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Dicen los arts. 3452 y 815 del Código Civil: "Los herederos, sus acreedores y todos los que tengan en la
sucesión algún derecho declarado por las leyes, pueden pedir en cualquier tiempo la partición de la herencia, no
obstante cualquiera prohibición del testador, o convenciones en contrario" y "Nadie puede ser obligado a
permanecer en la indivisión".
Ello, en virtud de que la comunión de las cosas, para el Codificador "es un estado accidental y pasajero que
la ley en manera alguna fomenta...es un estado puramente pasivo en que los copropietarios de la herencia no
están unidos sino por la cosa misma y no por su voluntad..."
Hasta ahora, las formas establecidas para realizar la partición hereditaria están establecidas en el Título VI
del Código Civil, del art. 3462 al 3475.
Esta división puede ser realizada por los herederos mediante acuerdo privado, o debe ser realizada
judicialmente cuando existen menores, incapaces o no hay acuerdo entre los herederos (art. 3465).
Previo a la entrada en vigencia de la ley 17.711 el Código establecía en el art. 3467 otra manera de realizar
la partición. Otorgaba la posibilidad de "licitar" bienes hereditarios. Este instituto vuelve a incorporarse en el
Proyecto de Código Civil.
En relación a si la inscripción de la declaratoria pone o no fin a dicha comunidad, ha sido y es materia de
controversias tanto en doctrina como en la jurisprudencia. De las conclusiones de las XXIII Jornadas Nacionales
de Derecho Civil, organizadas por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de
Tucumán, realizadas en el año 2011, autorizadas voces dentro de la doctrina actual, han indicado que: "La
inscripción registral de la declaratoria de herederos o del testamento aprobado en cuanto a sus formas, no hace
cesar la comunidad hereditaria respecto de los inmuebles y muebles registrables, porque no la transforma en un
condominio sobre dichos bienes".
Se ha dicho que "el proceso sucesorio comienza desde que se promueve el trámite para obtener la
declaratoria de herederos y, en caso de pluralidad de herederos, termina al ponérsele fin al estado de indivisión
con la partición total e inscripción de las respectivas hijuelas en el Registro o con operaciones sucedáneas,
como, por ejemplo, si se hubiesen vendido todos los bienes hereditarios (arts. 2696 y 2698 C.C.).
Para poner fin al estado de indivisión de los herederos, al proceso sucesorio y a su fuero de atracción, no es
suficiente la inscripción de la declaratoria de herederos en el Registro de la Propiedad, incluso aunque se haya
prolongado en el tiempo la comunidad hereditaria o post comunitaria (del cónyuge supérstite con los herederos
del causante), pues aquel acto registral —inscripción de la declaratoria— carece legalmente de la virtualidad de
transformar el estado de indivisión hereditaria o post comunitaria en condominio. Solamente tiene por
consecuencia exteriorizarlo, darle publicidad y es un medio de tornarlo oponible frente a terceros.
Asimismo, la declaratoria de herederos no modifica ni crea derechos reales sobre inmuebles. Dejar librada
esa modificación o creación al transcurso del tiempo y al comportamiento de los herederos y del cónyuge
supérstite, es generar inseguridad jurídica. Por consiguiente, para concluir ese estado de indivisión, aunque se
prolongue en el tiempo, sigue siendo idónea únicamente la acción de partición, y no la de división de
condominio, y es competente para su conocimiento el Juez del sucesorio. Este además, fue el criterio adoptado
por el Proyecto de Código Civil de 1998.
El nuevo Código Civil dedica el Título VIII (desde el art. 2363 al 2384) a la Partición de los bienes
hereditarios.
Como ya referimos, el artículo 2363 del Proyecto concluye con la controversia suscitada al respecto que si la
inscripción de la declaratoria de herederos pone fin a la comunidad hereditaria; los arts. 2370 y 2371 regulan la
partición privada y la judicial, siendo necesario para la privada que todos los copartícipes estén presentes y sean
capaces. Esta puede ser total o parcial. En cambio, deberá ser judicial si existen incapaces, si hay oposición de
terceros con interés legítimo a la partición privada o si no hay acuerdo entre los copartícipes.
