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HFM 21 I – Clase teórica 29/03/21

Prof. M. Mendoza Hurtado

Unidad 2. Racionalismo

Tema: El método según Descartes

Materiales de estudio

 Clase teórica
 Bibliografía obligatoria: R. Descartes
-Discurso del método, Buenos Aires, Colihue, 2004, tr. M. Caimi, Parte 2,
párrafos 6-12 (hay otras traducciones).
-Reglas para la dirección del espíritu, en: R. Descartes, Obras escogidas,
Buenos Aires, Charcas, 1980, tr. T. Zwanck & E. de Olaso, reglas 1-12 (hay
otras traducciones).
-Principios de la filosofía, en: R. Descartes, R. Descartes, Obras escogidas,
Buenos Aires, Charcas, 1980, tr. T. Zwanck & E. de Olaso, Parte I, arts. 32,
45 y 46.
-Meditaciones metafísicas seguidas de objeciones y respuestas, Madrid,
Gredos, tr. de J. A. Díaz, Respuestas a las segundas objeciones, pp. 267-269
(PDF 391-393).
 Bibliografía complementaria:
-J. Echeverría, “Influencia de las matemáticas en la emergencia de la filosofía
moderna”, en: E. Olaso (ed.), Del Renacimiento a la Ilustración I.
Enciclopedia iberoamericana de filosofía, Madrid, Trotta, 1994.
-J. Hintikka, “Un discurso sobre el método de Descartes”, en: El viaje
filosófico más largo. De Aristóteles a Virginia Woolf, Barcelona, Gedisa, 1998.
 Guía de estudio

Introducción

A partir de esta clase comenzamos el estudio de la filosofía de Descartes. Dedicaremos


la presente clase a la problemática del método y en las clases siguientes, a cargo de la

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profesora Claudia Jáuregui, estudiarán la problemática epistemológica y metafísica tal


como se presenta en las Meditaciones metafísicas.1
René Descartes nace en la Francia católica en 1596, muere en la Suecia protestante en
1650 y la mayor parte de su vida adulta vive –por elección- en los Países Bajos
protestantes. Científico-filósofo como muchos de sus contemporáneos del siglo XVII,
su actividad científica y filosófica es uno de los hitos de la revolución científica.
Racionalista en sus concepciones epistemológicas, matemático, amigo del
experimentalismo de la nueva ciencia, apologeta de la concepción de una ciencia cierta
y útil para la vida humana, ciencia pensada en su despliegue temporal como un proyecto
progresivo y colectivo articulable con el Estado moderno (en coincidencia con su
antecesor Fracis Bacon, del cual Descartes fue lector), sostiene que la cuestión del
método, i.e. del uso reflexivo del potencial cognitivo humano pautado de manera crítica,
sistemática y constructiva, es decisiva para superar la crisis escéptica y poner en marcha
una nueva ciencia cierta y útil. También al igual que Bacon, el Descartes maduro
considera que sólo una reacción reflexiva contra el escepticismo, es decir, una reacción
que de algún modo integre reflexivamente el potencial destructivo escéptico, puede
atravesar felizmente la crisis escéptica relativa a la ciencia. Pero a diferencia del inglés,
la inspiración para el método cartesiano es de índole matemática y su uso reflexivo del
escepticismo fue de tal magnitud que produjo una alteración duradera del campo
filosófico a partir del siglo XVII.
Descartes publicó distintas obras y dejó otras sin publicar que se publicaron
póstumamente, al igual que su enorme correspondencia científica y filosófica. Para
nuestro estudio del método en la filosofía cartesiana tendremos en cuenta una selección
de textos tomados de distintas obras del filósofo, a saber, las Reglas para la dirección
del espíritu (escrito aprox. entre 1627 y 1629, publicado póstumamente) (= R), el
Discurso del método (publicado en 1637) (= DM), algunas de las respuestas de la serie
de objeciones y respuestas que acompañaron a la publicación de las Meditaciones
metafísicas en 1641 (= MM) y, por último, algunos artículos de la primera parte de los
Principios de la filosofía (publicado en 1644) (= PF). Usaremos como orientador su
presentación general del método en la segunda parte del DM; dado que la misma es

1
Dado que hay distintas traducciones de las obras de Descartes, me referiré a las Reglas para la dirección
del espíritu indicando el número de regla, al Discurso del método indicando la parte y el número de
párrafo de la parte correspondiente, a los Principios de la filosofía Parte I indicando el número de
artículo. Muchos de estos textos serán citados en la clase.

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breve y sucinta, ampliaremos el tema teniendo en cuenta los restantes textos,


