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El contrato.
El contrato es, sin duda, la más importante de todas las fuentes de obligaciones, tanto, que el
propio epígrafe del Libro IV del Código es “De las obligaciones en general y de los contratos”, y
que toda la teoría de los derechos personales la haya tratado don Andrés Bello a propósito de
ellos.
De acuerdo al Art. 1.438 “Contrato o convención es un acto por el cual una parte se obliga para
con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa. Cada parte puede ser una o muchas personas”.
Se ha criticado esta definición legal desde dos ángulos; primero, porque incurre en el mismo error
del precepto anterior al enumerar las fuentes de las obligaciones de confundir el contrato con la
convención. Los hace términos sinónimos.
Entre nosotros, siguiendo a los autores franceses, se considera que la convención es el acto
jurídico bilateral, o sea, todo acto jurídico en que existe acuerdo de voluntades destinado a
producir efectos jurídicos. Estos efectos pueden consistir en crear, modificar o extinguir
obligaciones. Cuando la convención tiene por objeto crear obligaciones, pasa a llamarse contrato:
aquélla es el género, el contrato, la especie, Todo contrato es convención, ya que supone el
acuerdo de voluntades para producir efectos jurídicos; pero, a la inversa, no toda convención es
contrato, ya que si el acuerdo de voluntades no tiene por objeto crear una obligación, sino
modificarla o extinguirla, es una convención, pero no un contrato.
La segunda crítica es que, al definir el contrato, más bien da un concepto de obligación, aludiendo
a su máxima clasificación en de dar, hacer o no hacer.
Por ello es que comúnmente se define el contrato como la convención generadora de derechos y
obligaciones, o prescindiendo en la forma ya clásica del aspecto activo de los créditos, como la
convención que da nacimiento a obligaciones.
En lo que se refiere a los elementos o requisitos constitutivos del contrato, hay que distinguir
aquellos que son comunes a todos los contratos en cuanto ellos son actos jurídicos y los
elementos propios de cada uno en particular.
De acuerdo a la definición antes dada, dos son los requisitos para que se forme un contrato:
El acuerdo de voluntades
La intención de obligarse.
El segundo requisito para que haya contrato es que el acuerdo de voluntades, además de cumplir
las exigencias ya señaladas, se produzca con la intención de dar nacimiento a una obligación, lo
que se expresa también de otro modo diciendo que el consentimiento debe ser serio. O sea, con
ánimo de producir efectos jurídicos.
El Art. 1.444 hace una clasificación de los elementos que constituyen cada tipo de contrato,
diciendo que “se distinguen en cada contrato las cosas que son de su esencia, las que son de su
naturaleza, y las puramente accidentales”.
Los elementos que constituyen requisitos del contrato son los esenciales, pues sin ellos el contrato
no produce efecto alguno o degenera en otro diferente.
Las cosas de la naturaleza y accidentales, o sea que no son esenciales en el contrato, pueden
faltar en él sin que por ello se vea afectado éste en su validez y eficacia.
Si falta un elemento de la naturaleza del contrato, rige ante el silencio de las partes la norma legal
supletoria. Debe tenerse presente, además, que de acuerdo al inc. 2. del Art. 1.563: “las cláusulas
de uso común se presumen aunque no se expresen” La ausencia de cláusulas accidentales
significará que el contrato producirá sus efectos normales, sin variación de ninguna especie.
La clasificación de los contratos no se hace con un fin meramente pedagógico, sino que tiene gran
importancia, pues según la categoría de contrato de que se trate, distintas son las normas que se
le aplican. Algunas de las clasificaciones las recogen las legislaciones, otras corresponden a
distinciones doctrinarias.
Clasificaciones doctrinarias:
Esta clasificación de los contratos atiende a su contenido, o sea, a los derechos y obligaciones que
genera. Si resulta obligada una sola de las partes, el contrato es unilateral; si ambas, es bilateral.
Así lo señala el Art. 1.439: “El contrato es unilateral cuando una de las partes se obliga para con
otra que no contrae obligación alguna; y bilateral, cuando las partes contratantes se obligan
recíprocamente”.
El contrato unilateral.
Como queda dicho en el contrato unilateral, para una sola de las partes nace obligación;
uno de los contratantes es acreedor y el otro deudor. Así ocurre en la donación (por regla
general), mutuo, depósito, prenda, comodato, etc. Ya dijimos que en el mutuo el único
obligado es el mutuario, que debe restituir la suma recibida y sus intereses, si estos últimos
se han estipulado.
En ellos no hay una sola parte acreedora y una deudora, sino que ambas lo son
recíprocamente, asumiendo los dos papeles al mismo tiempo.
Llámense así aquellos que en su nacimiento son unilaterales, pues al celebrarse una sola
de las partes contrae obligaciones, pero en el curso del mismo pueden surgir obligaciones
para la otra parte.
Para la teoría clásica de la causa, en los contratos bilaterales la obligación de una de las
partes es la causa de que la otra se obligue a su vez. Sea cual fuere la opinión que se
tenga al respecto, en todo caso una cosa es evidente: hay una marcada interdependencia
en las obligaciones de las partes, lo cual no ocurre en los contratos unilaterales, en que
hay deuda para una sola de ellas. La subsistencia y exigibilidad de la obligación de uno de
los contratantes está muy ligada a la suerte que corra la obligación de su contraparte.
Hay, pues, toda una gama de situaciones en que el acreedor no cumple su propia
obligación, si a su vez no recibe el pago de la suya. Ninguna de estas instituciones
tiene cabida en los contratos unilaterales.
La doctrina moderna ha elaborado el concepto del contrato plurilateral, en que al igual que
en el bilateral resultan todas las partes obligadas, pero no en la forma en que ocurre en
este último: la una en beneficio de la otra, sino contrayendo todas ellas obligaciones
análogas y con una finalidad común. El ejemplo más típico que podemos dar es el de la
sociedad, en que todos los socios contraen la misma obligación: efectuar sus aportes.
2. A las partes que obtienen utilidad del contrato: gratuitos y onerosos. Estos últimos, a su
vez, en conmutativos y aleatorios;
Al igual que la anterior, esta clasificación atiende al contenido del contrato, a los derechos y
obligaciones que de él emanan; en este sentido se relaciona con ella.
Pero no pueden confundirse ambas clasificaciones, ya que en esta última se atiende al número de
partes obligadas; en cambio, para distinguir si un contrato es gratuito u oneroso, se mira la utilidad
del negocio. Si la hay para ambas partes, es oneroso, y si sólo procura beneficio a una sola de
ellas, es gratuito, de beneficencia o de mera liberalidad.
De ahí que el contrato bilateral es siempre oneroso y, en cambio, el contrato unilateral puede ser
gratuito u oneroso.
De ahí que hay contratos que son siempre onerosos, y otros que son siempre gratuitos, pero
existen algunos como el mutuo y otros que luego veremos que pueden serlo o no, según las
estipulaciones del mismo. Puede resultar difícil por esta razón en ciertos casos resolver si el
contrato es gratuito u oneroso.
Veremos a continuación los contratos gratuitos y sus divisiones, los onerosos y sus
subclasificaciones, y la importancia que tiene distinguir un contrato como oneroso o gratuito.
En el contrato gratuito, según lo visto, una sola de las partes obtiene ventajas: pero debe
tenerse cuidado, porque la utilidad, según veíamos al hablar del carácter patrimonial de la
obligación, puede no ser avaluable en dinero, y siempre la parte se habrá gravado en
beneficio de la otra. La ventaja de la contraparte puede ser meramente moral, no tener
valor material o pecuniario, pero siempre el contrato será oneroso y no gratuito.
Pero debe hacerse una distinción entre la donación por un lado, que es siempre
esencialmente gratuita, aun cuando lleve carga o gravamen, y los demás contratos
gratuitos que se suelen llamar más bien desinteresados.
La donación se asemeja más a los actos gratuitos por causa de muerte: herencias y
legados, con los cuales, sin embargo, como es natural, tiene diferencias, la principal de las
cuales, amén de que la donación es un acto entre vivos y las asignaciones sucesorias
suponen el fallecimiento del causante, consiste en que estas últimas pueden tener su
fuente en la ley o en un acto jurídico unilateral del asignante: el testamento, mientras que
siendo siempre contrato, la donación supone acuerdo de voluntades. Pero salvadas estas
diferencias, la donación es más vecina de la sucesión por causa de muerte que de las
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convenciones y por ello el Código la trató en el Libro III que reglamenta las herencias y
legados, y allí se estudia.
El contrato oneroso puede ser conmutativo o aleatorio; así lo dice el Art. 1.441.
La separación entre una y otra subclase de contrato oneroso es entonces que, obteniendo
siempre ambas partes utilidad del negocio, en el conmutativo hay equivalencia en las
prestaciones recíprocas de ellas, la que no existe en el aleatorio.
En el contrato aleatorio no concurre esta supuesta igualdad en las prestaciones, sino que
por el contrario existe una contingencia, un azar, del cual dependerá en definitiva la utilidad
que las partes obtienen del contrato. Porque la definición del Código parece dar a entender
que el contrato es aleatorio para una sola de las partes al decir “y si el equivalente es una
contingencia incierta de ganancia o pérdida”, pero la verdad es que la probabilidad existe
para ambas partes; el contrato es aleatorio para todas ellas: si una gana, la otra pierde y
viceversa. Así se verá al señalar algunos casos de contratos aleatorios.
Hay contratos que siempre presentan este último carácter, y existen otros que pueden ser
conmutativos o aleatorios, según la forma en que se presenten. Pertenecen a la primera
categoría por ejemplo, el seguro, la renta vitalicia, la cesión de derechos litigiosos, y los
más típicos de todos: la apuesta y el juego.
Un caso típico de contrato que puede presentarse como conmutativo o aleatorio, según la
estipulación de las partes, es la venta a futuro a que se refiere el Art. 1813. De acuerdo a
este precepto, por regla general esta forma de compraventa es conmutativa, pues las
prestaciones se consideran equivalentes, y condicional, sujeta a la condición de que exista
la cosa futura. A menos, agrega la disposición, que aparezca que se compró a la suerte,
porque entonces el contrato es puro y simple y aleatorio.
Y lo segundo es que el legislador mira con malos ojos algunos contratos aleatorios,
especialmente los más típicos de ellos: el juego y la apuesta, y también la citada cesión de
derechos litigiosos
La distinción entre contratos onerosos y gratuitos adquiere gran importancia desde varios
aspectos, de los cuales destacaremos los más importantes:
2. El error en la persona.
Hemos dicho que según el Art. 1.455 esta clase de error no vicia el consentimiento a
menos que la consideración de esta persona haya sido la causa determinante para la
celebración del contrato, Esto no ocurre normalmente en los contratos onerosos que no se
celebran en consideración a la contraparte, pero sí en los gratuitos, en los que,
generalmente el error en la persona acarrea la nulidad del contrato;
5. Obligación de garantía.
En los contratos onerosos, por ejemplo, compraventa (Art. 1.838), donde se la reglamenta
fundamentalmente, arrendamiento (Art. 1.930), sociedad (Art. 2.085), etc., existe la
obligación de garantizar a la contraparte la evicción. Está definida por el Art. 1.838 en la
compraventa: “hay evicción de la cosa comprada, cuando el comprador es privado del todo
o parte de ella, por sentencia judicial”, y esta obligación lleva envuelta la de defender al
comprador en el pleito, e indemnizarlo ampliamente si es privado de la cosa comprada.
Esta obligación no existe en los contratos gratuitos y así lo dice el Art. 1.442 para la
donación; la solución es equitativa por cuanto el donatario no ha desembolsado nacía y
nada pierde, en consecuencia, con la evicción. Pero en las donaciones con gravamen,
como el donatario ha experimentado una carga, existe una evicción limitada.
Contratos solemnes.
1. La solemnidad objetiva.
Es la que se exige en relación al acto en sí mismo, y es igual para todos los
contratos de la misma naturaleza, como ocurre, por ejemplo, en el citado caso de
la compraventa de bienes raíces en que la formalidad es el otorgamiento de la
escritura pública.
2. La formalidad habilitante.
Es la que se exige para la realización de ciertos actos de los incapaces, como ser,
la autorización judicial para la enajenación de los bienes raíces del hijo de familia
(Art. 255). La sanción por su inobservancia es la nulidad relativa.
Según el Art. 1.443. el contrato real es el que se perfecciona por la tradición de la cosa a
que se refiere.
Por ello es más propio definir el contrato real como el que se perfecciona por la entrega de
la cosa.
Los contratos reales son todos unilaterales, pues sólo nace la obligación del que recibe la
cosa de restituirla, pero pueden derivar en sinalagmáticos imperfectos.
La noción de contrato real se encuentra en franca decadencia, y es muy posible que llegue
a desaparecer.
La aparición del contrato real puede considerarse un adelanto jurídico, ya que eliminó las
exigencias primitivas de fórmulas o palabras sacramentales, bastando la simple entrega de
las cosas; fue, en consecuencia, un paso hacia la simplificación y el consensualismo. Pero
su mantención posterior resulta sorprendente, pues no tienen justificación jurídica.
Esta clasificación está enunciada por el Código en su Art. 1.442 y atiende a la manera como
existen los contratos: los principales no necesitan de otros para subsistir, y los accesorios, como
tienen por objeto asegurar el cumplimiento de una obligación principal, no existen si no hay otra
obligación a la cual acceder.
Si bien requiere siempre de una obligación de la cual es accesoria la que se contrae por el contrato
accesorio, no es fuerza que exista otro contrato, porque la obligación principal que se garantiza
puede tener su origen no sólo en aquél, sino en cualquier otra fuente de las obligaciones, y así se
puede caucionar el cumplimiento de una obligación extracontractual, emanada de la sola ley, de un
cuasicontrato, de un hecho ilícito, por medio de un contrato accesorio.
Ella radica, de acuerdo al antiguo aforismo, en que el contrato accesorio sigue la suerte del
principal, y así extinguida la obligación principal, igualmente se extingue la accesoria que la
garantiza. También, traspasado por acto entre vivos o por causa de muerte el crédito a que
acceden, se traspasan con él sus cauciones, a la misma regla se someten todos los demás
accesorios del crédito: privilegios, intereses, etc.
En términos bastante generales, contrato preparatorio o preliminar es el que tiene por objeto la
celebración en el futuro de otro contrato: el definitivo.
En el contrato de mutuo acuerdo o de libre discusión, las partes, de común acuerdo, establecen
libremente las estipulaciones del convenio: hay ofertas y contraofertas, conversaciones y
finalmente el contrato es una forma de transacción de los intereses de las partes.
En cambio, el contrato de adhesión se caracteriza porque la oferta la hace una de las partes
conteniendo todas las estipulaciones del mismo, sobre las cuales no acepta discusión ni regateo
alguno; la contraparte o acepta el contrato tal corno se le ofrece o se abstiene de contratar; no
existe otra alternativa para ella: lo toma o lo deja, según el decir popular. La tónica de estos
contratos es el desequilibrio económico entre la parte que impone el contenido del acuerdo,
generalmente una empresa monopolística, y el otro contratante.
El contrato dirigido.
El contrato forzoso.
Pero cuando las partes están obligadas a tina relación jurídica y ella se encuentra
imperativa e íntegramente reglamentada por el legislador, creemos que es erróneo hablar
de contrato forzoso, pues en verdad aquí sí que no hay contrato, sino obligaciones legales.
Es el caso, entre nosotros, por ejemplo, de las leyes sobre arrendamiento que permiten al
arrendatario continuar la ocupación de la propiedad arrendada no obstante haberse
extinguido el arriendo.
7. Individuales y colectivos;
El contrato individual no es sólo la regla general, sino el único que conoció el Código Civil: es aquel
en que todos los que se obligan han concurrido a Otorgar su consentimiento y el contrato, en
consecuencia, afecta únicamente a quienes han intervenido en su celebración.
El contrato colectivo obliga, en cambio, a personas que no han concurrido con su consentimiento al
perfeccionamiento del convenio. Es un producto de la evolución social y económica del Derecho.
El legislador, a los individuos que se encuentran en una misma situación determinada por la ley,
los considera como un grupo o colectividad con un interés homogéneo, y sin perjuicio de los
contrapuestos que pueden haber entre ellos; dadas ciertas condiciones, como ser mayorías
preestablecidas, o la intervención de ciertos órganos que en un sentido representen a todos los
interesados, quedan todos ellos obligados aun cuando no hayan concurrido al acto con su
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voluntad. Semejantes contratos constituyen también un marcado alcance al principio del efecto
relativo del acto jurídico, y por ende del contrato: éste afecta normalmente sólo a las partes que lo
han celebrado. Aquí, a quienes no han intervenido.
En nuestra legislación podemos citar los siguientes casos bien caracterizados de convenciones
colectivas:
1. El convenio de acreedores.
Ya el Código Civil previó la existencia de un convenio colectivo, puesto que en el Art.
1.622, a propósito de una cesión de bienes, declaró que el convenio de acreedores
celebrado con las mayorías que fije el “Código de Enjuiciamiento”, es obligatorio para todos
los acreedores citados en la forma debida.
