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Unidad 3. La filosofía hoy.

La crisis de la razón:
la maladie du siècle
Apunte de Cátedra

OM
Gastón G. Beraldi (Comp.)

El sueño de la razón produce monstruos


Francisco Goya

.C
En este texto comenzamos la unidad con el quiebre de la razón que se produce entre fines del
siglo XIX e inicios del XX al constatar que los objetivos iluministas y positivistas, en definitiva,
DD
racionalistas, no sólo no se habían cumplido sino que no habían hecho más que complejizar –por
ser benévolo, y no querer ser pesimista– la situación del hombre en el mundo: nuestro ser/estar
en el mundo. Por eso el tema central es el anuncio nietzscheano de la ―muerte de Dios‖, que no
es más que la caída de los distintos dioses/fundamentos creados por los hombres para ordenar
y dar sentido a la vida, es decir, la muerte de nuestros fundamentos morales para actuar en la
LA

vida. Y si entre la Ilustración y el Positivismo ya habían ―matado‖ al los dioses religiosos y


metafísicos, hacia fines del siglo XIX se constata la puesta en crisis de un nuevo dios: la ciencia.
La llamada racionalidad científico-tecnológica, si bien había traído algunas ventajas para la vida
vivida –nuevas y mejores medicinas, medios de comunicación, etc.– también había traído
nuevas y ―mejores‖ armas con las que dominar al hombre. Muerta la fe en el dios religioso y en
FI

el dios filosófico, ahora llegaba a su fin la fe en el dios de la ciencia.

Fines del siglo XIX e inicios del XX es una época de desilusión, de hastío, de decadencia, de
malestar. En definitiva, es la época del nihilismo. La época en que los hombres se dan cuenta en
que la confianza desmedida en la razón había hecho aguas. Esta crisis desata un estado de


desazón que se convertirá en un tema obligado de tratamiento filosófico y que conducirá a


repensar la filosofía, y al mismo tiempo el mundo y la vida. ¿Y entonces qué? ¿Y ahora quién
será nuestra/o guía? Si no hay nada en el mundo que nos oriente y que nos brinde una
respuesta a para qué vivimos –ni Dios, ni la razón ni la ciencia–, ¿qué hacemos ahora? ¿Cómo
vivimos ahora? ¿Cómo seguir con nuestras miserables y mundanas vidas, si no hay nada que
nos diga cómo hacerlo? Éste es el síntoma de una época: el mal del siglo, la crisis de la razón.

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UBA XXI – Filosofía – Apunte de Cátedra: La crisis de la razón

1. La muerte de Dios

El loco: –―¿Dónde se ha ido Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado; vosotros y yo, todos
nosotros somos sus asesinos […] ¡Dios ha muerto!1 ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le
dimos muerte! ¿Cómo consolarnos, nosotros, asesinos entre los asesinos? Lo más
¡Dios ha
muerto! sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su
sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua
servirá para purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué ceremonias sagradas tendremos que
inventar? […] Jamás hubo acción más grandiosa, y los que nazcan después de
Se apaga la
nosotros pertenecerán, a causa de ella, a una historia más elevada que lo que

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luz de la
fue nunca historia alguna.‖ Al llegar a este punto, calló el loco y volvió a mirar a razón.
sus oyentes; también ellos callaron, mirándole con asombro. Luego tiró al suelo
la linterna, de modo que se apagó y se hizo pedazos.2 (Nietzsche, 1984, 109-110)

La crisis de la razón (iluminista, positivista, científica, cientificista)

.C
Hacia finales del siglo XIX e inicios del XX se presenta a la intelectualidad, como una
preocupación generalizada, lo que da en llamarse la crisis de fin de siglo o
crisis de la razón. Esta ha sido enmarcada en gran medida por las
La crisis de la razón: categorías de decadencia, enfermedad, nihilismo o tragedia.
DD
-decadencia (Beraldi, 2015, 156)
-enfermedad
-tragedia […] En el siglo XVI, las gentes de Europa habían perdido la fe en Dios,
-mal del siglo
[…] El XV y el XVI son, por eso, dos siglos de enorme desazón, de atroz
-bancarrota de la
ciencia inquietud; como hoy diríamos, de crisis. De ellas salva al hombre
LA

-nihilismo occidental una nueva fe, una nueva creencia: la fe en la razón, en las
-malestar
nuove scienze.3
-ocaso de Occidente
-agonía de […] La generación que florecía hacia 1900 ha sido la última de un
Occidente
amplísimo ciclo, iniciado a fines del siglo XVI y que se caracterizó porque
sus hombres vivieron de la fe en la razón. ¿En qué consiste esta fe?
FI

Si abrimos el Discurso del Método, que ha sido el programa clásico del tiempo nuevo, vemos
que culmina en las siguientes frases: ―Las largas cadenas de razones, todas sencillas y
fáciles, de que acostumbran los geómetras a servirse para llegar a sus más difíciles
demostraciones, me habían dado ocasión para imaginarme que todas las cosas, que puedan


caer bajo el conocimiento de los hombres se siguen las unas a las otras en esta misma
manera, y que sólo con cuidar de no recibir como verdadera ninguna que no lo sea y de
guardar siempre el orden en que es preciso deducirlas unas de las otras, no
puede haber ninguna tan remota que no quepa, a la postre, llegar a ella, ni Fines del siglo
XIX e inicios del
tan oculta que no se la pueda descubrir”. XX: fin de la fe
en la ciencia.
Estas palabras son el canto de gallo del racionalismo, la emoción de alborada
que inició toda una edad, eso que llamamos la Edad Moderna. Esa Edad Moderna
de la cual muchos piensan que hoy asistimos nada menos que a su agonía, a su canto del
cisne.4
Vanidad de […] Este hombre [Descartes] nos asegura que en el Universo no hay arcanos,
vanidades, y
¡todo vanidad! no hay secretos irremediables ante los cuales la humanidad tenga que
detenerse aterrorizada e inerme. El mundo que rodea por todas partes al

