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Título: Maltratos a menores alojados en un centro educativo de régimen cerrado. Algunas reflexiones sobre la
calificación legal y la cuestión probatoria.
Autor: Zurueta, Federico A.
Publicado en: LA LEY 23/10/2014, 23/10/2014, 5 - LA LEY2014-F, 56
Cita Online: AR/DOC/3474/2014
Sumario: I. Introducción. — II. El caso. Aspectos analizados en el fallo. — III. Vejaciones y apremios ilegales.
— IV. Elementos probatorios. Testimonios. Valoración. Evacuación de citas. Intimación del hecho delictivo.
I. Introducción
El fallo que se comenta, dictado por la Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional, hizo lugar al recurso de apelación interpuesto por el representante del Ministerio Público Fiscal,
revocó el auto de falta de mérito dictado por el Juez de grado y dispuso el procesamiento de los imputados como
coautores del delito de vejaciones, encomendado al a quo el dictado de las medidas cautelares que resultaren
pertinentes.
II. El caso. Aspectos analizados en el fallo
El ad quem tuvo por probado, con el grado de probabilidad necesario, que los encausados L. R. G. y P. A. I.
resultaban coautores del delito de vejaciones, previsto y reprimido por el art. 144 bis inc. 3° del Cód Penal,
cometido en perjuicio de los menores E. N. C. y G. D. B. A. alojados en el "Centro Socio Educativo de Régimen
Cerrado Manuel Rocca".
Para así resolver, tuvo en cuenta, esencialmente, los dichos aportados por tres testigos, en cuanto fueron
contestes al afirmar que los imputados intervinieron para hacer cesar la pelea que se había suscitado entre los
menores, pero ejerciendo sobre ellos una violencia innecesaria, propinándoles diversos golpes y patadas, aun
cuando la disputa ya había cesado y éstos se habían calmado.
En respaldo de ello, valoró las lesiones de los menores, verificadas por la médica del establecimiento,
aunque aclaró expresamente que podían obedecer tanto a un resultado promiscuo a causa de la gresca como a
los excesos ejercidos por los causantes.
A su vez, también tuvo en cuenta los dichos expresados por uno de los niños que afirmó que le habían
propinado golpes en la cabeza, individualizando a uno de los encausados como responsable.
En otro sentido, restó credibilidad al descargo efectuado por escrito por ambos encausados que negaron
haber ejercido violencia sobre los menores y afirmaron, en lo medular, que las testigos de la causa, integrantes
del equipo interdisciplinario civil que actúa en el instituto, no guardaban una buena relación con ellos ni querían
que permanecieran allí y por esa razón habían hablado mal para perjudicarlos. Para así concluir, el Tribunal de
Alzada entendió que nada hacía suponer que los testigos hubiesen sido mendaces por motivos de animadversión
u odio, al punto de confabularse para señalar a los dos encausados y someterlos a las consecuencias de una
causa penal.
En cuanto al encuadramiento legal de la conducta atribuida a los procesados, la Sala —como se adelantara
líneas arriba— optó por el delito de vejaciones ( art. 144 bis, inc. 3°, Cod. Penal), aclarando que se apartaba de
la calificación asignada por el juez de grado como apremios ilegales.
III. Vejaciones y apremios ilegales
Está claro que tanto las vejaciones como los apremios ilegales son delitos que atentan contra la libertad
individual (1).
Las primeras implican un tratamiento humillante para la dignidad del ser humano y afectan su decoro como
persona (2) por su carácter agraviante y por la denigración que producen (3), pueden ser tanto físicas como
morales pero siempre ilegítimas (4); mientras que los segundos son rigores, intimidaciones y malos tratos físicos
y morales utilizados contra una persona para obligarla a asumir determinada actitud (5), forzarla a confesar o
declarar algo o, en general, para influir en sus determinaciones (6), es decir, son actos dirigidos por una finalidad
(7) que trasciende a los mismos tendiente a lograr una conducta del apremiado (8).

Si bien ambos tipos penales están contenidos en la misma norma, tienen una entidad distinta que se define
por la finalidad. El apremio ilegal es comprensivo de todo tratamiento mortificante, físico o moral, que como la
vejación, disminuye cualquier rasgo de la personalidad en una persona detenida, pero ejecutado con la
finalidad de conseguir, de parte del detenido, una acción u omisión que le resulte perjudicial para sí o para otros.
La vejación, por su parte, es todo tratamiento mortificante, físico o moral, destinado a disminuir los rasgos
naturales que sustentan la personalidad y que se caracteriza por ser ejercido sobre alguien que se encuentra en
situación de indefensión derivada de su situación de encierro o sujeción (9).
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Así, la diferencia sustancial entre ambos reside en que las vejaciones apuntan principalmente a vilipendiar a
la persona y tienen su fin en la humillación en sí misma; en cambio, en los apremios, la conducta, que puede ser
vejatoria, persigue que el sujeto pasivo haga o diga algo (10).
Con respecto a los apremios ilegales, la jurisprudencia tiene dicho, por ejemplo, que "...significa oprimir,
sujetar excesivamente a alguien, afligiéndolo o tiranizándolo con medidas arbitrarias... No implica
necesariamente el sometimiento de la víctima a deliberados padecimientos" (11) .
En relación con las vejaciones las ha definido como "aquellos malos tratos físicos o morales que afectan la
dignidad o el decoro de la persona por su carácter agraviante y por la denigración que producen, por ejemplo,
escupidas, empujones, compulsivo corte de cabello, obligar a realizar trabajos denigrantes o asumir actitudes
indignas frente a terceros..." (12). También ha dicho que "las órdenes emitidas por un guardiacárcel contra un
detenido y las expresiones amenazantes constituyen vejación cuando con ellas se busca degradar al interno,
negándole su dignidad y la posibilidad de reclamo de sus derechos" (13) o que "configura el delito de
vejaciones... la conducta de los agentes policiales que... golpearon y agredieron a una persona que trasladaban
como presunto infractor.... ocasionándole... un daño en su persona pues dicho delito se configura con tratos
mortificantes para la personalidad por indecorosos, agraviantes o humillantes que tanto pueden ser actos
materiales, como empujones, o realización de tareas humillantes, es decir, exigencias indebidas" (14).
