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EL CARISMA DE LUIS QUERBES

Robert Bonnafous, c.s.v.

Introducción

Con el tiempo, la palabra carisma se ha cargado de connotaciones


variadas, al menos en francés. Se reconoce carisma a una persona
comprometida en la política o en la vida social y manifiesta cualidades que
le permiten ejercer una autoridad, un ascendiente en su entorno.

En el campo religioso y para evitar toda confusión, hay que


atenerse al significado que los teólogos y exegetas dan a la palabra: Don
del Espíritu que responde a una necesidad concreta y determinada por el
Espíritu Santo, no para el sujeto mismo sino con vistas al bien de la
comunidad (Dictionnaire encyclopédique de la Bible — Brépois). Laurent
Boisvert resume así los tres elementos fundamentales del carisma: Un don
del Espíritu hecho a la Iglesia, con vistas a su edificación (Les charismes
en vie consacrée — Bellarmin). Se trata:
 de un don del Espíritu hecho a una persona, no por la santidad
de esta persona sino para que ella sea instrumento para el
crecimiento de la comunidad cristiana; la persona es una
depositaria, una gerente de este don.
 de un don hecho a la Iglesia; “Ella tiene el derecho y el deber
de vigilancia sobre los carismas, la necesidad de discernir su
autenticidad, de acogerlos y de estimularlos, de favorecer y
sostener su desarrollo” (Laurent Boisvert); el carisma escapa a
1
la persona que lo recibe y no existe más que si es verificado y
autentificado.
 de un don hecho para la edificación de la Iglesia; el carisma
está por consiguiente vinculado a una misión que se ejercita en
una época determinada, a través de una situación histórica
concreta.

El carisma inicial de Luis Querbes nos concierne directamente,


seamos religiosos o laicos asociados. El hizo nacer una sociedad que tiene
una misión, un espíritu, unas formas jurídicas, etc., que periódicamente
tenemos que actualizar, refundar. Sin embargo debemos estar atentos. No
es seguro que la cuestión: ¿Qué haría hoy Luis Querbes? con el
subentendido: ¿qué debemos hacer nosotros para serle fieles? sea la
buena cuestión que nos debemos plantear. El fundó durante la
Restauración y la Monarquía de Julio y nosotros estamos en el siglo XXI.
Nuestro tiempo no es el suyo y no sabemos lo que él haría hoy. Por otra
parte, para quien se beneficia de ello, el carisma no es siempre una
inspiración evidente, clara, concreta desde el punto de partida. Es una
invitación, un ponerse en camino que se manifiesta a través de tanteos.
Para descifrar y releer el carisma inicial, hay que interpretar, situar, tener
en cuenta el contexto. Pero la Historia de Luis Querbes nos inspira
(naturalmente que hay que conocerla...) y nos permite inventar una
fidelidad que respete su espíritu.

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I. EL DON HECHO A LUIS QUERBES Y SU
RESPUESTA

Leyendo su vida, sus escritos, los testimonios sobre su persona y su


acción, veo tres componentes principales de su carisma.

1. Luis Querbes ha sido sensible a la pobreza en los


ambientes de las pequeñas parroquias rurales
Escribe: Desde 1824, yo intentaba procurar también a los niños de
mi parroquia el beneficio de una educación religiosa y desembarazarme
de los dos maestros de escuela indignos de su profesión. Habiendo sido
denegada mi petición de un hermano a M. Courveille, entonces superior
de los Maristas, comprendí la necesidad de una institución que pudiera
enviar uno a uno a algunos de sus miembros hasta las aldeas más
apartadas (DQ 702/15.160. Informe al Cardenal de Bonald, junio o julio
de 1841 - versión dada por el sacerdote Martin). Vourles tiene 800
habitantes; el sueldo del cura es, en aquel tiempo, de 700 a 800 F; los
Hermanos de las Escuelas cristianas van de tres en tres y piden 600 F por
Hermano y por año (además de una fuerte prima de instalación); los
Maristas, algo menos.

Responder a una necesidad

Este rechazo marcó al sacerdote Querbes ya que lo recuerda en


otros documentos y sus contemporáneos nos lo cuentan.

Quedaban los niños. Para esto se dirigió a las congregaciones


dedicadas a la enseñanza que existían entonces para tener un religioso,
todas le respondieron que ellas no podían darle menos de tres de sus
miembros. La parroquia de Vourles era demasiado pobre para pagar a
tres hermanos. Deplorando la laguna que dejaban estas instituciones,
laguna que privaba al niño de los pueblos pequeños del beneficio de la
educación cristiana, no le vino por el momento otra idea que la de hacer
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lo mejor posible para educar cristianamente a los niños... (Charles Saulin,
Notes sur l’abbé Querbes T. 19185, § 12).

No es la pobreza material de las personas (miserables a la puerta de


la iglesia) lo que motiva a Luis Querbes. Respecto a esta pobreza, adopta
una postura clásica de los sacerdotes y de la Iglesia de su época. Es una
pobreza de medios que no permite a las pequeñas parroquias en «las aldeas
más apartadas»
 dar a los niños una instrucción religiosa, catequizarlos;
 dar a la Iglesia, a las ceremonias, al culto, un estilo, una
dignidad, una atmósfera de piedad;
 dar a los sacerdotes aislados un compañero que los alivie de su
soledad.

Dos desplazamientos

La revelación de esta carencia que ponía en condiciones de


inferioridad a las pequeñas parroquias le vino al P. Luis Querbes porque
experimentó un desplazamiento. Debemos tomar la palabra en su
significado preciso: Él cambió de lugar. De una hermosa parroquia urbana
(Saint-Nizier de Lyon), rica y bien dotada en obras, llega a una parroquia
sin recursos donde está todo por hacer, donde no hay más de 5 hombres
que comulgan por pascua. Oficiaba en una hermosa iglesia de estilo gótico
flamígero, con una escolanía de varias decenas de niños cantores;
celebrará en un local en situación peligrosa, demasiado degradado para ser
restaurado. De una casa cural bien provista y poblada por una decena de
sacerdotes varios de los cuales habían sido testigos de la fe, llega a una
casa descalabrada sin nadie que le acompañe en la mesa, etc.