particularmente las doce primeras reglas de las R.
Señalado lo anterior, hay que subrayar inmediatamente que el pensamiento
cartesiano atravesó, desde las R hasta las MM y los PF, transformaciones que no
estudiaremos sistemáticamente en esta clase. Se trata de transformaciones, algunas de
las cuales pueden describirse del siguiente modo: mientras que las R presentan el
método y a la vez dan inicio al despliegue sistemático de la nueva ciencia, pero sin
incluir su fundamentación metafísica, ya el DM incluye entre el método (DM parte 2)
y el despliegue de la nueva ciencia (DM partes 5 y 6) el momento decisivo de la
fundamentación metafísica cuya cuarta parte expone por primera vez de manera breve y
casi a manera de un relato. Las posteriores MM exponen esa fundamentación de una
manera detallada y meditativa, a la vez que son acompañadas por el juego de las
objeciones y respuestas. Entonces, subrayo que no tendré en cuenta en esta
presentación del método cartesiano la diacronía de su pensamiento filosófico, aun
cuando pueda hacer alguna observación al respecto. Recurriré a otros textos
cartesianos a fin de complementar el breve texto del DM Parte 2.
Con respecto al DM, primer texto publicado por Descartes, de manera anónima y en
francés, escrito a la manera de una autobiografía intelectual, el mismo “narrador” del
texto señala que fue concebido en “reemplazo” de su física en curso de publicación, al
conocerse la noticia de la condena de Galileo Galilei en 1633. En vez de una física,
Descartes decide –maestro en las políticas de escritura- hacer una suerte de apología de
Galileo (a quien nunca nombra explícitamente en el DM) y, de manera más general, la
apología de un proyecto para la nueva ciencia, cierta y útil, amenazada en su autonomía
racional por los censores eclesiásticos. El DM es, entre otras cosas, una intervención
discursiva en el campo de poderes del siglo XVII europeo cuyas autoridades están en
tensión y, por momentos, explícitamente en conflicto abierto (religión, Estado, ciencia).
Dice el narrador anónimo al comienzo de la sexta parte:
Hace ya tres años que había llegado al término del tratado que contiene
todas estas cosas [las cuestiones de su física que presenta en la quinta parte
del DM], y comenzaba a revisarlo, para llevarlo a un impresor, cuando supe
que ciertas personas a quienes respeto, y cuya autoridad no puede mucho
menos sobre mis acciones, que mi propia razón sobre mis pensamientos,
habían desaprobado una opinión de física publicada antes por otro [Galileo];

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no quiero decir que yo fuese de esa opinión, pero, antes que la censuraran,
no había notado en ella nada que me pareciese perjudicial ni a la religión ni
al Estado [l’État], ni, por consiguiente, nada que me hubiera impedido
escribirla yo mismo, si la razón me hubiese persuadido a ello; […] (DM
Parte 6, párrafo 1)
La aparente concesión de la heteronomía con respecto a la acción (cuestión compleja a
lo largo de todo el libro y que no estudiaremos aquí, pero que puede profundizarse
leyendo el DM Parte 3) va acompañada de la enfática afirmación de la autonomía de la
primera persona reflexiva sobre sus propios pensamientos (la autonomía teórica) y de la
amenaza que significa que ella pueda no “notar”, es decir, que a ella le pueda no ser
reflexivamente accesible un juicio acerca de la peligrosidad de sus opiniones con
respecto a la religión y el Estado. Llegando hacia el final del libro, el narrador ya no se
refiere a los censores eclesiásticos, sino al público de lectores: “aquellos que juntan el
buen sentido con el estudio […] son los únicos a quienes deseo tener por jueces […]”
(DM 6, párrafo 11). Se verá que la fundamentación metafísica pone en punto cero
indubitable del sistema la transparencia epistemológica del sujeto reflexivo abstracto.
Pero el DM no es un tratado sobre el método en el sentido de ser una exposición
detallada y exhaustiva de la concepción cartesiana del método. La única exposición más
detallada y exhaustiva con la que contamos está en las póstumas R, obra temprana sin
embargo, previa a la fundamentación metafísica, no sólo en el sentido de que ella no se
realiza en las R, sino en el sentido de que no se menciona como parte del proyecto la
ciencia. Pero, entonces, ¿qué encontramos sobre el método en el DM? Encontramos:
1. Una formulación general y abstracta, en relación con su pretensión de
universalidad (de validez para cualquier área del conocimiento) (DM Parte 2)
2. “Ejemplos” del método o –tal vez sea más preciso decir- “adaptaciones” o
“variaciones” del método en diferentes áreas o usos, cuya presentación es más o
menos explícita: en la metafísica (DM Parte 4), en la física (DM Parte 5 y 6, y
en dos de los “ensayos” (sic) que acompañaban al DM, a saber, “la dióptrica” y
“los meteoros”) y en la matemática (el tercer “ensayo”, la “geometría”).

La presentación general y abstracta del método presente en el DM Parte 2 (párrafos 6-


13, pues los párrafos 1-5 completan la argumentación del DM Parte 1 que recomiendo
leer) está articulada del siguiente modo:

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1. Crítica de las disciplinas (artes o ciencias) previas que el narrador tuvo en cuenta
en su reflexión y práctica metodológicas: la lógica, el análisis de los geómetras
antiguos y el álgebra de los modernos;
2. Formulación concisa de los cuatro preceptos del método;2
3. Otra vez un juicio sobre las artes previas, pero ahora hecho en función de las
transformaciones en la apropiación crítica cartesiana, donde destaca la mathesis
universalis, las aplicaciones y “frutos” del método.