Por otra parte, con respecto al inc 3° del art. 144 bis del Cód Penal, en el que encuadró la conducta atribuida
a los imputados el Tribunal de Apelaciones en el fallo que comentamos, cuadra señalar que en cuanto prevé que
las severidades, vejaciones o apremios ilegales sean impuestos por el "funcionario público a los presos que
guarde", implica que el sujeto activo es un funcionario público que, a su vez, debe hallarse vinculado al sujeto
pasivo por una relación de guarda (celador, guardián, alcaide o director). Es decir, refiere a la tutela jurídica de
las personas arrestadas, detenidas, procesadas o condenadas, frente a los excesos a que puedan ser sometidos por
los funcionarios encargados de su vigilancia y de su cuidado mientras dure la privación de la libertad (15).
Entendemos importante destacar que la expresión "presos" utilizada por el legislador, debe ser interpretada,
a nuestro criterio, en sentido amplio —tal como ocurriera en el fallo— y por ende abarcar a cualquier persona
que se encuentre privada de su libertad, independientemente del carácter o naturaleza de tal medida.
Así, por ejemplo, en un caso cuya realidad fáctica guarda algunas similitudes con el hecho que aquí nos
ocupa, la jurisprudencia consideró que incurrió en el delito de severidades ilegales quien, desempeñándose
como celador de un instituto de menores, aplicó un cachetazo al menor cuando éste se negó a acatar una orden
impartida por él (16).
En definitiva, en ese entendimiento y en lo que respecta específicamente a la legislación de fondo, parece
acertada la calificación legal escogida por la Sala de Apelaciones, a diferencia de la aplicada por el juez de
grado.
Ello así toda vez que, por un lado, no pareciera que la conducta presuntamente desplegada por los
procesados hubiese sido cometida con un fin determinado o pretendiendo con ella algún comportamiento o
acción específicos por parte de los menores, sino que habría sido ejecutada solamente como un castigo o
humillación ilegal contra éstos; y por otro, que se encuentra debidamente acreditado que los causantes se
desempañaban al momento de los hechos como funcionarios públicos, y en tal carácter, tenían a su cargo la
custodia o guarda de los niños alojados en el Centro Socio Educativo.
IV. Elementos probatorios. Testimonios. Valoración. Evacuación de citas. Intimación del hecho delictivo.
Aclarando como cuestión preliminar excluyente que sólo contamos con las consideraciones plasmadas en el
fallo que comentamos ya que desconocemos en absoluto las constancias obrantes en el expediente, cuadra
resaltar, tal como se infiere de la reseña ya efectuada líneas arriba, que el Tribunal valoró, prácticamente como
únicas pruebas de cargo, las declaraciones aportadas por tres testigos presenciales del hecho bajo examen.
Decimos que fueron casi con exclusividad los únicos elementos probatorios considerados en ese sentido ya
que, amén de éstos, la Sala solamente citó un acta que da cuenta que uno de los menores expresó que le habían
propinado golpes en la cabeza e individualizó como su causante al imputado I. y el informe de la médica del
establecimiento acreditando las lesiones de los niños. No obstante, con respecto a este último, el propio Tribunal
relativizó su importancia probatoria al aclarar que aquellas podían obedecer tanto a la riña que habían
protagonizado como a los presuntos excesos ejercidos por los encausados.
Como se aprecia, constituyendo entonces la prueba testimonial el elemento dirimente que le permitió a la
Sala de apelaciones resolver de la manera en que lo hizo, corresponde esbozar algunos conceptos al respecto.
En ese entendimiento, hace tiempo señalamos (17) que es sabido que en el ámbito de la administración de
justicia, la testimonial resulta uno de los medios más utilizados para lograr la reconstrucción histórica de los
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hechos que se investigan. Estudios recientes han revelado que alrededor del ochenta y cinco por ciento de los
casos penales —tanto a nivel nacional como mundial— se resuelven a base de testimonios (18).
A su vez, es innegable que conforme a nuestro orden jurídico, la prueba testimonial debe ser valorada según
los principios impuestos por la sana crítica racional (19), es decir, según las reglas de la lógica, de las ciencias
(en especial de la psicología (20)) y de la experiencia común. Este sistema, que impera para la valoración de
cualquier medio de prueba en materia penal, implica que si bien el juzgador es libre para apreciar la eficacia
probatoria de los dichos del testigo, luego deberá fundamentar su decisión conforme a las reglas mencionadas.
En ese contexto, debe recordarse que para la ponderación del testimonio es menester considerar siempre el
principio general según el cual las personas se conducen con veracidad y que sólo excepcionalmente por
motivos variables apelan a la falsedad (21).
Ahora, sin perjuicio de esta presunción que parte de la veracidad como principio en la forma de conducirse
de las personas, cabe verificar en cada caso en particular la sinceridad del testimonio.
Para ello, el juzgador deberá intentar colocarse mentalmente en la situación en que se encontraba el testigo
al momento de percibir los hechos, imaginándose las condiciones en que se hallaba el mismo, remontándose y
recreando el momento, tiempo, lugar y demás circunstancias que se desprendan tanto del relato del testigo como
de las demás pruebas, aspirando a lograr así una valiosa ponderación.
Para ésta, los principales elementos a tener en cuenta son la percepción, la memoria y la deposición. De más
está decir, sin embargo, que ellas dependerán de las cualidades y aptitudes de cada persona; de las
circunstancias de modo, tiempo y lugar en que se encuentre al momento del hecho; de su situación personal,
interés o vinculación afectiva con respecto al mismo; del tiempo que hubiese transcurrido entre la percepción y
el relato; de la naturaleza del hecho y la forma que éste impacte en el ánimo del testigo y por ende en su
memoria, (22) etc.
Ahora bien, el mentado principio general de veracidad al que referimos ha sido refrendado de alguna manera
en el fallo bajo análisis en cuanto la Sala hizo especial hincapié en que "...nada hace suponer que [las testigos de
cargo] hayan sido mendaces por motivos de animadversión u odio...". Y justamente esta conclusión le permitió
al Tribunal priorizar el valor probatorio de los testimonios por sobre el descargo efectuado por ambos
imputados.
Esta situación, es decir, el hecho de otorgar prevalencia a unas versiones por sobre otras, si bien está claro
que es absolutamente razonable y ajustada a derecho, ya que precisamente ello es parte del proceso penal, esto
es, analizar los distintos elementos con los que se cuenta y en caso de contradicción o discrepancia reconocer,
fundada y objetivamente, preponderancia a unos sobre otros, lo cierto es que no advertimos de la lectura del
fallo si hubo otras circunstancias que le quitaron credibilidad a la versión exculpatoria de los imputados o si fue
simplemente que, en la contraposición, se le otorgó prevalencia a los testimonios de cargo.