En 1824, a los dos años de su llegada a Vourles, Luis Querbes debe


arreglar la situación delicada de Pierre Magaud, un antiguo Hermano de
las Escuelas cristianas, sobrino del alcalde de Vourles, que se había
escapado de su comunidad porque quería ser sacerdote (lo será
efectivamente, pero 17 años más tarde). El párroco le obtiene la dispensa
de los votos y, como Pierre Magaud sabe más o menos dar clase, se
convierte en maestro de Vourles En contrapartida, recibe lecciones de
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latín. Luis Querbes escribe: Pierre Magaud llegó a ser mi cantor,
sacristán, catequista, comensal y compañero. Esta experiencia le provoca
a actuar: Me sorprendía soñando lo ventajoso que sería el procurar a mis
hermanos maestros y compañeros semejantes al que yo tenía la dicha de
tener entonces (DQ 702/15. 160. Informe al cardenal de Bonald, junio o
julio de 1841 — versión dada por el sacerdote Martin).

Al cabo de dos años, presenta un proyecto al arzobispo y a un


vicario general, Monseñor desde hace mucho tiempo, la necesidad
inminente de instrucción religiosa, de la que carecen las pequeñas
parroquias de los pueblos, y el deseo de gran número de sacerdotes,
reclaman una institución importante (DQ 52/1.78. Querbes a de Pins,
borrador sin fecha pero anterior al 28 de febrero de 1827). En otro
borrador, dice que esta idea le ocupa completamente, y le sigue incluso al
altar (DQ 17/1.75. Querbes a de Pins, borrador sin fecha pero que podría
ser de 1828). El se siente llamado a responder a una inspiración.

La realización de este proyecto va a provocar a Luis Querbes un


segundo desplazamiento: de Vourles, pasa a un horizonte más amplio, él
dirá católico. Esto conlleva un efecto colateral importante: se ha
establecido en Vourles y abandona la perspectiva de una hermosa carrera
eclesiástica que sus talentos merecían con toda seguridad.

2. Luis Querbes ha osado innovar

Luis Querbes ha sabido ser moderno en muchos aspectos: en la


utilización de instrumentos (un sistema de reprografía), de medios (la
publicidad), el recurso al lobbying, la intervención a los más altos niveles
del Estado o de la Iglesia, etc. No es esto lo que yo estoy evocando aquí.
Para que la sociedad que proyecta llegue mejor a sus fines (la enseñanza
de la doctrina cristiana y el servicio del santo altar), osa imaginar
soluciones nuevas y las propone al arzobispo.

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Hacer que los laicos enseñen la catequesis

Hasta el momento, el catequista es el sacerdote, el vicario; en Lyon


bajo el Antiguo Régimen, es el seminarista del seminario de San Carlos.
La palabra catequista se define así en el diccionario más importante de
teología de la época: Eclesiástico encargado de enseñar a los catecúmenos
los primeros elementos de la religión y disponerlos a recibir el bautismo y
los demás sacramentos (...) Esta función se confía generalmente a jóvenes
eclesiásticos (Bergier, 1819). En el siglo XVI, se ha visto a laicos,
agrupados en la cofradía de los Doctrinarios, enseñar el catecismo, pero
estaban dirigidos por sacerdotes y muy pronto se convirtieron en
miembros de una orden. Hasta la revolución, la palabra catequista se
emplea poco. Lo mismo ocurre con catecismo. Se prefiere la expresión
doctrina cristiana: se enseña la doctrina. En el siglo XIX, la palabra
catecismo va a extenderse cuando las diócesis de Francia publiquen su
propio catecismo, con preguntas y respuestas, que los niños aprenderán de
memoria y que el párroco hará recitar, el domingo, frecuentemente en
público.

Hacer que los laicos enseñen el catecismo es una innovación que


conlleva una gran osadía: los laicos penetran en un campo ocupado hasta
entonces por el clero. Esta innovación fue, sin duda, uno de los puntos de
tropiezo con el arzobispo, y puede decirse que estuvo a punto de hacer
fracasar todo el proyecto. El señor superior del seminario mayor,
reconoce el Padre P. Querbes en una carta, me dijo que le parecía
entrever en esto una relación con las ideas del día y la tendencia del
protestantismo a secularizar la enseñanza y las funciones religiosas (DQ
65/1.130. Querbes a de Pins, borrador del 2 noviembre de 1829). Un
proyecto que quiere estar bajo la autoridad del obispo no puede ser
sospechoso de protestantismo y si lo es, no puede ser aprobado.

Hacer leer la palabra de Dios

Otra innovación: para los catequistas, Luis Querbes inventa un


oficio que les es propio, que encaja bien con su función primera. ¿Irán a
llevar la Palabra? Leerán la Biblia todos los días, por la mañana y por la

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tarde. ¿Deben transmitir la doctrina? La meditarán todos por la mañana y
por la tarde, a través del Catecismo del Concilio de Trento. ¿Son los
mensajeros de Jesucristo? Leerán en pequeñas dosis diarias la Imitación de
Jesucristo. Es la Leyenda. (Legenda = lo que debe ser leído). Este oficio
está sin duda calcado del oficio de los sacerdotes, el oficio de las lecturas
que en la época era el oficio de Maitines, pero es propio de los Clérigos de
San Viator. El siglo XIX es una época que privilegia las devociones: Vía
crucis, rosarios, oficio de la Santísima Virgen, oficio de difuntos, etc. El P.
Querbes no parece haber subrayado mucho estos aspectos, él quiere algo
sólido. Inventa la leyenda el 11 de febrero de 1829, cuando todavía no hay
ningún catequista (los primeros Catequistas entraron el 10 de noviembre
de 1831).

La Biblia se leerá entera, el Nuevo Testamento cada año, el


Antiguo cada dos años. No se tratará de una selección de textos: se leerán
todos los libros. Nos podemos preguntar cuál podría ser la utilidad de leer
algunos del A.T. Pero el dato está ahí y es innovador en un tiempo en que
la Biblia no se daba a todo el mundo. Cincuenta años más tarde Teresa de
Lisieux, en su Carmelo, jamás ha tenido una Biblia a su disposición sino
solamente extractos... Nos podemos preguntar sobre todo si los catequistas
tenían una preparación suficiente para sacar provecho de esta lectura. Sin
duda, no la tenían, pero es verdad que la Palabra no se deja encerrar y que
el Espíritu sopla donde quiere.

Emprender caminos seguros

La espiritualidad del siglo XIX ha subrayado prácticas personales


de piedad, de vida interior, de ascetismo, a veces de rigorismo para
permitir al cristiano conseguir mejor “su salvación”, según el conocido
refrán: “No tengo más que un alma que tengo que salvar”.

