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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—Qué gusto volver a verlo, señor Gabriel.

Habló una chica de aspecto hermoso y llamativo, rubia y de piel suave e


inmaculada. Se arrodilló frente al hombre.

—Querida Iris, ha pasado un tiempo, —respondió— si estás aquí es por


una sola razón, ¿cierto?

—Arcángel Gabriel, he traído un mensaje del todopoderoso.


Se solicita su presencia en el reino celestial.

—Entendido, gracias por tu trabajo, rezaré por ti para que tengas buena
fortuna.

—Se lo agradezco mucho, espero que la próxima vez que nos


reencontremos sea en buenos términos.

Al decir eso, Iris simplemente se desvaneció en el aire.

Gabriel extendió sus grandes alas blanquecinas y se elevó rápidamente,


dejando un pequeño rastro de plumas.

—Bueno, en marcha.

Comencé a caminar para najar de aquella montaña en la que estábamos.

—Nirio, espera por favor —dijo Minda.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—¿Qué sucede?

—No creo que sea buena idea ir así nada más.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—B-bueno, no creo que ver a un humano ir caminando por ahí como si


nada sea algo normal.

—Tiene sentido…

Minda voló hacia el risco de la montaña.

—Mira, ¿ves aquella pradera a lo lejos?

—Sí, la veo.

Caminé y me coloqué a su lado.

—Ahí vive alguien que conozco, tal vez él pueda ayudarnos.

—¿En serio?

—Sí, podemos rodear por el río y así evitar la zona principal.

—Está bien, confío en ti.

Ambos comenzamos a avanzar para poder llegar a aquella pradera.

—Gran señor dios padre, dígame, ¿cuál es la razón por la que me ha


llamado?

Gabriel estaba de rodillas y con el rostro agachado frente a una gran luz
resplandeciente y misteriosa.
El suelo estaba compuesto de nubes, mientras gigantescos pilares de
mármol se alineaban uno frente a otro.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—Querido hijo Gabriel, me alegra mucho verte con buena salud.

Cada vez que hablaba, la luz parpadeaba intensamente, mientras su voz se


escuchaba con un fuerte eco.

—Todo es gracias a usted, señor.

—Gabriel…

—¿Sí? —Alzó el rostro para poder mirar aquella luz.

—Hay algo… Algo que podría causar la inestabilidad en los tres reinos.

—¿La inestabilidad en los tres reinos? ¿Ellos volvieron a atacar? —


preguntó enfurecido.

—Te equivocas, Gabriel, pero esto podría ser su oportunidad para llegar a
la tierra.

—Dígame, dios padre, ¿qué puede ser más peligroso que ellos?

—Un humano…

El rostro de Gabriel era uno muy confundido.

—¿Qué…? —Se puso de pie inmediatamente—. Perdón, pero, ¿cómo un


humano puede ser un peligro para los tres reinos? Son débiles e inmaduros…

—Gabriel, la avaricia te está consumiendo, no debes creerte superior a los


demás, podrías arrepentirte después.

—Sí, señor, lo siento… —Volvió a agachar el rostro.

—Un humano ha logrado entrar al mundo espiritual.

—¿Logró entrar? ¿Pero cómo?

—Una especie de ritual mágico; pero, si los anti-guardianes se enteran


sobre él, podría ser el fin de todo.
Por eso te he llamado, Gabriel; por favor, escúchame con atención.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

Gabriel miró la luz fija y seriamente.

—Reúne a los demás y evita la que podría ser la mayor catástrofe en


mucho tiempo.

—Así será, señor, cumpliré con mi deber. Bienaventurados sean los


pacíficos, porque ellos serán nombrados hijos de dios.

Gabriel extendió sus alas y salió volando rápidamente.

Al llegar al Edén, Gabriel tomó una gran trompeta dorada, al tocarla, esta
causó un fuerte estruendo por todos lados.

Al desvanecerse el ruido, seis destellos de diferentes colores se acercaban


a él con rapidez.

Las esferas de color cayeron fuertemente contra suelo, causando un


pequeño temblor y una cortina de polvo.

—Vaya, ha pasado un tiempo —dijo la voz de una mujer.

—Hoy debe ser un día muy especial como para reunirnos.

—Espero que sea importante, cariño, estaba muy ocupado con mis
hermosos rizos.

—Si, bueno… ¿A qué se debe esta llamada tan repentina?

