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Unidad 2. Racionalismo
Materiales de estudio
Clase teórica
Bibliografía obligatoria: R. Descartes
-Discurso del método, Buenos Aires, Colihue, 2004, tr. M. Caimi, Parte 2,
párrafos 6-12 (hay otras traducciones).
-Reglas para la dirección del espíritu, en: R. Descartes, Obras escogidas,
Buenos Aires, Charcas, 1980, tr. T. Zwanck & E. de Olaso, reglas 1-12 (hay
otras traducciones).
-Principios de la filosofía, en: R. Descartes, R. Descartes, Obras escogidas,
Buenos Aires, Charcas, 1980, tr. T. Zwanck & E. de Olaso, Parte I, arts. 32,
45 y 46.
-Meditaciones metafísicas seguidas de objeciones y respuestas, Madrid,
Gredos, tr. de J. A. Díaz, Respuestas a las segundas objeciones, pp. 267-269
(PDF 391-393).
Bibliografía complementaria:
-J. Echeverría, “Influencia de las matemáticas en la emergencia de la filosofía
moderna”, en: E. Olaso (ed.), Del Renacimiento a la Ilustración I.
Enciclopedia iberoamericana de filosofía, Madrid, Trotta, 1994.
-J. Hintikka, “Un discurso sobre el método de Descartes”, en: El viaje
filosófico más largo. De Aristóteles a Virginia Woolf, Barcelona, Gedisa, 1998.
Guía de estudio
Introducción
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HFM 21 I – Clase teórica 29/03/21
Prof. M. Mendoza Hurtado
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Dado que hay distintas traducciones de las obras de Descartes, me referiré a las Reglas para la dirección
del espíritu indicando el número de regla, al Discurso del método indicando la parte y el número de
párrafo de la parte correspondiente, a los Principios de la filosofía Parte I indicando el número de
artículo. Muchos de estos textos serán citados en la clase.
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no quiero decir que yo fuese de esa opinión, pero, antes que la censuraran,
no había notado en ella nada que me pareciese perjudicial ni a la religión ni
al Estado [l’État], ni, por consiguiente, nada que me hubiera impedido
escribirla yo mismo, si la razón me hubiese persuadido a ello; […] (DM
Parte 6, párrafo 1)
La aparente concesión de la heteronomía con respecto a la acción (cuestión compleja a
lo largo de todo el libro y que no estudiaremos aquí, pero que puede profundizarse
leyendo el DM Parte 3) va acompañada de la enfática afirmación de la autonomía de la
primera persona reflexiva sobre sus propios pensamientos (la autonomía teórica) y de la
amenaza que significa que ella pueda no “notar”, es decir, que a ella le pueda no ser
reflexivamente accesible un juicio acerca de la peligrosidad de sus opiniones con
respecto a la religión y el Estado. Llegando hacia el final del libro, el narrador ya no se
refiere a los censores eclesiásticos, sino al público de lectores: “aquellos que juntan el
buen sentido con el estudio […] son los únicos a quienes deseo tener por jueces […]”
(DM 6, párrafo 11). Se verá que la fundamentación metafísica pone en punto cero
indubitable del sistema la transparencia epistemológica del sujeto reflexivo abstracto.
Pero el DM no es un tratado sobre el método en el sentido de ser una exposición
detallada y exhaustiva de la concepción cartesiana del método. La única exposición más
detallada y exhaustiva con la que contamos está en las póstumas R, obra temprana sin
embargo, previa a la fundamentación metafísica, no sólo en el sentido de que ella no se
realiza en las R, sino en el sentido de que no se menciona como parte del proyecto la
ciencia. Pero, entonces, ¿qué encontramos sobre el método en el DM? Encontramos:
1. Una formulación general y abstracta, en relación con su pretensión de
universalidad (de validez para cualquier área del conocimiento) (DM Parte 2)
2. “Ejemplos” del método o –tal vez sea más preciso decir- “adaptaciones” o
“variaciones” del método en diferentes áreas o usos, cuya presentación es más o
menos explícita: en la metafísica (DM Parte 4), en la física (DM Parte 5 y 6, y
en dos de los “ensayos” (sic) que acompañaban al DM, a saber, “la dióptrica” y
“los meteoros”) y en la matemática (el tercer “ensayo”, la “geometría”).