Luis Querbes no recomienda a los catequistas más que las virtudes


ordinarias como aconseja al P. Faure: Comencemos por fundar sobre esas
que yo considero ordinarias (...) el edificio de nuestra salvación y de
nuestra perfección y el resto se nos dará (DQ 342/6.67). Las virtudes a las
que coloca esta etiqueta no tienen nada de secundario: la fe, el celo (la
caridad), la humildad, la pureza, el amor al trabajo, al retiro y al silencio.
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Para los que han profesado, también la obediencia, la castidad y el espíritu
de pobreza.

La divisa Adorado y amado sea Jesús, y que parece fruto de su


genio, sintetiza perfectamente su espiritualidad: la contemplación y la
acción para con el prójimo o, como ha desarrollado Pedro Laur: Querbes,
un hombre de adoración; Querbes, un hombre de amor activo (Notas
sobre el P. Luis Querbes, pp. 81-112). Es exactamente lo que él espera de
los catequistas, cristianos que deben vivir plenamente su bautismo.

Conferir un ministerio

Otra innovación importante, aunque ésta no se ha puesto en


práctica porque no gustó a la autoridad eclesiástica. Esta revela en qué
espíritu imaginaba el sacerdote Querbes a los catequistas. Dado que
enseñan la doctrina cristiana, dado que ejercen una función en la liturgia,
¿por qué no serían investidos de una especie de función reconocida por la
Iglesia? Hoy diríamos una especie de ministerio. He aquí lo que escribe.

En un borrador de carta a Mons. de Pins (¿otoño de 1828?): ... Un


seminario menor, destinado a proporcionar a las pequeñas parroquias del
campo buenos maestros de escuela, los cuales, durante dos años de
permanencia en el mismo para estudios y noviciado, hallarían tiempo
suficiente para formarse en la virtud y en los conocimientos necesarios y
después, revestidos de la tonsura, serían enviados a los párrocos que los
solicitaran, para quienes serían fieles compañeros y les servirían como
sacristanes, salmistas y clérigos en la administración de los sacramentos
podrían ser trasladados cuando pareciera necesario, lo mismo que se
hace con los coadjutores... (DQ 17/1.75).

En un borrador de carta al Sr. Cattet, vicario general (otoño de


1828): ... El proyecto es formar una escuela normal de verdad, que sea
para la diócesis un semillero de maestros para las escuelas parroquiales y
religiosas cuyos alumnos sean, en nuestras parroquias de los pueblos,
acólitos y sacristanes de los párrocos, siempre a sus órdenes, como
también a las del Ordinario [ = el obispo], ya sean célibes o casados, todo

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lo cual parece en perfecta conformidad con el deseo del Concilio de
Trento, sesión 23, cap. 17, hacia el final... (DQ 54/1.80).

Los catequistas son clérigos-parroquiales. Algunos de ellos podrían


ser dotados de signos distintivos que señalarían el tipo de ministerio del
que estarían investidos la tonsura y las órdenes menores.

La tonsura. Ya no existe, es decir que no ha representado algo vital


para la Iglesia. Aparece simplemente hacia los siglos V o VI en el clero,
que lo copia de los monjes. Era el signo de una intención de apartarse, una
expresión de su voluntad de pertenecer a Dios, pero no constituía una
orden sagrada. Recibirla hacía entrar en la clericatura. Pero el P. Querbes
la recibió el 28 de marzo de 1807, o sea a los 13 años y medio.

La referencia a una disposición del Concilio de Trento es más


compleja. El Concilio de Trento dedicó su sesión 23, en julio de 1563, a
estudiar, concretar, clarificar la doctrina del sacramento del orden. Lo que
salió de allí conlleva 4 capítulos doctrinales, 8 decretos de anatemas, un
decreto de reforma dividido en 18 capítulos o cánones. El tema 17 de
reforma lleva como título Cómo restablecer el ejercicio de las órdenes
menores.

Las órdenes menores eran muy antiguas y correspondían, en los


primeros tiempos de la Iglesia, a funciones reales: ostiario, lector, acólito,
exorcista. Con el tiempo, las funciones cesaron pero las órdenes siguieron
siendo conferidas a los que avanzaban hacia el sacerdocio. Las Iglesias de
la Reforma las ignoraban. Durante el Concilio, se interrogaron acerca de la
utilidad de conservarlas o suprimirlas. En el primer caso, ¿era posible
darles un contenido? Pero tenían prisa por terminar el Concilio y el tema
de la sesión conllevaba tantos temas más importantes: el episcopado, la
formación del clero, los sínodos, la organización de las diócesis, el deber
de residencia, el cúmulo de los beneficios, etc., que no se habló más, en
sesión plenaria, de la cuestión de las órdenes menores. Se hizo como se
hace a menudo en estos casos, incluso en los capítulos generales, emitir
deseos: en este tema, el concilio desea que las órdenes menores sean
restablecidas, en tanto en cuanto se pueda hacer fácilmente; en particular
allí donde la población y las posibilidades de la Iglesia podrán permitírselo
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(por ejemplo en las catedrales). Y el capítulo termina con otro deseo, el
mismo al que se refiere el sacerdote Querbes: Si no existen clérigos célibes
para ejercer las funciones de las órdenes menores, se podrá poner en su
lugar clérigos casados, pero de vida honesta, y a condición que no sean
bígamos y lleven en la Iglesia la tonsura y el hábito clerical (ses. XXIII,
chap. 17 - traduction de Michel en Les décrets du Concile de Trente, Paris
1938).

De hecho, parece que esta parte del decreto quedó como un deseo
piadoso. Un historiador dice que «de todos los decretos que emitió el
Concilio, es quizá el capítulo 17 el que menos entró en la práctica
corriente» (Cristiani, l’Eglise au temps du c. de T., Fliche et Martin, n° 17,
p. 208). Por otra parte había cosas mucho más urgentes en las diócesis,
empezando por poner en práctica la formación del clero. En los textos para
la aplicación del Concilio en este punto, nada llegó a la curia romana. San
Carlos Borromeo, en Milán, que aplicó escrupulosamente el concilio en su
diócesis preveía que la recepción de las órdenes se inscribiera, para los que
iban a recibirla, en una preparación progresiva al sacerdocio. Una
congregación de Clérigos regulares de las Escuelas Pías o Escolapios,
permitió recibir la tonsura a algunos de sus religiosos hermanos. Esto no
fue demasiado afortunado: se siguieron muchas divisiones entre sus
miembros

El sacerdote Querbes, que ha leído atentamente los documentos


conciliares, estima que ha llegado el momento de poner en práctica esta
disposición. Para intentar comprender lo que quería, ¿no se podría decir;
extrapolando y con cierto anacronismo, que estaba buscando algo parecido
a los ministerios instituidos o los institutos seculares?

