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– Saneamiento
Sumario: 1. Los supuestos normativos que dan origen al régimen del saneamiento y a la
consiguiente responsabilidad del transferente frente al adquirente. – 1.1. Primer
supuesto: La evicción. Noción y remedios. – 1.2. Segundo supuesto: Los vicios ocultos.
Noción y remedios. – Tercer supuesto: Los hechos del transferente. Noción y remedios. –
2. Las obligaciones de saneamiento y los múltiples regímenes de responsabilidad
contractual en el ordenamiento peruano. Apuntes preliminares sobre un modelo
fragmentado e incoherente de protección del acreedor. – 3. Los modelos de vinculación
contractual: un intento de explicación de la fragmentación e incoherencia existentes en el
ordenamiento peruano. – 4. El régimen del incumplimiento en el moderno Derecho de
contratos como modelo de solución a la fragmentación: Breve introducción.
El artículo 1484 del código civil establece que hay lugar a saneamiento en los
contratos relativos a la transferencia de propiedad, posesión o uso de bienes muebles o
inmuebles1. Eso significa que, en dichos contratos, el transferente tiene la obligación de
responder frente al adquirente en caso se verifiquen determinados supuestos de hecho
que son precisados en el artículo 1485, materia de este comentario.
1
Históricamente, desde el Derecho romano, las obligaciones de saneamiento han hecho parte de la
regulación del contrato de compraventa (cfr. FERNÁNDEZ DE BUJÁN, Antonio, Derecho privado romano, Madrid:
Iustel, 10ª ed., 2017, pp. 570-575). Sin embargo, en el Perú, desde el código civil de 1936, el régimen del
saneamiento tiene la particularidad de ampliar su ámbito de aplicación a todos los contratos relativos a la
transferencia de propiedad, posesión o uso de bienes muebles e inmuebles. Además, a diferencia de lo que
ocurría en el código de 1936, que circunscribía la materia a los contratos celebrados a título oneroso, en el
actual código civil el régimen del saneamiento es de aplicación a todo tipo de contrato que verse sobre la
transferencia de propiedad, posesión y uso de bienes muebles e inmuebles, cualquiera sea el título de
atribución patrimonial.
establece que si esta no es indicada por las partes de manera expresa o tácita, se
presume que su voluntad es dar al bien el destino normal de acuerdo con sus
características, la oportunidad de la adquisición y las costumbres del lugar.
Por lo demás, se entiende que el derecho del tercero era desconocido por el
adquirente cuando celebró el contrato, pues si al celebrar el contrato el adquirente
conocía que el bien era litigioso o ajeno, pierde el derecho a exigir al transferente el
saneamiento por evicción (art. 1500, inc. 4).
2
En realidad, históricamente y conforme a importante legislación comparada, la evicción podría provenir
también de un acto del propio transferente y, como recuerda Manuel De La Puente, así también se recogía
en el artículo 1372 del código civil de 1936, el que, ubicado en el título referente a la evicción, disponía que
aunque se hubiese pactado que no quede sujeto el enajenante a saneamiento, lo estará sin embargo al que
resulte de un hecho personal suyo, precisando que todo pacto en contrario es nulo (cfr. DE LA PUENTE Y
LAVALLE, Manuel, El contrato en general. Tomo III, Lima: Palestra Editores, 2001, p. 638). Sin embargo, en el
código civil de 1984, todos los actos del transferente, incluso aquellos que calificarían como “evicción”,
constituyen un supuesto distinto de obligación de saneamiento.
3
La excepción sería aquella contemplada en el artículo 1492, conforme al cual se produce la evicción
cuando el adquirente, con el asentimiento del transferente, se allana a la demanda del tercero o hace
abandono del bien sin esperar la finalización del proceso.
4
Proceso que puede ser uno de reivindicación, de “mejor derecho de propiedad”, nulidad, anulabilidad,
desalojo o, en fin, cualquier proceso cuya pretensión esté destinada enervar, total o parcialmente, el
derecho de propiedad, posesión o uso del adquirente sobre el bien mueble o inmueble.