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1. Crítica de las disciplinas (artes o ciencias) previas que el narrador tuvo en cuenta
en su reflexión y práctica metodológicas: la lógica, el análisis de los geómetras
antiguos y el álgebra de los modernos;
2. Formulación concisa de los cuatro preceptos del método;2
3. Otra vez un juicio sobre las artes previas, pero ahora hecho en función de las
transformaciones en la apropiación crítica cartesiana, donde destaca la mathesis
universalis, las aplicaciones y “frutos” del método.
2
Reservaré la palabra “preceptos” para referirme a los cuatro preceptos del método en DM Parte 2 y la
palabra “reglas” para referirme al conjunto de reglas de las R. La palabra “máximas” se suele reservar
para referirse al conjunto de máximas de la moral provisional de DM Parte 3.
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La ciencia siempre es pensada por Descartes, desde las R hasta el final de su obra, como
una unidad de tipo metódico-epistemológico, en explícita oposición a la concepción
aristotélica de diversas ciencias que se recortan sobre distintas clases de entidades (cf.
Regla 1). Recordemos aquí la conocida imagen usada por Descartes en el texto de la
carta prefacio de los PF, que representa esa unidad como un único árbol con sus raíces
(la metafísica), su tronco (la física) y sus tres ramas (la mecánica, la medicina y la
moral). Ahora bien, en la Regla 4, Descartes caracteriza la noción de método del
siguiente modo:
Entiendo por método reglas ciertas y fáciles, cuya rigurosa observación impide
que jamás se suponga verdadero lo falso y hace que la inteligencia, sin gasto inútil
de esfuerzos sino aumentando siempre la ciencia, llegue al verdadero
conocimiento de todo lo que es capaz.
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El primero [de los preceptos] fue [Parte I] no admitir nunca como verdadera
cosa alguna, que no conociese con evidencia ser tal; es decir, [Parte II] [1]
evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención; y [2] no abarcar en
mis juicios nada más que aquello que se presentase a mi espíritu tan clara y
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P1 es un precepto complejo compuesto por dos grandes partes (Partes I y II) separadas
por un “es decir” epexegético, de modo tal que la segunda parte se propone como una
explicación de la primera según dos tipos de condiciones [1 y 2]. Examinemos de cerca
cada una de las dos partes.
3
Sexto Empírico caracteriza al modo de la manera siguiente: “El [modo, trópos] de la discrepancia
[diafonía] es aquel por el que descubrimos que se da una irresoluble disputa [anepícritov stásin], tanto
entre la gente ordinaria como entre los filósofos, acerca del objeto propuesto; por lo que, al no poder
elegir o rechazar nada, concluimos en la suspensión del juicio [katalégomen eis epochén].” (Hipotiposis
pirrónicas, I.15, trad. R. Sartorio Maulini, Madrid, Akal,1996, p. 27).
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Precipitación y prevención
La precipitación y la prevención son fuentes de errores, instancias que acechan a la
dirección epistémicamente óptima del propio juicio por parte del sujeto reflexivo y
abstracto. Recordar que el título completo del DM es “Discurso del método para bien
dirigir [conduire] su [sa = la propia individual] razón y buscar la verdad en las
ciencias”. Ambos conceptos proceden de la tradición escéptica y, más cercanamente a
Descartes, cabe verlos operar en el uso montaigneano y en el uso baconiano.4
La precipitación se refiere a un juicio que es realizado sin calibrar exactamente la
cantidad y la calidad de la “información” sobre cuya base se lo intenta justificar (en este
sentido decimos que las “evidencias disponibles” o las “razones con las cuales se
cuenta” no habilitan, autorizan o justifican un juicio).5 Si falta información o es de mala
4
Con respecto a Montaigne, ya estudiamos algo la clase pasada; con respecto a Bacon, véase su doctrina
de los ídolos en el Libro I del Nuevo órganon (1626).
