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Se ha dado una tendencia en psicoanálisis a considerar los efectos del trauma, y nuestros
modos de trabajar con él, como a89nymj,.,’ k89mij,km0nolgo aislado de nuestra
comprensión y técnicas de trabajo con el conflicto intrapsíquico. Si bien se aprecian ciertas
diferencias, el autor explora, principalmente mediante ejemplos clínicos, cómo una
perspectiva integrada puede ser más útil para nuestros pacientes, especialmente en el
área de la capacidad del paciente para reivindicar sentimientos.
Sin embargo, sigo oyendo que muchos analistas enfatizan únicamente las
interpretaciones del trauma en el trabajo analítico (basadas en interferencias en el
desarrollo o en puestas en actocontratransferenciales), sin afrontar para nada sus
significados intrapsíquicos. Trabajar sólo con el trauma ayuda a los pacientes a
comprender que tienen sentimientos escindidos debido a
rupturas empáticas actuales o pasadas, pero no los ayuda a comprender los
conflictosintrapsíquicos que dan lugar a que esos sentimientos permanezcan
ignorados. Se le dice al paciente que debe haber sentido esto o aquello, mientras
que las razones de que no sea capaz de percibir sus sentimientos, especialmente
en la actualidad, permanecen sin abordar, o se consideran principalmente como
un miedo a ser re-traumatizado. El papel de los
conflictos intrapsíquicos continuados en mantener ocultos los sentimientos tiende
a ser ignorado.
Así, con el paciente que acabamos de describir, la aparente incapacidad del padre
para controlar los estallidos de la madre dejaba al paciente con un sentimiento de
que su padre era débil, lo que lo envalentonaba y lo atemorizaba al mismo tiempo.
Avanzaba confiado por la vida, tratando al tiempo de mantener un perfil bajo. En el
tratamiento, siempre que entraba en juego su cara confiada o competitiva, se
volvía rápidamente deferente. Fueran cuales fueran los factores causantes
iniciales, el problema se había convertido en un conflicto interno entre el deseo de
“mostrar sus cosas” y el temor a hacerlo. La empatía con su trauma (es decir, los
ataques de ira de su madre y su sentimiento de estar desprotegido por parte del
padre), o el modo de ser del analista no podía resolver este conflicto interno.
Las semillas para el descontento radical con el papel del conflicto intrapsíquico
residen, en parte, en nuestra propia historia. El movimiento de Freud (1897) de la
hipótesis de la seducción a la teoría de las fantasías inconscientes basada en el
conflicto intrapsíquico como causa de la psicopatología cerró durante un tiempo el
papel de las relaciones de objeto tempranas. Es más, Richards (2003) apuntó que
la política puede haber desempeñado un papel en el rechazo de las ideas de los
teóricos británicos de las relaciones objetales en los Estados Unidos por parte de
aquellos vinculados a la Asociación Psicoanalítica Americana, puesto que estas
teorías fueron adoptadas por analistas ajenos a dicha organización. Sin embargo,
dentro de los Estados Unidos, desde la época del trabajo de Spitz (1945, 1946) en
adelante, los estudios dirigidos por los analistas de la “corriente principal”, que
mostraban lo vital de las circunstancias ambientales para el desarrollo mental y
físico, parecieron tener escaso efecto sobre el pensamiento clínico (5).
No llevó mucho tiempo descubrir lo estéril que era la vida de la Sra. S, en parte a
causa de su superyó sádico, que también se dirigía al exterior. En su existencia
controlada y esquizoide, la Sra. S creía que no necesitaba mucho, pero siempre
se sentía menospreciada. Le parecía difícil tomar lo que yo tenía para ofrecerle y
ella tenía poco para dar.
