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UNA INTRINCADA HISTORIA

La historia y proyección de los servicios financieros a partir de la perspectiva de la


nacionalización de la banca hace cuarenta años

Atilio Peralta Merino

Al concluir el periodo gubernamental de don Manuel González, Porfirio Díaz Mori volvió a
ser elegido Presidente por segunda ocasión. El Banco Francoegipcio participó de manera
franca y decidida en el financiamiento a la campaña del general Díaz para la obtención de
un segundo mandato.

El año de 1884 se reformó la Constitución en sus artículos 72 fracción X y 101 fracción I,


equivalentes a nuestros actuales 83 y 104.

La legislación mercantil, sujeta a ser expedida por las legislaturas con sujeción a bases
generales emitidas por el Congreso general, pasó a ser competencia exclusiva de la
Federación, estableciéndose la jurisdicción coincidente de los tribunales
locales y federales para conocer de los litigios en la materia a elección del actor.

La Reforma propició la primera codificación mercantil de raigambre liberal, dejando atrás


la legislación conservadora de 1854 que había corrido por cuenta de don Teodosio Lares.

En consonancia con los criterios políticos imperantes, la legislación federal en materia


mercantil de 1884, creaba en la práctica un monopolio a favor del Banco Francoegipcio,
proscribiendo a la primera de las instituciones de crédito operante en territorio nacional:
el Banco de Londres, México y Sudamérica que se había establecido de la mano del trono
imperial de Maximiliano de Austria en 1864.

El Banco de Londres y México impugnó en los tribunales la disposición en cuestión, y tras


acres negociaciones logró permanecer entre nosotros aceptando la condición de trasladar
la sede de su administración de la capital británica al territorio nacional.

Las prerrogativas del banco allegado al nuevamente presidente Díaz no habrían de ser
menores a grado tal que cambiaría su denominación adquiriendo un sello que lo relacionará
de manera indubitable, nada más y nada menos que el de Banco Nacional de México;
institución cuyas aristas históricas, políticas y financieras van mucho más allá de la
liquidación en bolsa que de su composición accionaria, vía la Bolsa Mexicana de
Valores en 2001, con el deliberado propósito de no causar la carga tributaria conducente.
Parte II

Los decretos presidenciales del 1 y 6 de septiembre de 1982, por medio de los cuales
se decretaba la expropiación de las acciones, las instituciones y los activos de
las sociedades mercantiles dedicadas a la intermediación crediticia; fijaron como
excepción expresa a la Banca de Desarrollo, la Banca Mixta en la que encuadraba SOMEX y
el Citibank.

Respecto de la última de las excepciones referidas, se argumentó en la época que contaba


tan sólo con una oficina de representación, que al efecto se ubicaba en el Paseo de la
Reforma de la Ciudad de México, pero que en realidad no prestaba servicio alguno
de intermediación financiera en territorio nacional; la conseja argüía por su parte, que la
referida institución había financiado setenta años atrás el movimiento carrancista, a la
postre vencedor en el conflicto civil que vivió la nación a principios del siglo XX.

La primera ley bancaria del país, promovida en el año de 1897 por José Ives
Limantour adoptó el modelo de banca anglosajona en el que la intermediación
de servicios financieros se presta por instituciones especializadas ya sea en operaciones de
depósito, hipotecarias, fiduciaria o de inversión.

En 1970 se crearon los grupos financieros conformados por sociedades tenedoras de


acciones de las instituciones financieras especializadas. Se consideraba como el inicio
al sistema financiero trasalpino de banca múltiple, transición que se consolidaría,
precisamente a raíz de la nacionalización bancaria.

Una vez reprivatizada la banca de 1990 se iniciaría a su vez el tránsito de la “banca


múltiple” a la “universal” en la que una sola institución habría de tener a su cargo no sólo
todos los servicios bancarios, sino todos los servicios financieros e incluso los bursátiles.

Durante las negociaciones del capítulo financiero en el Tratado de Libre Comercio para
América del Norte de 1994 se discutió la posibilidad de adoptar la regla del “trato
nacional”, en su lugar se estableció el referente al “trato recíproco”.

Las instituciones norteamericanas en México serían autorizadas como instituciones de


banca múltiple, en tanto que las instituciones mexicanas en los Estados Unidos operarían
como banca especializada en los términos de la regulación conocida como “Glass-Steagall”.

Tras el quebranto financiero nacional bautizado con el sugerente mote de “efecto tequila”,
la quebrada banca nacional fue primero rescatada por el tesoro nacional y posteriormente
rematada a la banca extranjera sobrepasando de todo a todo el límite de 35% de inversión
extranjera en su respectiva composición accionaria que al efecto se había estatuido en el
Tratado de libre Comercio.
Citibank se adueñaría del Banco Nacional de México operando como banca múltiple por
las mismas fechas en que la regulación bancaria expedida por Roosevelt fuera sustituida
por la “Ley Gramm-Leach-Billey”.

