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His Billion Dollar Dilemma
His Billion Dollar Dilemma
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Agradecimientos
Dirección de Traducción
Bella, katherin.puentes, Lisa EQS, Lola Luna
Traducción e Interpretación
Ana_rmz
Bella
johanamancilla
katherin.puentes
Katyandrea
Liseth Johanna
NoraGreene
rihano
Corrección de Estilo
Femme Fatale
Lectura Final
Femme Fatale
Diseño de Imagen
Femme Fatale
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Índice
Alexia Adams
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo
Masquerading with the Billionaire
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Alexia Adams
A
lexia viajó por el mundo conociendo personas, experimentando nuevas
vistas y sabores. Ha vivido en Canadá, Nueva Zelanda, Australia,
Inglaterra y Francia, así como también ha pasado tiempo en Panamá y
Rusia. Cuando la vida la obligó a quedarse en un solo lugar, tomó viajes
indirectos a través de los personajes que creó en sus novelas románticas. Sus
historias reflejan su amor por viajar y presentan locaciones tan diversas como
las praderas ventosas de Canadá o las cálidas y húmedas junglas de Guyana.
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Sinopsis
N
unca juzgues a una friki por su portada…
Guide to Love #2
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Capítulo 1
M
ejor que el maldito hotel estuviera en llamas con el alboroto que
alguien estaba haciendo al golpear su puerta.
¿Qué demonios?
—Debería serlo. —Ella pisó fuerte con su pie. Había algo extrañamente adorable
en ese pequeño pisotón. Maldita sea, debía estar realmente sufriendo de jet
lag…
Un rubor subió por el cuello de la mujer y volvió sus mejillas rosa mientras
contemplaba su pecho y piernas al descubierto. Él tuvo un deseo irracional de
ver hasta qué punto se extendía el rubor hacia abajo, pero su blusa de cuello
alto ocultaba más de su piel.
Bombilla. Bertram Industries era la principal razón por la que estaba en San
Francisco. La empresa de ingeniería estaba fallando y él estaba en
negociaciones con el principal propietario para comprarla. Si aseguraba el
acuerdo, la pila de combustible que habían patentado recientemente lo
colocaría en el asiento de poder con los jóvenes fabricantes de autos eléctricos;
específicamente, la empresa de Edward Halliday. Entonces su némesis no
tendría otra opción que cumplir con las demandas de Simon. Y quizás la
traicionera esposa de Edward se arrepentiría de terminar con Simon a cambio
del ahora rechoncho empresario. Por el momento, sin embargo, tenía una mujer
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Ella ignoró su mano extendida y puso las suyas en sus caderas. Su chaqueta de
punto gris se extendía sobre su pecho, revelando unos exquisitos pechos
redondos. Él arrastró sus ojos de nuevo a su rostro. Tal vez era el agotamiento,
pero encontraba a esta mujer intrigante.
—¿Por qué esperaría conocerme? ¿Creyó que caería a sus pies y le agradecería
por el rescate de mi empresa?
—No era consciente de que fuera su empresa. Todos los documentos que he
visto catalogan a Harold Bertram como el propietario y accionista mayoritario.
—Se apoyó contra la pared, cautivado por la variedad de emociones que se
mostraban en el rostro de la mujer.
—Harold es un idiota. Mis diseños son la única razón por lo que la compañía se
ha mantenido a flote todo este tiempo. Estoy trabajando en un plan de
reestructuración. No necesitamos que algún pirata moderno robe y saquee la
compañía de todo lo que vale la pena, dejando solo una cáscara vacía y una
treintena de personas en busca de trabajo.
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Era la primera vez que había sido llamado un pirata, al menos en su rostro. No
podía discutir la analogía; en efecto, era lo que hacía. Tomaba una empresa en
crisis, la despojaba de sus activos valiosos, y dejaba el resto hundirse al fondo
del océano. Por supuesto, siempre había daño colateral, y tenía un equipo que
lidiaba con eso. Pero él racionalizaba que estaba construyendo mejores y más
fuertes empresas que ayudaban más a la economía en el largo plazo.
—Estoy seguro de que alguien con sus habilidades no tendrá problemas para
encontrar otro trabajo.
—No me importa mi trabajo. Son los otros empleados los que me preocupan.
Muchos de ellos están de mediados a finales de los cincuenta. Tendrán más
dificultades para encontrar un nuevo empleo. —Se cruzó de brazos, lo cual
realzaba aún más sus pechos. Su polla se retorció. ¿Qué demonios? Helen
Winston era exactamente lo contrario a todo lo que generalmente buscaba en
una mujer. Tal vez era por eso que estaba fascinado. Las mujeres con las que
salía eran como botones de chocolate. Helen era Starburst todo el camino.
Esto se estaba volviendo personal. La única cosa que odiaba sobre su trabajo
fue cuando se volvía personal. Prefería mucho más tomar decisiones basadas en
la lógica. La emoción llevaba al desastre, y los Lamont de Gloucestershire no
lidiaban con el desastre. Había sido degenerado de su código genético poco
después de que sus antepasados normandos conquistaran Inglaterra.
Simon echó un vistazo a su reloj. Cada uno de sus numerosos empleados sabía
que era su señal de que la reunión había terminado. Pero Helen Winston no era
uno de sus empleados.
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—Puede mirar su reloj todo lo que quiera, Sr. Lamont. No me voy hasta que
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Contando con que la mujer vestida con recato huyera ante la idea de verlo
desnudo, se sorprendió cuando se sentó en el sofá. Sus ojos se movieron por su
cuerpo una vez más, luego de vuelta hacia su rostro, y su rubor se profundizó.
Tomó una respiración profunda, pero no se movió.
—Ya he hablado con su AP1. Dijo que cada segundo de su tiempo en San
Francisco está ocupado. Así que puedo conseguir una vista completa mientras
lleno sus oídos, o reorganiza una de sus reuniones para escucharme. La decisión
es suya.
—Accedido. Ella tiene mi número. —Sin decir otra palabra o siquiera mirar en su
dirección, se dirigió a la puerta y se fue.
***
Helen huyó de la habitación de hotel y pulsó el botón del ascensor diez veces
en rápida sucesión. Llegó en cuestión de segundos y estaba vacío. Se dejó caer
contra la pared del fondo. ¿Qué demonios había hecho? ¿Atacado a un hombre
casi desnudo en su habitación de hotel y exigido que se reuniera con ella? Con
suerte, él había atribuido su piel sonrojada y los ojos amplios a su ira y no al
hecho de que él se encontraba a unos metros de ella llevando solo una toalla.
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AP: Asistente personal.
Conocida por hacer una investigación detallada, ¿cómo se había perdido el
hecho de que Simon Lamont era caliente a nivel de lava líquida? Y en forma.
Muy en forma. Oh-Dios-mío en forma. Abdominales de lavadero, pectorales
definidos, y bíceps perfectamente proporcionales… Por no mencionar los ojos
verdes que le recordaban el bosque frondoso del estado de Washington donde
creció, y una sonrisa ligeramente torcida que podría derretir su resolución con
un solo tirón. Y, por supuesto, tenía que tener un acento británico supersexy
para rematar. Síp, la próxima vez pasaría un poco más de tiempo con la
investigación, y planeando su ataque para que no coincidiera con el final de su
ducha.
Señora; ni siquiera llegaba a los treintas aún, aunque no estaba tan lejos, y ya se
había trasladado a señora. Para la joven detrás de la barra, sin embargo, ella
probablemente se veía tan vieja como se sentía. No se había sentido joven en
un muy, muy largo tiempo.
—Eso está bien —espetó Helen. Sacudió su cabeza. ¿Dónde estaba la criatura
afable y dócil que se pasaba el día mirando una computadora o asintiendo
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La camarero colocó el vaso frente a ella, luego dio un paso atrás. Helen bebió
un trago y dejó que al líquido ambarino quemara de su garganta al estómago,
donde comenzó un cálido resplandor que llegó a los dedos de sus pies, en sus
gruesas medias y sensibles tacones de tres centímetros.
—Agradable —se las arregló para jadear. Metiendo la mano en su bolso, sacó
un billete de cien dólares y se lo ofreció a la aturdida mujer—. Quédate con el
cambio.
En dos tragos más, termino la bebida. Helen no sabía si sus rodillas todavía
estaban temblando dado que no podía sentirlas. Se bajó del taburete en lo que
esperaba fuera un desmontaje elegante. Por las miradas extrañas y de boca
abierta de los otros clientes del bar, probablemente se veía como una jirafa
recién nacida tratando de caminar por primera vez.
Mientras salía del bar, vio a Simón Lamont saliendo del hotel con una alta mujer
de cabello oscuro a su lado. Aunque solamente los vio desde atrás, la forma en
que la mujer giró la cabeza y movió su cabello sugirió que esto era algo más
que una reunión de negocios. Era bueno que el whisky se hubiera derretido
completamente en su interior, porque estaba bastante segura de que sus
entrañas se estarían retorciendo en nudos ante el sonido de la mujer de piernas
largas elegantemente vestida riendo de algo que dijo Simon.
¿Por qué no podía tener un parche en el ojo, una pata de palo, y un loro en su
hombro? Mientras estaba tratando desesperadamente de reajustar su imagen
de pirata corporativo, su celular sonó.
—¿Srta. Winston? La agenda del Sr. Lamont se ha abierto. ¿Está disponible para
reunirse con él a las cuatro de la mañana del viernes? Dice que se encontrará
con usted en el vestíbulo de su hotel. Evidentemente, usted sabe dónde se está
alojando. —Sabiendo que la asistente personal hipereficiente no había
divulgado la información, Helen pudo escuchar la curiosidad en la voz de la otra
mujer en cuanto a cómo había obtenido el nombre del hotel. A veces, tener un
hermano que no se avergonzaba de hackear el sistema de reservación del hotel
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La mujer con la que Simón se había ido parecía tener toda su atención. Tal vez
eso era lo que necesitaba, un aspecto más profesional. Antes de que pudiera
cambiar de opinión, llamó por teléfono a Lorelei. Cuando su amiga respondió,
ella soltó:
—Necesito ir de compras.
***
Helen roció algo de granola sobre su yogurt e imaginó cuán rojo se volvería el
rostro de Harold Bertram si ella decidía trabajar desde casa hoy. Probablemente,
sería algún tono entre el color del labial de Taylor Swift y la remolacha en
vinagre. Simon tenía previsto reunirse con Harold, y sabía que su jefe estaba
confiando en que ella explicara el proceso de diseño. Solamente esperaba que
fuera capaz de formar frases coherentes cuando visiones del torso musculoso
de Simon continuaran asaltando su cerebro. Incluso ahora los dedos de sus pies
se cerraron involuntariamente.
—Sí, algo así. ¿Estás bien aquí sola durante unos días? —David no la miró a los
ojos, y su “medidor de sucede algo” se disparó a la zona roja.
—A duras penas estoy sola con Liam y Lorelei al otro lado del pasillo. ¿Adónde
vas? No habías dicho nada acerca de marcharte.
—Salió a último minuto. Te veré el viernes por la noche. —Sin decir otra
palabra, huyó del apartamento. Solamente después de que él se fuera registró
el elegante traje nuevo que llevaba su hermano. A pesar de que David era
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Sacudió su cabeza. David nunca había sido convencional, aun así había sido el
mejor hermano que una chica podría pedir. Pero ella ya no era una chica; era
una mujer. Una mujer atrapada en el pasado, manifiestamente. Era hora de que
saltara a la trampa y escapara, porque se negaba a seguir siendo una víctima
durante el resto de su vida.
Seis horas más tarde, le dolía la espalda de estar inclinada sobre su mesa de
dibujo. Levantó sus brazos por encima de su cabeza y se estiró de un lado a
otro. Mientras se inclinaba hacia atrás, Simon entró en la habitación, su mirada
fijándose en la de ella instantáneamente antes de que recorriera su figura
retorcida. Sus ojos buscaron su cuerpo. Maldición, incluso vestido con un traje
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Un indicio de una sonrisa traviesa acechaba en sus ojos verdes, y tuvo que
forzar a que su boca permaneciera neutral. Él era el enemigo, pero ¿qué decían
acerca de mantener a tus amigos cerca, pero a tus enemigos más cerca?
Aunque más cerca de Simon y podría sufrir combustión espontánea. Asintió
regiamente para ocultar su confusión.
Por el rabillo del ojo, vio el rubor de su jefe, luego se dio cuenta tardíamente de
que aún sostenía la mano de Simon. Echó la mano hacia atrás y golpeó el café
en su escritorio. Antes de que pudiera prevenirlo, Simon comenzó a limpiar el
tsunami de color marrón con las toallas de papel dejadas por el último
percance. Con el derrame de café bajo control, él se quedó mirando su
escritorio.
Sus labios llenos se curvaron hacia arriba una vez, antes de bajarlos.
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—Estoy deseando ver cómo funciona. —Caminó hacia donde Harold estaba de
pie y preguntó a uno de sus colegas acerca de una prueba que estaba
ejecutando.
Helen soltó el aliento que había estado conteniendo. La segunda ronda fue un
empate.
—No estoy tan segura de si “jefe” es la palabra correcta. Por lo que he leído,
Simon Lamont destroza las empresas, no las arregla. Creo que todos seríamos
sabios al actualizar nuestros currículum.
Dennis palideció.
Él no pareció seguro.
—¿No hay nada que podamos hacer? ¿Algo que puedas hacer para cambiar su
opinión? Eres el genio residente.
H
elen tomó una respiración profunda y salió del cubículo ante los jadeos
combinados de sus amigas. Sus manos subieron automáticamente a su
cuello como si una corriente soplara contra la piel que normalmente
estaba cubierta por al menos una capa de tela. No había nada malo con el
vestido, excepto que le encajaba perfectamente, rozando sus curvas, y el suave
color azul hacia juego con sus ojos e incluso hacía que su piel pastosa luciera
bien.
Helen sonrió hacia su vivaz vecina. A pesar del hecho de que Lorelei se había
ganado el amor de Liam cuando Helen había estado enamorada de él por años,
era imposible odiar a la mujer. Lorelei estaba tan llena de amor y bondad que
Helen ahora se sentía honrada de llamarla su amiga. Pero ¿cuántos atuendos
necesitaba para convencer a Simon de que ella era una profesional seria y
especializada, no una loca mujer gato?
—Ambas somos más grandes que tú, cariño. No nos obligues a probarte el
vestido a la fuerz —dijo Mandy con una risa.
Por el momento en que solo quedaron unos pocos atuendos, Helen había
alcanzado un nivel de meditación trascendental que le permitía cambiarse de
ropa y desfilar frente a sus dos amigas y una asistente de compras
excesivamente servicial, mientras mantenía un tenue control de su salud mental.
Cada vez que comenzaba a entrar en pánico sobre lo entallado de la ropa, el
énfasis que ponían en sus curvas, miraba fijamente al espejo e imaginaba a
Simon Lamont frente a ella. Si quería salvar el trabajo de sus compañeros, tenía
que aparentar la parte de salvadora corporativa.
—No necesito este vestido. Quiero verme como una ejecutiva, no como una
muñeca —dijo. Aun así, no pudo evitar pasar sus dedos sobre la tela
supersuave. Una capa de chiffon azul marino flotaba en la parte superior de un
vestido de brillante seda azul. Pero era cuello halter, y con escote en la espalda,
lo cual significaba nada de sostén. No había manera en el mundo de que ella
pusiera usar este vestido en público. Incluso la idea de desfilar delante de sus
amigos la estaba enviando a un ataque de pánico.
—Nunca sabes, cariño. Por favor, queremos ver cómo luce en ti. Prometiste que
te podrías en nuestras manos y confiarías en nosotras —dijo Lorelei. Tan típico
de Lorelei traer a la luz su promesa, y ella les había pedido ayuda, después de
todo.
su reflejo, en el más maravilloso y sexy vestido que hubiera usado alguna vez. Y
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se sentía como una mujer. Una mujer joven con su vida frente a ella. Una vida
de diversión, amistad, y tal vez incluso… sexo de un día.
Cerrando sus ojos a esa aterradora idea, salió del vestidor. Cuando el silencio en
la sala se prolongó por siglos, Helen abrió un ojo, segura de que sus amigas la
habían dejado o se habían dormido. En su lugar, ambas estaban allí, manos
sobre sus bocas, una sola lágrima visible en la mejilla de Lorelei.
—Helen, eres tan hermosa. No puedo creer que te hayas ocultado bajo toda esa
ropa tan fea por tanto tiempo. —Lorelei corrió a ella y le dio un fuerte abrazo—.
Sé que eso tomó coraje. Bien hecho. Hoy es un nuevo día —susurró en su oído.
Helen enjugó sus propias mejillas antes de girarse con ojos llorosos a la
asistente de la tienda.
Tomó a las tres mujeres para llevar las bolsas a la limosina esperando.
Había estado repitiendo la proposición que quería presentarle una y otra vez.
Era inútil hablar con Harold; lo había revisado mentalmente meses atrás, y
solamente había dicho que era demasiado problema. Su única esperanza era si
pudiera encontrar el corazón del pirata. Lástima que ella no pudiera ingeniarle
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una.
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—Hablando del viernes, ¿recibiste ese extraño mensaje de David? —preguntó
Lorelei.
—¿No son extraños todos los mensajes de David? —Mandy elevó una perfecta
ceja arqueada.
—Espero que le preguntara a Liam primero —dijo Helen, aunque David y Liam
habían sido amigos por tanto tiempo que estaba segura que Liam ni siquiera se
cuestionaría las excentricidades de su hermano.
—Sí, aunque no dijo para qué. Simplemente preguntó si todos podíamos pasar
el fin de semana juntos. Tiene algún tipo de sorpresa a la espera.
Helen gruñó. ¿Qué estaba tramando su hermano ahora? Cuando había recibido
los mensajes escritos crípticamente más temprano, había asumido que la había
invitado únicamente a ella, Liam, y Lorelei. Debía ser algo especial si Mandy y
Jason iban a ir también. Justo lo que necesitaba: un fin de semana con dos
parejas amorosas. Mejor empacaba una botella de escocés; probablemente la
necesitaría.
***
Simon se paseaba por el vacío vestíbulo del Mandarin Oriental. A las tres
cincuenta de la mañana, la única otra persona en el piso era un recepcionista
nocturno con apariencia somnolienta. El empleado del hotel le había
preguntado cortésmente si podría ser de ayuda, pero aparte de ese
intercambio, el área de recepción estaba extrañamente silenciosa.
Un par de neuronas ofrecieron la opinión de que podría ser porque iba a ver a
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Helen Winston otra vez, aunque no pudieron llegar a una respuesta sensata de
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por qué lo emocionaría. Helen era una genio y muy talentosa en su trabajo.
Pero aparte de su manera poco convencional de obtener una reunión con él, y
su brillante mente, no tenía otro encanto. Aun así, no podía dejar de buscar la
puerta cada veinte segundos por su llegada.
era tener éxito como hombre. Las emociones solo se interponían en el camino,
te hacían débil y vulnerable.
—¿Le ha pasado algo a padre? —El bulto en su garganta lo sorprendió.
anterior, pero la elegancia del traje clásico destacaba más que ocultaba su
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delicada silueta. Su sangre que se había helado con la llamada de su madre
ahora corría caliente, precipitándose a través de su cuerpo.
—No colgaré. Tengo, sin embargo, que explicarle a la persona con la que me
voy a reunir por qué tengo que posponer. ¿Esperarás un minuto? —Sonaba
como una educada recepcionista transfiriendo una llamada, no un considerado
hijo tratando de calmar a un padre devastado.
Helen permanecía de pie frente a él, bajando la mirada hacia donde él seguía
tumbado en la silla. Su posición sentado lo ponía a la misma altura que sus
pechos. Obligó a que sus ojos subieran a su rostro en vez de permitirles
permanecer en la tentación que ella presentaba. Tenía cientos de mujeres
trabajando para él, y había tratado con las principales mujeres ejecutivas
durante toda su carrera, y nunca antes deseó a alguna de ellas. ¿Qué era
diferente en esta mujer? ¿Era porque ella estaba tratando tan
desesperadamente de no ser una mujer?
Ella también había cambiado sus gafas. Ni rastro de los armazones demasiado
grandes que abrumaban; en su lugar había un par de ojos negros de gato retro.
Se adaptaban a su menudo rostro, y por primera vez, divisó el azul de sus ojos.
Eran del color de un cielo brillante en primavera después de que una tormenta
hubiera limpiado el aire.
ella se mantuvo en el lugar, sus cuerpos acercándose. Calor crepitó entre ellos
Página
hasta que ella tomó una respiración profunda, luego retrocedió un poco. Sus
ojos diciendo claramente que no estaba retrocediendo, solo ajustando su
posición de batalla.
Partes de su cuerpo que no tenían nada que ver se endurecieron ante el sonido
de su seductora voz.
—Sobre eso. Justo he recibido una llamada sobre una emergencia familiar. Me
temo que voy a tener que reprogramar.
—¿Esta es alguna especie de juego despótico de poder? ¿Me haces venir aquí
en medio de la noche y luego me cancelas? Pensé que tenías algo de honor,
incluso para un pirata.
Él echó una mirada de nuevo hacia su teléfono. Hablar con su madre podría
tomar diez minutos, o podría tomar una hora, y no era algo que pudiera hacer
con audiencia. El resto del día estaba lleno con reuniones de manera
consecutiva. Tenía un vuelo previsto a las nueve de la noche. Sin embargo,
podía demorar eso y regresar a Nueva York en un vuelo más tarde.
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—Podría reunirme con usted esta noche después de las siete o muy temprano
mañana en la mañana —dijo él.
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—Tengo algo que hacer esta noche y mañana que no me puedo perder. —Ella
cerró sus ojos por un momento y puso sus dedos en su frente. Cuando lo miró
de nuevo, él pudo ver su determinación—. ¿Qué tan serio es sobre honrar su
promesa de reunirse conmigo? —Su mirada azul le perforó.
—Suena como un evento familiar. No quiero molestar. —Había algo en los ojos
de ella, una pizca de preocupación, una sombra de miedo, que agitó lo
protector en él. Él lo apagó.
—¿Liam?
Él respiró de nuevo. No sonaba como si Helen tuviera una relación personal con
el hombre. Además, había querido reunirse con Willian Manning por unos
meses, pero sus caminos nunca se cruzaban. Esta podía ser una oportunidad
para establecer contactos de primera, más negocios.
