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Los conceptos de diastratía y diafasía desde la teoría lingüística y la

sociolingüística variacionista

Miguel Casas Gómez


Luis Escoriza Morera
(Universidad de Cádiz)

0.- Introducción

El presente artículo se inscribe en el marco de una más amplia investigación en


torno a los distintos acercamientos teóricos y metodológicos que en el ámbito de la
variación se han producido tanto desde la lingüística teórica (especialmente en el terreno
de la semántica) como desde la sociolingüística variacionista. Si bien desde hace ya
varios años algunas de las principales líneas de investigación del grupo Semaínein1
giran alrededor del estudio de la variación, tanto desde la teoría semántica en cuanto a la
descripción de las relaciones léxicas, como desde una vertiente sociolingüística en lo
que respecta al estudio del uso de variantes, especialmente de carácter léxico, y, en este
sentido, no son pocos los trabajos ya publicados por distintos investigadores del grupo2,
consideramos necesario, como resultado de muchos de esos estudios previos, una
investigación de carácter global que aúne las conclusiones obtenidas desde ambos
planos, ya que apreciamos diferencias sustanciales en el tratamiento del mismo
fenómeno en disciplinas que, aunque partan de presupuestos teóricos y metodológicos
diferentes, comparten bastantes intereses comunes.
Una revisión de carácter historiográfico demuestra la existencia de una
diferencia fundamental entre la teoría lingüística y la sociolingüística en cuanto a la
consideración del fenómeno de la variación, pues, mientras la primera se ha dedicado de
manera fundamental a discutir teóricamente tanto el propio concepto de variación como
su naturaleza y el estatus lingüístico en el que operan los distintos tipos de variantes
consideradas generalmente hasta ahora (diacrónicas, diatópicas, diastráticas y

1
El grupo consolidado interuniversitario del Plan Andaluz de Investigación denominado “Semaínein”
(código HUM 147) y subvencionado por la Junta de Andalucía está adscrito, desde su fundación en 1994,
al área de Lingüística General del Departamento de Filología de la Universidad de Cádiz, si bien en este
grupo están implicados, bajo la dirección del profesor Miguel Casas Gómez (investigador principal), un
total de catorce investigadores pertenecientes, fundamentalmente, a las Universidades de Cádiz, Alcalá y
Granada (campus de Ceuta).
2
Para esta línea de investigación del grupo, pueden consultarse los siguientes trabajos: M. Casas Gómez
(1993, 1994, 1997a, 1997b, 1999, 2003 y 2006b); Mª T. Díaz Hormigo (2006); I. Penadés Martínez
(2004); L. Escoriza Morera (1999a, 1999b, 1999c, 2001, 2002a, 2002b, 2003, 2004 y 2006); R. Márquez
Fernández (2006), y G. Fernández Smith y L. Escoriza Morera (2004).

1
diafásicas), clasificación ésta que ha necesitado recientemente una revisión y
reestructuración de su tipología (cf. M. Casas Gómez 2003), la sociolingüística, por su
parte, fundamentalmente en su vertiente variacionista, que considera la variación como
su principal objeto de estudio, se ha centrado casi exclusivamente, más allá de
indagaciones de carácter teórico, que resultan escasas en comparación con las vertidas
desde la tradición lingüística, en el estudio y tratamiento, más metodológico y práctico
que teórico, de aquellos factores considerados como parámetros sociales (en cuanto no
puramente lingüísticos) que pudieran repercutir en el uso de variantes, sin llegar a
establecer clasificaciones o diferencias teóricas entre conceptos como los de diatopía,
diastratía o diafasía, que, en la mayoría de los casos, ni siquiera aparecen mencionados
de manera explícita.
Como prueba de lo expuesto, si comparamos el tratamiento y la diversidad de
posturas con respecto a la variación lingüística, observamos que, frente a lo que ocurre
en el terreno de la sociolingüística, en el dominio de la teoría lingüística, no sólo han
interesado algunos acercamientos al hecho tipológico de la variación, con
aproximaciones que cuentan con una larga tradición lingüística, sino que notamos la
existencia de un conjunto de posturas teóricas sobre este tema, las cuales podrían
sintetizarse básicamente en las siguientes: 1) la de aquellos autores que excluyen la
variación del sistema de la lengua, al considerar únicamente el estudio de este último
ámbito en las relaciones lingüísticas; 2) la expresada por quienes tradicionalmente
integran los hechos de variación en el sistema de la lengua, incluidos aquellos factores
asociados a la estilística en su vinculación tradicional con la semántica; 3) la de los que
parten de la distinción entre lengua histórica y lengua funcional y plantean la
posibilidad de concebir los hechos de variación diatópica, diastrática y diafásica como
hechos sistemáticos, al constituir sistemas funcionales distintos (lenguas funcionales) y
tratarlos, además, al mismo nivel, de forma que, desde esta postura, no sólo no se
desestima la variación como parte del sistema, negando que sea algo independiente del
mismo, sino que, por el contrario, se considera la variación como lo propio y
auténticamente sistemático; 4) la representada por aquellos que remodelan el citado
concepto de lengua funcional, separando la variación diatópica (a la que consideran
parte del sistema) de la diastrática y diafásica (pertenecientes a la norma) y proponiendo
ubicar las marcas de estos dos últimos tipos de variación fuera del sistema, aunque sus
unidades se sitúen dentro de éste; 5) la de los que consideran que los hechos de
variación, incluso los rasgos diatópicos, son componentes pragmáticos, y 6) la