Una vez producida la evicción, y habiendo cumplido el adquirente con las cargas y
condiciones que le son impuestas para poder exigir el saneamiento al transferente5, el
ordenamiento le concede algunos remedios o medios de tutela de sus intereses, que han
sido lesionados por la evicción.
En este sentido, el artículo 1495 señala que, si la evicción (léase: pérdida del
derecho de propiedad, posesión o uso) es total, el adquirente puede exigir al
transferente: el valor del bien al momento de la evicción, teniendo en cuenta la finalidad
para la que fue adquirido (junto con una serie de conceptos adicionales precisados en la
norma6); y la indemnización de daños y perjuicios, pero solo cuando el transferente
incurrió en dolo o culpa al celebrar el contrato.
5
Además de la condición consistente en ignorar, al momento de celebrar el contrato, que el bien era
litigioso o ajeno, las cargas que se imponen al adquirente son las señaladas en el artículo 1500, que en caso
de incumplimiento, dan lugar a la pérdida del derecho a exigir el saneamiento al transferente. Estas cargas
son: 1) Pedir y cuidar que, en caso no haberlo hecho el tercero, se cite al transferente con la demanda del
juicio de evicción. 2) Obtener el consentimiento del transferente para someter la causa (juicio de evicción) a
arbitraje. Si no se cumple con ello y el arbitraje se pierde, el adquirente no podrá exigir el saneamiento. 3)
Obtener el asentimiento del transferente para transigir el juicio de evicción con el tercero. 4) Demandar el
saneamiento dentro del plazo de un año de producida a evicción. Vencido ese plazo el derecho del
adquirente caduca.
6
El artículo 1495 contempla los intereses legales desde que se produjo la evicción; los frutos devengados
por el bien o su valor; los tributos y gastos generados por la celebración del contrato; los costos y costas del
juicio de evicción si fue obligado a pagarlos; y las mejoras hechas de buena fe por el adquirente.
7
Sobre la finalidad indemnizatoria de esta medida, cfr. DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel, El contrato…, pp. 468-
471.
Por otra parte, el artículo 1501 contempla los remedios o medios de tutela del
adquirente para los casos de evicción parcial, precisando que, en esos casos, el
adquirente puede exigir el valor de la parte del bien o del derecho que se pierde, lo cual,
en el fondo, sería una aplicación del remedio de la reducción del precio o
contraprestación, acompañado de una indemnización por la diferencia entre el precio y el
valor de la parte del bien o derecho que se pierde. Sin embargo, si la pérdida parcial es de
tal importancia que hace inútil el bien o el derecho para la finalidad de su adquisición, el
adquirente podrá acudir al remedio de la resolución del contrato y considerar el caso
como uno de evicción total, siéndole aplicable lo previsto para dicho supuesto.
En cualquier caso –evicción total o parcial– el derecho que tiene el adquirente para
obtener el saneamiento a través de los remedios o medios de tutela antes indicados,
caducará al año de producida la evicción; respecto de lo cual no huelga recordar que la
caducidad –a diferencia de lo que ocurre con la prescripción– extingue no solo la
pretensión sino también el derecho material (art. 2003), no admite interrupción ni
suspensión del plazo, a menos que sea imposible reclamar el derecho ante tribunales
peruanos (art. 2005) y, por último, puede ser declarada de oficio por el juzgador (juez o
árbitro), aun cuando no haya sido invocada por la parte interesada (art. 2006).
Estos son los alcances normales de los remedios contractuales que el régimen del
saneamiento concede al adquirente frente a la evicción; sin embargo, no hay que olvidar
que las obligaciones de saneamiento, como elementos naturales del contrato, están
sujetas a la ampliación, restricción o supresión que puedan pactar las partes (art. 1489).
En coherencia con esta facultad, el artículo 1497 establece que si las partes pactan que el
transferente no queda sujeto a la obligación de saneamiento por evicción y ésta (pérdida
total o parcial del bien o del derecho) se produce, el transferente queda obligado a
devolver solo la contraprestación que recibió por el bien o el derecho (ya no su “valor” al
momento de la evicción), a no ser que el adquirente renuncie expresamente a dicha
devolución. En todo caso, dicha renuncia no será válida si el transferente actuó con dolo o
culpa inexcusable al momento de la transferencia.
