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TEMA 29: EL TEXTO DIALÓGICO: ESTRUCTURAS Y

CARACTERÍSTICAS

LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA


Curso 2022-2023
ÍNDICE
1. Introducción
2. El texto
2.1. Propiedades textuales
2.2. Tipos de texto y didáctica
3. Bases del texto dialógico
4. Texto dialógico y características
4.1. Definición
4.2. Rasgos lingüísticos
4.3. Pragmática
5. ¿Dónde encontramos el texto dialógico?
5.1. Diálogo literario
5.2. Diálogo como género propio
5.3. El diálogo no literario
Bibliografía

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1. Introducción
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.

—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen
tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son
gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las
aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.

¿Quién no conoce este famosísimo diálogo perteneciente a la primera parte de El


Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha en 1605, una de las primeras obras en las que
empiezan a tener voz los personajes. Todo en el Quijote es diálogo: desde el prólogo a las
relaciones entre los personajes, desde las estrategias de interpolación de relatos a su
relación con el canon literario, desde la invocación del protagonista al autor hasta los
monólogos de los personajes. Por ello, no se puede negar la estrecha relación que
presentan la tipología textual descriptiva y la narrativa, así como la importancia que de
esta tipología textual, menos atendida que el resto por los estudiosos de la literatura.

2. El texto
2.1. Propiedades textuales
En relación con las propiedades del texto, hay quien piensa que producir un texto
oral o escrito es un hecho mecánico y que, en consecuencia, basta con unir palabras y
frases para representar lo que se piensa, lo que se sueña o se percibe.

No obstante, cuando se trata de escribir correctamente (con precisión y claridad)


es necesario seguir ciertas reglas de ortografía, gramática y sintaxis. Pero, además, hay
que conocer las propiedades textuales (cohesión, coherencia y adecuación), pues son
éstas las que dan sentido, unidad y estructura a lo que escribimos o leemos.

En primer lugar, la cohesión es la propiedad textual que permite que las ideas
(expresadas a través de oraciones y párrafos) estén relacionadas correctamente unas
con otras y que sean, en consecuencia, entendibles.

En segundo lugar, la coherencia es la propiedad del texto que permite identificar


la unidad temática y comunicativa que expresa el escrito o el mensaje oral. De esta
manera, es posible establecer que lo que se lee o escucha forma parte de un todo con
sentido y contenido, y no de frases o ideas aisladas que no tienen relación entre sí.

En tercer lugar, la adecuación es la propiedad textual que tiene que ver con el
sentido comunicativo que quiere dársele al mensaje específico de que se trate, por lo
que el enunciador debe tener bien claro a qué enunciatario se dirige.

Y, por último, no podemos olvidarnos de mencionar tres características lingüísticas


que vienen marcadas desde Cicerón y que han de seguirse para que el lector pueda

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entender aquello que está leyendo: concisión, claridad y verosimilitud. No obstante,
Adam añade una cuarta característica: el interés.

2.2. Tipos de texto y didáctica


Definidas las propiedades textuales y las características lingüísticas que han de
seguirse, resulta necesario detenernos en el concepto de tipología textual. Los
hablantes somos capaces de reconocer y agrupar los escritos dependiendo de sus
estructuras. En este sentido, una de las aportaciones más importantes, llega de la mano
de Van Dijk, autor que distinguirá entre superestructura (la estructura interna global del
texto) y macroestructura (organización formal externa del texto). A principios de los
años 90, este será el punto de partida de Adam, quien aportará dos conceptos
fundamentales: competencia textual y secuencia textual, definiendo el primero como la
capacidad del hablante para interiorizar unos esquemas formales para cada tipo de
texto, y para conocerlos y elaborarlos según la intención que se persiga; y el segundo
como la unidad de composición, de un nivel inferior al texto constituida por un conjunto
de proposiciones que presentan una organización interna que le es propia. De estos dos
conceptos deriva la clasificación de las cinco tipologías textuales predominantes:
narración, descripción, exposición, argumentación y diálogo.

En primer lugar, nos centraremos en la tipología textual narrativa, que se define


como un relato de hechos reales o historias ficticias, que se suele combinar con la
descripción y el diálogo y cuyos elementos básicos son: narrador, personajes, acciones,
espacio y tiempo.

En segundo lugar, la descripción se define como la representación lingüística de


seres, objetos, paisajes o procesos, reales o imaginarios.

En tercer lugar, la exposición es la explicación de un tema y responde al esquema


de presentación-desarrollo-conclusión.

En cuarto lugar, la argumentación se entiende como la modalidad en que se alegan


razones para demostrar una afirmación, a través de un tema, tesis y de la estructura:
afirmación-desarrollo-conclusión.

