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El siguiente material es una traducción realizada por fans para fans.

Beautiful Coincidence no recibe compensación económica alguna por


este contenido, nuestra única gratificación es el dar a conocer el libro,
a la autora y que cada vez más personas puedan perderse en este
maravilloso mundo de la lectura.

Si el material que difundimos sin costo alguno está disponible a tu


alcance en alguna librería, te invitamos a adquirirlo.

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Página
Agradecimientos

Dirección de Traducción
Bella, katherin.puentes, Lisa EQS, Lola Luna

Traducción e Interpretación
Ana_rmz
Bella
johanamancilla
katherin.puentes
Katyandrea
Liseth Johanna
NoraGreene
rihano

Corrección de Estilo
Femme Fatale

Lectura Final
Femme Fatale

Diseño de Imagen
Femme Fatale
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Índice
Alexia Adams
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo
Masquerading with the Billionaire
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Alexia Adams

A
lexia viajó por el mundo conociendo personas, experimentando nuevas
vistas y sabores. Ha vivido en Canadá, Nueva Zelanda, Australia,
Inglaterra y Francia, así como también ha pasado tiempo en Panamá y
Rusia. Cuando la vida la obligó a quedarse en un solo lugar, tomó viajes
indirectos a través de los personajes que creó en sus novelas románticas. Sus
historias reflejan su amor por viajar y presentan locaciones tan diversas como
las praderas ventosas de Canadá o las cálidas y húmedas junglas de Guyana.

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Sinopsis

N
unca juzgues a una friki por su portada…

Simon Lamont es un frío pirata corporativo. Compra empresas, las


despoja de sus activos y sigue adelante. Con dinero. Montones y
montones de dinero. Pero cuando llega a San Francisco para
adquirir una indecisa compañía y es abordado por una linda
ingeniera con fuego en sus ojos, le toma todo lo que Simon tiene para
mantener su legendaria frialdad.

Helen Winston ha dominado esconderse detrás de ropa de friki y una obsesiva


dedicación a su trabajo. Entonces, ¿qué pasa con su deseo por el arrogante —y
sexy como el pecado— Simon Lamont? Puede que él solo haya estado usando
una toalla cuando se conocieron, pero está planeando destruir su compañía, y
Helen hará lo que sea para cambiar su opinión. Si eso significa convertirse en la
atractiva mujer que Simon no sabía que deseaba, que así sea. Si tan solo no
estuviera a punto de entrar en su propia trampa…

Guide to Love #2

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Capítulo 1

M
ejor que el maldito hotel estuviera en llamas con el alboroto que
alguien estaba haciendo al golpear su puerta.

Simon agarró una toalla y su reloj y se dirigió hacia el ruido. Se había


registrado veinte minutos atrás y había ido directo a la ducha para lavar la
suciedad del viaje del día. Tres vuelos y dos reuniones en bares de aeropuertos
después, todavía tenía un compromiso para cenar y una llamada en conferencia
tarde a la noche antes de que pudiera probar la comodidad de la cama tamaño
king en la habitación de al lado. ¿Era demasiado pedir tomar una ducha en paz?

Los golpes en la puerta continuaron sin descanso. Ningún indicio de humo en el


aire, ninguna alarma sonando a todo volumen. Estaba esperando un paquete de
papeles, pero seguramente el conserje sería más discreto respecto a su entrega.
Se ajustó su reloj, comprobó que la toalla estuviera segura, y abrió la puerta de
un tirón.

Una mujer pequeña se congeló, su puño en alto para golpear la puerta de


nuevo. No llevaba etiqueta con su nombre o un uniforme de hotel, ni esperó
una invitación para irrumpir directamente en su habitación.

¿Qué demonios?

Por la forma en que irrumpió, esperaba una docena de hombres armados


siguiendo su estela. El anodino pasillo estaba desprovisto de un equipo SWAT,
así que se volvió hacia la misteriosa mujer. Por su tez de porcelana y ojos
chispeantes, supondría que estaba de mediados a finales de los veinte. Si
hubiera estado adivinando su edad basada en su ropa, no le pondría un día
menos de setenta. En serio, ¿qué estaba usando esta mujer? Atrapado entre la
diversión por la audacia de la mujer —y su poco elegante atuendo— y la duda
de que pudiera ser una acosadora loca, Simon se quedó junto a la puerta. No
estaba seguro de quién era, o qué quería con él, pero ciertamente parecía estar
extremadamente molesta.

La pobre estaba tan nerviosa; probablemente tenía la habitación equivocada.


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—Eres Simon Lamont —dijo la mujer. Está bien, sí tenía la habitación correcta.
Esperando una voz de abuela que combinara con su ropa pasada de moda,
estuvo sorprendido por la rica y aterciopelada textura de sus palabras. Siempre
había tenido una cosa por las voces atractivas, aunque rara vez provenían de
mujeres vestidas como si estuvieran a punto de entrar a un convento. Falda de
tweed marrón-grisácea que caía a media pantorrilla, camisa blanca de cuello
alto, y chaqueta de punto gris sin forma debían estar de moda en el convento.

—No estaba al corriente de que ese fuera un crimen en el estado de California


—respondió.

—Debería serlo. —Ella pisó fuerte con su pie. Había algo extrañamente adorable
en ese pequeño pisotón. Maldita sea, debía estar realmente sufriendo de jet
lag…

—¿Quisieras decirme quién eres y por qué invades mi habitación de hotel? —


Mantuvo su voz tranquila, esperando calmar la situación.

Un rubor subió por el cuello de la mujer y volvió sus mejillas rosa mientras
contemplaba su pecho y piernas al descubierto. Él tuvo un deseo irracional de
ver hasta qué punto se extendía el rubor hacia abajo, pero su blusa de cuello
alto ocultaba más de su piel.

—Mi nombre es Helen Winston. —Esperó, como si esperara que él conectara el


nombre con el de alguna especie de celebridad. ¿Se suponía que la ropa fuera
un disfraz? De ser así, había funcionado. No tenía ni idea de quién era ella.
Cuando continuó mirándola fijamente, ella elaboro.

»Soy la ingeniera de diseño en Bertram Industries.

Bombilla. Bertram Industries era la principal razón por la que estaba en San
Francisco. La empresa de ingeniería estaba fallando y él estaba en
negociaciones con el principal propietario para comprarla. Si aseguraba el
acuerdo, la pila de combustible que habían patentado recientemente lo
colocaría en el asiento de poder con los jóvenes fabricantes de autos eléctricos;
específicamente, la empresa de Edward Halliday. Entonces su némesis no
tendría otra opción que cumplir con las demandas de Simon. Y quizás la
traicionera esposa de Edward se arrepentiría de terminar con Simon a cambio
del ahora rechoncho empresario. Por el momento, sin embargo, tenía una mujer
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diferente con la cual tratar.


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H. Winston había sido catalogado como jefe de máquinas y diseñador de los
productos más exitosos de Bertram, incluyendo la pila de combustible. Había
esperado a un corpulento hombre de mediana edad para llenar ese papel, no
una pequeña mujer rubia a finales de sus veinte que lucía como si pudiera ser
arrastrada en la siguiente ráfaga de viento. El culo de quien fuera que compilara
el expediente de empleados de la compañía le sería entregado a él, e
instrucciones para proporcionar fotografías en el futuro.

Simon soltó el pomo de la puerta y dio un paso hacia ella, extendiendo su


mano.

—Ah, Sra. Winston. Estaba esperando conocerla.

Ella ignoró su mano extendida y puso las suyas en sus caderas. Su chaqueta de
punto gris se extendía sobre su pecho, revelando unos exquisitos pechos
redondos. Él arrastró sus ojos de nuevo a su rostro. Tal vez era el agotamiento,
pero encontraba a esta mujer intrigante.

—¿Por qué? —exigió ella en esa seductora y sexy voz suya.

Estuvo perdido de nuevo.

Afortunadamente, fue salvado de hacer la pregunta obvia.

—¿Por qué esperaría conocerme? ¿Creyó que caería a sus pies y le agradecería
por el rescate de mi empresa?

—No era consciente de que fuera su empresa. Todos los documentos que he
visto catalogan a Harold Bertram como el propietario y accionista mayoritario.
—Se apoyó contra la pared, cautivado por la variedad de emociones que se
mostraban en el rostro de la mujer.

La molestia ganó. Y por el estallido de ira en sus ojos, él estaba a punto de


descubrir cómo se sentía un filete cuando se encontraba con una parrilla de
George Foreman.

—Harold es un idiota. Mis diseños son la única razón por lo que la compañía se
ha mantenido a flote todo este tiempo. Estoy trabajando en un plan de
reestructuración. No necesitamos que algún pirata moderno robe y saquee la
compañía de todo lo que vale la pena, dejando solo una cáscara vacía y una
treintena de personas en busca de trabajo.
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Era la primera vez que había sido llamado un pirata, al menos en su rostro. No
podía discutir la analogía; en efecto, era lo que hacía. Tomaba una empresa en
crisis, la despojaba de sus activos valiosos, y dejaba el resto hundirse al fondo
del océano. Por supuesto, siempre había daño colateral, y tenía un equipo que
lidiaba con eso. Pero él racionalizaba que estaba construyendo mejores y más
fuertes empresas que ayudaban más a la economía en el largo plazo.

No llegabas a ninguna parte en el negocio siendo distraído, una lección que


había aprendido de su padre. Una lección reforzada por la esposa de Edward,
Lisa. Y había más en juego ahora que un término perdido en Oxford. Si querías
tener éxito, tenías que olvidarte de las emociones y hacer frente a las realidades.

Por el momento, su realidad era la mujer frente a él.

—Estoy seguro de que alguien con sus habilidades no tendrá problemas para
encontrar otro trabajo.

—No me importa mi trabajo. Son los otros empleados los que me preocupan.
Muchos de ellos están de mediados a finales de los cincuenta. Tendrán más
dificultades para encontrar un nuevo empleo. —Se cruzó de brazos, lo cual
realzaba aún más sus pechos. Su polla se retorció. ¿Qué demonios? Helen
Winston era exactamente lo contrario a todo lo que generalmente buscaba en
una mujer. Tal vez era por eso que estaba fascinado. Las mujeres con las que
salía eran como botones de chocolate. Helen era Starburst todo el camino.

—¿Eres la portavoz de los empleados?

—Soy un ser humano preocupado. Algo de lo que obviamente usted no sabe


nada.

Esto se estaba volviendo personal. La única cosa que odiaba sobre su trabajo
fue cuando se volvía personal. Prefería mucho más tomar decisiones basadas en
la lógica. La emoción llevaba al desastre, y los Lamont de Gloucestershire no
lidiaban con el desastre. Había sido degenerado de su código genético poco
después de que sus antepasados normandos conquistaran Inglaterra.

Simon echó un vistazo a su reloj. Cada uno de sus numerosos empleados sabía
que era su señal de que la reunión había terminado. Pero Helen Winston no era
uno de sus empleados.
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—Puede mirar su reloj todo lo que quiera, Sr. Lamont. No me voy hasta que
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haya contado mi punto de vista.


—Bueno, a menos que quiera hablar conmigo mientras me visto, le sugiero que
programe una cita con mi asistente personal. Tengo una cita para cenar en
veinte minutos, y nunca llego tarde. —Para reforzar su amenaza, agarró su toalla
como si estuviera listo para retirarla.

Contando con que la mujer vestida con recato huyera ante la idea de verlo
desnudo, se sorprendió cuando se sentó en el sofá. Sus ojos se movieron por su
cuerpo una vez más, luego de vuelta hacia su rostro, y su rubor se profundizó.
Tomó una respiración profunda, pero no se movió.

—Ya he hablado con su AP1. Dijo que cada segundo de su tiempo en San
Francisco está ocupado. Así que puedo conseguir una vista completa mientras
lleno sus oídos, o reorganiza una de sus reuniones para escucharme. La decisión
es suya.

Ella lo estaba desafiando. Su rostro era impasible y no tenía idea de lo que


estaba pensando. A él le encantaría jugar al póquer con ella un día.
Preferentemente Strip poker para poder ver lo que había debajo de todas esas
capas. Sin embargo, ella tenía la ventaja en el momento. Los jugadores más
inteligentes de póquer sabían cuándo retirarse.

—Llamaré a Sylvia y le pediré que la agende. Vivo en Nueva York en el tiempo


de la costa este. Mientras sea flexible para un desayuno de trabajo a las cuatro
de la mañana del Pacífico, entonces creo que podríamos llegar a un acuerdo.

—Accedido. Ella tiene mi número. —Sin decir otra palabra o siquiera mirar en su
dirección, se dirigió a la puerta y se fue.

Un persistente aroma a melocotones fue todo lo que quedó de su invasión. Eso,


y una inexplicable erección.

***

Helen huyó de la habitación de hotel y pulsó el botón del ascensor diez veces
en rápida sucesión. Llegó en cuestión de segundos y estaba vacío. Se dejó caer
contra la pared del fondo. ¿Qué demonios había hecho? ¿Atacado a un hombre
casi desnudo en su habitación de hotel y exigido que se reuniera con ella? Con
suerte, él había atribuido su piel sonrojada y los ojos amplios a su ira y no al
hecho de que él se encontraba a unos metros de ella llevando solo una toalla.
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1
AP: Asistente personal.
Conocida por hacer una investigación detallada, ¿cómo se había perdido el
hecho de que Simon Lamont era caliente a nivel de lava líquida? Y en forma.
Muy en forma. Oh-Dios-mío en forma. Abdominales de lavadero, pectorales
definidos, y bíceps perfectamente proporcionales… Por no mencionar los ojos
verdes que le recordaban el bosque frondoso del estado de Washington donde
creció, y una sonrisa ligeramente torcida que podría derretir su resolución con
un solo tirón. Y, por supuesto, tenía que tener un acento británico supersexy
para rematar. Síp, la próxima vez pasaría un poco más de tiempo con la
investigación, y planeando su ataque para que no coincidiera con el final de su
ducha.

Maldición, sus rodillas comenzaron a temblar y tuvo que agarrarse a la


barandilla del ascensor para no caerse. Cuando llegó a la planta baja, tropezó y
se dirigió directamente a la barra. Necesitaba calmar sus nervios antes de llegar
a casa y que David exigiera saber por qué estaba molesta. Su hermano había
sido sobreprotector desde… esa noche. Cerrando la puerta al horrible recuerdo
de golpe, se sentó en uno de los taburetes construidos para gigantes y lo sostvo
para mantenerse erguida. No la sorprendería si la camarera se negaba a servirle,
pensando que ya había bebido demasiado.

—¿Puedo ayudarle, señora?

Señora; ni siquiera llegaba a los treintas aún, aunque no estaba tan lejos, y ya se
había trasladado a señora. Para la joven detrás de la barra, sin embargo, ella
probablemente se veía tan vieja como se sentía. No se había sentido joven en
un muy, muy largo tiempo.

—Una copa de Chardonnay —respondió Helen automáticamente. A medida que


la camarera se alejaba para traerle su bebida, cambió de opinión—. En realidad,
olvida el vino. Tendré un whisky, puro, y el mejor.

La camarera le echó otro vistazo sorprendida. Los ojos de la joven mujer


contemplando su ropa y probablemente su cabello desordenado.

—Tenemos un whisky de malta de dieciocho años, pero es de setenta y cinco


dólares el vaso.

—Eso está bien —espetó Helen. Sacudió su cabeza. ¿Dónde estaba la criatura
afable y dócil que se pasaba el día mirando una computadora o asintiendo
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cortésmente en reuniones? Esa mujer todavía estaba sentada en su pequeña y


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oscura oficina escondida detrás de una pila de archivos de un kilómetro de


altura. A la que estaba en el bar se le dijo esa misma mañana que sus
compañeros de trabajo, sus amigos, estaban a punto de ser arrancados de sus
puestos por el capricho de un cierto Simon Lamont.

La camarero colocó el vaso frente a ella, luego dio un paso atrás. Helen bebió
un trago y dejó que al líquido ambarino quemara de su garganta al estómago,
donde comenzó un cálido resplandor que llegó a los dedos de sus pies, en sus
gruesas medias y sensibles tacones de tres centímetros.

—Agradable —se las arregló para jadear. Metiendo la mano en su bolso, sacó
un billete de cien dólares y se lo ofreció a la aturdida mujer—. Quédate con el
cambio.

En dos tragos más, termino la bebida. Helen no sabía si sus rodillas todavía
estaban temblando dado que no podía sentirlas. Se bajó del taburete en lo que
esperaba fuera un desmontaje elegante. Por las miradas extrañas y de boca
abierta de los otros clientes del bar, probablemente se veía como una jirafa
recién nacida tratando de caminar por primera vez.

Mientras salía del bar, vio a Simón Lamont saliendo del hotel con una alta mujer
de cabello oscuro a su lado. Aunque solamente los vio desde atrás, la forma en
que la mujer giró la cabeza y movió su cabello sugirió que esto era algo más
que una reunión de negocios. Era bueno que el whisky se hubiera derretido
completamente en su interior, porque estaba bastante segura de que sus
entrañas se estarían retorciendo en nudos ante el sonido de la mujer de piernas
largas elegantemente vestida riendo de algo que dijo Simon.

¿Por qué no podía tener un parche en el ojo, una pata de palo, y un loro en su
hombro? Mientras estaba tratando desesperadamente de reajustar su imagen
de pirata corporativo, su celular sonó.

—¿Srta. Winston? La agenda del Sr. Lamont se ha abierto. ¿Está disponible para
reunirse con él a las cuatro de la mañana del viernes? Dice que se encontrará
con usted en el vestíbulo de su hotel. Evidentemente, usted sabe dónde se está
alojando. —Sabiendo que la asistente personal hipereficiente no había
divulgado la información, Helen pudo escuchar la curiosidad en la voz de la otra
mujer en cuanto a cómo había obtenido el nombre del hotel. A veces, tener un
hermano que no se avergonzaba de hackear el sistema de reservación del hotel
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era una ventaja.


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—Viernes a las cuatro, estaré allí —respondió ella, colgando antes de que la
asistente personal de Simon pudiera decir algo más. Bueno, había alcanzado su
objetivo preliminar de tener la oportunidad de abogar por los otros empleados.
Ahora tenía que descifrar cómo podría convencer a Simon de darle una
oportunidad a su plan de reestructuración y no despojar a la compañía de sus
activos, dejando al resto hundirse fuera de la vista.

La mujer con la que Simón se había ido parecía tener toda su atención. Tal vez
eso era lo que necesitaba, un aspecto más profesional. Antes de que pudiera
cambiar de opinión, llamó por teléfono a Lorelei. Cuando su amiga respondió,
ella soltó:

—Necesito ir de compras.

***

Helen roció algo de granola sobre su yogurt e imaginó cuán rojo se volvería el
rostro de Harold Bertram si ella decidía trabajar desde casa hoy. Probablemente,
sería algún tono entre el color del labial de Taylor Swift y la remolacha en
vinagre. Simon tenía previsto reunirse con Harold, y sabía que su jefe estaba
confiando en que ella explicara el proceso de diseño. Solamente esperaba que
fuera capaz de formar frases coherentes cuando visiones del torso musculoso
de Simon continuaran asaltando su cerebro. Incluso ahora los dedos de sus pies
se cerraron involuntariamente.

—Estás levantada temprano —dijo ella cuando su hermano salió de su


dormitorio, completamente vestido. David a menudo trabajaba hasta las dos o
tres de la mañana y raramente se levantaba antes de las nueve. Sacó una
pequeña maleta de detrás de él—. ¿Vas a un viaje de negocios?

—Sí, algo así. ¿Estás bien aquí sola durante unos días? —David no la miró a los
ojos, y su “medidor de sucede algo” se disparó a la zona roja.

—A duras penas estoy sola con Liam y Lorelei al otro lado del pasillo. ¿Adónde
vas? No habías dicho nada acerca de marcharte.

—Salió a último minuto. Te veré el viernes por la noche. —Sin decir otra
palabra, huyó del apartamento. Solamente después de que él se fuera registró
el elegante traje nuevo que llevaba su hermano. A pesar de que David era
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director de operaciones técnicas en la empresa de Liam, tendía a vestirse como


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el resto de los programadores. Entonces, ¿por qué el traje? No había manera de


que él dejara de trabajar para Liam, así que no podría ser una entrevista de
trabajo. Debía ser algo personal. ¿David con una vida personal? El mundo había
llegado a su fin.

Sacudió su cabeza. David nunca había sido convencional, aun así había sido el
mejor hermano que una chica podría pedir. Pero ella ya no era una chica; era
una mujer. Una mujer atrapada en el pasado, manifiestamente. Era hora de que
saltara a la trampa y escapara, porque se negaba a seguir siendo una víctima
durante el resto de su vida.

En base a la exhibición de anoche en la habitación de hotel de Simon, podría


tener más valentía de lo que ella misma se acreditaba. Tal vez necesitaba
enfadarse con más frecuencia, asumir la vida en lugar de dejar que corriera
sobre ella. Aunque dada la forma en que su cuerpo reaccionó cuando recordó a
Simon en una toalla, necesitaba ajustar su metodología.

Después de hacer una taza de café, encendió su computadora portátil y abrió el


documento de reestructuración que había comenzado un par de meses atrás
cuando se había dado cuenta del drástico estado de las finanzas de Bertram
Industries. En ese entonces, no había tenido idea de que Harold hubiera estado
buscando compradores, o siquiera contemplando la venta de la empresa. No
hasta ayer, cuando en lugar de dirigirse a ellos personalmente, había enviado un
correo electrónico a todo el personal anunciando que Simon Lamont estaría
dando un recorrido por las oficinas al día siguiente y todos los empleados
debían proveerle cualquier información que solicitara. Una búsqueda de Google
más tarde, Helen había aprendido más de lo que quería sobre las prácticas de
negocios de un cierto Simon Lamont, extraordinario pirata.

Ajustó algunas de las gráficas en el plan de reestructuración, las guardó, luego


agarró su fiel suéter gris de la parte posterior del sofá y se dirigió hacia la puerta
para la batalla. ¿Tal vez debería cambiar la chaqueta de punto por una máscara
y una capa? Y un par de botas pateatraseros.

Seis horas más tarde, le dolía la espalda de estar inclinada sobre su mesa de
dibujo. Levantó sus brazos por encima de su cabeza y se estiró de un lado a
otro. Mientras se inclinaba hacia atrás, Simon entró en la habitación, su mirada
fijándose en la de ella instantáneamente antes de que recorriera su figura
retorcida. Sus ojos buscaron su cuerpo. Maldición, incluso vestido con un traje
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era demasiado atractivo como para ignorarlo. La corpulenta figura de Harold


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Bertram se apresuró detrás de Simon.


—Ah, Helen, te presento a Simon Lamont. Simon, esta es nuestra principal
ingeniera de diseño, Helen Winston.

Esperó a que Simon reconociera que ya se habían conocido. En cambio,


extendió su mano y tomó la de ella en un agarre firme.

—Mucho gusto, Srta. Winston.

Un indicio de una sonrisa traviesa acechaba en sus ojos verdes, y tuvo que
forzar a que su boca permaneciera neutral. Él era el enemigo, pero ¿qué decían
acerca de mantener a tus amigos cerca, pero a tus enemigos más cerca?
Aunque más cerca de Simon y podría sufrir combustión espontánea. Asintió
regiamente para ocultar su confusión.

—Así que están en una clase de visita aquí en ingeniería. No interrumpiré su


recorrido, Harold.

Por el rabillo del ojo, vio el rubor de su jefe, luego se dio cuenta tardíamente de
que aún sostenía la mano de Simon. Echó la mano hacia atrás y golpeó el café
en su escritorio. Antes de que pudiera prevenirlo, Simon comenzó a limpiar el
tsunami de color marrón con las toallas de papel dejadas por el último
percance. Con el derrame de café bajo control, él se quedó mirando su
escritorio.

—¿Este es su proyecto de diseño más reciente? —Simón sostuvo el bloc de


dibujo en una mano, una toalla de papel goteando en la otra.

Ahora sería un buen momento para desmayarse, si tan solo su cuerpo


cooperara. En el cuaderno de dibujos había un bosquejo de un pirata, con
parche en un ojo y un loro en el hombro. Un pirata que llevaba un parecido
inconfundible a Simon Lamont, menos unos pocos dientes.

Ella agarró su cubo de la basura y lo liberó de la toalla de papel empapada


mientras se esforzaba por decir algo. Afortunadamente, Harold había vagado a
través de la habitación y estaba mirando un espectroscopio, sin escuchar la
conversación.

—Digamos que es mi nuevo objetivo.

Sus labios llenos se curvaron hacia arriba una vez, antes de bajarlos.
16
Página
—Estoy deseando ver cómo funciona. —Caminó hacia donde Harold estaba de
pie y preguntó a uno de sus colegas acerca de una prueba que estaba
ejecutando.

Helen soltó el aliento que había estado conteniendo. La segunda ronda fue un
empate.

—¿Así que ese va a ser el nuevo jefe?

Apartó la mirada de Simon llevándola a Dennis, quien estaba empujando las


gafas por su nariz con su dedo meñique.

—No estoy tan segura de si “jefe” es la palabra correcta. Por lo que he leído,
Simon Lamont destroza las empresas, no las arregla. Creo que todos seríamos
sabios al actualizar nuestros currículum.

Dennis palideció.

—Entonces ese soy yo desempleado. ¿Quién va a contratar a un hombre de


cincuenta y ocho años con asma severo?

—Yo lo haría —dijo ella.

Él no pareció seguro.

—¿No hay nada que podamos hacer? ¿Algo que puedas hacer para cambiar su
opinión? Eres el genio residente.

—Si él fuera un robot que pudiera rediseñar, o mi hermano pudiera


reprogramarlo para hacernos café durante todo el día. Pero no tengo mucha
experiencia en el trato con piratas corporativos. Confía en mí, sin embargo, no
dejaré que esta empresa se derrumbe sin luchar.

Agarró su boceto de pirata y oscureció unos cuantos dientes. Él tendría suerte


de tener alguno para el momento en que hubiera terminado con él.
17
Página
Capítulo 2

H
elen tomó una respiración profunda y salió del cubículo ante los jadeos
combinados de sus amigas. Sus manos subieron automáticamente a su
cuello como si una corriente soplara contra la piel que normalmente
estaba cubierta por al menos una capa de tela. No había nada malo con el
vestido, excepto que le encajaba perfectamente, rozando sus curvas, y el suave
color azul hacia juego con sus ojos e incluso hacía que su piel pastosa luciera
bien.

—Helen, estás preciosa —pronunció Mandy con entusiasmo. Su boca


permanecía abierta, como si no pudiera creer la transición.

—Lo sabía, simplemente lo sabía —proclamó Lorelei—. Ese vestido es perfecto


para ti. Ahora pruébate los otros también. —Lorelei le lanzó un beso para
suavizar la áspera orden.

Helen sonrió hacia su vivaz vecina. A pesar del hecho de que Lorelei se había
ganado el amor de Liam cuando Helen había estado enamorada de él por años,
era imposible odiar a la mujer. Lorelei estaba tan llena de amor y bondad que
Helen ahora se sentía honrada de llamarla su amiga. Pero ¿cuántos atuendos
necesitaba para convencer a Simon de que ella era una profesional seria y
especializada, no una loca mujer gato?

—No lo sé… —comenzó Helen.

—Ambas somos más grandes que tú, cariño. No nos obligues a probarte el
vestido a la fuerz —dijo Mandy con una risa.

Helen regresó al probador y se quitó el vestido azul cuidadosamente,


colgándolo antes de sacar otro de la pila de ropa que las otras dos mujeres
habían seleccionado. Se habían encontrado en la boutique exclusiva después
del trabajo. Mandy conocía a la dueña y le había pedido que permaneciera
abierta para una compra privada. Las dos hermosas morenas habían despegado
hacia los percheros como Stacy London drogada con metanfetamina, sacando
18

todo lo que consideraban adecuado en su talla. Una selección de zapatos


Página

también había aparecido de la nada y cubrían el suelo del probador.


Afortunadamente, compartir un apartamento con su hermano significaba que
sus gastos eran relativamente bajos y había construido una buena suma de
ahorros. Esto iba a ser costoso.

—Intenta con el negro ahora —gritó Lorelei.

Por el momento en que solo quedaron unos pocos atuendos, Helen había
alcanzado un nivel de meditación trascendental que le permitía cambiarse de
ropa y desfilar frente a sus dos amigas y una asistente de compras
excesivamente servicial, mientras mantenía un tenue control de su salud mental.
Cada vez que comenzaba a entrar en pánico sobre lo entallado de la ropa, el
énfasis que ponían en sus curvas, miraba fijamente al espejo e imaginaba a
Simon Lamont frente a ella. Si quería salvar el trabajo de sus compañeros, tenía
que aparentar la parte de salvadora corporativa.

—Pruébate el último, Helen. Estamos esperando.

Una hora más tarde, un par de botellas de champagne se habían materializado


y las cuatro mujeres estaban dirigiéndose a emborracharse. Helen bajó el resto
de su trago y miró el vestido exhibido en el lado opuesto de la habitación, en
su propio colgador, como si fuera la reina de todo el resto de la ropa.

—No necesito este vestido. Quiero verme como una ejecutiva, no como una
muñeca —dijo. Aun así, no pudo evitar pasar sus dedos sobre la tela
supersuave. Una capa de chiffon azul marino flotaba en la parte superior de un
vestido de brillante seda azul. Pero era cuello halter, y con escote en la espalda,
lo cual significaba nada de sostén. No había manera en el mundo de que ella
pusiera usar este vestido en público. Incluso la idea de desfilar delante de sus
amigos la estaba enviando a un ataque de pánico.

—Nunca sabes, cariño. Por favor, queremos ver cómo luce en ti. Prometiste que
te podrías en nuestras manos y confiarías en nosotras —dijo Lorelei. Tan típico
de Lorelei traer a la luz su promesa, y ella les había pedido ayuda, después de
todo.

—Está bien, pero no lo voy a comprar —dijo Helen.

Se puso el vestido y echó una mirada al espejo. A pesar de su peor pesadilla, no


se disolvía en un charco o subía en una nube de humo. Se puso de pie frente a
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su reflejo, en el más maravilloso y sexy vestido que hubiera usado alguna vez. Y
Página
se sentía como una mujer. Una mujer joven con su vida frente a ella. Una vida
de diversión, amistad, y tal vez incluso… sexo de un día.

Cerrando sus ojos a esa aterradora idea, salió del vestidor. Cuando el silencio en
la sala se prolongó por siglos, Helen abrió un ojo, segura de que sus amigas la
habían dejado o se habían dormido. En su lugar, ambas estaban allí, manos
sobre sus bocas, una sola lágrima visible en la mejilla de Lorelei.

—Helen, eres tan hermosa. No puedo creer que te hayas ocultado bajo toda esa
ropa tan fea por tanto tiempo. —Lorelei corrió a ella y le dio un fuerte abrazo—.
Sé que eso tomó coraje. Bien hecho. Hoy es un nuevo día —susurró en su oído.

Helen enjugó sus propias mejillas antes de girarse con ojos llorosos a la
asistente de la tienda.

—Añade este a la pila de compras también. Nunca lo usaré, pero al menos


sabré que lo tengo en mi armario.

Tomó a las tres mujeres para llevar las bolsas a la limosina esperando.

—Entonces, ¿cuándo vas a ver a este pirata de nuevo? —Mandy se acomodó en


el asiento de cuero, mirando a todo el mundo como si fuera dueña del auto. Era
una mujer que podía adaptarse a cualquier circunstancia en la que se
encontrara. Helen envidaba su alegría de vivir y optimista perspectiva. Mandy
era la compañera perfecta del sombrío Jason, chef personal de Liam y Lorelei.
Jason y Mandy eran los Raj y Bernadette en su pandilla de frikis. Excepto que a
diferencia de sus homólogos en The Big Bang Theory, estos dos se habían
juntado.

—Viernes, temprano por la mañana —respondió Helen. Había intentado con


mucha fuerza no pensar en ver a Simon de nuevo en persona. Al menos como él
estaba esperándola esta vez; con suerte no habría demasiada carne para ver.
Aplastando la extraña sensación de decepción que la inundó, trató de
concentrarse en su propio papel en la reunión.

Había estado repitiendo la proposición que quería presentarle una y otra vez.
Era inútil hablar con Harold; lo había revisado mentalmente meses atrás, y
solamente había dicho que era demasiado problema. Su única esperanza era si
pudiera encontrar el corazón del pirata. Lástima que ella no pudiera ingeniarle
20

una.
Página
—Hablando del viernes, ¿recibiste ese extraño mensaje de David? —preguntó
Lorelei.

—¿No son extraños todos los mensajes de David? —Mandy elevó una perfecta
ceja arqueada.

—Sí, pero nunca nos convocó a todos a Russian River antes.

—Espero que le preguntara a Liam primero —dijo Helen, aunque David y Liam
habían sido amigos por tanto tiempo que estaba segura que Liam ni siquiera se
cuestionaría las excentricidades de su hermano.

—Sí, aunque no dijo para qué. Simplemente preguntó si todos podíamos pasar
el fin de semana juntos. Tiene algún tipo de sorpresa a la espera.

Helen gruñó. ¿Qué estaba tramando su hermano ahora? Cuando había recibido
los mensajes escritos crípticamente más temprano, había asumido que la había
invitado únicamente a ella, Liam, y Lorelei. Debía ser algo especial si Mandy y
Jason iban a ir también. Justo lo que necesitaba: un fin de semana con dos
parejas amorosas. Mejor empacaba una botella de escocés; probablemente la
necesitaría.

***

Simon se paseaba por el vacío vestíbulo del Mandarin Oriental. A las tres
cincuenta de la mañana, la única otra persona en el piso era un recepcionista
nocturno con apariencia somnolienta. El empleado del hotel le había
preguntado cortésmente si podría ser de ayuda, pero aparte de ese
intercambio, el área de recepción estaba extrañamente silenciosa.

No era raro en Simon levantarse tan temprano, especialmente teniendo en


cuenta el cambio de horario. Eran casi las siete en Nueva York y siempre estaba
detrás de su escritorio en este momento, preparándose para otro día de ajetreo,
enfrentando su capacidad de negociación contra aquella de sus oponentes. El
paseo de un lado a otro era nuevo, sin embargo. Un extraño tipo de adrenalina
corría por su cuerpo. Trató de racionalizar que era la falta de sueño. Pero como
nunca dormía más que cinco horas por la noche de todos modos, su mente
demandaba una respuesta más lógica.

Un par de neuronas ofrecieron la opinión de que podría ser porque iba a ver a
21

Helen Winston otra vez, aunque no pudieron llegar a una respuesta sensata de
Página

por qué lo emocionaría. Helen era una genio y muy talentosa en su trabajo.
Pero aparte de su manera poco convencional de obtener una reunión con él, y
su brillante mente, no tenía otro encanto. Aun así, no podía dejar de buscar la
puerta cada veinte segundos por su llegada.

Su teléfono vibró en su bolsillo y pensó en cancelar la llamada así podría


concentrarse en Helen cuando llegara. Había acordado encontrarse con él en su
hotel a esta ridícula hora del día; lo menos que podía hacer era escuchar lo que
ella tuviera que decir.

Cuando vio que la llamada era de su madre, presionó contestar. Su madre lo


llamaba tres veces al año: en su cumpleaños, una semana antes de Pascua, y
otra vez antes de Navidad, para preguntarle si se uniría a ella y su padre en
algún momento durante las vacaciones. Sin presiones, simplemente esperando
asegurarse de tener su dormitorio listo si quería visitar. Hacía el esfuerzo de ir a
casa al menos una fiesta al año; como hijo único sentía que era su deber.
Aunque la conversación forzada y la fría recepción le habían preguntarse por
qué molestarse.

—Hola, madre. —Probablemente ella había pensado atraparlo en el inicio de su


jornada laboral. Él no mencionó su viaje a la costa oeste. Si su madre supiera la
hora, querría reprogramar la llamada—. ¿Cómo estás?

—¡Fatal! —gimió su madre.

Se congeló. Su sangre se volvió hielo, y por un momento su boca se rehusó a


formar las palabras para preguntarle qué había sucedido. Nunca había
escuchado tanta emoción de parte de su madre y no tenía idea de cómo
responder. La única cosa que pensó que podría perturbarla de tal medida sería
si algo le había pasado a su padre. Era devota a él, en su fría y clínica manera de
ser.

Aunque su relación con su padre estaba basada mayormente en el respeto,


había un mínimo afecto allí. Su padre nunca había jugado con él cuando era un
niño o asistido a ninguno de sus eventos escolares o deportivos. La carrera de
Philip Lamont como abogado corporativo lo había mantenido lejos de casa la
mayoría de las noches hasta pasada la hora de dormir de Simon. Sin embargo,
había sido una continua sombra en el fondo, como una montaña protectora.
Cuando Simon había comenzado su propia carrera, había sido capaz de
22

entender la dedicación de su padre por su trabajo. Tener éxito en los negocios


Página

era tener éxito como hombre. Las emociones solo se interponían en el camino,
te hacían débil y vulnerable.
—¿Le ha pasado algo a padre? —El bulto en su garganta lo sorprendió.

—Hoy es nuestro trigésimo quinto aniversario de bodas.

Había olvidado el aniversario de sus padres, y sus cumpleaños, para el caso. Su


eficiente asistente personal hacía mucho que había empezado a encargarse de
enviar las flores apropiadas o los regalos en su nombre. Generalmente hacía una
nota en su calendario sobre lo que había hecho, en caso de que recibiera una
llamada.

—Feliz aniversario —dijo él. Su madre estaba respirando fuertemente al otro


lado de la línea.

—Es el peor aniversario. Tu padre me informó esta mañana, casualmente en el


desayuno, que se va a mudar mañana. Por los últimos treinta años ha tenido
una amante. La mujer ahora ha sido diagnosticada con cáncer y quiere estar con
ella, apoyarla. He atendido los caprichos de ese hombre por treinta y cinco
años, y ¿piensa que solo puede decir: “Gracias, pero me voy ahora”?

El anuncio de su madre de que su padre tenía una amante coincidía con la


llegada de Helen. Así que podría haber sido la conmoción que doblara las
rodillas de Simon y lo hiciera caer en la silla que, agradecidamente, estaba
detrás de él.

—Simon, ¿escuchaste lo que dije? —Su madre comenzó a sollozar.

Su mente quedó en blanco. ¿Qué le dices a una mujer que nunca ha


demostrado ninguna emoción antes? Una mujer a la que cuando se le informó
que su único hijo iba a mudarse a otro país, simplemente había respondido:
“Empaca ropa de abrigo, hace frío allá”. Desorientado sobre cómo lidiar con la
angustiada mujer al otro lado del teléfono, siguió los parámetros operativos
estándar.

—Madre, mi reunión está por comenzar.

Helen se acercó a él. Desaparecida estaba ropa de su abuela, al menos su poco


elegante abuela. Estaba vestida con una elegante falda negra con un ancho
cinturón ceñido a su cintura. La falda llegaba a una fracción por debajo de sus
rodillas y los zapatos de tacón bajo se las arreglaban para lucir adecuados
mientras destacaban sus pantorrillas. Estaba cubierta casi tanto como la vez
23

anterior, pero la elegancia del traje clásico destacaba más que ocultaba su
Página
delicada silueta. Su sangre que se había helado con la llamada de su madre
ahora corría caliente, precipitándose a través de su cuerpo.

—¿Simon? —El lastimero grito de su madre lo hizo volver a la realidad—. Por


favor, por favor no me cuelgues. Eres todo lo que tengo ahora.

—No colgaré. Tengo, sin embargo, que explicarle a la persona con la que me
voy a reunir por qué tengo que posponer. ¿Esperarás un minuto? —Sonaba
como una educada recepcionista transfiriendo una llamada, no un considerado
hijo tratando de calmar a un padre devastado.

—Está bien. —La voz de su madre tembló.

Puso la llamada en espera y sostuvo el teléfono con fuerza en su mano. Todo lo


que pensó que conocía acerca de su padre había sido destruido con esa
llamada. Su mente fue hacia todas las veces que había esperado secretamente
contarle a su papá acerca de un logro particular en la escuela, solo para caer
dormido antes de que hubiera regresado a casa. Ahora se daba cuenta de que
su padre no había estado en el trabajo, proveyéndole a su familia, había estado
con su amante. Oh Dios, ¿tenía medios hermanos? ¿Eran él y su madre la familia
para mostrar mientras su padre daba su amor y tiempo a los otros?

Helen permanecía de pie frente a él, bajando la mirada hacia donde él seguía
tumbado en la silla. Su posición sentado lo ponía a la misma altura que sus
pechos. Obligó a que sus ojos subieran a su rostro en vez de permitirles
permanecer en la tentación que ella presentaba. Tenía cientos de mujeres
trabajando para él, y había tratado con las principales mujeres ejecutivas
durante toda su carrera, y nunca antes deseó a alguna de ellas. ¿Qué era
diferente en esta mujer? ¿Era porque ella estaba tratando tan
desesperadamente de no ser una mujer?

Ella también había cambiado sus gafas. Ni rastro de los armazones demasiado
grandes que abrumaban; en su lugar había un par de ojos negros de gato retro.
Se adaptaban a su menudo rostro, y por primera vez, divisó el azul de sus ojos.
Eran del color de un cielo brillante en primavera después de que una tormenta
hubiera limpiado el aire.

El aroma a melocotones llenó su nariz y se dio cuenta tardíamente de que la


estaba mirando fijamente. Se puso de pie, pero en lugar de dar un paso atrás,
24

ella se mantuvo en el lugar, sus cuerpos acercándose. Calor crepitó entre ellos
Página

hasta que ella tomó una respiración profunda, luego retrocedió un poco. Sus
ojos diciendo claramente que no estaba retrocediendo, solo ajustando su
posición de batalla.

—¿Vamos a reunirnos aquí? —Ella echó un vistazo a la desierta área de


recepción.

Partes de su cuerpo que no tenían nada que ver se endurecieron ante el sonido
de su seductora voz.

—Sobre eso. Justo he recibido una llamada sobre una emergencia familiar. Me
temo que voy a tener que reprogramar.

Sus ojos brillaron y ella no se molestó en ocultar su molestia.

—Tienes que estar bromeando.

Él esperó a que ella golpeteara su pie. En cambio, apretó sus puños.

—¿Esta es alguna especie de juego despótico de poder? ¿Me haces venir aquí
en medio de la noche y luego me cancelas? Pensé que tenías algo de honor,
incluso para un pirata.

Se incorporó en su completo metro ochenta y ocho y cruzó sus brazos sobre su


pecho. Nadie cuestionaba su honor.

—No invento emergencias familiares. —Él exhibió su teléfono hacia ella; la


pantalla todavía mostraba el nombre de su madre y que la llamada estaba en
espera.

Los ojos de Helen se ampliaron.

—Lo siento mucho. De verdad. —Dudó un momento, luego lo miró


directamente a la cara—. Pero aun así necesito reunirme con usted y discutir
Bertram Industries.

Él echó una mirada de nuevo hacia su teléfono. Hablar con su madre podría
tomar diez minutos, o podría tomar una hora, y no era algo que pudiera hacer
con audiencia. El resto del día estaba lleno con reuniones de manera
consecutiva. Tenía un vuelo previsto a las nueve de la noche. Sin embargo,
podía demorar eso y regresar a Nueva York en un vuelo más tarde.
25

—Podría reunirme con usted esta noche después de las siete o muy temprano
mañana en la mañana —dijo él.
Página
—Tengo algo que hacer esta noche y mañana que no me puedo perder. —Ella
cerró sus ojos por un momento y puso sus dedos en su frente. Cuando lo miró
de nuevo, él pudo ver su determinación—. ¿Qué tan serio es sobre honrar su
promesa de reunirse conmigo? —Su mirada azul le perforó.