Sólo cuando me di cuenta de que la Sra. S cada vez se sentía más anulada vi que
este método no estaba funcionando. Poco a poco fui comprendiendo que le había
infligido un mini-trauma al ignorar la confianza que tenía en sí misma y en mí al
ofrecerme este regalo. Afortunadamente, consulté a un colega, quien me ayudo a
comprender el regalo como signo tanto de su aprecio como de su recién
descubierta capacidad para dar. Caí en la cuenta de que había puesto en acto
inadvertidamente con la Sra. S un trauma infantil en el que ella, a los cinco años,
había preparado el desayuno para ella y para su hermana pequeña, de dos años,
para que sus padres pudieran dormir más un sábado; pero todo lo que obtuvo de
su madre después de esto fue una amarga queja por haber ensuciado toda la
cocina. (6)
Así, la lente clínica de estos autores se dirige a los traumas pasados y presentes.
La posición expresada en el artículo citado parece ser que las fuerzas mentales
–que en el análisis se basan en estructuras formadas espontáneamente, como las
formaciones de compromiso u otras estructuras intrapsíquicas- no parecen ser
factores causales significativos. Veamos cómo se interpreta esto en el ejemplo
clínico de Kindler del mismo artículo.
Antes de discutir el caso, deseo señalar que concuerdo con el hecho de que los
autores resalten la importancia de la sintonía empática y su efecto calmante sobre
nuestros pacientes, así como con la importancia de comprender los sentimientos
escindidos como adaptaciones; sin embargo, en mi discusión, me centraré
principalmente en una posición problemática a la que puede conducir este
enfoque. Más aún, no sugiero que un método de tratamiento basado en el trauma
sea un modo erróneo de trabajar con el caso descrito; después de todo, en
cualquier caso se nos presentan pequeñas piezas de un proceso continuado. Más
bien espero que el lector considere mis comentarios como reflexiones sobre un
enfoque determinado.
Al pedirle Jill a su analista que sea claro sobre sus sentimientos, él comienza a
sentirse irritado. Reflexionando sobre su siesta, se da cuenta de que se siente
bastante relajado y alerta al escuchar a Jill. Sin embargo Jill está segura de que se
sintió herido cuando ella colgó el teléfono abruptamente. Confiesa que ese es el
tipo de cosa que a ella la enfadaría de verdad. La respuesta de Kindler es que él
estaba tranquilo y que, en realidad, durmió un poco mientras la
esperaba. Jill comenta entonces, ahora con más calma, que ha apreciado un
cambio en el nivel de actividad de Kindler durante la sesión. No queda claro cómo
surge el material que sigue, pero lo que emerge es el sentimiento de Jill de que su
analista se ha comportado enérgicamente con ella en los últimos días y considera
la disminución de su actividad como signo de su enfado en respuesta a que ella le
haya colgado el teléfono.
Si bien el analista lucha con su propio estado interno (es decir, ¿estaba esperando
calmadamente a Jill o refugiándose en el sueño en anticipación de una
arremetida?) parece pasar por alto el conflicto intrapsíquico de la paciente en
cuanto al reconocimiento de su enfado con él. Vemos indicadores del conflicto en
su insistencia de que es el analista quien está enfadado con ella. Parecería haber
algo en el sentimiento de contrariedad de Jill al llegar a la sesión que la enfadó,
pero el reconocer este enfado como suyo propio parecería amenazador, dando
lugar así a la proyección. Jill podía entonces enfadarse porque el analista “estaba
disgustado con ella”; no por lo que se removió al sentirse contrariada cuando llegó
a la sesión.
A partir de lo que se transcribe queda claro que los pensamientos de Jill sobre el
disgusto deKindler tienen lugar antes de que comenzara la sesión, cuando ella
dejó de escucharlo al teléfono abruptamente. En la sesión, confesó: “ese es el tipo
de cosa que a mí me disgustaría si yo estuviera en su situación” (p. 416). Jill sólo
se calma cuando el analista le asegura que él está tranquilo, posiblemente
haciéndole difícil seguir expresando sus conflictos intrapsíquicosen cuanto al
reconocimiento de los sentimientos de enfado. En cambio, el analista focaliza en el
trauma durante la sesión, representándolo como una repetición de un trauma
narcisista previo en su escena modelo.
