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VIGÉSIMO PRIMER
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Iván Montes, vdm. “Adveniat Regnum Tuum…” Reforma SV. T3E52.
Esta es la Palabra del Señor. [Sal. 32:1-7; Is. 1:10-18; II Ts. 1:1-4, 11-12; Lc. 19: 1-10].
tampoco las puede discernir porque son cosas que deben ser juzgadas espiritualmente… dice
la Escritura: ¿Quién conoce la mente de D? ¿Quién puede instruirle? Así que ahora nosotros
tenemos la mente de Cristo” [I Co. 2:141-16]. Al recaudador las buenas noticias habían llegado
a sus oídos, sus víctimas seguramente mientras esperaban su turno en fila comentaban las
grandezas del Hijo de D, el liberador del alma, sanador del cuerpo, restaurador del hombre.
Aunque deseaba conocerlo, su estatura sumaba a los obstáculos que a menudo impedía su
anhelo de ser parte del acto justificador de D; el texto también dice que “Había mucha gente”
como si la misma constituyera la peor forma de impedimento para que otros consigan
relacionarse con las bondades del cielo. Hermanos, como parte de quienes somos responsables
de iluminar al hombre, todos debemos contribuir a procurar un acceso libre de obstáculos para
acercar a los hombres con D, nunca seamos muros que retengan la libre circulación de quienes 2
anhelan los beneficios eternos; estos obstáculos le llevan a Zaqueo a usar métodos inusuales
para un hombre como él y aunque llama la atención de los curiosos, no duda en duplicar sus
energías y ganar la delantera de la multitud para poder ver al anhelado Mesías redentor.
Semejante acto voluntarioso le anuncia al Maestro que hay un alma lista para la comunión, un
aliado para el Evangelio, un amigo de los hombres, una mano para el servicio del pobre.
2. “Jesús: Zaqueo baja de prisa y no tiene miedo…” El personaje Zaqueo cumple su deseo de ver
a Jesús, sacia su anhelo, ha ascendido a un sitio donde puede ver a los hombres y al deseado
Jesús; sin mediar esfuerzo, el Maestro fija su mirada para corresponder su deseo, lo cual hace
con cualquiera que sinceramente desea conocerlo y obedece a la voz del Espíritu de Gracia; ese
poderoso guiador del hombre que conduce a la luz, a la fuente de verdad y lo presenta
frontalmente con su redentor. Jesús pronuncia su nombre y el impenitente corresponde sumiso,
obediente y con gratitud. Entendamos algunas cosas para nuestro interés; en primer lugar, su
llamado nos dice que “descendamos, que bajemos” del sitio donde nuestro corazón, lleno de
soberbia, nos ha conducido, colocándonos por sobre los demás; ahora su voz nos llama y dice
“Bájate” como diciendo abandona tus posturas rígidas, tus caprichos; también nos recuerda
bajar la crítica excesiva que nos vuelve ciegos y no podemos ver bondad alguna en nadie, así
parece que nos deleitamos en nuestra voluntad sola; “bajarnos” es un pedido a deponer nuestro
orgullo y vanidad. En segundo lugar, Jesús ordena: “Enseguida” o sea, cuando su voz nos apela,
está pidiendo que actuemos con extrema rapidez, porque es urgente tu movilización y presencia
en las filas de los redimidos pertenecientes a su reino, el cual lucha tenazmente en este mundo
de injusticias, violencia, discriminación, inmigración, hambres; se trata de un mundo carente de
oportunidades a las nuevas generaciones, indiferente a los valores, vacío de moralidad, etc. este
llamado es presto, no hay tiempo que perder, porque hay necesidad de atender a los que sufren,
a los agonizantes de este mundo, la Europa de primer mundo que arde socialmente, temiendo
un desbaste nuclear, y así, todos debemos hacer un rol que agrade a D; todos sin excepción
somos convocados, sin pérdida de tiempo, a ocuparnos de los sufrientes del mundo, de la
creación de D. Finalmente, su llamado incluye “Recibir a Jesús” nos convoca a tener comunión
indefinida con Él, convivir en la intimidad de la casa, conocer a los seres cercanos y amados,
incluirlos en el milagro redentor. En el medio de toda esta alegría de encontrarse con D salvador,
surge, como es usual la oposición, la crítica, la censura destructora que se opone a la comunión.
