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FOLKLORE

PROFESORA: PATRICIA GONZALEZ

Se acostumbra a considerar el folklore como un conjunto de


manifestaciones que podrían caracterizarse como antiguas, populares y típicas
premunidas de marcados matices regionales, lo que suele llevarse a un extremo
de pintoresco criollismo, de singular atractivo para artistas y escritores. Así es
como el concepto más divulgado de folklore se desprende de las múltiples
colecciones de adivinanzas, cantos, cuentos, supersticiones, etc., que han
formado pacientemente los buscadores de datos, sin duda valiosas como
compendios de materiales de muy diversos usos, pero que en esas condiciones
es muy poco lo que contribuyen a la comprensión del fenómeno humano

En la actualidad, el folklore se entiende como un comportamiento


que debe ser investigado antropológicamente, en cuanto a una clase de cultura, la
tradicional por excelencia, lo que significa un cabal aporte a la interpretación de
las relaciones de las distintas conductas del hombre y de sus respectivas y
determinadas expresiones. De ahí que hoy sólo conciba un folklore propio de los
habitantes de las localidades rurales, sino que también uno de los centros
urbanos, un folklore existente en las labores de las fábricas, en las actividades de
los gremios, el que junto con la cultura altamente tecnificada de nuestros días, se
muestra como un patrimonio esencialmente comunitario en distintos niveles
educacionales y socioeconómicos.

Por otra parte, hay que tener especial cuidado en diferenciar el


folklore como una actitud funcional y habitual de los grupos humanos, de la
denominada proyección folclórica la que es una imitación o reelaboración, con
mayor o menor calidad, de hechos de la cultura, folclórica propiamente tal;
diferencia que podría ejemplificarse, respectivamente, con una danza que se
ejecuta durante una ceremonia o una fiesta como algo inherente y propio de la
naturaleza de una u otra y con la misma danza presentada a través de un
espectáculo -mal llamado folklórico- para un público espectador.

En este artículo me limitaré a tratar manifestaciones folclóricas más


depuradas y representativas, consagradas por una tradición poderosa y vigente y
excluiré o me referiré en algunos casos y de una manera tangencial, a las
expresiones folclóricas, si bien legítimas no han alcanzado aún a arraigarse en un
consenso de reconocimiento generalizado y que, por lo tanto, no pueden situarse
a la par de las que son históricamente testimonios de una definida chilenidad.

De acuerdo con los propósitos del libro que incluye este artículo,
prescindiré de planteamientos teóricos y haré uso de un método principalmente
descriptivo en consecuencia con un orden de localización geográfica del folklore
nacional.
Este criterio sustentado sobre la vigencia real de la cultura folclórica
no excluye la importancia de los antecedentes históricos, ya que es imprescindible
medir en todo su influjo étnico-social y cultural, la participación de los grupos
aborígenes que hayan intervenido en el proceso de formación y de evolución de
los fenómenos folclóricos chilenos, grupos que deben apreciarse vinculados a las
sucesivas promociones hispánicas de los períodos de la conquista y el mestizaje y
a los cuales hay que agregar el pequeño aporte negro y los de los núcleos
Europeos no Españoles, en particular del Alemán y del Yugoslavo.

La división de áreas que aquí se utilizan está regida por un principio


de hispanización, respecto del grado de participación de elementos peninsulares
en nuestro folklore, relacionado con los otros componentes de él. Este
planteamiento emana del predominio general hispano que se demuestra cultural
folclórico, es así como he demarcado nueve áreas, las que serán denominadas y
localizadas asignándoles su respectivo grado de hispanización y describiéndolas
sucintamente.

ÁREA ANDINA, DESDE EL LÍMITE CON EL PERÚ HASTA EL


PUEBLO DE SAN PEDRO DE ATACAMA

Posee un segundo grado de hispanización a causa de la fuerza con


que impera en su folklore la cultura de los Quechues y principalmente la de los
Aymarás. En la actualidad, no se manifiestan influjo de los centros pres agrícolas
ni de los núcleos de pescadores primitivos.

La cultura folclórica de esta región es fruto de una transculturación,


muchas veces aún en pleno vigor y en la cual el dualismo Indígena Americano y
Europeo muestra un marcado sincretismo en las prácticas religiosas.

La conducta social tiene sus expresiones más densas y brillantes en


los ceremoniales de romería con centros de tanto relieve como el de Las Peñas y
el de La Tirana, donde la veneración a la Virgen de la religión católica alcanza un
fervor indescriptible y reúne una muchedumbre, que en el segundo de los
nombrados, a 88 kilómetros de la ciudad de Iquique, llega a las cincuenta mil
personas el dieciséis de julio fecha de su culminación número que triplica al de los
asistentes del primero, el cual, como ninguno ostenta una evidente conjunción
Peruano-Chilena. En estas espectaculares concentraciones las creencias
religiosas tienen en la danza su más significativa demostración de homenaje,
interpretada por abundantes conjuntos que suelen constar de treinta y cincuenta
integrantes y a los cuales se les denomina bailes, cofradías o sociedades.
(También: Hermandades). Las recientes celebraciones de La Tirana han
congregado más de cien distintos grupos de danzantes, entre los cuales es
posible observar el mantenimiento de viejas tradiciones, como ocurre con la
indumentaria de los “chunchos” -de probable ancestro totémico- y con la de las
“cuyacas”, que representan una danza nupcial de las hermanas mayores; junto a
innovaciones provocadas por el cine o por simples iniciativas de cualquier devoto,
como sucede con los “bailes de pieles rojas” o con los “promeseros del Carmen”.
Sin embargo, pese a la mayor o menor antigüedad y al juicio cumplen la misma
función, practican genéricamente la misma coreografía y ejecutan la misma
música.
Esta última conserva elementos de vieja estirpe, descollando determinados
esquemas rítmicos el pentatonismo y el modo menor, si bien ya no está confiada
a los autóctonos
Instrumentos de caña, tales como las quenas y las zampoñas, sustituidos hoy por
los estridentes bronces de bandas militares, complementados con bombos y
cajas.

Con menor vistosidad y reducidas a las menguadas poblaciones de


la pre-cordillera y el altiplano, subsisten múltiples festividades concernientes al
calendario Litúrgico Católico, y en menor cantidad a ocasionalidades profanas de
fecha fija movible o accidental. El pueblo de Putre, en el Depto. de Arica, es un
notable ejemplo de respeto a una secuencia anual, algunos de cuyos mitos
sobresalientes son la celebración de la Cruz de Mayo, de la Semana Santa y del
Carnaval.

El uso de danzas festivanas, como el huaino, el taquirari, el trote,


estos acompañados por lo común de instrumentos vernáculos: charango,
pinquillo, quena o tarca, más la habitual percusión, corrobora la variedad e
intensidad del folklore musical de esta área, sin emitir el muy difundido y
representativo baile del “cuculi” o el menos frecuente “cachimbo tarapaqueño”.

Pero, el que con mayor fuerza ha conservado factores coreográficos


y musicales precolombinos sujetos estrictamente a una escala pentáfonica y a un
modo menor, es la danza de “sicuras”, de inobjetable raigambre incaica. No
obstante, su función se ha ampliado, en virtud del mestizaje; de ahí que no sólo
sea un acto de reverencia a la pachamama, la Madre-Tierra de antepasados, que
todavía se cumple de una manera secreta en algunos lugares de la cordillera de
los departamentos de Iquique y Pisagua, sino que también se practique durante la
celebración de festividades católicas.

Su denominación obedece al nombre que se le da tanto a los


danzantes como a los instrumentos que ellos ejecutan, los cuales pertenecen a
una clase de flautas de pan, que completan tambores percutidos por una sola
baqueta. Hay que añadir la importancia del vestuario de los sícuras, provisto de
un alto tocado de plumas de avestruz y de brazaletes y adornos para las piernas,
hechas de plumas de la misma ave.

Las comidas y bebidas poseen características muy particulares.


Puede descartarse una especie de pan hecha con harina, agua, sal y poca grasa,
habitualmente obtenido mediante la cocción entre piedras calientes, lo que
explica su nombre: del aymará, “calatanta”, cala: piedra; tantan: pan. No puede
excluirse en este elemental recuento a la guatia, equivalente del curanto sureño,
por su procedimiento de poner sus componentes alimenticios sobre las piedras
calentadas en el interior de un hoyo los cuales en el norte son, por lo común,
carne de cordero, maíz, papas, habas. En cuanto a las bebidas alcohólicas, una
de las de mayor aceptación regional se llama “pusitunca” y consiste en un
producto de caña de maíz que se ingiere sólo o con infusión de té, según su
aceptación en lengua aymará (pusi: cuantro; tunca: diez) tendrá 40 grados, pero
esta cantidad suele ser más alta. Es traído de Bolivia en envases de hojalata y
actúa como un enérgico activante en fiestas y ceremonias.

En lo pertinente a la artesanía, prevalece el tejido de lana de llama,


cordero, alpaca y vicuña -esta cada vez más escasa- hecho por los hombres en
telares verticales, por las mujeres en horizontales tendidos y sujetos sobre el
suelo los segundos dominados “ahuanas”. Los objetos resultantes mas peculiares
son los peleros para monturas; las “chuspas” o bolsitas para guardar coca, los
“aguayos”, paños cuadrandulares con listas de
Colores, que usan las mujeres para llevar sus pertenencias a la guagua (tipo
chal); las “guatacunas” o “alzapolleras”, cuerda de uno o dos colores, por lo
general con borlas en uno de sus extremos, mediante las cuales las pastoras
llevan amarradas y levantadas sus faldas mientras cuidan rebaños.

La distribución de los tejedores alcanza un considerable número de


lugares, entre los que sobresalen: Visviri, Chucuyo, Socoroma, Tichnamar,
Codpa, Isluga, Camiña, Zapiga, Guatacondo, Quillagua, Cupo, Peñaliri, Catarpe.

En Putre, Pica y Matilla se confeccionan hermosas flores policromas


de papel para engalanar las veneradas cruces de la festividad de mayo. En
Parinacota, Belén, Cariquima, se construyen instrumentos de caña; en Arica e
Iquique, principalmente, se hacen, máscaras e indumentarias para las cofradías
de danzantes ya mencionados. En Pisagua y Tocopilla se decoran cajuelas de
conchas marinas. En Toconce y Río Grande se produce cerámica y en Alianza se
conserva la elaboración de flores de hojalata pintada de función mortuoria.

La arquitectura regional presenta muestras de un muy relevante


valor y sobresalientes factores representativos de forma y estilo, a través de
iglesias por lo general son su torre separada del recinto de reunión de los fieles...
Alguna de ellas son extraordinarios paradigmas de la historia de la cultura
tradicional, como la de Parinacota y la de Belén.