Las conclusiones arribadas en las XXIII Jornadas Nacionales ya mencionadas parecen haber sido
recepcionadas en el nuevo Código Civil, que dirime la cuestión en su art. 2363: "Conclusión de la indivisión. La
indivisión sólo cesa con la partición. Si la partición incluye bienes registrables, es oponible desde su inscripción
en los registros respectivos".
IV. ¿Qué es la licitación?
Según el diccionario, "LICITACION" es la acción y efecto de licitar. Licitar es ofrecer el precio de una cosa
en subasta. También es: concurso, oferta, remate o puja.
Antiguamente, la "licitación" aplicada al derecho sucesorio, era interpretada por muchos doctrinarios como
sinónimo de "subasta cerrada".
Originariamente, art. 3467 establecía: "Cada uno de los herederos tiene el derecho de licitar alguno de los
bienes hereditarios, ofreciendo tomarlos por mayor valor que el de la tasación; y en tal caso se le adjudicarán
por el valor que resultare en la licitación. De este derecho no puede usarse, cuando los herederos, teniendo
conocimiento de la tasación, nada le han opuesto y la partición se ha hecho por el valor regulado de los bienes".
Según Segovia, había que pluralizar el término "alguno", lo que tuvo recepción en la reforma realizada en
septiembre de 1882, ocasión en la que se agregó una "s", a la palabra "alguno", para pluralizar el vocablo y que
sea coherente con las demás consignadas, como ser "tomarlos" y "adjudicarán", lo que sugería pensar que debía
leerse "algunos"
En consecuencia, el art. 3467 decía: "Cada uno de los herederos tiene el derecho de licitar algunos de los
bienes hereditarios, ofreciendo tomarlos por mayor valor que el de la tasación; y en tal caso se le adjudicarán
por el valor que resultare en la licitación. De este derecho no puede usarse, cuando los herederos, teniendo
conocimiento de la tasación, nada le han opuesto y la partición se ha hecho por el valor regulado de los bienes".
El Proyecto actual, mantiene la antigua redacción en singular, pudiendo leerse "cualquiera de los
copartícipes, puede pedir la licitación de alguno de los bienes de la herencia para que se adjudique dentro de su
hijuela por un valor superior al del avalúo, si los demás copartícipes no superan la oferta...." (art. 2372).
V. Antecedentes del artículo 3467 (derogado por ley 17.711)
Si bien el derogado artículo 3467 carecía de nota explicativa, es decir, no tenía citada una fuente directa, no
pueden descartarse la existencia de antecedentes que pudieron haber sido tenidos en cuenta por Vélez.
En el derecho romano ya existía la "puja o licitatio", era concebida como para un procedimiento "para
obtener la división de la cosa común" la que permitía la participación de terceros ajenos, y que podría ser
practicada de forma privada o pública. Asimismo, el Código de Napoleón (previo al Código Civil Francés de
1804), la licitación, se presume era cerrada a los coherederos o copropietarios, como una subasta privada, lo que
no pudo ser corroborado de manera exacta, dado que las fuentes se contradecían.
En el Código de Napoleón, la licitación se encontraba en los arts. 1686 y 1687 y se destacó por la
circunstancia de que podía practicarse aún cuando existieran coherederos menores. Al respecto Mercadé decía
"entre copartícipes capaces, la licitación, aún judicial se hace sin admisión de terceros, a menos que alguno de
ellos lo requiera o que se trate de un bien que nadie quiera tomar; pero si entre los copartícipes existe un menor,
los extraños siempre son llamados".
VI. Situación en el derecho comparado
En la antigua legislación Portuguesa, el Código de Freitas se pronunciaba en contra de la facultad de los
herederos para licitar entre sí los inmuebles que constituían el patrimonio del causante. El art. 1166 establecía
que los inmuebles indivisos debían ser subastados y su precio distribuido entre los causahabientes, salvo que
uno de ellos o más de éstos requieran que se les adjudiquen, contrayendo así la obligación de pagar en dinero a
los coherederos lo que exceda de su hijuela o parte.
Acorde a ello fue redactado el art. 1777 del Código de Brasil, donde la licitación sólo es factible en relación
a inmuebles que no son fácilmente partibles, y donde es necesario que los herederos soliciten licitar.
En Chile la licitación fue interpretada como una venta en remate salvo que los herederos no decidieran, para
vender los bienes excluir a terceros.