3. Propiedad horizontal.
El D.F.L. 224 del año 1953, Ley General de Construcción y Urbanización, cuyo texto
definitivo se contiene en el Decreto Supremo N.° 880 del Ministerio de Obras Públicas y
Transportes del 18 de abril de 1963, publicado en el Diario Oficial de 16 de agosto del
mismo año, refundió en su Capítulo V, la Ley 6.071 de 16 de agosto de 1937, que
estableció entre nosotros la venta de edificios por pisos y departamentos, y en su Art. 15
(hoy 58 del D.F.L. citado) contempló un caso interesante de convención colectiva.
Para resolver los problemas de administración y conservación del edificio, los interesados
pueden otorgar un Reglamento de Copropiedad con normas obligatorias para los que lo
celebren y sus sucesores en el dominio del piso o departamento. A falta de Reglamento, el
mencionado precepto dispone que en las Asambleas de Copropietarios citadas en
conformidad a la ley, pueden tornarse acuerdos por la mayoría de los concurrentes que
representen a lo menos las dos terceras partes del valor del edificio. Tales acuerdos
obligan a todos los copropietarios, aun cuando no hayan concurrido o votado en contra.
El contrato en este último caso, con las diferencias propias de la modalidad introducida, se rige
por las mismas reglas anteriores, y
Esta clasificación tiene gran importancia porque todas las características especiales que
señalamos para los contratos bilaterales se dan en forma distinta en los contratos de tracto
sucesivo, pues la extinción de ellos, por cualquier causal legal, no afecta normalmente a las
obligaciones ya cumplidas, y así:
2. El riesgo.
Si la obligación de una de las partes en el contrato de tracto sucesivo se hace imposible
por caso fortuito, se extingue y se pone fin al contrato, pero tampoco esta finalización
afecta a las obligaciones ya cumplidas.
4. La imprevisión.
Según se ha dicho y lo veremos más adelante, esta teoría pretende alterar el contrato
estipulado cuando su cumplimiento se ha vuelto muy gravoso para una de las partes; ni
aun en doctrina ella podría afectar a los contratos de ejecución única e instantánea.
9. Nominados e innominados.
Finalmente, para completar este panorama general de los contratos, estudiaremos algunas
categorías particulares de ellos y otras sólo las enunciaremos, a saber:
Estos contratos son los que en nuestra legislación, dada la distinción entre título y modo de
adquirir el dominio, constituyen títulos traslaticios de dominio y demás derechos reales,
tales como la compraventa, permuta, aporte en dominio a una sociedad, etc. Ellos, unidos
a la tradición, traspasan el dominio y demás derechos reales.
Se les separa de los restantes no sólo por este importante efecto, sino porque, por la
misma razón, el legislador los somete a mayores exigencias, especialmente si versan
sobre bienes raíces, en que son siempre solemnes y sujetos a formalidades habilitantes.
Esta figura se presenta cuando una misma persona interviene en un negocio jurídico
invistiendo dos o más calidades jurídicas diversas.
Puede darse en dos casos:
1. El contratante actúa por sí mismo y a la vez como representante legal o
contractual de otra persona, y
2. El contratante concurre en el mismo acto como representante legal o
convencional de dos o más personas naturales o jurídicas.
Esta distinción tiene especial importancia, porque se reconoce que en este último caso es
menos marcada la contraposición de intereses.
En este contrato una de las partes se reserva la facultad de designar más adelante el
nombre de la persona o personas por quienes contrata, a la o las cuales corresponderán
los derechos y obligaciones emanados de él.
El Código se refiere a la interpretación del contrato en el Título XIII del Libro IV, Arts. 1.560 a 1.566,
inclusive, es una materia de enorme importancia práctica, como lo confirma la nutrida
jurisprudencia existente al respecto.
Porque puede ocurrir que las cláusulas del contrato se redacten en forma ambigua o poco claras, o
no contemplen determinadas situaciones que se presenten, y, en general, que las partes discrepen
en cuanto al sentido que debe dárseles.
En todos estos casos será preciso interpretar el contrato, o sea, fijar el alcance exacto de sus
diferentes estipulaciones, y complementarlo con las disposiciones legales que le corresponden.
Para la interpretación de los contratos existen fundamentalmente dos sistemas diversos, diferencia
que a su vez es consecuencia de distintas concepciones respecto a la voluntad en los actos
jurídicos Lo que al respecto se resuelva determinará si se da preferencia en la interpretación del
contrato a la voluntad real o a la declarada por las partes, que son las doctrinas en referencia.
El Código francés, seguido por todos los influenciados por él, y por el Código italiano, adoptan un
sistema totalmente subjetivo, que da preeminencia a la voluntad real de las partes sobre la
declarada por ellas. A la inversa, el Código alemán y los que él ha inspirado, dan primacía a la
voluntad declarada, manifestada por las partes sobre la real, la querida por ellas.
En consecuencia, en caso de conflicto, debe preferirse la intención de las partes a la letra misma
de las estipulaciones. Al respecto pueden presentarse dos situaciones:
1. La redacción del contrato es ambigua, poco clara o contradictoria; en tal caso, no hay
duda de que deberá investigarse la intención de las partes como una única forma de
averiguar lo que dice aquél;
Para interpretar el contrato debe, en primer lugar, como queda dicho anteriormente, atenderse a la
intención de las partes. Enseguida, será preciso calificar el contrato, determinar su naturaleza para
saber las normas legales que le son aplicables, Y regirán las restantes normas de interpretación de
los Arts. 1.561 a 1.566.
Además, el contrato comprende todo aquello que por su naturaleza le pertenece o que le
corresponde de acuerdo a la costumbre; hemos visto como, según el Art. 1.444, las cosas
de la naturaleza del contrato son las que se entienden pertenecerle sin necesidad de una
cláusula especial. Por su parte, el Art. 1.546 dispone que -los contratos deben ejecutarse
de buena fe y, por consiguiente, obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas
las cosas que emanan precisamente de la obligación, o que por la ley o la costumbre
pertenecen a ella”. Finalmente, en armonía con esto, el Art. 1.563 declara: “en aquellos
casos en que no apareciere voluntad contraria, deberá estarse a la interpretación que
mejor cuadre con la naturaleza del contrato. Las cláusulas de uso común se presumen
aunque no se expresen”.
Nos parece exagerada esta opinión; es evidente que el Art. 1.560 prima sobre ellas,
porque es la regla soberana, y en consecuencia, si conocida claramente la intención de los
contratantes, ella es contraria a las restantes disposiciones, el juez debe dar primacía a la
voluntad de las partes. Igualmente, si hay clara disposición de éstas en contrario de ellas,
el juez no podría eludir su aplicación, asilándose en alguna de las reglas de los Arts. 1.561
y siguientes.
Nuestra Corte Suprema ha sido vacilante al respecto, pero jamás ha llegado a decir que se
trate de meros consejos, sino que a lo más las ha considerado facultativas para el
intérprete, de acuerdo a lo expuesto, pero en otras ocasiones ha aceptado recursos de
casación en el fondo basados en su infracción.
Podemos agrupar así estas reglas:
1. Extensión del contrato: De acuerdo al Art. 1561: “por generales que sean los
términos de un contrato, sólo se aplicarán a la materia sobre que se ha
contratado”.
Pero el hecho de colocar un ejemplo en un contrato no importa limitarlo
únicamente al caso previsto. Así lo señala el Art. 1.565: “Cuando en un contrato se
ha expresado un caso para explicar la obligación, no se entenderá por sólo eso
haberse querido restringir la convención a ese caso, excluyendo los otros a que
naturalmente se extienda”.
2. Interpretación con los elementos del contrato: Sin salirse el intérprete del
contrato mismo, tiene dos herramientas en los Arts. 1.562 y 1.564, inc. 2.
Según el primero, “el sentido en que una cláusula puede producir algún efecto,
deberá preferirse a aquel en que no sea capaz de producir efecto alguno”. La
Corte Suprema declaró en una ocasión que este precepto no permite buscar una
interpretación válida del contrato, si él es nulo, lo que mereció tina justificada crítica
al profesor Raúl Varela, ya que precisamente es un caso en que se interpreta la
cláusula en el sentido de que produzca efecto.
Y el Art. 1564, por su parte, señala que “las cláusulas de un contrato se
interpretarán unas por otras, dándose a cada una el sentido que mejor convenga al
contrato en su totalidad”.
3. Interpretación con elementos ajenos al contrato mismo.
La establece el Art. 1,564 en sus dos incisos finales: el intérprete puede recurrir a
otros contratos celebrados entre las mismas partes y sobre la misma materia, o a
la aplicación práctica que hayan hecho del contrato ambas partes, o una de ellas
con la aprobación de la otra. En consecuencia, no tiene ningún valor la aplicación
efectuada por una sola de ellas, si no ha sido aprobarla por la otra.
4. Cláusulas ambiguas.
De acuerdo al Art. 1.566, se resuelven de acuerdo a las reglas anteriores; a falta
de ellas, da a su vez dos soluciones: a) las que hayan sido extendidas o dictadas
por una de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretarán en su contra,
siempre que la ambigüedad provenga de la falta de una explicación que haya
debido darse por ella. Por eso se ha resuelto que la cláusula ambigua redactada
por el abogado del comprador se interpreta en contra de éste; y b) a falta aun de la
regla anterior, la cláusula ambigua se interpretará a favor del deudor, aplicación en
nuestro Código del principio prodebitori.
Y el punto es muy discutible, primero, porque chocan dos principios igualmente poderosos, y en
seguida porque se hace muy difícil sentar reglas generales que abarquen todas las situaciones
posibles.
Los principios en pugna son el de la fuerza obligatoria del contrato, el cual según el Art. 1.545, es
una ley para las partes contratantes, y el consagrado en el Art. 1.560, que determina que la
intención de las partes es lo fundamental en materia de interpretación. Averiguar esta intención es
cuestión de hecho, indiscutiblemente, y escapa, por tanto, al control de la casación, pero por otra
parte, si bien es evidente que la expresión del Art. 1.545 no otorga al contrato materialmente el
valor de ley, si la interpretación infringe el contrato, igualmente resulta vulnerada la ley, esto es, el
Art. 1.545.
Hecha esta salvedad que explica las vacilaciones tanto de nuestra jurisprudencia y doctrina,
creemos posible sintetizar las reglas imperantes al respecto en las siguientes:
1. Por regla general, interpretar el contrato es cuestión de hecho, y escapa al control del
Tribunal Supremo, por la razón ya señalada de que consiste fundamentalmente en
determinar la voluntad real de las partes.
2. Sin embargo, este principio establecido en términos tan generales es muy amplio y
peligroso y además la Corte Suprema no ha querido desprenderse tan totalmente de sus
facultades revisoras, ni por el otro lado abrir demasiado la vía del recurso extraordinario de
casación en el fondo en esta materia. Se ha colocado en una posición bastante cómoda
que le permite, cuando así lo estima, rechazarlo o acogerlo, lo que se justifica, por lo
demás, por las razones ya señaladas. Ello no quita que dentro de la relatividad
consiguiente es posible señalar algunos principios, a saber:
De acuerdo con dos sentencias de nuestro más alto tribunal, puede sintetizarse su
criterio diciendo que la casación procederá siempre que se altere o modifique la
naturaleza jurídica del contrato, o se le haga producir otros efectos que los
asignados por la ley y cuando se quebranten las leyes que reglan la interpretación.
El Código trata de los efectos del contrato confundidos con los de la obligación en el Título XII del
Libro IV, Arts. 1.545 y siguientes y bajo el epígrafe precisamente “Del efecto de las obligaciones”,
materia a la cual se refieren la mayor parte de los preceptos de dicho título, aunque limitados a las
obligaciones contractuales.
Jurídicamente importa no confundir los efectos del contrato con los de la obligación, pues son
cosas diversas.
Los efectos del contrato son justamente el conjunto de derechos y obligaciones que de él emanan;
desde el punto de vista del acreedor, los efectos de la obligación son el conjunto de derechos de
que goza para obtener su cumplimiento, y desde el punto de vista del deudor, la necesidad jurídica
en que se encuentra de cumplirla.
Dos son fundamentalmente los preceptos referentes a los efectos del contrato en el Título XII los
Arts. 1.545 y 1.546.
Este último lo vimos al hablar de la interpretación del contrato, y establece que los contratos
obligan no solo a lo que ellos expresan, sino a las cosas que le pertenecen por su naturaleza, la
ley o la costumbre, y todo ello como derivado del principio de que los contratos deben ejecutarse
de buena fe. Es un principio que señalan la mayor parte de los Códigos, pero sin fijar su
significación ni la sanción a su infracción.
El Art. 1.545, por su parte, dispone: “todo contrato legalmente celebrado es una ley para los
contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas legales”. El
precepto recoge su inspiración en el Art. 1.134 del Código francés, que no asimila el contrato a la
ley, pero le da la “fuerza de ley entre aquellos que lo han hecho”.
Ya señalábamos que el contrato no es ley ni en el sentido formal de la definición del Art. 12 del
Código ni aun en su sentido material, ya que el propio precepto señala el efecto relativo del
contrato. Lo que ha querido decir nuestro Código es lo mismo que el francés: el contrato tiene tanta
fuerza obligatoria como la ley, y en consecuencia debe cumplirse tal como ella debe acatarse.
Antes de pasar al examen de los efectos del contrato, liaremos dos advertencias: la una, que en
nuestro país no produce por sí solo el contrato efectos reales, esto es, no sirve para transferir el
dominio ni otros derechos reales, si no media además un modo de adquirir, y la otra, que los
contratos bilaterales tienen efectos propios muy especiales, que irán apareciendo a lo largo de ese
texto.
Autonomía de la voluntad.
Estas dos expresiones suelen usarse indistintamente, aunque la última da la impresión de restringir
el principio a los contratos, en circunstancias que rige en todo el derecho patrimonial, y así las
partes, de común acuerdo, podrán regular a su arbitrio y al margen de las normas legales la
responsabilidad proveniente de un hecho ilícito, e incluso pueden disponer de ciertas normas del
proceso.
Naturalmente que donde campea mejor por sus fueros y es más rica en consecuencias jurídicas
esta doctrina es en los contratos y demás convenciones.
Los Códigos Civil y de Comercio, dictados en pleno auge internacional del principio que
comentamos, lo recogen integralmente.
Varias disposiciones constituyen una aplicación directa de él, pero, aún más allá de los preceptos,
todo el sistema de ambas legislaciones se inspira en la libertad de los individuos para regular sus
propias relaciones jurídicas sin la intervención del legislador.
La norma fundamental es el ya citado Art. 1.545 que otorga fuerza de ley a los contratos; en el
mismo sentido van encaminados los Arts. 1.444 y 1.546, también ya referidos, que consagran la
existencia de leyes supletorias que reglamentan los contratos sólo a falta de estipulación de las
partes y la facultad de éstas de modificar los efectos normales del acto jurídico. También el Art. 12,
ya que permite libremente a las partes renunciar los derechos que se les confieren, siempre que
miren a su solo interés y no esté prohibida la renuncia; el mismo Art. 1560 que da primacía a la
voluntad de los contratantes en la interpretación de la convención; el Art. 22 de la Ley de Efectos
Retroactivos de las leyes de 1861, que sujeta los contratos a la ley vigente al tiempo de su
celebración; el Art. 1.567, que permite a las partes extinguir -y por ende modificar- de común
acuerdo toda clase de obligaciones, etc.
Estos últimos son los límites de la autonomía de la voluntad, pero advirtamos que en materia
patrimonial las leyes imperativas y prohibitivas constituían la excepción; por regla general, ellas
eran meramente supletorias de la intención de las partes. Las buenas costumbres y el orden
público son conceptos elásticos que permiten a los tribunales controlar los desbordes de una
libertad exagerada.
Al señalar el concepto de obligación, destacamos la fuerza obligatoria del vínculo, que por ser
jurídico se encuentra amparado por la autoridad que protege al acreedor si exige el cumplimiento.
El adquiere un mayor vigor aún en el contrato, pues el deudor ha consentido en obligarse, pero
tengamos presente que todo cuanto se diga en esta sección vale, con las mutaciones
correspondientes para toda obligación.
Tal es la importancia que el legislador asigna a la fuerza obligatoria del contrato que declaró, según
hemos dicho, su categoría de ley para las partes, lo cual, aun cuando no esté dicho, vale para toda
convención.
Con esto se significa que el deudor no puede eximirse del cumplimiento literal de la obligación, sino
por mutuo acuerdo con el acreedor, o por causales legales previstas y existentes al tiempo de la
contratación, como por ejemplo una de nulidad.
Es lo que se llama el principio de la seguridad del contrato; si las partes no tuvieren la convicción
de que los contratos se cumplirán en todos los eventos posibles y supieran, en cambio, que lo
convenido está expuesto a toda clase de alternativas legales y judiciales, se abstendrían de
contratar con las consecuencias imaginables, o convertirían la negociación jurídica en un juego
especulativo. Moralmente el principio que comentamos, heredero de la autonomía de la voluntad,
encuentra su justificación en el aforismo “pacta sunt servanda”, la palabra debe cumplirse.
Y así, importa una modificación del contrato la cesión de crédito, porque aun contra la
voluntad del deudor se le puede cambiar el acreedor en la relación obligacional.
Y en ciertos contratos, la voluntad unilateral de una de las partes les puede poner término,
como lo veremos al tratar la disolución del contrato; así ocurre en los de duración
indeterminada, de trabajo y arrendamiento, por la vía del desahucio, derechos que las
leyes recientes han limitado respecto del patrón o empleador y el arrendador, y en ciertos
contratos intuito personae: mandato, sociedad, etcétera.
