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RESÚMENES DE CIC

BIENES TEMPORALES DE LA IGLESIA

Principios fundamentales

a) Los bienes temporales al servicio de la misión Iglesia. “Por derecho nativo, e


independientemente de la potestad civil, la Iglesia católica puede adquirir, retener,
administrar y enajenar bienes temporales para alcanzar sus fines propios” (c. 1254
P.1). Comprendamos los términos con los que afirma este c. la capacidad
económica de la Iglesia: Adquirir (hacer propio un derecho o una cosa), retener
(poder efectivo o de dominio de una cosa), administrar (ejercer el poder de dominio
para gestionar los bienes) y enajenar (transferir un bien o relación jurídica de un
sujeto a otro). Esta afirmación despeja la idea de cualquier posible espiritualismo,
que rechace la dimensión humana y visible de la Iglesia. Por otro lado, evita que
por una visión estatalista se le quiera limitar la capacidad patrimonial de la Iglesia.
Esto no justifica el afán por conseguir bienes o no se trata de un absolutismo
material, que es otro extremo, pues hay que tener bien pendiente que la Iglesia está
supeditada a los “fines propios”, como: sostener el culto divino, sustentar el
honestamente el clero y demás ministros, obrar de apostolado sagrado y de caridad.

b) Sujetos con capacidad patrimonial. Adquirir, retener, administrar y enajenar


bienes temporales, lo pueden hacer: La Iglesia universal y la Sede Apostólica;
también las demás personas jurídicas públicas (Circunscripciones eclesiásticas,
parroquias, seminarios, institutos de vida consagrada y sociedades de vida
apostólica, asociaciones públicas, etc.) y las privadas. El dominio de los bienes
corresponde a la persona jurídica que lo haya adquirido, bajo la autoridad del
Romano Pontífice.

c) Los bienes eclesiásticos. Los bienes que pertenecen a las personas jurídicas
públicas se rigen por el CIC y sus estatutos. Los bienes propios de las personas
jurídicas privadas.

Adquisición de bienes por parte de la Iglesia

La Iglesia puede adquirir bienes (c. 1259) de todos los modos justos que estén
permitidos por derecho natural o positivo. En el Libro V encontramos normas concretas
de algunos de esos modos de adquisición:

a) Deber y derecho de los fieles a sostener económicamente la misión de la Iglesia


(c. 1260) Este derecho y deber, por su pertenencia al Pueblo de Dios, son
coparticipes y corresponsables de la misión de la Iglesia. Los tienen la libertad, en
la sociedad y ante el estado de aportar a la Iglesia (c. 1261 P.1). Administradores,
responsabilidad de rendir cuentas (c. 1287). Aunque se podría exigir diezmos y
primicias (c. 1263) se apala ordinariamente a aportaciones y ofrendas voluntarias.

b) Aportaciones voluntarias de los fieles. Pueden ser espontaneas o solicitadas por la


Iglesia. Se anima a los fieles a prestar ayuda cuando se les pide subvenciones
(c.1262). ej. Colectas en las iglesias o colectas especiales donde se envía lo
recolectado a curia diocesana (1266). Se necesita licencia escrita, mas no los
religiosos mendicantes para pedir limosna (c.1265 P2). Las ofrendas, si se entregan
para un fin, no pueden destinarse a otro fin (c. 1267 PP1y 2).

c) Tasas y ofrendas con ocasión de sacramentos y sacramentales. En c. 1264 se trata


separado tasas de ofrendas. Tasas: cantidades por actos de potestad ejecutiva:
licencias, certificaciones… ejecución de rescriptos de la Sede Ap. O potestad
judicial. Su naturaleza es retributiva… Las ofrendas, no son tasas ni pagos por
sacramentos, son oblación con las que los fieles contribuyen a la Iglesia, sustentan
ministros y actividades.

d) Tributos eclesiásticos. Están regulados en c. 1263 sobre cómo se pude imponer


tributo moderado a personas jurídicas el Obispo diocesano.

e) Corresponsabilidad de las diócesis con la Sede Apostólica. (1271) Para que pueda
llevar a cabo su misión universal cada diócesis ha de aportar. Ejemplo, el óbolo de
San Pedro.

Organización económica de la sustentación de los ministros:


reforma del sistema beneficial y régimen vigente.

