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Las Siete Palabras

Jesús fue juzgado por sedición y blasfemia. Fueron seis los juicios a los que fue expuesto.  3 juicios
fueron religiosos (por los líderes judíos) y 3 fueron civiles (por las autoridades Romanas).  Fue
Presentado ante Pilatos, y luego ante Herodes.  Jesús fue azotado, abofeteado, escupido y
humillado.  Se le ofrece a la multitud liberar a Jesús en cambio de Barrabás, sin embargo los líderes no
están de acuerdo, quieren ver a Jesús muerto.
Jesús dijo siete palabras mientras moría colgado en la cruz del Calvario, aun en su agonía, cuando el
dolor le consumía, emitió palabras que deben afectar positivamente nuestra manera de vivir.

1. La Palabra Misericordiosa. Padre Perdónales porque no saben lo que hacen (Lc. 16:34)
Lucas 23:34 dice: «Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron
entre sí sus vestidos, echando suertes«.

Constituye esta palabra la postura cumbre de la doctrina evangélica sobre el amor; y pronto fue
practicada por los cristianos, como en el caso de Esteban (Hechos 7,60). Esta palabra falta en algunos
códices. El motivo que ocasionó la supresión parece ser la intención de los copistas de subrayar de este
modo la responsabilidad de los judíos. Sin embargo, la admiten todas las ediciones críticas. Es
coherente con la doctrina de Cristo sobre el amor a los enemigos (Mateo 5,44), con la oración del
Padrenuestro (Mateo 6,9-13) y con su propia conducta durante la pasión (Mateo 22,48.51).
a.      Una oración personal al padre celestial
b.      Intercede por los mismos asesinos que le perdonan
c.      ‘Padre’ significa que hay una íntima comunión
d.      El propósito de la cruz era traer perdón y eso mismo hizo Cristo, pidió a Dios que
perdonara quienes lo mataban.  Jesús pide ante Dios por los romanos, los líderes judíos
religiosos (fariseos y saduceos), por los líderes romanos, por el pueblo de Israel y el pueblo
gentil.  Cristo estuvo allí intercediendo por cada uno de nosotros que como los que le
mataron, tampoco sabemos lo que hacemos.
Todo el plan de nuestra salvación radica en la misericordia de Dios. Cristo se compadecía de los
enfermos y los sanaba, de las gentes hambrientas y les daba de comer. Pero lo extraordinario es
compadecerse del enemigo, de los que nos hacen daño, de los que nos hieren, de los que nos afrentan.
Hasta este punto llegó el amor de Jesucristo.

Es seguro que los enemigos de Cristo esperaban oír maldiciones, malas palabras, injurias de quien
estaba sufriendo. Esperaban oír por lo menos quejidos de dolor y fíjense que de él salió no un grito, sino
una plegaria, una dulce y suave oración de perdón.
Lo interesante del verbo griego es que no está en pasado sino en gerundio, o sea: «iba diciendo». En
otras palabras esta frase fue repetida varias veces durante el cruel proceso.

Se ha dicho con razón que comprender es perdonar. Él comprendía la ignorancia de este horrendo
crimen. «No saben lo que hacen».

¿Alguna vez ha sentido un dolor tan agudo que preferiría la muerte? Ahora elévelo a la enésima
potencia, peor si eso fue ocasionado como una operación sin anestesia. ¿Cree usted que sería capaz
ese momento de orar por perdón? Hay que notar que en ese momento Jesús estaba siendo torturado,
injuriado, calumniado, etc. Sin embargo, elevó una oración genuina. Él es un Dios de perdón y
misericordia. Él mismo enseñó a perdonar hasta setenta veces siete, o sea indefinidamente.

2. La Palabra Alentadora. De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc. 23:43)
Lucas 23:42, 43 dice: «Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le
dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Es la respuesta de Cristo a la súplica del ladrón arrepentido. Jesús le promete la vida eterna.

a.      Crucificado entre dos criminales


b.      Cruz es el castigo de pena capital más horrible del gobierno romano
c.      El que clama a Jesús puede estar seguro que él responde
d.      La vida eterna comienza aquí y ahora
e.      En Cristo encontramos la vida eterna.
El compañero de martirio, un ladrón a quien la tradición le da el nombre Dimas y en algunas ocasiones
le han llamado: «el buen ladrón».

Yo me imagino que él estaba atento a lo que decía Jesús y seguramente oye de labios de Cristo la
palabra Padre, y seguramente eso le hace reflexionar: «Oh si yo pudiera dirigirme a Dios con esa paz y
tranquilidad».