Repetimos una vez más que desconocemos por completo las constancias del expediente y sólo contamos con
el texto de la resolución bajo análisis, pero entendemos que, de no haberse diligenciado, hubiese correspondido
ordenar alguna medida tendiente a corroborar o desvirtuar algunas circunstancias apuntadas por los inculpados
en su descargo.
Repárese que hay obligación de evacuar las citas aportadas por el imputado cuando éstas resulten
pertinentes y útiles (23). Y en ese sentido, corroborar si tenían algún grado de veracidad los supuestos recelos
que habrían guardado las testigos para con los causantes, según sus manifestaciones, podría eventualmente
haber tenido alguna incidencia en la valoración de sus testimonios en las condiciones descriptas líneas arriba.
Cabe recordar al respecto la postura pacífica de la doctrina acerca de que el acto de la indagatoria es
generalmente fuente de información para el tribunal, y en tanto en la misma el imputado formule
manifestaciones vinculadas con el objeto del proceso, tornará necesaria su corroboración (24).
Así "el contraste de los dichos exculpatorios con los demás elementos de juicio es una labor ineludible para
el sentenciante, en tanto "el fundamental derecho a ser oído en juicio no se satisface con la sola recepción
formal de la declaración del imputado, sino que si éste opta por declarar y expone una versión del hecho
atribuido tendiente a excluir o aminorar la respuesta punitiva, es obligación del tribunal examinar si la prueba
destruye la existencia de los hechos invocados y recién después analizar la relevancia jurídica de ellos a los
efectos de la procedencia legal de la eximente o atenuante cuya aplicación se pretende" (T.S.J., Sala Penal,
"Cortez", S. n° 14, 18/5/1998; "Ortega", S. n° 186, 14/12/2006; "Murúa", S. n° 265, 5/10/2007; entre otros). Por
ello, si el imputado ha alegado hechos o circunstancias que lo liberaban de responsabilidad, debe el Juzgador
incluirlos en su razonamiento, a los efectos de examinar si la prueba le posibilitaba destruir con certeza la
defensa esgrimida (T.S.J., Sala Penal, S. n° 64, 23/8/02, "Camacho de Gerez", cit.; "Murúa", cit.). En

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consecuencia, si dicha operación de cotejo arroja como resultado la incompatibilidad de lo declarado por el
acusado con las conclusiones que derivan de la valoración integrada de los demás elementos de prueba, no
esconde ilogicidad alguna el tener por falaces los primeros" (25).
En ese contexto y destacando una vez más —aún a título de pecar por reiterativos— que desconocemos las
medidas que pudieran haber sido ordenadas en la causa que motivara la resolución que aquí comentamos, sí
consideramos que resultaba prudente en el caso corroborar los dichos aportados en forma conteste por ambos
imputados, principalmente por cuanto ello podría eventualmente haber tenido alguna incidencia en el valor de la
prueba testimonial que a la postre resultó —como se dijo—, prácticamente la única de cargo que justificó el
procesamiento dictado en su contra.
Por otra parte, y si se quiere, sólo a título ilustrativo, creemos conveniente hacer simplemente una somera
referencia a una duda que nos inquieta, vinculada al hecho intimado a los causantes y su posterior
encuadramiento legal, y que lamentablemente no puede ser salvada con la lectura del fallo sin conocer las
constancias de autos.
Nos referimos a la circunstancia de que el Tribunal, al decidir modificar la calificación legal primigenia del
hecho examinado, refirió expresamente que a los prevenidos se les había imputado "haberles impuesto apremios
ilegales a los detenidos G.D.B.A. —de 17 años de edad— y E.C. —de 16 años de edad-".
Como se aprecia, aparentemente la conducta atribuida habría sido descripta utilizando la fórmula legal
plasmada por el legislador en la figura delictiva, pero sin detallar las circunstancias de modo, tiempo y lugar en
las que se habría desarrollado la misma.
Esto, de ser efectivamente así, amén de atentar contra el derecho de defensa de los causantes al
imposibilitarles un ejercicio efectivo del mismo, también podría suponer eventualmente una afectación al
principio de congruencia, ya que las vejaciones, por las que finalmente se dictó el procesamiento, no habrían
sido plasmadas, ni siquiera con su fórmula legal, en el hecho intimado.
Sabido es que el principio de congruencia expresa como regla que la sentencia sólo se debe expedir sobre el
hecho y las circunstancias que contiene la acusación, por las cuales ha sido intimado el acusado y, por
consiguiente, sobre aquellos elementos de la imputación acerca de los cuales ha tenido oportunidad de ser oído.
En ese sentido se expresó nuestro máximo tribunal al señalar que "...ciertamente, el principio de congruencia
exige que el hecho que se juzga debe ser exactamente el mismo que fue objeto de imputación y debate en el
proceso, es decir, aquel sustrato fáctico sobre el cual los actores procesales desplegaron su necesaria actividad
acusatoria o defensiva (Fallos: 329:4634). Sin embargo, de ello no se sigue que los cambios de calificación no
generan agravio constitucional alguno si versan sobre los mismos hechos que fueron objeto de debate en el
juicio, pues sólo se ajustarán al art. 18 de la Constitución Nacional los que no hayan desbaratado la estrategia
defensiva del acusado impidiéndole formular sus descargos (conf. Fallos: 319:2959, voto de los jueces Petracchi
y Bossert)" (26).
Ahora bien, si en el supuesto que nos ocupa, además de la expresión transcripta en el fallo, en la intimación
a los causantes se hubiera descripto en qué consistieron los maltratos que se citan simplemente con la expresión
"apremios ilegales", esto es, de qué modo se cometieron, en qué circunstancias, qué consecuencias tuvieron,
etc., no apreciamos obstáculo para encuadrar la conducta en el delito de vejaciones, tal como lo hizo el Tribunal,
ya que el comportamiento ilícito podría ser el mismo pero sólo diferenciado, como dijimos, por la presencia o
no de una finalidad.
En conclusión, estas últimas observaciones sólo responden, como advertimos, a una simple duda que se nos
presenta ante la falta de conocimiento de las actuaciones obrantes en la causa.
En ese contexto, de haberse configurado el primer supuesto aludido, esto es, que no se hubieran detallado las
circunstancias en las que se produjeron los maltratos a los menores, las mismas tendrán, al menos como mera
opinión personal, algún asidero; de lo contrario, constituirán simplemente una reflexión pero absolutamente
ajena al caso concreto de la resolución que aquí nos ocupa.
(1) Título 5, Capítulo 1° del Código Penal.
(2) BUOMPADRE, Jorge E., Derecho Penal, Parte Especial, Mave Ed. 2ª edición, T. I. p. 547.
