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Trabajo realizado por:

 Constanza Agustina Sánchez, 42.467.552


 Victoria María Scacchi, 42.270.241
 Grecia Valentina Monachesi, 39574941
 Denise Soberón, 42797606

El objeto de la historia de las ciencias (Canguilhem)


No es inútil interrogarse, ante todo, sobre la idea que se hacen de la historia de la ciencia
quiénes pretenden interesarse en ella al extremo de construirla. Con respecto a esta tarea
es indudable que desde hace ya tiempo se plantearon y continúan planteándose varias
preguntas: las del quién, él porque y él como. Pero hay una cuestión de principios que
deberían formularse y casi nunca se plantea: la pregunta de qué. ¿Cuál es la historia de
las ciencias?

Recordemos brevemente cómo suelen presentarse hoy las preguntas del quién, el porqué
y él como.

La cuestión del quién entraña la cuestión del dónde. En otras palabras, la exigencia de
investigación y enseñanza de la historia de las ciencias, según que se presente en tal o cuál
campo ya especificado del saber, lleva a su afincamiento aquí o allá en el espacio de las
instituciones universitarias. Si la vemos como especie de un género, la historia de las
ciencias debería tener su lugar en un instituto central de las disciplinas históricas. Pero la
historia de una sociedad en su conjunto, en lo concerniente a las instituciones jurídicas, la
economía, la demografía, no exige necesariamente de la historia de los métodos y de las
teorías científicas como tales. Por otra parte, los científicos, en su carácter de tales, no
necesitan de la historia de las ciencias. Sí en ocasiones se convierten en historiadores de
las ciencias, lo hacen por razones ajenas a los requisitos intrínsecos de su investigación. En
cuanto los filósofos, pueden orientarse hacia la historia y las ciencias ya sea de manera
tradicional e indirecta, a través de la historia de la filosofía, ya sea de manera más directa,
por la epistemología. Cine filosofía mantiene con la historia de las ciencias una relación más
directa que la que mantiene la historia o la ciencia, lo hace con la condición de aceptar de
tal modo un nuevo estatus en su relación con la ciencia.

La respuesta ala pregunta del porqué es simétrica de la respuesta a la pregunta por el


quién.
Hay 3 razones para hacer historia de las ciencias: histórica, científica y filosófica. La razón
histórica radica en la práctica de las conmemoraciones, en la existencia de rivalidades en la
búsqueda de la paternidad intelectual y en las disputas de prioridad. Hay una razón más
expresamente científica: quién llega a un resultado teórico o experimental inconcebible
hasta el momento y desconcertante para sus pares contemporáneos, no encuentra, por falta
de comunicación posible, ningún respaldo en la comunidad científica. Trata de averiguar si
lo que piensa no ha sido ya, acaso pensado antes. Al procurar acreditar su descubrimiento
en el pasado, por no poder hacerlo en el presente, un inventor inventa sus predecesores. La
razón propiamente filosófica obedece al hecho de que, sin referencia la epistemología, una
teoría del conocimiento sería una meditación en el vacío, y sin relación con la historia de las
ciencias, una epistemología sería un doblete absolutamente superfluo de la ciencia sobre la
cual pretendiera discurrir.

Las relaciones de la historia de la ciencia y la epistemología puede entenderse en dos


sentidos inversos.
La historia de la ciencia no es sólo la memoria de la ciencia sino el laboratorio de la
epistemología. Está Concepción equivale a que la relación de la historia y las ciencias con
las ciencias que ella histórica sea calcada de la relación de estás con los objetos que
estudian en su carácter de ciencias. En realidad, el vínculo experimental es una de esas
relaciones, y no es una obviedad decir que se trata de la relación que debe trasladarse y
trasplantarse de la ciencia a la historia.
Al modelo de laboratorio puede oponerse, para comprender la función y el sentido de una
historia de las ciencias, el modelo de la escuela o el tribunal, una institución y lugar donde
se emiten juicios sobre el pasado del saber y el saber del pasado. La historia de la ciencia
no es el progreso de las ciencias invertido, es decir, la puesta en perspectiva de tapa
superadas cuyo punto de fuga sea la verdad de hoy. Es un esfuerzo para investigar y dar a
entender hasta qué punto ciertas nociones, actitudes o métodos superados fueron, en su
época, una superación, y ver, por consiguiente, qué el pasado superado sigue siendo el
pasado de una actividad para la cual debe mantenerse el calificativo de científica.
Comprender lo que fue la enseñanza del momento es tan importante como exponerse las
razones de su destrucción ulterior.

