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Filosofía
Moderna 37
Prof. Claudia Jáuregui: Buenas tardes. Soy la profesora Claudia Jáuregui y voy a
estar a cargo del dictado de los teóricos de Historia de la Filosofía Moderna. En principio
voy a contarles acerca de algunas cuestiones formales de la materia.
A partir de hoy (jueves 19/03) a las 23.00 hs. y hasta el lunes a las 10.00 hs. de la
mañana van a poder inscribirse en las diferentes comisiones de trabajos prácticos, a
través de la página de Internet de la cátedra, que es la siguiente:
www.moderna.filo.uba.ar
Los días y horarios de las comisiones en las que podrán inscribirse son:
El programa de este año va a estar centrado en tres autores, cada uno de los
cuales es un representante de las principales corrientes de la filosofía moderna:
Descartes, Hume y Kant. En las clases teóricas lo que vamos a ver es la filosofía teórica
de estos autores, es decir, los aspectos metafísicos y gnoseológicos; mientras que en
prácticos van a verlos en cuanto a su filosofía práctica. La idea es ver pocos autores, pero
en profundidad, para poder integrar las cuestiones prácticas y teóricas de cada uno de
ellos.
En cuanto a la bibliografía, vamos a tener seis textos de lectura obligatoria. Tres
correspondientes a cuestiones de filosofía teórica y tres correspondientes a la filosofía
práctica. Además de eso, en teóricos, veremos otros autores de lectura no obligatoria.
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Les recomiendo también algunos textos sobre Descartes, que si bien no son de
bibliografía obligatoria, sería muy recomendable que lean. Son los siguientes:
- COTTINGHAM, John; Descartes, trad. coordinada por Laura Benítez Grobet, Ed
Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995.
- DESCARTES; Discurso del Método (Discours de la méthode, 1637), traducción,
introducción y notas de M. Caimi, Colihue, Buenos Aires, 2004.
- HAMELIN; El sistema de Descartes.
- WILSON; Descartes, Routledge (1978), London /New York, 1993.
- WILLIAMS; Descartes: el proyecto de la investigación pura. (Descartes: The
Proyect of Pure Enquiry, 1978), Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995.
Los textos que les recomiendo tienen diferentes grados de complejidad. El texto de
Caimi es introductorio, se trata de un pantallazo general de lo que es el pensamiento de
Descartes y les puede servir mucho. El de Cottingham es un texto muy claro, pero no tan
completo como los demás; de todas formas es una introducción muy clara a Descartes. El
texto de Hamelin es muy recomendable por didáctico y completo, a pesar de ser antiguo;,
ya que trata prácticamente todos los temas del pensamiento de Descartes. Ahora, los
textos de Wilson y Williams son un poquito más complejos y el nivel de las discusiones es
más sutil. Si no fueran a leer todos los textos, no les recomiendo que empiecen por los de
Wilson y Williams, pero todos son muy útiles.
Otra lectura a tener en cuenta es la de las Objeciones... En el momento en que
Descartes escribe las Meditaciones, esos escritos son repartidos entre pensadores de la
época que le hacen una serie de objeciones que Descartes responde: conviene leer esas
objeciones y respuestas, junto con las Meditaciones, ya que, de hecho, cuando nosotros
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analicemos el texto vamos a ir viendo algunas de las objeciones y respuestas. Ése libro es
un excelente comentario a la Meditaciones y les va a servir mucho para poder
entenderlas; les diría que son casi de lectura obligatoria. En el Instituto hay una edición de
las Meditaciones que viene con las objeciones y respuestas. Si no lo llegaran a conseguir,
díganme y les hago una copia.
La traducción más recomendada de las Meditaciones Metafísicas es la de García
Morente. De todas formas, sepan que muchas veces hay ediciones que no mencionan al
traductor, pero están usando la traducción de García Morente.
Pasamos al tema de los parciales. Van a tener dos parciales: el primer parcial
probablemente lo tengan durante la primera semana de mayo y va a ser sobre Descartes;
el segundo parcial, seguramente es al final del cuatrimestre y va a ser sobre un Hume y
Kant.
En algún año anterior se adoptó la modalidad de darles con anticipación alguna
pregunta de mayor complejidad, no para que la traigan contestada, sino para que la
traigan pensada. De todas maneras va a haber otras preguntas que las van a tener que
contestar en el momento. Si hubiera una pregunta dada con anticipación, lo que se espera
es una respuesta cuyo el grado de elaboración sea más complejo. Sucedió el año pasado
que, en algunos casos, el grado de elaboración entre las preguntas anticipadas y las
dadas en el momento era el mismo. Justamente, la idea es que ustedes puedan elaborar
la respuesta consultando bibliografía y demás.
La nota que va del 7 al 10 tiene que ver con el grado de elaboración personal que
hagan de un tema, las lecturas adicionales, etc. Lo aclaramos con anticipación para que
ustedes sepan cuáles son los criterios de corrección.
Como les mencionaba recién, en los teóricos vamos a ver tres textos. Mi idea de la
clase teórica es someter al texto no sólo al análisis, sino también a la discusión; y la
modalidad de los prácticos no va a ser muy diferente. Yo voy a hacer lo posible para lograr
discusiones ordenadas, pero esto requiere que ustedes traigan el texto leído y pensado.
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Esto coincide con otro acontecimiento histórico que tiene mucha incidencia en la
nueva manera de filosofar de la Modernidad, que es la Reforma Protestante, en el siglo
XVI. Con la Reforma Protestante, particularmente con Lutero, se pone en duda el criterio
de verdad que había tenido vigencia durante la Edad media: que la Iglesia tenía la
autoridad para interpretar las Sagradas Escrituras. Con la Reforma Protestante empieza a
ponerse en duda, o se niega directamente, este criterio de autoridad. Con Lutero aparece
la idea de que cada uno tiene la capacidad de interpretar las Escrituras y la capacidad
para interpretar la verdad de lo que se dice en ella.
Al darse esa ruptura, al aparecer un nuevo criterio de verdad, inmediatamente se
plantea un problema. Tenemos dos criterios: uno criterio nos dice que quien tiene
autoridad para interpretar las Escrituras es la Iglesia y el otro que cada uno de nosotros
puede interpretar por sí mismo las Sagradas Escrituras. Esto resulta problemático. Este
problema es general y coincide con la manera en que Sexto Empírico planteaba la
cuestión.
Aquí convergen dos situaciones que no tienen relación entre sí, pero que confluyen
y potencian el surgimiento de ciertas líneas de pensamiento que aparecen en la
Modernidad: la recuperación de las obras de Sexto Empírico y la Reforma Protestante.
El problema es que tenemos dos criterios de verdad y deberíamos elegir entre uno
de los dos. Deberíamos poder distinguir cuál es el verdadero criterio de verdad. Pero
¿cómo hacemos para decidir cuál es el verdadero criterio de verdad? Porque, para
decidirlo, necesitaríamos otro criterio que nos indique cuál es el verdadero criterio.
El problema es que, inmediatamente, cuando se plantea la posibilidad de que haya
más de un criterio, no pareciera que hubiera solución. En este contexto, se considera que
la verdad se da en las Sagradas Escrituras, pero la cuestión es quién tiene el criterio para
interpretar esa verdad. En los dos casos se plantean situaciones circulares.
Por ejemplo, Calvino sostenía que había algo como una doble iluminación: una
primera iluminación por la cual sabemos que la verdad está en las Escrituras y una
segunda iluminación por la cual podemos interpretar la verdad que está en las Escrituras.
Ahora bien, podríamos plantearnos lo siguiente: ¿cómo sabemos que esta es la
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A raíz de esta defensa que hace en materia religiosa se pronuncia en contra de las
guerras de religión que se producen en ese momento en Francia.
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Dice Montaigne:
Los unos hacen ver al mundo que tienen fe en lo que no creen; otros, en
mayor número, se engañan a sabiendas, sin acertar a penetrar en qué consiste
el creer. Nos maravilla, sin embargo, que en las guerras que a la hora presente
desuelan nuestro Estado, el ver flotar los acontecimientos de modo diverso, de
una manera común y ordinaria: la razón de ello es que la fe está ausente de
nuestras luchas.
Aquí aparece la defensa de la fe y esto nos puede servir para pensar en la defensa
de la Contrarreforma utilizando estos argumentos; cuando escribe este ensayo, Montaigne
está estudiando la obra de Sexto Empírico. Lo está usando como un instrumento a favor
de la Contrarreforma pero de paso aparecen elementos en que se ataca a ambos bandos.
Hay toda una serie de argumentos que tratan de comprobar que el hecho de que el
hombre posea razón no lo coloca por encima de las otras criaturas y comienza a
argumentar en favor de la inteligencia de los animales: así como los animales no nos
pueden comprender tampoco nosotros podemos comprenderlos. También dice que en
algunos casos tienen capacidades que nosotros no tenemos como más fuerza,
sentimientos de fidelidad. Dice ciertas cosas que toma de la literatura, tratando de
argumentar que esta posición del hombre no es de privilegio. También dice que la libertad
no lo coloca al hombre en un lugar de privilegio.
Dice, por ejemplo:
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Si, en efecto, acontece que el hombre solo es, entre todos los animales,
el único que goza de esa libertad de imaginación y de ese desorden de
pensamientos que le representan a un tiempo mismo lo que es y lo que no es,
lo verdadero como lo falso, superioridad es ésta que paga bien cara y de la
cual tiene bien poco por qué glorificarse ni enaltecerse, pues de ella nace la
fuente principal de los males que lo agobian: el pecado, la enfermedad, la
irresolución, el desorden, la desesperación.
A partir de esta crítica y este énfasis en los límites de la razón humana, lo que
recomienda Montaigne es la humildad y la sumisión. Y acá aparece su defensa de la
Contrarreforma:
Mas dejando a un lado este punto, que me llevaría más lejos de lo que
pretendo, añadiré únicamente que sólo la humildad y la sumisión engendran los
hombres de bien. No es posible del albedrío de cada individuo el conocimiento
de su deber; es preciso prescribírselo, no dejarlo a la elección de cada cual. De
otro modo, considerando la variedad infinita de opiniones y razones, nos
forjaríamos deberes que nos llevarían a devorarnos los unos a los otros, como
dice Epicuro. La primera ley que Dios impuso al hombre fue la de una mera
obediencia; una orden sencilla y sin complicaciones en que el individuo nada
tuviera que conocer ni que cuestionar, pues el obedecer es oficio propio del
alma razonable que reconoce un ser celeste, infinitamente superior y
bienhechor. De la obediencia y la sumisión nacen todas las demás virtudes,
como de la rebeldía emanan todos los pecados.
Y después dice:
El tormento humano es la sed de saber; he aquí por qué la religión
católica recomienda tanto la ignorancia, como el único camino de obedecer y
creer.
[…]
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Aparece luego una crítica a todos los demás sistemas de filosofía dogmática, que
pretenden alcanzar la verdad a través de la razón. Es a partir de estas consideraciones
que también adopta una posición relativista respecto a las verdades científicas, las leyes y
las costumbres religiosas.
A veces resulta difícil comprender cómo es que para la defensa de la Iglesia se
adopta una posición escéptica; porque es un arma de doble filo y se puede volver en
contra de la fe, de las creencias. De hecho, una posición relativista, como la de Michel de
Montaigne, no parece ser muy coherente con ninguna creencia religiosa; muchas veces
no queda claro si defiende al Catolicismo o socava sus bases.
Por último, aparece en este ensayo una serie de argumentos que van a tener
mucha influencia en Descartes. Argumentos contra la capacidad de los sentidos para
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conocer. Cuando lean la Primera meditación van a ver que Descartes ataca las fuentes
mismas del conocimiento, los sentidos y la razón, y que apenas empieza ataca
inmediatamente el conocimiento proveniente de los sentidos.
En este ensayo de Montaigne aparecen argumentos bastantes similares a los que
usa Descartes en esa meditación; aunque la función es diferente, porque Montaigne se
queda en una posición escéptica, y Descartes no es escéptico, sino que usa estos
argumentos como un instrumento metodológico. La duda cartesiana es una duda
metódica, no escéptica; es sólo un instrumento para que no se le escape nada falso, para
no apresurarse en admitir algo que es falso. Así que, si bien los argumentos son
parecidos, los contextos son diferentes.
En los argumentos que propone Montaigne en contra del conocimiento sensible,
hay uno según el cual se planeta la posibilidad de que nos faltara algún sentido. Dice
Montaigne que, así como hay personas que carecen de uno de los sentidos, y les falta
cierta información sobre las características del mundo, podría suceder que nuestros cinco
sentidos no alcanzaran para brindarnos información acerca de la realidad. Podría pasar
que careciéramos de algún sentido, por lo cual la información del mundo que poseemos
estaría incompleta. Es más, a causa de esta falencia, la información podría ser falsa, en
vez de incompleta. Esto es algo que también va a retomar Descartes en su pensamiento.
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También esgrime como argumento, que los animales tienen una manera de percibir
que nosotros los humanos no tenemos. Esto apoyaría la idea de que, tal vez, nos falta
algún sentido o que la información que poseemos no es completa.
Otro argumento, que reaparecerá con mucha fuerza entre los filósofos modernos,
es el que plantea que no hay manera de probar si efectivamente hay una relación de
semejanza entre la información que recibimos y las cualidades que las cosas tienen en sí
mismas. Es decir, no habría manera de probar esa semejanza, porque no puedo saltar por
encima de los sentidos para ver cómo son las cosas, y así poder establecer una relación
de semejanza entre las propiedades que las cosas tienen en sí mismas y las cualidades
sensibles. En realidad siempre nos movemos bajo el supuesto de las relaciones de
semejanza.
Esto es algo que también veremos en la Primera meditación, donde aparecen dos
cuestionamientos respecto de la sensibilidad: por un lado, se duda de que la sensibilidad
informe de propiedades que las cosas tienen en sí mismas, y por otro, se duda de que
efectivamente existan estas cosas.
En Montaigne claramente se subraya este supuesto de que nos movemos sobre
las relaciones de semejanza entre las cualidades sensibles que percibimos y las
características que las cosas tendrían en sí mismas, cuando, en realidad, no habría
manera de establecer esa relación de semejanza. A lo sumo, lo que podríamos hacer es
comparar percepciones sensibles con percepciones sensibles, pero nunca comparar la
percepción sensible con algo que no es percepción sensible.
Dejemos acá el ensayo de Montaigne.
Hasta ahora, hicimos un recorrido muy breve a lo largo del siglo XVI, para ver de
qué manera se van gestando algunas ideas que reaparecerán en otros autores en el siglo
XVII.
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Ahora bien, antes de comenzar con Descartes quisiera mencionar otro autor que
tiene mucha importancia para el momento que estudiamos, y que es Francis Bacon.
Una vez que se plantea como problema la cuestión de cuál es el criterio de verdad,
inmediatamente, se plantea otro problema, que aparece en varios autores del siglo XVII:
cuál es el método para llegar a la verdad.
En este contexto, el aporte fundamental de Bacon es, no tanto en el inicio de una
línea de pensamiento, sino la propuesta de un nuevo método de investigación, que es el
método inductivo. La obra en la cual presenta este nuevo método es del año 1620,
anterior al Discurso del Método de Descartes, y se llama el Novum Organum. En esta
obra, la posición de Bacon frente a las corrientes escépticas que han surgido en el siglo
XVI, es la de considerarlas como posiciones extremas frente a la debilidad de la razón.
Bacon cree, que ante esta debilidad, lo que debe hacerse es proponer un método que la
contrarreste. Y eso es precisamente lo que hace en el texto que mencionamos.
El método de Bacon presenta dos momentos: un momento destructivo y otro
constructivo, uno negativo y otro positivo. El momento destructivo o negativo consiste en
una crítica a lo que se había dicho hasta ese momento y afirma la idea de que no se
puede insertar algo nuevo en un tronco viejo; habría que empezar de nuevo. Esta idea
también que aparece en Descartes, quien pretende en las Meditaciones empezar todo de
nuevo.
En esta parte destructiva o negativa del método, Bacon critica al silogismo
aristotélico como método, ya que lo único que hace es reproducir errores. El silogismo es
un razonamiento deductivo que transmite la verdad de las premisas a la conclusión, pero
eso se da siempre y cuando las premisas sean verdaderas. Por lo tanto, el silogismo no
me sirve como método de descubrimiento de la verdad.
En un momento de crisis intelectual como el que vivía Bacon hay que redefinir qué
es la verdad, cuál es el criterio y cuál es el método para captar la verdad; porque uno no
se puede valer de un instrumento cuya única virtud sea transmitir la verdad, si es aún no
tenemos esa verdad. En un silogismo, la conclusión del silogismo va a ser verdadera y
voy a tener garantía de que esa conclusión es verdadera, siempre y cuando las premisas
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sean verdaderas. Lo que no puede pasar es que las premisas sean verdaderas y la
conclusión falsa, porque la verdad se transmite a la conclusión. Ahora, esto me sirve
cuando yo tengo una verdad dada.
Este instrumento le servía para la escolástica, para discutir racionalmente verdades
que ya estaban dadas a través de otras fuentes, pero no sirve como método de
descubrimiento de la verdad. En definitiva, lo único que hace es como método de
descubrimiento es reproducir la falsedad; es un método para reproducir errores. La crítica
que le hace Descartes al silogismo es muy parecida. Él también dice que el silogismo no
es un método de descubrimiento y no sirve en este nuevo contexto en el cual se necesita
un método para llegar a la verdad.
Otra crítica que Bacon hace a la tradición heredada es que, en los silogismos,
tenemos proposiciones y enunciados en los cuales los términos, o no están bien definidos,
o no de están definidos de manera precisa, con lo cual aparece un problema metodológico
heredado que resulta necesario subsanar.
En esta parte destructiva del método, además de todas estas críticas, Bacon
presenta las causas de los errores que se han producido hasta ese momento. Para ello
habla de los falsos ídolos o fantasmas que nos han conducido al error; y los divide en
distintos tipos.
En principio habla de los ídolos de la tribu que son ciertos errores originados en la
naturaleza humana en general: los hombres, en general, tienden a extralimitarse en sus
opiniones, a aferrarse a los prejuicios, tenemos también ciertas limitaciones que podría
presentar la percepción sensible y que son comunes al género humano; además, los
hombres tienen cierta tendencia a la abstracción. Esto en cuanto a los errores compartidos
por toda la humanidad.
Tenemos, por otro lado, los ídolos de la caverna que tienen que ver con errores que
se generan en la naturaleza propia de cada individuo: hay individuos que son más
propensos a las novedades; otros más propensos a aferrarse a las concepciones
generadas. Todo esto depende, obviamente, de la sociedad en que se viva.
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Una tercera causa de errores heredados se relaciona con los ídolos del foro: se
relacionan con aquellos errores transmitidos por la sociedad misma, en particular, por los
errores transmitidos por el lenguaje. De acuerdo con Bacon muchas discusiones
filosóficas se originan por el uso de términos mal definidos o que hacen referencia a cosas
que no existen.
Por último Bacon habla de los ídolos de teatro: son aquellos que tienen que ver con
las corrientes filosóficas, son errores generados y transmitidos por corrientes filosóficas
anteriores.
Ahora, directamente relacionados con estos ídolos del teatro aparecen ciertas
corrientes filosóficas. Por un lado, Bacon menciona a la sofistica, dentro de la cual lo
coloca a Aristóteles, por haber creado determinadas leyes y haber corrompido la filosofía
natural. Por otro lado, critica también la filosofía empírica, que a partir de unos pocos
fenómenos derivan leyes generales; cuando habla de filosofía empírica, Bacon se refiere
al proceder de los químicos de la época. También golpea a la filosofía que llama
supersticiosa en la que se mezclan cuestiones teológicas con productos de la
imaginación; dentro de este grupo coloca a Platón y a los pitagóricos. Además Bacon
muestra dos tipos de excesos en cuanto a la filosofía, que son por un lado el escepticismo
y por otro las posiciones dogmáticas.
Sin embargo, a pesar de que este método tiene este momento destructivo,
negativo, donde pone en evidencia todas las fallas de los métodos heredados, también
tiene un momento constructivo, positivo.
En este segundo momento, lo que propone Bacon es el método inductivo, que
habrán escuchado criticar desde la filosofía contemporánea. Un razonamiento inductivo
parte de premisas particulares, para después generalizar; es decir, una inducción es una
generalización a partir de premisas particulares.
El problema que tiene este método inductivo es que es se trata de un razonamiento
inválido, porque no transmite con necesidad la verdad de las premisas a la conclusión;
dado que nunca en las premisas se tiene un registro completo de los casos. La conclusión
afirma siempre más que lo que afirman premisas. Esta es la crítica que se le hace al
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método inductivo, al que, desde una perspectiva posterior, se lo considera como una
postura ingenua.
El método que propone Bacon es, justamente, el método inductivo, cuyo punto de
partida es la observación de casos particulares: una observación ordenada que trate de
recoger la mayor cantidad de información y que lleve registros, de manera de poder
sistematizar la información. El paso siguiente consiste en derivar de allí leyes con un
grado de generalidad que no debe ser muy alto, a partir de los casos observados.
[Cuadro 1]
MÉTODO:
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De todas maneras hay una cuestión que no tiene solución: por más rigurosa que
sea la observación, nunca alcanza. Esa sería una crítica que se le puede hacer en común
a Bacon y a la filosofía empírica.
Dejemos acá y volvemos en un rato, para comenzar con Descartes.