Por último, el diálogo es la forma de expresión mediante la cual unos personajes


se transmiten mutuamente sus pensamientos, deseos, emociones, etc.

No obstante, ¿cómo podemos aplicar estas tipologías textuales en el aula para que
nuestros alumnos desarrollen un buen proceso de enseñanza-aprendizaje? Aunque en la
conclusión del tema nos centraremos en la didáctica de la descripción, la
correspondiente al tema, sí que cabe mencionar aquí que es de vital importancia
enseñar a nuestros alumnos estos contenidos desde un punto de vista pragmático, así
como haciendo hincapié en la relevancia que adquiere el lenguaje no verbal en todas las
tipologías.

Introducido ya el tema y habiendo hecho un breve repaso por todas las tipologías
textuales, nos centraremos ahora ya de pleno en el tema que nos ocupa: la descripción.

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3. Bases del texto dialógico
Comenzaremos sentando las bases del texto dialógico como lo postulado por la
Escuela de Ginebra, que estableció que el principio de composicionalidad era el patrón
estructural de la producción lingüística. De este modo, defendía que los actos de habla
están formados por un conjunto de intervenciones, unidad emitida por un solo locutor; a
su vez, estas intervenciones están conformadas por intercambios, unidad dialogal
pequeña en la que aparecen al menos dos intervenciones; seguidamente, el conjunto de
intercambios está compuesto por secuencias con coherencia semántica y pragmática; y,
por último, este conjunto de secuencias están formadas por interacciones, unidad mínima
exigida para que exista el diálogo.

Asimismo, resulta necesario establecer una diferenciación entre los siguientes dos
conceptos: diálogo y dialogismo, campo estudiado por Mª del Carmen Bobes, quien realizó
la exposición más compleja del diálogo como fórmula de comunicación lingüística y
literaria. El diálogo es una manifestación de los procesos de interacción (hablar con,
hablar entre), y para que se dé, es necesario que los interlocutores alternen en sus roles
de hablante y oyente, ya que se trata de un proceso interactivo. El dialogismo, por su
parte, es la propiedad de los signos con valor social que se encuentra en todos sus usos y
que se relaciona con el proceso semiótico de la comunicación (hablar a), en cuyo esquema
se reconocen al menos dos sujetos, el emisor y el receptor, que se intercambian los roles:
uno comunica, otro recibe la información de forma directa o indirecta. El dialogismo
puede aparecer tanto en textos literarios como no literarios. El diálogo solo es posible en
los discursos de la interacción, mientras que el dialogismo es posible en la interacción y en
la comunicación. En este sentido, todo texto dialogado es un texto dialógico pero no
viceversa.

También se hace necesario diferenciar el diálogo y la conversación, pues en muchas


ocasiones son utilizados como sinónimos, pero no siempre es posible la sustitución de uno
por otro. Como señala Bobes Naves, la diferencia entre diálogo y conversación no está en
oponer literario/no literario, pues esa distinción pertenece a la teoría de la literatura y no
a la lengua. La principal diferencia radica en que mientras en el diálogo se exige la
simetría de roles por las normas que rigen los cambios de turno, en la conversación no se
respetan tan rigurosamente los turnos. En esta hay tantas intenciones como
interlocutores, es espontánea, no tiende normalmente hacia un desarrollo
predeterminado, no avanza por argumentos, sino por intervenciones; carece de unidad
frente al diálogo que exige claridad, orden, no tolera cambios del tema o temas
secundarios que suplanten al tema central. Así, el diálogo lingüísticamente es más cerrado
y mantiene la unidad temática y esto se debe en gran parte a que este tiene un fin
transaccional y el fin de la conversación es interpersonal.

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4. Texto dialógico y características
4.1. Definición
Según Martínez de Sousa, el diálogo es una conversación entre dos o más personas
que toman la palabra de manera alternativa. Otros autores, como Ducrot y Todorov
oponen los conceptos de diálogo y monólogo, presentando el diálogo las siguientes
características: énfasis sobre el alocutario, abundantes referencias a la situación
comunicativa, presencia de elementos metalingüísticos y frecuencia de formas
interrogativas. Por útlimo, Poyatos señala lo distintivo del texto dialógico en la aparición
simultánea de una triple estructura formada por el lenguaje, el paralenguaje y la kinésica.