El segundo supuesto está constituido por los denominados vicios ocultos, también
conocidos en doctrina comparada como vicios redhibitorios, en alusión, como se verá, a
una de las típicas acciones o remedios que este régimen de responsabilidad concede al
adquirente.
Los vicios ocultos o redhibitorios son los defectos no ostensibles del bien, es decir,
aquellos defectos que no se pueden ver o percibir con facilidad, en condiciones normales,
por el concreto adquirente, y que existen al momento de la transferencia. En esta línea, el
artículo 1504 precisa que no se considerarán vicios ocultos aquellos que el adquirente
pueda conocer actuando con la diligencia que les es exigible de acuerdo con su aptitud
personal y con las circunstancias del caso concreto.
Cabe señalar que dentro de los “defectos” que configuran los vicios ocultos, se debe
considerar no solo los desperfectos en la materialidad y funcionamiento del bien, sino
también las cargas, limitaciones o gravámenes ocultos (art. 1509), la inexistencia de
servidumbres activas declaradas por el transferente al celebrar el contrato (art. 1510), así
como la ausencia de las cualidades prometidas por el transferente que le daban valor al
bien o lo hacían apto para la finalidad de la adquisición (art. 1505).
Los típicos y característicos remedios del saneamiento por vicios ocultos están
constituidos por las acciones redhibitoria y estimatoria, que no son otra cosa que la
resolución del contrato y la reducción del precio o contraprestación, respectivamente.
Así, el artículo 1511, que recoge la denominada acción redhibitoria, señala que el
adquirente puede pedir, en razón del saneamiento a que está obligado el transferente, la
resolución del contrato, en cuyo caso el transferente debe pagarle el valor que tendría el
bien al momento de la resolución si es que no existiera el vicio que lo afecta, teniendo en
cuenta la finalidad de la adquisición (art. 1512, inc. 1). Además, el adquirente podrá exigir
al transferente el pago de los intereses legales desde el momento de la citación con la
demanda (art. 1512, inc. 2); los gastos o tributos del contrato pagados por el adquirente
(art. 1512, inc. 3); y los frutos del bien que estuviesen pendientes de percibir al momento
de la resolución (art. 1512, inc. 4).
Por su parte, el artículo 1513, que recoge la acción estimatoria o quanti minoris,
establece que el adquirente puede optar por pedir que se le pague lo que el bien vale de
menos, por razón de vicio, en el momento de ejercerse la acción de pago, teniendo en
cuenta la finalidad de su adquisición; en otras palabras, en virtud de este remedio el
adquirente puede exigir que la contraprestación a su cargo se reduzca en proporción a los
vicios que afectan el bien.
Hasta acá se ha visto que en caso de vicios ocultos, el régimen del saneamiento
concede al adquirente tres remedios contractuales: resolución (acción redhibitoria),
reducción del precio o contraprestación (acción estimatoria), e indemnización de daños y
perjuicios. Sin embargo, el ordenamiento peruano contempla, para este supuesto en
particular, un remedio adicional: la pretensión de cumplimiento.
El derecho que tiene el adquirente para obtener el saneamiento por vicios ocultos a
través de los remedios o medios de tutela antes indicados, caduca a los tres meses si los
bienes son muebles y a los seis meses si los bienes son inmuebles, plazos que se
computan desde el momento de la recepción del bien por el adquirente (art. 1514).
Por último, al igual que en la evicción, si las partes han pactado que el transferente
no queda obligado al saneamiento por vicios ocultos y por razón de los vicios el bien se
pierde o resulta inútil para la finalidad de la adquisición, el transferente debe devolver
solo la contraprestación que recibió (ya no el “valor” del bien), a menos el adquirente
haya renunciado expresamente a ella (art. 1519). Dicha renuncia no será válida si el
transferente actuó con dolo o culpa inexcusable –conocía o pudo conocer los vicios– al
momento de la transferencia o al momento de pactarse la renuncia (art. 1520).