Por su parte, la arquitectura habitacional propiamente dicha se


materializa en casas más bien pequeñas, con muros de barro y techumbre de
paja.

II AREA ATACAMEÑO-HISPANA. DESDE SAN PEDRO DE ATACAMA


HASTA LA CIUDAD DE COPIAPÓ

Como en la anterior, aquí también la hispanización muestra un


segundo grado, tanto por la fuerte prolongación de elementos andinos, como por
el ancestro, si bien cada vez más débil, de la cultura atacameña. Esta conserva su
vigencia fundamentalmente por medio de la realización de solemnes ceremoniales
agrarios, destinados a solicitar a la pachamama la fertilidad de la tierra, la
abundancia de las aguas y la paz y bienestar del pueblo

El ceremonial que subsiste en Caspana se llama “Cauzúlor” o


“Cauzulo” y en Peine y en Socaire está vigente el “Talátuz”, cuyas diferencias con
el anterior aparecen eminentemente en el acto y en el acompañamiento
instrumental. Ambos tienen sus textos poéticos en Kunza, la vieja lengua de los
atacameños; pero, por desgracia, cada vez más incompletos y deformados y
cuyos cantores sólo, los entienden muy fragmentariamente, no obstante
reconocer y respetar su carácter mágico-religioso.

En uno y en otro hay también partes danzadas y sus músicos


emplean los instrumentos denominados “clarín y putu”; habitualmente dos clarines
y dos putus, de distinta lectura de sonido en Cazúlor. El primero de ellos, con
nombre hispanizado, es una trompeta traversa de caña, con o sin un reducido
pabellón sonoro de cuero de vacuno, de 2 a 2.20 mts. De largo, envuelta en hilos
multicolores de lana de llama y que se toca con una singular técnica de vibrato.
El segundo es simplemente un cuerpo de vacuno. En el Cauzúlo, además de
estos instrumentos, se incluyen dos bombitos o tamborcitos, de doble parche de
cuero de llama, percutidos por una delgada baqueta de madera. En el Talátur se
omiten estos membranófonos y en cambio se utiliza el “chorromo” formado por un
conjunto de campanitas metálicas sin badajo, el que últimamente, se acostumbra
a reemplazar por un triángulo musical o, por variados objetos también metálicos,
cuyo entrechoque produzca sonoridad adecuada.

En los dos ceremoniales predomina ostensiblemente el sistema


trifónico o de tres notas, característicos de la música vernácula atacameña.

Otra festividad de gran significación regional es la de San Pedro de


Atacama, que se efectúa en el pueblo del mismo nombre, con una adaptación
folclórica muy peculiar de factores simbólicos universales, descollando el “torito”,
representado zoomórficamente por una persona dentro de un armazón de
madera cubierta con géneros blancos y negros, con cabeza de cartón y cuernos y
cola naturales, así como los “caballitos”, de figuración más incompleta, ya que
sólo portan la cabeza de dicho animal, también fabricada de cartón y sujeta a la
parte anterior de la cintura de los bailarines. A la participación de los segundos se
suma la de un personaje que corresponde a San Juan, con quien cumple el
cometido de doblegar el toro, conducirlo y postrarlo ante la imagen de San Pedro,
después de vigorosos movimientos que se aproximan a una coreografía elemental
apoyada en una música tradicional y muy definidamente localista. Igualmente, es
digno de mención el grupo de los llamados “catimbanos”, cuyos desplazamientos
y pasos y singular tipología de danzantes enmascarados, son legítimos elementos
continuadores de la religiosidad colonial Chilena.

Los instrumentos musicales empleados en esta fiesta son la guitarra,


el acordeón, el pinquillo, el tambor y distintos tipos de campanillas.

Como en la andina, en esta área se acostumbra a celebrar la


navidad de Cristo con rudimentarias, pero expresivas escenificaciones, las que se
inician con la Novena del Niño Dios y concluyen el día seis de enero. Los que
tienen la principal función en los correspondientes actos, son grupos de niños que
cantan y bailan ante los retablos navideños prolijamente adornados, participando
el resto de la concurrencia mediante la ejecución de guitarras, batir de palmas y
sencillas manifestaciones corporales que tienden a dramatización. Estos hábitos
enfatizan la línea de tradición hispánica, muy marcada en las numerosas
festividades de celebración de los santos patrones y ostensible en la acción de
personajes relevantes como el alférez y el Cabriquero, encargado de presidir y
financiar acontecimientos ceremoniales, el primero y de cuidar los templos, el
segundo.

La especie musical más distintiva del folklore de la región hispano-


atacameña es la “copla”, muy cultivada en Talabre y en Toconao, principalmente
con motivo del desarrollo del Carnaval, se distingue por ser una cuarteta en una
escala predominante de tres grados. Su canto puede ser interpretado de una
manera estrictamente individual o bien responsorial, esto es con intervención de
solista y réplica de coro, siempre con acompañamiento del mebranófono
denominado indistintamente caja o tambor.
Otro rubro folclórico de acentuada vigencia es el relato de leyendas.
Sus textos reflejan concepciones de problemas humanos y los fenómenos de la
naturaleza, con marcada presencia el quirquincho y el suri, este último un tipo de
avestruz.

En relación con la preservación y fertilidad del ganado, se efectúa un


ceremonial propiciatorio de gran complejidad, que se conoce como el
“floramiento”, especialmente destinado a las llamas, pero que también incluye
burros, cabras y ovejas. Para estos efectos se encierra a los animales en corrales
semicirculares y junto a ellos se procede a hacer sahumerios, quemando ramas
de vegetales a los que se les atribuye poderes mágicos-religiosos. A todo el
ganado se le pone adornos rituales de lana en las orejas, cosidas con hilos del
mismo material. Mientras dura el acto, los participantes consumen coca y chicha
de algarrobo y maíz y practican cantos y danzas en el interior y fuera del corral,
dándole término con el sacrificio de animales que constituyen la principal
alimentación de la reunión nocturna que se realiza después del floramiento.

En la artesanía continúa imponiéndose el tejido de la lana,


sobresaliendo los centros textiles de Cámara, Peine, San Pedro de Atacama,
Toconao. Este último pueblo ha adquirido justa fama por sus productos figurativos
hechos de piedra volcánica.

En Antofagasta, Chañaral, Mejillones, Taltal y Caldera, se usa la


concha marina con notable diversificación temática y en estos dos primeros
puertos se llenan botellas de vidrio con tierras de color, obteniéndose notables
efectos decorativos gracias a diestras superposiciones y juegos cromáticos de
esta materia prima.

La arquitectura tradicional mantiene los elementos distintos


esenciales que resaltan en el área andina, si bien en el interior de los templos
decrece la abundancia de la imaginería de tendencia barroca y formas
sanguinolentas que bien se observa en las iglesias de Matilla y de Pica,
pertenecientes a esa área.

III AREA DIAGUITA PICUNCHE-HISPANA. DESDE COPIAPÓ HASTA LA


REGIÓN DE VALPARAÍSO Y ACONCAGUA

Sus antecedentes históricos-culturales le han proporcionado un


primer grado de hispanización.

En cuanto a los elementos indígenas involucrados en su


nomenclatura, el único estudioso que ha pretendido demostrar documentalmente
la supervivencia del primero de ellos ha sido Carlos Lavín. Basándose en sus
recolecciones musicales hechas en Coquimbo y Ovalle, sugiere la existencia de
textos sonoros provistos de forma y sistema propias de la cultura Diaguita, hoy
prolongados a través de la especie llamada “vidalay”, que tendría parentesco con
las vidales Argentinas.

El componente Picunche tiene su mejor proyección musical en la


vigencia de la “Pifilca”, aerófono precolombino en la actualidad mestizado con la
denominación
“flauta”. Desde un punto de vista organográfico, pertenece a la familia de los
silbatos, a causa de su condición monofónica y su uso es característico de los
danzantes llamados Chinos, quienes están organizados en numerosas y activas
cofradías y que la emplean con la complementación del bombo y del tambor. La
dispersión de la pifilca llegaba hasta las tierras sureñas de los huilliches, en la
época prehispánica, en cuyos reductos se mantiene aún sus funciones primitivas.

Esta es la última área donde se encuentran grandes centros


multitudinarios de romerías que reúnen una diversidad de danzas ceremoniales
de homenaje y cabe recordar el de Andacollo y el de Sotaqui por su fastuosidad y
repercusión social. Menos esplendorosas, pero de intensa tradicionalidad son las
múltiples manifestaciones folclóricas religiosas diseminadas en vírgenes viajeras,
una de cuyas más elocuentes comprobaciones se haya en el recorrido anual de la
Virgen de Palo Colorado, cuyo punto de partida y de llegada es la parroquia de
Quilimarí, en la comuna de Los Vilos. A lo largo de su extenso y prolongado
caminar surgen definidas muestras de un rico folklore musical, como el canto de
“versos esquinazos y glosas”, a los que se agregan el baile de las “lanchas” y el
de la “danza”, el segundo de los cuales enriquece ostensiblemente su tipología en
la ya aludida festividad de Andacollo, por medio de las intervenciones
coreográficas de los grupos con que ha logrado identificarse, los denominados
danzantes, a los que se suman los de chinos y los de turbantes.

El canto a lo poeta uno de los más importantes y significativos


géneros de nuestro folklore, empieza a mostrar en esta área la fuerza de su
ejercicio y de su dispersión. Sus núcleos de práctica más representativos géneros
de nuestro folklore, empieza a mostrar en esta área la fuerza de su ejercicio y de
su dispersión. Sus núcleos de práctica más representativos están diseminados
por las regiones de Ovalle, Combarbalá, Illapel, Salamanca, Los Vilos, San Felipe,
Casablanca y en ellos se observa una decidida preferencia por la temática a lo
divino y por lo concerniente a asuntos bíblicos folclóricamente, por historia, si bien
su preceptiva básica es la común para toda América Latina, fiel a su ascendencia
juglaresca hispana.

La sensibilidad imaginativa se acentúa en mitos, leyendas y


supersticiones, como puede ejemplificarse mediante el alicanto, un ave de
plumaje metálico que habita especialmente en los centros de la pequeña minería.
A él se le atribuye la cualidad de orientar las búsquedas de yacimientos de oro y
plata, pero también la de castigar la ambición desenfrenada, con la locura o la
caída mortal en los abismos.

Este recio mantenimiento de costumbres tradicionales se hace


ostensible a través de los tipos humanos de las actividades mineras, en cuyas
faenas se conservan al “apir”, el “cangallanero”, el “pirquinero”, sus hábitos
revelan profundas peculiaridades históricas y sociales de esta parte de nuestro
territorio, a las cuales han venido a agregarse posteriormente las vinculadas con
la elaboración del pisco folclorizado por medio de creencias, refranes y
composiciones poéticas.