En ese momento comienza a creer en Dios, incluso comienza a reprochar a su compañero en el


versículo 40 diciéndole: «¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?». Luego añade
en el versículo 41: «Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron
nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo». Fíjense que se siente culpable y por un momento está de
acuerdo con la justicia de los hombres.

De pronto pone su fe en Jesús y siguiendo el relato le dice: «Acuérdate de mí cuando vengas en tu


reino». Qué preciosa seguridad. Recuerden que ya durante su ministerio Jesús había afirmado: «Al que
a mí viene no le echo fuera». Si la salvación fuera por obras, aquel ladrón no podía hacer nada para
salvarse. El apóstol Pablo lo aclaró perfectamente en Romanos 10:9, 10: «Que si confesares con tu
boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».

3. La Palabra Cuidadosa. Madre he ahí tu hijo, Hijo he ahí tu madre (Juan 19:26-27)

Juan 19:26, 27 dice: «Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba
presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde
aquella hora el discípulo la recibió en su casa.»

De todos los discípulos de Jesús, solo uno (Juan) estuvo cerca de Jesús durante sus juicios.  ¿Por qué
a Juan?  José había muerto, Juan era hijo de Zebedeo y Salomé quien era hermana de María y por lo
tanto Juan era primo hermano de Jesús, lo cual también es probable.  Probablemente porque los
hermanos de Jesús no creían en el (Juan 7:5); como María creía a Jesús, ella fue echada a un lado por
la falta de fe de sus hijos. 
a.      Vemos que el evangelio que son rechazadas, palabras de Dios para quienes no tienen lugar
en la sociedad.
b.      Con la muerte de Jesús, María quedaba desamparada, pero no fue demasiado su dolor
como para olvidar de su madre.
c.      Sienta un ejemplo para que todos podamos seguir, la iglesia (los verdaderos hermanos de
Jesús) está puesta para recibir al desamparado y necesitado.
Imagínese como madre lo que ella estaría sintiendo. Pero Jesús como hijo humano de una dolorida
mujer, se acuerda que él como hijo mayor tenía deberes humanos y los atendió cuidadosamente
encomendando a aquella buena y amante madre a su discípulo amado.

Su resignada pero dolorida madre lo necesitaba. Hay que notar que la más favorecida de todas las
mujeres fue también la más afligida. Seguramente su fe estaba pasando una severa prueba, pues,
aquel que era poderoso en palabra y obras, se estaba dejando crucificar y no hacía nada para poder
remediarlo. Seguramente esa madre abnegada se acordó en este momento de cuántos milagros hizo su
hijo cuando estaba en su ministerio.

¿Ahora quién podría consolar a esta madre en aquellas circunstancias tan deplorables? Precisamente
había un discípulo que Jesús confiaba. Obviamente había parientes cercanos, hermanos, primos, etc.
Pero prefirió confiarle a su discípulo amado ya que posiblemente José ya había muerto.
Con esto Jesús nos hace pensar que no debemos dejar de pensar en nuestros padres. El apóstol Pablo
también lo señaló diciendo: «Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con
promesa«. (Efesios 6:2).

4. La Palabra Patética. ¿Dios mío, Dios mío porque me has desamparado? (Marcos 15:34)

Mateo 27:46 dice: «Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama
sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?«

Es una oración tomada del salmo 22, que probablemente recitó completo y en arameo (Eli Eli lama
sabachthani), lo cual explica la confusión de los presentes que creyeron ver en esta súplica una llamada
de auxilio a Elías.

Esto es un acto de profunda soledad y alejamiento de su Padre. Este es el punto más profundo de la
cruz. Probablemente este sea el texto más misterioso. ¿Cómo es posible que Dios desampare al justo?
¿Cómo es posible que Dios se separe de su Hijo? ¿Cómo es posible que Dios se separe de sí mismo?
a.      Señala el profundo abismo que existe entre Dios y la humanidad
b.      Jesús revela que en el sentido más profundo de la palabra, todos estamos desamparados.
c.      Jesús se identifica con nosotros.  El desamparo de Jesús es el nuestro y su muerte es la
nuestra.
Ésta es la palabra más misteriosa, más patética de Jesús. ¿Acaso no dijo en alguna otra ocasión: «Mi
padre y yo uno somos» y en otra ocasión «El que me ha visto a mí ha visto al Padre«?
Sin embargo, vemos que este privilegio no era posible cuando se hallaba cargado con todos nuestros
pecados. Él ama al pecador pero aborrece el pecado, él no puede consentir el pecado y Jesús siente en
ese momento que la presencia divina se aleja y abre su boca y exclama: Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has desamparado?

Pero no pensemos que esto representa una queja, o una duda, más bien era una situación interna de
no sentirse completo junto a su Padre.