—De acuerdo. Rentaré un auto. ¿Se encontrará conmigo aquí a las siete? Asumo
que será capaz de regresar a San Francisco con su hermano o amigos.
—Sí, ese no debería ser un problema. Lo veré esta noche. —Con eso, ella giró
en sus talones y salió del hotel. Simon la siguió con la mirada hasta que un
calambre en su mano le recordó que su madre aún estaba en espera.
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Mierda. Este día estaba fuera de control y eran solamente las cuatro de la
mañana.
Página
***
Helen escapó a la oscura acera; una fría brisa de la bahía la dejó helada y se
abrazó. ¿Qué había en Simon Lamont que la hacía actuar impulsivamente? ¿Por
qué, oh por qué, lo invité a ir a Russian River? No tenía idea de lo que tenía
reservado su hermano. ¿Y si era totalmente vergonzoso? Era David, después de
todo… y ella solo había invitado a su Némesis a ser testigo de su posible
humillación.
Ella había prometido pelear por los trabajos de sus compañeros. Algunos
acercándose a la jubilación y tendrían dificultades para encontrar otro empleo.
Gladys, la gerente de Recursos Humanos, justo había tomado el cuidado de sus
tres nietos mientras su hija estaba en rehabilitación. Derek, encargado de
recepción, descubrió recientemente que su esposa tenía cáncer y había
paneado usar sus vacaciones acumuladas y bajas por enfermedad para cuidar
de ella sin el estrés de tener de tener que encontrar un nuevo empleo. Otros
estaban en estados de dificultades financieras, y todos eran sus amigos. Helen
no podía defraudarlos, dejar que la compañía fuera desgarrada, porque tenía
una extraña atracción por Simon.
Entonces un sábado, cuando sus padres estaban fuera protestando por algo,
David recibió al capitán de fútbol de la escuela para ser su tutor en
matemáticas. Cuando su hermano había salido para conseguirles refrescos,
porque todo lo que tenían en la casa era leche podrida, el atleta decidió que le
daría una lección en biología a Helen. A pesar de sus protestas de que no quería
que la tocara, él alegaba que su ropa provocativa decía lo contrario. Incluso
después de tantos años, envolvió sus brazos fuertemente alrededor de ella.
Luego de eso, había dejado de negar sus verdaderos talentos. Puso todo en su
trabajo académico y terminó la escuela un año antes, cumpliendo los criterios
para el MIT con facilidad.
Había esperado que una vez que llegara a la universidad, un entorno diferente,
sería capaz de dejar a un lado la agresión. Sin embargo, las pocas citas a las que
había ido habían terminado en desastre. Tan pronto como el tipo ponía sus
brazos alrededor de ella y se inclinaba por un beso, ella había tenido un ataque
de pánico. Así que se había escondido detrás de su ropa desaliñada y puesto su
energía en su trabajo. Ahora incluso eso estaba en peligro.
Ya no sería una víctima. Si eso significaba poner sus miedos a un lado así para
que treinta personas pudieran mantener sus empleos, entonces eso haría.
Después de todo, no era como si Simon probablemente la fuera a tomar en sus
brazos e intentar besarla. Aunque una pequeña parte de ella deseaba que lo
intentara.
A medida que el taxi se detenía, echó un vistazo dentro de hotel. Simon estaba
donde ella lo había dejado, sentado en una de las sillas de recepción, su cabeza
en su mano, la otra apretando su teléfono en su oreja. Ella se dirigió a la puerta
del taxi y él levantó la mirada directo hacia ella. Su expresión era como la de un
pirata que había pasado toda su vida en busca de un tesoro, solo para
encontrar el cofre vacío.
E
l sol estaba abajo en el horizonte cuando Helen atravesó las puertas del
hotel de Simon una vez más. El roce de su falda sonaba como un torrente
precipitándose hacia una cascada. Se sentía fuera de control, su cerebro y
su cuerpo en conflicto entre sí. Una parte de ella quería retirarse a la seguridad
de su vida protegida; otra parte quería probar la aventura en la sonrisa de
Simon.
Llevaba otro de sus trajes nuevos, un vestido azul claro inspirado en los años
cincuenta, con una amplia falda, cuello babero, y mangas que apenas cubrían el
hombre y que no se extendían debajo de la axila. Mandy había dicho que Helen
se parecía a Grace Kelly cuando se lo había probado. Así que esa tarde había ido
a la peluquería y había hecho cepillar y enrular su cabello hasta que el estilo se
ajustó a la época de su atuendo. Probablemente solo duraría una hora más,
pero por el momento se sentía bonita. Y la ayudó a desplazarse en el hotel,
arrastrando una pequeña bolsa de viaje detrás de ella.
—Intrigante cada vez. Me pregunto, ¿qué mujer es la verdadera usted? —Su voz
había caído y provocado un escalofrío a través de ella. Él era lo suficientemente
impresionante desde el punto de vista empresarial. Se preguntaba cómo sería
en una relación íntima, no era que ella alguna vez fuera a averiguarlo. Quizás
ese sería el mejor disuasivo para sus fantasías, si él ya tuviera una mujer de
verdad en su vida.
—¿Su esposa o novia no está molesta de que no estará en casa hasta finales de
mañana? —Se volvió hacia la puerta para que él no pudiera leer su rostro.
—No tengo ninguna. No hay nadie que le importe si llego a casa mañana o no.
—¿Qué hay de su madre? Dijo esta mañana que tenía una emergencia familiar.
¿Necesita volver a casa para lidiar con ello?
Simon se relajó. Una gran sonrisa iluminó su rostro, haciéndolo parecer casi
humano.
—¿No puedo decir si ama a su hermano o qué? —Simon la llevó hacia su auto
alquilado, estacionado junto a la acera. Alzó su bolsa en el maletero junto a la
suya, luego abrió la puerta del pasajero para ella.
Vaciló, y Helen se preguntó si iba a contestar. Ella trató de recordarse que esto
se suponía que fuera una discusión de negocios.
—Fácil no es siempre el mejor… lema de ingeniería básica. ¿Tiene esto algo que
ver con la llamada telefónica de tu madre esta mañana? Nunca contestaste
cuando pregunté si era algo a lo que tenías que hacer frente.
—La llamada telefónica de mi madre solo sirvió para hacer hincapié en que las
personas no son fiables. —Un músculo palpitó en la mandíbula de Simon.
Él levantó una mano del volante y la puso sobre la de ella que todavía estaba en
su brazo. La intimidad del momento, en el auto oscuro, envió una onda de
choque de anhelo a través de ella. Simon parecía estar sorprendido por la
corriente que corría entre ellos también. Él tomó una respiración profunda.
—Tal vez deberíamos hablar de la razón por la que estamos aquí. Sabes que la
venta de Bertram es prácticamente un hecho. Está en manos de los abogados
ahora. A menos que haya algún cambio imprevisto de las circunstancias, tomo
el control en unas semanas. No estoy seguro de qué más haya que discutir.
—Es mío. Mira, he escrito una propuesta de cómo podría funcionar Bertram y
encajar en tu cartera de empresas. Tú, personalmente, no tendrías que hacer
nada, excepto recoger los beneficios. Solo léelo y danos una oportunidad.
—Leeré tu propuesta.
—Haré mi mejor esfuerzo. —Él le dio una sonrisa forzada antes de volver a la
carretera—. Sabes, Helen, creo que podrías persuadir al diablo de convertirse en
bueno. Nunca he dejado que alguien me influencie de un curso de acción una
vez que he tomado una decisión. Tienes tu trabajo hecho para ti, pero si alguien
puede hacerlo…
menos hablar sobre vino y el paisaje no requería mucho aporte del cerebro, y se
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las arregló para mantener una conversación bastante racional hasta que
llegaron cerca de su destino.
***
Una segunda mujer de cabello oscuro ocupaba el otro taburete. El chef dio una
palmada a su mano juguetonamente cuando se estiró hacia uno de los
aperitivos, luego metió uno en su boca cuando protestó. Debía ser Mandy, la
chica del chef, asumió Simon. Al ver el rostro de Liam, Mandy se giró en su
taburete antes de lanzarse hacia Helen.
—Sí, hola, soy Simon Lamont. —La calidez de la amistad lo envolvió. A pesar de
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ser un extraño, pudo sentir que todo lo que tenía que hacer era sonreír y sería
bienvenido dentro de su grupo. Ser frío y distante alrededor de estas personas
no iba a ser una opción. El deshielo que había experimentado cuando Helen
había hablado de compañerismo en el auto duplicó ritmo. Si no tenía cuidado,
sería un empapado desastre antes de arreglárselas para escapar de regreso a
Nueva York. Pero el atractivo de la amistad y apoyo con que Helen obviamente
contaba era muy tentador.
—Bienvenido, Simon. Por favor disculpa a Mandy. Ella debería venir con su
propio aviso meteorológico. —La mujer con cabello castaño claro se aproximó a
él, tendiéndole su mano—. Soy Lorelei. Este es mi esposo, Liam. —Ella sonrió
ampliamente cuando dijo la palabra “esposo”.
Liam se acercó y estrechó su mano, luego el hombre con delantal asintió al otro
lado de la habitación.
—Tienes una hermosa casa —dijo cuando subían las escaleras de roble macizo.
Llevaba su maleta y la de Helen; ella se había quedado en la cocina.
—Gracias, aunque no tuve nada que ver con ello. Liam diseñó y decoró todo él
mismo.
—Gracias, es muy amable, pero necesito regresar a Nueva York. —Aunque, ¿lo
necesitaba? Allí no había nadie esperando por él, ninguna razón por la que no
pudiera pasar otro día con estas cálidas y amigables personas, excepto que
había sido criado con la ideología de no imponerse ante nadie. Ni siquiera su
madre había querido incomodarlo pidiéndole que regresara a casa. En cambio,
se iba a quedar el fin de semana en Escocia y visitar algunos lugares allí
mientras su padre trasladaba toda evidencia de que alguna vez habían sido una
familia.
—Bueno, piénsalo, eres más que bienvenido a quedarte. Nueva York seguirá
estando allí el domingo. Te dejaré para que te cambies. Como dijo Liam,
estaremos en la habitación de adelante, bajando las escaleras, girando a la
izquierda.
Simon se cambió a un par de jeans y una camiseta. No había traído tanta ropa
casual con él. Una parte de él quería olvidar los negocios por el fin de semana y
solamente disfrutar la calidez y compañerismo que lo habían envuelto tan
pronto como puso un pie en la cocina.
Pasó una mano por su rostro. Demasiado examen de conciencia solamente iba a
dirigir a problemas. La revelación en la mañana acerca de su padre había
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comenzado la grieta que Helen, con su risa y genuina preocupación por los
Página
—No, está bien. Relájate ahora, puedes leerlo más tarde. —Su sexy voz había
bajado otra octava, como si ella hubiera leído su mente. Su mirada lo recorrió
de arriba a abajo de nuevo, y tomó cada gramo de su voluntad no empujarla
dentro del dormitorio y probar sus llenos labios, los cuales estaban ligeramente
entreabiertos, como esperando que él la besara.
***
Página
Helen caminó lado a lado con Simon por las escaleras y dentro de la sala de
estar. Ella metió sus manos en sus bolsillos para resistir la urgencia de tomar su
mano. Entre sus amigos, en esta cálida y cómoda casa, se estaba volviendo
difícil recordar que él era el enemigo. De hecho, él estaba cerca de convertirse
en su jefe. Trató de imaginar que él era Harold Bertram. Pero no podía
remplazar al alto y delgado y apuesto hombre junto a ella con el regordete y
codicioso que probablemente estaba limpiando su escritorio y la mitad de los
suministros de oficina justo en este momento.
—¿Y para ti, Helen? ¿Lo de costumbre? —gritó Liam mientras hacía saltar la
tapa de una cerveza.
—En realidad, creo que intentaré un vino tinto hoy. Algo de cuerpo completo.
—Me gusta la nueva imagen, Helen. Muy agradable —dijo Liam después de
otro momento mirándola. Sus ojos se movían entre ella y Simon como si tratara
de determinar cuánta influencia tenía el hombre en su transformación.
Ella puso su vino en la mesa lateral del sofá de dos plazas y agarró un plato,
tratando de elegir aquellos pedazos que pudiera comer lo más elegantemente
posible. Un pedazo de masa bajaría inevitablemente por su tráquea y terminaría
tosiendo trozos de canapé por todo el lugar.
—¿NASCAR? ¿Has conducido alguna vez con él? Creo que carrera de
demolición es más apropiado —dijo Jason.
—Por lo menos no tendría mucho cabello que afeitar —añadió Helen cuando
recuperó el aliento. Cada momento que pasaba, estaba volviéndose más y más
ansiosa sobre qué tenía su hermano a la espera. Al menos con las extravagantes
sugerencias de sus amigos, se dio cuenta de que había un montón de
posibilidades, no todas ellas malas.
—Confía en mí, incluso conociendo a David durante los últimos quince años, no
tengo una idea de qué tiene en mente —declaró Liam.
—¿Es algo que harías? —Helen miró al hombre a su lado. Sus ojos verdes la
consideraron por un momento.
—En otra vida, tal vez. Pero nosotros los piratas preferimos estar cerca del agua.
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—La sonrisa torcida que Simon envió una llama de deseo a través de su cuerpo.
Arrastró una respiración profunda, tratando de calmar su corazón, el cual había
Página
—Nah, no creo que eso sea algo que David haría. Se queja cuando tiene que
caminar desde la oficina hasta el restaurante de la esquina.
—Entonces, Helen. Lo conoces mejor. ¿Por qué crees que estamos aquí?
Helen tomó otro sorbo de vino antes de mirar por la ventana oscura.
—Realmente no sé lo que tenga que decir. Supongo que con David, todo es
posible. Solo espero que no haya decidido unirse a mis padres.
—De ninguna manera. ¿Puedes imaginar a David sin electricidad durante más
de cuatro horas? En el último corte de energía, quiso que consiguiera un
generador para el edificio —dijo Liam.
—Bueno, no tendremos que esperar mucho más tiempo —dijo Lorelei—. Creo
oír su auto en el camino ahora.
—¿Quién eres?
Helen esperó a que explicara que tenían una relación profesional, no personal.
Página
Eso sí, ella había visto más del cuerpo de Simon que lo estrictamente necesario
para el modelo de negocio, pero su hermano no necesitaba saber eso. Simon se
mantuvo en silencio.
—David, deja a Helen en paz, es una mujer adulta. —Liam interrumpió la mirada
fija que David y Simon se estaban dedicando—. ¿Por qué nos has llamado a
todos aquí?
—Oh, sí. La razón por la que les he pedido a todos que estén aquí es para
presentarles a alguien. ¡Alina! —llamó.
—Alina, estos son mis amigos y mi hermana, y un tipo al azar. Todo el mundo,
esta es Alina, mi esposa.
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Página
Capítulo 4
—¿T
u esposa? —La tensa voz de Helen fue ahogada por todo el
mundo, excepto Simon, repitiendo las mismas palabras.
Sus palabras desplegaron el grupo donde ellos estaban de pie mirando hacia
los recién llegados. Liam y Lorelei se apresuraron a felicitar a la nueva pareja.
Mientras Helen todavía estaba tratando de procesar la palabra “esposa”, Simon
se inclinó y susurró en su oído:
—Iré contigo y conseguiré las copas —dijo Lorelei, luego lo siguió fuera de la
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habitación.
Página
Simon deslizó su brazo fuera de Helen, como si fuera a irse también. Ella agarró
su mano antes de que él pudiera irse y lo sujetó con fuerza. ¿Cuál era el dicho,
cualquier puerto en una tormenta es bueno? Incluso la mano de su enemigo en
la suya era mejor que la implosión de su solitaria vida.
—Por qué no nos sentamos y puedes contarnos sobre ti, Alina. —Simon parecía
el único con algo de sentido común, por lo que ella lo siguió obedientemente y
se sentó una vez más en el sillón de dos plazas, sin preocuparse de nada más
que sus muslos tocándose.
—Sí, por favor, cuéntanos acerca de ti, Alina. —Helen esperó sonar graciosa y
no completamente idiota.
La alta mujer se sentó en una silla que David sacó de un escritorio en la esquina.
Luego él tomó una postura detrás de su esposa, sus manos sobre los hombros
de ella.
Los ojos de Helen parpadearon entre los dos, tratando de ver de ver una pista
de amor o compañerismo. Su nueva cuñada era bastante guapa. No parecía
cómoda, sin embargo, siendo el centro de atención. Cabello rubio caía casi
hasta su cintura, y los ojos marrones de la mujer miraban fijo hacia el piso. Tenía
una silueta delgada y piernas que seguían y seguían y seguían. Helen juzgaba
que Alina estaba en sus treinta.
Helen negó con su cabeza. David había hecho algunas cosas estúpidas en su
vida. Sin embargo, casarse con una mujer en el calor del momento estaba en lo
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asombro estaban escritos en su rostro ahora. Tal vez sentía algo por Alina.
Helen trataría lo mejor posible de ser amigable y no pensar en todas las
consecuencias que tendría este matrimonio en su propia vida.
—Nos conocimos en línea —añadió David, como si eso pudiera aclarar todo el
misterio de su repentino matrimonio.
—El miércoles —respondió David, como si fuera la cosa más lógica del mundo
conocer a una mujer y estar casado con ella al día siguiente—. La cosa en línea
funcionó tan bien para Liam, que pensé en darle una oportunidad —dijo
mientras Liam entraba a la habitación llevando dos botellas de Bollinger.
—Sí, bueno, modifiqué un poco tu método. Menos hackeo, más plática. —David
se inclinó y besó a su esposa en la mejilla. Ella dio una tímida sonrisa a su nuevo
esposo y agarró la mano de David, la cual aún estaba apoyada en su hombro.
Él canapé que Helen había comido más temprano amenazaba con salir.
Definitivamente necesitaba encontrar un nuevo lugar para vivir. No iba a ser
capaz de tolerar observar a su hermano besar a su esposa a cada hora.
***
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La tensión en la sala era palpable, para todo el mundo, al parecer, excepto para
David. El hermano de Helen sonreía como un hombre que tuvo sexo recién
después de un tiempo muy, muy largo. Lo cual probablemente había hecho.
—Entonces, David, ya que has planeado este fin de semana, ¿qué tenías en
mente? —La pregunta de Liam rompió el incómodo silencio.
—Sí, estoy bien, gracias. —Helen les dio a todos una sonrisa acuosa, pero no
retiró su mano cuando él la tomó entre las suyas. Tocarla parecía tan natural—.
Lamento eso. Las burbujas se fueron por el camino equivocado. —Ella tomó una
profunda respiración y puso un poco más de curva en su sonrisa. Aunque
sentado junto a ella, él podía sentir la fuerza con que se sostenía a sí misma—.
Entonces, David, ¿qué tienes en mente para el fin de semana?
—Correcto. Bueno, pensé que los chicos podrían atravesar los senderos en las
bicicletas de montaña. Mientras las chicas hacen lo que sea que las chicas
hacen, pintar sus uñas o algo.
—Voy a dejar que te escapes con esa, David. Porque obviamente tu cerebro
está en tus pantalones en este momento —dijo.
—¿Cómo se supone que sepa lo que hacen las mujeres cuando se reúnen?
Nunca he estado alrededor de una por mucho tiempo antes. Excepto mi
hermana. Y ella no cuenta como una mujer. Aunque, ¿estás usando lápiz labial,
Helen? —David se quedó mirando a su hermana como si la viera por primera
vez.
—La cena está lista. He puesto la mesa en el comedor. Somos tantos que será
demasiado estrecho estar en la cocina —anunció el chef.
—Sí. Tuvimos una ceremonia civil en Minsk ayer. Pensábamos que tendríamos
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una fiesta aquí después de que Alina se instalara. ¿Tal vez ustedes chicas
Página
—¿No preferirías pasar el día de mañana con tu novia? —dijo Lorelei mientras
todos se sentaban en la mesa, tomando los asientos que Jason indicaba, como
si él fuera la cabeza de la casa. Simon estaba sorprendido por la informalidad
del grupo.
—Pensé que sería bueno que Alina pasara algún tiempo con las chicas, llegar a
conocerlas, volverse amigas. Ha tenido que escucharme sin parar y sin sentido
durante los últimos tres días. Estoy seguro de que podría necesitar un descanso.
Helen parecía a punto de intervenir. Simon puso su mano sobre su muslo por
debajo de la mesa.
¿De dónde diablos había salido eso? Él debería estar yéndose tan rápido como
fuera posible, no pasando el rato para involucrarse más en esta situación.
Excepto que cuando Helen apretó su mano en agradecimiento, él supo que
había tomado la decisión correcta.
***
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copa, su mirada escaneó a los otros ocupantes de la mesa. Liam tenía su brazo
sobre el respaldo de la silla de Lorelei y estaba jugando con un mechón de su
cabello. Mandy tenía su mano sobre la de Jason en la mesa, su pulgar haciendo
círculos perezosos en su muñeca. Y David y Alina estaban mirándose como si la
otra persona pudiera desaparecer si apartaban la mirada. Si su hermano tenía
más estrellas en sus ojos, habría astrónomos haciendo fila para echar un vistazo.
—Estoy bien. Solo cansada. Tuve una reunión realmente temprano esta
mañana…
Su brazo alrededor de su hombro la empujó más fuerte contra él. Ella tomó una
respiración profunda tratando de aclarar su mente, pero todo lo que hizo fue
llenar su cabeza con su colonia. ¿No se suponía que los piratas olieran a ron y
pólvora? No cítricos y especias.
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Página
Siguieron al resto de las parejas de regreso a la sala de estar. En lugar de tomar
asiento, Simon permaneció de pie detrás del sofá. La soltó y ella contuvo un
gemido de decepción.
—Gracias por una maravillosa cena, pero prometí a Helen que leería su informe
esta noche. Así que, si me disculpan.
—¿No quieres llevarte una copa de escocés arriba contigo? Trajimos un par de
botellas de nuestra luna de miel en Escocia —dijo Lorelei.
—Sí, por favor. Eso sería agradable. —Simon se movió hacia el área del bar
donde Liam estaba sacando una decorada botella fuera de una caja.
