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El Butoh

              
Si hay algún movimiento que tenga las características de radicalidad y
ruptura que se presumen de las vanguardias, ese es el Ankoku Butoh,
desarrollada por Tatsumi Hijikata en Japón. Cincuenta años después
de su origen es también un caso ejemplar de la deriva conservadora
que suelen seguir las vanguardias después de sus inicios iracundos y
revolucionarios. En el butoh ambos polos, el de la revuelta radical y el
del triunfo y la adaptación pueden encontrarse en sus dos figuras
principales, Hijikata y uno de sus colaboradores emblemáticos, Kazuo
Ohno.
              
El Ankoku Butoh de Hijikata, tal como la Danza Teatro Alemana en los
años 70, surgió en medio de un movimiento intelectual de rechazo a la
norteamericanización de la cultura japonesa después de la Segunda
Guerra Mundial. Autores como Yanushiro Kawabata y Yukio Mishima,
eruditos como Tatsushito Shibusawa (que tradujo a Sade y a Bataille al
japonés), fuertemente influidos por el existencialismo (Sartre), el
marxismo (Marcuse), la filosofía de Nietzche, la vanguardia literaria
francesa (Lautreamont, Artaud, Jean Genet), reaccionaron no solo
contra la influencia norteamericana, sino contra toda la cultura
japonesa del siglo XX, impregnada de militarismo, industrialismo y
occidentalización. Hijikata, como otros intelectuales de su época,
encontraron en los escritores europeos de las transgresiones (Sade,
Bataille, Genet), los temas y los motivos para su propia subversión
contra el Japón moderno.
               
Las obras de Hijikata están repletas de insolencias y provocaciones
contra el zen (que cumple en Japón un papel en el disciplinamiento de
la subjetividad análogo, y quizás más opresivo, que el catolicismo en
América Latina), contra la vida urbana, los tabúes japoneses en torno a
la sexualidad (la homosexualidad y el travestismo son en Japón tabués
aun más opresivos que en Occidente), contra la idea exitista,
productiva, “sana”, de corporalidad. Recurrió al mal gusto, a lo
abiertamente grotesco. Hay que considerar que en la vida cotidiana
japonesa cuestiones como sacar la lengua en público, o la gesticulación
facial enfática, son vistas como muestras horrorosas de mal gusto.
Recurrió a la exposición de la homosexualidad y el travestismo. Puso
en escena el erotismo explícito o la extrema fragilidad y debilidad
corporal.
El Butoh

La transformación del butoh, que podría servir de modelo se la


transformación conservadora que ataca a todas las vanguardias del
siglo XX cuando ha pasado la época revolucionaria que las sostiene,
empezó con su éxito europeo. Desde 1980 viajaron a Europa
compañías como Dairakudakan, de Akaji Maro; Sankai Juku, de Ushio
Amagatsu; Sebi, de Koh Murobushi, y Byakko-sha, de Isamu Osuga, y
se hicieron frecuentes las giras de Kazuo Ohno … Tuvieron un éxito
enorme, que se repitió en Estados Unidos desde 1985. Digamos, como
primer contraste, que Hijikata nunca salió de Japón nI de la
marginalidad.

Pero es quizás Kazuo Ohno el que mejor representa los múltiples mitos
que han permitido que el butoh, originariamente ankoku (oscuro), se
convierta en una moda mundial que puede ser practicada hoy por
cualquier niña educada que tenga una sensibilidad liberal.      

En Kazuo Ohno, como en Dairakudakan y Sankai Juku, encontramos


un butoh netamente oscuro, menos chocante, que ha retomado su
conexión con el teatro japonés tradicional. Un ejercicio del butoh
ahora fuertemente “espiritual”, con abundantes conexiones con el
budismo zen y sus ideales de “superación del yo” y autocontrol que,
inevitablemente, hacen que sea más suave e incluso, en algunas
compañías, más elegante y bello. En occidente, donde tiene un éxito
sensiblemente mayor que en Japón mismo, se ha convertido en un
exotismo relativamente culto. Kazuko Kuniyoshi se refiere a esto como
un proceso de “japonización” de un movimiento cuyos orígenes se
pueden calificar de “anti japoneses”, si entendemos por “japonés” el
mundo de samuráis, zen, Toyota, geishas y Sony que es el Japón
industrial real en la actualidad. Mezcla fuertemente postmoderna de
motivos tradicionales reducidos a emblemas turísticos y de potencia
comercial plenamente capitalista.
               
De la corporalidad del butoh han quedado el trabajo con la lentitud,
las expresiones faciales extremas, el centro de gravedad bajo, y la
preferencia por movimientos inestables o compulsivos. Todo un marco
de fuerte estilización, muy alejado de las motivaciones políticas y
filosóficas originales. Hoy el butoh es un vehículo para contenidos muy
diversos, no necesariamente contestatarios, y para una cierta
”ideología orientalista” que con sus imágenes “japonizadas” viene a
remplazar a los “orientalismos” de los 60 y 70, más ligados al budismo
hindú o al hinduismo.
El Butoh
               
Desde luego la danza que en Japón se llama “contemporánea” es hoy
muchísimo más amplia que el butoh. Tal como en todo el mundo, las
compañías de danza japonesas se han dejado influir por el
minimalismo postmoderno norteamericano, por la danza teatro
europea, y por las muchas formas de lo se suele llamar “teatro físico”.

Incluso, desde fines de los años 80, Saburo Teshigawara ha propuesto


un “post butoh” que mezcla el butoh con todas estas tendencias, y que
ha tenido también mucho éxito en Europa. En el “post-butoh”
Teshigawara introduce el cuidado por la corporalidad perfectamente
entrenada, capaz de destrezas acrobáticas, que nunca habían sido
usadas en la danza japonesa, ha introducido también el uso intensivo
de la tecnología computacional, tanto en la puesta en escena como en
el diseño mismo de los movimientos, en una actitud que enfatiza
programáticamente la visualidad y la destreza.
               
Este nuevo butoh se mezcla y se deja influir por el abierto eclecticismo
de la comunidad actual de danza que en Japón, como en todo el
mundo, asiste con pragmática frecuencia a múltiples talleres de
Contact Improvisation, Capoeira, Release, “técnica” Cunningham, etc.
El mundo de la vanguardia clásica simplemente ha desaparecido.

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