Es una pregunta exclamativa que no requería respuesta, quizá sólo quería hacernos reconocer el
inmenso sacrificio que él hizo por nosotros para que reaccionemos y podamos decir: «Sí Señor, lo
reconozco, fue por mí. Sé que te sentiste temporalmente abandonado por tu Padre para que yo pudiera
ser amado para siempre».

Miren lo que dice Mateo 27:45: «Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora
novena«.
Yo aseguraría que todas las tinieblas del infierno se levantaron en contra de Jesús, que todo pecado
horrendo, cruel y oscuro recayó en Jesús, todo el pecado del mundo fue puesto sobre él. Fue tal la
atrocidad del pecado de todos los seres humanos que el mismo Dios tuvo que alejarse
momentáneamente para que toda esa oscuridad y crueldad humana recayera en Jesús. Y quizá con un
profundo pesar y dolor exclama: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?».

En otras palabras, sufrió al tope la agonía física y la agonía espiritual y hay que recordar que ahí
estaban también nuestros pecados.

5. La Palabra Expresiva. Tengo Sed (Juan 19:28)


Juan 19:28 dice: «Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la
Escritura se cumpliese: Tengo sed«.

Es la expresión de un ansia de Cristo en la cruz. Se trata, en primer término, de la sed fisiológica, uno
de los mayores tormentos de los crucificados. La palabra está tomada de los salmos 19:21; 68: 22:15 y
21:16. Se interpreta en sentido alegórico: la sed espiritual de Cristo de consumar la redención para la
salvación de todos. Cuadra con la estructura del cuarto evangelio, y nos evoca la sed espiritual que
Cristo experimentó junto al pozo de la Samaritana (lo 4,7).
Muestra la humanidad de Jesucristo, es un hombre real, no un fantasma sino un ser humano verdadero.
Su dolor fue tan real como el nuestro,

El vinagre (Marcos 15:23) vino mezclado con cidra.  Se le daba al crucificado para endrogar al
penitente. Se le daba para que la pena del crucificado no fuera tan amarga.  El vino ayudaría al
crucificado a olvidar su dolor.  Muchas personas desean escapar su dolor en las drogas y el alcohol.

Cristo nos enseña otro camino: Jesús enfrentó su futuro.  Ante la copa que estaba tomando, Jesús se
negó a tomar el vino que se le ofrecía.
La palabra sed refleja que ya casi no quedaba líquido en su cuerpo. ¿Le ha pasado a usted alguna vez
que ha sentido profunda sed?

Era peor la necesidad física que sentían todos los crucificados a causa de la pérdida de sangre y la
fiebre por las heridas. Por eso es que algunos verdugos mezclaron vinagre con hiel amarga y pestilente
y le quisieron dar para que beba, pero él no lo aceptó.

Incluso hoy en día él sigue recibiendo vinagre y hiel de muchos que no quieren aceptar su sacrificio en
la cruz del Calvario.

Es por eso que les puedo decir hoy que cuando le sirvamos a Dios no lo hagamos por vanagloria, ni
prestigio, ni posición. Hagámoslo sólo por amor y agradecimiento. Que nuestras alabanzas sean
genuinas, no sólo para llenar un espacio.

6. La Palabra Garantizadora. Consumado Es (Juan 19:30)


Juan 19:30 dice: «Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la
cabeza, entregó el espíritu«.
«Todo está cumplido»
Se puede interpretar como la proclamación en boca de Cristo del cumplimiento perfecto de la Sagrada
Escritura en su persona. Esta palabra pone de manifiesto que Jesús era consciente de que había
cumplido hasta el último detalle su misión redentora. Es el broche de oro que corona el programa de su
vida: cumplir la Escritura haciendo siempre la voluntad del Padre (Mt 5,17 ss.; 7, 24 ss.; Le 22,42; lo
4,34).
 
Es una declaración de victoria.  Cristo había cumplido su misión, había conseguido el propósito para el
que fue enviado – la salvación de su pueblo. Con su obediencia perfecta, Jesucristo cumplió la ley en
toda su totalidad. Durante su vida Jesús guardó la ley en toda su perfección, es lo que llamamos
‘obediencia activa’; en su muerte de cruz, Jesús llevó el castigo que requería la ley de todos aquellos
que rompían sus ordenanzas.  Jesús logró ambas cosas a favor nuestro.  Por medio de su vida y su
muerte podemos ser justificados delante del Dios padre.  Somos justos porque su justicia es contada a
nosotros por medio de la fe.  Somos libres de condenación porque la culpa por todos nuestros pecados
fue puesta sobre los lomos de Cristo y por eso podemos ser libres de condenación.  Cristo hizo una
obra completa, no solamente nos quitó la culpa de nuestra cuenta, sino que también nos aseguró la vida
eterna.
 