Mientras Liam servía una generosa medida en un vaso, Lorelei estaba señalando
como loca detrás de Simon. Cuando Helen no captó la indirecta de ofrecerse
para ir con Simon, Lorelei dijo:
—Helen, ¿por qué no subes con Simon? De esa manera, si tiene alguna
pregunta, puedes responderle directamente.
—Yo…
—En realidad, eso sería de gran ayuda. Así no tendré que escribirlas y recordar
preguntarte en la mañana —dijo Simon.
La mirada de Helen se encontró con la de Simon. Sus ojos verdes bailaban con
diversión. Era tan obvio que sus amigos estaban tratando de emparejarlos, pero
al menos él estaba siendo una buena persona al respecto. A pesar de que sus
ojos se detuvieron en sus labios entreabiertos, ella se preguntó por un segundo
si había algo más en su fácil aceptación de la sugerencia de Lorelei.
—No creo que esa sea una buena idea. —La voz de David interrumpió sus
miradas. Su hermano obviamente estaba confundido sobre el estado de su
relación. Bueno, él había originado una esposa frente a ella; dos podían jugar
ese juego.
Helen subió las escaleras con cuidado. Esto era una locura. Y tan fuera de su
zona de comodidad que necesitaba binoculares para ver por dónde iba. Su
corazón golpeteaba y sus palmas picaban. Aquí voy. Levantó su mano para
llamar a la puerta de Simon, pero se abrió cuando la tocó. Espiando dentro, lo
vio descansando en el sofá, su rostro iluminado por la parpadeante luz de las
llamas de la chimenea a gas.
—Siempre estoy buscando las bebidas a tientas —murmuró ella. Al menos esta
salpicadura no era tan mala como cuando había derramado el café.
Simon tomó su mano en la suya y la elevó a sus labios. Cuando su lengua salió y
lamió el líquido de su piel, sus ojos se encontraron con los de ella.
Resplandecían con deseo. Helen olvido cómo respirar.
—He querido probarte toda la noche —dijo él, su voz tan baja que tuvo que
esforzarse por escuchar sobre el latido de su corazón en sus oídos.
—Yo…
Él se inclinó y tomó sus labios en los suyos. Cuando él la presionó atrás contra el
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—Lo siento. Debí haber leído mal las señales. No sucederá de nuevo.
Se puso de pie y se giró hacia las puertas francesas que daban al balcón. En el
reflejo de su vaso ella lo vio pasando una mano por su cabello. Esto iba a ser
vergonzoso, pero no podía dejar que él pensara que era su culpa.
Si no iba a ser una víctima por más tiempo, necesitaba lidiar con su pasado. Y
como era poco probable que viera a Simon otra vez después de este fin de
semana, él era la persona perfecta para permitir un vistazo de las partes
dañadas de su psique.
***
No. Estaba sentada regiamente en la esquina del sofá. A pesar de que su mano
se sacudió cuando levantó su copa y bebió un largo trago.
No era la pregunta que había estado esperando. Había estado preparado para:
“¿Qué demonios creías que estabas haciendo? ¿Normalmente besas a personas
durante una reunión de negocios?”. Seguida por la amenaza de una demanda
por acoso sexual. Necesitaba ir con cuidado.
Ella suspiró, finalmente mirándolo a los ojos. Sus iris azules estaban nublados,
Página
preocupados.
—No, no estabas equivocado. Pero soy más un caso perdido de lo que sabes.
Él volvió al sofá, pero se sentó en el otro extremo, dándole tanto espacio como
era posible.
—Estás a punto de convertirte en mi jefe. —Su suave voz era tan atractiva que
tomó un buen trago de whisky antes de responder.
Ella buscó en su rostro, sus ojos traicionando un anhelo que sacudió su centro.
Después de otro trago de su bebida, ella soltó:
—Tengo problemas para intimar. —Ella se quedó mirando las llamas bailando
en la chimenea, evitando su mirada.
—Cuando tenía quince años, un chico intentó violarme. Dijo que mi ropa sexy lo
llevó a eso, que era mi culpa, que yo lo había pedido. Afortunadamente, David
vino a mi rescate antes de que pudiera… terminar. —Las palabras fueron
entregadas en un tono monótono, como si estuviera tratando de distanciarse
del recuerdo, fingir que le había sucedido a otra persona. Sin embargo, ella jaló
sus rodillas a su pecho de nuevo y envolvió sus brazos alrededor de estas,
protegiéndose a sí misma.
—Ninguna mujer, sin importar lo que esté usando, pide ser violada. No fue tu
culpa, Helen. Fue totalmente de él. Espero que fuera puesto en prisión y le
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Simon estaba a punto de lanzarse en una discusión sobre cómo debería haberlo
informado, pero eso era el pasado. Un sermón no la ayudaría ahora. Necesitaba
un camino a seguir.
—No.
—Entro en pánico.
—Tal vez deberías empezar. Si nada más ha funcionado… —Él se echó hacia
atrás, permitiendo que el desafío reposara entre ellos.
Ella se puso de pie y él tragó. Si iba a ayudarla, tenía que controlarse a sí mismo.
Ni agarrarla ni tirar de ella hacia él. Ni aplastarla contra él como anhelaba hacer.
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Muy, muy lentamente, su cabeza descendió. Sus labios eran cálidos y suaves. Él
apretó los dientes y deseó que su cuerpo permaneciera en calma. Ella fue
tanteando en un primer momento, apenas colocando sus labios encima;
después de un segundo, los movió sobre los suyos. Cuando su lengua corrió a
lo largo de sus labios cerrados, él reprimió un gemido. Si ella supiera lo que
estaba haciéndole habría corrido un kilómetro.
Él abrió los labios una fracción y su dulce lengua se deslizó dentro. Sus manos
se cerraron en puños. La necesidad de poner su mano en su cabello y tirar de
ella más cerca era casi abrumadora.
Helen movió sus labios contra los suyos, mordisqueando de una esquina a la
otra. Para una besadora completamente novata, ella era fantástica.
Cuando David se fue, Helen se volvió hacia Simon. Una sonrisa temblorosa
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curvaba sus labios y sus ojos eran soñadores. Quería continuar el beso,
Página
enseñarle cuán maravilloso podía ser amar, pero ella tenía ambos brazos
envueltos alrededor de sí misma. Iba a ser un largo camino antes de que
alcanzaran ese sueño. Un camino más allá de la moratoria del fin de semana de
involucrarse con un empleado.
—Gracias, eso fue genial. ¿Podemos intentarlo más tarde? —Su voz era
entrecortada, como si hubieran hecho el amor y no solo compartir un tierno
beso.
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Página
Capítulo 5
H
elen corrió a su dormitorio y se apoyó contra la puerta después de
cerrarla. Sus rodillas temblaron, su corazón se aceleró, y sus labios aún
cosquilleaban por besar a Simon. Diablo santo, eso había sido bueno.
Intenso. Estimulante. Increíble. Casi cantó la última palabra.
Después de atravesar el pánico inicial, incluso había logrado probar uno de los
movimientos que había leído a menudo en los libros, mordisqueando sus labios.
No tenía ni idea de si Simon había disfrutado del beso, se había mantenido en
una postura rígida, pero probablemente había sido besado por cientos de
mujeres mucho más expertas que ella.
Si tan solo David no los hubiera interrumpido. No. Incluso si David no se hubiera
presentado, no habría ido mucho más lejos. Pasos de bebé, acostumbrarse a
besar, y tal vez la próxima vez con un poco más de participación del compañero,
luego tal vez podría pasar a poner su mano en sus caderas, sosteniéndola
holgadamente. Incluso lograr eso sería considerada una enorme victoria. Se
daría un día para experimentar. Un día para olvidar que Simon era el enemigo, y
utilizarlo para recuperar ese pedazo de sí misma que había sido dañado más de
una década atrás. Recuperaría su sensualidad si la mataba.
Después de dar vueltas casi toda la noche, Helen bajó las escaleras a la cocina.
Podía oír voces profundas viniendo del corazón de la casa, una de los cuales era
de Simon. Su corazón se aceleró solo al pensar en verlo de nuevo. Dándose una
conferencia para actuar como su gran edad de veintisiete años y no como la
adolescente risueña que se sentía, abrió la puerta de la cocina.
claro. Su cabello estaba húmedo, un rizo oscuro cayendo sobre su frente. Sonrió
Página
—De verdad, Jason, puedo conseguir mi propio desayuno. ¿Nunca tienes un día
libre? —Helen revolvió una cucharadita de azúcar y un poco de leche en su café.
—¿Y perderte para otra persona? De ninguna manera. Sé cuándo tengo una
buena cosa —dijo Liam.
—Bueno, en ese caso, ¿son panecillos para el desayuno los que huelo hornear?
—preguntó Helen, olfateando el aire.
Simon lanzó una mirada a la espalda del cocinero. Él no podía estar celoso,
¿verdad? No, solo habían compartido un beso, lo cual aunque para ella podría
ser monumental, probablemente era una ocurrencia diaria para el hombre
guapo.
—Ya no es así —respondió Liam—. Tengo algo por lo que vale la pena vivir
ahora. No voy a correr ningún riesgo. —Se inclinó y besó la parte superior del
cabello de Lorelei.
—Bueno, han pasado por lo menos quince años desde la última vez que estuve
en una motocicleta, y nunca he montado fuera de la carretera. Así que
probablemente estaré muy por detrás de todos ustedes. Solo regresen y
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—Entonces, mientras los hombres quedan cada vez más llenos de barro, Helen,
pensé que las mujeres podíamos visitar un par de mercados, tener un agradable
almuerzo y luego tal vez un tratamiento de spa. ¿Qué piensas?
—Suena maravilloso —dijo. Excepto que era el día lejos de Simon, reduciendo
su tiempo para experimentar con él—. ¿A qué hora quieres salir?
—Alrededor de las once y media entonces —dijo Jason con una sonrisa. Puso
un bollo recién horneado frente a Helen. El vapor y el aroma a especias y
plátano hicieron que su estómago soltara un estruendo en anticipación.
—Eso me dará un par de horas para aprender algunas frases rusas básicas.
Abrió el bollo, olvidando que recién había salido del horno. Soltándolo de
nuevo en el plato, se sorprendió aún más cuando Simón tomó su mano,
colocando un suave beso en cada uno de sus dedos chamuscados. La
quemadura del bollo no era nada en comparación con el abrasador calor dado
por los labios.
—Todo es parte del servicio —susurró Simon. Entonces le dio una sonrisa que
derritió sus entrañas.
Ella observó el otro lado de la mesa a través de sus pestañas. Sus anfitriones
tenían enormes sonrisas en sus rostros. Atrapada.
—No, no, está bien. —Helen estuvo desconcertada por su voz sin aliento.
Simplemente le besó los dedos y ya estaba a punto de convertirse en un charco.
Sería mejor que revisara su plan de experimentación.
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Él le dio otra sonrisa atractiva, como si pudiera leer su mente, antes de terminar
su desayuno.
Página
***
—Buen día a todos —dijo David. Su mirada se precipitó entre Simon y Helen
como si aún estuviera confundido acerca de la naturaleza de su relación. No era
el lugar de Simon iluminarlo. Si Helen quería explicarlo, entonces dependía de
ella. Ella le guiñó, una sonrisa secreta en sus labios. Parecía que quería ver a su
hermano sudar un poco.
—Claro, no hay problema. —Liam se puso de pie y Simon tomó eso como su
señal para salir también. Antes de alejarse de la mesa, Liam se inclinó y le dio un
largo y prolongado beso a Lorelei. Una idea malvada estimulada por el guiño de
Helen se apoderó de Simon. Él levantó una ceja hacia Helen, pidiendo su
permiso en silencio. Su sonrisa fue todo el estímulo que necesito y se inclinó y
le dio un largo beso a Helen, aunque tuvo cuidado de mantener gran cantidad
de espacio entre sus cuerpos para que no se sintiera presionada. Cuando
levantó la cabeza, Helen parecía aturdida, pero no molesta. Ella le dio una
sonrisa tambaleante; ningún indicio de pánico nublaba sus ojos azules.
Una hora más tarde, Simon se recostó en la silla de la cómoda oficina de Liam y
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estiró los brazos en el aire. Tan pronto como Liam había entrado la contraseña
Página
2
MO: Modus Operandis.
en la computadora portátil de Simon, habían tenido una discusión productiva
sobre un problema que tuvo Simon con uno de sus productos de alta
tecnología adquirido recientemente. Liam se comprometió a echar una mirada
en el software y ver si podía detectar el problema. Aquella sola conversación
había valido la pena el retraso en su regreso a Nueva York. Si funcionaba, Simon
podría vender el producto a los militares y hacer miles de millones.
Los cuatro hombres estaban sentados en la terraza, aún en sus ropas de cuero
de montar, disfrutando de una cerveza, cuando escucharon puertas de auto
cerradas en el camino.
Simon vio su anfitrión visiblemente relajado, a pesar de que había estado feliz y
riendo durante todo el día; una satisfacción y una paz vinieron a él ante la idea
de que su esposa estaba en casa. Simon reconoció las señales, porque era lo
que estaba experimentando con la idea de ver a Helen de nuevo.
Si algo en este fin de semana debería hacer que quisiera zarpar y no volver
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nunca más, sería la alegría que fluía a través de él ahora. Mañana estaría de
Página
vuelta en Nueva York y nunca la volvería a ver. Maldita sea, no, no permitiría
que eso ocurriera. El mejor hombre de negocios podía percibir una
oportunidad, perseguirla hasta el final. Haría eso con Helen.
***
Helen se limpió las manos húmedas sobre sus pantalones negros y siguió a las
otras mujeres hacia la terraza donde podían oír a los hombres riendo. A pesar
de que de alguna manera había temido la idea de pasar el día en un rebuscado
silencio con su nueva cuñada, no había sido malo. Alina había hecho todo lo
posible para conversar, y las pocas expresiones que Helen había logrado
aprender en ruso habían ayudado a romper algo del hielo. De hecho, con la
ayuda de una aplicación de traducción en sus teléfonos, habían logrado
comunicarse bastante bien.
El vino en el almuerzo había fluido con tanta facilidad como sus risas, así que
Lorelei sugirió que visitaran el spa adjunto mientras esperaban a que el alcohol
saliera de sus sistemas antes de que condujeran de vuelta a casa. Las otras
mujeres habían elegido envolturas corporales y masajes. Pero como Helen no
estaba cómoda con extraños tocándola, había optado por el paquete facial en
su lugar.
Pasó un dedo por su ceja izquierda, para asegurarse de que algo de esta
siquiera allí todavía. La esteticista había sugerido un el método threading y
antes de que Helen supiera qué había sucedido, sus cejas se habían convertido
de pobladas a perfectamente arqueadas. Eso, además de aplicado de maquillaje
de expertos, y apenas se reconocía en el espejo. Cuando las otras mujeres la
habían visto, habían insistido en que se deshiciera de sus gafas y usara el par de
lentes de contactos de emergencia que siempre llevaba con ella en caso de que
sus gafas se rompieran.
Así que allí estaba ella, ojos desnudos y expuestos al mundo, a punto de ver al
hombre que convirtió su interior en un postre de gelatina temblorosa. No seas
una idiota. Es probable que Simon no note mis pequeñas mejoras. Una vez, a
David le había tomado dos semanas darse cuenta de que había cortado treinta
centímetros del largo de su cabello.
Siguiendo a las otras mujeres a la terraza, casi chocó con Mandy cuando se
detuvo. Helen se asomó por la espalda de la alta mujer, preguntándose qué
había detenido a las demás en seco tan repentinamente. Cuatro hombres sucios
estaban de pie en frente, dispuestos como en una formación de policía mal
organizada, cubiertos de la cabeza a los pies de barro apelmazado. Ocho
botellas de cerveza puestas en la mesa redonda de metal donde habían estado
descansando.
Lorelei chilló mientras Liam la levantaba y la tiraba encima del hombro como el
equipaje de un bombero.
—Já, me gustaría verte intentarlo —replicó Mandy, luego se volvió y corrió hacia
la casa cuando Jason fue tras ella.
David le tendió la mano y Alina la tomó con una sonrisa cálida antes de que
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Helen buscó su rostro, cubierto de barro, el cual parecía tener los ojos más
verdes. En lugar de correr a la ducha, parecía feliz de quedarse con ella.
—No me gusta la cerveza realmente, pero traeré una copa de vino de la casa.
¿Seguro que no te quieres lavar?
—No, estoy bien. Volverás, ¿verdad? —Se veía casi temeroso de que ella
desapareciera.
Volvió unos minutos más tarde con una copa de vino blanco del viñedo de
Liam. Simon se había quitado sus cueros de montar prestados y estaba sentado
en sus jeans y una camiseta; su rostro todavía estaba manchado de barro.
Parecía relajado y tan sexy.
—Creo que es una combinación de ambos —dijo Helen—. Quería hacer los
cambios, pero tal vez ha sido un poco por un impulso. Al principio quería que
me tomaras en serio como una profesional de negocios…
—¿Y ahora? —Se inclinó hacia delante y le pasó la mano desde la punta de su
dedo índice hasta el codo.
—No, es solo… —Te hace tan irresistible y atractivo que no puedo pensar con
claridad—, te ves incómodo.
Se pasó la mano por la mandíbula y una lluvia de barro seco salpicó su camisa.
—Por desgracia, no creo que estemos listos para eso —dijo él—. ¿Qué tal un
poco de agua y una franela aquí en la terraza?
Esto podría funcionar. Los besos eran fabulosos, pero eventualmente más que
labios necesitaban participar.
***
Helen volvió unos minutos más tarde cargando un bote de agua y par de toallas
sobre su hombro. Simon tragó y se preparó para un ataque sensorial.
Afortunadamente ya estaba sentado, porque estaba bastante seguro de que ella
notaría su efecto en él si estuviera de pie. Sus jeans se ajustaban un poco
demasiado para ocultar mucho.
No estaba muy seguro de qué había acerca del pensamiento de ser tocado por
Helen que lo encendía, pero lo hacía. Tal vez era su inocencia y vacilación, o tal
vez era la combinación de valentía y miedo que le hacía querer desafiarle y
protegerla al mismo tiempo.
Cuando Liam había colgado a Lorelei sobre su hombro e ido arriba para algún
obvio tiempo de marido y mujer, la envidia había golpeado las entrañas de
64
Simon. Había querido hacer lo mismo con Helen, aunque sabía que era
Página
imposible. Tal vez un día. Lo cual era la otra cosa que lo espantaba mucho, su
deseo de que hubiera un día en el que Helen lo mirara como Lorelei
contemplaba a Liam. Ella iba a ser su empleada, por Dios santo, incluso si solo
fuera por unas cuantas semanas. No podía tener un amorío con ella. Y eso era
todo lo que podía ser, un amorío. Porque considerando el desastroso
matrimonio de sus padres, lo último que quería era entrar en esa institución. Y
en base a la envidia en los ojos de Helen cuando había observado a todas las
parejas en la mesa durante la cena anoche, ella estaba buscando una relación
permanente.
Puso el recipiente con cuidado sobre la mesa antes de empapar una de las
toallas en el agua. La toalla seca la tendió a través de su pecho. Él extendió sus
piernas así ella podía estar parada entre estas. Con su labio inferior entre sus
dientes, ella puso una de sus manos en su hombro antes de colocar la toalla
húmeda sobre su rostro. Cuando el barro se hubo aflojado un poco, comenzó a
limpiar con cuidado con el otro lado de la toalla.
—¿Cómo te las arreglaste para ensuciarte tanto? ¿Pensé que el casco y las gafas
te habrían protegido? —preguntó Helen.
—Lo hicieron. Hasta que Liam, Jason y yo nos detuvimos para tomar un trago y
quitamos nuestros cascos. Desafortunadamente, David eligió ese momento para
acabar en un gran charco de barro, empapándonos en el proceso. Para el
momento en que lo sacamos, el barro ya se había secado.
—Oh, lo siento.
—No me estoy quejando. —Él mantuvo sus ojos en ella. Un leve rubor cubrió su
piel cremosa y sus labios, liberados de sus dientes, estaban abiertos. Su suave
aliento, con un ligero aroma a vino, acariciaba su rostro mientras ella se
inclinaba cerca, asegurándose de que había removido todo rastro de suciedad.
»Bésame, ahora —dijo él, aunque su voz estaba tan ronca que sonó como una
súplica.
La vio tomar un profundo suspiro y por un momento pensó que se iba a alejar.
Como un niño tocando algo que no está seguro que le esté permitido, puso una
pequeña mano sobre su pecho cuidadosamente, su pulgar haciendo un ligero
barrido bajo sus ojos. Cuando ella bajó sus labios a los suyos, su otra manso se
enroscó tentativamente en su cabello, tirando la resistencia cuando una gota de
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barro se desprendió.
Página
Sus ojos se cerraron cuando sus labios se tocaron, y un suave suspiro escapó. Al
igual que el beso de la noche anterior, ella apoyó sus labios para empezar.
Entonces se volvió más audaz, mordisqueando su labio inferior, su lengua
lanzándose afuera para probar la comisura de su boca. Él mantuvo sus manos
agarradas con fuerza a los brazos de la silla, no queriendo asustarla. Cuando su
lengua tocó la suya, sin embargo, un bajo gruñido escapó de su garganta. Ella
dio un respingo.
—Lo siento, ¿hice algo mal? —Su pechó se hinchó y sus pupilas estaban
dilatadas.
—Hiciste todo bien. Solo que me es muy difícil no tocarte —dijo Simon—.
¿Crees que estás lista para el siguiente paso?
—Está bien, quiero que tomes mis manos en las tuyas, y cuando estés lista,
ponlas sobre tu cuerpo, donde quieras. No las moveré hasta que me digas, o
muévelas tú misma. Si se vuelve abrumador, da un paso atrás. —Su voz era tan
ronca que apenas podía entenderse él mismo. Estaba tratando realmente duro
de pensar en esto como terapia, un ejercicio. Pero cuando sus labios tocaron los
suyos y respiró su fragancia, todos los pensamientos de tratamiento y curación
fueron borrados por el deseo y necesidad vibró por todo su cuerpo. Solamente
concentrándose en la forma rígida que ella mantenía era capaz de controlar su
lujuria.
Helen asintió de nuevo y se inclinó por otro beso. Sus manos se sentían tan
pequeñas en la suyas, y pareció una eternidad antes de que ella levantara su
mano derecha y la pusiera en su cintura. No era su primera elección de
ubicación. Sin embargo, Helen necesitaba dar pasos de bebé para superar sus
miedos.
