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HISTORIA ESPAÑA 2º BACH. 22.

23 BLOQUE 1

Bloque 1.- La Península Ibérica desde los primeros humanos hasta la desaparición de la
monarquía visigoda (711).

1.1.- Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.

Los restos de homínidos más antiguos que se han encontrado en la Península Ibérica (Homo
antecessor) se descubrieron en el yacimiento de Atapuerca (Burgos) y datan de unos 800.000
años a.C. También en Atapuerca, en la “Sima de los huesos” se han encontrado restos de hace
300.000 años de la especie denominada homo heidelbergensis.

Durante el Paleolítico (1.500.000-10.000 a.C. aprox.), los seres humanos vivían en grupos
pequeños unidos por parentesco, se protegían en cuevas y eran nómadas. Practicaban la caza,
la pesca y la recolección, aunque también eran carroñeros y fabricaban sus propios útiles de
piedra o hueso (puntas de flecha, hachas, arpones). Durante este periodo de la Prehistoria ya se
realizaban pinturas rupestres (Cueva de Altamira en Cantabria hace unos 15.000 años) con
representaciones muy realistas (en colores ocres y negros) de animales (bisontes o ciervos)
como parte de un ritual mágico para propiciar la caza; también se pintaban manos y figuras
geométricas de significado incierto.

En el Neolítico (del 5.000 al 3.000 a. C. aprox.) se produjeron un conjunto de cambios muy


importantes: los grupos humanos comenzaron a practicar la agricultura (especialmente
cereales) y la domesticación de animales (ganadería), inventaron la cerámica y los tejidos, se
hicieron sedentarios y habitaron en poblados permanentes. Además realizaban enterramientos
con ajuar que demuestran una mayor complejidad de creencias mágico-religiosas. En la región
levantina peninsular se han encontrado pinturas rupestres de este periodo con
representaciones de figuras humanas esquematizadas y dinámicas (Cuevas de Cogull y
Valltorta).

1.2. Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: Fenicios y griegos. Tartesos.

Se denomina pueblos prerromanos a la diversidad de pueblos iberos y celtíberos que


habitaban la península Ibérica antes de la conquista romana. Racial y culturalmente, los
pueblos prerromanos son el resultado de la mezcla entre los pobladores autóctonos
prehistóricos y los pueblos llegados del exterior: celtas, fenicios, griegos y cartagineses.

En torno al año 1.000 a.C. llegaron a nuestra península, cruzando los Pirineos, oleadas de
pueblos celtas indoeuropeos procedentes del centro de Europa (aprox. hoy Alemania). Se trató
de una migración masiva (número incierto), no de una invasión militar. Se asentaron en el Norte,
Centro y Oeste peninsular.

Pocos años después, llegaron por mar al litoral mediterráneo los fenicios (procedían de Tiro, en
la costa del actual Líbano). Pocos en número. Aquí buscaban minerales metálicos y fundaron
enclaves comerciales como Gadir (Cádiz) hacia el 900 a. C. (en aquella zona próxima a la
desembocadura del río Guadalquivir entraron en contacto con el pueblo de Tartesos, una
avanzada cultura mítica del periodo final de la Prehistoria mencionada por los escritores griegos
antiguos). Además, introdujeron aquí su sistema de escritura y las monedas. Algunos
historiadores sostienen que los fenicios llamaban Spania (de spn, metal) al territorio peninsular.
Más tarde, hacia el siglo VIII a. C. llegaron los griegos. Eran comerciantes, llegaron por mar en
busca de metales y también fundaron ciudades-colonias como Rhode (la actual Rosas en
Gerona), Emporion (la actual Ampurias en Gerona) y Hemeroskopeion (la actual Denia en
Alicante).

Por su parte, los cartagineses (que eran fenicios norteafricanos procedentes del actual Túnez)
llegaron con la intención de imponer su dominio por la fuerza de las armas hacia el siglo IV a.C.
Sus dos principales ciudades en nuestra península fueron Ebusus (Ibiza) y Cartagena (en Murcia).
Los cartagineses expulsaron a los griegos y luego entraron en conflicto con los romanos.

Algunos de los muchos diferentes pueblos celtíberos (resultado de la fusión entre indígenas e
invasores celtas) asentados en el Norte y Centro peninsular eran los astures, vascones,
cántabros, pelendones, arévacos, carpetanos, vaceos y vetones. Por su parte, los iberos
(asentados en el Sur y costa Este peninsular) eran el resultado de la fusión cultural entre los
pobladores autóctonos y los colonizadores fenicios y griegos llegados de fuera.

1.3.- Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones romanas en


los ámbitos social, económico y cultural.