(3) LAJE ANAYA - GAVIER, Notas al Código Penal Argentino, Marcos Lerner Ed. Córdoba, T. II Parte
Especial, p. 320.
(4) D'ALESSIO, Andrés José, Código Penal comentado y anotado, La Ley, Parte Especial, p. 303.
(5) LAJE ANAYA-GAVIER, ob. cit. p. 320
(6) Trib. Sup. Justicia Córdoba, Sala Penal, Bustamante José Ramón y otros, 24/04/1992.
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(7) BUOMPADRE, ob. cit. citando a Nuñez Ricardo, p. 551.


(8) D'ALESSIO, ob. cit. p. 303
(9) VAZQUEZ IRUZUBIETA, Carlos; Código Penal Comentado, Tomo III, ed. Plus Ultra. p. 76.
(10) LAJE ANAYA-GAVIER, ob. cit. p. 320.
(11) C. Santa Fe, Sala 1ª, Cáceres, 18/11/1973, cit. por Romero Villanueva, Código Penal de la Nación
Anotado, Legislación complementaria, Lexis Nexis, 2005, p. 506.
(12) Sup. Trib. de Justicia Resistencia, Aguilera José Luis, 22/08/1996, cit. por Romero Villanueva, ob. cit.
p. 507.
(13) Trib. Oral Criminal n° 9, Riccardo Eduardo, 16/03/2001.
(14) CNCP, Sala 1ª, Stachuk Carlos A, 28/02/2003.
(15) Cfr. LAJE ANAYA-GAVIER, ob. cit. p. 320.
(16) CNac.Crim.Corr., sala V, Barboza, Alberto J., c. 34.000, 17/12/1996, cit. por D'Alessio, ob. cit. p. 306.
(17) ZURUETA, Federico, La validez probatoria del testimonio de una menor presunta víctima de un delito
de carácter sexual, nota a fallo. Revista La Ley Noroeste, año 16, número 09, octubre de 2012.
(18) Conf. Arce, Ramón y Fariña, Francisca en "Psicología del testimonio y evaluación cognitiva de la
veracidad de testimonios y declaraciones" comp. en "Psicología Forense: manual de técnicas y aplicaciones" por
Sierra Juan C., Jiménez Eva M. y Buela Casal Gualberto, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 2006. pág. 563 y
Cafferata Nores, José I.-Holzwarth, Adriana María: "La Cuestión de la Sinceridad Intrínseca del Testimonio"
(¿Divina Chispa del Juez...o Test de la Verdad...? en "Eficacia del sistema penal y garantías procesales"
¿Contradicción o equilibrio? comp. por Cafferata Nores, José I, ed. Mediterránea, 2002, pág. 127. Citado por
Lucero Inés, "Testimonio de niños en el proceso penal", Editorial Ad-Hoc. Bs. As., 2011, p. 1 y ss.
(19) El criterio de la sana crítica racional fue introducido en los países más avanzados en la materia. Fue
Francia en el siglo XIX quien tuvo la iniciativa (ver Adip, Amado en "Prueba de Testigos y Falso Testimonio"
ed. Depalma, Bs. As. 1977 pág. 43).
(20) Según CAFFERATA NORES, José I. en "La prueba en el proceso penal" —con especial referencia a
la ley 24.984— quinta edición, ed. "Lexis Nexis" Depalma, 2003, pág. 93; CAFFERATA José I. - TARDITTI,
Aída en "Código Procesal Penal de la Pcia. de Córdoba Comentado ", Tomo I, ed. Mediterránea, 2003, pág.
493. Cabe destacar que otros autores lo restringen a la psicología (vgr. Vélez Mariconde A. "Derecho Procesal
Penal", Tomo I, segunda edición, ed. Lerner, pág. 361 y De La Rúa, Fernando "La Casación Penal. El Recurso
de Casación Penal en el nuevo Código Procesal Penal de la Nación", ed. Lexis Nexis, 2006, pág.146. Cfr.
Lucero Inés, ob. cit.
(21) Cfr. JAUCHEN, Eduardo M., Tratado de la Prueba en Materia Penal, Rubinzal — Culzoni Editores,
Santa Fe, 2002, p. 357.
(22) Con respecto a ello se ha dicho que los hechos desagradables, infortunados o traumáticos serán
inmediatamente reprimidos por la conciencia, quedando sólo escondidos en el estrato psíquico del
subconsciente , imposibilitando aquella represión el recuerdo de los mismos; solo es probable abordar ellos
mediante el psicoanálisis, método terapéutico edificado fundamentalmente por Sigmund Freud y que tiende
precisamente a la eliminación de las resistencias y represiones para poder luego mediante asociaciones o
análisis de los sueños abordar y reflotar lo guardado en el subconsciente. Cfr. Jauchen Eduardo M., ob. cit. p.
361/362.
(23) El art. 304 del Código Procesal Penal de la Nación establece expresamente que "El juez deberá
investigar todos los hechos y circunstancias pertinentes y útiles a que se hubiere referido el imputado".
(24) Véase al respecto, a título ejemplificativo, Navarro Guillermo Rafael y Daray Roberto Raúl, Código
Procesal Penal de la Nación — Análisis doctrinal y jurisprudencial, José Luis Depalma Editor, 2ª edición, T. II,
p. 894.
(25) Trib. Sup. Justicia Córdoba, Sala Penal, Juncos, Marcela del Valle p.s.a. homicidio calificado por el
vínculo —Recurso de Casación— (Expte. "J", 8/06), 02/10/2008.
(26) In re "Ciuffo" (Fallos: 330:5020).

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Voces:
AGRESION FISICA ~ PERSONA MENOR DE EDAD ~ PROCESAMIENTO ~ VEJACIONES Y
SEVERIDADES ~ VIOLENCIA
Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala IV(CNCrimyCorrec)(SalaIV)
Fecha: 05/06/2014
Partes: I., P. y otro s/ apremios ilegales a detenidos
Publicado en: Supl. Penal 2014 (octubre), 44 - LA LEY2014-E, 544 - LA LEY 23/10/2014 , 4, con nota de
Federico A. Zurueta; LA LEY 2014-F , 55, con nota de Federico A. Zurueta; DJ17/12/2014, 70 - LLO;
Cita Online: AR/JUR/33664/2014
Hechos:
Dos integrantes del cuerpo de seguridad de un centro educativo de régimen cerrado fueron indagados por
haber presuntamente propinado una violencia innecesaria sobre dos menores allí alojados, con el objeto hacer
cesar una pelea. La sentencia decretó la falta de mérito. La Cámara la revocó y los procesó por el delito de
vejaciones.