Modificaciones legales.
Según el precepto en todo contrato se entienden incorporadas las leyes vigentes al tiempo
de su celebración, con dos excepciones: la primera referente al modo de reclamar en juicio
los derechos que resultaren de ellos, excepción plenamente justificada porque las leyes
procesales rigen in actum (Art. 24 de la misma ley), y las que señalen penas para el caso
de infracción de lo estipulado en los contratos, pues el incumplimiento será castigado con
arreglo a la ley bajo la cual se hubiere cometido.
En consecuencia, ninguna ley posterior puede afectar, con las salvedades señaladas, la
fuerza obligatoria del contrato, y para que lo hiciere se requeriría que la ley nueva
expresamente diera efecto retroactivo a sus disposiciones.
Aun así, porque la Corte Suprema ha erigido una valla contra algunas de estas leyes
retroactivas a que tan aficionado es el legislador contemporáneo. De acuerdo a la tesis de
nuestro más alto tribunal sobre los créditos, según el Art. 583, hay una especie de
propiedad que queda, en consecuencia, protegida por la garantía del antiguo Art. 10, N.°
10 de la Constitución Política del Estado (hoy Art. 19, N.° 24 de la actual Constitución), de
manera que si la ley con efecto retroactivo llega a privar a alguna de las partes de su
derecho patrimonial, de crédito, infringiría el mencionado precepto constitucional y habría
lugar a declararla inaplicable. Es lo mismo que ha sostenido la Corte frente a los
contratos-leyes.
Sin embargo, la misma Corte ha atenuado este principio cuando considera que está de por
medio el llamado orden público económico; de no ser así, para ser consecuente consigo
misma, habría debido declarar inaplicables todas las leyes restrictivas de rentas de
arrendamiento en cuanto pretendan afectar contratos vigentes a su dictación. En cambio,
ha rechazado las inaplicabilidades en estos casos.
Modificación Judicial.
En contra de la intervención judicial se hacen militar todas las razones que, según hemos
visto, defienden la seguridad contractual como esencial para el buen desenvolvimiento de
los negocios jurídicos.
Hay, sin embargo, una tendencia moderna a permitir la revisión de la economía del
contrato por la vía judicial, lo cual está muy ligado con la teoría de la imprevisión, que
analizaremos en el incumplimiento.
Se ha sostenido por algunos autores la posibilidad de la revisión judicial en nuestro país,
por aplicación del Art. 1546, ya que los contratos deben ejecutarse de buena fe; se dice
que correspondería al juez ajustar el cumplimiento a la buena fe y la equidad para dar
ejecución a dicho precepto; pero la verdad es que éste tiene su origen histórico en el Art.
1.134 del Código francés: con esta declaración se pretendió únicamente descartar la
distinción romana entre contratos de derecho estricto y de buena fe.
Otro problema que ya hemos señalado anteriormente en relación con este punto es si
procede el recurso de casación en el fondo cuando los jueces de la instancia violan la
llamada ley del contrato.
En nuestro concepto, es evidente que el recurso no procede porque se haya violado una
ley, dado que así califica al contrato el Art. 1.545, sino que al privar a éste de su fuerza
obligatoria fuera de las causales legales, el vulnerado es el propio Art. 1.545 que otorga
dicho vigor y obligatoriedad. Lo que complica el problema es si la modificación del contrato
se ha producido por la vía de la interpretación, que es, en principio, cuestión de hecho de
la causa.
Hablar de los efectos relativos del contrato, es tanto como decir el contrato y los terceros,
entendiendo por tales a quienes no han intervenido en su celebración.
Es ésta una materia de las complejas si las hay por la dificultad en la formulación de reglas
generales abarcadoras de todas las situaciones posibles, y porque suele confundirse el efecto
relativo del contrato con la oponibilidad de sus efectos a terceros.
El Art. 1.165 del Código francés señaló expresamente que las convenciones no surten efectos sino
entre las partes contratantes. No hay declaración exactamente igual en nuestro Código, pero el Art.
1.545 lo señala de paso al decir que el contrato es una ley “para los contratantes” Por lo demás, es
éste un principio básico y fundamental del derecho y constituye un axioma jurídico indiscutible: “res
inter alio acta, aliis neque nocere neque prodesse potest” (que podríamos traducir: las cosas
hechas por unos, no perjudican ni aprovechan a los demás). Así, por lo demás, se ha fallado
reiteradamente.
Conviene precisar exactamente qué significa que el contrato produzca efectos relativos, y quiere
ello decir que los efectos del contrato, esto es, los derechos y obligaciones emanados de él sólo
pertenecen a las partes; únicamente ellas adquieren la calidad de acreedor y deudor, y en
consecuencia pueden exigir el cumplimiento y están obligadas a él, respectivamente.
Partes y terceros.
Si en cuanto al otorgamiento de los derechos y obligaciones que genera el contrato, sólo afecta,
por regla general, a las partes y no a los terceros, interesa precisar quiénes invisten en él una y
otra categoría.
Son partes en un contrato quienes han concurrido a su celebración, personalmente o por
intermedio de un representante legal o convencional. Todas las demás personas son terceros,
definición negativa inevitable, pues no hay otra forma de involucrarlos.
Sin embargo, la situación no es igual para todos los terceros, y para precisarlos es necesario
distinguir los siguientes casos:
Estos terceros reciben el nombre de relativos, por oposición a los absolutos, a quienes en nada
afecta el contrato ni sus estipulaciones.
1.° Arrendamientos.
Si se transfiere una cosa que se encuentra arrendada a un tercero, hay casos en que el
adquirente debe respetar los arriendos celebrados por el anterior propietario; ello ocurre,
dicho en términos muy generales, cuando el arrendamiento constaba por escritura pública
(Art, 1.962). El sucesor a titulo singular se ve afectado por los contratos de su causante,
pues pasa a ser acreedor de la renta de arrendamiento y demás obligaciones del
arrendatario y deudor de la obligación de mantener a éste en el goce pacífico de la cosa
arrendada, y demás deberes del arrendador.
Igualmente, según el Art. -192, el usufructuario está obligado a respetar los arriendos de la
cosa fructuaria, contratados por el propietario antes de la constitución del usufructo.
También, según veremos en el N.° 500, producida la resolución. verbi gracia, de una
compraventa por no pago del precio, queda sin efecto el contrato y la cosa vendida vuelve
a poder del vendedor, quien, sin embargo, está obligado a respetar los actos de
administración efectuados por el comprador, y entre ellos los arriendos por éste
celebrados.
Finalmente, la nueva legislación impone también obligaciones al adquirente de inmuebles
de respetar los arriendos existentes en ellos, cuando menos por ciertos plazos bastante
extensos.
En cambio, si, por ejemplo, se compra un inmueble y el vendedor adeuda a un contratista
alguna suma por reparaciones en él efectuadas, esta deuda no afectará al adquirente,
quien no pasa a ser deudor del contratista.
2.° Seguros.
De acuerdo a los Arts. 530 y 531 del Código de Comercio, por regla general el adquirente a
título universal o singular de la cosa asegurada, se beneficia de los seguros contratados a
favor de ella, y, en consecuencia, pasa a ser deudor de la obligación de pagar la prima y
acreedor de la indemnización, si hubiera lugar a ella.
Nada semejante ocurre, en cambio, con las llamadas universalidades de hecho, dando
lugar a serios problemas en la enajenación de establecimientos comerciales, industriales,
mineros, etc. Para esta enajenación no existe en nuestro Derecho una reglamentación
específica, y, en consecuencia, cada uno de los elementos comprendidos en ella, siguen
desempeñando su mismo rol jurídico, y su transferencia, sujeta a las reglas que le son
propias; los créditos deberán traspasarse al adquirente por la vía de la cesión de derechos,
y las obligaciones, por los medios imperfectos que establece la legislación.
Interesan, igualmente, a los acreedores del acreedor los créditos que éste adquiera, pues a
ellos pasa a extenderse su derecho de garantía general.
No por ello los acreedores del deudor o del acreedor del contrato celebrado, pasan a tener
dichas calidades respecto de éste; es éste típicamente un problema de oponibilidad del
contrato, los acreedores del deudor pueden impugnar los actos y contratos celebrados por
éste en fraude de sus derechos mediante el ejercicio de la acción pauliana o revocatoria.
Y, a la inversa, en algunas legislaciones -y se discute si en la nuestra- los acreedores del
acreedor pueden ejercer en lugar de éste las acciones y derechos suyos, cuando hay
negligencia de su parte en invocarlos. Es la llamada acción oblicua o subrogatoria.
Consiste en que un contrato celebrado entre dos partes que reciben el nombre de estipulante y
promitente haga nacer un derecho a favor de un tercero ajeno a él, llamado beneficiario.
La institución que comentamos constituye una marcada excepción al principio de que el contrato,
por regla general, sólo otorga derechos y obligaciones a las partes contratantes.
Aquí, el contrato se celebra entre estipulante y promitente, pero el derecho, o sea, la calidad de
acreedor, nace a favor del beneficiario, ajeno al contrato. Y si bien, según veremos, éste debe
aceptar la estipulación, su derecho no nace con su aceptación, sino con aquélla
Para establecer los efectos que produce la estipulación a favor de tercero, es preciso distinguir tres
situaciones que veremos en los números siguientes:
No hay inconveniente alguno en que el promitente se sujete a una pena a favor del
estipulante si no cumple oportunamente lo convenido en utilidad del beneficiario; la
propia ley lo reconoce así.
Cuando estudiemos la cláusula penal, veremos que, por el carácter accesorio que
ella tiene, la nulidad de la obligación principal acarrea la de la cláusula penal (Art.
1.536), pero la que afecte a ésta no trae consigo la de la obligación principal. El
precepto citado en sus dos siguientes incisos señala dos casos de excepción
aparente al principio señalado: el segundo se refiere a la cláusula penal en la
promesa de hecho ajeno, y el tercero, en la estipulación para otro.
Revocación de la estipulación.
De acuerdo al ya citado Art. 1.449 en estudio: “mientras no intervenga la
aceptación expresa o tácita del tercero beneficiario es revocable el contrato por la
sola voluntad de las partes que concurrieron a él”
Aunque a primera vista este derecho de los contratantes pudiera parecer extraño,
en realidad no es sino una aplicación de los principios generales; al tratar de la
extinción de los contratos, veremos que la misma voluntad que los generó puede
ponerles término, de acuerdo al aforismo de que en derecho las cosas se
deshacen como se hacen.
Estos efectos se producen en virtud de la aceptación del beneficiario, pero debe tenerse
presente lo ya dicho: no es esta aceptación la que hace nacer su derecho, no es ella la que
le otorga la calidad de acreedor. El derecho del beneficiario existe desde la celebración del
contrato y la aceptación no tiene otro objeto que poner término a la facultad de estipulante
y promitente de dejar sin efecto la estipulación en la forma vista en el número anterior, y se
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funda, además, en el principio de que nadie puede adquirir derechos contra su voluntad.
De ahí que si el beneficiario fallece antes de dar su aceptación, sus herederos podrán
hacerlo; y así se ha resuelto.
De acuerdo a la regla general, la aceptación puede ser expresa o tácita, como lo destaca el
Art. 1,449.
Se han elaborado numerosas teorías en el afán de explicar esta institución, pero la verdad es que
ninguna resulta totalmente satisfactoria. Las principales son la doctrina de la oferta, de la agencia
oficiosa, de la declaración unilateral de voluntad y de la creación directa a favor del beneficiario,
que examinaremos someramente,
1. Teoría de la oferta: Fue la predominante en el siglo pasado: se decía que en virtud del contrato
los efectos de éste se radicarían en la forma normal en el patrimonio del estipulante, quien luego
efectuaría Una oferta de su derecho al tercero beneficiario: la aceptación de éste daría lugar a la
formación de una segunda convención.
Esta doctrina fue rápidamente abandonada porque no corresponde a la naturaleza de la institución
y es sumamente peligrosa para el tercero beneficiario. En efecto, si el derecho se radicara primero
en el patrimonio del estipulante, los acreedores de éste, haciendo valer su derecho de garantía
general, podrían embargarlo mientras no mediara la aceptación del beneficiario. Hemos señalado,
que este peligro no existe precisamente porque el derecho nace directamente a favor del tercero.
Además, la oferta de un contrato caduca entre otras causales por la muerte del oferente, y en
consecuencia, si el estipulante falleciera antes de la aceptación del beneficiario, la oferta efectuada
a éste caducaría y ya no podría adquirir su derecho. Ello no ocurre, por ejemplo, en el seguro de
vida en que el derecho del tercero se hace efectivo precisamente al fallecimiento del estipulante.
4. Teoría de la creación directa en favor del beneficiario: Para esta doctrina. el derecho nacido
de la estipulación se radica directamente en el patrimonio del beneficiario y de ahí que se la llame
de creación directa del derecho en favor de éste.
Ha tenido el mérito de remarcar este efecto tan particular de la institución, pero no lo explica, y por
ello algunas opiniones la complementan con la anterior; sin embargo, se olvida la intervención
determinante del estipulante y que éste, con acuerdo del promitente puede revocar el contrato.
Se ha sostenido que esta doctrina es la aceptada en nuestra legislación, argumentando con lo
dispuesto en el inc. 2.° del Art. 80 del DFL. 251 del año 1931, sobre Compañías de Seguros: “el
valor de las pólizas de seguro de vida cede exclusivamente en favor del beneficiario”, pero ya
hemos dicho que se trata de un efecto común y esencial de toda estipulación a favor de terceros.
A esta institución se refiere el Art. 1.450 en los siguientes términos: “siempre que uno de los
contratantes se compromete a que por una tercera persona, de quien no es legítimo representante,
ha de darse, hacerse o no hacerse alguna cosa, esta tercera persona no contraerá obligación
alguna, sino en virtud de su ratificación; y si no ratifica, el otro contratante tendrá acción de
perjuicios contra el que hizo la promesa”.
De esta disposición se desprende claramente que la promesa del hecho ajeno no altera en
absoluto las reglas generales de los contratos; no es una excepción al efecto relativo de éstos,
como ocurre con la estipulación a favor de otro, porque en ésta el tercero beneficiario ajeno al
contrato adquiere un derecho, En la promesa del hecho ajeno, en cambio, el tercero no contrae
obligación alguna, y así lo destaca el precepto transcrito. Es lógico que así sea, ya que el tercero
no tiene por qué quedar obligado por el contrato celebrado y al cual no ha concurrido con su
consentimiento.
El tercero sólo se obliga, como lo señala el precepto, en virtud de su ratificación; sólo entonces
nace su obligación, y ella deriva de su propia voluntad.
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Por la promesa de hecho ajeno sólo contrae obligación el que se comprometió a que el tercero
haría, no haría o daría una cosa, y su obligación es de hacer: que el tercero ratifique, esto es,
consienta en la obligación que se ha prometido por él.
Como en la estipulación a favor de otro intervienen tres personas: el promitente, quien contrae la
obligación de hacer señalada; el prometido o acreedor, y el tercero que será el obligado una vez
que ratifique. Y también al igual que en el contrato para tercero, es requisito indispensable para
que estemos frente a una promesa de hecho ajeno que no medie representación, pues en tal caso
hay lisa y llanamente obligación para el representado que no ha sido ajeno al contrato. Así lo
señala el Art. 1.450, al decir: “de quien no es legítimo representante”, y se ha fallado por los
tribunales.
1. Gestión de negocios: También en este caso se está actuando por un tercero, sin tener
mandato de él, como ocurre en la gestión de negocios ajenos, y en verdad pareciere que la
promesa del hecho de otro no fuere sino una forma particular de la agencia oficiosa, pero ajena a
toda idea de representación.
2. La fianza: Promesa de hecho ajeno y fianza se aproximan porque en el fondo lo que esta
haciendo el promitente es garantizar con su propia responsabilidad la ratificación del tercero; por
ello los franceses la llaman cláusula porte forte, esto es, salir garante. Pero existe una diferencia
entre ellas que es fundamental: en la fianza se garantiza justamente el cumplimiento de una
obligación ya existente; aquí, que existirá la obligación, o sea, que el tercero ratificará.
Ambas clases de contratos imponen una obligación de hacer, pero en el contrato de promesa es
otorgar el contrato prometido, y en la promesa del hecho ajeno, el deudor se compromete a
obtener que un tercero dé una cosa, ejecute algo o se abstenga de hacerlo. Un ejemplo aclarará la
idea: si me comprometo con una persona a venderle mi casa el 12 de mayo próximo, es una
promesa de venta, y estoy obligado en esa fecha a otorgar la escritura de compraventa. Pero si a
la misma persona le prometo que un tercero le venderá su casa en igual fecha, hay una promesa
de hecho ajeno, y estoy obligado a obtener la ratificación del tercero bajo pena de indemnizar
perjuicios.
No es posible tampoco sentar reglas generales, por cuanto dependerán los requisitos del contrato
de la especie de que se trate, Desde luego, como se ha fallado, es consensual, por cuanto el
legislador no lo somete a ninguna solemnidad en especial.
Respecto del tercero, deberá cumplir las exigencias necesarias para efectuar la ratificación; como
la ley no ha definido en qué consiste ésta, se ha fallado que debe ser entendida en su sentido
natural y obvio, y la constituirán todos los actos del tercero que importen atribuirse la calidad de
deudor que se le ha otorgado, La única limitación que han impuesto nuestros tribunales es que si la
obligación versa sobre bienes raíces o derechos reales constituidos en ellos, la calificación debe
otorgarse por escritura pública,
Hay que distinguirlos también entre las diferentes partes que intervienen, tal como lo hicimos en la
estipulación a favor de otro.