[RECESO]
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Como pueden ver, acá aparece este tipo de procedimiento del geómetra, desde el
cual se parte de cierta verdad. Se toma este proceder como modelo y como forma de
sistematizar y estructurar cualquier tipo de conocimiento, de manera que se muestre cómo
unas verdades se van derivando de otras. Si tenemos el cuidado de no introducir una
proposición que sea falsa, vamos a poder alcanzar la verdad a lo largo de todo el sistema,
ya que esa verdad se va a ir transmitiendo.
Éste va a ser un poco el modelo con el cual él va a construir el conocimiento.
Recuerdan que decíamos hace un rato, que el problema del criterio de verdad iba
de la mano con el problema de la búsqueda de un método que permita descubrir esa
verdad; Descartes en el Discurso del método propone un método tal, por medio de una
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serie de reglas y preceptos. Precisamente, uno de los preceptos del método va describir
cuál es el nuevo criterio de verdad que Descartes nos está proponiendo.
Sin embargo, el problema del método aparece como un interés que Descartes
arrastra desde su juventud: el método tiene una fecha de nacimiento, que es el 10 de
Noviembre de 1619.
Resulta cómico, pero Descartes dice que ese día tuvo un sueño que le reveló el
método. Descartes describe que en ese sueño había un personaje que aparecía y
desaparecía. Además había un diccionario y un libro de poemas. Cuando Descartes abre
ese libro de poemas, lo primero que ve es una frase que dice el camino a seguir en la
vida. Según la interpretación que Descartes mismo hace de su sueño, el diccionario (que
contiene todas las palabras), contiene todos los poemas del libro de poemas, y que la
diferencia entre un poema y otro tiene que ver con la selección y el orden de esas
palabras. El libros de poemas, entonces, así como todos los libros, están contenidos en el
diccionario y todo es una cuestión de selección y orden de las palabras.
Entonces por un lado tenemos la idea de que todo el saber, en realidad, conforma
una unidad; no tenemos saberes aislados, sino que nuestro conocimiento conforma un
sistema en el cual todos los elementos están relacionados. Y están relacionados de
manera tal que, siendo la razón, o la facultad de conocimiento, una sola, el conocimiento
también va a ser uno solo. Es en este sueño donde aparece la idea de la unidad del
saber, que es tan importante como novedad.
Este el saber del que habla Descartes lo va a comparar con un árbol, del cual las
raíces son la metafísica, el tronco es la física y las ramas son las demás ciencias: la
mecánica, la moral y la medicina.
Por otro lado, en el verso del poema que ve cuando está soñando, aparece la
palabra camino, que es lo que le sugiere la idea de un método. El método va a tener que
ver con una suerte de decodificación del no funcionamiento de la razón: la razón es una
sola, el saber es uno solo y, por lo tanto, el método va a ser aquel que establezca cómo la
razón funciona de manera correcta para poder llegar a la verdad.
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Cuenta la historia que a través de este sueño que lo impactó tanto Descartes hizo
una peregrinación a la Virgen del Loreto para agradecerle la revelación del método.
Tenemos, entonces, esta idea de la unidad del conocimiento.
El método aparece en el Discurso del Método, pero ya anteriormente Descartes
empieza a elaborar un texto que queda inconcluso llamdo las Reglas para la dirección del
espíritu, en el cual empieza a elaborar precisamente el método, aunque de una manera
mucho más extensa y con un mayor número de reglas que las que aparecen en el
Discurso.
Es importante leer las Reglas a la luz del Discurso del Método, en la medida que es
un texto que Descartes no publicó, porque hay algunas cuestiones que en el Discurso no
aparecen. Por ejemplo: el presupuesto gnoseológico que está por detrás del método. El
presupuesto básico que está por detrás de este nuevo método cartesiano es que entre las
facultades de conocimiento que tenemos, el intelecto es la capacidad superior; es la
facultad de conocimiento por excelencia. Y es que debemos recordar que Descartes es un
racionalista: la razón es la que conoce en sentido estricto.
Más adelante iremos viendo cuando veamos las Meditaciones Metafísicas cuál es
el papel que le cabe a la sensibilidad. En general, va a aparecer la idea de que la
sensibilidad tiene la función de conservar al cuerpo más que la función de conocer;
función que trata de conservar esta unidad cuerpo-alma. Igualmente, no desestima
totalmente a la sensibilidad, siempre que esté al servicio de la razón y la información que
recibimos de los sentidos pueda insertarse coherentemente en un sistema construido
racionalmente.
En las Reglas, aparece algo que no encontramos en el Discurso, y es cuáles son
las dos operaciones básicas que realiza el intelecto, que son la intuición y la deducción.
Empecemos a leer qué significan cada una, para dejar en claro cuál va a ser la
propuesta posterior de las Meditaciones Metafísicas. Porque el problema que se plantea
con las Meditaciones Metafísicas es importante. Veámoslo: Recién decíamos que el
conocimiento conforma una unidad y que si lo pensamos metafóricamente como un árbol,
la metafísica sería la raíz. La primera pregunta que uno podría plantearse es cómo se
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Cuando dice que Por intuición entiendo, no testimonio variable de los sentidos ni el
engañoso juicio de la imaginación por naturaleza desordenada, está pensando, no en un
tipo de conocimiento inmediato y sensible, sino en una intuición de tipo intelectual. Es
importante que tengamos esto presente, porque varios autores que vamos a ver van a
negar que exista una intuición intelectual, porque parten de diferentes presupuestos
gnoseológicos.
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presentes a nuestros ojos actúan de lleno sobre ellos y estos están dispuestos
a mirarlos. Y distinta a la que es tan modo precisa y diferente a todas las
demás, que no comprende en sí sino lo que manifiestamente parece al que la
considera como es debido.
Algunos autores racionalistas posteriores tratan de aclarar un poco más que son
estas ideas de claridad y distinción.
Lo que se desprende del texto es que la claridad tiene que ver con la presencia
ante la mente de la idea. Posteriormente Leibniz hablará más bien de la capacidad de
reconocer de lo que está en juego, y lo explica diciendo que puede ser, ante una palabra
cuyo significado no conozca, que ni siquiera se me haga presente a la mente; puede que
la pueda reconocer aunque que no pueda dar una definición precisa que me permita
distinguir esta idea de otra.
Por ejemplo, puedo tener una idea clara de lo que es el color rojo, pero si lo quiero
definir no puedo; por eso en el ejemplo cartesiano aparece que el dolor se presenta en
forma clara. Pero, en general, no se da en forma distinta, porque suelo pensar que hay
una relación de semejanza entre la cualidad sensible del dolor y la herida.
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Esta distinción está relacionada con la idea de que hay ciertas cualidades sensibles
que no tienen que ver con propiedades que estén en la materia misma. En este caso, la
conclusión de la falta de distinción tendría que ver con suponer que a esa cualidad
sensible le corresponde algo semejante a la cosa misma.
Para que una idea sea distinta tiene que ser clara primero, se tiene que hacer
presente; no puede ser distinta y que no sea clara. La claridad sería la condición previa
para que luego se sume la distinción.
Si seguimos con esta caracterización del intelecto, en principio, tenemos que es
intuición sensible, que queda claramente distinguida como operación de una facultad que
no es la sensibilidad, ni la imaginación, y que tiene que ver con la captación de ideas que
poseen estas cualidades: la claridad y la distinción. Siempre que hablemos de claridad y
distinción estamos en presencia de algo que tiene que ver con la evidencia y con la
certeza.
Entonces, decía ese párrafo Por intuición entiendo, no testimonio variable de los
sentidos ni el engañoso juicio de la imaginación por naturaleza desordenada, sino la
concepción que para un espíritu atento es tan clara y distinta que le es imposible abrigar
la menor duda acerca de lo que concibe
Allí encontramos otro elemento importante, que cuando veamos los preceptos que
aparecen en el Discurso del Método estarán en el Primer precepto: se establece como
instrumento esencial del método, la duda. La claridad y distinción y la evidencia, va a tener
que ver con aquello que se nos presenta de manera absolutamente indubitable.
Ahora, esta duda, no es una duda que nos conduzca a una posición escéptica, sino
una duda que está utilizada como un instrumento que sirve para encontrar la verdad; es
constructiva, no destructiva. Si tiene una función destructiva es como una etapa
momentánea para después llegar a una evidencia. Porque de parte de Descartes hay una
confianza en la capacidad de la razón para conocer.
Entonces, la intuición intelectual va a ser intuición de ideas que son claras y
distintas; y esa claridad y distinción tiene que ver con la indubitabilidad de aquello que se
nos presenta.
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30 Apuntes Sim Teórico Nº1 - Filosofía Moderna/1º cuat. 2007
Luego vamos a volver sobre la duda, cuando veamos los preceptos del Discurso
del Método.
Sigue diciendo Descartes:
Por intuición entiendo, no testimonio variable de los sentidos ni el
engañoso juicio de la imaginación por naturaleza desordenada, sino la
concepción que para un espíritu atento es tan clara y distinta que le es
imposible abrigar la menor duda acerca de lo que concibe; o, lo que es igual, la
concepción evidente de un espíritu puro y atento.
Se ve en este punto un elemento que va de la mano con todos los anteriores, que
es la evidencia; el criterio de verdad va a ser la evidencia.
La primera de las reglas del método va a establecer el criterio de verdad: lo
verdadero es lo evidente, y por eso la duda es el instrumento para alcanzar la verdad. La
evidencia detiene la duda, es lo indubitable. Yo puedo llevar la duda a un extremo, pero si
me detengo en un punto es porque llegué a lo que puedo afirmar como verdadero. Y la
característica del método es su radicalidad según la cual sólo puedo aceptar como
verdadero lo que se me presenta como evidente. Eso igualmente es problemático, porque
uno podría pensar que lo que es evidente para uno puede no serlo para otro.
Otro problema es que el método es sumamente radical: la duda es absolutamente
exagerada; y tiene que serlo. Sin embargo, cabe preguntarse hasta qué punto Descartes
se atiene a su método.
Da la impresión de que, para poder avanzar, tiene que traicionar el método; tiene
que empezar a aceptar verdades que no son totalmente evidentes; o que tienen que ver
con presupuestos heredados de la tradición. Porque a pesar que está tratando de
comenzar de cero, hay tesis que van apareciendo a lo largo de las Meditaciones
Metafísicas en las que, retrospectivamente, uno ve que las sacó de la tradición.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº1 Apuntes Sim 31
Si uno fuera fiel al método cartesiano las Meditaciones Metafísicas tendrían que
terminar en la Segunda meditación. Es cuestionable hasta qué punto la propuesta es
realizable.
El hecho de que la primera verdad sea el cogito deja colocada a la subjetividad en
un lugar completamente nuevo; esto se repite en casi todos los filósofos modernos,
siempre aparece la subjetividad, ya sea como sujeto teórico o moral, con un peso enorme.
También está la idea de que lo más inmediato a lo que tengo acceso son los propios
estados de conciencia; situación que empieza a revertirse con Kant, pero mucho más
adelante.
Siempre que Descartes hable de luz de la razón o de luz natural tenemos que
asociarlo con la evidencia. También aparece acá otra palabra clave, que es certeza.
La evidencia y la certeza son signos de la verdad.
Ahora, aparece esta segunda operación que realiza, que es la de la deducción. En
la deducción lo que perdemos es la inmediatez propia de la intuición, aunque sea
momentáneamente. En la deducción hay pasos, momentos, y en la medida en que hay
pasos, se supone la intervención de la memoria, que siempre puede fallar. Por eso
Descartes en todo momento trata de acercar la intuición a la deducción, para rescatar esta
falta de inmediatez que supone. Esto lo hace, por ejemplo, a través de las enumeraciones,
y repeticiones de esas cadenas deductivas, de manera que pueda llegar a captarlas como
una totalidad y minimizar la intervención de la memoria.
En primer plano, tenemos las facultades del entendimiento con dos maneras de
operar: la intuición, que tiene que ver con la captación inmediata, con la captación de
evidencias, con la captación de las ideas que son claras y distintas, con un ver intelectual
que me pone en contacto con algo que es indubitable y es la meta; y luego la deducción.
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32 Apuntes Sim Teórico Nº1 - Filosofía Moderna/1º cuat. 2007
En el Discurso del Método todo esto queda reducido a cuatro preceptos básicos.
El primero establece cuál es el criterio de verdad y en el que aparece que el
instrumento principal del método es la duda.
Dice el Primer precepto:
(…) no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con
evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la
prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se
presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna
ocasión de ponerlo en duda.
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Cuando veamos las Meditaciones Metafísicas uno podría pensar que es una
aplicación del método. Porque en la Primera meditación empieza a verse cómo la duda
comienza a aplicarse prácticamente a todo y va a dudar de las fuentes de conocimiento
que son la sensibilidad y la razón (ya que si caen los cimientos, cae todo).
Y uno tiene la sensación de que el método está actuando y que no puede ser que
el conocimiento metafísico sea un conocimiento que no se atiene al método. Esta
sensación se sigue hasta llegar a la Segunda meditación con el cogito, que es la evidencia
de mi propia existencia que se me revela en el entendimiento. Con esta verdad
indubitable, cabría preguntarse si no es ella la que funda al método o que se deriva de la
aplicación del método. Pareciera no haber una respuesta para ello.
Uno podría pensar que el cogito funda la metafísica y al método al mismo tiempo.
Porque en la medida en que dudo de todo y se me presenta finalmente una verdad
indubitable, la pongo como modelo de verdad. El criterio, obviamente, va a ser la
evidencia. Pero quizá me detuve ahí porque estaba aplicando el método.
Volvamos al Primer precepto. Allí aparece, en primer lugar, establecido, cuál es el
criterio de verdad. La verdad es la evidencia: no admitir como verdadera cosa alguna,
como no supiese con evidencia que lo es.
Voy a admitir como verdadero sólo lo evidente y voy evitar cuidadosamente la
precipitación, relacionada con la capacidad que tiene la voluntad de afirmar o negar
cualquier cosa, antes de haber llegado a la evidencia. Precipitarse a abrir el juicio sobre lo
que no se presenta con claridad y distinción; hay que ajustar la voluntad a lo que el
entendimiento me presenta con claridad y distinción. Por su parte, la prevención tendría
que ver con el aferrarnos a ciertas verdades heredadas, y por lo tanto a los prejuicios.
Y dice después:
…y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase
tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de
ponerlo en duda.
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34 Apuntes Sim Teórico Nº1 - Filosofía Moderna/1º cuat. 2007
Vemos acá que la duda es uno de los pilares del método; tiene que alcanzar
absolutamente a todo. Porque si el criterio de verdad es la evidencia, no puede haber
nada que no sea puesto en duda. La duda tiene que ser universal y radical, e ir a los
fundamentos del conocimiento. Además, tiene que ser exagerada, por lo cual se llama al
carácter de esta duda, hiperbólico. La duda debe ser llevada al extremo, porque si no
podemos aceptar como verdadero algo que no es evidente; no le podemos poner límites a
la duda.
De hecho, una de las objeciones que se le hace a Descartes, establece que la
duda tal como la implementa Descartes es exagerada y no parece razonable. Pero si la
duda tiene que ser utilizada como instrumento para llegar a la evidencia, hay que usarla, y
aunque nos parezca descabellado dudar de algunas cuestiones, tenemos que hacerlo.
Esto es claro en la Primera meditación, cuando se pone en duda el conocimiento
sensible y el conocimiento racional. Y uno de los argumentos que usa Descartes para
dudar del conocimiento sensible es el argumento del sueño. No parece razonable dudar
que estamos despiertos y que no estamos soñando ¿no es evidente que estamos
despiertos?
Pero el argumento de Descartes es que si estoy soñando que yo doy una clase
estoy segura de estar haciéndolo despierta. Entonces, ahora también estoy segura de
estar despierta dando la clase. Sin embargo podría objetarse que sea razonable llevar la
duda a tal extremo. Incluso el mismo Descartes dice en la Primera meditación si no se
parecerá a esos hombres que tienen un grado de locura tal que creen que sus cuerpos
son de vidrio.
El problema es que si el método tiene que funcionar rigurosamente, tiene que
funcionar de manera clara, porque, en realidad, podría poner en duda que estoy dando la
clase. Para establecer que no estamos inmersos en un sueño sistemático la estrategia de
Descartes es la de probar la existencia de Dios, quien no nos puede haber hecho de
manera que nos engañemos todo el tiempo, ya que eso no sería compatible con la
bondad divina. Pero para llegar hasta ahí voy a tener que recorrer un largo camino.
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Entonces ¿es razonable dudar de la razón misma? Si hay que llevar la duda al
extremo de poner en cuestión las facultades que dispongo para conocer, tengo que dudar
de la razón. De otra forma estoy limitando la duda. Otro problema es cómo sigo si dudo de
la razón.
De todas formas uno podría pensar que a lo mejor la estructura de lo real no
responde a la razón, y que la razón es una facultad que me dio un Genio maligno. Ésta es
otra hipótesis que pone en evidencia el carácter hiperbólico de la duda, ya que toda la
potencia de Dios, pero sin su bondad, me hizo de manera tal que me engañe todo el
tiempo. Si soy fiel al método, por más que no parezca razonable llegar a ese estado de
duda, es necesario hacerlo. El problema es que si dudo de la razón no se podría seguir
argumentando. Para que haya coherencia con el método Descartes tendría que llevar al
extremo la duda; cosa que después pareciera que Descartes no hace.
Pasamos rápidamente por las otras tres reglas que aparecen en el Discurso del
Método, así la clase que viene empezamos con el análisis de la Primera meditación.
La Segunda regla se relaciona con la forma en que opera la razón para asegurase
de alcanzar una verdad evidente:
El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en
cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución
A esta regla se la llama regla de análisis. Con ella voy a tratar de retroceder de lo
más complejo a lo más simple para poder llegar a una captación intuitiva de naturalezas
simples. Este segundo precepto se relaciona con la Quinta de las Reglas para la dirección
del espíritu, que dice lo siguiente:
Todo el método consiste en el orden y la disposición de los objetos
sobre los cuales hay que centrar la penetración de la inteligencia para
descubrir alguna verdad. Nos mantendremos fieles a él si reducimos
gradualmente las proposiciones complicadas y oscuras a proposiciones más
simples.
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36 Apuntes Sim Teórico Nº1 - Filosofía Moderna/1º cuat. 2007
El Tercer precepto que aparece en el Discurso, sería la regla de la síntesis, que nos
describe cómo tendría que operarse el proceso inverso, que va de lo simple a lo más
complejo:
(…) conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los
objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a
poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso
suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente.
Vemos, por último, un Cuarto precepto del Discurso que establece que doble
movimiento que me permite ir reconstruyendo las relaciones lógicas en distintos
conocimientos que voy alcanzando, debe revisarse de manera tal de acercar el
procedimiento deductivo a la inmediatez de la intuición. Para esto debemos hacer
revisiones constantes de los pasos hasta poder captarlos en su totalidad. El Cuarto
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº1 Apuntes Sim 37
precepto establece que hay que hacer en recuentos tan integrales y revisiones tan
generales que me permitan asegurarme de no omitir nada.
El Cuarto precepto se relaciona con la séptima Reglas y dice:
Para llevar a su complexión la ciencia es preciso recorrer una a una
todas las cosas que pertenecen al fin que nos hemos propuesto mediante un
movimiento del pensamiento continuo e ininterrumpido. Y es preciso abarcarla
en una enumeración suficiente y metódica.
Por hoy dejamos acá. La próxima clase comenzaremos con las dos primeras
meditaciones de las Meditaciones metafísicas. Les pido que las traigan leídas y pensadas,
porque sólo así la discusión se nos hace más rica.
Hasta el jueves que viene.
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Cod. 38
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Filosofía
Moderna
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Ahora, ¿por qué cree que probando la existencia de Dios podremos salir del
encierro del Yo? La idea es que, si probamos que Dios existe, y que existe
respondiendo a la idea que nosotros tenemos de Él (como un ser que es suma
bondad y que nos creó), entonces no puede ser que este Dios bondadoso nos haya
creado de forma tal que nos engañemos sistemáticamente. Bajo esta óptica, no
puede ser que Dios (que es un creador bondadoso) nos haya dado facultades que
fallen sistemáticamente. Por lo tanto, si logramos probar que este Dios bondadoso
existe y que nos creó, eso va a servir como una especie de puente para salir de este
encierro del Yo, y recuperar aquello que fue puesto en duda en la Primera
meditación. Porque, en ese caso, Dios va a funcionar como garante, por lo menos,
de cierto tipo de conocimiento que tenemos, lo cual nos va a permitir salir del
encierro del Yo. Esto es lo que va a hacer en la Tercera meditación.
Entonces, veíamos que en la Primera meditación pone absolutamente todo en
duda, al poner en duda las facultades del conocimiento, la sensibilidad y la razón. En
la segunda meditación logra encontrar una primera verdad, que es el cogito. Y en el
intento de salir de esta posición solipsista en la que queda una vez afirmado el
cogito, en la Tercera meditación va a intentar probar la existencia de Dios y que Él es
nuestra causa; porque solamente probar que existe no sirve, ya que Dios podría
existir y nosotros haber sido creados por el Genio maligno. Tiene que probar,
entonces, que Dios existe y que es causa de nuestra existencia, de esa existencia
que me le reveló en el cogito.