—Siempre cumplo mis promesas.

—¿Entonces vendrá conmigo esta noche? Mi hermano, David, ha exigido que


nuestros amigos y yo vayamos a Russian River por el fin de semana. Si
condujera conmigo después de sus reuniones, podemos discutir Bertram
Industries en el auto y luego puede regresar a San Francisco mañana en la
mañana y volar de regreso a Nueva York.

—Suena como un evento familiar. No quiero molestar. —Había algo en los ojos
de ella, una pizca de preocupación, una sombra de miedo, que agitó lo
protector en él. Él lo apagó.

—No sé qué es… mi hermano no dio detalles. Si no quiere quedarse en la casa,


hay abundancia de hoteles. Pero la casa de Liam es bastante grande, así que
estará cómodo ahí también.

Simon tuvo que aflojar su mandíbula para preguntar:

—¿Liam?

—William Mannind de IWC Security. Es el mejor amigo de mi hermano y


nuestro vecino. Lo llamamos Liam.

Él respiró de nuevo. No sonaba como si Helen tuviera una relación personal con
el hombre. Además, había querido reunirse con Willian Manning por unos
meses, pero sus caminos nunca se cruzaban. Esta podía ser una oportunidad
para establecer contactos de primera, más negocios.

—De acuerdo. Rentaré un auto. ¿Se encontrará conmigo aquí a las siete? Asumo
que será capaz de regresar a San Francisco con su hermano o amigos.

—Sí, ese no debería ser un problema. Lo veré esta noche. —Con eso, ella giró
en sus talones y salió del hotel. Simon la siguió con la mirada hasta que un
calambre en su mano le recordó que su madre aún estaba en espera.
26

Mierda. Este día estaba fuera de control y eran solamente las cuatro de la
mañana.
Página
***

Helen escapó a la oscura acera; una fría brisa de la bahía la dejó helada y se
abrazó. ¿Qué había en Simon Lamont que la hacía actuar impulsivamente? ¿Por
qué, oh por qué, lo invité a ir a Russian River? No tenía idea de lo que tenía
reservado su hermano. ¿Y si era totalmente vergonzoso? Era David, después de
todo… y ella solo había invitado a su Némesis a ser testigo de su posible
humillación.

Está bien, no se desesperaría. No todavía. Ella podía trabajar en su ventaja.


Simon estaría en su territorio, con sus amigos para respaldarla. Y a él le sería
difícil descartarla cuando estuviera atrapado en un auto con ella por cuatro
horas. La idea de estar junto a Simon en confines cerrados envió un subidón de
calor a través de ella.

Ella había prometido pelear por los trabajos de sus compañeros. Algunos
acercándose a la jubilación y tendrían dificultades para encontrar otro empleo.
Gladys, la gerente de Recursos Humanos, justo había tomado el cuidado de sus
tres nietos mientras su hija estaba en rehabilitación. Derek, encargado de
recepción, descubrió recientemente que su esposa tenía cáncer y había
paneado usar sus vacaciones acumuladas y bajas por enfermedad para cuidar
de ella sin el estrés de tener de tener que encontrar un nuevo empleo. Otros
estaban en estados de dificultades financieras, y todos eran sus amigos. Helen
no podía defraudarlos, dejar que la compañía fuera desgarrada, porque tenía
una extraña atracción por Simon.

Suspirando por su situación, llamó un taxi. Después de colgar a la compañía de


taxis, vio otro mensaje de su hermano en su teléfono. Decía que solamente
estaba recordándole acerca del fin de semana y cuán importante era para él que
estuviera allí. Ella esperaba que no le molestara que llevara un invitado.

Para sacar su mente del maravilloso Simon, se concentró en su hermano. David


siempre había sido un bicho raro, y tener padres poco convencionales no había
ayudado a ninguno de los dos en la escuela. Helen había tratado de encajar
vistiéndose como las otras chicas y pretendiendo que no tenía un coeficiente
intelectual que le habría permitido saltarse varios grados de una vez. Se había
hecho la tonta, consiguiendo calificaciones solo lo suficientemente buenas para
no destacar.
27
Página

Entonces un sábado, cuando sus padres estaban fuera protestando por algo,
David recibió al capitán de fútbol de la escuela para ser su tutor en
matemáticas. Cuando su hermano había salido para conseguirles refrescos,
porque todo lo que tenían en la casa era leche podrida, el atleta decidió que le
daría una lección en biología a Helen. A pesar de sus protestas de que no quería
que la tocara, él alegaba que su ropa provocativa decía lo contrario. Incluso
después de tantos años, envolvió sus brazos fuertemente alrededor de ella.

Inhalando una profunda respiración, se obligó a recordar el resto: la ropa


rasgada, las manos ásperas, los moretones. Si David no hubiera llegado a casa a
tiempo, el atleta la habría violado. Ya de por sí, él había arrancado toda su ropa
y la había humillado. Sin embargo, fue el daño duradero lo que había sido el
verdadero abuso. La había dejado como una cáscara rota, una chica temerosa
de convertirse en mujer.

Luego de eso, había dejado de negar sus verdaderos talentos. Puso todo en su
trabajo académico y terminó la escuela un año antes, cumpliendo los criterios
para el MIT con facilidad.

Había esperado que una vez que llegara a la universidad, un entorno diferente,
sería capaz de dejar a un lado la agresión. Sin embargo, las pocas citas a las que
había ido habían terminado en desastre. Tan pronto como el tipo ponía sus
brazos alrededor de ella y se inclinaba por un beso, ella había tenido un ataque
de pánico. Así que se había escondido detrás de su ropa desaliñada y puesto su
energía en su trabajo. Ahora incluso eso estaba en peligro.

Ya no sería una víctima. Si eso significaba poner sus miedos a un lado así para
que treinta personas pudieran mantener sus empleos, entonces eso haría.
Después de todo, no era como si Simon probablemente la fuera a tomar en sus
brazos e intentar besarla. Aunque una pequeña parte de ella deseaba que lo
intentara.

A medida que el taxi se detenía, echó un vistazo dentro de hotel. Simon estaba
donde ella lo había dejado, sentado en una de las sillas de recepción, su cabeza
en su mano, la otra apretando su teléfono en su oreja. Ella se dirigió a la puerta
del taxi y él levantó la mirada directo hacia ella. Su expresión era como la de un
pirata que había pasado toda su vida en busca de un tesoro, solo para
encontrar el cofre vacío.

Otra vida destrozada.


28
Página
Capítulo 3

E
l sol estaba abajo en el horizonte cuando Helen atravesó las puertas del
hotel de Simon una vez más. El roce de su falda sonaba como un torrente
precipitándose hacia una cascada. Se sentía fuera de control, su cerebro y
su cuerpo en conflicto entre sí. Una parte de ella quería retirarse a la seguridad
de su vida protegida; otra parte quería probar la aventura en la sonrisa de
Simon.

Llevaba otro de sus trajes nuevos, un vestido azul claro inspirado en los años
cincuenta, con una amplia falda, cuello babero, y mangas que apenas cubrían el
hombre y que no se extendían debajo de la axila. Mandy había dicho que Helen
se parecía a Grace Kelly cuando se lo había probado. Así que esa tarde había ido
a la peluquería y había hecho cepillar y enrular su cabello hasta que el estilo se
ajustó a la época de su atuendo. Probablemente solo duraría una hora más,
pero por el momento se sentía bonita. Y la ayudó a desplazarse en el hotel,
arrastrando una pequeña bolsa de viaje detrás de ella.

—¿Puedo tomar su bolso, señorita? —El botones apareció a su lado.

Victoria; había hecho la transición de señora a señorita.

—No, gracias, no me quedo. Me voy a reunir con un huésped.

Examinó el vestíbulo por la alta figura de Simon. Si la dejaba esperando de


nuevo, juraba por Dios que marcharía de nuevo hasta su habitación y con ropa
o no, haría que la escuchara. Su corazón empezó a correr y un sofoco barrió su
cuerpo al recordar su figura parcialmente recubierta. El bing de la apertura de
las puertas del ascensor la devolvió a la realidad. Simón salió, todavía con su
traje de la mañana; sin embargo, la corbata había desaparecido y había
desabrochado los dos primeros botones de la camisa. Ella tragó, con la
esperanza de contener el rubor que podía sentir listo para hacerse cargo de su
rostro.

Su mirada la recorrió y una sonrisa de sorpresa jugó en sus labios.


29

—Luce diferente cada vez que la veo.


Página
—Cada vez mejor, espero. —Su rostro se calentó como se habría encendido una
lámpara solar. Necesitaba olvidar su increíble cuerpo que aceleraba su ritmo
cardíaco, y su sonrisa torcida que la hacía derretirse, y su acento británico…
Maldición, esto no estaba ayudando.

—Intrigante cada vez. Me pregunto, ¿qué mujer es la verdadera usted? —Su voz
había caído y provocado un escalofrío a través de ella. Él era lo suficientemente
impresionante desde el punto de vista empresarial. Se preguntaba cómo sería
en una relación íntima, no era que ella alguna vez fuera a averiguarlo. Quizás
ese sería el mejor disuasivo para sus fantasías, si él ya tuviera una mujer de
verdad en su vida.

—¿Su esposa o novia no está molesta de que no estará en casa hasta finales de
mañana? —Se volvió hacia la puerta para que él no pudiera leer su rostro.

—No tengo ninguna. No hay nadie que le importe si llego a casa mañana o no.

Helen lo miró, pero no podía decidir si a él le molestaba.

—¿Qué hay de su madre? Dijo esta mañana que tenía una emergencia familiar.
¿Necesita volver a casa para lidiar con ello?

—¿Está teniendo dudas acerca de que la acompañe al Russian River? No quiero


que esto sea incómodo para usted.

Probablemente eran sus nervios sobrerreaccionando ante la idea de las


siguientes dos horas en las que estaría a centímetros de Simon, pero Helen no
pudo reprimir la risa que burbujeó en su garganta, rompiendo en una carcajada.
Varias personas se volvieron en su dirección y sonrieron mientras ella trataba de
controlarse.

—Creo que hemos pasado lo incómodo de manera abrupta en nuestra primera


reunión —se las arregló para decir al fin.

Simon se relajó. Una gran sonrisa iluminó su rostro, haciéndolo parecer casi
humano.

—Fue definitivamente memorable. —La comisura de su boca se torció y Helen


tuvo que recordarse que él era el enemigo.
30

—Mantenga su sentido del humor a la mano. No tengo idea de lo que va a


ocurrir una vez que lleguemos a casa de Liam. Me disculpo de antemano si la
Página

situación se vuelve incómoda. Mi hermano es un poco peculiar. Pero esta


parece ser la única vez que tengamos para discutir Bertram Industries, así que
tendré que arriesgarme a todo lo escandaloso que él haya planeado. —Había
intentado llamar a David para advertirle que iba a llevar a un conocido de
negocios, pero el teléfono de su hermano estaba desactivado. Conociendo su
mente ausente, esperaba que lo hubiera encendido de nuevo y escuchado su
mensaje antes de su llegada.

—¿No puedo decir si ama a su hermano o qué? —Simon la llevó hacia su auto
alquilado, estacionado junto a la acera. Alzó su bolsa en el maletero junto a la
suya, luego abrió la puerta del pasajero para ella.

Ella esperó a que él saliera al tráfico antes de contestar.

—Oh, definitivamente amo a mi hermano. Estoy acostumbrada a él, sin


embargo. Es un hacker, un programador de computadoras. Ve el mundo en
código, bien y mal, y no cree en la corrección política. Si tiene una opinión, la
dice, sin importar lo que piensen los demás. Bueno o malo, siempre se sabe
dónde estás parado con David.

Simon asintió y dirigió el auto a través del tráfico de la tarde.

—Entonces, aparte de su hermano, ¿quién más estará allí esta noche?

—Liam y Lorelei. Liam es el mejor amigo de David y técnicamente su jefe. Viven


en el apartamento al otro lado del pasillo del nuestro. Luego están Jason y
Mandy. Jason es el cocinero personal de Liam. Mandy es su novia y también
amiga de Lorelei, y mía. Liam y Lorelei se casaron hace un par de meses y Jason
y Mandy anunciaron su compromiso recientemente. —Lo cual la dejaba como la
mujer sin un hombre. Al menos tenía a David, su más uno en cualquier evento
oficial que tuviera que asistir.

—Parece un grupo muy unido —dijo Simon. Sonaba casi nostálgico.

—Somos bastante cercanos. ¿Lo es usted con sus amigos?

Vaciló, y Helen se preguntó si iba a contestar. Ella trató de recordarse que esto
se suponía que fuera una discusión de negocios.

—No, en realidad no. He estado preocupado con la construcción de mi imperio


de negocios. No he tenido mucho tiempo para hacer vida social.
31
Página
—Lástima. Creo que es muy triste crear algo y luego no tener a nadie para
compartirlo. Incluso las decepciones son más fáciles de tomar cuando se tiene a
alguien para quejarse.

—Las relaciones toman emoción, y la emoción lleva tiempo, la cual es mejor


gastada en los negocios. Creo que es más fácil hacerlo solo —dijo.

Helen se quedó mirándolo. ¿Podría hablar en serio? Mirando su expresión


glacial, le creyó. Un impulso para traerlo de vuelta a la humanidad la superó.
Puso su mano en el brazo de él.

—Fácil no es siempre el mejor… lema de ingeniería básica. ¿Tiene esto algo que
ver con la llamada telefónica de tu madre esta mañana? Nunca contestaste
cuando pregunté si era algo a lo que tenías que hacer frente.

El silencio se prolongó durante tanto tiempo que no pensaba que respondería.

—La llamada telefónica de mi madre solo sirvió para hacer hincapié en que las
personas no son fiables. —Un músculo palpitó en la mandíbula de Simon.

—Lamento que te sientas así. En mi experiencia, la gente, la gente buena, es la


única verdadera constante.

Él levantó una mano del volante y la puso sobre la de ella que todavía estaba en
su brazo. La intimidad del momento, en el auto oscuro, envió una onda de
choque de anhelo a través de ella. Simon parecía estar sorprendido por la
corriente que corría entre ellos también. Él tomó una respiración profunda.

—Tal vez deberíamos hablar de la razón por la que estamos aquí. Sabes que la
venta de Bertram es prácticamente un hecho. Está en manos de los abogados
ahora. A menos que haya algún cambio imprevisto de las circunstancias, tomo
el control en unas semanas. No estoy seguro de qué más haya que discutir.

Helen se sintió aliviada ante el cambio de tema de Simon.

—Sí, y yo; nosotros, los empleados; no tenemos ninguna objeción a tu


propiedad. Pero quiero hablar del funcionamiento de Bertram como una
división autónoma en lugar de rebanarnos y cortarnos en cubitos. Podemos ser
rentables, con la dirección correcta. —Gracias a Dios que su cerebro se había
reiniciado. De hecho, había sonado profesional y no antagónica. Treinta
32

personas dependían de ella. Se movió en su asiento para ver el rostro de Simon.


Página
Aparte de unas cuantas miradas rápidas en dirección a ella, mantenía los ojos
enfocados en la carretera oscura.

—No necesito una empresa de ingeniería. Tengo la intención de licenciar las


patentes y cobrar derechos de autor. Las regalías que puedo ganar por la pila
de combustible del proyecto que terminaste recientemente será suficiente para
cubrir el costo de adquisición por sí solo.

—¿Qué pasa con los empleados? —Un poco de desesperación estaba


deslizándose en su tono, e intentó controlar sus emociones. ¿Cómo podía ser
tan frío y calculador sobre los medios de vida de treinta personas?

—No los necesito. Ya tengo un equipo de patentes y licencias que se


encargarán de supervisar la integración de la cartera de Bertram.

—Muchos de los empleados de Bertram están en sus cincuenta. Les va a resultar


difícil conseguir otros empleos.

—Ese no es realmente mi proble…

—Es mío. Mira, he escrito una propuesta de cómo podría funcionar Bertram y
encajar en tu cartera de empresas. Tú, personalmente, no tendrías que hacer
nada, excepto recoger los beneficios. Solo léelo y danos una oportunidad.

Él la miró entonces, pareciendo impresionado por la vehemencia de su tono.

—Leeré tu propuesta.

—¿Con una mente abierta?

—Haré mi mejor esfuerzo. —Él le dio una sonrisa forzada antes de volver a la
carretera—. Sabes, Helen, creo que podrías persuadir al diablo de convertirse en
bueno. Nunca he dejado que alguien me influencie de un curso de acción una
vez que he tomado una decisión. Tienes tu trabajo hecho para ti, pero si alguien
puede hacerlo…

Helen tragó. Todo se basaba en ella.

—Nunca he estado en esta parte de California. Es la ciudad del vino, ¿verdad?


¿Tienes un viñedo favorito? —Simon cambió de nuevo a un tono amistoso. ¿El
chico tenía un interruptor en alguna parte? Modo robot encendido/apagado. Al
33

menos hablar sobre vino y el paisaje no requería mucho aporte del cerebro, y se
Página
las arregló para mantener una conversación bastante racional hasta que
llegaron cerca de su destino.

—Estamos llegando a Russian River. ¿Quieres darme algunas indicaciones? —Su


voz profunda interrumpió sus reflexiones.

Lo dirigió a la casa de Liam y oyó su susurro:

—Agradable —mientras la casa entraba a la vista.

El auto de David no estaba en la entrada, por lo que no se veía como si hubiera


llegado todavía. Era tan habitual de su hermano convocar a todos y luego
hacerlos esperar.

***

Simon siguió a Helen por los escalones de cemento a la puerta principal. En


lugar de golpear o tocar el timbre, simplemente empujó la puerta y entró. Él aún
tocaba el timbre cuando visitaba a sus padres, y había crecido en esa casa.

Dejaron sus maletas cerca de la puerta y siguieron el sonido de voces y risas en


la cocina. Un hombre usando ropa de cocinero estaba preparando un plato de
aperitivos. Otro hombre más alto, quien podría pasar por doble de Hugh
Jackman, estaba de pie con su brazo alrededor de los hombros de una bonita
mujer de cabello castaño posada en un taburete. Debía ser William Manning, o
Liam como lo llamaba Helen. Quien quiera que fuera, dio un respingo al ver a
Helen.

Una segunda mujer de cabello oscuro ocupaba el otro taburete. El chef dio una
palmada a su mano juguetonamente cuando se estiró hacia uno de los
aperitivos, luego metió uno en su boca cuando protestó. Debía ser Mandy, la
chica del chef, asumió Simon. Al ver el rostro de Liam, Mandy se giró en su
taburete antes de lanzarse hacia Helen.

—Helen, te ves impresionante. Me encanta lo que has hecho con tu cabello. —


Besó a Helen en ambas mejillas antes de voltearse hacia él—. Tú debes ser
Simon. Bienvenido. —Entonces procedió a besarlo también.

Él se balanceó en sus talones como perdiendo el equilibrio por la fuerza de la


mujer.
34

—Sí, hola, soy Simon Lamont. —La calidez de la amistad lo envolvió. A pesar de
Página

ser un extraño, pudo sentir que todo lo que tenía que hacer era sonreír y sería
bienvenido dentro de su grupo. Ser frío y distante alrededor de estas personas
no iba a ser una opción. El deshielo que había experimentado cuando Helen
había hablado de compañerismo en el auto duplicó ritmo. Si no tenía cuidado,
sería un empapado desastre antes de arreglárselas para escapar de regreso a
Nueva York. Pero el atractivo de la amistad y apoyo con que Helen obviamente
contaba era muy tentador.

—Bienvenido, Simon. Por favor disculpa a Mandy. Ella debería venir con su
propio aviso meteorológico. —La mujer con cabello castaño claro se aproximó a
él, tendiéndole su mano—. Soy Lorelei. Este es mi esposo, Liam. —Ella sonrió
ampliamente cuando dijo la palabra “esposo”.

Liam se acercó y estrechó su mano, luego el hombre con delantal asintió al otro
lado de la habitación.

—Oye, soy Jason. ¿Hambrientos? —Parecía el saludo habitual de los chef.

—Primero él tiene que cambiarse —dijo Mandy—. Traje de negocios me


recuerda al trabajo. No puedo relajarme alrededor de ellos.

—Somos un grupo bastante casual —añadió Lorelei—. ¿Por qué no te muestro


tu dormitorio, Simon? Helen, tú estás en tu lugar de siempre.

—Cuando estén listos, estaremos en la habitación de adelante —gritó Liam


mientras Lorelei precedía a Simon fuera de la habitación.

—Tienes una hermosa casa —dijo cuando subían las escaleras de roble macizo.
Llevaba su maleta y la de Helen; ella se había quedado en la cocina.

—Gracias, aunque no tuve nada que ver con ello. Liam diseñó y decoró todo él
mismo.

—¿En serio? —Simon nunca había pensado en el diseño de la propia casa de


sus sueños. Era feliz viviendo en su piso en Manhattan; raramente estaba ahí de
cualquier modo. Pero podía ver cómo tener un lugar como este para venir
podría ser para el mejor alivio del estrés y relajación. Ni siquiera era su casa y ya
estaba teniendo ese efecto en él. Tomó una respiración profunda, esperando
borrar el sabor desagradable en su boca cuando pensó en el efecto que
tendrían sus acciones sobre los empleados de Bertram. Eran negocios, pero
estaba comenzando a sentirse personal.
35
Página
—Puedes poner la maleta de Helen ahí. —Lorelei indicó una puerta a la
izquierda—. Y este es tu dormitorio. Si hay algo que necesites, por favor no
dudes en pedirlo. Espero que estés cómodo. —Empujó la puerta para revelar un
enorme dormitorio, con escritorio e impresora, un cuarto de baño, y una
pequeña terraza con vista a las colinas cubiertas con hileras de vides. Incluso
había un pequeño sofá y una chimenea en la pared. Era más agradable que
cualquier habitación de hotel en la que se hubiera hospedado últimamente—.
Helen dijo que te ibas en la mañana, pero todos estamos aquí por el fin de
semana, así que no sientas la necesidad de huir mañana.

—Gracias, es muy amable, pero necesito regresar a Nueva York. —Aunque, ¿lo
necesitaba? Allí no había nadie esperando por él, ninguna razón por la que no
pudiera pasar otro día con estas cálidas y amigables personas, excepto que
había sido criado con la ideología de no imponerse ante nadie. Ni siquiera su
madre había querido incomodarlo pidiéndole que regresara a casa. En cambio,
se iba a quedar el fin de semana en Escocia y visitar algunos lugares allí
mientras su padre trasladaba toda evidencia de que alguna vez habían sido una
familia.

La suave voz de Lorelei lo trajo de vuelta al presente.

—Bueno, piénsalo, eres más que bienvenido a quedarte. Nueva York seguirá
estando allí el domingo. Te dejaré para que te cambies. Como dijo Liam,
estaremos en la habitación de adelante, bajando las escaleras, girando a la
izquierda.

—Estaré abajo pronto. ¿A qué hora se espera a David?

—En cualquier momento. Espero que no vaya a anunciar que ha comprado la


propiedad de al lado y que va a iniciar una granja de llamas. —Soltó una
carcajada y luego cerró la puerta.

Simon se cambió a un par de jeans y una camiseta. No había traído tanta ropa
casual con él. Una parte de él quería olvidar los negocios por el fin de semana y
solamente disfrutar la calidez y compañerismo que lo habían envuelto tan
pronto como puso un pie en la cocina.

Pasó una mano por su rostro. Demasiado examen de conciencia solamente iba a
dirigir a problemas. La revelación en la mañana acerca de su padre había
36

comenzado la grieta que Helen, con su risa y genuina preocupación por los
Página

otros, había ampliada. Él estaba feliz de estar solo, ¿cierto?


La puerta al otro lado del pasillo se abrió y se cerró, luego se abrió un minuto
más tarde. Hubo un suave golpe en su puerta.

Helen estaba de pie en el pasillo, usando el mismo vestido de antes,


sosteniendo un reporte encuadernado en su mano. Parpadeó cuando lo vio en
su conjunto casual.

—Demasiado tarde, ya estoy vestido —bromeó él, tratando de recuperar la


facilidad de antes.

—Demonios, no debería haberme detenido para preguntarle a Liam si había


escuchado algo de David —bromeó ella. Él había notado su visible relajamiento
tan pronto había entrado a la habitación con sus amigos—. Pero si ya estás listo,
podemos bajar juntos. Quería darte esto para que lo leas cuando tengas un
minuto.

Tomó la propuesta de ella y hojeó unas cuantas páginas.

—¿Quieres que lo lea ahora así podemos discutirlo después de la cena?

Levantó la mirada para encontrarla mirándolo fijamente. Sus ojos buscaron en


los suyos, y él se ahogó en sus profundidades azules. ¿Cómo lucirían hirviendo
de deseo, ardiendo con pasión? ¿Cuando ella los abriera por primera vez en la
mañana después de una completa noche de hacer el amor? El documento
encuadernado en su mano protestó por el agarre de muerte que tenía en él.

—No, está bien. Relájate ahora, puedes leerlo más tarde. —Su sexy voz había
bajado otra octava, como si ella hubiera leído su mente. Su mirada lo recorrió
de arriba a abajo de nuevo, y tomó cada gramo de su voluntad no empujarla
dentro del dormitorio y probar sus llenos labios, los cuales estaban ligeramente
entreabiertos, como esperando que él la besara.

—Lo leeré antes de ir a la cama. Lo prometo. —Con sucios pensamientos


corriendo por su mente, iba a necesitar algo aburrido para ayudarlo a dormir.

—Estupendo. —La sonrisa que iluminó su rostro era milagrosa. En un segundo,


ella pasó de una abrumada ingeniera a una hermosa ingenua.

Estaba comenzando a sentirse como un imbécil por ponerla en esa posición.


37

***
Página
Helen caminó lado a lado con Simon por las escaleras y dentro de la sala de
estar. Ella metió sus manos en sus bolsillos para resistir la urgencia de tomar su
mano. Entre sus amigos, en esta cálida y cómoda casa, se estaba volviendo
difícil recordar que él era el enemigo. De hecho, él estaba cerca de convertirse
en su jefe. Trató de imaginar que él era Harold Bertram. Pero no podía
remplazar al alto y delgado y apuesto hombre junto a ella con el regordete y
codicioso que probablemente estaba limpiando su escritorio y la mitad de los
suministros de oficina justo en este momento.

—¿Qué puedo conseguirte para beber, Simon? —preguntó Liam mientras se


acercaba a un mueble de licores al otro extremo de la habitación.

—Una cerveza estaría genial —respondió Simon.

—¿Y para ti, Helen? ¿Lo de costumbre? —gritó Liam mientras hacía saltar la
tapa de una cerveza.

—En realidad, creo que intentaré un vino tinto hoy. Algo de cuerpo completo.

Liam parpadeó, entonces le sirvió una copa de vino. Se la pasó antes de


entregarle su cerveza a Simon.

—Me gusta la nueva imagen, Helen. Muy agradable —dijo Liam después de
otro momento mirándola. Sus ojos se movían entre ella y Simon como si tratara
de determinar cuánta influencia tenía el hombre en su transformación.

—Gracias —respondió, ligeramente avergonzada.

—Sírvanse —dijo Jason mientras ponía una selección de aperitivos en la mesa


de café.

Ella puso su vino en la mesa lateral del sofá de dos plazas y agarró un plato,
tratando de elegir aquellos pedazos que pudiera comer lo más elegantemente
posible. Un pedazo de masa bajaría inevitablemente por su tráquea y terminaría
tosiendo trozos de canapé por todo el lugar.

Al regresar a su asiento, se dio cuenta de que las otras parejas se habían


organizado de modo que el único lugar para Simon fuera justo al lado de ella.
Calor irradiaba de su muslo, mejorando el ligero aroma de su loción de afeitar.
Ella tomó un gran trago de su vino.
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Página
—Entonces, estábamos haciendo apuestas sobre cuál es el gran anuncio de
David —Liam dijo—. Lorelei piensa que va a comenzar una granja de llamas. He
puesto mi dinero en carreras de NASCAR.

—¿NASCAR? ¿Has conducido alguna vez con él? Creo que carrera de
demolición es más apropiado —dijo Jason.

—¿Cuál es tu suposición entonces? —preguntó Mandy, su prometida.

—Pienso que David ha descubierto su lado espiritual y decidió convertirse en un


monje budista. —La sugerencia de Jason fue recibida con risas.

—Por lo menos no tendría mucho cabello que afeitar —añadió Helen cuando
recuperó el aliento. Cada momento que pasaba, estaba volviéndose más y más
ansiosa sobre qué tenía su hermano a la espera. Al menos con las extravagantes
sugerencias de sus amigos, se dio cuenta de que había un montón de
posibilidades, no todas ellas malas.

—Entonces, Mandy, ¿tú qué piensas? —pregunto Liam.

—Creo que va a navegar por todo el mundo —declaró.

—No, se enferma en el ferry a Alcatraz —dijo Helen.

—¿Simon? ¿Qué supones? —Helen giró su atención a su invitado, esperando


retrasar el momento en que sus amigos preguntaran que revelara su peor
temor.

—Ni siquiera he conocido al hombre. ¿Cómo puedo hacer una suposición


razonable?

—Confía en mí, incluso conociendo a David durante los últimos quince años, no
tengo una idea de qué tiene en mente —declaró Liam.

—Tal vez ha decidido caminar por el antiguo camino de especias. —Simon


acompañó su declaración con una triste sonrisa.

—¿Es algo que harías? —Helen miró al hombre a su lado. Sus ojos verdes la
consideraron por un momento.

—En otra vida, tal vez. Pero nosotros los piratas preferimos estar cerca del agua.
39

—La sonrisa torcida que Simon envió una llama de deseo a través de su cuerpo.
Arrastró una respiración profunda, tratando de calmar su corazón, el cual había
Página

decidido correr repentinamente.


La voz de Liam le recordó que había otras personas en la habitación.

—Nah, no creo que eso sea algo que David haría. Se queja cuando tiene que
caminar desde la oficina hasta el restaurante de la esquina.

—Entonces, Helen. Lo conoces mejor. ¿Por qué crees que estamos aquí?

Helen tomó otro sorbo de vino antes de mirar por la ventana oscura.

—Realmente no sé lo que tenga que decir. Supongo que con David, todo es
posible. Solo espero que no haya decidido unirse a mis padres.

Silencio abarcó la habitación por un momento. Helen evitó mirar a Simón


aplicadamente, aunque podía sentir su mirada.

—De ninguna manera. ¿Puedes imaginar a David sin electricidad durante más
de cuatro horas? En el último corte de energía, quiso que consiguiera un
generador para el edificio —dijo Liam.

—Bueno, no tendremos que esperar mucho más tiempo —dijo Lorelei—. Creo
oír su auto en el camino ahora.

Efectivamente, un par de minutos después, la puerta principal se abrió. Helen


levantó los ojos preocupados hacia la puerta de entrada, apenas consciente de
que Simon había tomado su mano y dado un suave apretón.

David se dirigió a través de la puerta. Examinó a su hermano, en busca de


alguna pista de por qué los había llamado allí. El primer shock fue verlo vestido
con jeans de diseño, una camisa azul clara, y una chaqueta de cuero negro. ¿Y
estaba usando botas de vaquero? David se había puesto de moda. ¿Ese era su
gran anuncio? ¿Iba a integrarse a la sociedad? Helen le daba tres días, como
mucho.

Mientras ella estaba mirando a su hermano, él observaba a Simon, sosteniendo


su mano. David entornó los ojos y le preguntó:

—¿Quién eres?

Antes de que ella pudiera responder, Simon dijo:

—Mi nombre es Simon Lamont, y tu hermana me invitó.


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Helen esperó a que explicara que tenían una relación profesional, no personal.
Página

Eso sí, ella había visto más del cuerpo de Simon que lo estrictamente necesario
para el modelo de negocio, pero su hermano no necesitaba saber eso. Simon se
mantuvo en silencio.

—David, deja a Helen en paz, es una mujer adulta. —Liam interrumpió la mirada
fija que David y Simon se estaban dedicando—. ¿Por qué nos has llamado a
todos aquí?

David pareció volver al momento.

—Oh, sí. La razón por la que les he pedido a todos que estén aquí es para
presentarles a alguien. ¡Alina! —llamó.

Como esperando la llegada de la reina, todo el mundo se puso de pie mientras


una mujer rubia muy alta entraba en la habitación. David se acercó a la puerta,
donde ella estaba vacilante, y puso su brazo alrededor de su cintura. Era por lo
menos diez centímetros más alta que él.

—Alina, estos son mis amigos y mi hermana, y un tipo al azar. Todo el mundo,
esta es Alina, mi esposa.

41
Página
Capítulo 4

—¿T
u esposa? —La tensa voz de Helen fue ahogada por todo el
mundo, excepto Simon, repitiendo las mismas palabras.

La habitación giró y se volvió negra por un segundo y ella se


agarró del alto hombre a su lado. Él puso sus brazos alrededor de sus hombros
y la empujó contra su fuerte y cálido cuerpo. La habitación giró de nuevo, pero
por una razón completamente diferente.

La profunda risa de Simon llenó el incómodo silencio.

—Bueno, supongo que todos estuvimos equivocados. No creo que nadie


apostara dinero en matrimonio —dijo él.

Sus palabras desplegaron el grupo donde ellos estaban de pie mirando hacia
los recién llegados. Liam y Lorelei se apresuraron a felicitar a la nueva pareja.
Mientras Helen todavía estaba tratando de procesar la palabra “esposa”, Simon
se inclinó y susurró en su oído:

—Es tu nueva cuñada. Felicítala y nosotros nos encargaremos de las


consecuencias emocionales más tarde.

¿Nosotros? ¿Desde cuándo estamos en este desastre juntos? Estaba tan


confundida por las palabras de Simon como lo estaba por el anuncio de David.
¿De alguna manera su hermano había persuadido a esta pobre e ilusa mujer a
casarse con él? Alina iba a necesitar una amiga.

—Bienvenida a la familia, Alina —dijo Helen.

—Spasibo —murmuró Alina cuando Helen le dio un beso en la mejilla.

Rusa. Eso respondía un poco; obviamente no entendía a David.

—Bueno, supongo que esto exige champagne —declaró Liam.

—Iré contigo y conseguiré las copas —dijo Lorelei, luego lo siguió fuera de la
42

habitación.
Página

—Debería comprobar la cena —añadió Jason y salió después de ellos.


Mandy disparó otra mirada sorprendida hacia David y Alina antes de murmurar
algo acerca de ayudar a Jason para también huir de la habitación.

Simon deslizó su brazo fuera de Helen, como si fuera a irse también. Ella agarró
su mano antes de que él pudiera irse y lo sujetó con fuerza. ¿Cuál era el dicho,
cualquier puerto en una tormenta es bueno? Incluso la mano de su enemigo en
la suya era mejor que la implosión de su solitaria vida.

A menos que pudiera convencer a Simon de lo contrario, estaba cerca de perder


su trabajo. Ahora también necesitaría encontrar un nuevo lugar para vivir, ya
que compartir un apartamento con David y su nueva esposa sería incómodo por
decir menos. Lo cual significaba que no podría solo aparecerse al otro lado del
pasillo para pasar el rato con sus amigos… Síp, total derrumbe de su estilo de
vida.

Su mirada atrapó la de ella y la suplicante mirada que ella le envió no la debió


haber registrado porque le hizo un gesto hacia la habitación.

—Por qué no nos sentamos y puedes contarnos sobre ti, Alina. —Simon parecía
el único con algo de sentido común, por lo que ella lo siguió obedientemente y
se sentó una vez más en el sillón de dos plazas, sin preocuparse de nada más
que sus muslos tocándose.

—Sí, por favor, cuéntanos acerca de ti, Alina. —Helen esperó sonar graciosa y
no completamente idiota.

La alta mujer se sentó en una silla que David sacó de un escritorio en la esquina.
Luego él tomó una postura detrás de su esposa, sus manos sobre los hombros
de ella.

Los ojos de Helen parpadearon entre los dos, tratando de ver de ver una pista
de amor o compañerismo. Su nueva cuñada era bastante guapa. No parecía
cómoda, sin embargo, siendo el centro de atención. Cabello rubio caía casi
hasta su cintura, y los ojos marrones de la mujer miraban fijo hacia el piso. Tenía
una silueta delgada y piernas que seguían y seguían y seguían. Helen juzgaba
que Alina estaba en sus treinta.

Helen negó con su cabeza. David había hecho algunas cosas estúpidas en su
vida. Sin embargo, casarse con una mujer en el calor del momento estaba en lo
43

alto de su pila. Ella echó un vistazo de nuevo hacia su hermano; orgullo y


Página

asombro estaban escritos en su rostro ahora. Tal vez sentía algo por Alina.
Helen trataría lo mejor posible de ser amigable y no pensar en todas las
consecuencias que tendría este matrimonio en su propia vida.

—Soy de Minsk, Bielorrusia. Estoy muy feliz de conocer a la familia y amigos de


David —respondió Alina en un vacilante inglés.

—Nos conocimos en línea —añadió David, como si eso pudiera aclarar todo el
misterio de su repentino matrimonio.

—¿Cuándo se conocieron realmente en persona? —Helen contuvo la


respiración.

—El miércoles —respondió David, como si fuera la cosa más lógica del mundo
conocer a una mujer y estar casado con ella al día siguiente—. La cosa en línea
funcionó tan bien para Liam, que pensé en darle una oportunidad —dijo
mientras Liam entraba a la habitación llevando dos botellas de Bollinger.

Liam puso el champagne en la mesa antes de tomar la bandeja de copas de


champagne de Lorelei, colocándolas junto a las botellas.

—Nunca recomendé mi estrategia, David. Casi me costó a la mujer que amo —


dijo Liam mientras tomaba a Lorelei en sus brazos, como si quisiera asegurarse
de que era real.

—Sí, bueno, modifiqué un poco tu método. Menos hackeo, más plática. —David
se inclinó y besó a su esposa en la mejilla. Ella dio una tímida sonrisa a su nuevo
esposo y agarró la mano de David, la cual aún estaba apoyada en su hombro.

Él canapé que Helen había comido más temprano amenazaba con salir.
Definitivamente necesitaba encontrar un nuevo lugar para vivir. No iba a ser
capaz de tolerar observar a su hermano besar a su esposa a cada hora.

Agarró la copa de champagne que Liam le extendió y tragó la mitad del


contenido de una. Las burbujas se atraparon en su garganta y la enviaron a un
ataque de tos. Huyendo de la habitación para toser en privado, rechazó con un
gesto el intento de Lorelei de seguirla.

—Estoy bien —dijo sin aliento, lágrimas corriendo por su rostro.

***
44

Simon se levantó cuando Helen huyó de la habitación, deteniendo a Lorelei


Página

mientras estaba a punto de seguirla. Pensando que necesitaba unos minutos a


solas, se sentó de nuevo en el mini sofá. Sin ella a su lado, se sentía frío,
solitario. Si Helen no volvía en cinco minutos, iría a buscarla. No podía creer la
falta de sensibilidad de David de no darle aviso a su propia hermana de su
boda. Helen había dicho que eran cercanos. Pero hasta esta mañana había
pensado que sus propios padres también eran cercanos. Realmente no podías
confiar en nadie.

Tomó una respiración profunda, cuidando de mantener la sonrisa neutral en sus


labios. Para un hombre que odiaba las escenas emocionales, estaba sorprendido
de que se estuviera volviendo tan personalmente envuelto en esta. Debería
estar zarpando en su barco pirata, con una nota mental de no volver a visitar
estas playas contaminadas de nuevo. En cambio, estaba pensando en ir tras la
damisela en apuros y ofrecerle consuelo.

La tensión en la sala era palpable, para todo el mundo, al parecer, excepto para
David. El hermano de Helen sonreía como un hombre que tuvo sexo recién
después de un tiempo muy, muy largo. Lo cual probablemente había hecho.

Lorelei y Liam trataron de involucrar a Alina en la conversación, pero el inglés de


la extranjera era bastante limitado y después de unos minutos se dieron por
vencidos.

—Entonces, David, ya que has planeado este fin de semana, ¿qué tenías en
mente? —La pregunta de Liam rompió el incómodo silencio.

Helen aún no había regresado y Simon estaba a punto de ir a buscarla cuando


una figura vestida de negro en la puerta llamó su atención. Helen se había
cambiado a una camiseta de tirantes negra y pantalones. Él se puso de pie
cuando ella volvió a entrar en la habitación, y tuvo que bloquear sus rodillas
para evitar avanzar y llevarla a sus brazos. Solo se habían conocido unos días
atrás; ¿por qué se sentía tan unido a ella, queriendo consolarla y apoyarla?

Si eso no fuera suficiente, estaba a punto de convertirse en una empleada,


aunque solo hasta que la empresa se disolviera. Él no se involucraba
personalmente con empleadas, sin importar lo devastadoramente hermosas y
vulnerables que fueran. Sería mucho más fácil si ella se hubiera convertido en la
valquiria que lo había asaltado verbalmente en su habitación de hotel en su
primer encuentro. Estaba mejor preparado para lidiar con su ira que con sus
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lágrimas. Aunque recordando el estado de excitación en que ella lo había


Página

dejado entonces, tal vez no.


—¿Estás bien, Helen? —Lorelei medio se puso de pie, como si no estuviera
segura de qué hacer.

—Sí, estoy bien, gracias. —Helen les dio a todos una sonrisa acuosa, pero no
retiró su mano cuando él la tomó entre las suyas. Tocarla parecía tan natural—.
Lamento eso. Las burbujas se fueron por el camino equivocado. —Ella tomó una
profunda respiración y puso un poco más de curva en su sonrisa. Aunque
sentado junto a ella, él podía sentir la fuerza con que se sostenía a sí misma—.
Entonces, David, ¿qué tienes en mente para el fin de semana?

—Correcto. Bueno, pensé que los chicos podrían atravesar los senderos en las
bicicletas de montaña. Mientras las chicas hacen lo que sea que las chicas
hacen, pintar sus uñas o algo.

Mandy entró en la habitación y parecía que estaba a punto de abofetear a


David.

—Voy a dejar que te escapes con esa, David. Porque obviamente tu cerebro
está en tus pantalones en este momento —dijo.

—¿Cómo se supone que sepa lo que hacen las mujeres cuando se reúnen?
Nunca he estado alrededor de una por mucho tiempo antes. Excepto mi
hermana. Y ella no cuenta como una mujer. Aunque, ¿estás usando lápiz labial,
Helen? —David se quedó mirando a su hermana como si la viera por primera
vez.

Antes de que Helen pudiera responder, Jason apareció en la puerta.

—La cena está lista. He puesto la mesa en el comedor. Somos tantos que será
demasiado estrecho estar en la cocina —anunció el chef.

Todo el mundo se puso de pie y Simon extendió su brazo a Helen, agradecido


cuando ella unió el suyo con el de él. Puso su otra mano sobre la suya, la que
descansaba sobre su antebrazo. Ella todavía estaba tan tiesa como un palo, pero
la sonrisa que le dio por su galantería era más cálida de la que había visto en
ella desde que llegó su hermano.

—¿Esta unión es legítima? —preguntó Helen mientras David se acercaba.

—Sí. Tuvimos una ceremonia civil en Minsk ayer. Pensábamos que tendríamos
46

una fiesta aquí después de que Alina se instalara. ¿Tal vez ustedes chicas
Página

podrían ayudar a planear eso?


La sonrisa de Helen fue tensa.

—Claro, eso sería genial.

—¿No preferirías pasar el día de mañana con tu novia? —dijo Lorelei mientras
todos se sentaban en la mesa, tomando los asientos que Jason indicaba, como
si él fuera la cabeza de la casa. Simon estaba sorprendido por la informalidad
del grupo.