Sumarios:
1 . Dos integrantes del cuerpo de seguridad de un centro educativo de régimen cerrado deben ser procesados por
el delito de vejaciones, si se acreditó prima facie que intervinieron para hacer cesar una pelea suscitada entre dos
menores allí alojados, ejerciendo sobre ellos una violencia innecesaria, al propinarles golpes cuando la reyerta
se encontraba neutralizada; con el propósito de mortificarlos, humillarlos, o bien motivados por una represalia.
Texto Completo:
2ª Instancia.— Buenos Aires, junio 5 de 2014.
Considerando: Los convincentes argumentos desarrollados por el impugnante, aunados al actual espectro
probatorio, conducen a la revocación del auto en crisis y habilitan ya al dictado del auto de mérito previsto en el
art. 306 del Código adjetivo, independientemente de las medidas complementarias y ampliatorias que pueda
estimar conducentes el juez de grado, conforme lo ha consignado en la valoración que efectuara.
En efecto, las testigos M. F. (fs. 47/48), G. K. (fs. 49/50) y A. M. G. (fs. 51/52) fueron contestes en lo
esencial al referir que los imputados, integrantes del "Cuerpo Especial de Seguridad y Vigilancia" del "Centro
Socio Educativo de Régimen Cerrado Manuel Rocca", intervinieron para hacer cesar la pelea que se había
suscitado entre los menores E. N. C. y G. D. B. A., allí alojados, ejerciendo sobre ellos una violencia innecesaria
con el objeto de separarlos, al propinarles diversos golpes y patadas, aun cuando la reyerta se encontraba
neutralizada y aquéllos ya habían recobrado la calma. Así, la primera dijo haber visto al imputado G. empujando
y golpeando al internado C. mediante golpe con "mano abierta en la parte trasera de su cabeza", mas no pudo a
la vez reparar en el desempeño del coencausado I., ya que ambos empleados iban en sentido opuesto con los
reducidos. Por su parte, la trabajadora social K. manifestó haber observado a G. tomar al recluido de reciente
mención "levantándolo del suelo" para luego colocarlo contra una pared y asestarle "varias trompadas en el
rostro y en el torso".
También se refirió al guardia I., en cuanto "arremetió a patadas contra B. mientras éste estaba aún en el
suelo en posición fetal", para luego ser conducidos por separado presuntamente al sector de enfermería, aunque
esto no pudo afirmarlo con precisión.
Por último, la operadora socio educativa del instituto, A. G., coincide parcialmente con su compañera K. en
lo que atañe al desempeño del sindicado G., ya que pudo apreciar que tomaba al interno C. con fuerza para
colocarlo contra una pared cercana, mas no logró captar si llegó a golpearlo en dicho lugar o solo se limitó a
sujetarlo con rudeza; en cambio, no hesita en endilgarle al referido celador la posterior autoría de un puñetazo
en la parte superior de la espalda del sujetado cuando lo transportaba, momentos después, hacia un pasillo que
conduce a la enfermería y otras dependencias del instituto.
Le atribuye asimismo a I. haberse hecho cargo del joven B., al cual condujo arrastrándolo de sus brazos
hacia el mismo sector antes descripto. Estas formales declaraciones deben ser conjugadas con las actas internas
obrantes a fs. 35, 36 y 37, en tanto, si bien consisten en versiones más lacónicas que las prestadas en sede
judicial, permitieron reconstruir el suceso, junto con el informe elaborado por la directora J. G. C. dando inicio a
estas actuaciones y luego ampliado a fs. 24/25, para conducir la investigación a la etapa en que ahora se
encuentra.
Convocados los dos empleados de seguridad a quienes se dirige la imputación para prestar declaración

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indagatoria, comparecieron a dichos efectos a fs. 68 bis/ 69 vta. y 70/71 vta., optando por negarse a declarar
para luego presentar, un día después, sendos descargos por escrito con el patrocinio de la defensa oficial, los que
se encuentran glosados a fs.72/73 vta. (P. I.) y 74/75 vta. (L. R. G.).
Ambos aluden por igual a la situación conflictiva que mantienen con el equipo interdisciplinario civil que
actúa en el instituto donde ocurrieran los sucesos, integrado por las deponentes que los involucraran en el
suceso, alegando que posee una visión disímil sobre el dificultoso manejo de los menores que allí se alojan.
Dicen que las profesionales no guardan una buena relación con los guardias, desde que su concepto radica
fundamentalmente en la resocialización de los internos y difiere de la realidad diaria que sólo conocen a fondo
quienes deben lidiar, como ellos, para mantener la seguridad en el contexto de una población conflictiva y que
estas medidas son objeto de discusión y resistencia por parte de las especialistas del equipo, el que "nunca nos
quiso en el instituto, y si no lograban ponerse de acuerdo con nosotros, nos hacían la vida imposible, inclusive
ignorando nuestras recomendaciones de seguridad" "no nos querían más en el instituto, y por esa razón ahora
vienen a hablar mal de nosotros".
Por igual, niegan haber ejercido violencia excesiva sobre los niños, ni haberles propinado los golpes u otros
maltratos, estimando que las declarantes no se han pronunciado con veracidad por los motivos aducidos.
Que para ellos no resulta sencillo conjurar las frecuentes disputas que se producen entre los jóvenes y dicen
tener conciencia de que están "tratando con chicos, con lo cual, pase lo que pase nunca podemos excedernos con
la fuerza que aplicamos.
Simplemente tratamos de interceder entre ellos pero de ninguna manera estamos autorizados a aplicar fuerza
física ni estaría[n] dispuesto[s] a realizarla". Ante esta contraposición de versiones, deben priorizarse las de las
testigos de cargo, dado que nada hace suponer que hayan sido mendaces por motivos de animadversión u odio,
al punto de confabularse para señalar, bajo juramento, a los dos encausados y así someterlos a las consecuencias
de una causa penal.
Es de advertir que sus dichos difieren en algunos detalles, lo que implica que cada una de ellas volcó en su
respectivo testimonio cuanto pudo apreciar objetivamente por medio de sus sentidos, dentro de un inesperado y
violento episodio originado a raíz de la dura trifulca protagonizada por quienes resultaron ser víctimas de las
posteriores agresiones para impedir su continuidad.
Por otra parte, las lesiones verificadas por la médica del establecimiento a fs. 5 y 6 en el cuerpo de ambos
damnificados, si bien pueden responder a un resultado promiscuo a causa de la gresca que ambos
protagonizaran o bien a los excesos ejercidos por los guardias sobre ellos, deben tomarse como indicadores de
un escenario violento que, como mínimo, promoviera la reacción hostil e ilegítima de quienes tenían a cargo su
custodia.