La manera en que él logra probar la existencia de Dios, a través de la única
verdad que él tiene, que es el cogito, es bastante problemática. Porque el método le
exige no aceptar nada más que aquello que se le presenta como evidente, pero en
las pruebas de la existencia de Dios que erige en la Tercera meditación aparecen
verdades que no son cuestionadas, ni evidentes. Por lo tanto, el modo en que logra
salir del cogito es bastante problemático.
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ser garante de que las ideas que yo concibo con claridad y distinción respondan
efectivamente a la manera en que las cosas son. Una vez que se plantea eso, en la
Quinta meditación, Descartes habla de las ideas matemáticas y de que lo que yo
concibo en ellas es tal como yo lo concibo, porque Dios funciona como garante de
esas ideas claras y distintas.
Entonces a Descartes se le ocurre, en la Quinta meditación, formular una
nueva prueba de la existencia de Dios. Este va a ser un argumento ontológico del
estilo del de San Anselmo, donde, a partir de la esencia de Dios derivo su existencia.
La idea es que, así como cuando yo concibo un triángulo se impone como verdad de
ello que la suma de sus ángulos interiores da 180º; de la misma manera, cuando
concibo a Dios, en su esencia está contenida su existencia. Por lo tanto, si yo digo
“Dios no existe” caigo en una contradicción, entonces, Dios existe y existe
necesariamente, si es que puedo derivar su existencia a partir de su esencia.
Acá aparece otro argumento más de la existencia de Dios, que ya veremos
cómo se relaciona con las pruebas de la Tercera meditación. Los argumentos de la
Tercera meditación son causales y se remontan de un efecto dado a la causa, que
es Dios, pero este de la Quinta meditación es un argumento ontológico, que deriva la
existencia partir de la esencia de Dios.
Una vez que llegamos a este punto, lo que nos resta es recuperar la
existencia del mundo exterior, que había sido puesto en duda en la Primer
meditación. Esto es lo que Descartes va a hacer en la Sexta meditación. Una vez
que tiene la evidencia de su propia existencia, una vez que probó la existencia de
Dios de manera tal que puede funcionar como garante de algunos conocimientos, va
a tratar de mostrar que la inclinación que nosotros tenemos a considerar que las
ideas del mundo exterior, efectivamente provienen del mundo exterior, es una
inclinación natural que nos ha dado Dios, y por lo tanto el mundo exterior debe
existir. En la Sexta meditación, en realidad, hay tres pruebas, pero la más fuerte es la
que les acabo de mencionar, que es la tercera de ellas. De todas maneras, la
existencia del mundo exterior está basada en una inclinación natural; allí la evidencia
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Alumna: ¿El Tratado de las pasiones del alma es posterior a las Meditaciones
metafísicas?
Profesora: Sí, y allí es fundamental la manera en que se establece la relación
entre el cuerpo y el alma, pero allí hay algunos matices diferentes a esta Sexta
meditación. De todas formas, el tema es tan problemático que muchos autores a lo
largo de toda la modernidad han tratado de resolver, de alguna manera, el problema
que Descartes resuelve de una manera no muy satisfactoria.
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llegado a un momento de su vida donde cree que es adecuado poner en duda todas
sus antiguas opiniones, y que al hacerlo, va a aceptar como verdadero aquello que
se le presenta como absolutamente indubitable; es decir, a aquello que pueda resistir
a la duda. La intención es la de empezar nuevamente desde cero y poner en duda
absolutamente todas sus opiniones antiguas. Aparece, en estas primeras líneas, la
idea de que la duda se aplica de una manera universal y que, por ser esta una tarea
infinita, deben atacarse los cimientos, los fundamentos. Entonces aplica la duda a las
facultades de conocimiento.
Vemos acá el carácter hiperbólico de la duda y la manera en que será
evaluado lo que encontremos como dudoso. Lo que hacemos con aquello que se
nos presenta como dudoso es equipararlo con lo falso y tratarlo como si así lo fuera.
En este sentido debemos abstenernos de emitir sobre ello ningún juicio y hay que
dejarlo de lado.
La duda, entonces, será aplicada a las dos facultades de conocimiento, que
son la sensibilidad y la razón. Empecemos a ver cada uno de los argumentos que
van apareciendo en el texto.
El primer argumento contra el conocimiento sensible es la que planeta que los
sentidos nos engañaron alguna vez. Un ejemplo posible de esta situación de engaño
podría darse cuando observo algo a cierta distancia y creo que se trata de una cosa,
cuando en realidad es otra: veo una pequeña mancha en la pared y, en realidad, es
una mosca.
Ahora, de acuerdo con las características que tiene el método, si los sentidos
me engañan una vez, paso del a veces al siempre. Si me engañan a veces, quiere
decir que existe la posibilidad de que me engañen siempre; como existe esta
posibilidad lo puedo poner en duda y tengo que dejarlo de lado. Recuerden que por
las características mismas del método, el error parcial puede pasar a ser un error
sistemático.
El argumento funciona en la medida en que aceptamos el método, porque
sino sería poco razonable pasar del error parcial al error sistemático. Porque uno
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podría pensar que si descubro el error como tal, es porque comparo esa percepción
sensible con otra que no es ilusoria; comparo una percepción ilusoria, con otra que
tomo como verídica. Pensemos en el ejemplo de la mosca, allí estoy comparando
dos percepciones sensibles, y me doy cuenta que la primera era una percepción
engañosa porque tengo otra que no es coherente con ella, en principio.
Ahora, contra lo que está diciendo Descartes, si yo descubro el error en la
percepción lo hago sobre la base de la comparación de esa percepción que estoy
considerando engañosa con otra que se supone que no lo es.
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Alumno: Pero él habla de los locos que creen que tienen el cuerpo de vidrio, y
se está valiendo de un problema mental, de la razón, para atacar al conocimiento de
los sentidos.
Profesora: Cuando Descartes habla de los locos que creen que son de vidrio,
en realidad, no está atacando a los sentidos, sino a la razonabilidad de la duda
acerca de nuestra propia corporalidad. Dice que si lleva esta duda al extremo y
piensa que por el hecho de que los sentidos me engañan en situaciones
perceptuales desfavorables, entonces podrían llegar a engañarme siempre, esa
manera de aplicar la duda sería equiparable a lo que hacen los locos. Es cierto que
no tiene que ver con el conocimiento sensible, pero lo que está planteando es que
sería una locura llevarlo al extremo. En este punto cuando él se hace la objeción no
está estableciendo una crítica al conocimiento sensible, sino al carácter irracional de
la duda.
Alumno: Si está objetando lo razonable que puede llegar a ser poner en duda
todo esto, estaría yendo en contra del método.
Profesora: Decíamos ya la vez pasada que si el método se aplica con el rigor
que debe aplicarse, no hay grados de razonabilidad e la duda. Por eso esta no es
una objeción que represente lo que él piensa, sino que entra en este juego de
argumentos y contraargumentos, donde aparecen objeciones que no son las cosas
que él sostiene. Por eso subrayaba este contrapunto de argumentos y objeciones
que aparece en el texto, para que no se generen confusiones y podamos tener en
claro qué es lo que Descartes mismo sostiene y qué es lo que él se objeta
poniéndose en el lugar de un interlocutor imaginario.
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[CUADRO 1]
PRIMERA MEDITACIÓN
B) Sueño: ...
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relaciones de semejanza entre las características de ese mundo exterior y las ideas
sensibles que yo tengo. Pero podría suceder que estemos inmersos en un sueño
sistemático y, por lo tanto, no exista absolutamente nada más que yo mismo y mis
ideas. Esta es la cuestión de fondo.
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independientemente de si uno los acepta, o no, tienen un peso para establecer esa
posibilidad de duda.
Bueno, aceptémosle a Descartes el argumento del sueño.
Acá, entonces aparece un argumento que nos va a permitir transitar hacia los
argumentos con los cuales pone en duda el conocimiento racional, y que es una
suerte de objeción a este argumento del sueño. Lo que objeta Descartes es que el
material de los sueños es tomado del estado de vigilia. Esto no sería una objeción
contra el argumento del sueño, porque si bien uno podría pensar que hay dos
estados y que saco el material de uno para construir el otro, esto no significa que la
vigilia de cuenta de una realidad. De hecho, Descartes mismo deja este argumento
sin responder.
Lo que sostiene Descartes a continuación es que, estando dormidos o
despiertos, hay ciertas verdades que parecen seguir sosteniéndose, como ser: las
verdades matemáticas. En este punto abandonamos entonces el terreno de la
sensibilidad y comenzamos a ver qué es lo que pasa con el conocimiento racional.
Imaginemos, entonces, que efectivamente estamos inmersos en un sueño
sistemático. Esto significa que no podemos saber si tenemos cuerpo; no podemos
saber si existe un mundo exterior; caerían las ciencia empíricas. Pero aún así, dice
Descartes, 2 + 3 es igual a 5. Las verdades matemáticas se siguen sosteniendo.
Este argumento del sueño no afecta la razón, sino sólo el conocimiento sensible; no
afecta a la otra facultad de la que disponemos, que es la razón.
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[RECESO]
Profesora: Habíamos visto que entre los argumentos que se erigen contra el
conocimiento sensible, aparecía en segundo lugar el argumento del sueño, según el
cual no hay indicios serios para distinguir sueño de vigilia y podría suceder que
estemos todo el tiempo soñando. La objeción que se propone a sí mismo Descartes
es que el material de los sueños es tomado de la vigilia. Pero esta objeción sería fácil
de responder, porque aún cuando el material de los sueños pueda ser tomado de la
vigilia, esto no garantiza que la vigilia no sea otra forma del sueño.
De cualquier manera, hay verdades que se siguen concibiendo aunque
admitamos el argumento del sueño, como por ejemplo las reglas matemáticas. Es
entonces cuando pasamos a los argumentos que tienen que ver con el conocimiento
racional. Recuerden que cuando hablo de objeción cartesiana estoy distinguiendo
las objeciones que él mismo se hace, de las que podemos hacer nosotros; en
realidad no son objeciones de Descartes, sino las que Descartes cree que un
interlocutorio imaginario podría hacerle.
Así, contra el conocimiento racional, lo primero que aparece es que Dios
podría engañarme, aún con respecto del conocimiento matemático. La objeción que
Descartes se plantea es que Dios es bondadoso y por lo tanto no me puede
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engañar. A esta objeción Descartes se responde que pudiera haber, en vez de Dios,
un Genio maligno que me engañara.
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utilizando una idea que incluye la idea de suma bondad y por lo tanto sería
contradictorio decir que Dios me engaña. Entonces la hipótesis cambia y lo llamo
Genio maligno. Pero en ninguno de los dos casos hay una afirmación de la
existencia, sino que tienen el carácter de hipotéticos.
Pero hay otra manera de responder a la objeción, además de la del Genio
maligno. Hay un tema que resulta importante por lo que viene después. Si es
incompatible con la bondad de Dios que nos engañemos siempre, también tendría
que serlo que nos engañemos a veces. Entonces, la verdad le sirve hasta cierto
punto, porque habría que ver cómo esa bondad se hace compatible con un engaño
parcial; a esto va a tener que responder después. Porque, precisamente, la
estrategia cartesiana es demostrar la existencia y la bondad de Dios para que caiga
el Genio maligno y para que funcione como garante del conocimiento.
En este marco el problema que se va a plantear es el del error parcial, no ya
el del error sistemático (que queda descartado por la bondad de Dios). Esto es
destacable, porque, de hecho, uno podría decir que a veces la razón engaña y por
tanto cuestionar la bondad de Dios.
Una manera más contundente de responder sería no llamarlo Dios, sino
Genio maligno, o como se quiera. La idea es la de un Dios poderoso, pero no
bondadoso, que es la causa de mi existencia y que me hizo de manera tal que me
engaño sistemáticamente. Es una hipótesis que sólo le sirve para plantear que tal
vez la razón también nos conduce al error sistemáticamente.
Alumna: Siempre que pensemos a Dios como suma bondad vamos a pensar
que nos engañamos en términos humanos pero no divinos.
Profesora: Cuando Dios haya sido puesto como garante Descartes va a tener
que compatibilizar el error parcial con la idea de un Dios bondadoso. Lo que va a
plantear es que el error no proviene de una facultad que me dio Dios para errar sino
de un mal uso que yo hago de esas facultades; lo que es compatible con la bondad
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de Dios es que tengo manera de evitar el error, y el instrumento para evitar el error
es el método. Ahí queda salvada la bondad divina.
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Entonces, ante la objeción de que Dios es suma bondad y por tanto no puede
engañarme, Descartes responde que, por una parte, podría ser que Dios no sea tan
bondadoso como para impedir que me engañe a veces y, por otra (el argumento
más importante), podría haber un Genio maligno que ha puesto toda su industria en
engañarme.
Al final de la clase anterior habíamos empezado a discutir cuál era el alcance
de esta hipótesis acerca del conocimiento racional, que tiene que ver con las
operaciones de tipo intuitivo por las cuales capto evidencias y tiene que ver con el
conocimiento de las esencias. También decíamos que hay procedimientos de tipo
discursivos en los cuales no hay inmediatez, como pueden ser las inferencias.
Ahora, si bien en el texto no está explícitamente dicho cuál es el alcance de la
hipótesis del Genio maligno, pero, en principio, existirían estas dos posibilidades.
Una es que la hipótesis del Genio afecte solamente los procedimientos discursivos.
Esto tiene bastante sustento, porque después, cuando en las Objeciones aparecen
argumentos en contra de la existencia de Dios, Descartes dice que Dios funciona
como garante de los procedimientos discursivos.
Pero cuando uno lee la Primera meditación, y piensa en el rigor con el que
Descartes está tratando de aplicar el método, parecería que el Genio maligno podría
engañarme también respecto de lo que parece me evidente. Acá, el alcance sería
mayor, porque alcanzaría tanto el operar discursivo, como el intuitivo.
Si uno admite esta última opción, inmediatamente se abre otra cuestión: qué
pasa con el cogito. Uno podría pensar que el cogito es la única evidencia que se
sostiene aún antes de que caiga la hipótesis del Genio maligno, ya que la manera en
que Descartes presenta la hipótesis nos da a entender que, aunque este Genio
maligno me engañe acerca de todo, y este todo incluye también lo evidente, hay una
evidencia sobre la cual no me puede engañar, y es que yo soy algo desde el
momento en que me está engañando.
Como se ve, cabe la posibilidad de pensar que la hipótesis del Genio maligno
es mucho mayor, y que lo único que se resiste a esta hipótesis es la primera
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evidencia, que es la del cogito. Esto es problemático porque, cuando Descartes trata
de hacer caer la hipótesis del Genio maligno probando la existencia de Dios, se va a
basar en ciertas evidencias que no son las del cogito. El problema es que va a
probar la existencia de Dios basándose en evidencias que sólo Dios podría
garantizar y por lo tanto el procedimiento se vuelve circular.
Me parece que cualquiera de las dos posiciones trae problemas. Si pensamos
que el alcance de la hipótesis del Genio maligno tiene que ver sólo con los
procedimientos discursivos, pareciera que estoy limitando el alcance de la duda.
Pero, si la hipótesis del Genio alcanza también las intuiciones de evidencias,
entonces, el argumento por el cual llego a establecer un garante para las evidencias,
es circular; porque me tengo que valer de la premisa de ciertas evidencias, antes de
haber probado la existencia del garante.
Todo esto se relaciona con ciertos problemas de la aplicación misma del
método: el método es tan riguroso, que parecería ser prácticamente inaplicable, y
hace surgir ciertos problemas en los cimientos metafísicos mismo que plantea
Descartes.
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PRIMERA MEDITACIÓN
SEGUNDA MEDITACIÓN
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Cod. 41
Filosofía 37
Moderna
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una inmediatez, una ausencia de distancia temporal entre uno y otro, solucionando
este problema que se generaría por la intervención de la memoria o por la idea de
cierto despliegue temporal.
¿Se entiende?
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Alumna: En una objeción le plantean que él podría ser una cosa material, y
Descartes responde que a estas alturas de las meditaciones no lo sabe…
Profesora: Esa es una objeción que le hace Hobbes y que tienen que ver con
el hecho de si esa sustancia es material o inmaterial; pero ese ya sería un segundo
paso, una vez que ya lo consideré como sustancia. Ese es un segundo problema.
El primer problema es entonces si es o no una sustancia. Esto es
cuestionable, porque no es evidente que ese yo sea sustancial. Más adelante
veremos que interpretarse de esta manera implica que Descartes está arrastrando la
ontología aristotélica; porque uno podría pensar que detrás de ese pensamiento,
detrás de esa actividad no haya un yo sustancial. Los otros dos autores que vamos a
ver como lectura obligatoria, que son Hume y Kant, niegan el carácter sustancial del
yo.
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Para mí, lo que pasa aquí es que el tiempo está antes de decir que el cogito
es sustancia. El carácter sustancial confirma que hay una noción de temporalidad
cruzada y que no está saliendo a la luz. El tiempo ya está en el cogito, y la noción de
sustancia indica que se está interpretando como algo o alguien, que es el yo que
permanece siendo el mismo a través del curso del pensamiento.
Alumna: Ahora, en el caso de que no fuera el mismo ¿no sería cierto de todas
formas que existe?
Profesora: Sí. Es más, uno podría decir que eso es todo lo que podría afirmar,
ya que la noción de identidad que allí se desliza es un plus. Descartes podría seguir
diciendo que existe en cada instante, pero no puede decir que es el mismo que
antes dudaba, porque ahí sí está cruzada la noción de temporalidad, de identidad y
de conservarse a través del tiempo que no sale de manera evidente del cogito.
A esto se agrega una cuestión más que el hecho de interpretarse como una
sustancia pensante. El texto parece decir, además, que esta sustancia es de índole
inmaterial.
Dice Descartes en la Segunda meditación:
No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues,
hablando con precisión, no soy más que una cosa que piensa, es decir, un
espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo significado me era antes
desconocido. Soy, pues, una cosa verdadera, y verdaderamente existente.
Mas, ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa.
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conozco. No lo sé; de eso no disputo ahora, y sólo puedo dar un juicio de las
cosas que conozco: conozco que existo e indago yo qué pienso, qué soy.
Ahí pareciera que está tratando de dejarlo indeterminado. Ahora, él dice que
más adelante en el transcurso de las meditaciones sí va a decir que no es una cosa
material o corpórea la que piensa. El motivo para afirmar esto es que, en este
momento todavía no probó la existencia de Dios, y por tanto no tiene ningún garante
para sus ideas claras y distintas. Pero una vez que haya probado la existencia de
Dios, él va a tener un garante de que lo que se le presenta con claridad y distinción
como perteneciente a una cosa, efectivamente, le pertenece; es decir, si yo tengo
una idea clara y distinta de una esencia, efectivamente esa esencia será tal como yo
me la represento.
Probada la existencia de Dios, si tengo una idea clara y distinta de una
sustancia cuyo atributo esencial es el pensamiento y que no necesita de otro atributo
para existir, y por otro lado tengo una idea clara y distinta de una sustancia cuyo
atributo esencial es la extensión, entonces, efectivamente, estaré en presencia de
dos sustancias que son distintas. En la medida en que las puedo concebir a una
independientemente de la otra, es que pueden existir una independientemente de la
otra. Por lo tanto, recién cuando tenga la garantía divina, voy a poder establecer una
distinción real entre los dos tipos de sustancia. Hasta que no haya probado la
existencia de Dios, no puedo hacer todo eso.
Así, una vez que se me revela mi existencia y afirmo que soy una sustancia,
debería dejar indeterminada la cuestión de si soy material o inmaterial, o qué tipo de
sustancia soy. Porque hasta ahora lo único que se me reveló de esa sustancia es el
pensamiento, pero todavía no tengo un garante de que no haya algo más que
pertenece a mi esencia y que no estoy conociendo.
Respecto de este mismo punto hay otra objeción que se la hace Arnaud, en
las Cuartas objeciones. Lo que le dice Arnaud es que no puede sacar la conclusión
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 13
que Descartes está pretendiendo sacar. Arnaud dice que Descartes puede negar
que haya cuerpos, puede afirmar su propia existencia, y a partir de allí lo que hace
es afirmar que existe como una cosa pensante no corporal (lo cual es ilícito). Arnaud
plantea que, en realidad, lo que Descartes podría concluir es que él se puede
conocer, sin conocer el cuerpo. Porque, si puedo dejar de lado mi cuerpo (que es lo
que puse en duda en la Primera meditación) y puedo afirmar mi propia existencia (tal
como aparece en la Segunda) la conclusión que, según algunos, puede afirmarse es
que me puedo conocer sin conocer los cuerpos, y no que existo como algo no
corporal. Además, dice Arnaud, que podría suceder que este conocimiento no fuera
completo, y que efectivamente lo que piensa fuera una cosa material.
Descartes, por un lado, responde igualmente que esto tiene que quedar
indeterminado. Pero acá agrega una cosa: una vez que yo tengo la garantía divina y
que una idea se me presenta como clara y distinta, yo no puedo asegurar que mi
conocimiento sea completo, pero sí que tengo el conocimiento de algo completo, de
una sustancia. La claridad y distinción es suficiente para permitirme que me
pronuncie acerca del carácter sustancial de aquello que estoy conociendo. Por lo
tanto, si se me revela un atributo, que es el pensamiento, es porque estoy en
presencia de una sustancia; y si, por otro lado, se me presenta otro atributo, como la
extensión, entonces estoy en presencia de otra sustancia. Entonces, puedo
establecer una distinción real entre ambas, y tengo un conocimiento de cada una de
ellas que, aunque no sea completo, puedo determinar que son cosas completas; es
decir, que son sustancias. Pero esto sólo una vez que está probada la garantía
divina. De todas maneras Descartes admite que a estas alturas el hecho de saber
qué tipo de sustancias son debe quedar por el momento indeterminado.