En cuanto a la plástica, conviene tener presente que formas, diseños


ornamentales y colores de la alfarería diaguita han intentado reactualizarse en la
ciudad de La Serena, con asesoría del Museo Antropológico Regional, mediante
réplicas de ceramios precolombinos, lo que no se ha logrado concretar en un
verdadero proceso de folclorización, ya que hasta ahora este esfuerzo está
circunscrito a una tarea industrial sin asimilación recreadora libre ni constitutiva de
grupos artesanales. En cambio descuellan por comportamiento tradicional los
focos de ceramistas de Cunlagua, Chalinga, Llimpo, Cuncumén en la provincia de
Coquimbo; Granallas, en la Aconcagua; Orozco, en la de Valparaíso.

La artesanía pincunche del poncho ha sido depurada con diseños y


colores de procedencia hispánica y superada en finura por la manta, cuyos
centros textiles de mayor fama son Chapilca, Combarbalá, Valle Hermoso,
después de La Ligua, núcleo máximo de los tejidos de lana de esta área. Otros
dignos de mención son Vallenar, Papiguano, Hurtado, Barraza, Guatulame,
Tulahuén, Limahuinda, Totoral.
Aquí también se efectúan trabajos con conchas marinas,
principalmente en Huasco y La Serena, ciudad ésta que parece ser el último
reducto de la cestería de caña brava de esta zona y que además debe ser citada
como lugar de confección de indumentaria ceremonial usada en Andacollo, al
igual de Copiapó, de donde proviene la mayor parte del vestuario de la festividad
de La Candelaria de San Fernando.

En Guayacona se extingue lentamente la talla de madera del


mismo nombre, relevante por sus primorosas miniaturas. Pero otras clases de
madera se utilizan en los dominios territoriales de los bailes de chinos, Illapel,
Valle Hermoso, Cabildo, Quillota, Puchuncaví, Boco, Limache, Petorquita, entre
otros, fuera de los ya citados para construir sus distintas flautas y, asimismo, se
las incluye en la artesanía carcelaria de Valparaíso, junto con el asta y el cuero,
éste fundamentalmente al servicio de montureros y trenzadores de Ovalle, San
Felipe, Quillota, Ranizo, San José de la Costa.

En el extremo sur de esta área comienza a ser importante la


utilización del nombre y de la paja de trigo, lo que repercute en el mobiliario,
utensilios y sombreros del hombre rural y constituyen un eslabón artesanal bien
marcado entre esta zona y la siguiente.

En el rubro de las bebidas ocupa una situación singularísima el


“pajerete”, un tipo de vino generoso, dulce, de los valles de Huasco y Vallenar;
junto a él gozan de merecido prestigio diferentes tipos de aguardientes, la más
sabrosa, aromática y de mayor grado alcohólico producidas en Chile.

Los Dulces Chilenos tienen en La Ligua uno de sus focos nacionales


más connotados, por su tamaño reducido, por sus ingredientes básicos, harina de
trigo y huevo, complementados por pastas azucaradas, como el manjar blanco; a
los que se suma su proyección folclórica, ellos merecen con toda propiedad su
calificativo patrio, con independencia de la pastelería y bombonería introducida en
nuestro país por Catalanes y Franceses y después por Alemanes e Ingleses.

En la provincia de Valparaíso adquiere su mayor índice cuantitativo


la paila marina o sopa marinera, existente en casi todo nuestro litoral. Sus
distintas modalidades reúnen dos requisitos elementales; ser servidas en una
fuente de greda y tener como componentes principales diversos mariscos y un
trozo de pescado, por lo común congrio, en caldo de nutrida condimentación.

IV AREA PICUNCHE-HISPANA. DESDE EL LÍMITE NORTE DE LA REGIÓN


EN SANTIAGO HASTA EL LÍMITE SUR DE LAS ZONAS DE ÑUBLE Y
CONCEPCIÓN

Sin desconocer los factores autóctonos que contribuyen a la


configuración del folklore de este territorio, la centralización del poder Español
provocó excepcionales condiciones favorables para darle aquí al grado de
hispanización un primer nivel con categoría máxima en el proceso global de
folclorización.

El canto a lo poeta tiene un arraigo y una diversificación superiores a


los que aparecían en todas las otras áreas. En el Departamento de Puente Alto,
sus textos versificados se acompañan con toques de “guitarrón”, instrumento que
en otros contados puntos del país sólo aparece de manera residual y sin
expansión comunitaria. Melipilla es el núcleo de más alta concentración de
cultores activos, varios de los cuales son niños y muchos adolescentes. Tan
extraordinaria vitalidad adquiere enorme importancia social en la celebración de
novenas, velorios de angelito y reuniones ocasionales. En estas últimas brotan
contrapuntos y payas, que ofrecen admirables efectos del ingenio improvisador y
de la profundidad de memorización, fuertemente representativos de la
idiosincracia chilena. La más célebre de las conversias del segundo tipo señalado,
se realizó, según las recientes investigaciones, a fines del siglo XVIII, en la ese
entonces Villa de Curicó y sus protagonistas habrían sido don Javier de la Rosa el
vencedor y el Mulato Taquada, cuyas intervenciones de preguntas y respuestas
corren a lo largo de Chile, convertidas en fiel testimonio de sagacidad y destrezas
criollas.

A este rubro poético musical hay que añadir el cultivo de la canción,


de la nana, vigente también en las otras áreas, aunque sin tanta frecuencia de
uso, del pregón y muy en especial de la tonada que en esta zona logra su más
variada y vigorosa existencia y que desde un punto de vista musicológico, forma
una familia compuesta por el esquinazo, la glosa, los parabienes, el romance o
corrido, el villancico y la tonada propiamente dicha

En el plano coreográfico es esta el área donde la cueca, nuestra


danza folclórica por excelencia, ha vivido sus mayores triunfos y ha conseguido
con más asiduidad una penetración social en los diferentes niveles
socioeconómicos, luciendo como antecedentes de gloria el culto que le profesara
el ministro Diego Portales y su inclusión en los saraos del Presidente Prieto.

A este mismo plano pertenecen el pequén, modalidad de la anterior,


principalmente bailada en las provincias de Maule y Ñuble; el calladito o chapecao
o jote, normalmente, con remate de cueca; el corrido de procedencia Mexicana,
sólidamente folclorizado y cada vez más difundido en las otras latitudes del país;
el vals y varios otros de mucho menor vigencia, como la polca, la mazamorra, el
pericón, la porteña, la resfalosa, la sajuriana.

Junto a la ya citada supervivencia del guitarrón, es digna de encomio


la del rabel, arcaico violín de tres cuerdas, circunscrita a dos pequeños centros,
O’Higgins y Linares, respectivamente.

El instrumento más común es la guitarra, a la que sigue en


intensidad de uso el acordeón y a una distancia apreciable, el arpa. De gran
interés musicológico es la ejecución del piano con técnica y función folclórica, en
lugares urbanos, especialmente en cosas de canto. Entre los de percusión e
innegablemente tradicionales, están el tormento y distintos tipos de sonajeros.

La actividad lúdica se manifiesta en el mundo infantil con más


énfasis que en el resto del país, no obstante poseer la mayoría de sus especies
de una dispersión nacional. Recordemos, entre otras, las numerosas clases de
rondas, el pillarse, la gallinita ciega, el mandandirundirundan, el corre el anillo, el
luche, la payaya, los diferentes tipos de juegos de bolitas, el volantín. La atracción
de este último alcanza también a adolescentes, jóvenes y personas maduras a los
cuales por otra parte incumben las competencias de azar, como los naipes, bien
representados por la brisca y el monte; las de habilidad y puntería, como la rana y
la rayuela; no las propiamente deportivas, como las carreras a la chilena, el rodeo,
el movimiento, la rienda, la zorreadura.
Sin ser privativos de esta área, algunos tipos humanos profundizan
en ella sus caracteres y obtienen el máximo de estatura representativa. Ello
ocurre con el huaso, hombre de oficio ecuestre por excelencia, el amansador, el
arreglador, el monturero, el organillero, el manisero, el poeta, el cantor, el
abastero, el falte, la médica, la chamantera, la locera, la pastelera, todos son
componentes decisivos en un régimen de organización comunitaria y legítimas
imágenes de un profuso cuadro de proyección costumbrista.

En cuanto a ceremoniales no festivos, tanto los velorios como los


entierros de niños y adultos ocupan un lugar sobresaliente y entre los festivos,
resaltan los de inspiración religiosa: Santa Rosa de Pelequén, La Virgen de Lo
Vasquez, San Sebastián de Yumbel; además de la muy diseminada celebración
de la Cruz de Mayo de las ya aludidas Novenas.

Las expresiones folclóricas propiamente festivas se dividen en las


relacionadas con actos públicos y con privados, comprobables, con su mayor
aceptación, no sólo en esta zona sino también en la anterior y en la siguiente.
Entre las primeras se destacan las Fiestas Patrias, de gran esplendor y
abigarramiento en la Pampilla de Coquimbo, en el Parque Cousiño de Santiago,
en la Quebrada de Limache Colchagua; las reuniones dominicales en quintas de
recreo, quitapenas, despachos, restoranes. Entre las segundas, están los
bautizos, los onomásticos, los casamientos, los esquinazos, los finales de trilla, la
vendimia; los de mingaco, sujetos a normas propias de un verdadero derecho
consuetudinario, aptos para la cohesión de los miembros de las comunidades
folclóricas, constituidas mediante la práctica de bienes comunes tradicionales.
En estas circunstancias abundan los cuentos maravillosos y los
jocoso-picarescos, éstos en su mayoría protagonizados por Pedro Urdemales,
personaje cervantino hoy criollizado y ciudadano de América. Corren las
adivinanzas y se aplican los refranes de manera espontánea y ejemplarizadora. Y
cuando en largas noches invernales el fuego y la lluvia incrementan las
premoniciones y el temor y la memoria de los antepasados recrean leyendas
sobre los accidentes de la naturaleza o las andanzas del hombre y animales
fabulosos. Se siente la presencia de seres míticos, como el diablo, los brujos, las
ánimas, los duendes, el culebrón, que mueven a la ejecución de supersticiones
para ahuyentar los malos espíritus o asegurar propósitos relacionados con el
amor y la riqueza y hasta imponen el ritual de mágicos conjuros, en salmos y
sahumerios, que coexisten con numerosas y eficaces oraciones destinadas a la
comunicación con poderes divinos, ya sea para homenaje o petición de auxilio,
varios de las cuales son joyas desprendidas del viejo romancero hispánico.
Es también en estas ocasiones cuando se consume, con las
ostensibles funcionalidades y categoría ambientación, bebidas, como la mistela, el
ponche, el borgoña, el pigüelo, el chuflai, el vino caliente con trozos de naranja y
canela, las diversas clases de chicha. Y comida como la cazuela, el arrollado y el
costillar de chancho, las empanadas, los familiares y habituales porotos con mote
y ají de color, el locro, las pancutras, la guañaca, los catutos, el charqui, la tortilla
de rescoldo, sin olvidar las muestras culinarias de índole localista y muy comunes
en las estaciones de ferrocarril, como las tortas de Curicó, los quideñes de
Huinganes o las sustancias de Chillán. Complementan estas nóminas, el mate
cada vez más circunscrito a localidades rurales y a la hora de desayuno y de
onces, y las distintas aguitas propias de nuestra idiosincracia gastronómica
nacional.

