan los intereses del
contrato social. Si no fuera por la existencia y aplicación de leyes que castiguen
los hechos que amenazan la convivencia pacífica, los seres humanos volverían
a un estado de conflictos permanente, a un estado de barbarie donde el más
fuerte imponga su voluntad sobre el más débil.

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Pero ¿qué es lo que hace que los individuos cometan delitos, transgrediendo el
contrato social? Para los filósofos de la Ilustración, denominados también de la
Escuela Clásica, el ser humano actúa con libre albedrío y llevado por su interés
personal calcula los costos y beneficios de sus acciones. Por consiguiente, él
decide no cometer actos delictivos solo por el efecto disuasorio de una pena o
castigo que le sería impuesta, la que se aplicaría con una certeza, celeridad y
severidad o dureza suficiente como para compensar los posibles beneficios del
acto delictivo.
La teoría sobre los efectos preventivos de las penas distingue entre la
Prevención Especial o Individual cuyo propósito es prevenir la reincidencia del
individuo que cometió un delito como efecto del castigo penal y la Prevención
General que sería el impacto disuasorio del castigo penal, o visto de otra forma,
el efecto ejemplificador de la pena sobre potenciales delincuentes.
Estos efectos preventivos o disuasorios se obtienen por diversos mecanismos
según se trate de la Especial/Individual o de la General.
1) Incapacitación:la reclusión impide la
comisión de nuevos delitos.
PREVENCION INDIVIDUAL: 2) Maduración: crecimiento biológico

3) Mejoras: a) terapias; b) escolarización y c)


nuevo ambiente, trabajo, etc.

1) Habituación: adquisición de normas de


comportamiento legales
PREVENCION GENERAL: 2) Formación Normativa: el conocimiento del
castigo penal colabora en la educación.
3) Disuasión: certeza, prontitud y dureza.
La Prevención Especial opera a través de la incapacitación, ya que la
permanencia en prisión del individuo le impediría la comisión de otros delitos en
la sociedad, al menos mientras dure el encarcelamiento.
La maduración refiere a un concepto meramente biológico; supone que
después de un periodo de tiempo en prisión el sujeto sale con menos energías
para delinquir a consecuencia de su aumento de edad.
Las mejoras suponen que el sujeto se desarrolla cualitativamente en su estancia
en la cárcel. Estas mejoras pueden provenir de terapias, escolarización, del
desempeño de algún trabajo, etc. Aspectos que conforman lo que se denomina
tratamiento o resocialización del penado.
La Prevención General se favorece a través de: la habituación es el
acostumbramiento o la naturalización de las normas y las sanciones penales que
provocan en las personas la automatización de comportamientos dentro de la

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legalidad normativa. Por ejemplo frente a un semáforo en rojo se detienen, en


general, sin necesidad de pensar o decidir en cada caso sobre esta conducta.
La formación normativa refiere al efecto educativo que tendrían las normas
penales a largo plazo. La difusión de las sentencias penales son asumidas por
los individuos y de esta forma el castigo penal podría conseguir educar a la
población sobre las consecuencias de determinados actos. Ejemplo de esto son
las campañas efectuadas sobre determinadas temáticas que se pretenden
prevenir.
La disuasión incluye tres elementos interrelacionados como son:
prontitud, certeza y dureza. La prontitud es importante porque en el análisis de
costos beneficios para realizar un comportamiento toma relevancia el hecho de
que en general los beneficios o ganancias de cometer un delito son inmediatos
mientras que las sanciones o castigos tienen un carácter demorado o de largo
plazo que atenta como efecto disuasivo. De la misma forma la certeza, si se
considera que una conducta tiene pocas probabilidades de acarrear o tener una
sanción, entonces el conocimiento de la pena o la amenaza de un castigo poco
importará en la toma de decisión. Por último la dureza; con mucha frecuencia se
observan acaloradas discusiones sobre la necesidad de aumentar el castigo
vinculado a un comportamiento delictivo o una infracción pretendiendo por sí la
modificación de esa acción. El aumento de la dureza no tiene efectos disuasorios
si no va acompañado de un aumento en la certeza de que efectivamente va a
ser detectado, identificado y sancionado el autor y de la prontitud en la
administración del castigo. La certeza y la prontitud dependen ante todo de la
eficacia policial y la rapidez del procedimiento penal, mientras que la dureza está
determinada por el Código Penal que indica el tiempo de la reclusión.
A pesar de contar esta Teoría de la Disuasión con gran consenso respecto de
su eficacia como mecanismo de prevención, en realidad son muy pocos los
estudios científicos que intentaron constatar si sus postulados se verifican
empíricamente, o sea se pueden constatar con la realidad.
Respecto de la Prevención Especial la evaluación debería poder determinar la
capacidad disuasoria del sistema penal evitando la reincidencia de las personas
en el delito. En este sentido la tasa de reincidencia del sistema penitenciario
refleja valores que oscilan entre el 40 y 60% de la población, que vuelve a
cometer delitos.

