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Canguilhem introducción.

el objeto de la historia de las ciencias

Como adelanta el título de la introducción, el texto va a abordar el objeto de la historia de las


ciencias. Comienza entonces con la pregunta: “¿Historia de qué es la historia de las ciencias?”.
Para ello indagará las cuestiones del quién, el por qué y el cómo.

Respecto de la cuestión del quién, aclara que refiere a un dónde, es decir, el campo específico del
que se reflexione, como así también de las instituciones concretas en las que se sitúan. Menciona
que en el caso de las ciencias duras, este tipo de preguntas no intervienen en el quehacer
investigativo, a diferencia de otras disciplinas (como la filosofía o la historia). En el caso de las
disciplinas que sí se precisan de su historia para su práctica, el autor propone que lo hacen “con la
condición de aceptar de tal modo un nuevo estatus en su relación la ciencia”; en otras palabras,
buscan legitimarse, ingresar al país de la ciencia (por usar una imagen elegida por la catedra PEP B)
al hacer un recorrido por su historia.

En cuanto al por qué hacer historia de las ciencias, sugiere que ha de buscarse su repuesta en
razones de índole histórica, científica y filosóficas. La primera, dice Canguilhem, responde a
cuestiones de orden académico, como ser la paternidad intelectual o disputas de prioridad. La
segunda, de orden científico, responde a la necesidad de averiguar si lo descubierto no lo ha sido
ya en el pasado. Por último, la razón filosófica “al hecho obedece que, sin referencia a la
epistemología, una teoría del conocimiento sería una meditación en el vacío, y sin relación con la
historia de las ciencias, una epistemología sería un doblete absolutamente superfluo de la ciencia
sobre la cual pretendiera discurrir” (p. 14). Dice el autor, “La historia de las ciencias … [es] el
laboratorio de la epistemología” (p. 14). Esta permite distinguir dos tipos de historias, la de los
conocimientos perimidos, y la de los conocimientos establecidos o actuales. Pero la historia de las
ciencias no es, dice el autor, “el progreso de las ciencias invertido, es decir, la puesta en
perspectiva de etapas superadas cuyo punto de fuga sea la verdad de hoy”; y luego agrega que
“comprender lo que la enseñanza de momento [pasado] es tan importante como exponer las
razones de su destrucción” (pp. 16-17)

Sobre “¿cómo se hace la historia de las ciencias y cómo debería hacérsela?”, Canguilhem comenta
que la pregunta supone resuelta la cuestión del qué. Del intento de dar respuesta a este último
interrogante resultaron dos vertientes: el externalismo y el internalismo. El uno, pone énfasis en
los factores políticos, económicos y sociales; el otro, considerado por algunes idealista, se limita a
analizar procedimientos y normas internas con actitud teórica –haciendo abstracción de
ideologías. Por su parte Canguilhem propone que el objeto de la historia de las ciencias, el qué
estudia, es la “historia de un objeto que es una historia y tiene una historia” (p. 9); en otras
palabras, la historicidad del discurso científico. Así “la historia de las ciencias es la toma de
conciencia explícita, expuesta como teoría, del hecho de que las ciencias son discursos críticos y
progresivos para la determinación de aquello que, en la experiencia, debe tenerse por real” (p.
10). Canguilhem toma posición respecto de la influencia e importancia del contexto, afirmando
que el objeto de la historia de las ciencias se relaciona también con las no ciencias, esto es, “con la
ideología, con la práctica política y social” (p. 21)

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