Pero en realidad entre promitente y tercero no resulta ningún efecto, salvo lo que ellos hayan
convenido para que este último otorgue la ratificación.
Las relaciones entre el acreedor y el tercero sólo tendrán lugar cuando éste ratifique y entonces
dependerán de la clase de obligación prometida. Corno lo destaca el propio Art. 1.450, ella puede
ser de dar, hacer o no hacer alguna cosa. Otorgada la ratificación, el deudor queda ya obligado
como cualquier otro, y procederá en su contra la ejecución forzada y la indemnización de perjuicios
si no cumple.
Lo que nunca faltará en la promesa del hecho ajeno es la responsabilidad del promitente, Ya
hemos dicho que éste contrae una obligación de hacer: obtener la ratificación, Este es un hecho
prometido que da nombre a la institución,
Sin embargo, es posible que al respecto se presente una situación dudosa: que la obligación
prometida pueda cumplirse por el propio promitente u otro tercero distinto del ofrecido en el
contrato. En tal caso, estará el acreedor obligado a aceptar esa forma de cumplimiento No será lo
frecuente, pues generalmente se recurre a la promesa del hecho ajeno teniendo en mira alguna
cualidad especial del tercero, pero creemos que no obstante la mala fe que podría existir en la
actitud del acreedor, no sería posible obligarlo a aceptar otra forma de cumplimiento. Se opondría a
ello el Art. 1.450, que es categórico al señalar el efecto de la no ratificación, y el principio de la
identidad del pago que consagra el Art. 1.569: el acreedor no puede ser obligado a recibir otra cosa
que la debida, y el pago debe hacerse “bajo todos respectos” en conformidad al tenor de la
obligación.
Finalmente, los perjuicios que debe indemnizar el promitente en caso de no obtener la ratificación
del tercero, pueden ser prefijados en el contrato en que se prometió el hecho ajeno mediante una
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cláusula penal. No hay inconveniente alguno que en la promesa del hecho de tercero, las partes
fijen de antemano por medio de la cláusula penal el monto de la indemnización que pagará el
promitente al acreedor si aquél no ratifica; y tanto es así, que según lo vimos en el Art. 1.536, tras
sentar el principio de que la nulidad de la obligación principal acarrea la de la pena agrega en su
inc. 2.°: “Con todo, cuando uno promete por otra persona, imponiéndose una pena para el caso de
no cumplirse por ésta lo prometido, valdrá la pena, aunque la obligación principal no tenga efecto
por falta de consentimiento de dicha persona”.
Este precepto ha dado lugar a problemas de interpretación, al conectar directamente con el Art.
1.450 y se ha topado con el inconveniente de que ambas redacciones no coinciden. En nuestro
concepto, existen dos situaciones bien diferentes:
En esta cláusula penal, pueden, pues, ocurrir dos cosas: el tercero ratifica y no cumple; se
deberá la pena y nada hay de anormal porque la obligación principal existe, Y si el tercero
no ratifica, se deberá la pena, en la forma antedicha, y la situación es excepcional porque
la obligación no existe. La expresión “aunque” que utiliza el precepto, confirma esta
interpretación: aun si no hay ratificación, se debe la pena. Con mayor razón se la deberá si
ratificada la obligación, no se la cumple.
Por ello es que en el caso de que se esté respondiendo por el cumplimiento y no haya
ratificación, se ha sostenido que propiamente no hay cláusula penal, al igual que en la
estipulación a favor de otro, sino obligación condicional, opinión que no compartimos por
las razones dadas en dicho número.
Cuando señalamos los deslindes del efecto relativo del contrato, hicimos presente una distinción
que evita equívocos en cuanto a la existencia misma del contrato y sus efectos y a los derechos y
obligaciones que él genera.
La situación jurídica nueva que crea el contrato no puede normalmente ser negada por nadie;
produce efectos erga omnes. Salvo los casos de excepción, estamos todos obligados a reconocer
la existencia del contrato y la calidad de acreedor y deudor que de él puede emanar para las
partes, y los derechos y obligaciones creados por él. En tal sentido el contrato tiene eficacia aun
respecto de terceros.
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Estas situaciones jurídicas pueden ser de índoles variadas:
2. Puede dar nacimiento a una persona jurídica: Así ocurre con el contrato de sociedad
que da origen a una persona jurídica de acuerdo al Art. 2.053, inc. 1. Esta persona jurídica
existe respecto de todo el mundo, y no podría mañana desconocérsela sosteniendo que el
contrato que le dio origen no afecta a terceros, y
3. Finalmente, sin pretender agotar el tema, el contrato puede limitarse a conferir
derechos personales y establecer obligaciones: Pues bien, nadie podrá negar la
existencia del crédito y la deuda la calidad de acreedor del titular del primero, y de deudor
de obligado. Todas estas calidades son oponibles, por regla general, a terceros, quienes
no pueden desconocerlas. Y así, en la quiebra concurren todos los acreedores verificando
sus créditos, esto es haciendo valer los que tengan en contra del fallido. Los demás
acreedores no podrán negarle al verificante su calidad de acreedor diciendo que el contrato
que le otorgó tal calidad no les afecta porque es oponible a ellos.
La inoponibilidad. Concepto.
Si la oponibilidad de éste consiste en que los terceros no pueden negarle su existencia y la de sus
efectos, la inoponibilidad es justamente la sanción de ineficacia jurídica respecto de los terceros
ajenos al acto o contrato, y en cuya virtud se les permite desconocer los derechos emanados de
ellos.
El legislador, normalmente, como ocurre en nuestro Código, no establece una teoría general de la
inoponibilidad, como lo hace con la nulidad; pero ella está establecida en numerosos preceptos, y
su existencia está reconocida por todos los autores y la jurisprudencia.
La inoponibilidad es sanción o, en todo caso, contraria a los principios generales, por lo cual, no
obstante su amplia aplicación, es de interpretación restrictiva. Es la ley la que priva de eficacia a un
acto.
Inoponibilidad y nulidad.
De esta circunstancia derivan las demás diferencias entre ambas órdenes de sanción; en la nulidad
hay un interés público comprometido y de ahí que se limite su renuncia, pueda en ciertos casos ser
declarada de oficio, y se permita invocarla, cuando es absoluta. a todo el que tenga interés en ello.
Como se verá en este estudio, son diversos los efectos de la inoponibilidad.
Clasificación de la inoponibilidad.
Son variadas las causales que mueven al legislador a privar de eficacia ante terceros al acto o
contrato, o a su revocación o nulidad.
Por ello se efectúa una primera distinción entre inoponibilidades por causa de forma y por causa de
fondo. A esto hay que agregar una tercera categoría, bastante excepcional, de inoponibilidades
derivadas de la pérdida de eficacia de un acto o contrato.
II Inoponibilidades de fondo: Por causa del fondo del acto o contrato, las inoponibilidades
pueden presentarse en varias circunstancias. Las más frecuentes derivan de la falta de
concurrencia, y del fraude.
Efectos de la Inoponibilidad.
Como ha quedado dicho, la inoponibilidad obliga a distinguir los efectos entre las partes y en
cuanto a los terceros a quienes puede afectar el acto o contrato.
Entre las partes; el acto o contrato es perfectamente válido y produce sus plenos efectos. Pero
respecto de terceros el acto no obstante su perfecta validez no les afecta, no están obligados a
reconocerlo.
Sin embargo, cuando se le niega efectos al contrato es justamente en los casos en que existe
interés por oponerlo a terceros, de manera que al privarlo de este poder, no hay duda de que ello
repercute en las relaciones de los contratantes. Y así, en el caso de la venta de cosa ajena, si el
verdadero dueño reivindica y el comprador es privado de la cosa comprada, puede hacer efectiva
la obligación de garantía contra el vendedor, para que éste lo defienda en el pleito y le indemnice la
evicción.
La inoponibilidad se puede hacer valer como acción o excepción. Como acción, reclamando del
acto inoponible, como por ejemplo en la venta de cosa ajena si el verdadero dueño ejerce la acción
reivindicatoria; en la simulación por la acción de simulación. La acción pauliana, si se acepta que
es inoponibilidad, también se ejerce por esta vía.
Extinción de la inoponibilidad.
No es posible establecer reglas generales que abarquen todas las situaciones en que la
inoponibilidad se presenta, para determinar las causales de extinción de ellas.
Las inoponibilidades por falta de publicidad se sanean por el cumplimiento de las formalidades
omitidas.
Toda inoponibilidad termina por la renuncia a ella; semejante renuncia como es natural -afecta sólo
a quien la efectúa, y en consecuencia, otros terceros podrían siempre invocarla. Por cierto que en
la inoponibilidad por falta de concurrencia, como ella corresponde exclusivamente a aquel cuyo
consentimiento fue omitido, él es el único que puede invocarla, y su renuncia, que torna el nombre
especial de ratificación, sanea totalmente el acto.
Finalmente, puede extinguirse la inoponibilidad por prescripción cuando ella se haga valer como
acción, Y así, como la acción de simulación no tiene plazo especial, prescribe en 5 años; la
revocatoria tiene plazo especial, y la reivindicatoria se extinguirá cuando el poseedor adquiera la
cosa por prescripción adquisitiva.
Normalmente, el acto inoponible no dejara de serlo por prescripción para los efectos de oponerla
como excepción, salvo que ella hubiera podido invocarse como acción. Por ejemplo, en la venta de
cosa ajena, si el poseedor ha adquirido por prescripción adquisitiva el dominio, y el que era el
verdadero dueño es demandado por cualquier causa, no podría excepcionarse con la
inoponibilidad.
Podemos resumir lo que hemos dicho sobre los efectos del contrato en los siguientes enunciados:
1.° El contrato crea un vínculo obligatorio entre las partes, que ellas están obligadas a respetar,
salvo las excepciones legales;
2.° Este vínculo les otorga la calidad de acreedor y deudor la una de la otra, y en tal sentido sólo
afecta a las partes, que comprenden al representado y al causahabiente a título universal.
3.° Altera los efectos normales del contrato, la simulación, pues las partes resultan obligadas por el
acto real y no por el aparente;
4.° La promesa de hecho ajeno no altera los efectos normales del contrato, porque el tercero solo
se obliga por su ratificación, y
5.° El vínculo jurídico que une a las partes es oponible a terceros, quienes no pueden desconocer a
las partes sus respectivas calidades de acreedor y deudor sino en los casos de inoponibilidad,
reglas, guardando las debidas diferencias, son comunes a todo vinculo obligacional.
De acuerdo al Art. 1545, el contrato no puede ser invalidado, sino por consentimiento mutuo de las
partes o por las causales legales. La expresión invalidado está utilizada en el precepto no por
referencia a la nulidad, queriendo significar “dejado sin efecto”.
El contrato puede terminar de dos maneras: por su extinción natural, pues se han cumplido todas
las obligaciones y ya no da lugar a otra entre las partes. Y por la llamada disolución, en que el
contrato deja de producir sus efectos normales sin que hayan tenido lugar todos ellos.
En el primer ha operado algún modo de extinguir las obligaciones que normalmente será el pago o
cumplimiento, o alguno de los que le equivalen, como dación en pago, compensación, etc., Por
ejemplo, en un mutuo, el mutuario restituye el capital y paga los intereses. El contrato se ha
extinguido, pues ya produjo todos sus efectos, no hay otros que puedan suceder.
Cuando se habla de disolución, se está refiriendo justamente a los casos en que las obligaciones
se extinguen por modos que no equivalen al pago, o sea, ya no se cumplen íntegramente las
obligaciones contraídas, o dejan de generarse para el futuro nuevos efectos.
Entre los modos de dejar sin efecto un contrato el precepto citado distingue por un lado el
consentimiento mutuo, o sea, la voluntad común de las partes, y las causas legales.
Desde otro punto de vista, se distinguen las causales de disolución que operan siempre hacia el
futuro, dejando a firme los efectos ya producidos (ex-nunc) y las que operan aun para el pasado,
con efecto retroactivo (ex-tunc) y en que, en consecuencia, los efectos ya producidos también
desaparecen, dando lugar a las restituciones correspondientes.
La mayor parte de las causales de disolución del contrato se estudian en la parte sexta, relativa a
los modos de extinguir las obligaciones, va que naturalmente si el contrato queda sin efecto, los
derechos y obligaciones por él establecidos perecen con él. De manera que daremos una breve
noción de las mismas en los números siguientes, en este orden:
En el primer caso, nos encontramos ante un modo de extinguir las obligaciones: el mutuo
consentimiento a que se refiere el inc. 1. del Art. 1.567.
Pero si ya se han cumplido las obligaciones, las partes todavía pueden dejar sin efecto el
contrato, aun cuando éste haya sido íntegramente cumplido, pero en verdad lo que ha
ocurrido es que se ha celebrado un nuevo contrato, a la inversa del primero.
El mutuo acuerdo opera siempre hacia el futuro y no puede perjudicar a los terceros ajenos
a él.
CONTRATOS EN PARTICULAR
CONTRATOS PREPARATORIOS:
I. Aspectos previos
La doctrina distingue según la finalidad de los contratos, entre contrato preparatorio y contrato
definitivo.
Observación:
Esta distinción es en función del contrato preparatorio pues no puede hablarse de contrato
definitivo si antes no hay preparatorio, porque el definitivo constituye el cumplimiento del
preparatorio.
Aquellos que tienen por finalidad colocar a las partes en condición de celebrar con posterioridad un
contrato definitivo, el que no se puede o no se quiere celebrar de momento.
B.- CONTRATO DEFINITIVO: Son aquellos que tienen por finalidad satisfacer el interés jurídico
contractual de las partes.
Cuando el resultado jurídico y económico que las partes persiguen con la celebración del contrato
definitivo no es posible obtenerlo, lograrlo en forma inmediata por concurrir algunos impedimentos
sean físicos, sean económicos, sean legales y en cualquier orden de cosas, cualquiera sea la
naturaleza de tales impedimentos, naturalmente que la celebración del contrato preparatorio cobra
sentido.
III. Características
Concepto.
Contrato de promesa o promesa de celebrar un contrato: aquel en que dos o más personas
se comprometen a celebrar un contrato futuro, cumpliéndose los requisitos legales.
Siendo un contrato típico o nominado, debiera haber estado tratado en la parte del Libro IV
donde se encuentran todos los contratos típicos. Pero no es así.
Está tratado en el Art. 1554 CC, en el Título XII del Libro IV, relativo a los efectos de las
obligaciones, específicamente la ejecución forzada de la obligación de hacer.
No obstante ello, la promesa es un contrato. Y si es una promesa bilateral, le serán
aplicables todas las disposiciones propias de este tipo de contratos.
Art. 1554 CC. “La promesa de celebrar un contrato no produce obligación alguna; salvo
que concurran las circunstancias siguientes:
1.a Que la promesa conste por escrito;
2.a Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaran ineficaces;
3.a Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la celebración del
contrato;
4.a Que en ella se especifique de tal manera el contrato prometido, que sólo falten para
que sea perfecto, la tradición de la cosa, o las solemnidades que las leyes prescriban.
Concurriendo estas circunstancias habrá lugar a lo prevenido en el artículo precedente.”
Según la jurisprudencia:
1) Es un acuerdo de voluntades en que nacen para ambas partes obligaciones recíprocas.
2) La celebración del contrato prometido queda aplazada para el futuro; no puede existir
juntamente con el contrato de promesa.
3) Su finalidad es celebrar otro contrato.
4) Su efecto único es dar origen a una obligación de hacer: la de celebrar el contrato
prometido.
5) Es siempre solemne, porque debe contar por escrito.
1) El Art. 1554 N° 4 exige que en la promesa se especifique de tal modo el contrato prometido
que sólo falten para que sea perfecto, la tradición de la cosa o la solemnidades. Así, en el
contrato de compraventa, uno de sus requisitos esenciales es el concurso real de las
voluntades del vendedor y del comprador. Sin ese requisito, no se concibe la existencia de
la compraventa.
2) Además, no cumple con el Art. 1554 N° 2 CC, porque un contrato en que uno sólo se
obligue a vender no produce efecto alguno.
1) La exigencia del Art. 1554 N° 4 CC no significa que el contrato de promesa haya de tener
la misma esencia y naturaleza del contrato prometido.
Debe cumplirse siempre, aun cuando el contrato prometido sea consensual. Por eso la
promesa es siempre solemne. Basta un instrumento privado, aunque se prometa la celebración de
un contrato que para su validez requiera escritura pública.
No exige el legislador que el contrato conste de un solo instrumento.
Supera tu Grado – Teoría del Contrato y Contratos en particular (Primera Parte) 41
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Este requisito elimina la posibilidad de consentimiento tácito.
Art. 1554 N° 2 CC. “Que el contrato prometido no sea de aquellos que las leyes declaran
ineficaces;”
La ineficacia dice relación con los requisitos intrínsecos del contrato que se pretende
celebrar, y no con las formalidades. De lo que precisamente se trata es de llenar las formalidades
con posterioridad.
Así, no es válida la promesa de un contrato que tenga objeto o causa ilícita. Pero sí es
válida la promesa de venta sobre bienes raíces de personas relativamente incapaces, que se
realice sin autorización judicial.