Harold: Estoy pensando en esa gran candidata al título. Cuando vino a las
entrevistas, yo no estaba preparado para ella. Su solicitud era sólo una entre
muchas, y sólo unos minutos antes de conocerla me di cuenta de lo gran
candidata que podría ser. Luego, cuando la entrevisté, fue un perfecto “10”. De
modo que, al final de la entrevista, le dije que realmente nos gustaría que viniera, y
le expliqué las varias oportunidades. Le alegró la propuesta, pero no se
comprometió. También está mirando en Berkeley y, por razones personales,
podría ir allí. Más o menos una semana después, le escribí un e-mail diciéndole de
nuevo que nos gustaría que viniera, y que teníamos mucho que ofrecerle. Es algo
que no he hecho antes, prefiero que el programa se venda a sí mismo. Me escribió
de vuelta, diciendo lo halagada que se sentía y cómo había valorado la nota. Iba a
dejarlo ahí, pero luego decidí “¿qué demonios?” Le escribí de nuevo y le dije “¿Por
qué no vienes a Boston? Aquí se está muy bien”. Era una actitud muy diferente a
mi posición usual, pero fue divertido.
Harold: (Hubo una breve pausa antes de que Harold comenzara de nuevo a
hablar y, cuando lo hizo, fue como si de su voz hubiera sido extraída toda la vida.
La animada explicación de su interacción con la candidata fue reemplazada por la
duda y una voz desvitalizada.)
Harold: Lo noté. (Ahora más animado.) Estuve hablando ayer con Esther. (Esther
es una compañera de posdoctorado con la que él está continuamente
decepcionado; le ha entregado muchos proyectos, pero ella apenas los lleva a
cabo. Él siente que ella no aprecia cuánto le ha dado.) Diseñé un plan para ella
para los próximos años, incluyendo una propuesta de subvención, de modo que
pueda obtener una posición académica. Estaba todo allí, en la pizarra. Todo lo que
hizo fue quejarse de cuánto trabajo tenía, y de que se encuentra dividida entre
trabajar en el sector privado, la enseñanza, y la investigación. Yo quería decirle:
“Escucha, sólo haz el trabajo por el cual te estoy pagando”. En medio de mi
discusión con Esther, Sam (otro colega de posdoctorado) entró y comentó el
diseño de la investigación. Yo le dije, de un modo no muy agradable, “Sam, eso es
obvio”. Supongo que es otro ejemplo de cómo permanezco distante de la
gente. (Luego empieza a describir varios modos en los que siente que se distancia
de otros y de mí. Su disposición a asumir la culpa frente a la irritación ha sido una
defensa familiar.)
Harold: Eso que ha dicho estuvo bien. Vd. sólo estaba describiendo sobre lo que
yo estaba hablando. Hmm! Tal vez sólo dije que Vd. dijo lo obvio. Pero no lo sentí
así. Sheila (una colaboradora) tiene la costumbre de resumir lo que digo, y sé que
lo odio cuando lo hace. De modo que supongo que lo que Vd. dijo fue directo a la
cuestión. Me doy cuenta de que tengo miedo de que si digo algo crítico hacia Vd.,
Vd. no vuelva a decir nada. No sé por qué estoy pensando esto, pero me
preocupa que Jodie (su esposa) no me parezca atractiva. Cuando la vi esta
mañana, me pareció tan cansada y desteñida. Pero cuando se vistió y se maquiló
tenía realmente buen aspecto. ¿Tenía de verdad que decir eso? Supongo que
sí. (Breve pausa). Me doy cuenta de que ha habido algo en el fondo de mi mente
mientras hablaba. Finalmente lo he visto. Estaba en aquella clase de inglés
cuando era estudiante universitario y estábamos leyendo uno de los clásicos
americanos (al que mencionó). Se suponía que teníamos que escribir un trabajo
sobre esta novela, y yo me acerqué al profesor y le comenté mi idea. (La idea
tenía que ver con un personaje que veía algo y no quería volver a cómo habían
sido las cosas hasta ese momento). Los ojos del profesor se iluminaron, como si
los hubiera abierto literalmente a algo que no había visto antes. Luego pasó los
primeros cinco minutos de la case hablando de cómo nunca podías saber de quién
podías aprender algo. Sabe, no fui capaz de admitir esto en el momento, pero me
sentí decepcionado de que no fuera capaz de decir que se trataba de mí. Hizo que
pareciera como si él viera algo, en lugar de que fui yo quien lo vio.