El campo Lingüístico presenta el uso de notable arcaísmos. ágora,


finar, merced; gran tendencia a las comparaciones, con fines de reiteración o de
explicación “quisiera ser como el perro para amar y no sentir”; alteraciones en el
empleo de los pronombres personales: “te lo estoy diciendo a tú”; entonación de
líneas escasamente ondulatoria; acción defectuosa, que afecta especialmente a
los textos cantados; peculiar grafía manuscrita, subordinada a la fonética,
observable en los libros y libretas de versos de los cantores, con preferencia por
la escritura de mayúsculas al comienzo de cada línea de las estrofas, al igual que
en los cancioneros españoles medievales y pre-renacentistas.

En esta área exhibe la más amplia y densa variedad artesanal


existente en Chile, que contribuye a la desaparición de la preeminencia
cuantitativa de los tejidos de lana, que también representativos e importantes en
regiones de Melipilla, Doñihue, Santa Cruz, Licantén, Curepto, Villa Alegre,
Cauquenes, Quirihue, Catillo, Chillán y Coihueco.

En la zona metropolitana descuellan las loceras de Peñaflor,


Talagante y Pomaire. Hay excelentes estriberos que se distinguen por la pulcritud
y la belleza de su manufactura. Trenzadores de lazos y riendas se encuentran en
Curacaví, San Bernardo, San Pedro de Melipilla y en la Penitenciaría, la que
además reúne toda la gama de las manualidades carcelarias. El pueblito de
Peregil, cerca de Renca, es el mayor productor nacional de calabazas decoradas
y que por millares se distribuyen comercialmente a lo largo del país, gracias a la
constancia de algunas pocas familias de dicha localidad. En Malloco se mantiene
la vieja técnica, las formas clásicas y las ornamentaciones de gran calidad en la
artesanía de hierro forjado correspondiente a espuelas y frenos. Las chupallas de
paja de trigo y de teatina son comunes en muchos lugares campesinos y su
elaboración activa en la zona de Melipilla.

En la región de O’Higgins se hace ostensible el oficio de la


talabartería y el tejido del mimbre revela gran destreza, como ocurre en Coltauco
y en San Vicente de Tagua-Tagua, ciudad esta última en cuyas inmediaciones
está el pueblo de Indios con su antigua cerámica folclórica. Sobresaliente es la
confección de chamantos en Doñihue y Lo Miranda, donde se mantiene el diseño
tradicional de este atuendo huaso.

La zona de Colchagua es un mosaico artesanal: objetos de greda en


Chépica, El Copao, Paredones, Pichilemu; de cuero en San Fernando, Santa
Cruz, de lana en La Estrella, Lolol, Marchihue, Pumanque; de mimbre, en
Chimbarongo, Peralillo; de paja de trigo, en Auquinco, La Lajuela, San Pedro de
Alcántara.

Con excepción de la muy local espuelería de la ciudad de Curicó, de


singular y extraordinaria factura, y la delicada y policroma semi naturista de Rari,
en la provincia de Linares, las otras regiones de esta área muestran un
panorama genérico de

manualidades, algunos de cuyos núcleos representativos son los siguientes:


Licantén, respecto de la denominada paja de chupalla; Talca, San Javier, Linares,
Parral, San Carlos, Chillán, Yungay, para trabajos de talabartería, Hualañé, Pilén,
Chovellén, Pocillas, Quinchamalí, Florida, en cuanto a cerámicas; Cauquenes,
Chillán y Concepción en la construcción de guitarras; Constitución, Tomé,
Chiguayante, Coronel, en lo referente al empleo de conchas marinas;
Cobquecura y Hualqui, en el uso de fibras vegetales provenientes del Copihue y
del coirón y chupón respectivamente.

La arquitectura criolla se caracteriza históricamente por haber


logrado los tipos más ampulosos de las llamadas casas patronales, verdaderos
complejos habitacionales de nuestra cultura agropecuaria, curcunada por
múltiples construcciones complementarias, jardines y parques. Ellos han
transmitido la reciedumbre de su estilo, materializada en gruesos y altos muros de
adobones, en el techo de tejas de greda, en los corredores elevados, en la solidez
de puertas y ventanas, a las viviendas de pequeños propietarios, de
ministros, de llaveros, de mayordomos y capataces y en muchos medios, a los
ranchos de inquilinos.

V AREA MAPUCHE - PEHUENCHE - HISPANA. DESDE EL LÍMITE NORTE DE


ARAUCO Y BIO-BÍO HASTA EL LÍMITE DE LLANQUIHUE

Decrece la hispanización a un segundo grado, como fruto de una


trasculturación que se ha producido en forma más lenta y compleja que en el
centro de Chile, especialmente debido a razones de orden bélico, económico y
psíquico, si bien muy diferente a la acaecida en el área Andina.

En este proceso, la cultura indígena ha adoptado dos posiciones:


una de mantenimiento de hábitos autóctonos, gracias a la religión y a la lengua,
sobre la base de una organización social propia y orgullosa de su ancestro; otra,
seducida por las novedades europeas y sujeta a un mestizaje hispano-europeo, al
que se suma, desde mediados del siglo XIX, la contribución germana en las
provincias de Valdivia, Osorno y Llanquihue.

El flujo cristiano se exterioriza en ceremoniales de la magnitud de la


celebración de la Candelaria, en Carelmapu.

Las reuniones festivas cuentan con el estímulo de la lluvia y del frío


para la elaboración de alimentos fuertes y sustanciosos en extremos sazonados,
como el Ñachi, el apol, el ganso o el pato asado relleno con manzanas, a menudo
complementados por la chicha hecha de esta misma fruta. En estas ocasiones y
particularmente desde Angol al sur, aunque en forma esporádica, se bailan el
costillar, la pericona, la refalosa, la sirilla, fuera de los infaltables corridos vals y
cueca. Y en las inmediaciones de los productos aborígenes, los campesinos han
aprendido de los mapuches a danzar el choique y el loncomeo, desplazándolo de
los propósitos rituales primitivos con que éstos los practican.

A medida que avanzamos el extremo austral de esta zona van


perdiendo su vigencia el canto a lo poeta y la familia de la tonada; no
obstante, persistir ésta en
Interesantes versiones del romance de Blanca Flor y Filomena, el de tema más
común en Chile.

En lo que atañe a los instrumentos se observa el predominio de la


guitarra, acompañada de la cacharaina, usual en la región del Río Bueno y del
estridente charango.

Es caudalosa la narración de cuentos y leyendas, mucho de los


cuales poseen personajes, temática y ambiente, propios de la zona como
acontece con el puma y el cóndor y con los orígenes y evolución de lagos y
volcanes. Así mismo, se encuentra un rico refranero, muchas de cuyas especies
provienen de la ancestral afición mapuche por esta clase de fórmulas
interpretativas, algunas derivadas de costumbres guerreras o domésticas
peculiares de este pueblo.
En lo concerniente a la función lúdica, sin que podamos indicar
diferencias sustanciales con las de las áreas tercera y cuarta, bien vale
destacar la intensificación cuantitativa de las peleas de gallo, las cuales tienen en
la región de Los Ángeles uno de sus focos mejor consolidados, tanto en el
ejercicio de las riñas como en la cuidadosa existencia de criaderos de dichas
aves.

Los seres místicos adquieren gran importancia en la explicación de


hechos calificados de sobrenaturales por su efectivo accionar y trascendencia
zonal, el siniestro cuero, el deforme y tenebroso imbunche y el volador chonchón,
los dos últimos de marcada ascendencia mapuche y a la cual también debemos
de achacar de una manera considerable la densa atmósfera supersticiosa que
envuelve a numerosas formas de vida.

Entre los productos artesanales se hallan la cestería de distintas


fibras vegetales y de función utilitaria eminentemente; frazadas, ponchos y
choapinos de lana de oveja; cerámica de uso doméstico por lo común sin
elementos decorativos; excelentes cascos de montura y firmes estribos; objeto de
platería, cada vez de más baja ley y de construcción principalmente Mapuche.

El medio físico, obviamente, también contribuye a la formación de


tipos humanos siendo el hachero uno de los más relevantes. La materia prima de
su trabajo pone la tónica en gran parte de las vivencias, cuyo estilo y dimensiones
contrastan con los de áreas anteriores y tienen todavía un considerable empleo en
la construcción de diferentes clases de carretas, ese viejo vehículo de transporte
de cepa hispánica, siempre más desplazado en el Chile Central debido a los
progresos de vialidad y al consiguiente avance de la locomoción motorizada.

VI AREA CHILOTA. ABARCA TODA LA ZONA DE CHILOÉ INSULAR

En ella aumenta la hispanización a un primer grado. El aislamiento


de una parte considerable de este territorio, junto en su configuración geográfica
fragmentada y sus propiedades climáticas; el haber sido el último reducto del
poder monárquico en América del Sur y sus antecedentes étnicos autóctonos, han
construido a su gran autonomía folclórica en todo el concierto nacional y en la que
resulta ostensible la coexistencia de una vertiente hispano-chilota y de una
aborigen-chilota, en la segunda de las cuales parece haber sido la cultura huilliche
la más incisiva en la formación del folclore vigente.

El espíritu comunicativo de los habitantes de esta zona se trasunta


en las diversas reuniones festivas. Las de mayor significación tradicional y más
evidentes matices localistas son el medán, reintimiento y los finales de minga de
techo y de trilla, no menos representativos son los ceremoniales de velorios de
ángeles y las celebraciones de las festividades de Cabildo con motivo del día de
los Santos Patronos; si bien hay que lamentar la desaparición de la fiesta de
moros y cristianos, singular ejemplo de supervivencia de una representación
teatral española medieval. En estas manifestaciones de religiosidades folclóricas,
así como en reuniones familiares privadas, se pueden escuchar oraciones
cantadas prossapia jesuítica, descollando el rosario y la salve, cuyas versiones
musicales constituyen uno de los patrimonios más privativos de esta área.