4.2. Rasgos lingüísticos

El diálogo es un discurso caracterizado por una estructura retórica que se organiza


en una cadena de enunciados ajustados a esquemas binarios del tipo pregunta/respuesta,
propuesta/aceptación, etc., que termina con enunciados conclusivos. Asimismo, se
caracteriza por presentar palabras vacías, más conocidas como elementos deícticos, que
son categorías o signos señaladores, cuyo sentido se actualiza pragmáticamente, es decir,
en el uso, de ahí lo de “vacías”. La deixis es por tanto la relación de indicación que
mantienen los elementos lingüísticos con en el entorno espacio-temporal que, en última
instancia, remite al del emisor. Otro de los rasgos lingüísticos propios del diálogo es la
peculiaridad de los mecanismos a través de los cuales se produce en él la cohesión y la
coherencia. Los diálogos, al reproducir en la mayoría de ocasiones la oralidad, se sirven de
mecanismos propios de esta para cohesionarse. Así, encontramos en ellos mecanismos
como la parataxis y la elipsis: Rondaba la edad de nuestro hidalgo 50 años. Era de
complexión recia, seco de carnes, donde vemos la elisión del sujeto; las frases
anacolúticas (A mí no me… es un plan muy arriesgado); las expresiones en función fática
que refuerzan la petición de información (¿a que sí?); y los marcadores
conversacionales (es decir); y los enlaces oracionales que, en el diálogo, marcan de modo
importante el desarrollo argumentativo del discurso.

Seguidamente, la coherencia en un texto dialógico viene dada por la progresión


temática, para la que es fundamental la existencia de un hilo temático en la conversación.
Sin embargo, la presencia de la espontaneidad en el texto dialógico hace que no podamos
marcar unas estructuras de progresión temática claras, pues este puede cambiar a medida
que avanza la conversación según la voluntad d elos interlocutores. Asimismo, según indica
Van Dijk, existen cuatro clases de coherencia en esta tipología textual: la coherencia
superficial o cohesión, que se logra mediante recursos gramaticales como las referencias
anafóricas; la coherencia global, que es el conjunto de distribución estratégica de las
partes para lograr una significación única entre todas; la coherencia pragmática,
relacionada con la situación pragmática en la que se desarrolla el discurso material; y, por
último, la coherencia interna, basada en la redundancia, la reiteración e incluso la
repetición directa de lexemas o de semas.

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Otro rasgo lingüístico propio del diálogo es el del estilo directo y referido. En el
estilo directo se reproduce de manera exacta lo que los interlocutores han dicho, mientras
que en el estilo indirecto o incluso en el estilo indirecto libre la incorporación del diálogo
a la narración se lleva a cabo obviando verbos introductores y nexos que indiquen
subordinación y dependencia. Asimismo, el diálogo referido puede ser retransmitido bajo
formas lingüísticas variadas, y añadirle información suplementaria sobre gestos, actitudes,
movimientos, etc.

4.3. Pragmática
Otro de los elementos clave que envuelve al diálogo y que es necesario dominar
para llevar a cabo el mismo con éxito, es la pragmática, en especial los elementos kinésico
y proxémico. Respecto a la primera, es necesario llevar a cabo una correcta modulación
de la voz, acompañar el diálogo con una correcta gama de ruidos vocales (risas, suspiros,
etc.) así como de gestos. Pues hemos de recordar que hablamos únicamente a través de
órganos de fonación pero conversamos con todo el cuerpo. En cuanto a la proxemia, es
necesario respetar las distancias propias de cada tipo de conversación, siendo a menos de
45 centímetros la conversación íntima, entre 50 y 75 la personal, a menos de 2 metros la
social próxima, entre 3 y 4 la social lejana y a más de 4 la pública.

5. ¿Dónde encontramos el texto dialógico?


5.1. Diálogo literario
El diálogo es el tipo textual básico de las obras del género dramático, pues los
diálogos adquieren todo el protagonismo: construyen la historia, definen los rasgos
psicológicos de los personajes e informan sobre hechos no solo del presente, sino también
del pasado. Los principales rasgos caracterizadores de la interlocución dramática son los
siguientes: autosuficiencia, pertinencia, carácter factitivo, ficción de la espontaneidad,
argucias constructivas. Además, el diálogo teatral también se sirve de una serie de
procedimientos para presentar el mundo extraverbal o caracterizar a sus personajes como
la acotación, el aparte o el monólogo. Este último puede ser interior, cuando funciona
como configurador del pensamiento del emisor ficticio, o exterior. Bobes Naves define el
monólogo como “diálogo interiorizado presentado al público” que consiste pues, en la
verbalización del soliloquio íntimo de un personaje, como en el archifamoso diálogo de La
vida es sueño: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una
ficción y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son.