Los remedios o medios de tutela que el ordenamiento peruano prevé para este
supuesto son la acción redhibitoria (resolución del contrato) y la acción estimatoria o
quanti minoris (reducción del precio o contraprestación) (art. 1525), y se les aplica los
mismos plazos de caducidad previstos para el supuesto anterior, es decir, 3 y 6 meses,
dependiendo de si los bienes son muebles o inmuebles (art. 1526), lo cual me exime de
mayor comentario al respecto. Sin embargo, toda vez que los hechos del transferente
podrían ocurrir después de celebrado el contrato con el adquirente e incluso después de
la entrega del bien, los plazos de caducidad deberán computarse desde el momento en
que los actos –materiales o jurídicos– que perturban el derecho del adquirente, se
produzcan.
Mi intención hasta este punto ha sido mostrar una vista panorámica –sin ingresar a
mucho detalle– de los supuestos normativos que en el ordenamiento peruano dan lugar a
la obligación de saneamiento y la consiguiente responsabilidad contractual del
transferente frente al adquirente en los contratos que tienen por finalidad la transmisión
de la propiedad, posesión o uso de bienes muebles o inmuebles. No obstante, al abordar
esta temática, es inevitable pronunciarse sobre una problemática presente en los códigos
–como el peruano, pero no solo el peruano– que continúan regulando las obligaciones de
saneamiento como un régimen especial de responsabilidad contractual distinto del
régimen general del incumplimiento del contrato, lo cual muchas veces genera una
duplicidad e incluso multiplicidad de regímenes de responsabilidad contractual en un
mismo ordenamiento, situación ésta que, sin embargo, desde hace algún tiempo viene
siendo superada por lo que autorizada doctrina comparada denomina como el
“moderno” derecho de obligaciones y contratos.
9
Digo en “sentido amplio” para distinguir la expresión de su acepción restringida –y ciertamente más
común– que identifica la expresión “responsabilidad contractual” con el régimen de la tutela resarcitoria
por incumplimiento de obligaciones de fuente contractual.
10
Cfr. MORALES MORENO, Antonio Manuel, La modernización del derecho de obligaciones, Navarra: Editorial
Aranzadi, 2006, pp. 19-22.
Sin embargo, el régimen especial de las obligaciones de saneamiento –cuyo origen,
importa decirlo desde ahora, se encuentra en el particular diseño y características que
tuvo la compraventa en el derecho romano– no es el único régimen de responsabilidad
contractual (entendida en sentido amplio, repito) que se encuentra contemplado en el
ordenamiento peruano, pues junto con la regulación del “saneamiento”, conviven en el
Perú –principalmente en el Código Civil, pero no solo en él– distintos regímenes de
responsabilidad contractual, que hacen de nuestro ordenamiento, en lo que a esta
materia se refiere, un modelo fragmentado, redundante y, en ocasiones, también
incoherente.
Para que se entienda mejor lo que vengo diciendo, tenemos, por ejemplo, que los
supuestos de hecho consistentes en los defectos en la materialidad del bien (p. ej. se
descubre que el inmueble materia de compraventa cuenta con tuberías para el agua de
muy baja calidad con un eminente riesgo de colapsar) o en la ausencia de cualidades
prometidas por el transferente al adquirente (p. ej. el ganado adquirido con fines de
reproducción no es apto para tal finalidad), pueden calificar perfectamente como “vicios
ocultos” y, por ende, quedar sujetos al régimen especial del saneamiento arriba
mencionado; pero podrían también, sin mayor dificultad, calificar como supuestos de
“cumplimiento defectuoso” o, según el caso, de “incumplimiento total” del contrato y
serles aplicable el régimen general del incumplimiento y, dentro de este, el régimen de
los contratos con prestaciones recíprocas.
Así, mientras que para los modelos tradicionales el deudor se obliga frente al
acreedor a ejecutar su deber de prestación y una vez ejecutado se entiende cumplido el
contrato; en el modelo moderno el deudor se obliga a garantizar un resultado, el cual está
constituido por la satisfacción de los intereses del acreedor tutelados por el contrato. Ello
no significa que el deudor no deba ejecutar las prestaciones a su cargo, sino que dicha
ejecución es un medio para alcanzar el resultado garantizado. Como ha señalado
Fernández Cruz en nuestro medio:
Para empezar, conviene precisar que la alusión a las cualidades de la cosa adquirida
por un sujeto a título de propiedad, posesión o uso, remite directamente a la idea de
finalidad o propósito práctico13 de dicha adquisición; es decir, a la razones o motivos por
los cuales el sujeto adquiere un bien mueble o inmueble (o un derecho sobre el mismo), y
que determinan si el bien es útil o no para destinarlo a la finalidad que lo llevó a
contratar:
“En los negocios de tráfico, lo que impulsa normalmente a la adquisición de una cosa
y a dar un precio por ella no es tanto su propia esencia o identidad cuanto la función
o utilidad que de un modo mediato o inmediato se espera obtener de ella: utilidad
que, a su vez, está predeterminada por la cualidades”14.