Las numerosas y prolongadas ocasiones en que el chilote debe


guarecerse de los temporales, lo llevan a procurar su amenización con el relato de
cuentos y de extensos romances, lo que si ostentan aparentes especies comunes
en toda nuestra geografía folclórica, ejemplos regionales muy valiosos, entre los
que cabe nombrar el de Pedro Ñancúpel, El Temblor de 1837, La Quema de
Chancao, Muerte de Juan José Colín.

Pero es la función interpretativa no racional, exteriorizada mediante


mitos, leyendas y supersticiones, el que adquiere una profunda fuerza en Chiloé y,
que sin duda, es la más diversificada de toda nuestra cultura tradicional. Basta
recordar las creencias y actividades que se desarrollan en torno a seres místicos
como el trauco, que ha llegado al extremo de ser incluido en un proceso judicial.
No le valen nada las distintas categorías de brujos, que mantienen su más
poderoso centro de aprendizaje en Quicaví y navegan en el asombroso Caleuche,
la versión Chilota del universal barco fantasma. A estos personajes se suma entre
los otros, la mágica Quepuca, una clase piedra que da fecundidad a la tierra de
cultivo, el chihuel, un ave agorera y la veleidosa sirena marina llamada pincoya.

En esta tierra de navegantes, pescadores y agricultores, ganaderos


y madereros; sinuosa; accidentada y sujeta a los caprichos de un mar difícil y
cambiante, el hombre debe desplegar, desde la niñez hasta la ancianidad, una
actitud corporal ágil, segura y desenvuelta, la cual se observa inequívocamente
en la práctica de la danza, que debió de ser muy intensa hasta fines del pasado
siglo. En nuestros días está representada por la graciosa y rápida cueca de zona
y de los tan difundidos vals y corrido. Sólo en fiestas que congregan parientes y
amigos, mas que nada a instancias del recuerdo, avivado por la sabrosa chicha
de manzana y el generoso poder alimenticio del curanto en compañía del milcao,
se reviven los hermosos bailes del pavo, el rin, el cielito, el chocolate, la nave;
encontrándose con mayor frecuencia, aunque siempre de un modo esporádico, el
cultivo del costillar, la pericona, la refalosa, la trastrasera.

Las transformaciones lúdicas han ido suprimiendo deportes tan


viriles y regionales como el linao del cual quedan vestigios en las islas pequeñas y
fuertes raigambre conservadora. Por su parte, algunos juegos de niños guardan
matices muy particulares perceptibles en el chilibotón y el huimpampa.

La tradición vernácula sigue presente en la vivienda, sus anexos y


utensilios domésticos. Prueba de ello es la distribución de la planta habitacional
que concentra a la familia en torno al fuego del hogar, en Chiloé más que en
cualquier lugar del país, ritual y permanente, como material de construcción
inveterado empléase la noble madera inglesa: ella luce su resistencia y belleza en
las tejuelas de alerce, no sólo aptas para techumbre, sino a menudo prolongadas
como revestimiento de los muros de las casas las que así obtienen un color gris
plateado; demuestra su sólidez en los pies derechos y vigas de pellín y asegura la
estabilidad de los tabiques por medio del mañío. Y no sólo extiende su uso a la
construcción de quelgos, sachos, chungas, morteros, sino que también ha estado
al servicio en especial, el fino ciruelillo, de la talla de una sobria imaginaria de
procedencia jesuitica, copiosa hasta el primer cuarto de este siglo y antitesis de la
barroca, venerada en el área Andina. Además ha probado su calidad en guitarras,
violines y rabeles, instrumentos musicales vigentes en Chiloé, a los cuales hay
que añadir el acordeón, que, con el primero, posee la mayor frecuencia de
práctica folclórica.

Otras artesanías dignas de mención están representadas por la


confección de sabanillas, el más fino cobertor tejido de lana de oveja que hay en
Chiloé; la cestería de quilineja y boqui y la cerámica utilitaria y la ornamental y
zoomórfica.
Desde el punto de vista linguístico regional existe una gran cantidad
de voces de ascendencias indígenas: ane; jego vegetal, cuchipoño; papa
pequeña, alcahue; corral, macuñ; chaleco de piel humana usado por brujos, y por
extensión, escondite, así como descuellan los arcismos de origen español y
acepción religiosa, como cabildo y fiscal.

Con respecto a las construcciones sintácticas, es peculiar la


discordancia entre el sujeto gramatical en plural su pertinente forma verbal en
singular. Entonces vienen los caballos; o el cambio de número, como signo de
gran respeto, dirigiéndose a alguien mediante el pronombre personal y la forma
verbal en plural: “¿qué dijeron ustedes?, por: “¿qué dijo Usted?”.

Fonéticamente es marcada la nasalización en algunas localidades


de la provincia, aunque esta característica no constituya regla general, pero si una
tendencia que suele acentuarse en la emisión de la voz cantada, apreciable en la
mayoría de las versiones del hermoso canto del ángel, notable estos los últimos
por su estilo melismático privativamente chilote.

VII AREA PATAGÓNICO. COMPRENDE LAS ZONAS DE AYSEN Y


MAGALLANES

En su denominación involucradas las culturas Alacalufes, Ona,


Yagana y Tehuelche, algunas de cuyas quedará en el proceso de folclorización,
pero con mucho menor amplitud y profundidad en las transculturaciones de las
otras áreas, por razones biológicas, históricas, económicas y sociales, que no es
del caso examinar en este artículo si es el aporte yugoeslavo y el secundario del
grupo Inglés y del Suizo, aparte de la vigorosa contribución Argentina en los
sectores rurales, en relación con un poblamiento Chileno-Hispano más reciente
que el de las otras áreas ya descritas, se comprende por que disminuye en esta
la hispanización en segundo grado.

La actividad ganadera ovina, la predominante en los campos de la


zona, conduce a la celebración de fiestas al término de esquilas. En las que
intervienen reducidos conjuntos orquestales urbanos contratados y cultores
campesinos, especialmente recitadores de poesía gauchesca, competidores de
payas, cantores de milonga y cuenca, este baile que tiene gran difusión junto con
el vals.

En dichas ocasiones se benefician corderos en abundancia,


regalados por los estancieros y se efectúan rifas de diversos objetos para
financiar las actividades de instituciones deportivas pequeñas, las que
comúnmente reciben en la provincia de Magallanes el equívoco nombre de
bibliotecas.

También aparece, como en Chile, la costumbre gastronómica y


comercial el repetimiento, una de las oportunidades propicias para observar la
escasez de cuentos, refranes, adivinanzas, pero si la inclinación al uso de apodos
humorísticos y de la nomenclatura folclórica emanada de los hábitos marineros y
ganaderos. Durante su desarrollo es frecuente el juego del truco, el juego de
naipes más generalizado en toda el área, y que tiene su equivalente de dispersión
e importancia en el plano de la destreza física y de la astucia competitiva, en las
carreras de caballos, las que difieren ostensiblemente de las realizadas en el resto
del país.
Entre los tipos humanos más relevantes están: el lobero, el
pescador, el amasador, el esquilador, el ovejero y el puestero. Sus técnicas de
trabajo, así como sus fórmulas socio-económicas de vida revelan facetas de
elocuente carácter local, cuyas causas primordiales son las enormes distancias
que los rodean y los precarios medios de comunicación y movilización a su
alcance. Esporádicamente circulan entre ellos, principalmente, en el caso de los
oficios relacionados con el mar, fragmentos de viejas y poéticas leyendas
alacalufes y yaganes, no extinguidas aún del todo, pese a la comprensible afición
del hombre de estas difíciles tierras por encontrar un mundo novedoso y
deslumbrante en las ciudades.

En la producción artesanal es ya difícil encontrar reminiscencias de


la cestería de junco, heredada de Onas y Alacalufes. En cambio, se mantiene le
elaboración de lazos de cuero de foca y de lobo, siendo presumible que haya
terminado la construcción de charangos, para lo cual demostraron sorprendente
habilidad los Indios Tehuelches hasta fines del siglo pasado.

VIII AREA ANTÁRTICA. EL TERRITORIO POLAR CHILENO

El procedimiento de medición étnico, social, cultural, aplicado a las


otras áreas no es factible respecto de ésta, simplemente por la ausencia de un
folclore regional definido, lo que se desprende de su población de relevo y de
breve permanencia. Por lo tanto, el grado de hispanización no es actualmente
mesurable.

Con un criterio estricto, sólo cabría estimar un comportamiento


folclórico esporádico y débil a causa de un bajo número de ocasionalidades en las
que se reflejarían expresiones procedentes de otras áreas, particularmente
canciones, creencias, comidas y bebidas. No obstante, podría encontrarse un
folclore general en formación, comprobable en las Bases Arturo Prat, Bernardo
O’Higgins, Gabriel González Videla y Pedro Aguirre Cerda. Gracias a normas
sociales propias de la vida en estas latitudes, como asimismo, a las motivaciones
del medio físico de la flora y la fauna.

IX AREA PASCUENSE. ISLA DE PASCUA

Como en ninguna otra, el proceso cultural ha facilitado la


investigación conjunta de la Arqueología y de la Etnología. En cambio, el folklore
ha tenido un campo mucho menos propicio de estudio, debido a la rápida
descomposición de formas tradicionales ocurrida en los últimos años y a la
penetración indiscriminada y en gran medida turística, de elementos tahitianos e
internacionales de la más diversa índole y de meras imitaciones folclóricas en su
mayoría del Valle Central, en procura de una chilenización que resulta artificial,
llevada a la Isla a través de conjuntos divulgadores o de modernos recursos de
comunicación audiovisual.
Esta situación lleva a asignarle un tercer grado de hispanización a
esta área, pero no debe impedir reconocer una realidad folclórica con
componentes bien definidos y con otros aún no del todo configurados. Entre los
primeros se encuentran algunos oficios y sus productos, como las tallas en
madera de totomiro, y los mitos y leyendas, las comidas y bebidas; y entre los
segundos los cantos y las danzas, los juegos, las creencias religiosas, los
proverbios.

Valga esta sucinta visión panorámica para sintetizar la existencia de


la cultura tradicional chilena.

CLASIFICACIÓN DE LAS DANZAS FOLKLÓRICAS

Esta clasificación se basa en el carácter de las diferentes danzas, ya


sea este carácter de tipo popular, religioso o nativo.

1.- Danzas de la Cofradía Folklórico-Religioso.

