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El 6 de Agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, se registró sobre Hiroshima el primero de los

dos únicos bombardeos nucleares que se ha registrado en la historia por parte de un estado sobre
objetivos civiles.  El avión norteamericano Enola Gay se alejaba entre las nubes del sitio del ataque
mientras un enorme hongo radiactivo se elevaba por metros sobre el suelo nipón llenando de
pavor la historia.  Abajo, en la ciudad, los sobrevivientes totalmente desorientados caminaban
dando tumbos con sus cuerpos quemados, blancos, desnudos; las bocas abiertas tratando de
respirar o abrumadas por el llanto; los ojos desorbitados y saliéndose de sus cuencas.  Un tercio de
la población de esa ciudad murió allí.  Tres días después, y de forma totalmente inútil, se lanzó
sobre Nagasaki la segunda bomba sólo para probar la efectividad de otra técnica en la separación
del núcleo atómico y la inmensa liberación de energía resultante.
 
La imagen de aquellos cuerpos medio muertos moviéndose entre ruinas es una de las más fuertes
influencias visuales que recibieron los creadores del Ankoku Butoh: Tatsumi Hijikata (1928-1986)
y Kazuo Ohno (1906-).
 
Quizás la imagen que se viene a la cabeza al pensar en la danza Butoh sea la de aquel grotesco
cuerpo semidesnudo que se mueve espasmódico con las piernas rígidas y dobladas, los ojos muy
abiertos, con la lengua afuera.  Ese nuevo lenguaje incorporado por sus creadores se aleja a
conciencia del "ideal" de belleza y perfección del danzante occidental ya sea clásico o moderno,
pero contiene en sí una poderosa concepción ideológica crítica sobre el conocimiento del cuerpo y
su uso como herramienta de expresión.  Esto ha contribuido para que esta forma de danza
profundamente japonesa haya sido tan bien adoptada en distintos países incorporando influencias
de cada región donde se practica.
 
En 1959, Hijikata y Kazuo Ohno debutaron con escándalo realizando una breve coreografía basado
en la novela de Yukio Mishima Colores Prohibidos, mostrando de forma directa la relación
homosexual entre un hombre mayor y un joven.  La obra terminaba con algunas gallinas
asfixiadas por los bailarines sobre el escenario.  Como era de esperar, esta obra fue
inmediatamente prohibida.  Entonces Hijikata bautizó este tipo de expresión como Ankoku Buto-
ah, donde el uso generalizado del término Butoh deriva de Buyó, que es la forma en que se
denomina a cualquier danza que no fuera una de las formas tradicionales japonesas.  "Bu"
significa bailar; "to", dar un paso o pisar; "ah", grupo o partido y "Ankoku" significa 'lanzar negro' u
oscuridad.  Así, Ankoku Butoh puede entenderse como la Danza de la Oscuridad.  Es necesario
diferenciarla del Butoh contemporáneo que ya está demasiado mixturado con otras influencias y
que se aleja del espíritu de los creadores que buscaban una expresión íntima y brutal del cuerpo. 
En la actualidad hay mucha coreografía finamente preparada y su forma es reconocidamente más
luminosa.
 
El Ankoku Butoh nació como una forma de romper con la creciente invasión de la cultura
occidental sobre un Japón de post-guerra, ocupado y llevado a una tecnificación tan impersonal
que convertía a sus habitantes en números y objetos destinados sólo a producir.  Existen fuerzas
exteriores dadas por el libre mercado y la occidentalización de la vertiginosa vida japonesa:  los
interminables ciclos de fabricación que han llevado a ese país a ser una potencia económica
mundial a costa de la pérdida de su ser interior.  El Butoh busca rebelarse contra esa realidad.  El
sentido de esta danza es  volver a la tierra, sentir la tradición y la profunda palpitación del cuerpo
unido a la naturaleza.  De hecho Hijikata y Ohno eran admiradores de las formas tradicionales
olvidadas, aunque se diga que con su propuesta interrumpieron el hilo conductor del teatro Noh y
del Kabuky.
 