11
FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón, “La obligación”, en MORALES HERVIAS, Rómulo y PRIORI POSADA, Giovanni (Eds.), De
las Obligaciones en General. Coloquio de Iusprivatistas de Roma y América. Cuarta Reunión de Trabajo,
Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2012, pp. 27-28.
12
Cfr. MORALES MORENO, Antonio Manuel, “Tres modelos de vinculación del vendedor en las cualidades de la
cosa”, Anuario de Derecho Civil, tomo LXV, 2012, fasc. 1, pp. 5-28.
13
Sobre este concepto consultar: MORALES MORENO, Antonio Manuel, “El “propósito práctico” y la idea de
negocio jurídico en Federico de Castro (Notas en torno a la significación de la utilidad de la cosa en los
negocios de tráfico), Anuario de Derecho Civil, 1983, fasc. 4, pp. 1529-1546.
14
Ibídem, p. 1530.
15
MORALES MORENO, Antonio Manuel, “Tres modelos de vinculación…”, pp. 10-11.
16
Como recuerda Morales Moreno, “la regla del caveat emptor tiene en el derecho romano dos
excepciones: el dolo del vendedor, y la promesa del mismo, adecuadamente formalizada, dirigida a
garantizar ciertas cualidades de la cosa. En ambos casos va a producirse una vinculación del vendedor; en el
primero, conforme a las exigencias de la buena fe, en el segundo, conforme a lo prometido”. Ibídem, p. 11.
vinculación del vendedor en las cualidades y utilidad de la cosa. Este segundo modelo es
el que pasó a gran parte de los códigos civiles, primeramente al code francés de 1804 y,
de allí, a los códigos civiles latinos –incluidos el español y el italiano– en él inspirados.
Nótese dos aspectos muy importantes, el primero, es que en el modelo francés –de
raigambre romana como se dijo– la obligación de entrega no implica la trasmisión de la
propiedad21; es decir, no es obligación del vendedor transferir la propiedad al comprador
(en contraste a lo que ocurre en el ordenamiento peruano vigente, donde el vendedor sí
asume esa obligación); y la segunda, es que la obligación de saneamiento, que es la que
tiene directa relación con la utilidad de la cosa para la finalidad de su adquisición y, por
ende, con la satisfacción de los intereses del acreedor, es una obligación claramente
distinta de la obligación de entrega.
17
Utilizo la edición bilingüe de DOMINGO OSLE, Rafael (coord.), Código Civil francés. Code Civil, traducción de
Álvaro Núñez Iglesias, Madrid: Marcial Pons, 2005.
18
Article 1603.- Il a deux obligations principales, celle de délivrer et celle de garantir la chose qu'il vend.
19
Article 1604.- La délivrance est le transport de la chose vendue en la puissance et possession de l'acheteur.
20
Article 1625.- La garantie que le vendeur doit à l'acquéreur, a deux objets: le premier est la possession
paisible de la chose vendue; le second, les défauts cachés de cette chose ou les vices rédhibitoires.
21
Recuerda Max Kaser, que en el derecho romano, “el vendedor de una cosa no está obligado, en principio,
a transferir la propiedad de la cosa al comprador y sí solamente a transmitirle la posesión de la misma libre
de toda facultad de intervención en ella fáctica o jurídica, en favor del vendedor mismo o de un tercero
(vacuam possessionem tradi). Así mismo, el vendedor deberá mantener al comprador en la tranquila
posesión y pacífico disfrute de la cosa (habere licere), o más expresivamente uti frui habere possidereque
licere. (Ulp. D. 19, 1, 11 pr. 2.)”; es decir, el vendedor “no está obligado a transmitir al comprador la
propiedad de la cosa. Responde, sí, al comprador por evicción, esto es, en el caso en que un tercero (o el
propio vendedor) por ser dueño de la cosa o titular de un derecho real en la misma, reclama
victoriosamente la cosa al comprador mediante un proceso, privándole de su habere o perjudicándolo”.