Los cuatro preceptos pueden dividirse en dos grupos:


1. Precepto 1, que formula la conceptualidad epistemológica clave del planteo
cartesiano del método, es decir, el criterio de la evidencia que es explicado en
términos de una condición negativa necesaria y de una condición positiva
necesaria y suficiente.
2. Preceptos 2 a 4, que articulan el procedimiento metódico que permite
satisfacer el criterio de la evidencia en la resolución de un “problema”
(“dificultad” o “cuestión”), en cuanto ese procedimiento, por un lado, regula el
uso de las dos operaciones naturales del entendimiento -que Descartes llama
“intuición” y “deducción”-, y por el otro lado, representa el “problema”
como un todo de “naturalezas simples”, ambas cosas en términos de “división”,
“orden”, “enumeraciones completas” y “revisiones exhaustivas”.
La formulación –podríamos decir “minimalista”- del método en DM Parte 2, párrafo 12,
dice: “el método enseña a seguir el orden verdadero, y a enumerar exactamente todas las
circunstancias de lo que se busca”

A continuación iremos explicando los preceptos, trayendo piezas explicativas de otros


textos de Descartes y reponiendo algunas concepciones con las cuales están
entrelazados. Para ello seguiremos el siguiente orden en la explicación:
I. el concepto de método
II. el primer precepto del método (P1)

2
Reservaré la palabra “preceptos” para referirme a los cuatro preceptos del método en DM Parte 2 y la
palabra “reglas” para referirme al conjunto de reglas de las R. La palabra “máximas” se suele reservar
para referirse al conjunto de máximas de la moral provisional de DM Parte 3.

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III. la concepción cartesiana de las dos operaciones naturales del entendimiento:


la intuición y la deducción
IV. los preceptos procedimentales (P2-4 y R6-7)

I. Definición de método (R4)

La ciencia siempre es pensada por Descartes, desde las R hasta el final de su obra, como
una unidad de tipo metódico-epistemológico, en explícita oposición a la concepción
aristotélica de diversas ciencias que se recortan sobre distintas clases de entidades (cf.
Regla 1). Recordemos aquí la conocida imagen usada por Descartes en el texto de la
carta prefacio de los PF, que representa esa unidad como un único árbol con sus raíces
(la metafísica), su tronco (la física) y sus tres ramas (la mecánica, la medicina y la
moral). Ahora bien, en la Regla 4, Descartes caracteriza la noción de método del
siguiente modo:
Entiendo por método reglas ciertas y fáciles, cuya rigurosa observación impide
que jamás se suponga verdadero lo falso y hace que la inteligencia, sin gasto inútil
de esfuerzos sino aumentando siempre la ciencia, llegue al verdadero
conocimiento de todo lo que es capaz.

A continuación, el mismo Descartes destaca explícitamente dos cosas:


1. no suponer jamás que lo falso sea verdadero: que el método impida incurrir en
errores;
2. llegar al conocimiento de todas las cosas: que permita el descubrimiento de todo
conocimiento por la vía más fácil.
En su definición caben identificar además otros elementos:
3. certeza y facilidad de la reglas;
4. necesidad de observación rigurosa;
5. económico y progresivo (no al azar o con esfuerzos sin sentido, etc.);
6. universalidad, en dos sentidos: (1) no restringido a un ámbito específico de
conocimiento a diferencia de otros ámbitos y (2) no limitado a algunas verdades
dentro de cada uno de esos ámbitos, sino que permita llegar a todas las verdades
de las que es capaz la inteligencia humana;

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7. completo, en el sentido de reglar todo lo esencial relativo a la ciencia, a saber,


reglar el uso de la intuición intelectual y de la deducción.

Al igual que en DM Parte 2, también aquí en R4, con el propósito de caracterizar su


método, Descartes se refiere críticamente a la lógica (o dialéctica), al análisis
geométrico y al álgebra, desde la perspectiva de la concepción de una matemática
universal (= “una ciencia general que explique todo aquello que puede investigarse
acerca del orden y la medida sin aplicación a ninguna materia especial”, que “contiene
los primeros rudimentos de la razón humana” y “se extiende hasta extraer de cualquier
asunto las verdades que encierra”).
Cabe encontrar en el DM los mismos elementos de esta definición de R4, sólo que
repartidos de otro modo:
1. DM Parte 1 párrafo 3: “un método, por el cual me parece que tengo el medio
de aumentar gradualmente mi conocimiento, y de elevarlo poco a poco al
punto más alto que la mediocridad de mi ingenio y la breve duración de mi
vida me permitan alcanzar”.
2. DM Parte 2 párrafo 5 in fine: “el verdadero método para llegar al
conocimiento de todas las cosas de las que ingenio fuese capaz”.
3. DM Parte 2 párrafo 11: “imaginar que todas las cosas que los hombres
pueden conocer se siguen unas a otras de la misma manera, y que, con sólo
que uno se abstenga de admitir por verdadera alguna que no lo sea, y que se
observe siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede
haber ninguna tan remota, que no se llegue finalmente a ella, ni tan
escondida, que no se la descubra”.

II. El primer precepto del método (= P1):


el llamado precepto de la evidencia

El primero [de los preceptos] fue [Parte I] no admitir nunca como verdadera
cosa alguna, que no conociese con evidencia ser tal; es decir, [Parte II] [1]
evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención; y [2] no abarcar en
mis juicios nada más que aquello que se presentase a mi espíritu tan clara y

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distintamente, que yo no tuviese ninguna ocasión de ponerlo en duda.


(negritas y agregados entre corchetes de MMH)

P1 es un precepto complejo compuesto por dos grandes partes (Partes I y II) separadas
por un “es decir” epexegético, de modo tal que la segunda parte se propone como una
explicación de la primera según dos tipos de condiciones [1 y 2]. Examinemos de cerca
cada una de las dos partes.

