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BLOQUE 1.

La Península Ibérica desde los primeros humanos hasta la


desaparición de la monarquía visigoda (711)

1.1. Sociedad y economía en el Paleolítico y Neolítico. La pintura rupestre.

Atapuerca (Burgos) fue el yacimiento europeo donde se encontraron los restos de una
nueva especie de homínido, el Homo Antecessor, datados hace 800.000 años. Sin
embargo, debido a recientes hallazgos en Atapuerca (2022 descubrimiento de parte de
una cara humana), los restos más antiguos de seres humanos en la Península Ibérica
pasan a ser datados de hace 800.000 años a 1,4 mill de años.
El proceso de hominización supone una evolución física, cognitiva y cultural de los
diferentes homínidos: Antecessor, Heidelbergensis, Neanderthal y Sapiens. Se trata de
homínidos europeos en los que destacan como rasgos evolutivos la caza organizada
entre distintas familias o clanes, la pesca, el dominio del fuego, la especialización y
mejora del utillaje, los enterramientos como rasgo religioso (Neanderthal) y la
aportación de utillaje en hueso y asta, además del lenguaje articulado, elementos estos,
exclusivos del Sapiens. La llegada del Homo Sapiens a la península tuvo lugar hace unos
40.000 años.
Paleolítico: los primeros pobladores peninsulares eran depredadores y su supervivencia
se basaba en la caza, la pesca y la recolección de frutos. Eran nómadas ya que se
desplazaban siguiendo a los rebaños de animales o buscando unas condiciones
climáticas favorables. Presentaban una organización social colectiva y vivían en
pequeños grupos, sin una clara jerarquía social.
Neolítico: hacia el 5000 a.C. aparecen en la Península Ibérica las primeras comunidades
neolíticas. En ellas se inició la producción de alimentos (agricultura y ganadería) y la
elaboración de cerámica. La práctica de la agricultura propició el sedentarismo,
surgiendo las primeras comunidades estables (poblados) que con el tiempo darán lugar
a una mayor jerarquización social.
La Península Ibérica posee numerosos ejemplos de pinturas rupestres. La mayoría de
estas pinturas se concentran en la zona cantábrica destacando Altamira. Se trata de un
arte figurativo en el que destacan los animales pintados con una técnica naturalista. Las
figuras se hallan superpuestas sin formar escenas, aunque presentan efectos de
volumen y movimiento. En la zona levantina sobresalen las escenas de carácter narrativo
con proliferación de figuras humanas que tienden a la esquematización.
Durante el tercer milenio a. C., la novedad más importante fue la introducción de un
nuevo avance tecnológico: la metalurgia del cobre, dando inicio a la Edad de los Metales.

1.2. Los pueblos prerromanos. Las colonizaciones históricas: fenicios y


griegos. Tartessos.
Por la zona norte de la península, a través de los Pirineos, llegan y se asientan a finales
del II milenio los pueblos indoeuropeos (este concepto alude a la raíz común de las
lenguas que hablan. Estos pueblos no forman una unidad pero comparten dicho rasgo.
El norte y oeste son las zonas que ocupan, mostrando una economía primitiva basada
en una limitada ganadería y agricultura, pero con gran dominio de la metalurgia y un
carácter guerrero. No conocían la moneda y no comerciaban. Destaca el “castro” como
asentamiento o aldea y están en el origen del área celta de la Península Ibérica.
Durante la primera mitad del primer milenio antes de Cristo (800 a.c.-400 a.c. aprox.)
encontramos un pueblo prerromano denominado Tartessos, se encontraba asentado en
las actuales Sevilla, Huelva y Cádiz y destacó por su actividad minera y comercio con los
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desaparición de la monarquía visigoda (711)
colonizadores mediterráneos (Tesoro del Carámbolo/fuentes griegas). Desapareció por
causas desconocidas, quizás por el agotamiento de sus minas o por la dominación
cartaginesa.
En la segunda mitad del primer milenio la península Ibérica queda dividida en dos
culturas: los íberos y los celtas. Los primeros asentados en ciudades estado en el Levante
y en el sur peninsular tenían claras influencias de las colonizaciones como demuestran
la escritura y el uso de la moneda. Su economía era básicamente agrícola y también
desarrollaron el comercio.
Los celtas habitaban el centro, oeste y norte peninsular y presentaban rasgos culturales
indoeuropeos. No conocían ni la moneda ni la escritura, vivían en poblados (castros) y
su economía era agropecuaria.
Destacan las zonas de contacto entre la cultura celta e íbera lo que da lugar a las áreas
celtíberas, mezcla cultural de ambas y que se extienden por el este de la Meseta y el
Sistema Ibérico.

