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hacer. Todos los hombres en línea directa con el trono han pasado
esta prueba. Ahora te toca a ti.
Abdil palideció al ver un fiero león con una larga melena y unos
dientes puntiagudos que mostró a Abdil de modo desafiante en un
enorme rugido. El león se paseaba de un lado a otro de la jaula cuyo
suelo estaba cubierto de huesos.
Abdil tartamudeando exclamó:
-¿Matarlo? ¿amansarlo? ¿dominarloaún Pero si lo único que hice
hasta ahora es cazar algún ciervo o el arte de la cetrería. Este león es
muy superior a mí en tamaño y fuerza.
En aquel momento El Gran visir se acercó a Abdil y le dijo:"No
temas. No tienes que hacerla ahora mismo. En un futuro, cuando
hayas reflexionado sobre ello y tengas una idea de como hacerla,
entonces lo harás. Todos tus antepasados lo hicieron, confía en que tu
también podrás hacerla.
El Rey mandó a uno de los esclavos que tirara a la jaula una pieza
de carne. Los feroces rugidos del León se convirtieron en contentos
gruñidos, mientras devoraba aquel trozo de carne. Esta imagen se
quedó grabada en la memoria de Abdil.
Pasaron cuatro días y el Rey seguía tratando a su hijo con al
misma amabilidad de siempre, pero Abdil tenía el sentimiento de que
su padre estaba ansioso de que matara al león cuanto antes. Aquella
tarea se cernía sobre él. Su viveza se apagó al emular ante la corte que
se comportaría como un héroe de leyenda, cuando realmente él no se
sentía así.
La huida de Abdil
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pensó Abdil. Pero nuevamente el rugido de varios leones sonó de
nuevo. Aquella noche Abdil no pudo descansar tranquilo.
A la mañana siguiente, mientras desayunaba con Harum le
contó lo sucedido. Harum tranquilamente le contestó:
- Lo que me parece extraño es que no los hayas escuchado hasta
ahora. Esta zona está infestada de leones que vienen por la noche
hasta aquí a cazar. ¿ Por qué crees que mandé construir estos enormes
muros alrededor del jardín? De otro modo esas bestias se hubieran
devorado a toda mi familia .- Sonrió astutamente Harum, satisfecho
de haber ganado la partida a los leones.
El corazón de Abdil se llenó de miedo y aquella misma mañana
ensilló su caballo e hizo su equipaje. Se despidió del hospitalario
Harum y partió, dispuesto a viajar tan lejos como su caballo le pudie-
se llevar. Cabalgó y cabalgó durante todo el día y toda la noche. Las
verdes praderas y los frondosos bosques quedaron atrás. El paisaje se
tornaba cada vez más árido y el camino llegó a desaparecer en un valle
cubierto de arena. No había ni una brizna de hierba hasta donde la
vista le alcanzaba.
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sabiendo que no se enfrentaría con esas fieras.
Según se dirigía hacia su tienda, Abdil pensó:
- Dios mío que mala suerte tengo ........Es que siempre van a apare-
cer leones en todas partes donde voy ..........Pues para eso no me hubiera
marchado de mi casa, ¡si no puedo evitarlos!.
Esa misma noche, cuando todos estuvieron dormidos, Abdil se
arrastró silenciosamente para salir de su tienda sin hacer ruido, buscó
su caballo y partió. Cabalgó y cabalgó bajo el cielo estrellado, mientras
se preguntaba a si mismo si su destino sería el de viajar para siempre
sin encontrar un lugar donde no hubiese leones.
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chó un sonido que parecía ser el rugido de un león.
- ¡Calla! ¿Qué ha sido ese ruido?
- Yo no he escuchado nada - respondió la princesa un poco ofen-
dida por la falta de atención que la estaba prestando.
Pero nuevamente se escuchó otro sonido como el anterior:
- Calla te digo mi querida princesa -. De nuevo ese sonido.
Entonces la princesa le dijo:
- Tan sólo es Rustum. Yo le conozco desde que era un cachorro,
y por la noche patrulla por el jardín para defendemos de cualquier
peligro.
Entre tanto los sirvientes iban de aquí para allá, ultimando los
detalles para la cena. El palacio estaba iluminado con velas y antorchas
para el acontecimiento.
Abdil sugirió a la princesa que fueran hacia el palacio, pues caía
la noche y estaba refrescando.
Aquella noche todos los allí presentes, menos él, disfrutaron de
la excelente comida. Al final del banquete El Emir, sentado a su dere-
cha, se levantó y llevó a Abdil hasta las escaleras de mármol que con-
ducían a las habitaciones. De repente apareció el enorme y fiero león.
Abdil se hubiera dado la vuelta, pero en ese mismo momento el Emir
le dijo:
- Mira hijo mío, el viejo y buen Rustun te está esperando para
llevarte a tu habitación. Esto no lo hace con todas las personas, creé-
me, él sólo se molesta si piensa que alguien le tiene miedo. Pero es
bastante manso.
- Yo le temo - susurró Abdil. Pero el Emir pareció no oírlo y le
dio las buenas noches a su invitado.
El león acompañó a Abdil hasta la puerta de su habitación, y
Abdil se las ingenió para entrar rápidamente y cerrar la puerta.
El león esperó fuera y al príncipe le pareció que durante toda la
noche el león resoplaba en la cerradura y trataba de abrir la puerta con
sus uñas y dientes.
Después de esa noche tan movida, Abdil se levantó por la maña-
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La decisión de Abdil
El regreso a casa
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Al alba Abdil reanudó el viaje. De repente descubrió que ansiaba
ver de nuevo su hogar. Apenas podía esperar para decirle a su padre
que estaba preparado para encararse con la gran criatura de la cueva.
Al poco tiempo llegó al bello país de los Flautistas. Harum salió
de su patio sombreado para saludar al príncipe. Abdil le explicó que
no iba a quedarse sino que se dirigía hacía su casa.
- Cuando yo estuve aquí no era más que un cobarde que quería
escapar de su destino. Ahora estoy preparado para enfrentarme con él.
- Así sea -, respondió el viejo hombre -. Estoy contento de que
quieras acabar con tu problema. Sabía que darías la cara a tus res-
ponsabilidades. Vete y que Dios te proteja.
Tras despedirse, Abdil se puso de nuevo en camino y llegó a su
país.Saludó a su padre besándole la mano y después le dijo al Gran
Visir:
- Condúceme primero a la cueva de ese fiero león contra quien
debo luchar, pues me siento suficientemente fuerte para intentar la
lucha.
El viejo monarca abrazó a su hijo con expresiones de alegría y
junto con el Gran Visirfueron hacia la madriguera del león.
La prueba
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