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hombre, y el existir dentro del cual consiste su vida, va a hacerse transparente a la mente
humana hasta sus últimos entresijos. El hombre va, por fin, a saber la verdad sobre todo. […]

(Ortega y Gasset, 1941, 13-17)

El iluminismo, en el sentido más amplio de pensamiento en continuo progreso,


La desventura
de la razón. ha perseguido siempre el objetivo de quitar el miedo a los hombres y de
convertirlos en amos. Pero la tierra enteramente iluminada resplandece bajo el
signo de una triunfal desventura.5 (Horkheimer y Adorno, 1987, 15)

El destino de nuestro tiempo, racionalizado e intelectualizado y, sobre todo,

OM
El
desmitificador [desencantador] del mundo,6 es el de que precisamente
desencantamiento
los valores últimos y más sublimes han desaparecido de la vida pública y del mundo.
se han retirado, o bien al reino ultratetreno de la vida mística, o bien a la
fraternidad de las relaciones inmediatas de los individuos entre sí. (Weber, 1979, 229)

El programa del iluminismo consistía en liberar al mundo de la magia. Se proponía, mediante

Conocimiento
= .C
la ciencia, disolver los mitos y confutar la imaginación.

[…] Lo que los hombres quieren aprender de la naturaleza es la forma de


utilizarla para lograr el dominio integral de la naturaleza y de los hombres.
DD
poder Ninguna otra cosa cuenta. […] Poder y conocer son sinónimos.
=
dominio […] El mito perece en el iluminismo y la naturaleza en la pura objetividad.
Los hombres pagan el acrecentamiento de poder con el extrañamiento de
aquello sobre lo cual lo ejercitan.7 (Horkheimer y Adorno, 1987, 15-16)

Anduvo no ha mucho por el mundo una cierta doctrina que llamábamos positivismo, que hizo
LA

mucho bien y mucho mal. Y entre otros males que hizo, fue el de traernos un género tal de
análisis que los hechos se pulverizaban con él, reduciéndose a polvo de hechos.

[…] Les sucedió lo que dicen sucede con frecuencia al examinar y ensayar ciertos complicados
compuestos químicos orgánicos, vivos, y es que los reactivos destruyen el cuerpo mismo que
FI

se trata de examinar,8 y lo que obtenemos son no más que productos de su composición.


(Unamuno, 1958: XVI, 133-134)

La El hecho de que la ciencia es hoy una «vocación» que se realiza a través de




especialización
como signo la especialización […],9 constituye un dato de nuestra situación histórica del
distintivo de “lo que no podemos olvidarnos si queremos ser fieles a nosotros mismos.
científico” (Weber, 1979, 224)

[…] Aunque cada vez más convencido del valor y virtualidad de la ciencia,
La ciencia como
cada día siento por ella más desvío. No la considero ya más que como “opio de los
narcótico, un opio para ahogar los dolores del ansia de eternidad afectiva. Y pueblos”.
luego la ciencia se está convirtiendo en superstición, el microbio va a ser una
entidad teológica. ―La ciencia dice…‖, etc., etc.‖10 (Unamuno, 1972, 273)

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Cientificismo
vs.
Y nos hablan de la sacrosanta Ciencia los que se pretenden sus
Anticientificismo sacerdotes y nos la han erigido en ídolo creando la religión de la ciencia,
y como a toda religión acompañan supersticiones, la superstición
cientificista. Y esta a su vez provoca el antificientificismo de los que han proclamado la
bancarrota de la ciencia.11 (Unamuno, 2011, 57)

[…] Este intolerante cientificismo prende mejor y arraiga más donde la ciencia arrastra más
lánguida vida. –Es natural: a menos pensamiento,12 pensamiento más tiránico y más
absorbente. (Unamuno, 2007: VIII, 642)

La semiciencia, que no es sino una semiignorancia, es la que ha producido el cientificismo.

OM
(Unamuno, 2017, 236)

[El cientificismo es] una enfermedad de que no están libres ni aun los
Cientificismo: hombres de verdadera ciencia, sobre todo si esta es muy especializada,
-miope
-estrecho pero que hace presa en la mesocracia intelectual, en la clase media de
la cultura, en la burguesía del intelectualismo. Es muy frecuente en

.C
-ignorante
-semicientífico médicos y en ingenieros, desprovistos de toda cultura filosófica. Y
-enfermedad
-especialización admite muchas formas, desde el culto a la locomotora o al telégrafo
-creencia en los hasta el culto a la astronomía flammarionesca. Los felices mortales que
DD
signos materiales del viven bajo el encanto de esa enfermedad no conocen ni la duda ni la
progreso
desesperación. Son tan bienaventurados como los librepensadores
profesionales. (Unamuno, 2017, 230)

‗¡El cientificismo!‘ ¡Esta sí que es plaga de la inteligencia! El cientificismo castra la


LA

inteligencia, la hace estéril. El cientificismo, a fuerza de gafas, nos priva de la vista.

(Unamuno, 1958: XI, 834)

El progreso científico constituye una parte, la más importante, de ese proceso de


FI

intelectualización al que, desde hace milenios, estamos sometidos y frente al cual, por lo
¿Qué es la demás, se adopta hoy frecuentemente una actitud extraordinariamente
intelectualización? negativa.

Tratemos de ver claramente, por de pronto, qué es lo que significa desde el




punto de vista práctico esta racionalización intelectualista operada a través de la ciencia y de


la técnica científicamente orientada. ¿Significa, quizás, que hoy cada uno de los que estamos
en esta sala tiene un conocimiento de sus propias condiciones de vida más claro que el que
de las suyas tenía un indio o un hotentote? Difícilmente será eso verdad. […] La
intelectualización y racionalización crecientes no significan, pues, un creciente conocimiento
general de las condiciones generales de nuestra vida. Su significado es muy distinto;
significan que se sabe o se cree que en cualquier momento en que se quiera se puede llegar a
saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes ocultos e imprevisibles, sino
que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Esto quiere
decir simplemente que se ha excluido lo mágico del mundo. A diferencia del salvaje, para
quien tales poderes existen, nosotros no tenemos que recurrir ya a medios mágicos para
controlar los espíritus o moverlos a piedad. Esto es cosa que se logra merced a los medios
técnicos y a la previsión. Tal es, esencialmente, el significado de la intelectualización.