La Principal reforma que introdujo el concilio en cuanto a planteamiento general sobre


la organización económica en la Iglesia fue mediante el decreto Presbiterorum Ordinis,
la cual busca salvar al ministro sagrado invitándole a este a que abandone el sistema que
llaman beneficiar, o al menos que considere esto como algo secundario. Los cc. 1409-
1488 del CIC del 17, tenía organizado la manutención tanto del clero como de la
actividad pastoral por medio de lo que recibía la Iglesia. Había algo que llamaban la
dote o sustancia patrimonial que era una especie de bienes raíces que sustentaban la
parte económica, pero el c. 1410 del CIC del 17 vio esto como algo inapropiado, ya que
esos bienes en parte venían de los fieles y tendían a dejar en segundo plano por el afán
la parte espiritual y el ejercicio apostólico del servicio ministerial, esto por la
preocupación de la sustentación económica.

Ahora bien, con esto no se busca dejar desamparados en la parte material a los ministros
sagrados, ya que en el c. 281 se promueve el digno sostenimiento de los clérigos. Según
el c. 1274 en cada diócesis debe haber para el sustento: a) una institución para el
sostenimiento del clero; b) otra si es necesario para la previsión social o seguros sociales
de los ministros sagrados; y c) un fondo común diocesano para el sostenimiento de otras
personas al servicio de la Iglesia como también para cualquier necesidad y ayuda
incluso a diócesis más pobres. Es conveniente que para todo esto se involucren algunas
o todas las diócesis de la Conferencia Episcopal. El c. 1272 para en cierta medida
ayudar con esto, expresa que el patrimonio de una diócesis, dígase los bienes, vayan
pasando de forma gradual a la colaboración del sostenimiento del clero donde se
necesite.

Administración de los bienes eclesiásticos

En la iglesia existen multitud de patrimonios con diversos titulares y fines propios. Las
administraciones de estos patrimonios están regidas por principios generales que tienden
a unificar estos bienes eclesiásticos y sus fines bajo la autoridad suprema del Romano
Pontífice y con un régimen jurídico común. Tres son los actores a quienes les competen
la administración de estos bienes; EL Romano Pontífice, el Ordinario y el administrador
inmediato o ecónomo. El Romano Pontífice tiene la potestad de ejercer le primado de
jurisdicción, el Ordinario tiene el derecho y el deber de vigilancia sobre los bienes
sujetas a su jurisdicción, y por su parte el administrador inmediato son las que rigen
inmediatamente la persona jurídica a quienes pertenecen los bienes. Estos
administradores deben cumplir unos deberes que esta estipulados en los cánones del
1283 al 1289. Este debe actuar con diligencia, cual si fuera un padre de familia.

Las pías voluntades y las fundaciones pías

Se consideran causas pías los fines de culto, piedad o caridad a los que se destinan unos
bienes por expresa voluntad de quien los entrega a la Iglesia. No queda constituida
jurídicamente una causa pía hasta que la disposición de bienes es aceptada formalmente
por la Iglesia. Entre las causas pías se encuentran las fundaciones pías, que pueden ser
de dos tipos:

Fundaciones pías autónomas. Son conjuntos de bienes destinados a fines de


piedad, apostolado o caridad y erigidos en persona jurídica por la autoridad competente.

Fundaciones pías no autónomas. Son bienes temporales que dan, de cualquier


modo a una persona jurídica pública para que los administre, con la carga de destinar
durante un largo tiempo sus rentas anuales, a celebrar misas u otras funciones
eclesiásticas determinadas.
Tutela penal de la comunión eclesial

El derecho penal en el ámbito de la función pastoral

La Iglesia, en cuanto que es una sociedad independiente, tiene el derecho de imponer


sanciones a quienes cometan delitos que atenten contra el bien común y el bien
espiritual del infractor. Con el objetivo de buscar la enmienda del desorden, producto
del delito, teniendo presenta reparar las heridas espirituales del pecado y la enmienda
del delincuente y su salvación; y proteger el orden social, tutelando la comunión
eclesial. La imposición de sanciones ha de ser utilizada cuando la corrección fraterna no
ha tenido éxito. Es preciso notar que la justicia y el derecho son exigidas en la Iglesia
para el bien de las almas, por tanto, son realidades pastorales.