David tomó la mano de su esposa después de que se sentaran.

—Pensé que sería bueno que Alina pasara algún tiempo con las chicas, llegar a
conocerlas, volverse amigas. Ha tenido que escucharme sin parar y sin sentido
durante los últimos tres días. Estoy seguro de que podría necesitar un descanso.

—Nos encantaría llegar a conocer mejor a Alina. Y un día de chicas suena


fabuloso. Hay una feria de antigüedades en la próxima ciudad mañana. ¿Por qué
no ir allí y luego almorzar? —dijo Lorelei.

—Genial, está arreglado entonces. —David se volvió hacia Simon—. ¿Cuánto


tiempo vas a quedarte, Simon?

Helen parecía a punto de intervenir. Simon puso su mano sobre su muslo por
debajo de la mesa.

—Nunca he hecho ciclismo de montaña, suena divertido. ¿Tienes una bicicleta


extra? —le preguntó Simon a Liam.

—Síp, tengo al menos seis…

—Más bien como el doble de eso —dijo Lorelei, interrumpiendo a su marido.

—Brillante. Entonces, si a Liam y Lorelei no les importa, creo que me quedaré


por aquí hasta el domingo —se oyó decir Simón.

¿De dónde diablos había salido eso? Él debería estar yéndose tan rápido como
fuera posible, no pasando el rato para involucrarse más en esta situación.
Excepto que cuando Helen apretó su mano en agradecimiento, él supo que
había tomado la decisión correcta.

***
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Helen tomó un sobro de su vino y se recostó en su silla. Sobre el borde de su


Página

copa, su mirada escaneó a los otros ocupantes de la mesa. Liam tenía su brazo
sobre el respaldo de la silla de Lorelei y estaba jugando con un mechón de su
cabello. Mandy tenía su mano sobre la de Jason en la mesa, su pulgar haciendo
círculos perezosos en su muñeca. Y David y Alina estaban mirándose como si la
otra persona pudiera desaparecer si apartaban la mirada. Si su hermano tenía
más estrellas en sus ojos, habría astrónomos haciendo fila para echar un vistazo.

Simon estaba sentado a su lado. Ocasionalmente, su brazo se rozaba con el de


ella cuando se inclinaba para alcanzar algo. Toques accidentales que eran como
pequeñas sacudidas de electricidad para su sistema, sobrecargando el sentido
común y comportamiento racional y haciéndola querer hacer algo escandaloso.
Demostrase a sí misma que podía ser una mujer, como el resto de la mesa. Pero
sabía que no podría. Sus miedos la mantenían demasiado cautiva. Aunque la
tercera copa de vino estaba ayudando a quebrar un poco las barreras.

—Otra excelente cena, Jason. Gracias. El ama de llaves vendrá temprano


mañana y ordenará todo, así que no te preocupes por limpiar. ¿Por qué no nos
movemos de regreso a la sala de estar y tomamos un coctel? —dijo Liam.

Helen drenó el resto de su vino rápidamente y se tambaleó ligeramente cuando


se puso de pie. El brazo de Simon llegó alrededor de sus hombros, y ella se
inclinó en él. ¿Era el vino? ¿O estaba celosa de que era la única mujer que iba a
la cama sola esta noche?

Supongo que ahora puedo iniciar mi colección de gatos.

—¿Estás bien? —El cálido aliento de Simon en su oído cuando susurró la


pregunta derritió varias de sus neuronas. Si no era cuidadosa, él nunca pensaría
que fuera capaz de dirigir un dedicado grupo de ingenieros en el futuro como
una división de Lamont Holdings. Aun así, su calidez y sus brazos alrededor de
ella eran bastante agradables. Tal vez por esta noche podría dejar de ser una
friki y pretender ser una mujer.

—Estoy bien. Solo cansada. Tuve una reunión realmente temprano esta
mañana…

Su brazo alrededor de su hombro la empujó más fuerte contra él. Ella tomó una
respiración profunda tratando de aclarar su mente, pero todo lo que hizo fue
llenar su cabeza con su colonia. ¿No se suponía que los piratas olieran a ron y
pólvora? No cítricos y especias.
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Página
Siguieron al resto de las parejas de regreso a la sala de estar. En lugar de tomar
asiento, Simon permaneció de pie detrás del sofá. La soltó y ella contuvo un
gemido de decepción.

—Gracias por una maravillosa cena, pero prometí a Helen que leería su informe
esta noche. Así que, si me disculpan.

—¿No quieres llevarte una copa de escocés arriba contigo? Trajimos un par de
botellas de nuestra luna de miel en Escocia —dijo Lorelei.

—Sí, por favor. Eso sería agradable. —Simon se movió hacia el área del bar
donde Liam estaba sacando una decorada botella fuera de una caja.

Mientras Liam servía una generosa medida en un vaso, Lorelei estaba señalando
como loca detrás de Simon. Cuando Helen no captó la indirecta de ofrecerse
para ir con Simon, Lorelei dijo:

—Helen, ¿por qué no subes con Simon? De esa manera, si tiene alguna
pregunta, puedes responderle directamente.

—Yo…

—En realidad, eso sería de gran ayuda. Así no tendré que escribirlas y recordar
preguntarte en la mañana —dijo Simon.

La mirada de Helen se encontró con la de Simon. Sus ojos verdes bailaban con
diversión. Era tan obvio que sus amigos estaban tratando de emparejarlos, pero
al menos él estaba siendo una buena persona al respecto. A pesar de que sus
ojos se detuvieron en sus labios entreabiertos, ella se preguntó por un segundo
si había algo más en su fácil aceptación de la sugerencia de Lorelei.

—No creo que esa sea una buena idea. —La voz de David interrumpió sus
miradas. Su hermano obviamente estaba confundido sobre el estado de su
relación. Bueno, él había originado una esposa frente a ella; dos podían jugar
ese juego.

—David, si quiero tu opinión, te la pediré —respondió Helen sin siquiera girarse


hacia él—. Estaré arriba en un minuto, Simon.

Él asintió y con un buenas noches al resto de la habitación, se fue. Helen aspiró


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un profundo aliento, luego tomó el vaso de whisky que Liam le entregó.


Página

—Buena suerte —dijo Mandy, una perversa sonrisa en sus labios.


—¿Con qué? —Helen tomó un rápido trago de whisky.

—Convenciendo a Simon de no hacer picadillo tu compañía, por supuesto. —La


carcajada de Mandy la siguió fuera de la habitación.

Helen subió las escaleras con cuidado. Esto era una locura. Y tan fuera de su
zona de comodidad que necesitaba binoculares para ver por dónde iba. Su
corazón golpeteaba y sus palmas picaban. Aquí voy. Levantó su mano para
llamar a la puerta de Simon, pero se abrió cuando la tocó. Espiando dentro, lo
vio descansando en el sofá, su rostro iluminado por la parpadeante luz de las
llamas de la chimenea a gas.

—Entra, Helen —gritó cuando la vio parada en la puerta.

Tratando de actuar como si estar en el dormitorio de un hombre no fuese


nuevo para ella, se dirigió al sofá y se sentó con una pierna metida debajo de
otra. Colocando su vaso de whisky cuidadosamente en la pequeña mesa junto al
de Simon, observó su rostro mientras él seguía leyendo su propuesta. ¿Cómo no
había notado cuán fuerte era su mandíbula, o la plenitud de sus labios? Su
mirada volteó a la de ella y pudo sentir el calor envolver su rostro cuando la
atrapó mirándolo.

Él bajó el reporte encuadernado y agarró su vaso al mismo tiempo que ella lo


hacía. Repentinamente, los dedos de ella se entumecieron y el vaso se deslizó
de su agarre, cayendo de regreso sobre la mesa con un sonido seco. Una
salpicadura de whisky cayó en su mano.

—Siempre estoy buscando las bebidas a tientas —murmuró ella. Al menos esta
salpicadura no era tan mala como cuando había derramado el café.

Simon tomó su mano en la suya y la elevó a sus labios. Cuando su lengua salió y
lamió el líquido de su piel, sus ojos se encontraron con los de ella.
Resplandecían con deseo. Helen olvido cómo respirar.

—He querido probarte toda la noche —dijo él, su voz tan baja que tuvo que
esforzarse por escuchar sobre el latido de su corazón en sus oídos.

—Yo…

Él se inclinó y tomó sus labios en los suyos. Cuando él la presionó atrás contra el
50

sofá, campanas de alarma comenzaron a sonar por todo su cuerpo. Su boca se


Página
cerró de golpe y sus rodillas lo empujaron atrás antes de ir a su pecho. Él
retrocedió, con confusión en sus ojos.

—Lo siento. Debí haber leído mal las señales. No sucederá de nuevo.

Se puso de pie y se giró hacia las puertas francesas que daban al balcón. En el
reflejo de su vaso ella lo vio pasando una mano por su cabello. Esto iba a ser
vergonzoso, pero no podía dejar que él pensara que era su culpa.

Si no iba a ser una víctima por más tiempo, necesitaba lidiar con su pasado. Y
como era poco probable que viera a Simon otra vez después de este fin de
semana, él era la persona perfecta para permitir un vistazo de las partes
dañadas de su psique.

***

Simon tomó dos respiraciones profundas y se pasó la mano por el cabello. No


estaba seguro de que había sido más desconcertante: ¿la reacción Helen al
beso, o la suya propia? Todo lo que habían hecho fue tocar labios y él sintió
como si hubiera sido golpeado con un bate de cricket a través de su cráneo. El
control era una cosa de la que se enorgullecía, y casi lo había perdido. Solo
malditamente tocando sus labios. Frotó su mano por su boca para borrar la
sensación de su suavidad contra la de él. Cuando por fin sintió que podía
mirarla de nuevo, se volvió, seguro de que debía haber huido del dormitorio
para ahora.

No. Estaba sentada regiamente en la esquina del sofá. A pesar de que su mano
se sacudió cuando levantó su copa y bebió un largo trago.

—Simón, ¿por qué decidiste quedarte y no regresar a Nueva York de inmediato


como habías planeado?

No era la pregunta que había estado esperando. Había estado preparado para:
“¿Qué demonios creías que estabas haciendo? ¿Normalmente besas a personas
durante una reunión de negocios?”. Seguida por la amenaza de una demanda
por acoso sexual. Necesitaba ir con cuidado.

—Parecía que pudieras necesitar un poco de apoyo, el apoyo de un hombre, no


de una de tus amigas. ¿Estaba equivocado?
51

Ella suspiró, finalmente mirándolo a los ojos. Sus iris azules estaban nublados,
Página

preocupados.
—No, no estabas equivocado. Pero soy más un caso perdido de lo que sabes.

Él volvió al sofá, pero se sentó en el otro extremo, dándole tanto espacio como
era posible.

—¿Quieres contarme sobre ello? —Agarró su bebida.

Vaciló, y pudo leer la guerra en ella.

—Estás a punto de convertirte en mi jefe. —Su suave voz era tan atractiva que
tomó un buen trago de whisky antes de responder.

—¿Por qué no pretendemos, por este fin de semana, que la compra no va a


pasar? Soy solo un hombre, un amigo, aquí para ayudar.

Ella buscó en su rostro, sus ojos traicionando un anhelo que sacudió su centro.
Después de otro trago de su bebida, ella soltó:

—Tengo problemas para intimar. —Ella se quedó mirando las llamas bailando
en la chimenea, evitando su mirada.

—¿Ocurrió algo para volverte de esta manera?

—Cuando tenía quince años, un chico intentó violarme. Dijo que mi ropa sexy lo
llevó a eso, que era mi culpa, que yo lo había pedido. Afortunadamente, David
vino a mi rescate antes de que pudiera… terminar. —Las palabras fueron
entregadas en un tono monótono, como si estuviera tratando de distanciarse
del recuerdo, fingir que le había sucedido a otra persona. Sin embargo, ella jaló
sus rodillas a su pecho de nuevo y envolvió sus brazos alrededor de estas,
protegiéndose a sí misma.

Rabia quemó como ácido en su estómago. Quería encontrar al bastardo en este


segundo y matarlo. Literalmente, estrangularlo hasta que muriera. Eso no iba a
ayudar a Helen ahora. Puso a un lado sus pensamientos asesinos y se concentró
en la mujer junto a él. Ella lo necesitaba. Y por alguna razón que no quería
siquiera empezar a analizar, necesitaba ser él quien la ayudara. ¿Qué pasaba con
eso?

—Ninguna mujer, sin importar lo que esté usando, pide ser violada. No fue tu
culpa, Helen. Fue totalmente de él. Espero que fuera puesto en prisión y le
52

dieran una probada de su propia medicina —dijo Simon.


Página
—Nunca lo reporté. Estaba demasiado avergonzada. —Miró el suelo,
avergonzada incluso después de todo este tiempo.

Simon estaba a punto de lanzarse en una discusión sobre cómo debería haberlo
informado, pero eso era el pasado. Un sermón no la ayudaría ahora. Necesitaba
un camino a seguir.

—Así que, desde entonces, nunca has…

—No.

—¿Y cuando un hombre se acerca?

—Entro en pánico.

—¿Has solicitado ayuda?

—Un montón. Entiendo la lógica. Sé en mi cabeza que no todos los hombres


van a lastimarme. Pero cuando se acercan, especialmente si soy acorralada, toda
la lógica se va por la ventana y todo lo que puedo sentir es a él encima de mí,
rasgando mi ropa… —Su mano tembló mientras tomaba otro sorbo de su
bebida.

Simon tomó un sorbo de whisky también, sopesando sus siguientes palabras.


Demonios, había llegado tan lejos, no tenía sentido dar vuelta atrás.

—¿Qué pasa si tú estás encima?

La mirada de Helen se disparó a la suya. Prácticamente podía ver los engranajes


girando mientras ella procesaba su sugerencia. Su sonrisa lenta y líquida calentó
su sangre.

—Nunca se ha presentado la oportunidad. No voy por ahí al azar saltando sobre


hombres.

—Tal vez deberías empezar. Si nada más ha funcionado… —Él se echó hacia
atrás, permitiendo que el desafío reposara entre ellos.

—Tal vez debería. He intentado todo lo demás —susurró.

Ella se puso de pie y él tragó. Si iba a ayudarla, tenía que controlarse a sí mismo.
Ni agarrarla ni tirar de ella hacia él. Ni aplastarla contra él como anhelaba hacer.
53

Ni llevarla a la enorme cama a menos de tres metro de ellos y hacerle el amor


Página

como debería serle hecho a una mujer.


Él clavó los dedos en el brazo del sofá para no agarrarla. Ella se puso de pie
delante de él, sus pies a cada lado de los suyos. Sus manos estaban detrás de su
espalda como si tuviera miedo de tocarlo. Él se quedó mirando su rostro, sin
permitir que sus ojos miraran la curva de sus pechos en la camiseta ajustada.
Esto era por ella. Sí, claro. Buen intento, amigo.

Un toque de whisky complementaba la ligera fragancia de melocotones que


siempre asociaría con ella ahora.

Muy, muy lentamente, su cabeza descendió. Sus labios eran cálidos y suaves. Él
apretó los dientes y deseó que su cuerpo permaneciera en calma. Ella fue
tanteando en un primer momento, apenas colocando sus labios encima;
después de un segundo, los movió sobre los suyos. Cuando su lengua corrió a
lo largo de sus labios cerrados, él reprimió un gemido. Si ella supiera lo que
estaba haciéndole habría corrido un kilómetro.

Él abrió los labios una fracción y su dulce lengua se deslizó dentro. Sus manos
se cerraron en puños. La necesidad de poner su mano en su cabello y tirar de
ella más cerca era casi abrumadora.

Helen movió sus labios contra los suyos, mordisqueando de una esquina a la
otra. Para una besadora completamente novata, ella era fantástica.

—¿Qué demonios estás haciendo con mi hermana?

Helen dio un salto atrás ante el comentario indignado de David. Simon se


habría puesto de pie, pero sus piernas no cooperaban. Además, con Helen
solamente a medio metro en frente, si se levantaba del sofá estarían tocándose
por todas partes.

Helen estaba respirando profundamente, tratando de recuperar el aliento. Su


pecho se hinchó y Simon obligó a que sus ojos miraran los de ella. Ardían con
fuego y una sensación de triunfo. Antes de que pudiera decirle a su hermano
que se perdiera, Helen se volvió hacia la puerta.

—No es de tu incumbencia, David. —Su tono vehemente sorprendió a su


hermano, probablemente tanto como ver a su hermana besando a un hombre
que él no conocía.

Cuando David se fue, Helen se volvió hacia Simon. Una sonrisa temblorosa
54

curvaba sus labios y sus ojos eran soñadores. Quería continuar el beso,
Página

enseñarle cuán maravilloso podía ser amar, pero ella tenía ambos brazos
envueltos alrededor de sí misma. Iba a ser un largo camino antes de que
alcanzaran ese sueño. Un camino más allá de la moratoria del fin de semana de
involucrarse con un empleado.

—Gracias, eso fue genial. ¿Podemos intentarlo más tarde? —Su voz era
entrecortada, como si hubieran hecho el amor y no solo compartir un tierno
beso.

Él asintió tontamente mientras ella huía de la habitación. Se sentía menos


determinado y estaba sentado a la deriva, esperando a que su cerebro
restableciera el diálogo.

¿En qué demonios me he metido?

55
Página
Capítulo 5

H
elen corrió a su dormitorio y se apoyó contra la puerta después de
cerrarla. Sus rodillas temblaron, su corazón se aceleró, y sus labios aún
cosquilleaban por besar a Simon. Diablo santo, eso había sido bueno.
Intenso. Estimulante. Increíble. Casi cantó la última palabra.

Después de atravesar el pánico inicial, incluso había logrado probar uno de los
movimientos que había leído a menudo en los libros, mordisqueando sus labios.
No tenía ni idea de si Simon había disfrutado del beso, se había mantenido en
una postura rígida, pero probablemente había sido besado por cientos de
mujeres mucho más expertas que ella.

Si tan solo David no los hubiera interrumpido. No. Incluso si David no se hubiera
presentado, no habría ido mucho más lejos. Pasos de bebé, acostumbrarse a
besar, y tal vez la próxima vez con un poco más de participación del compañero,
luego tal vez podría pasar a poner su mano en sus caderas, sosteniéndola
holgadamente. Incluso lograr eso sería considerada una enorme victoria. Se
daría un día para experimentar. Un día para olvidar que Simon era el enemigo, y
utilizarlo para recuperar ese pedazo de sí misma que había sido dañado más de
una década atrás. Recuperaría su sensualidad si la mataba.

Después de dar vueltas casi toda la noche, Helen bajó las escaleras a la cocina.
Podía oír voces profundas viniendo del corazón de la casa, una de los cuales era
de Simon. Su corazón se aceleró solo al pensar en verlo de nuevo. Dándose una
conferencia para actuar como su gran edad de veintisiete años y no como la
adolescente risueña que se sentía, abrió la puerta de la cocina.

Jason estaba de pie en su posición habitual, detrás del mostrador, tomando


pedidos de desayuno. Liam ya estaba vestido con jeans y una camiseta,
engullendo un plato de huevos con tocino. Lorelei estaba sentado junto a él,
usando una bata de seda, cabello todavía húmedo y rostro desprovisto de
maquillaje. Era tan hermosa. Helen parecía un espantapájaros al lado de ella. Y
Simon, tenía jeans y una camisa abotonada de manga corta de un color marrón
56

claro. Su cabello estaba húmedo, un rizo oscuro cayendo sobre su frente. Sonrió
Página

mientras cruzaban miradas, luego sacó la silla a su lado.


—¿Qué puedo hacerte para el desayuno, Helen? —Jason apareció a su lado y
colocó una humeante taza de café en su mantel individual.

—De verdad, Jason, puedo conseguir mi propio desayuno. ¿Nunca tienes un día
libre? —Helen revolvió una cucharadita de azúcar y un poco de leche en su café.

—No considero esto trabajo. Me encanta cocinar para la gente. No le digas a


Liam, sin embargo, o puede dejar de pagarme —dijo Jason con una sonrisa para
su empleador.

—¿Y perderte para otra persona? De ninguna manera. Sé cuándo tengo una
buena cosa —dijo Liam.

—Bueno, en ese caso, ¿son panecillos para el desayuno los que huelo hornear?
—preguntó Helen, olfateando el aire.

—Síp, estarán listos en un par de minutos. Los hice especialmente para ti —


agregó Jason.

Simon lanzó una mirada a la espalda del cocinero. Él no podía estar celoso,
¿verdad? No, solo habían compartido un beso, lo cual aunque para ella podría
ser monumental, probablemente era una ocurrencia diaria para el hombre
guapo.

El monstruo de ojos verdes tiró de sus entrañas. ¿Ahora quién se estaba


sintiendo celosa?

Jason colocó un enorme plato de huevos, tocino y tostadas frente a Simon


antes de rellenar su taza de café.

—Come, hombre. Vas a necesitar tu fuerza para mantenerle el ritmo a Liam en


la bicicleta —dijo.

—Ya no es así —respondió Liam—. Tengo algo por lo que vale la pena vivir
ahora. No voy a correr ningún riesgo. —Se inclinó y besó la parte superior del
cabello de Lorelei.

—Bueno, han pasado por lo menos quince años desde la última vez que estuve
en una motocicleta, y nunca he montado fuera de la carretera. Así que
probablemente estaré muy por detrás de todos ustedes. Solo regresen y
57

recójanme a la vuelta —dijo Simon.


Página
—No te preocupes. David cae de manera regular. Nos detenemos todo el
tiempo para ayudarlo —dijo Liam.

—Entonces, mientras los hombres quedan cada vez más llenos de barro, Helen,
pensé que las mujeres podíamos visitar un par de mercados, tener un agradable
almuerzo y luego tal vez un tratamiento de spa. ¿Qué piensas?

—Suena maravilloso —dijo. Excepto que era el día lejos de Simon, reduciendo
su tiempo para experimentar con él—. ¿A qué hora quieres salir?

—Una vez que Mandy y Alina estén listas —respondió Lorelei.

—Alrededor de las once y media entonces —dijo Jason con una sonrisa. Puso
un bollo recién horneado frente a Helen. El vapor y el aroma a especias y
plátano hicieron que su estómago soltara un estruendo en anticipación.

Miró el reloj encima de la puerta; eran ocho y media.

—Eso me dará un par de horas para aprender algunas frases rusas básicas.

Abrió el bollo, olvidando que recién había salido del horno. Soltándolo de
nuevo en el plato, se sorprendió aún más cuando Simón tomó su mano,
colocando un suave beso en cada uno de sus dedos chamuscados. La
quemadura del bollo no era nada en comparación con el abrasador calor dado
por los labios.

—Gracias —articuló ella, con la esperanza de que Lorelei y Liam estuvieran


demasiado concentrados en sus desayunos para notar el rubor en su rostro.

—Todo es parte del servicio —susurró Simon. Entonces le dio una sonrisa que
derritió sus entrañas.

Ella observó el otro lado de la mesa a través de sus pestañas. Sus anfitriones
tenían enormes sonrisas en sus rostros. Atrapada.

—Tal vez deberíamos estar todos juntos hoy —dijo Lorelei.

—No, no, está bien. —Helen estuvo desconcertada por su voz sin aliento.
Simplemente le besó los dedos y ya estaba a punto de convertirse en un charco.
Sería mejor que revisara su plan de experimentación.
58

Él le dio otra sonrisa atractiva, como si pudiera leer su mente, antes de terminar
su desayuno.
Página
***

Simon dejó su tenedor y cuchillo en el plato y terminó la última gota de su café.


Helen a su lado estaba metiendo pequeñas piezas del panecillo ahora frío en su
boca. Él quería besarla. Mucho. El beso eléctrico de la noche anterior estaba
corroyéndolo. Quería más, mucho más. Pero también se daba cuenta de que
tenía que tomar las cosas a un ritmo glacial con Helen. Lo último que deseaba
era añadir a sus problemas de intimidad. Si empeoraba las cosas, se merecía
cualquier castigo que David, y probablemente incluso Liam, le darían.

Incapaz de dormir después de que dejara su dormitorio, volvió a leer su


propuesta. Mostraba una sorprendente visión del mercado de la ingeniería y era
un sólido plan de negocios. Había verdadero potencial. Sin embargo, no era lo
que hacía. Si cambiaba su MO2 en esta fase, podría abrir la puerta a todo tipo
de problemas en el futuro. Y su única motivación sería su vínculo emocional en
desarrollo con Helen. Aun así…

Sus reflexiones fueron interrumpidas por la llegada de David, sin Alina.

—Buen día a todos —dijo David. Su mirada se precipitó entre Simon y Helen
como si aún estuviera confundido acerca de la naturaleza de su relación. No era
el lugar de Simon iluminarlo. Si Helen quería explicarlo, entonces dependía de
ella. Ella le guiñó, una sonrisa secreta en sus labios. Parecía que quería ver a su
hermano sudar un poco.

—Liam, ¿puedo utilizar tu computadora o tener tu contraseña de Wi-Fi? Tengo


un par de informes que necesito enviar a Nueva York —preguntó Simon.

—Claro, no hay problema. —Liam se puso de pie y Simon tomó eso como su
señal para salir también. Antes de alejarse de la mesa, Liam se inclinó y le dio un
largo y prolongado beso a Lorelei. Una idea malvada estimulada por el guiño de
Helen se apoderó de Simon. Él levantó una ceja hacia Helen, pidiendo su
permiso en silencio. Su sonrisa fue todo el estímulo que necesito y se inclinó y
le dio un largo beso a Helen, aunque tuvo cuidado de mantener gran cantidad
de espacio entre sus cuerpos para que no se sintiera presionada. Cuando
levantó la cabeza, Helen parecía aturdida, pero no molesta. Ella le dio una
sonrisa tambaleante; ningún indicio de pánico nublaba sus ojos azules.

Una hora más tarde, Simon se recostó en la silla de la cómoda oficina de Liam y
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estiró los brazos en el aire. Tan pronto como Liam había entrado la contraseña
Página

2
MO: Modus Operandis.
en la computadora portátil de Simon, habían tenido una discusión productiva
sobre un problema que tuvo Simon con uno de sus productos de alta
tecnología adquirido recientemente. Liam se comprometió a echar una mirada
en el software y ver si podía detectar el problema. Aquella sola conversación
había valido la pena el retraso en su regreso a Nueva York. Si funcionaba, Simon
podría vender el producto a los militares y hacer miles de millones.

Por extraño que pareciera, fue el triunfo en el rostro de Helen después de su


beso en la cocina lo que permanecía como verdadera victoria hasta el momento
ese fin de semana.

Después de una noche de insomnio, debería estar letárgico, funcionando en


vacío. En su lugar se sentía energizado, incluso emocionado. Estaba esperando
un día haciendo cosas de hombres con Liam, Jason y David. Y después una
noche en compañía de Helen sería el bonus de un día muy diferente. Si
estuviera de regreso en Nueva York, estaría leyendo informes, analizando
nuevas oportunidades de negocio. Tal vez, solo tal vez, si el tiempo era bueno,
iría a correr por Central Park, pero tendría sus auriculares y estaría escuchando
alguna seca conferencia económica y no disfrutando del día.

En el momento en que regresaron a la casa de Liam a última hora de la tarde,


Simon estaba cubierto en barro de pies a cabeza y no se había reído tan fuerte
o tanto tiempo en toda su vida. A pesar de sus temores, había sido capaz de
seguir el ritmo de los demás. Y fiel a la predicción de Liam, habían tenido que
rescatar a David más de una vez cuando su bravuconería había sido mayor que
su habilidad.

Los cuatro hombres estaban sentados en la terraza, aún en sus ropas de cuero
de montar, disfrutando de una cerveza, cuando escucharon puertas de auto
cerradas en el camino.

—Suena como que las mujeres están de vuelta —dijo Liam.

Simon vio su anfitrión visiblemente relajado, a pesar de que había estado feliz y
riendo durante todo el día; una satisfacción y una paz vinieron a él ante la idea
de que su esposa estaba en casa. Simon reconoció las señales, porque era lo
que estaba experimentando con la idea de ver a Helen de nuevo.

Si algo en este fin de semana debería hacer que quisiera zarpar y no volver
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nunca más, sería la alegría que fluía a través de él ahora. Mañana estaría de
Página

vuelta en Nueva York y nunca la volvería a ver. Maldita sea, no, no permitiría
que eso ocurriera. El mejor hombre de negocios podía percibir una
oportunidad, perseguirla hasta el final. Haría eso con Helen.

***

Helen se limpió las manos húmedas sobre sus pantalones negros y siguió a las
otras mujeres hacia la terraza donde podían oír a los hombres riendo. A pesar
de que de alguna manera había temido la idea de pasar el día en un rebuscado
silencio con su nueva cuñada, no había sido malo. Alina había hecho todo lo
posible para conversar, y las pocas expresiones que Helen había logrado
aprender en ruso habían ayudado a romper algo del hielo. De hecho, con la
ayuda de una aplicación de traducción en sus teléfonos, habían logrado
comunicarse bastante bien.

El vino en el almuerzo había fluido con tanta facilidad como sus risas, así que
Lorelei sugirió que visitaran el spa adjunto mientras esperaban a que el alcohol
saliera de sus sistemas antes de que condujeran de vuelta a casa. Las otras
mujeres habían elegido envolturas corporales y masajes. Pero como Helen no
estaba cómoda con extraños tocándola, había optado por el paquete facial en
su lugar.

Pasó un dedo por su ceja izquierda, para asegurarse de que algo de esta
siquiera allí todavía. La esteticista había sugerido un el método threading y
antes de que Helen supiera qué había sucedido, sus cejas se habían convertido
de pobladas a perfectamente arqueadas. Eso, además de aplicado de maquillaje
de expertos, y apenas se reconocía en el espejo. Cuando las otras mujeres la
habían visto, habían insistido en que se deshiciera de sus gafas y usara el par de
lentes de contactos de emergencia que siempre llevaba con ella en caso de que
sus gafas se rompieran.

Así que allí estaba ella, ojos desnudos y expuestos al mundo, a punto de ver al
hombre que convirtió su interior en un postre de gelatina temblorosa. No seas
una idiota. Es probable que Simon no note mis pequeñas mejoras. Una vez, a
David le había tomado dos semanas darse cuenta de que había cortado treinta
centímetros del largo de su cabello.

—Te ves hermosa. —Mandy se volvió y le susurró mientras se quedaba atrás de


las demás—. Ahora cuadra los hombros, levanta tu cabeza, y dale tu sonrisa más
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grande. Apuesto a que se caerá de la silla.


Página
Claro amiga, porque una tarde en el spa me ha convertido en Angelina Jolie.
Pero ella siguió las instrucciones de Mandy de todos modos. Porque desafiar a
la extrovertida morena era tan fácil como tratar de nadar contra la corriente.

Siguiendo a las otras mujeres a la terraza, casi chocó con Mandy cuando se
detuvo. Helen se asomó por la espalda de la alta mujer, preguntándose qué
había detenido a las demás en seco tan repentinamente. Cuatro hombres sucios
estaban de pie en frente, dispuestos como en una formación de policía mal
organizada, cubiertos de la cabeza a los pies de barro apelmazado. Ocho
botellas de cerveza puestas en la mesa redonda de metal donde habían estado
descansando.

—Pensé que iban a dar un paseo en motocicleta. No estaba enterada de que


iban a darse baños de lodo —dijo Lorelei. Evadió las manos de Liam mientras
trataba de tirar de ella contra él.

—Estábamos esperando a que volvieran a casa y nos lavaran —dijo Liam.

Lorelei chilló mientras Liam la levantaba y la tiraba encima del hombro como el
equipaje de un bombero.

—Liam, esto es indignante. Tenemos invitados —dijo. La risita que emitió


cuando él le dio una palmada en el trasero juguetonamente contrarrestó sus
severas palabras.

—Nuestros huéspedes pueden cuidar de sí mismos durante unas horas.


Tenemos reservas en Bottega a las ocho de la noche, todos. Es la noche libre de
Jason. Un auto nos recogerá a las siete y media —dijo Liam, Lorelei todavía
colgando de su hombro—. Ahora, si nos disculpan a mi esposa y a mí, tenemos
un poco de limpieza que hace. —Con ese anuncio, atravesó la puerta.

—No te atrevas, Jason —dijo Mandy a su prometido.

—Si vienes conmigo en paz, no necesitaré echarte encima de mi hombro —dijo


Jason.

—Já, me gustaría verte intentarlo —replicó Mandy, luego se volvió y corrió hacia
la casa cuando Jason fue tras ella.

David le tendió la mano y Alina la tomó con una sonrisa cálida antes de que
62

también desaparecieran en la casa.


Página
Eso dejó a Helen y Simon de pie, uno frente al otro, a través de la terraza
desierta.

—¿Quieres un trago? —Señaló la nevera apoyada en una de las sillas—. Creo


que solo hay cerveza, sin embargo.

Helen buscó su rostro, cubierto de barro, el cual parecía tener los ojos más
verdes. En lugar de correr a la ducha, parecía feliz de quedarse con ella.

—No me gusta la cerveza realmente, pero traeré una copa de vino de la casa.
¿Seguro que no te quieres lavar?

Una extraña luz brilló en sus ojos antes de contestar.

—No, estoy bien. Volverás, ¿verdad? —Se veía casi temeroso de que ella
desapareciera.

—Sí, por supuesto.

Volvió unos minutos más tarde con una copa de vino blanco del viñedo de
Liam. Simon se había quitado sus cueros de montar prestados y estaba sentado
en sus jeans y una camiseta; su rostro todavía estaba manchado de barro.
Parecía relajado y tan sexy.

—Has cambiado de nuevo —dijo cuando se sentó junto a él en la terraza.


Cuando ella bajó la mirada a sus pantalones y top verde que se había puesto a
primera hora de la mañana, continuó—. No tu ropa, tu rostro. Has perdido las
gafas y ajustado algunas cosas. Una pequeña parte de mí espera que los
cambios sean para impresionarme, pero una parte aún más grande quiere que
sea porque es algo que deseas.

—Creo que es una combinación de ambos —dijo Helen—. Quería hacer los
cambios, pero tal vez ha sido un poco por un impulso. Al principio quería que
me tomaras en serio como una profesional de negocios…

—¿Y ahora? —Se inclinó hacia delante y le pasó la mano desde la punta de su
dedo índice hasta el codo.

En lugar de desencadenar una ola de pánico, provocó una cascada de


terminaciones nerviosas que cobraron vida en todo su cuerpo.
63

—Y ahora quiero que me veas como una mujer —susurró.


Página
—Lo hago —respondió—. Una fuerte e increíble mujer. —Él sonrió, soltando
unos pocos copos de lodo que cayeron sobre sus jeans.

—¿Seguro que no deseas ir a limpiarte?

Un destello entró en sus ojos.

—¿Algo malo con mi máscara de barro?

—No, es solo… —Te hace tan irresistible y atractivo que no puedo pensar con
claridad—, te ves incómodo.

Se pasó la mano por la mandíbula y una lluvia de barro seco salpicó su camisa.

—Da un poco de picazón. ¿Te importa ayudarme a deshacerme de él?

La mirada de ella rebotó a la casa donde los otros habían desaparecido. La


suave risa de Simon llevó sus ojos de nuevo a él.

—Por desgracia, no creo que estemos listos para eso —dijo él—. ¿Qué tal un
poco de agua y una franela aquí en la terraza?

Esto podría funcionar. Los besos eran fabulosos, pero eventualmente más que
labios necesitaban participar.

—Muy bien, espera aquí. Iré a buscar un paño húmedo.

***

Helen volvió unos minutos más tarde cargando un bote de agua y par de toallas
sobre su hombro. Simon tragó y se preparó para un ataque sensorial.
Afortunadamente ya estaba sentado, porque estaba bastante seguro de que ella
notaría su efecto en él si estuviera de pie. Sus jeans se ajustaban un poco
demasiado para ocultar mucho.

No estaba muy seguro de qué había acerca del pensamiento de ser tocado por
Helen que lo encendía, pero lo hacía. Tal vez era su inocencia y vacilación, o tal
vez era la combinación de valentía y miedo que le hacía querer desafiarle y
protegerla al mismo tiempo.

Cuando Liam había colgado a Lorelei sobre su hombro e ido arriba para algún
obvio tiempo de marido y mujer, la envidia había golpeado las entrañas de
64

Simon. Había querido hacer lo mismo con Helen, aunque sabía que era
Página

imposible. Tal vez un día. Lo cual era la otra cosa que lo espantaba mucho, su
deseo de que hubiera un día en el que Helen lo mirara como Lorelei
contemplaba a Liam. Ella iba a ser su empleada, por Dios santo, incluso si solo
fuera por unas cuantas semanas. No podía tener un amorío con ella. Y eso era
todo lo que podía ser, un amorío. Porque considerando el desastroso
matrimonio de sus padres, lo último que quería era entrar en esa institución. Y
en base a la envidia en los ojos de Helen cuando había observado a todas las
parejas en la mesa durante la cena anoche, ella estaba buscando una relación
permanente.

Puso el recipiente con cuidado sobre la mesa antes de empapar una de las
toallas en el agua. La toalla seca la tendió a través de su pecho. Él extendió sus
piernas así ella podía estar parada entre estas. Con su labio inferior entre sus
dientes, ella puso una de sus manos en su hombro antes de colocar la toalla
húmeda sobre su rostro. Cuando el barro se hubo aflojado un poco, comenzó a
limpiar con cuidado con el otro lado de la toalla.

—¿Cómo te las arreglaste para ensuciarte tanto? ¿Pensé que el casco y las gafas
te habrían protegido? —preguntó Helen.

—Lo hicieron. Hasta que Liam, Jason y yo nos detuvimos para tomar un trago y
quitamos nuestros cascos. Desafortunadamente, David eligió ese momento para
acabar en un gran charco de barro, empapándonos en el proceso. Para el
momento en que lo sacamos, el barro ya se había secado.

—Oh, lo siento.

—No me estoy quejando. —Él mantuvo sus ojos en ella. Un leve rubor cubrió su
piel cremosa y sus labios, liberados de sus dientes, estaban abiertos. Su suave
aliento, con un ligero aroma a vino, acariciaba su rostro mientras ella se
inclinaba cerca, asegurándose de que había removido todo rastro de suciedad.

»Bésame, ahora —dijo él, aunque su voz estaba tan ronca que sonó como una
súplica.

La vio tomar un profundo suspiro y por un momento pensó que se iba a alejar.
Como un niño tocando algo que no está seguro que le esté permitido, puso una
pequeña mano sobre su pecho cuidadosamente, su pulgar haciendo un ligero
barrido bajo sus ojos. Cuando ella bajó sus labios a los suyos, su otra manso se
enroscó tentativamente en su cabello, tirando la resistencia cuando una gota de
65

barro se desprendió.
Página
Sus ojos se cerraron cuando sus labios se tocaron, y un suave suspiro escapó. Al
igual que el beso de la noche anterior, ella apoyó sus labios para empezar.
Entonces se volvió más audaz, mordisqueando su labio inferior, su lengua
lanzándose afuera para probar la comisura de su boca. Él mantuvo sus manos
agarradas con fuerza a los brazos de la silla, no queriendo asustarla. Cuando su
lengua tocó la suya, sin embargo, un bajo gruñido escapó de su garganta. Ella
dio un respingo.

—Lo siento, ¿hice algo mal? —Su pechó se hinchó y sus pupilas estaban
dilatadas.

—Hiciste todo bien. Solo que me es muy difícil no tocarte —dijo Simon—.
¿Crees que estás lista para el siguiente paso?

Ella asintió vacilantemente, como tratando de convencerse a sí misma al mismo


tiempo.

—Está bien, quiero que tomes mis manos en las tuyas, y cuando estés lista,
ponlas sobre tu cuerpo, donde quieras. No las moveré hasta que me digas, o
muévelas tú misma. Si se vuelve abrumador, da un paso atrás. —Su voz era tan
ronca que apenas podía entenderse él mismo. Estaba tratando realmente duro
de pensar en esto como terapia, un ejercicio. Pero cuando sus labios tocaron los
suyos y respiró su fragancia, todos los pensamientos de tratamiento y curación
fueron borrados por el deseo y necesidad vibró por todo su cuerpo. Solamente
concentrándose en la forma rígida que ella mantenía era capaz de controlar su
lujuria.

Helen asintió de nuevo y se inclinó por otro beso. Sus manos se sentían tan
pequeñas en la suyas, y pareció una eternidad antes de que ella levantara su
mano derecha y la pusiera en su cintura. No era su primera elección de
ubicación. Sin embargo, Helen necesitaba dar pasos de bebé para superar sus
miedos.

Finamente, ella colocó su mano izquierda sobre su hombro, 0 a 2. Mientras


movía su propia mano, se tensó. Él estaba a punto de retroceder del beso
cuando ella presiono sus labios más firmemente sobro lo suyos. Su lengua se
enfrentó con la suya, y él se permitió expresar su paso a través de sus labios.
Mostrarle cómo deberían besarse un hombre y una mujer.
66
Página
Cuando él pensó que podría explotar si no podía tocarla más, ella dio un paso
atrás, fuera de sus brazos. Estaba respirando profundamente y sus ojos azules
estaban ardiendo con pasión.

—Guau —susurró, como si hablar más fuerte rompería el hechizo que crearon
juntos.

—Guau, de hecho. Creo que eso es suficiente progreso para esta sesión.
Necesito tomar una ducha ahora. —Una muy, muy fría ducha. Esperó mientras
ella retrocedía y caía en su propia silla. Sus rodillas rebotaron arriba y abajo, y la
mano que barrió por su cabello se sacudió—. Y para que lo sepas, Helen, eres
una maravillosa besadora.

Un delicado sonrojo tiñó sus mejillas, dándoles un brillo rosado. Los dos
primeros botones de su blusa estaban desabrochados, pero ella usaba una
bufanda alrededor de su cuello así que él seguía sin enterarse de la extensión
de su sonrojo. Un día…

—Nueva York —dejó escapar—. Ven conmigo a Nueva York mañana. —


Tranquilo, compañero, muy tranquilo.

—¿Nueva York? ¿Por qué? ¿Así podemos continuar mi recuperación?

—Sí —dijo—. También para que puedas presentar tu propuesta a mi consejo en


una reunión el miércoles. Si quieres que Bertram Industries se convierta en una
división autónoma de Lamont Holdings, tendrás que convencerlos a ellos.
Tienes la pasión para persuadirlos. No será lo mismo si viene de mí.

—¿No tienes que regresar al Reino Unido para estar con tu familia?

—Todavía no. Mi madre se fue por unos días. No hay nada que pueda hacer por
ella en este momento. ¿Vendrás conmigo?

—Estoy a punto de realizar un experimento crucial en el trabajo de un nuevo


catalizador para nuestra pila combustible. —Vaciló, mirando hacia la distancia
como si sopesara los pros y los contras de ir con él—. Pero si la compañía está a
punto de romperse en pedazos, nada de eso importa de todos modos. Puedo
conseguir que Dennis haga las pruebas preliminares. Así que, supongo que
podría ir a Nueva York por un par de días —dijo.
67

Sus miradas se encontraron. Simon trató de ocultar su decepción de que salvar


Página

Bertram todavía estaba en la cima de su orden del día. De nuevo, el


desagradable pensamiento destelló en su mente de que ella estaba jugando
con él. ¿Era la reciente traición de su padre haciéndolo sospechar de todo el
mundo? El recuerdo de Lisa en la cama con Edward Halliday destelló en él.
Helen no era Lisa. Lisa solamente estaba interesada en ella misma. Helen estaba
tratando de ayudar a otros. Antes de que pudiera pararse, ambos giraron en sus
sillas ante un sonido viniendo del otro lado de la puerta de la casa.

—¿Helen? ¿Qué está pasando?

