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MUCHACHA PEQUEÑA, AUSENTE Y SIN NOMBRE

En escena hay una silla. MUCHACHA entra. Lleva un block de folios y un lápiz
en la mano.
Se sienta en la silla.

CARTA 1
Hoy me he tomado la mañana libre porque estoy arrastrando una gripe fuerte
desde hace más de una semana y me ha dado por la melancolía, por el sueño y
por pensar. Así que descansaré hoy, mañana, y pasado y procuraré
recuperarme. Tengo mucho sueño y, algunas veces, la mente tirante y
desesperada.
He vuelto a ponerme en tratamiento con el médico de mi padre, porque me
encontraba muy deprimida. Estoy dispuesta a centrar mi vida y a empezar desde
el principio. Va a ser una tarea muy dura porque será en solitario y tengo mucho
miedo a la soledad. Pero, si Dios me ayuda, tal vez consiga el equilibrio que he
perdido y vuelva todo a la normalidad. Me gustaría tomar unas largas vacaciones
en el mar, sentirme despejada y tener a alguien que se tomase la molestia de
cuidarme un poco. Son momentos muy difíciles y te ruego que me ayudes en lo
que puedas.

Arranca la hoja y la tira al suelo.

MUCHACHA PEQUEÑA
Yo era una cosa breve.
Me sentaba a ver correr el agua de las lluvias.
Pasaban por mi calle
infinidad de féretros,
que con mis sueños iban
detrás de la mañana.
Yo era una cosa leve.
Tenía los ojos tristes
y las manos muy quietas;
unos delgados pies
que apenas sostenían
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mi muerto corazón
de niña sin infancia.
Yo era una cosa sola.
Recuerdo que era dulce,
que la melancolía
me hacía escribir a veces
poemas en el aire,
que guardaba las hojas de los árboles,
las plumas de los pájaros,
unos peces muy rojos
y unas piedras ligeras y muy blancas.
Yo era una cosa pura.
Eran mis amigos los perros vagabundos,
los libros de otras vidas
y las tardes que gemían
a través de los pinos.
¡Yo era una esperanza sin eco que no olvido!
Oh, muchacha pequeña,
¿qué te han hecho?,
¿qué te ha dado y quitado la vida
que, ahora,
igual que aquella niña
—con los ojos más tristes
y el alma cansada—,
sufriendo estás
la tarde,
a través de los pinos?

CARTA 2
Mi alma es un amasijo de contradicciones y de sed. Intento buscar en todas
partes algo de amor. Ya no sería un pasatiempo, sino una necesidad vital para

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mi vida. No hay nada que pueda calmarme, no existe nadie que oiga cómo este
corazón mío late y late con pánico. Pero... el naufragio está ahí, en cada minuto.
O, ¿no es un naufragio el simple hecho de vivir todos los días? Desde hace algún
tiempo he perdido todo interés por vivir. Y tú me preguntas que qué será de
nosotras... Nada, no será nada, no seremos nada más que dos equivocadas, dos
"marginadas". Marginadas por todos y por nosotras mismas. Todo lo que
sentimos nos hundirá más, estoy segura de ello, porque lo hermoso y lo noble
no existen.

Hace un bollo con el papel y lo tira al suelo.

HIPOCRESÍA
No soy la que camina con la risa en la boca,
ni la que va de paso con la mano extendida.
No soy la compasiva, ni la triste y callada:
soy la que lleva en sí la hipocresía.

No os canséis de mirarme con la mirada abierta,


cual lobos al acecho de mi temor oculto.
Yo soy la hiedra extraña que trepa en una risa
y llora en la raíz, bajo la tierra roja.

Yo soy la piedra dura donde la mar se agota,


la fusta que no tiembla, la espuela congelada:
mi semblanza presento sin dolor y sin sombra.
Miradme, conocedme, sabedme de esta forma
terrible que no oculto.
Mañana seré otra de la que ahora escribe.
Su presencia está cerca:
ceñida a mi cintura
trepará
locamente
hasta mi boca.

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CARTA 3
Creo que un escritor debería cambiar las cosas, que la gente leyese lo que uno
escribe, para ser mejor pero, me desmoraliza que esto no sea así.
Por mucho que escribas de una flor, o del amor o de la vida, la gente no hará
caso, prestará oídos sordos a la verdad del alma y, la verdad, esto me deprime.
Yo no escribo para ver mi nombre encabezando un texto en la página preferente
del periódico, escribo porque quiero decir algo, ser comprendida, reconocidos
por los otros los puntos de humanidad que propongo pero, no es así, todo queda
en un ¡”qué artículo más bonito escribiste”!
Pero nadie recoge lo que en verdad haya en el fondo de la palabra…
¿Para qué escribir ante el vacío de percepción que nos rodea?

Dobla la carta y la guarda en el bolsillo del pantalón.

FRENTE A LA ISLA
Mirad a esa mujer, dicen algunos,
callada frente al mar cada mañana.
Es una pobre loca soñadora,
una pobre mujer que desde siempre
soñó con ser gaviota y tener alas.
Mirad con qué insistencia se detiene
a contemplar la Isla, allá lejana.
¡Qué distante de su razón la nuestra!
Miradme, sí, miradme.
A juicios de los hombres ya no temo.
Helados juicios
que con desdén quisieron
congelar las hogueras de mi pecho.
No los oigo. Soy una pobre loca,
mas, al fin,
mis oídos cerré a las voces vanas.
Sólo la tristeza del mar es lo que escucho.