Les comento cómo define Descartes sustancia en los Principios:
Por sustancia no podemos entender más que una cosa que existe de tal
forma que no necesita nada más para existir; y de hecho, en tanto sustancia
que no necesita de nada más, sólo una puede entenderse así, a saber: Dios.
Cualquier otra cosa que percibamos sólo puede existir con la ayuda de Dios,
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así que sustancia no se aplica de manera unívoca a Dios ya todas las otras
cosas, como se dice en la escuela, es decir, ningún significado de este término
puede entenderse de manera distinta como común a Dios y al resto de las
criaturas.
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…Pues si juzgo que existe la cera porque la veo, con mucha más
evidencia se sigue, del hecho de verla, que existo yo mismo. En efecto: pudiera
ser que lo que yo veo no fuese cera, o que ni tan siquiera tenga yo ojos para
ver cosa alguna; pero lo que no puede ser es que, cuando veo o pienso que
veo (no hago distinción entre ambas cosas), ese yo, que tal piensa, no sea
nada. Igualmente, si por tocar la cera juzgo que existe, se seguirá lo mismo, a
saber, que existo yo; y si lo juzgo porque me persuade de ello mi imaginación,
o por cualquier otra causa, resultará la misma conclusión. Y lo que he notado
aquí de la cera es lícito aplicarlo a todas las demás cosas que están fuera de
mí.
Pues bien, si el conocimiento de la cera parece ser más claro y distinto
después de llegar a él, no sólo por la vista o el tacto, sino por muchas más
causas, ¿con cuánta mayor evidencia, distinción y claridad no me conoceré a
mí mismo, puesto que todas las razones que sirven para conocer y concebir la
naturaleza de la cera, o de cualquier otro cuerpo, prueban aún mejor la
naturaleza de mi espíritu? Pero es que, además, hay tantas otras cosas en el
espíritu mismo, útiles para conocer la naturaleza, que las que, como éstas,
dependen del cuerpo, apenas si merecen ser nombradas.
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Una cosa es decir que cuando conozco una cosa que no soy yo tengo algún
tipo de autoconciencia y otra es decir que cuando conozco otra cosa me estoy
autoconociendo; y que todo conocimiento de eso otro supone ese desdoblamiento,
es decir, una autobjetivación hacia adentro. Una cosa es que tenga conciencia de
que soy yo la que lo está conociendo y que por tanto existo, y otra es que me
autoconozco cuando conozco. A mí me parece que la tesis que dice que cada vez
que conocemos nos autoconocemos (en el sentido fuerte de autobjetivación), dice
demasiado.
Una vez que él hace esa transición entre el cogito y la afirmación de que él
mismo es una cosa pensante, es muy fácil hacer la transición entre estas dos
interpretaciones. Una cosa es que se revele mi existencia, lo cual es una forma de
autoconocimiento que tiene el mayor grado de claridad y distinción, y otra muy
diferente es que conozca mi naturaleza. Descartes está pensando el cogito y la res
cogitans en una relación de transición inmediata. Está superponiendo estas dos
interpretaciones, y las está tomando como una sola cosa.
Hacemos una pausa y volvemos en 15 minutos.
[Receso]
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Si se toma este párrafo aislado, uno podría decir que todo aquello que se
presenta con evidencia, va a poder ser afirmado como verdadero. Ahora, cabe
considerar el alcance de lo que puede ser puesto en duda. Pensemos que todavía
está en pie la hipótesis del Genio maligno. Pero él dice que demostró una primera
verdad, presentada como evidente, por lo cual esto puede tomarse eso como
modelo y considerarse verdadero a todo aquello que se le presente como evidente.
Sin embargo, el texto parece mostrar una cierta oscilación entre la
consideración de que todo lo evidente se presenta como verdadero (como en este
párrafo que acaba de decir) y volver a recordar que aún está pendiente esa hipótesis
del Genio maligno, que podría estar afectando incluso lo que se me presenta como
evidente. Esto es algo que tenemos que definir en la interpretación del texto, porque
según cómo lo definamos se va a ver afectada la valoración que hagamos sobre las
pruebas de la existencia de Dios.
Piensen que Descartes tiene que demostrar la existencia de Dios, para probar
que no fue creado por un ser que lo engaña sistemáticamente; tiene que probar la
existencia de Dios para que caiga la hipótesis del Genio maligno. Entonces, en la
medida en que nosotros definamos cuál es el alcance de esa hipótesis, vamos a
poder definir cuál es el alcance de la garantía divina; ambas se correlacionan.
Si pensamos que lo evidente se sostiene solo, aún estando en pie la hipótesis
del Genio maligno, quiere decir que esas evidencias no requieren la garantía divina y
se mantienen solas. En ese caso, la garantía divina, lo que va a permitir es avalar o
dar crédito a aquellos conocimientos en los cuales haya un proceso discursivo. Ésta
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 21
primera posibilidad es: pensar que, como encontré una primera verdad evidente, voy
a tomar esto como regla y todo lo que se me presenta como evidente es verdadero;
aún con la hipótesis del genio maligno en pie. Esto significa que la hipótesis del
Genio maligno no afecta las evidencias, y por lo tanto, cuando yo pruebe la
existencia de Dios, Dios va a servir como garante para otro tipo de cosas que no
sean las evidencias (como los procesos discursivos, etc.).
También puede leerse a partir del texto, una segunda posibilidad que es:
encontré una primera evidencia que es el cogito, y aunque exista el Genio maligno
que me engaña absolutamente de todo, no puede engañarme respecto a mi
existencia. La segunda posibilidad es que la única evidencia que se sostiene,
estando en pie la hipótesis del Genio maligno, es la del cogito; pero que todas las
demás pueden ser puestas en duda. Así, podría suceder que a mí me parezca
evidente algo que en realidad es falso, y entonces necesito probar la existencia de
Dios para que me sirva de garante, no sólo de los procesos discursivos, sino también
de lo que se me presenta como evidencia.
Repito: La primera posibilidad es que no sólo se sostenga la evidencia del
cogito, sino también cualquier otra evidencia, ante la hipótesis del Genio maligno, sin
la garantía divina (que sería sólo válida para los procesos discursivos). La segunda
posibilidad es que la única evidencia que se mantienen estando en pié la hipótesis
del Genio sea la del cogito; pero las otras evidencias requieren la garantía de Dios.
Si tomo la segunda posibilidad, y necesito probar la existencia de Dios para
que caiga la hipótesis del Genio maligno y poder afirmar aquello que se me presenta
como claro y distinto (y así extender el ámbito de las evidencias), entonces tengo
problemas con la prueba. Porque la prueba de la existencia de Dios supone partir de
ciertas evidencias; entonces la prueba sería circular; porque requiero de ciertas
evidencias para construir la prueba, evidencia, que sólo Dios puede garantizar. Es lo
que se llama habitualmente el círculo cartesiano.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 22
Ahora, este círculo puede romperse (cosa que hace Descartes cuando le
plantean esta objeción) si decimos que Dios es garante solamente de los procesos
discursivos. Pero no sé si podemos aceptar esto como respuesta.
Alumna: ¿Por qué el Genio maligno no me puede engañar acerca del cogito?
Profesora: Aunque dude absolutamente de todo, no puedo dudar de la
actividad de pensar, porque la duda misma es una actividad del pensar. Si yo pienso
que las actividades del pensamiento me revelan la propia existencia, no puedo dudar
acerca de eso; sin embargo, el Genio podría engañarme respecto de otras
evidencias. En realidad tampoco pone en duda que él tiene ciertas ideas, pero lo que
sí pone en duda es si esas ideas tienen algún valor cognoscitivo.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 23
Acá Descartes dice que puede aceptar como evidente todo lo que se le
presentó de esa manera; pero, hay algunas evidencias que en realidad no son tales.
Ahora, cuando da ejemplos de esas evidencias se está refiriendo a la existencia del
mundo como una realidad independiente y a la relación de semejanza entre las
ideas que yo tengo de ese mundo y ese mundo que supuestamente existe
independientemente. Estas supuestas evidencias son evidencias del tipo sensible, y
no intelectuales.
Si nos atenemos a este párrafo parecería que no va a poner en duda las
evidencias intelectuales, sino más bien este conocimiento sensible, con los dos
supuestos de que hay mundo exterior y que es semejante con las representaciones
que tengo de él. Entonces, si la limitación es esa, seguirían en pié otro tipo de
evidencias, aun estando vigente la hipótesis del Genio maligno, y estarían puestas
en duda las evidencias (entre comillas) sensibles, que no son las ideas claras y
distintas.
Con este párrafo parecería que yo puedo aceptar como verdadero todo lo que
se me presente como evidente; pero que también había ciertas cosas que yo creía
evidentes, como que el mundo exterior existe y es semejante con las
representaciones que tengo de él, sobre las que el genio maligno puede estar
engañándome. Pero, esto no implica demasiado; porque las evidencias matemáticas
podrían seguir en pie. Lo que tenemos que ver es si la hipótesis del Genio maligno
afectaría también a las ideas matemáticas, dejando como la única evidencia que se
sostendría a la del cogito.
Veamos qué dice el texto:
Pero cuando consideraba algo muy sencillo y fácil, tocante a la
aritmética y la geometría, como, por ejemplo, que dos más tres son cinco o
cosas semejantes, ¿no las concebía con claridad suficiente para asegurar que
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 24
eran verdaderas? Y si más tarde he pensado que cosas tales podían ponerse
en duda, no ha sido por otra razón sino por ocurrírseme que acaso Dios
hubiera podido darme una naturaleza tal, que yo me engañase hasta en las
cosas que me parecen más manifiestas. Pues bien, siempre que se presenta a
mi pensamiento esa opinión, anteriormente concebida, acerca de la suprema
potencia de Dios, me veo forzado a reconocer que le es muy fácil, si quiere,
obrar de manera que yo me engañe aun en las cosas que creo conocer con
grandísima evidencia; y, por el contrario, siempre que reparo en las cosas que
creo concebir muy claramente, me persuaden hasta el punto de que prorrumpo
en palabras como éstas: engáñeme quien pueda, que lo que nunca podrá será
hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo, ni que
alguna vez sea cierto que yo no haya sido nunca, siendo verdad que ahora soy,
ni que dos más tres sean algo distinto de cinco, ni otras cosas semejantes, que
veo claramente no poder ser de otro modo, que como las concibo.
Fíjense la oscilación que está presente aquí entre las dos opciones. Cuando
comenzó dijo que todo lo que se le presentara con evidencia iba a ser tomado como
verdadero, pero ahora quedó limitado de nuevo. Efectivamente, yo puedo pensar
que hay un Dios que me puede engañar acerca de todo, y lamentablemente, entre
esas evidencias menciona al cogito; lo cual nos complica más.
Y sigue diciendo:
Ciertamente, supuesto que no tengo razón alguna para creer que haya
algún Dios engañador, y que no he considerado aún ninguna de las que
prueban que hay un Dios, los motivos de duda que sólo dependen de dicha
opinión son muy ligeros y, por así decirlo, metafísicos. Mas a fin de poder
suprimirlos del todo, debo examinar si hay Dios, en cuanto se me presente la
ocasión, y, si resulta haberlo, debo también examinar si puede ser engañador;
pues, sin conocer esas dos verdades, no veo cómo voy a poder alcanzar
certeza de cosa alguna.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 25
Veamos cuáles son las posibilidades. Una cosa es que la hipótesis del Genio
maligno afecte la racionalidad del mundo, y otra cuestión es qué pasa con estos
procesos intuitivos y discursivos. El problema oscila entre varias posibilidades. Una
es si los procesos intuitivos se mantienen solos, sin la garantía divina; o si yo acerco
tanto los procesos discursivos a los inmediatos, y que por tanto, si afecto uno, tengo
que afectar los dos, y la garantía divina tendría que ver únicamente con la
racionalidad del mundo, También está la posibilidad de que la hipótesis del Genio
maligno afecte todo, menos el cogito; donde habría un conflicto con lo que dice en la
Primera meditación y la Segunda. Otra opción que podemos suponer para no
complicar tanto las cosas es que el cogito se mantiene solo.
Todas éstas son posibilidades que tejemos para ver cuál es el alcance de la
hipótesis del Genio maligno. Cuando tomamos en cuanta las respuestas que da
Descartes cuando se le plantea que las pruebas de la existencia de Dios son
circulares, vemos que apunta no sólo a que Dios es garante de esta racionalidad del
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 26
mundo y de que yo pueda saber que el mundo existe, sino a que también lo es de
procesos discursivos.
Alumna: ¿El método viene de Dios?
Profesora: Lo que viene de Dios son las facultades que me da al crearme; y el
método subsana las falencias que puedo tener al usar esas facultades.
Revisemos dos textos que pueden aclarar un poco estas cuestiones, que son
las Respuestas a las objeciones, donde aparece el tema de la circularidad y si la
garantía divina tiene que ver con el conocimiento discursivo, y la Parte VI del
Discurso del Método.
En la respuesta a la objeción de circularidad, Descartes dice:
Donde dije que no podemos saber nada a ciencia cierta si no sabemos
primero que Dios existe, agregué en términos expresos que no me refería más
que a la ciencia y a aquellas conclusiones cuyo recuerdo puede volver a
nuestro espíritu cuando ya no pensamos en las razones que nos permitieron
inferirlas.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 27
Diez líneas más abajo del pasaje que estábamos leyendo hace un rato de las
Meditaciones, Descartes decía si no podría ser que el Genio maligno lo engañara
respecto de lo que concibe con claridad y distinción. Allí dice que todavía sigue
abierta la posibilidad de que un Dios me esté engañando, y encima menciona al
cogito. Para eliminar totalmente esto, hay que probar la existencia de Dios, donde
está funcionando como garante de mucho más que de los procesos discursivos.
Otra cuestión que cabe preguntarse aquí es si Descartes está siendo fiel al
método, si por el mero hecho de haber encontrado una evidencia, acepta cualquier
otra cosa que le parezca evidente aún sin tener la garantía divina.
La impresión que todo esto nos da es que, o no le está siendo fiel al método;
o la hipótesis del Genio maligno disminuyó al encontrar una evidencia; o se le restó
el valor que tenía hasta entonces, que era la expresión del carácter hiperbólico de la
duda.
El problema de todo esto está en que en la construcción de la prueba se vale
de evidencias para llegar a concluir que Dios existe, y es Dios el que funciona como
garante, quizá, también de las evidencias. Toda la discusión apunta a tratar de
establecer qué alcance tiene la hipótesis del Genio maligno, para ver qué alcance
tiene la garantía divina, y si esta garantía no está presupuesta en la misma prueba
que prueba la existencia de Dios. En ese caso, el argumento quedaría invalidado por
circularidad.
De todas formas esto es para dejarles planteado un problema, que no sólo no
está resuelto, sino que se va a potenciar cuando empecemos de lleno con la prueba.
Hay dificultades muy profundas, que no sé si tienen solución habiendo partido de los
presupuestos de donde partió, pero que son problemas que debemos poner sobre la
mesa, para ver por dónde falla la construcción.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 28
retrocediendo desde ese efecto a su causa. El resultado de todo esto es que esa
causa será Dios.
Uno de los efectos que Descartes no pone en duda es que yo tengo la idea
de Dios: puede que Dios no exista; puede que no haya un Genio maligno; puede que
no exista el mundo; pero, de todas formas, hay ciertas ideas que yo tengo, y una de
ellas es idea de Dios. Esto él va a tomarlo como un punto de partida; porque si está
la idea de Dios tiene que haber alguna causa de esa idea, y esa causa va a ser Dios
mismo. Y acá nos encontramos con un primer problema que es que está dando por
supuesto el principio de causalidad como algo evidente, acerca del cual no sabemos
si se requiere garantía divina para sostenerlo. Esta va a ser la línea de
argumentación va a estar presente en la primera parte de la Tercera meditación.
En la segunda parte de la Tercera meditación, la manera en que Descartes va
a argumentar será diferente, pero también va a ser con un argumento del tipo causal.
La diferencia es que, en este segundo caso, el efecto del que va a partir será mi
propia existencia revelada en el cogito; y va a tener que retroceder a la causa de esa
existencia, y tratará de probar es que Dios es causa de mi existencia.
Fíjense que él tiene que probar que Dios es causa de mi existencia, y no
solamente que Dios existe. El problema es que si Descartes probara únicamente la
existencia de Dios como un ser bondadoso, podría suceder que yo no fuera un
efecto del Dios bondadoso; y si yo no fuera efecto de ese Dios bondadoso, no me
sirve de nada probar su existencia. Entonces, tiene que probar que existe y que es
causa de mi existencia; es decir, que me dio las facultades que me dio, siendo
bondadoso. Con ello descarto la posibilidad de un engaño sistemático.
En una primera parte de la Tercera meditación Descartes se remonta de un
efecto dado, que es la idea de Dios en mí, a su causa. Y en la segunda parte de la
Tercera meditación tenemos, otra vez un argumento causal, que parte de otro
efecto, que es mi existencia, y se va a remontar de ese efecto a su causa, que es
Dios.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 31
ideas, tiene un cierto grado de realidad formal. Dios, en caso de que existiera, tendrá
un cierto grado de realidad formal; la materia, en caso de que exista, tendrá un cierto
grado de realidad formal.
Ahora, además de tener en cuenta esta realidad formal, aparece en el texto
una jerarquización de grados de realidad formal. En esa jerarquía, lo que aparece
con el grado máximo de realidad formal son las sustancias infinitas; por debajo de
las sustancias infinitas están las sustancias finitas; y por debajo de las sustancias
finitas, están los accidentes.
De acuerdo con esta realidad formal y esta jerarquía, ¿qué tipo de sustancia
seré yo? Yo sería una sustancia finita. Uno podría preguntarse si esta finitud sale del
cogito: y efectivamente pareciera que si Descartes piensa que el Yo es una
sustancia finita, no se está agregando nada a lo que venía diciendo, y que la misma
duda me revela mi propia finitud.
Veamos ahora qué grado de realidad formal tienen mis ideas, que también
son algo en acto en esta jerarquía, y si tienen mayor o menor grado de realidad
formal que yo; por ejemplo, si Dios existiera, tendría mayor grado de realidad formal
que yo.
Piensen que tenemos que tomar a las ideas como algo en sí mismas, como
algo que es, sin pensar en el contenido de las ideas, o lo que esa idea está
representando (que va a tener que ver con su grado de realidad objetiva). Entonces,
mis ideas son modos de mi pensamiento, y por tanto tienen un tipo de realidad
accidental. Esto quiere decir que tienen menor grado de realidad formal que yo, que
soy sustancia finita.
Mis ideas, cualquiera sea su contenido, son modos de mi pensamiento, por lo
tanto, son accidentes de la sustancia pensante que soy yo, son mis predicados; y ya
dijimos que los accidentes tienen menor grado de realidad formal que la sustancia
finita. Por lo tanto, mis ideas tienen menor grado de realidad formal del que tengo yo.
Ahora, supongamos que todo tiene una causa y que, como establece
Descartes, la causa tiene que tener mayor o igual grado de realidad que el efecto.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 32
Esto plantea un primer problema, porque uno podría preguntarse de dónde sacó que
la causa debe tener estas características, y él responde a esto que es evidente. Esta
es una de las evidencias que toma como punto de partida. Entonces, ya tenemos
como evidencias-punto de partida: le principio de causalidad y la relación jerárquica
entre grados de realidad de la causa y del efecto.
Ahora, si todo tiene una causa, y la causa tiene que tener igual o mayor grado
de realidad que el efecto, y yo tengo la idea de Dios, que tiene una realidad
accidental (porque mis ideas son modos de la sustancia pensante que soy yo), yo
puedo ser su causa. Es por eso que después va a apelar al otro tipo de realidad, la
realidad objetiva, porque si se queda sólo con la realidad formal, tiene menor grado
de realidad que el que tengo yo, como sustancia finita; porque aunque represente a
lo infinito, ella no es infinita. Por lo tanto, tranquilamente podría ser yo su causa.
Supongamos que yo tengo la idea de Dios, la idea de piedra (que es una de
las ideas de sustancia que él menciona) y la idea de blanco.
-Al considerar el ejemplo de la idea de piedra tengan en cuenta que cuando él
llegue a establecer el dualismo entre sustancia pensante y sustancia extensa, en
realidad, habrá una única sustancia extensa, que es la materia, y una pluralidad de
sustancias pensantes, que somos cada uno de los yoes.-
Pero tenemos estas tres ideas que son modos del pensamiento y tienen un
tipo de realidad accidental respecto del Yo como sustancia pensante finita. Ahora, si
yo establezco una jerarquía respecto de la realidad formal y digo que las sustancias
infinitas tienen un grado de realidad formal mayor que el de las sustancias finitas, y
que los accidentes tienen menor grado de realidad formal que las sustancias finitas.
Además si considero que estas ideas son accidentes de la sustancia que soy yo, y
que esta ideas tienen que tener una causa, cuyo grado de realidad formal debe tener
igual o mayor grado de realidad que el efecto, yo, como sustancia finita pensante,
tranquilamente puedo ser causa de cualquiera de estas ideas. En este caso, la idea
de Dios sería una idea facticia.