También es válida la promesa de venta de un bien embargado por decreto judicial, pues la
promesa no constituye enajenación.
Art. 1554 N° 3 CC. “Que la promesa contenga un plazo o condición que fije la época de la
celebración del contrato;”
a) Plazo:
Tanto el plazo suspensivo como el extintivo son eficaces para efectos de la promesa, pues
ambos fijan la época de la celebración del contrato prometido.
Algunos sostienen que en la promesa, el plazo es normalmente suspensivo. Otros piensan
que el plazo es normalmente extintivo.
La jurisprudencia mayoritaria sostiene que el plazo es naturalmente suspensivo, y que las
partes pueden pactar un plazo extintivo, pero en tal caso no basta emplear las
preposiciones “dentro de” o “en”, ni fijar un día determinado, sino que deben pactar con
claridad que, vencido el plazo, la obligación se extingue.
No es necesario que el plazo esté fijado como fecha cierta, basta que determine la época.
b) Condición:
Tanto la condición suspensiva como la resolutoria son eficaces.
Una parte de la doctrina y jurisprudencia sostiene que la condición debe ser determinada,
ya que de no ser así, no se determina la época de la celebración (no cumple el Art. 1554
N° 3 CC).Otros dan aplicación al plazo de la propiedad fiduciaria para entenderla fallida (5
años).
Otra parte de la doctrina y jurisprudencia sostiene que no es necesario que la condición
sea determinada.
Art. 1554 N° 4 CC. “Que en ella se especifique de tal manera el contrato prometido, que
sólo falten para que sea perfecto, la tradición de la cosa, o las solemnidades que las leyes
prescriban.”
B. ¿Significa esto que el contrato debe contener todas y cada una de las cláusulas del
contrato definitivo?
I. CONCEPTO.
Contrato preparatorio general que consiste en la oferta unilateral de contrato que formula una de
las partes de manera temporal, irrevocable y completa a favor de la otra que de momento se limita
a declararla admisible expresa o tácitamente, reservándose libremente la facultad de aceptar
(Fernando Fueyo)
III. INCONVENIENTES
Se confunde con otros contratos:
1. Promesa unilateral
Es aquella en virtud de la cual se genera una obligación de hacer, que consiste precisamente en
celebrar el contrato prometido en el evento que se acepte o se ejerza la opción.
2. Oferta unilateral.
• La opción es un contrato en tanto la oferta unilateral es una declaración de voluntad.
• La simple oferta puede ser retirada en cualquier momento antes de la aceptación no así
el contrato de opción, ya que al ser un contrato sólo puede quedar sin efecto por la
voluntad de ambas partes.
4. Contrato Condicional
La diferencia radica en que en el contrato condicional hay solo un contrato, en tanto en el de
opción hay 2; el de opción y el definitivo.
IV. PERFECCIONAMIENTO
1. Si consideramos al contrato de opción como una promesa unilateral, sería un contrato solemne,
que nace a la vida jurídica con la escrituración, y cumplimiento del 1554.
V. EFECTOS
El contrato de opción genera obligaciones y derechos para ambas partes.
Por otro lado, tiene derecho a exigir que la oferta se mantenga en los términos convenidos
mientras penda el plazo fijado.
I. ASPECTOS PREVIOS
Todo convenio arbitral supone un acuerdo, por el cual dos o más personas convienen en someter
algún conflicto presente o futuro a la jurisdicción arbitral, sustrayéndolo en consecuencia de la
jurisdicción ordinaria, pudiendo o no designar en ese mismo acto a la o las personas llamadas a
conocer y resolver ese conflicto.
Podemos adelantar, que existen distintos criterios doctrinales y jurisprudenciales para advertir la
diferencia el compromiso y la cláusula compromisoria, incluso se encuentra discutida la calidad de
preparatoria que tendría esta cláusula compromisoria.
Es aquél acuerdo por el cual las partes sustraen determinados asuntos litigiosos presentes o
futuros al conocimiento de la jurisdicción ordinaria sometiéndolos a la decisión de un árbitro que se
obligan a designar en un acto posterior.
La obligación que genera la cláusula compromisoria ha hecho pensar que se trata de contrato
preparatorio; preparatorio de aquél otro contrato que las partes junto con designar al árbitro, le
someten un conflicto determinado, que no sería otra cosa que en un contrato de compromiso.
IV. REGULACION
V. NATURALEZA JURÍDICA.
Contrato civil porque importa una especie de convención de arbitraje, que sólo puede tener lugar
frente a un acuerdo de voluntades regido en todo por las normas civiles relativas a los contratos.
Incluso en cuanto al efecto relativo que tiene la cláusula compromisoria.
Contrato procesal, porque ella importa derogar la jurisdicción ordinaria y someter el conocimiento y
decisión de un asunto a la jurisdicción arbitral.
2. REQUISITOS ESPECIALES
Debe reunir los mismos requisitos que el compromiso, salvo contadas y limitadas
diferencias.
No podría someterse a un divorcio a esta clase de arbitraje, sin perjuicio que la ley de familiar
contempla la mediación, pero no tiene nada que ver con el arbitraje que nos estamos refiriendo.
4. Causa lícita: En materia de causa, ella se constituye por obtener una decisión arbitral del
conflicto.
VIII .CONTENIDO
1. CLÁUSULAS ESENCIALES.
INDIVIDUALIZACIÓN DE LAS PARTES.
CONSENTIMIENTO A LA JURISDICCIÓN ARBITRAL ENTRE QUIENES SEAN
PARTES.
ASUNTO QUE SE SOMETE A LA JURISDICCIÓN ARBITRAL
El conflicto puede ser futuro y eventual. En este sentido las cláusulas compromisorias
las encontramos dentro de un contrato.
NO DEBE CONTENER LA DESIGNACIÓN DE LA PERSONA LLAMADA A CONOCER
Y RESOLVER EL ASUNTO SOMETIDO A LA JURISDICCIÓN ARBITRAL.
La cláusula compromisoria no pierde su naturaleza de tal, por el hecho de indicar las
partes alguna calidad o condición o función que deba reunir el árbitro. Por ejemplo: el
árbitro será abogado de la Corte de Apelaciones de Santiago.
2. CLÁUSULAS DE LA NATURALEZA.
árbitros deberán ser de derecho.
el juicio deberá seguir en el lugar donde se haya procedido el nombramiento.
el árbitro tendrá un plazo de 2 años para cumplir con su cometido.
3. CLÁUSULAS ACCIDENTALES.
Se reconocen estipulaciones en virtud de las cuales las partes le pueden dar al árbitro
determinadas facultades:
Las partes renuncien recursos en contra de las resoluciones que dicte el árbitro.
Aquellas relativas a las reglas de procedimiento, etc.
Si no hay acuerdo en la designación del árbitro, cualquiera de las partes podrá recurrir a un
tribunal ordinario para que designe el árbitro.
CONTRATOS DEFINITIVOS
1.- LA COMPRAVENTA.
I.- Regulación.
II.- Concepto, Art. 1973 del código civil.
III.- características del contrato de compraventa, estudiaremos 8 características fundamentales.
IV.- Elementos del contrato de compraventa.
1) Consentimiento.
2) La cosa vendida.
3) El precio.
V.- La capacidad en el contrato de compraventa (incapacidades)
VI.- Modalidades del contrato de compraventa.
VII.- Efectos del contrato de compraventa.
1) Obligaciones del vendedor.
a. Entregar la cosa (diversas situaciones)
b. Obligación del saneamiento de la evicción y por vicios redhibitorios
2) Obligaciones del Comprador.
a. Pagar el precio.
b. Recibir la cosa.
VIII.- Pactos accesorios en la compraventa.
1) El pacto comisorio.
2) El pacto de retroventa.
3) El pacto de retracto.
IX.- La rescisión por causa de lesión enorme en la compraventa.
I. REGULACION
La compraventa es un contrato típico y nominado y por lo tanto reconoce una regulación en el CC.;
Titulo XXIII, Libro IV, art. 1793 a 1896.
II. CONCEPTO
CONCEPTO LEGAL (Artículo 1973): “La compraventa es un contrato en que una de las
partes se obliga a dar una cosa y la otra a pagarla en dinero; aquella se dice vender y esta
comprar. El dinero que el comprador da por la cosa se llama precio”.
CONCEPTO DOCTRINARIO: “La compraventa es un contrato en que una de las partes se
obliga a dar una cosa y la otra a pagarla en dinero.
III. CARACTERÍSTICAS.
1) Contrato bilateral
2) Contrato oneroso
3) Por regla general es un contrato conmutativo, excepcionalmente puede ser aleatorio
4) Contrato principal
5) Es generalmente consensual, salvo las excepciones legales. (Art. 1801): Las
solemnidades en materia de compraventa son excepcionales y por lo mismo no pueden
aplicarse por analogía y deben interpretarse restrictivamente.
Es solemne el contrato de compraventa de:
bienes raíces - Servidumbre
Censo
derechos hereditarios
La venta de aprovechamiento de aguas.
6) Título traslaticio de dominio
Es de aquellos títulos que por su naturaleza son aptos para transferir el domino, y así
se encuentra reconocido en los artículo 675 y 703 del CC. Ello significa que sirve de
antecedente jurídico y necesario para que opere la transferencia del dominio por
medio de un modo de adquirir que generalmente será la tradición.
La compraventa dentro de nuestro ordenamiento sólo genera derecho personales, de
forma tal, que por sí sola no puede transferir el dominio.
La obligación que genera la compraventa respecto del vendedor es la de hacer
entrega jurídica de la cosa al comprador lo que realizará mediante la tradición.
En oportunidades, ni siquiera podrá operar como antecedente jurídico a la adquisición
del dominio, por ejemplo: en la compraventa de cosa ajena, ya que en esa situación
la adquisición del dominio operará por prescripción.
7) Por regla general es de ejecución instantánea
8) Por regla general es puro y simple
IV. ELEMENTOS.
1) CONSENTIMIENTO
Observaciones: El acuerdo entonces debe recaer sobre la cosa, el precio y la naturaleza del
contrato, de modo que si falta alguno de estos elementos, el contrato o no produce efecto o
degenera en otro distinto.
Obsta, al acuerdo sobre la cosa el error, que puede recaer o en la identidad de la cosa
específica o en su sustancia o calidad esencial.
A propósito del precio, es posible que en un mismo acto o contrato se contengan dos o
más compraventas distintas, pues el acuerdo sobre el precio debe estar referido a todas
ellas
Obsta al acuerdo sobre la naturaleza del acto o contrato el error, que recae sobre la
especie o acto o contrato que se celebre.
Las ventas forzadas son aquellas que se hacen por intermedio de la justicia a virtud de una
resolución judicial, siempre y cuando ésta no constituya una formalidad habilitante.
En las ventas forzadas igualmente se exige consentimiento, sobre la cosa, el precio y la naturaleza
del contrato. En estos casos será el juez el que actúa como representante legal del vendedor y
tradente.
Se critica esta explicación pues solo justifica las obligaciones contraídas voluntariamente.
Otros explican este hecho en la representación, toda vez es el representante quien concurre con
su voluntad, no siendo necesaria la voluntad del representado.
Solemnidades en la c/v
Las solemnidades son aquella manera especial que debe revestir el consentimiento y que son
impuestas por la ley en consideración a la naturaleza del acto o contrato para su validez.
En materia de compraventa ellas son excepciones, por tanto, solo operan en los casos que la ley
expresamente lo indica.
OBSERVACIONES:
B. Con la expresión bienes raíces, solo se refiere a los inmuebles por naturaleza.
Respecto de los inmuebles por adherencia se reputan muebles,
antes de la separación para constituir un derecho real a favor de un
tercero distinto del dueño, en consecuencia la venta sería
consensual. (art. 571 con el 1801 inc. 3).
Respecto de los inmuebles por destinación ellos se reputan
inmuebles si están destinados al uso, beneficio o cultivo de un
inmueble. Si el dueño los quiere enajenar abandonan esta
finalidad, recuperando por tanto su carácter de mueble, y siendo
por tanto, consensual la compraventa.
Por ejemplo, la venta forzada previo decreto judicial y cumpliendo con las demás
solemnidades legales: pública subasta, acta de remate, etc.
2. SOLEMNIDADES VOLUNTARIAS (art. 1802): Aquellas que operan por voluntad de las
partes, fuera de los casos en que la ley exija el cumplimiento de una solemnidad, en el
sentido de que las partes acuerden que la compraventa no se entienda perfecta sino a
virtud del cumplimiento de ciertas solemnidades.
Efecto: Cualquiera de las partes puede retractarse mientras no se cumpla con las
solemnidades convenidas o hasta que tenga lugar la entrega de la cosa. Si ella se cumple,
o si la entrega de la cosa ha principiado, ya no es posible retractarse.
Las arras, constituyen una cantidad de dinero u otras cosas muebles que se dan, ya en garantía de
la celebración del contrato o ya en parte del precio y en señal de quedar convenidos.
Momento de la retractación: Habrá que estar al plazo convenido o fijado por las partes, a
falta del cual, la ley establece un plazo de 2 meses a contar de la convención para
retractarse.
Supera tu Grado – Teoría del Contrato y Contratos en particular (Primera Parte) 51
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Ahora bien, independiente de los plazos, sea convencional o legal, no podrán retractarse
si:
• El contrato de compraventa de cuya celebración se trata se ha reducido a
escritura pública
• Ha principiado la entrega de la cosa
2. Arras Prueba o Arras entregadas como parte del precio y en señal de quedar
convenidos
En este caso, debe constar por escrito de manera expresa que las arras se entregan como
parte del precio y en señal de quedar convenidos, y el contrato desde ese momento queda
perfecto, si no se estipula por escrito y de manera expresa se entienden dadas en garantía
en la celebración de la compraventa.
Respecto de los gastos que genera la compraventa también se requiere consentimiento, pero la ley
suple la falta de acuerdo señalando que por regla general son de cargo del vendedor, salvo
estipulación contraria.
2) LA COSA VENDIDA
Aspectos previos
Requisitos de la cosa
I. Como objeto del contrato de compraventa, en tanto acto jurídico, debe ser Lícito, real,
comerciable, determinado o determinable y debe existir o esperarse que exista.
2. Determinada y singular:
A) EN CUANTO A LA DETERMINACIÓN
Debe ser determinada al menos en cuanto a su género (art. 1461) o determinable, siempre que
contenga los datos para su determinación.
Observación: Es posible que se vendan cada uno los bienes que integran el patrimonio de una
persona siempre que se individualicen, a pesar que constituya la totalidad del patrimonio,
cumpliendo los ss., requisitos:
• Que la venta se haga por escritura publica
• Que se especifiquen los bienes que se venden
3. Real: Significa que la cosa debe existir (venta de cosa presente) o esperarse que exista (venta
de cosa futura), la venta de cosa futura puede revestir 2 modalidades:
a) VENTA DE COSA FUTURA PROPIAMENTE TAL: Se vende una cosa que no existe
pero se espera que exista.
- Se trata de un contrato condicional, supeditado a la condición de que la cosa llegue
a existir.
- Es un contrato oneroso conmutativo, pues el precio también está condicionado a la
existencia de la cosa.
Si la cosa dejo de existir al tiempo del contrato no hay compraventa, porque la cosa
no existo o no puede llegar a existir. Si el vendedor esta de mala fe deberá
indemnizar los perjuicios al comprador.
Si sólo existe parcialmente al tiempo de la compraventa, y esa parte que falta es
considerable el comprador puede optar entre desistirse del contrato o mantenerlo
subsistente abonando el precio a justa tasación, con la respectiva indemnización
si el vendedor estaba de mala fe.
Basta que una de las partes no sepa que exista, y que espera que exista, para que
el contrato sea válido, aun cuando la otra sepa que no existe en todo o parte,
dando lugar a las reglas del artículo 1814.
Problema:
El inciso 1 del Art. 1816 señala que la compra de cosa propia no vale, el inciso 2 reglamenta a
quien pertenecen los frutos y el inciso final señala que por la voluntad de las partes se puede
alterar las reglas precedentes.
El problema se genera porque en el inciso 1 de éste artículo, la sanción a la compra de cosa propia
sería la inexistencia o la nulidad absoluta por falta de causa y en cualquiera de éstos casos, no
cabe el saneamiento por ratificación de las partes, pero el inciso final del Art. 1816 da a entender
que si puede haber saneamiento por ratificación de las partes.
Esta explicación ha sido criticada, señalándose que ya en el proyecto inédito de 1855 ésta
disposición figuraba cómo un solo artículo, lo que estaría demostrando que la intención del
legislador era que las partes pudiesen modificar no sólo el tema de los frutos, sino que además la
ineficacia de la compra de cosa propia.
Además se señala que éste tema no es completamente ajeno al código y que es posible identificar
otras situaciones en que la ausencia de un requisito de existencia que genera nulidad absoluta o
inexistencia también puede sanearse por ratificación de las partes. Esto es lo que ocurre por
ejemplo con los Art. 672 y 673 ubicados a propósito de la tradición, en los que se permite sanear
por ratificación una tradición en que faltó la voluntad del tradente y/o la voluntad del adquirente.
• Prescripción adquisitiva: hay posesión, será necesario que transcurra el tiempo y que
concurran los demás requisitos legales.