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(Weber, 1979, 198-200)

Si, […] comparamos la situación en que hacia 1910 los europeos se encontraban y la de
ahora, la advertencia del cambio, de la mutación sobrevenida, debería causarnos
un saludable pavor. Han bastado no más de veinte años –es decir, sólo un trozo La pérdida
de la vida de un hombre, que es ya de suyo tan breve– para trastocar las cosas de la fe en la
ciencia.
hasta el punto de que mientras entonces, en cualquier parte de Europa, podía
recurrirse a la fe en la ciencia y en los derechos de la ciencia como máximo valor
humano, […] hoy hay ya naciones donde ese recurso provocaría sólo sonrisas, naciones que
hace unos años eran precisamente consideradas como las grandes maestras de la ciencia, y
no creo que haya ninguna donde, a la fecha en que hablo, el cuerpo social se estremeciese
ante la apelación. (Ortega y Gasset, 1941, 19-21)

OM
La razón No sé por qué tanta gente se escandalizó o hizo que se La verdad no es
como escandalizaba cuando Brunetiére volvió a proclamar la la vida.
enemiga de la bancarrota de la ciencia. Porque la ciencia, en cuanto
vida.
sustitutiva de la religión, y la razón en cuanto sustitutiva de la fe, han fracasado
siempre. La ciencia podrá satisfacer, y de hecho satisface en una medida creciente,

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nuestras crecientes necesidades lógicas o mentales, nuestro anhelo de saber y conocer la
verdad; pero la ciencia no satisface nuestras necesidades afectivas y volitivas, […]. La verdad
racional y la vida están en contraposición. (Unamuno, 1958: XVI, 231)
DD
El malestar [En] El Ocaso de Occidente13 [de Oswald Spengler, editada en dos partes en
como síntoma 1918 y 1922] había emergido un difuso malestar, que muy pronto se tradujo
del ocaso de
en una abierta reacción, en la confrontación con la ciudadanía burguesa de la
Occidente.
era guillermina, la visión positivista del mundo y la confianza optimista en el
LA

progreso que caracterizaron la Belle Époque. (Volpi, 2005, 72)

[…] Tomamos nuestro punto de partida en el ingreso de un cambio en la valoración general


respecto de las ciencias, a fines del último siglo. No concierne a su carácter
científico sino a lo que la ciencia en general había significado y puede La pérdida de
significación
significar para la existencia humana. La exclusividad con que, en la segunda
FI

de la ciencia,
mitad del siglo XIX, la total visión del mundo de los seres humanos modernos para la vida
se deja determinar y cegar por las ciencias positivas y por la ―prosperity‖ de humana.
que son deudores, significó un alejamiento indiferente de las preguntas que son
decisivas para una auténtica humanidad. Meras ciencias de hechos hacen meros humanos de


hechos. El cambio de valoración pública fue inevitable, en particular después de


La ciencia la guerra, y ella, tal como lo sabemos, en la generación joven se transformó
excluye, por su
en un sentimiento hostil. Para nuestra indigencia vital –oímos decir– esta
carácter
metafísico, las ciencia no tiene nada que decirnos. Justamente, ella excluye por principio
preguntas por el las preguntas que, en nuestros desdichados tiempos, son candentes para los
sentido de la
seres humanos abandonados a perturbaciones fatales: las preguntas por el
vida.
sentido o el sinsentido de toda esta existencia humana […]

(Husserl, 2008, 49-50)

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[…] ¿Qué es lo que ha pasado para que tal situación se produzca? La ciencia sabe hoy muchas
cosas con fabulosa precisión sobre lo que está aconteciendo en remotísimas estrellas y
galaxias. La ciencia, con razón, está orgullosa de ello, y por ello, aunque con
menos razón, en sus reuniones académicas hace la rueda con su cola de pavo Del apogeo al
“ocaso” de la
real. Pero entre tanto ha ocurrido que esa misma ciencia ha pasado de ser fe
ciencia.
viva social a ser casi despreciada por la colectividad. No porque este hecho no
haya acontecido en Sirio, sino en la Tierra, deja de tener alguna importancia – ¡pienso! La
ciencia no puede ser sólo la ciencia sobre sirio, sino que pretende ser también la ciencia sobre
el hombre. Pues bien, ¿qué es lo que la ciencia, la razón, tiene que decir hoy con alguna
precisión sobre ese hecho tan urgente, hecho que tan a su carne le va? ¡Ah!, pues nada. La
ciencia no sabe nada claro sobre este asunto. ¿No se advierte la enormidad del

OM
Razón caso? ¿No es esto vergonzoso? Resulta que, sobre los grandes cambios
naturalista humanos, la ciencia propiamente tal no tiene nada preciso que decir. La cosa
=
es tan enorme que, sin más, nos descubre su porqué. Pues ello nos hace
reduccionismo
reparar en que la ciencia, la razón a que puso su fe social el hombre
moderno, es, hablando rigorosamente, sólo la ciencia físico-matemática, y
apoyada inmediatamente en ella, más débil, pero beneficiando de su prestigio, la ciencia
biológica. En suma, reuniendo ambas, lo que se llama la ciencia o razón naturalista.

.C
[…] El progresismo que colocaba la verdad en un vago mañana ha sido el opio entontecedor
de la humanidad. […] De aquí que al primer empellón sufrido por la armazón superficial de
nuestra civilización –ciencia, economía, moral, política–, el hombre se ha encontrado con que
DD
no tenía verdades propias, posiciones claras y firmes sobre nada importante.

Lo único en que creía era en la razón física, y esta, al hacerse urgente su Desmoronamiento
verdad sobre los problemas más humanos, no ha sabido qué decir. Y del suelo donde
afirmarnos.
estos pueblos de Occidente han experimentado de súbito la impresión de
que perdían pie, que carecían de punto de apoyo, y han sentido terror, pánico y les parece
LA

que se hunden, que naufragan en el vacío.