Parte I del primer precepto del método


La primera parte “no admitir nunca como verdadera cosa alguna, que [yo] no conociese
con evidencia ser tal” señala que el conocimiento evidente centrado en la primera
persona es una garantía o índice seguro de verdad. Aquí la relación entre la evidencia
y la verdad no es justificada, sino que se da concedida. Será en última instancia un
trabajo de las MM asegurar el vínculo criterial entre la verdad y la evidencia.
La centración en la primera persona individual abstracta no es algo indiferente al
precepto, si bien sólo en la segunda parte del mismo se acentúa. En rigor es algo que se
da por sobreentendido o, mejor dicho, como ya establecido a esa altura del DM, porque
toda la primera parte del DM y los párrafos 1-5 del DM Parte 2, previos a los que
analizamos aquí, tienen por objetivo producir un desplazamiento de la autoridad
epistémica hacia la primera persona individual, utilizando recursos escépticos
(particularmente el modo de la diafonía no decidida),3 distintos a los que Descartes
usará en la primera MM. Aquí esta primera persona individual a la que se refieren el
“yo” y los adjetivos posesivos (“mis juicios”, “mi espíritu”) no es aún el “yo” en cuanto
sujeto del cogito como primera verdad cierta que resultará de la duda hiperbólica
exigida por la duda metódica en las MM. Aquí se trata de un sujeto reflexivo cuya
autoridad epistémica se construye discursivamente mediante la desautorización
epistémica de toda autoridad externa al narrador; propiamente se trata de la producción
de un equilibrio de autoridades –aprendido en el arsenal de Montaigne- pero puesto a
funcionar de una manera no montaigneana, pues según esta última quien orquesta la

3
Sexto Empírico caracteriza al modo de la manera siguiente: “El [modo, trópos] de la discrepancia
[diafonía] es aquel por el que descubrimos que se da una irresoluble disputa [anepícritov stásin], tanto
entre la gente ordinaria como entre los filósofos, acerca del objeto propuesto; por lo que, al no poder
elegir o rechazar nada, concluimos en la suspensión del juicio [katalégomen eis epochén].” (Hipotiposis
pirrónicas, I.15, trad. R. Sartorio Maulini, Madrid, Akal,1996, p. 27).

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desautorización epistémica universal (la primera persona de los Ensayos) no intenta


redirigirla –ni siquiera metodológicamente- hacia sí mismo.
Hay además operando un supuesto: que ese sujeto reflexivo y abstracto puede no
admitir algo, evitar algo, sustraerse a fuerzas pasionales y sociales que lo tienen
inicialmente capturado. En breve hablaremos de los “prejuicios”. Ese supuesto es el
supuesto de una libertad que se exhibe liberándose de esas ataduras. Verán en las MM la
importancia decisiva de la concepción cartesiana de la libertad al explicar el error en la
cuarta de las MM.
El precepto es estricto, pues pone por condición del conocimiento (verdadero) que
nunca se pase por alto la evidencia.

Parte II del primer precepto del método


La segunda parte traduce al “cartesiano” la noción de evidencia a través de dos
momentos: un momento criterial negativo (“evitar cuidadosamente la precipitación y la
prevención”) y un momento criterial positivo (atenerse a una “claridad y distinción”
tales que aseguren la infalibilidad al intentar ampliar el conocimiento). Veamos cada
uno de estos dos momentos.

 Precipitación y prevención
La precipitación y la prevención son fuentes de errores, instancias que acechan a la
dirección epistémicamente óptima del propio juicio por parte del sujeto reflexivo y
abstracto. Recordar que el título completo del DM es “Discurso del método para bien
dirigir [conduire] su [sa = la propia individual] razón y buscar la verdad en las
ciencias”. Ambos conceptos proceden de la tradición escéptica y, más cercanamente a
Descartes, cabe verlos operar en el uso montaigneano y en el uso baconiano.4
La precipitación se refiere a un juicio que es realizado sin calibrar exactamente la
cantidad y la calidad de la “información” sobre cuya base se lo intenta justificar (en este
sentido decimos que las “evidencias disponibles” o las “razones con las cuales se
cuenta” no habilitan, autorizan o justifican un juicio).5 Si falta información o es de mala

4
Con respecto a Montaigne, ya estudiamos algo la clase pasada; con respecto a Bacon, véase su doctrina
de los ídolos en el Libro I del Nuevo órganon (1626).
5
“Evidencias” –en plural- es aquí sinónimo de las “razones” o “créditos” que justifican; no debe ser
confundido este uso de la expresión en plural –típicamente jurídico (¿cuáles son las evidencias a favor o
en contra?)- con la “evidencia” –en singular- como propiedad epistémica de la percepción, según luego se
verá.

