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LOS ASUNTOS PÚBLICOS Y EL BIEN COMÚN

Los seres humanos nos organizamos en sociedad porque buscamos protección


y bienestar. Para lograr este objetivo, es necesario establecer acuerdos sobre
los asuntos públicos, es decir, sobre aspectos de la vida social que son
comunes a todos los miembros de la comunidad. En las sociedades
democráticas, los ciudadanos debemos participar activamente en asuntos
públicos como la seguridad ciudadana o el uso responsable de los recursos del
Estado.

Cualquier acción de las autoridades es de interés público y la ciudadanía tiene


el deber de informarse y el derecho de solicitar información y fiscalizar. La
fiscalización de los ciudadanos se hace para el cuidado del bien común o los
bienes compartidos por todos los ciudadanos.

El bien común es todo lo que los ciudadanos comparten y permite el bienestar


de la comunidad. El bien común no solo es lo tangible –como los espacios
públicos, los recursos naturales, etc. –, sino también lo intangible –como los
derechos humanos, la democracia, el medioambiente, etc. –. El cuidado del
bien común es responsabilidad del Estado, que representa a la ciudadanía, que
es la que se beneficia o perjudica por su buen o mal uso. Los ciudadanos
tienen el deber de proteger el bien común y el derecho de exigir su buen uso.

El valor del diálogo

Para la construcción de la convivencia democrática, el diálogo es el mecanismo


ideal de interacción y solución de conflictos. La actitud dialógica contribuye a
mejorar la vida en común, pues permite el entendimiento en medio de las
diferencias y evita la imposición por la fuerza.

En las experiencias cotidianas de diálogo, podemos llegar a confundir diálogo


con negociación y acuerdo con pacto. Recordemos que quienes participan en
una negociación buscan obtener su propio beneficio. Y el final de la
negociación suele ser el pacto, en el que queda fijado qué tiene que ceder cada
uno de los participantes y qué beneficios obtiene. Pensemos, por ejemplo, en
fijar la fecha para la fiesta de promoción: se produciría un debate en el que
nadie quedaría totalmente satisfecho.

En un diálogo, por el contrario, cada uno de los participantes buscaría


entenderse para satisfacer intereses comunes a todos. Por eso, se tratarían
como personas, es decir, como sujetos de derechos y deberes, como seres
que poseen dignidad. La finalidad del diálogo es llegar a un entendimiento que
tenga en cuenta los intereses de todos.

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