Decadencia de
la fe en la […] Y aquí tienen ustedes el motivo por el cual la fe en la razón ha entrado
razón.
en deplorable decadencia. El hombre no puede esperar más. Necesita que la
ciencia le aclare los problemas humanos.
FI

[…] Desde hace más de un siglo usamos el vocablo «razón», dándole un sentido cada día más
degradado, hasta venir de hecho a significar el mero juego de ideas. Por eso aparece la fe
como lo opuesto a la razón. Olvidamos que a la hora de su nacimiento en Grecia y de su
renacimiento en el siglo XVI, la razón no era juego de ideas, sino […] que, a través de la


razón física, la naturaleza cósmica disparaba dentro del hombre su, formidable secreto
trascendente. La razón era, pues, una fe. […]

Todas las definiciones de la razón, que hacían consistir lo esencial de esta en ciertos modos
particulares de operar con el intelecto, además de ser estrechas, la han esterilizado,
amputándole o embotando su dimensión decisiva.

[…] Toda desilusión, al quitar al hombre la fe en una realidad, a la cual estaba


De la pérdida puesto, hace que pase a primer plano y se descubra la realidad de lo que le
de la fe en Dios queda y en la que no había reparado.
a la pérdida de
la fe en la Así, la pérdida de la fe en Dios deja al hombre sólo con su naturaleza, con lo
Razón. ¿Qué
que tiene. De esta naturaleza forma parte el intelecto, y el hombre, obligado a
queda? Nada.
atenerse a él, se forja la fe en la razón físico-matemática. Ahora, perdida

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también –en la forma descrita– la fe en esa razón, se ve el hombre forzado a hacer pie en lo
único que le queda y que es su desilusionado vivir.

[…] El hombre se pregunta: ¿qué es esta única cosa que me queda, mi Enajenación: “pérdida
vivir, mi desilusionado vivir? ¿Cómo he llegado a no ser sino esto? […] del suelo, del lugar
donde afirmarnos”.
El hombre enajenado de sí mismo se encuentra consigo mismo como “Descentramiento,
realidad, como historia. Y, por vez primera, se ve obligado a ocuparse desencuentro con uno
de su pasado, no por curiosidad ni para encontrar ejemplos mismo y con el
mundo”.
normativos, sino porque no tiene otra cosa.

(Ortega y Gasset, 1941, 23-80)

OM
El mal del siglo: la pérdida de sentido

[…] El escepticismo respecto […] de la fe en una filosofía universal como


conductora del hombre nuevo, significa precisamente el desmoronamiento de La disolución
racional
la creencia en la ―razón‖ entendida tal como los antiguos oponían la episteme
termina por
frente a la doxa. Ella es la que en última instancia da sentido a todo ser disolver la
mentado, a todas las cosas, valores, fines, vale decir su razón misma.

.C
La Razón ya
no es
referencia normativa respecto a aquello que desde el comienzo
dadora de de la filosofía designa la palabra verdad –verdad en sí– y
sentido. correlativamente la palabra existente (seiendes), óntos ón. Con esto cae
DD
también la creencia en una razón ―absoluta‖ a partir de la cual el mundo
La historia de
adquiere su sentido, la creencia en el sentido de la historia, el sentido de la la filosofía
humanidad, en su libertad, esto es como capacidad disposicional del ser como “lucha
humano de conferir sentido racional a su existencia humana individual y por la
existencia”.
general.
LA

[…] Cada vez más, la historia de la filosofía, vista desde dentro, asume el
carácter de una lucha por la existencia, […] El problema universal de la más profunda relación
esencial entre la razón y lo existente en general, el enigma de todos los enigmas, se convierte
en el auténtico tema.
FI

La ingenuidad […] Ahora estamos seguros de que el racionalismo del siglo XVIII, su modo de
del querer de ganar la sustentabilidad exigida a la humanidad europea, era una
racionalismo. ingenuidad. (Husserl, 2008, 56-57 y 59)

Las primeras generaciones racionalistas creyeron poder aclarar con su ciencia




La ciencia
física el destino humano. Descartes mismo escribió ya un Tratado del pretendía aclarar
hombre. Pero hoy sabemos que todos los portentos, en principio el destino
humano y
inagotables, de las ciencias naturales se detendrán siempre ante la extraña
culminó
realidad que es la vida humana. ¿Por qué? Si todas las cosas han rendido disolviéndolo.
grandes porciones de su secreto á la razón física, ¿por qué se resiste está
sola tan denodadamente? La causa tiene que ser profunda y radical; tal vez,
nada menos que esto: que el hombre no es una cosa, que es falso hablar de la
Hacer algo para naturaleza humana, que el hombre no tiene naturaleza. […]
no perder la
existencia, dar […] El hombre no tiene naturaleza. El hombre no es su cuerpo, que es una
sentido a su cosa; ni es su alma, psique, conciencia o espíritu, que
ser, a su existir. 300 años de
es también una cosa. EI hambre no es cosa ninguna, fracaso de la
sino un drama –su vida, un puro y universal Razón.

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acontecimiento que acontece a cada cual, y en que cada cual no es, a su vez, sino
acontecimiento. […] El hombre no encuentra cosas, sino que las pone o supone. […] El existir
mismo no le es dado «hecho» y regalado como a la piedra, sino que –rizando el rizo que las
primeras palabras de este artículo inician, diremos– al encontrarse con que existe, al
acontecerle existir, lo único que encuentra o le acontece es no tener más remedio que hacer
algo para no dejar de existir.

[…] Pero el hombre no sólo tiene que hacerse a sí mismo, sino que lo más grave que tiene
que hacer es determinar lo que va a ser.

[…] Podrán los físicos sentir ante él enojo o dolor –aunque ambos sean en éste caso un poco
pueriles–, pero esa convicción es el precipitado histórico de trescientos años de fracaso.

OM
(Ortega y Gasset, 1941, 31-54 y 79-80)

Fin del siglo XIX:


Sentido desde cierto punto de sentimiento pocos ocasos más tristes que el de
la fatiga del este nuestro siglo, en que a los espíritus cultos desorientados sumergen en la
racionalismo. tristeza de su cultura misma una gran fatiga, la fatiga del racionalismo.