2
conformada, por último, por aquellos que defienden la posibilidad, con la aplicación de
pautas y métodos sociolingüísticos, de integrar paulatinamente la variación en el
sistema mediante la utilización de criterios como la frecuencia, la disponibilidad y la
generalidad en el uso.
Frente a ello, en el marco de la sociolingüística variacionista, con respecto al
tratamiento del concepto de variación desde el punto de vista teórico, cabe destacar la
escasez de discusiones en comparación con la atención dedicada al mismo aspecto
desde disciplinas como la semántica. Entre los planteamientos de naturaleza teórica que
sustentan trabajos variacionistas de carácter práctico, podemos mencionar: 1) el de los
autores que hablan de equivalencia lógica entre variantes de expresión y acuden a la
identidad referencial y al mismo valor de verdad para sustentar la existencia de las
mismas; 2) el de aquellos que se basan en la idea de equivalencia pragmática para
otorgar la condición de variantes a elementos que presentan una misma intención
comunicativa y unos mismos condicionamientos pragmáticos en el discurso, y 3) por
último, el expresado por aquellos otros que presentan soluciones intermedias y
distinguen una variación en el sistema, basada en la identidad referencial y semántica (si
bien no se llega casi nunca al nivel de teorización que se alcanza en la propia disciplina
semántica), de una variación en el discurso, sustentada en identidades de tipo
pragmático.
En este trabajo no nos detendremos, por motivos obvios, en el desarrollo y
revisión de todas estas posturas teóricas, sino que en este primer acercamiento a la
interrelación entre teoría lingüística y sociolingüística desde el punto de vista de la
variación, restringiremos nuestro cometido al estudio de las nociones diferenciales de
diastratía y diafasía en ambas disciplinas. En este sentido, trazaremos, en primer lugar,
un bosquejo de la aparición y desarrollo en la teoría lingüística de los conceptos citados
en el marco de la tipología variacionista, haciendo hincapié en algunos de los problemas
surgidos en su delimitación, para, posteriormente, comprobar cómo han sido tratados
los contenidos incluidos en las nociones de diastratía y diafasía en la sociolingüística
variacionista. De esta manera, se pondrá de manifiesto cómo el establecimiento, en el
marco de la teoría lingüística, de una clasificación tipológica de la variación (tipología,
eso sí, que presenta múltiples problemas o puntos controvertidos) no encuentra
claramente un correlato en el ámbito de la sociolingüística, sobre todo en lo que
respecta, precisamente, a los conceptos de variación diastrática y diafásica, dada la
existencia de una falta de correspondencia entre tales nociones desde ambas disciplinas,

3
nociones variacionistas que, desde nuestro punto de vista, necesitarían una
reformulación que ayudara a las investigaciones que se llevan a cabo en las diferentes
disciplinas que se ocupan del problema de la variación lingüística.

1.- Las nociones de diastratía y diafasía en el marco de la lingüística teórica

En 1951 L. Flydal, en su artículo “Remarques sur certains rapports entre le style


et l’état de langue”, establece una tipología de la variación al mencionar las que él
denomina coexistencias temporales, espaciales y sociales, presentes en el seno de
cualquier lengua histórica, reflejo de una variación intralingüística a través del tiempo,
del espacio y de lo podríamos considerar el medio social. La variación diacrónica o en
el tiempo remite de forma clara a una de las dicotomías saussurianas de principios del
siglo pasado. Ya el maestro ginebrino distinguía una lingüística estática de una
lingüística evolutiva en los principios generales de su Cours de linguistique générale,
configurando la dualidad interna de los estudios lingüísticos, que propicia dos puntos de
vista diferentes, diacrónico y sincrónico, en el enfoque de estudio de las lenguas.
En este sentido, y si nos atenemos al punto de vista sincrónico, en un estado de
lengua determinado, a la variación a través del espacio geográfico o diatópica y a través
del estrato sociocultural o diastrática expresadas ya en la obra del lingüista noruego, E.
Coseriu aporta el concepto de variación diafática3, que engloba en origen las
“diferencias entre los tipos de modalidad expresiva, según las circunstancias constantes
del hablar (hablante, oyente, situación u ocasión del hablar y asunto del que se habla)”
(E. Coseriu 1981b: 12), estableciéndose de esta forma tres grupos de variantes
aceptados de forma general (nos referimos a su existencia, que no a su caracterización
en la que ahora nos detendremos) por la casi totalidad de los autores.
Nadie duda de la existencia en cualquier lengua histórica de variantes adscritas a
una determinada zona geográfica, pertenecientes a hablas locales, regionales o dialectos,

3
Este tipo de variación es denominada con posterioridad por el propio E. Coseriu variación diafásica,
forma empleada en la actualidad, si bien más lejana a su origen etimológico. Véanse sus trabajos (1981c:
30 y, sobre todo, 1981b: 12, n. 14), donde explica este cambio terminológico: “en el desarrollo ulterior de
la misma teoría (a partir de 1961), empleo, en lugar de sinfático y diafático, los términos sinfásico y
diafásico, menos “correctos” desde el punto de vista etimológico, pero más inmediatamente relacionables
con sinfasía y diafasía”. Para el desarrollo teórico del concepto de variación diafásica, cf. E. Coseriu
(1964: 139-141 y 156; 1966: 198-203; 1973: 38-39; 1976: 13-14; 1977a: 12-14, 37-38 y 118-123; 1977b:
259; 1978: 219-221; 1981a: 302-308; 1981b: 1-32; 1981c: 20-25, y 1982: 19) y E. Coseriu y H. Geckeler
(1974: 145-146 y 1981: 52-53). En la misma línea de orientación metodológica, consúltense también los
trabajos de H. Geckeler (1971: 187-188) y, especialmente, A. Elizaincín (1988: 267-273).

4
hecho reconocido hasta el punto de que multitud de autores parten del criterio
geográfico a la hora de delimitar conceptos tan importantes como los mencionados de
lengua o dialecto, debido, quizás, en gran medida, a la naturaleza de la mayoría de las
lenguas occidentales, en las que la diferenciación geográfica se hace más patente que
cualquier otro tipo4. La dialectología tradicional, apoyada en los métodos de la
geografía lingüística, lleva décadas haciéndose eco de esta variación diatópica. Pero,
junto a esta diatopía geográfica, cuyas diferencias -concernientes tanto a los
significantes (sinónimos diatópicos o geosinónimos) como a los significados de
palabras polisémicas- son, al menos cuantitativamente, las más notables y que con
frecuencia se asocian a variantes diageneracionales (usadas por hablantes de mayor
edad), diacrónicas o empleadas en zonas rurales desde una vertiente diastrática, hemos
de distinguir una diatopía social, referida a casos de interferencias fijadas entre diatopía
y diastratía, como ocurre en los dialectos sociales, en el sentido ya expuesto por
nosotros de “subsistemas marcados no tanto geográficamente como fuertemente
unificados desde el punto de vista social en tanto conjunto de hábitos lingüísticos de una
comunidad o grupo social diferenciado de otro diastráticamente, tal como ocurre en el
lenguaje argentino de los bajos fondos o lunfardo rioplatense, y que puede acercarse
como el dialecto geográfico al concepto de lengua” (M. Casas Gómez 2003: 567).
En este trabajo, sin embargo, vamos a centrarnos en los otros dos grandes grupos
de variantes reconocidos por la crítica lingüística, mucho más problemáticos sin duda,
las variantes diastráticas y las variantes diafásicas. Bajo el rótulo de variación
diastrática, grupo identificado de manera general por el carácter social de estas variantes
(y que debería estar, en cierto modo, por ello, más cercano a la sociolingüística),
aparecen en la bibliografía lingüística, por un lado, variantes equivalentes o reflejo de la
existencia de diferentes estratos socioculturales o niveles en la sociedad reflejados en
una comunidad de habla (niveles de lengua, por ejemplo, del tipo medio o normal, alto
o bajo que justifican la existencia de formas cultas, normales, populares o argóticas)
muy próximos al concepto de diastratía, al menos desde el punto de vista etimológico;
por otro lado, variantes configuradoras de lenguajes especiales o léxicos específicos y
vinculadas a grupos concretos de carácter socioprofesional (como médicos, estudiantes,
cazadores, etc.). Aunque estos últimos se encuentran consignados como componentes
diastráticos en la concepción de algunos autores, en realidad tales aspectos