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calidad, entonces quien juzga se precipita cuando afirma más de lo que esa información
la autoriza: si dispongo de razones probables pero afirmo un juicio con certeza, me
precipito; pero si sobre esa base afirmo que tal o cual cosa es probable y exactamente
tan probable como la información de la cual dispongo, entonces no me precipito; y si las
razones a favor y en contra están perfectamente equilibradas, no precipitarse implica
suspender el juicio.
Hay distintos tipos de causas de la precipitación. Unas generales y estructurales, y otras
particulares. Una causa estructural tiene que ver con el desfasaje entre el tiempo de la
acción (que suele ser rápido por la urgencia que caracteriza los contextos de acción) y el
tiempo de la teoría (que suele ser más lento, ya que conseguir la información adecuada,
descubrir verdades o elaborar pruebas suelen no responder a la urgencia del juicio para
actuar): en el DM Parte 3, Descartes señala algo de esto en su planteo de una moral
provisional. En estrecha relación con esta causa general de la precipitación están los
sentidos, cuya falibilidad epistémica no llega a impedir su relación pragmática con la
acción. Esto lo estudiará Descartes en las MM.
La prevención se refiere a aquello que, en la terminología de la época, también se
nombra bajo la expresión “prejuicio”. Aquí el problema es el sesgo sistemático que
aqueja a quien juzga, que está sometido a creencias atrincheradas que operan “a sus
espaldas”. En lugar de hacer –reflexivamente- un juicio y así controlar todas las
variables epistémicas clave, el sujeto epistémico se encuentra –sin darse cuenta-
juzgando sesgadamente, a merced de fuerzas que no controla (individuales como
pueden ser sus pasiones, pero también instituciones sociales como pueden ser los
prejuicios compartidos adquiridos por la socialización y muy particularmente la
adquisición de su competencia lingüística). Relacionar esto con lo que dice Descartes
sobre el lenguaje natural u ordinario en MM 2 y también con el párrafo 10 de MM 1 que
se refiere al insistente “trabajo meditativo” de reiteración para ablandar la fuerza de los
prejuicios.
Tanto la precipitación como la prevención impiden el autocontrol reflexivo del juicio,
el cual es una condición necesaria negativa para la búsqueda de la verdad. No es casual
que en el DM el narrador presente su derrotero intelectual en términos de una
“liberación”.

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 Claridad y distinción
“Claridad” y “distinción” son términos técnicos cartesianos que se deben comprender
tal como él los precisa. En PF 1, artículos 45-46, caracteriza a la claridad y a la
distinción como propiedades de la “percepción” (cf. también MM 3, párrafo 2). La
percepción del entendimiento y la operación de la voluntad son los dos modos del
“pensamiento” (cf. PF 1, art. 32). Estudiarán con detalle cómo Descartes construye y
justifica en las MM este concepto de “pensamiento”. Ahora nos interesa señalar que la
percepción del entendimiento equivale a toda percatación o captación autoconsciente de
un objeto o de cierta información sobre cuya base el sujeto realiza un juicio, el cual
Descartes atribuye a la voluntad. Esa captación puede considerarse según su grado de
claridad y según su grado de distinción y de esos grados depende la confiabilidad
epistémica del juicio efectuado, evitadas la precipitación y la prevención. La noción de
evidencia se construye, entonces, a partir de determinada exigencia que recae sobre la
percepción clara y distinta.
Descartes ofrece las siguientes caracterizaciones de claridad y distinción:
 “percepción clara es aquella que está presente y manifiesta a la mente
atenta”.
La claridad de la percepción se opone a su oscuridad; la nota central que la define es el
grado de atención que el sujeto reflexivo puede prestar al objeto que considera: si estoy
somnolienta la percepción de mi entendimiento –reparar en que “percepción” no es
sinónimo de “percepción sensible”, siendo ésta un tipo específico de percepción en
función de la constitución sensible de su objeto- pierdo la capacidad de fijar la atención,
gradualmente, tal vez hasta quedar dormida; de la mayor claridad paso a la oscuridad de
la captación consciente.
 “percepción distinta es aquella que, siendo clara, está tan separada y
recortada de todas las demás que no contiene en sí absolutamente más que lo
que es claro”.
La percepción distinta se opone a la percepción confusa y presupone la percepción
clara; confusa no quiere decir oscura, ni carente atención, sino que en ella el sujeto no
discierne la multiplicidad de elementos que considera ni sus relaciones. Puedo fijar muy
lúcidamente mi mirada atenta al observar por un telescopio pero no discernir más que
algunos puntos luminosos, mientras que una avezada astrónoma discierne muchos más

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elementos; o puedo palpar una axila sin reconocer aquello que discierne una médica al
palpar la misma axila.
Con respecto a la claridad, volvemos a observar la presencia del sujeto reflexivo ahora
indicada a través de la atención del sujeto como perceptor, de ahí la comparación con la
visión ocular con la cual nos reencontraremos en las R al explicar el concepto de
intuición. La distinción nos lleva directamente, en términos procedimentales, al corazón
“analítico” del método: el aislamiento de los elementos involucrados a fin de exhibir la
dependencia o independencia epistémica entre ellos y así hacer posible la construcción
de series epistémicas jerárquicas, partiendo de aquello que se conoce por sí mismo, para
desde ahí avanzar hacia el conocimiento de problemas más complejos. Entonces, dada
una “dificultad” a resolver (“proposición”, “problema” o “cuestión”) que inicialmente
es representada como un todo confuso se trata de señalar un procedimiento que permita
representarlo como un todo distinto (1) dividiendo en partes más simples el todo
confuso y (2) reconstruyendo –según un orden de accesibilidad epistémica- el todo a
partir de las partes más simples y de sus relaciones.

 Indubitabilidad
El precepto establece como condición criterial positiva de la evidencia y así de la
verdad, una claridad y distinción tales que no se tuviese ninguna ocasión de poner esa
percepción en duda. La plena satisfacción de esta condición implica la metodización
del ejercicio escéptico de manera sistemática y completa. La primera MM, cuyo título
“de las cosas que se pueden poner en duda” anuncia el proyecto de perimetrar por
completo el campo epistémico de la duda, pone en marcha la realización del proyecto.