Otra hipótesis a constatar refiere a la dureza de la pena, que en este caso sería
el tiempo de duración y el régimen de internación. Algunos estudios
desarrollados en prisiones europeas constataron que los que estuvieron más
tiempo encerrados, debido a penas por delitos más graves, tienen una tasa de
reincidencia mayor que quienes tenían penas más cortas, por delitos más leves.
Otro aspecto de la dureza es el régimen de internación o el tratamiento del
penado. Si se supone a un individuo que elige su comportamiento en función de

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un cálculo de costo beneficio, la experiencia de vivir encerrado en condiciones


de mayores restricciones debería ser un elemento que determinaría evitar repetir
esa experiencia, por lo tanto debería funcionar mejor como elemento disuasorio
para la reincidencia, sin embargo los estudios muestran resultados contrarios.
Son más reincidentes quienes han experimentado experiencias en la prisión de
mayores restricciones o privaciones que quienes tuvieron regímenes más
abiertos o flexibles.
En síntesis, las hipótesis que plantea la teoríade la prevención especial no
obtuvieron buenos resultados en cuanto a su verificación empírica, por lo que se
podría pensar que la detención en cárceles cumple más una función
sancionatoria en si misma que preventiva.
Respecto de la Prevención General. Aquí las hipótesis a contrastar se refieren a
si la formación normativa y la disuasión tienen efectos preventivos. Si bien en
nuestro país no existen estudios al respecto, o al menos de conocimiento público,
algunos realizados en otros lugares, sobre todo de Europa, referidos a las
campañas sobre infracciones viales, por ejemplo el aumento del valor o gravedad
de las multas por la conducción del vehículo luego del consumo de alcohol
muestran algunos datos interesantes.
En Inglaterra “una nueva ley contra el consumo de alcohol por conductores de
coches fue acompañado por una fuerte campaña de publicidad durante tres
meses. Se avisó a la ciudadanía sobre los controles de alcoholemia que se iban
a realizar a la hora de cierre de los bares y sobre las elevadas multas que se
iban a aplicar. Los efectos de la campaña fueron observables en el número de
accidentes pues en los primeros tres meses de aplicación de esta nueva ley el
número de accidentes con lesiones se redujeron en 16% y el número de muertos
en un 23%. Es muy probable que esas disminuciones se debieron a la campaña
disuasoria llevada a cabo. Sin embargo el efecto fue transitorio. Dos años
después el número de accidentados había recuperado su nivel anterior a la ley.
Es posible que, una vez que los conductores se daban cuenta de que el número
de controles policiales no eran muy elevados, volvían a conducir alcoholizados
como antes. Parece que la propaganda para conseguir un mejor cumplimiento
de la ley tiene efectos disuasorios solamente si es acompañado de un aumento
real en el riesgo de ser descubierto, es decir al aumentar la certeza del castigo y
no solo la dureza.” (Garrido y Stangeland; Manual de Criminología, pág. 195)

LA PREVENCIÓN PRIMARIA, SECUNDARIA Y TERCIARIA

Como hemos visto hasta este momento, el concepto de prevención está


directamente relacionado con la capacidad sancionadora, con el objeto de evitar
la repitencia de un acto que se pretende prevenir.

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Pero hay otra forma de definir el concepto o de resaltar aspectos que lo