El ejército romano (dirigido por el general Escipión) llegó a la península Ibérica el año 218 a. C.
para luchar contra los cartagineses (como parte de las guerras púnicas por la hegemonía en el
Mediterráneo). La conquista romana se prolongó durante casi 200 años hasta que el emperador
Octavio Augusto logró derrotar definitivamente a los pueblos celtíberos que se resistían y
consiguió dominar por completo el territorio peninsular. Hispania quedó dividida en provincias
y fue completamente romanizada.

Se llama romanización al proceso por el cual la población peninsular adoptó la cultura, las
costumbres, las modas, las creencias religiosas, las formas de ocio, el arte, las leyes y el idioma
(latín) de los romanos. Con el paso de los años los indígenas peninsulares también adquirieron
la ciudadanía romana y hasta hubo varios escritores (Séneca, Marcial) y emperadores (Trajano,
Adriano, Teodosio) nacidos en Hispania.

La construcción de calzadas y la creación de ciudades (Mérida) para que se asentaran veteranos


retirados del ejército contribuyeron a acelerar el proceso de romanización. Los romanos
también implantaron aquí su modelo económico esclavista. Los romanos dejaron una profunda
huella en la cultura española. Por ejemplo, nuestras lenguas (excepto el vasco) derivan del latín.
Con el latín vino el derecho romano. Los nombres de numerosas ciudades españolas son de
origen romano (Zaragoza, Barcelona, León) y todavía quedan muchos restos de edificios
romanos las obras de ingeniería y arquitectónicas (acueducto de Segovia, puentes como el de
Alcántara o los de Mérida, vías, teatros, anfiteatros, circos, termas, arcos de triunfo...) A partir
del siglo IV, los emperadores romanos favorecieron a la religión cristiana, que también se
difundió con fuerza entre la población de Hispania.

El legado romano será tan importante que incluso con la conquista visigoda su influencia
pervivirá a través de las leyes, las instituciones o el arte.
1.4.- El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

En el año 409 d.C. llegaron a la Hispania romana tres pueblos germanos:

· Los suevos que formaron un reino que comprendía Galicia y el norte de Portugal y que
pervive hasta el año 585.

· Los vándalos que acabarían dirigiéndose al norte de África.

· Los alanos que se instalaron en el sur y después se perdió su rastro.

Roma hizo un pacto con los visigodos (un pueblo germano, godo, bastante romanizado), por el
que les concedió tierras en el sur de Francia y en Hispania a cambio de expulsar a los invasores.
Los visigodos fueron derrotados por los francos, en el año 507 (batalla de Vouillé) y se
asentaron definitivamente en Hispania, estableciendo su capital en Toledo.

Romanismo y germanismo fueron los dos elementos esenciales del nuevo reino visigodo.

Los reyes se rodearon de gardingos o guerreros fieles y se apoyaron en dos instituciones: el Aula
regia o Consejo del rey (de carácter consultivo, integrada por nobles) y el Officium Palatinum,
formada por los nobles de más confianza del rey que se ocupaban de la administración central
y órganos de gestión. La administración territorial quedó en manos de Duces y Comites o condes.

A partir del III Concilio de Toledo, año 589, en que el rey Recaredo y todo el pueblo
abandonaron el arrianismo y aceptaron el catolicismo como religión oficial, la Iglesia Católica
se convirtió en un apoyo de la monarquía ratificando sus decisiones en los Concilios. Éstos eran
asambleas eclesiásticas continuadoras de la tradición sinodal romana que se convirtieron en
época visigoda en una institución de apoyo a los reyes hispanogodos en su potestad legislativa
y en los asuntos de gobierno.

Los visigodos acentuaron la ruralización, la feudalización y el latifundismo; además continuaron


el proceso de romanización. Desde el punto de vista jurídico: el rey Recesvinto promulgó en el
año 654 el código “Liber Iudiciorum” o Fuero Juzgo, que recogía gran parte del derecho romano.
En el ámbito literario la figura más relevante fue la de San Isidoro de Sevilla. Sus teorías políticas
fueron difundidas en la Edad Media, como la del origen divino del poder real, pero limitado por
la justicia y rectitud en la actuación y sometido a las leyes y normas morales. Además San Isidoro
resumió los conocimientos de la época en su obra Etimologías, transmitida a través de los
monasterios.

Una disputa sucesoria por la elección del rey (era una monarquía electiva), facilitó la llegada de
los musulmanes a la península y el fin de la monarquía visigoda. En el año 711, el último rey
visigodo, D. Rodrigo, caía derrotado ante el musulmán Tariq, en la batalla de Guadalete. Supuso
el inicio de la pérdida de Hispania y el sometimiento rápido de casi todo su territorio al poder
musulmán.

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