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La economía

ambiental y la
economía

Política y
Economía
Ambiental
La economía ambiental y la
economía

Para Kostald:

la economía es una disciplina muy bien desarrollada que


cuenta con un extenso cuerpo teórico, un paradigma
asociado con la forma en que funciona el mundo económico,
y varias ramas o campos de estudios asociados con las piezas
que la integran. (2001, p. 4).

Los fundamentos de la economía se ubican en la microeconomía: la teoría


del consumidor, la teoría de la empresa y la teoría de la interacción del
mercado, lo cual constituye la base de casi toda la economía. Vinculada
directamente con la microeconomía está la rama de la estadística, que se
aplica a los fenómenos económicos o la econometría. Así como la
microeconomía influye en toda la teoría económica, la econometría
impregna toda la economía aplicada. Además, de la teoría microeconómica
básica derivan los diversos campos fundamentales de la economía. Entre
ellos, tenemos los siguientes:

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Figura 1:
Macroeconomía Se dedica al estudio agregado de los
fenómenos económicos. Es lo
opuesto a la visión individual de la
microeconomía.

Finanzas públicas Trata sobre el estudio de los bienes


no provistos por los mercados y el
estudio de los diferentes
esquemas de impuestos.

Organización industrial Investiga cómo interactúan las


empresas entre sí, con los
consumidores y cómo estas se
organizan en industrias.

Comercio internacional Estudia cómo interactúan entre sí


economías diferentes e
independientes.

Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

Cada uno de estos grandes campos de estudio se encuentra estrechamente


relacionado con los principales componentes de la actividad económica y
cada uno de ellos contribuye de manera particular con el estudio de la
economía (Perelló Sivera, 2009). También existe un número de campos de
estudio de la economía que pone el énfasis en las aplicaciones. Estos campos
tienen como base principal y punto de partida toda la teoría expuesta por la
microeconomía. Estos campos son:

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Figura 2:

Economía laboral

Economía de la salud
Economía política
Economía experimental
Desarrollo económico

Finanzas internacionales

Derecho y
economía
Economía monetaria
Economía agrícola
Economía ambiental

Economía de los recursos naturales

Economía ecológica
Fuente: Imagen recuperada de búsqueda en Google.

Las categorías antes citadas de ningún modo son inequívocas. De hecho,


podría esperarse que muchos especialistas y académicos pertenecientes a
una u otra de las disciplinas mencionadas discutan por qué su campo ha sido
clasificado y ubicado de tal manera en relación con los demás, y hasta cierto
punto estarían en lo correcto: hay muchas formas de resumir los diferentes
campos de la economía.

Gran parte de la economía ambiental implica la adaptación de conceptos


desarrollados en otras ramas de la economía y su aplicación en los
problemas ambientales. Algunos aspectos de la economía ambiental (como
la evaluación ambiental) son únicos en su campo y tienen un uso potencial

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en la economía y la política, aparte del propio campo de la economía
ambiental (Kostald, 2001).

La economía ambiental y la economía ecológica

Existe otra disciplina que ha surgido principalmente de la ecología sistémica,


denominada economía ecológica. Ambos campos tienen perspectivas
distintas, pero al final se enfocan en la toma de decisiones sociales sobre
problemas ambientales (Perelló Sivera, 2009). Según Kolstad:

una simple diferencia entre la economía ambiental y la


economía ecológica, surge del hecho que en la primera se
tiende a involucrar a economistas que han ampliado a su
disciplina y paradigma para considerar el medio ambiente;
mientras que en el segundo campo científico se tiende a
involucrar a ecologistas que han ampliado su disciplina y el
paradigma para considerar a los seres humanos y la ecología.
(2001, p. 5).

Al igual que la economía convencional, resulta difícil definir de forma sucinta


la economía ecológica. Uno de los principales economistas ecológicos define
el tema como “un campo de estudio que se refiere a las relaciones entre los
ecosistemas y los sistemas económicos en el sentido más amplio” (Costanza,
1991, p. 3). El énfasis recae en la salud del ecosistema al largo plazo,
ampliamente definido.