• Por ratificación del verdadero dueño: en principio ésta venta de cosa ajena le es
inoponible, pero nada obsta a que el verdadero dueño pueda ratificar, la compraventa en
cuya celebración no intervino. Según el Art. 1818, se mira al comprador cómo verdadero
dueño desde la fecha de la compraventa.
• Que el vendedor adquiera el dominio con posterioridad, según el Art. 1819 en éste caso
se mira al comprador cómo verdadero dueño desde la fecha de la tradición.
Problema:
¿Puede el comprador demandar la resolución del contrato por aplicación del Art. 1489?
La respuesta va a depender del contenido que se asigne a la obligación de entregar que recae
sobre el vendedor.
Según el Art. 1815 el verdadero dueño cuenta con esta acción mientras no se extinga por el
transcurso del tiempo, la prescripción de la acción reivindicatoria se sujeta a las reglas de la
prescripción de las acciones propietarias del Art. 2517.
3) EL PRECIO
La obligación de pagar el precio que pesa sobre el comprador constituye la contraprestación que
debe realizar el comprador frente a la obligación del vendedor de hacer entregar material y jurídica
de la cosa.
Si el comprador no se obliga a pagar el precio a su obligación le falta el objeto, y si no hay
obligación del comprador por falta de objeto según la teoría clásica a la obligación del vendedor le
Requisitos.
El precio es un elemento de la esencia del contrato de compraventa porque sin él, o el contrato de
compraventa es nulo o degenera en otro distinto. Como tal debe reunir ciertos requisitos o
condiciones:
1.- Consistir en dinero: Según el Art. 1893 por definición el precio es dinero, pero ello no significa
que necesariamente deba pagarse en dinero; basta con que se fije en dinero pero nada obsta a
que se pueda pagar con una cosa distinta del dinero a través de una dación en pago.
De pagarse el precio de la compraventa con otra cosa distinta que dinero el contrato deriva en otro
distinto, y podrá ser una permuta o una dación en pago, si la sustitución del precio, en este último
caso, por una cosa deriva del acuerdo de las partes, y con posterioridad a la celebración del
contrato de compraventa.
Si el precio se pacta parte en dinero y parte en una cosa distinta del dinero, según el Art. 1794 hay
que distinguir:
2. El precio debe ser real: Esta condición dice relación con la circunstancia que el precio sea
efectivamente una suma de dinero que se pague por la cosa, de forma tal, que el precio simulado o
fingido es irreal, por lo que no cumple este requisito.
3. El precio debe ser serio: El precio debe ser serio, en el sentido que no debe ser irrisorio. El
precio que se entrega a cambio de una cosa, además de tener que entregarse efectivamente,
debe guardar cierta relación con el valor de la cosa, lo que no significa atribuir al precio la calidad
de justo.
No es necesario que el precio sea justo, la falta de equivalencia entre el valor del dinero y el valor
de la cosa vendida en principio no afecta la validez de la compraventa, sino en ciertos y
determinados casos, que son tratados por el código como lesión enorme.
1. Aspectos previos
Desde luego se aplican al contrato de compraventa las normas generales relativas a la capacidad,
según las cuales, para la celebración del contrato de compraventa se exige capacidad de ejercicio
(aquella capacidad suficiente para que una persona pueda ejercer por si misma los derechos y
obligaciones.)
En materia de compraventa la regla general, es la capacidad, de forma tal, que toda persona es
capaz de celebrar la compraventa, salvo que la ley declare inhábiles.
Fundamento:
• El legislador no acepta el contrato de donaciones irrevocables entre cónyuges. El
Art. 1138 inciso 2 señala que las donaciones entre cónyuges siempre se
consideraran como donaciones revocables, si el legislador permitiese la
compraventa entre cónyuges sería muy fácil burlar el Art. 1138 pues bastaría con
disfrazar la donación bajo la forma de una compraventa.
• El legislador teme que uno de los cónyuges presione indebidamente al otro para
celebrar el contrato de compraventa a un precio no adecuado.
• Si los cónyuges están casados en un régimen de sociedad conyugal habría
además una hipótesis de auto contratación que el legislador mira con desconfianza.
• El legislador teme que los cónyuges puedan coludirse para celebrar el contrato de
compraventa y de esta manera perjudicar a terceros eludiendo la garantía
patrimonial universal.
Fundamentos:
Artículo 1798
Afecta al empleado público respecto de bienes que se vendan por su ministerio y a
los jueces, abogados y funcionarios del orden judicial, para adquirir los bienes en
cuyo litigio han intervenido y que se vendan precisamente a consecuencia del
mismo litigio, aunque lo sean por pública subasta.
Observaciones:
- El código orgánico de tribunales ha hecho extensiva esta prohibición a otras
personas como fiscales judiciales, defensores públicos judiciales, relatores,
receptores y ciertos parientes de estos funcionarios.
- Para que se configure la incapacidad es fundamental que los bienes se vendan a
consecuencia del litigio.
Artículo 1799
Referida a los tutores y curadores, los que no podrán comprar parte alguna de los
bienes de su administración sino con arreglo a las normas que regulan la
administración ejercida por ellos, dentro de las cuales está como pilar fundamental
el artículo 412, que precisamente prohíbe a los tutores y curadores y a sus
parientes adquirir para sí directa o indirectamente bienes que pertenezcan al pupilo
y en general celebrar actos en los que tenga directa o indirectamente interés el
tutor o curador o sus parientes.
Artículo 1800
Señala que los mandatarios, los síndicos, y los albaceas, están sujetos en lo
relativo a la compraventa de las cosas que han de pasar por sus manos en razón
del ejercicio de sus cargos a lo dispuesto en el artículo 2144 a propósito del
mandato, según él, cual no podrá el mandatario por sí o por interpósita persona
comprar las cosas que el mandante le ha ordenado vender, ni vender lo suyo al
mandante que lo ha ordenado comprar, sino fuere con su autorización expresa.
1. ASPECTOS PREVIOS
La venta a prueba o al gusto tiene lugar cuando así se ha convenido por las partes o
cuando se trata de cosa que se acostumbran a vender bajo esta modalidad.
Venta al ensayo.
Tiene lugar cuando la cosa vendida es determinada en base a una muestra o modelo que
el comprador suministra al vendedor para que la cosa vendida reúna precisamente las
condiciones de dicha muestra o modelo.
Partiendo por las obligaciones que asumen a virtud del contrato de compraventa de acuerdo al
artículo 1824 las obligaciones del vendedor se reducen a dos: la entrega y tradición de la cosa y el
saneamiento de la misma.
i. Entrega jurídica
Contenido: En doctrina los autores no están de acuerdo en el contenido de esta entrega.
Opiniones
A) Para algunos consiste en garantizar al comprador una posesión tranquila,
pacifica, útil y duradera de la cosa vendida. (Art. 1815)
El art. 1815 al señalar que la venta de cosa ajena vale. Si el vendedor
estuviese obligado a transferir el dominio, el art. 1815 no tendría sentido.
B) Hay autores que señalan que el vendedor se obliga a transferir el dominio (Arts.
1793, 1824, 1837)
El tenor literal del art. 1793 que al definir la compraventa señala que el
vendedor se obliga a dar una cosa, y obligación de dar es aquella que
tiene por objeto transferir el dominio.
El art. 1824 señala que al referirse a las obligaciones del vendedor habla
de la entrega o tradición. Y la tradición es una entrega que implica
transferencia de dominio.
El tenor literal del art. 1837 que al referirse a la obligación de saneamiento,
señala que consiste en amparar al comprador
en el dominio. Esto solo se justifica si previamente el vendedor se había
obligado a transferir el dominio al comprador.
En relación al art. 1815, resulta obvio que la venta de cosa ajena vale.
Porque en el ciclo adquisitivo del dominio, la venta solo es el título, por sí
sola no transfiere el dominio de manera que ese vendedor que vende una
cosa ajena tendrá que obtener de algún modo la adquisición del dominio
antes de la tradición para poder cumplir con su obligación.
No existe ninguna disposición que señale que si el vendedor no ha
transferido el dominio el comprador este privado de hacer uso del
mecanismo del art. 1489.
El art. 1824 inc. 2º se remite a la reglas del título VI del libro II, es decir a
los arts. 670 y ss. del código. Por lo tanto, hay que distinguir:
(arts. 684, 686)
Los autores señalan que no es suficiente con que se haga la entrega jurídica, ya que lo
habitual es que el comprador quiera tener físicamente la cosa para poder ejercer esas
facultades de uso y goce.
Hay casos en los cuales el vendedor no está obligado a entregar materialmente la cosa, es decir,
puede retenerla y el comprador no podrá exigirla.
En ese caso el vendedor puede retener la cosa aunque no se haya fijado un plazo para la
entrega. Y el comprador solo podrá exigir la cosa pagando el precio o asegurando el
precio.
El código no tiene reglas especiales, por lo tanto, se aplican las reglas generales en materia de
pago.
a) Si las partes señalaron el lugar de la entrega, esta debe hacerse en el lugar señalado en la
convención.
b) Si las partes nada dijeron hay que distinguir:
i. Si se trata de una especie o cuerpo cierto la entrega debe hacerse donde existía la
especie o cuerpo cierto al momento de contraerse la obligación.
ii. Si se trata de una cosa genérica, la entrega debe hacerse en el domicilio del
deudor.
c) Las reglas precedentes no se alteran en caso de haber cambiado de domicilio cualquiera
de las partes.
E.- Venta de una misma cosa a dos o más personas por contratos distintos (art. 1817
relacionar con el art. 684)
El código se encarga de regular cuál de los distintos compradores será preferido por sobre los
otros, y para estos efectos establece un orden de prelación.
a) Los gastos de la venta son de cargo del vendedor por regla general, a menos que las
partes hayan estipulado otra cosa. Art. 1806
Los autores señalan que el fundamento de esta regla se encuentra en que el vendedor
ha tomado en consideración estos gastos a la hora de fijar el precio de la cosa.
i. Los gastos hechos para poner la cosa a disposición del comprador y hasta el
momento de la entrega son de cargo del vendedor.
ii. Pero los gastos hechos después de entregada la cosa son de cargo del comprador.
Con todo, las partes pueden alterar estas reglas. (Art. 1825)
1. La cosa vendida
Los autores comentan que esta regla del art. 1816 es excepcional, ya que la regla general
es que los frutos pertenezcan al dueño, y en estos casos el comprador aún no es el dueño,
porque no ha tenido lugar la tradición.
Según el art. 1550 y el 1820 el riesgo es de cargo del acreedor. En principio esta misma regla es
aplicable a la compraventa, y por lo tanto, entendemos que el riesgo es de cago del comprador.
Sin embargo en materia de compraventa la teoría de los riesgos presenta algunas particularidades.
Excepciones:
3. Compraventa al gusto. El riesgo corre por cuenta del comprador sólo a partir de que éste
haya expresado su agrado por la cosa.
H.2. Formas en que puede venderse un predio rustico (art. 1831 inc.1)
El art. 1831 inc. 2º da a entender que constituye la regla general, pero en realidad es excepcional.
De manera que para que se entienda que la venta es en relación a la cabida hay que cumplir los
siguientes requisitos:
i. Que en el contrato se indique la cabida.
ii. Que sea un elemento determinante en el contrato.
iii. Que el precio dependa de la cabida o superficie del predio rustico.
iv. Que las partes no hayan señalado que les es indiferente la mayor o menor cabida
del predio rustico. (que las partes no hayan renunciado a las acciones que
derivan de la diferencia de la cabida real y la declarada)
2. Que la cabida real sea mayor que la cabida declarada. En este caso hay que distinguir:
i. Si la cabida real no es mucho menor que la cabida declarada, se entiende que la cabida
real no es mucho menor cuando el precio de la cabida que falta no excede de la
décima parte de la cabida declarada.
2
Por ejemplo, la cabida declarada son 100 mt a un valor de
2
100.000.000, y la cabida real es de 95 mt , el precio de lo que falta son 5.000.000.
Esto lo debo comparar con la decima parte del precio de la cabida declarada, y debo
ver si excede o no, y en este caso no lo excede, ya que la decima parte serian
10.000.000 y este es menor.
Para saber si es o no mucho menor hay que calcular el precio de lo que falta, como
2,
faltan 5 mt el precio de lo que falta son 5.000.000 que debemos comparar con la
decima parte del precio de la cabida declarada. En nuestro ejemplo con 10.000.000
de pesos. Como el precio de lo que falta no excede a la decima parte, del precio de la
cabida declarada, lo que falta no es mucho menor.
Efecto: El vendedor debe sufrir una disminución proporcional del precio. El código
plantea como alternativa, que el vendedor complete la cabida, pero en la práctica esto
es poco probable. De manera que se entiende que la regla es la disminución
proporcional del precio.
Efectos: en este caso surge un derecho optativo para el comprador quien puede
elegir entre:
o Aceptar una disminución proporcional del precio
o Desistirse del contrato con indemnización de
perjuicios.
La venta se hace ad corpus o como cuerpo cierto, cuando la cabida no se expresa dentro del
contrato o sólo se indica como un dato ilustrativo.
Observación:
Cuando se venden ad corpus se renuncian a las acciones que derivan de las diferencias de
superficies.
Esto no tiene aplicación práctica: quién tiene interés una superficie, la hace medir con antelación y
esa medición según la firma topográfica. Mantiene vigencia práctica la venta ad corpus cuando sea
difícil determinar la superficie o un precio que se fije por metros cuadrados.
Problema
b) La mayoría de los autores entiende que si puede haber venta sin señalamiento
de deslindes, porque la exigencia del art. 78 es para la inscripción, o sea, para
la tradición, pero la compraventa solo es el título. En consecuencia puede
haber una venta sin señalamiento de deslindes y para los efectos de la
inscripción, puede otorgarse una escritura complementaria, con tal que conste
por escritura pública.
Prescripción.
El art. 1834 establece una prescripción de corto tiempo. Un año contado desde la entrega,
este el plazo de prescripción de las siguientes acciones:
a) Acción del vendedor para que el comprador aumente proporcionalmente el precio.
Regla especial
El art. 1835 señala que las reglas especiales de los arts. 1832 y 1833 se aplican a
cualquier todo o conjunto de efectos o mercaderías. Por ejemplo si se venden 100 cabezas
de ganado en un millón de pesos y faltan o sobran cabezas de ganado.
Problema
¿Qué ocurre si estamos frente a la venta de un predio urbano y lo que se entrega es
diverso de lo que reza el contrato?
Art. 1834, 1832, 1833
Según el art. 1834 las acciones dadas en los dos artículos
precedentes, prescriben en un año.
Los dos arts. precedentes son los arts. 1832 y 1832 y ambos hablan de
predios, sin distinguir entre urbanos y rústicos.
Lo anterior podría hacernos pensar que estas dos disposiciones
también son aplicables a los predios urbanos, porque si el legislador no
ha distinguido no cabe al intérprete distinguir.
Sin embargo, esta forma de razonar no es correcta, porque de acuerdo
al art. 1831 es la venta de predios rústicos la que puede hacerse en
relación a la cabida o como especie o cuerpo cierto. Y además, como
estas disposiciones están ubicadas a propósito de la obligación de
entrega, debe entenderse que solo resultan aplicables a los predios
rústicos.
Tratándose de los predios urbanos, si no hay concordancia entre lo
que se entrega y lo que reza el contrato, cabe hacer uso del
mecanismo del art. 1489.
Observación
A. Aspectos previos
La obligación de entregar importa hacer poseedor al comprador, y esta posesión debe permitir al
comprador usar y gozar de la cosa tranquila y útilmente.
• La posesión no será tranquila, cuando terceros hagan valer derechos sobre la cosa
vendida. Se trata por ende, de turbaciones de derecho y no de hecho.
• La posesión será inútil cuando la cosa adolece de defectos que hacen que sea
inadecuada para el objeto que se tuvo a la vista al tiempo de contratar.
B. Concepto
La obligación de saneamiento es aquella que recae sobre el vendedor, y que consiste en amparar
al comprador en el dominio y posesión pacifica de la cosa vendida y de responder de los vicios
ocultos llamados vicios redhibitorios.
C. Objetivos
2.- Responder los defectos ocultos, llamados vicios redhibitorios (saneamiento de los vicios
redhibitorios u ocultos.)
D. Características
1.- Esta obligación es de la naturaleza del contrato de compraventa, ya que si las partes nada
dicen, se entiende incorporada sin necesidad de una clausula especial. Pero las partes fácilmente
pueden excluirlas sin que con ello se afecte la eficacia del contrato y sin que degenere en un
contrato diferente.
2.- Se trata de una obligación eventual, porque solo se hace exigible si se producen determinados
acontecimientos.
Esta obligación de saneamiento se inserta dentro de las obligaciones de garantías que derivan del
contrato de compraventa, como contrato oneroso.
Es aquella obligación de garantía que pesa sobre el vendedor y que tiene por objeto amparar al
comprador en la posesión tranquila de cosa vendida, frente a turbaciones de derecho que ejerzan
terceros.
1.- Las turbaciones de derecho importan el ejercicio por parte de terceros de acciones
judiciales mediante las cuales pretende derechos sobre la cosa.
2.- Las turbaciones de hecho, en cambio, son aquellos actos de terceros que importan
perturbación de la tenencia material que el comprador tiene de la cosa vendida.