Cabe sumar a lo dicho el contenido del acta de fs. 2, donde el menor B.A. expresó que le habían propinado
golpes en la cabeza e individualizó como su causante al imputado I.
Ahora bien, se ha caratulado desde su inicio a este expediente bajo la imputación de "apremios ilegales a
detenidos " y además intimado a los dos prevenidos al deponer a fs. 68 b is/ 69 vta. y 70/71 vta.,
respectivamente, "el haberles impuesto apremios ilegales a los detenidos G. D. B. A. —de 17 años de edad— y
E. C. —de 16 años de edad—", pero en tal sentido, vamos a diferir con la calificación seleccionada de
antemano, aun cuando la figura típica que prevé los malos tratos ejercidos sobre una persona privada de su
libertad brinda tres opciones alternativas para una idéntica punición, conforme la finalidad que persiga el sujeto
activo. De todos modos, nos inclinamos por encuadrar la conducta asumida por los encausados como
constitutiva del delito de vejaciones, pues estas consisten en "todo trato humillante que mortifica moralmente a
la persona, atacando su sentimiento de dignidad o respeto que merece como tal y con el que espera ser tratada"
(SCM., Circ. 1., Sala II, 1/12/93, "Fiscal c. P., D. E. s/ vejaciones, etc.", citada en BAIGÚN-ZAFFARONI,
"Cód. Penal y normas complementarias, Análisis doctrinal y jurisprudencial", Buenos Aires, Hammurabi, 2008,
p. 406; en igual sentido, CFCP, Sala II, C. Nº 15.264,"D.", rta. el 20/2/2014), pues aunque pesa más aquí el
menoscabo psíquico que el físico, ellas pueden estar integradas por actos materiales (conf. D.-S. P.-N. op. citada
anteriormente, p. 367) y ser tanto físicas como morales, tal como ha ocurrido en el caso bajo análisis, donde se
han conjugado estas dos opciones.
Al respecto, prestigiosa doctrina ha definido que "el vejamen puede ser físico y es un fin en sí mismo,
encamina do a producir la humillación o denigración de la víctima; el acto vejatorio se endereza a mortificar
moralmente a quien lo sufre e importa un menoscabo a la dignidad de la persona contra la cual se dirige, sin que
resulte relevante el móvil que lo haya guiado" (Dalessio, Andrés José - Divito, Mauro A., "Cód. Penal de la
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Nación. Comentado y Anotado", 2. ed., tomo II, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2011, p. 428, comentario al art. 144
bis).
Por ende, quedan en claro las acciones emprendidas por los imputados, ambos funcionarios públicos y como
tal su jetos activos especiales que tenían a su cargo la guarda o custodia de las personas que se encuentran
presas legalmente, pues apelaron a las vías de hecho con el solo propósito de mortificar o humillar a las víctimas
o bien motivados por una represalia, desde que aquéllas ya habían sido reducidas luego del incidente y no
ofrecían resistencia alguna.
En tal sentido hemos dicho, con integración diversa, que la situación de un menor internado en un instituto
es equiparable a la de "preso" mencionada en el art. 144 bis, inc 3, del Cód. Penal.
Por lo tanto, si se investigan los golpes que son propinados a quienes se encuentran en dicha condición por
parte de los celadores del internado, la calificación de vejación resulta adecuada (mutatis mutandis, C. Nº
25.550, "F., R. A. y otro s/ vejación o apremios ilegales", rta . el 23/03/2005).
También se ha dicho que "al tratarse el sujeto pasivo de un menor de edad, la conducta imputada adquiría
otra dimensión, ya que la aplicación de tales vejámenes operaba en un sentido distinto cuando a quien iban
dirigidos presentaba una menor capacidad madurativa" (CFCP, Sala II, c. Nº 15.264, "D.", de cita anterior) y
asimismo, aunque en este caso referido a las severidades ilegales, que "Un cachetazo excede, sin duda, la
facultad disciplinaria del celador" (C. 34.000-5, "B., A. J. s/ severidades ileg.", CNCC, Sala V, rta. el
17/12/1996).
Como corolario, es propicio invocar, a mayor abundamiento, a las previsiones específicas de los tratados
internacionales incorporados a nuestra carta fundamental en un pie de igualdad, tales como las que estipula el
art. 37, incisos a) y c) de la "Convención sobre los Derechos del Niño", como principio rector del trato de
personas que no han alcanzado la mayoría de edad, cuando deben ser sometidas legalmente a detención o
encarcelamiento, pues la aplicación de severidades, vejámenes o apremios ilegales opera contrariando
groseramente la norma. En síntesis, convergemos en que las características de este proceso ameritan su avance a
la siguiente etapa procesal donde, dadas las características del juicio contradictorio a las que deben añadirse la
inmediatez y las ventajas de la oralidad, las partes en conflicto podrán debatir y valorar con mayor amplitud los
hechos y las pruebas, lo cual impone dictar ahora una decisión de carácter provisorio, como lo es la prevista en
el art. 306 de la ley ritual.
En lo referente las medidas cautelares que deben disponerse en su consecuencia, es criterio de esta Sala
dejarlas a consideración del juez de la instancia anterior para ser instrumentadas.
Por todo lo expuesto, el Tribunal resuelve: I. Revocar el auto de fs. 76/80 y decretar el procesamiento de L.
R. G. y P. A. I., de las demás condiciones personales obrantes en autos por considerarlos, prima facie, coautores
del delito de vejaciones, previsto y reprimido en el art. 144 bis, inciso 3, del Cód. Penal (art. 306, C PPN). II.
Encomendar al señor juez de grado el dictado de las medidas cautelares que resulten pertinentes. Notifíquese.
Cumplido, devuélvase al juzgado de origen, donde deberán cursarse las notificaciones de es tilo, sirviendo lo
proveído de atenta nota de envío.— Mariano A. González Palazzo.— Carlos A. González.— Alberto Seijas.

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Voces:
AGRESION FISICA ~ PERSONA MENOR DE EDAD ~ PROCESAMIENTO ~ VEJACIONES Y
SEVERIDADES ~ VIOLENCIA
Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, sala IV(CNCrimyCorrec)(SalaIV)
Fecha: 05/06/2014
Partes: I., P. y otro s/ apremios ilegales a detenidos
Publicado en: Supl. Penal 2014 (octubre), 44 - LA LEY2014-E, 544 - LA LEY 23/10/2014 , 4, con nota de
Federico A. Zurueta; LA LEY 2014-F , 55, con nota de Federico A. Zurueta; DJ17/12/2014, 70 - LLO;
Cita Online: AR/JUR/33664/2014
Hechos:
Dos integrantes del cuerpo de seguridad de un centro educativo de régimen cerrado fueron indagados por
haber presuntamente propinado una violencia innecesaria sobre dos menores allí alojados, con el objeto hacer
cesar una pelea. La sentencia decretó la falta de mérito. La Cámara la revocó y los procesó por el delito de
vejaciones.