[…] Del Dios abstracto y lógico del intelectualismo de la Razón Suprema, […], no

.C
se saca vida, paz ni justicia.

[…] El avance de progreso de nuestro siglo trajo consigo la embriaguez progresista,


embriaguez que enajenó los espíritus llevándolos a olvidar su propio progreso personal,
DD
distraídos como andaban con el del ambiente en que vivían. Formose un culto idolátrico al
progreso, cuya realidad se conceptualizó, y un aún más idolátrico culto a la
humanidad abstracta, […] La Ciencia nos
muestra la nada, la
[…] Siguiendo por este camino se ha llegado a predicar el suicidio cual produce
universal, el anonadamiento, y ha aparecido con carácter social el “anonadamiento”,
LA

y como síntoma, el
nihilismo teórico. nihilismo.
[…] Hoy la ciencia nos ha descubierto un nuevo universo y tras la muerte nos
ha mostrado la nada, […]

[…] Lo que más o menos disfrazado entristece a tantos espíritus modernos, el mal del siglo
FI

que denuncia Max Nordau, lo que perturba a las almas, no es otra cosa que la obsesión de la
muerte total.
La vanidad […] Se paraliza la energía espiritual ante el espectro de la venidera nada
de la razón
eterna, que envuelve a todo en vaciedad abrumadora. Tocase la vanidad del


progresismo en el caso de no haber otra vida, y la idolatría progresista se


La pérdida de la fe
en Dios produjo una desploma. Descorazona el luchar por el bienestar de seres que volverán
“desesperación un día a la nada de que salieron y se columbra que el hacer la vida más
sentimental”, y la
fácil, más grata y más placentera es, haciéndola más amable, aumentar
pérdida de la fe en
la Razón, produjo el pesar de tener un día que perderla […].(Unamuno, 1999, 123-128)
un “escepticismo
racional”. ¿Y
entonces? Ni Dios La lucha por
ni la Razón pueden […] Ahora bien, cabe preguntarse si todo este proceso de
el sentido
dar sentido a desmagificación [desencantamiento del mundo], de la vida y
nuestra existencia. prolongado durante milenios en la cultura occidental, si todo la muerte
este «progreso» en el que la ciencia se inserta como elemento
integrante y fuerza propulsora, tiene algún sentido que trascienda de lo

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puramente práctico y técnico. Este problema está planteado de manera ejemplar en la obra
de León Tolstoi, quien llega a él por un camino peculiar. Su meditación se va centrando cada
vez más en una sola cuestión, la de si la muerte constituye o no un fenómeno con sentido.
(Weber, 1979, 200)

[…] Hay que predicar de continuo contra esa barbarie de la supremacía de los conocimientos
de aplicación y contra esa otra barbarie del especialismo a toda costa […]. Así llegaríamos a
aprender a manejar máquinas, pero no a saber hacerlas, y sobre todo a perder el apetito de
vida y a no tener motivo de vivir. (Unamuno, 2007: VIII, 419)

El nihilismo

OM
Paralelamente al crecimiento del positivismo materialista, de la apropiación de la realidad y de
la manipulación técnica, aparece en el pensamiento occidental la
La denuncia
de la muerte denuncia –a cargo de Nietzsche– de la muerte de Dios.
Muerte de Dios:
de Dios.
¿Qué implicaba la existencia de Dios y, posteriormente, qué el fin de los
relatos de
significó la denuncia de su muerte? La presencia de Dios
sentido unitario.

.C
suponía la participación activa en un sentido unitario de la realidad que Caída de los
inducía a todas las manifestaciones de la vida. fundamentos
absolutos.
Es el fin de esa unidad lo que Nietzsche anuncia. ―Ha muerto Dios‖ quiere
DD
decir que asistimos a la ruptura y la participación infinita del mundo en
fragmentos. (Jalfen, 1987, 28)

El hombre contemporáneo se encuentra en una situación de incertidumbre y


Caídos los
valores
precariedad. Su condición es similar a la de un viajero que por largo tiempo ha
tradicionales, caminado sobre una superficie helada, pero que con el deshielo advierte que el
LA

¿cómo banco de hielo comienza a moverse y se va despedazando en miles de placas.


continuar
viviendo?
La superficie de los valores y los conceptos tradicionales está hecha añicos, y

la prosecución del camino resulta difícil. El mal del siglo:


FI

el nihilismo.
El pensamiento filosófico ha intentado ofrecer un diagnóstico de tal
situación, de los males que afligen al hombre contemporáneo y de los
peligros que lo amenazan. Y ha creído poder detectar la causa esencial de todo esto en el
―nihilismo‖. Pero ¿qué es el nihilismo? […]


Encontramos la respuesta a nuestro interrogante en Nietzsche, el primer gran profeta y


teórico del nihilismo. En un fragmento escrito en los últimos destellos de lucidez,14 en el
otoño de 1887, haciéndose él mismo la pregunta, Nietzsche responde:
Nihilismo: falta el fin; falta la respuesta al ―¿para qué?‖; ¿qué significa nihilismo?
¿Para qué Que los valores supremos se desvalorizaron. (Nietzsche, 1988: XII, 350)
vivimos? ¿Hay
alguna El nihilismo es, por lo tanto, la situación de desorientación que aparece una
finalidad?
vez que fallan las referencias tradicionales, o sea, los ideales y los valores
¿Algún motivo?
Ya no lo que representaban la respuesta al ―¿para qué?‖, y que como tales iluminaban
sabemos ni el actuar del hombre. En otro importante fragmento escrito en el invierno de
tenemos las
1887-1888 Nietzsche ilustra posteriormente la dinámica que instiga la
herramientas
para saberlo. desvalorización de los valores supremos y provoca la llegada del nihilismo:

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El hombre moderno cree de manera experimental ya en este valor, ya en aquél, para


después dejarlo caer; el círculo de los valores superados y abandonados es cada
Caída en el
vez más amplio; se advierte siempre más el vacío y la pobreza de valores; el vacío
movimiento es imparable, por más que haya habido intentos grandiosos por existencial.
desacelerarlo. Al final, el hombre se atreve a una crítica de los valores en general;
no reconoce su origen; conoce bastante como para no creer más en ningún valor; he aquí el
pathos, el nuevo escalofrío… La que cuento es la historia de los próximos dos siglos…

(Nietzsche, 1988: XIII, 56-57)

[…] No es, pues, una exageración considerar a Nietzsche como […] el que
El pathos, el
sentimiento de diagnostica a tiempo la ―enfermedad‖ que afligirá al siglo y para el cual ofrece
la época: no hay una terapia.