El polvo se esfumó. Cinco hombres y una mujer estaban de pie frente a


Gabriel, todos con un par de bellas alas y de finos rasgos faciales.

—Queridos hermanos, me alegra mucho volver a verlos, es una lástima que


no sea para una celebración.

—Querido hermano Gabriel, ha pasado un tiempo.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—Así es, querida hermana Zadkiel.

—Ya dinos, hermano, ¿para qué nos has llamado?

—También me da mucho gusto verte, querido hermano Rafael.

Gabriel colocó un rostro serio antes de comenzar a hablar.

—Queridos hermanos; yo, Gabriel, líder de los siete arcángeles, los he


reunido por una petición de nuestro señor dios padre para evitar una enorme
catástrofe.

—¿A caso esos malditos demonios volvieron a atacar? —preguntó Jofiel.

—No es eso, pero ellos serán un problema mayor si no detenemos esto.

—Si no son demonios, entonces ¿a qué te refieres?, querido hermano —


dijo Chamuel.

—Algo que no creí que fuera posible. Un humano ha logrado entrar al


mundo espiritual.

—¿Qué? ¿Un simple y patético humano?

—Querido hermano Jofiel, te pido que no te expreses así, por favor.

—¿Qué se supone que va a causar un simple humano? —preguntó Rafael.

—Los humanos me parecen muy tiernos —respondió Zadkiel.

Todos comenzaron a discutir entre sí, ninguno podía entender lo que decía
el otro.

—¡Guarden silencio!

Una grave voz gritó por detrás de los demás. El causante caminó
lentamente hacia Gabriel, mientras todos guardaron silencio y observaban
atentamente.

—Ustedes son el alto mando del ejército celestial, deberían ser el ejemplo y
poder mantener la cordura.

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—Te lo agradezco, querido hermano Miguel —respondió Gabriel con voz


calmada.

—Dinos, querido hermano Gabriel, ¿qué es lo que debemos de hacer al


respecto? —preguntó Miguel.

—Escuchen con atención. Debemos encontrar al humano y regresarlo a la


tierra.

—Y, ¿por qué mejor no nos deshacemos de él? ¿Tú qué dices, hermano
Uriel? —preguntó Jofiel

Uriel simplemente mantenía el rostro agachado, sin decir ni una palabra y


manteniendo una pequeña sonrisa.

—Nadie se deshará de nadie, nuestro único trabajo es regresarlo a salvo y


evitar que aquellos demonios lo capturen —dijo Miguel.

—Bueno, suena algo bastante fácil —respondió Zadkiel.

—Si fuera tan fácil, hubieran mandado a los de bajo rango —exclamó
Chamuel.

—Fue una orden de nuestro señor dios padre, así que no quiero oír ni una
queja más —respondió Gabriel seriamente.
Uriel y Zadkiel, ustedes irán a buscar al humano. Necesitamos inspirarle
confianza, ambos son perfectos para eso.

—Entendido, querido hermano —respondió Zadkiel.

Uriel accedió moviendo la cabeza.

—Chamuel y Rafael, ustedes dos descenderán a la tierra, quiero que


busquen al responsable del hechizo que trajo al humano.

—Así será, hermano —dijo Chamuel.

—Hay que darnos prisa, necesito cepillarme el cabello —contestó Rafael.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—Jofiel y Miguel, ustedes irán a la puerta que lleva al purgatorio, no dejen


que nada salga de ahí. Y si algo sale... Lo destruyen —Apretó el puño
fuertemente.

—¿Violencia? Eso suena bien —exclamó Gabriel.

—El trabajo perfecto —respondió Jofiel.

—Yo iré al árbol de la vida, tengo que informarle al dios guardián sobre la
situación.
Buena suerte, queridos hermanos, bienaventurados sean los guerreros de
dios.

Los siete extendieron sus alas y salieron volando rápidamente,


separándose en par al llegar a los cielos.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

Minda y yo avanzábamos por un gran bosque, lleno de árboles frondosos,


donde apenas pasaban unos cuantos rayos de sol.

—Esto es muy raro —respondí.

—¿Raro? ¿A qué te refieres? —preguntó Minda.

—Bueno, pensé que todo sería muy diferente, a excepción del árbol de la
vida. Ni siquiera siento que estoy en otro mundo.

—Tienes razón, este bosque es igual que uno de la tierra.

—Ni siquiera se esforzaron.