El clásico sistema anglosajón descansaba sobre dos pilares: las instituciones


especializadas, y la prohibición a las mismas de integrarse en la composición accionaria del
aparato productivo; en contrapartida, la banca trasalpina se caracteriza por su amplitud de
servicios, pero debidamente vinculado a las asambleas de accionistas de las grandes plantas
industriales, lo anterior a efecto de impedir el socavamiento de éstas mediante la
especulación derivada de un eventual exceso de liquidez.

La más atroz de las combinaciones que pudieran ser imaginadas permitió a


la institución que financió al carrancismo romper la regulación establecida por Roosevelt
sirviéndose de su estación en México.

Entre tanto, la proliferación durante la derruida política hipotecaria de las


administraciones panistas de las denominadas “sociedades financieras de objeto
limitado” ponían en jaque los supuestos beneficios de la denominada “banca
universal”, hoy sepultados por completo ante el anuncio de Citibank de poner a la
venta BANAMEX para especializarse en la banca de inversión y fiduciaria.

Parte III

La devaluación del peso mexicano del 21 de diciembre de 1994 resultó devastadora para
las instituciones de crédito que en el proceso de reprivatización habían sido colocadas a
sobreprecio al decir de Manuel Espinosa Yglesias.

El Fobaproa resultó ser un instrumento ineficiente para afrontar la crisis sistémica de


las instituciones de crédito, lo cual, dicho sea de paso, tampoco resultaba sorprendente
dado que uno de los redactores de la ley bancaria, Francisco Borja Martínez, habría escrito
en 1991 lo siguiente:

“…el mecanismo descrito (Fobaproa) puede considerase como idóneo para abordar
problemas individuales de liquidez o insolvencia de instituciones en forma aislada, pero no
para resolver situaciones de liquidez generalizadas del sistema bancario, que sólo pueden
ser atendidas por el banco central en su carácter de prestamista de última instancia.”

Ante el derrumbe de la banca mexicana, quedaba la asignación de préstamos por parte


del Banco de México tal y como lo señalara en su oportunidad Francisco Borja, o bien; tal y
como en efecto se llevaría a cabo en la ocasión, se optaría por destinar recursos
federales del gasto público no programable a un fideicomiso privado, como lo era el
consabido Fobaproa, lo que a todas luces constituía una conducta delictiva”.
Resulta digno de aclararse que los fideicomitentes eran en exclusiva las
instituciones privadas de crédito, sin que jamás la Secretaría de Hacienda en su calidad y
condición de fideicomitente único de gobierno federal hubiese participado en su
conformación.

Banamex, readquirido por la misma familia que había estado al frente de la institución
desde 1884, al afrontar el quebranto hizo la entrega de su capital accionario al fideicomiso
que terminó rematándolo a su vez.

La negativa de Agustín Legorreta a escuchar la advertencia de Espinosa Yglesias le obligaría


a trasladar la antigua corporación familiar a manos de Roberto Hernández; por lo demás,
en mayo del 2001, Citibank adquiriría el paquete accionario del Banco Nacional de
México que le convertiría en su filiar. Adquisición llevada a cabo por medio de una
operación de oferta pública en el piso de remates, por lo que, en los términos de
las disposiciones fiscales en vigor en el momento, no causaría crédito alguno a favor del
fisco federal.

El Departamento del Tesoro, la Reserva Federal y el fondo de garantía de los depósitos de


los Estados Unidos anunciaban a fines de noviembre del 2008 que invertirían 20 mil
millones de dólares en acciones preferentes de Citibank.

El capítulo 14 del Tratado de Libre Comercio de 1994, concerniente a “Servicios


Financieros” establece al efecto: “En ninguna de las instituciones y organizaciones
auxiliares de crédito de permitirá una inversión directa o indirecta de gobiernos extranjeros
o empresas de dichos gobiernos.”

Joseph Story a la sazón “Justice” de la Corte Suprema de Justicia había escrito en 1840 su
obra fundamental Comentarios a la Constitución Federal de los Estados Unidos, en la que al
efecto señala:

“…un Estado es parte en el proceso en el sentido constitucional, cuando es por la citación


demandante o demandado; no bastaría que tuviese interés indirecto en una causa
pendiente entre otras partes.”

Estas reglas se aplican en consecuencia, al caso en que un Estado tiene interés en


una corporación; por ejemplo, si el Estado es accionista de un Banco, la corporación puede
ser perseguida por el Estado no, porque este último haciéndose accionista no se identifica
con la corporación”.