—Guau —susurró, como si hablar más fuerte rompería el hechizo que crearon
juntos.
—Guau, de hecho. Creo que eso es suficiente progreso para esta sesión.
Necesito tomar una ducha ahora. —Una muy, muy fría ducha. Esperó mientras
ella retrocedía y caía en su propia silla. Sus rodillas rebotaron arriba y abajo, y la
mano que barrió por su cabello se sacudió—. Y para que lo sepas, Helen, eres
una maravillosa besadora.
Un delicado sonrojo tiñó sus mejillas, dándoles un brillo rosado. Los dos
primeros botones de su blusa estaban desabrochados, pero ella usaba una
bufanda alrededor de su cuello así que él seguía sin enterarse de la extensión
de su sonrojo. Un día…
—¿No tienes que regresar al Reino Unido para estar con tu familia?
—Todavía no. Mi madre se fue por unos días. No hay nada que pueda hacer por
ella en este momento. ¿Vendrás conmigo?
68
Página
Capítulo 6
H
elen se puso de pie. Ya era hora de que ella y David tuvieran una
charla.
—¿Quién es ese tipo? —preguntó David, con los brazos cruzados sobre su
pecho en su mejor posición de hermano mayor.
—No es de tu incumbencia.
—Helen… sé que soy el culpable de la forma en que eres ahora. Y con mamá y
papá fuera del mapa, es mi trabajo cuidar de ti. No puedo esperar y ver que te
hagan daño otra vez.
—David, lo que pasó no fue tu culpa. No fue mi culpa. Sin embargo, soy dejada
con las repercusiones. Y que me maldigan si voy a vivir a la sombra del temor.
Esta cosa con Simon es académica. Me está ayudando con mis temores, nada
más. —Si tan solo se sintiera como un ejercicio académico cuando lo besaba, en
lugar de un tsunami ahogador de alma de deseo y necesidad.
—Bueno, para que conste, no creo que sea una buena idea. Hay chicos mucho
más seguros con los que podrías experimentar.
—Tipos más seguros no me van a empujar más allá de mis miedos. Además,
este arreglo tiene una fecha de finalización establecida. Estoy dentro de esto
con los ojos abiertos.
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—Bueno, ten cuidado, hermanita. Creo que estás nadando muy por encima de
tu cabeza.
—Probablemente, pero puede que te sorprenda aún. Por cierto, te debo esto. —
Dio un paso adelante y le dio una patada en la espinilla con firmeza.
Mientras David saltaba alrededor, maldiciendo, fue su turno de cruzar los brazos
sobre el pecho y castigar a su hermano por sus acciones cuestionables.
—¿Qué fue eso? —dijo al fin. Se había desplomado en la silla que había
desocupado ella y se frotó el dolor de la pierna.
—Eso es por casarte con una completa desconocida, con quien apenas puedes
comunicarte, y luego no tener la decencia de contarle a tu única hermana
acerca de ella.
—¿Has estado saliendo en línea durante ocho meses? ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque no creía que fuera real. Pensé que una vez que me viera en persona,
huiría. Pero cuando Alina me recibió en el aeropuerto… ¿qué puedo decir? Es
increíble y por alguna extraña razón, también le gusto.
—¿Por qué? ¿Así todo el mundo nos podía decir que no duraría? Es una
70
apuesta, pero estoy dispuesto a tomarla para estar con ella. Soy feliz, Helen.
Espero que puedas ser feliz por mí también.
Página
Su oposición al matrimonio se disolvió con las palabras de su hermano. Parecía
más feliz de lo que nunca lo había visto. Y Alina parecía cuidar de él.
—Lo soy. Me alegra que hayas encontrado a alguien. ¿Cuándo vas a llevar Alina
a conocer a mamá y papá?
—Sí, tienes que hacerlo. Y pronto. De lo contrario, Alina pensará que no quieres
que la conozcan. —David había ido a ver a sus padres solo una vez en los diez
años desde que se habían aislado de la sociedad.
—Es al revés. Si ve que están chiflados, se preocupará de que voy a salir y vivir
en el monte y cepillarme los dientes con corteza.
—No es así, David, y lo sabes. Solo quieren vivir de la tierra con otras personas
con ideas afines. Lleva a Alina a verlos, al menos durante un día.
Había intentado ir a visitarlos al menos una vez cada dos años, pero el tiempo
que pasaba en la comuna se estaba volviendo cada vez más corto. A pesar de
que todavía los amaba, ya no tenía mucho en común con sus padres.
—Pensaré en ello —respondió David—. Tal vez podemos ir todos juntos cuando
regreses de Nueva York. ¿Qué vas a hacer si no puedes convencer a la junta de
Simon de reestructurar Bertram?
—No sé. Tengo una cláusula en mi contrato de trabajo donde puedo reclamar
mis patentes si están a punto de ser licenciandos para una empresa con
conexiones a la milicia. Hasta ahora no he podido descubrir ninguna relación
entre Lamont Holdings y el Departamento de Defensa.
—La oferta está ahí. Pero estoy seguro de que convencerás a Simon y a su
consejo de que tu camino es el mejor. Pero no vayas a lastimarte, ¿de acuerdo?
Y no me refiero a físicamente.
71
Página
—Tendré cuidado. —Porque tener que elegir entre Simon y sus amigos no era
una decisión que quisiera hacer. Si no iba a llegar a eso, sería mejor que
impresionara al pirata y su tripulación. Empezando esta noche.
Le dio a David un abrazo antes de ir arriba. ¿Qué usabas cuando para ir a cenar
con tu profesor de intimidad que pronto sería tu jefe?
***
—Estás preciosa —dijo él mientras ella se detenía a dos escalones del final. Sus
rostros estaban a la misma altura y él se inclinó por un beso.
—¿No has escuchado? El estilo “acaba de ser besada” está de moda ahora.
Algo de control; ella apenas podía respirar. Se inclinó hacia él. Quizás un beso la
ayudaría a relajarse, derretir la tensión enroscándose en su estómago.
Las dos otras parejas aparecieron en lo alto de las escaleras. Helen se movió
72
La cena fue la más divertida que había tenido en años. Maldición, ¿estoy
borracha? Si lo estaba, tenía que ser embriaguez por el hombre, porque solo
había bebido una copa de vino. Debía ser la cercanía de Simon causando
bochornos y mareos calientes. Él era potente. Ella soltó una risita imaginando la
etiqueta de advertencia que debería estar estampada en su frente: dispositivo
incendiario, besar bajo su propio riesgo. Él haría un infierno de catalizador. El
problema estaría en contener la reacción. Su reacción.
Estirándose, ella robó otra cucharada del tiramisú de él. En realidad no quería el
delicioso pudín italiano. Sin embargo, compartir algo íntimamente con él,
incluso si era solo un postre, la emocionaba. Mientras todas las otras parejas
alrededor de la mesa estaban compartiendo su plato final, ella finalmente sintió
que encajaba con sus amigos.
Mientras esperaban el auto después de la cena, Simon se paró detrás de ella sin
tocarla. El calor de su cuerpo, combinado con la belleza de la noche, disipó lo
último de resistencia y se reclinó contra él. Cuando él colocó los brazos
alrededor de ella, un escalofrió se disparó de la cabeza a las puntas de los pies.
Trató de calcular si fue su cuerpo en contacto total con el de ella, el aire fresco
de la noche, o el comienzo de un ataque de pánico.
Él no solo era embriagador, sino que también creaba una distorsión del
espacio-tiempo, porque el viaje de regreso a la casa de Liam terminó
demasiado pronto.
Helen esperaba a que Simon rechazara, dado que tenían que irse temprano en
73
la mañana. Llena de cansancio ella misma, aún no estaba lista para que la noche
Página
terminara. No estaba segura de qué sucedería cuando llegaran a Nueva York.
¿Simon volvería al hombre de negocios robot una vez más?
Sin decir una palabra, todos se desplazaron hasta la sala y Liam tomó pedidos
de tragos.
Simon se sentó junto a ella de nuevo en el sofá de dos plazas. Él esperó hasta
que todos tuvieron una bebida, entonces la sostuvo en alto.
—Gracias por la invitación. No espero volver a San Francisco de nuevo este año
—contestó Simon.
Helen se congeló.
—¿Estás bien, Helen? Luces un poco pálida —dijo Liam, sentado frente a ella.
Los ojos marrones que había conocido por años buscaron los suyos. Había
dolido cuando Liam había elegido a Lorelei, pero eso había sido un dolor leve,
no la puñalada aguda que cortó a través de su corazón cuando Simon dijo que
no iba a regresar. Le había dicho a David que se estaba metiendo en esta cosa
con Simon, fuera lo que fuera, con ojos abiertos. Así que no había estado
preparada para el dolor. Si era tan inteligente como la gente decía que era, ella
le haría su discurso a su junta y se largaría de la ciudad antes que perdiera más
que su trabajo.
—¿A qué hora tienes que irte en la mañana? —escuchó que Lorelei preguntaba
Página
—Oh —fue todo lo que contestó Lorelei. La sonrisa en los rostros de ella y
Mandy decían que no creían que esa fuera la única razón de que ella estuviera
yendo con Simon.
Jason hizo una pregunta sobre restaurantes en Nueva York. Bebiendo a sorbos
su vino, Helen dejó que la conversación fluyera sobre ella.
***
Por primera vez en mucho tiempo, él era parte de un grupo de sus pares sin una
agenda de negocios en mente. En vez de sentirse a la deriva, estaba contento,
relajado. Bueno, tan relajado como podía estar con una mujer supersexy junto a
él a quien no se atrevía a tocar.
La cabeza de Helen se puso más pesada contra su hombro, hasta que su suave
respiración a través de su fina camisa de algodón le dijo que se había quedado
dormida. Movió el brazo para darle más apoyo, pero no se despertó.
Él tiró del cuerpo de Helen a lo largo del suyo, luego se puso de pie con ella en
sus brazos. Se sentía demasiado natural estar llevándola a la cama. Él dijo un
silencioso buenas noches y adiós a todos en la habitación. Lorelei lo precedió
por las escaleras así podía abrir la puerta de Helen por él. Esperando que ella los
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acompañara dentro del dormitorio, Simon estuvo sorprendido cuando ella cerró
Página
En este momento, tenía a una mujer dormida que lo perturbaba más de lo que
quería admitir acostada en la cama frente a él. Ella ya se había quitado los
zapatos abajo, pero ¿debería ayudarla a sacarse el vestido o solo cubrirla con la
manta? Dada su experiencia pasada con sus ropas siendo quitadas, optó el lado
de la precaución y la tapó con la manta.
—Lo siento, lo siento tanto, Helen. No quise asustarte. Solo quería darte un
beso de buenas noches.
Su respiración salía en cortos y rápido jadeos y ella tiró de sus rodillas hacia su
pecho. Su mirada voló de un lado al otro del dormitorio como si tratara de
recordar dónde estaba. Él retrocedió hacia la puerta, para darle espacio y una
sensación de seguridad.
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Ella luchó por contener sus emociones, por empujar a un lado los demonios que
la perseguían y volver al mundo seguro donde nadie quería hacerle daño. Él dio
un paso tentativo hacia ella y cuando ella no retrocedió, dio otro paso.
Sentándose a los pies de su cama, él observó sus ojos para detectar signos de
renovado pánico. Todo lo que vio fue decepción y vergüenza.
—Oh Dios, Simon, nunca voy a superar esto. —Hipó, como tratando de ocultar
un sollozo.
—Me gustaría eso. —Ella le dio una sonrisa tentativa y sus entrañas temblaron.
—Creo que el problema podría ser que yo esté en una posición dominante. No
tuviste tanto problema cuando estuviste encima o iniciando. ¿Por qué no te
inclinas y me besas?
El beso vacilante que ella le dio estaba tan lejos de la pasión como era posible,
pero al menos ya no estaba hiperventilando. Después de un momento, ella
retrocedió y le dio una sonrisa acuosa.
—No, fue el perfecto beso de buenas noches. Ahora ambos podemos dormir y
estar frescos en la mañana. —Estirando una mano, tocó su mejilla. Al principio
Página
ella se encogió, luego levantó la mano para cubrir la de él. Cuando ella dejó
caer su mano, él se puso de pie y caminó hacia la puerta.
—Simon.
No hubo nada tentativo en el beso que le dio esta vez. Sus labios se mofaban,
burlaban y desafiaban hasta que su compostura se convirtió en humo y le
devolvió el beso con toda la pasión que ella le inspiraba. Si eso no asustaba su
rigidez, no sabía qué lo haría, porque seguro como el infierno que a él lo
asustaba hasta los huesos. Le había prometido a Helen que se mantendría en
control, y un simple beso y estaba en peligro de perderlo. Sus manos estaban
apretadas en puños a los lados tan fuertemente que empezaban a doler.
Los latidos de su corazón golpeaban en sus oídos, y aun así Helen continuaba al
asalto. No había manera de que pudiera ocultar el efecto en él. Su pecho se
arrastró de donde descansaba contra el suyo, sus pechos firmes frotándose
contra él en un ritmo tortuoso. Deslizó sus labios de él, hacia su mejilla. Su
respiración caliente incineró la última neurona razonando.
H
elen se quitó la bufanda de seda de alrededor de su cuello, luego la
metió en su bolso. Por una vez, Simon estaba agradecido por el
sofocante calor de verano en Nueva York. Hizo todo lo posible para no
mirarla lascivamente.
—No puedo decir que la piratería fuera mi primera elección de carrera. Pensé
que seguiría a mi padre en la carrera de abogacía. Pero después de mi primer
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—¿Cuánto tiempo has vivido en Nueva York? —Una pregunta inocente, pero
hecha en la sexy voz de Helen encendió una cerilla a la ramitas de deseo en su
vientre.
—Lo suficiente. —Se arrepintió de la dureza de sus palabras cuando ella apartó
su mano—. Helen, lo siento. No sé qué tiene Nueva York, pero siempre me
cierra. Olvido sobre ser humano y me convierto en un pirata industrial, como
me llamas.
—Tenemos una hora y media antes de que lleguemos al hotel. ¿Por qué no
fingimos que tu hermano y amigos también están en el auto y te sientas un
poco más cerca? —Él extendió el brazo, esperando que se deslizara contra él.
—¿Eso es lo que quieres? ¿Que escuche lo que quieres decir y entonces irte?
Porque aún podemos hacer eso.
Simon contó los latidos de su corazón, esperando a que ella respondiera: treinta
y seis.
—Dije que sería más fácil, no necesariamente mejor. Y he aprendido que las
cosas realmente valiosas generalmente no son las más fáciles —Ella miró
fijamente sus manos mientras hablaba.
Él reprimió la desilusión que se elevó con sus palabras. Quería que confiara en él
incondicionalmente, no solo con su cuerpo, sino con su carrera, su vida, su
corazón. Helen lo hacía querer proteger cada aspecto de su ser, incluso a sus
expensas. Su corazón palpitó y una sensación nauseabunda rodó en sus
entrañas. ¿Cuándo se había convertido en su campeón? ¿Cuándo sus objetivos
corporativos habían sido opacados por esta mujer? Incluso superar a Edward
Halliday parecía menos importante.
—Hay un escritorio extra en mi oficina. Pensé que podrías trabajar allí por los
próximos dos días. Programaré tu presentación para la junta del miércoles en la
tarde. Tengo unos pocos días bastante apretados, pero iré a verte mientras
pueda, ayudarte. Y por supuesto, le diré a mis empleados que hagan cualquier
cosa que pidas. He despejado mi calendario de citas de cena así podemos pasar
las tardes juntos, analizando tu propuesta. O si quieres ver algo de Nueva York
podríamos hacer eso. —Se odió por volver a los negocios. Sin embargo, las
81
para él.
—Suena bien. Necesitaré una lista de los miembros de tu junta y acceso a
algunos de tus estados financieros menos clasificados, si eso está bien. Aunque
mis títulos son en ingeniería y química, tomé un par de cursos de negocios en la
universidad.
—Siempre he sido atraída por cómo funcionan las cosas. E ingeniería de diseño
significa que también consigo usar el lado creativo de mi cerebro. —Se encogió
de hombros como si no fuera gran cosa que tuviera una de las mentes más
brillantes que él alguna vez había conocido. Por otro lado, considerando la
compañía que ella normalmente mantenía, Liam y su hermano, ambos genios
reconocidos, teniendo un coeficiente intelectual que la calificaba para el Mensa,
probablemente no era nada especial en su círculo.
El auto redujo la velocidad y se detuvo frente al hotel. Simon salió sin esperar a
que el conductor abriera la puerta, luego ayudó a Helen a salir. Quería tomarla
en sus brazos, alejar todas las dudas y temores que él podía ver escritos en su
rostro con un beso. En cambio, agarró las maletas del chofer y la siguió dentro
de la recepción brillantemente iluminada.
—Treinta y dos. Puedes llegar a mi apartamento desde los ascensores del hotel.
Tienes que regresar al vestíbulo y venir a los especiales alrededor del otro lado
de la recepción. Y necesitas una tarjeta llave para hacerlos funcionar. Así que si
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—En realidad, ¿te importa si nos saltamos de beso de buenas noches esta
noche? Necesito dormir y estar fresca para la mañana, y besarte tiene el mismo
efecto en mí que un triple expreso. ¿A qué hora te vas a la oficina?
—Normalmente me voy a las seis y media, pero llega cuando quieras. Enviaré el
auto de regreso para ti y avisaré a recepción que estás viniendo.
—Buenas noches. Espero que duermas bien. Aquí está mi línea privada si
necesitas ponerte en contacto conmigo. Y te veré en la oficina.
Ella se inclinó hacia adelante y se extendió por la tarjeta que él le pasó, con
cuidado de que sus manos ni siquiera se tocaron.
Con los dientes apretados, la dejó de pie en el medio de la habitación del hotel.
El suave clic mientras la puerta se cerraba tras él hizo eco en una grieta en su
cordura. Lo que había comenzado como un juego divertido, guiar a una mujer
indecisa a los placeres de hacer el amor, ahora se avecinaba ante él como una
aventura aterradora llena de obstáculos y serpientes venenosas, la mayoría de
las cuales parecían venir desde dentro de él.
***
83
También había pasado una hora en el teléfono con Dennis trabajando en los
problemas en el experimento catalizador. Probablemente solo habría tomado
veinte minutos si él no se hubiera mantenido transfiriéndola a otros miembros
del equipo, quienes querían saber cómo estaba logrando convencer a Simon de
no destrozar sus vidas. Si solo supiera.
—¿Todo funcionó sin problemas esta mañana? Lamento no haber estado aquí
para saludarte personalmente.
Vestido con un traje hecho a medida que tal vez costaba miles, sus zapatos
negros estaban lustrados a la perfección, su cabello peinado hacia atrás. Se veía
cada centímetro como el invasor corporativo, sin siquiera una insinuación del
hombre sensible que había sostenido su mano mientras su hermano sacudía su
mundo con el anuncio de su matrimonio.
84
Casi podía ver los signos de dólares flotando por encima de su cabeza.
—Está a años de desarrollo y pruebas, pero todo comienza con una idea. A
pesar de que el noventa y ocho por ciento de ellas se desecha antes del
prototipo.
Él se quedó mirando sus labios tanto tiempo que pasó la lengua por ellos.
¿Llevaba puesto un bigote de espuma de capuchino?
—Oh, um… —Su decisión de permanecer con frialdad profesional se fundió bajo
el calor de su mirada. Su cuerpo la traicionó y una oleada de deseo la inundó a
través de los dedos de sus pies.
—¿Qué serían esas cosas? —Su propia voz era baja y entrecortada, como si
hubiera subido seis tramos de escaleras.
—Quiero poner una mano en tu culo y levantarte contra mí para que puedas
sentir lo mucho que me excitas. Con la otra mano, quiero agarrar tu pecho,
pasar mi pulgar sobre la tela sedosa de tu blusa hasta que tu pezón se ponga
duro y esté apretado contra tu sujetador, rogándome para eliminar las barreras
entre nosotros.
Sus ojos cayeron hasta su pecho y su cuerpo reaccionó como lo había descrito.
La parte posterior de sus muslos hormigueaban y se movió en su silla. En lugar
de pánico, una infusión de calor, de pasión, la llenó.
—Entre.
¿Esto era todo? ¿Iba a llevarla de vuelta al hotel y hacer realidad la promesa en
sus ojos? Tragó.
—Estoy bien —fue todo lo que pudo arreglárselas para decir antes de que su
garganta se trabara.
—Mejor cancela esa también. No estoy seguro de a qué hora estaré disponible.
Esta vez la mandíbula de Helen cayó abierta. Ella quería conquistar sus miedos,
pero no estaba segura de que estuviera preparada para una maratónica sesión
de sexo.
—Es un día agradable, no demasiado caluroso. Pensé que podría gustarte ver
algo de Nueva York mientras estás aquí.
—He estado en Nueva York antes cuando estuve en el MIT. He hecho todas las
cosas turísticas.
—Es cierto. Pero creo que debemos hacer algo que ninguno de nosotros haya
hecho antes.
—Coney Island es para todo el mundo. Siempre he querido ir. Y tienes que
ganar un peluche gigante para mí.
—¿No eres un poco mayor para los juguetes de peluche? Además, puedo
llevarte a FAO Schwarz y comprarte cualquiera que atrape tu atención.
que ganara un premio y se lo regalara. Era un rito de paso que se había perdido.
Y aunque Simon no era su novio, tenía más que hacer.
Página
—Entonces creo que nos vamos a Coney Island para ganarte un peluche
gigante.
Helen ocultó una sonrisa de triunfo. Esperaba que no fuera la única cosa en su
lista de tareas pendientes de romance en ser eliminada hoy.
88
Página
Capítulo 8
H
elen dio la vuelta al cono de su helado con la lengua para que no
goteara sobre su ropa. El dulce y frío placer se derretía en su boca antes
de deslizarse por su garganta. El sol estaba bajo en el horizonte y
millones de luces multicolores empezaban a iluminar el cielo. Todavía estaba
cálido, pero la mayor parte del calor parecía estar emanando de Simon a su
lado. O tal vez fuera algún tipo de reacción bioquímica de la cual no había oído
hablar. Toma un hombre supercaliente y colócalo junto a una virgen frígida…
No era de extrañar que se sintiera como si burbujas salieran de sus poros. Ella se
estaba derritiendo como el hielo seco.