68
Página
Capítulo 6

H
elen se puso de pie. Ya era hora de que ella y David tuvieran una
charla.

—Dejaré que ustedes dos resuelvan sus problemas. —Simon pasó


una mano por el hombro de Helen antes de abandonar la terraza.

—¿Quién es ese tipo? —preguntó David, con los brazos cruzados sobre su
pecho en su mejor posición de hermano mayor.

Se sentó para que sus rodillas no temblaran. Fingir indiferencia cuando su


cuerpo todavía estaba húmedo por el beso de Simon era muy difícil.

—No es de tu incumbencia.

David se quedó mirando el suelo antes de levantar ojos preocupados a ella.

—Helen… sé que soy el culpable de la forma en que eres ahora. Y con mamá y
papá fuera del mapa, es mi trabajo cuidar de ti. No puedo esperar y ver que te
hagan daño otra vez.

—David, lo que pasó no fue tu culpa. No fue mi culpa. Sin embargo, soy dejada
con las repercusiones. Y que me maldigan si voy a vivir a la sombra del temor.
Esta cosa con Simon es académica. Me está ayudando con mis temores, nada
más. —Si tan solo se sintiera como un ejercicio académico cuando lo besaba, en
lugar de un tsunami ahogador de alma de deseo y necesidad.

David buscó en su rostro, sus ojos mostrando su preocupación. Nunca había


sido bueno con las palabras.

—Bueno, para que conste, no creo que sea una buena idea. Hay chicos mucho
más seguros con los que podrías experimentar.

—Tipos más seguros no me van a empujar más allá de mis miedos. Además,
este arreglo tiene una fecha de finalización establecida. Estoy dentro de esto
con los ojos abiertos.
69

Él negó con la cabeza.


Página
—¿Por qué vas a Nueva York con él? —Su voz era tranquila. No lo culpaba por
estar un poco en shock. Los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas
en la vida de ambos eran extraordinarios.

—Para reunirme con su junta y discutir un cambio en la disposición de Bertram.


Es la verdadera razón por la que me involucré con él en primer lugar. —Trató de
concentrarse en los trabajos de sus amigos, pero lo único que podía pensar era
en último beso de Simon.

—Bueno, ten cuidado, hermanita. Creo que estás nadando muy por encima de
tu cabeza.

—Probablemente, pero puede que te sorprenda aún. Por cierto, te debo esto. —
Dio un paso adelante y le dio una patada en la espinilla con firmeza.

Mientras David saltaba alrededor, maldiciendo, fue su turno de cruzar los brazos
sobre el pecho y castigar a su hermano por sus acciones cuestionables.

—¿Qué fue eso? —dijo al fin. Se había desplomado en la silla que había
desocupado ella y se frotó el dolor de la pierna.

—Eso es por casarte con una completa desconocida, con quien apenas puedes
comunicarte, y luego no tener la decencia de contarle a tu única hermana
acerca de ella.

—Si te lo hubiera dicho, habrías tratado de disuadirme. Y me puedo comunicar


con Alina. He estado aprendiendo ruso desde que nos conocimos en línea hace
ocho meses. No soy fluido, pero entiendo lo suficiente para saber que somos
compatibles. Ella también es programadora. Entiende cómo pienso. ¿Sabes lo
raro que es eso? No eres la única que tiene miedo de estar sola.

—¿Has estado saliendo en línea durante ocho meses? ¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque no creía que fuera real. Pensé que una vez que me viera en persona,
huiría. Pero cuando Alina me recibió en el aeropuerto… ¿qué puedo decir? Es
increíble y por alguna extraña razón, también le gusto.

—¿No podrías al menos haber salido en persona por un tiempo?

—¿Por qué? ¿Así todo el mundo nos podía decir que no duraría? Es una
70

apuesta, pero estoy dispuesto a tomarla para estar con ella. Soy feliz, Helen.
Espero que puedas ser feliz por mí también.
Página
Su oposición al matrimonio se disolvió con las palabras de su hermano. Parecía
más feliz de lo que nunca lo había visto. Y Alina parecía cuidar de él.

—Lo soy. Me alegra que hayas encontrado a alguien. ¿Cuándo vas a llevar Alina
a conocer a mamá y papá?

—Dios, ¿tengo que ir allí?

—Sí, tienes que hacerlo. Y pronto. De lo contrario, Alina pensará que no quieres
que la conozcan. —David había ido a ver a sus padres solo una vez en los diez
años desde que se habían aislado de la sociedad.

—Es al revés. Si ve que están chiflados, se preocupará de que voy a salir y vivir
en el monte y cepillarme los dientes con corteza.

—No es así, David, y lo sabes. Solo quieren vivir de la tierra con otras personas
con ideas afines. Lleva a Alina a verlos, al menos durante un día.

Había intentado ir a visitarlos al menos una vez cada dos años, pero el tiempo
que pasaba en la comuna se estaba volviendo cada vez más corto. A pesar de
que todavía los amaba, ya no tenía mucho en común con sus padres.

—Pensaré en ello —respondió David—. Tal vez podemos ir todos juntos cuando
regreses de Nueva York. ¿Qué vas a hacer si no puedes convencer a la junta de
Simon de reestructurar Bertram?

—No sé. Tengo una cláusula en mi contrato de trabajo donde puedo reclamar
mis patentes si están a punto de ser licenciandos para una empresa con
conexiones a la milicia. Hasta ahora no he podido descubrir ninguna relación
entre Lamont Holdings y el Departamento de Defensa.

—¿Quieres que quiebre los sistemas? De Lamont, no los del Departamento de


Defensa. Se ponen todos nerviosos cuando juegas con sus archivos. No que yo
sepa ni nada.

—No, definitivamente no. Quédate fuera en ambas redes.

—La oferta está ahí. Pero estoy seguro de que convencerás a Simon y a su
consejo de que tu camino es el mejor. Pero no vayas a lastimarte, ¿de acuerdo?
Y no me refiero a físicamente.
71
Página
—Tendré cuidado. —Porque tener que elegir entre Simon y sus amigos no era
una decisión que quisiera hacer. Si no iba a llegar a eso, sería mejor que
impresionara al pirata y su tripulación. Empezando esta noche.

Le dio a David un abrazo antes de ir arriba. ¿Qué usabas cuando para ir a cenar
con tu profesor de intimidad que pronto sería tu jefe?

***

Helen se paró sobre el escalón superior. Simon se paseaba por el vestíbulo de


abajo. Se empapó de la vista de él en su traje oscuro, los primeros botones de
su limpia camisa blanca desabrochados. Él deslizó una mano a través de su
cabello y los dedos de ella se flexionaron, recordando la sensación de los
mechones sedosos a principios del día. Mientras daba un paso hacia abajo, la
larga hendidura en su vestido negro de estilo chino mostró su pierna hasta
medio muslo. Simon levantó la vista en ese momento y ella escuchó su rápida
inspiración de aliento.

—Estás preciosa —dijo él mientras ella se detenía a dos escalones del final. Sus
rostros estaban a la misma altura y él se inclinó por un beso.

—Arruinarás mi lápiz labial —dijo ella, moviéndose lejos de él.

—¿No has escuchado? El estilo “acaba de ser besada” está de moda ahora.

Ella colocó una mano sobre su hombro y susurró contra su oído:

—Ya estoy hiperventilando llevando este vestido. Si me besas ahora, es


probable que me desmaye.

—Entonces lo pondremos en espera hasta que estés más cómoda. Recuerda, tú


tienes el control. Lo que digas se hace.

Algo de control; ella apenas podía respirar. Se inclinó hacia él. Quizás un beso la
ayudaría a relajarse, derretir la tensión enroscándose en su estómago.

Liam silbó detrás de ello, haciéndolos saltar a ambos.

—David, Jason, vamos, el auto está aquí —gritó Liam.

Las dos otras parejas aparecieron en lo alto de las escaleras. Helen se movió
72

para pararse junto a Simon, y cuando su brazo le rodeó la cintura


automáticamente, ella no protestó.
Página
Todos se apretujaron en la limusina que esperaba y Helen se deslizó junto a
Simon. Mientras el viaje avanzaba, se las arregló para relajarse, de modo que
cuando llegaron al restaurante estuvo tan cerca de Simon como las otras
mujeres a sus hombres.

La cena fue la más divertida que había tenido en años. Maldición, ¿estoy
borracha? Si lo estaba, tenía que ser embriaguez por el hombre, porque solo
había bebido una copa de vino. Debía ser la cercanía de Simon causando
bochornos y mareos calientes. Él era potente. Ella soltó una risita imaginando la
etiqueta de advertencia que debería estar estampada en su frente: dispositivo
incendiario, besar bajo su propio riesgo. Él haría un infierno de catalizador. El
problema estaría en contener la reacción. Su reacción.

Estirándose, ella robó otra cucharada del tiramisú de él. En realidad no quería el
delicioso pudín italiano. Sin embargo, compartir algo íntimamente con él,
incluso si era solo un postre, la emocionaba. Mientras todas las otras parejas
alrededor de la mesa estaban compartiendo su plato final, ella finalmente sintió
que encajaba con sus amigos.

Mientras esperaban el auto después de la cena, Simon se paró detrás de ella sin
tocarla. El calor de su cuerpo, combinado con la belleza de la noche, disipó lo
último de resistencia y se reclinó contra él. Cuando él colocó los brazos
alrededor de ella, un escalofrió se disparó de la cabeza a las puntas de los pies.
Trató de calcular si fue su cuerpo en contacto total con el de ella, el aire fresco
de la noche, o el comienzo de un ataque de pánico.

—No voy a hacerte daño. Solo quiero abrazarte —susurró él en su oído. Su


aliento caliente anuló cualquier señal de pánico que estuviera tratando de
formarse. Después de un segundo, se relajó contra él, dejando que su calor y
fuerza fluyera a través de ella. Casi lloró de decepción cuando la limusina se
detuvo y Simon la liberó para subir al auto.

Él no solo era embriagador, sino que también creaba una distorsión del
espacio-tiempo, porque el viaje de regreso a la casa de Liam terminó
demasiado pronto.

—¿Alguien por un último trago? —preguntó Liam.

Helen esperaba a que Simon rechazara, dado que tenían que irse temprano en
73

la mañana. Llena de cansancio ella misma, aún no estaba lista para que la noche
Página
terminara. No estaba segura de qué sucedería cuando llegaran a Nueva York.
¿Simon volvería al hombre de negocios robot una vez más?

Sin decir una palabra, todos se desplazaron hasta la sala y Liam tomó pedidos
de tragos.

Simon se sentó junto a ella de nuevo en el sofá de dos plazas. Él esperó hasta
que todos tuvieron una bebida, entonces la sostuvo en alto.

—Salud a todos. De verdad he disfrutado este fin de semana. Aprecio que me


dejaran unirme a sus planes. No me había divertido tanto en mucho tiempo. —
Simon incluso incluyó a David en su sonrisa alrededor del grupo.

—Eres bienvenido en cualquier momento, Simon. Tratamos de venir aquí cada


seis semanas más o menos. Incluso en la cuidad, generalmente nos juntamos
una vez a la semana para ver una película, disfrutar algo de comida, un buen
vino, y reírnos —respondió Liam.

—Gracias por la invitación. No espero volver a San Francisco de nuevo este año
—contestó Simon.

Helen se congeló.

—¿Estás bien, Helen? Luces un poco pálida —dijo Liam, sentado frente a ella.
Los ojos marrones que había conocido por años buscaron los suyos. Había
dolido cuando Liam había elegido a Lorelei, pero eso había sido un dolor leve,
no la puñalada aguda que cortó a través de su corazón cuando Simon dijo que
no iba a regresar. Le había dicho a David que se estaba metiendo en esta cosa
con Simon, fuera lo que fuera, con ojos abiertos. Así que no había estado
preparada para el dolor. Si era tan inteligente como la gente decía que era, ella
le haría su discurso a su junta y se largaría de la ciudad antes que perdiera más
que su trabajo.

—Sí, estoy bien. Solo cansada. No dormí muy bien anoche.

Simon colocó el brazo alrededor de ella y la jaló contra él. Después de un


momento, ella colocó la cabeza contra su hombro. Cuando Simon habló, su
pecho retumbó, disparando una avalancha de sensación dentro de ella. Este
ejercicio académico estaba convirtiéndose demasiado en el mundo real.
74

—¿A qué hora tienes que irte en la mañana? —escuchó que Lorelei preguntaba
Página

a través de una neblina de felicidad.


—Nosotros deberíamos partir a las siete. Estoy esperando que podamos tomar
el vuelo de las once, pero si perdemos ese entonces hay otro a la una —
respondió Simon.

—¿Nosotros? —preguntó Lorelei.

—Helen viene conmigo. Va a hacerle una presentación a mi junta directiva


sobre Bertram Industries.

—Oh —fue todo lo que contestó Lorelei. La sonrisa en los rostros de ella y
Mandy decían que no creían que esa fuera la única razón de que ella estuviera
yendo con Simon.

Jason hizo una pregunta sobre restaurantes en Nueva York. Bebiendo a sorbos
su vino, Helen dejó que la conversación fluyera sobre ella.

***

Por primera vez en mucho tiempo, él era parte de un grupo de sus pares sin una
agenda de negocios en mente. En vez de sentirse a la deriva, estaba contento,
relajado. Bueno, tan relajado como podía estar con una mujer supersexy junto a
él a quien no se atrevía a tocar.

La cabeza de Helen se puso más pesada contra su hombro, hasta que su suave
respiración a través de su fina camisa de algodón le dijo que se había quedado
dormida. Movió el brazo para darle más apoyo, pero no se despertó.

—Creo que es momento de terminar la noche —dijo Lorelei suavemente—.


Helen ya se ha quedado dormida y yo tampoco estoy lejos de hacerlo.

—Helen —gritó David.

—No la despiertes. La llevaré arriba —dijo Simon.

Mandy se puso de pie de un salto y tomó la copa de vino de Simon y Helen,


colocándolas sobre la mesa de café.

Él tiró del cuerpo de Helen a lo largo del suyo, luego se puso de pie con ella en
sus brazos. Se sentía demasiado natural estar llevándola a la cama. Él dijo un
silencioso buenas noches y adiós a todos en la habitación. Lorelei lo precedió
por las escaleras así podía abrir la puerta de Helen por él. Esperando que ella los
75

acompañara dentro del dormitorio, Simon estuvo sorprendido cuando ella cerró
Página

la puerta, dejándolo solo con Helen.


Bajando la vista a la belleza dormida en su cama, luchó contra el deseo de subir
junto a ella. Con todas las parejas de enamorados en la planta baja, era casi
demasiado fácil verse a sí mismo y a Helen bajo esa luz. Siempre había pensado
que era feliz siendo un hombre de negocios exitoso, buscando el próximo gran
trato. Ahora no estaba tan seguro. La idea del matrimonio sin amor de sus
padres no estaba resultando ser un muy buen amortiguador. Él no era su padre,
y Helen seguro como el infierno que no era su madre.

Lo que necesitaba era volver a Nueva York. Detrás de su escritorio, ninguna de


esas preocupaciones sobre un futuro sombrío lo obsesionaban jamás. Unos
pocos días más con Helen, la ayudaría a superar sus temores, luego de regreso
a su procedimiento operativo normal: salir cuando necesitara una mujer a su
lado o en su cama. Romperlo cuando se pusiera muy caliente o pesado para la
comodidad. Las emociones hacían débil a un hombre. Aunque él había
experimentado más altibajos en los últimos dos días de lo que había tenido en
años. Solo lo había vuelto más determinado en triunfar.

En este momento, tenía a una mujer dormida que lo perturbaba más de lo que
quería admitir acostada en la cama frente a él. Ella ya se había quitado los
zapatos abajo, pero ¿debería ayudarla a sacarse el vestido o solo cubrirla con la
manta? Dada su experiencia pasada con sus ropas siendo quitadas, optó el lado
de la precaución y la tapó con la manta.

A punto de darse la vuelta y regresar a su propio dormitorio, la necesidad de


darle un beso de buenas noches lo venció. Inclinándose, sus labios tocaron los
de ella, saboreando su dulzura. Los ojos de ella se abrieron de golpe y él vio
pánico llenar su mirada. Ella luchó por liberar sus brazos de la manta. Él dio un
paso hacia atrás mientras ella se revolcaba, inseguro de qué hacer. Nunca antes
una mujer había reaccionado de esa forma por un beso.

—Lo siento, lo siento tanto, Helen. No quise asustarte. Solo quería darte un
beso de buenas noches.

Su respiración salía en cortos y rápido jadeos y ella tiró de sus rodillas hacia su
pecho. Su mirada voló de un lado al otro del dormitorio como si tratara de
recordar dónde estaba. Él retrocedió hacia la puerta, para darle espacio y una
sensación de seguridad.
76

—¿Puedo traerte algo? —preguntó él—. ¿Hacer algo? ¿Irme?


Página

Ella levantó la mano como si le pidiera esperar.


—Perdón —dejó salir como un jadeo.

Ella luchó por contener sus emociones, por empujar a un lado los demonios que
la perseguían y volver al mundo seguro donde nadie quería hacerle daño. Él dio
un paso tentativo hacia ella y cuando ella no retrocedió, dio otro paso.
Sentándose a los pies de su cama, él observó sus ojos para detectar signos de
renovado pánico. Todo lo que vio fue decepción y vergüenza.

—Soy yo quien debería disculparse. No debería haberte besado cuando estabas


dormida.

—Oh Dios, Simon, nunca voy a superar esto. —Hipó, como tratando de ocultar
un sollozo.

—Sí, lo harás. Necesito ser un poco más cuidadoso. ¿Deberíamos tratar de


nuevo, ahora que estás despierta?

—Me gustaría eso. —Ella le dio una sonrisa tentativa y sus entrañas temblaron.

Mientras él se ponía de pie y entonces se inclinaba para besarla, él escucho su


aguda inspiración de aliento y retrocedió. Buscó en sus ojos y vio un destello de
pánico.

—Creo que el problema podría ser que yo esté en una posición dominante. No
tuviste tanto problema cuando estuviste encima o iniciando. ¿Por qué no te
inclinas y me besas?

Helen se precipitó a sus rodillas y colocó una mano en el hombro de Simon. Su


toque suave envió una sacudida eléctrica a través de él. Una vez más maldijo al
bastardo que la había reducido a un tembloroso revoltijo de nervios. Y por
primera vez, no sabía si tenía la resistencia para ayudarla, para tomar las cosas
con calma. Quería tanto besarla y tocarla hasta que ambos perdieran sus
mentes en la pasión.

El beso vacilante que ella le dio estaba tan lejos de la pasión como era posible,
pero al menos ya no estaba hiperventilando. Después de un momento, ella
retrocedió y le dio una sonrisa acuosa.

—Eso fue bastante penoso, ¿no?


77

—No, fue el perfecto beso de buenas noches. Ahora ambos podemos dormir y
estar frescos en la mañana. —Estirando una mano, tocó su mejilla. Al principio
Página
ella se encogió, luego levantó la mano para cubrir la de él. Cuando ella dejó
caer su mano, él se puso de pie y caminó hacia la puerta.

—Simon.

Se volteó a tiempo para atraparla mientras se lanzaba hacia él. Su espalda


golpeó la puerta mientras ella se empujaba contra él. Por primera vez, sus
cuerpos estaban totalmente en contacto frontal. Sus pechos suaves presionados
contra él; sus piernas enredadas con las suyas. Ella levantó una mano y pasó sus
dedos por su cabello, bajando su cabeza a la de ella.

No hubo nada tentativo en el beso que le dio esta vez. Sus labios se mofaban,
burlaban y desafiaban hasta que su compostura se convirtió en humo y le
devolvió el beso con toda la pasión que ella le inspiraba. Si eso no asustaba su
rigidez, no sabía qué lo haría, porque seguro como el infierno que a él lo
asustaba hasta los huesos. Le había prometido a Helen que se mantendría en
control, y un simple beso y estaba en peligro de perderlo. Sus manos estaban
apretadas en puños a los lados tan fuertemente que empezaban a doler.

Los latidos de su corazón golpeaban en sus oídos, y aun así Helen continuaba al
asalto. No había manera de que pudiera ocultar el efecto en él. Su pecho se
arrastró de donde descansaba contra el suyo, sus pechos firmes frotándose
contra él en un ritmo tortuoso. Deslizó sus labios de él, hacia su mejilla. Su
respiración caliente incineró la última neurona razonando.

—Ahora ese es un beso de buenas noches. Duerme bien, Simon Lamont. —


Helen puso sus manos sobre su pecho y las pasó por sus pectorales, antes de
alejarse y dirigirse al baño de la suite.

Hola, noche de insomnio número dos. 78


Página
Capítulo 7

H
elen se quitó la bufanda de seda de alrededor de su cuello, luego la
metió en su bolso. Por una vez, Simon estaba agradecido por el
sofocante calor de verano en Nueva York. Hizo todo lo posible para no
mirarla lascivamente.

Hasta ahora, su viaje desde San Francisco no había presentado ninguna


oportunidad para acercarse a ella. Ella se había quedado dormida en el auto
durante el viaje desde Russian River al aeropuerto. Y luego habían tenido que
sentarse separados en el avión. A pesar de ofrecerle al hombre junto a Helen un
enorme pago financiero para cambiar de asientos con él, se había rehusado.
Horas después de dejar la casa de Liam y Lorelei, esto era lo más cerca que
habían estado, sentados en la parte trasera de una limusina de camino al hotel.

Simon no tenía idea de dónde iniciar las negociaciones para aumentar su


intimidad. Meterse de lleno no era una opción. Se extendió sobre el asiento, y
aunque ella se puso tensa al principio, no se alejó cuando él entrelazó sus
dedos. Los de ella eran tan pequeños y delicados que maldijo al bastardo que
había usado su tamaño y fuerza superior para forzarse sobre Helen.

—¿Que vas a hacer ahora que David está casado?

—Mandy me ha ofrecido su apartamento hasta que encuentre un lugar propio.


Ella se ha mudado con Jason. Una vez que sepa qué va a suceder con Bertram
Industries, comenzaré a buscar un lugar nuevo. No tiene sentido hacerlo ahora
ya que tal vez tenga que mudarme si consigo un nuevo trabajo. O quizás
aceptaré la granja de llamas —dijo ella con un encogimiento de hombros.

—La granja de llamas sería un desperdicio de tu talento.

—¿Qué hay de ti? ¿Siempre has querido ser un pirata?

—No puedo decir que la piratería fuera mi primera elección de carrera. Pensé
que seguiría a mi padre en la carrera de abogacía. Pero después de mi primer
79

año de universidad, cambié de carrera a negocios y economía.


Página

—¿Tu padre es un abogado? ¿De qué tipo?


—Derecho corporativo. —Su respuesta fue brusca y trató de suavizarla con una
sonrisa. No quería hablar de su padre. No quería pensar sobre el matrimonio
fallido de sus padres. Había intentado llamar a su madre desde el aeropuerto,
pero no había respondido.

—¿Cuánto tiempo has vivido en Nueva York? —Una pregunta inocente, pero
hecha en la sexy voz de Helen encendió una cerilla a la ramitas de deseo en su
vientre.

—Ocho años. Me mudé de Inglaterra después que terminé la universidad.

—¿No extrañas a tu familia? ¿Con qué frecuencia vuelves a Reino Unido?

—Lo suficiente. —Se arrepintió de la dureza de sus palabras cuando ella apartó
su mano—. Helen, lo siento. No sé qué tiene Nueva York, pero siempre me
cierra. Olvido sobre ser humano y me convierto en un pirata industrial, como
me llamas.

El aire de California que lo había puesto todo blando se había desvanecido y


ahora volvía a ser el verdadero Simon Lamont. Su mente destelló hasta su
padre. El hombre al que él siempre había admirado por su control y autonomía
era en realidad un hipócrita. Simon no se convertiría en eso.

—Tenemos una hora y media antes de que lleguemos al hotel. ¿Por qué no
fingimos que tu hermano y amigos también están en el auto y te sientas un
poco más cerca? —Él extendió el brazo, esperando que se deslizara contra él.

Ella vaciló un momento antes de moverse hacia sus brazos. Él no quería


preocuparse por cuán bien se sentía tener su cuerpo junto al suyo, inhalar el
débil aroma a melocotones de su cabello o notar cómo su respiración se
sincronizaba automáticamente con la de ella.

Su teléfono zumbó con un mensaje entrante. Por una vez, lo ignoró.

—Si quieres revisar tus mensajes, hazlo. No me dejes distraerte.

Él rio entre dientes.

—Helen me distrajiste al segundo en que te abriste paso a través de la puerta


de mi habitación de hotel y amenazaste con regañarme sobre los empleados de
80

Bertram Industries mientras me vestía.


Página
—A veces pienso que podría haber sido mucho más fácil si solo te hubiera
hablado entonces. Echar un vistazo y seguir mi camino.

—¿Eso es lo que quieres? ¿Que escuche lo que quieres decir y entonces irte?
Porque aún podemos hacer eso.

Simon contó los latidos de su corazón, esperando a que ella respondiera: treinta
y seis.

—Dije que sería más fácil, no necesariamente mejor. Y he aprendido que las
cosas realmente valiosas generalmente no son las más fáciles —Ella miró
fijamente sus manos mientras hablaba.

Él colocó la mano en su mejilla y la volteó hasta que ella lo miró. Él se empapó


de la vista de su hermoso rostro, sus brillantes ojos azules, los cuales una vez
más estaban nublados con ansiedad. La próxima vez que viera a David, le
preguntaría quién fue del bastardo que le había hecho esto. Porque si David no
lo había destruido, Simon lo haría.

—¿Confías en mí? —De nuevo contó los latidos de su corazón, esperando su


respuesta: cuarenta y ocho esta vez.

—Confió en que no me harás daños, como él lo hizo.

Él reprimió la desilusión que se elevó con sus palabras. Quería que confiara en él
incondicionalmente, no solo con su cuerpo, sino con su carrera, su vida, su
corazón. Helen lo hacía querer proteger cada aspecto de su ser, incluso a sus
expensas. Su corazón palpitó y una sensación nauseabunda rodó en sus
entrañas. ¿Cuándo se había convertido en su campeón? ¿Cuándo sus objetivos
corporativos habían sido opacados por esta mujer? Incluso superar a Edward
Halliday parecía menos importante.

—Hay un escritorio extra en mi oficina. Pensé que podrías trabajar allí por los
próximos dos días. Programaré tu presentación para la junta del miércoles en la
tarde. Tengo unos pocos días bastante apretados, pero iré a verte mientras
pueda, ayudarte. Y por supuesto, le diré a mis empleados que hagan cualquier
cosa que pidas. He despejado mi calendario de citas de cena así podemos pasar
las tardes juntos, analizando tu propuesta. O si quieres ver algo de Nueva York
podríamos hacer eso. —Se odió por volver a los negocios. Sin embargo, las
81

preguntas emocionales y personales se estaban poniendo demasiado pesadas


Página

para él.
—Suena bien. Necesitaré una lista de los miembros de tu junta y acceso a
algunos de tus estados financieros menos clasificados, si eso está bien. Aunque
mis títulos son en ingeniería y química, tomé un par de cursos de negocios en la
universidad.

—¿Cómo te interesaste en ingeniería en primer lugar?

—Siempre he sido atraída por cómo funcionan las cosas. E ingeniería de diseño
significa que también consigo usar el lado creativo de mi cerebro. —Se encogió
de hombros como si no fuera gran cosa que tuviera una de las mentes más
brillantes que él alguna vez había conocido. Por otro lado, considerando la
compañía que ella normalmente mantenía, Liam y su hermano, ambos genios
reconocidos, teniendo un coeficiente intelectual que la calificaba para el Mensa,
probablemente no era nada especial en su círculo.

El auto redujo la velocidad y se detuvo frente al hotel. Simon salió sin esperar a
que el conductor abriera la puerta, luego ayudó a Helen a salir. Quería tomarla
en sus brazos, alejar todas las dudas y temores que él podía ver escritos en su
rostro con un beso. En cambio, agarró las maletas del chofer y la siguió dentro
de la recepción brillantemente iluminada.

—Buenas tardes, Sr. Lamont. Bienvenido a casa. Tenemos su habitación lista,


Srta. Winston. ¿Puedo ayudarla con su maleta? —La recepcionista le pasó una
tarjeta llave a Helen con una sonrisa profesional.

—Puedo ayudar a la Srta. Winston con su equipaje. Gracias, Deborah —


respondió Simon.

Dirigió a Helen hacia el conjunto de ascensores y presionó el botón para el


duodécimo piso.

—¿Vives aquí? ¿En el hotel?

—Vivo en uno de los apartamentos residenciales.

—¿En cuál piso estas?

—Treinta y dos. Puedes llegar a mi apartamento desde los ascensores del hotel.
Tienes que regresar al vestíbulo y venir a los especiales alrededor del otro lado
de la recepción. Y necesitas una tarjeta llave para hacerlos funcionar. Así que si
82

quieres subir a mi lugar, llámame y vendré a buscarte.


Página

—No creo que sea necesario.


Simon apretó los dientes. Nada estaba saliendo de la forma en que había
planeado. Le mostró su habitación de hotel: una suite, tenía una buena vista de
Central Park y el horizonte de Manhattan. Aun así, se encontró a sí mismo
anhelando las colinas onduladas y viñedos de Russian River.

Helen dio zancadas dentro de la habitación, entonces se detuvo, volteándose


hacia él. Él dio un paso más cerca hasta que ella colocó la mano en frente a la
defensiva.

—En realidad, ¿te importa si nos saltamos de beso de buenas noches esta
noche? Necesito dormir y estar fresca para la mañana, y besarte tiene el mismo
efecto en mí que un triple expreso. ¿A qué hora te vas a la oficina?

—Normalmente me voy a las seis y media, pero llega cuando quieras. Enviaré el
auto de regreso para ti y avisaré a recepción que estás viniendo.

—Oh, está bien entonces —respondió ella.

Si la decepción fuera agua, él se habría ahogado. No solo estaba perdiendo su


única oportunidad de besar a Helen hoy, no tenía idea de cuándo la vería
mañana.

—Buenas noches. Espero que duermas bien. Aquí está mi línea privada si
necesitas ponerte en contacto conmigo. Y te veré en la oficina.

Ella se inclinó hacia adelante y se extendió por la tarjeta que él le pasó, con
cuidado de que sus manos ni siquiera se tocaron.

Con los dientes apretados, la dejó de pie en el medio de la habitación del hotel.
El suave clic mientras la puerta se cerraba tras él hizo eco en una grieta en su
cordura. Lo que había comenzado como un juego divertido, guiar a una mujer
indecisa a los placeres de hacer el amor, ahora se avecinaba ante él como una
aventura aterradora llena de obstáculos y serpientes venenosas, la mayoría de
las cuales parecían venir desde dentro de él.

Caminando a zancadas de nuevo hacia el ascensor, casi empujó el botón de


llamada a través de la pared.

***
83

Helen se echó hacia atrás en la lujosa silla de oficina de cuero y se quedó


mirando por la ventana a la concurrida ciudad de Nueva York. No había manera
Página

de negar el zumbido y la energía que impregnaba el aire, llevando a la gente a


un frenesí de actividad. A pesar de que solo había estado en la oficina por seis
horas, se sentía como si hubiera realizado el trabajo de todo un día. Podría ser
debido al hecho de que el personal de Simon estaba haciendo todo lo que
podía para ayudarla, corriendo a cumplir sus órdenes.

O podrían ser sus nervios trabajando horas extraordinarias. Además de preparar


su presentación, estaba en busca de algún indicio de que Lamont Holdings
tuviera contratos con la milicia, solo en caso de que el plan A se desinflara.
Hasta el momento, nada. Negativo. Nada de nada. Una parte de ella estaba en
éxtasis de que Simon no tuviera vínculos con la milicia. Pero hombre, esto ponía
presión. La presentación era todo lo que tenía. Con renovada determinación de
hacerlo funcionar, ajustó el gráfico sobre los ingresos proyectados para Bertram.

También había pasado una hora en el teléfono con Dennis trabajando en los
problemas en el experimento catalizador. Probablemente solo habría tomado
veinte minutos si él no se hubiera mantenido transfiriéndola a otros miembros
del equipo, quienes querían saber cómo estaba logrando convencer a Simon de
no destrozar sus vidas. Si solo supiera.

Un clic hizo eco en la habitación. Giró su visión de nuevo a la puerta de la


oficina, esperando a uno de los miembros del personal ofreciéndole otra bebida
caliente. Había pensado que Seattle era la capital del café de Estados Unidos,
pero parecía ser el combustible que manejaba a Nueva York, requiriendo una
recarga por hora.

En lugar de un secuaz vestido profesionalmente, Simon mismo estaba de pie en


la puerta. Ante el asentimiento de ella, cerró la puerta tras de sí. El aire
acondicionado de repente pareció dejar de trabajar y un hilo de sudor se deslizó
por su columna vertebral.

—¿Todo funcionó sin problemas esta mañana? Lamento no haber estado aquí
para saludarte personalmente.

Vestido con un traje hecho a medida que tal vez costaba miles, sus zapatos
negros estaban lustrados a la perfección, su cabello peinado hacia atrás. Se veía
cada centímetro como el invasor corporativo, sin siquiera una insinuación del
hombre sensible que había sostenido su mano mientras su hermano sacudía su
mundo con el anuncio de su matrimonio.
84

Realmente necesito encontrar el interruptor robótico de encendido/apagado.


Página
—Todo estuvo bien. Tu personal es excelente. Me han ayudado enormemente.

Como un ratón siguiendo los movimientos de un gato hambriento, su mirada lo


siguió hasta la mesa junto a la ventana.

—¿Qué es eso? —Él inclinó su cabeza de un lado al otro, tratando de darle


sentido a sus garabatos.

—Oh, tenía una idea para una modificación de la patente de mi celda de


combustible, para que pudiera ser utilizada en la industria aeronáutica. Quería
anotar mis pensamientos antes de que desaparecieran. Espero que no te
importe. Brenda de Suministros dijo que el papel de rotafolio ya no es usado
dado que todas las presentaciones son realizadas con computadora y proyector.

—No me importa en absoluto. ¿Crees que esto va a funcionar? —Hojeó unas


cuantas páginas más.

Casi podía ver los signos de dólares flotando por encima de su cabeza.

—Está a años de desarrollo y pruebas, pero todo comienza con una idea. A
pesar de que el noventa y ocho por ciento de ellas se desecha antes del
prototipo.

Él encontró su página de cálculos y se quedó mirando los garabatos y líneas.


Solo había trabajado en la idea porque necesitaba asegurarse a sí misma de que
era bueno en algo. Cuando él se volvió hacia ella, había una extraña expresión
en su rostro, no una que estuviera acostumbrada a ver en un hombre mirándola.

Él se quedó mirando sus labios tanto tiempo que pasó la lengua por ellos.
¿Llevaba puesto un bigote de espuma de capuchino?

—Quiero besarte tanto ahora. —Su voz se profundizó y el timbre ronco


desmentía al desapasionado y controlado ejecutivo de negocios que estaba
representando.

—Oh, um… —Su decisión de permanecer con frialdad profesional se fundió bajo
el calor de su mirada. Su cuerpo la traicionó y una oleada de deseo la inundó a
través de los dedos de sus pies.

Él se apoyó contra la mesa como si estuvieran teniendo una conversación


85

informal de negocios, pero la intensidad de sus ojos verdes contradecía su pose


casual.
Página
—No puedo, porque estamos en la oficina y tengo un estricto código de ética
sobre el comportamiento apropiado. Sin embargo, quiero que te imagines mis
labios sobre los tuyos, bebiendo, degustando. Ahora se están moviendo sobre
tu oreja, susurrando las otras cosas que quiero hacerte.

—¿Qué serían esas cosas? —Su propia voz era baja y entrecortada, como si
hubiera subido seis tramos de escaleras.

—Quiero poner una mano en tu culo y levantarte contra mí para que puedas
sentir lo mucho que me excitas. Con la otra mano, quiero agarrar tu pecho,
pasar mi pulgar sobre la tela sedosa de tu blusa hasta que tu pezón se ponga
duro y esté apretado contra tu sujetador, rogándome para eliminar las barreras
entre nosotros.

Sus ojos cayeron hasta su pecho y su cuerpo reaccionó como lo había descrito.
La parte posterior de sus muslos hormigueaban y se movió en su silla. En lugar
de pánico, una infusión de calor, de pasión, la llenó.

Antes de que pudiera moverse, hubo un golpe en la puerta.

Él se quitó la chaqueta y la sostuvo frente a él antes de decir:

—Entre.

Su eficiente y no poco atractiva asistente personal, Sylvia, asomó la cabeza por


la puerta.

— Simón, tu reunión de las tres acaba de cancelar.

Todavía había una persistente pasión en su mirada cuando se volvió hacia


Helen.

—¿Estás lista para salir de aquí?

¿Esto era todo? ¿Iba a llevarla de vuelta al hotel y hacer realidad la promesa en
sus ojos? Tragó.

—Estoy bien —fue todo lo que pudo arreglárselas para decir antes de que su
garganta se trabara.

—Reprograma el resto de las reuniones de hoy, Sylvia. La Srta. Winston y yo


86

vamos a escaparnos del trabajo.


Página

La mandíbula de Sylvia cayó abierta, pero todo lo que dijo fue:


—Está bien. ¿Qué pasa con tu reunión de desayuno mañana?

—Mejor cancela esa también. No estoy seguro de a qué hora estaré disponible.

Esta vez la mandíbula de Helen cayó abierta. Ella quería conquistar sus miedos,
pero no estaba segura de que estuviera preparada para una maratónica sesión
de sexo.

Sylvia asintió y se retiró. La puerta se cerró suavemente detrás de ella. Simon


probablemente podía oír el corazón de Helen golpeando desde donde se
encontraba al otro lado de la habitación.

—Es un día agradable, no demasiado caluroso. Pensé que podría gustarte ver
algo de Nueva York mientras estás aquí.

¿Aparte del techo en su dormitorio?

—He estado en Nueva York antes cuando estuve en el MIT. He hecho todas las
cosas turísticas.

—No las has visto conmigo.

—Es cierto. Pero creo que debemos hacer algo que ninguno de nosotros haya
hecho antes.

Simon parecía intrigado y cauteloso. Era un hombre acostumbrado a tener el


control.

—¿Qué tienes en mente?

—Algo me dice que nunca has estado en Coney Island.

—Por supuesto que no. Es para familias y niños.

—Coney Island es para todo el mundo. Siempre he querido ir. Y tienes que
ganar un peluche gigante para mí.

—¿No eres un poco mayor para los juguetes de peluche? Además, puedo
llevarte a FAO Schwarz y comprarte cualquiera que atrape tu atención.

—El juguete real no es el objetivo. Es el recuerdo lo que quiero. Y comprar uno


no cuenta. Tienes que ganarlo para mí. —Helen nunca había tenido un novio
87

que ganara un premio y se lo regalara. Era un rito de paso que se había perdido.
Y aunque Simon no era su novio, tenía más que hacer.
Página
—Entonces creo que nos vamos a Coney Island para ganarte un peluche
gigante.

Helen ocultó una sonrisa de triunfo. Esperaba que no fuera la única cosa en su
lista de tareas pendientes de romance en ser eliminada hoy.

88
Página
Capítulo 8

H
elen dio la vuelta al cono de su helado con la lengua para que no
goteara sobre su ropa. El dulce y frío placer se derretía en su boca antes
de deslizarse por su garganta. El sol estaba bajo en el horizonte y
millones de luces multicolores empezaban a iluminar el cielo. Todavía estaba
cálido, pero la mayor parte del calor parecía estar emanando de Simon a su
lado. O tal vez fuera algún tipo de reacción bioquímica de la cual no había oído
hablar. Toma un hombre supercaliente y colócalo junto a una virgen frígida…
No era de extrañar que se sintiera como si burbujas salieran de sus poros. Ella se
estaba derritiendo como el hielo seco.

—¿Tienes que comer tan seductoramente? —dijo Simon en su oído. Tenía el


brazo alrededor de sus hombros mientras caminaban por el paseo marítimo.

—¿De qué otra forma se supone que coma el helado? Además, dijiste lo mismo
cuando comí mis perros calientes, y prácticamente los aspiré.

—Disfrutaba tu entusiasmo. —Sus ojos bailaron con risa. Era lo más relajado
que lo había visto y dos veces más precioso. Además de su aspecto, era amable,
divertido y generoso. ¿Dónde estaba el truco?

—¿Cómo es que no tienes una novia o esposa ya?

—No la he necesitado una hasta ahora. —Algo de la risa desapareció de sus


ojos.

—Habría pensado que el amor te habría encontrado.

—El amor es un inconveniente y distrae la atención de lo que es importante. —


Volvió a ser estricto, pero no iba a dejar que se retirara tan fácilmente. Le había
contado sobre su pasado. ¿Cómo podía ir más allá de unos besos con él si al
menos no la dejaba entrar un poco?

—Eso suena como la amargura de una mala ruptura hablando.


89

Simon lanzó un gran suspiro.


Página
—Sí, supongo que sí. Estuve comprometido una vez. Cuando estaba en la
universidad.

—¿Qué pasó?

—En mi último año en Oxford, me asocié con otro estudiante. Era brillante,
como tú, y había pensado una increíble invención. Pero no tenía las habilidades
de negocios para llevarlo al mercado. Estábamos intentando mantener todo
muy secreto hasta que nos graduáramos, luego íbamos a tomar el mundo como
una tormenta y ser multimillonarios para el momento en que tuviéramos
veinticinco. Le conté a Lisa, mi prometida, sobre el proyecto una noche. Tres
semanas más tarde, la encontré en la cama con su compañero de estudios
Edward Halliday. Le había contado sobre el acuerdo. Edward ya tenía dinero y
conexiones, así que mi socio de negocios y Lisa decidieron que él era la mejor
jugada. Los dos me dejaron.

—No pareces haberlo hecho muy mal por tu cuenta.

—No. Pero no estoy allí todavía.

—¿Y cuándo vas a saber que estás allí? ¿Cuánto es suficiente?

—Supongo que cuando una mujer se vuelva más importante que un acuerdo.
Hablando de acuerdos, me parece recordar que te prometí ganar un peluche. —
Simon la dirigió hacia una fila de juegos de carnaval. Los encargados gritaban lo
fácil que era ganar, cada uno tratando de prometer más que los otros.

Ella dejó de caminar.

—Quiero montar el ciclón primero —dijo ella.

Simon levantó la mirada hacia la montaña rusa gigante.

—¿Estás segura?

—¿Eres una gallina?

—No. Solo pensé que si quisiera un paseo emocionante, podríamos volver a mi


apartamento.

—La noche aún es joven —respondió ella.


90

Él rio de nuevo, un estruendo sexy que inició en su pecho y terminó en sus


Página

magníficos labios. Tal vez debería omitir el parque de atracciones e ir


directamente a la verdadera aventura. Excepto que todos sus músculos se
tensaron y mariposas empezaron a revolverse en su estómago y a migrar a su
garganta.

Simon debió notar su incomodidad y pasó la mano por su brazo antes de tomar
su mano y caminar hacia los paseos.

—Está bien, pero si vomitas esos tres perros calientes que comiste, no me
culpes.

—Está bien, pero si gritas como una niña, entonces voy a regodearme.

—No grito. Al menos no en las montañas rusas. —Él movió las cejas y se echó a
reír—. Pero recuérdame si llego al punto de negociar un contrato contigo, cuán
ruda eres.

—Sí, claro. No te voy a dar ninguna ventaja. Basta de hablar. Mi estómago


contra tus pulmones. ¿Que prevalecerá?