3.- El saneamiento de la evicción sólo tiene por objeto amparar al comprador frente a
turbaciones de derecho, de forma tal si el comprador es privado de todo o parte de la cosa
por hechos materiales, no hay evicción; si en cambio, el comprador es privado todo o parte
de la cosa, como consecuencia de una acción ejercida por el tercero a virtud de la cual, se
le reconoce un derecho sobre la cosa, hay lugar a la evicción.
v. Concepto de evicción
Es la privación que experimenta el comprador del todo o parte de la cosa comprada en virtud de
una sentencia judicial por causa anterior a la venta.
La privación será total, si el derecho que pretende el tercero de la cosa lo sea sobre
toda ella, como por ejemplo, su derecho de dominio que hará valer a través del
ejercicio de la acción reivindicatoria.
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La privación será parcial, cuando el derecho que el tercero pretenda sobre la cosa
se refiera a derechos limitativos del derecho de dominio, de que es titular el
comprador: una servidumbre, usufructo.
2. SENTENCIA JUDICIAL.
La evicción supone la existencia de un juicio que debe culminar con la dictación de una
sentencia, que prive total o parcialmente al comprador de la cosa comprada. Este
elemento, genera las siguientes consecuencias:
i. Los reclamos extrajudiciales no hacen exigibles la obligación de
saneamiento de la evicción.
Problema
R.: Los autores señalan para resolver esta contradicción que la referencia al caso en
que no se dicta la sentencia de evicción, se refiere al caso en que el vendedor citado de
evicción comparece al juicio y se allana. En este caso, de todas formas debe dictarse
sentencia, pero esta será declarando la evicción y no obstante ello, como el vendedor
se ha allanado el plazo se cuenta desde la restitución.
Por causa anterior al contrato vamos entender aquél hecho o situación que sirve de
fundamento jurídico a la pretensión de derecho que hace valer el tercero sobre la cosa
vendida.
Oportunidad para citar de evicción: dentro del término de emplazamiento, antes de contestar la
demanda.
Quienes pueden ser citados de evicción: al vendedor, y a quienes este hubiese podido citar si
hubiere permanecido en posesión de la cosa.
Como el comprador puede citar a evicción, no sólo a su vendedor sino que a cualquiera de los
anteriores en forma indefinida, los antecedentes podrán referirse no sólo al contrato de
compraventa respectivamente sino aquellos anteriores que está siendo citado a la evicción.
Se requiere acreditar la calidad de vendedor objeto de evicción para poder citarle al juicio.
A) No comparece
En este caso, vencido el término para contestar, el juicio continuará y el vendedor citado a
evicción se hará responsable de la evicción para el caso que ésta se produzca, salvo que
se haya acogido la demanda del tercero por no haber opuesto el comprador excepciones
personales suyas, como la prescripción adquisitiva, esto es, excepciones que solo el
comprador podía oponer.
B) Comparece
Cuando el vendedor no cumple con su obligación de defensa o habiendo cumplido, no logra evitar
que la evicción se produzca esta obligación de defensa inicial se transforma en la obligación de
indemnizar al comprador por la evicción producida.
Cuando cumplió con su obligación, no está obligado a reparar los daños al comprador la
interposición de la demanda en su contra, sino en cuanto dicha demanda fuere imputable a su
hecho o culpa.
INDEMNIZACIONES.
SI LA EVICCIÓN ES TOTAL.
Por ejemplo: cuando el tercero a través de una acción reivindicatoria reconozca la calidad
de propietario de la cosa y sea entonces reivindicada de manos del comprador, la
obligación de indemnizar del vendedor comprende:
1. La restitución del precio a que el comprador se vio obligado a pagar a virtud del
contrato.
Ahora bien, si la cosa vale menos por deterioros de que el comprador se ha aprovechado,
entonces, el vendedor tendrá derecho a la rebaja del precio.
2. El pago de las costas, solo en cuanto el comprador las haya pagado. Por ejemplo:
los gastos de notaría, gastos de inscripción que pueden llegar a ser cuantioso en relación
al previo de venta del inmueble.
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3. El pago de los frutos.
Se refiere aquellos que el comprador hubiere sido obligado a restituir al dueño según las
reglas de las prestaciones mutuas, particularmente si es considerado poseedor de mala fe,
no debe aquellos posteriores, el vendedor, a su allanamiento a la evicción y percibidos
durante el juicio, por el comprador que se empeño en continuarlo.
4. El pago de las costas del juicio que el comprador hubiere sufrido a consecuencia y
con motivo de la demanda intentada por el tercero. Nuevamente se excluyen de estas
cosas aquellas causadas con posterioridad al allanamiento que el vendedor hizo de la
evicción. Si el vendedor se ha allanado a la demanda no es obligado al pago de las costas
que haya sufrido el comprador en razón de su decisión de continuar el juicio.
El vendedor de mala fe es obligado al pago del total del aumento. Si el aumento del valor
4
de la cosa que ha sufrido, estando en el poder del comprador se ha debido a mejoras , el
vendedor de buena fe es obligado a rembolsar al comprador aquellas mejoras necesarias
y útiles que haya hecho el comprador y que no hayan sido abonadas por el tercero que
obtuvo sentencia favorable.
SI LA EVICCIÓN ES PARCIAL.
Naturalmente que el alcance y dimensión va depender de la magnitud de la evicción:
En este caso, el comprador tiene derecho por una parte a la rescisión del contrato.
Si ejerce este derecho, el comprador debe restituir al vendedor la parte de la cosa vendida
no evicta, considerándose como poseedor de buena fe al comprador.
Por su parte, el vendedor frente la rescisión del contrato que ha optado el comprador, debe
restituir el precio y abonar los frutos que el comprador se vio obligado a pagar por la parte
evicta.
1. Renuncia.
2. Prescripción.
3. Casos en que la ley así lo dispone.
1. Renuncia.
Cesa la obligación de restituir el precio si el comprador compro la cosa a sabiendas de que era
ajena o si al comprarla tomo sobre sí expresamente el riesgo de evicción especificándolo.
Reglas de la renuncia
a) Si el vendedor conoce la causa de evicción es un vendedor de mala fe, de manera
que el pacto en que se exime al comprador es nulo.
b) Si el vendedor no conoce la causa de evicción, es un vendedor de buena fe, pero
de todas formas el vendedor debe restituir el precio.
2. Prescripción.
Si el comprador ha sufrido otros perjuicios y quieren que sean indemnizados, ¿en qué plazo
prescribe la acción indemnizatoria?
i. Tratándose de las ventas forzadas. En este caso el vendedor solo está obligado a
reembolsar el precio que haya producido la venta, pero la indemnización no
cubre los demás rubros.
i. Aspectos previos
A virtud de ella, el vendedor puede ser obligado a responder por los defectos ocultos de la cosa, a
virtud de haber incumplido su obligación derivada del contrato de compraventa consistente en la de
procurar al comprador la posesión útil de la cosa vendida.
Son aquellos de que adolece la cosa comprada al momento del contrato, que ignorado por el
comprador hace que dicha cosa no pueda ser usada conforme a su naturaleza, o bien, si lo
permite, solo presta un servicio imperfecto
Son aquellos que hacen que la cosa sea inútil o que aminoran su utilidad habida consideración a
los servicios a que naturalmente está llamada a cumplir la cosa.
1. COETÁNEO A LA VENTA
Dice relación con que el vicio o defecto debe existir o haber existido al tiempo del contrato.
Para estos efectos, basta que el vicio o defecto haya existido en germen al tiempo del
contrato, aún cuando, se haya manifestado con posterioridad
2. GRAVES
Dice relación con la necesidad de que a virtud de estos defectos o vicios, la cosa no sirva
para su uso natural o sólo sirva imperfectamente, de forma tal que haga presumir que el
3. OCULTOS.
Es preciso que el vicio o defecto no haya sido manifestado por el vendedor, ni ignorando
por el comprador sin su grave negligencia o que el comprador no haya podido fácilmente
advertirlo en razón de su profesión u oficio.
OBS.: Nada impide a las partes, otorgar o conferir el carácter de redhibitorio, aquellos
vicios o defectos que naturalmente no reúnan estas condiciones.
a) Acción redhibitoria: es aquella que tiene por objeto que se declare la resolución del
contrato de compraventa. En consecuencia, en cuanto a su naturaleza jurídica, es una
acción resolutoria.
b) Acción quatiminoris: es aquella que tiene por objeto obtener una disminución el precio. En
este caso el contrato de compraventa subsiste, solo que el comprador deberá pagar un
menor precio, o si lo había pagado íntegramente, podrá solicitar la restitución del exceso.
c) Acción indemnizatoria: solo procede cuando el vendedor conocía los vicios y no los
declaro, o si por su profesión u oficio debía conocerlos. Con todo no procede la acción
indemnizatoria, si el vendedor no conocía los vicios y también si no debía conocerlos, en
razón de su profesión u oficio.
Si la cosa ha perecido por un defecto inherente a ella, nuevamente nace la opción del
acreedor, ya en orden a pedir la rescisión del contrato o la rebaja proporcional del precio
en ambos casos de indemnización siempre que el vendedor este de mala fe en razón de
su profesión u oficio.
Si el objeto vendido consta de varias cosas, sólo habrá lugar a la acción redhibitoria por la
cosa viciosa y no por el conjunto, salvo que aparezca que no se habría comprado esa
cosa, sin el conjunto.
1. LA RENUNCIA.
Siendo la obligación de saneamiento una obligación de la naturaleza del contrato, las partes
pueden excluirla, pero para que este pacto de irresponsabilidad sea valido el vendedor debe
estar de buena fe, es decir, debe ignorar la existencia de los vicios. Solo en tal caso, el
vendedor quedara liberado de responsabilidad.
Se entiende que está de mala fe si conocía de los vicios o debía conocer de ellos en razón de
su profesión u oficio y no los dio a conocer al comprador.
2. PRESCRIPCIÓN.
a) Acción redhibitoria
Sin perjuicio de reglas especiales, que establece los artículo 18 y 19 ley general de urbanismo
y construcción por vicios en la construcción, acción que prescribe al término de 5 años.
Observaciones
El código señala que estos plazos pueden ampliarse o restringirse por disposiciones
especiales, o por la voluntad de las partes, esto es excepcional, ya que lo normal, es
que sea la ley la que establezca los plazos de prescripción.
Estos plazos se cuentan desde la entrega real. Se entiende por entrega real la
entrega física, porque solo a partir de ese momento el comprador estará en
condiciones de darse cuenta de la existencia de estos vicios.
Estos plazos de prescripción son muy breves, es por esta razón, que el art. 1867
señala que prescrita la acción redhibitoria todavía podrá reclamarse la acción
quantiminoris y la acción indemnizatoria.
b) Acción quantiminoris:
a) Tratándose de bienes muebles prescribe en 18 meses.
b) Tratándose de inmuebles prescribe en 1 año.
Observaciones
Puede ser que se compre una cosa para mandarla a un lugar distante, en ese caso la acción
quantiminoris prescribe en 1 año contados desde la entrega al consignatario, más el término
de emplazamiento. Con todo, esta regla solo se aplicará si el comprador en el tiempo
c) Acción indemnizatoria
1. Algunos autores señalan que a falta de norma especial se aplican las normas
generales en materia de prescripción.
2. Otros señalan que la acción indemnizatoria prescribe junto con la acción a que
accede.
Argumentan señalando que el art. 1867 al referirse a la acción indemnizatoria señala
según las reglas precedentes, y dentro de esas reglas precedentes esta el art. 1866
que establece el plazo de prescripción de la acción redhibitoria.
4. Si la cosa vendida se compone de varias cosas, por ejemplo se vende ganado, solo
procede la acción redhibitoria en relación a la cosa viciosa y no respecto de las demás cosas,
menos que sea de presumir que no se hubiese comprado el conjunto sin la cosa viciosa.
A. Concepto de precio
El cumplimiento de esta obligación se rige por las reglas generales relativas al pago.
i. Debe estarse primeramente al lugar estipulado por las partes. ii. A falta de estipulación
debe cumplirse en el lugar que deba efectuarse la entrega de la cosa.
A partir de esto se entiende que si las partes nada han dicho en relación al momento en
que se debe pagar el precio, pero estipularon un plazo para la entrega de la cosa,
automáticamente ese mismo plazo rige para el pago del precio.
El art. 1872 plantea que el precio debe pagarse al momento de la entrega, es decir, ambas
obligaciones deben cumplirse simultáneamente, pero ¿Cuál de ellas debe cumplirse
primero?
a) El código al definir la compraventa en el art. 1793, parte señalando que una de las
partes se entrega a dar una cosa. Esta redacción no sería accidental, sino que la
intención del legislador es que primero se cumpla con esta obligación del vendedor
de entregar la cosa.
En ese caso puede hacerse autorizar por el juez para depositar el precio hasta que el
vendedor haga cesar la turbación o afiance las resultas del juicio. En este caso el
comprador puede solicitar al juez que sea designado el mismo como depositario, con las
responsabilidades que ello implica.
Según el art. 1873 si el comprador ha sido constituido en mora, el vendedor puede exigir:
1. El precio, o sea, ejercer la acción de cumplimiento más la indemnización de
perjuicios.
2. La resolución, es decir, ejercer la acción resolutoria más la indemnización de
perjuicios.
Como el art. 1873 exige constitución en mora el vendedor tiene que haber entregado la
cosa, estar llano a entregarla, tener una condición suspensiva pendiente o un plazo
suspensivo pendiente.
Fuera de estos casos, si el vendedor no ha entregado la cosa, el comprador no estará
constituido en mora. Ello en virtud de la excepción de contrato no cumplido.
En principio hay que aplicar las reglas generales, con las modificaciones que establece la
ley a propósito de la compraventa. Para estos efectos hay que distinguir lo que ocurre entre
las partes, de lo que ocurre respecto de terceros.
iii. Tiene derecho a que se le restituyan los frutos, ya sea, todos los frutos si
ninguna parte del precio se hubiere pagado o en el caso de pago parcial en
proporción a la parte no pagada.
i. Tiene derecho a que se le restituya la parte del precio que hubiere pagado
en caso de haber existido un pago parcial.
ii. Tiene derecho a que se le abonen las mejoras que hubiere hecho sobre la
cosa, pero para estos efectos será considerado como un poseedor de mala
fe, a menos que pruebe que ha sufrido una disminución en su fortuna sin
culpa de su parte, de manera que le ha sido imposible cumplir con los
prometido. En este caso el poseedor de mala fe tiene derecho a las
mejoras necesarias y a las voluptuarias siempre que no dañen las cosas.
2. Efectos respecto de terceros
El art. 1876 inc. 1º se remite a las reglas generales de los arts. 1490 y 1491.
1. Si se trata de una cosa mueble la resolución solo afecta a los terceros de mala fe,
es decir, los que conocían la existencia de la condición resolutoria.
Observación
El inc. 2º del art. 1876 señala que si en la escritura de venta se deja constancia que el
precio se ha pagado íntegramente no se admitirá prueba alguna en contrario, salvo la
nulidad o la falsificación de la escritura, y solo en virtud de esta prueba habrá acción contra
terceros poseedores.
Problema
Si en la escritura de venta se señala que el precio se pago íntegramente, pero en realidad
ello no ocurrió. ¿Puede el vendedor demandar la resolución del contrato por no haberse
pagado el precio?
Se trata de una clausula que se incorpora al contrato de compraventa, en cuya virtud las
partes estipulan que el vendedor se reserva el dominio no obstante procederse a la
tradición hasta que el comprador pague el precio, o hasta que se cumpla una condición.
En el derecho comparado, esta clausula es bastante habitual ya que opera como una
verdadera garantía para el vendedor, quien sabe que seguirá siendo el dueño aunque haya
operado la tradición mientras el comprador no pague el total del precio.
El problema en nuestro país es que existen dos disposiciones contradictorias art. 680 inc. 2º
ubicado a propósito de la tradición y art. 1874 ubicado a propósito de la compraventa.
1. El art. 680 inc. 2º reconoce plena eficacia a este pacto. El efecto aparece como una
excepción a la regla general según la cual verificada la entrega por el vendedor se
transfiere el dominio aunque no se haya pagado el precio, a menos que las partes
hayan estipulado este pacto de reserva del dominio.
2. El art. 1874 señala que el único efecto que produce este pacto es la demanda
alternativa señalada en el artículo anterior, esto es, que si el comprador ha sido
constituido en mora el vendedor podrá demandar el cumplimiento o la resolución
del contrato y en ambos casos con indemnización de perjuicios.
Los autores señalan que a partir del tenor literal del art. 1874 se desprende que esta
disposición no reconoce eficacia al pacto de reserva del dominio. Es decir, no obstante
haberse estipulado el vendedor deja de ser el dueño al momento de verificarse la tradición.
Razones
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a) Si el vendedor fuese el dueño contaría con la acción reivindicatoria, pero el art,
1874 no menciona a esta acción, lo que permite afirmar que el vendedor ya no
es el dueño.
b) El art. 1873 es muy similar al art. 1489 con la diferencia que en el art. 1873 se
exige que el comprador este constituido en mora.
Si esto es así, significa que el vendedor ya cumplió con su obligación de dar, lo que
equivale sostener que ya transfirió el dominio. No obstante la existencia de este pacto.
Sin perjuicio de lo anterior, junto con la mora del comprador de recibir la cosa, el vendedor
podrá pedir: o el cumplimiento o la resolución del contrato y en ambos casos con la
1. PACTO COMISORIO.
A. CONCEPTO
B. REGULACION
Artículos 1877 y siguientes del CC, a propósito de la obligación de pagar el precio dentro
de la compraventa.