—¿De qué otra forma se supone que coma el helado? Además, dijiste lo mismo
cuando comí mis perros calientes, y prácticamente los aspiré.
—Disfrutaba tu entusiasmo. —Sus ojos bailaron con risa. Era lo más relajado
que lo había visto y dos veces más precioso. Además de su aspecto, era amable,
divertido y generoso. ¿Dónde estaba el truco?
—¿Qué pasó?
—En mi último año en Oxford, me asocié con otro estudiante. Era brillante,
como tú, y había pensado una increíble invención. Pero no tenía las habilidades
de negocios para llevarlo al mercado. Estábamos intentando mantener todo
muy secreto hasta que nos graduáramos, luego íbamos a tomar el mundo como
una tormenta y ser multimillonarios para el momento en que tuviéramos
veinticinco. Le conté a Lisa, mi prometida, sobre el proyecto una noche. Tres
semanas más tarde, la encontré en la cama con su compañero de estudios
Edward Halliday. Le había contado sobre el acuerdo. Edward ya tenía dinero y
conexiones, así que mi socio de negocios y Lisa decidieron que él era la mejor
jugada. Los dos me dejaron.
—Supongo que cuando una mujer se vuelva más importante que un acuerdo.
Hablando de acuerdos, me parece recordar que te prometí ganar un peluche. —
Simon la dirigió hacia una fila de juegos de carnaval. Los encargados gritaban lo
fácil que era ganar, cada uno tratando de prometer más que los otros.
—¿Estás segura?
Simon debió notar su incomodidad y pasó la mano por su brazo antes de tomar
su mano y caminar hacia los paseos.
—Está bien, pero si vomitas esos tres perros calientes que comiste, no me
culpes.
—Está bien, pero si gritas como una niña, entonces voy a regodearme.
—No grito. Al menos no en las montañas rusas. —Él movió las cejas y se echó a
reír—. Pero recuérdame si llego al punto de negociar un contrato contigo, cuán
ruda eres.
Mientras estaban en la fila para la montaña rusa, Simon puso sus brazos
alrededor de su espalda, envolviéndola ligeramente contra él. Con solo un
movimiento podría liberarse. Como si eso fuera a pasar. Su estómago estaba
todo nervioso, pero no tenía nada que ver con la idea del inminente viaje. Tenía
suficiente fe en la física y la ingeniería mecánica para confiar en que no serían
catapultados hacia el estacionamiento. La entidad incuantificable era Simon y el
efecto sobre su cuerpo. Las respuestas no iban a encontrarse en la física para
eso. Era todo sobre biología. No una de sus mejores ciencias.
Después del paseo, los dos estaban sin aliento por la risa.
—Eso no fue un grito —dijo Simon—. Eso fue un grito viril de triunfo. No debías
saberlo, pero con una sola mano mantuve el auto en la pista y evité que se
lanzara al espacio.
—No es el viento lo que me hace olvidar. —Se inclinó y capturó sus labios con
los suyos antes de que ella pudiera responder. Este beso estaba lleno de pasión
y una promesa de emociones que no estaban asociados con un aparato
91
—Estás a punto de ganar el oso más grande que hayas visto jamás. Necesitarás
un camión para llevarlo.
***
hombro, separó su blusa un poco más, dándole un vistazo del encaje blanco.
Apretó los dientes.
Página
Ella había estado más y menos relajada durante todo el día, incluso coqueteó
con él a veces. Pero ahora se aferraba al estúpido oso de peluche gigante que
había ganado por ella como si fuera un salvavidas. Estaba empezando a dudar
de que hubieran hecho algún progreso en absoluto en el aspecto físico de su
relación esta semana.
Relación. Tenía que agradecer a su padre por eso. Mientras iba en el auto de
camino a su primera reunión de esa mañana, su padre había llamado por
teléfono. Al principio, Simon no había querido hablar con el hombre, pero luego
pensó que era mejor acabar de una vez con eso, en privado.
—Me casé con tu madre porque, bueno, porque pensé que sería un buen activo
para mi carrera. Fue frío y despiadado, pero de alguna forma ella también lo es.
Me dijo en nuestro primer aniversario, una de las pocas veces que estaba
tratando de ser romántico y compensar el hecho de que estaba trabajando
catorce horas al día tratando de salir adelante, que todo lo que esperaba de mí
era que la mantuviera económicamente. A cambio, ella mantendría mi casa, se
aseguraría de que tuviera una buena cena, y entretendría a mis colegas cuando
fuera necesario. Ella no quería ni necesitaba romance. Era una completa pérdida
de tiempo y dinero en su opinión.
dejado a tu madre hace muchos años y tomado tu custodia. Desearía que tú,
Página
—Importa. Sé que no hay nada que pueda hacer para compensar los años
perdidos, Simon. Pero tengo la esperanza de que tal vez puedas aprender de
mis errores. Darle una oportunidad al amor. Es la cosa más espantosa, pero lo
más grande que puede ocurrir en tu vida.
Pero a pesar de sus escuetas palabras con su padre, su conversación con Helen
en Coney Island seguía reproduciéndose una y otra vez en su cerebro. Se dio
cuenta de que ahora era su orgullo más que su corazón el que había sido
mermado por la traición de Lisa. Ella siempre había tenido su ojo en el dinero.
Claro, Edward se había convertido en un éxito con ella a su lado, pero cada vez
que se encontraban en funciones, Simon no había detectado el calor en su
relación como la que había notado entre Liam y Lorelei. El matrimonio Halliday
le recordaba más la relación de sus padres. El tipo de relación que, hasta la
semana anterior, veía para sí mismo eventualmente. Ahora preferiría irse en
bancarrota que encadenarse a una mujer que “sería buena para su carrera”.
Y la razón era Helen. Su conexión con ella había ido más allá del negocio, más
allá de un ejercicio académico para librarla de su miedo a la intimidad. Quería
pasar cada momento posible con ella, quería llegar a conocer cada peculiaridad
de su personalidad, explorar cada centímetro de su voluptuoso cuerpo. Por el
amor de Dios, incluso había dejado a un lado un día y medio de trabajo para
estar con ella. Tal vez fuera amor, tal vez no lo fuera, pero no podía dejarlo ir
hasta que lo supiera a ciencia cierta.
Sin embargo, era una distracción. Y había algo más en juego que el semestre
que había perdido en la universidad porque había sido absorbido por Lisa. Su
obsesión con Helen tenía el potencial de arruinarlo. ¿Se estaba convirtiendo en
algo más importante que un acuerdo? No, Helen era el acuerdo. Si ella no
convencía a su junta de incorporar Bertram, entonces él necesitaría apaciguar a
los demás empleados y hacer la transición lo más fácil posible. Con su ayuda,
94
Las puertas del ascensor se abrieron cuando llegaron a su piso. Era solo una
caballerosidad acompañarla a su puerta. Ella le entregó su tarjeta llave, incapaz
de insertarla en la puerta mientras aún sostenía el peluche.
—Hablé con una de las mujeres en el pasillo esta mañana. —Helen se encogió
de hombros.
Él había vivido en el edificio durante tres años y no tenía idea de quién limpiaba
su piso. Se apoyó contra la pared. Helen se retorcía las manos de nuevo. Tendría
que venir a él.
—Me alegra escuchar que se va a un buen hogar. Trabajé duro por ese oso,
especialmente ya que no me dejaste jugar ninguno de los juegos de disparos.
En los que soy bueno.
—No me gustan las armas. Pero lo hiciste muy bien con los dardos. Sospecho
que pasaste unas cuantas noches en el pub local en casa.
—Culpable de los cargos. Aun así, creo que algún tipo de compensación está en
orden. Casi me puse a sudar.
—“Casi” es la palabra clave. —Dio dos pasos más cerca y me dio un beso en la
mejilla.
—Sí, bailar. Puedo sostenerte sin que sea un avance sexual. Puedes
acostumbrarte al toque de nuestros cuerpos y podemos pasar una agradable
velada juntos. —Este podría ser el gran avance que necesitaban. Una noche con
Helen en sus brazos, incluso con la ropa puesta, era algo a lo que aspirar.
—Baile de salón. Las discotecas están bien, pero son demasiado ruidosas y
abarrotadas para hablar. Conozco un buen lugar donde la comida es excelente y
tienen una banda en vivo todas las noches.
Helen rio y otra gran parte de las defensas de Simon se desmoronó. Se relajó y
su sonrisa se hizo más genuina.
Justo antes de que la puerta se cerrara detrás de él, estuvo bastante seguro de
oír salir una palabra muy grosera, y no era del oso.
96
Página
Capítulo 9
H
elen paseaba por su oficina temporal, ignorando el pellizco de sus
nuevos tacones de siete centímetros. Había repasado su presentación
unas mil veces y la sabía palabra por palabra. No era la primera vez que
se había presentado a una junta de directores; en realidad era una buena
habladora en público. Y si alguien la retaba a hablar de cualquier principio de la
ingeniería, podría hablarles hasta embriagarlos, o hacerlos dormirse,
dependiendo del receptor.
Todo se basaba en esto. A pesar de mantener los ojos y oídos abiertos, no había
sido capaz de descubrir ninguna conexión entre Lamont Holdings y la milicia.
No sabía si sentirse decepcionada que eso significara ningún plan B o feliz de
saber que Simon se mantenía alejado de la tecnología de las armas. Ser una
pacifista era uno de los principios de sus padres que compartía.
¿Era una vendida por usar sus armas de mujer para obtener y mantener la
atención de la junta mientras escuchaban su discurso sobre la descripción del
ROI3 y la depreciación del capital? Entonces había razonado que los hombres
tenían a los viejos muchachos del club para ayudarlos a salir adelante. Su
género solo estaba nivelando el campo de juego.
97
Página
3
ROI: Retorno sobre la inversión, o Return on Investment por sus siglas en inglés. Corresponde
a las ganancias obtenidas en comparación con el monto que se invirtió.
La cabeza de Sylvia se asomó por la puerta seguido de un ligero golpe.
Tuyo, Simon
Viendo que la junta había estado reunida desde las nueve de la mañana y que
eran casi las cinco, Simon probablemente estaba aburrido hasta el cansancio.
Apreciaba sus esfuerzos para tranquilizarla.
Sin embargo, como él era la verdadera razón por la que estaba tan nerviosa, su
nota tuvo el efecto contrario. Ayer había estado fuera de la oficina todo el día,
dejándola para perfeccionar su terreno de juego por su cuenta. La había
telefoneado alrededor de las cuatro para decir que no iba a estar de regreso a
tiempo para acompañarla al hotel, por lo que la encontraría allí a las siete.
Había sido una de esas citas perfectas representadas en las películas románticas.
Ninguno de los trajo a colación las razones por las que ella se encontraba en
Nueva York, o los cambios que la esperaban en su regreso a San Francisco. En
98
su lugar, habían tenido una comida divertida y discutido sus cosas favoritas y lo
Página
que harían si no tuvieran responsabilidades, descubriendo que ambos tenían un
peculiar interés en los países a lo largo de la antigua Ruta de la Seda.
Y todavía virgen.
Sylvia reapareció con dos vasos de agua, la condensación goteando por los
lados. Helen vació el primer vaso de una sola vez, antes de beber la mitad del
segundo.
—La mayoría son agradables. Hay uno o dos que pueden ser un poco
quisquillosos, pero la mayoría de la junta es bastante razonable.
***
sentado todo el día solo había agravado la presión. La noche anterior, bailando
Página
y sosteniendo a Helen contra él había sido la más exquisita tortura. Hacia el final
de la noche, había estado luchando contra un deseo tan fuerte que supo que no
tenía la fuerza para tomar las cosas tan lentamente como Helen necesitaba. Así
que en su lugar, se había marchado con un beso en la mejilla y dirigido a otra
ducha fría.
Ahora tenía otro dilema. Después de presionar a su junta para integrar en lugar
de destruir Bertram Industries, Helen no tendría una excusa oficial para
permanecer en Nueva York. Pero la idea de dejarla ir revolvía sus entrañas como
una licuadora.
Querido Simon,
Tu padre ya se ha mudado.
Adele Lamont
Debería ir a ver a su madre, sentarse con ella y ayudarla a analizar sus opciones.
Envió un mensaje instantáneo a su ayudante para reservar un vuelo para la
noche del día siguiente. ¿Podría convencer a Helen de unirse a él? El calor que
debería haber llegado con el pensamiento de la casa lo envolvió ahora.
toda marcha.
Página
¡Maldito calor! La Valquiria de su primera reunión había llegado vestida y vuelto
a completar su conquista. Y ella parecía haber sorprendido al resto de la
habitación. Incluso Gerald Hunter, cerca de setenta años, parecía hipnotizado
por ella.
Ella evitó sus ojos y se dirigió a la parte delantera de la sala, esperando a que
todos tomaran sus asientos. Simon encontró su camino a su silla sin siquiera
apartar los ojos de ella. ¿Toda la persona virgen recatada había sido un disfraz
para distraerlo? Si era así, seguro como el infierno que había funcionado,
porque solo había examinado los informes recientes de Bertram Industries,
eligiendo en su lugar concentrarse en la enigmática ingeniera jefe.
mediocridad?
—Sr. Cuthbert, estoy tan agradecida de que hiciera esa pregunta. —La sonrisa
que envió al anciano podría haber detenido su corazón. Ciertamente envió la
presión arterial de Simón a través del techo. Mezclado con el deseo puro que
corría por sus venas había admiración de que Helen también hubiera
investigado a los magnates que componían su junta.
Con un guiño final para la junta, ella lo miró a los ojos por primera vez desde
que entró en la sala. Después de una sonrisa megavatios en su dirección, Helen
salió, dejando una sala llena de hombres aturdidos en su estela.
A medida que la puerta se cerraba detrás de ella, Gerald Hunter dejó escapar un
suspiro largo y ruidoso, que parecía ser el consenso general en la sala. Todos
ellos habían sido Helenizados.
***
—Bien hecho, Helen. Eso fue fabuloso —dijo Sylvia con entusiasmo mientras
Helen regresaba con piernas temblorosas a su oficina temporal—. Escuché
desde la puerta… estuviste fantástica.
102
—No estoy seguro. Puede que vaya hasta el MIT y vea a mis antiguos
profesores. Puedo reservar mi propio vuelo a casa. Sé que tienes suficiente para
hacer, cuidando de Simon.
—Hablando del diablo, tengo que irme ahora. La reunión de la junta debería
estar terminando en la próxima media hora y tengo que asegurarme de que
todos tienen sus autos esperando, y hacer frente a cualquier petición de última
hora. Están a cargo de múltiples imperios de miles de millones de dólares, pero
parece que no pueden llegar del punto A al punto B sin que alguien lo coordine
por ellos.
—Simon trabaja demasiado duro. Espero que llegues a disfrutar más que él —
respondió Helen.
—Solo trabajo tarde en la oficina cuando él está en la ciudad. Viaja mucho, por
lo que puedo trabajar desde casa o salir temprano en esos días. Pero tengo que
irme ahora. Espero que lleguemos a reunirnos otra vez. —Sylvia agitó un adiós
desde la puerta.
103
—¿Qué más? Puedo decir que estás reteniéndolo. —Si era algo sobre ella,
preferiría oírlo de Simon.
Él tragó de nuevo, y cuando se encontró con su mirada, pudo ver súplica en sus
ojos.
104
—¿Pensaron que pasé por esa presentación solo por el gusto de hacerlo? Estoy
dedicada a esa empresa, a mis colegas. No voy a solo levantarme e irme. —
Dolor, ira, resentimiento; eran un caldero burbujeante de amargura en su
estómago. ¿Cómo Simon podría permitir que ocurriera esto?
—La gente cambia, Helen. Las circunstancias cambian. ¿Quién puede decir si no
conocerá a alguien que vive en el lado opuesto del país y te mudarás para estar
cerca de él? —Su voz se suavizó y por un segundo creyó ver una luz de
esperanza en sus ojos. Fue reemplazada rápidamente con su mirada robot.
Respiró profundamente—. La junta ha tomado su decisión. —El rostro de Simon
era impasible de nuevo, sin mostrar emoción o sentimientos personales.
—Me abstuve. —Lo dijo en voz tan baja que a Helen le tomó un minuto
procesar su declaración.
—Tuve que abstenerme. Tengo demasiado conflicto para tomar una decisión
racional. Cualquier voto que hiciera, habría sido una pérdida para mí.
—No entiendo.
Simon se pasó una mano por el rostro y luego a través de su cabello—. Helen,
Página
—Es por eso que tengo una junta, así la lógica triunfa por encima de las
emociones.
—Creo que ahí es donde nos diferenciamos. Creo que un negocio debería ser
acerca de las personas. Estás en esto por el dinero.
—Los dos no siempre son mutuamente excluyentes. No tomes esto como algo
106
Esto era todo; todo había terminado. No podía sentarse en una cena con un
grupo de hombres estirados y pretender que su vida no había implosionado. Sin
sexo, sin trabajo, sin casa. Una tripleta de decepción.
—Helen… —Se pasó una mano por el cabello otra vez, y luego la dejó caer a su
lado.
—Por favor, agradece a tu personal por mí, especialmente a Sylvia. Todos han
sido excelentes. ¿Asumo que tu departamento de Recursos Humanos iniciará la
emisión de avisos de despido a los empleados de Bertram una vez que se
firmen los contratos definitivos? —Metió su papeleo en su bolsa, sin atreverse a
mirar a Simon. La mano de él cubrió la suya.
—Eso es generoso, gracias. —El nudo en la garganta le hacía difícil hablar. ¿Se
despedirían con un apretón de manos o con otro de sus besos?
Simon vaciló, sus ojos buscando los de ella. Se aclaró la garganta antes de
hablar, y cuando lo hizo fue apenas un susurro.
—Puede que Bertram haya terminado, pero nosotros no tenemos que hacerlo.
—La forma en que se quedó mirando sus labios no dejó ninguna duda en
cuanto a su significado.
Antes de que pudiera preguntar, tiró suavemente de ella y la besó. Solo con sus
Página
labios tocándose, sintió el fuego por todas partes. Maldición, cuerpo traidor.
Cuando eventualmente se separaron, ella dijo:
—Eso he aprendido.
Él se inclinó para otro beso, pero con el sonido de voces en el pasillo se retiró.
—Tengo que ir a cenar. Por favor, ¿te reunirás conmigo para tomar una copa en
el bar del hotel después?
La parte lógica de su cerebro le dijo que rechazara. Dejarlo aquí, ahora, sería la
opción más fácil. La opción inteligente. El corazón le gritaba lo contrario.
—No lo sé. Tengo que pensar un poco qué hacer. Mándame un mensaje
cuando hayas terminado la cena.
Agarró su bolso y mantuvo la cabeza baja para que no viera las lágrimas
reuniéndose en sus ojos.
—Helen… —Su voz sonaba como si estuviera siendo estrangulado. Ella no le dio
la oportunidad de terminar la frase. Tenía que salir antes de perderse por
completo.
C
álmate y trata de pensar. Eres un ingeniero de diseño, por el amor de
Dios. El análisis lógico es lo tuyo. O al menos lo era. Ahora todo era AS:
Antes de Simon.
Por encima de todo, sin embargo, sabía que se preocupaba por él más que por
cualquier otro hombre que hubiera conocido. La hacía sentir especial, hermosa,
sexy. Ño deseaba. Sufría por él. Oh, Dios, lo amo. Cayó en la silla cercana ante la
comprensión de que había dejado que las cosas se salieran de control. Abrió
una pequeña botella de whisky del minibar.
Entonces, Simon había puesto los negocios antes que el placer personal, pero
¿no estaba haciendo ella lo mismo? ¿Estaba desperdiciando una oportunidad de
ser feliz porque él no había salvado su empresa? ¿Había dicho básicamente:
109
Sus dedos flotaban sobre las teclas. Mariposas tomaron vuelo en su estómago y
tuvo que secarse las manos sobre su vestido.
Puede que Bertram haya terminado, pero nosotros no tenemos que hacerlo.
Había dicho que quería convencerla de trasladarse a Nueva York, que ella le
había hecho cuestionarse lo quería en la vida. Obviamente, ella no era más
importante que el trato. Todavía. ¿Pero dado un poco más de tiempo podría
llegar a ser eso? Tal vez tenían un futuro juntos. Tal vez no. Tenían esta noche.
Apaciguó las mariposas con un trago de whisky del minibar. Sus pulgares
estaban estables al tiempo que respondía.
—Sí. —Ella continuó mirando fijamente, dejando que sus ojos lo devoraran.
—Helen, si lo que deseas es solo hablar, ¿podemos mover esta discusión al bar
o a algún lugar público? Tú, en las proximidades de una cama, mirándome así,
está causando estragos en mi capacidad de pensar.
110
Ella apoyó los labios contra los suyos, sus respiraciones mezclándose.
—¿Y que es esto? —Sin esperar su respuesta, ella lo besó, mitad ira por los
resultados del día, mitad tristeza porque esta podría ser la última cosa que
compartieran.
Las palabras apenas habían salido de su boca antes de que sus manos
estuvieran sobre ella, ligeramente al principio. Cuando ella gimió de placer,
Simon aplicó un poco más de presión, moviéndose sobre su espalda, jalándola
contra él.
—Sí, creo que estoy lista. —Estaba lista para que él la amara.
Ella puso las manos sobre su pecho, deslizándolas bajo las solapas de su
chaqueta.
—Siempre pensé que los ingleses eran muy educados. Eres muy mandón. —Ella
empujó la chaqueta por sus hombros, atrapando sus brazos.
—Por favor —dijo él, sus ojos brillando. Había pasión, pero algo más en la
profundidad de su mirada. Antes de que su mente empezara a evocar razones
para esa mirada, se obligó a concentrarse en la tarea en mano.
—¿Quieres detenerte? —La profunda voz de Simon parecía salir de una niebla.
Alentada por su declaración, ella pasó las manos sobre su pecho desnudo, por
su torso hasta el elástico de sus bóxers. Sus músculos se tensaron y
estremecieron bajo su toque, pero él no hizo ningún movimiento para agarrarla
o quitarle la ropa.
—¿Lista para más? —La voz de él era tensa, su respiración rápida y superficial.
Donde su mano descansaba contra su pecho, podía sentir el rápido latido de su
corazón.