relacionan con otros intereses y en este caso sería la de valorar el efecto
anticipador a un comportamiento no deseado. Dicho de otro modo, prevención
sería la capacidad de anticiparse y evitar un hecho.
Para evitar que un hecho ocurra hay que tener en cuenta o indagar sobre las
causas o los motivos que lo pueden provocar. Entonces la prevención se
transforma en una consecuencia o en el resultado de medidas o acciones que
intervinieron para evitar una situación específica. Esas medidas no son otra cosa
que programas diseñados para atender algún aspecto identificado como causa
o factor que provoca una conducta que se desea modificar.
Es entonces posible realizar una distinción o diferenciación en tipos de
prevención en función de algunos criterios como ser: mayor o menor relevancia
etiológica (mayor o menor importancia como causa del comportamiento) de los
programas, distinción de los destinatarios o población objetivo a los que se
dirigen estos programas, los instrumentos y mecanismos que se utilizan, ámbitos
de actuación de los mismos y fines perseguidos.
Con esta diferenciación de criterios se han establecido tres tipos de prevención:
la primaria, la secundaria y la terciaria.
La Prevención Primaria se refiere a los programas que se orientan a las causas
mismas, a la raíz del conflicto criminal, para neutralizarlo antes de que el propio
problema se manifieste. Tratan de crear las condiciones para una socialización
provechosa, acorde a los objetivos sociales. Educación, vivienda, trabajo,
bienestar social y calidad de vida son ámbitos esenciales para una prevención
primaria, que opera siempre en el mediano y largo plazo y se dirige en general a
todos los ciudadanos. Las exigencias de prevención primaria suelen atenderse
a través de estrategias de política cultural, económica, social, cuyo objetivo
último es dotar a los ciudadanos de la capacidad social para superar de forma
productiva los eventos conflictivos.
La Prevención Secundaria actúa más tarde en términos causales, No cuando
o donde el conflicto criminal se origina sino cuándo y dónde se manifiesta, se
exterioriza. Opera a corto y mediano plazo y se orienta selectivamente a actos
concretos, particulares, a sectores específicos de la sociedad. En general a
grupos que muestran un mayor riesgo de padecer o protagonizar el problema
criminal. La prevención secundaria se expresa en la política legislativa en materia
penal y en el accionar policial. Programas de prevención policial, de control de
medios de comunicación, de ordenamiento y mejoramiento urbano, de utilización
del diseño arquitectónico como instrumento de autoprotección, por citar algunos,
son ejemplos de prevención secundaria.
La Prevención Terciaria tiene un destinatario claramente identificado y es la
población reclusa, penada y su objetivo también es claro, evitar la reincidencia.
Se refiere a lo que desde la teoría de la disuasión vimos como Prevención

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Especial y las mejoras que plantea. Es, de las tres modalidades de prevención
que estamos observando, la que tiene un mayor carácter punitivo. Los
programas re-habilitadores, re-socializadores se llevan a cabo en al ámbito de la
penitenciaria y sin dudas están lejos de las causas, del tiempo y del lugar de las
raíces últimas del problema criminal y esto se refleja en su limitada eficacia, o
dicho de otro modo, en los elevados índices de reincidencia, pues se aplican
tarde (después de cometido el delito), parcial, o focalizado solo en el penado e
insuficiente porque no neutraliza las causas que dan origen al problema criminal.
En nuestra provincia y siguiendo lo establecido por la Ley 24.660 de Ejecución
de la Pena, el diseño y la evaluación de estos programas de tratamiento o de
prevención terciaria lo realiza el denominado Organismo Técnico Criminológico
en el ámbito de los distintos complejos penitenciarios.

POLÍTICAS Y PROGRAMAS DE PREVENCIÓN DEL DELITO.


Luego de la diferenciación efectuada con anterioridad entre la Prevención
concebida desde la Teoría de la Pena, cuyo eje central es el Sistema Penal y la
que plantea la división en primaria, secundaria y terciaria, abordaremos algunos
programas de intervención en cada una de esas instancias, pero antes de
enunciarlos es necesaria una breve reseña y explicación de los supuestos que
las sostienen.
A mediados de los años 70´ aparece dentro del ámbito de la Sociología y la
Criminología en Europa y EE.UU. un conjunto de teorías que se agruparon en lo
que se denomina Criminología Ambiental. Estas teorías suponen que no hay
una relación directa entre los problemas económicos y la cantidad de delitos,
pues observan con datos de estadísticas que durante los años 50, 60, incluidos
los 70 hubo un crecimiento económico importante, con la consecuente baja de
tasa de desocupación, aumento de salarios y de los beneficios sociales del
llamado Estado de Bienestar. No obstante esto, también observan que durante
el mismo periodo hay un aumento de los delitos, por lo que la constatación de
que ese crecimiento no provocaba una disminución de los delitos, sino lo
contrario, su aumento, hizo replantear esta relación, concluyendo que el
desarrollo económico general de la sociedad no solo es independiente del nivel
de delitos sino que también puede colaborar en su incremento. Así, las causas
hay que encontrarlas en las decisiones individuales orientadas a la búsqueda
de oportunidades que se hallan en una sociedad o comunidad carente de
controles adecuados.
En una investigación de la Universidad de Stanford, que va a derivar en la Teoría
de las Ventanas Rotas, realizaron un experimento de sicología social en el que
abandonaron dos automóviles exactamente iguales en dos lugares
completamente distintos. Uno en un barrio conflictivo en esa época como fue el

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Bronx, en Nueva York y el segundo en un barrio de alto poder adquisitivo,


ordenado y tranquilo llamado Belair en California.