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La realidades a las que estas ideas remiten (que es lo que yo tengo arriba en
el cuadro como Dios, piedra, blanco), no tiene realidad objetiva, porque no
representan nada, no me remiten a otra cosa. Por mi parte, Yo, como sustancia
pensante tampoco tengo realidad objetiva, ya que no soy una representación, sino
una sustancia.
Es decir, realidad objetiva sólo tienen las ideas, como algo que remite a otra
cosa que no es la idea misma. Es un error frecuente en los exámenes, cuando se les
pide una reconstrucción del argumento, que mencionen cosas como la realidad
objetiva de Dios. Eso está mal, porque Dios no tiene realidad objetiva, en todo caso,
la idea de Dios es la que tiene realidad objetiva.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 35
todas tienen el mismo grado de realidad formal, pero no el mismo grado de realidad
objetiva.
Supongamos que podemos hacer esta doble consideración de las ideas
desde la realidad formal y la realidad objetiva. Entonces, podría comparar la realidad
formal con realidad objetiva. Ahora, si comparo la realidad objetiva de Dios con la
realidad formal que tengo yo en tanto sustancia finita, y es mayor la realidad objetiva
de la idea de Dios que la realidad formal que tengo yo como sustancia finita, por lo
tanto, yo no puedo ser su causa. Este es el argumento.
La clase que viene veremos la prueba toda junta y con los supuestos que no
están explicitados. Pero, volvamos a repetir la prueba: yo tengo la idea de Dios, que
tiene que tener una causa, porque estoy partiendo de un principio que me dice que
todo tiene que tener una causa y que esa causa tiene que tener un grado de realidad
mayor o igual que el efecto. Entonces, la estrategia argumentativa será la de
comparar la realidad objetiva de Dios, con mi realidad, para tratar de probar que yo
no puedo ser la causa y que la idea de Dios no es una idea facticia, producto de mi
imaginación.
Ahora, la cuestión está en que, para que efectivamente pueda llegar a esa
conclusión, la idea me tiene que superar en realidad. Si yo tomo en cuenta la
realidad formal de la idea, la idea de Dios no me superan en realidad, porque tiene
una realidad accidental. Por tanto, no puedo tomar en cuenta sólo la realidad formal
de la idea, sino que tengo que hacer un cruce entre realidad formal y realidad
objetiva. Además, tengo que suponer que puedo considerar a las ideas desde este
doble punto de vista, y que puedo comparar la realidad formal con realidad objetiva.
Si yo tomo en cuenta la realidad objetiva de las ideas, ahí sí me encuentro
con una idea que me supera en tal medida que no puede ser que la haya producido
yo. Porque me encuentro con una idea que tiene un grado de realidad objetiva
máximo, y que, por lo tanto, cuando comparo la realidad objetiva de esa idea con la
realidad formal que tengo yo como sustancia pensante, me encuentro con que tengo
un grado de realidad menor. Eso explica por qué no puedo ser la causa de la ideas
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 36
de Dios, y el único que puede ser causa de ella será Dios mismo; va a ser lo único
que tenga un grado de realidad formal tan alto como para dar origen a la realidad
objetiva que tiene su idea.
Alumno: ¿Se puede cancelar el supuesto de que las dos realidades son
comparables?
Profesora: Sí: pensando que son perspectivas diferentes y que no tienen por
qué ser comparadas. Si yo defino la realidad objetiva en función del grado de
realidad formal de lo que la idea representa, en la misma noción de realidad objetiva
está el cruce de realidades; en la misma noción de realidad objetiva está la
comparación. Él está suponiendo que son comparables.
En defensa de Descartes sólo se podría decir que la misma noción de
realidad objetiva supone la comparación; y estas son nociones que están en la
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº3 Apuntes Sim 37
tradición. Fíjense que todo se basa en una jerarquía ontológica, y esta ontología es
aristotélica.
Dejamos acá. Nos vemos la clase que viene.
37
Cod. 38
Filosofía 34
Moderna
Modern
Profesora: Claudia Jáuregui
Teórico № 4 Jueves 19/04/07 de 17 a 21 (aula 218)
Prof. Claudia Jáuregui: Buenas tardes. La clase pasada habíamos estado viendo
la primera parte de la Tercera meditación, tratando de reconstruir el primer
argumento que allí aparece para demostrar la existencia de Dios. Este argumento
causal parte de la idea de Dios como efecto, y trata de remontarse a la causa de
dicha idea.
Habíamos visto también, que después de haber clasificado los distintos géneros
de pensamiento y los distintos tipos de ideas, el argumento va a tratar de demostrar
que le idea de Dios no puede ser creada por ser producida por mí y que yo no puedo
ser causa de esa idea de Dios; es decir, no puede tratarse de una idea facticia.
Recuerdan que en la clasificación que se presenta al comienzo de la Tercera
meditación, las ideas se dividen por su aparente origen (porque a estas alturas hay
muchas cosas que aun no sabemos) en: adventicias, facticias e innatas. Lo que va a
tratar de demostrar Descartes es que esa idea de Dios no puede ser una idea
facticia; no puede ser producida por él; él no puede ser su causa.
El argumento tiene cierta complejidad y se basa en una cierta comparación entre
la realidad formal que yo tengo como sustancia pensante y la realidad objetiva de la
1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 2
idea de Dios. Hacia el final de la última clase nos habíamos quedado en este
problema.
Tratemos ahora de reconstruir y enumerar las diferentes premisas y los
supuestos subyacentes del argumento cartesiano. Uno de los presupuestos que
encontrábamos en este argumento era el del principio de causalidad: todo tiene su
causa. A este principio se lo toma como evidente, lo cual resulta problemático ya que
Dios mismo tendría que funcionar como garante de estas evidencias; porque
recuerden que uno de los problemas que habían quedado pendientes era si la
hipótesis del Genio maligno alcanzaba a todas las evidencias, menos al cogito (que
sería la única que se mantiene sola), o si sólo alcanzaba a los procesos discursivos
de la razón.
Esto tiene que ver con la cuestión del círculo cartesiano. La cuestión allí es la
siguiente: si Dios es garante solamente de los procesos discursivos, donde yo tengo
que dar ciertos pasos hasta llegar a la conclusión (es decir, de los razonamientos) o
si tiene que funcionar también como garante de los conocimientos que se me
presentan intuitivamente como evidentes y son inmediatos (en contraposición con lo
mediato de los procesos discursivos). Esto es la contracara del alcance que uno le
da a la hipótesis del Genio maligno, que aparecía para poner en duda la razón como
facultad del conocimiento.
Si adoptamos la hipótesis de que el Genio maligno alcanza todas las evidencias
menos la del cogito, tendríamos ya como premisa de la prueba de la existencia de
Dios, un enunciado que dice que todo tiene una causa, que se lo acepta porque se
dice que es evidente. Pero esa evidencia sólo podrá sostenerse una vez que haya
caído la hipótesis del Genio maligno; es decir, una vez que se haya probado la
existencia de Dios mismo. Por lo tanto, nos estaríamos valiendo de una evidencia
que sólo Dios podría garantizar, para probar la existencia de Dios.
Ahora, si uno supone, como lo dice específicamente Descartes cuando se lo
acusa de esta circularidad, que lo que Dios garantiza son los procesos meramente
discursivos, entonces uno podría aceptar que para probar su existencia se acepten
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 3
ciertas evidencias, que son captadas intuitivamente de manera inmediata. Esa sería
la segunda de las posibilidades. Inclinarse por esta primera interpretación sería
restringir el alcance de la hipótesis del Genio maligno, pero ¿el método permite
restringir la hipótesis de esta manera?
Recuerdan que la clase pasada leíamos partes bastante extensas del texto
donde Descartes parecía oscilar entre las dos posiciones, pero que finalmente
cerraba esto diciendo que para cerrar todas esas dudas, se dedicaba a probar la
existencia de Dios. Pero parecía que esa duda alcanzaba a todas las evidencias, y
no sólo mencionaba allí a todas las evidencias matemáticas, sino también al cogito
mismo.
Entonces, pareciera que para que la evidencia pueda aceptarse, y pueda
aceptarse lo evidente como verdadero, tomando como modelo el cogito, tenemos
que probar la existencia de Dios; porque podría suceder que estando en pie la
hipótesis del Genio maligno, éste nos engañara respecta de las evidencias.
Alumno: Pero Descartes también establece que todas las evidencias que son
claras y distintas son verdaderas…
Profesora: Claro, pero el problema es que en el texto encontramos las dos
cosas. Descartes empieza a establecer el criterio de verdad considerando que puede
tomar esa primera verdad que encontró como modelo y aceptar como verdadero
todo lo que se le presente como evidente. Hasta ahí uno podría decir que a cualquier
evidencia la va a aceptar como verdadera, y si consideramos que “Todo tiene una
causa” es evidente, entonces la acepta como verdadera.
Sin embargo, cuando uno sigue leyendo el texto, más adelante Descartes dice
recordar que en la Primera meditación había puesto en duda algunas cosas que él
consideraba evidentes, como su propio cuerpo, y menciona varias cosas
relacionadas con el mundo exterior. Allí uno puede considerar que está dudando de
cosas que tienen que ver con el conocimiento sensible, con la existencia del mundo
exterior, con las relaciones de semejanza que podría haber entre la cualidad sensible
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 4
y las cosas exteriores. Ahora, en el párrafo siguiente, empieza a mencionar otro tipo
de evidencias, que no son evidencias sensibles, sino que se trata de aquellas que
propiamente podrían ser evidencias, como las evidencias matemáticas e incluso el
cogito. Y es allí donde dice que para disipar toda duda va a probar la existencia de
Dios. De esta forma, del texto se desprende que Dios tendría que funcionar como
garante de absolutamente todas las evidencias.
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niego esa finitud, de allí sale la idea de sustancia infinita producida por mí, sin
necesidad de que ese ser infinito efectivamente exista.
A esta objeción posible Descartes contesta que la idea de infinito no podría
surgir por negación, porque él sólo puede descubrirse como finito, como limitado, si
tiene la idea de algo que trasciende el límite; la idea misma de finitud supone la
posibilidad de comprender la finitud sobre el trasfondo de algo que está más allá de
mi propio límite. Por lo tanto, dice Descartes, la idea de infinitud debo tenerla antes
que la idea de finitud.
La razón que Descartes sostiene frente a la objeción de que la infinitud es la
negación de la finitud, no es simplemente que la finitud es negación de la infinitud,
sino algo bastante más profundo. La razón es que la limitación supone algo que
trasciende el límite, sino no podría representármelo como límite. La idea es bastante
interesante, si uno tiene en cuenta los desarrollos posteriores.
La cuestión acá, tampoco se trata de que yo derive el infinito a partir de la
existencia de infinito, sino que el contenido de esa idea me remite necesariamente a
una causa que no puedo ser yo. Esta es una manera de argumentar a la que uno
puede hacerle un montón de objeciones, pero que está lejos de ser infantil. No se
confundan.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 9
acto. Es decir, la idea de infinito que podría surgir así de él es una de un infinito
diferente, sería un infinito en potencia, y no en acto (que es como concibe a Dios).
Entonces, decíamos que la Tercera meditación tiene dos partes. En la primera
de ellas tenemos un argumento en el que se demuestra la idea de Dios, y es un
argumento causal que parte de la idea de Dios, remontándose a su causa, que sería
Dios mismo. Después de ese primer argumento hay dos objeciones, una de las
cuales dice que no es Dios la causa de la idea de Dios, sino que lo soy yo mismo, ya
que surge de la negación de la idea que tengo de mi propia finitud. La segunda
objeción es que esta idea surge aumentando por grados mis perfecciones. A estas
dos objeciones posibles Descartes responde como acabamos de ver.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 10
la capacidad para crearme, tendría en mi naturaleza todo eso que concibo en la idea
de Dios.
La segunda posibilidad que Descartes toma en cuenta es que él pudo haber
existido desde siempre. Acá se muestra claramente la equiparación cartesiana entre
creación y conservación. Dice que del hecho de que exista en cada momento no
significa que debe seguir existiendo en el momento siguiente, sino que debe haber
una causa de que siga existiendo. Por lo tanto, si él hubiera existido desde siempre y
fuera el autor de su existencia, tendría que tener el poder de conservarse.
Es verdad que hay una equiparación y creación, porque él está entendiendo la
creación, como una recreación continua. En las Objeciones aparece la pregunta
acerca de por qué él está pensando la creación de esta manera, equiparando
creación con conservación, y no está pensando la creación como producción. Este
último es el tipo de creación que tendría un carpintero respecto de una mesa, a la
cual pone en la existencia y la deja de actuar; la mesa sigue existiendo y no tiene
que estar recreándola todo el tiempo.
La respuesta que da Descartes a esta objeción es que si pensáramos la
creación de Dios de esta manera, el fin de nuestra existencia supondría una acción
positiva de parte de Dios, y esto podría traer conflictos con su bondad. En cambio, si
la creación es pensada como recreación continua, si dejamos de existir es porque
Dios dejó de actuar. No hay en este caso un acto positivo de quitar la existencia, sino
por omisión.
Entonces, esta segunda posibilidad es que yo haya existido desde siempre, en
cuyo caso yo tendría que ser causa de la conservación de mi existencia en el tiempo.
Otro argumento que aparece es que yo haya sido creado por alguna causa
intermedia, menos perfecta que Dios. Esta es una de las pruebas más difíciles de
entender, al menos como está planteada en el texto.
La idea es que, si yo hubiera sido creada por una causa intermedia, esa causa
tendría que ser por lo menos una sustancia finita que tuviera la idea de Dios; ya que
debe tener igual o mayor grado de realidad que yo, que soy su efecto. Entonces,
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 11
respecto de esa causa intermedia podría plantearme la misma pregunta: ¿se dio la
existencia a sí misma, o fue creada por otra causa? Así, si esa causa se dio la
existencia a sí misma es Dios, y no sería una causa intermedia. Pero, si esa causa le
debe su existencia a otra causa, la cadena causal no puede ser infinita y en última
instancia se tienen que remontar a Dios.
Porque, lo que se desprende del argumento (a pesar de no estar muy
explícitamente planteado) es que, aunque hubieran intervenido causas intermedias,
si las causas intermedias crean en el sentido de conservar, el primer eslabón de la
cadena está actuando al mismo tiempo que todos los otros; y entonces, ese primer
eslabón está sosteniendo la existencia junto con todos los demás. Ese primer
eslabón entonces está recreando permanentemente, y crea recrea cada uno de los
eslabones para sostener la existencia.
Alumno: No veo por qué cada uno de los eslabones no puede estar recreando
los otros.
Profesora: No es que no pueda recrearlos, sino que, en última instancia, Dios me
está creando, aunque existan esas causas intermedias; porque cada eslabón no
pone en la existencia al siguiente y después deja de actuar, y por tanto puedo decir
que me creó una causa intermedia y no Dios. Porque si cada eslabón sostienen a
todos los siguientes, el primero sostiene al último. En este caso, la regresión infinita
no sería compatible con la conservación. Al equiparar creación con conservación, la
idea es que todos tienen que estar actuando simultáneamente, y por lo tanto, tiene
que estar toda la cadena actuando; de esta forma la intermediación pierde el sentido.
Alumno: Pero puede que los padres por ejemplo te puedan crear, pero no
conservar…
Profesora: Es que los padres, Descartes los descarta del argumento porque más
que una causa intermedia de mi existencia, serían causa del cuerpo, y a esta altura
no sé si tengo cuerpo. Lo que tengo que plantearme es cuál es mi causa como
sustancia pensante.
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En Descartes no hay algo así como una doctrina del innatismo. Si uno se fija en
los distintos textos donde él habla acerca de las ideas innatas, aparecen dos
concepciones del innatismo. La primera de ellas es la que aparece acá, en esta
Tercera meditación, según la cual las ideas innatas sería ideas puestas por Dios es
mí.
Otra idea que aparece respecto del innatismo es que lo que es innato es la
capacidad que nosotros tenemos para producir estas ideas. Es decir, de acuerdo a
esta última concepción del innatismo, la idea no estaría puesta en mí, sino que
tenemos la facultad de producirlas. Descartes no descarta que puede haber algún
estímulo que desencadene, o actualice, esta capacidad que tiene la mente para
generar estas ideas. De todas maneras, este estímulo, debe ser considerado, no
como la causa de la idea, sino como una suerte de causa accidental o remota de la
idea.
Esta cuestión del estímulo nos deriva a diferentes cuestiones. Por un lado,
vemos que aparece en algunos textos, la idea de que en un sentido amplio, todas las
ideas, excepto las facticias, serían innatas, incluso las adventicias.
¿En qué sentido serían innatas? Lo que dice Descartes es que los movimientos
de los cuerpos que generan estas ideas sensibles, no tienen ninguna relación de
semejanza con una idea sensible. Y si nos basamos es una relación de causalidad
más estrecha que la que aparece en las Meditaciones, y pensamos que esa relación
de causalidad requiere cierta semejanza entre la causa y el efecto, lo movimientos
de los cuerpos que generan las ideas sensibles, lo único que producirían serían otros
movimientos en el cuerpo. Pero esos movimientos serían ocasión para que mi mente
genere por sí misma ciertas ideas que no tendrían ninguna relación de semejanza
con esos movimientos. En este sentido, aún las ideas adventicias serían innatas, ya
que tendríamos un estímulo que sería ocasión, pero que no causa (en sentido
estricto) las ideas sensibles.
Esto aparece en los textos, pero para no confundirnos, consideren sólo que si
consideramos una noción más estrecha de causalidad, se amplía la noción de
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 14
innatismo y todas las ideas, excepto las facticias, serían innatas. Esto debido a que
los movimientos del cuerpo sólo serían ocasión para que se generen las ideas
sensibles, que no tienen ninguna relación de semejanza con esos movimientos; sólo
serían el disparador para que mi mente genere estas ideas.
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Una pregunta interesante para hacer en este punto es una de las que plantea
Conttingham que dice:
Sin Dios ni ideas innatas ¿sería posible la idea de una concepción absoluta
del mundo, independiente de la variedad de la experiencia subjetiva?
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Nos quedó pendiente (y olvidé) una objeción que se le hace a Descartes cuando
establece las pruebas, según la cual no sería posible que un ser finito tenga la idea
de infinito, ya que esa idea de infinito tendría que ser tan finita como yo mismo. El
problema sería que tengo una idea finita de infinito.
Uno podría responder a esto a través de la distinción entre realidad objetiva y
realidad formal, pero esto parece que sólo reproduciría el problema planteándolo
más técnicamente; el problema no se resuelve.
Ante esta objeción que aparece en las Objeciones Descartes admite que esa
idea que tenemos de infinito no es infinita ella misma, porque la esencia misma de
infinito está en no poder ser abarcado. No tenemos una idea infinita, ni perfecta de
infinitud, como no tenemos idea perfecta de nada.
Lo que dice Descartes es que si descubriéramos más propiedades en Dios, no
agregaríamos nada al infinito. Porque en ese caso, no es que tendríamos una idea
menos parcial del Dios, sino que tendríamos una idea más distinta. Lo que
tendremos es una idea con mayor grado de distinción. De todas formas, de acuerdo
con Descartes tenemos una idea imperfecta de todo; o por lo menos no podemos
saber si tenemos una idea perfecta de algo. En ese sentido, la idea de Dios no sería
una excepción.
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Esta es una segunda manera que el encuentra de salvar el problema del error
como negación. Tal vez esta imperfección de la parte contribuye a la perfección de
toda la creación. De todas formas, una de las objeciones también le señala que la
imperfección de la parte no tienen porqué contribuir a la perfección del Todo, y que a
lo mejor no lo hace.
Sin embargo, decíamos que hay un segundo problema que es que, no sólo
tenemos un pensamiento finito y limitado, sino que parecería que dentro de los
propios límites, de todas formas me equivoco. Parecería entonces que no tengo el
conocimiento que tendría que tener, y en esto consiste el error como privación. Esto
es más difícil de hacerlo compatible con la bondad de Dios, porque una cosa es que
me haya dado una capacidad limitada para conocer, y otra muy diferente es que,
aún dentro de esos límites todavía existe el error. El problema es que esto nos
llevaría a pensar que la facultad falla por naturaleza, Dios me dio una facultad que
falla.
La diferencia entre estos dos tipos de error es que, una cosa es que haya cosas
por fuera de lo que puedo conocer, cosas de las que siquiera me puedo formar una
idea. Pero otra muy diferente es que, aún dentro de las cosas que puedo concebir,
cuando abro un juicio me equivoque. Una cosa es que mi capacidad para concebir
sea limitada, y otra cosa es que acerca de aquello que sí puedo concebir me
equivoque. Por ejemplo: puedo concebir la sustancia pensante, pero a mí se me
ocurre afirmar que esa sustancia pensante es corporal; este segundo es otro tipo de
error.
Así, dentro de lo que puedo concebir puedo formular juicios que son falsos, y
esto es más difícil para hacerlo compatible con la bondad divina, porque parece que
es la facultad la que está fallando. Lo que tiene que explicarse es dónde está el
origen de esa falla, tengo que ver de dónde surge el error.
Hacemos una pausa y cuando volvemos comenzamos a ver este segundo tipo
de error y la forma en que Descartes lo hace compatible con la bondad divina.