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Una diferencia significativa entre los dos campos está asociada con el valor
y, por tanto, con la forma en que se toman las decisiones sociales que
dependen de las medidas del valor del medioambiente. Los economistas
convencionales creen que el valor para la sociedad deriva de los valores
individuales que poseen los miembros de la sociedad. En cambio, los
economistas ecológicos adoptan un punto de vista más biofísico del valor.
Por ejemplo, algunos de ellos miden el valor en términos del contenido de
energía englobada y, de este modo, al comparar una máquina de escribir con
una computadora, la pregunta pertinente es: ¿cuál necesita más energía
para crear? Cuanta menos energía, mejor. Esta es una extensión directa de
las teorías ecológicas, que establecen que los ecosistemas funcionan para
minimizar el contenido de energía de los bienes y servicios entregados, que
debe ser lo que rija la política pública.

La crítica que los economistas ambientales hacen a esta “teoría del valor de
la energía” es que muchos recursos son escasos, incluidos la tierra y las
personas capacitadas, por lo que reducir el valor de un bien a su contenido
es, en cierta medida, una simplificación excesiva. Los economistas
ambientales consideran que el valor de un bien surge de su contenido de
múltiples factores escasos (incluida la energía), así como el valor concedido
al bien final por cada individuo. En otras palabras, el valor no puede
reducirse a una simple medida física (Azqueta, 2007).

Sin embargo, la mayor diferencia entre los campos surge cuando se


consideran problemas ambientales de muy largo plazo, tales como el
calentamiento global o la disposición de los desechos nucleares. Algunos
economistas admitirán que la economía tiene dificultades para analizar
problemas en los que los costos y los beneficios se extienden a horizontes

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de largo plazo. Por ejemplo, almacenar desechos nucleares implica riesgos
potenciales que pueden durar hasta 250 mil años, pero los beneficios del
almacenamiento son para los consumidores actuales de energía nuclear, y
los costos, si los hay, serán para las generaciones futuras, que tendrán que
vivir con los confinamientos nucleares (Mendieta, 1999).

El enfoque económico convencional de esto consiste en sumar todos los


costos y beneficios, siempre que se presenten, y aplicar una tasa de
descuento para reducir del total la importancia de los costos futuros. Sin
duda, esto significa que lo que suceda dentro de 100 años tiene un efecto
mínimo en las decisiones que se toman hoy, lo cual, para muchas personas,
resulta problemático.

Los economistas ecológicos (Costanza, 1991) han propuesto otras formas de


manejar el problema de las decisiones intertemporales, en particular, la
noción de sustentabilidad. Ellos argumentan que no debemos iniciar acción
alguna que no sea sustentable en el largo plazo. En el ejemplo de los
desechos nucleares, ellos mismos preguntarían: ¿podemos seguir
confinando desechos indefinidamente y estar satisfechos con el mundo que
resulte de ello? Si la respuesta es negativa, entonces la acción no es
sustentable, ya que no solo es un asunto de equilibrar costos y beneficios.
Hay un atractivo intuitivo en dicha filosofía (Kostald, 2001).

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La economía ambiental y la economía de los recursos
naturales

Para Mendieta:

la economía ambiental implica cuestiones relacionadas con la


excesiva producción de contaminación por parte del
mercado, o la insuficiente protección del mundo natural,
debido a los fallos del mercado. Por otra parte, la economía
de los recursos naturales tiene que ver con la producción y el
uso de los recursos naturales, tanto renovables como no
renovables. (1999, p. 16).

Los primeros incluyen la pesca y los recursos forestales; los segundos, los
minerales, la energía y los bienes naturales, como el glaciar Perito Moreno y
las especies de plantas y animales.

De este modo, vemos la diferencia entre las dos áreas, pero también cómo
coinciden. Generalmente, la economía ambiental está relacionada con
cuestiones estáticas de asignación de recursos; el tiempo no es un asunto
relevante cuando se pretende decidir sobre la cantidad correcta de
contaminación atmosférica en la ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, la
economía de los recursos naturales se relaciona con procesos dinámicos, es
decir, el tiempo es lo que hace interesantes los problemas de los recursos
renovables o no renovables. Por ejemplo, si talamos un bosque de manera
lenta, este puede regenerase y podemos continuar talándolo
indefinidamente. Así, la rapidez con la que extraigamos un recurso que

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puede agostarse determinará su escasez en el porvenir y, por lo tanto, su
precio futuro. En ambos casos, los fallos del mercado no son la esencia del
problema, aunque su mal funcionamiento puede ser importante (Perelló
Sivera, 2009).