Concepto y elementos de delito

El delito puede definirse como la violación externa y moralmente imputable de una ley
o
precepto que lleva aneja una sanción penal (cf. CIC 17, c. 2195). Por tanto, no toda
infracción jurídica o moral (pecado) es delito. Cuando, con voluntad de delinquir, se han
realizado actos que por su naturaleza tienden a la ejecución del delito:

a) si éste no se llega a consumar por causas ajenas a la voluntad del delincuente, se


habla de delito frustrado (cf. c. 1328 § 1);
b) si la no consumación se debe a que el sujeto no empleó medios idóneos o
desistió voluntariamente antes de alcanzar el resultado delictivo, se habla de
tentativa de delito (cf. c.1328 § 2)2. La imputabilidad significa que la
responsabilidad de una infracción puede atribuirse formalmente (es decir, en
cuanto delito, no solo como conducta material) a su autor (y a los coautores y
cómplices, según lo dispuesto en el c. 1329)3.

Tipos de sanciones canónicas

Consiste en la privación de un bien impuesta por la autoridad legítima para corrección


del
delincuente y castigo del delito. Cf. CIC, c. 2215. Naturalmente, estas se refieren a
bienes y derechos que se tienen en la Iglesia y han de ser acordes con el fin sobrenatural
de la Iglesia. El c. 1312 enumera distintos tipos de sanciones; codíciales y
extracodíciales. Se pueden distinguir: penas medicinales o censuras, penas expiatorias,
remedios penales y penitenciales, otras sanciones, clasificaciones de las penas según su
modalidad de aplicación.

Penas medicinales o censuras. Toda pena es medicinal, en el sentido de que se orienta


a la enmienda del delincuente y a su bien espiritual, esa finalidad medicinal hace que
solo puedan imponerse censuras a los contumaces. para imponer válidamente una
censura, es necesario amonestar previamente al delincuente para que cese es su
contumacia. En caso de delitos gravísimos late sententiae no es necesaria la
amonestación. Por su propia naturaleza, las censuras no pueden ser perpetuas, sino hasta
que el reo abandone la contumacia. Las censuras, que se regulan en los cc. 1331-1333,
son, por orden ascendente de gravedad: la suspensión el entredicho y la excomunión.
La censura más grave es la excomunión, se excluye al reo jurídicamente de la comunión
eclesiástica en cierta medida: no puede celebrar sacramentos o sacramentales, ni recibir
los sacramentos, ni participar como ministro en cualquier acto de culto, ni desempeñar
oficios, ministerios o cargos eclesiásticos o realizar actos de régimen. Por la suspensión
se prohíbe a un clérigo, total o parcialmente, el ejercicio de la potestad de orden, de la
potestad de régimen o del oficio, y se suspende su derecho a percibir ciertos bienes.

Penas expiatorias, aunque busca el bien espiritual del delincuente, se persiguen más
directamente los aspectos de restablecimiento de la justicia y reparación del escándalo
causado por el delito las censuras pueden ser perpetuas, por un tiempo determinado o
indeterminado. Las penas expiatorias, según el c. 1336, son principalmente: la
prohibición o el mandato de residir en un lugar o territorio; la privación de potestad,
oficio, cargo, derecho, privilegio, facultad, gracia, titulo o distintivo, aun meramente
honorifico; el traslado penal a otro oficio; la expulsión del estado clerical y otras que
pudieran establecer la ley, siempre que sea sean conformes con el fin sobrenatural de la
Iglesia.

Remedios penales y penitencias

Además de las sanciones anteriormente mencionadas, el CIC prevé algunos remedios


penales dirigidos a la prevención de los delitos. Estos remedios son: la amonestación y
la reprensión. Aplicados por el Ordinario competente o quien haya sido facultado para
dicho fin. Por lo tanto, las penitencias -mandato a realizar alguna obra de caridad,
religión o piedad- tienen la doble finalidad de: sustituir una pena cuando las
circunstancias los recomienden; o agravar una pena ya establecida.

Otras sanciones
Además de la dicho, hay que considerar que, aunque el Libro VI del CIC está
consagrado al tema “De las sanciones en la Iglesia”, también se encuentran diferentes
cánones en todo el CIC de carácter propiamente sancionador y, que los diferentes
organismos de la Iglesia también cuentan con su propio sistema disciplinario de manejo
interno como, por ejemplo; El Reglamento General de la Curia Romana (RGCR).

Clasificación de las penas según su modalidad de aplicación

Para delitos graves, el CIC dispone de las penas latae sententiae, (con una sentencia ya
dada), y la absolución de algunas de estas, por la gravedad de ella, están reservada a la
Santa Sede. Sin embargo, lo normal es que ante algún delito se realice un debido
proceso para darse la correspondiente sentencia (ferendae sententiae). Finalmente, las
sanciones correspondientes a los diferentes delitos podrán ser: Determinadas
(establecida explícitamente por el CIC); Indeterminadas (el juez determina la pena que
se aplicará); Preceptiva (debe sancionarse obligatoriamente con la pena establecida) y;
Facultativa (el juez puede abstenerse se emitir una sanción).