5
“Evidencias” –en plural- es aquí sinónimo de las “razones” o “créditos” que justifican; no debe ser
confundido este uso de la expresión en plural –típicamente jurídico (¿cuáles son las evidencias a favor o
en contra?)- con la “evidencia” –en singular- como propiedad epistémica de la percepción, según luego se
verá.
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calidad, entonces quien juzga se precipita cuando afirma más de lo que esa información
la autoriza: si dispongo de razones probables pero afirmo un juicio con certeza, me
precipito; pero si sobre esa base afirmo que tal o cual cosa es probable y exactamente
tan probable como la información de la cual dispongo, entonces no me precipito; y si las
razones a favor y en contra están perfectamente equilibradas, no precipitarse implica
suspender el juicio.
Hay distintos tipos de causas de la precipitación. Unas generales y estructurales, y otras
particulares. Una causa estructural tiene que ver con el desfasaje entre el tiempo de la
acción (que suele ser rápido por la urgencia que caracteriza los contextos de acción) y el
tiempo de la teoría (que suele ser más lento, ya que conseguir la información adecuada,
descubrir verdades o elaborar pruebas suelen no responder a la urgencia del juicio para
actuar): en el DM Parte 3, Descartes señala algo de esto en su planteo de una moral
provisional. En estrecha relación con esta causa general de la precipitación están los
sentidos, cuya falibilidad epistémica no llega a impedir su relación pragmática con la
acción. Esto lo estudiará Descartes en las MM.
La prevención se refiere a aquello que, en la terminología de la época, también se
nombra bajo la expresión “prejuicio”. Aquí el problema es el sesgo sistemático que
aqueja a quien juzga, que está sometido a creencias atrincheradas que operan “a sus
espaldas”. En lugar de hacer –reflexivamente- un juicio y así controlar todas las
variables epistémicas clave, el sujeto epistémico se encuentra –sin darse cuenta-
juzgando sesgadamente, a merced de fuerzas que no controla (individuales como
pueden ser sus pasiones, pero también instituciones sociales como pueden ser los
prejuicios compartidos adquiridos por la socialización y muy particularmente la
adquisición de su competencia lingüística). Relacionar esto con lo que dice Descartes
sobre el lenguaje natural u ordinario en MM 2 y también con el párrafo 10 de MM 1 que
se refiere al insistente “trabajo meditativo” de reiteración para ablandar la fuerza de los
prejuicios.
Tanto la precipitación como la prevención impiden el autocontrol reflexivo del juicio,
el cual es una condición necesaria negativa para la búsqueda de la verdad. No es casual
que en el DM el narrador presente su derrotero intelectual en términos de una
“liberación”.
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Claridad y distinción
“Claridad” y “distinción” son términos técnicos cartesianos que se deben comprender
tal como él los precisa. En PF 1, artículos 45-46, caracteriza a la claridad y a la
distinción como propiedades de la “percepción” (cf. también MM 3, párrafo 2). La
percepción del entendimiento y la operación de la voluntad son los dos modos del
“pensamiento” (cf. PF 1, art. 32). Estudiarán con detalle cómo Descartes construye y
justifica en las MM este concepto de “pensamiento”. Ahora nos interesa señalar que la
percepción del entendimiento equivale a toda percatación o captación autoconsciente de
un objeto o de cierta información sobre cuya base el sujeto realiza un juicio, el cual
Descartes atribuye a la voluntad. Esa captación puede considerarse según su grado de
claridad y según su grado de distinción y de esos grados depende la confiabilidad
epistémica del juicio efectuado, evitadas la precipitación y la prevención. La noción de
evidencia se construye, entonces, a partir de determinada exigencia que recae sobre la
percepción clara y distinta.
Descartes ofrece las siguientes caracterizaciones de claridad y distinción:
“percepción clara es aquella que está presente y manifiesta a la mente
atenta”.
La claridad de la percepción se opone a su oscuridad; la nota central que la define es el
grado de atención que el sujeto reflexivo puede prestar al objeto que considera: si estoy
somnolienta la percepción de mi entendimiento –reparar en que “percepción” no es
sinónimo de “percepción sensible”, siendo ésta un tipo específico de percepción en
función de la constitución sensible de su objeto- pierdo la capacidad de fijar la atención,
gradualmente, tal vez hasta quedar dormida; de la mayor claridad paso a la oscuridad de
la captación consciente.