KASER, Max, Derecho romano privado, traducción directa de la 5º edición alemana por José Santa Cruz
Teijeiro, Madrid: Reus, 1982, 2ª ed., pp. 190-192.
sin embargo, no son considerados como casos de incumplimiento del contrato, razón por
la cual, justamente, están sometidos a un régimen especial de responsabilidad.
Dicho esto, hay que precisar que en la configuración básica de este segundo modelo
–que como se podrá intuir y explicaré luego, no es exactamente la configuración que el
régimen del saneamiento presenta en el código civil peruano– los remedios que se
conceden no están dirigidos a satisfacer el interés positivo o interés en el cumplimiento
del comprador, sino más bien a colocar a este en la posición en la que se encontraba
antes de celebrar el contrato. En este sentido, ha señalado Morales Moreno, refiriéndose
al saneamiento por vicios ocultos, que:
Sin embargo, como ya adelanté, este esquema básico del modelo del saneamiento,
perfectamente lógico y coherente con su función, no es el que se presenta en el
ordenamiento peruano.
22
MORALES MORENO, Antonio Manuel, “Tres modelos de vinculación…”, p. 16.
23
Ibídem, p. 17.
pagado por el bien materia de evicción o vicio oculto, sino el “valor” que el bien tendría al
momento de la evicción o el “valor” que tendría al momento de la resolución si es que no
existiera el vicio que lo afecta, teniendo en cuenta, en ambos casos, la finalidad de la
adquisición. Es decir, el peruano no es un modelo, en lo que al saneamiento importa, que
tenga como función lograr la satisfacción del interés negativo del adquirente colocándolo
en la situación en la que este se encontraba antes de celebrar el contrato, sino que, muy
por el contrario, toma en cuenta la utilidad, finalidad o propósito práctico perseguido con
el contrato, permitiendo que el adquirente obtenga el “valor” del bien –que, por
supuesto, puede ser mayor al precio o contraprestación efectivamente pagada–,
brindándole así la posibilidad de obtener, al menos en parte, la satisfacción del interés
positivo o interés de cumplimiento24.
Lo anterior podría ser suficiente para mostrar la particular función que el régimen
del saneamiento muestra en el Perú; sin embargo, nos quedaríamos cortos, pues lo cierto
es que la satisfacción del interés positivo o de cumplimiento se ve reforzada en nuestro
ordenamiento cuando el código civil concede al adquirente, en caso de dolo o culpa del
transferente (o si las partes así lo pactan25), la posibilidad de sumar el remedio
indemnizatorio a los remedios ya mencionados, pudiendo obtener, de ser el caso, la
indemnización del daño emergente, del lucro cesante y del daño moral que la evicción o
los vicios ocultos le generaron. Es evidente que con este remedio el código civil busca
colocar al adquirente en la posición en la que se encontraría en caso el contrato hubiera
sido fielmente cumplido, es decir, en caso no se hubieran producido la evicción o los
vicios ocultos. Pero eso no es todo, como también se ha visto en la primera parte de este
comentario, tratándose de vicios ocultos el código civil peruano concede al adquirente
también el remedio de la pretensión de cumplimiento en la modalidad de “sustitución” o
“reemplazo” del bien defectuoso (cuando de bienes fungible de trata), y en la modalidad
de “subsanación” o “reparación” de los desperfectos (cuando estos son de poca
importancia), articulando así un amplio abanico de remedios a disposición del adquirente
para la satisfacción de su interés contractual.
24
Es cierto que al permitir también la recuperación de los costos incurridos o tributos pagados con motivo
de la celebración del contrato, incurre en una evidente contradicción, pues esos costos y tributos son
necesarios para hacer valer el interés positivo o interés en el cumplimiento y, por ende, no deberían ser
recuperados por el adquirente; pero en todo caso, es una contradicción que podría y debería ser salvada
por el juzgador (juez o árbitro) al momento de determinar los conceptos que corresponda mandar a pagar.