¿Cómo se hace la historia de las ciencias y cómo debería hacérsela? Esta cuestión
toca más de cerca aún la pregunta siguiente: ¿Historia de qué se hace en historia de las
ciencias? En realidad, las más de las veces, esa historia supone resuelta la cuestión, por el
solo hecho de no plantearla. Así lo hacen los externalistas y los internalistas. El
externalismo es una manera de describir la historia de la ciencia condicionando una serie de
acontecimientos por sus relaciones con intereses económicos y sociales, com exigencias y
prácticas técnicas y con ideologías religiosas o políticas. El internalismo consiste en
sostener que no hay historia de la ciencia si nos situamos en el interior mismo de la obra
científica para analizar los procedimientos mediante los cuales procura cumplir con las
normas específicas que permiten definirla como ciencia, y no como técnica o ideología.
Ambas posiciones sostiene el autor asimila el objeto de la historia de la ciencia al objeto de
una ciencia.

La historia de las ciencias es la historia de un objeto que es una historia y tiene una historia,
mientras que la ciencia es ciencia de un objeto que no es historia ni la tiene.

La ciencia de los cristales es un discurso sobre la naturaleza de los cristales. Los cristales
son un objeto dado. El objeto cristal tiene una relación con la ciencia, que lo toma como
objeto de un saber qué es preciso alcanzar, una independencia con respecto al discurso, lo
cual nos lleva a calificar lo de objeto natural. El objeto en la historia de las ciencias no tienen
nada en común con el objeto de la ciencia. El objeto científico, constituido por el discurso
metódico, es secundario, aunque no derivado, con respecto al objeto natural, inicial. La
historia de las ciencias se desarrolla sobre esos objetos secundarios, no naturales,
culturales, pero no deriva de ellos, así como estos no derivan de los primeros. El objeto del
discurso histórico, es en efecto, la historicidad del discurso científico.

La historia de la ciencia es la toma de conciencia explícita, expuesta como teoría, del hecho
de que las ciencias son discursos críticos y progresivos para la determinación de aquello
que, en la experiencia, debe tenerse por real. El objeto de la historia de la ciencia es por
tanto un objeto no dado, un objeto para el cual es esencial el inacabamiento. La historia de
la ciencia no puede ser de ninguna manera una historia natural de un objeto cultural. Con
demasiada frecuencia se la concibe como historia natural, porque identifica la ciencia con
los científicos y estos con su biografía civil y académica, o bien porque identifica la ciencia
con sus resultados y a estos con su enunciado pedagógico actual.

La historia de las ciencias, en cuanto se aplica al objeto antes delimitado, no sólo se


relaciona con un grupo de ciencias sin cohesión intrínseca, sino también con la no ciencia,
con la ideología, con la práctica política y social.

Para el autor uno de los efectos prácticos más importantes de la historia de las ciencias es
la eliminación de lo que se denomina: "virus del precursor". En rigor, sí existieran
precursores, la historia de la ciencia perdería todo sentido, pues la ciencia misma solo
tendría una dimensión histórica aparente.

La complacencia es buscar, encontrar y celebrar precursores constituye el indicio más claro


de la incapacidad para la crítica epistemológica. Un precursor sería un pensador de varios
momentos: el suyo y el de aquel o aquellos designados como sus continuadores, los
ejecutantes de su empresa inconclusa.

Es artificial, arbitrario e inadecuado para un auténtico proyecto de la historia de las ciencias


situar a dos autores científicos en una sucesión lógica de comienzo a consumación o de
anticipación a realización. Al sustituir por el tiempo lógico de las relaciones de verdad el
tiempo histórico de su invención, se ajusta la historia de las ciencias a la ciencia y el objeto
de la primera al de la segunda, y se crea ese artefacto, ese falso objeto histórico, qué es el
precursor.

La historia de las ciencias no es una ciencia y su objeto no es un objeto científico.


Hacer historia de las ciencias es una de las funciones, no la más sencilla, de la
epistemología filosófica.

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