Harold: (Tras una pausa.) Quiere decir como me sentía hacia mi madre (quien
tenía frecuentes ataques de ira). ¿O quise yo decir cómo me sentía hacia mi
madre? Siento que estoy retirándome otra vez. Me conmovió de verdad lo que
dijo. Sentí que éramos auténticos compañeros. También sentí cierta irritación con
Vd. Luego sentí “Bueno, basta”.
Discusión
Los analistas como Kindler nos han ayudado a comprender que el antagonismo y
la retirada del paciente en el análisis pueden ser una respuesta adaptativa a una
ruptura empática. Ha sido una incorporación importante a nuestro modo de ayudar
a los pacientes a comprender sus sentimientos. No tendría problema con esta
perspectiva si no incluyera también una desestimación de otro modo importante de
ayudar a los pacientes a comprender sentimientos -es decir el análisis de los
conflictos en torno a ser consciente de los sentimientos.
Cada nueva idea lo desbarata todo y da lugar a una tendencia a moverse en dos
direcciones en busca de una solución, de modo que hay demasiada variedad
como para abarcarla en una uniformidad única, o para que todo se reduzca a este
(o aquél) aspecto concreto. [p. xii, cursivas en el original]
Me parece que las exploraciones que finalmente resultarán más cruciales son
aquellas encaminadas a revelar las diferencias en la forma de aplicar estos
métodos. Con este espíritu he enfocado lo que considero la dificultad de integrar la
teoría del trauma con la teoría del conflicto.
NOTAS
(1) En pro de la brevedad, en este artículo se utilizan los pronombres masculinos para referirse a
ambos géneros.
(2) Al observarlo más detenidamente, parece que ciertos sentimientos asociados con heridas
narcisistas son más accesibles a la conciencia al principio del tratamiento. Sin embargo, los daños
narcisistas más profundos señalados por los kleinianos, por ejemplo, no son accesibles hasta más
avanzado el tratamiento.
(3) Comparemos esta perspectiva con la de Vermote (2003), quien considera que el psicoanálisis
ofrece representaciones de objeto internas modificadas y más profundas.
(4) Smith (2003) señala que existen varios modos de considerar el conflicto, siendo importante que
el clínico tenga en cuenta todos ellos. Esto mismo es válido a la hora de considerar los confines
más estrechos del conflicto intrapsíquico. El clínico contemporáneo hallaría difícil comprender a sus
pacientes sin una conceptualización de los conflictos inconscientes entre representaciones de
objeto, representaciones del self y representaciones de objeto del self, etc. Dicha comprensión
indica que hemos recorrido un largo trecho desde la época en que se pensaba que el verdadero
conflicto sólo ocurría en la fase edípica, y sólo entre agencias particulares en la mente alimentadas
por fuentes de energía.
(5) Hartmann (1950) consideraba la observación de infantes y niños como el camino hacia la
próxima generación de pensamiento psicoanalítico.
(6) Yo no considero que este hecho sea traumático en sí mismo, sino que representa un recuerdo
telescópico (A. Freud, 1951; Kris, 1956) -es decir, un recuerdo que capta un conjunto determinado
de experiencias para el niño. Es más, el estado evolutivo del niño y sus fantasías inconscientes
también desempeñan un papel en cómo se experimenta el acontecimiento.
(7) La escena modelo se describe como un modo en que paciente y analista organizan narrativas,
transferencias, actuaciones de rol, etc. (Lichtenberg, Lachmann y Fosshage, 1996),
reconstruyendo escenas de cómo podían haber sido las cosas.
(8) Véase Schmidt-Hellerau (2002) para una alternativa a la consideración de la agresión como una
pulsión primaria.
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