Este tipo de danzas son realizadas por grupos de personas cohesionadas


por la fe religiosa ya sea para cumplir una promesa o pedir algún favor, poseen un
reglamento de rigor, que es el respetar a las autoridades que dirigen y administran
los bailes, estos pueden ser el Mayordomo, Caporal o Alférez. Estos están
encargados que se respeten las reglas de la Cofradía, señalan los horarios de
bailes, etc.

Algunos bailes son de hombres solos y jóvenes, así nacieron, hoy los hay
mixtos y, en varios casos, de mujeres íntegramente.

Los trajes son muy vistosos y por lo general son acompañados por
máscaras.

Los bailes se realizan fuera o dentro de los templos y el número de


participantes varía de 15, 30 a 50 bailarines dependiendo de los promesantes.

El ritmo de estas danzas es por lo general la del Norte Grande, con sus
instrumentos respectivos.

2.- Danzas Populares.

Estas danzas de tipo popular son las que baila con mayor regularidad el
pueblo, ya sea para festejar las cosechas o fiestas de tipo familiar, en éstas se
incluyen las fiestas nacionales.

Dentro de las principales danzas populares tenemos las siguientes:

A) La Cueca.
B) La Refalosa
C) Los Aires.
D) El Cuando.
E) La Sajuriana.
F) El Pequén.
G) El Costillar.
H) El Pavo
I) La Nave.
J) El Gallinazo.

3.- Danzas Pascuenses.

Las danzas de tipo pascuense son ya propias de la Isla de Pascua, pero


sus orígenes se creen de tipo Tahitiano o Samoano.

Las más conocidas son:

A) El Sau Sau (Samoano)


B) El Ula Ula (Tahitiano)
C) El Tamuré (Tahitiano)

4.- Danzas Araucanas.

Estas danzas se denominan Purun entre los Araucanos, cada una de estas
danzas se realiza por diferentes motivos, sean festivos o funerarios.

A) Kuimitun (curación de enfermedades)


B) Neikurrewen (Inauguración de Machi)
C) Llacantún (muerte)
D) Choiquepurun (de la Avestruz)
E) Negulpurun (del Queltehue)
F) Loncopurun (en honor al Lonco)
G) Nomir Nomir Purun (de parejas)
H) Hueyelpurun (asedio pasional del varón)
I) Peraf y Patrin (entretención)

Existe otro tipo de clasificación de las danzas folclóricas, esta


clasificación de las danzas folclóricas está basada en los dibujos o formas
coreográficas, siendo las más típicas las siguientes:

1) Con giros y contra giros.


2) Con vueltas.
3) Con media lunas
4) Hechas y Desechas.
5) Con pasacalle por fuera y por dentro.
6) Con molinete mano derecha e izquierda.
7) Con toreo.

En una danza se puede o más bien se da más de un tipo de forma


coreográfica por lo cual existe la tendencia a ser clasificadas por la figura de
mayor complejidad que posean.

Clasificación Formal.

Esta que hemos llamado como la clasificación formal, es la que


pertenece al escritor e investigador Sr. Carlos Vega, el cual basa su punto de vista
en las características de tipo organizativo de los bailarines en las diferentes
danzas folclóricas.
1.- Danzas individuales:

En esta danza un hombre solo o una mujer sola ejecutan la danza.


Ejemplo: El Aguilucho.

2.- Danzas colectivas:

Danza de hombres solos, mujeres solas o mujeres y hombres que


generalmente no actúan como parejas, ejecutan las evoluciones. Ejemplo: La
Rueda.

3.- Danzas de pareja:

Se caracteriza porque los hombres y mujeres se reconocen como


compañeros:

a).- Danzas de pareja suelta:

Los hombres y mujeres como compañeros bailan preferentemente


sueltos.

I) De pareja suelta independiente:


En la danza la pareja realiza sus evoluciones sin relacionarse con
las demás parejas que bailan. Ejemplo: La Cueca.

II) De pareja suelta interdependiente:


En la danza la pareja coordina sus evoluciones con el resto de las
parejas que bailan. Ejemplo: Cielito Pericón, trote, cacharpaya

b) Danzas de pareja tomada:

Las parejas bailan y evolucionan principalmente tomados. Ejemplo:


Ranchera.

4.- Danza de conjuntos a parejas con figura:

Bailan tres o más parejas relacionados entre sí pero sin cambiar de


compañero de baile. Ejemplo: Cielito Valseado.

5.- Danzas de dos parejas en cuarto:

Estas danzas se caracterizan porque bailan dos parejas mixtas


relacionando las evoluciones. Ejemplo: La Seguidilla.

6.- Danzas de tres personas:

En estas danzas existen dos hombres o dos mujeres más uno del
sexo opuesto los que relacionan evoluciones. Ejemplo: La Mazamorra.

LA ENSEÑANZA DEL FOLKLORE A PARTIR DE UN ENFOQUE PSICOMOTOR

“La educación es un diálogo y el primer diálogo es un diálogo corporal”


1. Psicomotricidad

El concepto de psicomotricidad engloba al niño en su totalidad


psicofisiológica integrando su vida mental y su actividad corporal.

La vida psíquica y el comportamiento motor del niño están estrechamente


ligados y se desarrolla paralelamente en tres ámbitos, el motriz, el cognitivo y el
afectivo-emocional.

El niño vive y crece inserto en el mundo externo. Desde que nace se ve


influenciado en sus conductas por las diversas fuerzas de su entorno. Se trata de
diversas variables sociales que condicionan en cierto modo los aprendizajes del
niño modelando su conducta en forma directa. Y tanto la conducta psicomotriz del
niño como su conducta social se van modificando a medida que crece.

La educación psicomotriz, que se basa en el movimiento permite al niño


adquirir conceptos abstractos, percepciones y sensaciones que le facilitan la toma
de conciencia de su propio cuerpo. A través del conocimiento de su cuerpo y del
movimiento, tomará conciencia y conocimiento de los objetos, del mundo que lo
rodea y de los demás. Esta forma vivencial de tomar conciencia pasa por los
centros superiores y posibilita un mejor aprendizaje de todas las tareas de la edad
pre escolar y escolar. Es conveniente, por lo tanto, comenzar a impartirla
sistematizadamente a partir de los tres años.

La educación psicomotriz, según Pierre Vayer, es “una educación global,


que al asociar potenciales intelectuales, afectivos, sociales, motores y
sicomotores del niño, le dan una seguridad y un equilibrio y permite su
desenvolvimiento al organizar de manera correcta sus relaciones con los
diferentes medios en los que está llamada a evolucionar”

La educación psicomotora es un complemento de la mayoría de los


métodos activos de enseñanza y aprendizaje en los que se entiende que el niño
realiza descubrimientos por sí mismo y, a partir de estas expresiones vividas
elabora progresivamente su propio conocimiento.

Este tipo de educación se distingue de los métodos activos (Montessori por


ejemplo), porque se apoya en vivencias corporales para dotar al niño de
esquemas motores y psicomotores. La motricidad define al movimiento desde un
punto de vista anatómico, fisiológico y neurológico y la psicomotricidad le da un
significado psicológico pero dependiente recíprocamente de la dimensión motriz.
Constituyen dos puntos de análisis de una realidad unitaria e indisoluble.

El educador, en este caso, actúa como un facilitador del proceso


enseñanza-aprendizaje, proponiéndole al niño los medios para el descubrimiento
a través de situaciones vivenciales y psico-sociales que inciten al alumno a
participar y a la vez interactuar efectivamente con los demás, en un ambiente
favorable y no obstaculizante.

Tomando en consideración el folklore como medio para el logro de


objetivos en el ámbito pedagógico, y no como una manifestación de tipo artístico
profesional, que requiere ejecutantes idóneos, ya sea en la parte musical o
dancística, se debe rescatar su verdadero valor y relevancia para la formación y
desarrollo del niño.
Bajo este aspecto, y basados en lo expuesto en el capítulo anterior con
relación a las demandas de los nuevos programas de estudio para la enseñanza
básica, afirmamos que el folklore es netamente educativo, dadas sus
características interdisciplinarias e integradoras.

Las dimensiones educativas del folklore son las siguientes:

a. Dimensión simbólico-expresiva.

b. Dimensión rítmico-motriz.

c. Dimensión psico-socio-afectiva.

La dimensión simbólico-expresiva se define como la capacidad de


exteriorizar vivencias anteriores a partir de sus propias sensaciones y de
imágenes simbólicas que las animan. Consiste en la expresión de sí mismo a
través del canto y del movimiento, simbolizando y expresando sentimientos que
atañen a las manifestaciones de un pueblo, ya sea recreadas o creadas.

La dimensión rítmico-motriz se define como la capacidad de expresar a


través de un lenguaje gestual y corporal manifestaciones danzadas del folklore,
con énfasis en el desarrollo de los factores perceptivo motores, de coordinación y
de equilibrio.

La dimensión psico-socio-afectiva se define como la capacidad de


interactuar en el mundo de los demás en forma equilibrada, espontánea y natural,
respetando las diferencias individuales y los sentimientos de las personas. Se
refiere a una dimensión colectiva de la expresión folklórica en la cual hay
encuentro con el otro.

El proceso de enseñanza-aprendizaje del folklore que se propone analizar


está basado en un enfoque psicomotor. Sin embargo, dadas las características
definidas en las tres dimensiones que abarca la acción educativa de las
manifestaciones folklóricas, se intenta crear una estrategia metodológica que
toma como fundamento la psicomotricidad y utiliza como un medio la expresión
corporal.

2. Expresión corporal (enfoque psicomotor)

La expresión corporal es una disciplina que contribuye a la formación y


desarrollo personal del individuo, con características propias, que se diversifica en
sus objetivos, según el área en que se desarrolle.

En el ámbito pedagógico y educacional, la expresión corporal es un método


que valora el cuerpo y el movimiento como instrumento principal, a través de la
conducta espontánea y natural del niño.

Los contenidos de la expresión corporal permiten al niño aprender la


expresión de sí mismo y la comunicación con los demás, desarrollando
continuamente su capacidad creativa en búsqueda de un lenguaje gestual propio.
Este lenguaje corporal se enriquece por medio de un proceso de aprendizaje que,
precisamente, abarca la educación psicomotriz en los siguientes aspectos:

a. Desarrollo de las percepciones y sensaciones (factores perceptivos


motores)
Toma de conciencia y desarrollo del esquema corporal y por consiguiente
de la imagen corporal. Tiene relación con el conocimiento de su propio cuerpo y la
imagen mental que se tiene de sí mismo Se construye por medio de la
Sensopercepción de informaciones internas y externas.

b. Desarrollo y estructuración del espacio y del tiempo

Es la toma de conciencia del espacio y del tiempo en que se desenvuelve


la acción.