OM
nada y no tengo
de donde […] La muerte de Dios, imagen que simboliza la venida a
asirme. Esta Nihilismo:
menos de los valores tradicionales, se convierte en el hilo concepto para
será la historia
del siglo XX y
conductor para interpretar la historia occidental como interpretar la
XXI. decadencia y suministrar un diagnóstico crítico del presente. historia
occidental
[…] El nihilismo es, por lo tanto, la ―falta de sentido‖ que presente.
aparece cuando se debilita la fuerza vinculante de las respuestas

.C
tradicionales al ―¿para qué?‖ de la vida y del ser, y esto sucede a lo largo del proceso
histórico, en el curso del cual los supremos valores tradicionales se daban como respuesta a
aquel ―¿para qué?‖ –Dios, la Verdad, el Bien- pierden su valor y perecen, generando la
condición de ―insensatez‖ en la que se encuentra la humanidad contemporánea.
DD
[…] Según Nietzsche, el proceso de desvalorización de los
El acto que valores es el rasgo más profundo que caracteriza el Si sólo el mundo
origina la desarrollo de la historia del pensamiento europeo, que es, inteligible es el
decadencia está verdadero, y es
por consiguiente, la historia de una decadencia: el acto
en la teoría inalcanzable para
LA

platónica de los originario de tal decadencia está ya presente en la el hombre, eso


dos “mundos”. fundación de la doctrina de los dos mundos en la obra de conduce a hacer
Sócrates y Platón, vale decir, en la postulación de un mundo de su mundo
visible, una nada.
ideal, trascendente, en sí, que en cuanto mundo verdadero está puesto por
encima del mundo sensible, considerado, en cambio, como mundo aparente.15
FI

[…] El mundo suprasensible, en cuanto ideal, se muestra inalcanzable […] La


idealidad, es decir, la inalcanzabilidad, es una ―fuerza calumniadora del mundo y del hombre‖,
[…] ―la gran seducción que lleva a la nada‖ (VIII, II, 265)

[Una] gran categoría que cae con el nihilismo es la de la verdad: No hay fin


No hay unidad
dado que en el devenir no hay ni fin ni unidad.
La muerte de No hay verdad.
Dios también […] Cuando se hace claro que ―no es lícito interpretar el
significa la ¡No hay nada! ¡Y
carácter general de la existencia ni con el concepto de «fin», este mundo no
muerte de la
Verdad como ni con el concepto de «unidad», ni con el concepto de se soporta así!
ideal «verdad», se termina por inhibir todo principio organizador y
regulador.
toda trascendencia, y por admitir como única realidad el mundo en su eterno
fluir y devenir: el problema es que este último se muestra privado de sentido y de
valor.‖ Por lo tanto, ―no se soporta este mundo […]‖ (Nietzsche, 1988: XIII, 48)

(Volpi, 2005, 15-18, 47-66)

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2. El fin de la Historia (o de “una” forma de entender la historia)

El colectivo singular ―historia‖, que Hegel utiliza ya como evidente de suyo, es una acuñación
del siglo XVIII: ―La ‗Edad Moderna‘ presta a la totalidad del pasado la cualidad de una historia
universal… El diagnóstico de la Edad Moderna y el análisis de las épocas pasadas
La noción de
guardan una recíproca y cabal correspondencia‖. A esto responde la nueva
“historia”.
experiencia del progreso y de la aceleración de los acontecimientos históricos, y
la idea de la simultaneidad cronológica de evoluciones históricamente a simultáneas. Es
entonces cuando se constituye la idea de historia como un proceso unitario generador de
problemas, a la vez que el tiempo es vivido como recurso escaso para la solución de
problemas que apremian, es decir, como presión del tiempo. El ―espíritu de la época‖, una de

OM
las expresiones nuevas que inspiran a Hegel, caracteriza a la actualidad como un momento de
tránsito que se consume en la conciencia de la aceleración del presente y en la expectativa de
la heterogeneidad del futuro: ―No es difícil ver‖, dice Hegel en el prefacio a la Fenomenología
del espíritu, ―que nuestro tiempo es un tiempo de nacimiento y de tránsito a un nuevo
período. El espíritu ha roto con el mundo de su existencia y el mundo de ideas vigentes hasta
aquí y está en trance de hundirlo en el pasado y anda entregado al trabajo de su

.C
transformación… La frivolidad y el aburrimiento que desgarran lo existente, la añoranza
indeterminada de algo desconocido, son los mensajeros de que algo nuevo se aproxima. Este
gradual desmoronamiento…queda interrumpido por otro que cual relámpago pinta de un golpe
la imagen de un nuevo mundo‖
DD
Como el mundo nuevo, el mundo moderno, se distingue del antiguo por esta
La continua
novedad. abierto al futuro, el inicio que es la nueva época se repite y perpetúa con cada
momento de la actualidad que produce de sí algo nuevo. A la conciencia
histórica de la modernidad pertenece, por tanto, el deslinde entre ―lo novísimo‖ y lo moderno:
la actualidad como historia del presente dentro del horizonte de la Edad Moderna, pasa a
LA

ocupar un lugar prominente. También Hegel entiende ―nuestro tiempo‖ como


―tiempo novísimo‖. Pone el comienzo de la actualidad en la cesura que la Lo moderno
Ilustración y la Revolución francesa representaron para sus contemporáneos como continua
renovación de
más reflexivos de fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Con este la ruptura con
―glorioso amanecer‖ henos aquí, piensa todavía el anciano Hegel, ―en el último
FI

el pasado.
estadio de la historia, en nuestro mundo, en nuestros días…‖. Una actualidad
que desde el horizonte de la Edad Moderna se entiende a sí misma como la
actualidad del tiempo novísimo no tiene más remedio que vivir y reproducir la renovación
continua la ruptura que la Edad Moderna significó con el pasado. (Habermas, 1989, 16-17)