Simon dejó que sus pantalones cayeran al suelo. Les dio una patada lejos y se
112
quitó los calcetines y zapatos también. Se puso de pie ante ella, su erección
luchando contra su ropa interior. Ella se humedeció los labios.
Página
—Esa es la idea, pruébame —susurró él. Ella pasó sus labios sobre su pecho. Él
tomó una respiración aguda mientras ella jugueteaba con sus pezones con la
lengua.
—¿Bueno? —Besó un camino por su cuello hasta debajo de su oreja. Sus manos
estaban corriendo arriba y abajo sin descanso por su espalda, como si fuera pel
quien no sabía qué hacer.
—Fabulosa. Eres increíble. ¿Aunque no tienes un poco de calor con toda esa
ropa puesta?
Ella se congeló. Sus manos alcanzaron las de ella y esperó hasta que sus ojos se
encontraron con los suyos de nuevo.
—Todo depende de ti, Helen. —Sus ojos verdes eran sinceros, preocupados,
cariñosos. ¿Amorosos?
Ella dejó caer los hombros, sacó los brazos de las mangas y lo dejó caer al suelo.
Incluso antes de que hubiera terminado de arremolinarse a sus pies, sus manos
volaron para cubrir su cuerpo.
Una vez más, Simon esperó. Ella obligó a que sus manos volvieran a sus
costados. El calor que normalmente invadía sus mejillas esta vez se extendió
hacia abajo, cubriendo su piel en un ligero rubor. Estaba muy contenta de que
Lorelei la hubiera convencido de comprar ropa interior nueva. El sujetador de
encaje azul marino y bragas a juego al menos le daban un aspecto atractivo,
incluso si lo que sentía por dentro era torpe y juvenil.
hombre cuando veía a una mujer en ropa interior. Pero él se las arregló para
que sonara genuino.
Página
—Tú tampoco estás mal. Debes ejercitarte mucho. —Helen miró sus músculos,
tratando de pretender que era un hecho cotidiano para ella estar de pie en ropa
interior con un hombre igualmente ligero de ropa.
—No duermo mucho. Cinco horas por noche si tengo suerte. Así que ejercito a
las cuatro de la mañana. De esa forma, tengo el lugar para mí, a menos que
haya un huésped del hotel de una zona horaria lejana que no pueda dormir
tampoco.
—Podría ser frustración acumulada. Vamos a ver si podemos aliviar algo de eso.
—Estoy a favor de formas libres de drogas para dormir mejor —dijo antes de
que sus labios tomaran los de ella una vez más en un beso apasionado.
Él puso una mano en su espalda desnuda, acercándola hacia él hasta que sus
cuerpos estuvieron en pleno contacto. Su otra mano descansaba sobre su
pecho, quieta al principio hasta que ella se derritió contra él. Entonces su pulgar
frotó su apretado pezón, el cual se tensó contra la barrera de tela,
conduciéndola a un frenesí.
Ella estiró sus brazos y desató los ganchos y dejó que los tirantes cayeran de sus
brazos antes de que el sujetador se deslizara hasta el suelo con su vestido.
Simon levantó una mano, luego esperó a que ella agarrara su muñeca y la
moviera hacia su piel desnuda. Ella tomó una respiración profunda mientras él la
tocaba, exhalando un gemido.
—¿Estás bien?
idea de que las sensaciones abrumarían su miedo hasta tal punto. Quería más.
Quería todo. Pero todavía no podía imaginarse haciendo esto con alguien más
que no fuera Simon. Cuando él apartó sus labios, ella apretó sus manos en la
parte posterior de su cabeza.
—Es justo darle un poco de atención al otro. No quiero incitar celos. —Su
mirada se encontró brevemente con la de ella antes de que su cabeza
descendiera de nuevo. Sus ojos le decían que él había descubierto el más
asombroso tesoro de la historia.
Cuando su rostro finalmente entró en foco era duro, sin emoción, como si ella
lo hubiera enfurecido.
—No, debería haberte dicho que iba a tocarte allí. Me temo que solo me ha
quedado una neurona funcionando. Todas las demás están perdidas en el
éxtasis de este momento. No estaba preparado para lo increíble que sería esto
contigo. —Él atrapó un par de respiraciones profundas.
—Nunca enojado. Solo puedo imaginar lo difícil que es esto para ti. ¿Estás bien
para continuar?
—¿Cuál es?
—¿Es normal que sea así de intenso? Quiero decir, pensé que iba a desmayarme
Página
cuando me tocaste…
—Es así de intenso cuando es realmente bueno. Y lo admitiré, no estaba
esperando que fuera así de bueno. ¿Te das cuenta de lo increíble que eres? —Él
se retiró un poco y apoyó su frente en la suya. Ambos observaron mientras su
dedo índice trazaba un camino alrededor de un pezón tenso, rodeándolo, luego
al otro, creando una hormigueante estela de anticipación nerviosa. Después de
una tranquila circunnavegación, él movió su dedo entre sus pechos y por su
estómago. Rodeó su ombligo, deteniéndose en la parte inferior. Luego, en
pequeños movimientos se deslizó hacia abajo a la parte superior de sus bragas.
Los músculos de su estómago se estremecieron y se apretaron.
—Es hora de que estas se vayan —susurró él antes de tomar sus labios en un
beso ardiente, a la vez que su dedo trazaba la parte superior de sus bragas de
encaje.
Ella aflojó sus manos desde donde se aferraban a su espalda en apoyo. Con un
rápido movimiento, se quitó la ropa interior antes de que su cerebro pudiera
analizar la idea y desencadenar un ataque de pánico.
Sin la barrera de tela para detenerlo, sus dedos se deslizaron entre sus piernas,
encontrando su punto más sensible. Sus rodillas se doblaron y se aferró a él.
Él levantó la cabeza desde donde sus labios habían estado jugueteando con sus
pechos.
—Estar parada, no puede hacerlo. Piernas no funcionan —se las arregló para
decir. Su cabeza estaba echada hacia atrás y sus rodillas se habían vuelto
completamente de gelatina.
debería haber atenuado las luces, pero de alguna manera, ver todo lo que
estaba ocurriendo, saber que era Simon y no él, estaba ayudando a mantener a
Página
—Déjalo ir, Helen. Deja que el placer te tome —dijo, su voz llena de pasión.
Ola tras ola de éxtasis la envolvió. Sus manos se apretaron en su espalda con
tanta fuerza, aunque ella no podía soltarlo. Y aun así él la tocaba y la saboreaba
hasta que una última oleada de electricidad la hizo incorporarse de golpe,
desalojando su boca de su pecho izquierdo.
—Yo… nosotros… tú. Lo he hecho mal —gimió cuando al fin pudo formar las
palabras.
Le levantó su rostro hacia él y la besó con ternura antes de rodar lejos de ella.
Bajando la mano, sacó su billetera del pantalón y extrajo un pequeño paquete
de aluminio. Lo puso en la mesita de noche.
—Donde quieras… oh, sí… —terminó él cuando ella lo agarró y pasó los dedos
en un círculo desde la punta hasta la empuñadura. Alentada por su respuesta,
lamió y besó y pasó sus manos por su cuerpo, deteniéndose en aquellos puntos
que provocaban la mayor reacción. Todavía estaba buscando su botón de robot
cuando él agarró ambas muñecas, tirando de ella hacia arriba.
Ella sonrió. Era emocionante llevarlo al límite. La guió hasta que ella se sentó a
horcajadas sobre él, sus ojos encontrándose, su mirada animándola. Ella se
quedó sin aliento cuando se deslizó dentro de ella. La tensión que había
experimentado anteriormente comenzó de nuevo. Se sentó sobre él, centímetro
a centímetro, observando su rostro. Su respiración estaba viniendo en jadeos
cortos y su corazón latía contra su palma como si él estuviera corriendo una
maratón.
—Lo siento, esto va a dolerte —dijo él mientras ella se encontraba con una
barrera para un mayor progreso. Sin vacilar, ella llevó el resto de su cuerpo a su
interior. La punzada aguda de dolor fue pronto reemplazada con una sensación
de asombro. Él la llenó y ella estaba completa; ya no era una niña atrapada en el
miedo. Sus manos se movieron a su costado, sus pulgares frotando sus pezones
sensibilizados. Durante todo el tiempo, los ojos de él estaban memorizando su
rostro.
—¿Estás bien? —Su voz era tan ronca que apenas podía entenderlo. Su mano se
deslizó desde su pecho hasta detrás de su cuello, tirando de ella hacia abajo
para recibir su beso. Un beso tan dulce, tan tierno que casi lloró. Él latía dentro
de ella, cada contracción provocando otra cascada de maravilla. Aun así él
118
Él liberó sus labios y ella lo miró a los ojos. Aparte de deseo, había algo más que
Página
— Cuando estés lista, mueve tus caderas arriba… —Lo que fuera que él iba a
añadir como indicación fue interrumpido por su rápida ingesta de aire mientras
ella empezaba a moverse sobre él. Sus ojos se encontraron con los suyos
mientras variaba sus movimientos, a veces rápidos, otras veces moviéndose
centímetro tras exquisito centímetro. El vórtice en espiral de placer se construyó
de nuevo en su interior hasta que el antiguo ritmo se hizo cargo y todo lo que
ella podía hacer era sentir.
—No puede aguantarlo… —dijo Simón entre dientes. Él agarró sus caderas y
empujó hasta que se puso duro como una roca en su interior. Un segundo más
tarde, ella lo siguió en el vuelo.
***
Ella se agitó y levantó sus llorosos ojos hasta los suyos. Su corazón se quebró
ante su dolor. Lo había hecho, herirla. Sus cuerpos todavía estaban conectados.
Ella se apretó rítmicamente alrededor de él y su cuerpo respondió de regreso.
Una lágrima escapó de su ojo izquierdo y él la limpió con su pulgar. Ella le dio
una sonrisa temblorosa.
—Bueno, no para mí. Estuviste exquisita. En un par de días deberías ser capaz
119
de hacer el amor sin ningún tipo de dolor. —Su cerebro se congeló y se cerró.
En un par de días estaría fuera de su vida. El siguiente hombre que le hiciera el
Página
—¿Qué problema?
—Quiero decir, no puedo dejar que tomes un avión mañana y vuelvas a San
Francisco sin saber cuándo te veré de nuevo. —Su pecho se apretó
dolorosamente con solo pensar en decir adiós.
—No puedo quedarme en Nueva York. —Su voz era plana, como si estuviera
tratando de mantener el control de algunas inestables emociones también.
—¿A Reino Unido? —Ella se incorporó y se alejó de él. Otra flecha de placer le
atravesó el cerebro mientras se deslizaba fuera de ella, trayendo a funcionar el
retorno del pensamiento racional.
Cuando regresó, Helen llevaba una bata de seda y estaba sentada en la cama
contra la cabecera de la cama, con las rodillas contra su pecho, una mano
juntando las solapas. Parecía perdida.
Encontró sus bóxers en el suelo y se los puso, sin apartar los ojos del su rostro.
Sentándose a su lado en la cama, quería tomarla en sus brazos, pero ella tenía
sus paredes defensivas levantadas de nuevo.
—Helen… —Él esperó hasta que ella lo mirara—. ¿Tienes que volver a San
Francisco ahora mismo?
—No —susurró.
120
—Hay mucho más al hacer el amor que podría enseñarte —dijo él.
—Lo pensaré. Había planeado ir a Boston mañana y ponerme al día con mis
profesores de MIT. Nos encontraremos en el aeropuerto y, o bien volaré contigo
al Reino Unido o regresaré a San Francisco.
¡Mierda! Eso era un hecho para el que no tenía un plan de contingencia. ¿Cómo
diablos voy a negociar esta unión?
121
Página
Capítulo 11
S
imon apretaba sus manos y se paseaba de un lado a otro. Cada anuncio
de altavoz de que otro vuelo estaba a punto de partir lo llevaba más
cerca de la locura. Su avión a Londres ya había empezado a abordar y
Helen no había aparecido. Le había enviado un mensaje más de una hora atrás
para decir que su vuelo de Boston estaba retrasado, pero sin ninguna indicación
de su destino final. Miró su reloj de nuevo. Veinte minutos y la puerta se
cerraría. Su corazón podría no lograrlo.
Dejó de caminar para mirar a los otros pasajeros en la fila de abordaje: viajeros
de negocios regresando a casa, turistas emocionados, padres con niños
temiendo las largas horas en un espacio confinado. Y él, un pirata desesperado
a punto de explotar si su mujer no aparecía en los próximos diez minutos.
—Sr. Lamont, soy Dustin Edwards. Soy el abogado que está trabajando en la
adquisición de Bertram Industries. He descubierto algo que puede ser un
potencial problema …
de abordaje.
él.
—Entonces, ¿cómo estuvo tu día? —preguntó, como si fueran meros conocidos
de negocios y no hubieran compartido el encuentro sexual más alucinante que
Simon había experimentado.
Helen aún había estado dormida cuando él logró salir de su cama a las siete de
la mañana, dos horas más tarde de lo que se levantaba normalmente. Había
llegado tarde a su reunión de la mañana y no se había puesto al corriente en
todo el día. Su reputación por ser puntual y preparado se había convertido en
humo. Incluso Sylvia había parecido aturdida por su constante distracción,
teniendo que preguntarle varias veces sobre las decisiones más mundanas.
—¿Mi día? Comenzó excelente, luego fue cuesta abajo desde ahí. —Vio un
rubor rosa en su piel, en alusión a la vigilia con ella en sus brazos—. ¿Cómo
estuvo el tuyo?
—Simon. —Se giró para encontrarla mirándolo con compasión en sus ojos—.
¿Puedo hacerte una pregunta personal?
123
sonrojarse, especialmente cuando podía ver la fusión de color fluir por todo su
cuerpo. Esperaba que ella nunca llegara a hastiarse hasta el punto de no
mostrar sus emociones.
—Tu pobre madre, debe estar devastada. ¿Tenía alguna idea de que tu padre
tuvo una amante todo este tiempo?
—No sé. Fue un shock para mí. Siempre había mirado a mi padre, admirado su
dedicación a su trabajo y su familia. Descubrir que todo era una farsa, bueno,
todavía no lo comprendo. Ahora mi madre no sabe qué hacer con la casa. Así
que he venido para ayudarla a ordenar sus opciones.
—Lamento escuchar que tus padres se han separado —susurró contra sus
labios.
—Cuando estemos solos. La forma en que quiero besarte nos prohibirá utilizar
esta aerolínea de nuevo. Mi turno para hacer una pregunta personal.
Ella quitó la mano de él y la colocó contra su cuello. Él quería estar ahí cuando
ella ya no sintiera la necesidad de ir a la defensiva.
4
Mile-high club: término utilizado para referirse a las personas que han tenido sexo en un
avión durante un vuelo, siempre que haya sido a más de una milla de altitud.
***
La azafata les ofreció otra bebida, y Helen tomó ventaja de la interrupción para
ordenar sus pensamientos. ¿Y si le preguntaba cómo se sentía acerca de él?
¿Debería solo soltar que se había enamorado de él? Al menos en el aire él no
podría ir muy lejos. Pero ella todavía estaba ajustándose a los sentimientos,
insegura de si podía confiar su corazón.
Incluso al bajar del avión de Boston, no había decidido a qué línea de seguridad
iba a entrar, doméstica o internacional. Enamorarse de Simon no había sido
parte del plan original de experimentación. No tenía control, ninguna manera
de medir el efecto acumulativo que estar cerca de él tendría en su eventual
tiempo de recuperación. Solo podía terminar en desastre. Sin embargo, el
atractivo de pasar incluso un par de días más con él era demasiado para resistir.
Podría tomarle años superar el dolor de su separación, pero tendría los
recuerdos de sus noches juntos para evitarle enfriarse.
—Cuando todos estábamos haciendo conjeturas sobre lo que David tenía que
anunciar, dijiste que tenías miedo de que fuera a unirse a tus padres. ¿Por qué?
¿Dónde están?
Ella tomó una profunda respiración y un sorbo incluso más profundo de su vino
blanco.
—Lo estaba al principio. Ahora los admiro por vivir de acuerdo a sus principios.
Mis padres se conocieron en una marcha de protesta. Los padres de mi madre
odiaban a mi papá, diciendo que era un rebelde sin causa. Él tuvo una infancia
difícil. Sus padres eran alcohólicos, así que él estaba enojado con todo el
mundo. De todos modos, se enamoraron y cuando mamá tenía dieciocho, no
había mucho que mis abuelos pudieran hacer para detener el matrimonio. Creo
que se habrían ido a vivir al campo enseguida, pero mi madre quedó
embarazada de David y sus padres los convencieron de que la vida a la
intemperie era demasiado para un niño pequeño. Así que por nuestro bien,
vivieron una vida bastante normal. Mi padre trabajaba en una granja lechera y
hacíamos las cosas de las familias normales. Papa era un astrónomo apasionado
y nos enseñaba las constelaciones. Mamá horneaba todo con harina orgánica
que ella misma molía. Fue un tiempo feliz.
»A medida que fuimos creciendo, solían pasar más y más tiempo en marchas de
protestas o sentadas. Pero podía ver cuando llegaban a nuestra bonita casa
suburbana que estaban molestos por lo que consideraban la hipocresía de sus
acciones. Así que cuando me aceptaron en el MIT y me mudé a la costa este,
decidieron unirse a la comuna. Extraño no poder agarrar el teléfono y hablarles,
pero entiendo que ya no podían vivir lo que consideraban una mentira.
—¿Y sigues su filosofía? ¿Te sientes una hipócrita por sentarte en primera clase
en este avión?
—Dios, no, aunque trato de ser respetuosa con el medio ambiente. Reciclo y
compro productos locales cuando es posible. No creo que sea práctico, sin
embargo, optar por salir completamente de la sociedad moderna. Preferiría
126
—¿Y David?
—David cree que están locos. No los ha visto en años. —Necesitaba cambiar de
tema antes de soltar más de sus secretos. Como que se había enamorado de
él—. Cuéntame sobre tu madre.
—¿Amas a tu madre?
—¿Automático?
—¿Hay algo más que tu madre preferiría estar haciendo que quedarse en casa?
¿Tal vez es una mujer de negocios frustrada o algo?
—Creo que es una aristócrata frustrada. Quiere que todos la miren con respeto
y admiración. La imagen es todo con mi madre. Probablemente es por eso que
es tan frágil, es todo sobre la apariencia superficial.
5
Stepford: Término utilizado para referirse a personas (especialmente esposas) con carácter
Página
Él estómago de Helen dio vueltas. No tenía nada en común con una diosa
doméstica, Stepford u otra cosa. Con sus inexistentes habilidades de cocina y
uso de la teoría del caos para la administración del hogar, la Sra. Lamont, sin
dudas la encontraría insuficiente. No era que importara, de todos modos.
Dentro de cuatro días, estaría fuera de la vida de Simon. Su estómago se arrugó
en una bola apretada. Oh Dios, esto va a empeorar, ¿no es así?
—Justo antes de las nueve y media de la mañana, hora británica. —Simon ajustó
su reloj.
—Creo que mejor duermo un poco, entonces. —Necesitaba estar fresca para
conocer a la madre de Simon. Y para evitar soltar cosas que era mejor no decir.
Él le dio una mirada de preocupación, luego metió una manta alrededor de ella
después de que bajara su asiento.
—Duerme bien, cariño. —Le dio un casto beso en la mejilla, pero su tacto por su
brazo antes de apretar su mano fue cálido y cuidadoso.
Él había dicho que no podía dejarla ir. Ella no podía imaginar cómo podrían
permanecer juntos.
***
Simon abrió camino por un sendero de losa bordeado con rosas hacia la puerta
principal de la casa de sus padres… no, la casa de su madre ahora. Había
128
habían separado. Tenía treinta tres años; debería ser capaz de comprender la
disolución del matrimonio de sus padres. Excepto que había salido tan de la
nada, que todavía se preguntaba si era una extraña treta por parte de sus
padres para hacer que visitara.
¿Helen era su amiga? ¿Amiga con beneficios? Eso implicaba una ligereza a su
129
—Hola, Sra. Lamont. Wow, su casa es preciosa. Pensé que estas casas con techo
de paja habían desaparecido. Es justo como en las fotografías de revistas.
—Muy bien, querido. La habitación de invitados está lista para tu amiga. Pero
no tarden demasiado o los sándwiches se enrollarán. —Su madre le dio una
sonrisa agradable, girando en su práctico talón, y se dirigió a la parte trasera de
la casa.
Estaba dos pasos detrás de ella cuando entró al dormitorio de invitados azul y
amarillo que había sido redecorado desde su última visita. Cada elemento
estaba coordinado, hasta el vaso de agua y jarra que esperaban en la mesita de
noche. Dos toallas suaves estaban colocadas en la cama; un jarrón de flores
frescas en el tocador llenaba el aire con su perfume. Helen hizo un rápido
estudio, girando alrededor mientras él cerraba la puerta detrás de sí.
Sin esperar a que él lo pidiera, ella se lanzó en sus brazos, sus labios elevados
para encontrar su beso. Él perdió la noción del tiempo mientras vertía cada
emoción reprimida que lo había atacado en los últimos dos días en el beso. Fue
solo cuando ella eventualmente empujó contra su pecho y dio un paso atrás
que recordó que estaban en la casa de su madre.
130
—Tu madre está esperando —dijo Helen cuando sus ojos todavía estaban fijos
en su pecho.
—¿Crees que podríamos fingir dolores de cabeza y pasar el resto del día en la
cama?
Sus ojos estallaron ante la sugerencia y por un momento él pensó que podría ir
a por su plan. En su lugar, tomó su mano y abrió la puerta.
No el tiempo suficiente.
***
Helen se quitó la ropa que había estado usando durante demasiado tiempo. A
punto de tirarlas en la esquina del dormitorio, cambió de opinión y las dobló
cuidadosamente y la colocó en la parte sin malla de su maleta. Tenía una
sensación de que la madre de Simon se horrorizaría si encontraba su ropa sucia
en el piso.
Podía sentir sus mejillas calentarse ante la visión que él creó con sus palabras.
—Madre espera —dijo. Tomó su mano y la llevó hacia las escaleras, a través de
una cocina tan inmaculada que podría estar en una revista, y fuera de las
puertas francesas a un perfecto jardín inglés.
—Ah, están aquí —anunció la madre de Simon—. Pensé que podría tener que
enviar un equipo de búsqueda. —Se levantó majestuosamente de su asiento e
hizo un gesto hacia las dos sillas a cada lado de ella.