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Oíd...
Cada mañana me acerco a recoger
de alguna de sus huellas
los restos destrozados.
Yo sé que habrá pisado alguna orilla
y aguardo el milagro de ese instante.
¿Llamáis a esto locura?
Seguid vosotros, pues, con la cordura:
si loca me creéis, no me hacéis daño.

CARTA 4
Un temporal tremendo está sobre la isla. Ha nevado en Tejeda toda la noche y
hoy, a las siete de la mañana, el granizo me despertó al chocar contra la ventana
de mi cuarto. Las pérdidas del jardín han sido notables: una enredadera muy
frágil que subía por la palmera, tirada violentamente sobre las baldosas; unas
lenguas de tigre, tronchadas por la mitad; un clavel blanco, roto; un ciprés,
doblado sobre sí mismo, y pequeños gajos arrancados de las plantas de
estación. Fue un espectáculo maravilloso e insólito. Al menos estos cambios
bruscos e inesperados, me crean la ilusión de estar en un lugar diferente, lejos
de la isla, de la calma y de la monotonía.

Rompe la carta en cuatro trozos y los tira al aire.

MUCHACHA AUSENTE
Dijiste, ¿Natalia?, y contestó la lluvia.
Miraste, ¿tus ojos?, y surgió la tristeza.
Hablaste y las hojas de oro de tu voz
las arrastró el otoño,
lejos, lejos.
Una inmensa montaña crecía
como una sombra:
¡despierta, abre los ojos...!
Mis pies eran de plomo y no podían;

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sólo la lluvia de tu voz caía
en mi ya infinita y desolada ausencia.
Mis párpados aprisionaban
miradas de otros tiempos,
poco a poco, lentísimos se abrían.
¿Natalia?
La lluvia contestó:
«Esa muchacha de corazón incierto,
no está aquí.
No te esfuerces en levantar sus hombros».
Y el otoño afirmó:
«Ella está ausente».

CARTA 5
Todos los días hago media hora de gimnasia y me siento muy fuerte y menos
cansada. Voy a la playa desde que puedo -los días están preciosos- y mi cuerpo
tiene ahora otra fortaleza y otro aguante. Mis canas siguen multiplicándose y sólo
me doy cuenta de ellas cuando estoy a la luz del día, en el jardín, depilándome
las cejas. Entonces, con el espejo, veo esta especie de cataratas aceradas -mis
canas no son blancas como las de mi tía Juanita- y doy un respingo. Pero no me
las teñiré. Son bonitas y el color no tiene nada de desagradable, al contrario,
brillan al sol.

Pone la hoja detrás de las otras.

PRESENTIMIENTO
No entiendo por qué,
a veces,
cuando es sombra la tarde y confusa es la luz,
surge un pensamiento constante de mi mundo,
no sé por qué lo gris,
el frío y lo indeciso,
se apoderan, terribles, de mi sueño más puro,

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y lo vuelven atroz.
Acosada por ellos, elementos malditos,
el espanto es agua que refleja el terror,
el sentimiento previo de mi fin
–presentimiento de que él llegará
en la soledad de la pequeña casa–,
frente al mar,
casi sin dios,
como siempre
he vivido,
palpando ávidamente lo que veo.
Quiero dejar escrita
una palabra dulce,
colgar en la ventana un retal blanco.
Pero alguien
me encontrará
dormida,
con el nombre de Nada
al borde de mis labios.
Sí, así pudiera ser.
Así lo he presentido
y nada más deseo para la ida:
dos apasionados instantes tal vez, una caricia,
mi libertad terrena,
y un rosal
hundido
en el hambriento secano de mi huerto.
Sí, ha de ser así.
¿No ven que yo deseo
mi solitario goce,

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hacerme mía, al fin,
únicamente?
Presiento que el hado, que vive de mi sangre,
conmigo irá camino del silencio.
Lo dejo reafirmado en estos versos:
moriré
junto al mar
con el adiós anónimo del viento.

CARTA 6
Aquí en Las Palmas no vas a encontrar ningún recuerdo que pueda herirte. Las
Palmas es una ciudad impersonal y sin memoria, cuya alma hace tiempo ya que
no existe.
La gente es distinta todos los días. Los coches llenan las calles, las casas son
colmenas y el paisaje del mar se lo han comido. Nada guarda ya la huella de
nada y han pasado muchos años. ¿Tienes miedo a este fantasma ruidoso que
ni siquiera te reconocerá a ti? No. No debes temer, porque nada te conmoverá.
Por desgracia ya no me puedo identificar con esta ciudad adulterada, fría.
Atraviesa la carta con el lápiz.

MUCHACHA SIN NOMBRE


No me llamo Natalia.
Jamás nací.
O si nací fue muerta.
El sol extendía sus primeros rayos
por una madrugada fatídica de marzo.
Mas no era yo la que su luz bebía.
Yo no existí jamás.
A lo sumo fui venas, manos, sangre,
un corazón pequeño y precintado
pero no fui jamás destinada a ser alguien.
Mi nombre, yo, Natalia,
estará inscrito en un papel cualquiera,
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en labios que no saben lo que hablan,
en tardes remotísimas y ausentes,
acaso,
en el tiernísimo corazón de alguien.
Mas yo, yo no soy yo.
No soy Natalia.

MUCHACHA sale de escena.

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