[…] La neutralización nihilista de los valores ataca también la comprensión de la


El nihilismo historia, entendida como horizonte del actuar humano que se arquea entre
repercute en pasado y futuro, abarcando el desarrollo progresivo de los sucesos.
el concepto
de historia. […] Relativismo y escepticismo, pesimismo y nihilismo, son momentos del
camino que lleva hacia el agotamiento de la historia, entendida como decurso
lineal y progresivo de los destinos […]

Para confirmar este proceso hacen aparición reflexiones y convicciones


crepusculares que incrementan la sensación de que se ha llegado a un estado El fin de la
final irreversible. Se teoriza expresamente sobre la idea de un ―fin de la historia en
historia‖ y de una posthistoire. El ―fin de todas las cosas‖, que el iluminista sentido lineal
y progresivo.
Kant avistaba como sentido final de la historia en el que culminaría el constante

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progreso de la humanidad hacia lo mejor, se ha convertido, en el debate actual sobre la


posthistoire y el fin de la historia, en una mera ―agonía del fin‖, en el sofocante
reconocimiento de la irreversibilidad del estado alcanzado.

Pero ¿qué se entiende por posthistoire? El sentido de la expresión, evidentemente, depende


de la idea de historia que se pretende haber dejado atrás. […] La expresión ha sido
introducida y usada en función de un diagnóstico crítico del presente: que se quiere indicar la
salida de la historia entendida como progreso lineal y la entrada en una dimensión donde eso
que era historia –evolución, desarrollo, progreso según el curso imparable e irreversible del
tiempo– ha sido puesto fuera de juego por el estancamiento al que los sucesos históricos han
llegado. (Volpi, 2005, 137-138)

El fin de la historia está inscrito en sus comienzos –la historia, el hombre presa del tiempo,

OM
llevando los estigmas que definen, a la vez, al tiempo y al hombre.

Desequilibrio ininterrumpido, ser que no cesa de dislocarse, el tiempo es en sí un drama en el


El anuncio
que la historia constituye el episodio más sobresaliente. ¿Y qué es en el fondo la
de la historia si no un desequilibrio, una rápida, una intensa dislocación del tiempo
posthistoria. mismo, una prisa hacia el porvenir donde ya nada ocurre?

.C
Así como los teólogos hablan, y con justa razón, de nuestra época como de una
época poscristiana, así se hablará un día de las ventajas y desventajas de vivir en plena
poshistoria. (Cioran, 1976, 427)
DD
El ocaso como la ocasión para una nueva aurora

Si la modernidad se define como la época de la superación, de la novedad que envejece y es


sustituida inmediatamente por una novedad más nueva, en un movimiento
El concepto de incesante que desalienta toda creatividad al mismo tiempo que la exige y la
LA

superación se impone como única forma de vida... si ello es así, entonces no se podrá salir
corresponde con de la modernidad pensando en superarla.
la metafísica
moderna, y es […]
necesario
abandonarlo.La modernidad está constituida no sólo por la categoría de la superación
FI

temporal (el inevitable sucederse de los fenómenos históricos de los cuales el


hombre moderno adquiere conciencia a causa del exceso de historiografía), sino también,
como consecuencia muy directa, por la categoría de la superación crítica.

[…]


Puesto que la noción de verdad ya no subsiste y el fundamento ya no obra, pues no hay


ningún fundamento para creer en el fundamento, ni por lo tanto creer en el hecho de que el
pensamiento deba ―fundar‖, de la modernidad no se saldrá en virtud de una superación crítica
que sería un paso dado todavía en el interior de la modernidad misma. Manifiéstase así
claramente que hay que buscar un camino diferente. Este es el momento que se puede llamar
el nacimiento de la posmodernidad en filosofía, un hecho del cual, así como de la muerte de
Dios anunciada en el aforismo 125 de La gaya ciencia, no hemos todavía terminado de medir
las significaciones y las consecuencias. (Vattimo, 1986, 146-148)

Ni, pues, el anhelo vital de inmortalidad humana halla confirmación racional, ni tampoco la
razón nos da aliciente y consuelo de vida y verdadera finalidad a esta. Más he aquí que en el
fondo del abismo se encuentran la desesperación sentimental y volitiva y el escepticismo

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racional frente a frente, y se abrazan como hermanos. Y va a ser de este abrazo, un abrazo
trágico, es decir, entrañadamente amoroso, de donde va a brotar manantial de vida, de una
vida seria y terrible.16 El escepticismo, la incertidumbre, última posición a que llega la razón
ejerciendo su análisis sobre sí misma, sobre su propia validez, es el fundamento sobre que la
desesperación del sentimiento vital ha de fundar su esperanza.

Tuvimos que abandonar, desengañados, la posición de los que quieren hacer verdad racional y
lógica del consuelo, pretendiendo probar su racionalidad, o por lo menos su no irracionalidad
[catolicismo-cristianismo], y tuvimos también que abandonar la posición de los que querían
hacer de la verdad racional consuelo y motivo de vida [racionalismo]. Ni una ni otra de ambas
posiciones nos satisfacían. La una riñe con nuestra razón, la otra con nuestro sentimiento. La
paz entre estas dos potencias se hace imposible, y hay que vivir de su guerra. Y hacer de

OM
esta, de la guerra misma, condición de nuestra vida espiritual.