Mientras que el auto dejado en el Bronx comenzó a ser vandalizado y


desmantelado a las pocas horas, el coche que fue abandonado en Belair no tuvo
consecuencias durante días. Fue entonces que los investigadores decidieron
alterarlo rompiéndole una ventana con la intención de que se viera como
abandonado. A partir de esa acción el auto comenzó a sufrir el vandalismo y el
desmantelamiento al igual que en el Bronx y en ambos casos se constató que
las personas que destrozaron los vehículos no eran vándalos callejeros
sino habitantes del propio vecindario, vecinos de las casas o edificios
circundantes.

De esta experiencia llegaron a la conclusión que aquellos bienes u objetos tanto


materiales como jurídicos e intangibles que son abandonados o sobre los que no
se visualiza el ejercicio de una custodia o que simplemente aparentan estar
desprotegidos son pasibles de ser atacados o apropiados por terceros. Que
cualquier persona, de cualquier sector o clase social, puede atacar lo que
parece desprotegido.

Dejar un edificio o una casa en el abandono es similar a cuando se permiten los


delitos menores o faltas. Se supone que si se disuaden o reprimen los delitos
relacionados con la calidad de vida, se envía un mensaje de que también se hará
con los delitos más importantes. Los delitos o faltas vinculados a la calidad
de vida son aquellos que en general hacen al uso del espacio público, como
la mendicidad, vagancia, pintar grafitis, no pagar el transporte público,
infracciones de tránsito, etc. Esta teoría, además, plantea que enfocarse en los
delitos pequeños permitirá no solo prevenir sino que también resolver los delitos
más graves. También que la disminución de los delitos dependerá más del
Control Social Informal que del Formal pues este actúa después que el daño
está hecho.
En otro artículo en el mismo sentido, expone la denominada Teoría de las
Actividades Rutinarias o de la Oportunidad, donde se plantea la realidad de
las sociedades modernas que han producido cambios en las rutinas de los
individuos, como desplazamientos, aumento del tiempo fuera de la casa, mayor
movimiento de bienes como propiedades, objetos, dinero, etc., transformándola
en una gran “vidriera” con una gran cantidad de objetos expuestos y mejores
oportunidades para delinquir. Aquí también los autores manifiestan la paradoja
de constatar el crecimiento económico general de la sociedad y a su vez el
crecimiento del delito, sobre todo el delito contra la propiedad.
La pregunta que se plantean es ¿de qué forma la organización espacio-
temporal de las actividades sociales favorece que las personas con
inclinaciones delictivas cometan delitos? Al respecto argumentan que las
mejoras en las condiciones sociales de vida como aumento de la escolaridad,

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disminución de la desocupación laboral, entre otros, no disminuye la


delincuencia, pero el crecimiento económico general ha propiciado un aumento
en las posibilidades de cometer delitos y esto es así por la convergencia en el
espacio-tiempo de tres elemento interrelacionados, lo que algunos autores
llaman el triángulo del delito:
1- La existencia de delincuentes motivados y con las habilidades
necesarias.
2- La presencia de objetivos o víctimas apropiadas o potenciales,
(pueden ser objetos, personas, lugares, etc.)
3- La presencia de Circunstancias Facilitadoras ó la ausencia de
Protectores Eficaces: no solo relacionado con la tarea policial sino
que principalmente con el Control Informal y los mecanismos de
autoprotección.

Si bien la ausencia de algunos de estos elementos evita la ocurrencia del


delito, los autores ponen el énfasis en el tercer aspecto ya que el
aumento del control de las personas sobre sí mismas y sobre sus
bienes disminuye sustancialmente esta posibilidad.