Delitos y penas tipificados en el CIC

El CIC distingue diversas categorías delictivas. Cada una de esa categoría sobre los
bienes
jurídicos que se protegen penalmente en cada caso:
1. Delitos contra la religión y unidad de la Iglesia (CC. 1364-1369): comprende los
delitos de apostasía, herejía y cisma entre otros.
2. Delitos contra las autoridades eclesiástica y contra la libertad de la Iglesia (CC.
1370-1377): Incluye diversos supuestos de desobediencia, la inscripción en
asociaciones que maquinan contra la Iglesia, como, por ejemplo, (amazónica).
3. Usurpación de funciones eclesiásticas y delito en su ejercicio (CC. 1378-1390):
entre estos delitos encontramos, atentado de celebración eucarística sin ser
sacerdote, solicitación en confesión, negociación con los estipendios, soborno,
abuso de potestad etc.
4. Crimen de falsedad (CC. 1390-1391): comprenden los delitos de denuncia falsas
y calumnia y diversos tipos de falsedad documental.
5. Delitos contra obligaciones especiales (CC. 1392-1396): Incluyen diversas
infracciones de deberes propio de los clérigos y de los religiosos etc…
6. Delitos contra la vida y la libertad del hombre (CC. 1397-1398): por su gravedad
se tipifican como delitos canónicos, entre estos están, el aborto procurado y
diversos atentados contra las personas (homicidio, mutilación, rapto, etc…)

Por último, el c. 1399 contiene una norma general calificada por diversos autores como
norma penal en blanco.

Momentos de la actividad sancionadoras

En la actividad sancionadora se puede distinguir cuatro momentos jurídicos que son:


constitutivo, impositivo, declarativo y extintivo. Veamos brevemente el significado de
cada uno de ellos:

1. El momento constitutivo. Se refiere al establecimiento legítimo, por una ley o


por un precepto, de una sanción para una conducta determinada que se tipifica
como delito (cf. cc. 1321 ss).

2. El momento impositivo: ésta generalmente salvo en las penas latae sententiae,


las sanciones se imponen mediante el correspondiente proceso judicial, que
culmina en una sentencia, o mediante procedimiento administrativo concluido
por decreto penal extrajudicial.Es de suma importancia que se den estos
diferentes tipos de actuaciones:

2.1 La investigación previa (cf. cc. 1717 - 1719) por el ordinario, partiendo
del algún indicio de posible conducta ilícita o delictiva, llega a la decisión
de abrir y proceso judicial.
2.2 Las medidas que puede adoptar la autoridad para prevenir un delito o
para detener una conducta que pudiera desembocar en un delito son:
(represión, amonestación, corrección fraterna, penitenciaria, etc.: cf. cc.
1339 - 1341).
2.3 El proceso o procedimiento por el que se impone una sanción, una vez
que la autoridad ha decidido que debe iniciarse.

3. Momento Declarativo. Son aquellos momentos donde la autoridad competente


dicta una pena canónica de forma jurídica, dando a conocer el estado jurídico del
fiel en cuestión. Entre estas penas están las declaradas y las no declaradas.
4. Momento Extintivo. Algunas penas son impuestas por un tiempo determinado
(penas expiatorias). Otras, en cambio, deben de ser levantadas por la autoridad
competente, mediante un acto jurídico de remisión de pena. Para ello se utilizan
dos términos: las absoluciones, para las censuras, y las dispensas, para las
sanciones.

Suspensión de la eficacia Jurídica de las penas

El Derecho Canónico, en beneficio al bien de las almas del reo o de los fieles, anticipa
algunos casos en los que, permaneciendo la pena, se suspende ocasionalmente para el
delincuente la obligación de observar las prohibiciones que implica. Por lo que, si a un
ministro consagrado se le prohíbe celebrar un sacramento o sacramentales, esta pena
queda suspendida, cuantas veces sea necesario para atender a los fieles en peligro de
muerte. Si es una censura latea sententiae y aún no ha sido declarada, se suspende
igualmente la denegación cuantas veces sea necesario para atender a una petición de un
sacramento o sacramentales de un fiel y es lícito pedirlo por cualquier causa (c. 1335).