3. Luis Querbes se apoya en las corrientes pastorales y


culturales de su tiempo

La recristianización

A partir de 1793, se interrumpe el culto público en la mayor parte


de las regiones de Francia y no vuelve a emprenderse hasta poco después
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de la entrada en aplicación del Concordato (1802). Algunos sacerdotes
podían seguir catequizando y celebrando pero arriesgando sus vidas. Las
generaciones de niños que alcanzaron sus 10 u 11 años (edad de catecismo
preparatorio a la primera comunión) entre 1793 y 1802, y bastante más
tarde, no reciben ninguna instrucción religiosa. Una vez adultos, son
padres no creyentes y, con frecuencia, no envían a sus hijos al catecismo.

Para la Iglesia de Francia, la Restauración y la Monarquía de Julio


(1815-1848) constituyen un período misionero, un tiempo de
recristianización. Es la época de las misiones interiores, de la creación de
obras, del desarrollo de congregaciones religiosas, de la multiplicación de
movimientos de piedad, etc. En este movimiento misionero general es
donde Luis Querbes inscribe su proyecto. Él va hacia las aldeas.

Porque se trata de un proyecto pastoral, el proyecto de Luis


Querbes no puede tener su misión más que del obispo y referirse siempre a
él. Es un proyecto diocesano. Desde sus primeros textos y cuando los
perfiles de lo que estaba buscando eran todavía imprecisos, el sacerdote
Querbes tiene esta frase en un borrador de carta al arzobispo: Esta
institución, que se añadiría a otras muchas que tan fácilmente se enraízan
y florecen en esta extensa y hermosa diócesis que la Providencia ha
confiado a la administración de Su Ilustrísima sería una congregación de
maestros de escuela, formados en un seminario menor o casa noviciado,
bajo la dirección inmediata de su Ilustrísima y enviados después a los
curas de las parroquias. Más o menos como se hace con los coadjutores.
(DQ 52/1.78. Querbes a de Pins, borrador anterior al 28 de enero de 1827).
Al lado leemos las palabras congregación y noviciado que aquí no se
aplican a lo que nosotros llamamos hoy congregación religiosa. El
proyecto de hacer enviar estas personas poco más o menos como los
coadjutores no tendrá continuidad, los catequistas no serán enviados por el
obispo ni desplazados por él, tal como se dice, este punto es inaplicable.
Pero el rasgo revela un espíritu de servicio, de ponerse a disposición del
obispo, espíritu que se encuentra también en uno de los peores momentos
que Luis Querbes conoció: en octubre de 1829, cuando los estatutos son
aceptados por el gobierno resulta que el obispo prohíbe dar continuidad.
En una defensa sólida, precisa, estructurada, el sacerdote Querbes
demuestra todas las ventajas que habría si se ensayara: Por lo demás, no
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pierda de vista su Ilustrísima que yo pido solamente su bendición sobre un
ensayo y que, realizado bajo su protección, estará rodeado de múltiples
precauciones. Si a pesar de todo, el intento fallara, la asociación podría
ser eliminada fácilmente por su autoridad, Monseñor, ya que por derecho
el jefe es, sin otra condición, uno de sus curas párrocos y los reglamentos
se podrían modificar ampliamente ya que los estatutos aprobados son
pocos. (DQ 65/1.130. Querbes a de Pins, borrador del 2 noviembre 1829).

La escolarización

El período de la restauración y de la Monarquía de Julio (1815-


1848) vienen marcadas por la primera ola de escolarización. No es Jules
Ferry quien ha credo la escuela primaria, son las leyes y las ordenanzas de
1816, de 1830, de 1833, de 1850, y muchas disposiciones legislativas las
que crean las escuelas normales, el cuerpo de inspectores, los rectorados,
etc.

Un catequista no está ocupado todo el día por la enseñanza de la


doctrina cristiana y por el servicio del la Iglesia. Por otra parte, necesita
vivir. Por consiguiente será también maestro de escuela. La escuela es un
medio: en ella es donde comienzan a reunirse los niños, aunque todavía
falta bastante para que estén todos, y muchos no vengan más que cuando
hace mal tiempo. Los primeros catequistas que se adhirieron al proyecto
de Luis Querbes son maestros de escuela, a veces entrados en años.

En un borrador de 1828, el sacerdote Querbes evoca la idea de


tener en Vourles una escuela verdaderamente normal y conservará esta
idea hasta que la Revolución de 1830 frene los proyectos de la Iglesia de
controlar la enseñanza primaria. Busca en el cuerpo de maestros,
mediocres en esa época, los hombres que necesita. Los forma, hace de
ellos personas autónomas (los catequistas pueden ir solos) y los envía a los
sacerdotes que se lo piden.

El proyecto de futuro conlleva ciertos límites que ya hemos podido


entrever y algunos de los cuales serán evocados en la segunda exposición.
Conviene observar, sin embargo que su proyecto es más innovador que

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muchos otros de su época, como los de los “pequeños hermanos”, estas
congregaciones dedicadas a la enseñanza que nacen en el tiempo y que a
menudo copian fácilmente los fines, la pedagogía y la pastoral de los
“grandes hermanos”, los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Pero, como
muchos movimientos católicos de la primera mitad del siglo XIX, se tiñe
de miras políticas: se tata de luchar contra las consecuencias de la
Revolución, contra la Universidad (es decir el cuerpo que, en Francia,
controla la enseñanza), el progreso del espíritu liberal (o sea del espíritu
volteriano) que anima a muchos maestros, que se han insertado en las
escuelas normales de los departamentos. Es un proyecto de reconquista, de
restauración de una cristiandad difunta. Pero el mundo ha evolucionado y
los tiempos antiguos ya no pueden volver.

II. REVISIONES Y CONFIRMACIONES


SUCESIVAS
Sabemos a quién piensa dirigirse Luis Querbes, cómo imagina a los
catequistas, la misión que quería confiarles. Nos queda por ver los medios
que va a tomar para que el carisma se encame. Al ir tomando forma, el
carisma supera al que ha sido su beneficiario y, en cierto sentido, se le
escapa.