—Bueno, se supone que dios creó al hombre a su imagen y semejanza, tal


vez hizo lo mismo con el mundo espiritual y la tierra.

—Supongo…

Nos mantuvimos en silencio después de aquella plática. Contemplaba los


grandes árboles y pequeños sonidos que parecían ser de aves.

—La, laralala, lalatara…


Minda comenzó a tararear una linda melodía con su hermosa y suave voz.

—¿Y esa tonada? —pregunté.

—Oh, bueno… Solía cantarla cuando vivía aquí.

—¿Antes de que yo naciera?

—Sí, digamos que… Yo era un caso especial.

El rostro de Minda se entristeció de repente.

—Pero, cuando naciste, todo mejoró, así que ya no importa.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—E-está bien, no te preocupes.

Después de caminar por un buen rato, al fin salimos de aquel bosque

—Sí, por fin salimos. Ya extrañaba la luz del sol.

—Sí que estaba lejos. Desde que llegamos el sol so se ha movido de ahí.

—Es porque aquí no hay ciclo del día. Nosotros no necesitamos dormir, así
que es innecesario.

—Vaya… —Saqué el teléfono del bolsillo de mi pantalón —. Bueno, esto


solo sirve para ver la hora. Son las tres de la mañana en la tierra.

—Vamos bien de tiempo.

—Sí, andando.

—Este es el río, ¿verdad?

—Sí, solo hay que pasar por encima de él.

Minda voló y pasó de una orilla a otra en solo un segundo.

—¡Listo, así de fácil! ¡Vamos, Nirio! —Aumentó el volumen de su voz, ya


que no podía escucharla por culpa de la corriente.

—¡O-oye, creo que olvidas algo!

—¡¿Qué cosa?!

—¡Yo no puedo volar!

—Oh… —Minda regresó hacia el otro lado del río.

—P-perdóname, lo había olvidado.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—¿Cómo se supone que voy a pasar? ¿No hay un puente o algo así?

—Podemos volar, no necesitamos puentes.

—Si, ya lo suponía…

—Ya lo tengo. Tienes que esperarme aquí.

—¿A dónde vas?

—Iré con el guardián que nos puede ayudar, él sabrá qué hacer.

Minda volvió a volar para cruzar el río.

—¡Nirio, no te muevas de aquí! ¡Iré rápido!

—¡Está bien, aquí te espero…! Tampoco es que pueda ir a otro lugar —


susurré.

Minda se alejó de mí rápidamente, mientras yo la observaba.

—Bueno, supongo que esperaré bajo ese árbol.

Caminé hacia aquel árbol cerca del río, me tumbé en el pasto y puse mi
mochila como almohada.
Cerré los ojos por un momento, sin darme cuenta, me quedé
profundamente dormido.

—Qué fea es esta cosa —dijo Jofiel.

—Sí, la verdad no entiendo por qué sigue aquí —respondió Miguel.

Ambos se encontraban dentro de una cueva, frente a ellos estaba aquella


puerta que conectaba el inframundo con el cielo.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

Una puerta de madera obscura bastante maltratada, llena de rasguños y


manchas rojas, mientras el marco que rodeaba la puerta parecía cientos de caras
de personas lamentándose.

—Qué aburrido, no va a pasar nada interesante. Hace miles de años que no


sale nada de aquí —Jofiel cruzó los brazos y se recargó sobre una gran piedra.

—Sí, aquel día fue devastador. Y pensar que un humano puede hacer que
lo que pasó hace miles de años sea simplemente un juego de niños —respondió
Miguel seriamente.

—Bueno, desde que sometiste a su líder, Satanás, no creo que se vuelvan


a aparecer por aquí.

—Puede que no, pero, la maldad ha aumentado mucho, y eso hace que
ellos se fortalezcan.

—Sí, tienes razón… Solo queda esperar.

—Buen día, señores guardias.

—Eh… Señor Gabriel, bienvenido —respondió un guardia tartamudeando.

Gabriel había llegado a la entrada del árbol de la vida, donde se encontraba


el dios guardián.

—Necesito ver al dios guardián, ¿me permitirían pasar?

—P-por supuesto, señor, adelante.

La gran puerta de madera se abrió lentamente

—Muchas gracias, que dios los bendiga.

Gabriel caminó lentamente hacia el interior del brillante árbol. Dentro


parecía que había un gran ecosistema, lleno de vida, flora y fauna.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

Pequeños guardianes animales saltando y corriendo por todos lados.