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[RECESO]
Profesora: Previo a continuar con el análisis del texto, les quería hacer algunas
aclaraciones formales. En los próximos días definiremos si el parcial lo van a tener la
primera o la segunda semana de mayo. Esto lo vamos a resolver con los ayudantes
de prácticos, porque el avance en cada comisión fue desigual, por la pérdida de
clases. Si bien la semana que viene se los confirmo, tengan en cuenta que podrían
tenerlo la primera semana de mayo.
Lo que entra para el primer parcial es todo lo visto sobre Descartes, tanto en
teóricos en prácticos. Los textos obligatorios son las Meditaciones Metafísicas y las
Pasiones del alma; además de las lecturas complementarias sobre las que habrán
enfatizado en cada práctico. En tanto a la parte de teóricos les diría que casi sería un
texto obligatorio el de las Objeciones y respuestas; si no llegaran a leerlas todas, por
lo menos lean las terceras, cuartas y quintas, que son las más relevantes. También
sería bueno que conozcan por lo menos uno de los cuatro textos generales que les
di la primera clase.
Les recuerdo que si bien les vamos a tomar sobre la lectura complementaria,
nuestro criterio de corrección es que una respuesta correcta corresponde a un siete,
y la nota que va del siete al diez va a depender del grado de elaboración de la
respuesta; eso sí tendrá que ver con las lecturas que hagan.
No está definido aun cuántas preguntas se les van a tomar, pero es muy
probable que haya una pregunta de integración de lo visto en teóricos y prácticos, y
otra que va a ser dada con una semana de anticipación para que la traigan pensada.
Va a ser un parcial semipresencial: una de las preguntas van a necesitar trabajarla
con tranquilidad y con los textos a la vista; ésa se las vamos a anticipar, para que la
preparen, no para que la traigan escrita.
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resolver el problema del error, porque la estrategia que está implementando es poner
la bondad de Dios como garantía del conocimiento. Ahora, como el error existe, hay
que hacerlo compatible con la bondad divina para que se sostenga el edificio que
Descartes está construyendo.
Se diferenciaban dos tipos de errores. En principio, aparecía el error como
negación, que tiene que ver con nuestra finitud, con que no podemos conocer todo, y
con que somos seres intermedios entre Dios y la nada. La incompatibilidad entre
nuestra finitud e imperfección, con un Dios creador que es suma bondad, podría
plantearse como una primera objeción, ya que Dios (que es suma bondad) me
podría haber dado una capacidad de conocer mucho mayor.
La forma que encuentra Descartes para resolver esta cuestión es, por un lado,
decir que no podemos afirmar cuáles son los fines de Dios, ni por qué motivo Dios
nos creó de esta manera (con lo cual niega la causalidad final en el terreno de la
física). Por otro lado, la otra manera de compatibilizar nuestra finitud e imperfección
con la bondad divina la lleva a cabo diciendo que tal vez nuestra imperfección
contribuye a la perfección del Todo.
Otras objeciones que recaen sobre esta primera parte, con respecto al error
como negación, las hace Gassendi, que es el autor de las Quintas objeciones.
Cuando Descartes declara que somos seres finitos, dice que somos seres
intermedios entre Dios y la nada; la objeción que le hace Gassendi es que no se
puede explicar esta idea de nada.
A esto Descartes responde que, dado que la idea de nada es una idea negativa,
no traería ningún problema; es la negación de todo.
Otra objeción que se le hace Gassendi es que Descartes dice, por un lado, que
posee una idea verdadera que representa a Dios como omnipotente, como suma
bondad, pero cuyas obras, sin embargo, no están acabadas y podrían haberse
hecho más perfectas.
La respuesta cartesiana plantea que no habría incompatibilidad entre esta idea
de perfección, que no es en sí misma perfecta (dado que Descartes había dicho que
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Porque la diferencia entre ambos tipos de causa, para decirlo rápidamente es: la
causa final atrae desde adelante y la causa eficiente empuja desde atrás.
Respecto de esto dice Descartes en la respuesta a las Quintas objeciones:
Todo lo que decís acerca de la causa final debe ser referido a la causa
eficiente. Así, por la habilidad de la exposición de las partes en las plantas, los
animales, etc., es justo admirar la mano de Dios que así nos ha dispuesto. Y
por el examen de la obra es justo conocer y glorificar al obrero.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 23
nos hace semejantes a Dios, salvo que en Dios esta voluntad infinita también está
acompañada por un entendimiento infinito.
Entonces, por un lado, tenemos una facultad que es infinita, que es la voluntad
(que tiene que ver con los juicios), y por otro lado, tenemos otra facultad finita por la
cual concebimos las ideas, que es el entendimiento. Si tomamos estas dos
facultades por separado, no podemos atribuirle el error a ninguna de las dos en
particular. Porque el entendimiento, aunque es finito, no me lleva a error como
privación (además ya vimos que no podemos reprocharle a Dios el error como
negación), porque en las ideas mismas no hay error, mientras yo no afirme o niegue
algo acerca de ellas. A las ideas las concibo, por lo tanto no hay verdad ni falsedad.
Esto lo veíamos también en la Tercera meditación cuando hacía la clasificación de
los géneros de pensamiento, donde se decía que la verdad o la falsedad tenían que
ver con el juicio, y no con las ideas.
Entonces, tenemos una facultad limitada, que es el entendimiento, que sirve
para concebir ideas, donde no hay error porque no hay juicio. Además, tenemos una
facultad infinita, que es la voluntad; y no podemos reprocharle a Dios que nos haya
dado una facultad infinita, porque no podría habernos dado algo mejor.
Bajo este esquema el error es atribuible a nosotros mismos, ya que se produce a
partir de esta desproporción entre el entendimiento y la voluntad, entre la finitud del
entendimiento y la infinitud de la voluntad. El error se va a producir cuando abrimos
juicios sobre aquello que no concebimos con claridad y distinción. Cuando esto
sucede, la voluntad se extralimita respecto a lo que el entendimiento le está
mostrando con claridad y distinción. Allí aparece la posibilidad del error.
Entendido de esta manera, el error se origina en un mal uso que nosotros
mismos hacemos de esta infinitud que es la voluntad.
De esta forma, la clave para evitar el error estaría dada en el método. La teoría
del error que se desarrolla en esta Cuarta meditación está estrechamente vinculada
con las características que tiene el método. Esto es así porque el error es compatible
con la bondad divina ya que no se origina en ninguna de las facultades que Dios nos
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 24
dio, sino en un mal uso que nosotros hacemos de ellas. Y es compatible con la
bondad divina porque resulta un error evitable. Porque lo que sería incompatible con
la bondad de Dios sería un error sistemático, porque necesariamente tendría que
provenir de quien nos creó. Además, al error sistemático no podríamos evitarlo,
porque ni siquiera podríamos reconocerlo como error.
Entonces, el error parcial es compatible con la bondad de Dios porque se origina
en nosotros mismos y no por una facultad que falle por sí misma y que nos haya
dado Dios. Por otro lado, compatibiliza con la bondad divina porque es un error
evitable; tiene un remedio.
El remedio del error será precisamente el método, porque el método nos
prescribe el no abrir juicio sobre aquello que no concebimos con claridad y distinción,
sino solamente aceptar como verdadero lo que se nos presenta como evidente. Ésta
es la manera de sujetar esa infinitud de la voluntad, de sujetar nuestra libertad, para
hacerla coincidir con los límites del entendimiento.
A raíz de esta infinitud de la voluntad, en esta Cuarta meditación, aparecen
diferenciados dos grados de libertad diferenciados.
En principio, hay un grado de libertad inferior, que tiene que ver con esta
capacidad de la voluntad de afirmar, negar, querer o no querer cosas, y que es la
libertad de indiferencia. Este tipo de libertad se da cuando no tengo ninguna razón
que me incline hacia alguna de las posibilidades.
Por otro lado, un grado más alto de libertad, que tiene que ver con una sujeción
de la voluntad a lo que el entendimiento le presenta con claridad y distinción. Este
grado de libertad superior se da cuando la razón nos muestra una de esas
posibilidades como una evidencia; esta sujeción es un grado mayor de libertad.
Un ejemplo de esta libertad en su grado más alto podría ser la afirmación de una
evidencia, como la afirmación del cogito. Este sería un ejemplo de ejercicio de la
liberta den su máximo grado, ya que la voluntad afirma lo que se me presenta como
evidente.
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Alumno: ¿Cómo entra en juego la cuestión del error moral? ¿hay un ejemplo de
máxima libertad moral?
Profesora: Descartes, cuando describe este origen del error, atribuye igual raíz al
error intelectual y el error moral; la raíz del error sería el mal uso de esta libertad. En
el plano de lo moral dice que hay diferentes tipos de bienes y por tanto diferentes
tipos de placeres. En general muchos de esos placeres se nos van a presentar como
mayores, pero sin ser los de mayor jerarquía, por lo tanto, la moral va a tener que ver
con la posibilidad de tener una idea clara y distinta de lo que realmente es bueno,
para aplicar la voluntad a eso y no a otro tipo de placeres (que no sean
intelectuales).
En los textos aparecen una segunda serie de objeciones que tienen que ver con
la concepción del error como privación. Algunas de ellas tienen que ver con las
Quintas objeciones, y otras, con las terceras, que son las de Hobbes. La mayoría de
estas objeciones tienen que ver con la infinitud de la voluntad: si efectivamente es
infinita, si existe esta libertad, si esta libertad no es un presupuesto. Empecemos por
estas últimas objeciones (las de Hobbes).
De acuerdo con Hobbes el libre arbitrio es un supuesto con el que se está
moviendo Descartes, que podría ser negado, ya que no es evidente que seamos
libres. Toda la teoría del error supone la libertad y la infinitud de la voluntad; y por
eso podría ser un supuesto que le permitiría a Descartes hacer compatible el error
con la bondad divina.
Veamos si se puede defender la posición cartesiana y hacer que no sea un
supuesto.
La cuestión sería si efectivamente soy libre, si puedo querer o no querer
cualquier cosa. Ésta es una objeción que aparece en el texto de Williams donde se
preguntan qué significa que puedo querer o no querer cualquier cosa.
Frente a esto Descartes dice que el deseo es otra cosa, que el deseo es pasivo
y que el querer supone la dirección hacia la acción; una relación con la acción.
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¿Puedo querer o no querer cualquier cosa, o puedo querer hacer o no querer hacer
cualquier cosa?
Otra de las objeciones que aparece tiene que ver con esto último que
mencionábamos, que aparece también en las objeciones de Gassendi, plantea que
el entendimiento tiene que tener la misma extensión que la voluntad, ya que no
puedo abrir juicio sobre algo que concibo. Por tanto, el entendimiento tendría que
tener, por lo menos, la misma extensión que la voluntad.
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cuales no tenemos ideas, es en sí mismo finito. Y uno podría decir, dándole la razón
a la objeción de Gassendi, que la voluntad, en cambio sólo puede abrir juicios sobre
aquello que el entendimiento concibe, aunque, en principio, sería potencialmente
infinita y podría extenderse a lo que el entendimiento no concibe.
¿Le damos la razón a Descartes? Piénsenlo.
Leo lo que Descartes responde respecto a esta objeción:
Reconozco que no queremos algo sin haberlo concebido antes de algún
modo, mas niego que nuestro entender y nuestro querer tengan la misma
extensión. Pues es cierto que a propósito de una misma cosa podemos querer
mucho y conocer muy poco.
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Alumna: ¿Esto no tiene que ver con el hecho de no hacerse cargo de la libertad?
Porque la libertad va muy ligada a la responsabilidad.
Profesora: Tendríamos la libertad de no hacernos cargo de la libertad. De todas
formas habría un problema en pensar que ejercemos la libertad sobre la libertad
misma, o que ejercemos la voluntad sobre la voluntad misma.
La objeción tiene que ver más con un juego de palabras que con un problema
real: la voluntad aplicada sobre sí misma. De cualquier manera creo que en el fondo
no hay un problema real.
Hay otro problema que plantea el texto de Williams que dice lo siguiente:
Si alguien concibe diferentes cursos de acción y no puede decidir entre
ellos ¿no sería esto una limitación para la voluntad?
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 32
asunto en cuestión ¿pero no hay cosas que uno no puede dejar de creer y
otras que no puede creer?
Alumna: Pero hay que diferenciar entre creer y querer, porque cree no significa
ejecutar.
Profesora: Estás planteando que el creer se me impone pasivamente, pero
puedo elegir querer no creer; y eso está bien. Esa sería una manera de responder a
esta objeción.
Una pregunta que nos había quedado pendiente en la clase de hoy era si la
evidencia es irresistible; y si fuera irresistible, habría que pensar si no afectaría la
infinitud de la voluntad.
En una carta Descartes respecto de este tema lo siguiente:
De manera que cuando alguna razón enteramente evidente nos mueve en
alguna dirección, incluso si, hablando moralmente, no podemos ser conducidos
en la dirección opuesta, no obstante, en un sentido absoluto, podemos. Pues
siempre nos es permitido abstenernos de tomar un bien claramente reconocido
o de aceptar alguna verdad perspicua, si pensamos como algo bueno que la
libertad de nuestra voluntad se debe mostrar así.
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Cod. 38
Filosofía
Moderna
Prof. Claudia Jáuregui: Antes de empezar, quería aclararles que todas las
comisiones, salvo la del viernes, tienen el parcial la semana del 7 al 11 de mayo.
Esto quiere decir que tendrán el parcial en sus respectivas comisiones de trabajos
prácticos. De la parte de teóricos entraría hasta el teórico de hoy.
sus ángulos suma 180°. Esto no depende de mí, porque cuando yo concibo una idea
con claridad y distinción, efectivamente esa idea tiene las propiedades con las que
se me presenta. Entonces, de existir efectivamente algo que se corresponda con
esta idea, va a tener esas propiedades, ya que la claridad y distinción me está
garantizando.
De esta forma, cuando empieza la Quinta meditación Descartes habla de las
ideas del mundo exterior. A raíz de estas reflexiones que hace de las ideas que
tenemos del mundo exterior, inmediatamente se le ocurre proponer una nueva
prueba de la existencia de Dios: un argumento en el cual vamos a derivar la
existencia a partir de la esencia de Dios.
La base de esta prueba es la siguiente. Cuando se me presenta la idea del
triángulo, tiene que tener las propiedades con las cuales esa idea se me presenta
con claridad y distinción, y si yo niego alguna de esas propiedades caigo en
contradicción. De la misma manera, yo puedo partir de la idea de Dios, ya que
también es una idea clara y distinta. Ahora, si dentro de las determinaciones con las
cuales la idea de Dios se me presenta, aparece la existencia, voy a poder afirmar
con necesidad que Dios existe.
Esto significa que de la misma manera que afirmo con necesidad que la suma
de los ángulos de un triángulo en igual a 180°, porque es una propiedad que no le
puedo quitar al triángulo, si Dios es la suma de todas las perfecciones, y la existencia
es una perfección, no voy a poder negar la existencia sin caer en una contradicción.
La existencia se la voy a tener que atribuir necesariamente.
Vamos ahora a tratar de reconstruir este argumento. Iremos anotando premisas
de las cuales parte:
[Argumento ontológico]
- Cuando tengo idea de una cosa, se sigue que todo cuanto reconozco clara y
distintamente como perteneciente a esa cosa, le pertenece en efecto.
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- Tengo una idea clara y distinta de Dios, como la de un ser que es la suma de
todas las perfecciones.
- (Puedo percibir ciertas propiedades que pertenecen a la esencia de una cosa;
y si las niego caigo en una contradicción)
- La existencia es una perfección
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 4
meditación con los argumentos de la Tercera, en los cuales fue probada la existencia
divina.
Igualmente hay autores que piensan que no se da esta relación de dependencia,
pero si no se diera esta dependencia me parece que podría ser acusado
nuevamente de circularidad.
Veamos ahora cuáles son las objeciones que a Descartes mismo se le ocurre
hacer a esta prueba.
Una de ellas es qué pasaría con los ateos. Acá aparece la idea de que puedo no
dirigir la atención sobre esas ideas claras y distintas. Con la idea de Dios para los
ateos, podría ocurrir lo mismo que con la idea de triángulo. Porque puede suceder
que alguien no tenga la idea de triángulo con las propiedades que le atribuyo (o que
tenga una idea de triángulo equivocada), pero desde el momento en que dirijo la
atención sobre las ideas claras y distintas, estas ideas se me imponen con las
propiedades que tienen. En algunos casos esto requerirá más o menos esfuerzo.
Otra de las objeciones plantea que podría suceder que yo separe la existencia
de la esencia. La respuesta que ofrece Descartes es que, si bien en el caso de otras
ideas (no la de Dios) yo puedo separar la existencia de la esencia, no puedo hacerlo
en el caso de un ser que es suma perfección, porque si no, no sería un ser
sumamente perfecto. Por lo tanto, en todos los demás casos puedo separar la
existencia de la esencia, menos en éste.
Ahora, una objeción que podría hacérsele a la prueba cartesiana es la siguiente:
aún suponiendo que la idea de Dios sea una excepción, en lugar de concluir que
Dios existe necesariamente, la prueba tendría que concluir en que tengo que
concebir a Dios necesariamente como existencia. Porque una cosa es que yo
concluya que Dios existe (que es lo que anotamos antes), y otra muy diferente es
concluir que tengo que concebirlo necesariamente como existente.
La respuesta de Descartes a esta posible objeción tiene que ver con que no es
que mi pensamiento le imponga esa necesidad a las cosas, sino que son las cosas
las que se me imponen de esta manera.
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que Dios mismo tendría que funcionar como garante de la claridad y distinción con la
que se presenta su idea.
Hay también algunas objeciones que no se hace Descartes, sino que aparecen
en las Objeciones y respuestas.
En las Segundas objeciones aparece una que es interesante, porque la retomará
Leibniz. Leibniz considera que cuando planteamos un argumento ontológico, lo
primero que tenemos que demostrar es que la idea de Dios es una idea posible; es
decir, que es una idea que no contiene contradicción interna. Según esto, una vez
que probamos su consistencia podemos derivar necesariamente la existencia; pero,
en principio, tenemos que establecer que la idea es posible.
Los autores de las Segundas objeciones plantean una objeción parecida: no
podemos afirmar que a la naturaleza de Dios pertenece el existir, pero Dios existiría
sólo en el caso de que esa esencia sea posible. Lo que responde Descartes es que
si yo tengo una idea clara y distinta, no puede haber contradicción.
Es notable cómo repetidamente Descartes apela al recurso de la claridad y
distinción de las ideas para resolver un montón de problemas, cuando, en realidad,
la noción misma de claridad y distinción es bastante problemática.
Fíjense que la mayoría de las objeciones que se le hacen a Descartes centran
sus ataques en la primera premisa, según la cual, cuando tengo idea de una cosa,
se sigue que todo cuanto reconozco clara y distintamente como perteneciente a esa
cosa, le pertenece en efecto.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 8
Sin embargo, en las Quintas objeciones, que son las de Gassendi, se ataca la
última de las premisas, que es la que establece que la existencia es una perfección.
Esta objeción es muy interesante y es, tal vez, la que más peso tiene para hacer
tambalear el argumento.
Lo que trata de establecer Gassendi es que la existencia no es una perfección,
ya que el argumento se sostiene si yo parto de una concepción de Dios según la
cual a su esencia le corresponden todas las perfecciones y donde la existencia es
una de ellas. De otra forma, nunca podría concluir que necesariamente Dios existe.
Entonces, una manera de atacar el argumento es atacar esa premisa que dice que la
existencia es una perfección. Porque, aunque yo tuviera la idea de Dios como un ser
que es la suma de todas las perfecciones, podría suceder que la existencia no fuera
una perfección y que no pudiera equiparar la existencia como un predicado más al
de omnipotencia, omnisciencia, suma bondad.
Leo lo que dice Gassendi y después analizamos en profundidad a qué se refiere:
A decir verdad, ya sea que consideréis la existencia en Dios, o en cualquier
otro sujeto, ella no es una perfección, sino solamente una forma o acto, sin el
cual la perfección no existiría. Efectivamente, lo que no existe no tiene
perfección ni imperfección; pero lo que existe y tiene además de la existencia
varias perfecciones, no posee la existencia como una perfección singular entre
otras, sino sólo como una forma o un acto mediante el cual la cosa misma y
sus perfecciones existen, y sin la cual ni la cosa ni sus perfecciones existirían.
Por eso, no se dice que la existencia esté en una cosa como perfección, y si a
una cosa le falta la existencia, no se dice que es imperfecta o que está privada
de una perfección, sino más bien que es nula o que no existe en absoluto. Por
eso, así como en nombrar las perfecciones del triángulo, no contáis entre ellas
la existencia, y por lo mismo no concluís que el triángulo existe; de la misma
manera, al enumerar las perfecciones de Dios, no deberíais haber
comprendido entre ellas la existencia, para concluir de allí que Dios existe, si no
querríais tomar por cosa probada lo que está en discusión.
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dice que lo que agrega la existencia no es una perfección, sino una cierta forma o
actualidad; le agrega efectividad.
El mismo caso se da si tengo la esencia de cualquier otra cosa (que no sea
Dios) y digo que existe: no le estoy agregando una propiedad, sino que estoy
colocando esa esencia en el plano de la existencia, la estoy actualizando; no es una
propiedad más que se le suma.
Por lo tanto, no puedo argumentar pasando de una esencia que supuestamente
contendría la existencia, al plano de lo real; no estoy autorizado a dar este salto del
plano de lo meramente posible al plano de lo real.