Mientras estaban en la fila para la montaña rusa, Simon puso sus brazos
alrededor de su espalda, envolviéndola ligeramente contra él. Con solo un
movimiento podría liberarse. Como si eso fuera a pasar. Su estómago estaba
todo nervioso, pero no tenía nada que ver con la idea del inminente viaje. Tenía
suficiente fe en la física y la ingeniería mecánica para confiar en que no serían
catapultados hacia el estacionamiento. La entidad incuantificable era Simon y el
efecto sobre su cuerpo. Las respuestas no iban a encontrarse en la física para
eso. Era todo sobre biología. No una de sus mejores ciencias.

Después del paseo, los dos estaban sin aliento por la risa.

—Eso no fue un grito —dijo Simon—. Eso fue un grito viril de triunfo. No debías
saberlo, pero con una sola mano mantuve el auto en la pista y evité que se
lanzara al espacio.

—Recuerdas que soy ingeniera, ¿cierto? ¿O todo el viento saliendo de tu boca


abierta mientras gritabas dispersó tus neuronas?

—No es el viento lo que me hace olvidar. —Se inclinó y capturó sus labios con
los suyos antes de que ella pudiera responder. Este beso estaba lleno de pasión
y una promesa de emociones que no estaban asociados con un aparato
91

mecánico. Un estremecimiento la recorrió. Había un peligro definitivo de que


Página

este experimento fuera a estallar en su rostro y se llevara su corazón con ello.


Cuando Simon finalmente liberó sus labios, tenía una sonrisa satisfecha en su
rostro y un brillo malicioso en los ojos.

—Ese es el tipo de recompensa que espero por salvar tu vida —dijo.

—Ja. Veamos ciertas habilidades de verdad, no destrezas imaginarias.

—¿Justo aquí con todas estas personas mirando?

Ella le dio un suave puñetazo en el brazo.

—Eso no. Me prometiste ganar un oso de peluche gigante.

—¿Y qué recibo cuando haga eso?

—Logras llevarme a casa. —Él podía leer lo que quisiera en eso.

—Estás a punto de ganar el oso más grande que hayas visto jamás. Necesitarás
un camión para llevarlo.

La próxima vez, subiré la apuesta y haré que el premio seas tú en un vuelo de


regreso a San Francisco.

—Muéstrame lo que tienes, cosas calientes.

—¿Aquí? ¿Con toda esta gente viendo?

Ella lo golpeó de nuevo y él se rio. Con su brazo alrededor de sus hombros, él


los condujo hacia los juegos del carnaval. Estaba allí para ganar un juguete para
ella, pero por la determinación en su rostro, parecía mucho más importante que
eso.

¿Qué parecería cuando una mujer se convirtiera más importante que un


acuerdo? ¿Y cuáles eran las posibilidades de que ella fuera esa mujer?

***

Simon se paró junto a una nerviosa Helen en el ascensor hasta el cuarto de


hotel. Su primer impulso había sido llevarla a su apartamento. Pero como ella se
había removido más y más durante el viaje en taxi de vuelta al hotel, había
descartado esa idea. En algún momento del día, tres de los botones de la parte
superior de ella se habían desabrochado. Cuando cambió su bolso en el
92

hombro, separó su blusa un poco más, dándole un vistazo del encaje blanco.
Apretó los dientes.
Página
Ella había estado más y menos relajada durante todo el día, incluso coqueteó
con él a veces. Pero ahora se aferraba al estúpido oso de peluche gigante que
había ganado por ella como si fuera un salvavidas. Estaba empezando a dudar
de que hubieran hecho algún progreso en absoluto en el aspecto físico de su
relación esta semana.

Relación. Tenía que agradecer a su padre por eso. Mientras iba en el auto de
camino a su primera reunión de esa mañana, su padre había llamado por
teléfono. Al principio, Simon no había querido hablar con el hombre, pero luego
pensó que era mejor acabar de una vez con eso, en privado.

—Hijo, quiero explicar —había comenzado Philip Lamont.

—No hay necesidad. No me debes nada —había respondido Simon.

—No obstante, apreciaría dos minutos de tu tiempo.

—Dos minutos, estoy de camino a una reunión.

La frialdad de su voz no pareció asustar a su padre.

—Me casé con tu madre porque, bueno, porque pensé que sería un buen activo
para mi carrera. Fue frío y despiadado, pero de alguna forma ella también lo es.
Me dijo en nuestro primer aniversario, una de las pocas veces que estaba
tratando de ser romántico y compensar el hecho de que estaba trabajando
catorce horas al día tratando de salir adelante, que todo lo que esperaba de mí
era que la mantuviera económicamente. A cambio, ella mantendría mi casa, se
aseguraría de que tuviera una buena cena, y entretendría a mis colegas cuando
fuera necesario. Ella no quería ni necesitaba romance. Era una completa pérdida
de tiempo y dinero en su opinión.

Simon no había contradicho; sonaba como su madre. Pero tampoco había


dejado que su padre se librara de la culpa, ofreciéndole alguna seguridad de
que lo entendía.

Así que Philip había continuado:

—Entonces conocí a Tina. No tenía intención de enamorarme de ella; ambos


tratamos de luchar contra ello. Pero Simon, cuando el amor te encuentra, no te
suelta. Solo se vuelve más fuerte. Lo que más lamento en la vida es no haber
93

dejado a tu madre hace muchos años y tomado tu custodia. Desearía que tú,
Página

Tina y yo pudiéramos haber sido una familia. En su lugar, fui un cobarde y


compartimenté mi vida: tu madre, y por extensión a ti, y mi trabajo se convirtió
en el deber de mi vida. Lamento que no estuve allí para ti emocionalmente. —
En ese momento, la voz de su padre se había roto.

—No importa —había dicho Simon.

—Importa. Sé que no hay nada que pueda hacer para compensar los años
perdidos, Simon. Pero tengo la esperanza de que tal vez puedas aprender de
mis errores. Darle una oportunidad al amor. Es la cosa más espantosa, pero lo
más grande que puede ocurrir en tu vida.

—Estoy en mi reunión ahora. Tengo que irme.

Pero a pesar de sus escuetas palabras con su padre, su conversación con Helen
en Coney Island seguía reproduciéndose una y otra vez en su cerebro. Se dio
cuenta de que ahora era su orgullo más que su corazón el que había sido
mermado por la traición de Lisa. Ella siempre había tenido su ojo en el dinero.
Claro, Edward se había convertido en un éxito con ella a su lado, pero cada vez
que se encontraban en funciones, Simon no había detectado el calor en su
relación como la que había notado entre Liam y Lorelei. El matrimonio Halliday
le recordaba más la relación de sus padres. El tipo de relación que, hasta la
semana anterior, veía para sí mismo eventualmente. Ahora preferiría irse en
bancarrota que encadenarse a una mujer que “sería buena para su carrera”.

Y la razón era Helen. Su conexión con ella había ido más allá del negocio, más
allá de un ejercicio académico para librarla de su miedo a la intimidad. Quería
pasar cada momento posible con ella, quería llegar a conocer cada peculiaridad
de su personalidad, explorar cada centímetro de su voluptuoso cuerpo. Por el
amor de Dios, incluso había dejado a un lado un día y medio de trabajo para
estar con ella. Tal vez fuera amor, tal vez no lo fuera, pero no podía dejarlo ir
hasta que lo supiera a ciencia cierta.

Sin embargo, era una distracción. Y había algo más en juego que el semestre
que había perdido en la universidad porque había sido absorbido por Lisa. Su
obsesión con Helen tenía el potencial de arruinarlo. ¿Se estaba convirtiendo en
algo más importante que un acuerdo? No, Helen era el acuerdo. Si ella no
convencía a su junta de incorporar Bertram, entonces él necesitaría apaciguar a
los demás empleados y hacer la transición lo más fácil posible. Con su ayuda,
94

los empleados de Bertram aceptarían sus cláusulas de indemnización y seguirían


Página

adelante sin demora. Separarían sus caminos como amigos.


Bilis subió por su garganta y se la tragó. Pero el sabor amargo se mantuvo.

Las puertas del ascensor se abrieron cuando llegaron a su piso. Era solo una
caballerosidad acompañarla a su puerta. Ella le entregó su tarjeta llave, incapaz
de insertarla en la puerta mientras aún sostenía el peluche.

—¿Qué vas a hacer con ese oso?

Ella pasó por delante de él en la habitación antes de colocar al peluche en la


cama, donde él debería estar. Maldita sea, ahora estoy celoso de un maldito
oso.

—Probablemente dárselo a una de las señoras de la limpieza. Su nieta fue


operada a principios de la semana.

—¿Conoces al personal de limpieza?

—Hablé con una de las mujeres en el pasillo esta mañana. —Helen se encogió
de hombros.

Él había vivido en el edificio durante tres años y no tenía idea de quién limpiaba
su piso. Se apoyó contra la pared. Helen se retorcía las manos de nuevo. Tendría
que venir a él.

—Me alegra escuchar que se va a un buen hogar. Trabajé duro por ese oso,
especialmente ya que no me dejaste jugar ninguno de los juegos de disparos.
En los que soy bueno.

—No me gustan las armas. Pero lo hiciste muy bien con los dardos. Sospecho
que pasaste unas cuantas noches en el pub local en casa.

—Culpable de los cargos. Aun así, creo que algún tipo de compensación está en
orden. Casi me puse a sudar.

—“Casi” es la palabra clave. —Dio dos pasos más cerca y me dio un beso en la
mejilla.

Simón reprimió un gemido. Esto no estaba yendo a ninguna parte. Además, la


idea de tachar a una virgen de la lista mientras un oso gigante estaba en la
habitación parecía equivocado. Estaba acostumbrado a las mujeres con
experiencia que por lo general lo seducían. Era un partido de cricket totalmente
95

diferente con Helen.


Página

—¿Quieres ir a bailar mañana por la noche?


—¿Bailar? —Ella lo miró como si estuviera sugiriendo nadar desnudos en el
Hudson.

—Sí, bailar. Puedo sostenerte sin que sea un avance sexual. Puedes
acostumbrarte al toque de nuestros cuerpos y podemos pasar una agradable
velada juntos. —Este podría ser el gran avance que necesitaban. Una noche con
Helen en sus brazos, incluso con la ropa puesta, era algo a lo que aspirar.

—¿Estamos hablando de discoteca o un baile de salón? —Ella todavía parecía


escéptica.

—Baile de salón. Las discotecas están bien, pero son demasiado ruidosas y
abarrotadas para hablar. Conozco un buen lugar donde la comida es excelente y
tienen una banda en vivo todas las noches.

—Todavía estoy tratando de digerir el hecho de que sepas de baile de salón.

—Bueno, no estoy a punto de competir en ello. Era una clase requerida en mi


escuela. También puedo recitar poesía en latín, si eso es de algún interés para ti.

Helen rio y otra gran parte de las defensas de Simon se desmoronó. Se relajó y
su sonrisa se hizo más genuina.

—No estoy realmente interesada en la poesía en latín. ¿Qué otros talentos


ocultos tienes?

—Nunca muestres toda tu mano al inicio del juego.

—¿Eso es esto? ¿Un juego?

—No. Es más que eso.

Sus ojos buscaron los suyos y el momento se volvió demasiado intenso.


Necesitaba retirarse ahora, antes de que dijera o hiciera algo estúpido.

—Entonces, nos veremos mañana en la oficina. Buenas noches, Helen.

Justo antes de que la puerta se cerrara detrás de él, estuvo bastante seguro de
oír salir una palabra muy grosera, y no era del oso.
96
Página
Capítulo 9

H
elen paseaba por su oficina temporal, ignorando el pellizco de sus
nuevos tacones de siete centímetros. Había repasado su presentación
unas mil veces y la sabía palabra por palabra. No era la primera vez que
se había presentado a una junta de directores; en realidad era una buena
habladora en público. Y si alguien la retaba a hablar de cualquier principio de la
ingeniería, podría hablarles hasta embriagarlos, o hacerlos dormirse,
dependiendo del receptor.

Todo se basaba en esto. A pesar de mantener los ojos y oídos abiertos, no había
sido capaz de descubrir ninguna conexión entre Lamont Holdings y la milicia.
No sabía si sentirse decepcionada que eso significara ningún plan B o feliz de
saber que Simon se mantenía alejado de la tecnología de las armas. Ser una
pacifista era uno de los principios de sus padres que compartía.

Ignoró la necesidad de cubrir su pecho o comprobar su apariencia de nuevo. En


un capricho del día anterior, se había ido de compras a la hora del almuerzo
para comprar algo adecuado para bailar con Simon, pero también había
terminado comprando un traje de negocios patea-culos. Había comprobado a
todas las ejecutivas de Simon y a las secretarias, y elegido algo que podría
mezclarse con lo que llevaban. En contraste con su vestuario básico de
marrones, grises y negros, había ido con un vestido carmesí ajustado que se
detenía cinco centímetros por encima de su rodilla. Con la chaqueta a juego, era
bastante modesto. Tenía demasiado calor para llevar la chaqueta, sin embargo,
por lo que el escote en uve revelaba más escote de lo que estaba acostumbrada
a usar. ¿Y los zapatos Louboutin? Bueno, tuvo que comprarlos porque las suelas
se complementaban con el vestido.

¿Era una vendida por usar sus armas de mujer para obtener y mantener la
atención de la junta mientras escuchaban su discurso sobre la descripción del
ROI3 y la depreciación del capital? Entonces había razonado que los hombres
tenían a los viejos muchachos del club para ayudarlos a salir adelante. Su
género solo estaba nivelando el campo de juego.
97
Página

3
ROI: Retorno sobre la inversión, o Return on Investment por sus siglas en inglés. Corresponde
a las ganancias obtenidas en comparación con el monto que se invirtió.
La cabeza de Sylvia se asomó por la puerta seguido de un ligero golpe.

—Simon me pidió que te diera esto —dijo la asistente personal mientras le


entregaba un pedazo de papel a Helen—. Estarán preparados para ti en cinco
minutos. ¿Hay algo que pueda conseguirte?

—Un vaso de agua sería fabuloso —respondió, con su garganta amenazando


con paralizarse.

Mientras Sylvia atendía su petición, Helen abrió la nota. Le tomó un minuto


descifrar el garabato de Simon.

Sacude su mundo como sacudiste el mío.

Reconsiderando mi carrera en la piratería.

Tuyo, Simon

Viendo que la junta había estado reunida desde las nueve de la mañana y que
eran casi las cinco, Simon probablemente estaba aburrido hasta el cansancio.
Apreciaba sus esfuerzos para tranquilizarla.

Sin embargo, como él era la verdadera razón por la que estaba tan nerviosa, su
nota tuvo el efecto contrario. Ayer había estado fuera de la oficina todo el día,
dejándola para perfeccionar su terreno de juego por su cuenta. La había
telefoneado alrededor de las cuatro para decir que no iba a estar de regreso a
tiempo para acompañarla al hotel, por lo que la encontraría allí a las siete.

Cuando él había golpeado la puerta de su habitación exactamente a esa hora,


vestido con un traje oscuro, camisa blanca como la nieve y corbata roja, había
lucido tan guapo que ella había jadeado. Afortunadamente, él había estado tan
ocupado con su vestido de satén negro que no pareció darse cuenta de su
audible reconocimiento.

Había sido una de esas citas perfectas representadas en las películas románticas.
Ninguno de los trajo a colación las razones por las que ella se encontraba en
Nueva York, o los cambios que la esperaban en su regreso a San Francisco. En
98

su lugar, habían tenido una comida divertida y discutido sus cosas favoritas y lo
Página
que harían si no tuvieran responsabilidades, descubriendo que ambos tenían un
peculiar interés en los países a lo largo de la antigua Ruta de la Seda.

Cuando había comenzado el baile, al principio ella se había mantenido tan


rígida que había pisado las puntas del pie de él más de una vez. Todas las
lecciones de baile que había obligado a David a acompañarla habían parecido
una pérdida de tiempo. Pero una vez que la música y el calor de las manos de
Simon aliviaron la tensión, habían fluído por el suelo como si hubieran bailado
juntos durante años, a pesar de la diferencia significativa en sus alturas. Al final
de la tarde, Simon la acompañó hasta la puerta de su habitación de hotel, dado
un casto beso en la mejilla y declinado la invitación de ella a entrar.

Obviamente, ella no era lo suficientemente sexy para conseguir que él se


acostara con ella. ¿O había algo más que lo detenía? No importaba. Después de
esta tarde, estaría de vuelta en un avión a San Francisco, fuera de su mundo.

Y todavía virgen.

Sylvia reapareció con dos vasos de agua, la condensación goteando por los
lados. Helen vació el primer vaso de una sola vez, antes de beber la mitad del
segundo.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Sylvia.

—Un poco —respondió Helen honestamente.

—La mayoría son agradables. Hay uno o dos que pueden ser un poco
quisquillosos, pero la mayoría de la junta es bastante razonable.

—Gracias. —Helen agradeció el esfuerzo de tranquilizarla.

—Su turno ahora, Srta. Winston —anunció un subordinado de traje a través de


la puerta abierta.

—Cierto. Deséame suerte. —Helen cuadró los hombros y se preparó para la


batalla.

***

Simon tomó la oportunidad de un descanso que le dieron las presentaciones


para estirar las piernas. Su cuerpo era como un resorte comprimido, y estar
99

sentado todo el día solo había agravado la presión. La noche anterior, bailando
Página

y sosteniendo a Helen contra él había sido la más exquisita tortura. Hacia el final
de la noche, había estado luchando contra un deseo tan fuerte que supo que no
tenía la fuerza para tomar las cosas tan lentamente como Helen necesitaba. Así
que en su lugar, se había marchado con un beso en la mejilla y dirigido a otra
ducha fría.

Ahora tenía otro dilema. Después de presionar a su junta para integrar en lugar
de destruir Bertram Industries, Helen no tendría una excusa oficial para
permanecer en Nueva York. Pero la idea de dejarla ir revolvía sus entrañas como
una licuadora.

Hablando de irse… Echo un vistazo a su teléfono todavía aferrada a su mano. Su


madre le había enviado un correo electrónico más temprano al que no sabía
cómo responder.

Querido Simon,

Tu padre ya se ha mudado.

La casa es demasiado grande para mí. ¿La quieres?

Adele Lamont

No “con amor, mamá”, solo su nombre. La casa no tenía ningún vínculo


emocional especial para él. Incluso pensando en ello ahora, un escalofrío lo
recorría, en lugar de un flujo de la calidez que normalmente se esperaría al
recordar la propia casa de su infancia.

Debería ir a ver a su madre, sentarse con ella y ayudarla a analizar sus opciones.
Envió un mensaje instantáneo a su ayudante para reservar un vuelo para la
noche del día siguiente. ¿Podría convencer a Helen de unirse a él? El calor que
debería haber llegado con el pensamiento de la casa lo envolvió ahora.

En ese momento, la puerta de la sala de juntas se abrió y él se quedó sin aliento.


Esperando a Helen, se sorprendió al principio por la mujer segura y sexy vestida
de rojo que estaba en la puerta y hacía balance de la habitación y sus
ocupantes. Cuando se dio cuenta de que la mujer era Helen, su corazón fue a
100

toda marcha.
Página
¡Maldito calor! La Valquiria de su primera reunión había llegado vestida y vuelto
a completar su conquista. Y ella parecía haber sorprendido al resto de la
habitación. Incluso Gerald Hunter, cerca de setenta años, parecía hipnotizado
por ella.

Ella evitó sus ojos y se dirigió a la parte delantera de la sala, esperando a que
todos tomaran sus asientos. Simon encontró su camino a su silla sin siquiera
apartar los ojos de ella. ¿Toda la persona virgen recatada había sido un disfraz
para distraerlo? Si era así, seguro como el infierno que había funcionado,
porque solo había examinado los informes recientes de Bertram Industries,
eligiendo en su lugar concentrarse en la enigmática ingeniera jefe.

Cuando la habitación se instaló, Helen comenzó su presentación, mirando a


cada miembro de la junta a los ojos, aunque evitó su mirada. Su voz sexy era
tanto un señuelo para unirse a su forma de pensar como sus palabras bien
pensadas. Polillas a una llama, y él estaba volando más rápido que todos.

Al principio, discutió el potencial retorno de la inversión que se podría lograr


mediante la inversión de capital en Bertram. Era casi todo lo que había leído en
su propuesta inicial en Russian River, con la adición de algunos hechos y cifras
que debió haber recogido de su personal. Simon miró alrededor de la sala y vio
un par de cabezas asintiendo en acuerdo. El resto aún seguía dispuesto a cortar
y desechar la empresa en lugar de reestructurar.

Helen debió haberse dado cuenta de la falta de convicción, porque entonces


transicionó a una discusión de cómo la integración de Bertram en Lamont
Holdings podría traer el mayor beneficio. Habló de la diversidad de las
capacidades del personal y la habilidad de abrir nuevas empresas y aumentar la
rentabilidad dentro de su cartera actual. Simon se inclinó hacia delante y
escudriñó las cifras e información que había visualizado en la pantalla.
Impresionante.

Cuando se abrió el turno de preguntas, se tomó un momento en la mayoría


para reunificar su buen juicio.

—Srta. Winston —comenzó John Cuthbert—, todo esto es muy buena


información, pero no aborda el problema por excelencia con empresas de
101

ingeniería. Inevitablemente, se quedan sin ideas. ¿Hay algo interesante en lo


que esté trabajando que tenga el potencial de llevar a la compañía a salir de la
Página

mediocridad?
—Sr. Cuthbert, estoy tan agradecida de que hiciera esa pregunta. —La sonrisa
que envió al anciano podría haber detenido su corazón. Ciertamente envió la
presión arterial de Simón a través del techo. Mezclado con el deseo puro que
corría por sus venas había admiración de que Helen también hubiera
investigado a los magnates que componían su junta.

Abrió una nueva presentación y recorrió los fundamentos de la idea de pila de


combustible aeronáutica que había esbozado en el papel unos días atrás.

—Y como saben, señores, los costos de combustible están en segundo lugar


solamente luego de la dotación de personal como el mayor gasto en el sector
de las aerolíneas. Sin embargo, con la tecnología actual, la reducción de la carga
de espacio y el incremento de peso de las pilas de combustible mitigan
cualquier ahorro. Si fuéramos capaces de desarrollar esta idea, la cual subrayo
que está en su infancia, las proyecciones de ROI que presenté anteriormente
serían sopladas al cielo, por usar una mala analogía. Bertram se convertiría en
un retorno de mil millones de dólares.

Esperó a que la enormidad de sus palabras penetrara.

—¿Hay alguna otra pregunta? —La inocencia de su declaración fue desmentida


por la actitud de “sigue adelante, atrévete a retarme” que mostró. Simon estaba
asombrado.

»Bueno, entonces, muchas gracias por su tiempo.

Con un guiño final para la junta, ella lo miró a los ojos por primera vez desde
que entró en la sala. Después de una sonrisa megavatios en su dirección, Helen
salió, dejando una sala llena de hombres aturdidos en su estela.

A medida que la puerta se cerraba detrás de ella, Gerald Hunter dejó escapar un
suspiro largo y ruidoso, que parecía ser el consenso general en la sala. Todos
ellos habían sido Helenizados.

***

—Bien hecho, Helen. Eso fue fabuloso —dijo Sylvia con entusiasmo mientras
Helen regresaba con piernas temblorosas a su oficina temporal—. Escuché
desde la puerta… estuviste fantástica.
102

Se dejó caer en la silla del escritorio.


Página
—Gracias. Treinta personas desesperadas por mantener sus puestos de trabajo
dependen de que la junta tome la decisión correcta.

—Estoy segura de que Simon los convencerá si tú no lo has hecho —respondió


Sylvia—. Oh, no he reservado un vuelo de vuelta para ti. ¿Quieres irte esta
noche o mañana por la mañana?

Un abismo se abrió en el interior de Helen y aspiró su corazón.

—No estoy seguro. Puede que vaya hasta el MIT y vea a mis antiguos
profesores. Puedo reservar mi propio vuelo a casa. Sé que tienes suficiente para
hacer, cuidando de Simon.

Sylvia le dio una sonrisa de complicidad.

—Hablando del diablo, tengo que irme ahora. La reunión de la junta debería
estar terminando en la próxima media hora y tengo que asegurarme de que
todos tienen sus autos esperando, y hacer frente a cualquier petición de última
hora. Están a cargo de múltiples imperios de miles de millones de dólares, pero
parece que no pueden llegar del punto A al punto B sin que alguien lo coordine
por ellos.

—Muy cierto. Gracias de nuevo, por toda tu ayuda.

—El gusto es mío. De hecho, mi novio me preguntó ayer si me habían


despedido. Creo que no he estado en casa dos noches seguidas antes de las
siete cuando Simon está en la ciudad. Tu presencia aquí ha sido genial.

Si Sylvia estaba dando a entender una revelación en cuanto a la naturaleza de la


relación de Helen con Simon, se llevaría una desilusión. Porque Helen no tenía
ni idea de si siquiera tenían una, o cómo clasificarla si la tenían.

—Simon trabaja demasiado duro. Espero que llegues a disfrutar más que él —
respondió Helen.

—Solo trabajo tarde en la oficina cuando él está en la ciudad. Viaja mucho, por
lo que puedo trabajar desde casa o salir temprano en esos días. Pero tengo que
irme ahora. Espero que lleguemos a reunirnos otra vez. —Sylvia agitó un adiós
desde la puerta.
103

La adrenalina que le había permitido ponerse de pie frente a un grupo de


hombres en un vestido de color rojo brillante que apenas cubría los elementos
Página

esenciales y retarlos a que encontraran defectos en su razonamiento se estaba


disipando. Esto, más el darse cuenta de que podría ser la última vez que viera a
Simon, la dejó drenada. Cruzó los brazos sobre la mesa y apoyó la cabeza en
estos.

—¿Helen? —La profunda voz de Simon rompió la ligera cabezada en la que


había caído. Parpadeó un par de veces para aliviar la sequedad de haber
sesteado mientras usaba los lentes de contacto. Trató de leer sus emociones,
pero tenía su rostro de robot. Tengo que encontrar ese interruptor. Él se sentó
en la silla frente al escritorio. Su lenguaje corporal era de negocios, no de placer.

—Entonces, ¿qué dijo la junta?

Él tragó saliva antes de contestar. Nunca era una buena señal.

—Estaban muy impresionados por tu presentación. Gerald Hunter recomendó


que te mudaras a Nueva York y te diera una posición ejecutiva.

Él esperó su reacción. La idea de estar cerca de Simon a diario tenía un inmenso


atractivo. Se recordó, sin embargo, que la razón por la que estaba en Nueva
York era para salvar los puestos de trabajo de sus amigos.

—¿Qué decidieron sobre Bertram Industries?

—A pesar de que presentaste muchos puntos válidos, el consenso general fue


que no era el momento adecuado para cambiar la forma de operar. Además,
con la compañía en la costa oeste, había cierta preocupación por mantener un
perfil corporativo consistente.

Helen intentó, realmente intentó, no tomar la decisión personalmente. Tal vez si


no hubiera estado tan distraída por Simon, si hubiera presentado perfiles
personales de las personas a las que ella estaba tratando de mantener
empleadas, hacer un llamamiento a sus corazones en lugar de sus carteras,
habría tenido éxito.

—¿Qué más? Puedo decir que estás reteniéndolo. —Si era algo sobre ella,
preferiría oírlo de Simon.

Él tragó de nuevo, y cuando se encontró con su mirada, pudo ver súplica en sus
ojos.
104

—Sintieron que tú eres el motor de Bertram Industries. Si te fueras para iniciar


tu propia empresa o te fueras con un competidor, entonces la compañía fallaría.
Página
No estaban dispuestos a arriesgar dinero en tu lealtad. Lo siento, sé que no es
justo.

—¿Pensaron que pasé por esa presentación solo por el gusto de hacerlo? Estoy
dedicada a esa empresa, a mis colegas. No voy a solo levantarme e irme. —
Dolor, ira, resentimiento; eran un caldero burbujeante de amargura en su
estómago. ¿Cómo Simon podría permitir que ocurriera esto?

—La gente cambia, Helen. Las circunstancias cambian. ¿Quién puede decir si no
conocerá a alguien que vive en el lado opuesto del país y te mudarás para estar
cerca de él? —Su voz se suavizó y por un segundo creyó ver una luz de
esperanza en sus ojos. Fue reemplazada rápidamente con su mirada robot.
Respiró profundamente—. La junta ha tomado su decisión. —El rostro de Simon
era impasible de nuevo, sin mostrar emoción o sentimientos personales.

—¿Cuál fue la votación?

Él vaciló tanto tiempo que no pensó que fuera a contestar.

—Cinco por la integración, seis en contra.

—Había doce personas en la habitación. ¿Por qué solo once votos?

—Me abstuve. —Lo dijo en voz tan baja que a Helen le tomó un minuto
procesar su declaración.

—¿Qué? —Ella se puso de pie—. He leído tu acta constitutiva. Tu voto cuenta


por dos en caso de empate. Si hubieras votado, podría haber pasado. —
Poniendo sus manos sobre el escritorio, se inclinó hacia adelante para
intensificar su mirada, esperando que él se redujera a un gusano.

Simon sostuvo su mirada por un momento antes de pasearla hasta la ventana.


Miró la concurrida calle de Manhattan por un par de minutos antes de girarse
hacia ella.

—Tuve que abstenerme. Tengo demasiado conflicto para tomar una decisión
racional. Cualquier voto que hiciera, habría sido una pérdida para mí.

Helen se movió a la parte delantera de la mesa y se sentó allí.


105

—No entiendo.

Simon se pasó una mano por el rostro y luego a través de su cabello—. Helen,
Página

hace una semana volé a San Francisco en un viaje de negocios de rutina,


sabiendo exactamente lo que quería en la vida y lo que esperaba lograr.
Entonces te conocí. Y desde el primer momento, desafiaste todos los aspectos
de mi ser y me hiciste cuestionarme lo que realmente quiero. No sé hacia dónde
va esta cosa entre nosotros, o incluso si sientes algo por mí en absoluto. Pero
no puedo poner en peligro el futuro de mi empresa, violar mi deber fiduciario a
mis accionistas, para salvar una relación que ni siquiera estoy seguro que hay.

»Considera mi posición. Si votaba en contra de la integración, entonces me


odiarías. Si votaba por tu propuesta, entonces regresarías a San Francisco y te
vería una vez al año o así cuando mi negocio me llevara allí, o que tú
encontraras una razón para venir a Nueva York. También sería tu jefe y tener
cualquier relación personal contigo sería inaceptable. Puede que pienses
muchas cosas de mí, pero no seré un hipócrita. No le prometeré a la junta que
permanecerás en Bertram cuando quiero hacer todo en mi poder para
convencerte de que te mudes a Nueva York. Por el amor de Dios, Helen, me
paré frente a mis compañeros y básicamente dije: “Miren, chicos, no puedo
votar porque todo en lo que puedo pensar es en besar a esa brillante mujer que
está justo aquí”. Y ni siquiera sé si todavía quieres besarme.

Estaba contenta por su admisión, pero no cambiaba el hecho de que treinta


personas estaban a punto de recibir sus cartas de despido.

Antes de que pudiera responder, él continuó:

—Es por eso que tengo una junta, así la lógica triunfa por encima de las
emociones.

—¿Es esa la forma en que vives tu vida, lógica sobre la emoción?

—Esa es la forma en que dirijo mi negocio. Hasta ahora, no había habido


ningún solapamiento.

Trató de aferrarse a la racionalidad de lo que estaba diciendo, pero la traición


dolía.

—Creo que ahí es donde nos diferenciamos. Creo que un negocio debería ser
acerca de las personas. Estás en esto por el dinero.

—Los dos no siempre son mutuamente excluyentes. No tomes esto como algo
106

personal, Helen. Es solo negocio.


Página

—Tal vez para ti. Para mí era muy personal.


—Sé eso. Y lo siento. —Parecía a punto de decir algo más, pero en lugar de eso
dio un vistazo a su reloj—. La junta se reúne para la cena a las siete. ¿Te gustaría
unirte a nosotros? —La invitación fue entregada sin emoción.

Esto era todo; todo había terminado. No podía sentarse en una cena con un
grupo de hombres estirados y pretender que su vida no había implosionado. Sin
sexo, sin trabajo, sin casa. Una tripleta de decepción.

—Gracias, pero pasaré.

—Helen… —Se pasó una mano por el cabello otra vez, y luego la dejó caer a su
lado.

—Por favor, agradece a tu personal por mí, especialmente a Sylvia. Todos han
sido excelentes. ¿Asumo que tu departamento de Recursos Humanos iniciará la
emisión de avisos de despido a los empleados de Bertram una vez que se
firmen los contratos definitivos? —Metió su papeleo en su bolsa, sin atreverse a
mirar a Simon. La mano de él cubrió la suya.

—Hablaré con mi departamento de Recursos Humanos y veré si hay alguna


manera de que podemos aumentar los paquetes de indemnización para el
personal de Bertram afectado sin que sirva de precedente peligroso. Y me
aseguraré de que todo el mundo reciba amplios servicios de recolocación.
Escribiré referencias personales si es necesario.

—Eso es generoso, gracias. —El nudo en la garganta le hacía difícil hablar. ¿Se
despedirían con un apretón de manos o con otro de sus besos?

Simon vaciló, sus ojos buscando los de ella. Se aclaró la garganta antes de
hablar, y cuando lo hizo fue apenas un susurro.

—Puede que Bertram haya terminado, pero nosotros no tenemos que hacerlo.
—La forma en que se quedó mirando sus labios no dejó ninguna duda en
cuanto a su significado.

—Pensé que habías perdido interés en eso. —Trató de encogerse de hombros


con indiferencia, pero sus hombros se congelaron en algún lugar cerca de las
orejas.
107

—No. Solo he estado tratando de lidiar con algunos problemas de control.

Antes de que pudiera preguntar, tiró suavemente de ella y la besó. Solo con sus
Página

labios tocándose, sintió el fuego por todas partes. Maldición, cuerpo traidor.
Cuando eventualmente se separaron, ella dijo:

—Pensaba que tenías una política estricta sobre el comportamiento adecuado


en la oficina.

—Soy el jefe. Puedo romper las reglas que hago ocasionalmente.

—No parece justo.

—El negocio no siempre es justo.

—Eso he aprendido.

Él se inclinó para otro beso, pero con el sonido de voces en el pasillo se retiró.

—Tengo que ir a cenar. Por favor, ¿te reunirás conmigo para tomar una copa en
el bar del hotel después?

La parte lógica de su cerebro le dijo que rechazara. Dejarlo aquí, ahora, sería la
opción más fácil. La opción inteligente. El corazón le gritaba lo contrario.

—No lo sé. Tengo que pensar un poco qué hacer. Mándame un mensaje
cuando hayas terminado la cena.

Agarró su bolso y mantuvo la cabeza baja para que no viera las lágrimas
reuniéndose en sus ojos.

—Si no te veo de nuevo, gracias por, bueno, ya sabes…

—Helen… —Su voz sonaba como si estuviera siendo estrangulado. Ella no le dio
la oportunidad de terminar la frase. Tenía que salir antes de perderse por
completo.

Agarrando su bolso, huyó de la oficina, casi tirando a uno de los miembros de la


junta en su prisa. Mientras las puertas del ascensor se cerraban, levantó la vista
a tiempo para ver a Simon de pie en el pasillo luciendo como si hubiera perdido
su imperio. Entonces, John Cuthbert se acercó a él y su máscara de hombre de
negocios se deslizó de nuevo en su lugar.

Todo no era totalmente increíble…


108
Página
Capítulo 10

C
álmate y trata de pensar. Eres un ingeniero de diseño, por el amor de
Dios. El análisis lógico es lo tuyo. O al menos lo era. Ahora todo era AS:
Antes de Simon.

Helen miró por la ventana de su habitación de hotel. Al nivel de la calle, Nueva


York bullía como solo Nueva York podía hacerlo. La gente seguía con sus vidas
—dirigiéndose a cenar, o a un espectáculo de Broadway, o a casa con sus seres
queridos— mientras ella trataba de luchar a brazo partido con el retroceso de
hoy. De alguna manera, había pensado que Simon la respaldaría, que votaría
por su propuesta y convencería al resto de su directiva de hacer lo mismo.
Excepto que él nunca le había prometido eso. De hecho, todo lo que le había
prometido era darle la oportunidad de hablar con sus compañeros de trabajo.
¿Realmente podía esperar que cambiara la forma en que hacía negocios
después de solo una semana? Sí, claro, gritó su corazón.

Tenía que dar un paso atrás y considerar la experiencia como un experimento


fallido. ¿Que había aprendido? Que Simón era un hombre de negocios que no
dejaba que la emoción se interpusiera en el camino de la ganancia. Ya sabía eso.
Pero también sabía que en el fondo era una persona bondadosa, cariñosa. Solo
tomaría más tiempo para traer a ese hombre a la superficie. Tiempo que no
tenía.

Por encima de todo, sin embargo, sabía que se preocupaba por él más que por
cualquier otro hombre que hubiera conocido. La hacía sentir especial, hermosa,
sexy. Ño deseaba. Sufría por él. Oh, Dios, lo amo. Cayó en la silla cercana ante la
comprensión de que había dejado que las cosas se salieran de control. Abrió
una pequeña botella de whisky del minibar.

Entonces, Simon había puesto los negocios antes que el placer personal, pero
¿no estaba haciendo ella lo mismo? ¿Estaba desperdiciando una oportunidad de
ser feliz porque él no había salvado su empresa? ¿Había dicho básicamente:
109

“Solo puedes tenerme si salvas a Bertram”? Todavía tenía un poco de tiempo


para trabajar en algo para sus colegas. Podía solo tener esta noche con Simon.
Página

Su teléfono zumbó con un mensaje de texto entrante.


La cena se terminó. En mi camino de regreso al hotel.

Sus dedos flotaban sobre las teclas. Mariposas tomaron vuelo en su estómago y
tuvo que secarse las manos sobre su vestido.

Puede que Bertram haya terminado, pero nosotros no tenemos que hacerlo.

Había dicho que quería convencerla de trasladarse a Nueva York, que ella le
había hecho cuestionarse lo quería en la vida. Obviamente, ella no era más
importante que el trato. Todavía. ¿Pero dado un poco más de tiempo podría
llegar a ser eso? Tal vez tenían un futuro juntos. Tal vez no. Tenían esta noche.

Apaciguó las mariposas con un trago de whisky del minibar. Sus pulgares
estaban estables al tiempo que respondía.

Ven a mi habitación cuando vuelvas.

Se sentó en la cama de hotel y esperó a Simon. Pasaron los minutos y las


mariposas resucitaron por sí mismas. ¿Había hecho lo correcto al pedirle que
fuera a su habitación? Incluso en su estado virginal, una invitación a una
habitación de hotel significaba una cosa: sexo. Él era capaz de separar su vida
profesional y personal; ella tendría que tratar de hacer lo mismo. Solo porque
hubiera perdido una batalla no significaba que tuviera que renunciar a la otra.

Un golpe en la puerta interrumpió su meditación. Ahora era demasiado tarde


para dudas. Cuando abrió la puerta, toda duda huyó. Todavía llevaba su traje,
pero la corbata había desaparecido y había desabrochado los dos primeros
botones de su camisa. Al menos uno de ellos no estaba carente de atractivo
sexual.

Cerró la puerta detrás de él y luego se apoyó en esta.

—¿Has tomado una decisión?

—Sí. —Ella continuó mirando fijamente, dejando que sus ojos lo devoraran.

—Helen, si lo que deseas es solo hablar, ¿podemos mover esta discusión al bar
o a algún lugar público? Tú, en las proximidades de una cama, mirándome así,
está causando estragos en mi capacidad de pensar.
110

Ella tragó. Era ahora o nunca.

—No quiero hablar.


Página
—Entonces bésame, Helen, antes de que explote.

—¿Estamos jugando ahora a Simon Dice?

—No estamos jugando. Además, todo vale en el amor y en la guerra.

Ella apoyó los labios contra los suyos, sus respiraciones mezclándose.

—¿Y que es esto? —Sin esperar su respuesta, ella lo besó, mitad ira por los
resultados del día, mitad tristeza porque esta podría ser la última cosa que
compartieran.

En cuestión de segundos, las razones y sentimientos detrás del beso se


disolvieron, reemplazados por la pasión.

—Tócame —dijo ella, apartando sus labios de los suyos.

Las palabras apenas habían salido de su boca antes de que sus manos
estuvieran sobre ella, ligeramente al principio. Cuando ella gimió de placer,
Simon aplicó un poco más de presión, moviéndose sobre su espalda, jalándola
contra él.

—Helen, ¿esto es lo que quieres? —Sus dientes mordisqueaban su oreja antes


de arrastrar besos por su cuello hasta el hombro.

—Sí, creo que estoy lista. —Estaba lista para que él la amara.

Él levantó la cabeza y miró sus ojos.

—Si cambias de opinión en cualquier momento, me detendré. Puede que me


mate, pero me detendré.

Su garganta estaba demasiado apretada para responder. A él debía importarle


ella, aunque fuera un poco, para poner sus necesidades por encima de las suyas.
Ella jaló su cabeza y lo besó, mostrándole con sus labios lo mucho que deseaba
esto, que lo deseaba a él.

La hizo retroceder lentamente hacia la habitación, deteniéndose cuando ella


llegó a la cama. Ella tomó una respiración profunda, tratando de evitar un
ataque de pánico mientras sus piernas golpeaban el mobiliario. En lugar de
empujarla hacia abajo, cambió sus posiciones así él estaba contra el colchón.
111

Finalmente, liberando sus labios, su mirada buscó la de ella, su mano


acariciando suavemente su rostro.
Página
—Quítame la ropa —susurró él con voz ronca.

Ella puso las manos sobre su pecho, deslizándolas bajo las solapas de su
chaqueta.

—Siempre pensé que los ingleses eran muy educados. Eres muy mandón. —Ella
empujó la chaqueta por sus hombros, atrapando sus brazos.

—Por favor —dijo él, sus ojos brillando. Había pasión, pero algo más en la
profundidad de su mirada. Antes de que su mente empezara a evocar razones
para esa mirada, se obligó a concentrarse en la tarea en mano.

—Bueno, cuando lo pides tan agradablemente… —Le quitó la chaqueta y se


puso a trabajar en los restantes botones de su camisa. Cuando todos estuvieron
desabrochados, ella vaciló.

—¿Quieres detenerte? —La profunda voz de Simon parecía salir de una niebla.

Ella sacudió su cabeza.

—No, solo estoy… nunca he llegado más allá de esto en mi mente.

Él asintió y tomó sus manos entre las suyas, guiándolas a la hebilla de su


cinturón. Sus ojos sostenían los de ella mientras sus dedos desabrochaban sus
pantalones. Ella rozó su erección y se habría retirado si él no hubiera sostenido
sus muñecas.

—Soy todo tuyo para jugar. Haz lo que quieras.

Alentada por su declaración, ella pasó las manos sobre su pecho desnudo, por
su torso hasta el elástico de sus bóxers. Sus músculos se tensaron y
estremecieron bajo su toque, pero él no hizo ningún movimiento para agarrarla
o quitarle la ropa.

—¿Lista para más? —La voz de él era tensa, su respiración rápida y superficial.
Donde su mano descansaba contra su pecho, podía sentir el rápido latido de su
corazón.

Ella asintió en silencio. Con el corazón en la boca, hablar era imposible.

Simon dejó que sus pantalones cayeran al suelo. Les dio una patada lejos y se
112

quitó los calcetines y zapatos también. Se puso de pie ante ella, su erección
luchando contra su ropa interior. Ella se humedeció los labios.
Página
—Esa es la idea, pruébame —susurró él. Ella pasó sus labios sobre su pecho. Él
tomó una respiración aguda mientras ella jugueteaba con sus pezones con la
lengua.