25
No olvidar que el alcance de las obligaciones de saneamiento pueden ser ampliadas por acuerdo de las
partes y que estas pueden pactar que el deudor responda por los daños y perjuicios aún en caso de
inejecuciones que no le sean imputables (art. 1317).
contratar, no tiene sentido que la tutela de dicho interés quede fuera de la protección
que brinda el régimen general del incumplimiento o, lo que es lo mismo, que el
incumplimiento se produzca sólo cuando no hay entrega del bien, pero no cuando el bien
que se entrega no es útil o apto para satisfacer la finalidad de su adquisición y, por ende,
no es útil o apto para satisfacer el interés del acreedor tutelado por el contrato.
26
Si bien al inicio la actio empti, en cuanto a la prestación de la garantía, se aplicó únicamente al caso de
dolo del vendedor, es decir, cuando el vendedor conscientemente vendía una cosa ajena o gravada con
servidumbre; desde Juliano (D. 21, 2, 8) se da la actio empti en todos los casos de evicción, y por el id quod
interest. Cfr. KASER, Max, Derecho romano…, cit., pp. 193-194.
27
En palabras de Kaser: “Con la actio empti respondía el vendedor por los vicios de la cosa sólo en el caso
de haber procedido con deslealtad, esto es, cuando silenciaba dolosamente un vicio existente en la cosa
(dolo malo) o cuando (en la venta, tal vez también en la mancipatio) aseguraba (dictum) que la cosa se
hallaba libre de vicios o que poseía determinadas cualidades (Ulp. D. 19, 1, 13 y 14…). La acción sirve
también para obtener el id quod interest y, en todo caso, la reparación del perjuicio que el comprador,
confiando en que la cosa se hallaba exenta de vicios o en que poseía las cualidades aseguradas, hubiese
experimentado”. Ibídem, p. 194.
28
Ibídem, p. 196.
lo que se obliga el deudor es a garantizar un resultado: la satisfacción de los intereses del
acreedor tutelados por el contrato.
29
Reproduzco en este punto parte de lo expuesto en el siguiente trabajo de mi autoría: UGARTE MOSTAJO,
Daniel, “La imposibilidad por caso fortuito como supuesto de incumplimiento contractual y sus remedios a
propósito de la covid-19. Una aproximación en el derecho peruano desde el moderno derecho de
contratos”, en UGARTE MOSTAJO, Daniel y VIDAL OLIVARES, Álvaro (dirs.), Derecho de Contratos: Perspectivas
actuales (Armonización y Principios. Incumplimiento y Remedios), Valencia: Tirant lo Blanch, 2021, pp. 271-
326.
30
Fundamentalmente los Principios UNIDROIT sobre los Contratos Comerciales Internacionales, los
Principios del Derecho Europeo de Contratos (PECL, por sus siglas en inglés) y el Proyecto de Marco Común
de Referencia (DCFR, por sus siglas en inglés). Esta doctrina ha tenido influencia también en la redacción de
los Principios OHADAC sobre los Contratos Comerciales Internacionales y de los Principios Latinoamericanos
de Derecho de los Contratos (PLDC).
31
Especialmente la Ley de reforma del derecho de obligaciones alemán de 2001 (vigente desde 2002), la
Reforma del derecho francés de obligaciones y contratos de 2016 y la Propuesta de modernización del
código civil español en materia de obligaciones y contratos de 2009.
32
Una aproximación conservadora frente a la insatisfacción del interés del acreedor como elemento a
utilizarse a la hora de definir el incumplimiento, es la que presenta Antonio Orti. En palabras de este autor,
“para que el interés del acreedor determine si el deudor incurre en incumplimiento es necesario que el
deudor tenga la posibilidad de conocer ex ante y asumir el compromiso de conseguir el particular interés
que el acreedor persigue con el contrato (o de negarse a ello). *…+ La falta de determinación de un
determinado, particular y subjetivo interés del acreedor, determina que sólo se pueda hablar de
incumplimiento por remisión a las exigencias normales o habituales del mercado según el tipo de
prestación de que se trate (objetivas)”. ORTI VALLEJO, Antonio, “Concepto de incumplimiento del contrato,
exoneración e incumplimiento justificado (de los textos decimonónicos a los de soft law)”, Revista Doctrinal
Aranzadi Civil-Mercantil, N° 7, 2016, pp. 33-34.