Como suele suceder en muchas creaciones
fundamentalistas, la misma filosofía profunda del
Ankoku Butoh, su rechazo a lo completo y a la
estabilidad, hace que el Butoh genuino sea una
imposibilidad aún para sus creadores.
 
Una parte poderosa de este arte es que aporta una visión
particular del cuerpo.  Aquí puede darse expresión a una
piel azotada por la vejez y la enfermedad, apartándose
del balance y la belleza del bailarín de ballet o de la
musculatura y la fuerza física.  En la oscuridad el Butoh
puede parecer frágil, pero su poder radica en las energías
internas que se mueven dentro de los bailarines, que a
veces no se mueven en apariencia, aunque en lo íntimo
todo fluye y se respira.  Trata de mostrar que hay algo
más allá del cuerpo danzante siendo sus temas
principales el círculo de la vida y la muerte.
 
Cada interprete de Butoh es distinto a otro y en su acto debe exponer lo más interno de sí mismo:
su vida, cuerpo y mente.  Durante las rutinas de ensayo no está permitida la utilización de espejos,
justamente para evitar la objetivación y dejar que el interior salga y sea el que hable renegando de
la superficialidad de la vida diaria.  Al dejar expresarse a lo íntimo del ser,  a éste no le interesa si
lo que sale va a gustar a los espectadores, no está allí para agradar a nadie, su motivo de
existencia es remecer al espectador o, como decía Huidobro, lograr que el alma quede
temblando.  Por eso el Ankoku Butoh entra en el terreno de lo grotesco, de lo profundo y
marcadamente sexual, se suprime la expresión simbólica de las emociones, estas se hacen
patentes de manera real sobre las tablas.
 
Tatsumi Hijikata decía que su danza fluía para realizar los
movimientos de la muerte a través de la muerte misma. 
Lograr que la muerte renaciera a sus muertos, eso es lo que
buscaba como experiencia:  el que una persona muerta
pueda fallecer una y otra vez dentro de él.  Sin embargo él
declaraba no conocer a la muerte.  La muerte lo conocía a
él.
 
Akiko Motofuji dice que "el ballet y la danza moderna saltan
sobre la tierra.  Hijikata creó una danza que sale de ella y
que es conveniente para el cuerpo".  Hijikata creció en
Tohoku, lugar donde el invierno es muy duro, un lugar
donde el cuerpo se contrae y ni siquiera puede hablar en
ese clima.
 
Por otro lado, Kazuo Ohno, el otro genio creador,
sentencia:  "No estoy interesado en una danza muy
estructurada.  La danza es una forma de vida, no una
organización de movimientos.  Mi arte es el arte de la
improvisación.  Esto es peligroso.  Trato de llevar en mi
cuerpo todo el peso y el misterio de la vida para seguir
mis recuerdos hasta alcanzar el útero materno".  Ohno
vio en 1920 el baile flamenco "La Argentina"
interpretado por la española Antonia Mercé,  fue ese un
momento de quiebre en su concepción del arte y que
cambió su forma de enfrentarse al mundo.
 
Hijikata nos dice otra vez:  "Estrechamos las manos con
los muertos quienes nos envían sus estímulos desde
más allá de nuestros cuerpos.  Esta es la energía
ilimitada del Butoh.
 
Con el tiempo el Ankoku Butoh fue creciendo y modificando su concepción buscando nuevas
formas de salir más allá de la expresión dentro del escenario.  Akaji Maro fue originalmente un
actor teatro que vivió con Hijikata por tres años.  En 1972 formó el grupo Dai Rakuda Kan el cual
incorporó el drama y extendió el tiempo de los espectáculos de Butoh.  Él dice que este arte está
muy enraizado en la cultura japonesa.  Comenzó como un espíritu revolucionario quebrando las
reglas establecidas y actualizando las formas de la danza, dejando que el cuerpo hable por si
mismo y se muestre tal cual es.  El Butoh es el total rechazo a los valores del materialismo
imperante en el Japón actual, donde se hace necesario parar el acelerado desarrollo y ser más
introspectivos y conectados con la tierra y el subconsciente.
 