La oposición siempre estará presente, se trata de los obstáculos, los cardos, la mala tierra, la
semilla que germina en la superficie, la cizaña entre el buen trigo que cual germen maligno
intentará hasta el fin oponerse a lo bueno y sagrado; Jesús aparece presto a socorrernos y
librarnos de la opresión y los rugidos de las bestias salvajes, Él nos recuerda con el profeta
diciendo: “El Señor es mi luz y mi salvación ¿De quién he de tener miedo? El Señor defiende
mi vida ¿A quién he de temer? …Aunque un ejército me rodee, mi corazón no tendrá miedo”
[Sal. 27:1-3].
HOMILÍA DOMINICAL: “JESÚS, ZAQUEO Y EL ENCUENTRO DEL PERDIDO” [Lc. 19: 1-10]. VIGÉSIMO PRIMER
DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. Iván Montes, vdm. “Adveniat Regnum Tuum…” Reforma SV. T3E52.
3. “Jesús viene en rescate de lo perdido…” Hay una demostración sincera nacida y expresada en
Zaqueo al hacer una confesión pública: “Daré la mitad de lo que poseo al pobre; si le he robado
a alguien [Lo cual era muy probable y difícil probar por la ley] lo devolveré cuadriplicado” este
hombre acaudalado resulta ejemplar y consecuente con el Evangelio, ha pensado en el pobre,
promete compensar el daño, restituir en parte sus malas acciones que exceden la justicia del
hombre y su consecuente responsabilidad ante el creador; hacer una declaratoria como esta
probablemente significa que en sus horas vacías y lúgubres ha estimado el daño infligido a su
prójimo, su impunidad justificada por la ley del hombre es incapaz de ofrecerle paz, una
conciencia limpia, y librarle de culpabilidad. Jesús declara dos cosas de interés: en primer lugar,
afirma que la bendita salvación está presente a quienes irradia la luz de su misericordia como
ese encuentro entre el salvador y el perdido; para testimonio nuestro, el impenitente confiesa 3
sus faltas; su corazón rebelde y atrapado por los eslabones del dinero es liberado para obedecer
a D y se pone en favor de los pobres. La fe se respira en el ambiente, Abraham es la figura
reconocida apelada en la fe del antiguo tiempo; interesantemente Jesús no menciona la Ley, la
religión judía, los preceptos humanos sino la FE, cual sendero que nos conduce a D. En segundo
lugar, el amado Maestro afirma su misión, nuestro compromiso con el cielo, es y será: “Buscar
y salvar lo que se había perdido”; nada se torna más valioso que buscar al hombre, en cualquier
parte y circunstancia, a todo el que carece de esperanza, quien está atrapado por las cadenas
del vicio, destruido en su unidad familiar, distanciados de la comunidad y seres amados, en la
lejanía del extraño país, marginado por las leyes, desechado por los gobernantes, carente de
cubrir sus necesidades más elementales, etc. en palabras concretas: Hay que buscarle, y salvarle
brindándole esperanza en Cristo por su Evangelio. SAN AGUSTÍN rogaba desde lo profundo de
su alma: “Fíjate, Padre, mira, ve y aprueba, y sea grato ante el acatamiento de tu misericordia
que yo halle gracia ante ti, para que me sean abiertos, al llamar yo, los íntimos secretos de
tus palabras. Te lo suplico por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, el hombre de tu diestra, el hijo
del hombre, a quien confirmaste como mediador tuyo y nuestro, por medio del cual nos
buscaste cuando no te buscábamos, y nos buscaste para que te buscáramos, tu Palabra por la
cual hiciste todas las cosas y, entre ellas, también a mí; tu Unigénito, por medio del cual
llamaste a la adopción al pueblo de los creyentes, y, en él, también me convocaste a mí: te lo
suplico por aquel, que se sienta a tu derecha e intercede ante ti por nosotros, en quien están
encerrados todos los tesoros del saber y el conocer. Esos tesoros son los que yo busco en tus
libros…”.
Oremos: Dios de poder y piedad, sólo de ti mana el don que hace posible que tu pueblo fiel te
sirva sincera y laudablemente: Concédenos que, para lograr el premio de tus promesas celestiales,
podamos correr sin tropiezos; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu
Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. AMÉN
…Y que la bendición de D todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y
os acompañe siempre. AMÉN.