—¿Bueno? —Besó un camino por su cuello hasta debajo de su oreja. Sus manos
estaban corriendo arriba y abajo sin descanso por su espalda, como si fuera pel
quien no sabía qué hacer.

—Fabulosa. Eres increíble. ¿Aunque no tienes un poco de calor con toda esa
ropa puesta?

Ella se congeló. Sus manos alcanzaron las de ella y esperó hasta que sus ojos se
encontraron con los suyos de nuevo.

—Todo depende de ti, Helen. —Sus ojos verdes eran sinceros, preocupados,
cariñosos. ¿Amorosos?

—¿Me ayudas con la cremallera? —Ella se volvió y tomó respiraciones


profundas mientras él bajaba la cremallera de la parte posterior de su vestido.
Tan pronto como esta alcanzó la parte inferior, él quitó sus manos, esperando
que se diera la vuelta otra vez.

—Tienes que quitártelo. No quiero ningún recuerdo que obstaculice tu


progreso. —Su tono era calmo, pero ella podía ver el férreo control que estaba
ejerciendo. Sus ojos ardían de pasión; su mano se sacudió cuando colocó un
mechón de cabello detrás de su oreja.

Ella dejó caer los hombros, sacó los brazos de las mangas y lo dejó caer al suelo.
Incluso antes de que hubiera terminado de arremolinarse a sus pies, sus manos
volaron para cubrir su cuerpo.

Una vez más, Simon esperó. Ella obligó a que sus manos volvieran a sus
costados. El calor que normalmente invadía sus mejillas esta vez se extendió
hacia abajo, cubriendo su piel en un ligero rubor. Estaba muy contenta de que
Lorelei la hubiera convencido de comprar ropa interior nueva. El sujetador de
encaje azul marino y bragas a juego al menos le daban un aspecto atractivo,
incluso si lo que sentía por dentro era torpe y juvenil.

—Eres tan hermosa. —Probablemente era el comentario estándar que hacía un


113

hombre cuando veía a una mujer en ropa interior. Pero él se las arregló para
que sonara genuino.
Página
—Tú tampoco estás mal. Debes ejercitarte mucho. —Helen miró sus músculos,
tratando de pretender que era un hecho cotidiano para ella estar de pie en ropa
interior con un hombre igualmente ligero de ropa.

—Logro usar el gimnasio del hotel. Tiene buen equipamiento.

—¿Cuándo encuentras el tiempo?

—No duermo mucho. Cinco horas por noche si tengo suerte. Así que ejercito a
las cuatro de la mañana. De esa forma, tengo el lugar para mí, a menos que
haya un huésped del hotel de una zona horaria lejana que no pueda dormir
tampoco.

—También tengo problemas para dormir.

—Podría ser frustración acumulada. Vamos a ver si podemos aliviar algo de eso.

—Estoy a favor de formas libres de drogas para dormir mejor —dijo antes de
que sus labios tomaran los de ella una vez más en un beso apasionado.

Él puso una mano en su espalda desnuda, acercándola hacia él hasta que sus
cuerpos estuvieron en pleno contacto. Su otra mano descansaba sobre su
pecho, quieta al principio hasta que ella se derritió contra él. Entonces su pulgar
frotó su apretado pezón, el cual se tensó contra la barrera de tela,
conduciéndola a un frenesí.

—Quiero probarte —susurró él en su oído—. ¿Puedes quitarte tu sujetador?

Ella estiró sus brazos y desató los ganchos y dejó que los tirantes cayeran de sus
brazos antes de que el sujetador se deslizara hasta el suelo con su vestido.
Simon levantó una mano, luego esperó a que ella agarrara su muñeca y la
moviera hacia su piel desnuda. Ella tomó una respiración profunda mientras él la
tocaba, exhalando un gemido.

—¿Estás bien?

Ella apenas reconoció su voz de lo tensa que estaba. Asintió en silencio y él se


sentó en la cama y la empujó entre sus piernas. Su cabeza estaba ahora a la
altura de sus pechos, y él reemplazó una mano con su boca.
114

—Bueno —dijo ella sin aliento mientras él chupaba, lamía y mordisqueaba su


pecho hasta que pensó que iba a desmayarse—. Oh, tan, bueno. —No tenía ni
Página

idea de que las sensaciones abrumarían su miedo hasta tal punto. Quería más.
Quería todo. Pero todavía no podía imaginarse haciendo esto con alguien más
que no fuera Simon. Cuando él apartó sus labios, ella apretó sus manos en la
parte posterior de su cabeza.

—Es justo darle un poco de atención al otro. No quiero incitar celos. —Su
mirada se encontró brevemente con la de ella antes de que su cabeza
descendiera de nuevo. Sus ojos le decían que él había descubierto el más
asombroso tesoro de la historia.

Le dio al otro pecho el mismo tratamiento, su mano reemplazando sus labios en


el primero, amasando y apretando y conduciéndola hasta el borde del olvido.

Cuando sus dedos se movieron sobre su bajo vientre y luego se sumergieron en


el interior del elástico de sus bragas, ella saltó hacia atrás. Su respiración estaba
al límite de la hiperventilación, y por un segundo todo lo que vio fueron puntos
negros.

Cuando su rostro finalmente entró en foco era duro, sin emoción, como si ella
lo hubiera enfurecido.

—Lo siento —murmuró ella.

—No, debería haberte dicho que iba a tocarte allí. Me temo que solo me ha
quedado una neurona funcionando. Todas las demás están perdidas en el
éxtasis de este momento. No estaba preparado para lo increíble que sería esto
contigo. —Él atrapó un par de respiraciones profundas.

—¿No estás enojado?

Se puso de pie, tomó su mano y la atrajo hacia él, apoyando su mejilla en la


parte superior de su cabeza. Podía sentir su corazón acelerado y también sentir
su preocupación.

—Nunca enojado. Solo puedo imaginar lo difícil que es esto para ti. ¿Estás bien
para continuar?

—Sí, solo tengo una pregunta.

Él rio entre dientes.


115

—¿Cuál es?

—¿Es normal que sea así de intenso? Quiero decir, pensé que iba a desmayarme
Página

cuando me tocaste…
—Es así de intenso cuando es realmente bueno. Y lo admitiré, no estaba
esperando que fuera así de bueno. ¿Te das cuenta de lo increíble que eres? —Él
se retiró un poco y apoyó su frente en la suya. Ambos observaron mientras su
dedo índice trazaba un camino alrededor de un pezón tenso, rodeándolo, luego
al otro, creando una hormigueante estela de anticipación nerviosa. Después de
una tranquila circunnavegación, él movió su dedo entre sus pechos y por su
estómago. Rodeó su ombligo, deteniéndose en la parte inferior. Luego, en
pequeños movimientos se deslizó hacia abajo a la parte superior de sus bragas.
Los músculos de su estómago se estremecieron y se apretaron.

—Es hora de que estas se vayan —susurró él antes de tomar sus labios en un
beso ardiente, a la vez que su dedo trazaba la parte superior de sus bragas de
encaje.

Ella aflojó sus manos desde donde se aferraban a su espalda en apoyo. Con un
rápido movimiento, se quitó la ropa interior antes de que su cerebro pudiera
analizar la idea y desencadenar un ataque de pánico.

Sin la barrera de tela para detenerlo, sus dedos se deslizaron entre sus piernas,
encontrando su punto más sensible. Sus rodillas se doblaron y se aferró a él.

—No puedo soportarlo —jadeó ella.

Él levantó la cabeza desde donde sus labios habían estado jugueteando con sus
pechos.

—¿No puedes soportarlo? ¿O no quieres que continúe?

—Estar parada, no puede hacerlo. Piernas no funcionan —se las arregló para
decir. Su cabeza estaba echada hacia atrás y sus rodillas se habían vuelto
completamente de gelatina.

Con soltura, Simon giró, sacó la colcha de la cama, la levantó y la colocó


suavemente en el centro del colchón.

—Voy a inclinarme sobre ti y darme un festín con tu cuerpo. Si comienzas a


entrar en pánico, tira de mi cabello. Mi corazón está latiendo tan fuerte en mis
oídos que no estoy seguro de que vaya a escucharte. —Se puso de pie sobre la
cama, su cuerpo brillante con el sudor, sus ojos ardiendo con pasión. Ella
116

debería haber atenuado las luces, pero de alguna manera, ver todo lo que
estaba ocurriendo, saber que era Simon y no él, estaba ayudando a mantener a
Página

sus demonios a raya.


Asintió y él se acomodó a su lado en la cama. Al principio, su toque fue ligero
como una pluma, dejando que se acostumbrara a ser acariciada. A medida que
sus músculos temblaban y se apretaban debajo de sus dedos, se volvió más
audaz. Sus labios y manos exploraron cada zona erógena que ella poseía, y
algunas que ni siquiera sabía que tenía. Ella abrió los ojos, trató de concentrarse
en la habitación, permanecer en el momento, pero las olas de sensación que se
acumularon en su cuerpo eran demasiado fuertes, arrastrándola debajo.

—¡Simón! —gritó mientras su cuerpo se balanceaba en el borde del control.

—Déjalo ir, Helen. Deja que el placer te tome —dijo, su voz llena de pasión.

Ola tras ola de éxtasis la envolvió. Sus manos se apretaron en su espalda con
tanta fuerza, aunque ella no podía soltarlo. Y aun así él la tocaba y la saboreaba
hasta que una última oleada de electricidad la hizo incorporarse de golpe,
desalojando su boca de su pecho izquierdo.

Una sonrisa de triunfo arrugó su rostro y la besó mientras ella regresaba


suavemente a la tierra.

—Yo… nosotros… tú. Lo he hecho mal —gimió cuando al fin pudo formar las
palabras.

—Hiciste exactamente lo correcto —dijo Simon. Él envolvió sus brazos


alrededor de ella y esperó a que su respiración volviera a la normalidad. En sus
brazos se sentía segura, a salvo, pero había un paso más. Había tenido su
primer orgasmo, pero todavía era técnicamente una virgen. Simon acarició su
cabello, dándole todo el tiempo que necesitara. Podía sentir su erección dura
como una piedra contra su muslo. Era hora; había llegado tan lejos.

—¿Qué sigue? —murmuró ella contra su pecho, insegura de nuevo.

Le levantó su rostro hacia él y la besó con ternura antes de rodar lejos de ella.
Bajando la mano, sacó su billetera del pantalón y extrajo un pequeño paquete
de aluminio. Lo puso en la mesita de noche.

—He tenido mi diversión. Es hora de que tengas tu turno.

—¿Eso fue divertido para ti?


117

—Absolutamente. Logré experimentar la reacción de tu cuerpo a cada toque


mío. Es potente. Ahora es tu turno. —Con un hábil movimiento, se quitó la ropa
Página

interior, su erección parada con orgullo lejos de su cuerpo.


—¿Por dónde empiezo? —No podía apartar sus ojos de él. Era bastante más
grande de lo que esperaba.

—Donde quieras… oh, sí… —terminó él cuando ella lo agarró y pasó los dedos
en un círculo desde la punta hasta la empuñadura. Alentada por su respuesta,
lamió y besó y pasó sus manos por su cuerpo, deteniéndose en aquellos puntos
que provocaban la mayor reacción. Todavía estaba buscando su botón de robot
cuando él agarró ambas muñecas, tirando de ella hacia arriba.

—Me queda un microhilo de control, Helen. Necesito estar dentro de ti.

Agarró el condón revestido en papel de aluminio de la mesita de noche y se lo


entregó a ella. Sus dedos se enredaron con el paquete, finalmente extrayéndolo
de la envoltura. Si su cerebro estuviera funcionando, probablemente podría
diseñar algo más fácil para abrir en el calor de la pasión. Sus manos cubrieron
las suyas, y él la ayudó a envolverlo en la apretada protección.

Ella sonrió. Era emocionante llevarlo al límite. La guió hasta que ella se sentó a
horcajadas sobre él, sus ojos encontrándose, su mirada animándola. Ella se
quedó sin aliento cuando se deslizó dentro de ella. La tensión que había
experimentado anteriormente comenzó de nuevo. Se sentó sobre él, centímetro
a centímetro, observando su rostro. Su respiración estaba viniendo en jadeos
cortos y su corazón latía contra su palma como si él estuviera corriendo una
maratón.

—Lo siento, esto va a dolerte —dijo él mientras ella se encontraba con una
barrera para un mayor progreso. Sin vacilar, ella llevó el resto de su cuerpo a su
interior. La punzada aguda de dolor fue pronto reemplazada con una sensación
de asombro. Él la llenó y ella estaba completa; ya no era una niña atrapada en el
miedo. Sus manos se movieron a su costado, sus pulgares frotando sus pezones
sensibilizados. Durante todo el tiempo, los ojos de él estaban memorizando su
rostro.

—¿Estás bien? —Su voz era tan ronca que apenas podía entenderlo. Su mano se
deslizó desde su pecho hasta detrás de su cuello, tirando de ella hacia abajo
para recibir su beso. Un beso tan dulce, tan tierno que casi lloró. Él latía dentro
de ella, cada contracción provocando otra cascada de maravilla. Aun así él
118

esperó, permitiendo que su cuerpo tomara tiempo para adaptarse a él.

Él liberó sus labios y ella lo miró a los ojos. Aparte de deseo, había algo más que
Página

brillaba en su mirada. Ella tragó.


—Estoy bien, mejor que bien. Increíble —dijo, con voz ronca.

— Cuando estés lista, mueve tus caderas arriba… —Lo que fuera que él iba a
añadir como indicación fue interrumpido por su rápida ingesta de aire mientras
ella empezaba a moverse sobre él. Sus ojos se encontraron con los suyos
mientras variaba sus movimientos, a veces rápidos, otras veces moviéndose
centímetro tras exquisito centímetro. El vórtice en espiral de placer se construyó
de nuevo en su interior hasta que el antiguo ritmo se hizo cargo y todo lo que
ella podía hacer era sentir.

—No puede aguantarlo… —dijo Simón entre dientes. Él agarró sus caderas y
empujó hasta que se puso duro como una roca en su interior. Un segundo más
tarde, ella lo siguió en el vuelo.

***

El latido del corazón de Simon volvió lentamente a la normalidad. Su mano


derecha corría por el cabello de Helen, bajaba por la espalda hasta su buen culo,
y de regreso hacia arriba otra vez. Su mano izquierda tenía un agarre de muerte
en la cama, anclándolo a la realidad. Cada poro de su cuerpo estaba lleno de
Helen. Él nunca sería el mismo otra vez. No quería serlo.

Ella se agitó y levantó sus llorosos ojos hasta los suyos. Su corazón se quebró
ante su dolor. Lo había hecho, herirla. Sus cuerpos todavía estaban conectados.
Ella se apretó rítmicamente alrededor de él y su cuerpo respondió de regreso.

—Cariño —fue todo lo que alcanzó a decir, con la boca seca.

—Gracias. —Ella pronunció las palabras.

—¿Estás bien? Lamento que fuera doloroso. Se pone mejor.

Una lágrima escapó de su ojo izquierdo y él la limpió con su pulgar. Ella le dio
una sonrisa temblorosa.

—¿Se pone mejor?

Él se rio de la incredulidad en su rostro.

—Bueno, no para mí. Estuviste exquisita. En un par de días deberías ser capaz
119

de hacer el amor sin ningún tipo de dolor. —Su cerebro se congeló y se cerró.
En un par de días estaría fuera de su vida. El siguiente hombre que le hiciera el
Página

amor no sería él.


»Helen, tenemos un problema.

Un ceño fruncido inundó su frente; el pulgar con el que había capturado la


lágrima ahora aliviaba los surcos en su frente.

—¿Qué problema?

—No puedo dejarte ir.

—¿Qué quieres decir? —Sus ojos buscaron los suyos.

—Quiero decir, no puedo dejar que tomes un avión mañana y vuelvas a San
Francisco sin saber cuándo te veré de nuevo. —Su pecho se apretó
dolorosamente con solo pensar en decir adiós.

—No puedo quedarme en Nueva York. —Su voz era plana, como si estuviera
tratando de mantener el control de algunas inestables emociones también.

—Ven a Reino Unido conmigo. —Maldita sea, deseaba que su cerebro se


reiniciara. Sonaba desesperado, fuera de control.

—¿A Reino Unido? —Ella se incorporó y se alejó de él. Otra flecha de placer le
atravesó el cerebro mientras se deslizaba fuera de ella, trayendo a funcionar el
retorno del pensamiento racional.

—Estoy haciendo un completo revuelo de esto. Solo un minuto, déjame


deshacerme del condón. —Él salió de la cama y se dirigió al cuarto de baño.

Cuando regresó, Helen llevaba una bata de seda y estaba sentada en la cama
contra la cabecera de la cama, con las rodillas contra su pecho, una mano
juntando las solapas. Parecía perdida.

Encontró sus bóxers en el suelo y se los puso, sin apartar los ojos del su rostro.

Sentándose a su lado en la cama, quería tomarla en sus brazos, pero ella tenía
sus paredes defensivas levantadas de nuevo.

—Helen… —Él esperó hasta que ella lo mirara—. ¿Tienes que volver a San
Francisco ahora mismo?

—No —susurró.
120

—¿Vendrás a Inglaterra conmigo mañana por la noche? Necesito tratar con la


pequeña emergencia familiar que retrasó nuestra reunión la semana pasada.
Página

Podrías conocer a mi madre y podríamos… pasar más tiempo juntos.


Ella parecía desgarrada.

—Hay mucho más al hacer el amor que podría enseñarte —dijo él.

—Lo pensaré. Había planeado ir a Boston mañana y ponerme al día con mis
profesores de MIT. Nos encontraremos en el aeropuerto y, o bien volaré contigo
al Reino Unido o regresaré a San Francisco.

Simon tragó su decepción. Iba a tomar un esfuerzo épico concentrarse en el


trabajo mañana, sin saber si vería a Helen de nuevo o no, llegar a sostenerla,
besarla, descubrir sus secretos. La única cosa era pasar la mayor parte del
tiempo que tenía ahora.

—¿Puedo pasar la noche aquí? ¿Sostenerte y escucharte respirar?

Ella le dio una de sus sonrisas megavatios.

—Me gustaría eso. —Ella se deslizó de la cama y se dirigió al baño. Su mujer. Su


amor.

¡Mierda! Eso era un hecho para el que no tenía un plan de contingencia. ¿Cómo
diablos voy a negociar esta unión?

121
Página
Capítulo 11

S
imon apretaba sus manos y se paseaba de un lado a otro. Cada anuncio
de altavoz de que otro vuelo estaba a punto de partir lo llevaba más
cerca de la locura. Su avión a Londres ya había empezado a abordar y
Helen no había aparecido. Le había enviado un mensaje más de una hora atrás
para decir que su vuelo de Boston estaba retrasado, pero sin ninguna indicación
de su destino final. Miró su reloj de nuevo. Veinte minutos y la puerta se
cerraría. Su corazón podría no lograrlo.

Dejó de caminar para mirar a los otros pasajeros en la fila de abordaje: viajeros
de negocios regresando a casa, turistas emocionados, padres con niños
temiendo las largas horas en un espacio confinado. Y él, un pirata desesperado
a punto de explotar si su mujer no aparecía en los próximos diez minutos.

Su teléfono sonó y respondió sin comprobar la pantalla de llamadas, rezando


que fuera Helen.

—Sr. Lamont, soy Dustin Edwards. Soy el abogado que está trabajando en la
adquisición de Bertram Industries. He descubierto algo que puede ser un
potencial problema …

—Siento hacerte hecho esperar. Podrías haber abordado, disfrutado de una


copa de champán… —La sexy voz de Helen detrás de él casi hizo que sus
rodillas se doblaran. Canceló la llamada telefónica sin siquiera responder. Antes
de girar, se tomó un segundo para educar sus facciones en una contenta y
relajada expresión. Ella había estado bastante inquieta anoche cuando él le
había dicho que no podía dejarla ir. Si hubiera visto el intenso alivio que
experimentó cuando escuchó su voz, podría haber corrido.

—No estaba seguro de que vendrías.

—Para ser honesta, yo tampoco lo estaba. —Tomó su mano y lo arrastró a la


puerta, donde la tripulación de la aerolínea esperaba para comprobar sus pases
122

de abordaje.

Mientras se acomodaban en sus asientos de primera clase, Helen se giró hacia


Página

él.
—Entonces, ¿cómo estuvo tu día? —preguntó, como si fueran meros conocidos
de negocios y no hubieran compartido el encuentro sexual más alucinante que
Simon había experimentado.

Helen aún había estado dormida cuando él logró salir de su cama a las siete de
la mañana, dos horas más tarde de lo que se levantaba normalmente. Había
llegado tarde a su reunión de la mañana y no se había puesto al corriente en
todo el día. Su reputación por ser puntual y preparado se había convertido en
humo. Incluso Sylvia había parecido aturdida por su constante distracción,
teniendo que preguntarle varias veces sobre las decisiones más mundanas.

No tenía idea de lo que se había discutido en ninguna de las reuniones a las


que había asistido. Recordó pedirle a uno de los ejecutivos que le preparara un
sumario para leerlo más tarde, delatando su falta de atención. Como siempre
había temido, la emoción estaba distrayéndolo del trabajo. Aun así no cambiaría
los eventos de la semana pasada por todo el éxito del mundo. De hecho, ahora
estaba considerando ofrecerle a Edward Halliday el negocio de su vida. No solo
el otro hombre lo había salvado del matrimonio con Lisa, también había llevado
a Simon hacia Helen inadvertidamente.

—¿Mi día? Comenzó excelente, luego fue cuesta abajo desde ahí. —Vio un
rubor rosa en su piel, en alusión a la vigilia con ella en sus brazos—. ¿Cómo
estuvo el tuyo?

—Oh, estuvo genial. Vi a tres de mis profesores y a una compañera de clase.


Decidió seguir un camino de carrera académica y está esperando ejercerla el
próximo año.

La azafata repasó la demostración de seguridad antes de comprobar que sus


cinturones de seguridad estuvieran sujetos. Helen se acercó y él tendió su mano
mientras los motores aceleraban para el despegue. Ese pequeño e íntimo gesto
derritió la tensión que lo había mantenido cautivo todo el día. Él le lanzó una
sonrisa conspirativa y se relajó en su asiento. Tenía un fin de semana para
averiguar cómo iba a mantenerla en su vida.

—Simon. —Se giró para encontrarla mirándolo con compasión en sus ojos—.
¿Puedo hacerte una pregunta personal?
123

—Hemos compartido una cama. Puedes hacerme tantas preguntas personales


como quieras —respondió. Ella se sonrojó de nuevo. Dios, amaba verla
Página

sonrojarse, especialmente cuando podía ver la fusión de color fluir por todo su
cuerpo. Esperaba que ella nunca llegara a hastiarse hasta el punto de no
mostrar sus emociones.

—¿Cuál es el problema familiar que vas a resolver?

Él tomó una respiración profunda.

—Mi madre me llamó en su trigésimo quinto aniversario de boda para decirme


que mi padre le había anunciado durante el desayuno que la dejaría para vivir
con su amante de treinta años.

—Tu pobre madre, debe estar devastada. ¿Tenía alguna idea de que tu padre
tuvo una amante todo este tiempo?

—No sé. Fue un shock para mí. Siempre había mirado a mi padre, admirado su
dedicación a su trabajo y su familia. Descubrir que todo era una farsa, bueno,
todavía no lo comprendo. Ahora mi madre no sabe qué hacer con la casa. Así
que he venido para ayudarla a ordenar sus opciones.

Helen soltó su cinturón de seguridad y puso su mano en su mejilla antes de


inclinarse por un beso.

—Lamento escuchar que tus padres se han separado —susurró contra sus
labios.

Trató de contener la pasión que lo inundó a través de él ante el toque de sus


labios en los de él. Le tomó cada gramo de autocontrol que le quedaba para no
profundizar el abrazo y avergonzar a ambos en una aerolínea comercial. No
creía que ella estuviera lista para unirse al mile-high club4.

—Mi turno —dijo cuando ella se sentó de vuelta en su asiento.

—¿Tu turno de qué, besarme?

—Cuando estemos solos. La forma en que quiero besarte nos prohibirá utilizar
esta aerolínea de nuevo. Mi turno para hacer una pregunta personal.

Ella quitó la mano de él y la colocó contra su cuello. Él quería estar ahí cuando
ella ya no sintiera la necesidad de ir a la defensiva.

¿Estaba escondiendo algo de él?


124
Página

4
Mile-high club: término utilizado para referirse a las personas que han tenido sexo en un
avión durante un vuelo, siempre que haya sido a más de una milla de altitud.
***

La azafata les ofreció otra bebida, y Helen tomó ventaja de la interrupción para
ordenar sus pensamientos. ¿Y si le preguntaba cómo se sentía acerca de él?
¿Debería solo soltar que se había enamorado de él? Al menos en el aire él no
podría ir muy lejos. Pero ella todavía estaba ajustándose a los sentimientos,
insegura de si podía confiar su corazón.

Incluso al bajar del avión de Boston, no había decidido a qué línea de seguridad
iba a entrar, doméstica o internacional. Enamorarse de Simon no había sido
parte del plan original de experimentación. No tenía control, ninguna manera
de medir el efecto acumulativo que estar cerca de él tendría en su eventual
tiempo de recuperación. Solo podía terminar en desastre. Sin embargo, el
atractivo de pasar incluso un par de días más con él era demasiado para resistir.
Podría tomarle años superar el dolor de su separación, pero tendría los
recuerdos de sus noches juntos para evitarle enfriarse.

La azafata se alejó y Helen no pudo detenerse por más tiempo.

—¿Qué quieres saber?

—Cuando todos estábamos haciendo conjeturas sobre lo que David tenía que
anunciar, dijiste que tenías miedo de que fuera a unirse a tus padres. ¿Por qué?
¿Dónde están?

Ella tomó una profunda respiración y un sorbo incluso más profundo de su vino
blanco.

—Mis padres viven en una comuna en el estado de Washington. Son


ambientalistas y han dado la espalda a la sociedad. Viven de la tierra, sin lujos
modernos como electricidad, inodoros, incluso comunicación con el mundo
exterior. Si quiero contactar con ellos, tengo que enviar una paloma mensajera
desde la ciudad más cercana, esperando que no se convierta en el almuerzo de
un águila en el camino.

—¿Cuánto tiempo han vivido ahí?

—Diez años, desde que yo tenía diecisiete.


125

—¿Y solo los dejaron a ti a David por sus propios medios?

—Bueno, yo fui a MIT, y David era, bueno, David es David.


Página
—Pero tú todavía estabas tratando con los efectos secundarios de tu agresión.

—Mis padres atribuyeron el comportamiento de mi agresor a “la demanda por


satisfacción instantánea fomentada por la sociedad consumista que también
estaba violando el medio ambiente”. —Imitó el tono crítico de su padre—. Su
solución era evitar todas las trampas modernas y volver a vivir de, y proteger, la
tierra. Me invitaron a unirme a ellos.

—¿Estás enojada con ellos por dejarte?

—Lo estaba al principio. Ahora los admiro por vivir de acuerdo a sus principios.
Mis padres se conocieron en una marcha de protesta. Los padres de mi madre
odiaban a mi papá, diciendo que era un rebelde sin causa. Él tuvo una infancia
difícil. Sus padres eran alcohólicos, así que él estaba enojado con todo el
mundo. De todos modos, se enamoraron y cuando mamá tenía dieciocho, no
había mucho que mis abuelos pudieran hacer para detener el matrimonio. Creo
que se habrían ido a vivir al campo enseguida, pero mi madre quedó
embarazada de David y sus padres los convencieron de que la vida a la
intemperie era demasiado para un niño pequeño. Así que por nuestro bien,
vivieron una vida bastante normal. Mi padre trabajaba en una granja lechera y
hacíamos las cosas de las familias normales. Papa era un astrónomo apasionado
y nos enseñaba las constelaciones. Mamá horneaba todo con harina orgánica
que ella misma molía. Fue un tiempo feliz.

»A medida que fuimos creciendo, solían pasar más y más tiempo en marchas de
protestas o sentadas. Pero podía ver cuando llegaban a nuestra bonita casa
suburbana que estaban molestos por lo que consideraban la hipocresía de sus
acciones. Así que cuando me aceptaron en el MIT y me mudé a la costa este,
decidieron unirse a la comuna. Extraño no poder agarrar el teléfono y hablarles,
pero entiendo que ya no podían vivir lo que consideraban una mentira.

—¿Y sigues su filosofía? ¿Te sientes una hipócrita por sentarte en primera clase
en este avión?

—Dios, no, aunque trato de ser respetuosa con el medio ambiente. Reciclo y
compro productos locales cuando es posible. No creo que sea práctico, sin
embargo, optar por salir completamente de la sociedad moderna. Preferiría
126

gastar mis energías en diseñar productos que ayudarán a disminuir el impacto


ambiental del mundo actual.
Página

—¿Y David?
—David cree que están locos. No los ha visto en años. —Necesitaba cambiar de
tema antes de soltar más de sus secretos. Como que se había enamorado de
él—. Cuéntame sobre tu madre.

—Ella es el equivalente británica de Martha Stewart —respondió, sin calidez.

Helen se quedó mirándolo, con su cabeza inclinada hacia un lado.

—¿Amas a tu madre?

—No la no amo. Es complicado. Ella siempre ha estado ahí, siempre me apoyó,


pero era todo tan… automático.

—¿Automático?

—Robótico, como si siempre estuviera haciéndolo porque era lo que se


esperaba, no porque era lo que quería hacer. Cuando la mayoría de la gente
piensa en sus madres, sus expresiones se suavizan, incluso tú cuando hablaste
de tus padres. Puedo decir que los amas, incluso si no crees en todas las mismas
cosas que ellos.

—¿Y eso no sucede cuando piensas en tus padres?

—No. No me malinterpretes, fueron buenos padres, nunca carecí de nada, es


solo que todo era muy… Stepford5.

—¿Hay algo más que tu madre preferiría estar haciendo que quedarse en casa?
¿Tal vez es una mujer de negocios frustrada o algo?

—Creo que es una aristócrata frustrada. Quiere que todos la miren con respeto
y admiración. La imagen es todo con mi madre. Probablemente es por eso que
es tan frágil, es todo sobre la apariencia superficial.

—¿Y tus abuelos?

—Más o menos lo mismo. Abrazos y mimos eran raros en mi infancia.

No era de extrañar que Simon fuera capaz de convertirse en un robot a


voluntad. Sin embargo, la ternura y cuidado que le había mostrado la noche
previa probaban que podía ser sensible. Y no había preocupación de que
careciera de pasión.
127

5
Stepford: Término utilizado para referirse a personas (especialmente esposas) con carácter
Página

blando, conformista y sumiso.


Helen tomó un sorbo de vino. La reunión con la madre de Simon de repente
parecía una perspectiva desalentadora.

—¿Nos vamos a quedar con ella o en un hotel?

—Pensé en hospedarnos en un hotel. Será más privado. —Bajó su voz en la


última palabra y desató otra de sus devastadoras sonrisas sexys. El calor ardió
por su rostro de nuevo ante la sugerencia implícita de sus palabras—. Sin
embargo, necesito tener algunas discusiones personales con mi madre, por lo
que nos será más conveniente quedarnos en la casa. Le dije que llevaría a
alguien conmigo, así que está esperándote.

Él estómago de Helen dio vueltas. No tenía nada en común con una diosa
doméstica, Stepford u otra cosa. Con sus inexistentes habilidades de cocina y
uso de la teoría del caos para la administración del hogar, la Sra. Lamont, sin
dudas la encontraría insuficiente. No era que importara, de todos modos.
Dentro de cuatro días, estaría fuera de la vida de Simon. Su estómago se arrugó
en una bola apretada. Oh Dios, esto va a empeorar, ¿no es así?

—¿A qué hora llegamos?

—Justo antes de las nueve y media de la mañana, hora británica. —Simon ajustó
su reloj.

—Creo que mejor duermo un poco, entonces. —Necesitaba estar fresca para
conocer a la madre de Simon. Y para evitar soltar cosas que era mejor no decir.

Él le dio una mirada de preocupación, luego metió una manta alrededor de ella
después de que bajara su asiento.

—Duerme bien, cariño. —Le dio un casto beso en la mejilla, pero su tacto por su
brazo antes de apretar su mano fue cálido y cuidadoso.

Él había dicho que no podía dejarla ir. Ella no podía imaginar cómo podrían
permanecer juntos.

***

Simon abrió camino por un sendero de losa bordeado con rosas hacia la puerta
principal de la casa de sus padres… no, la casa de su madre ahora. Había
128

buscado automáticamente el BMW de su padre en la entrada cuando había


estacionado el auto de alquiler, olvidando por un momento que sus padres se
Página

habían separado. Tenía treinta tres años; debería ser capaz de comprender la
disolución del matrimonio de sus padres. Excepto que había salido tan de la
nada, que todavía se preguntaba si era una extraña treta por parte de sus
padres para hacer que visitara.

La pequeña mano de Helen en la suya dio un suave apretón, un silencioso gesto


de consuelo y apoyo. Habían pasado más de veinticuatro horas desde que la
había besado adecuadamente, sostenido en sus brazos, su cuerpo desnudo
contra el de él. Y estaba trabajando en un plazo límite. Se preguntaba si podían
reclamar jet lag y escapar a dormitorio habitación por una hora o seis sin
ofender a su madre.

Presionó el timbre y esperó los ligeros pasos de su madre. Su mente volvió a la


informalidad de la casa de Liam: todos solo entrando y sirviéndose a sí mismos
sin permiso a lo largo del fin de semana, el amor genuino y la amistad que
impregnaban el aire. Tan lejos de la rígida formalidad de su familia como era
posible.

La vieja puerta de roble se abrió y su madre apareció en el umbral. Estaba


vestida con una fina falda negra que se detenía debajo de las rodillas, una
camiseta gris de punto, y un cárdigan coordinado, con un doble hilo de perlas
en su cuello y unos pendientes de lágrima haciendo juego. Ni un solo pelo de
su cabello castaño claro se atrevía a escapar del apretado nudo en la base de su
cráneo. Si hubiera dispuesto un fotógrafo para venir en el mismo día una vez al
año por diez años y tomar una foto de su madre, dudaba que hubiera habido
mucha variación en su armario.

—Simon, bienvenido. —Lo besó en la mejilla mientras él se encorvaba para su


saludo habitual.

—Madre, te presento a Helen Winston. Helen, esta es mi madre, Adele. —


Durante los últimos cinco minutos había estado tratando de calcular la manera
de presentar a las dos mujeres. No podía llamar a Helen su novia; implicaría más
de una relación de lo que alguno de ellos hubiera reconocido. Decir que era una
colega o incluso una empleada sería un shock para su madre cuando los
atrapara en un abrazo, lo cual indudablemente haría.

¿Helen era su amiga? ¿Amiga con beneficios? Eso implicaba una ligereza a su
129

situación que contradecía la intensidad de sus sentimientos por ella. Al final se


había rendido y decidido no atribuir ninguna categoría a Helen y dejar que su
Página

madre concretara la naturaleza de su relación. Tal vez ella podía iluminarlo


entonces.
Helen dio un paso adelante y siguió la señal de Adele y la besó en el aire en
ambos lados.

—Hola, Sra. Lamont. Wow, su casa es preciosa. Pensé que estas casas con techo
de paja habían desaparecido. Es justo como en las fotografías de revistas.

—Gracias, Helen. ¿Les gustaría refrescarse? Tengo el té listo para servir en el


jardín trasero. Con el clima tan encantador, realmente tenemos que
aprovecharlo.

—Creo que ambos apreciaríamos un baño rápido. Le mostraré a Helen el piso


de arriba —dijo Simon. Estaba desesperado por tenerla a solas al menos por un
minuto.

—Muy bien, querido. La habitación de invitados está lista para tu amiga. Pero
no tarden demasiado o los sándwiches se enrollarán. —Su madre le dio una
sonrisa agradable, girando en su práctico talón, y se dirigió a la parte trasera de
la casa.

Mientras Helen se quedaba mirando a su madre, él agarró las maletas e hizo un


gesto hacia las escaleras.

—Después de ti. —Admiraba su parte trasera, revestida con pantalones gris


oscuro, mientras ella lo precedía al nivel superior—. Derecho, y al otro extremo
del pasillo —dijo cuando ella titubeó en la parte de arriba de las escaleras.

Estaba dos pasos detrás de ella cuando entró al dormitorio de invitados azul y
amarillo que había sido redecorado desde su última visita. Cada elemento
estaba coordinado, hasta el vaso de agua y jarra que esperaban en la mesita de
noche. Dos toallas suaves estaban colocadas en la cama; un jarrón de flores
frescas en el tocador llenaba el aire con su perfume. Helen hizo un rápido
estudio, girando alrededor mientras él cerraba la puerta detrás de sí.

Sin esperar a que él lo pidiera, ella se lanzó en sus brazos, sus labios elevados
para encontrar su beso. Él perdió la noción del tiempo mientras vertía cada
emoción reprimida que lo había atacado en los últimos dos días en el beso. Fue
solo cuando ella eventualmente empujó contra su pecho y dio un paso atrás
que recordó que estaban en la casa de su madre.
130

Su pecho se elevaba mientras trataba de estabilizar su respiración, sus ojos


ardían con pasión, y él pudo ver el débil contorno de sus pezones a través de su
Página
camiseta. Las sensibles puntas llamaban a su toque, rogándole probarlas. El bajo
gemido que llenó el aire llegó de su garganta.

—Tu madre está esperando —dijo Helen cuando sus ojos todavía estaban fijos
en su pecho.

—¿Crees que podríamos fingir dolores de cabeza y pasar el resto del día en la
cama?

Sus ojos estallaron ante la sugerencia y por un momento él pensó que podría ir
a por su plan. En su lugar, tomó su mano y abrió la puerta.

—Tu madre te necesita ahora. Habrá tiempo para nosotros después.

No el tiempo suficiente.

***

Helen se quitó la ropa que había estado usando durante demasiado tiempo. A
punto de tirarlas en la esquina del dormitorio, cambió de opinión y las dobló
cuidadosamente y la colocó en la parte sin malla de su maleta. Tenía una
sensación de que la madre de Simon se horrorizaría si encontraba su ropa sucia
en el piso.

Decidiéndose por un vestido de estampado floral que parecía haber escapado


del peor arrugamiento que su ropa había sufrido de su rápido e inexperto
embalaje, se lo puso. Era maduro y prudente, ambas cualidades que sentía que
la madre de Simon admiraría. Colgó un par de sus otros atuendos, esperando
que los pliegues cayeran milagrosamente mientras no estaba mirando. Si no,
podría tener que pedir una plancha y luego las instrucciones sobre cómo usar
una. Difícilmente podía decir que la diva doméstica que era estaba
acostumbrada a que su ropa fuera desempacada y desarrugada por ella cuando
se iba de vacaciones. Una de las ventajas de viajar con su hermano y su amigo
rico.

Pasando un cepillo por su cabello rápidamente, estaba tratando de decidir si


levantarlo a los costados o dejarlo suelto cuando un ligero golpe sonó en su
puerta. La cabeza de Simon se asomó dentro un segundo después.
131

—¿Estás lista? —Dio un paso dentro del dormitorio, desmintiendo su intención


de bajar a reunirse con su madre.
Página

—¿Me veo bien?


—Perfecta para conocer a mi madre —dijo Simon—. Aunque te prefiero con
menos ropa, un suave rubor convirtiendo su piel cremosa en un rosa delicado,
con impenitente lujuria en tus ojos…

Podía sentir sus mejillas calentarse ante la visión que él creó con sus palabras.

—Si no te comportas, una noche es todo lo que obtendrás.

Eso borró la sonrisa de su rostro.

—Madre espera —dijo. Tomó su mano y la llevó hacia las escaleras, a través de
una cocina tan inmaculada que podría estar en una revista, y fuera de las
puertas francesas a un perfecto jardín inglés.

—Ah, están aquí —anunció la madre de Simon—. Pensé que podría tener que
enviar un equipo de búsqueda. —Se levantó majestuosamente de su asiento e
hizo un gesto hacia las dos sillas a cada lado de ella.

Adele les sirvió una taza de té a cada uno sin preguntar si querían una, luego les
ofreció una bandeja de delicados sándwiches en triángulos, bocaditos de pastel
en forma de cuadrados, y canapés que se veían tan perfectos que Helen estaba
segura de que debían estar hechos de plástico. Titubeó antes de tomar un
pequeño trozo de pastel de zanahoria, preocupada de que la elección incorrecta
arruinaría la presentación artística y la marcaría por siempre como una filistea en
la opinión de Adele.

—Entonces, Helen, ¿dónde conociste a mi hijo?

Quería responder que se conocieron cuando Simon estaba casi desnudo y


Helen lo había extorsionado para reunirse con él en su habitación de hotel, solo
para ver si podía provocar alguna reacción en Adele.

—Nos conocimos en San Francisco. Simon estaba ahí por negocios.

—Eres californiana, entonces.

Lo cual obviamente clasificaba junto con el asesino de hacha en su mente,


basada en la forma desdeñosa en que había dicho la palabra “californiana”.

—En realidad, nací en el estado de Washington, a una hora de Seattle, lo cual


132

me hace una signo de agua. —La broma del noroeste del Pacífico tuvo
dificultades para la Sra. Lamont—. Pero he vivido en San Francisco durante los
Página

últimos cinco años.


—¿Y tú todavía estás en Nueva York, Simon?

—Sí, madre. Te diré si me mudo.

Pareciendo satisfecha de que la totalidad de los Estados Unidos se situara entre


su hijo y la residente actual de su habitación de invitados, ahora Adele se movió
a las diversas banalidades de su propia vida.

—Simon, ¿te dije que el hijo de Laura Weston fue expulsado de Oxford? Drogas,
dicen, qué pena. —Aunque la alegría con la que dio el anuncio contradecía su
acusación de la ofensa.

Parloteaba como si su matrimonio no hubiera terminado recientemente y Simon


regularmente pasaba por una taza de té con su madre.

—Estaba planeando una carne asada para la cena. Espero que no seas
vegetariana, Helen. Leí que la mayoría de la gente en California lo son. Supongo
que siempre podría hacer vegetales extra si no comes carne.

—No, no soy vegetariana. —Helen luchó contra el deseo de reír. No sabía si


eran nervios o lo absurdo de la situación.

—Pensé que podríamos salir a cenar, madre. Ahorrarte la molestia de cocinar. —


Simon intervino. Si estuvieran en una competición por incomodidad, no estaba
segura cuál de ellos ganaría. Solo Adele parecía imperturbable por la fragilidad
de la atmósfera.

—Supongo que podríamos, si no quieres mi carne asada. Solía ser tu favorito.

—La carne asada es uno de mis favoritos también. Y estoy exhausta. Ni siquiera
me ajusté a la hora de Nueva York antes de venir aquí. Una cómoda cena en
casa suena encantador —dijo Helen.

—Maravilloso. Tengo una receta de patatas al romero que he estado esperando


probar. Ahora que el padre de Simon se ha ido, parece un desperdicio probar
nuevos platos yo sola.

El reconocimiento de que su esposo durante treinta y cinco años la había


dejado fue entregado con el mismo tono que la sugerencia de patatas al
romero. Helen parpadeó. Tal vez la madre de Simon era un robot.
133

***
Página
Para cuando la cena estuvo servida, los nervios de Helen estaban más apretados
que una faja. Adele, de alguna manera, se las arregló para ser repugnantemente
dulce cuando descubrió que Helen carecía de habilidades domésticas en
absoluto. También había sido capaz de caer en la conversación de los nombres
de varias mujeres más adecuadas en las que Simon debería estar interesando en
establecerse, la mayoría con títulos o enlaces a la nobleza.