Otro exponente es Isamu Ohsuga, quien perteneció al grupo Dai
Rakuda Kan y lo abandonó en 1980 para formar Byakko Sha, cuya
dirección es distinta a otros grupos de Butoh, muchos de los cuales
tratan de reducir y concentrar la danza en un lugar físico delimitado. 
Él propuso expandir la forma e incorporar otras influencias.  Para él,
el teatro limita a la audiencia, por eso salió a la calle con su grupo
buscando masificar al espectador.  Al mismo tiempo, cada vez que
Dai Rakuda Kan sale de gira por distintos países, sus integrantes se
impregnan de la cultura local y originan un intercambio de
experiencias que llevan al nacimiento de algo nuevo.  Este
intercambio cultural comienza, debido principalmente a las barreras
del lenguaje, con un mal entendido del cual no se arrepienten ni
temen.  En sus presentaciones llevan elementos plásticos
incorporados a sus atavíos.  Metal, vidrios y pinturas también están
presentes y se puede observar un elevado desarrollo coreográfico en
una danza muy experimental.
 
De esta forma, aunque los bailarines del Ankoku Butoh tenían en
sus inicios unos fundamentos hacia la antitécnica, han desarrollado
paradójicamente un inmenso arsenal de técnicas especializadas.
 
Así tenemos el vertiente del Beshimi Kata, cuya forma de expresión es particularmente grotesca: 
el cuerpo convulsiona, los ojos se voltean, la lengua sale de la boca, babean y los gestos del rostro
lo hacen casi irreconocible.  Pero este tipo de movimientos son sólo una manera de expresar las
raíces carnavalesca del Butoh, que en otros países se conseguía con el uso de máscaras.
 
Con respecto a esto último se cita aquí lo que dice Bajtín en un estudio de 1987:  "El tema de la
máscara es el más complejo y lleno de sentido de la cultura popular. La máscara expresa la
alegría de las sucesiones y reencarnaciones, la alegre relatividad y la negación de la identidad y
del sentido único.  Es una expresión de las transferencias, de la metamorfosis, de la violación de
las fronteras naturales, de la ridiculización, de los sobrenombres.  Establece una relación entre la
realidad y la imagen individual, elementos característicos de los ritos y espectáculos más
antiguos.  Lo grotesco se manifiesta en su verdadera esencia a través de las máscaras".
 
 
 
En el Butoh lo grotesco se muestra íntimo y perteneciente al individuo, de forma tal que la
máscara es el cuerpo entero que saca sus más profundas concepciones y vivencias, lo cual lo
transforma en una experiencia repulsiva y lejana al mismo tiempo que propia y reconocible y, por
lo tanto, seductora.
 
 
Para algunos el Butoh puede parecer un ejercicio demasiado incomprensible, pero no se puede
olvidar y es necesario repetir que el Japón fue obligado a vivir una fuerte imposición de normas
represivas, un desmedido afán por proyectar una imagen de buen país al mundo, de un lugar
donde los grandes poderes económicos pudieran invertir con altos niveles de seguridad y en donde
se hacía necesario ocultar lo indeseable.  Costumbres enraizadas como el tatuaje o los festivales
desnudos han tratado de ser abolidos, llevando a la cohibición de la expresión de las emociones y
las actitudes individuales, de esa forma el Butoh y su forma grotesca se presentó como una salida
que hacía válida la irracionalidad de los sueños y locura.
 
 
En la actualidad, famosos exponentes de esta danza como Minako Seki han dado paso al llamado
Neo-Butoh.  Una forma de expresión más globalizada y de fácil entendimiento estético para
occidente, donde la luz, la claridad, están presentes en la puesta en escena.  Basta ver alguna
presentaciones donde el uso de música vivificante, coreografías y colores hacen del espectáculo
algo digerible y definitivamente optimista.
 
Finalmente,  dejemos que el viejo Kazuo Ohno explique en una sentencia qué es esta danza de la
oscuridad:  "El Butoh es el acceso al mundo de la poesía que solamente una expresión corporal
puede propiciar".

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