En la legislación comparada, la licitación ha sido mantenida pero no existe uniformidad en cuanto al
carácter que los distintos códigos le asignan, pero privan la tendencia de la inclusión de terceros, limitando a
supuestos de excepción, -y cuando todos los herederos siendo capaces así lo acordaran- en realizarla sólo para
los herederos.
VII. La licitación en el Código Civil durante su vigencia, hasta su derogación por la ley 17.711 de 1968. Un
poco de historia
VII.1. Procedencia
La voluntad del legislador, ha sido siempre que la distribución de los bienes hereditarios se hiciera en
especie. En virtud de ello sólo se admitía la licitación o el remate cuando: el bien era indivisible, si la división
hacía desmerecer el bien o era dificultosa de realizar, o si todos los herederos coincidían unánimemente en
llevarla a cabo.
Un aspecto importante de destacar, es que si uno de los herederos (por pequeño que sea su porcentaje),
deseaba que en la licitación participaran terceros, éstos debían admitirse.
La participación o no de terceros ocasionó una fractura dentro de la doctrina de la época.
VII.4. Publicidad
Acordado el remate y sus bases, y desde el momento en el que decidía la participación de terceros postores,
era necesario dar publicidad al acto, lo que se hacía mediante avisos.
Si entre los herederos no había incapaces, eran libres de acordar el número de publicaciones y el tiempo de
antelación al remate, pero si había herederos incapaces, debían realizarse no menos de cuatro publicaciones y
que mediare entre el primer aviso y el remate, no menos de quince días. Asi era estipulado por el antiguo art.
658 del CPCC.
La reforma de 1944 al Código Procesal, agregó el inciso 3ro. diciendo que "los avisos podrán publicarse
también en días inhábiles, los que no se descontarán para el cómputo del plazo señalado en el inciso anterior".
De fracasar el remate por cualquier motivo, si existen incapaces los plazos se reducen a la mitad, pero no
habrá reducción alguna si transcurren más de tres meses desde el día designado para el anterior remate hasta
aquel en que se solicite la nueva subasta. Así lo disponía el art. 502 al cual se remitía el art. 658 del C P C C
VII.5. El acta
En cuanto a la necesariedad de extender acta de remate, existían dos opiniones, una por la negativa y otra
por la afirmativa, que lo asimilaba al remate del proceso ejecutivo, pero en práctica, se la extendía. Si el actuario
era el secretario del juzgado, se extendía en el registro que llevaba éste como "ministro de fe", para los remates
efectuados en la sede del Juzgado. Si el actuario era un escribano, el acta se extendía en su protocolo.
En la escritura de remate, debían insertarse todo los antecedentes que permitieran dejar lo más claramente
posible el título del adquirente como eran: nombramiento del partidor, su aceptación y juramento; aprobación
judicial si hubiere procedido, personerías y acreditación de mandatos, copia del comparendo donde se acordó la
realización de la subasta y de las bases; certificados de haberse hecho las publicaciones en caso de haber
incapaces y copia del acta de remate.
VIII. Razones que produjeron la derogación del sistema
Este instituto, antes de ser derogado suscitaba desinteligencias respecto a varios aspectos.
En cuanto a la legitimación activa, Borda justificó la derogación del artículo en que la licitación colocaba a
los herederos de menos recursos en una situación de inferioridad, respecto de los más pudientes.
Según Fassi, fue el camino mas fácil par cerrar un ciclo de erróneas interpretaciones del texto redacto por
Vélez, que lo tornaba inequitativo y arbitrario en sus consecuencias pero que hubiera sido más válido darle un
mejor contenido y no proceder a su derogación. Según su entender, erró Segovia en su interpretación del art.
3467 y dada su gran autoridad y trayectoria dentro la doctrina, los subsiguientes siguieron su camino.
Para Fassi, la licitación no era una "subasta cerrada", como era entendido por la mayoría; sino que era "una
subasta provocada por uno de los coindivisos disconforme con la tasación, en la cual sería adjudicatario si
ofrecía el mayor precio, pero en puja abierta a los demás coindivisos y con extraños, lo que aseguraba que no se
beneficiaría el coheredero rico en desmedro del pobre, crítica que realizaba Borda.
