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eidad una única direc­ Nos movemos en un paisaje donde conviven la invención imagi­
La especie no afirma en la contemporan naria obsesiva con la deshumanización sentimental hiperrealis­
conse rvado ra sino que al mism o tiempo extrema su límite
ción ta. Ballard cree que lo humano busca un nuevo reino a través de
sentido» y el «sentido
en los confines de lo viviente. El «buen las tecnociencias con una gramática y una sintaxis nuevas, con
, conservadores y for­
común» se han revelado como sedentarios un nuevo vocabulario y una nueva manera de percibir el mundo.
madores de clases media s que preten den el principio de regu­
«creac ión» de vida técnica abre un Los textos de Heidegger de 1950, como crítica a la técnica mo­
laridad de lo posible. Pero la derna, lo recuerdan como un lector asiduo de Hiilderling, donde
sentido imprev isible que arriesg a tanto con destruir como con
. El «sentid o común » identifica y reconoce, el filósofo subraya las palabras del poeta: «donde crece el peligro
transformar la especie
sub­ crece también la salvación». La ingenuidad ante el dominio téc­
del mismo modo que el «buen sentido» prevé y calcula, para
facultad es diversas y heterog éneas entre sí nico presentado como fe en el progreso culminó en el mecanismo
sumir subjetiv amente
pa­ inhumano que desemboca en Auschwitz e Hiroshima, donde la
en una unidad capaz de decir «Yo». Esta pretendida unidad
extre­ técnica moderna se confunde con la producción inorgánica de la
rece diluirse en un mundo en el que las tecnociencias han
en vida. La catástrofe prueba que el fin profundo de la especie Hamo
mado invenciones imprevisibles e indiscernibles que ponen
». La Sapiens no ha sido el de preservar el organismo natural sino el de
crisis el concepto de «hombre» y la estabilidad de la «especie
configurar una racionalidad impersonal y colectiva que avanza
singularidad de la paradoja antropológica que plantea De Carolis
, recursivamente al infinito según niveles crecientes de abstrac­
reside en que en esta creación técnica nada empieza ni termina
rado va hacia el futuro y hacia el pasado a ción técnica. Constatamos en El hombre: su naturaleza y su lugar en el
sino que todo lo conside
una sín­ mundo (1966) del antropólogo Arnold Gehlen, que el hombre se
la vez, por detrás de la conciencia que pretende percibir
vivient e. Las tecnoci encias han abierto la insis­ abre al mundo a través de nichos técnicos sin significados bioló­
tesis última de lo
embargo gicos que lo determinen, lanzado a una virtualidad infinita.
tencia del confín bordeando el sinsentido en el que sin
extrema En una sociedad de aburrimiento generalizado y nihilismo cre­
reside el casillero vacío del movimiento de creación que
ciente, el futuro aparece como un «enorme y resignado suburbio
nuestra persistente fragilidad.
del alma» sembrado por la semilla del consumo en la que habita
un hombre movilizado técnicamente y simultáneamente inmo­
vilizado en su imaginación. «Biopolítica» y «comercialización»
INGENUIDAD
son los nombres por los que se asimilan, venden y consumen las ''
rebeliones y los estilos de comportamiento al ritmo de un con­
trol creciente de la vida administrada llamada «democrática». La
El escritor inglés J. G. Ballard señala en Para una autopsia de la
vida i
la imaginada traición técnica a la cultura tradicional que plantean
cotidiana (1984) que buena parte del trabajo científico se desarrol
órbita muy próxima a la de la pornogr afía aunque tanto Heidegger corno Adorno debe verse como una específica ten­
dentro de una
tec­ dencia de aquella, en la cual la racionalidad instrumental sobre
no contenga ningún elemento sexual explícito. Los abordajes
por las pulsiones es realizada sin términos medios. De Carolis cree
nocientíficos son tan obsesivos y se muestran tan fascinados
r acólito al hardcore. La deshum anizació n que sólo dando vuelta este enfoque se podrá reflexionar en nues­
la «carne» como cualquie
la tra contemporaneidad sobre la condición humana en la época de
es propia del imaginario pornográfico y no se distingue del de
in­ la reproductibilidad técnica, evitando que la razón instrumental
ciencia. Ambas desembocan en una paradoja que suspende al
se transforme en un equivalente al sacrificio del viviente.
finito la contradicción. Sin embargo ciencia y pornografía resul­
un El pensamiento crítico respecto a la cuestión técnica no ha ido
tan ser un catalizador tan poderoso para el cambio social como
más allá de las agudas reflexiones de Heidegger y Adorno, mien­
vector de embrutecimiento generalizado. Claro está que donde
tras que el mundo técnico produjo una profunda reorganización
crece la amenaza se refuerza al infinito el nicho artificial técnico.
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