III. La concepción cartesiana de la intuición y la deducción

Llegadxs aquí, conviene explicar la concepción cartesiana de la intuición y de la


deducción, ya que como se dijo más arriba el procedimiento metódico formulado en los
preceptos P2-4 regula el uso de las dos operaciones naturales del entendimiento que
Descartes llama “intuición” y “deducción”. Para aproximarnos a esta cuestión, cabe
distinguir de manera algo esquemática y simplificadora dos concepciones de la
deducción, una que se podría llamar “formalista” y otra que se podría llamar

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“intuicionista”.6 La primera de ellas aísla los elementos formales de la inferencia


racional con respecto a su contenido, tratando de formular reglas y sobre todo, en caso
de ser posible, algoritmos, que determinen la corrección inferencial sin tener en cuenta
aquello a lo que se refiere la inferencia, es decir, se distingue entre el contenido y la
forma y se busca conceptualizar y metodizar la forma inferencial como única instancia
de su corrección racional. La teoría de la deducción silogística que elabora Aristóteles
en los Primeros analíticos ejemplifica esta concepción, pero conviene advertir que se
puede ser formalista sin restringir la deducción al silogismo aristotélico, por ejemplo,
aceptando una lógica formal proposicional. Por otra parte, aceptar una concepción
formalista de la deducción no implica eliminar de la explicación científica toda noción
de intuición intelectual, como pasa con el nous en el mismo Aristóteles al cual recurre –
entre otras cosas- para abordar el problema de la indemostrabilidad de los primeros
principios en los Segundos analíticos; pero sí importa destacar que, en planteos como el
aristotélico e incluso el platónico, la racionalidad queda tensionada entre una
racionalidad inmediata intuitiva (nous) y otra mediata formal (dianoia).
La concepción intuicionista de la deducción sostiene, por el contrario, que la operación
básica es la intuición intelectual y que toda deducción es, en última instancia, un uso
ampliado –de un modo u otro- de la intuición intelectual; pero no habría una distinción
cualitativa entre intuición y deducción, teniendo la prioridad la intuición, de modo que
la mente atenta siempre tendría que estar presente como garantía de toda racionalidad.
Descartes elabora una concepción intuicionista de la deducción, la cual, por un lado, es
perfectamente solidaria con la centración del conocimiento de la verdad en el sujeto
reflexivo cuya percepción clara y distinta es un índice de la verdad; y, por el otro lado,
es perfectamente consistente con el ataque cartesiano a toda concepción de máquinas
pensantes, tal como aparece en el DM Parte 5, párrafo 10: no se puede atribuir
racionalidad ni a una máquina ni a un animal no humano (que sólo sería un tipo de
máquina sofisticada, según Descartes), ya que carecen de “pensamiento” en el sentido
cartesiano, cuyo núcleo es la intelección pura y autoconsciente del sujeto. Se pueden
construir máquinas de calcular pero no de “pensar”, siempre y cuando se puedan
construir canales de flujos materiales isomorfos con respecto a series completamente
algoritmizadas de signos. Pero ese flujo material canalizado no sería “pensamiento”.

6
No confundir este uso de las expresiones “formalista” e “intuicionista” con los programas de
fundamentación de la matemática que llevan esos nombres, aun cuando se pudieran establecer –
anacrónicamente- algunas relaciones.

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Hay que prestar atención al hecho de que Descartes dirige distintos tipos de crítica
contra la lógica, o “dialéctica”, con la que él se encuentra en su época:
(1) que es meramente expositiva en vez de proponer un método para descubrir la
verdad: no enseña nada nuevo y es inútil para investigar la verdad, sólo sirve para
exponer a otros con facilidad lo ya descubierto, de modo que es más retórica que
filosofía (cf. DM Parte 2, párrafo 6; R10).
(2) que sólo cuenta con razones probables y es, así, un instrumento de la disputa, de
modo que no puede servir para la ciencia que requiere certeza (cf. R2).
(3) que permite hablar sin juicio: esto lo dice refiriéndose al arte de Lulio (cf. en DM
Parte 2, párrafo 6), pero en realidad también apunta contra todo tipo de
formalismo que a través de algoritmos intente mecanizar la racionalidad (en el
caso de Lulio se tratada de una “combinatoria”); coincide con la acusación de
verbalismo. R10 es totalmente explícita sobre esto:

algunas personas se extrañarán quizá de que buscando aquí los medios


de hacernos más aptos para deducir unas verdades de otras omitamos
todos los preceptos por los cuales los dialécticos creen deducir la
verdad humana, prescribiendo ciertas formas de razonamiento tan
necesariamente concluyentes, que aunque a la razón que confía en
ellas no le importe considerar atenta y evidentemente la inferencia
misma, pueda, sin embargo, a veces, sólo por la fuerza de la forma
establecer conclusiones ciertas. En efecto, notamos que la verdad
escapa con frecuencia de estos lazos […]. Por estos motivos
rechazamos esas formas como contrarias a nuestro propósito, sobre
todo para evitar aquí que la razón permanezca ociosa mientras
examinamos la verdad de alguna cosa, y preferimos buscar todos los
auxilios que puedan mantener atento a nuestro pensamiento […].