Descartes responde a esta objeción de Gassendi diciendo que, cuando atribuyo
existencia, abandono el plano de las posibilidades y estoy en el plano de lo actual,
de lo efectivo.
Alumno: Pero ¿es tan necesario para Descartes probar la existencia de Dios?
Profesora: Sí, porque lo necesita como garante. Descartes puso en duda todas
las facultades, pero si sólo hago esto, en un momento caigo en el escepticismo; pero
Descartes no es un escéptico. La duda cartesiana tiene un carácter metódico, es
sólo un momento de su método; después debe salir de allí, y es entonces donde
necesita la garantía divina. La duda de la Primera meditación es una etapa para
llegar a la verdad.
Alumno: De todas formas, ya sabe que existe, porque no necesita a Dios como
garante de su propia existencia.
Profesora: No sabemos; recuerden que habíamos dejado abierta esta cuestión.
De hecho, habíamos leído una parte del texto donde parecía que el cogito mismo
necesitaba garantía. De todas formas dejemos esto en suspenso, porque
inmediatamente después aparecía una oscilación al respecto: por un parte Dios
aparecía como garante de todos los conocimientos; y por otra, aparecía (en esta
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[RECESO]
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que Dios pueda producir todas las cosas que soy capaz de concebir con
distinción…
[Argumento 1]
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Otro argumento que aparece se basa en la posesión de otra facultad que tengo,
que es la imaginación. En el argumento Descartes plantea que tenemos una facultad
de imaginar que se aplica a las cosas, por ella nos representamos las ideas a la
manera como me las imagino sensiblemente. Esa imaginación no pertenece a mi
esencia y es una facultad, porque lo que descubro como lo más propio de la
sustancia pensante que soy yo, lo hago a través del intelecto y no a través de la
imaginación.
De hecho, en un momento dice que si no tuviera imaginación seguiría siendo el
mismo; es decir, una sustancia pensante. Y este es una argumento adicional que
sirve para probar que la imaginación es diferente del entendimiento. Este argumento
lo encontramos cuando habla de las figuras que pueden concebirse, pero no
imaginarse. Por ejemplo, yo puedo concebir una figura de mil lados, pero si trato de
imaginarla no podría precisar si dicha figura tiene, mil, dos mil o menos de mil lados.
Hay un esfuerzo que debo hacer con la imaginación en estos casos que no necesito
hacer cuando simplemente estoy concibiendo. Esto demuestra que son facultades
diferentes, de las cuales una pertenece a mi esencia y otra no.
Ahora, de ahí Descartes llega a la existencia de los cuerpos considerando que el
hecho de que poseemos una facultad que no le es esencial a la sustancia pensante,
es un indicio de que hay algo más que una sustancia pensante. Ése sería el
argumento.
Pero fíjense cómo extrae la conclusión acerca de la existencia de eso que no
sería la sustancia pensante.
Primero Descartes hace la distinción entre razón e imaginación, como facultades
diferentes, estableciendo la diferencia entre lo que concebimos y lo que imaginamos.
Dice al respecto:
Así conozco claramente que necesito, para imaginar, una peculiar
contención del espíritu, de la que no hago uso para entender o concebir; y esa
peculiar contención del espíritu muestra claramente la diferencia entre la
imaginación y la pura intelección o concepción.
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Advierto, además, que esta fuerza imaginativa que hay en mí, en cuanto
que difiere de mi fuerza intelectiva, no es en modo alguno necesaria a mi
naturaleza o esencia; pues, aunque yo careciese de ella, seguiría siendo sin
duda el mismo que soy: de lo que parece que puede concluirse que depende
de alguna cosa que no es mi espíritu. Y concibo fácilmente que si existe algún
cuerpo al que mi espíritu esté tan estrechamente unido que pueda, digámoslo
así, mirarlo en su interior siempre que quiera, es posible que por medio de él
imagine las cosas corpóreas. De suerte que esta manera de pensar difiere de
la pura intelección en que el espíritu, cuando entiende o concibe, se vuelve en
cierto modo sobre sí mismo, y considera alguna de las ideas que en sí tiene,
mientras que, cuando imagina, se vuelve hacia el cuerpo y considera en éste
algo que es conforme, o a una idea que el espíritu ha concebido por sí mismo,
o a una idea que ha percibido por los sentidos. Digo que concibo fácilmente
que la imaginación pueda formarse de este modo, si es cierto que hay cuerpos;
y como no puedo encontrar otro camino para explicar cómo se forma, hago la
probable conjetura de que hay cuerpos; pero la conjetura es sólo probable, y
por más que examino todo con mucho cuidado, no veo cómo puedo sacar, de
esa idea distinta de la naturaleza corpórea que tengo en mi imaginación,
argumento alguno que necesariamente concluya la existencia de un cuerpo.
La fuerza con la que se deriva la conclusión no es mucha, ya que dice que saca
la probable conjetura de que las cosas corpóreas existen. Descartes dice que así
como tienen la facultad del entendimiento, tiene la de la imaginación, que son
diferentes. Ahora, la facultad de imaginar no es esencial a la sustancia pensante que
soy yo, y aunque no poseyera esta facultad seguiría siendo esta sustancia pensante.
Esto de alguna manera funciona como un indicio de que hay algo más que la
sustancia pensante, y es posible que yo esté unido a un cuerpo y que estas ideas
que provienen de la imaginación, tengan que ver con que estoy íntimamente unido a
un cuerpo. Por lo tanto, hago la probable conjetura de que el cuerpo existe.
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[Argumento 2]
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En esta Sexta meditación aparece un tercer argumento que va a tener que ver
con la sensibilidad. Este va a ser el argumento que tiene más fuerza; aunque con
esto no quiero decir que la existencia de lo corpóreo quede probado con evidencia,
sino que sigue siendo un argumento más débil que aquellos con los que probó su
propia existencia y la de Dios.
El argumento comienza cuando Descartes dice en la Sexta meditación:
Además, no puedo negar que hay en mí cierta facultad pasiva de sentir,
esto es, de recibir y reconocer las ideas de las cosas sensibles…
Parto de que tengo una facultad por la cual recibo pasivamente ideas sensibles,
aunque todavía no sepa si a esas ideas les corresponde algo efectivamente real, o
no; o si el mundo exterior es cierto. Pero parto de que tengo esas ideas que son
recibidas pasivamente por una facultad, que es la sensibilidad.
Retomemos lo dicho y veamos cómo se plantea este tercer argumento:
Además, no puedo negar que hay en mí cierta facultad pasiva de sentir,
esto es, de recibir y reconocer las ideas de las cosas sensibles –este será el
primer paso en la argumentación-; pero esa facultad me sería inútil y ningún
uso podría hacer de ella, si no hubiese, en mí o en alguna otra cosa, una
facultad activa, capaz de formar y producir dichas ideas.
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ideas, y por tanto debe haber en algún lugar, ya sea en mí mismo o en otra cosa, la
facultad activa de producirlas. El problema aquí es dónde está esta facultad activa: si
está en las cosas exteriores, o si está en mí, o si está en Dios, o en una causa
intermedia. Lo que Descartes quiere probar es que esas ideas que yo recibo del
mundo exterior son efectivamente causadas por el mundo exterior. La manera de
probar que el mundo exterior existe será remontándose del efecto, que son nuestras
ideas sensibles, a la causa que las produce.
Hasta ahora, lo único que estableció es que él tiene la capacidad pasiva de
recibir ideas, y que por lo tanto debe haber una facultad activa que las produce, lo
cual será su causa.
Todavía le queda por descartar varias posibilidades, porque podría ser que estas
ideas sensibles, provinieran del mundo exterior; pero también existe la posibilidad de
que provengan de él mismo y que el mundo exterior no exista o que provengan de
Dios.
Veamos ahora por qué va descartando estas posibilidades para quedarse con
una única posibilidad: que las ideas del mundo exterior son producidas por lo
material.
Esta facultad activa no podría estar en mí porque no dependen de mi
pensamiento y porque las recibo involuntariamente. Estas son las dos razones que
esgrime Descartes. Ahora ¿qué significan cada una de ellas?
Lo que significa la primera de las razones por las cuales puede negarse que la
facultad activa esté en mí (ya que dichas ideas no dependen de mi pensamiento) es
que, como dijimos antes, todo lo que tenga que ver con la esencia de la materia no
presupone pensamiento; por eso puede establecerse esta distinción real entre las
dos sustancias.
Respecto de la segunda hay que ver si podría admitirse este argumento,
habiendo establecido en la Primera meditación el argumento del sueño. Porque
cuando sueño también se me imponen involuntariamente un sueño y esto no quiere
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 23
decir que no fuera producido por mí; en ese caso la facultad activa de producir las
ideas sí estaría en mí.
Una de las cosas que pueden responderse a esta objeción es que el argumento
del sueño no puede seguir sosteniéndose, una vez caída la hipótesis del Genio
maligno y probada la existencia de Dios y el hecho de que Dios es mi causa. Por lo
tanto, no puede ser que esta facultad activa esté en mí que me esté engañando
sistemáticamente.
A pesar de que en la Primera meditación aparece este argumento del sueño, no
es inconsistente que ahora diga que esta facultad no puede estar en mí porque las
ideas de lo sensible se me dan involuntariamente. Porque entre una afirmación y la
otra tenemos la prueba de la existencia que Dios, que está funcionando como
garante de que no puede haber un error sistemático, ya que eso sería contrario a su
bondad.
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Alumna: Este argumento se basa en una inclinación que siente, y esa inclinación
no es una evidencia ¿cómo puede dársele a esto el carácter de prueba?
Profesora: Este argumento se basa en una tendencia. Ahora, es cierto que decir
que tengo una tendencia a considerar que esas ideas provienen del mundo exterior
no es lo mismo que decir que ello es evidente. En este punto nos desplazamos a
otro plano. De todas formas, la pregunta es: si estas ideas no vinieran del mundo
exterior ¿tendría manera de darme cuenta del error?
Este es un problema. Comparemos dos situaciones. La primera es que yo tengo
la tendencia a creer que el estuche de mis anteojos existe y que es lo que provoca la
idea sensible del estuche de los anteojos que hay en mí. La otra podría ser que
también tengo la tendencia a creer que el estuche de mis anteojos es gris en sí
mismo; es decir, que el gris es una propiedad del estuche. Ahora, la primera
tendencia (la que establece la existencia del estuche y el hecho que cause la idea en
mí) está avalada por Dios; pero la segunda (según la cual el gris es una propiedad
del estuche) es un error.
Recuerden que en la modernidad tienen muy presentes los desarrollos
científicos que les indican que los colores, los olores y los sabores no son
propiedades de las cosas en sí mismas.
Por lo tanto, cuando yo teniendo una idea que no es clara y distinta del color,
creo que es una propiedad de la cosa, entonces, me estoy equivocando, porque
estoy abriendo juicio apresuradamente. Sin embargo, cuando digo que el estuche
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº4 Apuntes Sim 25
existe, y tengo también una fuerte inclinación a creer que esto es así, en este caso
está avalado por Dios y no es un error. En un caso se trata de lo que la naturaleza
me enseña y en el segundo de lo que parece que la naturaleza me enseña, pero en
realidad no me enseña.
¿Por qué en el primer caso la bondad divina puede funcionar como garante de
una cierta inclinación que yo tengo y en el segundo caso no, si estamos siempre
hablando en el plano de inclinaciones?
La diferencia radica en que en un caso, cuando planteo que el gris no es una
propiedad de la cosa, puedo darme cuenta de que es un error. Sin embargo, no
podría darme cuenta de que es un error la creencia de que esa idea del estuche
viene del estuche, siendo que en realidad vino de Dios. El punto básico es que en el
primer caso no puedo darme cuenta del error, mientras que en el segundo sí. Esto
significa que el primer caso es incompatible con la bondad de Dios, y por lo tanto, no
hay error. En el otro caso (el del color) sí es compatible con la bondad de Dios,
porque es el error parcial y lo podemos corregir.
En el caso en que fuera un error considerar que la idea del estuche proviene del
mundo exterior, no podría darme cuenta de que estoy equivocada y eso se
transformaría en una ilusión; en un error sistemático. Eso es incompatible con la
bondad de Dios.
Las dos situaciones tienen que ver con la sensibilidad, la diferencia es que lo que
se establece es que los sentidos no me van a engañar sistemáticamente, pero de
todas formas me pueden llegar a engañar cuando yo tengo una idea que no es clara
y distinta.
En este punto hay una cuestión que resulta importante para señalar: ¿de qué es
el garante Dios?
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[Argumento 3]
Por lo tanto, las ideas de las cosas materiales son producidas por las cosas
materiales.
Esto significa que las cosas materiales existen. Puede que no sean tal como las
muestran los sentidos, pero todo lo que concebimos con claridad y distinción en las
cosas materiales, efectivamente les pertenecen.
Otra vez podemos plantearnos la cuestión de la fuerza con que, en este
argumento, se desprende la conclusión de las premisas. Por lo menos es más que
probable, pero no es como la evidencia del cogito.
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Ahora, volviendo al argumento: ¿qué fuerza les parece que tiene el argumento si
lo comparamos con la prueba de la existencia de Dios?
Alumna: Pero él dice que la facultad activa no puede estar en él porque esas
ideas son involuntarias, pero hay muchas ideas que se me presentan
involuntariamente a la mente…
Profesora: No, el carácter involuntario del que habla acá Descartes tiene que ver
con el hecho de que yo sea la causa de ese pensamiento, y no se trata de que el
pensamiento tenga que ser siempre voluntario; porque efectivamente no lo es, sino
que tengo la capacidad pasiva de recibir. Pero lo que está tratando de mostrar
Descartes es que esas ideas no las estoy provocando yo, porque son involuntarias.
Uno podría decir que los sueños también se producen voluntariamente y yo soy
la causa, pero por eso en el caso de los sueño yo estaría engañándome.
La base es siempre la misma para estos argumentos. Porque supongamos que
yo produjera las ideas del mundo exterior. En ese caso no tendría manera de darme
cuenta de que yo estoy produciendo esas ideas, por lo tanto, Dios me habría creado
con una tendencia que no puedo corregir.
La manera que tiene Descartes para ir descartando las otras opciones, es
siempre la misma: mediante la bondad de Dios, ya establecida y el hecho de que
tengo esta inclinación a considerar que las ideas vienen del mundo exterior. Por lo
tanto, siempre llega a que, si Dios me dio tal inclinación, es porque existen.
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Hay algunas preguntas que podríamos plantearnos para cerrar esta Sexta
meditación.
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Una de ellas, que aparece en las objeciones, es si podría el alma ser un cuerpo
sutil. La respuesta que Descartes brinda a esta objeción de que el alma podría ser
un cuerpo sutil es que, en ese caso, el cuerpo sería género respecto del alma (ya
que el alma sería un tipo de cuerpo). Ahora, no se puede pensar la especie sin el
género, pero sí podemos pensar el alma sin el cuerpo; por lo tanto, el alma no es un
tipo de cuerpo, ya que no hay relación de género y especie.
Otra pregunta interesante es la siguiente: la unión del alma y el cuerpo ¿es
esencial o es accidental? Vamos a platearlo por partes. En principio cabe
preguntarse ¿es esencial para el alma estar unida a un cuerpo? La respuesta es que
no. Ahora ¿es esencial para el cuerpo estar unido a un alma?: Tampoco, porque la
sustancia extensa es tan independiente como la res cogitans. Por lo tanto, si no es
esencial para un cuerpo estar unido a un alma, ni es esencial para el alma estar
unida a un cuerpo, la unión alma-cuerpo es accidental. Según Descartes, dicha
unión proviene de la omnipotencia divina y tiene que ver con una decisión de Dios.
Ahora, para el hombre, esta unión sí es esencial.
En este momento estamos en una posición claramente dualista, donde tenemos
dos tipos de sustancias (el alma y el cuerpo): ¿podría el dualismo resolverse en
términos de relaciones entre dos tipos de ideas? Este dualismo podría, en efecto,
resolverse diciendo que no hay dos tipos de cosas, sino que lo que yo tengo son dos
tipos de ideas; una idea de sustancia pensante (que soy yo) y otra de sustancia no
pensante (como lo otro). Si hay un dualismo de ideas, lo que habría es sólo
pensamiento; no habría algo otro del pensamiento, sino algo otro respecto de la idea
que tengo de pensamiento.
A pesar de que esto puede hacerse no sería Descartes, sino que sería una
posición idealista, que no es a lo que él llega. Esto podría resolverle más de un
problema, porque siempre es mucho más fácil combinar dos tipos de ideas, que
combinar dos sustancias heterogéneas. Pero esto no puede resolverse así, porque
Descartes no es lo suficientemente idealista como para hacer esto.
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La distinción real entre las dos sustancias ¿requiere que se haya probado que
los cuerpos existen? La respuesta es que no, porque yo puedo tener una idea clara y
distinta de la materia, con su propiedad esencial, etc., pero que la materia no exista.
De hecho este es el punto de partida de la Sexta meditación: puedo establecer la
distinción real entre las dos sustancias, sin haber probado que efectivamente existe
una sustancia que no es la pensante.
La prueba de la existencia de los cuerpos ¿requiere haber establecido la
distinción real?: Sí, porque el hecho de que esté probando la existencia de los
cuerpos, a partir de una causa que es ajena al pensamiento, supone que existe algo
diferente del pensamiento. Aclaremos esto: si yo estoy probando la existencia de los
cuerpos por una prueba causal, y esa causa es algo otro respecto del pensamiento
(porque descarté que fuera yo su causa), eso requiere la distinción entre dos tipos de
cosas. No podría construir este argumento si sólo existiera yo y Dios, porque si no
volveríamos al dualismo de ideas, y este parece un dualismo ontológico.
La debilidad del argumento para probar la existencia de los cuerpos ¿afecta el
carácter geométrico de la física?: No. Esto se debe a que la materia podría no existir,
pero yo seguiría teniendo las ideas claras y distintas de las figuras geométricas,
extensión, etc.
Ahora, la debilidad del argumento ¿afecta el carácter existencial de la física
como una ciencia que se ocupa de algo que existe? En este caso podría decirse que
sí, por la misma razón. Porque si el argumento que prueba la existencia del mundo
exterior es débil (y la física se ocupa de ello), entonces, el carácter existencia de la
física puede quedar alterado. En ese caso, la física no sería una ciencia que habla
de algo existente.
La afirmación de la distinción real entre el alma y el cuerpo ¿depende de la
demostración de la existencia de Dios?: Yo puedo establecerla relación entre ambos
tipos de sustancia, pero para tener un aval de que eso signifique algo necesito
probar la existencia de Dios. Ahora, esta distinción real, de todas formas, no me lleva
necesariamente a probar la existencia de la materia.
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Cod.4247
Filosofía
Moderna
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algún principio inmaterial cuya esencia sea la fuerza, actuando en la materia; ese
principio inmaterial sería el que da cuenta del movimiento de la materia, y no la
extensión.
En el año 1672 Leibniz va a París. En ese momento, entra en contacto con
algunos cartesianos, pero se relaciona más bien con un círculo de anticartesianos.
Entre ellos conoce a Foucher, un filósofo con quien mantiene correspondencia hasta
el final de su vida. Para entonces, unos cuantos años después de la publicación de
las Meditaciones metafísicas, la filosofía cartesiana había entrado en descrédito.
Las ideas que aparecen en estos círculos de anticartesianos son, por un lado, la
idea de que la extensión como esencia de la materia no es una idea clara y distinta
como pretendía Descartes. Por otro lado, consideraban que si la extensión es la
esencia de la materia, entonces la materia no puede ser una sustancia, porque una
de las características principales de la sustancia es la unidad. Pero, como vimos, la
materia es esencialmente compuesta, por lo tanto no puede ser una sustancia, sino
que va a tener una unidad accidental (después se va a llegar a la conclusión de que
es una unidad puesta por la mente), pero no es un unum per se. Además, entre
estos anticartesianos circula la idea de que no es posible probar la existencia del
mundo exterior, porque no parece que la bondad divina no sea compatible con el
engaño sistemático respecto de esto (que fue lo que vimos la clase anterior).
En general, en esta época, todavía no hay una crítica hacia el proyecto
cartesiano, sino a ciertos resultados de ese proyecto y la manera en que lo
implementó Descartes. De todas formas, esta época sigue a Descartes en la
búsqueda de certezas y en cuanto al método cartesiano.
Dentro de este período previo al pensamiento maduro de Leibniz, hay un
momento donde entra en contacto con Spinoza y hay una influencia de este filósofo
en el pensamiento leibniciano. En principio, Leibniz consideraba que Spinoza era
cartesiano. Leibniz había leído el Tratado teológico político, pero no conocía otras
obras de Spinoza. En la época en que entra en contacto personal con Spinoza, ya
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(como la mente divina), conociendo una sustancia, puede conocerse todo lo que le
pasó y todo lo que le va a pasar. Es decir, que en última instancia, todo lo que se le
pueda atribuir con verdad, está ya contenido en el concepto de este individuo, que es
el conjunto de predicados que lo determina absolutamente como individuos.
Antes de explicar esta característica, les menciono la siguiente, y luego las
relacionamos, para entender mejor a qué se está refiriendo Leibniz con todo esto.
Una característica más, que también es original de la concepción leibniciana de
la sustancia (y no pertenece a la tradición) es que las sustancias expresan el
universo entero; cada sustancia es una especie de espejo que refleja a todo el
universo. Es como si cada sustancia fuera oscuramente omnisciente, diciéndolo
metafóricamente. No se trata de que refleje el universo concientemente, sino que
funciona como un espejo del resto de las infinitas sustancias creadas por Dios.
