- La eucaristía es el sacramento en el cual, bajo las especies de pan y vino,
Jesucristo se halla verdadera, real y substancialmente presente, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Se le llama el “sacramento por excelencia”, porque en él se encuentra Cristo presente, quien es fuente de todas las gracias. Además, todos los demás sacramentos tienden o tienen como fin la Eucaristía, ayudando al alma para recibirlo mejor y en la mayoría de las veces, tienen lugar dentro de la Eucaristía. - Cristo, sabiendo que había llegado su “hora”, después de lavar los pies a sus apóstoles y de darles el mandamiento del amor, instituye este sacramento el Jueves Santo, en la Última Cena (Mt. 26, 26 -28; Mc. 14, 22 -25; Lc. 22, 19 - 20). Todo esto con el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separarse de los suyos y hacerlos partícipes de su Pasión. El sacramento de la Eucaristía surge del infinito amor de Jesucristo por el hombre.
- La celebración eucarística es conocida también de otras formas para subrayar
los diversos aspectos y efectos de este sacramento: Cena del Señor: la referencia es a la última Cena, y a la cena del banquete del Cordero, en la Jerusalén celestial. Fracción del pan: es un rito típico de la cena judía, repetido por Jesús durante la última Cena. Por este gesto, los discípulos han reconocido a Jesús resucitado. Era de esa forma que los primeros cristianos llamaban a sus liturgias. Comunión: con este sacramento nos unimos a Cristo y entre nosotros. - No se puede recibir si no se está bautizado o si se está en un estado de pecado mortal. Como afirma el Catecismo la Comunión fortalece nuestra unión con el Señor, perdona los pecados veniales y nos ayuda a no caer en pecados graves. Para recibir la Eucaristía los fieles están invitados a abstenerse de comida y bebida al menos una hora antes de recibir la comunión y a confesarse si se está en pecado mortal.
COMO ERAN LAS PRIMERAS COMUNIDADES
CRISTIANAS - Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, hacían memoria del Señor a través de la fracción del pan, es decir, de la Eucaristía, y dialogaban con Dios en la oración. Los creyentes vivían todos unidos, conscientes del vínculo que los une entre sí como hermanos de Cristo. Compartían con todos los bienes espirituales y materiales, según la necesidad de cada uno. Los discípulos acudían a diario al templo, partían el pan en las casas y alababan a Dios. Compartiendo la Palabra de Dios y también el pan, la Iglesia se convierte en fermento de un mundo nuevo, en el que florece la justicia, la solidaridad y la compasión.