La casi bicentenaria disquisición de Story resulta por demás interesante por diversas
consideraciones. Por principio de cuentas, resulta digno de destacarse que el Presidente de
la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos en 1840 no le causase consternación
alguna que una entidad gubernamental participase de la actividad mercantil por excelencia
como es la banca.
Por lo demás, atendiendo al principio reza que “donde hay la misma razón, hay el
mismo Derecho”, lo argumentado por el magistrado es plenamente aplicable al caso en el
que el accionista del Banco en cuestión son los Estados Unidos como estado nacional y no
sería solamente válido con respecto a los estados federados de la Unión; no obstante lo
estipulado en la Tratado de 1994 establece la prohibición en cuestión respecto de cualquier
“ inversión directa o indirecta de gobiernos extranjeros o empresas de dichos gobiernos”.

Habremos de lidiar en los días que corren con los cabos sueltos de una intrincada historia,
dadas las noticias que son del conocimiento de la opinión pública general.

Parte IV

Los decretos del 1 y 6 de septiembre de 1982 por medio de los cuales se expropiaban
acciones, instituciones y activos de la banca privada, dejó fuera de la medida a las
organizaciones auxiliares de crédito que se regulaban en la misma ley que aquella, y que
databa del año de 1941.

A partir de ello, uniones de crédito, almacenes generales de depósito, compañías de


factoraje y casas de cambio, se conjuntarían en grupos financieros junto a operadores
bursátiles y compañías de seguros y fianzas configurando un fenómeno que fuera
conocido en la época con el sugestivo nombre de “banca paralela”.

Las uniones de crédito proliferaron hasta constituir una enorme burbuja cuyo primer
escollo sería el quebrando de la “Unión de Crédito Havre” íntimamente ligada a la
reestructuración del servicio de transporte de pasajeros durante la gestión del
finado Manuel Camacho Solís al frente del entonces Departamento del Distrito Federal.

El caso más estruendoso en la etapa de bajamar en tal burbuja, habría sido acaso el de
la “Unión de Crédito al Comercio de Puebla”, tras el fracaso en el intento de transformarse
en una auténtica institución de crédito, arrastrando en su quebranto a numerosos
ahorradores pequeños, medianos e incluso alguno que otro grande.

Los lejanos años setenta en los que el maestro Ignacio Soto Sobreyra era conocido con el
mote de “el apóstol de las uniones”, cuando solía expresar que estas podían ser contadas
con los dedos de una mano, quedaba atrás irremisiblemente; lo anterior, pese a que
empezaban a competir con “las cajas de ahorro”, agentes financieros de nueva acuñación
en la época.

Entre las tasas negativas de la banca japonesa tras el terremoto de Kobe, el desplome
del índice Nikkei y la célebre quiebra del ING Barings, compañía que terminaría siendo
adquirida por una libra; habría de empalmarse con los recursos procedentes de actividades
ilícitas.
La denominada banca paralela serviría en la ocasión de canal a un generando exceso de
liquidez que concluiría con episodios tal lamentables como el de la “Caja de Ahorro
Morelia-Valladolid” e, incluso, ya en el siglo que corre, en el que al efecto tuvieran en
suerte representar los hermanos Tiro Moranchel en la inmobiliaria SITMA.

Las memorables reflexiones de Nassim Taleb en su libro El Cisne Negro, diseccionan a


cabalidad las implicaciones del desplome de los índices bursátiles acaecido en todas las
plazas financieras del orbe el martes 19 de octubre de 1987.

El 14 de febrero de 1989, Eduardo Legorreta fue detenido, acusado de haber realizado


operaciones en contravención a lo dispuesto en la Ley del Mercado de Valores, y de haber
defraudado al público con motivo del Crack acaecido dos años antes.

Las instituciones bancarias compradas a sobreprecio en el proceso de privatización por


parte mayoritariamente de las “casabolseros” u “operadores de la banca paralela”,
sirvieron, no obstante, como fuente de jugosos negocios al establecerse de manera
sistémica el auto otorgamiento de créditos en perjuicio de los cuentahabientes como se
dio en el caso de Lankenau, y ya no se diga en el emblemático de Banca Unión , en el que
el piadoso Carlos Cabal Peniche se auxiliaba espiritualmente del padre Chevalier, su
confesor, lector de tarot privado e integrante de la logia italiana “Propaganda Due”.

Banamex, por su parte, fue la única institución de crédito que tras la privatización fue
adquirida por la misma familia que detentaba su control antes de la expropiación, uno de
sus integrantes, Eduardo, habría sido detenido con antelación como ya ha sido relatado.

Dado el desplome financiero que traería consigo el denominado “efecto tequila”, la familia
Legorreta vendió sus acciones a Roberto Hernández, quién finalmente, enajenó sus
acciones a favor de Citigruop por medio de la Bolsa Mexicana de Valores con lo que dicha
operación quedó en la ocasión exenta de toda contribución ante el fisco federal.

