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pecados
Querido(a) amigo(a):
¿Sabías que la Biblia contiene “malas
noticias” y “buenas noticias”? Las “malas
noticias” son acerca de nosotros—como
somos. Las “buenas noticias” son acerca de
Dios. Como Él es y lo que ha hecho por
nosotros.
Capítulo 4:
Encontrando la Respuesta
“María y yo no nos habíamos visto en mucho
tiempo”, le dijo la Abuela a la Srta. Pérez. “Fue mi
culpa por mantenerla aquí. Por favor no la
castigues por eso”.
“Bueno, ya veremos...”, respondió la Srta. Pérez
de manera irritada.
Camino a casa en el autobús, María se sentía
decepcionada. Si tan solo su abuela hubiese
podido terminar de explicarle todo. “Soy igual que
Adán y Eva. Quería las cosas a mi manera”, se
dijo. Cada día se sentía peor por dentro. “¿Quien
puede explicar las cosas como abuela?”, se
preguntaba María.
A la mañana siguiente, María fue al patio donde
Esteban estaba jugando con Capitán. “Esteban”,
le preguntó. “¿Quieres ir a la escuela dominical
mañana?”
Esteban lanzó la pelota hacia el entusiasmado
cachorro y lo observó mientras iba tras ella. Luego
dijo, “¡Seguro! Me gustaría saber si ese libro en el
Cielo del que hablas es verdad”.
“Lo es”, dijo María. “Sólo pregúntale a la profesora
mañana. Ven y ayúdame a llamar a Ana. Le
preguntaremos a ver si Tío Pedro puede pasarnos
a buscar”.
Tan pronto Ana escuchó lo que ellos querían, ella
llamó a su papa por teléfono. El Tío Pedro sonaba
complacido. Prometió pasarlos a buscar y
llevarlos de regreso luego de almorzar.
Cuando su madre llegó a casa, María y Esteban
le preguntaron si podían ir a la iglesia y a la
escuela dominical. “Oh, no me importa”, dijo con
desdén. “Pero ustedes van a tener que alistarse
solos. Y no hagan ruido. Su padre y yo vamos a
salir esta noche y vamos a querer despertarnos
más tarde mañana”.
El próximo día en la Escuela Dominical, María
observaba cuidadosamente mientras la maestra
ponía imágenes de Adán y Eva en un
franelógrafo. La maestra empezó repasando las
lecciones anteriores enseñadas en la clase. “Adán
y Eva pecaron, lo recuerdan. Y pasaron su
naturaleza pecaminosa a nosotros. Todos
nacemos con pecado en nuestros corazones. Por
eso es que hacemos y decimos cosas malas.
Todos queremos hacer las cosas a nuestra
manera. Dios nos ha dicho que ningún pecado
puede entrar al Cielo”.
María estaba asombrada de que estaba
escuchando lo que su abuela había comenzado a
decirle el viernes. Quizás su maestra pudiese
responder sus preguntas. María levantó la mano.
“¿Cómo puede alguien ir al Cielo? ¿Cómo pueden
nuestros nombres ser inscritos en el hermoso libro
de Jesús?”, preguntó con rostro preocupado.
La maestra sonrió al responder. “María, Dios nos
amaba demasiado como para dejarnos en
nuestros pecados y tristeza. El envió a Su Hijo, el
Señor Jesús, para tomar el castigo por nuestros
pecados”. Ella puso una imagen de la cruz en el
franelógrafo y continuó. “Los soldados tomaron a
Jesús y lo azotaron con látigos. Pusieron una
corona de espinos sobre su cabeza. Luego lo
clavaron a la cruz donde murió. El murió por tus
pecados y por los míos. Esta es la manera en la
que Jesús nos salva de nuestros pecados, tal y
como dice la Biblia en Mateo 1:21”.
“¿Quiere decir que Jesús pagó el castigo por las
cosas que hacemos, como decir mentiras y
desobedecer?”, preguntó María.
“Sí, querida”, contestó la maestra. “Dios tomó
todas las cosas malas que habíamos hecho y las
puso sobre Jesús. Ahora necesitamos creer que
Jesús murió por nuestros pecados y recibirlo
como nuestro Salvador. En el momento en que
hagamos eso, Dios nos perdona de todos
nuestros pecados. La Biblia dice en Hechos
16:31, ‘Cree en el Señor Jesucristo, y serás
salvo’”.
Finalmente María entendió. “Yo quiero hacer
eso”, dijo. Había deleite en el rostro de la maestra
mientras le decía a la clase, “María puedes hacer
eso ahora mismo. Cualquiera de ustedes puede
recibir a Jesús en este momento. Cerremos
nuestros ojos”. Luego le dijo a María, “Ahora
María, ora y dile a Jesús que tú crees que Él
murió por ti. Dile que te arrepientes de tus
pecados. Pídele que entre a tu corazón y que sea
tu Salvador”.
Los otros niños estaban tranquilitos mientras
María oraba. La maestra oró y la clase terminó.
Mientras María se marchaba, la maestra puso su
brazo alrededor de ella y dijo: “Espero que vengas
a la escuela dominical cada domingo, María. Y
recuerda que ahora puedes llevarle todos tus
problemas a Jesús”.
“¿Está mi nombre escrito en el hermoso libro en
el Cielo ahora?”, preguntó María.
“Sí, María, tu nombre está escrito en el hermoso
libro de Jesús”. La maestra asintió con la cabeza y
le sonrió mientras se despedía de ella. Los ojos
de María brillaban mientras ella y Esteban se
marchaban de la iglesia esa mañana.
Camino a casa en el vehículo esa tarde, María se
acercó a Esteban. “¡Tengo una noticia maravillosa!
Pertenezco a Jesús ahora”, le susurró. “Y mi
nombre está escrito en el hermoso libro de Jesús”.
“¡WOW!”, exclamó Esteban. “Nuestro maestro
me dijo que todo lo que habías dicho era verdad.
Nos contó de muchas otras cosas buenas
también. Si Tío Pedro nos lleva, me gustaría
regresar el domingo que viene”.
“A mi también”, dijo María. “Ahora Jesús me va a
ayudar a hacer las cosas correctas que necesito
hacer”.
En el colegio el próximo día, María sabía que iba
a tener que decirle a la Srta. Pérez lo de la
mentira y el listado roto. “Y voy a tener que decirle
que puse a Susana a decir mentiras también”,
pensó asustada. Luego recordó que Jesús la
ayudaría y comenzó a sentirse mejor.
Justo antes de sonar el timbre, La Srta. Pérez dijo,
“Unos amigos míos están ofreciendo una semana
gratis de campamento a cinco estudiantes que
muestren la mayor mejoría durante el resto de
este año. Serás escogido por tu esfuerzo en la
escuela y mayormente por tu buena conducta.
Espero que todos den lo mejor de si”.
El corazón de María dio un vuelco. ¿Cómo le
iba a contar ahora a la Srta. Pérez? Eso arruinaría
sus chances de ir al campamento. Lentamente
María se puso de pies. Los otros estudiantes se
abrían paso contra ella y salían por la puerta.
María empezó a seguirlos. De repente se devolvió
y corrió hacia el escritorio de su maestro. “Srta.
Pérez”, le dijo. “Tengo algo que decirle”.