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H.

refiere haber empezado con problemas psiquiátricos luego del casamiento de su hermano,
ahí fue su primera internación: “Algo pasó, me tuvieron que internar. Me vi muy solo, mi
hermano ya vivía en otro lugar, en su casa. No tenía ninguna válvula de escape y terminé
internado”.

Sin embargo, ubica ya antes un cambio rotundo: “Yo viví hasta los 17 con amigos, con chicos
que jugábamos a la pelota y salíamos a bailar, hacíamos todo juntos. A los 17 nos mudamos y
no sé... con mi pubertad, con mi adolescencia hubo un cambio drástico. Yo ya tenía problemas
desde muy chico. Tuve un padre muy castrador, me pegaba brutalmente por orinarme en la
cama, tuve enuresis hasta los 15 años. “A los 17 ubica una “ruptura en su psiquis”, dejó de ver
a todos sus amigos, se recluyó en su casa “como una ostra” y así pasó algunos años: “Había
una ruptura de mi persona con la sociedad. Pensaba, como piensan muchos chicos en la
pubertad, que el otro lo está criticando, lo está viendo, lo menosprecia, todo eso yo lo viví muy
fuertemente y me aislé por completo. Después llegó el tiempo de trabajar y empecé a trabajar,
paradójicamente empecé en el microcentro como cadete, donde está plagado de gente. Eso
me creó un gran estrés, yo lo eliminaba yendo al parque Chacabuco a correr dos o tres horas
por día. Añoraba tener una mujer, nunca la tuve, nunca tuve novia. Ya estar con cualquiera era
difícil, imagínese lo que era para mí abordar a una mujer. Era una tarea faraónica, no lo podía
hacer. Sobreviví a mi manera durante algunos años, mi único contacto con la realidad eran los
libros, pero era la realidad de otros, no la mía. Los libros y mi hermano, él era mi único
contacto con el exterior. Sobreviví hasta que mi hermano se casó”.

Recuerda que luego de que su hermano se casa, cuando él ya tiene 23 años, pasa a estar
completamente descontrolado, angustiado. Le pegó a un vecino, se sentía expuesto, como en
una vidriera: “todos me miraban”. No podía viajar en colectivo, no podía hacer nada. Comienza
a sufrir fenómenos extraños en el cuerpo: cuando se iba a dormir sentía como si estuviera
acostado sobre un hormiguero, y a padecer alucinaciones visuales. “Una imagen diabólica me
obsesionaba, el diablo sentado en el sofá. Ahí supe que se estaban divirtiendo conmigo. Ahí
empiezo a comprender”. Comienzan a atormentarlo ciertas ideas: un grupo especializado de
policías proyectaba una imagen holográfica desde la casa vecina, “yo tengo percepciones que
me indican que son policías, esta gente a través de un aparato puede leer el pensamiento, se
llama Toposcopio (tenía la fotocopia de un artículo periodístico)”.

Este grupo de policías con el “toposcopio y rayos máser” lo torturaban desde hace años, a
estas torturas atribuye su miopía y su hernia de hiato. Influyen sobre su pensamiento, sus
ideas, sus imágenes mentales y las palabras, él puede percibir cuándo están trabajando sobre
su cuerpo a distancia. No sabe por qué se meten con él, no ha determinado cuál es la finalidad:
“son gente muy enferma, tal vez vieron algo en mí, no lo sé...”

Para defenderse, comenzó a escribir un libro. Luego de la última internación aceptó iniciar el
tratamiento en Hospital de Día para seguir con su lucha y confía que en el hospital se deja de
lado la visión prejuiciosa y se lo escucha. “Yo sé que son psicólogos y están para eso, acepté
venir acá porque creo que ustedes pueden tener la capacidad de comprender lo que yo digo.
De comprenderlo objetivamente, como trato de explicarlo”.

H. considera al Hospital de Día un refugio, a diferencia de la internación a la cual siente que fue
empujado. “Me trajeron a una internación atacándome el sistema nervioso. Seguí en Hospital
de Día porque me refugié en esta institución. Tal vez debería refugiarme en la institución
judicial pero no me es posible. Me ayuda mucho poder descargar emocionalmente todo lo que
traigo, me ayuda para soportar el dolor”.

Decidió dejar una copia de su investigación sobre el toposcopio y los rayos máser en la
biblioteca del Hospital de Día, quiere que sirva para el futuro, que brinde algo para los demás,
más allá de lo que le suceda a él. Su condición de refugiado funciona como un recurso con el
que cuenta para continuar su investigación que, por el momento, lo preserva del encuentro
con mujeres por fuera del hospital, ya que lo prioritario es cumplir con su deber.

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