4
Cf. algunas ideas a este respecto en L. Escoriza Morera (1999a).

5
variacionistas o no caben en la clasificación tradicional diastratía/diafasía o, en el mejor
de los casos, estarían dentro de la variación diafásica. Por otra parte, a menudo incluso
los límites entre el nivel y el estilo de lengua no están suficientemente clarificados,
desde el momento en que una misma variante puede recubrir tanto una dimensión social
como de estilo e interpretarse, en consecuencia, desde una perspectiva diastrática o
diafásica (variación diastrático-diafásica). En esta línea, defendemos la inclusión del
argot5 en esta estratificación social, en cuanto dimensión estrictamente diastrática
relacionada con el lenguaje popular, y separado, en principio, de la jerga6 como
modalidad diafásica, si bien ésta se encuentra también ligada a aspectos sociales y
profesionales de carácter diastrático (variación diafásico-diastrática).
La variación diafásica, por su parte, que en determinadas ocasiones aparece
caracterizada como variación de estilo7, en alusión al origen del término, engloba en
realidad, dependiendo de los distintos autores, un variado número de variantes,
fundamentalmente las siguientes: variantes adscritas a los denominados estilos de
lengua (del tipo vulgar, familiar o coloquial, usual o corriente, público o solemne,
diversas modalidades del lenguaje literario, etc.), surgidos a partir de determinados
factores contextuales y situacionales, tales como la identidad de los interlocutores, el
tema de la conversación, el espacio geográfico o el canal utilizado, por citar algunos,
presentes en todo acto comunicativo, que configuran distintos grados de uso en una
escala que iría de lo informal a lo formal o elaborado; variantes en función de la
diferencia existente entre el lenguaje hablado y el escrito -a lo que A. M. Mioni (1983)
denomina dimensión diamésica8-; variantes relativas a modalidades expresivas, de

5
Por el contrario, S. Ettinger (1982: 386-389) concibe el argot como nivel estilístico o variación diafásica
y los “tecnolectos” o “lenguas de especialidad” como lenguajes de grupo dentro de la diferenciación
diastrática.
6
Para algunas consideraciones sobre la frecuente identificación de los términos argot y jerga y su
diferenciación en el sentido propuesto, véase nuestro trabajo sobre la variación diafásica (cf. M. Casas
Gómez 1993: 101 y 111-112, n. 10; también 1997b: 176-177, n. 11, y 1997c: 4, n. 7).
7
Resulta significativo puntualizar el hecho de que la variación diafásica, al ocuparse de las diferencias o
modalidades de carácter expresivo, se ha identificado frecuentemente con la dimensión estilística del
lenguaje. No obstante, debemos aclarar que esta dimensión ha abarcado históricamente dos contenidos
derivados de dos conceptos distintos de estilística, que no deberían confundirse, dado que una cosa son
los estilos de lengua (variación de estilo), dependientes de una determinada situación comunicativa,
aspecto éste al que se reducía originariamente la diafasía, y otra bien distinta las variantes estilísticas
pertenecientes al hablante en cuanto rasgos connotativos o marcas pragmáticas que generan los diversos
usos no literales del lenguaje. Caben establecerse entre ambos subtipos de variación diafásica ciertos
paralelismos, como sucede, por ejemplo, con la escala de lo informal en cuanto uso comunicativo y el
carácter despectivo de un vocablo. Además, éstos pueden mantener correlación con aspectos diastráticos
desde una óptica de actitud social (cf. J. Borrego Nieto 2001: 240-244) que se entrecruza con las
dimensiones anteriormente citadas.
8
Se refiere este autor con este término a las diferencias del “medio” usado lingüísticamente para la
comunicación que, a su juicio, no consiste en “una pura e semplice opposizione polare tra scritto e orale,

6
orden estilístico y pragmático, abarcadoras de extensiones semánticas por sentido
figurado (connotaciones y valores comunicativos como peyorativo, afectivo,
meliorativo, intensivo, eufemístico, humorístico, irónico, etc.); variantes de carácter
diasexual (divergencias lingüísticas entre hombres y mujeres) y diageneracional
(diferencias según la edad o generación)9, factores expresivos que suponen distintas
estrategias comunicativas del hablante según diferentes tipos de oyentes, y variantes
pertenecientes a los diferentes lenguajes especializados10: lenguaje técnico-científico y
otros tipos de lenguajes especiales11 como los sectoriales (léxicos específicos de oficios,
grupos gremiales o profesionales) y los jergales.
A pesar de que, como ya hemos señalado, la mayoría de los autores en el ámbito
de la lingüística teórica o la semántica admite esta triple división en la tipología de la
variación, con los problemas que ello conlleva, según intentaremos demostrar más
adelante, son muchos otros los que han puesto de manifiesto algunos de sus escollos
principales, que competen de manera fundamental a la variación diastrática y diafásica.
En primer lugar, el carácter sistemático de las variantes diastráticas y, sobre todo,
diafásicas (en oposición a las diatópicas) es, al menos, puesto en duda por algunos
lingüistas, principalmente por G. Salvador (1985: 51-66; 1987: 42, y 1988: 279), quien,
en relación con el problema de la sinonimia y aludiendo al concepto de lengua
funcional12 de E. Coseriu, plantea la posibilidad de la pertenencia de diastratía y
diafasía, más que al sistema de la lengua, al plano de la norma en el primer caso y del