La incertidumbre […]
vital como punto
de partida para Y ese escepticismo salvador de que ahora voy a hablaros, ¿puede decirse
la creación de que sea la duda? Es la duda, sí, pero es mucho más que la duda.
nuevos sentidos.
La lucha por el […]

.C
sentido.
La certeza absoluta completa, de que la muerte es un completo y definitivo e
irrevocable anonadamiento de la conciencia personal, una certeza de ello como
estamos ciertos de que los tres ángulos de un triángulo valen dos rectos, o la certeza
DD
absoluta, completa, de que nuestra conciencia personal se prolonga más allá de la muerte en
estas o las otras condiciones haciendo sobre todo entrar en ello la extraña y adventicia
añadidura del premio o del castigo eternos, ambas certezas nos harían igualmente imposible
la vida. En un escondrijo, el más recóndito del espíritu, sin saberlo acaso el mismo que cree
estar convencido de que con la muerte acaba para siempre su conciencia personal, su
LA

memoria, en aquel escondrijo le queda una sombra, una vaga sombra de sombra de
incertidumbre, y mientras él se dice: «ea, ¡a vivir esta vida pasajera, que no hay otra!», el
silencio de aquel escondrijo le dice: «¡quién sabe!...». Cree acaso no oírlo, pero lo oye. Y en
un repliegue también del alma del creyente que guarde más fe en la vida futura, hay una voz
tapada, voz de incertidumbre, que le cuchichea al oído espiritual: «¡quién sabe!...». […].
FI

¿Cómo podríamos vivir, si no, sin esa incertidumbre?

El «¿y si hay?» y el «¿y si no hay?» son las bases de nuestra vida íntima.

[…]
Del eterno e


Y hemos llegado al fondo del abismo, al irreconciliable conflicto entre la razón irresoluble
conflicto entre
y el sentimiento vital. Y llegado aquí os he dicho que hay que aceptar el
razón y fe,
conflicto como tal y vivir de él. Ahora me queda el exponeros cómo, a mi puede surgir
sentir y hasta a mi pensar, esa desesperación puede ser base de una vida una nueva
filosofía
vigorosa, de una acción eficaz, de una ética, de una estética, de una religión y
hasta de una lógica.

[…]

Y el que me siga leyendo verá también cómo de este abismo de desesperación puede surgir
esperanza, y cómo puede ser fuente de acción y de labor humana, hondamente humana, y de
solidaridad […] El lector que siga leyéndome verá su justificación pragmática. Y verá cómo
para obrar, y obrar eficaz y moralmente, no hace falta ninguna de las dos opuestas certezas,
ni la de la fe ni la de la razón, ni menos aún –esto en ningún caso– esquivar el problema de la

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inmortalidad del alma o deformarlo idealísticamente, es decir, hipócritamente. El lector verá


cómo esa incertidumbre, y el dolor de ella y la lucha infructuosa por salir de la misma, puede
ser y es base de acción y cimiento de moral. (Unamuno, 1958: XVI, 234-259)

[…] La creencia en «certezas inmediatas» es una ingenuidad moral que nos honra a nosotros
los filósofos; pero ¡nosotros no debemos ser hombres «sólo morales»! ¡Prescindiendo de la
moral, esa creencia es una estupidez que nos honra poco! Aunque en la vida burguesa se
considere que la desconfianza siempre a punto es signo de «mal carácter» y, en consecuencia,
una falta de inteligencia; aquí entre nosotros, más allá del mundo burgués, y de su sí y su no,
–qué nos impediría ser poco inteligentes y decir: el filósofo tiene ya derecho al «mal
carácter», en cuanto es el ser que hasta ahora ha sido más burlado siempre en la tierra–, el
filósofo tiene hoy el deber de desconfiar, de mirar maliciosamente de reojo desde todos los

OM
abismos de la sospecha.
El mundo
[…] Que la verdad sea más valiosa que la apariencia, eso no es más que un como ficción
prejuicio moral; es incluso la hipótesis peor demostrada que hay (creación).
El
perspectivismo. en el mundo. Confesémonos al menos una cosa: no existiría vida
alguna a no ser sobre la base de apreciaciones y de apariencias
perspectivistas; y si alguien, movido por la virtuosa exaltación y majadería de más

.C
de un filósofo, quisiera eliminar del todo el «mundo aparente», entonces, suponiendo que
vosotros pudierais hacerlo, —¡tampoco quedaría ya nada de vuestra «verdad»! Sí,
¿qué es lo que nos fuerza a suponer que existe una antítesis
DD
Hay que perder esencial entre «verdadero» y «falso»? ¿No basta con suponer
el respeto por ¡Dios ha muerto!
grados de apariencia y, por así decirlo, sombras y tonos Ahora es
las lógicas, las
gramáticas, generales, más claros y más oscuros, de la apariencia, — necesario que
que nos valeurs (valores) diferentes, […]? ¿Por qué el mundo que vivan muchos
gobiernan, y dioses.
nos concierne en algo —no iba a ser una ficción? Y a quien
crear otras
aquí pregunte: «¿es que de la ficción no forma parte un autor?» —¿no sería
LA

nuevas.
lícito responderle francamente: por qué? ¿Acaso ese «forma parte» no forma
parte de la ficción? ¿Es que no está permitido ser ya un poco irónico contra el
sujeto, así como contra el predicado y el complemento? ¿No le sería lícito al filósofo elevarse
por encima de la credulidad en la gramática? Todo nuestro respeto por los gobernantes: ¿mas
no sería tiempo de que la filosofía abjurase de la fe en los gobernantes?
FI

(Nietzsche, 1993, 59-60)

[…] [Hay] una fuerte sentencia, que como agorero estribillo se hace resonar de vez en cuando
sobre nuestras cabezas soñadoras; y la sentencia es esta: ¡vanitas vanitatum et


Por eso, ante el omnia vanitas!, ¡vanidad de vanidades y todo vanidad!


espíritu de
disolución del Cuando esta tentación nos venga opongámosle un conjuro, el conjuro del
racionalismo se Espíritu de Creación; y el conjuro es: ¡plenitudo plenitudinis et omnia
puede oponer
el espíritu de plenitudo!, ¡plenitud de plenitudes y todo plenitud!
creación.
(Unamuno, 2007: VIII, 658)

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