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Cátedra Vallejo
2021-2
Opcional
Ejemplo:
En conclusión, el Estado debe defender la educación pública al igual que la privada, porque
todos tienen el derecho a elegir el tipo de formación profesional y, además, no debe
permitirse que esta caiga totalmente en la lógica del mercado neoliberal que todo lo convierte
en mercancía. Por eso, sin la posibilidad de una educación superior libre, el joven está
condenado al abuso de las grandes corporaciones educativas.
La delincuencia es un flagelo social que azota al mundo en diversas magnitudes, según la dinámica
punitiva o correctiva de cada país. Así mismo, un grueso número de individuos que delinquen son
jóvenes menores de edad que, por diversas razones familiares o sociales, encuentran en la
transgresión de la ley un espacio para la sobrevivencia. En las siguientes líneas, precisamente, se
tratará sobre la delincuencia juvenil. En este sentido, se considera que este fenómeno social no se
soluciona, de ningún modo, con la cárcel.
La cárcel es un centro penitenciario que alberga a delincuentes adultos que purgan condena y no
están para corregir a menores. Si un menor de edad que ha cometido delito es internado en estos
centros de aislamiento, lejos de corregirse, estará expuesto a un castigo excesivo que terminará
acrecentando sus reacciones violentas. Del mismo modo, la presencia de reos avezados al derredor
afectará su conducta sin pensar en corregirse para el bien propio ni de la sociedad. Al respecto, Orts
Berenguer (2006) afirma que la cárcel es un modelo clásico de respuesta al delito como capacidad
punitiva del Estado para castigar al delincuente y dar satisfacción y compensación a la víctima. Parte
del supuesto que la criminalidad se puede prevenir atendiendo al impacto que el efecto disuasorio
del sistema pueda tener sobre el delincuente. Sin embargo, la disuasión no tiene el mismo efecto
sobre todos los delincuentes ni se puede hacer un pronóstico de su efecto, más si se trata de
menores. Por el contrario, estos modelos de castigo carcelario suelen caer en una peligrosa inercia
que deriva en fórmulas de rigor excesivo y generan mayor violencia y resentimiento con la sociedad
(p. 47). Efectivamente, la cárcel no es un centro de recuperación para las personas que delinquen. En
el caso de menores, estar en un penal significaría un medio para acrecentar su rechazo a la sociedad
sin posibilidades de reinsertarse con bien. Por esa razón, es conveniente que las autoridades
promuevan la creación de centros especializados con asistencia psicológica para albergar a
delincuentes juveniles.
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De acuerdo con Estacio, la reinserción social es una tarea difícil en personas adultas. Por ello,
considerar que se concrete en jóvenes o adolescentes ingresándolos a centros penitenciarios podría
convertirse en un despropósito que podría agravar, no solo la situación de estas personas, sino
también la seguridad ciudadana.
En conclusión, los centros penitenciarios no son una alternativa viable para la reinserción o
rehabilitación de los jóvenes que cometen actos delictivos. En este sentido, los castigos físicos, así
como el liderazgo negativo delincuencial que forman parte de su dinámica diaria, intensificarían su
conducta violenta contra la sociedad. Así mismo, los grupos o bandas criminales y el ámbito propicio
para el consumo de estupefacientes generaría, precisamente, la normalización de la violencia como
lógica única de vida. En definitiva, se deben crear los proyectos necesarios y pertinentes que
permitan generar espacios propicios para la resocialización y reinserción de los jóvenes en la
sociedad, en la cual participen todos los estamentos municipales, políticos, jurídicos del país, a fin de
que este perciba que existen oportunidades de una vida distinta y viable.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Estacio, J. (2019). La cárcel ¿Resocialización del delincuente? Revista Nueva Época, 52, 139-
152. https://revistas.unilibre.edu.co/index.php/nueva_epoca/article/view/6098/5630