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El planteo de estos tres elementos interrelacionados permite la presentación de


modelos de prevención en donde se aborda: la Prevención Social, la
Prevención Situacional y la Prevención Comunitaria. (Gráfico)

En este, la Prevención Social busca “desmotivar” la conducta delictiva


interviniendo en los factores de riesgo del potencial delincuente, el primer
aspecto; la Prevención Situacional busca reducir las oportunidades para el
delito, el tercer aspecto; y la Prevención Comunitaria persigue la participación
de la ciudadanía en la prevención del delito.
Estas teorías han recibido importantes críticas por subestimar la influencia de
la problemática económica en las causas del delito, sobre todo en los países
latinoamericanos, tal como vimos en la Unidad 1. También, porque llevadas a su
última instancia, se sobre valora la respuesta de autoprotección para la
prevención de los delitos y lleva a una sociedad segmentada y con niveles de
seguridad de acuerdo con el sector social al que se pertenece. Están más
protegidos quienes más recursos tienen para protegerse y los sectores de menos
recursos solo dependen de la calidad del servicio de seguridad estatal.
A pesar de estas críticas, las ideas de estas teorías han sido rápidamente
adoptadas por parte de muchos gobiernos en la mayoría de los países
americanos y europeos.
Como ejemplo de programa “tipo” que orienta las acciones de Prevención
Situacional puede citarse la siguiente experiencia tomada por un Municipio de
Buenos Aires, pero que refleja las características comunes adoptadas por una
gran cantidad de Municipios y Provincias del país. En este caso desde la
Intendencia Municipal se diseñó un conjunto de medidas que cumplían con las
iniciativas planteadas. Se mejoraron los espacios verdes, se mejoró la
iluminación de las calles, se ampliaron los accesos vehiculares y peatonales a la
ciudad, se fomentó la inversión para la radicación de comercios, centros de
recreación familiar, restaurantes y barrios de sectores medios y altos. Junto con
esto se incorporó el sistema de monitoreo por cámaras de seguridad en espacios
públicos, avenidas principales y en los lugares conflictivos. Se conformó la policía
Comunitaria con la población local, (en Mendoza se denominan Preventores)
que complementa la tarea de la Policía Provincial, equipada con móviles con
cámaras de transmisión de imágenes y sistema de localización satelital. Se
diseñó una red de comunicaciones que mantiene enlazados a todos los
integrantes de las fuerzas de seguridad con un Centro Operativo al que se
incorporó botones de pánico para vecinos y comerciantes que necesiten ayuda.
Se logró en gran medida el compromiso de los vecinos a través de la
participación en las tareas y decisiones municipales, mejorando el control
informal de la zona junto con la sensación de pertenencia y seguridad. Con el
conjunto de medidas quedaron conectados domicilios, escuelas, comercios,
transporte público y vigilancia privada que pueden generar “alertas” desde

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teléfonos celulares, lectores de tarjetas de crédito y computadoras para advertir


y denunciar la ocurrencia de delitos o la presencia de personas sospechosas.

Puede reconocerse en la descripción de esta experiencia la de muchas otras a


lo largo del país y también de países vecinos.
Por supuesto que esto no agota las posibilidades de intervención, ya que también
es posible incorporar a la “seguridad privada” y a los mecanismos de auto
protección, alarmas, seguros, perros, etc. en una oferta muy extensa, pero que
va a depender de los recursos disponibles para su adquisición.
Respecto de la Prevención Social – las personas motivadas y predispuestas a
cometer delitos-. Algunos estudios plantean que existe un conjunto de factores
de riesgo que influyen en el ingreso de estas personas a una senda violenta o
delictiva. De igual forma, existen factores que contrarrestan esa propensión,
llamados factores protectores. Las políticas y acciones que pretendan reducir
la existencia o el impacto de factores de riesgo y lograr lo contrario en el caso de
los factores protectores pueden ser catalogadas, en términos generales, como
de Prevención Social.
Una política de Prevención Social se convierte en el mejor instrumento de
prevención de la criminalidad ya que interviene positivamente en las causas que
le dan origen. Los programas con orientación a la Prevención Social son en
realidad programas de Prevención Primaria y tienden a asegurar a todos los
miembros de la comunidad un acceso efectivo a cuotas satisfactorias de
bienestar social y calidad de vida y esto reduce la conflictividad y en
consecuencia las tasas de delitos.