Ahora bien, la R3 presenta la concepción cartesiana de la intuición y la deducción y, a la


vez, una de sus dificultades. Luego en las R7, 9 y 11, se complementan y precisan las
caracterizaciones de R3, estableciendo la relación con la enumeración o inducción, y
distinguiendo sus diversos tipos. En efecto, Descartes presenta la noción de
enumeración como un tipo de inferencia (illatio). R3 dice:

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En los objetos considerados hay que indagar, no los pensamientos de los


demás o nuestras propias conjeturas [opiniones probables ajenas o propias],
sino lo que podemos intuir con claridad y evidencia [1] o deducir con
certeza [2], pues la ciencia [que implica certeza y evidencia según R2] no se
adquiere de otro modo. (agregados entre corchetes de MMH)

Hay sólo dos actos del entendimiento: intuición y deducción, que deben aislarse de los
sentidos (no enteramente confiables) y de la imaginación (falible al permitir componer
mal). Mientras que sentidos e imaginación son falibles, no lo serían los actos del
entendimiento.

Intuición
La intuición cartesiana es un conocimiento inmediato, análogo a un acto de visión (cf.
R9), pero no sensible (ni de los sentidos ni de la imaginación), sino puramente
intelectual, un acto cuya inmediatez depende de la “simplicidad” o el carácter “distinto”
de su objeto, es decir, del carácter epistémicamente autocontenido o independiente, en
lo que se refiere a su comprensión, un objeto que se concibe por sí mismo y no en
relación con otro. La intuición:
es un concepto que forma la inteligencia pura y atenta con tanta facilidad
y distinción, que no queda ninguna duda sobre lo que entendemos, o, lo
que es lo mismo: un concepto que forma la inteligencia pura y atenta sin
ninguna duda y que nace sólo de la luz de la razón y que, por ser más
simple, es más cierto que la misma deducción. (negritas de MMH)
La intuición proporciona certeza y evidencia y requiere de dos condiciones: (1) que la
proposición se entienda clara y distintamente y (2) que se entienda de una vez por
completo y no sucesivamente. Es decir, aislando los elementos conceptualmente
aislables, de forma tal que la comprensión de cada uno de ellos sea “instantánea”: sin
movimiento, sin duración.
He aquí algunos ejemplos que Descartes presenta: cada cual puede ver por intuición
1. Que existe
2. Que piensa
3. Que el triángulo está limitado sólo por tres líneas

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4. Que la esfera está limitada por una sola superficie

Deducción
La deducción cartesiana es un conocimiento mediato, una inferencia necesaria que
parte de algo conocido con certeza y epistémicamente “anterior” o independiente en
el orden del conocimiento. Descartes señala:
-todo lo que es consecuencia necesaria a partir de otras cosas conocidas con
certeza;
-se pueden conocer muchas cosas con certeza, aunque no sean evidentes por sí
mismas;
-implica una complejidad y un movimiento o sucesión continua e ininterrumpida
del pensamiento que intuye claramente cada cosa en particular, por eso se requiere
de la intuición no sólo para las enunciaciones, sino para cualquier clase de
razonamiento discursivo (discursus)
-hay entonces dos elementos y una relación necesaria entre ellos, de modo tal que
uno tiene sobre el otro una prioridad epistémica.
La comparación con una cadena formada de eslabones le permite distinguir entre
consecuencias inmediatas y conclusiones remotas, es decir, dos tipos de deducción; y a
la vez, indicar cómo interviene la memoria:
distinguimos la intuición intelectual de la deducción cierta en que en ésta se
concibe un movimiento o cierta sucesión, pero no en aquella, y en que, además, la
deducción no necesita la evidencia presente, como la intuición, sino que en cierto
modo pide prestada su certidumbre a la memoria.
De este modo,
1. los primeros principios se conocen por intuición intelectual
2. las consecuencias inmediatas de los primeros principios se conocen por
intuición o deducción
3. las conclusiones remotas de los primeros principios se conocen por deducción.

En R11, Descartes emplea la terminología de la enumeración o inducción para


expresar estas dos variantes de la deducción:
(1) deducción simple de una cosa partiendo de otra, que puede ser considerada
como el movimiento de inferir (y en este sentido difiere de la intuición), o

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como ya realizada, como el término de un movimiento (y en este sentido es


una intuición).
(2) deducción múltiple y complicada: se hace por enumeración o inducción; o sea
que la enumeración es una inferencia que se obtiene de proposiciones
numerosas y dispersas (puede ser completa o incompleta; distinta o confusa;
ordenada o desordenada; suficiente o insuficiente).

IV. El segundo conjunto de preceptos del método (P2-4 y R5-7)

Los P2-4 indican la manera de obtener la claridad y la distinción epistémicamente


óptimas. He aquí sus formulaciones:
Precepto de la división
“dividir cada una de las dificultades que examinaría, en tantas partes como fuese
posible, y como fuese necesario para resolverlas mejor.”
Precepto del orden
“conducir mis pensamientos ordenadamente, comenzando por los objetos más
simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como por grados, al
conocimiento de los más compuestos; suponiendo incluso un orden entre aquellos
que no se preceden naturalmente los unos a los otros.”
Precepto de la enumeración exhaustiva
“hacer en todo enumeraciones tan completas, y una revisiones tan generales, que
estuviese seguro de no omitir nada.”