En el género narrativo predomina la enunciación, aunque no por ello el diálogo


pierde fuerza. Por ejemplo, en la novela de Sánchez Ferlosio, El Jarama, destaca en este
sentido, ya que una gran parte de ella se teje a través del diálogo, el cual está
subordinado jerárquicamente al discurso principal del narrador. Por último, en la lírica
también podemos ver diálogo. La poesía lírica no exige el diálogo, por lo que las razones
de su utilización son intrínsecas a la obra y no al género. Lo que sí que observamos en los
discursos líricos es la invasión total del poema por parte de un Yo ficcional del poeta, que

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arrastra como confidente a un Tú frecuentemente textual al que no le da la oportunidad
de pasar el uso directo de las palabras y al diálogo real.

5.2. El diálogo como género propio


Este tiene una larga tradición, surgida desde la Grecia Clásica con los Diálogos de
Platón, continuado por los romanos, como Cicerón, y revitalizado en el Renacimiento en
latín con Erasmo de Rotterdam, entre otros, y en lenguas vulgares con Juan de Valdés.
Podemos distinguir tres tipos diferenciados de diálogo como género literario: el diálogo
platónico, el diálogo lucianesco y el diálogo ciceroniano. El platónico tiene como objetivo
hallar la verdad, con miras a un tema primordialmente filosófico. En el lucianesco, así
llamado por su creador, Luciano de Samosata, predomina la intención satírica y el humor,
por eso el tema puede ser muy variado, incluso fantástico. El ciceroniano posee un marco
paisajístico bien constituido, es de tema primordialmente político, judicial y retórico para
que en él tengan cabida largas exposiciones. Este tercer tipo resultó ser el más influyente
en la literatura renacentista española y, siguiendo a J. Gómez, las principales
características del diálogo renacentista español serían las siguientes: (1) Los conversantes
suelen ser varones representando el rol de maestro y discípulo. (2) El tratamiento
espacio-temporal es muy importante. Entre los espacios más retratados destaca el “Locus
amoenus”, así como la casa del maestro. Respecto al tratamiento del tiempo, a menudo
no se hace mención expresa de su paso; no obstante suelen indicarse los momentos de
inicio y fin de la conversación, casi siempre aprovechando algún tópico como la salida y la
puesta del sol. (3) En lo referente a la argumentación y la estructura, destacaremos la
introducción preparatoria que justifica la elección del tema y la discusión probatoria, que
constituye el núcleo del diálogo. (4) Por último, es muy importante el elemento de la
ficción conversacional, que tiende a hacer ver el dialogo literario como reflejo de una
conversación real.

5.3. El diálogo no literario


Pero quizá la forma más común en la que aparezca el diálogo en nuestro día a día sea en
su versión no literaria: whatsapps, entrevistas, debates, charlas con amigos, etc. El
WhastApp es un “ciberdiálogo” en el que pueden participar hasta 100 personas. En este
caso estaríamos hablando de diálogos espontáneos. Pero el diálogo también es el
protagonista de los debates, las mesas redondas, las tertulias o las entrevistas, en los
cuales se presenta ya de una forma más o menos planificada. Así, en un debate, por
ejemplo, un grupo de personas discuten un tema pactado cuya finalidad es firmar una
decisión mayoritaria y está presidido por un moderador. Un ejemplo podría ser el de una
sesión del Congreso de los Diputados. En la mesa redonda el grupo de personas es siempre
reducido, y también ponen en común sus opiniones sobre un tema. Como el debate, está
dirigido por un moderador, que es quien propone los temas y cede la palabra a los
participantes. Véanse las mesas redondas de un congreso. Por su parte, la tertulia es una
charla más espontánea y con temas menos planificados. Los turnos de palabra son menos
estrictos y los participantes disponen de libertad para intervenir sobre los temas a tratar.
También es pertinente hablar aquí de la entrevista, ya que es un diálogo formal, cuya
finalidad es conseguir información de interés sobre la persona entrevistada, como
podemos ver en el programa Chester de Risto Mejide. Por último tenemos el cómic, cuya

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naturaleza literaria o no literaria ha sido ampliamente discutida pero, sea como fuere, lo
que sí está claro es que en este el diálogo es, sin duda alguna, el mayor protagonista,
como observamos en 13 Rue del Percebe, entre otros.

Bibliografía
Aragón, P.J. (2009) La unidad comunicativa: el texto. Salamanca. Universidad de
Salamanca. www.eduinnova.es

Bustos Gisbert, J.M. (1996). La construcción de textos en español. Madrid. Edición Popular

Chomsky, N (1975) Teoría del lenguaje y procesos del lenguaje. Madrid. Edición Popular

Fuertes, C. (2000). Lingüística, pragmática y análisis del discurso. Madrid. Arco Libros

Smith, G. (2007). Modelos teóricos de lingüística del texto. Servicio de publicación UCA

Van Dijk, T. (1978). La ciencia del texto. Barcelona. Paidos Ibérica

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