Pero si la prohibición es en recibir sacramentos o sacramentales, el reo queda en


suspenso, cuante esté en peligro de muerte (c. 1352 § 1). De igual forma queda en
suspenso, total o parcial la obligación de observar una pena latea sententiae que no haya
sido declarada ni sea notoria en el lugar donde estés el reo (c. 1353 § 2).

Garantías jurídicas y recursos en materia penal

El derecho considera odiosa, la materia penal, en la medida en que puede afectar


gravemente a la situación jurídica de las personas, a su fama y dignidad. Pues el
sometimiento riguroso a la legalidad en esta materia es un modo de garantizar, tanto el
respeto de los derechos de los fieles, como un ejercicio del ius puniendi siempre acorde
con su naturaleza y función en la Iglesia (c. 1311; CCE 2265 y 2266). Las normas de los
cánones cc.18 y 36 § 1, que dispones la interpretación escrita de las leyes penales y de
los actos administrativos que se refieren a la conminación o a la imposición de penas,
por la que esta fue declarada.
LA ADMINISTRACIÓN DE LA JUSTICIA EN LA IGLESIA

La Iglesia es una comunidad de vínculos espirituales bajo el principio de unidad. Es


También pueblo y Sociedad pues está inmersa en la tierra. Sus miembros pueden caer
en error e injusticia. Por ello existe una organización jurídica, para tutelar las relaciones
sociales internas (1co6,1-9).221 § 1. Compete a los fieles reclamar legítimamente los
derechos que tienen en la Iglesia, y defenderlos en el fuero eclesiástico competente
conforme a la norma del derecho. § 2. {…} los fieles tienen también derecho a ser
juzgados según las normas jurídicas, que deben ser aplicadas con equidad. 1401 la
Iglesia juzga con derecho propio y exclusivo: 1 las causas que se refieren a cosas
espirituales o anejas a ellas; 2 la violación de las leyes eclesiásticas y de todo aquello
que contenga razón de pecado, por lo que se refiere a la determinación de la culpa y a la
imposición de penas eclesiásticas.

Conveniencia de evitar los litigios innecesarios

En el contexto de la regulación canónica de los procesos se acoge, como rasgo cristiano


que ha de caracterizar la convivencia de todos los fieles en la Iglesia, el deber de excluir
el espíritu litigioso que ha de ser sustituido por un espíritu benigno y manso. No cabe
duda de que, siempre que sea posible, es preferible una solución pacífica y concorde a
un litigio que, además de prolongar la situación de conflicto mientras se resuelve, podría
exponer a las partes enfrentadas por deficiencias achacables a la debilidad de la
naturaleza humana a lesionar la comunión, al menos afectiva, haciendo más costoso
reparar ese posible deterioro una vez concluido el pleito.

En cuanto a los modos concretos de evitar los litigios además de la mediación de


personas prudentes que puedan acercar las posiciones de las partes enfrentadas y
ayudarles a alcanzar un acuerdo, se admiten la transacción y el compromiso arbitral
como medios de solución extrajudicial de controversias. La transacción es
sustancialmente un acuerdo por el que las partes, siempre que se trate de una materia en
la que no esté en juego el bien público, cediendo cada una en algún aspecto de su
posición inicial, alcanzan una solución de común acuerdo por la que ambas se declaran
satisfechas y ponen fin al litigio.

El proceso es el marco jurídico en el que los jueces y tribunales ejercen su jurisdicción


para resolver los conflictos que se les trasladan legítimamente. Consta de cuatro pasos:

1- Inicia por el ejercicio conforme al derecho de la acción de un sujeto frente a otro


ante el tribunal de justicia.
2- Consta de una sucesión de actos jurídicos.
3- Es realizado bajo la dirección de un juez y en los plazos y requisitos formales
establecido por el derecho.
4- Culmina con la sentencia por la que se resuelve la controversia.

La Iglesia juzga con derecho propio y exclusiva las siguientes controversias:


Causas que se refieren a las cosas espirituales o anejas a ellas
La violación de las leyes eclesiásticas o todo aquello que contenga razón de pecado, por
lo que se refiere a la determinación de la culpa y la imposición de las penas
eclesiásticos.
Tribunal de primera instancia: en cada diócesis el juez de primera instancia es el obispo
diocesano, que puede ejercer la potestad judicial por sí mismo o por medio de otros.
Puede también nombrar jueces diocesanos que sean clérigos de buena fama.