Cuando el celular de Helen sonó mientras estaban bebiendo una copa de vino
después de la cena en la sala de estar, casi se marchitó ante la mirada
fulminante de Adele. Sin embargo, era Dennis con los últimos resultados de las
pruebas, y necesitaban decidir si valía la pena continuar con el experimento.

—Por favor, discúlpeme, tengo que atender esta llamada —murmuró, corriendo
de la habitación. Al menos le daría tiempo a Simon para explicarle a su madre
que ellos tenían una relación temporal y que no necesitaba preocuparse de que
Helen fuera una parte permanente de su vida.

Tomó una profunda bocanada de aire, esperando liberar algo de la presión en


su pecho, antes de contestar la llamada.

Habiendo instruido a su colega hacer algunos ajustes menores a una de las


formulaciones químicas y luego enviarle un correo electrónico con los
resultados, regresó a la sala de estar. Como la conexión del teléfono había sido
bastante mala, había tenido que hablar más alto de lo normal. A juzgar por las
expresiones en los rostros de Simon y Adele, habían escuchado cada palabra.
Simon se veía sorprendido; Adele lucía horrorizada. La cabeza de Helen empezó
a golpear en serio.

Nota mental: no conocer a la madre de tu amante antes de saber lo que él


siente por ti. La tensión te matará.
134
Página
Capítulo 12

S
imon intentó ser discreto en revisar su reloj. Helen había ido a la cama
media hora atrás y estaba tan desesperado por unirse a ella que podría
explotar. Su madre todavía parloteaba sobre familiares que él apenas
recordaba y mujeres que podría gustarle conocer.

—Madre, solo he dormido un par de horas en el avión. ¿Podemos hablar de


esto mañana?

—Pero Simon, he estado esperando tu visita. —Lo dijo sin emoción, sin rogar o
engatusar, sin intentar hacerlo sentir culpable. Bien podría haber dicho que
estaba esperando al lechero para poder cambiar su orden a semidescremada.

—¿Quieres hablar sobre por qué estoy aquí?

Él echó un vistazo al decantador de whiskey de su padre en el aparador. Quería


levantarse y servirse, aunque vaciló, sintiendo como si debiera preguntar.

—Tienes razón. Es tarde. Esa discusión es mejor tenerla mañana. ¿Puedo traerte
algo antes de irme a la cama? —Se levantó y enderezó los paños que protegían
el cabezal y reposabrazos de la silla en la que había estado sentándose.

—No, gracias. Estoy bien. Tengo un par de llamadas que hacer y luego también
me retiraré. Te veré en la mañana.

—Buenas noches, querido. —Dejó la habitación sin mirar atrás.

Simon sacó su teléfono de su bolsillo y llamó a Sylvia. Eran las cinco y media en
Nueva York. Ella bien podría irse a casa; él no iba a hacer nada de trabajo esta
noche.

—Buenas noches, Simon —dijo Sylvia—. El abogado que está trabajando en el


acuerdo de Bertram está ansioso por hablar contigo. Dijo que fue desconectado
ayer antes de que pudiera decirte algo.
135

—Lo llamaré ahora. Ve a casa y disfruta el fin de semana. Te veré el lunes. —


Mientras miraba el número del abogado, Simon escuchó la puerta del
Página

dormitorio de su madre cerrarse. ¿Hablar con un aburrido abogado sobre


asuntos técnicos menores, los cuales probablemente estuviera exagerando para
justificar sus exorbitantes honorarios? ¿O ir arriba y hacerle el amor a Helen? No
había ninguna competencia. Lanzó su teléfono en la mesa de café. Luego, como
un rebelde sin causa, vertió dos vasos de whiskey y se dirigió arriba.

Por favor, que esté despierta, por favor, que esté despierta, repitió mientras
subía dos escalones a la vez. Un rayo de luz venía desde debajo de la puerta
cerrada de Helen. Golpeó tan silenciosamente como era posible para no
molestar a su madre al otro lado del pasillo.

—Pasa.

Casi dejó caer los vasos de whiskey cuando la vio. Yacía sobre su costado en la
cama, usando un negligé negro con transparencia. Su cabello había sido
cepillado hasta lograr aquel brillo dorado y enmarcaba su rostro. Poniendo los
vasos en la mesita de luz, Simon cerró la puerta de una patada, sin importarle ya
si molestaba o no a su madre.

—Estaba empezando a preguntarme si vendrías —murmuró Helen. Podía ver su


mano agarrando el cobertor de la cama, la otra empuñada sobre su cadera.
Estaba intentado tanto estar serena y sexy y no cubrirse a sí misma. Su respeto
por ella subió un poco ante su determinación por superar sus miedos.

—¿Y perderme esta visión de ti que me llevaré conmigo a la tumba? —Se metió
sus propias manos en los bolsillos para evitar estirarse por ella—. Traje una copa
de whiskey. ¿Te importa si me siento en la cama mientras hablamos?

—Seguro. —Ella se enderezó, llevando sus piernas a su pecho. El movimiento,


una señal de sus nervios, lo alentó a ir despacio. Le pasó la bebida y se sentó en
la cama, frente a las almohadas, para poder ver su rostro.

»¿Tu madre habló contigo sobre tu padre después de que me fui? No creí que
diría algo conmigo en la habitación —dijo Helen.

—No. Dijo que hablaríamos mañana.

Helen tomó un sorbo del whiskey, un ligero estremecimiento atravesando su


cuerpo mientras el líquido ámbar quemaba un camino hacia su estómago.
136

—Si mi esposo durante treinta y cinco años me dejara, todavía estaría lanzando
cosas. Habría cortado las entrepiernas de todos sus pantalones y ropa interior, y
Página
habría grafiteado groserías en su auto. No hay forma de que pudiera estar tan
tranquila y calmada como parece estarlo tu madre.

—Eso es porque eres una mujer apasionada. No creo que mi madre alguna vez
haya lazando algo en su vida.

—Qué lástima. Probablemente ayudaría.

Tomó un trago de su bebida, luego volvió a poner el vaso en la mesita de luz.

—Hablando de pasión, ¿puedo besarte ahora? He sido muy bueno y esperado


todo el día. —Intentó mostrar la misma mirada que solía darle a su madre
cuando de niño quería una galleta de más después de la cena.

—Has sido muy bueno. Tal vez solo uno. —Se inclinó y puso su vaso junto al
suyo y frunció sus labios.

—Tentadora.

Él saboreó sus labios hasta que se relajaron. Luego la besó con toda la
frustración reprimida, deseo y necesidad que había estado martillando en su
sangre todo el día. Cuando ella empujó contra su pecho con sus manos,
retrocedió. Había olvidado su inexperiencia e inseguridades. Mirándola a los
ojos, buscó un indicio de miedo o pánico. Todo lo que vio fue pasión y
promesa.

—No podemos hacer el amor en esta cama. —Su voz estaba contenida, su
pecho subiendo y bajando.

—¿Por qué infiernos no?

—¿Alguna vez has traído una mujer a casa antes?

—No. —Intentó entender su lógica y falló.

—Entonces no creo que nadie haya tenido sexo bajo este techo en un muy
largo tiempo. Estaré horrorizada si cuando tu madre arregle la cama vea
evidencia de lo que hemos hecho.

—Mi madre tiene un ama de llaves que arregla las camas. Y estoy seguro de
que a ella no le importa lo que hagamos aquí. —Los dedos de Helen tiraron del
137

cubrecama—. ¿Qué tal la ducha?


Página

—¿La ducha?
—Mis padres pusieron una ducha enorme cuando renovaron el baño hace un
par de años. Podemos hacer el amor sin dejar ninguna evidencia de nuestras
actividades. Además, bañándonos los dos al mismo tiempo, aquello debería
apaciguar tus sensibilidades ambientales mientras ahorramos agua. —No
añadió que tendrían que poner a correr el agua seis veces, lo que no ahorraría
nada más que su cordura.

—¿Sexo en la ducha? —Los ojos de ella se ampliaron mientras contemplaba la


posibilidad, un sonrojo rosa extendiéndose por su cuello mientras visualizaba el
prospecto.

—Te dije que tenía mucho que enseñarte —le recordó Simon.

Sexo en la ducha; la noche estaba luciendo mejor.

Helen fue de puntillas tras él hacia el baño y cerró la puerta con apenas un
sonido. Él se instruyó ser paciente. Porque tanto como quería arrasarla
repetidamente hasta que ninguno de ellos pudiera estar de pie, ella todavía era
nueva en esto.

Abrió la llave del agua, luego empezó a desvestirse. Helen todavía estaba junto
a la puerta, su mirada fija en el hombro izquierdo de él.

—¿Dudas? —preguntó él.

—No. Deseo esto. Te deseo a ti. —Ella sacudió la cabeza, tomó las tiras de su
negligé y las dejó caer por sus brazos hasta que la tela formó un charco a sus
pies. Era exquisita.

Simon se quitó la ropa en tiempo record y estiró su mano. Entraron a la ducha


juntos. El agua cayó sobre el cuerpo de ella, cayendo en cascada por sus
pechos, rebotando en distintas direcciones mientras alcanzaba sus pezones ya
duros. Está bien, quizás esta era la imagen que recordaría en su lecho de
muerte.

Levantando sus brazos, ella los puso alrededor del cuello de él, trayendo su
cuerpo en un contacto total con el suyo. Una lujuria pura y absoluta lo
consumió. Quizás esta no había sido una idea tan brillante. Ir despacio con ella
húmeda y desnuda contra él iba a requerir más fuerza de la que tenía en el
138

momento.
Página

—Muéstrame duro y rápido —susurró ella contra sus labios—. No te contengas.


¡Infiernos, sí!

—Date vuelta.

Él se paró tras ella y enjabonó su cuerpo con el jabón líquido. El aroma a coco
se mezcló con la fragancia de melocotón de su cabello. Acariciando sus pechos
con una mano, deslizó la otra entre sus muslos y exploró sus suaves pliegues.
Besó su cuello, bajo su oreja y por su hombro, lamiendo el agua de su piel
como un hombre muriendo de sed. La respiración de ella era pesada y sus
suaves jadeos de placer estaban volviéndolo salvaje. Mientras se retorcía contra
él, su trasero se frotaba contra sus muslos en un modificado baile privado. Si no
fuera por el agua, se prenderían fuego. Como estaban, él estaba en peligro de
una combustión espontánea.

Dio medio paso atrás y ella lo alcanzó y tomó su palpitante erección entre sus
manos, deslizándolas arriba y abajo, variando la presión hasta que la respiración
de él emparejó la suya.

—Ahora, tómame ahora —dijo ella.

Después de cubrirse con un condón que había escondido más temprano, la


inclinó y la embistió desde atrás. Gimieron simultáneamente mientras él entraba
en ella. Nada se había acercado alguna vez a la plenitud de estar dentro de ella.
¿Cómo iba a dejarla ir alguna vez?

***

Helen rodó y encontró más hombre. Por el amor de Dios, Simon era un
acaparador de cama. No creía que sus cuerpos hubieran estado fuera de
contacto en toda la noche. Piel contra piel, tan cálido que ella había dejado de
lado las cobijas y había dormido con solo una sábana. Sin haber dormido
desnuda nunca, había estado sorprendida por la facilidad con la que se había
ajustado. No tener que despertar y desenredar un grueso camisón era un
definitivo bonus. Contacto corporal total con Simon Lamont era otro. Había
dormido tan profundamente que consideró intentarlo en casa. Aunque el buen
sueño probablemente tenía más que ver con dos rondas de hacer el amor en el
baño de la madre de Simon.
139

Ducharse con un hombre, enjabonarse y deslizar sus manos por todo su cuerpo,
era una experiencia que nunca olvidaría. La sensualidad de la cálida agua
Página

rociándose sobre su piel mientras las manos y labios de él la llevaban al éxtasis


estaba impreso por siempre en su mente. Y un aroma tropical a coco y
mantequilla de karité por el jabón de baño iba a hacer que beber piñas coladas
desencadenara un recuerdo en el futuro.

Luego, cuando había pensado que habían terminado, Simon la había vuelto
salvaje con el proceso de secado hasta que habían tenido sexo en el banco
acolchado que estaba junto a la ducha. Pero lo mejor de todo era que ningún
ataque de pánico había arruinado la noche.

Ahí estaba de nuevo, el crujido que la había despertado. Sacudió a Simon,


intentando ver por encima de su tamaño para leer el reloj de la mesa de luz.
Mierda, son las diez.

—Simon, despierta, ya es tarde en la mañana. —Los ojos verdes de él se


abrieron y estuvo sorprendida por la intensidad de su mirada. Se imaginó que
despertar junto a una mujer desnuda sería una vieja costumbre para él. La
auténtica alegría y placer en su rostro hizo que ella misma sonriera. Hasta que
escuchó lentos pasos acercarse a su habitación—. Tu madre viene. Escóndete —
susurró.

—Soy un hombre adulto. No me escondo de mi madre —susurró Simon en


respuesta, una perezosa sonrisa en sus labios.

Helen resistió el impulso de apartar la sonrisa de su rostro con un beso. En su


lugar, empujó su gran pecho, gesticulando las palabras “debajo de la cama”
mientras lo hacía. Mientras el cuerpo desnudo de él se deslizaba fuera del
colchón, ella agarró la sábana, la cual se había caído, y la volvió a poner en la
cama, intentando acomodarla para que no luciera como si hubiera tenido sexo
salvaje en el dormitorio de invitados. Podía oír la ahogada risa desde debajo de
ella y se las arregló para dejar salir un “shush” antes de que el golpe sonara en
su puerta. Viendo los dos vasos de whiskey vacíos en la mesa de noche,
rápidamente los escondió bajo las sábanas, el vidrio frío contra su muy caliente
piel.

—Buenos días, Helen. Se está haciendo tarde. Te traje una taza de té —dijo
Adele a través de la puerta.

—Gracias, Sra. Lamont —respondió Helen. Se las arregló para subir la sábana
140

hasta su barbilla mientras Adele, considerando su respuesta como una


invitación, entraba al dormitorio.
Página
La madre de Simon escaneó el dormitorio mientras ponía la delicada taza china,
junto con el platillo, en la mesa de noche. Helen todavía tenía sus brazos bajo
las sábanas, sin querer revelar el hecho de que estaba desnuda. Estaba bastante
segura de que la reservada Sra. Lamont no aprobaría el gozo de dormir
desnuda junto a un hombre caliente.

Aparte de la naturaleza arrugada de la cama, el resto del dormitorio pareció


pasar la inspección.

—¿Has visto a Simon esta mañana? Su cama ya está hecha y no está por
ninguna parte.

Helen no necesitaba un espejo para saber que cada célula de su piel se tornó
rosada ante la pregunta.

—Quizás ha salido a correr. Dijo que normalmente se levanta temprano —


respondió Helen. La cama debajo de ella se sacudió mientras Simon agitaba el
colchón. Afortunadamente, su madre no pareció notarlo mientras enderezaba
un par de tallos de flor en florero del tocador.

—Sí, tal vez, aunque he estado despierta desde las siete y no lo he visto. Quizás
salió de la casa cuando estaba regando el jardín. Estoy segura de que regresará
pronto. Si no te molesta levantarte pronto, me gustaría desayunar antes de que
empiece con las preparaciones del almuerzo.

—Sí, por supuesto, Sra. Lamont. Lo siento, es la diferencia de horario, solo son
las dos de la mañana en San Francisco.

—Lo entiendo. Sin embargo, dado que estás aquí en tan corto tiempo, sería una
lástima desperdiciarlo en la cama.

Ahora había un terremoto de magnitud siete bajo la cama.

—Bajaré en diez minutos —prometió Helen, esperando que eso consiguiera que
la señora se fuera.

—Muy bien. Hay un poco de frío en el aire, así que puede que quieras vestirte
apropiadamente.

—Hecho —respondió Helen mientras Adele cerraba la puerta detrás de sí.


141

Antes de que tuviera tiempo de liberar el aliento que no se había dado cuenta
Página

que había estado conteniendo, Simon le besó los labios.


—No puedo creer que me enviaras bajo la cama. Me debes tanto —le dijo al
oído antes de dejar besos por su cuello y hasta donde ella todavía agarraba la
sabana.

—Intentaré pensar en maneras de compensártelo —murmuró ella, ya perdida


en su toque.

—Déjame darte algunas ideas. —Los labios de él regresaron a su oreja y


procedió a susurrar toda clase de escandalosas sugerencias, algunas de las
cuales ella ni siquiera pensaba que fueran físicamente posibles.

***

Por toda su treta, Simon imaginó que su madre no había sido engañada en lo
más mínimo por lo que habían hecho o dónde había pasado él la noche. Ella
realmente nunca dijo nada, pero el brillo de acabo-de-hacer-el-amor que Helen
exudaba y la estúpida sonrisa que había en el rostro de él gritaban claro y alto
sus acciones.

—Voy a caminar hacia la villa —dijo Helen después del almuerzo, mientras él
estaba a punto de sugerir una siesta de la tarde.

—Iré contigo. —Simon se levantó de su silla solo para que Helen gesticulara
que se volviera a sentar.

—No, creo que tú y tu madre necesitan algo de tiempo a solas. Regresaré en


unas horas. ¿Está segura de que no puedo ayudarla con esos? —añadió Helen
mientras Adele retiraba los platos del almuerzo.

—Gracias, Helen, sin embargo, no es necesario. Tengo un lavaplatos. La cena


será servida a las seis. Por favor, no llegues tarde. Planeo hacer soufflés para
empezar y esos no se conservan bien.

Helen le mostró a Adele una apretada sonrisa antes de soplarle un beso a él


cuando su madre se dio la vuelta. Mientras los platos eran retirados, él sacó su
teléfono y revisó su calendario para ver cuándo podía volar a San Francisco.

—Sé que no es mi incumbencia, Simon, pero no estoy enteramente segura de


que ella sea la chica para ti —dijo su madre cuando la puerta principal se cerró
142

con un clic, confirmando la salida de Helen.

—¿Por qué dices eso? —A él realmente no le importaba lo que pensara su


Página

madre, pero estaba curioso por su razonamiento.


—Es demasiado inteligente y no creo que tenga habilidades domésticas. Nunca
estará contenta con ser ama de casa y criar a sus hijos.

—No quiero una mujer que sea ama de casa y críe a los niños. Quiero una
compañera, alguien con quien pueda hablar las cosas, con quien intercambiar
ideas y divertirme. Helen alcanza y excede cada uno de esos criterios. —Intentó
emparejar el desapasionado tono de su madre, pero una calidez inusual se
expandió por todo él ante la idea de pasar una vida entera con Helen. Nunca
había pensado que querría sentar cabeza en un futuro cercano; ahora no podía
imaginar no despertar junto a ella todos los días.

Agarró su teléfono de la mesa y le envió un correo electrónico a Sylvia. Despeja


por completo mi horario por diez días en algún momento de las próximas
cuatro semanas. Me voy a tomar unas vacaciones. Eso la mantendría ocupada
por unos cuantos días.

—Ahora, madre, sobre tu correo electrónico con respecto a la casa…

—Sí, bueno, si estás pensando en una relación permanente con ella… no estoy
segura de que sea la mujer adecuada para cuidar de mi casa. Así que si te da
igual, creo que la conservaré. —Sin emoción, solo una respuesta considerada.

—No la quería en primer lugar —dijo Simon. Nunca había tenido ningún
sentimiento por su hogar de la niñez, aunque ahora estaba particularmente
encariñado con el baño. Incluso al cepillarse los dientes esta mañana se había
puesto duro recordando la noche anterior.

—Está bien, entonces. Y eres bienvenido a visitarme cuando lo desees —añadió


ella con un tono conciliador.

—¿Con Helen?

—Si deseas.

—Sobre padre…

—No es bienvenido. —Su brusca respuesta era la primera señal de emoción que
había visto de ella.

—¿Sabías que él tenía una amante todo este tiempo?


143

—Asumí que debía haber encontrado alguna manera de satisfacer sus


Página

necesidades básicas cuando dejó de fastidiarme. Estaba tan agradecida de que


fueras un niño, Simon, y no tener que soportar todo ese toqueteo de nuevo
para producir el hijo requerido esperado en una familia de nuestra posición
social. —Simon casi lanzó su té por toda la mesa. Soportar. Por primera vez,
experimentó una punzada de empatía por su padre.

—Cuando me llamaste la semana pasada, parecías bastante molesta. —Él había


vivido con la increíble compostura de su madre toda su vida. Se había quedado
perplejo cuando ella había llorado en el teléfono.

—Sí, bueno, no estaba muy segura de cómo darte la noticia de que tu padre me
dejó por alguna prostituta. Y quería que estuvieras de mi lado en caso de que
todo este asunto se pusiera feo. Así que pretendí estar molesta. Me disculpo,
fue de muy poca clase de mi parte.

—Mamá, no hay nada de qué avergonzarse en estar molesta porque tu esposo


se ha ido. Estoy seguro de que los propios hijos de la reina han llorado por la
disolución de sus matrimonios. No es bueno guardárselo todo. Quizás si fueras
a terapia, hablaras con alguien…

—Querido, ventilar los trapos sucios de tu padre no los hará más limpios. Estoy
bien.

—¿Vas a divorciarte?

—No veo la necesidad. No tengo intención alguna de volverme a casar.

—¿Qué vas a hacer con tu vida?

—Bueno, pues lo mismo que he hecho los últimos treinta y cinco años. No he
hecho nada malo. No veo ninguna necesidad de cambio, aunque ahora que ya
no tengo que encargarme de tu padre, puedo ofrecerme voluntaria en la
Fundación Nacional. Siempre he soñado con estar en una casa majestuosa.
Incluso si estoy actuando como guía, al menos puedo pretender que estoy
mostrándoles la casa a mis invitados.

—Siempre que seas feliz…

—Lo soy, querido. Ahora tengo que ir a la tienda por unas cuantas cosas.
¿Estarás bien aquí solo?
144

Quería recordarle que tenía treinta y tres, no trece.


Página

—Pensaba que tal vez podríamos ir a cenar, así no tendrías que cocinar.
—De hecho, eso sería agradable. No estoy segura de que Helen apreciaría
realmente mi soufflé. Hay un nuevo restaurante en la villa que tiene buenas
críticas. Dicen que el mondongo es excelente.

***

Simon se inclinó hacia atrás en la silla de cuero de su padre en la oficina de la


casa. Protestó debajo de él, no acostumbrada a la acción relajada. Su madre
estaba perdiendo el tiempo en la cocina, lavando las copas de jerez de sus
últimos tragos. Helen ya había subido a la cama.

La cena había sido bastante agradable. Su madre había frenado su lengua y


elegido temas no controversiales para discutir. Helen había hecho todo lo
posible para unirse en la discusión, aunque había reconocido fácilmente que
tenía un conocimiento limitado de jardinería o mantenimiento del hogar. Simon
había pasado la comida pensando en formas de hacer el amor con Helen sin
desordenar la cama.

—Me voy a dormir ahora, querido. No te quedes hasta muy tarde. Te ves
bastante cansado. ¿Estarán aquí para la cena mañana en la noche?

—No, nuestro vuelo sale a las ocho, así que tendremos que salir por la tarde.

—Está bien. Buenas noches.

Trató de concentrarse en el correo electrónico del abogado, asesorándole de


algún asunto con el contrato de trabajo de Helen. En la típica manera de
abogado, no podía solo llegar al punto, sino que daba vueltas usando palabras
con muchas más sílabas que sentido. Desafortunadamente, para su
concentración de todos modos, cada vez que leía el nombre de Helen, todo lo
que podía ver era las burbujas de jabón deslizándose por sus pechos, y luego
quedando atrapados en los rizos más abajo de su cuerpo. Rizos que le habían
hecho cosquillas a su nariz cuando la había probado mientras la secaba después
de su ducha. Él se movió en su asiento.

Leería el mensaje, más tarde. Estaba a punto de apagar la computadora cuando


un correo electrónico de Liam Manning apareció en su bandeja de entrada.
Escaneando el mensaje rápidamente, no pudo evitar el grito de triunfo saliendo
145

de sus labios. Liam había resuelto el problema con el software. Simon podría
vender la tecnología a los militares y recostarse y dejar que el dinero fluyera.
Página

Probablemente podría permitirse disminuir un poco las adquisiciones. Tal vez


podría ayudar a que Helen construyera una nueva empresa de ingeniería.
Podrían ser socios. Entonces no tendría el dilema ético de dormir con un
empleado. Tal vez se convertirían en más que socios.

Levantó la mirada ante un sonido en la puerta, esperando a su madre para


castigarlo por gritar en la casa. Helen estaba ahí, vestida con un abrigo rosa.
Tenía las solapas cerradas firmemente sobre su pecho, enfatizando sus pezones,
los cuales se tensaban contra el sedoso material.

—Es sábado por la noche. Únicamente las personas solitarias trabajan en un


sábado por la noche. ¿Estás solitario?

—Muy. —Su boca se secó cuando ella se deslizó por la habitación. Ella arrastró
su dedo índice a lo largo del borde de la mesa. No tenía caso revisar el polvo;
no se atrevería a asentarse en los muebles de su madre.

—¿Estoy interrumpiendo algo importante? —Reforzó las manos en el papel


secante y se inclinó hacia adelante. Su cabello cayó alrededor de su rostro y
bajo la brecha entre las solapas, por un momento ocultando sus pechos. Él
aspiró una profunda respiración mientras todavía recordaba cómo respirar.

—Solo un correo electrónico de Liam. Ha arreglado un problema que tenía y


ahora puedo vender el producto a la milicia y hacer una olla de dinero.

Helen se puso de pie, con una quietud apoderándose de su cuerpo.

—¿Qué hace el producto?

—Distorsiona una señala GPS. Un convoy puede desplegarlo y entonces enviar


datos falsos sobre su ubicación para que los misiles no puedan apuntarles.

—¿Tienes muchos contratos militares? —Su voz era muy tranquila.

—Un par más pequeños, pero este será enorme. Una vez que firme el trato, creo
que puede ser suficiente. —Recordó su conversación en Coney Island, dónde
ella le había preguntado la cantidad de dinero que necesitaba antes de
centrarse en una vida personal. Una vida como la que estaba delante de él—.
He terminado con los negocios, al menos por esta noche. ¿Hay algo en lo que
pueda ayudarte?
146

Ella hizo una pausa por una fracción de segundo antes de barrer su lengua por
sus labios.
Página
—Estaba esperando otra lección.

Él cerró la computadora, sin molestarse en cerrar sesión. Cuando empujó la silla


lejos del escritorio, intentando levantarse, ella se empujó hacia abajo en él,
luego lo montó a horcajadas. Las solapas de su abrigo se fueron abajo,
revelando que estaba completamente desnuda debajo.

—Helen… —Su voz estrangulada fue más fuerte de lo que pretendía.

—Shhh, tu madre escuchará —susurró contra sus labios antes de tomarlos en


un abrasador beso.

Ella desabrochó sus botones mientras lo besaba, pasando sus manos sobre su
pecho antes de jalar su camisa fuera de sus pantalones. Luego, trabajó en su
cinturón y luego su cremallera. Él casi la derribó cuando pasó sus dedos por la
longitud de su rígido eje.

—No creo que necesites más lecciones. El estudiante se ha convertido en


maestro —se las arregló para soltar entre respiraciones laboriosas.

—¿Qué puedo decir? Eres un excelente maestro.

—No tengo un condón —dijo cuando ella levantó sus caderas para que él
pudiera quitar su ropa.

Ella metió la mano en el bolsillo de su abrigo, el cual ahora estaba alrededor de


su cintura, y sacó un paquete de aluminio.

—Vine preparada.

Sexo en la oficina en casa. Estaba recolectando más y más recuerdos afectuosos


de esta casa.
147
Página
Capítulo 13

H
icieron fila para hacer el check in de su vuelo. Simon tenía sus brazos
alrededor de Helen, la espalda apoyada en su pecho, su barbilla
apoyada en la parte superior de su cabeza. Inhaló profundamente su
fragancia de melocotón y la abrazó un poco más fuerte. A juzgar por el
aumento de presión en su pecho, en el momento en que tuviera que decirle
adiós, apenas podría ser capaz de respirar.

De camino al aeropuerto, ella le había informado que en lugar de volar a Nueva


York con él y luego a San Francisco, iba a viajar a Boston y luego viajar al oeste
con Liam en su avión privado. Liam y Lorelei estaban en la costa este,
reuniéndose con el padre de Lorelei que estaba en libertad condicional.

Helen comprobó su bolso y caminaron brazo con brazo hacia la puerta de


seguridad. Sus vuelos estaban saliendo desde diferentes terminales, por lo que
ni siquiera podía esperar con ella en la sala de espera. Con cada paso él
ralentizaba el ritmo, queriendo retrasar el momento el mayor tiempo posible.
Quería pedirle que no fuera, que le diera una semana más.

—¿Estás segura de que tienes que volver a San Francisco ahora mismo?

Un suspiro melancólico escapó de sus labios.

—Voy a dar un discurso de apertura en una conferencia de ingeniería en L.A. a


finales de la semana, y ni siquiera la he escrito todavía. Además, tengo que
volver al trabajo y prepararme para el reporte final de Bertram, ayudar a mis
amigos a encontrar nuevos empleos… —No había ninguna animosidad en su
declaración, solo pesar de no poder quedarse con él por más tiempo.

Estaba desesperado por contarle su idea de formar una nueva compañía


conjuntamente con ella, financiada con su capital privado por lo que no
tendrían que responder a la junta. Pero para evitar una situación de conflicto de
intereses, tenía que completar el acuerdo Bertram primero. Y si le contara a
148

Helen, ella sin duda se lo diría a sus colegas; entonces no habría un plan secreto
que mantener. Esperaba que tuviera mejores noticias para ella hacia el final del
Página
mes. Y si Sylvia se las arreglaba para despejar su agenda, él sería capaz de
decírselo en persona.

Pero no podía dejar las cosas en el aire. Por mucho que le aterrara abrirse por
completo, tenía que decirle que la amaba. La última mujer a la que le había
dicho las dos palabras, luego la había encontrado en la cama con Edward
Halliday. Helen no era Lisa. Era muy poco probable que se fuera
inmediatamente y encontrara a otro hombre. Aun así, lo hizo detenerse.

Se detuvo y puso la mano en la mejilla de ella; sus ojos azules se encontraron


con los suyos, y él contuvo el aliento. Maldita sea, era tan hermosa.

—Helen…

—¡Simon! —gritó una voz masculina.

Se congeló. Helen miró a su alrededor. Volteándose, mantuvo su brazo


alrededor de su mujer y se encontró cara a cara con su padre. De todas las
malditas veces para aparecer…

—¿Sí? —Simon no tenía idea de qué decir. El hombre que estaba delante de él
era más un desconocido para él que el que le había estrechado la mano ocho
años atrás y deseado suerte en Estados Unidos.

—Sé que no me estabas esperando, y probablemente no quieres ni verme. Pero


necesitaba tener unas palabras contigo. —El tono de su padre era casi
suplicante, el más emotivo que Simon le había visto nunca.

—Helen, este es mi padre, Philip. Padre, esta es Helen Winston.

—Un gran placer de conocerte, Helen —dijo Philip mientras se estrechaban las
manos. A diferencia de su madre, el saludo de su padre parecía ser con genuina
calidez.

—Creo que conseguiré algo para leer en el vuelo. Me encantan las revistas
británicas de celebridades.

—No tienes que irte. —Simon trató de impedir su partida. Solo tenían una
media hora; no quería pasarla hablando con su errante padre.
149

—Volveré en cinco minutos. Habla con tu papá. —Le dio un beso en la mejilla y
luego se dirigió hacia el quiosco a través de la explanada.
Página

—Es una mujer hermosa —dijo su padre cuando Simon siguió mirándola.
—Sí. ¿Cómo supiste que estaba aquí?

—Lester Duffield te vio en el restaurante anoche. Tina solía trabajar en British


Airways y todavía tiene un montón de amigos que trabajan para la compañía
aérea. Se enteró en qué vuelo estabas registrado.

Lester Duffield era compañero de golf de su padre. Simon no lo había visto la


noche anterior. Sin embargo, había estado bastante distraído. No quería hablar
de eso con su padre en este momento. Tenía sus propios enredos emocionales
para tratar de resolver. Miró hacia la tienda en la que Helen había desaparecido.

—Este no es realmente el mejor momento. ¿Qué quieres discutir?

—Quería hablar contigo acerca de Helen.

—¿Helen? —Simon se fue inmediatamente a la defensiva, los puños


apretándose a su lado. Había hecho todo lo posible para ignorar las burlas de
su madre acerca de la idoneidad de Helen debido a su reciente trauma; no
toleraría lo mismo de su padre.

—Cuando Lester dijo que te vio con una mujer en el restaurante, tuve que venir
a verla por mí mismo, asegurarme de que no cometías el mismo error que yo.

—No estoy cometiendo un error con Helen.

—Espero que no. Cásate con una mujer que te apasione, Simon, una mujer que
sea apasionado contigo.

—No es que sea de tu incumbencia, pero hay un montón de pasión en nuestra


relación.

—Me alegra oír eso. Lamento si he interferido. No podía quedarme a un lado,


sin embargo, y dejar que mi hijo terminara como yo.

—¿Eres feliz ahora? —Sintió una punzada de empatía por su padre. Después de
todo, vivir con su madre sin sexo durante los últimos treinta y cinco años no
podría haber sido fácil. Apenas podía contemplar una semana apartado de
Helen.

—Tina tiene cáncer terminal. Piensan que puede tener seis meses, un año como
150

máximo. He perdido tanto tiempo. He sido un completo hipócrita, viviendo una


doble vida. Tenía miedo de la condena social si dejaba a tu madre. Y al final he
Página
defraudado a todo el mundo, especialmente a ti. No estuve allí para ti, y lo
siento mucho.

No sabía cómo responder a eso. Desde que conoció a Helen, la idea de estar en
una relación sin amor y sin pasión era impensable. Alcanzó a ver que salía del
puesto de periódicos. Ella vaciló cuando vio que su padre seguía ahí, hasta que
Simon hizo un gesto para que se uniera a él.

—Antes de que te vayas, tengo una pregunta. —Él puso su mano sobre el brazo
de su padre.

—¿Sí, hijo? —Philip puso su mano sobre la de Simon. Fue el momento más
emotivo que habían compartido. Treinta y tres años de retraso. Al estilo Lamont,
Simon acalló la oleada de emoción.

—¿Tengo algún medio hermano? —La idea lo había inquietado desde que se
enteró del romance de décadas de su padre.

—No, Tina no podía tener hijos. Pero sabe todo sobre ti. Compartía todos tus
éxitos y logros con ella. Si vuelves a Reino Unido en el próximo par de meses, a
Tina le encantaría conocerte. Si estás dispuesto, es decir… —Un brillo de
lágrimas apareció en los ojos verdes de su padre.

Simon le dio una sonrisa forzada. Apenas reconocía al hombre emocional frente
a él como el padre distante de su infancia.

—Te lo haré saber. Por el momento mi enfoque está en otra parte. —Estaba
teniendo bastantes dificultades para hacer frente a la inminente partida de
Helen. No estaba preparado para involucrarse en la aventura de su padre.

Helen se acercó a ellos con una sonrisa vacilante, con los ojos yendo entre los
dos hombres como si tratara de medir su estado de ánimo. Ella puso su brazo
alrededor de su cintura y le dio un suave apretón. Simon besó la parte superior
de su cabeza.

—Fue un placer conocerla, Srta. Winston. Espero verla pronto.

—Gracias —dijo Helen mientras todos se daban la mano una vez más.

Cuando su padre se alejó, Helen puso la mano en la mejilla de Simon. Se puso


151

de puntillas y lo besó. La pasión por la que su padre había estado preocupado


apareció instantáneamente. Iba a matarlo dejarla ir.
Página
—Mi vuelo estará abordando pronto. Tengo que irme —dijo Helen en voz baja
mientras se separaban.

—Helen…

Ella le puso un dedo en los labios.

—Dime cuando nos encontremos de nuevo.

Después de otro beso rápido, se dio la vuelta y se alejó. Con su corazón.

***

Helen miró al frente y se fue tan rápido como sus piernas la llevaron. No podía
mirar hacia atrás, no podía detenerse, no podía dar la vuelta para una última
mirada del hermoso rostro de Simon, porque entonces no tendría la fuerza para
dar un paso más. No sabía si tenía la fuerza para tomar otro aliento. Bandas
invisibles se apretaron alrededor de su pecho, apretando su corazón hasta que
apenas pudo palpitar.

Estaba a punto de utilizar una conversación privada y confidencial para su


propio beneficio. No era mejor que la exprometida de Simon, Lisa, incluso si el
motivo de Helen era ligeramente más altruista. Con la prueba de que Simon
tenía contactos militares, ahora tenía el caso legal para obtener las licencias
sobre sus patentes.

El dilema que enfrentaba ahora era si decirle a Simon lo que iba a hacer. Si lo
hacía, nunca sabría si ella era más importante que el acuerdo para él. Hablaría
con su abogado mañana y vería a lo que podían llegar de modo que si Simon
tomaba la decisión equivocada, él no perdería nada. Excepto a ella. Cómo hacer
frente a saber que ella era menos importante que el dinero no era algo sobre lo
que su asesor legal pudiera asesorarla.

Entró al avión tropezando, con los ojos demasiado borrosos para ver mucho.
Tan pronto como despegaron y el signo del cinturón de seguridad se apagó,
reclinó el asiento y fingió dormir. Al menos sería capaz de ocultar su rostro
surcado de devastación de los otros pasajeros de primera clase.

Estaba bastante segura de que Simon había estado a punto de decirle que la
152

amaba. Pero no estaba segura de si sentiría lo mismo cuando se diera cuenta de


lo que estaba a punto de hacer, y no quería que dijera palabras de las que luego
Página

se arrepentiría.
Simon se pondría furioso al saber que había socavado su contrato. Ahora la
cuestión era si le costaría su amor.

Fue la decisión más difícil que jamás había hecho. Había temido que llegara a
esto: Simon o sus colegas. Pero no podía dejar caer a sus amigos porque ella lo
tenía mal por el pirata. Hombre, la tenía mal. Le dolía incluso respirar sin él.

Debió haberse quedado dormida, porque lo siguiente que supo fue que la
azafata la estaba llamando.

—Perdone, señorita, pero nos estamos preparando para aterrizar. Las


regulaciones requieren que el asiento esté en posición vertical para el despegue
y el aterrizaje.

—Sí, por supuesto. —Trató de arreglar su maquillaje para que Liam y Lorelei no
la interrogaran sin fin sobre lo que había sucedido. Al menos con el par de
horas de sueño que había logrado en el avión, las bolsas bajo los ojos habían
disminuido.

Después de hacer el amor en la oficina la noche anterior, habían tenido una


repetición de la experiencia en la ducha esa misma noche. Entonces ella se
había revuelto por el resto de la noche sin saber qué hacer con la información
que había aprendido inadvertidamente. Afortunadamente, Simon había
dormido “el sueño de los recién follados” y no se había dado cuenta de su
agitación.

Los cinco minutos que pasó arreglando su rostro obviamente no ayudaron


mucho, porque tan pronto como Lorelei la vio, le dio un gran abrazo a Helen.

—Él vendrá, cariño. Espera.

Helen no tenía el corazón para decirle que había sido ella quien enredara las
cosas. En cambio, le había dado una sonrisa falsa a su amiga y una vez que
estuvieron en el aire, declaró un dolor de cabeza, tomó un par de Tylenol, y se
durmió.

***

Simon se movió en su silla de escritorio. Cada vez que se sentaba, se dirigía de


153

nuevo a Helen seduciéndolo en lo que solía ser la oficina de su padre, y la


increíble manera en que su toque provocaba choques eléctricos en su interior. Y
Página

eso no era nada en comparación a los recuerdos que tenía duchándose con ella.
Agarró su celular de la mesa y comprobó una vez más cualquier mensaje de
ella.

Habían intercambiado correos electrónicos y tuvieron una breve conversación


telefónica. Él sabía que ella estaba ocupada, pero era casi como si ella estuviera
evitando hablar con él. Si no tuviera una enorme compra apalancada para
negociar, estaría en el próximo avión al oeste. Al menos Sylvia había sido capaz
de limpiar su calendario para la próxima semana. Así que tan pronto como
terminara este último acuerdo, podría tomar un vuelo.

El espectro de Lisa ya no lo perseguía. Helen no tenía nada que ver con su


exnovia. Lisa siempre había tenido su ojo en el juego, siempre hablaba del
futuro como si fuera algo que hubiera que conquistar, no disfrutar. Siempre
quería más. Altamente competitiva, lo había animado a alcanzar la grandeza no
por él, sino por ella. Helen lo apoyaría y lo inspiraría no a alcanzar el éxito
comercial, sino a convertirse en el mejor hombre que pudiera. El hombre que
ella se merecía.

Lisa merecía a Edward Halliday. Edward ni siquiera había parpadeado cuando


Simon se había enfrentado a los dos. Evidentemente, al otro hombre no le
importaba que su mujer cubrieras sus apuestas en quién se convertiría en el
más rico. Por primera vez, estaba malditamente contento de no haber ganado
esa contienda.

Pisotear a Edward Halliday ya no estaba en la agenda. Hacer que Helen lo amara


lo era.

Ni siquiera había leído los informes más recientes sobre la compra de Bertram
porque cada vez que veía el nombre de Helen, le recordaba su hermosa sonrisa
y su concentración se habría ido. Tenía mucho trabajo que hacer para pasar
horas leyendo los secos informes cuando podía obtener la información
completa sobre los resultados recientes de sus labios voluptuosos en unos días.
Si, y cuando, él los estuviera besando.

—Simon, el abogado de la oferta Bertram está en el teléfono de nuevo. Suena


en pánico —dijo Sylvia, su tono de exasperación viniendo a través del
intercomunicador.
154

—Está bien, tomaré su llamada. Avísame cuando mi cita de las dos de la tarde
llegue aquí.
Página
—Lo haré. Línea tres para el abogado. Su nombre es Dustin Edwards.

Simon presionó la línea en cuestión y puso los pies sobre el escritorio. La


próxima semana no podía llegar lo suficientemente pronto.

—Sr. Lamont, hay un enorme riesgo potencial en el acuerdo Bertram —


comenzó Dustin sin preámbulos, probablemente preocupado de que Simon le
cortaría de nuevo.

—¿Y que sería eso?

—La Srta. Helen Winston, la ingeniera en jefe de diseño, se encuentra en una


situación bastante singular.

Había mucho singular acerca de Helen. Por ejemplo, la forma en que su rubor
comenzaba en su garganta y se extendía en dos direcciones al mismo tiempo.
Probablemente no era a lo que se refería el abogado.

—Continúe.

—Su contrato de trabajo le ofrece la opción de canjear las licencias de las


patentes en la que ella es nombrada como inventor principal en caso de que
estén a punto de ser sublicenciadas a una empresa con conexiones militares. No
estoy seguro de si Lamont Holdings tiene contratos militares, pero pensé que
sería mejor alertarlo de la posibilidad de que usted pudiera estar comprando
básicamente una empresa inútil si ella retira sus patentes.

Hielo se formó en sus venas y bajó los pies de nuevo al suelo. Helen no le haría
eso. Además, mantenía sus contratos militares muy en secreto. Excepto que le
había mencionado uno a ella cuando estaban en la oficina de su padre, justo
antes de que hicieran el amor. Seguramente ella habría dicho algo si estuviera
incluso considerando la posibilidad de ejercer la opción en su contrato. Helen
no era Lisa. No le daría una puñalada por la espalda, sobre todo después de que
le hubiera contado lo que había hecho Lisa.

—Gracias por dejármelo saber, Sr. Edwards. No creo que esto vaya a ser un
problema. Continúe con la compra.

