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Y sin embargo, a poco que se mejore esta habilidad, el impacto a nivel de resultados y
de relación es tan positivo e inmediato que merece la pena prestarla un poco más de
atención.
Todos damos por hecho que sabemos escuchar. Hablamos con otras personas,
mantenemos conversaciones y damos/recibimos información. Todo esto implica
escucha, sí. Pero a menudo lo hacemos distraídamente, escuchando a medias y
pensando en otras cosas. Todavía queda mucho margen para mejorar.
Test de escucha
Escucha selectiva
Para ello hay que dividir al equipo en dos grandes grupos (A y B). El grupo A, a su vez,
se subdivide en dos subgrupos (A1 y A2). La actividad consiste en contar una historia
corta a la que deberán estar muy atentos.
Pide al grupo A1 que cuente el número de veces que mencionas la palabra ‘a’ en la
historia. Por ejemplo: Érase una vez una niña rubia y pecosa a la que su madre…. En
esta frase ya tienes la primera ‘a’. [Puede ser esta palabra o cualquier otra que aparezca
con frecuencia en la historia que decidas contar.]
Pide al grupo A2 que cuente el número de veces que aparece en la historia la palabra
‘una’. Sólo en el comienzo de la historia anterior se menciona dos veces.
Por último, pide al grupo B que escuche la historia sin más, sin necesidad de estar
pendiente de ninguna palabra en concreto.
Cuando termines de leer, haz preguntas relacionadas con el relato que acabas de contar.
Por ejemplo, una pregunta podría ser: ¿Cómo se describe a la niña? (la respuesta sería:
rubia y pecosa). Notarás que las personas del grupo A no serán capaces de responder a
las preguntas relacionadas con la historia, mientras que los del grupo B podrán
responder sin problema.
Por último, aún a riesgo de parecer pesada porque suelo decirlo cada vez que trato el
tema de la escucha, quiero recordarte a ti, Mando Intermedio, que tienes en tu equipo
personas a las que merece la pena escuchar.
Los colaboradores son expertos en lo que hacen, y saben más de sus puestos que
cualquier otra persona. Es una pena que, por lo general, sean los últimos a los que se les
pregunta cuando se trata de implantar mejoras que les afectan. Sus ideas son una mina
de oro que se suelen desaprovechar, y pocas veces se les da la oportunidad de hablar y
de compartir sus experiencias. Si tú lo haces, tendrás colaboradores motivados para
siempre.
¡Buena escucha!
Ahora bien, el hecho de que la escucha activa contribuya a que el otro se sienta
atendido, no significa que yo esté obligado a utilizarla siempre. Es bueno hacer uso
de ella si: observo en el otro algún problema o asunto que desea expresar, o que le
inquieta y el tiempo del que dispongo es el adecuado. Si no es así, es mejor posponer el
encuentro e invitar al interlocutor a hablar después con más tranquilidad. Del mismo
modo, puedo desechar la escucha activa si el otro no advierte que quiero hablar, ha
dominado por completo la conversación o no sintonizo con él.
Lo cierto es que como toda competencia que se precie ha de ser entrenada para llegar
a desarrollarse con éxito, pese a que haya gente que nace con más predisposición a
escuchar. Por eso, desde eliceo como blog educativo, estamos convencidos de que
podemos encontrar fórmulas para que tanto adultos como pequeños practiquemos en
esto que se llama escucha activa.
“¿Estás escuchando?”.
En este juego se suministra a los integrantes dos listas, una con respuestas que
favorecen la comunicación y otra con contestaciones que la entorpecen. Cada pareja
representará un diálogo en el que uno de los dos participará con la lista de escucha
activa o de escucha ineficaz.
La hoja con las instrucciones para la escucha activa contiene las siguientes pautas:
Presta toda tu atención a la persona que habla, y dale claras muestras de ello:
mírale frecuentemente a los ojos, asiente mediante gestos y expresiones
verbales.
Repite los puntos clave de aquello que te cuente y que parezca tener
importancia para él, para darle a entender que le vas comprendiendo.
No lo interrumpas salvo para mostrar que atiendes y para pedir aclaración si no
entiendes algo.
La hoja con las directrices para boicotear la conversación mostrará los ejemplos que
pueden interferir en nuestra capacidad de escucha:
Posteriormente se abre el debate en grupo para valorar cómo se han sentido los que
hablaban en cada situación, cómo nos gustaría que los demás nos escucharan, cómo
solemos escuchar nosotros, etc.
Hay que recalcar que el truco de un buen conversador no es ser interesante (saber
hablar), sino estar interesado (saber escuchar). Se da una buena escucha activa
cuando se es capaz de prestar atención de una forma intencionada, dando claras
muestras de comprensión y generando empatía (es decir, sabiendo ponerse en el
lugar del otro).
Para ello, como decíamos, hace falta mucho más que un excelente uso del lenguaje y la
capacidad de persuasión típica de las personas influyentes. También son necesarias
cualidades como las que mencionamos ahora:
Atención y concentración:
Empecemos por lo primero: para escuchar de forma activa, es preciso adoptar una
actitud de atención plena no sólo a lo que nos dice el interlocutor, sino además a la
forma como lo dice: gestos, emociones, tics, inflexiones de voz, etc.
Paciencia:
Las personas pacientes son idóneas para la escucha activa: atienden, perseveran, no
tienen prisa y se centran en lo importante.
Por supuesto, la escucha activa es también empatía: esa capacidad para ponerse en el
lugar del otro, sentir y pensar como él, y tratar de entender lo que hace. Es lo contrario
al prejuicio, que clasifica o cataloga a base de las primeras impresiones.
Confianza:
No es estrictamente una habilidad, pero sin duda se define como una condición que
debe ir simultánea a la atención, el respeto y la concentración en el discurso ajeno.
1. El ciego:
Se divide un grupo en dos equipos y cada uno de ellos elige a una persona, que será
quien haga el rol de ciego con los ojos vendados. La idea es que los demás le ayuden a
atravesar el salón de un extremo a otro sin chocar con los obstáculos que pueda
encontrar en el camino. Importa sobre todo la manera como el ciego interpreta y sigue
las instrucciones que le den los demás.
Un moderador se encargará de contar una historia a un grupo. Pero, antes de ello, pedirá
a varias personas que estén atentos de cuántas veces aparece en la historia una
determinada palabra o escenario. Al finalizar, pedirá los resultados, pero
intercambiándolos: a los que estaban atentos a cierta palabra pedirá una descripción del
escenario, y viceversa. Esto demuestra la facilidad que tenemos de escuchar
selectivamente olvidándonos del resto de la historia.
Todos estos ejercicios para desarrollar la escucha activa los puedes llevar a cabo como
parte de la jornada laboral de tus trabajadores (sesiones de coaching, por ejemplo) o
incluso fuera de la misma. Lo importante es el objetivo que debes perseguir: aumentar
los niveles de concentración y atención de tus equipos de trabajo.
Nos colocamos por parejas, dándonos la espalda. Una de las personas estará mirando un
dibujo de tamaño bien visible que hemos pegado en la pizarra. La otra persona estará
completamente de espaldas al dibujo y no podrá verlo.
Existen tres rondas, durante las cuales ninguna de las dos personas podrá girar la cabeza
para ver lo que pasa al otro lado.
Por último, en este tercer intento, puede existir todo tipo de comunicación en ambos
sentidos, por lo tanto existe retroalimentación lo que en teoría debe mejorar el resultado
obtenido en el dibujo llevado a cabo.
Una vez finalizado el juego, se comprueban los resultados comparándolos con el dibujo
original. Después en alto se comenta cómo nos hemos sentido.