Esta interpretación no tuvo acogida en la jurisprudencia subsiguiente, la que fue limitando y restringiendo
cada vez más el instituto en cuanto a su aplicación como medio para realizar la partición, declarándolo
imposible de haber incapaces o si el acervo estaba formado por un solo bien.
Habiendo incapaces, el bien debía partirse, si había posibilidad de división y adjudicación en especie, o se
sacaría a subasta pública abierta a todo postor.
IX. Interpretaciones encontradas sobre la figura
Las principales divergencias de la doctrina sobre el instituto fue la naturaleza jurídica de la licitación y
legitimación activa entre otros temas.
Al respecto, para algunos era una figura propia del derecho de familia —tesis familiarista- (Cossio, Borda)
para otros, de carácter patrimonial. Dentro de los patrimonialistas, estaban quienes la asimilaban con el remate o
pública subasta (Fassi), los que la equiparaban a una venta o remate limitado a los herederos (Alfredo C.
Rivarola- Llerena) y quienes la veían como una forma excepcional de partición en especie.
La postura que equiparaba a la licitación con un remate público, no tuvo acogida en nuestra jurisprudencia y
sólo pertenece al campo de la doctrina. Fassi fundamentó su postura en que desde su origen romano la licitación
supuso la intervención de terceros, salvo convención unánime en contrario de los herederos, presentes y
capaces.
En cuanto a la terminología, define que "licitación es la acción de licitar, y que licitar es ofrecer precio por
una cosa en subasta o en almoneda". Considera que lo definido en modo alguno excluye a terceros, y que si
Vélez hubiera pretendido darle otro significado o cambiar la noción del término lo hubiera consignado en una
nota aclaratoria, de la cual la norma carecía.
Dentro de nuestra doctrina fueron Machado y Alfredo C. Rivarola quienes manifestaron que la licitación no
debía excluir extraños en la puja, y el segundo señalaba que el error de la postura contraria (quienes alegaban
que si la partición se realizaba entre los herederos, la licitación debía seguir el mismo lineamiento), era el
confundir a la licitación con la partición, es decir el medio con el fin.
La corriente opositora sostenía que la licitación debía quedar limitada a los herederos y que la naturaleza de
la misma era similar a la de una subasta cerrada. Segovia interpretó que del art. 3467 surgía que cualquier
heredero podía pedir que se le adjudiquen directamente los bienes expresando una oferta superior al avalúo,
pero ello no se consideraba una licitación, por no existir una concurrencia de pujas y por efectuarse sólo entre
los herederos para adjudicar el bien al mejor postor.
Llerena opinaba que siendo la licitación sólo un medio de dividir la cosa entre los herederos, no era extraño
que en ese acto no intervinieran más que los herederos, y que de intervenir ellos, se convertiría en una venta y
no una licitación.
Lafaille afirma que "es una puja y que puede el heredero ofrecer más de los que a su hijuela
corresponde...los extraños son excluidos en absoluto, porque este no es un remate público, sino un incidente de
la partición"
De la evolución de la teoría de la subasta privada llegamos al presente de modo que puede considerarse a la
licitación como una derivación o una especie de ella.
Fue Fornieles uno de los pioneros en introducir el concepto de licitación como forma de partición en especie
"la licitación es simplemente el medio para corregir un avalúo defectuoso. Cuando un heredero piense que ha
estimado poco por un bien, pide que se adjudique por un precio mayor. En ello existen dos operaciones: por un
lado, se altera la tasación del bien, que queda con el mayor valor ofrecido, y por otra nace la obligación de
adjudicarlo al mejor postor". Esta postura ha sido la de mayor adhesión en la doctrina y en la jurisprudencia.
Hoy, en el Proyecto de reforma, en cuanto a la participación o no de terceros resulta clara la norma en
cuanto a su exclusión, ya que en la parte pertinente dice "Cualquiera de los copartícipes puede pedir la
licitación... si los demás copartícipes no superan su oferta. Efectuada la licitación entre los herederos, el bien
licitado debe ser imputado...."
X. Legitimación activa. La cuestión suscitada en torno a los cesionarios y Legatarios de cuota
redacción, no sea valiosa en cuanto a poder contar con una forma más para realizar la partición, máxime que
ésta, en definitiva es facultativa para los herederos, quienes pueden solicitar o no su aplicación.