ma in un continuum di gradini intermedi” (A. M. Mioni 1983: 508-509); véase en este mismo sentido lo
expuesto por Mª J. Tejera (1989: 203-207) a propósito de su clasificación de los registros de lengua. Esta
dimensión será empleada también por E. Blasco Ferrer (1988: 255) como variable extralingüística para
referirse al lenguaje hablado en tanto realidad lingüística distinta al dialecto, sociolecto e idiolecto, que se
corresponden, respectivamente, con las variables extralingüísticas diatópica, diastrática y diafásica.
9
Estas diferencias en el uso lingüístico forman parte, sin embargo, para autores como S. Ettinger (1982:
383-384) o A. M. Mioni (1983: 508), de la variación diastrática, tal como son concebidas en
sociolingüística.
10
Hay que hacer notar que la diferenciación entre lenguaje común y lenguaje técnico, concretamente el
problema de la variación técnica, constituye para algunos autores, como es el caso de B. Pottier (1967: 54
y 1972: 113), la única diferencia de carácter diafásico.
11
Para un estudio y clasificación de las denominadas “lenguas especiales” y sus diferentes tipos
(lenguajes científico-técnicos, argots y lenguajes sectoriales), consúltense los trabajos de B. Rodríguez
Díez (1977-78; 1979, y, principalmente, 1981: 41-125).
12
Es conocida la noción de lengua funcional del lingüista rumano como sistema lingüístico unitario desde
los puntos de vista sintópico, sinstrático y sinfásico, aunque es cierto que, al definir la relación entre
dialectos, niveles y estilos como una relación orientada (esto es, en una lengua histórica un dialecto puede
funcionar como nivel y como estilo, mientras que un nivel puede hacerlo como estilo pero nunca un estilo
como nivel o dialecto), la concepción de E. Coseriu parece insinuar implícitamente la pertenencia de
dichos conceptos a órdenes distintos, si bien los sitúa al mismo nivel de descripción teórico-práctica.

7
habla en el segundo13, si bien nos parece más acertado concluir (cf. M. Casas Gómez
1997a: 223) que únicamente el análisis de un amplio corpus de unidades con una
metodología de carácter sociolingüístico podría demostrar tanto el carácter diastrático o
diafásico de dichas unidades como el hecho de su pertenencia al sistema o no, en virtud
de su mayor o menor frecuencia de uso en la comunidad de habla analizada.
Más allá de la ubicación teórica en un plano u otro de estos tipos de variación,
hay una serie de aspectos controvertidos en torno a su configuración. Un hecho que
llama la atención de forma clara es la excesiva heterogeneidad de las distintas
diferenciaciones incluidas bajo el concepto de variación diafásica, difícilmente
abarcables bajo un mismo rasgo o denominador común. Como hemos afirmado con
anterioridad (cf. M. Casas Gómez 1993: 16), “podemos entrever una cierta
contradicción entre el pretendidamente unitario y homogéneo punto de vista sinfásico y
la absoluta heterogeneidad del concepto que recubre la diafasía (¿cómo es posible la
unidad sinfásica en la diversidad de perspectivas diafásicas?)”, lo que pone de
manifiesto el peligro de convertir la diafasía en un concepto aglutinador de todo tipo de
diferenciación que no pueda adscribirse al ámbito diatópico o diastrático. Por ésta y
otras razones, como la interpretación de ciertos aspectos limítrofes entre diastratía y
diafasía ya citados y sobre los que volveremos más adelante, y, sobre todo, por la
entidad y los subtipos que incorporan, en trabajos anteriores (cf. M. Casas Gómez 2003)
se ha optado por deslindar de la pura variación diafásica, por una parte, aquellos
aspectos referidos a la variación especializada, la cual se trata en realidad de una
variación intermedia desde el punto de vista diafásico-diastrático y que engloba, a su
vez, marcaciones más específicas de distinta índole (variación jergal, específica y
técnico-científica), y, por otra, las variaciones relativas a los ámbitos diasexual y
diageneracional.
Otro problema importante, desde nuestro punto de vista, es la difícil y nada clara
en determinados aspectos delimitación entre diastratía y diafasía14. Ello puede

13
Una revisión de estos autores que no sitúan en el mismo plano estos distintos tipos de variantes puede
verse en M. Casas Gómez (1993 y, especialmente, 1997a).
14
Un aspecto en el que no nos vamos a detener en este trabajo, pero que no nos resistimos al menos a
mencionar, es la diversificación terminológica existente en torno a la variación lingüística, hecho que no
facilita el intento de delimitación entre los distintos tipos de variantes. De este modo, alrededor de
algunas de las diferencias incluidas en diastratía y diafasía, se mueven términos como los de argot o
jerga, amén del maremagnum terminológico existente acerca de los distintos niveles, registros o estilos de
lengua reseñados por los diferentes autores, que evidencian la necesidad en lingüística de una labor
lexicográfica que dé cuenta de los distintos usos técnicos presentes en cada escuela, autor u obra que así
lo requieran.

8
apreciarse en hechos como la asignación de los denominados lenguajes especiales tanto
a un tipo como a otro de variantes o la habitual presencia en las investigaciones de
carácter sociolingüístico, como veremos más adelante, de factores, considerados por
tanto sociales, como el sexo o la edad, tradicionalmente insertos en la variación
diafásica15, aspecto éste sobre el que nos detendremos en el apartado siguiente y en las
conclusiones. Además de las posibles dificultades que podemos encontrar a la hora de
definir los conceptos subyacentes a diastratía y diafasía (que giran en torno, en líneas
muy generales, a las nociones de social y “estilístico”, respectivamente) así como de
decidir qué tipo de diferencias engloba cada uno, no podemos negar la existencia de
variantes (como las relativas, por ejemplo, a algunos de los considerados lenguajes
especiales) cuyo carácter socioprofesional los sitúan a caballo entre ambas.
Así, en investigaciones previas (cf. M. Casas Gómez 1998, 1999 y 2003), hemos
comprobado que, no sólo existen más diferenciaciones y criterios que los
tradicionalmente propuestos de diatopía, diastratía, diafasía y diacronía, sino que, como
venimos insistiendo, no resulta tan tajante la delimitación entre diastratía y diafasía, al
existir demarcaciones fronterizas y gradaciones entre ambos tipos de variación, pues
con frecuencia nos encontramos con interferencias entre diastratía y diafasía o diafasía y
diastratía. De ahí que existan casos intermedios que parten, por un lado, de lo diastrático
hacia lo diafásico (variación diastrático-diafásica), como cuando no resultan claros los
límites, por ejemplo, entre el nivel de lengua popular y el estilo de lengua coloquial o
vulgar y un mismo elemento recubre simultáneamente tanto una dimensión social como
estilística, y, por otro, de lo diafásico hacia lo diastrático (variación diafásico-
diastrática), tal y como ocurre, por ejemplo, en los correlatos entre ambas categorías
existentes en las terminologías profesionales, léxicos específicos o lenguajes especiales,
que, si bien se caracterizan por su expresión diafásica, se encuentran también fijadas
diastráticamente por el carácter social de sus respectivos grupos. Estas correlaciones
diastrático-diafásicas o diafásico-diastráticas manifiestan claramente que los conceptos
de diastratía y diafasía no son, en absoluto, excluyentes y que, en ocasiones, representan
grados abstractos de marcación variacionista difícilmente delimitables en la práctica.
Todo ello justifica la necesidad de revisar y actualizar la tipología variacionista a
la búsqueda de un modelo más claro y menos ambiguo que aquellos basados en la triple
clasificación expuesta. De esta manera, hemos propuesto, junto a una variación