Parte V

El Decreto del 6 de septiembre de 1982 expedido por la Presidencia establecía que las
instituciones de crédito nacionalizadas se estructurarían como organismos públicos
descentralizados.

La reforma constitucional de 1983 denominada como “Apartado económico y sus


disposiciones reglamentarias”, determinó que las áreas estratégicas del Estado
contempladas en el párrafo cuarto del artículo 28 correrían a cargo de dicha clase
de organismos, estableciéndose por su parte la exclusividad del Estado en la prestación de
servicio público de banca y crédito, no en dicho párrafo sino en el quinto del señalado
numeral.
La Ley del Servicio Público de Banca y Crédito del 14 de marzo de 1985 estructuró a las
instituciones como una especie de empresas de participación estatal mayoritaria, las
mismas que no quedarían estatuidas como sociedades anónimas con tenencia mayoritaria
de capital accionaria en manos del Estado, sino mediante una figura nueva denominada
“sociedades nacionales de crédito (SNC)”.

Adquiriendo el título correspondiente a la acción de una sociedad y denominado al efecto


“certificado de aportación patrimonial”, los particulares podían adquirir un porcentaje
equivalente al uno por ciento del capital, sin que fuera válido adquirir de manera individual
una mayor participación, y sin que la tenencia del título en cuestión pudiese dar atribución
alguna a participar en los órganos administrativos de la institución, reduciéndose ésta a la
eventual deliberación en una instancia meramente consultiva.

La Ley de Instituciones de Crédito en vigor desde el 18 de julio de 1990, estableció en su


artículo séptimo transitorio, un plazo de trescientos sesenta días naturales contados a partir
de la vigencia de esta ley, la cual comenzó a correr al día siguiente de la publicación según
el primero de los preceptos del apartado de transitorios, a fin que el Ejecutivo expidiera
los decretos mediante los cuales las sociedades nacionales de crédito fuesen
transformadas en sociedades anónimas.

Tanto la Unidad de Desincorporación de la Secretaría de Hacienda, en aquel momento a


cargo de Jacques Rogozinski, como el Comité de Desincorporación Bancaria establecido
mediante acuerdo presidencial publicado en el Diario Oficial de la Federación el 5 de
septiembre de 1990, parecen haberse dilatado de más en su encomienda.

El Decreto de transformación del Banco Nacional de México en sociedad anónima,


publicado en el Diario Oficial de la Federación el 18 de agosto de 1991 establecía en sus
considerandos que:

“… por Decreto de fecha 14 de julio de 1990, se expidió la Ley de Instituciones de Crédito,


publicada en el Diario Oficial de lo Federación del 18 de julio del mismo año, cuyo objeto es
regular el servicio de banca y crédito, misma que, en su artículo 9o., establece que sólo
gozarán de autorización para operar como instituciones de banca múltiple, las sociedades
anónimas de capital fijo organizadas de conformidad con lo dispuesto en la Ley General de
Sociedades Mercantiles, en todo lo que no esté previsto en la Ley de Instituciones de Crédito,
lo que hace necesaria la transformación de las sociedades nacionales de crédito,
instituciones de banca múltiple, en sociedades anónimas, instituciones de banca múltiple, a
efecto de adecuar su naturaleza jurídica a las actuales disposiciones legales;


Que la Comisión Consultiva de Banco Nacional de México, S.N.C., en reunión celebrada el
día 25 de julio de 1991, emitió opinión favorable respecto de la transformación de la
Institución a Sociedad Anónima, una vez enterada del balance general anual dictaminado
por los comisarios con números al cierre del ejercicio de 1990, de los estados financieros de
enero a junio del presente año, así como de las bases para el canje de certificados de
aportación patrimonial por acciones”

El plazo transcurrido entre el 19 de julio de 1990, y el 18 de agosto de 1991 es mayor al


establecido en el artículo séptimo transitorio de la ley que comprende tan sólo y de manera
imperativa trescientos sesenta días, excediéndose en consecuencia en al menos 23 días.

En consecuencia de lo anteriormente referido, el acta constitutiva de la institución de


crédito denominada Banca Nacional de México S.A., contraviene una disposición de orden
público con todo lo que ello implica conforme a la legislación civil acrisolada
por Napoleón desde que fuera expedido el Código Civil francés en 1804; implicaciones
cuyos efectos de nulidad se trasladan a los actos subsiguientes que incluyen, tanto a los que
llevaron al desplome del valor de sus títulos accionarios, rescatados por medio
del FOBAPROA y rematados a un inversionistas, tanto como a la enajenación que aquel
llevara a cabo a favor de CitiBank por medio de una operación abierta en la Bolsa Mexicana
de Valores que quedó exenta de toda tributación; así como a la actual oferta de la
compañía tenedora de sus acciones de colocar a la venta sus operaciones de banca al
menudeo.

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