1. La prueba del terreno


La primera verificación es la confrontación con la realidad. La
puesta en práctica del proyecto evidenciará sus puntos fuertes y sus
fragilidades y lo modelará sin contemplaciones.

Pobres para los pobres

En tiempos del fundador, los catequistas eran enviados a los pobres


y soportaban las consecuencias de su misión, especialmente en sus
condiciones de vida.
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 Pueden ir de uno en uno y lo hacen.
 La sociedad no tiene obras en las ciudades (excepto las
sacristías).
 Si van solos, viven en la casa cural.
 En los contratos con las parroquias, el superior acepta
condiciones financieras inferiores a las previstas en el
prospecto oficial de la sociedad. Esto conllevará una pobreza
de la sociedad que pondrá en peligro su existencia.
 La sociedad acepta obras que no dependen de una parroquia
pero que favorecen a los niños pobres o desfavorecidos.
- La providencia de Dijon (1841-1844).
- La providencia Saint-Irénée (1843-1848) para los jóvenes
obreros de la seda.
- La providence de Vienne (1850).
- El orfelinato agrícola de Poussery (1845-1854).
- La Obra de Boussarroque (1854-1855) para jóvenes
encarcelados.
 Los catequistas parten para países desprovistos de medios
pastorales (San Luis de Missouri, Sirdhana en la India).
 Los catequistas viven en condiciones mediocres y a veces en la
miseria.

La enseñanza de la doctrina cristiana

Los miembros de la sociedad se llaman “catequistas”. Los


documentos que les rigen les obligan a ejercer esta función con mucho
cuidado:
 Art. 4 de los Estatutos: Sea la que sea la vocación particular
del Catequista, (...) no debe descuidar en ninguna ocasión de
evangelizar a Jesucristo especialmente entre los pobres.
 Comentario de los Estatutos: El estudio y la enseñanza de la
doctrina cristiana esa es nuestra vida.
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 Tienen la obligación de preparar todos los días la explicación
abreviada de una lección del catecismo de la diócesis y una vez
por semana, una instrucción razonada sobre el misterio o
sobre la lección del domingo. No temáis repetir y añadir,
recomienda el superior: este estudio es el de toda la vida
(Directorio, 2 parte, cap. 3, no 76).
 Luis Querbes crea instrumentos para los catequistas: el
Directorio donde expone el método catequético, los libros de
cánticos para mejorar la celebración del culto.

Pero también eran maestros y este oficio ocupaba con frecuencia la


mayor parte de su tiempo, bien para la preparación de su título, o a causa
del elevado número de niños de los que estaban sobrecargados.

El servicio del santo altar

Luis Querbes había querido Clérigos parroquiales. Había escrito


que los catequistas debían ser, en las aldeas, los acólitos y los sacristanes
de los párrocos, siempre bajo su mano (a sus órdenes), como también bajo
las del ordinario (DQ 54/1.80). No hay duda de que los catequistas
estuvieron « bajo la mano» de los párrocos, e incluso entre sus manos:
 Si van solos, se alojan en la casa cural.
 Cuando el sacerdote lo autoriza, desempeñan una función en el
altar y participan en las ceremonias.

Pero, para muchos, la función de clérigos parroquiales no tiene


contenido o se limita a ocuparse de la sacristía. El P. Faure escribe al P.
Querbes: “Ya sé que a usted no le importan mucho las sacristías”
(P.3324/1.5.28. Carta del 11 de enero de 1845). Un catequista aislado en
una sacristía es un operario, ocupado de lo material. El clérigo parroquial
hubiera debido tener otra función.

En cuanto a permanecer “bajo la mano” de los obispos, aunque


eran de derecho pontificio, de hecho, la congregación fue tributaria de los
obispos. Algunos, con su apoyo, favorecieron su desarrollo (los de Saint-

15
Flour, de Rodez, de Montréal). Otros, lo bloquearon (los de Belley, de
Nevers, de Saint-Louis).

No sería justo culpar exclusivamente a los eclesiásticos del fracaso


o la atrofia de esta parte del proyecto querbesiano: hubo catequistas que
también contribuyeron a ello. Su formación, frecuentemente reducida, no
les preparaba a este tipo de “ministerio”.

La auténtica verificación del carisma vino por parte del arzobispo y


su consejo. Se estudiará especialmente la naturaleza de la sociedad
proyectada y el compromiso de sus miembros.

2. Laicos

En Vourles, con Pedro Magaud, otros maestros vecinos como


Tomás Nogier, de Brignais, o quizá Guignod, de Saint-Genis, reciben una
formación. El párroco completa su instrucción de base, les enseña a
enseñar, él que ha sido director de una escuela clerical les prepara
instrumentos útiles como un cuadro de lectura. Les forma como
catequistas y como auxiliares parroquiales. A partir de este pequeño grupo
teoriza lo que será la sociedad de San Viator: Una piadosa cofradía.

Luis Querbes sueña con reunir a estos laicos en una piadosa


cofradía. Hoy, en Francia ha caído casi totalmente en desuso la forma de
cofradía. Anteriormente había sido floreciente y, en aquel tiempo volvía a
tener cierto vigor. Había cofradías de devoción (el Rosario, el Santísimo
Sacramento), cofradías caritativas (San Vicente de Paúl), cofradías de
misericordia (para las sepulturas). Agrupaban a miembros de una misma
profesión, aunque este tipo pertenece más bien a los siglos precedentes.
Los estatutos diocesanos establecen normas para estos movimientos que,
aunque agrupaban a laicos, eran siempre dirigidas por sacerdotes.

No hay ambigüedad acerca de la sociedad que imagina Luis


Querbes: lo que él dirigirá será una sociedad de laicos.

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Escribe a los sacerdotes de la diócesis de Lyon: Esta piadosa
asociación (...) se propone hacer de su establecimiento principal un
semillero de clérigos laicos destinados a secundar a los señores párrocos
en las parroquias del campo e incluso en las de la ciudad en calidad de
catequistas, es decir de maestros de las pequeñas escuelas y de
cantores/sacristanes (DQ 103/2.100). La expresión clérigo-laico no es
propia del sacerdote Querbes, también la emplean otros sacerdotes.
Designa al que ejerce múltiples funciones (sacristán, bedel, campanero,
cantor, enterrador, etc.). Se le ha llamado también clérigo de la obra.