15
Cf., en este sentido, A. Elizaincín (1988).

9
extralingüística o real16, los siguientes tipos y subtipos de variación lingüística:
variación diatópica (de carácter geográfico o social); variación diastrática (con inclusión
del argot); variación diastrático-diafásica; variación diafásica (con la incorporación de la
variación diamésica y la diferenciación entre variantes de estilo y variantes estilísticas);
variación diafásico-diastrática; variación especializada (jergal, específica y técnico-
científica); variación diasexual; variación diageneracional, y variación diacrónica:

Variación extralingüística

Tipología
de la variación

Variación lingüística:
Variación diatópico-geográfica
● Variación diatópica
Variación diatópico-social

● Variación diastrática Variación argótica

● Variación diastrático-diafásica

Variación de estilo
● Variación diafásica Variación diamésica
Variación estilística

● Variación diafásico-diastrática

Variación jergal
● Variación especializada Variación específica
Variación técnico-científica
● Variación diasexual

● Variación diageneracional

● Variación diacrónica

2.- Factores de carácter diastrático y diafásico en la sociolingüística variacionista

La existencia de una disciplina, en el marco de los estudios lingüísticos,


denominada sociolingüística y ocupada, en líneas generales, de aquellos aspectos de
carácter social con repercusión en los hechos lingüísticos cobra fuerza a partir de la

16
Para un análisis específico de las variantes reales, cf. M. Casas Gómez (2006b).

10
década de los años sesenta del pasado siglo. Independientemente de que siempre haya
habido, desde las primeras reflexiones en torno al lenguaje, autores que han hecho
hincapié en el carácter social del fenómeno lingüístico, en el último tercio del pasado
siglo se produce una serie de hechos que, en opinión de autores como M. Fernández
Rodríguez (1997: 109), llevan a situar en ese momento el nacimiento de la
sociolingüística en cuanto disciplina científica17.
Una buena parte de las primeras investigaciones desarrolladas en esas fechas, en
las que se sientan algunas de las bases teóricas y metodológicas de la disciplina,
constituyen el germen del denominado variacionismo, conjunto de estudios que
encuentran en el concepto de variación lingüística y en la existencia de variantes en
todos los sistemas lingüísticos su principal objeto de estudio. La sociolingüística parte
de la hipótesis de que la aparición de unas u otras variantes lingüísticas (realizaciones
“equivalentes” de un mismo principio subyacente) puede estar condicionada por
factores de naturaleza lingüística y/o social18, factores estos últimos, los sociales, cuyo
estudio debe darse desde unos parámetros sociolingüísticos.
Desde las primeras investigaciones de W. Labov (cf., fundamentalmente, 1966 y
1972) hasta los estudios variacionistas más actuales, sigan el modelo laboviano o no,
uno de los objetivos fundamentales, pues, de la sociolingüística, es definir cuáles son
esos factores sociales que pueden justificar en las diferentes comunidades de habla la
aparición de unas u otras variantes. Dicho de otro modo, la sociolingüística
variacionista, aunque no haga apenas mención explícita del concepto teórico de
variación, se ha interesado desde sus inicios por su diversa tipología, si bien sus
planteamientos se han desarrollado en el seno de investigaciones de carácter práctico,

17
Algunos de esos acontecimientos que justifican la consideración de la sociolingüística como entidad
independiente serían: 1) la celebración de dos congresos fundacionales en Estados Unidos, uno en
noviembre de 1963 en San Francisco sobre “Etnografía de la Comunicación” y otro en mayo de 1964 en
Los Ángeles, en los que se reúnen algunos de los futuros especialistas en la materia, como Ch. A.
Ferguson, P. L. Garvin, J. Gumperz, E. Haugen, D. Hymes, W. Labov, H. Hoenigswald, etc.; 2) la
creación, en los años posteriores, de seminarios y asignaturas en distintas universidades (norteamericanas
primero, en la mayor parte del mundo después) con la denominación de “Sociolingüística”; 3) la
fundación en esa década de asociaciones o revistas especializadas como la International Sociological
Association y la Sociolinguistic Newsletter, y 4) por supuesto, un considerable número de investigaciones,
de carácter teórico y práctico, a partir de los años sesenta, en torno a esas relaciones entre lenguaje y
sociedad.
18
En un esquema ampliamente mencionado en la bibliografía sociolingüística, H. Cedergren (1983: 150)
afirma que el conjunto de equivalencia al que aludía en su definición de variable (es decir, la aparición de
una variante u otra en el uso) puede venir definido:
“i – exclusivamente por factores del sistema lingüístico,
ii – exclusivamente por factores del sistema social,
iii – conjuntamente por factores lingüísticos y sociales,
iv – ni por factores lingüísticos ni sociales”.