Es evidente que hay coincidencias entre la economía ambiental y la de los


recursos naturales. Por ejemplo, el calentamiento global es un problema de
contaminación con un marco de largo plazo. Existen otras superposiciones,
principalmente, en lo que se refiere a la preservación de los ambientes
naturales. Estas cuestiones implican tiempo, por lo que pueden ser
relegadas a la economía de los recursos naturales; por otro lado, el daño a
los ambientes naturales es, con frecuencia, el resultado incidental de una
actividad económica que conlleva un propósito primario diferente y, por lo
general, la pérdida de especies es el resultado de la conversión del hábitat
para uso humano (Kostald, 2001).

Quizá la mejor división entre la economía ambiental y la de los recursos


naturales esté en las cuestiones estáticas relacionadas con el mundo natural
y los procesos dinámicos.

Perspectivas positivas y normativas

Para Kolstad:

existen dos usos fundamentales de la economía. Uno que


trata de explicar lo que vemos o lo que está pasando

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realmente en la vida cotidiana de la economía, otro que trata
de explicar cómo deberíamos querer que la economía asigne
y distribuya los bienes y servicios. (2001, p. 8).

La economía positiva ayuda a entender cómo funciona la economía


específicamente relacionada con el funcionamiento de los mercados y las
instituciones. Un ejemplo de estudio de la economía positiva es cuando nos
dedicamos a entender por qué el precio del combustible se incrementa
cuando los países productores de petróleo de la OPEC (Organización de
Países Exportadores de Petróleo) se reúnen para limitar la oferta mundial de
petróleo. En el campo ambiental, un ejemplo de la economía positiva podría
ser cuando se estudian los cambios en la distribución espacial del dióxido de
azufre en el aire como producto del establecimiento de un sistema de
permisos mercadeables para la contaminación (Azqueta, 2007).
La economía normativa, por otro lado, intenta usar herramientas
económicas para diseñar políticas para intervenir los mercados cuando
ocurra una falla en estos. La única forma de corregir estas fallas de mercado
es que el Gobierno intervenga en él a través de alguna política. Una pregunta
que podemos formular a través de la economía normativa puede ser: ¿qué
clase de intervención debería hacer el Gobierno para resolver el problema
de la contaminación ambiental?

En el desarrollo de la teoría normativa de regulación, para corregir las fallas


de mercado o la provisión pública de bienes no mercadeables, siempre
aparecen los juicios de valor1, que son los que en última instancia definen el

1
Según Just, Hueth y Schmitz (1982), un juicio de valor es una afirmación acerca de lo que
creemos que es el mundo. En el mundo, hay muchos estados; por ejemplo, la economía

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rumbo de la política. La respuesta a la pregunta de cuál es la mejor manera
de intervenir los mercados depende de la manera de definir qué es lo mejor.
Aun con estos problemas, la economía normativa y –específicamente– la
economía del bienestar dedican un gran volumen de teoría y evidencia que
propone maneras de medir el bienestar económico de la sociedad; además,
analizan cómo estos valores pueden servir en la evaluación de políticas
públicas que requieren del ordenamiento de todos los posibles estados de
la economía para poder llegar a maximizar el bienestar económico de la
sociedad (Perelló Sivera, 2009).

puede experimentar muchos estados y los juicios de valor entran directamente en la


evaluación de políticas en términos de la estimación de variaciones en el bienestar
económico debido a cambios en el estado de la economía.

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Referencias
Azqueta, D. (2007). Introducción a la economía ambiental. Madrid, ES:
McGraw-Hill.

Baumol, W., & Oates, W. (1998). The Theory of the Environmental Policy
(2.nd ed.). Cambridge, GB: Cambridge University Press.

Costanza, R. (1991). Ecological Economics (1.st ed). New York, US: Columbia
University Press.

Gro Harlem Brundtland. (1987). Nuestro futuro común. Washington, US:


Organización de la Naciones Unidas (ONU).

Hanley, N., Shogren, J., & White, B. (1997). Environmental and Practices.
Oxford, GB: Oxford University Press.

Kolstad, C. (2001). Economía ambiental. México D. F., MX: Oxford University


Press.

Mendieta, J. C. (1999). Manual de valoración económica de bienes no


mercadeables. Aplicaciones de las técnicas de valoración no mercadeables,
y el análisis costo beneficio y medio ambiente. Bogotá, CO: Universidad de
los Andes.

Pachauri, R. K. y Reisinger, A. (2007). Informe del Grupo Intergubernamental


de Expertos sobre Cambio Climático. Contribución de los grupos de trabajo I,
II y III al Cuarto Informe de evaluación del Grupo. Ginebra, CH.

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Perelló Sivera, J. (2009). Economía ambiental. Alicante, ES: Universidad de
Alicante.

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