El sacerdote dirá al arzobispo: No es una nueva congregación


religiosa la que me parece necesario establecer; una sencilla cofradía de
maestros piadosos y de cristianos podría responder a las necesidades del
momento. Estos maestros laicos, unidos por los vínculos de la caridad,
podrían quedarse célibes o incluso comprometerse con los vínculos del
matrimonio, sin dejar de formar parte de la cofradía (DQ 702/15.160.
Informe al Cardenal de Bonald, junio o julio de 1841 - versión dada por el
sacerdote Martin).

Cuando en el ministerio de Instrucción pública, un jefe de división


lee en el proyecto de los estatutos algunos artículos sobre el catecismo, se
sorprende y cree ver allí un proyecto para una congregación religiosa
camuflada. Escribe en este sentido a Luis Querbes. La reacción del
sacerdote es inmediata: Únicamente los votos constituyen una
congregación religiosa; aquí no los hay; nada más lejos de mí creerme
fundador de una orden (DQ 60/1.110. Anotaciones en la carta del rector
del 10 de junio de 1829).

Se comprendería mal el proyecto de San Viator y lo que llega a ser


después si se olvidara este punto de partida. El reglamento que el
sacerdote compone para la sociedad se dirige a laicos y no a religiosos; la
espiritualidad que recomienda es la de cristianos fervorosos, el libro de
vida (el Directorio) es un libro práctico para maestros cristianos que no
son religiosos.

Sin embargo, los catequistas no serán maestros ordinarios, serán


también clérigos parroquiales, personas que ejercerán, al menos eso espera
17
el sacerdote Querbes, una especie de ministerio. Su vida debe ser digna.
También el proyecto de estatuto pide a cada uno vivir una vida cristiana
que corresponda a sus posibilidades y a sus exigencias personales: Si
algunos tenían la devoción de hacer de los tres consejos evangélicos la
materia de votos simples y secretos (votos privados) sus promesas podrían
ser recibidas por la dirección (de la asociación) (DQ 86-C/2.47. Estatutos
fundamentales del reglamento interior de la sociedad de los Catequistas de
San Viator, 1830). Por consiguiente tendríamos una sociedad que
agrupaba varios tipos de compromiso: un sacerdote; hermanos que
seguirían la práctica de los consejos evangélicos de obediencia y de
castidad; asociados, es decir cristianos piadosos, hoy diríamos “cristianos
comprometidos”, que podrían ser incluso casados.

El sacerdote ha contado sus ideas y proyectos a Monseñor de Pins


y al Señor Cattet, vicario general. El consejo episcopal ha intentado
valorar la generosidad del párroco de Vourles y le propone nombrarle
director de un pequeño seminario, después ponerle al frente de los
hermanos del Sagrado Corazón cuyo fundador acaba de desaparecer
trágicamente. Tenaz y sabiéndose apoyado por amigos (Magneval, alcalde
de Vourles, el sacerdote Vincent Pater), Luis Querbes no ha abandonado
su punto de vista.

La aprobación civil

En enero de 1829, entrega en el rectorado de Lyon para ser


transmitido al ministerio, un proyecto de Estatutos principales de una
asociación caritativa de buenos ejemplos y de ayuda mutua entre los
maestros de escuela y clérigos parroquiales de la diócesis y de la
academia de Lyon llamada de los Catequistas de San Viator (DQ 56/1.84.
Titulo de los estatutos sometidos al ministerio). Esto, cuando todavía no
tiene ningún catequista. Se trata de una asociación caritativa dedicada a la
enseñanza. Esta apelación designa, en el ministerio, toda asociación
privada, confesional o no, que quiere que se autorice a sus miembros a
enseñar y que si se comprometen a hacerlo durante diez años sean
dispensados del servicio militar. Si los catequistas no hubieran sido

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dispensados del servicio militar, la sociedad habría desembocado en el
fracaso.

Otros dos motivos explican que se solicitara la autorización civil.


Se espera recibir algunos fondos y se sueña hacer de Vourles una escuela
normal, e incluso una escuela departamental. Los Marianistas tienen varias
escuelas formales oficiales (por ejemplo la del departamento de Doubs).

Como Luis Querbes es sacerdote, pide y obtiene la autorización del


consejo episcopal para realizar estas diligencias, y, en agosto de 1829, para
ir a negociar directamente con el ministro. Yo estoy convencido de que el
consejo, y probablemente en primer lugar el Señor Cattet, le concede esta
posibilidad para que choque contra una negativa gubernamental que habría
enterrado el proyecto.

Sin embargo, el proyecto se aprobó en muy poco tiempo. El 8 de


agosto de 1829, el Consejo Real de Instrucción pública decide autorizar la
Sociedad caritativa de las Escuelas de San Viator y el 10 de enero de
1830, un decreto real aprueba la sociedad caritativa. Entrar en los detalles
de las negociaciones nos llevaría demasiado lejos.

El bloqueo

Pero el éxito de Luis Querbes es mal acogido por el arzobispo, que


prohíbe al sacerdote pasar a la fase de realización. Esta postura se refiere a
la vez a la coyuntura y a la naturaleza de la sociedad proyectada. En
aquella época, el episcopado francés resiste firmemente a las medidas
legislativas tomadas para liberar la enseñanza de una excesiva influencia
del clero. El arzobispo de Lyon, que ha sido uno de los más resueltos
opositores a estas medidas, no acepta que uno de sus sacerdotes haya
negociado con el ministro de instrucción pública la creación de una
sociedad que estaría sometida a los controles de la Universidad. Más aún,
esta sociedad de laicos que llevarían el nombre de catequistas, que
ejercerían las funciones de clérigos parroquiales y algunos de cuyos
miembros serían casados, parecía sospechosa a Monseñor de Pins, y no
solamente a sus ojos: El Señor superior del seminario mayor me dijo,
19
reconoce Luis Querbes, que le parece entrever en esto alguna relación con
las ideas del día y la tendencia del protestantismo a secularizar la
enseñanza y las funciones religiosas (DQ 65/1.130. Querbes a de Pins,
borrador del 2 de Noviembre de 1829).

Finalmente, al cabo de dos años de esfuerzos, algunos amigos y


gente que apoyaba al P. Querbes convencieron al arzobispo a ceder en su
oposición. Esto fue el 3 de noviembre de 1831. El párroco de Vourles
emite entonces la promesa de sacerdote catequista, seguido algunos días
más tarde, de los dos o tres primeros catequistas laicos.