XI. La reincorporación de la "licitación" en la partición hereditaria
La ley 17.711 derogó el art. 3467 que normaba el derecho a licitación de los herederos. No obstante, la
doctrina predominante, consideró que la derogación de la norma sólo impidió que se pudiera recurrir a la
licitación cuando lo exigía uno o algunos de los herederos; porque si todos ellos estaban presentes y eran
capaces, y por unanimidad decidían realizarla, no había inconveniente legal alguno en que celebren una subasta
cerrada entre ellos, porque siempre pueden partir y adjudicarse los bienes en la forma y por el acto que juzguen
conveniente, pues así los autoriza el vigente artículo 3462 del Código Civil, cuyo texto fue ordenado también
por la ley 17.711. Sin perjuicio de ello, en la práctica, no se recurría al instituto de la licitación.
El reciente Proyecto de reforma en su art. 2372 reincorpora como una alternativa más para realizar la
partición hereditaria el instituto de la licitación por considerarlo "útil a los intereses de los herederos".
Una de las grandes diferencias con el derogado art. 3467 es el reemplazo del término copartícipe por
heredero y la otra es la supresión de la prohibición de hacer ofertas que excedan el haber de la hijuela
correspondiente a cada heredero.
También se prevé que el valor licitado debe ser imputado a la hijuela del adquirente, modificándose así el
avalúo del bien.
Algo totalmente novedoso es el plazo indicado para solicitar la licitación. El nuevo Código en una veta
claramente procesalista, dispone el plazo máximo de treinta días para solicitar la licitación, contado desde la
aprobación de la tasación.
Se infiere que el período para solicitar la tasación irá desde la declaratoria y/o aprobación del testamento
hasta los 30 días de aprobada la tasación.
XII. Cierre
Para concluir el tema, podemos destacar que desde siempre la legislación en materia de sucesiones ha
querido interpretar la voluntad del causante, lo que fue y es un principio rector que ha servido para resolver e
interpretar diversas situaciones de conflicto.
Ahora bien, desde esa óptica no se nos puede escapar que todos somos "potenciales causantes", y podríamos
preguntarnos entonces, cual sería nuestra propia voluntad. Es así que muchos podrán afirmar que no será de su
agrado llegar a la instancia de que sus bienes sean subastados entre sus herederos, y menos aún, con terceros
ajenos.
En la práctica tribunalicia se observa no son numerosos los procesos sucesorios en los que se llegue a un
acuerdo particionario en especie por medio del cual cese formalmente la comunidad hereditaria, como lo hemos
visto en la teoría. Lo más frecuente es que el expediente concluya o quede sin más trámite una vez realizada la
inscripción de la declaratoria o del testamento respecto de los bienes registrables o lo que también es bastante
común, la solicitud de venta de los bienes por el sistema de tracto abreviado, para lo cual las partes proponen un
escribano de su elección.
Probablemente, de ésta situación fáctica surgió la idea de la sucesión concluía con la inscripción de los
bienes, aunque en la teoría vimos que la comunidad hereditaria no concluye con dicho acto.
Para que dentro de la tramitación de un expediente sucesorio se llegue a una partición en especie, y dentro
de esa partición se realice un incidente de licitación seguramente, además de tener que reunir los requisitos
propios establecidos por la norma, probablemente haya que adicionar al trámite los intereses diametralmente
opuestos de los herederos, a veces rivalidades particulares o internas familiares existentes entre ellos que no han
podido acordar, ni disponer, ni convivir dentro de la comunidad hereditaria y a lo que una licitación entre ellos,
puede generar más puntos de conflicto dando lugar a un sinfín de planteos e incidencias que pueden prolongar el
proceso durante años.
Si bien es obvio que de concretarse el Proyecto de reforma del Código de fondo, el próximo paso es realizar
la del Código de forma para que lo acompañe y complemente; respecto de la licitación habrá que hacerlo
cuidadosamente y de manera completa a fin de establecer claramente su ejecución, agilizar y garantizar su
efectividad, para que realmente "sea conveniente para los herederos".
Bibliogafía consultada
-Zannoni, Eduardo A. "Derecho de las sucesiones" T. II, Ed. Astrea, 4ta. Edición actualizada y ampliada,
1997.
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