Si examinamos estas formulaciones, podemos distinguir los siguientes elementos:


1. el método apunta resolver problemas (dificultades o cuestiones) y, en este,
sentido se plantea como un método de descubrimiento;
2. la distinción entre simple y complejo es epistémica: se trata de lo más fácil o
más difícil de conocer;
3. el orden epistémico puede ser natural, pero también puede ser artificial;
4. el orden requiere gradualidad y completud con respecto a los elementos
ordenados;

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5. se requiere de revisiones exhaustivas como garantías de gradualidad y


completud.

El DM apenas explica estos preceptos P2-4. En cambio las reglas 5-7, en


correspondencia con los P2-4, ofrecen más detalles, de modo que sugerimos
examinarlas con sumo cuidado. La R5 formula el doble movimiento de división (o
“reducción”) y de ordenamiento gradual de lo simple y fácil de conocer, hacia lo
complicado. R6 emprende la explicación más detallada, al señalar que el orden es “el
secreto principal del método”. Descartes sostiene que todas las cosas por conocer
pueden distribuirse en series “epistémicas”, i.e. series de dependencia en el orden del
conocimiento, a diferencia de series ontológicas ordenadas por “géneros del ser. P3
habla justamente de un orden en términos de una serie de grados de facilidad y
simplicidad epistémicas, señalando de manera explícita que, en caso de faltar un orden
natural, debe ser supuesto.
Esto le permite introducir, entonces, la distinción metódica entre absoluto y relativo:

“todas las cosas pueden ser llamadas absolutas o relativas en la medida en que
pueden servir a nuestro propósito, no considerando sus naturalezas aisladamente
sino comparándolas entre sí, para que pueden conocerse las unas por las otras.”

1. lo absoluto es lo que contiene en sí la naturaleza pura y simple a que se


refiere una cuestión; se trata de lo más simple y fácil para ser utilizado en la
solución de las cuestiones.
2. lo relativo es lo que puede ser referido a lo absoluto y ser deducido de él
siguiendo una serie a través de relaciones.

Aquí hay que enfatizar tres cosas:


1. se trata de un ataque al aristotelismo: no se trata del orden del ser (distribuido
además según categorías), sino del orden del conocer centrado en el sujeto
reflexivo; esto implica la manera en que Descartes concibe la unidad de toda la
ciencia humana (cf. R1 y R12, párrafos 24-25; el árbol de la ciencia en PF).
2. se trata de un orden que, si no es natural, hay que “suponerlo”, introducirlo
“artificialmente”, i.e. reflexivamente con “arte”, con “método”, y en este sentido

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puede ser “imaginario”, una “suposición” epistémicamente útil, como la de


aquellas que emplean los astrónomos (R6; R10; R12)
3. todo lo que puede conocerse puede ser ordenado según grados de dificultad: esto
orienta toda la articulación del plan de composición de la Reglas que, sin
embargo, Descartes nunca terminó de escribir (sólo escribió hasta la R21). En el
párrafo 27 de la larga R12 (pero ya en la R8), explica que se trata de un proyecto
de 36 reglas distribuidas de la siguiente manera de acuerdo con el grado de
complejidad y el tipo de complejidad de las proposiciones, dificultades o
cuestiones:
1. proposiciones simples: examinadas en R1-12;
2. proposiciones complejas de comprensión perfecta: examinadas en R13-24;
se trata de cuestiones matemáticas;
3. proposiciones complejas de comprensión imperfecta: examinadas en R25-
36; cuestiones físicas.

Quedan por integrar algunas piezas más a la concepción cartesiana del método.
Simplemente las identificaremos; el estudio de sus detalles queda como parte de las
tareas propuestas en la guía de estudio correspondiente a esta clase.

1. la concepción de las naturalezas simples y complejas, tal como se desarrolla por


extenso en los párrafos 12 a 21 de la larguísima R12 (la R8 adelanta esta
cuestión);
2. las críticas de Descartes al “análisis de los antiguos” y al “álgebra de los
modernos” (DM Parte 2 párrafos 6 y 11);
3. la relación que el mismo Descartes establece, en las “Respuestas a las segundas
objeciones” de las MM), entre (1) el núcleo procedimental del método, (2)
aquello que llama en ese texto el “orden demostrativo” y (3) la distinción entre
dos “maneras demostrar” que le atribuye a los geómetras antiguos, a saber, el
“análisis o resolución” y la “síntesis o composición”.

Cito a continuación los textos clave relativos al punto 3, tomados de las “Respuestas a
las segundas objeciones”, pero se recomienda leer las breves dos páginas completas.

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Texto sobre el orden demostrativo: “que las cosas propuestas como primeras deben ser
conocidas sin la ayuda de las siguientes, y que las siguientes deben luego estar
dispuestas de tal modo que sean demostradas únicamente por las cosas que las
preceden”.
Texto sobre las maneras de demostrar:
1. por análisis o resolución: “El análisis muestra la verdadera vía por la cual una
cosa ha sido metódicamente inventada y hace ver cómo los efectos dependen de
las causas”.
2. por síntesis o composición: “La síntesis, al contrario, por una vía muy otra y
como examinando las causas por sus efectos […], demuestra en verdad
claramente lo que está contenido en sus conclusiones, y se sirve de una larga
secuencia de definiciones, de postulados, de axiomas, de teoremas y de
problemas […]”.

- Fin de la clase -

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