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En primer lugar, definiré lo que entiendo que es la medicina; en una primera aproximación, librar a

los enfermos de los sufrimientos y contener la violencia de la enfermedad, y no curar a quien ya está
vencido por la enfermedad, porque eso no lo puede hacer la medicina [ 36].
Aquí parece ya entreverse una clara toma de posición sobre los objetivos de la
medicina —curar alguna vez, cuidar siempre («liberar a los enfermos de los
sufrimientos y contener la violencia de las enfermedades»)— y sus límites:
«No curar a quien ya está vencido por la enfermedad, porque eso no lo puede
hacer la medicina» (lo que nos habla de consciencia de los propios límites,
pero también de autoprotección…).

Aulo Cornelio Celso (circa 25 a. C. - circa 50 d. C.), el naturalista


enciclopédico
romano que en su De Medicina nos ofrece un amplio panorama de los
conocimientos
médicos y quirúrgicos de su tiempo, nos ha dejado el más célebre
“panegírico” de aquel
nuevo modelo anatomocéntrico del saber médico introducido por la Escuela
alejandrina.
En él, el dilema ético sobre la licitud de seccionar no solo los cadáveres sino
también los
cuerpos de (algunos) vivos, se resolvió de forma bastante categórica:
Cuando en los órganos internos surgen dolores y diversos tipos de
enfermedades, no puede poner remedio
quien no conozca la estructura de esos órganos. Es por eso necesario cortar los
cuerpos de los muertos, escrutar
sus vísceras. Hicieron muy bien Herófilo y Erasistrato cuando, recibiendo de
los reyes hombres delincuentes
sacados de la cárcel, los seccionaron vivos, examinando, mientras aún duraba
la vida, esas partes que la
naturaleza antes tenía escondidas y, de ellas, el lugar, el color, la figura, la
grandeza, el orden, la dureza, la
blancura, la suavidad, el contacto. De cada una las prominencias, la cavidad y
en qué otra se inserta o a qué otra
da acogida. En efecto, cuando aparece un dolor interno, no podrá saber qué es
lo que duele quien no conozca la
región de cada víscera o intestino, ni lo que está enfermo podrá ser curado por
quien no sepa qué es (…). Y
más convenientemente se podrán aplicar los remedios externos si se conoce
cómo están dentro, así como su
magnitud (…). No se debe estimar cosa cruel, como muchos sostienen, buscar
los remedios para la gente
honesta de todos los siglos en el padecimiento de unos pocos
delincuentes[12].
Esa cita será probablemente suficiente para cualquier estudiante de Medicina
que se
pregunte con quién debe tomársela por tantas largas y fatigosas noches
transcurridas
sobre los libros de anatomía. Debe tomárselas principalmente con Herófilo y
Erasistrato,
porque fueron ellos los primeros que pretendieron que un médico conociera,
también de
las partes más pequeñas del cuerpo humano, «el lugar, el color, la figura, la
grandeza, el
orden, la blandura, la suavidad, el contacto». Mientras tanto,

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