A modo de ejemplo de programas de Prevención Social se presenta los


lineamientos básicos de dos de ellos:

A) Programa Orientado a la Reflexión Axiológica (Valores):

El comportamiento, desde un punto de vista conductual, tanto pro-social como


anti-social o delictivo tiene sus raíces en un entramado de actitudes,
motivaciones y valores. Estos últimos, los valores, configuran el marco de
referencia básico que guía y orienta al individuo. Los valores “oficiales” y los
valores realmente vividos, “subterráneos”, de una sociedad trazan el perfil más
representativo de ella. El programa plantea una revisión del marco de valores
con los que se comportan y justifican las acciones delictivas, para ello es
necesario una sustitución de los valores que propician el delito, o modificar
determinados mensajes y actitudes que hacen posible la interpretación
criminógena de tales valores.
Una política preventiva en torno a la criminalidad de jóvenes debería
comprender al menos cuatro estrategias:

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1. Reflexión Axiológica: El crimen se “aprende” a través de los mismos


mecanismos con que se aprenden los comportamientos pro-sociales. En general
se aprende por imitación ya que repite lo que le enseñan u observa de modelos
próximos con los que se siente identificado. Esto obliga a dirigir la mirada hacia
la sociedad de los adultos. Hacia los modelos y pautas de comportamiento de
los adultos, hacia sus valores “oficiales” y “subterráneos”. La modificación de
ciertos comportamientos adultos, que funcionan como ejemplos, será a mediano
plazo una efectiva estrategia preventiva.

2. Aprendizaje observacional y mensajes antipedagógicos: En la


psicología del joven y del menor tienen importancia ciertos procesos
“abreviados” de aprendizaje que se logra con asociar la conducta propuesta con
el éxito conseguido con otros que lo practican. En este sentido si le llegan
mensajes ambiguos puede recibir una lectura sesgada y/o criminógena, aunque
no sea la finalidad del mensaje.
Por ejemplo el afán de superación y de éxito personal son dos valores
inobjetables. Pero un mensaje que identifique triunfo y éxito económico sin
discriminar los medios, formas y procedimientos para su logro puede ser
interpretado como que todo vale, aún a través del delito. La sociedad que quiera
prevenir la criminalidad de jóvenes y menores ha de condenar el éxito
económico, rápido y fácil, no asociado al esfuerzo personal digno de algunos
adultos “triunfadores”.

3- Criminalidad Subcultural y Rearme Axiológico Positivo: Se trata de


aportar al joven o menor pautas de conductas y modelos que den sentido a sus
vidas. De ofrecer alternativas e incentivar su compromiso y participación. Muchas
de las conductas delictivas son subculturales o sea simbólicas, pueden significar
la huida de una sociedad cuyos valores no comparten o la rebeldía hacia las
conductas del mundo adulto.
Es necesario la oferta de alternativas de valores a los jóvenes que promuevan la
participación y el cambio social ya que las subculturas criminales son
mecanismos sustitutos de la participación social (asociaciones con valores
diferenciales).

4- Una “cultura” apoyada por políticas sociales: la cultura ha cumplido


tradicionalmente una función moderadora que hoy no cumple. La cultura actual
exalta el éxito, el consumo, el corto placismo y los jóvenes son las primeras
víctimas, antesala de profundas frustraciones. No es de extrañar que muchos de
los jóvenes delincuentes acusen un bajo umbral de tolerancia a la frustración si
solo se los educó en la búsqueda del éxito, del triunfo a toda costa y a cualquier
precio.
Una nueva cultura que recree los valores vinculados al esfuerzo personal y el
éxito sobre el trabajo bien hecho y digno solo es posible si va acompañado de
políticas sociales que nivele desigualdades y genere las oportunidades.

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B) Programa de Prevención de la Criminalidad con Orientación


Cognitiva. (Prevención Primaria y/o Terciaria)

La adquisición de habilidades cognitivas ha demostrado ser una eficaz técnica


de intervención resocializadora, porque aísla al joven delincuente de influencias
criminógenas. Supone que una temprana adquisición de estas habilidades por el
joven evita que se involucre en comportamientos delictivos. Este tipo de
programas suelen ser eficaces tanto en la denominada prevención primaria
como en la terciaria, o sea con jóvenes ya en conflicto con la ley penal.

El fundamento teórico de la función preventiva del modelo cognitivo se halla en


estudios realizados sobre jóvenes pre-delincuentes tanto en el ámbito familiar
donde se modifican conductas desadaptadas (impulsividad, agresividad, etc.)
como en el ámbito escolar, vinculados al aprendizaje de toma de decisiones, de
comunicación, de solución de problemas y conflictos, de educación en valores,
etc. Indicadores todos de conductas asociadas al comportamiento violento y
criminal.

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