Está en la página 1de 3

El fundamentalismo científico es el término que, desde el materialismo filosófico,

utilizamos para hacer referencia al sistema ideológico en virtud del cual se exagera
en demasía el papel de la ciencia en una dirección desde la cual el conocimiento
científico se nos presenta como el prototipo y paradigma total del conocimiento
humano, en algo así como el canon absoluto de la razón. Desde esta perspectiva,
todo saber que no pueda tener una base de comprobación o de fundamentación
científica es desechado bien sea como delirio teológico o religioso, bien sea como
dogmatismo político-ideológico, de modo tal que es solamente a través de “la
ciencia”, concebida unitariamente y como entidad neutral, como le es dado a las
sociedades actuales aproximarse tanto al conocimiento de la realidad como a las
metodologías y enfoques adecuados para el diagnóstico y resolución de los
problemas, y como el único criterio capaz de orientarnos en el mundo.

Lo que queda fuera del alcance científico se considera mitológico, ideológico, dogmático o, incluso,
histórico La ciencia (la razón) se opone, en definitiva, a la religión (la fe o el fanatismo).

Para el fundamentalismo epistemológico clásico o tradicional, el

conocimiento es concebido jerárquicamente, es decir que el conocimiento debe partir de una base
inamovible o verdad indubitable

desde la que se pueda soportar y justificar, a través de un proceso

deductivo, todo el edificio de nuestras creencias. Esto será posible si


se acepta solamente como verdad lo auto-evidente, es decir, si esta
base inamovible se justifica por sí misma. En este sentido, unas proposiciones
serán más básicas y servirán para justificar a las demás,
pero no sucederá el caso contrario.

Ahora bien, además del fundamentalismo clásico existen también

otras formas de fundamentalismo1

que se han clasificado como: Fundamentalismo Moderado, según el cual las creencias básicas deben

tener una justificación prima facie pero no tienen por qué resultar

infalibles, y un Fundamentalismo Débil, el cual defiende que las

creencias básicas poseen cierto grado de justificación que, aun no


siendo esta suficiente para sí mismas, ni mucho menos para sustentar otras creencias, no obstante se
complementa con alguna justificación adicional de las otras creencias, en la medida en que estas

constituyen en la formación de un sistema coherente. Así pues, estos

dos tipos de fundamentalismos modernos rechazan los supuestos del fundamentalismo clásico en lo
concerniente a que las creencias

básicas versen sobre datos sensibles, y a que las creencias básicas

deban ser ciertas.

La distinción entre los tipos de experiencia filosófica y común, de la que nos hemos
ocupado hasta el momento, puede situarse el plano epistémico, es decir que es inherente

a la posibilidad de tener conocimiento acerca de las cuestiones de hecho. La experiencia

común y la actitud prerreflexiva con la que se relaciona nos permite manejarnos en la

vida cotidiana, orientándonos en el nivel básico, que compartimos con los animales, de

buscar lo que nos da placer y alejarnos de aquello que nos causa dolor. La experiencia

filosófica, que va de la mano de una actitud reflexiva, nos permite fundamentar o


justificar afirmaciones generales acerca de fenómenos naturales y sociales, lo que puede

alcanzar el estatus de conocimiento científico. Pero Hume distingue otro plano, que no

es el del conocimiento en sentido estricto, sino el de “nuestras deliberaciones acerca de

la conducta de la vida” , vinculado con la acción, donde la

experiencia se asocia estrechamente con el ejercicio de una determinada actividad que

nos brinda, con el paso del tiempo, un conocimiento práctico que nos permite tanto

aplicar adecuadamente principios teóricos a situaciones concretas, como tomar la

decisión más acorde a una situación determinada. Podemos asociar ese tipo de

conocimiento con la prudencia [phronesis] o la sabiduría práctica, de la que hablamos

en el capítulo uno,61 aunque teniendo en cuenta que no se vincula únicamente con


cuestiones éticas, sino, de manera más general, con la capacidad de ajustar nuestro
pensamiento y conducta a una situación particular:

Este tipo de experiencia, al que llamaremos “práctico,” tiene que ver no sólo con poseer
cierta capacidad o conocimiento, sino fundamentalmente con saber aplicarlos o usarlos

correctamente. Es decir que, si bien podría ubicarse en parte dentro del plano

epistémico, se proyecta decididamente sobre el ámbito de la acción. En este caso, la

experiencia es también una guía, pero no tanto porque nos lleve a manejarnos mediante
la máxima de que el futuro se conformará al pasado: aquí no sólo se trata de suponer la
regularidad como orientación para la acción, como en el caso de la experiencia común,
sino de tener en cuenta un espectro de posibles cursos de acción que los hombres
pueden tomar en determinadas circunstancias, en función de sus distintos caracteres,
prejuicios y opiniones

También podría gustarte