Adele les sirvió una taza de té a cada uno sin preguntar si querían una, luego les
ofreció una bandeja de delicados sándwiches en triángulos, bocaditos de pastel
en forma de cuadrados, y canapés que se veían tan perfectos que Helen estaba
segura de que debían estar hechos de plástico. Titubeó antes de tomar un
pequeño trozo de pastel de zanahoria, preocupada de que la elección incorrecta
arruinaría la presentación artística y la marcaría por siempre como una filistea en
la opinión de Adele.
me hace una signo de agua. —La broma del noroeste del Pacífico tuvo
dificultades para la Sra. Lamont—. Pero he vivido en San Francisco durante los
Página
—Simon, ¿te dije que el hijo de Laura Weston fue expulsado de Oxford? Drogas,
dicen, qué pena. —Aunque la alegría con la que dio el anuncio contradecía su
acusación de la ofensa.
—Estaba planeando una carne asada para la cena. Espero que no seas
vegetariana, Helen. Leí que la mayoría de la gente en California lo son. Supongo
que siempre podría hacer vegetales extra si no comes carne.
—La carne asada es uno de mis favoritos también. Y estoy exhausta. Ni siquiera
me ajusté a la hora de Nueva York antes de venir aquí. Una cómoda cena en
casa suena encantador —dijo Helen.
***
Página
Para cuando la cena estuvo servida, los nervios de Helen estaban más apretados
que una faja. Adele, de alguna manera, se las arregló para ser repugnantemente
dulce cuando descubrió que Helen carecía de habilidades domésticas en
absoluto. También había sido capaz de caer en la conversación de los nombres
de varias mujeres más adecuadas en las que Simon debería estar interesando en
establecerse, la mayoría con títulos o enlaces a la nobleza.
Cuando el celular de Helen sonó mientras estaban bebiendo una copa de vino
después de la cena en la sala de estar, casi se marchitó ante la mirada
fulminante de Adele. Sin embargo, era Dennis con los últimos resultados de las
pruebas, y necesitaban decidir si valía la pena continuar con el experimento.
—Por favor, discúlpeme, tengo que atender esta llamada —murmuró, corriendo
de la habitación. Al menos le daría tiempo a Simon para explicarle a su madre
que ellos tenían una relación temporal y que no necesitaba preocuparse de que
Helen fuera una parte permanente de su vida.
S
imon intentó ser discreto en revisar su reloj. Helen había ido a la cama
media hora atrás y estaba tan desesperado por unirse a ella que podría
explotar. Su madre todavía parloteaba sobre familiares que él apenas
recordaba y mujeres que podría gustarle conocer.
—Pero Simon, he estado esperando tu visita. —Lo dijo sin emoción, sin rogar o
engatusar, sin intentar hacerlo sentir culpable. Bien podría haber dicho que
estaba esperando al lechero para poder cambiar su orden a semidescremada.
—Tienes razón. Es tarde. Esa discusión es mejor tenerla mañana. ¿Puedo traerte
algo antes de irme a la cama? —Se levantó y enderezó los paños que protegían
el cabezal y reposabrazos de la silla en la que había estado sentándose.
—No, gracias. Estoy bien. Tengo un par de llamadas que hacer y luego también
me retiraré. Te veré en la mañana.
Simon sacó su teléfono de su bolsillo y llamó a Sylvia. Eran las cinco y media en
Nueva York. Ella bien podría irse a casa; él no iba a hacer nada de trabajo esta
noche.
Por favor, que esté despierta, por favor, que esté despierta, repitió mientras
subía dos escalones a la vez. Un rayo de luz venía desde debajo de la puerta
cerrada de Helen. Golpeó tan silenciosamente como era posible para no
molestar a su madre al otro lado del pasillo.
—Pasa.
Casi dejó caer los vasos de whiskey cuando la vio. Yacía sobre su costado en la
cama, usando un negligé negro con transparencia. Su cabello había sido
cepillado hasta lograr aquel brillo dorado y enmarcaba su rostro. Poniendo los
vasos en la mesita de luz, Simon cerró la puerta de una patada, sin importarle ya
si molestaba o no a su madre.
—¿Y perderme esta visión de ti que me llevaré conmigo a la tumba? —Se metió
sus propias manos en los bolsillos para evitar estirarse por ella—. Traje una copa
de whiskey. ¿Te importa si me siento en la cama mientras hablamos?
»¿Tu madre habló contigo sobre tu padre después de que me fui? No creí que
diría algo conmigo en la habitación —dijo Helen.
—Si mi esposo durante treinta y cinco años me dejara, todavía estaría lanzando
cosas. Habría cortado las entrepiernas de todos sus pantalones y ropa interior, y
Página
habría grafiteado groserías en su auto. No hay forma de que pudiera estar tan
tranquila y calmada como parece estarlo tu madre.
—Eso es porque eres una mujer apasionada. No creo que mi madre alguna vez
haya lazando algo en su vida.
—Has sido muy bueno. Tal vez solo uno. —Se inclinó y puso su vaso junto al
suyo y frunció sus labios.
—Tentadora.
Él saboreó sus labios hasta que se relajaron. Luego la besó con toda la
frustración reprimida, deseo y necesidad que había estado martillando en su
sangre todo el día. Cuando ella empujó contra su pecho con sus manos,
retrocedió. Había olvidado su inexperiencia e inseguridades. Mirándola a los
ojos, buscó un indicio de miedo o pánico. Todo lo que vio fue pasión y
promesa.
—No podemos hacer el amor en esta cama. —Su voz estaba contenida, su
pecho subiendo y bajando.
—Entonces no creo que nadie haya tenido sexo bajo este techo en un muy
largo tiempo. Estaré horrorizada si cuando tu madre arregle la cama vea
evidencia de lo que hemos hecho.
—Mi madre tiene un ama de llaves que arregla las camas. Y estoy seguro de
que a ella no le importa lo que hagamos aquí. —Los dedos de Helen tiraron del
137
—¿La ducha?
—Mis padres pusieron una ducha enorme cuando renovaron el baño hace un
par de años. Podemos hacer el amor sin dejar ninguna evidencia de nuestras
actividades. Además, bañándonos los dos al mismo tiempo, aquello debería
apaciguar tus sensibilidades ambientales mientras ahorramos agua. —No
añadió que tendrían que poner a correr el agua seis veces, lo que no ahorraría
nada más que su cordura.
—Te dije que tenía mucho que enseñarte —le recordó Simon.
Helen fue de puntillas tras él hacia el baño y cerró la puerta con apenas un
sonido. Él se instruyó ser paciente. Porque tanto como quería arrasarla
repetidamente hasta que ninguno de ellos pudiera estar de pie, ella todavía era
nueva en esto.
Abrió la llave del agua, luego empezó a desvestirse. Helen todavía estaba junto
a la puerta, su mirada fija en el hombro izquierdo de él.
—No. Deseo esto. Te deseo a ti. —Ella sacudió la cabeza, tomó las tiras de su
negligé y las dejó caer por sus brazos hasta que la tela formó un charco a sus
pies. Era exquisita.
Levantando sus brazos, ella los puso alrededor del cuello de él, trayendo su
cuerpo en un contacto total con el suyo. Una lujuria pura y absoluta lo
consumió. Quizás esta no había sido una idea tan brillante. Ir despacio con ella
húmeda y desnuda contra él iba a requerir más fuerza de la que tenía en el
138
momento.
Página
—Date vuelta.
Él se paró tras ella y enjabonó su cuerpo con el jabón líquido. El aroma a coco
se mezcló con la fragancia de melocotón de su cabello. Acariciando sus pechos
con una mano, deslizó la otra entre sus muslos y exploró sus suaves pliegues.
Besó su cuello, bajo su oreja y por su hombro, lamiendo el agua de su piel
como un hombre muriendo de sed. La respiración de ella era pesada y sus
suaves jadeos de placer estaban volviéndolo salvaje. Mientras se retorcía contra
él, su trasero se frotaba contra sus muslos en un modificado baile privado. Si no
fuera por el agua, se prenderían fuego. Como estaban, él estaba en peligro de
una combustión espontánea.
Dio medio paso atrás y ella lo alcanzó y tomó su palpitante erección entre sus
manos, deslizándolas arriba y abajo, variando la presión hasta que la respiración
de él emparejó la suya.
***
Helen rodó y encontró más hombre. Por el amor de Dios, Simon era un
acaparador de cama. No creía que sus cuerpos hubieran estado fuera de
contacto en toda la noche. Piel contra piel, tan cálido que ella había dejado de
lado las cobijas y había dormido con solo una sábana. Sin haber dormido
desnuda nunca, había estado sorprendida por la facilidad con la que se había
ajustado. No tener que despertar y desenredar un grueso camisón era un
definitivo bonus. Contacto corporal total con Simon Lamont era otro. Había
dormido tan profundamente que consideró intentarlo en casa. Aunque el buen
sueño probablemente tenía más que ver con dos rondas de hacer el amor en el
baño de la madre de Simon.
139
Ducharse con un hombre, enjabonarse y deslizar sus manos por todo su cuerpo,
era una experiencia que nunca olvidaría. La sensualidad de la cálida agua
Página
Luego, cuando había pensado que habían terminado, Simon la había vuelto
salvaje con el proceso de secado hasta que habían tenido sexo en el banco
acolchado que estaba junto a la ducha. Pero lo mejor de todo era que ningún
ataque de pánico había arruinado la noche.
—Buenos días, Helen. Se está haciendo tarde. Te traje una taza de té —dijo
Adele a través de la puerta.
—Gracias, Sra. Lamont —respondió Helen. Se las arregló para subir la sábana
140
—¿Has visto a Simon esta mañana? Su cama ya está hecha y no está por
ninguna parte.
Helen no necesitaba un espejo para saber que cada célula de su piel se tornó
rosada ante la pregunta.
—Sí, tal vez, aunque he estado despierta desde las siete y no lo he visto. Quizás
salió de la casa cuando estaba regando el jardín. Estoy segura de que regresará
pronto. Si no te molesta levantarte pronto, me gustaría desayunar antes de que
empiece con las preparaciones del almuerzo.
—Sí, por supuesto, Sra. Lamont. Lo siento, es la diferencia de horario, solo son
las dos de la mañana en San Francisco.
—Lo entiendo. Sin embargo, dado que estás aquí en tan corto tiempo, sería una
lástima desperdiciarlo en la cama.
—Bajaré en diez minutos —prometió Helen, esperando que eso consiguiera que
la señora se fuera.
—Muy bien. Hay un poco de frío en el aire, así que puede que quieras vestirte
apropiadamente.
Antes de que tuviera tiempo de liberar el aliento que no se había dado cuenta
Página
***
Por toda su treta, Simon imaginó que su madre no había sido engañada en lo
más mínimo por lo que habían hecho o dónde había pasado él la noche. Ella
realmente nunca dijo nada, pero el brillo de acabo-de-hacer-el-amor que Helen
exudaba y la estúpida sonrisa que había en el rostro de él gritaban claro y alto
sus acciones.
—Voy a caminar hacia la villa —dijo Helen después del almuerzo, mientras él
estaba a punto de sugerir una siesta de la tarde.
—Iré contigo. —Simon se levantó de su silla solo para que Helen gesticulara
que se volviera a sentar.
—No quiero una mujer que sea ama de casa y críe a los niños. Quiero una
compañera, alguien con quien pueda hablar las cosas, con quien intercambiar
ideas y divertirme. Helen alcanza y excede cada uno de esos criterios. —Intentó
emparejar el desapasionado tono de su madre, pero una calidez inusual se
expandió por todo él ante la idea de pasar una vida entera con Helen. Nunca
había pensado que querría sentar cabeza en un futuro cercano; ahora no podía
imaginar no despertar junto a ella todos los días.
—Sí, bueno, si estás pensando en una relación permanente con ella… no estoy
segura de que sea la mujer adecuada para cuidar de mi casa. Así que si te da
igual, creo que la conservaré. —Sin emoción, solo una respuesta considerada.
—No la quería en primer lugar —dijo Simon. Nunca había tenido ningún
sentimiento por su hogar de la niñez, aunque ahora estaba particularmente
encariñado con el baño. Incluso al cepillarse los dientes esta mañana se había
puesto duro recordando la noche anterior.
—¿Con Helen?
—Si deseas.
—Sobre padre…
—No es bienvenido. —Su brusca respuesta era la primera señal de emoción que
había visto de ella.
—Sí, bueno, no estaba muy segura de cómo darte la noticia de que tu padre me
dejó por alguna prostituta. Y quería que estuvieras de mi lado en caso de que
todo este asunto se pusiera feo. Así que pretendí estar molesta. Me disculpo,
fue de muy poca clase de mi parte.
—Querido, ventilar los trapos sucios de tu padre no los hará más limpios. Estoy
bien.
—¿Vas a divorciarte?
—Bueno, pues lo mismo que he hecho los últimos treinta y cinco años. No he
hecho nada malo. No veo ninguna necesidad de cambio, aunque ahora que ya
no tengo que encargarme de tu padre, puedo ofrecerme voluntaria en la
Fundación Nacional. Siempre he soñado con estar en una casa majestuosa.
Incluso si estoy actuando como guía, al menos puedo pretender que estoy
mostrándoles la casa a mis invitados.
—Lo soy, querido. Ahora tengo que ir a la tienda por unas cuantas cosas.
¿Estarás bien aquí solo?
144
—Pensaba que tal vez podríamos ir a cenar, así no tendrías que cocinar.
—De hecho, eso sería agradable. No estoy segura de que Helen apreciaría
realmente mi soufflé. Hay un nuevo restaurante en la villa que tiene buenas
críticas. Dicen que el mondongo es excelente.
***
—Me voy a dormir ahora, querido. No te quedes hasta muy tarde. Te ves
bastante cansado. ¿Estarán aquí para la cena mañana en la noche?
—No, nuestro vuelo sale a las ocho, así que tendremos que salir por la tarde.
de sus labios. Liam había resuelto el problema con el software. Simon podría
vender la tecnología a los militares y recostarse y dejar que el dinero fluyera.
Página
—Muy. —Su boca se secó cuando ella se deslizó por la habitación. Ella arrastró
su dedo índice a lo largo del borde de la mesa. No tenía caso revisar el polvo;
no se atrevería a asentarse en los muebles de su madre.
—Un par más pequeños, pero este será enorme. Una vez que firme el trato, creo
que puede ser suficiente. —Recordó su conversación en Coney Island, dónde
ella le había preguntado la cantidad de dinero que necesitaba antes de
centrarse en una vida personal. Una vida como la que estaba delante de él—.
He terminado con los negocios, al menos por esta noche. ¿Hay algo en lo que
pueda ayudarte?
146
Ella hizo una pausa por una fracción de segundo antes de barrer su lengua por
sus labios.
Página
—Estaba esperando otra lección.
Ella desabrochó sus botones mientras lo besaba, pasando sus manos sobre su
pecho antes de jalar su camisa fuera de sus pantalones. Luego, trabajó en su
cinturón y luego su cremallera. Él casi la derribó cuando pasó sus dedos por la
longitud de su rígido eje.
—No tengo un condón —dijo cuando ella levantó sus caderas para que él
pudiera quitar su ropa.
—Vine preparada.
H
icieron fila para hacer el check in de su vuelo. Simon tenía sus brazos
alrededor de Helen, la espalda apoyada en su pecho, su barbilla
apoyada en la parte superior de su cabeza. Inhaló profundamente su
fragancia de melocotón y la abrazó un poco más fuerte. A juzgar por el
aumento de presión en su pecho, en el momento en que tuviera que decirle
adiós, apenas podría ser capaz de respirar.
—¿Estás segura de que tienes que volver a San Francisco ahora mismo?
Helen, ella sin duda se lo diría a sus colegas; entonces no habría un plan secreto
que mantener. Esperaba que tuviera mejores noticias para ella hacia el final del
Página
mes. Y si Sylvia se las arreglaba para despejar su agenda, él sería capaz de
decírselo en persona.
Pero no podía dejar las cosas en el aire. Por mucho que le aterrara abrirse por
completo, tenía que decirle que la amaba. La última mujer a la que le había
dicho las dos palabras, luego la había encontrado en la cama con Edward
Halliday. Helen no era Lisa. Era muy poco probable que se fuera
inmediatamente y encontrara a otro hombre. Aun así, lo hizo detenerse.
—Helen…
—¿Sí? —Simon no tenía idea de qué decir. El hombre que estaba delante de él
era más un desconocido para él que el que le había estrechado la mano ocho
años atrás y deseado suerte en Estados Unidos.
—Un gran placer de conocerte, Helen —dijo Philip mientras se estrechaban las
manos. A diferencia de su madre, el saludo de su padre parecía ser con genuina
calidez.
—Creo que conseguiré algo para leer en el vuelo. Me encantan las revistas
británicas de celebridades.
—No tienes que irte. —Simon trató de impedir su partida. Solo tenían una
media hora; no quería pasarla hablando con su errante padre.
149
—Volveré en cinco minutos. Habla con tu papá. —Le dio un beso en la mejilla y
luego se dirigió hacia el quiosco a través de la explanada.
Página
—Es una mujer hermosa —dijo su padre cuando Simon siguió mirándola.
—Sí. ¿Cómo supiste que estaba aquí?
—Cuando Lester dijo que te vio con una mujer en el restaurante, tuve que venir
a verla por mí mismo, asegurarme de que no cometías el mismo error que yo.
—Espero que no. Cásate con una mujer que te apasione, Simon, una mujer que
sea apasionado contigo.
—¿Eres feliz ahora? —Sintió una punzada de empatía por su padre. Después de
todo, vivir con su madre sin sexo durante los últimos treinta y cinco años no
podría haber sido fácil. Apenas podía contemplar una semana apartado de
Helen.
—Tina tiene cáncer terminal. Piensan que puede tener seis meses, un año como
150
No sabía cómo responder a eso. Desde que conoció a Helen, la idea de estar en
una relación sin amor y sin pasión era impensable. Alcanzó a ver que salía del
puesto de periódicos. Ella vaciló cuando vio que su padre seguía ahí, hasta que
Simon hizo un gesto para que se uniera a él.
—Antes de que te vayas, tengo una pregunta. —Él puso su mano sobre el brazo
de su padre.
—¿Sí, hijo? —Philip puso su mano sobre la de Simon. Fue el momento más
emotivo que habían compartido. Treinta y tres años de retraso. Al estilo Lamont,
Simon acalló la oleada de emoción.
—¿Tengo algún medio hermano? —La idea lo había inquietado desde que se
enteró del romance de décadas de su padre.
—No, Tina no podía tener hijos. Pero sabe todo sobre ti. Compartía todos tus
éxitos y logros con ella. Si vuelves a Reino Unido en el próximo par de meses, a
Tina le encantaría conocerte. Si estás dispuesto, es decir… —Un brillo de
lágrimas apareció en los ojos verdes de su padre.
Simon le dio una sonrisa forzada. Apenas reconocía al hombre emocional frente
a él como el padre distante de su infancia.
—Te lo haré saber. Por el momento mi enfoque está en otra parte. —Estaba
teniendo bastantes dificultades para hacer frente a la inminente partida de
Helen. No estaba preparado para involucrarse en la aventura de su padre.
Helen se acercó a ellos con una sonrisa vacilante, con los ojos yendo entre los
dos hombres como si tratara de medir su estado de ánimo. Ella puso su brazo
alrededor de su cintura y le dio un suave apretón. Simon besó la parte superior
de su cabeza.
—Gracias —dijo Helen mientras todos se daban la mano una vez más.
—Helen…
***
Helen miró al frente y se fue tan rápido como sus piernas la llevaron. No podía
mirar hacia atrás, no podía detenerse, no podía dar la vuelta para una última
mirada del hermoso rostro de Simon, porque entonces no tendría la fuerza para
dar un paso más. No sabía si tenía la fuerza para tomar otro aliento. Bandas
invisibles se apretaron alrededor de su pecho, apretando su corazón hasta que
apenas pudo palpitar.
El dilema que enfrentaba ahora era si decirle a Simon lo que iba a hacer. Si lo
hacía, nunca sabría si ella era más importante que el acuerdo para él. Hablaría
con su abogado mañana y vería a lo que podían llegar de modo que si Simon
tomaba la decisión equivocada, él no perdería nada. Excepto a ella. Cómo hacer
frente a saber que ella era menos importante que el dinero no era algo sobre lo
que su asesor legal pudiera asesorarla.
Entró al avión tropezando, con los ojos demasiado borrosos para ver mucho.
Tan pronto como despegaron y el signo del cinturón de seguridad se apagó,
reclinó el asiento y fingió dormir. Al menos sería capaz de ocultar su rostro
surcado de devastación de los otros pasajeros de primera clase.
Estaba bastante segura de que Simon había estado a punto de decirle que la
152
se arrepentiría.
Simon se pondría furioso al saber que había socavado su contrato. Ahora la
cuestión era si le costaría su amor.
Fue la decisión más difícil que jamás había hecho. Había temido que llegara a
esto: Simon o sus colegas. Pero no podía dejar caer a sus amigos porque ella lo
tenía mal por el pirata. Hombre, la tenía mal. Le dolía incluso respirar sin él.
Debió haberse quedado dormida, porque lo siguiente que supo fue que la
azafata la estaba llamando.
—Sí, por supuesto. —Trató de arreglar su maquillaje para que Liam y Lorelei no
la interrogaran sin fin sobre lo que había sucedido. Al menos con el par de
horas de sueño que había logrado en el avión, las bolsas bajo los ojos habían
disminuido.
Helen no tenía el corazón para decirle que había sido ella quien enredara las
cosas. En cambio, le había dado una sonrisa falsa a su amiga y una vez que
estuvieron en el aire, declaró un dolor de cabeza, tomó un par de Tylenol, y se
durmió.
***
eso no era nada en comparación a los recuerdos que tenía duchándose con ella.
Agarró su celular de la mesa y comprobó una vez más cualquier mensaje de
ella.
Ni siquiera había leído los informes más recientes sobre la compra de Bertram
porque cada vez que veía el nombre de Helen, le recordaba su hermosa sonrisa
y su concentración se habría ido. Tenía mucho trabajo que hacer para pasar
horas leyendo los secos informes cuando podía obtener la información
completa sobre los resultados recientes de sus labios voluptuosos en unos días.