Al frente de todo, había un gigantesco trono, ahí estaba sentado un enorme
guardián muy anciano y con una gran barba, era el dios guardián.
—Líder de los siete arcángeles, Gabriel. Es un gusto volver a verte —
respondió el dios guardián con una fuerte voz, grabe y rasposa.

—También me da mucho gusto verlo, gran líder de los guardianes.

—Dime, ¿a qué se debe esta agradable visita?

—Me temo que no es para ninguna cosa positiva. Mi señor dios padre nos
ha mandado a mí y a mis hermanos a detener una posible catástrofe.

—¿Una catástrofe? No me digas que…

—No, los siete demonios no tienen nada que ver, aún…

—¿Entonces de qué se trata?

—Un humano…

—¿Un humano? —preguntó confundido.

—Un humano logró llegar aquí, al mundo espiritual. Aún desconocemos las
intenciones, o por qué es que vino.

—Eso si es malo, solo dos humanos habían estado aquí.

—Los mismos que fueron exiliados del paraíso a causa del pecado original.
Pero este no tiene nada que ver con ellos.

—¿Dónde se encuentra el humano?

—Mis hermanos, Zadkiel y Uriel, lo están buscando, no deben tardar en


encontrarlo.

—Entiendo, entonces supongo que puedo dejarlo en sus manos.

—Cuente con ello, dios guardián. Nosotros, los siete arcángeles, nos
encargaremos de todo.
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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—Entonces puedo estar tranquilo, muchas gracias, arcángel Gabriel.

Gabriel hizo una pequeña reverencia, se dio la vuelta y salió del árbol de la
vida.

«¿Cuál es tu propósito?, humano…»

Chamuel y Rafael volaban por una especie de tubo lleno de luces de


colores.

—Sabes, no me gusta viajar a la tierra —dijo Rafael.

—¿Podría saber cuál es la razón?

—La contaminación que causan los aparatos humanos le hacen daño a mi


hermoso cabello.

—Tu cabello ni siquiera es muy largo.

—Pero es rizado, hermanito, esto no se consigue de un día para otro. Tú no


lo entenderías.

—¿Qué quisiste decir con eso…? Olvídalo, ya llegamos.

Después de sobrepasar un brillante destello blanco, ambos llegaron a la


tierra, flotando sobre los cielos.

—Bueno, ¿a quién se supone que debemos buscar? —preguntó Rafael

—Si sabe sobre magia, lo más lógico es que sea un humano anciano.

—Hay millones de ancianos.

—Entonces hay que darnos prisa. Un planeta, cinco continentes, doscientos


seis países…

—Y 143 millones de ancianos… Fácil.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

Extendieron sus alas y comenzaron a volar rápidamente por todo el cielo.

Después de volar por un rato, Minda llegó a una pequeña choza en medio
de la pradera, cerca de un hermoso lago azulado.

—¡Señor Balcar! ¿Está aquí?

Minda rodeó la choza para buscar a aquel guardián.

Un pequeño maullido se escuchó de repente. Minda se puso de pie.

Un gato se acercó a Minda lentamente, ronroneando, llegó a sus piernas y


comenzó a frotarse con ellas.

—Arbus, ¿cómo estás, pequeño? —Minda se agachó y acarició al gato.

—¡¿Quién anda ahí?! ¡Muéstrate rufián! —Un guardián salió volando de la


choza.

Traía consigo un pedazo de madera. Un guardián humano, un poco viejo,


con un sombrero sobre su cabeza y un gran bigote.

—¿Señor Balcar?

—M-Minda… ¡¡¡Minda!!! —Balcar soltó la madera y voló rápidamente hacia


Minda, abrazándola fuertemente.

—Señor Balcar, ha pasado mucho tiempo.

—Minda, estás tan hermosa como siempre. ¿Qué es lo que haces aquí?

—Necesito su ayuda, ¿todavía tiene ese bote?

—Mi viejo bote, si lo tengo, ¿para qué lo necesitas? —preguntó confundido.

—Le explico cuando lleguemos, acompáñeme al río, por favor.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—E-está bien, tranquilízate. Dame un momento para buscarlo —Balcar


entró rápidamente a su choza.

—Tranquilo, Nirio, ya voy… —susurró.

—¿Es él?

Escuchaba una voz de chica hablando, mientras continuaba con los ojos
cerrados.