Jesús fue no solamente el cordero sino también el sumo sacerdote. Gracias a la muerte de Cristo hoy
podemos nosotros allegarnos a Dios por medio de Jesús.  
 
En la cruz de Cristo: el diablo fue destruido, la ley fue cumplida, y nuestro pecado fue quitado.  No hay
acusación, el abismo de separación entre Dios y los hombres ha desaparecido.  La cruz de Cristo revela
la justicia divina.  La cruz abre la puerta al cielo a todo aquel que cree.
Es una clara y directa palabra para alentar y afirmar nuestra fe. Era la palabra que ponían los griegos en
las facturas cuando se pagaban.

Consumado es significa ya no queda nada más por hacer. Garantiza una salvación perfecta a la que
nada puedo añadir como mérito propio, como si mi salvación fuera por mis propias obras.
Si usted tiene una factura con el sello de pagado, no intentaría jamás volverlo a pagar, ¿o sí? Sin
embargo, añadir mérito es un defecto de muchos cristianos, no comprenden que la obra de Cristo fue
perfecta, completa, no le falta nada, definitivamente nada se puede añadir.

Cuando Jesús pronunció estas palabras, Satanás y todos los demonios del infierno supieron que
estaban vencidos. Incluso la misma muerte había sido destruida, la victoria fue total. Por eso finalmente
pronunció su última palabra.

7. La Palabra Reveladora. Padre, en tus manos entrego mí espíritu (Lucas 23:46)


Lucas 23:46 dice: «Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró«.

Esta palabra expresa la oblación de la propia vida, que Jesús pone a disposición del Padre. Evoca el
salmo 30,6, en que el justo atormentado confía su vida al Dios bondadoso y fiel. En Cristo toda se había
cumplido, sólo quedaba morir, lo que acepta con agrado y libremente (lo 10,18). Esteban, protomártir
cristiano, que imitó a Cristo en la primera palabra, lo hizo también en esta última, encomendando su
espíritu en el Señor Jesús (Hechos 7:59).

Abba, una palabra intima para referirse al ‘padre’.  Jesús dando cumplimiento  a la profecía (Salmo
22:8) puso su espíritu en manos de su padre amado.  Jesús pone su espíritu el cual salía de su cuerpo
en aquella hora, al cuidado del Dios Padre.

Las últimas palabras de Jesús nos muestran un principio que todos los que tenemos a Dios como Padre
podemos seguir.  Cuando llegue el momento de partir de este mundo, digamos tal como Jesús mismo
dijo, “Padre, en tus manos entrego mi espíritu”.  Esteban pudo hacerlo, quiera Dios que nosotros
también podamos en su debido momento.
Fue tan potente esta palabra que la tierra se estremeció, ni siquiera pudo contener a sus
muertos. Mateo 27:51-54 
Llega el momento de su muerte, pero Cristo no teme aquella parte espiritual de su tragedia. Ahora se
muestra tranquilo y confiando. Aquel que antes habló de Lázaro junto al seno de Abraham, ahora se
disponía a entrar por aquellas puertas eternas, seguramente miles de ángeles haciendo una calle de
honor para su entrada. Los cielos estaban abiertos para llevarle en triunfo a su aposento celestial, junto
a su Padre.

Esa parte nos llegará en algún momento a cada uno de nosotros, porque dice la palabra del Señor: «Y
de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio«. (Hebreos 9:27).
De modo inevitable hemos de pasar por aquel valle sombrío, pero la muerte redentora de Cristo es la
garantía de que podremos terminar nuestros días con la misma confianza que Él, sólo en esas
circunstancias podremos decir con gozo: «Padre en tus manos encomiendo mi espíritu«.
Jesús dijo: «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro
corazón, ni tenga miedo«. En otra ocasión dijo: «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no
fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare
lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis«.
(Juan 14:2, 3).
Finalmente el apóstol Pablo también lo afirmó: «Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho,
teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor«. (Filipenses 1:23).
Conclusión:
 
Cuando Cristo dijo su última palabra, en la Biblia se explica que el velo del templo se rasgó.  Ya no más
había que ir a Jerusalén una vez al año para ofrecer un sacrificio el día de la expiación.  El sacrificio
perfecto ha sido completado y tanto usted y yo tenemos acceso a la presencia de Dios por medio de
Cristo. 
 
Si usted todavía no ha tomado el beneficio de este sacrificio perfecto, hoy Jesús le extiende una
invitación para que se beneficie de este sacrificio.  “si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestro
corazón”.

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