Si, y cuando, él los estuviera besando.
—Está bien, tomaré su llamada. Avísame cuando mi cita de las dos de la tarde
llegue aquí.
Página
—Lo haré. Línea tres para el abogado. Su nombre es Dustin Edwards.
Había mucho singular acerca de Helen. Por ejemplo, la forma en que su rubor
comenzaba en su garganta y se extendía en dos direcciones al mismo tiempo.
Probablemente no era a lo que se refería el abogado.
—Continúe.
Hielo se formó en sus venas y bajó los pies de nuevo al suelo. Helen no le haría
eso. Además, mantenía sus contratos militares muy en secreto. Excepto que le
había mencionado uno a ella cuando estaban en la oficina de su padre, justo
antes de que hicieran el amor. Seguramente ella habría dicho algo si estuviera
incluso considerando la posibilidad de ejercer la opción en su contrato. Helen
no era Lisa. No le daría una puñalada por la espalda, sobre todo después de que
le hubiera contado lo que había hecho Lisa.
—Gracias por dejármelo saber, Sr. Edwards. No creo que esto vaya a ser un
problema. Continúe con la compra.
esperar para sugerir que empezaran una empresa juntos. Entonces ella podría
contratar a todos sus amigos y tener control completo sobre la dirección de sus
invenciones.
—Simon, tu cita de las dos está aquí y tu cita de las tres llamó para decir que
llega quince minutos tarde.
Apretó los dientes. Con el fin de escapar la próxima semana, su agenda estaba
llena de reuniones consecutivas hasta las seis, cuando cenaba, luego una
conferencia telefónica con algunos inversores en Asia a las diez. Había esperado
tener diez minutos para llamar a Helen, pero si retrasaba las citas…
No tuvo que mirar a su asistente personal para saber que tenía una enorme
sonrisa en su rostro.
Que venga la próxima semana. Estoy más que preparado para ti.
156
Página
Capítulo 14
S
imon entró a la habitación de hotel, capaz de respirar libremente por
primera vez en diez días. Había tomado más tiempo del esperado
despejar su horario en Nueva York. Pero ahora estaba en San Francisco,
con nadie más que Helen en su agenda. Si encontraba tiempo para buscar una
nueva oficina principal para su compañía, eso sería un bonus. Ya no tenía
ningún sentido vivir en Nueva York cuando su corazón estaba en San Francisco.
También habían pasado cinco días desde que había hablado con Helen. Ella
había estado ocupada con su congreso todo el fin de semana, y luego él había
estado en constantes reuniones durante la semana. Eso era el pasado. En menos
de una hora iban a encontrarse donde todo empezó, en el Mandarin Oriental.
Su celular sonó y pensó en ignorarlo. Eran las primeras vacaciones en diez años,
así que iba a hacer lo mejor por olvidarse del mundo corporativo y concentrarse
en el mundo humano. Pero esperar a Helen lo estaba volviendo loco. Bien
podría tomar una última llamada.
—¿A qué se refiere? Las patentes fueron registradas bajo Bertram Industries y
adquirí los derechos de todos los activos el lunes.
que había hablado con la Srta. Winston directamente. Todavía hay un número
de patentes que no involucraban a la Srta. Winston. ¿Le gustaría que procediera
Página
con estas?
¡Maldito infierno! Su junta de directores iba a tener un día de campo. No solo
les había dicho que no votaría por la fusión de Bertram porque estaba
involucrado personalmente con Helen. Ahora esa relación personal le había
costado a la compañía veinticinco millones de dólares. Muchísimo dinero por un
equipo de mala calidad, arrendamiento de un edificio inútil, y contratos
laborales con un montón de personas que sabía que seguirían a Helen adonde
fuera que eligiera ir a capitalizar sus patentes.
—¿Sr. Lamont?
—Simon, yo…
—Sé que eres una genio, simplemente no me di cuenta de que era precedida
158
por la palabra “malvada”. Eso fue maquiavélico, sacar las patentes cuando
compré la compañía. Felicitaciones, me has vencido más que cualquier CEO
Página
—Oh, ¿en serio? Cómo lo llamas entonces… ¿actuación estratégica? Esa fue una
nueva, pedirme que te ayudara con tus problemas de intimidad. Debiste reírte
tanto en el vuelo de vuelta a los Estados Unidos.
Ella tomó un profundo aliento, enderezó los hombros y rogó con sus ojos.
—Nunca jugué contigo, Simon. Cada acción fue genuina. No puedes creer que
fingí mis miedos. Pero tenía que retirar las patentes. Les prometí a mis amigos
que no los dejaría perder sus trabajos. Tenía que hacer algo.
—¿No podemos hacer eso todavía? —Elevó unos ojos angustiados hacia él. Él
endureció su corazón para que no reaccionara.
—Nunca quise hacerte daño, Simon. —Su voz se rompió al decir su nombre.
Una solitaria lágrima escapó de su ojo y bajó por su mejilla. Él congeló sus
rodillas para detenerse de ir a reconfortarla.
dinero sean muy felices juntos. Ahora, si me disculpas, tengo una compañía que
establecer.
Página
Con un elegante asentimiento, se dirigió hacia la puerta y se fue. El clic de la
puerta cerrándose lo estremeció como si hubiera sido una bomba sónica. Juego
terminado.
***
Helen salió corriendo del hotel y, en su primer ataque de suerte ese día, un taxi
estaba esperando afuera. Se sumergió en la parte trasera y le dio al conductor
su dirección antes de romper en llanto. Simon había mostrado su verdadera
naturaleza: el dinero era más importante que las personas. Más importante que
ella.
Las palabras de David fueron lo suficientemente altas como para estar segura
de que el conductor del taxi escuchaba mientras le mostraba una mirada
preocupada en el espejo retrovisor.
—¿Lo amas?
—Sí.
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—¿Él te ama?
La línea quedó muerta, y cuando intentó llamar de nuevo, estaba ocupada. Casi
sintió lástima por Simon.
***
Puso el agua en modo fría, se sacó la ropa y entró. Incluso enojado, su cuerpo
había estado excitado por Helen tan cerca de él. Se maldijo por responder su
teléfono más temprano. Al menos entonces habría podido apaciguar diez días
de lujuria contenida antes de ser advertido de su completa traición. Sus palabras
de despedida quemaban más que el agua helada: “definitivamente hemos
resuelto la pregunta sobre si yo era más importante para ti que el trato”. Ella era
más importante que el trato. Pero si no podía confiar en ella, ¿qué futuro podían
tener?
Helado por adentro y por fuera, salió de la ducha y envolvió una toalla
alrededor de su cintura, lo que le sirvió para recordarle su primer encuentro con
161
—Volé en avión desde Nueva York esta mañana. ¿Me está diciendo que en las
últimas tres horas el gobierno estadounidense ha decidido que soy una
amenaza para la seguridad? —Trató de mantener su exasperación bajo control.
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—Sr. Simon Lamont, si viene con nosotros. —El agente federal mostró una placa
y tomó el brazo de Simon en un agarre autoritario. Un segundo hombre de traje
negro se unió a ellos y, después de agarrar la bolsa de Simón, se dirigió al otro
lado. Flanqueado por dos hombres con trajes negros, gafas oscuras y rostros de
piedra, se estaba empezando a sentir como un criminal.
—¿Qué está pasando aquí? —dijo Simon mientras marchaba fuera del
aeropuerto hacia una todoterreno negra esperando.
—No he hecho nada. —Tan pronto como las palabras salieron de su boca, se
preguntó cuál era el número de veces que la misma exacta cosa había sido
pronunciado en la parte trasera de este vehículo. En este punto, su esperanza
era que estos hombres fueran realmente agentes federales. No tenía nada de
que preocuparse por la ley, pero no era raro que secuestradores se hicieran
pasar por oficiales. Por la forma en que iba su vida, no había nadie que pagaría
su rescate.
El débil whump, whump, whump de un helicóptero se hizo más fuerte hasta que
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—Sal.
Hizo lo instruido, dando varios pasos de distancia del vehículo. El hombre puso
la bolsa de Simon en la hierba antes de que él se subiera de nuevo y el
conductor reiniciara el motor y se alejaran.
Dejando a Simon a solas con quien fuera que estuviera dentro del misterioso
helicóptero negro.
—¿En srio, David? ¿Era necesario todo eso? Si querías hablar conmigo, podrías
haber llamado.
—Punto hecho. ¿Eso es lo que hiciste con el hombre que intentó violarla? —
Simon tenía que saber que ese bastardo había pagado por lo que hizo a Helen.
Durante la última hora, había pensado sobre todos sus encuentros. De ninguna
manera Helen podría haber fingido miedo consistentemente, especialmente en
el calor de su pasión.
Simon se sintió un poco mejor de que Helen hubiera sido vengada, a pesar de
Página
—¿Te sedujo? —David lucía como si fuera a intentar dar un golpe—. Lo peor,
¿alejaste a mi hermana por dinero? No eres digno de ella. —David se volvió
para regresar al helicóptero.
—¿Acerca de? ¿Te dijo que su objetivo era salvar los puestos de trabajo de sus
colegas?
—Sí.
Simon tragó.
—Sí.
—¿Te dijo que es una mujer fuerte y compasiva que pone a los demás antes
que a sí misma?
—No necesitaba. Sé eso. —Por primera vez en su vida, Simon estaba nervioso.
Frotó la mano en la parte posterior de su cuello para aliviar la tensión. Nada
ayudó.
—No.
—¿Qué esperabas que hiciera? ¿Solo sentarse y dejar que sus amigos fueran a
165
real error.
—Lo sé. Fui un idiota. Tengo que verla.
—¿Por qué?
—¿Y?
—Y para decirle que la amo y no puedo vivir sin ella. —La presión en el pecho
se liberó. La haría entender, conseguir que le diera una segunda oportunidad,
rogar si tenía que hacerlo.
—¿Portland? ¿Por qué en la tierra ha ido a Portland? —Si pudiera conseguir que
David eliminara su nombre del registro de exclusión aérea, podía estar allí esta
noche.
—Mi conjetura es que ha ido a ver a nuestros padres, aunque por qué diablos
iría voluntariamente está más allá de mí. —David dio un estremecimiento
dramático.
—Gracias.
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—Solo regresando el favor —dijo Liam—. Casi perdí a Lorelei porque era
Página
—No sabía que eras tan cercano a los federales —dijo Simon cuando David se
sentó junto a él, aún fulminando con la mirada. Si su hermana reaccionaba del
mismo modo, la incomodidad del día no había terminado todavía.
—No realmente —dijo David—. Solo añadí tu nombre a una lista de alertas en
las computadoras de las aerolíneas con vuelos al este, no a la lista real del FBI. Y
los dos chicos son actores contratados.
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Página
Capítulo 15
S
imon salió del Learjet de Liam hacia el pavimento de la diminuta pista de
aterrizaje, el aeropuerto más cercano a la casa de los padres de Helen que
piloto sintió seguro para bajar su preciado avión. Le debía una grande a
Liam. El transporte privado había recortado al menos una hora y media su
tiempo de viaje.
Esperando junto al hangar del aeropuerto había un Jeep rojo, un joven hombre
de pie junto a este.
—Sr. Lamont, aquí está su auto alquilado. Las coordenadas de su destino ya han
sido programadas en el GPS. Tendrá que caminar el último kilómetro más o
menos, sin embargo, dado que el camino parece terminar.
Simon agarró las llaves ofrecidas y se subió tras el volante. Antes de que pudiera
encender el vehículo, su teléfono sonó. La última vez que le había respondido,
sus sueños habían sido destruidos. Pero pronto estaría fuera del rango de señal
y debería dejarle saber a su asistente personal que estaría fuera de alcance por
el próximo par de días… esperaba.
—La Srta. Winston le ha entregado personalmente una licencia libre para cada
una de sus patentes de manera indefinida. Dado que la licencia está a su
nombre, necesito saber a qué compañía quiere que nombre como sublicenciada
de las patentes. —El alivio en la voz del abogado era palpable.
168
***
Helen caminó fatigosamente los últimos cuatro metros hacia la cabaña de sus
padres. El camino terminaba cerca de un kilómetro atrás y había tenido que
dejar su auto alquilado y caminar el resto del camino. Quedaba cerca de una
hora antes del atardecer, y estaba exhausta.
Cargando su maleta y algunas cosas esenciales, sus brazos quemaban casi tanto
como su corazón. Ni siquiera un tanque lleno de Ben & Jerry’s iba a ayudarla a
superar esto. Así que había traído dos botellas de whiskey, porque el vodka de
papa que la comunidad producía no era bebible, y dos paquetes de regaliz rojo
para su madre. La última paradoja: su madre amante de “todo lo natural” amaba
algo tan artificial.
—Bueno, no estoy segura de tener la cura para un corazón roto, pero tengo
algunas hierbas que te ayudarán a atenuar el dolor —dijo su madre. Ella era la
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botánica del grupo, recomendando lo que era comestible y lo que no. Helen no
había examinado a propósito todas las plantas que su madre sembraba.
Página
—Twinkle, creí oír tu voz. —Su padre apareció desde adentro de la cabaña,
abotonándose la camisa mientras se acercaba. Los padres de Simon nunca
habían tenido sexo; los de ella jamás se detenían.
—Te traje algo de jugo, papá. —Le pasó la maleta a su padre; el tintineo de las
botellas de vidrio golpeándose una contra trajo una enorme sonrisa al rostro de
su padre.
—¿Ya has comido? —Janet puso sus brazos alrededor del hombro de su hija y
la condujo hacia el interior de la cabaña.
—Comí algo rápido en el último pueblo por la que pasé. Pero si tienes algo de
esos hongos salvajes y pan casero, no diría que no.
—No realmente. —No estaba muy segura de lo que le había sucedió. Durante el
vuelo y luego las tres horas de conducción, había reproducido la escena en el
hotel una y otra vez. Todo había salido terriblemente mal tan rápidamente. El
resumen era que Simon había escogido el dinero por encima de ella.
—Está bien, está conmigo —le dijo al congregado grupo de hombres que
apuntaban escopetas hacia Simon, las manos de él en el aire.
El grupo se separó hasta que solo quedaron Simon, Helen y sus padres.
—Mamá, papá, este es Simon Lamont. Simon, estos son mis padres, Janet y
Derek Winston.
—Argh, son sus nombres legales y los voy a poner en sus lápidas —dijo Helen.
—¿Este es el tipo que te rompió el corazón? —Su padre era tan directo al hablar
como David.
—Liam me prestó su avión. —Simon dio un paso más cerca, luego otro, hasta
que había apenas dos centímetros entre ellos. El calor de su cuerpo, el aroma de
su loción para después de afeitar, la pura masculinidad de él la intoxicaron. ¿O
su madre le había echado algo a su cena?
»Sé que tenemos que hablar. Y sé que puede que no me perdones. Pero solo
por un momento, por favor, ¿puedo abrazarte?
Ella lo miró a los ojos y su traicionero cuerpo se derritió contra él. Había venido
por ella. Eso debía significar algo. Por el momento, iba a dejar que su corazón
creyera que significaba más que algo.
—Vengan, ustedes dos. Estamos perdiendo luz solar —llamó Moonbeam desde
dentro de la cabaña.
—Me gustan tus padres. —La caricia de él sobre su piel disolvió su habilidad
para permanecer enojada con él. Agarrando su mano, lo condujo a la cabaña.
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—¿Whiskey?
***
Sunshine le entregó un plato lleno con setas, una especie de ensalada, y dos
rebanadas de pan casero. Hambriento, tomo un bocado tentativamente,
sorprendido por los increíbles sabores que estallaron en su paladar.
—Esto está fabuloso —dijo entre bocado y bocado. Junto a él, Helen comía más
tranquilamente, con los ojos mirando su rostro.
—Es bueno ver a alguien que aprecie la comida sana —dijo Moonbeam.
—Si se dan prisa, van a tener el tiempo justo para una caminata y ver el
atardecer. Hay luna llena, por lo no necesitarán una linterna para encontrar el
camino de vuelta —dijo Sunshine mientras tomaba los platos vacíos de ella y de
Helen.
Él se puso de pie y esperó a que Helen se uniera a él. Cuando ella tomó su
mano y lo sacó fuera de la cabaña, soltó el aire que había estado conteniendo.
Después de su aventurada tarde, cortesía de David, Simon había estado
seriamente preocupado por la recepción por parte de sus padres. Ser recibido
por una línea de escopetas había sido lo último que esperaba.
—Eso fue hermoso —susurró él, no queriendo romper el hechizo que mantenía
a Helen a su lado.
—¿Por qué estás aquí, Simon? —Su voz era suave, como si ella tampoco
quisiera que la magia terminara.
—El hecho de que me molesté por el acuerdo Bertram, que cuestioné tus
motivaciones, que no confié en ti.
—No puedo creer que me acusaras de falsificar mis miedos para distraerte de
los negocios. ¿De verdad crees que hubiera caído tan bajo?
—No. Fue un acto reflejo. Tenía tanto miedo de poner mi corazón en la línea, de
abrirme a ti cuando no sabía cómo te sentías. La última mujer a la que creí amar
resultó ser una perra mientras salía conmigo y con otro. Cuando oí acerca del
trato, entré en modo defensivo. Fui un completo idiota. No estoy acostumbrado
a decirle a la gente lo que siento. —Podría ser bajo que trajera a colación su fría
infancia, pero estaba desesperado.
—Está bien, te perdono por exagerar. ¿Solo estas aquí porque has descubierto
que he licenciado las patentes para ti?
—No, no lo supe hasta que estaba casi aquí. Me sorprende que hayas hecho
eso. No puedo comenzar a decirte lo que significa para mí que confiaras en mí
con tu carrera y las de tus colegas.
—Gracias.
Página
—Y para que conste, eres más importante que cualquier trato, Helen. Amarte es
mi último logro. En mi mente, en mi corazón, eres mía, y tanto tiempo como
respire, ningún hombre va a acercarse a ti.
—Nunca jugaría con tu corazón. Haría cualquier cosa si solo dices que me amas
de nuevo. Dame otra oportunidad de demostrarte lo mucho que te amo. —Dio
un paso hacia ella, rezando para que lo dejara volver a su vida.
Sus ojos buscaron los suyos por un largo momento. A continuación, una sonrisa
iluminó su rostro que rivalizaba con la puesta de sol por la belleza.
—Ven a casa conmigo. —Él extendió la mano, esperando a que ella colocara la
suya.
Ella puso la mano en la suya, pero se resistió cuando trató de tomarla en sus
brazos.
—Creo que eso puede arreglarse. —Ella se acurrucó contra su pecho, y por
primera vez desde que ella salió del hotel esa mañana, pudo respirar sin que
doliera.
—Antes de que me deje llevar, tengo una mayor fusión para negociar.
Ella levantó la cabeza; otra hermosa sonrisa se dibujó en su rostro bajo la luna,
rápidamente sustituida por una sonrisa traviesa.
—Lo pensaré. Ahora siento que es justo recordarte que soy una negociadora
dura.
—Sí.
—Gracias a Dios —dijo sobre sus labios antes de llevarlos en un beso abrasador.
Él derramó la frustración de la semana anterior y la angustia del día en su
abrazo. Aplastándola contra él para asegurarse de que era real.
—No. —Ella tomó su mano y lo llevó por otro camino a un claro. Una hamaca
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Ella corrió un tronco que estaba apoyado contra una roca a unos pocos metros
de distancia y sacó un par de mantas, extendiéndolas sobre la hamaca. Entonces
encendió un par de frascos de vidrio esparcidos por el lugar.
Buscó en sus ojos en la penumbra: nada de pánico, ni miedo, solo amor. Luego
ella agarró su trasero y lo tiró hacia ella.
—Oh Dios, ¿en qué me estoy metiendo? Un hermano que hackea sistemas de
seguridad con facilidad, padres que viven en una comuna y follan como
conejos, y una mujer que convierte mis rodillas en agua con una sonrisa.
177
—No he aceptado casarme todavía. Aún puedes renegociar la oferta. Tal vez ir
tras una mujer seleccionada por su madre.
Página
178
Página
Epílogo
H
elen dio un paso a través de la puerta de vidrio, gasa de color azul
marino flotando alrededor de sus piernas. Lorelei, Mandy y Alina la
siguieron a la habitación llena de gente. Era la ceremonia de
inauguración de la nueva sede corporativa de Lamont Holdings. Y Simon no
había escatimado en gastos en celebrar su traslado a San Francisco.
Durante los últimos seis meses, habían estado dividiendo su tiempo entre las
dos costas, pero sus inevitables agendas de trabajo ocupadas significaban que
estaban separados más de lo que querían.
Los cuatro hombres que habían estado esperando la llegada de sus mujeres
corrieron hacia ellas.
—Ustedes damas están magníficas —dijo Simon, sin apartar los ojos de Helen.
—Bueno, gracias, Sr. Lamont —respondió Mandy con descaro. Ella hizo una
pirueta en su vestido de seda negro. Lorelei frotó su panza como si fuera la
razón de su belleza y Alina sonrió tímidamente. Helen se dio la vuelta
lentamente de modo que Simon pudiera obtener una visión completa de su
espalda desnuda; uno solo rizo descansaba sobre su piel desnuda, el resto
amontonado en su cabeza. Habiendo finalmente reunido el valor para llevar el
hermoso vestido en público, iba a disfrutarlo la noche. Era el último reto que
tenía que superar en su camino hacia la recuperación.
—El vestido es hermoso, tú aún más —dijo Simon en su oído después de besar
su mejilla a modo de saludo.
—Tú también te ves bien, incluso sin el loro y el parche en el ojo. —La imagen
que había dibujado de él cuando se reunieron por primera vez ahora colgaba
enmarcada en la pared de su oficina.
—Soy muy serio en casarme contigo. ¿Cuándo vas a decir que sí?
—Pregúntame de nuevo esta noche, cuando estamos solos. Creo que obtendrás
la respuesta que deseas. —Se puso de puntillas y le dio un beso en los labios.
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Masquerading with the
Billionaire
Kath Smith es una experta en seguridad cibernética y una maestra del disfraz.
Así que ser asignada como la novia de Wolfe mientras descubre quien deslizó
un código malicio en los sistemas informáticos de su corporación no es un
problema. Pero cuando el pasado de Kat se acerca y su falsa relación comienza
a sentirme un poco demasiado real, problemas son todo lo que parece tener.
Guide to Love #3
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