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¿Existe algo más cruento, repulsivo pero a la vez tan fascinante como la

mente de un asesino serial? Todos hemos sentido atracción por saber qué
pasa por la cabeza de un homicida que es metódico, frío y que tiene,
además, un patrón y objetivos bien definidos. En general, nos interesa
saber qué lo motiva, si tiene traumas y en el fondo “nos regodeamos en su
crapulencia" como si fuera una especie de celebridad (véase, por ejemplo,
“Natural Born Killers”, -Asesinos por naturaleza-, de Stone).

Una película por de más interesante que trata estos torcidos temas es
precisamente la citada en la parte superior. El director también lo ha sido
de la desconcertante “Fight Club” (El club de la pelea) y algunas otras de
mediana o baja categoría como “La habitación del pánico” y “Zodiac”.

La imaginación derivada de la represión católica no conoce límites y


paradójicamente ha sido la fuente de infinitos beneficios para las bellas
artes: cada una de sus disciplinas encontró en los temas divinos la
recurrencia y la perfección absoluta. Kevin Spacey representa a un sujeto
que percibe en las letras medievales el refugio contra la descomposición
humana y desde su perspectiva es el faro que ilumina el camino a seguir.
Piensa que la sociedad es un tejido gangrenado cuya absoluta
irresponsabilidad nos orilla hacia la perdición, hacia Sodoma y Gomorra en
términos bíblicos.

El planteamiento es sólido y bastante congruente porque el asesino comete


sus atrocidades en pro del bienestar común: atacando el pecado encarnado
purificará a la raza humana y el patrón de aniquilamiento no podía ser más
simbólico: siete asesinatos, uno por cada pecado capital. De las clases de
religión uno puede sacar cuentas e imaginar las sádicas muertes de cada
uno de los réprobos. El director no escatima en la violencia y lo que uno
puede ver en pantalla es a veces bastante crudo, aunque lo pudo ser
mucho más.

Dos agentes son asignados al improbable caso. Uno es joven,


temperamental e iracundo; el otro, a punto de retirarse, es más bien
centrado, paciente y acostumbra realizar pesquisas detectivescas
propiamente dichas; dos extremos persiguiendo el mismo fin. La
metodología y las reacciones ante los embates del medio hostil son
totalmente dispares y ello es parte sustantiva del guión, hacen que el
observador simpatice en mayor o menor medida con uno u otro carácter.
Mills y Somerset, caras de la misma moneda; herramientas que el Estado
utiliza para evitar que su propia pus le ahogue.

La ambientación es extraordinaria y probablemente sea uno de los puntos


más destacados; esta aseveración es aventurada porque, en general, todos
los componentes de la cinta están admirablemente unificados y ninguno
destaca con claridad. Me parece que la atmósfera es la esencia de la
película: fría, lluviosa, obscura y deprimente. La fotografía refleja algunas
tonalidades sepias y complementa muy bien la trama central.
El comportamiento humano es un universo y las todas las posibilidades
caben en él. El medio y los genes pueden convertir, irremediablemente, a
un personaje común y corriente en el más terrible de los azotes. La
película permite la reflexión sobre la maldad: ¿es inherente al ser humano?

Escuchar música alivia el estrés y el malestar físico


Además de proporcionar placer, escuchar la música preferida puede disminuir el dolor
agudo o el estrés al ayudar al individuo a tomar un mayor dominio sobre sí, según un
estudio divulgado en Gran Bretaña.

Psicólogos de la Universidad de Caledonian de Glasgow, Escocia, apoyaron los resultados de


su estudio en un experimento que involucró a un grupo de participantes, que tuvieron que
sumergir las manos en agua helada. Cada uno de los voluntarios tuvo la oportunidad de
elegir entre escuchar su música favorita, resolver operaciones de aritmética o mirar
comedias en la televisión.

Los participantes que escogieron escuchar la música de su preferencia lograron mantener las
manos en el agua fría por más tiempo, indicaron los investigadores, en algunos casos hasta
cinco veces más que el resto.

La música ayuda a las personas a relacionarse de forma emocional con sentimientos


positivos, a diferencia de los estimulantes o las drogas, estima la doctora Laura Mitchell, que
participó en el estudio. "Es la estrategia más efectiva para combinar distracción y
sentimientos de control", puntualizó.

Por su parte, el doctor Raymond MacDonald, profesor de Psicología de la universidad de


Glasgow y uno de los responsables de la investigación, indicó que las conclusiones revelan
más del "poder de la música en nuestras vidas para soportar el dolor. Sirve para confirmar
la importancia de emitir música en los hospitales. Además, podría explicar porqué
escuchamos música cuando hacemos deporte, en el gimnasio o cuando nos sentimos tristes".

Los grandes peces en peligro de extinción


Los tiburones, los atunes, los bacalaos, los grandes depredadores de los mares, pueden
correr el mismo destino que sufrieron los dinosaurios: la extinción. Según un reciente estudio
publicado en la revista Nature, la población de peces grandes se ha reducido un 90% en los
últimos 50 años como consecuencia de la pesca a gran escala. El informe de la revista alerta
sobre la necesidad de una acción urgente para frenar el saqueo de los mares y evitar la
desaparición de estas especies, entre otras muchas.

Los científicos marinos autores del estudio han analizado la población marina en nueve
sistemas oceánicos durante un periodo de 50 años y han encontrado evidencias de cómo
numerosas especies han sido diezmadas por la actividad económica, es decir, por la pesca,
la manufactura, la conservación y congelación de pescado en grandes cantidades para
satisfacer la demanda de los mercados mundiales. Ransom Myers, uno de los biólogos de la
universidad de Dalhousie (Halifax, Nueva Escocia) asegura que la actividad pesquera
descontrolada "ha limpiado el océano, y entre sus víctimas están la aguja azul gigante, el
atún de aleta azul, los meros tropicales y el bacalao antártico, por citar algunas de las
especies más emblemáticas."

La única solución, según el estudio realizado, pasa por una drástica reducción del número de
peces capturados cada año. Eso significa recortar las capturas a nivel mundial y crear
reservas marinas allá donde sea necesario. "Es imprescindible una reducción mínima del
50% de la mortalidad de peces para evitar que las especies más sensibles a este proceso de
desaparición continúen perdiendo presencia en nuestros mares" declaró Ransom Myers.

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