Está en la página 1de 2

Marián Benítez Weisz

El Hombre del ‘Stetson’ Blanco

No sé por qué maldito conjuro ancestral las mujeres de esta familia estamos condenadas a
amar y ser amadas sólo en sueños.
Hasta hoy, ninguna de nosotras ha podido vivir un amor real.
La única forma de neutralizar este maleficio es convertir en realidad nuestras quimeras. Podría
parecer algo sencillo; sin embargo, no es una cuestión de voluntad. No tenemos el poder de elegir
con quién soñar. ¿Cómo dar con ese hombre que sólo se presenta por las noches, mientras dor-
mimos? ¿Dónde buscarlo al despertar? ¿Acaso existe esa persona realmente?
Es triste serle ajena a las pasiones del alma. Es devastador saberse un espíritu invisible a los
actos del amor; y quizá, peor aún, sólo poder amar lo intangible…
Noche a noche me duermo con la esperanza de saber identificar al hombre de mis sueños, para
intentar dar con él estando con los ojos bien abiertos. Necesito un amor real…
Mis sueños me llevan a una recorrida difusa y, casi siempre, irrepetible.
De pronto me encuentro aquí, una vez más, saltando de un sueño a otro. Ya no me importa sa-
ber cómo llegué a este lugar; me limito a esperar que esta abstracción me lleve a un destino palpa-
ble. Vuelvo a navegar en un calidoscopio fluctuante y sin fin; estoy a la deriva…
Me detengo al divisar una arboleda lejana. Me encantan los árboles; los bosques… Todo ese
verde… Me gusta el verde.
No sé qué pasó con las azucenas que tenía entre las manos, hace un instante. No sé qué, tam-
poco, con la casa en donde estaba; ni porqué ahora estoy detenida en una ruta y sostengo un mapa.
El sol me está dando de lleno en la cara. No salí del auto, pero estoy fuera de él.
Ahora hay un murmullo de personas que se ríen. Hay mucha gente por aquí; y está ese hombre
que se acerca.
Mis manos tiemblan… Es un perfecto desconocido que viene directo hacia mí. Usa un
‘stetson’ blanco y botas tejanas. Tras sus anteojos de sol, que reflejan mi silueta, adivino sus ojos
prietos, que intentan adivinar los míos. Se detiene a dos pasos de mi respiración. Me ofrece ayuda
con el mapa; cree que estoy perdida. Le doy las gracias; pero en verdad lo que busco no está en el
papel.
Mis latidos se aceleran por su cercanía. Puedo sentir el perfume de su fragancia, tan masculi-
na, pegándose a mi piel.
No me importa que tenga veinte años más que yo. Es tan atractivo… Parada frente a él me
siento pequeña; como una mariposa posada en los brazos de un atlante. Esa sensación me agrada.
En este momento quisiera experimentar su abrazo.
Acabo de encontrar lo que buscaba, en el mapa de mis sueños…
Voy a amar a este hombre, esta noche. Ya no me importa que no sea real. Él ha despertado
mis deseos.
Hace un gesto de saludo, rozando el ala de su sombrero, mientras los árboles que nos rodean
se van transformando en un mar, calmo y azul.
Están lloviendo jazmines… los tengo prendidos a mi pelo. Él toma uno y lo acerca a mis la-
bios. Percibo el dulzor que emana su pistilo.
El sol va declinando su rostro a mis espaldas, brillando de oro nuestros cuerpos.
Su mirada me envuelve, me domina y enciende mis sentidos. Sus labios se acercan a los míos.
Escucho su corazón… ¿o será mi palpitar? Soy una mariposa en vuelo…
Tendidos sobre las sedas de una playa inmaculada siento cómo su mano dibuja mis contornos.
Sus ojos prietos me acarician. Delinea mis facciones con su boca. Tengo sus manos sobre mí.
Pero todo acaba. Despierto con la angustia de saber que acabo de perder a ese hombre que
amé, mientras dormía.
En el borde de mis labios me ha quedado su sabor.
¿Dónde encontrar, en Buenos Aires, a un hombre con un ‘stetson’ blanco, botas tejanas y ojos
prietos? Si alguien lo ve: ¡Por favor, avísenme, mientras aún tenga mis alas de mariposa!

FIN

También podría gustarte