—Muy bien, Sr. Lamont.


155

El tono de marcado en su oreja mientras la llamada cortaba sonaba como su


corazón palpitando. Gracias a Dios que podía confiar en Helen. No podía
Página

esperar para sugerir que empezaran una empresa juntos. Entonces ella podría
contratar a todos sus amigos y tener control completo sobre la dirección de sus
invenciones.

Tomó el teléfono de nuevo para llamarla cuando la cabeza de Sylvia apareció


por su puerta.

—Simon, tu cita de las dos está aquí y tu cita de las tres llamó para decir que
llega quince minutos tarde.

Apretó los dientes. Con el fin de escapar la próxima semana, su agenda estaba
llena de reuniones consecutivas hasta las seis, cuando cenaba, luego una
conferencia telefónica con algunos inversores en Asia a las diez. Había esperado
tener diez minutos para llamar a Helen, pero si retrasaba las citas…

—Muy bien —dijo, levantándose para ir a la sala de conferencias—. Si Helen


Winston llama, sin embargo, pásamela.

No tuvo que mirar a su asistente personal para saber que tenía una enorme
sonrisa en su rostro.

Que venga la próxima semana. Estoy más que preparado para ti.

156
Página
Capítulo 14

S
imon entró a la habitación de hotel, capaz de respirar libremente por
primera vez en diez días. Había tomado más tiempo del esperado
despejar su horario en Nueva York. Pero ahora estaba en San Francisco,
con nadie más que Helen en su agenda. Si encontraba tiempo para buscar una
nueva oficina principal para su compañía, eso sería un bonus. Ya no tenía
ningún sentido vivir en Nueva York cuando su corazón estaba en San Francisco.

También habían pasado cinco días desde que había hablado con Helen. Ella
había estado ocupada con su congreso todo el fin de semana, y luego él había
estado en constantes reuniones durante la semana. Eso era el pasado. En menos
de una hora iban a encontrarse donde todo empezó, en el Mandarin Oriental.

La única pregunta que permanecía era si debería ducharse y esperarla, o


esperarla para ducharse. También tendría que intentar no aplastarla contra sí
cuando la viera. Lo último que quería era espantarla.

Su celular sonó y pensó en ignorarlo. Eran las primeras vacaciones en diez años,
así que iba a hacer lo mejor por olvidarse del mundo corporativo y concentrarse
en el mundo humano. Pero esperar a Helen lo estaba volviendo loco. Bien
podría tomar una última llamada.

—Sr. Lamont, es Dustin Edwards de nuevo. Me estaba preparando para


relicenciar las patentes de Bertram Industries a Lamont Holdings, pero la
mayoría ya han sido transferidas a otra parte.

—¿A qué se refiere? Las patentes fueron registradas bajo Bertram Industries y
adquirí los derechos de todos los activos el lunes.

—Si lo recuerda, Sr. Lamont, en nuestra llamada telefónica la semana pasada le


dije que había una cláusula en el contrato laboral de la Srta. Winston que le
permitía retractar todas las patentes en las que fuera nombrada inventora
principal en el caso de que el nuevo titular tuviera contratos militares. Asumí
157

que había hablado con la Srta. Winston directamente. Todavía hay un número
de patentes que no involucraban a la Srta. Winston. ¿Le gustaría que procediera
Página

con estas?
¡Maldito infierno! Su junta de directores iba a tener un día de campo. No solo
les había dicho que no votaría por la fusión de Bertram porque estaba
involucrado personalmente con Helen. Ahora esa relación personal le había
costado a la compañía veinticinco millones de dólares. Muchísimo dinero por un
equipo de mala calidad, arrendamiento de un edificio inútil, y contratos
laborales con un montón de personas que sabía que seguirían a Helen adonde
fuera que eligiera ir a capitalizar sus patentes.

Ella le había hecho la jugada. Lo había mantenido tan envuelto en su delicioso


cuerpo que no podía verla por la espía corporativa que era. Su estómago cayó
de su cuerpo y rodó bajo la cama, una cama que no vería nada de acción. Al
menos no de parte de él y de Helen.

—¿Sr. Lamont?

—Estaré en contacto. —Simon desconectó la llamada.

Hubo un golpe en la puerta y Simon caminó a zancadas por la habitación, casi


sacando la puerta de sus bisagras. La reunión romántica con la que había
soñado se había disipado como una niebla diurna bajo el calor de su rabia.

Aun así, cuando vio a Helen en el pasillo, su aliento se quedó atrapado en su


garganta. Ella era tan hermosa, sus ojos azules iluminados con la llama de la
pasión, una suave y casi tímida sonrisa en su rostro.

—Puedes dejar las pretensiones. Lo sé —dijo Simon. No lo manipularían más.

—¿A qué… a qué te refieres? —Ella vaciló, de pie en el umbral.

—Entra, no tendré esta discusión en público. Ya me has dejado como un tonto


ante mi junta. No necesito que nadie más sepa lo idiota que fui al caer en tu
juego.

La mano de ella voló a su pecho y una punzada de culpa estalló dentro de él


antes de que fuera atrapada por el enojo. Ella era una tremenda actriz. Helen
hacía que Lisa luciera como una amateur.

—Simon, yo…

—Sé que eres una genio, simplemente no me di cuenta de que era precedida
158

por la palabra “malvada”. Eso fue maquiavélico, sacar las patentes cuando
compré la compañía. Felicitaciones, me has vencido más que cualquier CEO
Página

experimentado con el que me haya cruzado.


—No jugué contigo. —Su rostro estaba tan pálido que, por un segundo, pensó
que tal vez se iba a desmayar. Ella se sentó en el sofá abruptamente.

—Oh, ¿en serio? Cómo lo llamas entonces… ¿actuación estratégica? Esa fue una
nueva, pedirme que te ayudara con tus problemas de intimidad. Debiste reírte
tanto en el vuelo de vuelta a los Estados Unidos.

Ella tomó un profundo aliento, enderezó los hombros y rogó con sus ojos.

—Nunca jugué contigo, Simon. Cada acción fue genuina. No puedes creer que
fingí mis miedos. Pero tenía que retirar las patentes. Les prometí a mis amigos
que no los dejaría perder sus trabajos. Tenía que hacer algo.

—¿Entonces fue mi culpa? Para tu información, iba a desviar el dinero


personalmente para que pudieras empezar de nuevo con tu propia compañía.
Habríamos sido socios.

—¿No podemos hacer eso todavía? —Elevó unos ojos angustiados hacia él. Él
endureció su corazón para que no reaccionara.

—No puedo ser socio de alguien en quien no confío.

—Nunca quise hacerte daño, Simon. —Su voz se rompió al decir su nombre.

Una solitaria lágrima escapó de su ojo y bajó por su mejilla. Él congeló sus
rodillas para detenerse de ir a reconfortarla.

—Gracias a Dios que descubrí tu traición antes de que moviera toda mi


compañía aquí. Esa habría sido otra colosal pérdida de tiempo y dinero.

—¿Te ibas a mudar aquí? ¿Por mí?

—Ya no. —Miró a su reloj—. Esta reunión ha terminado.

Ella se levantó, sus piernas temblando. Aun así, se lo quedó mirando


directamente a los ojos.

—No he hecho nada malo. He protegido a aquellos que me importan. —Ella


tomó un profundo aliento—. Y supongo que definitivamente hemos resuelto la
pregunta sobre si yo era más importante para ti que el trato. Te amo, Simon
Lamont. Qué mal que no calcularas eso en tus operaciones. Espero que tú y tu
159

dinero sean muy felices juntos. Ahora, si me disculpas, tengo una compañía que
establecer.
Página
Con un elegante asentimiento, se dirigió hacia la puerta y se fue. El clic de la
puerta cerrándose lo estremeció como si hubiera sido una bomba sónica. Juego
terminado.

***

Helen salió corriendo del hotel y, en su primer ataque de suerte ese día, un taxi
estaba esperando afuera. Se sumergió en la parte trasera y le dio al conductor
su dirección antes de romper en llanto. Simon había mostrado su verdadera
naturaleza: el dinero era más importante que las personas. Más importante que
ella.

Su teléfono sonó y lo sacó de su bolso, rezando que fuera Simon habiendo


vuelto a sus sentidos, rogándole que regresara con él. Sin siquiera revisar la
pantalla, presionó el icono de contestar, buscando un pañuelo en su bolso para
limpiarse el húmedo rostro. Sollozó un “hola” fragmentado en el teléfono.

—¿Qué demonios te ha pasado ahora? —La voz furiosa de su hermano


destrozó el último rastro de esperanza de que Simon cediera.

—Simon… —dijo ella en un nuevo ataque de llanto.

—¿Te hizo daño el bastardo? Lo mataré.

Las palabras de David fueron lo suficientemente altas como para estar segura
de que el conductor del taxi escuchaba mientras le mostraba una mirada
preocupada en el espejo retrovisor.

—No, no me tocó —dijo ella.

—¿Qué pasó entonces?

—Descubrió que retiré las patentes. No me dio tiempo de explicar el


compromiso al que había llegado. Jodí las cosas de nuevo.

—¿Lo amas?

Estuvo sorprendida por la pregunta directa de su hermano.

—Sí.
160

—¿Él te ama?

—Eso creo. Al menos eso creía antes de…


Página
—Entonces déjamelo a mía. Sufrí seis semanas de infierno cuando Liam y Lorelei
terminaron. No voy a tolerarlo con mi hermana menor.

Déjaselo a David considerar el corazón roto de otras personas como


inconvenientes para él.

—David, ¿qué vas a hacer?

—Lo que mejor hago. Debo irme.

La línea quedó muerta, y cuando intentó llamar de nuevo, estaba ocupada. Casi
sintió lástima por Simon.

Sacó el gran sobre de manila que había querido entregarle a Simon de su


maleta. Después de garabatear una dirección en el frente, le pidió al conductor
que lo entregara después de que la dejara, pagándole el triple de la tarifa por
molestarlo. Cuando llegó a su apartamento temporal, lanzó unas cuantas cosas
en una maleta pequeña, reservó un vuelo y un auto rentado en su destino y se
dirigió a la puerta. Necesitaba escapar del mundo por unos cuantos días y solo
había un lugar en donde sabía que nadie podría contactarla.

***

Simon se dirigió a la ducha. Solo. Su rabia se había evaporado y todo lo que


quedaba era una quemazón ácida en su estómago y una inquietante sensación
de que había cometido el error más grande de su vida al dejar ir a Helen. Ella
dijo que lo amaba. Quizás era una más de sus líneas; quizás no lo era.

Puso el agua en modo fría, se sacó la ropa y entró. Incluso enojado, su cuerpo
había estado excitado por Helen tan cerca de él. Se maldijo por responder su
teléfono más temprano. Al menos entonces habría podido apaciguar diez días
de lujuria contenida antes de ser advertido de su completa traición. Sus palabras
de despedida quemaban más que el agua helada: “definitivamente hemos
resuelto la pregunta sobre si yo era más importante para ti que el trato”. Ella era
más importante que el trato. Pero si no podía confiar en ella, ¿qué futuro podían
tener?

Helado por adentro y por fuera, salió de la ducha y envolvió una toalla
alrededor de su cintura, lo que le sirvió para recordarle su primer encuentro con
161

Helen. Con los efectos de su ducha fría destruidos en un instante, se volvió a


poner la ropa. Maldita fuera la mujer. Entre más pronto la olvidara, mejor.
Página
Recogiendo su teléfono de la mesa, estuvo sorprendido de encontrarlo
deshabilitado. A pesar de sus repetidos intentos de poner su clave, decía que
había sido bloqueado de manera remota. Fue por el teléfono del hotel, pero
estaba misteriosamente igual de muerto.

Agarró su bolso, todavía lleno, y se dirigió a la recepción. El personal detrás de


la recepción parecían nerviosos.

—Lo siento, señor Lamont, parece que estamos experimentando algunas


dificultades técnicas. Nuestros sistemas de telefonía y computación están
apagados —le informó el director cuando se acercó a la mesa—. Esperamos que
vuelvan a funcionar pronto.

—No importa. Voy a registrar mi salida. Carguen mi tarjeta de crédito cuando


los equipos vuelvan de nuevo en línea.

—Lo siento, señor Lamont, si este problema le ha causado molestias. Estamos


trabajando duro para rectificar la situación.

—Ese no es el problema. Tengo que volver a Nueva York. Si mi asistente llama,


dígale que mi teléfono está muerto y que he vuelto al aeropuerto y estaré en el
próximo vuelo a casa.

—Muy bien, señor. Espero que podamos recibirlo en el Mandarin Oriental de


nuevo en el futuro.

Simon no sentía la necesidad de iluminar a un extraño que era poco probable


que volviera a San Francisco en esta vida.

Dos horas más tarde, su nivel de frustración se estaba acercando a proporciones


de apoplejía. Había estado en tres mostradores de aerolíneas todos con la
misma respuesta.

—Lo siento, Sr. Lamont, su nombre está en la lista de la seguridad nacional de


exclusión aérea. No puedo venderle un boleto sin autorización del FBI.

—Volé en avión desde Nueva York esta mañana. ¿Me está diciendo que en las
últimas tres horas el gobierno estadounidense ha decidido que soy una
amenaza para la seguridad? —Trató de mantener su exasperación bajo control.
162

Estas personas no tenían la culpa, y odiaba cuando los trabajadores de


recepción tomaban todo el calor del error de alguien de arriba de la línea.
Página
—Lo siento, señor. Solo puedo dirigirme por la información que tengo —dijo la
mujer del mostrador de boletos.

Se dio la vuelta y se dirigió directamente a un hombre de traje oscuro.

—Sr. Simon Lamont, si viene con nosotros. —El agente federal mostró una placa
y tomó el brazo de Simon en un agarre autoritario. Un segundo hombre de traje
negro se unió a ellos y, después de agarrar la bolsa de Simón, se dirigió al otro
lado. Flanqueado por dos hombres con trajes negros, gafas oscuras y rostros de
piedra, se estaba empezando a sentir como un criminal.

—¿Qué está pasando aquí? —dijo Simon mientras marchaba fuera del
aeropuerto hacia una todoterreno negra esperando.

—Está siendo llevado para ser interrogado —respondió el primer agente.

—No he hecho nada. —Tan pronto como las palabras salieron de su boca, se
preguntó cuál era el número de veces que la misma exacta cosa había sido
pronunciado en la parte trasera de este vehículo. En este punto, su esperanza
era que estos hombres fueran realmente agentes federales. No tenía nada de
que preocuparse por la ley, pero no era raro que secuestradores se hicieran
pasar por oficiales. Por la forma en que iba su vida, no había nadie que pagaría
su rescate.

Se dirigieron en silencio a las afueras de la ciudad. Mientras todo rastro de la


civilización se escabullía, los nervios de Simon estaban más apretados que una
cuerda de un arco. San Francisco realmente no está de acuerdo conmigo.

—Tengo ciudadanía estadounidense. Exijo que me lleve a una agencia federal


donde pueda llamar a mi abogado.

—No se preocupe, Sr. Lamont. No vamos a hacerle daño —dijo el primer


agente. Aun así, condujeron hasta que llegaron a la cima de una colina estéril. El
conductor apagó el vehículo y se sentaron en silencio. El tictac del motor era el
único sonido. Con cada minuto que pasaba, la ansiedad de Simon crecía. Aguzó
el oído, escuchando alguna señal de vida a la que podía recurrir en busca de
ayuda.

El débil whump, whump, whump de un helicóptero se hizo más fuerte hasta que
163

aterrizó a quince metros de distancia.


Página
El primer agente bajo de la camioneta y abrió la puerta trasera donde estaba
sentado Simon.

—Sal.

Hizo lo instruido, dando varios pasos de distancia del vehículo. El hombre puso
la bolsa de Simon en la hierba antes de que él se subiera de nuevo y el
conductor reiniciara el motor y se alejaran.

Dejando a Simon a solas con quien fuera que estuviera dentro del misterioso
helicóptero negro.

Los rotores se desaceleraron y la puerta del helicóptero se abrió. Se protegió los


ojos del resplandor del sol. Cuando David Winston quedó a la vista, no supo si
sentirse aliviado o no. Siguiendo el dicho de que la mejor defensa es un buen
ataque, Simon habló primero.

—¿En srio, David? ¿Era necesario todo eso? Si querías hablar conmigo, podrías
haber llamado.

Si esto se ponía físico, probablemente podría tomar a David. El hermano de


Helen era unos buenos quince centímetros más bajo y no en muy buen estado.
Entonces vio a Liam sentado en el otro asiento del helicóptero. Si se unía a la
lucha, sería un partido más parejo, ya que eran relativamente del mismo
tamaño.

—Quería mostrarte lo que podía hacer con tu vida si le haces daño a mi


hermana —dijo David.

—Punto hecho. ¿Eso es lo que hiciste con el hombre que intentó violarla? —
Simon tenía que saber que ese bastardo había pagado por lo que hizo a Helen.
Durante la última hora, había pensado sobre todos sus encuentros. De ninguna
manera Helen podría haber fingido miedo consistentemente, especialmente en
el calor de su pasión.

—Ni siquiera recibiste una fracción de la miseria en que lo pongo diariamente.


No hay un día que pase que no recuerde lo que hizo. Y sabe que todo lo que
tiene que hacer es ir a la policía, confesar, y lo detendré todo. Bueno, al menos
lo que estoy haciendo con él.
164

Simon se sintió un poco mejor de que Helen hubiera sido vengada, a pesar de
Página

que estuviera fuera de los límites de la ley.


—Tienes a la víctima equivocada esta vez, amigo. Soy el agraviado, no Helen.

David se cruzó de brazos, de la misma manera que hacía Helen.

—¿Cómo sabes eso?

—Me sedujo, me distrajo, por lo que desperdicie dinero en nada. —Dios,


sonaba poco convincente incluso a sus oídos.

—¿Te sedujo? —David lucía como si fuera a intentar dar un golpe—. Lo peor,
¿alejaste a mi hermana por dinero? No eres digno de ella. —David se volvió
para regresar al helicóptero.

—Me mintió —dijo Simon. David se detuvo y se dio la vuelta.

—¿Acerca de? ¿Te dijo que su objetivo era salvar los puestos de trabajo de sus
colegas?

—Sí.

—¿Te dijo que era virgen y con miedo a los hombres?

Simon tragó.

—Sí.

—¿Te dijo que es una mujer fuerte y compasiva que pone a los demás antes
que a sí misma?

—No necesitaba. Sé eso. —Por primera vez en su vida, Simon estaba nervioso.
Frotó la mano en la parte posterior de su cuello para aliviar la tensión. Nada
ayudó.

David siguió el tormento.

—¿Te mintió cuando arriesgó su propia felicidad? ¿Cuando ya no podía ver


ninguna otra manera de cumplir una promesa que hizo a los menos
afortunados que ella?

—No.

—¿Qué esperabas que hiciera? ¿Solo sentarse y dejar que sus amigos fueran a
165

la pared? Helen no es así.

La presión aumento en su pecho, lo que dificultaba la respiración. Este es un


Página

real error.
—Lo sé. Fui un idiota. Tengo que verla.

—¿Por qué?

—Para disculparme y pedir perdón. —¿Y si no lo perdonaba? La presión en el


pecho aumentó de nuevo.

—¿Y?

David era muy bueno en el interrogatorio.

Simon arrastro una respiración profunda.

—Y para decirle que la amo y no puedo vivir sin ella. —La presión en el pecho
se liberó. La haría entender, conseguir que le diera una segunda oportunidad,
rogar si tenía que hacerlo.

—Eso es un poco mejor. De acuerdo a mi rastreador en su teléfono, voló a


Portland hace un par de horas.

Simon ni siquiera cuestionó que David rastreara el teléfono de su hermana,


teniendo en cuenta lo que había pasado en las últimas horas.

—¿Portland? ¿Por qué en la tierra ha ido a Portland? —Si pudiera conseguir que
David eliminara su nombre del registro de exclusión aérea, podía estar allí esta
noche.

—Mi conjetura es que ha ido a ver a nuestros padres, aunque por qué diablos
iría voluntariamente está más allá de mí. —David dio un estremecimiento
dramático.

—¿Pueden darme un aventón en el helicóptero al aeropuerto?

—Vas a tener que pedirle a Liam, es su bebé.

Simon y David caminaron hacia el helicóptero. Los rotores comenzaron un giro


lento mientras se acercaban.

—Entra. Te llevaré a mi avión privado. El piloto está cargándolo en este mismo


momento. Él te llevara a Portland —gritó Liam a medida que se acercaban.

—Gracias.
166

—Solo regresando el favor —dijo Liam—. Casi perdí a Lorelei porque era
Página

estúpido y no le dije lo que sentía por ella cuando tuve la oportunidad. No


puedo ver a otro hombre atravesar esa agonía si puedo evitarlo. Y para que
conste, si Lorelei pregunta, solo proporcioné el helicóptero. David organizó el
resto de las actividades de esta tarde.

—No sabía que eras tan cercano a los federales —dijo Simon cuando David se
sentó junto a él, aún fulminando con la mirada. Si su hermana reaccionaba del
mismo modo, la incomodidad del día no había terminado todavía.

—No realmente —dijo David—. Solo añadí tu nombre a una lista de alertas en
las computadoras de las aerolíneas con vuelos al este, no a la lista real del FBI. Y
los dos chicos son actores contratados.

—Me tenías convencido. Bien jugado. Tendré cuidado de no molestarte en el


futuro.

—Solo haz feliz a mi hermana y te irá bien —dijo David.

El helicóptero despegó en sintonía con el corazón de Simon. Él iba a conseguir a


su mujer. O morir en el intento.

167
Página
Capítulo 15

S
imon salió del Learjet de Liam hacia el pavimento de la diminuta pista de
aterrizaje, el aeropuerto más cercano a la casa de los padres de Helen que
piloto sintió seguro para bajar su preciado avión. Le debía una grande a
Liam. El transporte privado había recortado al menos una hora y media su
tiempo de viaje.

Esperando junto al hangar del aeropuerto había un Jeep rojo, un joven hombre
de pie junto a este.

—Sr. Lamont, aquí está su auto alquilado. Las coordenadas de su destino ya han
sido programadas en el GPS. Tendrá que caminar el último kilómetro más o
menos, sin embargo, dado que el camino parece terminar.

Simon agarró las llaves ofrecidas y se subió tras el volante. Antes de que pudiera
encender el vehículo, su teléfono sonó. La última vez que le había respondido,
sus sueños habían sido destruidos. Pero pronto estaría fuera del rango de señal
y debería dejarle saber a su asistente personal que estaría fuera de alcance por
el próximo par de días… esperaba.

—Sr. Lamont, es Dustin Edwards de nuevo.

Simon respiró profundo.

—Sr. Lamont, tengo buenas noticias —dijo el abogado de patentes—. Poco


después de nuestra última llamada, un paquete fue entregado en mi oficina.

—¿Qué había en el paquete? —Simon sacó las palabras a través de dientes


apretados.

—La Srta. Winston le ha entregado personalmente una licencia libre para cada
una de sus patentes de manera indefinida. Dado que la licencia está a su
nombre, necesito saber a qué compañía quiere que nombre como sublicenciada
de las patentes. —El alivio en la voz del abogado era palpable.
168

—¿Helen me transfirió todos los derechos, personalmente? ¿Cuándo?


Página
—Bueno, no puedo decirlo con exactitud, pero su firma está fechada y notariada
como del día de ayer. El paquete fue recibido por mi firma cerca de la una de
esta tarde.

Eso había sido cerca de hora y media después de su encuentro en el hotel.


Helen debió haber tenido los documentos listos para presentárselos. En su
lugar, él había saltado a conclusiones y pensado lo peor de ella. Ella le había
confiado su carrera, la carrera de sus amigos, y él la había acusado de traición.

Rogar podría no ser suficiente. Encendió el auto, empezó a conducir, y aceleró


lejos de la pista de aterrizaje.

***

Helen caminó fatigosamente los últimos cuatro metros hacia la cabaña de sus
padres. El camino terminaba cerca de un kilómetro atrás y había tenido que
dejar su auto alquilado y caminar el resto del camino. Quedaba cerca de una
hora antes del atardecer, y estaba exhausta.

Cargando su maleta y algunas cosas esenciales, sus brazos quemaban casi tanto
como su corazón. Ni siquiera un tanque lleno de Ben & Jerry’s iba a ayudarla a
superar esto. Así que había traído dos botellas de whiskey, porque el vodka de
papa que la comunidad producía no era bebible, y dos paquetes de regaliz rojo
para su madre. La última paradoja: su madre amante de “todo lo natural” amaba
algo tan artificial.

—¡Twinkle! —Se encogió por el uso de su apodo infantil—. Primero tu hermano


y su nueva esposa, ahora tú. Este es un mes especial. ¿Por qué no nos hiciste
saber que vendrías?

—Supongo que la paloma no logró llegar —dijo Helen mientras su madre la


envolvía en un apretado abrazo. Janet Winston olía a sudor, suciedad y cielo. Al
final del día, no importaba cuál era la filosofía personal de su madre; igual era su
madre.

»Oh, mamá, me rompieron el corazón. —Sollozó en el hombro de su madre.

—Bueno, no estoy segura de tener la cura para un corazón roto, pero tengo
algunas hierbas que te ayudarán a atenuar el dolor —dijo su madre. Ella era la
169

botánica del grupo, recomendando lo que era comestible y lo que no. Helen no
había examinado a propósito todas las plantas que su madre sembraba.
Página
—Twinkle, creí oír tu voz. —Su padre apareció desde adentro de la cabaña,
abotonándose la camisa mientras se acercaba. Los padres de Simon nunca
habían tenido sexo; los de ella jamás se detenían.

—Te traje algo de jugo, papá. —Le pasó la maleta a su padre; el tintineo de las
botellas de vidrio golpeándose una contra trajo una enorme sonrisa al rostro de
su padre.

—Es bien recibido, cariño.

—¿Ya has comido? —Janet puso sus brazos alrededor del hombro de su hija y
la condujo hacia el interior de la cabaña.

—Comí algo rápido en el último pueblo por la que pasé. Pero si tienes algo de
esos hongos salvajes y pan casero, no diría que no.

—Estoy segura que hay algo de eso por aquí.

Helen se sentó en una silla de madera hecha a mano junto a la chimenea y


observó a su madre moverse en la improvisada cocina. Su padre sirvió dos vasos
de whiskey y le pasó uno.

—Entonces, ¿le quieres contar a tu padre qué pasó?

—No realmente. —No estaba muy segura de lo que le había sucedió. Durante el
vuelo y luego las tres horas de conducción, había reproducido la escena en el
hotel una y otra vez. Todo había salido terriblemente mal tan rápidamente. El
resumen era que Simon había escogido el dinero por encima de ella.

—Aquí tienes, Twinkle. Te sentirás mejor después de haber comido.

Su madre le pasó un plato, el cual Helen observó con sospecha.

—No le has puesto ninguna planta altera-mentes a esto, ¿o sí?

—No, por supuesto que no. Pero si quieres alguna…

La respuesta de Helen fue cortada por el inconfundible sonido de una escopeta


siendo activada. No todos en la comunidad cumplían la visión pacífica de sus
padres. Su padre se levantó y se apresuró fuera de la cabaña.
170

—Quédese donde está, señor. Esto es propiedad privada —gritó alguien.

—Estoy buscando a Helen Winston —dijo la profunda voz de Simon.


Página
Helen se levantó de inmediato y salió corriendo, todavía agarrando su plato de
comida.

—Está bien, está conmigo —le dijo al congregado grupo de hombres que
apuntaban escopetas hacia Simon, las manos de él en el aire.

El grupo se separó hasta que solo quedaron Simon, Helen y sus padres.

—Twinkle, ¿quieres presentar a tu amigo? —preguntó su padre.

—Mamá, papá, este es Simon Lamont. Simon, estos son mis padres, Janet y
Derek Winston.

—Ahora, Twinkle… —dijo su padre.

—Argh, son sus nombres legales y los voy a poner en sus lápidas —dijo Helen.

—Entonces habremos muerto y a nadie le importará —añadió su padre—.


Preséntanos de manera apropiada.

—Simon, estos son mis padres, Sunshine y Moonbeam.

Cómo Simon mantuvo su rostro impasible, ella no tenía ni idea.

—¿Puedo preguntar quién es quién?

—Mi madre es Sunshine, papá es Moonbeam. —Helen le mostró una mirada


como si fuera la cosa más obvia del mundo.

—Iluminamos su vida, de día y de noche —dijo su madre.

—¿Este es el tipo que te rompió el corazón? —Su padre era tan directo al hablar
como David.

—Síp. —Ella asintió mientras Simon tragaba.

—¿Quieres que me deshaga de él por ti?

Los ojos de Simon le rogaron.

—Todavía no. Lo escucharé primero —dijo ella. Los hombros de Simon se


relajaron.
171

—Bueno, no es civilizado hablar con un estomago vacío —añadió la madre de


Helen. Agarró el plato de la mano de Helen y gesticuló hacia la cabaña—. Entra,
Página
Simon. Acabo de hacerle algo para cenar a Twinkle, pero hay mucho de sobra.
¿Tienes hambre?

—Gracias, Sunshine, eso sería agradable.

Sus padres regresaron a la cabaña, pero ella se quedó plantada en su lugar. Él


había venido. La pregunta era, ¿por qué? Excepto que no logró hacer la
pregunta.

—Te rindió el tiempo al seguirme.

—Liam me prestó su avión. —Simon dio un paso más cerca, luego otro, hasta
que había apenas dos centímetros entre ellos. El calor de su cuerpo, el aroma de
su loción para después de afeitar, la pura masculinidad de él la intoxicaron. ¿O
su madre le había echado algo a su cena?

»Sé que tenemos que hablar. Y sé que puede que no me perdones. Pero solo
por un momento, por favor, ¿puedo abrazarte?

Ella lo miró a los ojos y su traicionero cuerpo se derritió contra él. Había venido
por ella. Eso debía significar algo. Por el momento, iba a dejar que su corazón
creyera que significaba más que algo.

—¿Twinkle? —Los labios de él estaban contra su oreja, su cálido aliento


licuando su resistencia.

—De niña me encantaba la canción “Twinkle, Twinkle, Little Star”.


Evidentemente la cantaba sin parar —dijo.

Él se retiró, luego acomodó un mechón de su cabello tras su oreja.

—Brillante. Voy a llamarte Twinkle de ahora en adelante.

—No lo recomiendo. Nunca encontrarían tu cuerpo en este bosque.

—Vengan, ustedes dos. Estamos perdiendo luz solar —llamó Moonbeam desde
dentro de la cabaña.

—Me gustan tus padres. —La caricia de él sobre su piel disolvió su habilidad
para permanecer enojada con él. Agarrando su mano, lo condujo a la cabaña.
172

—Definitivamente son diferentes a los tuyos —dijo ella mientras él miraba la


rustica cabaña y los primitivos muebles. Cuando sus ojos encontraron los suyos
Página
de nuevo, no había censura o disgusto. Parecía incluso más en casa de lo que lo
había estado en la sala de estar de su madre inspirada en Laura Ashley.

Su padre dejó libre un asiento para que Simon pudiera sentarse.

—¿Whiskey?

—Sí, por favor. No creerían el día que he tenido.

***

Sunshine le entregó un plato lleno con setas, una especie de ensalada, y dos
rebanadas de pan casero. Hambriento, tomo un bocado tentativamente,
sorprendido por los increíbles sabores que estallaron en su paladar.

—Esto está fabuloso —dijo entre bocado y bocado. Junto a él, Helen comía más
tranquilamente, con los ojos mirando su rostro.

—Esto se debe a la generosidad de la naturaleza. Nunca han estado cerca de


una granja comercial y no han sido rociados con químicos mortales por todas
partes —dijo Sunshine.

Él no iba a discutir con su lógica.

En un tiempo récord, el plato estuvo limpio, y alzó la vista, luciendo culpable. Su


madre habría tenido una mirada severa por su falta de modales.

—Es bueno ver a alguien que aprecie la comida sana —dijo Moonbeam.

—Si se dan prisa, van a tener el tiempo justo para una caminata y ver el
atardecer. Hay luna llena, por lo no necesitarán una linterna para encontrar el
camino de vuelta —dijo Sunshine mientras tomaba los platos vacíos de ella y de
Helen.

Él se puso de pie y esperó a que Helen se uniera a él. Cuando ella tomó su
mano y lo sacó fuera de la cabaña, soltó el aire que había estado conteniendo.
Después de su aventurada tarde, cortesía de David, Simon había estado
seriamente preocupado por la recepción por parte de sus padres. Ser recibido
por una línea de escopetas había sido lo último que esperaba.

Sin decir una palabra, Helen lo llevó a lo largo de un camino estrecho a un


173

afloramiento de roca desnuda. La tierra debajo caía bruscamente, dando la


impresión de que estaba de pie en la cima del mundo. El cielo era de color rojo
Página
ardiente, una pequeña porción de sol hundiéndose lentamente sobre el lejano
horizonte.

—Eso fue hermoso —susurró él, no queriendo romper el hechizo que mantenía
a Helen a su lado.

—¿Por qué estás aquí, Simon? —Su voz era suave, como si ella tampoco
quisiera que la magia terminara.

—Vine a rogarte perdón. —Contuvo la respiración, esperando su respuesta.

—¿Qué estoy perdonando?

No iba a dejarlo escapar a la ligera.

—El hecho de que me molesté por el acuerdo Bertram, que cuestioné tus
motivaciones, que no confié en ti.

—No puedo creer que me acusaras de falsificar mis miedos para distraerte de
los negocios. ¿De verdad crees que hubiera caído tan bajo?

—No. Fue un acto reflejo. Tenía tanto miedo de poner mi corazón en la línea, de
abrirme a ti cuando no sabía cómo te sentías. La última mujer a la que creí amar
resultó ser una perra mientras salía conmigo y con otro. Cuando oí acerca del
trato, entré en modo defensivo. Fui un completo idiota. No estoy acostumbrado
a decirle a la gente lo que siento. —Podría ser bajo que trajera a colación su fría
infancia, pero estaba desesperado.

—Está bien, te perdono por exagerar. ¿Solo estas aquí porque has descubierto
que he licenciado las patentes para ti?

—No, no lo supe hasta que estaba casi aquí. Me sorprende que hayas hecho
eso. No puedo comenzar a decirte lo que significa para mí que confiaras en mí
con tu carrera y las de tus colegas.

—Hay una condición en las licencias. No puedes vender mis invenciones a la


milicia.

—Entendido. Aunque no me adhiero a tus principios pacifistas, te respeto por


ellos.
174

—Gracias.
Página
—Y para que conste, eres más importante que cualquier trato, Helen. Amarte es
mi último logro. En mi mente, en mi corazón, eres mía, y tanto tiempo como
respire, ningún hombre va a acercarse a ti.

Ella dio un paso atrás y se cruzó de brazos.

—Eso es un poco posesivo, Simon. No soy un objeto sobre el que puedas


reclamar propiedad. No soy una empresa que puedas manejar y hacer tratos.

—Nunca jugaría con tu corazón. Haría cualquier cosa si solo dices que me amas
de nuevo. Dame otra oportunidad de demostrarte lo mucho que te amo. —Dio
un paso hacia ella, rezando para que lo dejara volver a su vida.

Sus ojos buscaron los suyos por un largo momento. A continuación, una sonrisa
iluminó su rostro que rivalizaba con la puesta de sol por la belleza.

—Te amo, Simon. Y tampoco puedo imaginar a otro hombre tocándome. Al


parecer, mi recuperación es limitada. Solo me siento segura contigo.

—Ven a casa conmigo. —Él extendió la mano, esperando a que ella colocara la
suya.

Ella puso la mano en la suya, pero se resistió cuando trató de tomarla en sus
brazos.

—Ahora nuestro siguiente problema. Vivimos en lados opuestos del país. Sé


que me quieres en Nueva York, pero no puedo salir de San Francisco por el
momento. Por mucho que te ame, todavía tengo que asegurarme de que mis
colegas tengan puestos de trabajo.

—Y no puedo llevarte lejos de allí hasta que hayas terminado de protegerlos.


Además, no hay nadie a quien vaya a extrañar en Nueva York. Aquí tenemos a
Liam y Lorelei, Jason y Mandy, y si lo puedo perdonar por lo de hoy, David, y
Alina. Tienes una red de apoyo y amor, y quiero unirme.

—Creo que eso puede arreglarse. —Ella se acurrucó contra su pecho, y por
primera vez desde que ella salió del hotel esa mañana, pudo respirar sin que
doliera.

Él puso sus manos en su rostro, inclinando la cabeza hacia ella.


175

—Te amo más que a todas las estrellas en el cielo, Twinkle.


Página

Ella rio contra sus labios.


—Llámame de esa forma fuera de esta comuna y enviaré a David sobre ti.

—Oh Dios, ¿sabes lo que me hizo?

—Solo puedo imaginar. Cuéntamelo más tarde. Bésame ahora.

—¿Estamos jugando a Helen dice?

—Es siempre Helen dice.

Él hizo lo que le pidió. Antes de que el beso se saliera de control, se retiró.

—Antes de que me deje llevar, tengo una mayor fusión para negociar.

Ella estaba deshaciendo los botones de su camisa. Contuvo el aliento mientras


pasaba sus manos sobre el pecho.

—¿Y qué sería? —Su cabeza bajó y lamió su pezón.

—Helen Twinkle Winston, ¿quieres casarte conmigo?

Ella levantó la cabeza; otra hermosa sonrisa se dibujó en su rostro bajo la luna,
rápidamente sustituida por una sonrisa traviesa.

—Lo pensaré. Ahora siento que es justo recordarte que soy una negociadora
dura.

—Vas a mantenerme en los dedos de mis pies durante el resto de mi vida,


¿verdad?

—Sí.

—Gracias a Dios —dijo sobre sus labios antes de llevarlos en un beso abrasador.
Él derramó la frustración de la semana anterior y la angustia del día en su
abrazo. Aplastándola contra él para asegurarse de que era real.

Él levantó la cabeza y miró alrededor de la zona. Todo estaba duro o espinoso.

Como si leyera su mente, ella dijo:

—¿Alguna vez hiciste el amor en una hamaca bajo las estrellas?

—No. —Ella tomó su mano y lo llevó por otro camino a un claro. Una hamaca
176

de algodón estaba amarrada entre dos postes. Las centelleantes estrellas


salpicaban el cielo con tal brillantez que Simon dejó escapar un largo suspiro.
Página
—¿Qué tal sobre un manantial natural, mientras el día parte en el horizonte?

—Tienes que estar bromeando.

—Nunca bromeo acerca de la intimidad. En el vuelo de Nueva York a Londres,


pensé en lugares en los que podíamos hacer el amor si tuviera la oportunidad
de presentarte a mis padres.

Ella corrió un tronco que estaba apoyado contra una roca a unos pocos metros
de distancia y sacó un par de mantas, extendiéndolas sobre la hamaca. Entonces
encendió un par de frascos de vidrio esparcidos por el lugar.

—Repelente de insectos. No quieres ser mordido en ningún lugar sensible —


dijo, notando su interés.

Dio un paso hacia ella.

—¿Tus padres no se preocuparán cuando no volvamos ahora mismo? —La


última cosa que necesitaba era ponerse en el lado malo de más Winston,
incluso si sus nombres eran Moonbeam y Sunchine.

—Confía en mí, mis padres probablemente están haciendo exactamente lo


mismo que nosotros. Sin duda están rezando para que no vayamos a volver
pronto.

Ella tiró de la camisa sobre su cabeza y desenganchó su sujetador. Su piel


brillaba ante la luz de la luna. El aire fresco de la noche apretó los pezones en
duros brotes. Él se arrancó la ropa, un par de botones desapareciendo en la
noche. Cuando estaba a punto de subir a la hamaca, ella puso una mano en su
brazo.

—Vas arriba esta vez.

Buscó en sus ojos en la penumbra: nada de pánico, ni miedo, solo amor. Luego
ella agarró su trasero y lo tiró hacia ella.

—Oh Dios, ¿en qué me estoy metiendo? Un hermano que hackea sistemas de
seguridad con facilidad, padres que viven en una comuna y follan como
conejos, y una mujer que convierte mis rodillas en agua con una sonrisa.
177

—No he aceptado casarme todavía. Aún puedes renegociar la oferta. Tal vez ir
tras una mujer seleccionada por su madre.
Página

—De ninguna manera. Voy a tener que trabajar en domesticarte.


—Puedes intentarlo, pirata. Puedes intentarlo.

178
Página
Epílogo

H
elen dio un paso a través de la puerta de vidrio, gasa de color azul
marino flotando alrededor de sus piernas. Lorelei, Mandy y Alina la
siguieron a la habitación llena de gente. Era la ceremonia de
inauguración de la nueva sede corporativa de Lamont Holdings. Y Simon no
había escatimado en gastos en celebrar su traslado a San Francisco.

Durante los últimos seis meses, habían estado dividiendo su tiempo entre las
dos costas, pero sus inevitables agendas de trabajo ocupadas significaban que
estaban separados más de lo que querían.

Los cuatro hombres que habían estado esperando la llegada de sus mujeres
corrieron hacia ellas.

—Ustedes damas están magníficas —dijo Simon, sin apartar los ojos de Helen.

—Bueno, gracias, Sr. Lamont —respondió Mandy con descaro. Ella hizo una
pirueta en su vestido de seda negro. Lorelei frotó su panza como si fuera la
razón de su belleza y Alina sonrió tímidamente. Helen se dio la vuelta
lentamente de modo que Simon pudiera obtener una visión completa de su
espalda desnuda; uno solo rizo descansaba sobre su piel desnuda, el resto
amontonado en su cabeza. Habiendo finalmente reunido el valor para llevar el
hermoso vestido en público, iba a disfrutarlo la noche. Era el último reto que
tenía que superar en su camino hacia la recuperación.

—El vestido es hermoso, tú aún más —dijo Simon en su oído después de besar
su mejilla a modo de saludo.

—Tú también te ves bien, incluso sin el loro y el parche en el ojo. —La imagen
que había dibujado de él cuando se reunieron por primera vez ahora colgaba
enmarcada en la pared de su oficina.

—¿Qué te parece mi nuevo barco? —Hizo un gesto alrededor del vestíbulo


abierto con baldosas de mármol.
179

—Es muy bonito. Estoy segura de que serás feliz aquí.


Página
—Solo soy feliz en tus brazos. Sobreviviré aquí. —Él le dio una de sus
devastadoras sonrisas.

—Eres un conversador zalamero, nunca sé cuándo hablas en serio —lo


reprendió Helen.

Él coloco ambos brazos alrededor de ella, tirando de ella apretadamente contra


él, sin importarle que cientos de sus empleados estuvieran viendo.

—Soy muy serio en casarme contigo. ¿Cuándo vas a decir que sí?

—Pregúntame de nuevo esta noche, cuando estamos solos. Creo que obtendrás
la respuesta que deseas. —Se puso de puntillas y le dio un beso en los labios.

El pirata había encontrado su tesoro.

180
Página
Masquerading with the
Billionaire

El renombrado diseñador de joyas Remington Wolfe está compitiendo por la


comisión de toda su vida y alguien está intentado destruir su compañía desde
adentro. Anticipa esa sorpresa cuando su inesperado rescatista resulta ser una
sexy especialista en informática con una lengua aguda y una mente incluso más
aguda.

Kath Smith es una experta en seguridad cibernética y una maestra del disfraz.
Así que ser asignada como la novia de Wolfe mientras descubre quien deslizó
un código malicio en los sistemas informáticos de su corporación no es un
problema. Pero cuando el pasado de Kat se acerca y su falsa relación comienza
a sentirme un poco demasiado real, problemas son todo lo que parece tener.

Guide to Love #3
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