Sumarios:
1 . Dos integrantes del cuerpo de seguridad de un centro educativo de régimen cerrado deben ser procesados por
el delito de vejaciones, si se acreditó prima facie que intervinieron para hacer cesar una pelea suscitada entre dos
menores allí alojados, ejerciendo sobre ellos una violencia innecesaria, al propinarles golpes cuando la reyerta
se encontraba neutralizada; con el propósito de mortificarlos, humillarlos, o bien motivados por una represalia.
Texto Completo:
2ª Instancia.— Buenos Aires, junio 5 de 2014.
Considerando: Los convincentes argumentos desarrollados por el impugnante, aunados al actual espectro
probatorio, conducen a la revocación del auto en crisis y habilitan ya al dictado del auto de mérito previsto en el
art. 306 del Código adjetivo, independientemente de las medidas complementarias y ampliatorias que pueda
estimar conducentes el juez de grado, conforme lo ha consignado en la valoración que efectuara.
En efecto, las testigos M. F. (fs. 47/48), G. K. (fs. 49/50) y A. M. G. (fs. 51/52) fueron contestes en lo
esencial al referir que los imputados, integrantes del "Cuerpo Especial de Seguridad y Vigilancia" del "Centro
Socio Educativo de Régimen Cerrado Manuel Rocca", intervinieron para hacer cesar la pelea que se había
suscitado entre los menores E. N. C. y G. D. B. A., allí alojados, ejerciendo sobre ellos una violencia innecesaria
con el objeto de separarlos, al propinarles diversos golpes y patadas, aun cuando la reyerta se encontraba
neutralizada y aquéllos ya habían recobrado la calma. Así, la primera dijo haber visto al imputado G. empujando
y golpeando al internado C. mediante golpe con "mano abierta en la parte trasera de su cabeza", mas no pudo a
la vez reparar en el desempeño del coencausado I., ya que ambos empleados iban en sentido opuesto con los
reducidos. Por su parte, la trabajadora social K. manifestó haber observado a G. tomar al recluido de reciente
mención "levantándolo del suelo" para luego colocarlo contra una pared y asestarle "varias trompadas en el
rostro y en el torso".
También se refirió al guardia I., en cuanto "arremetió a patadas contra B. mientras éste estaba aún en el
suelo en posición fetal", para luego ser conducidos por separado presuntamente al sector de enfermería, aunque
esto no pudo afirmarlo con precisión.
Por último, la operadora socio educativa del instituto, A. G., coincide parcialmente con su compañera K. en
lo que atañe al desempeño del sindicado G., ya que pudo apreciar que tomaba al interno C. con fuerza para
colocarlo contra una pared cercana, mas no logró captar si llegó a golpearlo en dicho lugar o solo se limitó a
sujetarlo con rudeza; en cambio, no hesita en endilgarle al referido celador la posterior autoría de un puñetazo
en la parte superior de la espalda del sujetado cuando lo transportaba, momentos después, hacia un pasillo que
conduce a la enfermería y otras dependencias del instituto.
Le atribuye asimismo a I. haberse hecho cargo del joven B., al cual condujo arrastrándolo de sus brazos
hacia el mismo sector antes descripto. Estas formales declaraciones deben ser conjugadas con las actas internas
obrantes a fs. 35, 36 y 37, en tanto, si bien consisten en versiones más lacónicas que las prestadas en sede
judicial, permitieron reconstruir el suceso, junto con el informe elaborado por la directora J. G. C. dando inicio a
estas actuaciones y luego ampliado a fs. 24/25, para conducir la investigación a la etapa en que ahora se
encuentra.
Convocados los dos empleados de seguridad a quienes se dirige la imputación para prestar declaración

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indagatoria, comparecieron a dichos efectos a fs. 68 bis/ 69 vta. y 70/71 vta., optando por negarse a declarar
para luego presentar, un día después, sendos descargos por escrito con el patrocinio de la defensa oficial, los que
se encuentran glosados a fs.72/73 vta. (P. I.) y 74/75 vta. (L. R. G.).
Ambos aluden por igual a la situación conflictiva que mantienen con el equipo interdisciplinario civil que
actúa en el instituto donde ocurrieran los sucesos, integrado por las deponentes que los involucraran en el
suceso, alegando que posee una visión disímil sobre el dificultoso manejo de los menores que allí se alojan.
Dicen que las profesionales no guardan una buena relación con los guardias, desde que su concepto radica
fundamentalmente en la resocialización de los internos y difiere de la realidad diaria que sólo conocen a fondo
quienes deben lidiar, como ellos, para mantener la seguridad en el contexto de una población conflictiva y que
estas medidas son objeto de discusión y resistencia por parte de las especialistas del equipo, el que "nunca nos
quiso en el instituto, y si no lograban ponerse de acuerdo con nosotros, nos hacían la vida imposible, inclusive
ignorando nuestras recomendaciones de seguridad" "no nos querían más en el instituto, y por esa razón ahora
vienen a hablar mal de nosotros".
Por igual, niegan haber ejercido violencia excesiva sobre los niños, ni haberles propinado los golpes u otros
maltratos, estimando que las declarantes no se han pronunciado con veracidad por los motivos aducidos.
Que para ellos no resulta sencillo conjurar las frecuentes disputas que se producen entre los jóvenes y dicen
tener conciencia de que están "tratando con chicos, con lo cual, pase lo que pase nunca podemos excedernos con
la fuerza que aplicamos.
Simplemente tratamos de interceder entre ellos pero de ninguna manera estamos autorizados a aplicar fuerza
física ni estaría[n] dispuesto[s] a realizarla". Ante esta contraposición de versiones, deben priorizarse las de las
testigos de cargo, dado que nada hace suponer que hayan sido mendaces por motivos de animadversión u odio,
al punto de confabularse para señalar, bajo juramento, a los dos encausados y así someterlos a las consecuencias
de una causa penal.