33
Cfr. MORALES MORENO, Antonio Manuel, Claves de la modernización del derecho de contratos, Bogotá:
Grupo Editorial Ibáñez – Centro de Estudios de Derecho Comparado, 2016, p. 91.
de ser supuestos de hecho generadores de la obligación de saneamiento, para pasar a
conformar supuestos específicos, según el caso, de incumplimiento total, cumplimiento
parcial o cumplimento defectuoso de la obligación, y por ende, sujetos al régimen general
de la responsabilidad por incumplimiento.
Sin embargo, este concepto amplio y objetivo de incumplimiento no obsta para que
la operatividad de algún remedio o mecanismo de tutela pueda exigir –de manera
adicional al incumplimiento objetivo o material– la presencia de determinado requisito
ulterior o elemento específico, o que su ejercicio quede excluido cuando concurran
determinadas circunstancias. Así, la pretensión indemnizatoria podrá requerir que el
incumplimiento material sea, además, imputable o injustificado y que, por supuesto,
cause daño al acreedor. De la misma forma, la tutela resolutoria exigirá que el
incumplimiento revista cierta entidad39 o gravedad, lo cual tiene que ver con el
34
Cfr. MORALES MORENO, Antonio Manuel, La modernización…, cit., p. 56.
35
ZIMMERMANN, Reinhard, Derecho privado europeo, traducción de Antoni Vaquer Aloy, Buenos Aires:
Astrea, 2017, p. 124.
36
ORTI VALLEJO, Antonio, “Concepto de incumplimiento del contrato…”, cit., pp. 31-32.
37
MORALES MORENO, Antonio Manuel, Claves de la modernización…, cit., p. 90. Esto ocurrirá, por ejemplo,
cuando se vende una empresa que no tiene la situación financiera presupuesta y garantizada por el
vendedor en el contrato. En este caso —como precisa el citado autor— hay claramente incumplimiento del
vendedor.
38
Ibídem, pp. 90-91. En este sentido, también constituye incumplimiento, por ejemplo, cuando en una
intervención quirúrgica de cirugía estética, en la que el médico garantiza al paciente que se producirá la
transformación estética deseada, este resultado no es alcanzado.
39
Cfr. PANTALEÓN PRIETO, Fernando, “El sistema de responsabilidad contractual (Materiales para un debate),
Anuario de Derecho Civil, tomo XLIV, 1991, fasc. 3, p. 1048.
denominado carácter “esencial” del incumplimiento resolutorio40; en cambio, no será
relevante que el incumplimiento sea excusable, pues en el moderno derecho de contratos
la resolución no depende de la culpabilidad del deudor41.
Dicho esto, no queda más por decir que este tercer modelo de vinculación
contractual, que ciertamente no es totalmente ajeno a nuestro ordenamiento, puede ser
útil para salvar la superposición y fragmentación de regímenes de responsabilidad
contractual denunciada en este comentario y, sobre todo, para considerar a la “evicción”,
a los “vicios ocultos” y a los “hechos propios del transferente”, como auténticos
supuestos de incumplimiento contractual que tienen como consecuencia la insatisfacción
de los intereses del acreedor tutelados por el contrato; lo cual permitirá aplicarles el
amplio abanico de remedios ante el incumplimiento y el plazo de prescripción de 10 años
para su ejercicio.
40
Cfr. MORALES MORENO, Antonio Manuel, La modernización…, cit., pp. 29-33. También, PÉREZ GURREA,
Rosana, “El incumplimiento esencial del contrato como categoría independiente del incumplimiento
resolutorio en la jurisprudencia del Tribunal Supremo”, Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, N° 752, pp.
3680-3693.
41
Cfr. ZIMMERMANN, Reinhard, El nuevo Derecho alemán de obligaciones. Un análisis desde la Historia y el
Derecho comparado, traducción de Esther Arroyo i Amayuelas, Barcelona: Editorial Bosch, 2008, pp. 73-81.