El tribunal de segunda instancia o definido también tribunal de apelación, está


establecido en la arquidiócesis con el objetivo de continuar los procesos de los casos
tratados en primera instancia en las diócesis sufragáneas y que no han sido solucionados
o que sus causas hayan sido juzgadas y no estén conformes con las decisiones tomadas.
Cabe destacar, que el tribunal de apelación o de segunda instancia puede jugar el rol de
tribunal de primera instancia, pues de acuerdo al canon 1439 en el parágrafo 3 el
metropolitano tiene todas las potestades que competen al Obispo diocesano sobre su
tribunal. En el canon 1438, propone que si el tribunal de la archidiócesis ha procesado
casos en primera instancia no lo puede tratar en segunda instancia, sino que debe
designar otro tribunal con aprobación eclesiástica para procesar las causas juzgadas en
el primero. Los tribunales ordinarios de la Sede Apostólica son el de la Rota Romana y
el Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, que se rigen por sus respectivas leyes
propias (cf. PB, arts. 125 y 130).

La Rota Romana, que es el tribunal ordinario constituido por el Romano Pontífice para
recibir apelaciones (cf. c. 1443), cumple normalmente la función de instancia superior
en grado de apelación ante la Sede Apostólica. Tiene, además, la función de velar por la
unidad de la jurisprudencia y de ayudar mediante sus sentencias a los tribunales
inferiores (cf. PB, art. 126).

La Rota Romana juzga en segunda instancia las causas sentenciadas por tribunales
ordinarios de primera instancia que se lleven por apelación legítima a la Santa Sede; y
en tercera e ulterior instancia, las causas ya juzgadas por la misma Rota (ante otro turno
de jueces) o por cualquier otro tribunal, siempre que sea posible todavía apelar contra la
sentencia.

El Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica (cf. c. 1445), que funciona en la


práctica en tres secciones, tiene algunas competencias típicas de un tribunal Supremo,
además, es el único tribunal administrativo existente en la vigente organización judicial;
y es también el dicasterio de la Curia Romana con competencia para el gobierno de la
administración de justicia en la Iglesia).

Las partes que intervienen en el proceso

1. Parte que representa el juez una reclamación de justicia: Demanda


2. Se le llama actor: Por la acción que ejerce; Demandante o parte actora.
3. Interviene desde una posición de enfrentamiento con la reclamación del actor:
Demandado, o parte de la demanda.

Capacidad y Legitimación
Para actuar en un proceso se requiere gozar de capacidad procesal, que es una
determinación de la capacidad de obrar.

¿Quién tiene la capacidad de procesal?

1. Los mayores de 18 años, que tengan huso de razón.


2. Los menores y los que no tiene uso de razón deben comparecer por medio de sus
padres y tutores.

Legitimación

Para intervenir en un proceso, es necesario estar legitimado; es decir, encontrarse


respecto a una cuestión controvertida en la que el derecho considere digno de tutela
judicial.

c) El promotor de justicia y el defensor del vínculo

El Derecho procesal canónico establece dos oficios que deben proveerse en todos los
tribunales. Se trata del promotor de justicia y del defensor del vínculo. El promotor de
justicia tiene la obligación, por su oficio, de velar por el bien público. Por ello debe
actuar --por disposición expresa de la ley, o por decisión del Obispo diocesano.El
defensor del vínculo ha de actuar en todas las causas en que se juzgue la nulidad o la
disolución del matrimonio (vide XXXVI, 3, a) o la nulidad de la sagrada ordenación
(vide XXXVI, 3, b), proponiendo todo aquello que quepa aducir razonablemente contra
la nulidad o disolución (cf. c. 1432).

d) El patrocinio de las partes

Según el c. 1481, las partes pueden demandar y actuar en juicio personalmente. Sin
embargo, incluso en los procesos más sencillos, ha de desarrollarse una actividad
bastante técnica y compleja, que hace conveniente que las partes se sirvan de la ayuda
de un procurador o de un abogado, que pueden designar libremente para que los
patrocine. Los cc. 1481-1490 contienen las normas del CIC sobre abogados y
procuradores. Para poder patrocinar causas ante los tribunales eclesiás-ticos, tanto el
procurador como el abogado deben ser mayores de edad y de buena fama; el abogado,
además, debe ser católico --salvo que el Obispo diocesano permita otra cosa- y doctor o,
al menos, verdaderamente perito en derecho canónico; y ha de ser aprobado por el
Obispo(cf. c. 1483). El CIC recomienda que en los tribunales, si es posible, haya unos
patronos estables, que perciban sus honorarios del tribunal y puedan ser nombrados por
las partes que lo deseen (cf. c. 1490).

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