Las colonizaciones de los pueblos del Mediterráneo transcurren durante el primer


milenio a.C., cuando llegan a las islas Baleares y a las costas levantinas y andaluzas los
fenicios, griegos y cartagineses debido a intereses económicos. Los fenicios fundaron
factorías como Malaka o Gades, los griegos colonias como Emporión y los cartagineses
tras colonizar Ibiza fundan colonias tan importantes como Cartago Nova. El impacto en
los nativos fue muy grande pero apenas traspasó la costa mediterránea y el Valle del
Guadalquivir. A estos pueblos se les debe la introducción de los esclavos, del alfabeto,
de productos como el olivo, el lino y de la moneda, además de un crecimiento urbano.

1.3. Conquista y romanización de la Península Ibérica. Principales aportaciones


romanas en los ámbitos social, económico y cultural.

La conquista romana de la península Ibérica se realizó en diversas etapas, interrumpidas


por períodos de inactividad bélica.
En la primera etapa (218-197 a.C.) lograron dominar la costa mediterránea y el sur
peninsular dentro del escenario general de la segunda guerra púnica, una guerra extensa
y con distintos etapas y escenarios por el dominio del Mediterráneo occidental entre
cartagineses y romanos. En esta primera etapa Roma conquista el Levante arrebatando
su dominio a Cartago e implantando con cierta facilidad su cultura en la zona ya que se
corresponde con el área íbera que tenía rasgos culturales semejante a todos los pueblos
mediterráneos como la propia Roma. Durante la segunda etapa (197-133 a.C.) se
conquistó la Meseta y el oeste, con fuerte resistencia por parte de los pueblos celtas
destacando la dureza de la guerra contra los lusitanos de Viriato o el durísimo conflicto
por el “sitio de Numancia” (pruebas de la enorme resistencia que mostraron estos
pueblos a la romanización y sometimiento al carácter imperial de Roma). Durante la
última etapa (29-19 a.C.), sometieron a los cántabros y astures en zonas de poco interés
económico y de difícil orografía y en las que como curiosidad destaca el mando del
propio Augusto, en el contexto de fundación oficial. Finalizada la conquista de toda la
Península, sus habitantes quedaron integrados durante cinco siglos en el poderoso
Imperio romano.
La conquista de la Península, a la que Roma llamó Hispania, contribuyó a dar unidad a
los pueblos que la habitaban, este proceso es conocido como romanización, es decir, la
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implantación de la organización romana y la difusión de su cultura. Esta fue más intensa
al sur y al este del Mediterráneo. Entre los vehículos de romanización destacan el latín,
la llegada de comerciantes, funcionarios o militares romanos y la división administrativa
de Hispania. La ciudad pasó a ser un elemento esencial según el modelo urbanístico
romano y funcionando según el régimen municipal. Culturalmente destaca la extensión
del latín, del derecho romano y su gran legado artístico como el teatro de Mérida y el
acueducto de Segovia. En tierras hispanas la religión romana coexistió con la nativa, y
más tarde con el culto al emperador, aunque la gran novedad fue la llegada del
cristianismo a partir del siglo III.. En cuanto a la economía destaca la trilogía
mediterránea pero también el gran desarrollo comercial y artesanal. Por último,
socialmente adoptó los modelos romanos destacando el gran desarrollo de la esclavitud.

1.4. El reino visigodo: origen y organización política. Los concilios.

En el 409 diversos pueblos bárbaros (vándalos, suevos y alanos) penetraron en Hispania


sin encontrar resistencia debido al debilitamiento del Imperio Romano. Para frenar este
avance, el Imperio autorizó a los visigodos su entrada en la península para controlar el
territorio. Así, al desaparecer el Imperio en el 476, el reino visigodo se extendía desde el
Loira al Tajo, aunque la presión de los francos les va a hacer asentarse definitivamente
en la península con capital en Toledo (507-711).
Los visigodos llevaron a cabo una importante tarea de homogeneización. La unificación
política se realizó en varias etapas, Leovigildo (568-586) acabó con el reino suevo y en el
siglo VII Suintila conquistó las últimas posesiones del imperio Bizantino. Religiosamente,
Recaredo renuncia al arrianismo en favor del catolicismo en el III Concilio de Toledo
(598) y jurídicamente Recesvinto aprobó un único código legal, el Fuero Juzgo o Liber
Iudicorum (653).
Finalmente se estructuró una monarquía que a pesar de su primitivo carácter electivo,
se transformó en hereditaria. Para el ejercicio de sus funciones el rey contaba con la
ayuda del Aula Regia, organismo integrado por miembros de la alta nobleza que daba
consejos al monarca, y los concilios de Toledo que a pesar de ser reuniones eclesiásticas
colaboraron con los reyes en tareas legislativas y asuntos de gobierno.
Debido al primitivo sistema de elección de los monarcas y al surgimiento de una
sociedad prefeudal los reyes estuvieron supeditados al poder de la aristocracia como al
de los obispos, siendo muy frecuentes los destronamientos de los monarcas. Así, las
rivalidades entre los partidarios del noble Witiza y el último monarca visigodo, Rodrigo,
facilitaron la invasión de la península por un ejército de bereberes procedentes del norte
de África (711).

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