Es de advertir que sus dichos difieren en algunos detalles, lo que implica que cada una de ellas volcó en su
respectivo testimonio cuanto pudo apreciar objetivamente por medio de sus sentidos, dentro de un inesperado y
violento episodio originado a raíz de la dura trifulca protagonizada por quienes resultaron ser víctimas de las
posteriores agresiones para impedir su continuidad.
Por otra parte, las lesiones verificadas por la médica del establecimiento a fs. 5 y 6 en el cuerpo de ambos
damnificados, si bien pueden responder a un resultado promiscuo a causa de la gresca que ambos
protagonizaran o bien a los excesos ejercidos por los guardias sobre ellos, deben tomarse como indicadores de
un escenario violento que, como mínimo, promoviera la reacción hostil e ilegítima de quienes tenían a cargo su
custodia.
Cabe sumar a lo dicho el contenido del acta de fs. 2, donde el menor B.A. expresó que le habían propinado
golpes en la cabeza e individualizó como su causante al imputado I.
Ahora bien, se ha caratulado desde su inicio a este expediente bajo la imputación de "apremios ilegales a
detenidos " y además intimado a los dos prevenidos al deponer a fs. 68 b is/ 69 vta. y 70/71 vta.,
respectivamente, "el haberles impuesto apremios ilegales a los detenidos G. D. B. A. —de 17 años de edad— y
E. C. —de 16 años de edad—", pero en tal sentido, vamos a diferir con la calificación seleccionada de
antemano, aun cuando la figura típica que prevé los malos tratos ejercidos sobre una persona privada de su
libertad brinda tres opciones alternativas para una idéntica punición, conforme la finalidad que persiga el sujeto
activo. De todos modos, nos inclinamos por encuadrar la conducta asumida por los encausados como
constitutiva del delito de vejaciones, pues estas consisten en "todo trato humillante que mortifica moralmente a
la persona, atacando su sentimiento de dignidad o respeto que merece como tal y con el que espera ser tratada"
(SCM., Circ. 1., Sala II, 1/12/93, "Fiscal c. P., D. E. s/ vejaciones, etc.", citada en BAIGÚN-ZAFFARONI,
"Cód. Penal y normas complementarias, Análisis doctrinal y jurisprudencial", Buenos Aires, Hammurabi, 2008,
p. 406; en igual sentido, CFCP, Sala II, C. Nº 15.264,"D.", rta. el 20/2/2014), pues aunque pesa más aquí el
menoscabo psíquico que el físico, ellas pueden estar integradas por actos materiales (conf. D.-S. P.-N. op. citada
anteriormente, p. 367) y ser tanto físicas como morales, tal como ha ocurrido en el caso bajo análisis, donde se
han conjugado estas dos opciones.
Al respecto, prestigiosa doctrina ha definido que "el vejamen puede ser físico y es un fin en sí mismo,
encamina do a producir la humillación o denigración de la víctima; el acto vejatorio se endereza a mortificar
moralmente a quien lo sufre e importa un menoscabo a la dignidad de la persona contra la cual se dirige, sin que
resulte relevante el móvil que lo haya guiado" (Dalessio, Andrés José - Divito, Mauro A., "Cód. Penal de la
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Nación. Comentado y Anotado", 2. ed., tomo II, Ed. La Ley, Buenos Aires, 2011, p. 428, comentario al art. 144
bis).
Por ende, quedan en claro las acciones emprendidas por los imputados, ambos funcionarios públicos y como
tal su jetos activos especiales que tenían a su cargo la guarda o custodia de las personas que se encuentran
presas legalmente, pues apelaron a las vías de hecho con el solo propósito de mortificar o humillar a las víctimas
o bien motivados por una represalia, desde que aquéllas ya habían sido reducidas luego del incidente y no
ofrecían resistencia alguna.
En tal sentido hemos dicho, con integración diversa, que la situación de un menor internado en un instituto
es equiparable a la de "preso" mencionada en el art. 144 bis, inc 3, del Cód. Penal.
Por lo tanto, si se investigan los golpes que son propinados a quienes se encuentran en dicha condición por
parte de los celadores del internado, la calificación de vejación resulta adecuada (mutatis mutandis, C. Nº
25.550, "F., R. A. y otro s/ vejación o apremios ilegales", rta . el 23/03/2005).
También se ha dicho que "al tratarse el sujeto pasivo de un menor de edad, la conducta imputada adquiría
otra dimensión, ya que la aplicación de tales vejámenes operaba en un sentido distinto cuando a quien iban
dirigidos presentaba una menor capacidad madurativa" (CFCP, Sala II, c. Nº 15.264, "D.", de cita anterior) y
asimismo, aunque en este caso referido a las severidades ilegales, que "Un cachetazo excede, sin duda, la
facultad disciplinaria del celador" (C. 34.000-5, "B., A. J. s/ severidades ileg.", CNCC, Sala V, rta. el
17/12/1996).
Como corolario, es propicio invocar, a mayor abundamiento, a las previsiones específicas de los tratados
internacionales incorporados a nuestra carta fundamental en un pie de igualdad, tales como las que estipula el
art. 37, incisos a) y c) de la "Convención sobre los Derechos del Niño", como principio rector del trato de
personas que no han alcanzado la mayoría de edad, cuando deben ser sometidas legalmente a detención o
encarcelamiento, pues la aplicación de severidades, vejámenes o apremios ilegales opera contrariando
groseramente la norma. En síntesis, convergemos en que las características de este proceso ameritan su avance a
la siguiente etapa procesal donde, dadas las características del juicio contradictorio a las que deben añadirse la
inmediatez y las ventajas de la oralidad, las partes en conflicto podrán debatir y valorar con mayor amplitud los
hechos y las pruebas, lo cual impone dictar ahora una decisión de carácter provisorio, como lo es la prevista en
el art. 306 de la ley ritual.
En lo referente las medidas cautelares que deben disponerse en su consecuencia, es criterio de esta Sala
dejarlas a consideración del juez de la instancia anterior para ser instrumentadas.
Por todo lo expuesto, el Tribunal resuelve: I. Revocar el auto de fs. 76/80 y decretar el procesamiento de L.
R. G. y P. A. I., de las demás condiciones personales obrantes en autos por considerarlos, prima facie, coautores
del delito de vejaciones, previsto y reprimido en el art. 144 bis, inciso 3, del Cód. Penal (art. 306, C PPN). II.
Encomendar al señor juez de grado el dictado de las medidas cautelares que resulten pertinentes. Notifíquese.
Cumplido, devuélvase al juzgado de origen, donde deberán cursarse las notificaciones de es tilo, sirviendo lo
proveído de atenta nota de envío.— Mariano A. González Palazzo.— Carlos A. González.— Alberto Seijas.

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