3. Cofrades y religiosos

Los estatutos aprobados por el gobierno se refieren a “la asociación


de las escuelas de San Viator”. Es necesario redactar y hacer aprobar los
estatutos que la seguirán desde el punto de vista eclesiástico.

El nuevo enfoque

De 1830 a 1833, las sucesivas redacciones de los estatutos y sobre


todo su estudio por el consejo episcopal llevan a cambios en los artículos
que modifican la naturaleza de la sociedad. La cofradía que habría reunido
laicos, algunos de los cuales serían casados, se convierte, poco a poco, en
una cofradía de laicos muy piadosos algunos de los cuales podrían emitir
votos de devoción, votos privados. Las verificaciones van borrando
referencias simbólicas o artículos luminosos del proyecto primitivo. De
esta manera desparece para los hombres casados, la posibilidad de formar
parte de la sociedad; también se suprime la facultad de recibir la tonsura y
se borra la facultad de “secundar a veces en los rangos inferiores de la
clericatura a los pastores de los pueblos para el cuidado de las iglesias y
para las funciones de ceremonias sagradas”, es decir, la referencia al
concilio de Trento.

El texto de los estatutos, aprobado provisionalmente el 4 de abril de


1832, define una cofradía piadosa. Los miembros, todos laicos célibes,
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tienen la posibilidad pero no la obligación de emitir votos privados. Están
obligados a vivir la vida cotidiana de los cristianos que siguen el modelo
que, desde el siglo XVII, se tiene la costumbre de llamar el modelo
“devoto”.

El examen de los manuscritos, de sus idas y venidas entre Vourles


y Lyon, las decisiones del consejo episcopal dan una impresión de una
negociación concertada entre el sacerdote Querbes y el arzobispado para
hacer viable y consolidar una piadosa cofradía de laicos que se
comprometería a llevar una vida cristina ejemplar. Algunos de los
primeros catequistas responden bien a esta exigencia : Pierre Magaud,
Pierre Liauthaud, Hugues-Marie Favre, Claude Robin, Jean-Pierre Blein,
etc. Son laicos: conservan su nombre y su apellido, emiten una promesa de
obediencia al director principal, quedan financieramente independientes y
no viven en común entre ellos.

El doble hogar

La sociedad de los catequistas experimenta una evolución mayor


en su naturaleza y en sus estructuras cuando, en agosto de 1833, el consejo
episcopal decide reunir los pequeños Hermanos de María (Maristas) con
los catequistas de San Viator. Los primeros no consiguen obtener la
autorización del gobierno. Unidos a los catequistas, se beneficiarían de las
ventajas de la autorización legal de los segundos. Luis Querbes habría sido
el superior del conjunto. Aunque él entra en esta operación a disgusto,
enmienda los estatutos de los catequistas para tener en cuenta los
compromisos religiosos de los Pequeños Hermanos. El artículo que defina
la futura sociedad viene redactado así: La sociedad de los Catequistas
siendo al mismo tiempo una piadosa asociación y una congregación
religiosa, sus miembros son hermanos y cofrades y el vínculo espiritual
por el que se unen a ella es el término de sus compromisos (DQ
129/2.136. Estatutos de la asociación de los Catequistas parroquiales de
Nuestra Señora-San-Viator. Sin fecha pero en septiembre/octubre de
1833). Los cofrades emitirían una promesa de obediencia; los hermanos,
votos públicos.

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La fusión no se realizó, pero el consejo episcopal aprovechó los
documentos que se prepararon para esta ocasión y, después de haber hecho
una última limpieza al texto, lo aprobó y no dejó al sacerdote Querbes otra
posibilidad que la de aceptar si deseaba que los catequistas de san Viator
existieran. El 11 de diciembre de 1833, la sociedad es por consiguiente al
mismo tiempo una piadosa asociación y una congregación religiosa.

Pero el 11 de diciembre, no desaparecieron todas las


ambigüedades: ¿Qué es la sociedad de los catequistas para Monseñor de
Pins? Y ¿para el sacerdote Querbes? Si observamos la continuación de la
historia, vemos que, para el primero, es o debería ser una congregación
religiosa mientras que el segundo actúa como el director principal de una
sociedad de catequistas laicos.

4. Religiosos

Cuando el arzobispo aprueba los estatutos, la sociedad de


catequistas comprende, además de su director, ocho personas repartidas en
seis parroquias. Pero, a partir de este momento, crecerá rápidamente:
 el sacerdote ha dado a conocer la sociedad entre los catequistas
de la diócesis;
 la ley de 1833 sobre la enseñanza primaria conlleva una
petición de personal;
 la sociedad se ha dotado de una oficina de gestores laicos (el
despacho de los Rectores temporales) para recoger fondos;
 abre una casa de formación (Le Poyet).

Por eso acuden candidatos: entre 1831 y 1838, al menos 70


personas pasan por Vourles. En ese número, figuran algunas
personalidades de primer plano (Antoine Thibaudier, Louis Fraigne, Jean-
Pierre Archirel, Louis Prud’homme, Jean-Baptiste Clavel, etc.) pero
también algunos pobres tipos cuyos nombres no es necesario señalar:
maestros viejos e irreformables en sus costumbres, antiguos religiosos o
jóvenes frágiles.

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Por su conducta aberrante, algunos de estos catequistas, aunque son
minoritarios en la sociedad, hacen sospechar de todo el cuerpo: Los
hermanos del Señor Querbes son sujetos poco fiables, se queja Monseñor
de Pins (DQ 174/4.25. Querbes a Faure, carta del 16 de mayo de 1837),
aunque no se trata de hermanos sino de laicos, ni de todos los hermanos
sino de algunos (cinco según una carta del sacerdote Querbes al Señor
Cattet; cf. DQ 164/4.9, carta del 25 de Noviembre de 1836).

La sociedad está amenazada en su existencia cuando el consejo


episcopal prohíbe a los catequistas llevar la sotana y ordena al director
principal que les dé un vestido “más conforme a su estado por su
modestia” (P.774/4. 121. Cattet a Querbes, carta del 23 de noviembre de
1836). Según los estatutos aprobados por Monseñor de Pins, los
catequistas hubieran debido llevar una levita. Según el Directorio, podían
llevar una sotana. Aprovechándose de la contradicción entre los dos
documentos, muchos llevaban la sotana, que favorecía más que una levita,
que correspondía más a las funciones que ejercían y que los acercaba más
al altar.