11
aspecto este fundamental para poder comprender algunas de las diferencias existentes
en este sentido entre la sociolingüística y la lingüística teórica, como señalaremos más
adelante.
La propia evidencia de las investigaciones fundamentadas en el trabajo de
campo y el estudio del uso lleva a distinguir, en los estudios de carácter variacionista,
entre factores sociales preestratificacionales y factores sociales posteriores a la
estratificación. Los primeros, además de ayudar a seleccionar muestras representativas
de informantes (por cuanto con ellos se contemplan todas aquellas diferencias sociales
susceptibles de tener incidencia en los usos lingüísticos a la hora de elegir a los
hablantes sobre los que se sustenta la investigación), sirven para caracterizar a dichos
informantes de manera previa a la obtención de datos. En este sentido, cada individuo
muestra uno de los posibles valores dentro de un mismo factor: es, por ejemplo, hombre
o mujer, pertenece a una generación u otra o se inserta en un estrato sociocultural
determinado u otro, pero nunca en más de uno. Los tres ejemplos aducidos representan,
como veremos a continuación, los tres factores sociales preestratificacionales más
analizados desde el comienzo de los estudios variacionistas: el sexo o género, la edad y
el estrato sociocultural. El segundo tipo de factores expuestos, los
postestratificacionales, no nos permite separar o clasificar a priori a los informantes,
sino que más bien se hallan directamente relacionados con la obtención de los datos de
la investigación y justifican la existencia de diferentes pruebas dirigidas a un mismo
informante. El factor de esta naturaleza más evidente y más analizado es el denominado
estilo o registro de uso19. Nos detendremos un poco sobre los factores mencionados para
comprender mejor su naturaleza y su posible relación con los conceptos de diastratía y
diafasía.
Las diferencias lingüísticas entre hombres y mujeres se plasman en el análisis de
la variación a través del estudio del factor sexo o género20, uno de los más analizados
por la sociolingüística variacionista y que, sin embargo, se trata de un componente que
recaería teóricamente, tal como hemos visto en el apartado anterior, dentro del conjunto
de nociones que tradicionalmente ha englobado la diafasía y no la diastratía. Hay varios
19
Sobre los problemas terminológicos de la denominación de un factor que recoge, en suma, el diferente
grado de formalidad en los usos lingüísticos, insistiremos algo más adelante.
20
Bajo esa diferente denominación pueden esconderse concepciones de naturaleza biológica o cultural. Si
bien es evidente que la explicación de la diferencia en el uso de variantes lingüísticas entre hombres y
mujeres es de carácter cultural y que es la denominación género la que más se ajusta a ese hecho
(mientras que sexo alude más claramente al hecho biológico), muchos autores siguen usando la
tradicional denominación sexo sin que ello implique relación entre aspectos genéticos y lingüísticos en la
descripción de la variación.

12
motivos que justifican este hecho: 1) el sexo o género evidencia una diferencia social
existente en toda comunidad de habla y su consideración es exigible a la hora de extraer
muestras de análisis representativas; 2) su utilización es relativamente sencilla, ya que
no existen problemas metodológicos, como ocurre con otros factores, a la hora de
caracterizar a los informantes, y 3) además, parece explicar el uso de diferentes hechos
de variación en muchas de las comunidades analizadas, fundamentalmente por la
preferencia por parte de las mujeres hacia variantes de carácter prestigioso.
De la misma manera que el sexo o género, la edad, también incluida por la
lingüística teórica en la variación diafásica, se presenta como un factor casi constante en
todo análisis de corte variacionista. A pesar de las dificultades metodológicas que
presenta este factor, sobre todo en lo que respecta a la edad de inicio que debe ser
considerada idónea en la búsqueda de informantes y, especialmente, en la delimitación
de los grupos generacionales (cuántos y de qué tamaño han de manejarse), su utilidad a
la hora de ayudarnos a entender la distribución de gran número de variantes lingüísticas
(promocionadas de manera especial por un estrato generacional u otro) avala su
utilización, independientemente de que también nos ayudan a conseguir, como veíamos
antes, una mayor representatividad de las muestras de informantes.
El tercero de los factores previos a la estratificación que podemos mencionar
como más presentes en los estudios variacionistas21 es el que denominaremos estrato
sociocultural22, vinculado de manera clara con el concepto de variación diastrática de la
lingüística teórica. Si bien es evidente la existencia en toda comunidad de habla de
diferencias de tipo sociocultural entre sus habitantes y la posible influencia que dichas
diferencias pueden tener sobre los hábitos lingüísticos (y sobre la variación), el estudio
de las mismas en el ámbito variacionista ha encontrado algunas dificultades de carácter
metodológico. La sociología ha citado diferentes parámetros como configuradores de
estratos sociales, entre ellos podemos destacar la clase (o ingresos), la ocupación, el
estatus (entendido, en líneas generales, como la capacidad de obtención de respeto) o el
poder (en cuanto posibilidad de realizar la propia voluntad). A pesar de la conveniencia

21
Desde W. Labov en New York o P. Trudgill en Norwich hasta H. López Morales en San Juan de Puerto
Rico, pasando por autores como W. A. Wolfram en Detroit, P. Bentivoglio y F. D’Introno en Caracas o L.
Milroy en Belfast. Una lista más exhaustiva y detallada de la presencia de los factores ya mencionados y
otros en la bibliografía variacionista puede encontrarse en algunas de las monografías sociolingüísticas
más destacadas del panorama hispánico, como las publicadas por H. López Morales (2004), F. Moreno
Fernández (2005) o J. L. Blas Arroyo (2005).
22
Aunque en algunas obras sociolingüísticas se usan ambas denominaciones de manera indistinta no
debemos confundir el concepto de estrato, asociado a diferentes parámetros, como veremos más adelante,
con el de clase, fundamentado exclusivamente en información de tipo económico.

13
de usar todos los parámetros posibles en la configuración de estratos socioculturales en
cada comunidad de habla, no todos los estudios variacionistas configuran ese concepto
de estrato de la misma manera. Lo más habitual es tomar en consideración aspectos
como la profesión, los ingresos o el nivel de estudios, debido, a nuestro juicio, a la
importancia que los mismos pueden tener en la utilización de variantes lingüísticas y a
la mayor facilidad que presentan para identificar y clasificar a los informantes. Ni que
decir tiene que al igual que los dos factores anteriores, sexo o género y edad, y como
todos los factores preestratificacionales, el uso del estrato sociocultural sirve además
para conseguir una mayor representatividad en la muestra de informantes analizada
sobre una comunidad de habla. El manejo del estrato sociocultural ha aportado mucha
información acerca de la vigencia y el prestigio de determinadas variantes desde los
primeros estudios variacionistas de W. Labov, primer autor en señalar, por ejemplo,
aspectos como la importancia en sociedades occidentales para el futuro de ciertas
variantes del estrato sociocultural medio.
Además de estos tres rasgos, presentes en la mayoría de los estudios sobre
variación, podemos observar otros, en menor medida, en investigaciones particulares
(tales como la raza o etnia, el entorno sociocultural, la vinculación con otras
comunidades de habla o el contacto con los medios de comunicación) que ayuden a
separar a los hablantes de una comunidad de habla mediante rasgos sociales susceptibles
de influir en los usos lingüísticos y en la elección de variantes lingüísticas. En este
sentido, en diferentes investigaciones variacionistas desarrolladas en la comunidad de
habla de Cádiz23 hemos utilizado, además de los parámetros más tradicionales, factores
menos habituales, tales como el entorno sociocultural (el cual incluye rasgos
característicos del informante -profesión y nivel de ingresos- y de una generación
anterior -nivel de estudios y profesión de los padres-), la vinculación con otras
comunidades de habla (que pretende estudiar la posible incidencia, en el uso de
determinadas variantes, de la relación del informante con otras comunidades distintas a
la comunidad objeto de nuestro análisis y se mediría a partir de rasgos como el lugar de
nacimiento de los padres del informante -comunidad de habla estudiada o no-,
frecuencia de viajes fuera de la comunidad, contacto lingüístico con hablantes de otras
comunidades y tipo de relación con dichos hablantes) y el contacto con la norma
(compuesto de distintas informaciones relativas al número de horas dedicadas por el