Las actividades que involucran movimiento, obligatoria mene, se


desarrollan en el tiempo. Espacio y tiempo son dependientes recíprocamente.

c. Desarrollo de la coordinación y del equilibrio.

La coordinación se manifiesta como la interacción conjunta de los sistemas


nervioso, muscular y sensorial, teniendo como resultado acciones armónicas y
eficaces, ya sea en reposo o en movimiento.

También entran en acción los mecanismos de ajuste corporal postural y del


equilibrio estático y dinámico que se construyen desde muy tempranas edades,
incluso desde la vida intrauterina.

d. Desarrollo del movimiento expresivo en las dimensiones motriz-expresiva y


creadora, en las cuales el cuerpo crea y da vida a formas nuevas, originales, a
partir de un espacio rítmico, un espacio propio y un espacio compartido.

e. Desarrollo de los factores de ejecución o cualidades físicas.

Comprende el desarrollo de cualidades tales como la flexibilidad, la fuerza,


la resistencia, la velocidad y la agilidad.

Son objeto de entrenamiento consciente con el fin de proporcionar al


individuo un dominio corporal y una condición física que apunte a la salud, no al
rendimiento atlético-deportivo.

La expresión corporal, en su metodología, está integrada al concepto de


danza, como una respuesta corporal a determinadas motivaciones, ahondando en
la dimensión expresiva y simbólica del movimiento a partir de tres ejes
fundamentales, dentro de los cuales se insertan los aspectos del desarrollo
mencionados, para ser tratados en unidades de aprendizaje. Estos ejes son:

- Técnica
- Relajación
- Creatividad.

Pierre Vayer se refiere a las etapas de la actividad educativa, explicando


que, a pesar que la evolución del niño no se produce de una manera
absolutamente regular, sino que a veces con interrupciones, retrocesos o saltos
en las progresiones, se pueden definir como exploración - conocimiento y
representación. Estas tres etapas se relacionan estrechamente con los tres ejes
de la expresión corporal y sus contenidos que, según Patricia Stokoe, son
momentos que deben seguir un orden lógico y progresivo. Estos momentos los
define como sigue:
- Investigación exploración y descubrimiento

- Expresión elaboración del conocimiento

- Creación elaboración del conocimiento controlando y


coordinando acciones

- Comunicación realiza la acción creativa con una intención clara


y definida.

Los tres ejes de trabajo de la expresión corporal deben tener en cuenta las
etapas de la acción educativa.

Realizando una transferencia de estos conceptos hacia el folklore, queda


claramente expuesto que el proceso de enseñanza-aprendizaje específico de las
manifestaciones folklóricos, tales como rimas, cuentos, juegos tradicionales,
danzas de raíz folklórica y tradicionales puede ser realizado con un enfoque
psicomotor a partir de métodos y contenidos de la expresión corporal. El folklore
en sí es una forma de expresión corporal y de comunicación.

Sin embargo, ¿Que entendemos por folklore? ¿Cuál es el significado del


folklore educativo?

Desde el punto de vista etimológico, el vocablo folklore es de origen sajón y


fue creado en Londres, Inglaterra, en el año 1846. El creador de este vocablo fue
Williams Thoms, quien realizara publicaciones del tema en la revista The
Atheneum. Este autor quiso agrupar en una sola palabra diferentes disciplinas que
formaban una nueva ciencia (literatura, arqueología, historia) como también
investigaciones sobre antiguas leyendas, cuentos y romances. En el año 1984, la
Real Academia Española castellanizó el término folklore, creando el vocablo
folclor, que significa folk=pueblo y lore=saber (lo que el pueblo sabe).

Según Bruno Jacovella, folklore es “la ciencia de la cultura tradicional del


pueblo entero dentro de la sociedad civilizada, concibiendo a ésta dividida en dos
sectores: la sociedad instruida o culta y el pueblo propiamente tal”

Se han realizado innumerables investigaciones y publicaciones sobre


folklore chileno y aún no es posible comprobar su origen exacto. Oreste Plath en
su libro “Folklor chileno”, explica que existen aspectos que se dicen y repiten en
Chile, que son comunes a toda América. Hay manifestaciones que estando
enraizadas en el país, se presentan más allá de nuestras fronteras. Esto sucede
también con las danzas tradicionales. “El pueblo chileno es un complejo mosaico
en que se han incorporado, sobre una base indígena araucana, con menor o
mayor fuerza, rasgos de la tradición indígena quechua y de la cultura hispánica”.

“El folklore como ciencia histórica, estudia la comparación o identificación


de supervivencia, antiguas creencias, costumbres y tradiciones no escritas del
pueblo, tal como aparecen en la imaginación popular, en las costumbres, en la
magia y en los ritos” (G.Gomme).

Considerando estas definiciones y las dimensiones educativas del folklore


anteriormente descritas (simbólico-expresiva, rítmico-motriz y psico-socio-afectiva)
intentaremos definir esta disciplina en el campo pedagógico como: una
manifestación de la cultura de un pueblo, que tiene características
interdisciplinarias, las que contribuyen a estimular el desarrollo personal del niño,
en todas sus dimensiones, asegurándole una identidad y sentido de pertenencia y
de relación con su entorno.

Cabe destacar además la preocupación por parte de diversos países, por


rescatar y salvaguardar el folklore; debates que desde el año 1973 se canalizaron
por la UNESCO, sobre la definición, identificación, conservación, difusión,
utilización y cooperación internacional respecto del folklore.

Como representante de Chile ante la UNESCO, en estos debates, el


profesor investigador Manuel Dannemann, en el marco del II Congreso Chileno de
Estudiosos del Folklore, en la publicación “Sección Folklore, Sociedad Chilena de
Historia y Geografía (1991), hace referencia a algunos fragmentos de la
documentación de la UNESCO sobre folklore (1 de abril 1988), de entre los cuales
hemos seleccionado los que nos parecen importantes con relación a nuestro
propósito pedagógico.

De:

“Objeto y Alcance de la Recomendación”

N° 17 “Las expresiones del folklore revelan un aspecto cultural de una civilización


o comunidad de seres humanos. Con la emancipación de un grupo o pueblo que
se desarrolla de acuerdo con normas y arquetipos propios a través de los cuales
se perciben y manifiestan las actitudes y las reacciones de sus miembros de cara
al medio natural. Dichas preocupaciones cotidianas esenciales y vitales de un
pueblo. Son el medio de identificación gracias al cual cada uno se reconoce y
justifica su pertenencia. Sin la cultura de la comunidad de que procede, el hombre
es bien poca cosa”.

N° 29 “La definición de folklore propuesta en el proyecto de recomendación hace


hincapié en la identidad cultural y social y acentúa la naturaleza y el contenido del
folklore. Las expresiones materiales de la cultura se perciben esencialmente, no
como objetos, sino como ideas y procesos.

Habida cuenta de que, tanto a nivel nacional como internacional ya hay


mecanismos de protección del patrimonio cultural material, la salvaguardia del
folklore exige que se haga hincapié en el patrimonio no material”.

El propósito pedagógico de nuestra propuesta concuerda además, con las


palabras del profesor Juan Estanislao Pérez (acerca de la aplicación de la
sociocultura tradicional en la educación del niño, II° Congreso chileno de estudios
del folklore, 1989), que se refieren a la consideración de particularidades y
especificidades del entorno físico-socio ambiental en que vive el niño, que se
deben tener en cuenta al elaborar y desarrollar un programa educativo. Por
diversas razones, dice J.E. Pérez, los niños se encuentran inmersos en un mundo
estandarizado que busca estereotiparlos con modelos y contenidos ajenos a su
realidad, por lo tanto se hace absolutamente necesario reafirmarlos en su
identidad.
“La cultura folklórica, que es la realidad más valiosa del entorno, es un
sistema valórico, cognitivo y productivo que patentiza y singulariza a un grupo
humano determinado que lo crea, y organiza sus modelos y contenidos
usufructuándolos y reelaborándolos permanente y dinámicamente, a partir de un
proceso selectivo de sus vitales experiencias comunitarias”

Volviendo a nuestro interés por la aplicación del folklore en el campo


pedagógico, debemos recordar que en cualquier acción o proceso educativo no se
deben perder de vista los objetivos planteados y que se requieren alcanzar a
través de las diferentes situaciones. El educador debe dejar siempre la posibilidad
al niño de vivir plenamente las diferentes experiencias, puesto que la vivencia
personal vale mucho más que la demostración. La educación apela tanto a la
afectividad del niño como a la experimentación personal y esto lo llevará al logro
de una inteligencia flexible y múltiple (inteligencia que puede ser estimulada en
ámbitos diferentes a través del folklore, ya sea lingüistico, musical, cinestésico,
intrapersonal, interpersonal). “El profesor debe diseñar actividades de aprendizaje
tomando en cuenta los estilos de aprendizaje y la diversidad de talentos o
inteligencias de los alumnos”.
Otro aspecto que no debe perderse de vista, es el nivel de madurez de los
niños, sus motivaciones y necesidades. Según Ajuriaguerra, el desarrollo
psicomotor depende de dos factores. Primero, el de la forma de maduración
motriz en el sentido neurológico y segundo, en la forma de desarrollarse en los
distintos ámbitos.,

- rítmico
- constructivo-espacial (sensorio-motricidad)
- conocimiento perceptivo
- elaboración de conocimiento
- estructura corporal.

La madurez se desarrolla progresivamente en los ámbitos psíquicos,


sociales, anatómicos y fisiológicos, en la medida en que se proporcione al niño las
condiciones necesarias en cuanto a nutrición, afectividad y estimulación. En este
proceso de maduración, por lo tanto, interactúan factores internos y externos. Se
dice que ciertos factores establecidos por investigaciones, influyen muy
directamente en el grado de madurez de los niños. Estos factores son: la edad, el
factor intelectual, el sexo, la salud y la estimulación ambiental.

Es por esta razón que los contenidos y actividades seleccionados para un


programa de aprendizaje de folklore, deben adecuarse a los factores antes
enunciados, en relación con la madurez. Existen, por ejemplo, danzas
tradicionales de pareja, de carácter amoroso, que por su naturaleza y
características son inapropiadas para enseñar a niños pequeños.

La incidencia de una educación psicomotriz bien planeada, para el nivel de


desarrollo en los diferentes planos mencionados es de vital importancia, puesto
que tendrá influencia como factor general de educación en cada uno de los demás
aprendizajes escolares.

MODELO PSICOMOTOR PEDAGOGICO

Asociación de ideas DIMENSION


comprensión COGNITIVO

INTELECTUAL conocimiento de los objetos


DIMENSIÓN

PSICOMOTRIZ
percepción

memoria factores
ejecución coordinación DIMENSIÓN
AFECTIVO
SOCIAL
Conocimiento de si mismo y
los demás

orden lógico
atención

El modelo psicomotor pedagógico toma al niño como un ser total. Es un


modelo dinámico en el cual interactúan constantemente las diferentes
dimensiones de la conducta mental y corporal del niño.