C. CLASIFICACION
Observación: Aunque en la generalidad de los autores admite este tipo de pactos dentro de
la compraventa y a propósito de una obligación distinta de pagar el precio, y aún fuera de
la compraventa a virtud del principio de la autonomía de la voluntad, no es menos cierto,
que dicha aplicabilidad general trae más de alguna discusión doctrinal, particularmente y
especialmente a propósito de la aplicabilidad del artículo 1879 a los pactos comisorios
calificados que se convengan en otros contratos distintos de la compraventa, incluso
dentro de esta pero apropósito de una obligación distinta de la de pagar el precio.
2. EL PACTO DE RETROVENTA.
A. REGLAMENTACIÓN
B. CONCEPTO
C. NATURALEZA JURÍDICA
Esta teoría ha sido criticada porque si fuese una promesa, debiera cumplir con
todos los requisitos del art. 1554, y resulta que el código no exige tales requisitos.
Argumentos
i. El tenor literal del art. 1881 que al referirse a este pacto señala que lo
fundamental es que el vendedor se reserva la facultad de recobrar la cosa vendida,
y por lo tanto, no se trata de celebrar otro contrato, ni de adquirirla en virtud de otro
contrato.
ii. El tenor literal del art. 1882 que al reglamentar los efectos de este pacto
respecto de terceros, se remite a los arts. 1490 y 1491 que a su turno reglamentan
la resolución respecto de terceros.
Observación:
El pacto de retroventa importa la condición resolutoria. El hecho futuro e incierto del cual
depende la resolución del contrato de compraventa es la opción ejercida por el vendedor
en orden a recobrar la cosa vendida. Desde este punto de vista, se trata de una condición
meramente potestativa pues consiste en un hecho voluntario del propio vendedor, a la luz
del art 1478 pudiese resultar dudosa su legalidad.
La diferencia a aquellas condiciones que se refiere el art 1478 que son las que depende de
la mera y sola voluntad de la persona que se obliga radica quizás en la circunstancia de
que algún interés puede resultar no solo para el vendedor si no para el comprador el hecho
de hacer efectiva esta facultad de recobrar la cosa vendida si se considera que el vendedor
en el ejercicio de este derecho debe a lo menos restituir el precio pagado o la suma
estipulada.
F. REQUISITOS
3. Debe fijarse un plazo para que el vendedor ejerza su derecho. Si las partes
nada dicen el art. 1885 señala un plazo máximo de 4 años contados desde la fecha
del contrato.
Efecto propio del contrato de retroventa es que se recobre la cosa vendida por el
vendedor, reembolsando al comprador la cosa estipulada o el precio de venta según sea el
caso previo ejercicio de la facultad frente al comprador.
b) Efectos respecto de terceros: Según el art. 1882 son aplicables los arts.
1490 y 1491.
Observaciones
1. El derecho que nace del pacto de retroventa es intransferible, pero
es transmisible.
3. PACTO DE RETRACTO
A. CONCEPTO
Observaciones
i. Es de la esencia de este pacto que las partes señalen que la venta se
resolverá si con posterioridad a su celebración aparece otro comprador que mejore
el precio. En consecuencia no se trata de una retractación de la oferta, porque
este pacto opera cuando la compraventa ya se ha perfeccionado.
ii. El nuevo comprador que mejore el precio deberá hacerlo en el pazo que
fijaren las partes, el cual no podrá exceder de 1 año
B. REGULACION
Observaciones:
1. Tanto respecto de las partes como en relación a los terceros este pacto de
retracto produce los mismos efectos que el pacto de retroventa dentro de los
cuales se incluye las prestaciones mutuas que debe tener lugar y reguladas a
propósito del señalado pacto de retroventa.
2. La simulación de que haya otra persona puede terminar con la nulidad por
vicio de consentimiento ya que cayó en un error que hizo que pagar un precio
mayor del que debía haber pagado.
1. ASPECTOS PREVIOS
No está consagrada como una sanción de la ineficacia de los actos jurídicos que tenga aplicación
general en nuestro Ordenamiento Jurídico.
En nuestro ordenamiento es doblemente especial porque solo tiene lugar en los casos en que la
ley específicamente la contempla y porque no significa lo mismo para esos casos. Sin perjuicio de
lo anterior, siempre descansa en una misma idea, la falta de equivalencia de las prestaciones
reciprocas de las partes.
Así entendida la lesión enorme se funda ella en el principio de la buena fe contractual que se aplica
durante todo el ITER contractual desde las tratativas preliminares hasta incluso con posterioridad al
cumplimiento del contrato.
2. REGULACION EN LA COMPRAVENTA
3. CONCEPTO DE LESIÓN
Es el perjuicio económico que experimenta una de las partes en un contrato oneroso conmutativo
como consecuencia de la desproporción existente entre sus prestaciones.
Cabe tener presente, que no toda desproporción entre las prestaciones de las partes autoriza al
derecho a intervenir. Es por esta razón que el ordenamiento solo reacciona cuando la lesión es
enorme, es decir, cuando esa desproporción excede de los límites permitidos por el legislador.
Esta es una excepción a las reglas generales en materia de nulidad, ya que por regla general
la nulidad judicialmente declarada da acción reivindicatoria contra todos los terceros
poseedores sin importar si están de buena o de mala fe, pero en este caso, no hay acción
reivindicatoria contra terceros poseedores.
Por ejemplo, justo precio 50 millones de pesos, vendedor recibe 20 millones de pesos, hay
lesión enorme. Si el comprador enajena la cosa por 40 millones de pesos, hay un exceso de 20
millones de pesos que el vendedor puede perseguir, pero la ley establece un límite para que el
vendedor pueda perseguir el exceso que es el justo precio deducido en un decima parte. En
nuestro ejemplo el límite es de 45 millones de pesos. Si el comprador ha vendido la cosa en
120 millones de pesos e, el exceso es de 100 millones, pero en este caso el vendedor no
puede perseguir los 100 millones porque excede el límite establecido por el legislador. De
manera que solo podrá perseguir los 45 millones de pesos.
5. Que la acción no se encuentre prescrita.
Cabe tener presente que tanto frutos como intereses, solo se deben desde la notificación
de la demanda de recisión por causa de lesión enorme.
Se diferencia de la nulidad ya que ella produce efecto retroactivo aquí los frutos se deben
desde la notificación de la demanda.
Observación
El vendedor no puede demandar que se le indemnicen los deterioros que hubiere
experimentado la cosa a menos que el comprador se hubiere aprovechado de ellos.
Sin embargo, puede ocurrir que el comprador haya constituido algún derecho real sobre la
cosa vendida, y en este caso si va a haber terceros, que van a ser los titulares de esos
derechos reales. En tal caso, el art. 1895 señala que el comprador debe purificar la cosa
de toda hipoteca o gravámenes que haya constituido sobre la cosa.
La ley no señala la forma en que debe purificarla, y habría que entender que hay que
examinar cada caso, por ejemplo si se trata de una hipoteca el comprador deberá cumplir
la obligación principal para que se extinga la hipoteca.
En virtud del principio de la conservación de los contratos, no obstante que se haya declarado la
recisión por causa de lesión enorme, el demandado tiene el derecho de hacer subsistir el contrato,
restableciendo el equilibrio entre las prestaciones de las partes.
Por ejemplo, justo precio 50 millones de pesos, vendedor recibe 20 millones de pesos, se
declara la nulidad del contrato.
El comprador demandado puede consentir en la nulidad o hacer subsistir el contrato
completando lo que falte hasta alcanzar el justo precio pero con deducción de una décima
parte.
Es decir, al justo precio se le deduce una décima parte, quedan 45 millones de pesos.
Como el comprador pago 20 millones de pesos, debe pagar la diferencia, o sea, 25
millones de pesos para hacer subsistir el contrato.
Por ejemplo, justo precio 50 millones de pesos, comprador pago 120 millones de pesos,
comprador sufrió lesión enorme. El vendedor demandado puede consentir en la recisión o
puede hacer subsistir el contrato, restituyendo el exceso de precio por sobre el justo precio
aumentado en una decima parte. Es decir lo primero que hay q hacer es tomar el justo
precio y aumentarlo en una decima parte 5 millones, total 55 millones de pesos, y luego se
calcula el exceso, es decir a las 120 millones se le restan los 55 millones de manera que el
vendedor solo debe restituir 65 millones de pesos.
Observaciones
1. El art. 1889 inc. 2º señala que el justo precio se refiere al tiempo del contrato.
Se entiende que se refiere a la fecha del contrato de compraventa, pero cabe recordar que
se preventa un problema si previamente se ha celebrado un contrato de promesa, porque
en la promesa también se fija un precio de compraventa.
Con todo se ha entendido que se refiere a la fecha del contrato de compraventa, porque es
este contrato el susceptible de recisión por causa de lesión enorme, y que además porque
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existe una ley especial a propósito de los predios que se venden como consecuencia de un
loteo, en la que se señala que el justo precio es el vigente a la fecha del contrato de
promesa. En consecuencia, en todos los demás casos habrá que estar a la fecha del
contrato de compraventa.
2. La determinación del justo precio es una cuestión de hecho, de manera que son
aplicables todos los medios de prueba, y los jueces de la instancia son soberanos para
determinarlo.
El medio de prueba más utilizado es la prueba pericial, pero también es útil acompañar el
avalúo fiscal, valerse de la prueba de testigos para que estos señalen en qué estado se
encontraba el inmueble a la fecha del contrato. Y también se puede recurrir a otras
escrituras de compraventas celebradas en la misma fecha y relativas a inmuebles de
similares características, como ocurre con los departamentos de un edificio.
Observaciones
1. Esta es una prescripción de corto tiempo, y por lo tanto, no se suspende.
2. La acción rescisoria por lesión enorme es irrenunciable. Art. 1892.
3. La acción rescisoria por lesión enorme es transferible
Problema
El plazo de prescripción ¿Desde cuándo se cuenta en el caso del art. 1893 inc. 2º? Este el caso en
que el comprador ha enajenado la cosa a un plazo superior al que el pago, y el vendedor reclama
el exceso.
La prescripción se cuenta desde la fecha del contrato, pero acá nos encontramos dos contratos.
La CA de Santiago ha señalado que el plazo se cuenta desde la fecha del segundo contrato, es
decir cuando el comprador enajena la cosa a un tercero, porque de sostenerse lo contrario se daría
el absurdo que ambas acciones expirarían el mismo día.
LA PERMUTA.
I. CONCEPTO
La permuta es un contrato por el cual las partes se obligan recíprocamente a dar una especie o
cuerpo cierto por otro.
III. GENERALIDADES
La definición que da este artículo, no es exacta porque no se refiere a todos los casos en los que
existe permuta, al no incluir dentro del concepto a aquel contrato por el cual se entrega una cosa a
cambio de otra y dinero, cuando la cosa vale más que el dinero.
El contrato de permuta se rige en principio y por regla general por las reglas generales de la CV, de
forma tal que se inserta al igual que en la CV dentro de los contratos consensuales y al igual que la
CV hace excepción a este consensualismo el caso que se entregue una cosa que corresponda a
un bien raíz, a derechos hereditarios, caso en los cuales se exige al igual que en la CV escritura
pública.
Dada la particularidad que presenta la permuta en relación a la CV, se entiende que cada parte es
vendedor respecto de la cosa que da en cumplimiento a la permuta, asumiendo en consecuencia
todas las obligaciones que dicha calidad conlleva a lo menos respecto de la cosa que da.
CESIÓN DE DERECHOS.
Generalidades.
Tanto los derechos reales como los personales, exceptuándose solamente los personalísimos,
pueden ser objeto de enajenaciones o transferencias. La cesión de los derechos reales sigue las
reglas de todos los contratos, con excepción del derecho real de herencia, para el cual el CC. ha
establecido normas especiales. Tratándose de los derechos personales, la ley también ha
dispuesto normas particulares en los arts. 1901 a 1908, bajo el epígrafe “De los créditos
personales”. Los arts. 1909 y 1910 regulan la cesión del derecho real de herencia, mientras que los
arts. 1911 a 1914 se refieren a los derechos litigiosos.
a) Créditos nominativos: aquellos en que se indica con toda precisión la persona del acreedor
y no son pagaderos sino a la persona precisamente designada. La cesión de estos créditos
es la única regida por el CC.
c) El Art. 1901 CC reproduce casi literalmente la regla del Art. 699 CC.
4. Formalidades de la cesión.
El sólo acuerdo no es suficiente. La cesión no tiene efecto entre cedente y cesionario sino
1
en virtud de la entrega del título (Art. 1901 CC). En caso de créditos que no constan por escrito, la
escritura de cesión sirve de título para entregar.
Es necesario que se notifique al deudor o que éste acepte la cesión (Art. 1902 CC).
Mientras ello no ocurra, el titular del crédito, frente al deudor y a terceros, sigue siendo el cedente:
el deudor puede pagarle válidamente, y los acreedores del cedente pueden embargarle el crédito.
El perfeccionamiento puede ser de 2 formas:
2) Aceptación del deudor: puede ser expresa o tácita. La tácita consiste en un hecho que
la suponga, como la litiscontestación con el cesionario, un principio de pago a éste, etc.
(Art. 1904 CC). Si es verbal, rigen las limitaciones de los Arts. 1708 y 1709 CC.
5. Efectos de la cesión.
a) Extensión de la cesión:
Art. 1906 CC. “La cesión de un crédito comprende sus fianzas, privilegios e hipotecas; pero
no traspasa las excepciones personales del cedente.” De estas excepciones personales,
se exceptúa la nulidad relativa, que puede ser alegada por el cesionario (Art. 1684 CC).
1
Que contenga la individualización del cesionario bajo la firma del cedente.
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Art. 1659 CC. “El deudor que acepta sin reserva alguna la cesión que el acreedor haya
hecho de sus derechos a un tercero, no podrá oponer en compensación al cesionario los
créditos que antes de la aceptación hubiera podido oponer al cedente.
Si la cesión no ha sido aceptada, podrá el deudor oponer al cesionario todos los créditos
que antes de notificársele la cesión haya adquirido contra el cedente, aun cuando no
hubieren llegado a ser exigibles sino después de la notificación.
Art. 1907 CC. “El que cede un crédito a título oneroso, se hace responsable de su
existencia al tiempo de la cesión, esto es, de que verdaderamente le pertenecía en ese
tiempo; pero no se hace responsable de la solvencia del deudor, si no se compromete
expresamente a ello; ni en tal caso se entenderá que se hace responsable de la solvencia
futura, sino sólo de la presente, salvo que se comprenda expresamente la primera; ni se
extenderá la responsabilidad sino hasta concurrencia del precio o emolumento que hubiere
reportado de la cesión, a menos que expresamente se haya estipulado otra cosa.”
Las reglas sobre la cesión de derechos sólo son aplicables a la segunda manera.
3. Efectos de la cesión.
a) El cesionario adquiere todos los derechos y contrae todas las responsabilidades del
cedente (Art. 1910 CC):
1) El cedente debe al cesionario todos los elementos activos de la sucesión: debe hacerle
entrega de los bienes.
2) Debe igualmente los frutos que haya percibido, los créditos que haya cobrado, los
precios recibidos por la enajenación de bienes, etc.
3) El cesionario debe reembolsar los costos necesarios y prudenciales que haya hecho el
cedente en razón de la herencia.
4) El cesionario beneficia del derecho de acrecer.
Art. 1909 CC. “El que cede a título oneroso un derecho de herencia o legado sin especificar
los efectos de que se compone, no se hace responsable sino de su calidad de heredero o
de legatario.”
Críticas:
a) Sustraer a la herencia de la clasificación de mueble o inmueble es metafísica.
b) Si la ley no ha señalado forma especial, la tradición debe hacerse de acuerdo a los bienes
que la integran.
c) La doctrina aceptada importa negar la necesidad de una tradición, pues en nada se
parece, por Ej. la petición de posesión efectiva con la tradición.
d) La falta de inscripción crea una solución de continuidad contraria al propósito del
legislador.
e) La sustracción de los inmuebles al régimen normal deja sin efecto las medidas que adopta
la ley para proteger a los incapaces.
Derechos litigiosos: aquellos derechos que son objeto de una controversia judicial, cuya
existencia es discutida en juicio (Art. 1911 inc. 2º CC). Dos condiciones:
a) Debe deducirse una demanda sobre el derecho.
b) Debe notificarse judicialmente la demanda. La notificación marca el momento a partir del
cual el derecho es litigioso.
La cesión no tiene por objeto el derecho mismo, sino la pretensión de obtener una
determinada ventaja, que el cedente cree conseguir en un litigio. La cesión versa sobre la
expectativa de ganancia o pérdida (carácter aleatorio).
4. Forma de la cesión.
5. Título de la cesión.
Puede hacerse a diversos títulos, incluso a título gratuito (Art. 1912 y 1913 CC).
6. Efectos de la cesión.
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a) Entre cedente y cesionario:
2) No debe el cedente al cesionario ninguna garantía por la suerte del juicio (Art. 1911
CC).
1) Requisitos:
i) La cesión debe haber sido a título oneroso (Art. 1913 inc. 1º CC).
ii) Debe ser invocado en el plazo perentorio del Art. 1914 CC: 9 días desde la
notificación del decreto en que se manda ejecutar la sentencia.