23
Cf. nuestro trabajo L. Escoriza Morera (2002a).

14
informante a ver la televisión, oír la radio y navegar por internet, a la frecuencia de
visitas al cine o al teatro o al número de lecturas de diferente carácter -libros, periódicos
o prensa de otro tipo-).
Una vez delimitadas las muestras de informantes, el factor postestratificacional
más presente en las pruebas de corte variacionista es el grado de formalidad en el uso.
Dicha diferencia de formalidad ha encontrado diversas denominaciones, tales como
estilo o registro, si bien ambas pueden conducirnos a confusiones terminológicas24. Son
muchos los autores que han analizado la posible influencia del grado de formalidad en
el uso (en una escala que iría de lo más formal y consciente hasta lo más espontáneo e
inconsciente) y muchas las segmentaciones (en lo que corresponde al número de
producciones con diferente grado de formalidad) y las etiquetas otorgadas a las mismas
(uso informal, coloquial, popular25, vulgar, familiar, neutro, formal, elevado, solemne,
etc.). Cada una de esas denominaciones obedece a una forma metodológica diferente de
obtener las muestras de uso. Lo que parece claro es que todas ellas manejan una serie de
factores tanto personales (rasgos de hablante y oyente, por ejemplo) como no personales
(tema de la conversación, contexto comunicativo, etc.) para identificar el mayor o
menor grado de formalidad en el uso del informante (cf. F. Moreno Fernández 1997 y
2005). Y a pesar de las dificultades metodológicas presentes en el estudio de este factor
social, hasta ahora se ha revelado como uno de los más significativos en lo que respecta
al uso de variantes lingüísticas y a la importancia de conceptos como el prestigio en la
aparición de las mismas26.

3.- Conclusiones

24
Por un lado, el término estilo puede remitirnos a diferentes concepciones, algunas de ellas vinculadas a
la estilística, y, por otro, registro es usado tanto para estas diferentes escalas de formalidad en el uso
lingüístico como en otros sentidos. J. Borrego Nieto (2002), por ejemplo, reserva la denominación
registro para ciertos tipos fijos de situaciones comunicativas como la conversación. Otros autores hablan
de manera habitual de registro de uso, expresión que, además de problemática, ya que el término registro
suele, a veces, aplicarse a cualquier tipo de variación, es ambigua en cuanto al término uso, desde el
momento en que se puede referir a un uso normativo (buen o mal uso), estilístico (sentido figurado), de
estilo (formal, informal) o situacional o pragmático (uso real o contextual).
25
Debemos destacar, sin entrar en pormenores acerca de todas estas denominaciones en torno al grado de
formalidad, que el uso de la expresión popular resulta especialmente inadecuado, ya que remite de forma
clara a una marcación de tipo diastrático. En cualquier caso, dicha confusión alcanza incluso al ámbito
lexicográfico, como se hace patente en la falta de sistematización de tales marcas en los diccionarios
generales o de lengua. Véase, en este sentido, L. Escoriza Morera (1998), donde se revisa la consignación
de la marca popular en el Diccionario de uso del español de María Moliner.
26
Consúltese, por ejemplo, la información proporcionada por dicho factor en nuestro estudio de la
variación léxica en la comunidad de habla de Cádiz (cf. L. Escoriza Morera 2005 y 2006).

15
Una conclusión general que se extrae después de revisar el tratamiento del
concepto de variación es la enorme complejidad de los heterogéneos componentes
recubiertos por el mismo, los cuales no pueden circunscribirse a la tradicional distinción
entre diatopía, diastratía y diafasía, pues, aunque se trate de tres ejes variacionistas
básicos, existen, tal y como se ha reflejado en el esquema del apartado 1, otros tipos y
subtipos de variantes en el lenguaje. Incluso, debido a las interferencias múltiples
existentes entre los contenidos habitualmente insertos dentro de lo diatópico (en su
dimensión no sólo geográfica sino también social), lo diastrático y lo diafásico, se
requiere la consideración de ciertos casos intermedios, fundamentalmente en el ámbito
de la diastratía y la diafasía, que demuestran que tales conceptos no son en modo alguno
excluyentes y que a veces no existen límites tajantes en su delimitación.
De forma más concreta, en lo que respecta al tratamiento de la variación desde la
teoría lingüística y desde la sociolingüística variacionista, resulta significativo que en
estas últimas investigaciones encontramos presentes algunas de las distinciones insertas
en el marco de la lingüística teórica en los conceptos tanto de diastratía como de
diafasía27. Es decir, no sólo las diferencias diastráticas (definidas como aquellas
motivadas por razones de tipo social) sino también ciertos aspectos diafásicos son
analizados por la sociolingüística que, recordemos, se ocupa de la importancia de
factores sociales en los usos lingüísticos.
Por las razones expuestas, podemos concluir de manera más específica que las
concepciones sobre variación diastrática y variación diafásica difieren según la
disciplina de que se trate, ya que, como hemos visto, los elementos que recubren ambos
ejes y su tratamiento varían desde la teoría del lenguaje y la semántica léxica
(plenamente diferenciada hoy de la lexicología tradicional y que ha incorporado entre
sus recientes perspectivas de estudio la variación lingüística28) a la sociolingüística. En
esta línea, podemos diferenciar una diastratía y diafasía sociolingüísticas respecto de

27
Tal y como venimos señalando desde el comienzo, nuestro texto se centra únicamente en estos dos
tipos de variación. En cualquier caso, cabe señalar que la mayor parte de los estudios variacionistas de
carácter práctico, desarrollados en comunidades de habla y realizados desde un punto de vista sincrónico,
no suelen ofrecer información acerca de las variantes diastráticas y diafásicas, pero tampoco en torno a
otros tipos y subtipos de variación posibles como la diatópica o la diacrónica. La discusión acerca del
concepto de variación diatópica, por ejemplo, se inserta, habitualmente, cuando existe, en el tratamiento
de la dificultad metodológica de establecer comunidades de habla como unidades operacionales dentro de
las comunidades lingüísticas.
28
En efecto, la moderna semántica léxica ha desarrollado, entre sus investigaciones más actuales,
contenidos relativos a la formación de palabras, la terminología, la fraseología, las relaciones entre léxico
y sintaxis o la variación en el lenguaje. Una exposición de estas líneas prioritarias de actuación puede
verse en M. Casas Gómez (2006a: esp. 14-20).