“percepción distinta es aquella que, siendo clara, está tan separada y
recortada de todas las demás que no contiene en sí absolutamente más que lo
que es claro”.
La percepción distinta se opone a la percepción confusa y presupone la percepción
clara; confusa no quiere decir oscura, ni carente atención, sino que en ella el sujeto no
discierne la multiplicidad de elementos que considera ni sus relaciones. Puedo fijar muy
lúcidamente mi mirada atenta al observar por un telescopio pero no discernir más que
algunos puntos luminosos, mientras que una avezada astrónoma discierne muchos más
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elementos; o puedo palpar una axila sin reconocer aquello que discierne una médica al
palpar la misma axila.
Con respecto a la claridad, volvemos a observar la presencia del sujeto reflexivo ahora
indicada a través de la atención del sujeto como perceptor, de ahí la comparación con la
visión ocular con la cual nos reencontraremos en las R al explicar el concepto de
intuición. La distinción nos lleva directamente, en términos procedimentales, al corazón
“analítico” del método: el aislamiento de los elementos involucrados a fin de exhibir la
dependencia o independencia epistémica entre ellos y así hacer posible la construcción
de series epistémicas jerárquicas, partiendo de aquello que se conoce por sí mismo, para
desde ahí avanzar hacia el conocimiento de problemas más complejos. Entonces, dada
una “dificultad” a resolver (“proposición”, “problema” o “cuestión”) que inicialmente
es representada como un todo confuso se trata de señalar un procedimiento que permita
representarlo como un todo distinto (1) dividiendo en partes más simples el todo
confuso y (2) reconstruyendo –según un orden de accesibilidad epistémica- el todo a
partir de las partes más simples y de sus relaciones.
Indubitabilidad
El precepto establece como condición criterial positiva de la evidencia y así de la
verdad, una claridad y distinción tales que no se tuviese ninguna ocasión de poner esa
percepción en duda. La plena satisfacción de esta condición implica la metodización
del ejercicio escéptico de manera sistemática y completa. La primera MM, cuyo título
“de las cosas que se pueden poner en duda” anuncia el proyecto de perimetrar por
completo el campo epistémico de la duda, pone en marcha la realización del proyecto.
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No confundir este uso de las expresiones “formalista” e “intuicionista” con los programas de
fundamentación de la matemática que llevan esos nombres, aun cuando se pudieran establecer –
anacrónicamente- algunas relaciones.
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Hay que prestar atención al hecho de que Descartes dirige distintos tipos de crítica
contra la lógica, o “dialéctica”, con la que él se encuentra en su época:
(1) que es meramente expositiva en vez de proponer un método para descubrir la
verdad: no enseña nada nuevo y es inútil para investigar la verdad, sólo sirve para
exponer a otros con facilidad lo ya descubierto, de modo que es más retórica que
filosofía (cf. DM Parte 2, párrafo 6; R10).
(2) que sólo cuenta con razones probables y es, así, un instrumento de la disputa, de
modo que no puede servir para la ciencia que requiere certeza (cf. R2).
(3) que permite hablar sin juicio: esto lo dice refiriéndose al arte de Lulio (cf. en DM
Parte 2, párrafo 6), pero en realidad también apunta contra todo tipo de
formalismo que a través de algoritmos intente mecanizar la racionalidad (en el
caso de Lulio se tratada de una “combinatoria”); coincide con la acusación de
verbalismo. R10 es totalmente explícita sobre esto:
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Hay sólo dos actos del entendimiento: intuición y deducción, que deben aislarse de los
sentidos (no enteramente confiables) y de la imaginación (falible al permitir componer
mal). Mientras que sentidos e imaginación son falibles, no lo serían los actos del
entendimiento.
Intuición
La intuición cartesiana es un conocimiento inmediato, análogo a un acto de visión (cf.