—Tiene que ser, no es azul ni de otro color, se parece a nosotros.


Claramente, es un humano —dijo la chica.

—¿M-Minda? —Me levanté lentamente para sentarme, mientras mantenía


los ojos entrecerrados.

—Oh, ya se despertó.

—Perdón, me quedé dormido. Que bueno que regresaste, Minda…

Alcé mi rostro y abrí completamente los ojos, vi a una hermosa chica


peliblanca. Sus ojos brillantes, los cuales tenían una estrella.
A su lado había un hombre muy hermoso y sonriente. Ambos tenían un par
de grandes alas, de plumas blancas y suaves.

Estaba confundido, pero no asustado. Su simple presencia me llenaba de


paz.

—¿Q-quiénes son ustedes?

—¿Tú eres un humano? —preguntó la chica.

—¿Qué…?

El hombre movió la cabeza hacia un lado y miró a la chica.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

—Tienes razón, querido hermano, es muy descortés no responder su


pregunta.

«Pero si no dijo ni una palabra»

—¡Humano! Arrodíllate ante nosotros, tus superiores…

El hombre volvió a menear la cabeza.

—¿Qué? ¿Así tampoco?

«¿Qué rayos le pasa?» Estaba sumamente confundido, me puse de pie.

—Perdón… Querido humano, déjame presentarme. Mi nombre es Zadkiel, y


él es mi querido hermano Uriel. Como ya podrás darte cuenta, pertenecemos a la
elite del ejército celestial, somos de los siete arcángeles.

—¿Los siete arcángeles? —pregunté.

—Sí, eres muy listo, humano.

—B-bueno, y ¿qué hacen aquí?

—Nuestro querido hermano Gabriel nos ordenó buscarte y llevarte con


nosotros.

—¡¿Qué?! ¿Por qué?

—Al parecer eres un problema para los tres reinos. No lo digo yo, lo dijo
nuestro querido señor dios padre.

—¿Un problema? ¿Pero qué va a hacer un simple humano como yo? —


respondí mientras daba pasos hacia atrás.

—Eso mismo nos preguntamos mis hermanos y yo, pero a dios no se le


cuestiona. Así que, por favor, ven con nosotros.

—¿Y si me niego? —respondí con un rostro serio.

—Bueno, supongo que entonces tendré que llevarte a la fuerza. No me


gusta usar la violencia, pero si no hay de otra, supongo que tendré que hacerlo.

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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

¿Qué opinas, querido hermano?

Uriel movió la cabeza, indicando que sí a lo que Zadkiel le había


preguntado.

—Ay, no… —susurré.

—Por cierto, ¿cuál es tu nombre de humano?

—S-soy… Nirio Zatoro.

—Nirio, como la flor, que bonito nombre —Zadkiel colocó sus manos en sus
mejillas mientras estas estaban enrojecidas.

«Minda, ¿dónde estás?»

—Bueno, querido Nirio, ¿nos vamos?

La miré por un momento, seguidamente salí corriendo hacia el río para


intentar escapar.

—¿En serio va a intentar escapar? —preguntó Zadkiel.

Uriel solo movió la cabeza.

—Bueno, vamos por él.

Ambos extendieron sus alas y volaron tras de mí.

—Ay, no, no, no…

Llegué a la orilla del río y comencé a correr sobre ella.

—Nirio, ¿por qué lo haces tan difícil?

Zadkiel apareció a mi lado sin que me diera cuenta, volando a mi lado.

—Déjame en paz —por más rápido que corría, no podía alejarme de ella.

«No me queda de otra»


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El Día En Que Conocí a Mi Guardiana.

Miré hacia el río, pensando en hacerlo.

—Oye, no vas a saltar, ¿o sí? —preguntó.

—¡¿Tú qué crees?!

Di un gran salto para entrar al río, cerré los ojos para prepararme para caer,
pero en ningún momento sentí el agua.

Al abrir los ojos, estaba entre los brazos de Zadkiel. Volando y alejándome
del suelo.

—Tranquilo, Nirio, yo no voy a hacerte nada, el que decidirá tu castigo será


nuestro señor dios padre.

—¡¡¡Minda!!! ¡¡¡Ayúdame!!!

—No sé quién es Minda, pero no creo que pueda escucharte.

Uriel apareció a nuestro lado, ambos aceleraron y me alejé de la pradera en


un instante.

Perdón, Minda…

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