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La taquicardia de la introversión

Se dice, y está escrito, que la taquicardia le sobreviene al que padece de


fobia social. Pocas veces se alude a la que padece la persona introvertida.
Hay que recordar que se le agota la energía en situaciones en las que otras
personas la generan. No se trata de un cansancio físico, sino nervioso.
Puede sentir agotamiento sin hacer absolutamente nada, simplemente
permanecer sentada entre un grupo de personas que charlan. Y está
comprobado que el agotamiento nervioso, sobre todo en personas muy
sensibles -la introvertida suele serlo- genera taquicardia o palpitaciones sin
que por ello se padezca de ninguna dolencia cardíaca.

Durante años creí erróneamente que esa taquicardia que me sobrevenía


durante y después de las comidas con compañeros de trabajo, eran producto de haber tomado algo de alcohol, aunque
nunca bebí más de una cerveza o una copa de vino. Tras llegar a casa, tardaba como mínimo una hora en estabilizar
mis latidos. Con el tiempo, sustituí en aquellas comidas el alcohol por agua o refrescos. El
resultado era el mismo. Supuse que era por el ruido (generalmente acudíamos a
comer desde una veintena a medio centenar de personas) y tener que
hablar en voz alta. Y lo era solo en parte, por el esfuerzo -añadido al de
tener la atención fija en otros- de tener que subir la voz para hablar y aguzar
el oído para entender. A partir de la segunda hora, aproximadamente, ya
tenía las pulsaciones bastante altas. Dos horas con la atención fija en palabras
cruzadas, que no llegan a ser conversaciones, una con este, otra con aquella que te
comenta algo, una pregunta que queda sin respuesta porque alguien desvía el tema. Lo
suficiente como para tener la mente ocupada en unos y en otros. Nada más acertado si lo que se
quiere es desviar la atención de uno mismo. Y justo eso es lo que no lleva bien el introvertido.

Me han preguntado en más de una ocasión si me divierto en las comidas de trabajo o en las bodas -por ejemplo-. La
respuesta siempre ha sido negativa, pero nos han educado para hacer lo que está socialmente bien considerado y no
sabemos salir de esa noria, aunque nos maree tanta vuelta.

¿Y qué ocurre cuando vuelves a casa de noche -o de madrugada- después de un trajín de esos? ¿Nos vamos
directamente a dormir como hacen los demás? Pues no. Te metes en la cama, intentas relajarte, te tumbas del lado
izquierdo y sientes que el corazón es un caballo desbocado. Pruebas del derecho y lo sientes igual, y boca arriba, y
boca abajo. Esto produce insomnio en vez de sueño. Entonces te levantas y te vas a "tus cosas". Cualquiera vale si te
gusta, si te encuentras a solas y en silencio o con música o cualquier otro sonido si el volumen te permite concentrarte
en tus propios pensamientos. Y así, en cuestión de unos minutos, el corazón vuelve a latir normalmente. Ya es el
momento de irse a dormir.

Alba Cano

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