R9), pero no sensible (ni de los sentidos ni de la imaginación), sino puramente
intelectual, un acto cuya inmediatez depende de la “simplicidad” o el carácter “distinto”
de su objeto, es decir, del carácter epistémicamente autocontenido o independiente, en
lo que se refiere a su comprensión, un objeto que se concibe por sí mismo y no en
relación con otro. La intuición:
es un concepto que forma la inteligencia pura y atenta con tanta facilidad
y distinción, que no queda ninguna duda sobre lo que entendemos, o, lo
que es lo mismo: un concepto que forma la inteligencia pura y atenta sin
ninguna duda y que nace sólo de la luz de la razón y que, por ser más
simple, es más cierto que la misma deducción. (negritas de MMH)
La intuición proporciona certeza y evidencia y requiere de dos condiciones: (1) que la
proposición se entienda clara y distintamente y (2) que se entienda de una vez por
completo y no sucesivamente. Es decir, aislando los elementos conceptualmente
aislables, de forma tal que la comprensión de cada uno de ellos sea “instantánea”: sin
movimiento, sin duración.
He aquí algunos ejemplos que Descartes presenta: cada cual puede ver por intuición
1. Que existe
2. Que piensa
3. Que el triángulo está limitado sólo por tres líneas
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Deducción
La deducción cartesiana es un conocimiento mediato, una inferencia necesaria que
parte de algo conocido con certeza y epistémicamente “anterior” o independiente en
el orden del conocimiento. Descartes señala:
-todo lo que es consecuencia necesaria a partir de otras cosas conocidas con
certeza;
-se pueden conocer muchas cosas con certeza, aunque no sean evidentes por sí
mismas;
-implica una complejidad y un movimiento o sucesión continua e ininterrumpida
del pensamiento que intuye claramente cada cosa en particular, por eso se requiere
de la intuición no sólo para las enunciaciones, sino para cualquier clase de
razonamiento discursivo (discursus)
-hay entonces dos elementos y una relación necesaria entre ellos, de modo tal que
uno tiene sobre el otro una prioridad epistémica.
La comparación con una cadena formada de eslabones le permite distinguir entre
consecuencias inmediatas y conclusiones remotas, es decir, dos tipos de deducción; y a
la vez, indicar cómo interviene la memoria:
distinguimos la intuición intelectual de la deducción cierta en que en ésta se
concibe un movimiento o cierta sucesión, pero no en aquella, y en que, además, la
deducción no necesita la evidencia presente, como la intuición, sino que en cierto
modo pide prestada su certidumbre a la memoria.
De este modo,
1. los primeros principios se conocen por intuición intelectual
2. las consecuencias inmediatas de los primeros principios se conocen por
intuición o deducción
3. las conclusiones remotas de los primeros principios se conocen por deducción.
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“todas las cosas pueden ser llamadas absolutas o relativas en la medida en que
pueden servir a nuestro propósito, no considerando sus naturalezas aisladamente
sino comparándolas entre sí, para que pueden conocerse las unas por las otras.”
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Quedan por integrar algunas piezas más a la concepción cartesiana del método.
Simplemente las identificaremos; el estudio de sus detalles queda como parte de las
tareas propuestas en la guía de estudio correspondiente a esta clase.
Cito a continuación los textos clave relativos al punto 3, tomados de las “Respuestas a
las segundas objeciones”, pero se recomienda leer las breves dos páginas completas.
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Texto sobre el orden demostrativo: “que las cosas propuestas como primeras deben ser
conocidas sin la ayuda de las siguientes, y que las siguientes deben luego estar
dispuestas de tal modo que sean demostradas únicamente por las cosas que las
preceden”.
Texto sobre las maneras de demostrar:
1. por análisis o resolución: “El análisis muestra la verdadera vía por la cual una
cosa ha sido metódicamente inventada y hace ver cómo los efectos dependen de
las causas”.
2. por síntesis o composición: “La síntesis, al contrario, por una vía muy otra y
como examinando las causas por sus efectos […], demuestra en verdad
claramente lo que está contenido en sus conclusiones, y se sirve de una larga
secuencia de definiciones, de postulados, de axiomas, de teoremas y de
problemas […]”.
- Fin de la clase -
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