El sacerdote Querbes comprendió que esta medida anunciaba otras.


Discutir el llevar la sotana, era poner en tela de juicio la función del clero
parroquial, su lugar cerca del sacerdote y del presbiterio, es decir tocaba a
lo esencial, al punto más innovador del proyecto, lo que el sacerdote había
llamado aspectos singulares y nuevos en las costumbres fundamentales de
esta sociedad (DQ 97/87. Querbes a de Pins, borrador del 21 de octubre de
1831). Aunque se tomó la molestia de explicarse ampliamente en una hábil
defensa, sabía que sería inútil: Su ilustrísima nos puede arrojar por tierra
de un plumazo, reconoce concluyendo, nos levantaremos, con un saco al
hombro e iremos, guiados por la Providencia, en busca de nuevas pruebas
(DQ 164/4.9. Querbes a Cattet, carta del 25 de Noviembre de 1836).

Durante el año 1837, se tomaron serias medidas para volver a dar


credibilidad a los catequistas. Algunos miembros de la sociedad fueron
expulsados, se estableció un programa de estudios, se decidieron reformas
a propósito de la apertura de nuevos establecimientos y del vestido. Sobre
todo, el 21 de octubre de 1837, durante una solemne ceremonia de
profesión, una decena de nuevos catequistas emitieron sus votos
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condicionales por un año y, según parece, estos votos fueron votos
públicos. No hay documento alguno que precise las “condiciones” de esos
votos condicionales. Como el sacerdote Querbes había previsto, sin duda,
su recurso a Roma, probablemente los votos se habrían emitido con la
reserva de que los estatutos fueran ratificados por la autoridad de la Santa
Sede. El 21 de octubre de 1837 señala ciertamente una etapa decisiva en la
historia de la sociedad.

El recurso a Roma

Al ir a Roma, el director principal lleva cuatro objetivos:


 asegurar la perennidad de la sociedad de los catequistas;
 mantener su unidad;
 hacer confirmar la rama de los catequistas seculares
amenazados por la autoridad diocesana;
 obtener, no un decreto de alabanza, sino la aprobación
definitiva de los estatutos.

No logrará el tercer objetivo.

La preparación del dossier conlleva una última revisión de los


estatutos por el consejo episcopal sobre un texto profundamente
modificado y sometido por el sacerdote Querbes. Se ha eliminado todo lo
referente a la piadosa cofradía. El texto que firma Monseñor de Pins es el
documento fundamental de una congregación religiosa (DQ 213/4.69. 5 de
marzo de 1838).

Por su parte, el sacerdote redacta, con un cuidado meticuloso, un


apéndice o capítulo adicional sobre los Cofrades o Catequistas seculares
(DQ 226AJ4. 36. Sin fecha pero de comienzos de 1838) donde expone la
utilidad de esta segunda clase de miembros de la sociedad, el vínculo
espiritual que estos laicos tendrían con el director principal, las
condiciones de su admisión y de su vida. Introduce este capítulo adicional
en un segundo ejemplar de los estatutos (DQ 212-A) que lleva, juntamente
con el primero, a Roma.
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Se sabe lo que pasó: siguiendo los consejos del consultores y para
evitar que la negociación fuera indefinidamente bloqueada, comprendidos
incluso los puntos que trataban de la congregación, el sacerdote Querbes
no presentó oficialmente el documento que conllevaba el capítulo sobre
los “catequistas seculares” El 21 de septiembre de 1838, la congregación
de Obispos y regulares aprobó los estatutos de una congregación religiosa
de derecho pontificio cuyo superior general era el P. Querbes.

5. Dios proveerá

Él fue efectivamente superior general pero, si pasamos demasiado


rápidamente sobre tres o cuatro anotaciones escritas de su puño y letra a
continuación, corremos el riesgo de ignorar indicios importantes para
adivinar este pesar profundo de ver su proyecto incompleto; indicios que
permiten quizá explicar los resortes que han funcionado o no en su vida de
superior general.

En un informe cuidadosamente escrito, leído ante el cardenal de


Bonald, nuevo arzobispo de Lyon, y la oficina de los Rectores temporales
vuelve a hablar de los catequistas seculares: El art. 4 de los estatutos
aprobados por el Consejo Real de Instrucción pública (...) señala con el
nombre de Asociados una segunda clase de miembros de la Sociedad,
compuesta por maestros seglares, incluso casados (...) El capítulo
adicional de los estatutos que les concierne fue examinado y aprobado
verbalmente en Roma. Fue una verdadera conquista el poder erigir tan
fácilmente como cofradía a un grupo de maestros seglares. La práctica de
este derecho sería hoy tanto más preciosa ya que los señores párrocos
piden por doquier maestros piadosos y cristianos, y sencillos cofrades,
catequistas seglares (...) despiertan menos prejuicios en estos desdichados
tiempos. En este punto esperamos las órdenes de Su Eminencia. El
proyecto sigue todavía en su mente tres años después de la aprobación
pontificia de la congregación.

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El texto del capítulo adicional está inscrito en el Libro de oro,
selección de los textos esenciales de la sociedad, inmediatamente después
de los decretos de aprobación pontificia, episcopal y real.

En 1849, la respuesta a una encuesta preparatoria a la ley de 1850,


contiene una referencia explícita a la clase de los cofrades que no ha
podido ser formada, por haber rehusado su aprobación la autoridad (DQ
458/72, Querbes a Michel, borrador sin fecha pero de 1849). Una
autorización denegada en una época puede ser concedida en otra.

Un documento más tardío aún, el comentario de los estatutos, hace


referencia al concilio de Trento, sesión 23, capítulo 17 y coloca la adaraja:
A la espera de que pueda realizarse este deseo... (DQ 550 18/96. Art. n°
1. 1855).

Este deseo no se concretará mientras viva Luis Querbes. Sin


embargo, en 1983, en otra revisión de este carisma, la Iglesia aprobará la
Constitución cuyo artículo 5 trata de los miembros asociados.

Luis Querbes había soñado algo que no se realizó. Pero se puede


suponer que, en sus últimos días, sentía que su sueño había sido un buen
sueño. También se puede suponer que fue feliz por haberlo tenido y que
seguía confiando: él sabía que, a su modo, Dios proveería.

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