16
una diastratía y diafasía lingüísticas, dado que en sociolingüística la diastratía es un
concepto más amplio que en teoría lingüística, al comprender, además de los
componentes estrictamente diastráticos, aspectos tradicionalmente estudiados dentro de
la diafasía, como las variables diageneracional y diasexual, utilizadas, sin embargo,
como parámetros sociales al depender, desde el punto de vista del análisis
sociolingüístico, lo diastrático de las diferentes caracterizaciones del hablante:

DIASTRATÍA DIASTRATÍA
LINGÜÍSTICA SOCIOLINGÜÍSTICA

Estratos socioculturales o Rasgos sociales identificativos del


niveles de lengua hablante:
• Estrato sociocultural
(lenguaje culto, normal, popular • Grupo socioprofesional
y argot) • Sexo o género
• Edad
• Raza o etnia
• Contacto con la norma lingüística
• Vinculación con otras comunidades
de habla
• Entorno sociocultural
• Otros

Sin embargo, la diafasía restringe su uso en sociolingüística a la situación de


empleo comunicativo, cuando, por el contrario, lingüísticamente se trata de una noción
extremadamente heterogénea y diversa, repleta de ramificaciones conceptuales:

17
DIAFASÍA LINGÜÍSTICA DIAFASÍA SOCIOLINGÜÍSTICA

• Estilos de lengua Rasgos sociales caracterizadores de


la situación comunicativa y
• Lenguaje hablado / escrito configuradores de estilos:
(dimensión diamésica)
• Características del receptor
• Diferencias estilísticas y
pragmáticas • Tema de la conversación

• Lenguajes especializados • Canal utilizado


(jergales, sectoriales y técnico-
científicos) • Situación

• Modalidades expresivas relativas • Contexto


al sexo o género y la edad o
generación • Circunstancias del emisor

• Otros

A nuestro juicio, algunas de las razones que propician este hecho serían: en
primer lugar, ciertas diferencias tradicionalmente insertas en el ámbito de lo diafásico,
como el sexo o género y la edad de los informantes, son, claramente, diferencias de
carácter social incluso en un sentido estricto, aspecto del que ya nos hemos hecho eco
en publicaciones anteriores (cf. M. Casas Gómez 1993, 1997b y 2003) y que ha sido
apuntado por algunos de los autores que cuestionan la falta de homogeneidad de la
variación diafásica. También en esta línea, Ll. Payrató (1997: 181) distingue, por
ejemplo, sin entrar de manera explícita en los problemas de los conceptos de diastratía y
diafasía, una variedad social (configuradora de sociolectos y marcada por rasgos como
la clase social, el nivel cultural, el sexo, la generación o la etnia), de lo que él denomina
una variedad funcional (obtenida a través de conceptos como los de campo, modo o
tenor y caracterizadora de registros), incluyendo lo sexual y lo generacional en el primer
grupo. En segundo lugar, a pesar de que el variacionismo recae dentro de una disciplina,
la sociolingüística, que hace hincapié en el estudio de aspectos sociales, el desarrollo de

18
las investigaciones ha propiciado, por su evidente interés y por un intento de realizar
análisis más completos, el estudio de otros factores, como el grado de formalidad, no
considerados como específicamente sociales (y, por eso, presentes en el concepto de
diafasía y no de diastratía) pero con implicaciones de naturaleza social y
complementarios de éstos muchas veces en la explicación del uso de variantes
lingüísticas. El hecho de que sean en multitud de ocasiones varios, y no un solo factor
social, los que expliquen la promoción de una determinada variante lingüística justifica
el uso de análisis de tipo multivariable dentro de las investigaciones variacionistas,
hecho que incide además en el error de entender los tipos de variantes como
compartimentos cerrados y excluyentes y no como organizaciones necesarias para el
investigador y no exentas de cierta “artificialidad”.
Además de las ya apuntadas, otras causas que explicarían el desajuste que se
produce a veces entre la tradicional clasificación lingüística de la variación y los
trabajos variacionistas desarrollados en el marco de la sociolingüística serían: el
tratamiento en las investigaciones de carácter práctico de otros factores no considerados
por la lingüística teórica como la raza o etnia, el entorno sociocultural, el contacto con
la norma o la vinculación con otras comunidades de habla, por citar algunos; la
inclusión de la diferencia entre lenguaje hablado y escrito, habitualmente dentro de la
diafasía, si bien en el seno de la sociolingüística italiana autores como A. M. Mioni
(1983) prefieren la denominación de dimensión diamésica, como un factor más
configurador del aquí denominado grado de formalidad, o la ausencia de estudios
variacionistas que hayan analizado la adscripción de variantes a determinados lenguajes
especiales, concepto, recordemos, incluido desde la teoría lingüística, como venimos
señalando a lo largo de este trabajo, tanto en la variación diastrática como en la
diafásica.
Pero, tal vez, la razón fundamental que explica tales divergencias resida en el
hecho de que en realidad debemos excluir el carácter social como rasgo diferenciador
de las variantes sociolingüísticas, porque todas las diferenciaciones diastráticas y
diafásicas conservan per se ese carácter social, pues la diastratía sociolingüística
comprendería rasgos sociales relativos a la identidad del emisor/informante: su
pertenencia a un grupo social y profesional (lo que estrictamente se correspondería con
la diastratía lingüística), pero también su adscripción desde un punto de vista social a un
grupo generacional o sexual (aspectos éstos contemplados lingüísticamente como
diafásicos), mientras que la diafasía en sociolingüística se interpreta también desde un

19
punto de vista social al abarcar rasgos sociales relativos a la situación comunicativa y al
concebirse el factor estilo en esta disciplina como elemento caracterizador de los usos
lingüísticos, condicionado por diferentes aspectos comunicativos como la identidad del
interlocutor, el tema de la conversación, el canal utilizado, el contexto físico de la
comunicación, la situación o el estado de ánimo dependiente de las circunstancias del
hablante, componentes todos ellos englobados de una manera u otra en las distintas
visiones que de la variación diafásica ha aportado la teoría lingüística.

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