En el siguiente esquema, se visualiza en forma ordenada y sintética, para


efectos de una mayor comprensión, los diferentes factores psicomotores, las
conductas y los contenidos que debieran tomarse en consideración al proponer un
programa de expresión corporal y folklore en la educación pre-escolar y básica.
Estos contenidos deben apuntar hacia el logro de un óptimo desarrollo motor y
cognitivo intelectual del niño, siempre enmarcado en un ambiente sico-social
afectivo propicio para favorecer el aprendizaje, el desarrollo personal y el
conocimiento de sí mismo y la relación con los demás.

Según la concepción de psicomotricidad de Bernard Acoutourier, el


aprendizaje se produce cuando hay acción e interacción. La interacción con otros
permite en la persona cambios conductuales significativos. La actitud del otro
hacia uno mismo ayuda a formar la imagen de uno mismo, de nuestra identidad.

Según Acoutourier, la educación psicomotriz consiste en un conjunto de


estrategias, técnicas y actividades tendientes a construir las condiciones
necesarias para el desarrollo madurativo del niño, con énfasis en la preservación
de la salud mental y física. El niño se manifiesta a través de la motricidad (acción)
expresando sus afectos, sus vínculos, su historia, su ser corporal y mental. Por
medio de las diferentes propuestas de trabajo práctico con el niño, el educador
facilitará tanto la expresividad motriz de él, como los diferentes aprendizajes que
le ayudarán a lo largo de su vida, a relacionarse, a comunicarse, y a desarrollarse
en todas sus dimensiones.

Modelo esquemático de factores psicomotores, conductas y contenidos


aplicados a la expresión corporal y al folklore.

CONTENIDOS DE
EXPRESIÓN
FACTORES CORPORAL Y
PSICOMOTORES CONDUCTAS FOLKLORE
(organizadores y
facilitadores de la
psicomotricidad)
Area perceptiva motora A través del movimiento - conciencia corporal
el niño construye - conocimiento del propio
mentalmente el cuerpo y sus
conocimiento del movimientos
esquema corporal, el - lateralización y
espacio y el tiempo. autocontrol
- ajuste postural y
dimensión cognitiva respiración
- tensión y relajación
sensorio-motriz-esquema percibir - juegos de espejo
corporal - juegos de interacción
construir con otros
estructuración espacial - trayectorias y
organizar direcciones (danzas)
- apreciación de
estructuración temporal estructurar distancias y
orientaciones
- niveles y planos del
movimiento
- relación con los
objetos y los demás
(bailes grupales, en
parejas, con objetos,
etc.)
- estructuras rítmicas,
canciones y retahilas,
representación en
movimiento
- noción de rápido, lento,
acelerar, retardar
- nociones de orden,
antes y después

Area coordinación - ejercicios de


locomoción, variantes
Dimensión motriz con ritmos y
desplazamientos
coordinación general vivenciar diferentes del caminar,
correr, salticar.
coordinación específica desarrollar globalmente - danzas individuales, en
parejas y grupales
equilibrio desarrollar - juego del espejo y la
específicamente sombra
disociación de - juegos con pequeños
movimiento fijar y automatizar instrumentos musicales
- juegos de detenciones,
relajación controlar y dominar posiciones y actitudes
- danzas lúdicas con
botella y otros objetos,
danzas con pañuelos
- juego corporal de las
estatuas de arcilla
(juegos de posiciones y
actitudes, juegos de
imitación)
- canciones y retahilas
con pequeños
instrumentos y
movimientos
- descontracción a nivel
muscular
- conciencia corporal en
estado de reposo,
aprender a escuchar la
música, el silencio, los
sonidos, las voces, la
respiración del propio
cuerpo
CONTENIDOS DE
FACTORES EXPRESION
PSICOMOTORES CONDUCTAS CORPORAL Y
FOLKLORE
(organizadores y
facilitadores de la
psicomotricidad
Desarrollo de las - ejercicios que
cualidades físicas y de favorecen la tonicidad
habilidades motoras muscular
Area factores de - locomoción y sus
ejecución variantes
Vivenciar - cambios de intensidad
y de velocidad en las
Dimensión motriz Desarrollar diferentes actividades

Eficiencia motriz Acrecentar (danzas lúdicas y


expresión del
Velocidad Mantener en el tiempo movimiento)
- actividades de
Agilidad expresión de movimiento
que movilicen los
Resistencia diferentes segmentos
corporales
Flexibilidad - desarrollo corporal
armónico a través de
fuerza fortalecimiento de zonas
o grupos musculares
más débiles
- movilidad general de
articulaciones
Dimensión afectiva “Esta dimensión debe
estar siempre presente,
dado su carácter
integrativo, ya que actúa
como la motivación que
estimula el
funcionamiento de las
estructuras cognitivas,
lingüísticas y motrices.

La clase de folklore debe ser planeada y desarrollada, siguiendo los pasos


de toda sesión que implica movimiento. En términos generales, debe haber una
etapa de motivación y de preparación sicológica y corporal, una etapa para
trabajar el tema principal y una etapa final, de vuelta a la calma, de relajación, o
bien de conversación y reflexión. Es interesante destacar que los niños, aún los
más pequeños, siempre están dispuestos al diálogo con el profesor y sus
compañeros: están abiertos al análisis y la reflexión. Hacen preguntas y buscan
respuestas. Son extremadamente sensibles y receptivos cuando la actividad ha
logrado entusiasmarlos, creando además lazos afectivos con las personas que
han interactuado

Ejes de trabajo para los contenidos de folklore y expresión corporal.


Retomando el concepto de expresión corporal asociado al de danza, para
abordar la clase práctica de folklore teniendo al movimiento expresivo como punto
de partida y al cuerpo como instrumento, recordemos que se establecen tres ejes
principales de trabajo.

Estos son, la técnica, la creatividad y la relajación. Estos ejes estarán


presentes en todo el proceso de enseñanza aprendizaje en un programa de
folklore educativo, basándose fundamentalmente en tres etapas de la expresión
corporal, que se relacionan igualmente con el modelo psicomotor pedagógico. La
primera etapa comprende la toma de conciencia del cuerpo, sensibilizándolo
progresivamente y aprendiendo a utilizarlo en las dimensiones motriz, expresiva y
creadora. La segunda etapa pretende acercarse a un mayor dominio del cuerpo
conociendo en profundidad sus posibilidades de movimiento a través de un
entrenamiento consciente. Por último, la tercera etapa corresponde a la
integración del dominio corporal con el dominio del espacio, el tiempo y la energía.

a. La técnica.

Constituye la base que permite la preparación del cuerpo para adquirir una
condición física acorde con la actividad, realizando movimientos eficaces y
atendiendo a la economía del esfuerzo, con el fin de obtener un gesto armónico y
libre de tensiones innecesarias. La técnica supone además la preparación del
cuerpo-instrumento expresivo en el aprendizaje correcto de pasos, gestos y
actitudes correspondientes a las características de las diferentes danzas. Este
entrenamiento corporal se basa por una parte, en ejercicios rítmicos, ejercicios de
locomoción, ejercicio de equilibrio, de fuerza y de flexibilidad, así como de
disociación segmentaria. También se aborda el aspecto técnico a través de
ejercicios de percepción, búsqueda de sensaciones del cuerpo en movimiento, del
uso del espacio y conocimiento de todas las nociones y elementos espaciales, del
uso del tiempo, en cambios de velocidades y ritmos y de la energía. La energía es
la calidad dinámica con que se ejecutan los diferentes movimientos, dándole una
característica expresiva específica (suave, fuerte, liviano, pesado, central o
periférico) cómo puede ser diferente la calidad de movimiento en una danza de
origen chilote, que de una mazurca por ejemplo. La calidad implica incluso una
actitud corporal diferente.

Este trabajo técnico se realiza frecuentemente alternando la forma global y


analítica, pero siempre enfatizando en las situaciones vivenciales a través del
juego corporal.

b. La creatividad.

Técnica y creatividad se complementan y se trabajan en forma asociada,


puesto que en cada actividad se propone una búsqueda de lenguaje gestual
propio, respetando las individualidades. Toda persona es expresiva y es creativa
en algún área de su desarrollo. A través del movimiento se estimula y favorece el
logro de la imaginación creadora en forma significativa, ya que la persona actúa
como una totalidad psicofísica y se ve enfrentada a buscar nuevas soluciones y
respuestas a tareas que se le solicitan entregándose completamente en la
actividad si los estímulos son adecuados. (Ambiente propicio, música apropiada,
objetos tales como pañuelos de colores, pequeños instrumentos musicales de
sonidos diferentes, etc.).
El docente creará situaciones para que el niño sea capaz de inventar, de
jugar, de imaginar nuevas situaciones, de expresarse a sí mismo más allá de la
imitación o aprendizaje de un baile en particular.

c. La relajación

La relación interactúa constantemente entre los dos ejes anteriores, como


forma de equilibrar la intensidad de trabajo en una clase. A través de la relajación
se logra un estado de calma y des contracción que evita la fatiga y también los
estados de ansiedad. La relajación proporciona al individuo una herramienta para
lograr un estado de recogimiento y de disponibilidad. Permite que el niño aprenda
a concentrarse en sí mismo en silencio, sensibilizando su cuerpo y mente para
una actividad posterior, como por ejemplo una improvisación. El niño puede
escuchar un cuento, una música con determinadas características, analizar una
situación, y luego inventar con el movimiento. La relajación en expresión corporal
se sitúa principalmente a nivel neuro-muscular y respiratorio (y no en el plano
psicológico y del inconsciente como en actividades de tipo terapéuticas, aplicadas
por especialistas).

Bibliografía:

Dannemann Manuel “Enciclopedia del Folklore Chileno” Editorial


Universitaria, Santiago - Chile 1998.

Ballet Folklórico Nacional de Chile “La Cueca Danza Nacional de Chile” Div.
De Cultura Mineduc. Santiago Chile 1995.

Rodríguez G. Jorge “El Folklore Musical en la Escuela “Eds. Nueva Música


Stgo.Chile 2000.

Oreste Plath “Folklore Chileno “Editorial Grijalbo. Stgo .Chile 1994.

Loyola Margot “Bailes de Tierra en Chile “Edit. Universitaria de Valparaíso


Valparaíso 1980.

Ferreira Urzúa, M., & Ferreira Sepúlveda, M. Tradiciones para el futuro.

Rivera A. Patricio y Patricia González “Apunte Folklore de Chile “U .C. R. S.


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