Estas dos características son dos tesis muy fuertes. De hecho cuando uno
empieza a caracterizar la sustancia pareciera que todo nos lleva a una posición
determinista de la que Leibniz intenta escapar todo el tiempo, aunque no sé si lo
hace con éxito.
Hay una suerte de metáfora que aparece en un artículo de Wilson donde se
explican estas dos últimas características. Les voy a plantear la metáfora un poco
modificada para ver si se esclarece un poco esto. Supongamos que un diseñador de
interiores toma una casa que tiene varias habitaciones y establece que los días lunes
en la habitación A habrá rosas en los floreros, en la B habrá gladiolos, en la C
jazmines, etc. Además establece (este diseñador) una regla de cómo se va a dar la
secuencia de flores en las habitaciones en todos los días de la semana. Para el que
diseñó la casa de esta manera y estableció esta regla, con entrar un día a una
habitación y ver cuál es la flor que está en el florero puede saber cuáles fueron todas
las flores que estuvieron los días anteriores y cuáles son las que estarán los días
siguientes.
Ahora, para conocer toda la serie, tiene que tratarse de una mente infinita, que
pueda conocer la secuencia de todos los estados, dado uno sólo de ellos. Pero una
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mente infinita que sabe la regla, no sólo va a poder saber cuáles fueron las flores
que estuvieron y estarán en esa habitación, sino que podrá saber cuáles estuvieron,
están y estarán en todas las demás en cada día determinado. Es decir, entrando una
vez en una habitación va a saber cuáles son las flores que estuvieron en esa y las
demás habitaciones todos los días anteriores, y cuáles son las flores que estarán en
los días por venir.
La metáfora apunta mostrar cómo, sin necesidad de ver el resto de la casa, esa
habitación es un espejo de la casa entera. La casa sería el universo entero, cada
una de las habitaciones sería una sustancia, los cambios de flores sería los cambios
de estado de cada una de las sustancias y el diseñador sería Dios.
Ahora, como les decía, siempre uno tiende a pensar que hay una posición
determinista, pero tratemos de quitarle peso a ello, ya que quizá la metáfora es la
que nos lleva a una posición determinista. Porque en la metáfora el diseñador
elegiría la secuencia de estados, pero en la concepción leibniciana, inmediatamente
se trata de mostrar que lo que Dios elige y lo que depende de su voluntad, no son los
estados por los que va a pasar una sustancia, sino crear una sustancia sabiendo que
va a pasar por esos estados. No es lo mismo.
En el pensamiento de Dios, están como posibles las sustancias todavía no
actualizadas, no creadas. Dios elige crearlas porque, este acto libre de Dios que es
la creación, se guía por el principio de elección de lo mejor; Dios es libre pero
también sumamente bondadoso, y el universo en que vivimos es el mejor de los
mundos posibles. Entonces, la elección se hace en función de esta principio de
elección de lo mejor; elige crearlas en función del mejor modo posible en el que van
a armonizar los estados de todas las sustancias del universo.
Si pensamos en términos de esta metáfora que pensábamos recién, la
secuencia que sigue cada habitación es independiente de que el resto de la casa
exista, o no. En este sentido, tenemos que empezar a pensar esta sustancia
leibniciana como un individuo que va a desarrollar su historia, sus estados, como si
el resto del universo no existiera.
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Entonces, les decía que esta secuencia de estados, se va a desarrollar con total
independencia de las secuencia de estados que se desarrollen en las otras
sustancias. De todas formas, va a haber una perfecta armonía, una perfecta
coordinación entre esos estados, de manera que uno puede llegar a pensar que
esas sustancias interactúan, cuando en realidad no hay interacción; cada una
desarrolla la secuencia de predicados que están contenidos en su noción, su
concepto individual, independientemente de lo que hagan todas las demás.
Decíamos que cada sustancia es el espejo del universo entero, porque si bien
estas secuencias de estados son independientes una de las otra, son perfectamente
armónicas. Esto es lo que Leibniz llama el principio de la armonía preestablecida:
cuando Dios crea al mundo elige esas sustancias, en función de la perfección del
mundo, de manera que armonicen del mejor modo posible. La idea que este sea el
universo más variado, con el mayor orden.
La armonía vendría a reemplazar a la interacción, es decir, como es
perfectamente armónico tendemos a pensar que hay interacción. Es como si hubiera
dos relojes perfectamente coordinados, siempre tienen la misma hora, pero
siguiendo cada uno su propio mecanismo.
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terminología temporal. Pero también, en algunos textos dic que las mónadas, no sólo
no están en el espacio, sino que tampoco están en el tiempo. Tal vez la secuencia
temporal es el modo fenoménico en que se me aparece la serie de razones; así
conozco la razón del siguiente estado.
El problema es que la sustancia no es fenómeno, lo que es fenoménico es la
materia, el mundo físico, los cuerpos, el espacio y el tiempo, las leyes mecánicas, las
explicaciones por causas eficientes. En este otro ámbito Real, que es el universo
monádico, tenemos causas finales, no hay espacialidad, etc.
Sin embargo el tema de la temporalidad no termina de quedar muy claro, porque
cuando describe la actualización de esos predicados, lo hace de manera temporal.
Incluso después, en la década del ’90, esta tesis de la noción completa del Discurso
de metafísica, aparece expresada de una manera más dinámica con la noción de ley
de la serie. Con esta ley explica que en la sustancia no sólo está contenido todo lo
que se va a poder predicar con verdad de ella, sino que también está contenida la
ley que va a determinar el orden en el cual esos estados se van a desarrollar. Por lo
tanto, estas consideraciones temporales son permanentes en la caracterización de la
sustancia.
Tratemos ahora de relacionar la tesis de la noción completa con la idea de que la
sustancia es un unum per se. La relación entre ambas ideas se da porque la
sustancia misma unifica todos sus predicados verdaderos posibles, en la medida en
que hay una noción individual completa de la sustancia.
En uno de los textos de esta época, dice Leibniz:
La unidad sustancial requiere una entidad completa, indivisible y
naturalmente indestructible, ya que su concepto abarca todo lo que ha de
sucederle, lo cual no puede encontrarse en la medida y el movimiento, sino en
el alma o forma sustancial, según el ejemplo de lo que llamamos “Yo”.
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hay distintos tipos de mónadas) y el alma, tanto de los animales como las almas
racionales, es un tipo de mónada. Ahora, en general, su manera de concebir la
sustancia, va a estar basada sobre las reflexiones que él puede hacer sobre la
estructura de su propia mente; sobre el Yo como unidad que tiene un aspecto
cognitivo y un aspecto volitivo. Esto quiere decir que las afecciones que tiene esta
sustancia son percepciones y apetitos. El modelo es el Yo, aunque el Yo va a ser
sólo un tipo de mónada dentro de esta jerarquía.
Ahora la tesis de la noción completa se puede relacionar también con la
caracterización de la sustancia como individuo, porque si pensamos que hay una
noción completa para cada sustancia, que no va a adquirir predicados por influencia
de otra sustancia sobre ella, esa suma de predicados la va a determinar
absolutamente como individuo. A esa sustancia no le va a faltar ningún predicado
que la determine como individuo y va a ser el único individuo del universo que tenga
ese listado de predicados, por este principio de identidad de los indiscernibles.
En este sentido, cuando Leibniz habla de conceptos completos o nociones
completas, está hablando de nociones de individuos. Las nociones universales él las
considerará como nociones incompletas, porque tiene un número ilimitado de
predicados que no permite individualizar nada (por eso son universales).
También podemos relacionar la tesis de la noción completa con la idea de que
en la sustancia hay huellas de su pasado y está preñada de futuro porque la noción
completa contiene todos los predicados. En la medida en que contienen todos los
predicados, va a estar contenido, en cada uno de los estados, todo su pasado y todo
su futuro.
La noción completa la podemos relacionar además con la idea de que cada
sustancia es un espejo del universo entero a través del principio de la armonía
preestablecida. Piensen que Dios tiene en su entendimiento a todas estas nociones
completas como posibles, pero sólo va a actualizar algunas, que son las que
armonizan perfectamente.
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individuo, en su concepto va a estar incluido todo lo que se dice con verdad de este
individuo. Es de allí precisamente que sale esta idea de la noción completa.
En este punto tendremos que meternos con este asunto de la contingencia, que
resulta tan complicado de acuerdo con el panorama general que estamos
presentando. Porque, teniendo en cuenta esta teoría de la predicación, Leibniz va a
diferenciar entre verdades necesarias y verdades contingentes.
Las verdades necesarias son las que también llama verdades de razón o
verdades eternas. Un ejemplo de verdad necesaria sería: El triángulo equilátero, es
un triángulo. Acá puede incluirse cualquier verdad que pueda establecerse
basándose solamente en el principio de no contradicción; porque en un número finito
de pasos, voy a poder reducir esta proposición a una identidad. Por lo tanto, su
negación es imposible, es una contradicción.
Estas verdades necesarias se refieren a esencias, se resuelven en identidades a
través del análisis, dependen del principio de no contradicción. Una descripción
leibniciana para caracterizar estas verdades (que aún hoy se sigue usando) es que
ellas son verdaderas en todos los mundos posibles. Esto quiere decir que un mundo
donde estas verdades no sean verdaderas, sería un mundo impensable, sería un
mundo en el cual no está funcionando el principio de no contradicción.
La razón por la cual el predicado de estas verdades es atribuido al sujeto, es una
razón de necesidad y tiene que ver con el principio de no contradicción. Esto sirve
para contraponerlas a lo que son las verdades contingentes.
Veamos algunos ejemplos de verdades contingentes que aparecen en los
textos, con la salvedad de que lo que aparecen son nombres de personas, y uno
tendría que tomar con pinzas la idea de que una persona sea una sustancia. De
todas formas, a lo largo de toda la evolución del pensamiento de Leibniz, ayuna
resistencia de su parte a negarle sustancialidad al hombre. El problema es que, si
tomamos en cuenta la caracterización de la sustancia como inmateriales, lo que
sería propiamente sustancia sería más bien el alma humana, y no la unidad cuerpo y
alma.
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conocimiento de las cosas, dar una razón suficiente para determinar por qué
éstas son así y no de otra manera. Una vez sentado este principio, el primer
asunto que tenemos derecho a plantear será: ¿por qué existe ‘algo’, más bien
que ‘nada’? –otra frase famosa de Leibniz- , pues la ‘nada’ es más simple y fácil
que el ‘algo’. Además, suponiendo que algunas cosas deban existir, hay que
poder dar razón de por qué existen así y no de otra manera.
¿Cuál es la razón de que Alejandro sea rey? Porque según esto tiene que haber
una razón que justifique que esa predicación es verdadera. Sabemos que la verdad
de esa predicación no se basa en el principio de no contradicción, porque Adán
podría no haber pecado; eso es pensable, no es contradictorio. También es
pensable que Alejandro no haya sido rey; es posible, no es contradictorio.
Uno podría decir que, en tanto los estados por los que pasa una sustancia
responden a un principio de acción interno, y no a la interacción de sustancias, las
sustancias son causalmente espontáneas. De esta forma, la razón de que Adán
haya pecado está en Adán mismo; está en su noción completa y dentro de todos los
predicados que se pueden predicar con verdad de él. Digamos que no está en la
noción completa de Adán el no pecar. Pero la razón suficiente para que haya pasado
lo que pasó es el principio de elección de lo mejor.
Digamos que, lo que ocurre, ocurre porque éste es el mejor de los mundos
posibles; por lo tanto, todos los estados por los que van pasando las sustancias
tienen por razón última el principio de elección de lo mejor. La razón es teleológica.
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Porque si bien el mundo físico se explica por causas mecánicas, por causas
eficientes; este mundo monádico se explica por causas finales, ya que todo lo que
ocurre a este nivel, ocurre con vistas a lo mejor, al Bien.
En el caso de este mundo, la elección divina tiene que ver con la percepción de
lo que efectivamente es el bien; en el caso de las sustancias creadas cuya
percepción está limitada -como los son las almas humanas-, las acciones y lo que
sucede, va a estar determinado por lo que parece bueno. En última instancia, el mal
se funda en el mal metafísico que tiene que ver con la finitud; con el hecho de que
nuestras percepciones no puedan ser absolutamente distintas y, por lo tanto,
tampoco lo es nuestra percepción del bien.
Ahora, la razón suficiente que opera en este mundo es el principio de elección
de lo mejor.
Uno podría tratar de ver cómo se relacionan los distintos principios entre sí, pero
esto resulta bastante problemático. Esto se debe a que en algunos textos parece
fundamentar una manera coordinarlos o subordinarlos de una forma, y en otros
textos, aparecen de una manera diferente.
Por un lado, uno podría pensar que, cualquiera sea el mundo que haya elegido
Dios, siempre tendría que haber una razón para haberlo elegido. En este sentido, el
principio la razón suficiente seguiría actuando para todos los mundos posibles; lo
cual complicaría este esquema, porque estamos diciendo que las verdades
contingentes que se basan en el principio de razón suficiente no van a ser
verdaderas en todos los mundos posibles. Por otra lado, también parecería que,
cualquiera sea el mundo que Dios haya elegido, tendría que haberse guiado por el
principio de elección de lo mejor.
En resumen, todo esto quedaría más claro si Leibniz hubiera coordinado en sus
textos el principio de no contradicción con las verdades necesarias, y el principio de
elección de lo mejor con las verdades contingentes. Pero, en vez de esto, para las
verdades contingentes, aparece el principio de razón suficiente.
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Verdades necesarias:
(Ejemplo: El triángulo equilátero, es un triángulo)
- Se refieren a esencias
- A través del análisis se resuelven en identidades
- Dependen del principio de no contradicción
- Son verdaderas en todos los mundos posibles
- Razones de necesidad
Verdades contingentes:
(Ejemplos: Alejando Magno es rey; Adán pecó)
- Se refieren a individuos
- No se resuelven en identidades
- Dependen del principio de razón suficiente
- Son verdaderas en este mundo
- Razones inclinantes
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº6 Apuntes Sim 28
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[RECESO]
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cosas expresan una tercera, son expresiva entre sí; como dos palabras que
expresan el mismo significado.
En esta descripción aparecen muchas metáforas, una es la que plantea que el
punto de vista de cada mónada es único y expresa el universo entero, a través de un
conjunto de predicados que le pertenecen a ella. Por supuesto que esto es una
metáfora porque estamos hablando de algo que es inespacial. Pero esta metáfora
pone énfasis en el carácter representativo de la mónada, y en el hacerlo desde su
propia individualidad irrepetible (donde vemos reaparecer el principio de identidad de
los indiscernibles).
A estas percepciones no hay que entenderlas necesariamente como un estado
cognitivo, si bien puede llegar a serlo; pero es una noción más amplia que la que
normalmente manejamos para percepción. Todas las mónadas, aún las que él va a
llamar mónadas desnudas tienen percepciones, porque llama percepciones a estos
estados internos de la mónada. Las percepciones pueden llegar a ser estados
cognitivos, en la medida en que vaya ganando mayor distinción esa percepción. Ya
veremos cuáles van a ser estos tipos de percepciones: la sensación, por ejemplo, es
un tipo de percepción; el pensamiento también, porque tienen distintos grados de
distinción. Además, hay otras mónadas que tienen percepciones, pero no tienen
conciencia de esa expresión del universo entero, aunque lo están expresando.
Habíamos dicho que, además de percepciones, la mónada tenía apetito. La
percepción era la expresión de esta infinita multiplicidad del universo en la unidad de
la mónada. El apetito es aquello que hace que una mónada vaya pasando de una
percepción a la siguiente.
Si tenemos en cuenta que estas percepciones tienen infinitos grados de
distinción, y que nunca va a ser perfecta, porque en ese caso dejaría de ser una
sustancia finita, se puede establecer una jerarquía monádica. Todas las mónadas
tienen percepciones, sin embargo no todas tienen el mismo tipo de percepción; no
todas las mónadas espejan al universo de la misma manera.
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Voy a hacerles un cuadro para que vayamos explicando, a partir de allí, esta
jerarquía monádica.
Expresión de la multiplicidad
del universo en la unidad de la mónada
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Hay que tener en cuenta que Leibniz a veces usa la palabra alma como
sinónimo de sustancia; sin embargo, en la Monadología, reserva la palabra alma
para las mónadas que tienen cierto tipo de percepciones.
Leibniz define la sensación como una percepción acompañada de memoria, una
percepción de la cual hay un cierto eco que la hace disponible cuando la ocasión lo
requiere. Uno podría decir que, en la medida en que todas las mónadas tienen
huellas de su pasado, tendrían algún tipo de memoria. Estas son percepciones que
tienen un grado de distinción más alto que las que están en el primer punto de la
jerarquía, y que corresponden a las mónadas desnudas.
Respecto de esta noción de distinción habría que hacer algunas aclaraciones.
Hay varios textos donde Leibniz habla de la distinción. Cuando Leibniz habla de
ideas claras y distintas se refieren a ideas de las que conozco todos sus predicados,
de manera tal que me permita distinguirla de otra idea; y en general la sensación no
está asociada a las ideas claras y distintas, y este es un punto común con Descartes.
Por otro lado, también utiliza la palabra distinción en un sentido diferente. Si
nosotros en el universo tenemos diferencias cualitativas, y los estados de las
mónadas se reducen a percepciones, en última instancia esas diferencias
cualitativas tendrán que reducirse a grados de distinción.
Acá la palabra distinción está usada en un sentido más amplio. El grado de
distinción va aumentando, y cuando llega a un punto, la sustancia tiene conciencia
de que está expresando el universo entero, aunque sea oscuramente. En esto está
implicada una de la leyes que establece Leibniz, que es la ley del continuo, de
acuerdo con la cual la naturaleza no da saltos, y cualquier cambio que haya se dará
pasando por los grados intermedios.
La sensación, entonces, supone una conciencia de esa reunión de la
multiplicidad en la unidad de la mónada. La sensación da lugar a percepciones que
siempre son confusas, pero distintas, si uno las compara con las de las mónadas
denudas.
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Sin embargo, por otro lado, en los textos de Leibniz también aparece que la
sensaciones siempre son confusas.
La confusión de las percepciones sensibles residiría en que, en la sensación,
nosotros percibimos como una unidad lo que en realidad no lo es; percibimos como
unitario lo que, en realidad, es una suma de infinitas pequeñas percepciones, que no
llegan a ser conscientes y por eso no se distinguen unas de otras. Por ejemplo, si
escuchamos el sonido del mar, nos parece una sensación distinta; pero en ese
sonido, hay infinitas pequeñas percepciones que no llegan a ser conscientes, que
son el sonido que hace cada ola. Por tanto, la confusión propia de la sensación tiene
que ver con percibir como una unidad algo que en realidad no lo es.
Nosotros percibimos el mundo fenoménico como unidades, pero esa una unidad
es puesta por la mente, por el percipiente, y no es una unidad en sí, sino que es
meramente accidental. Por más que contemos con algún instrumento que volviera
más agudos nuestros sentidos, siempre seguirían apareciendo fenómenos; porque
siempre habría pequeñas percepciones inconscientes, imperceptibles; de la misma
forma en que percibimos como transparencia los rayos de una rueda en movimiento.
Esto sucede en toda percepción sensible: percibimos como unidades algo que
en realidad no lo es. Esto es propio de la sensación y de la manera de percibir lo
fenoménico.
A estas percepciones de unidades Leibniz las llama con el nombre de fantasmas
o imaginarios. Esto se relaciona con la objeción que Leibniz le hacía a Descartes
respecto de que la noción de extensión no es tan clara y distinta como Descartes
pretende. Porque parecería no haber esa clara distinción entre esas cualidades que
le pertenecen a la materia en sí misma y las propiedades fenoménicas, que serían
las cualidades sensibles como olores, sabores, etc.
En realidad, la extensión y el movimiento también son fenoménicos, para
Leibniz. Esas cualidades que Descartes le atribuía a la materia en sí misma, en
realidad, no las tiene en sí misma, porque la materia (con todas sus propiedades) ES
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perfección más bajo que una representación intelectual. De hecho, cuando hago una
reflexión, construyo toda esta metafísica. A mayor grado de percepción que tenga la
mónada respecto de la relación entre ella y el universo, mayor grado de perfección;
pero siempre de manera limitada.
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Acá parecería decir que todo es material e inmaterial al mismo tiempo, porque lo
material es una manera de percibir lo inmaterial. Sin embargo, en los Principios de la
Naturaleza y de la Gracia, aparece una posición más reduccionista:
Cada sustancia simple distinta, o mónada, está rodeada de una masa
compuesta de una infinidad de otras mónadas, las cuales constituyen el cuerpo
perteneciente a esta mónada central.
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Cod. 28
Filosofí
a
Moderna
Profesora: Claudia Jáuregui
Teórico № 7 Jueves 10/05/07 de 17 a 21 (aula 218)
Prof. Claudia Jáuregui: Hoy vamos a tener un teórico más corto, porque en esta
aula se va a hacer la reunión interclaustro (con la presencia de los tres claustros),
para tratar los problemas generales de la carrera de filosofía. Por supuesto, todos los
que quieran participar de esta reunión, se pueden quedar.
En la clase de hoy vamos a empezar a ver la filosofía de Hume; pero antes de
entrar en tema quisiera saber si les quedó alguna duda sobre el tema anterior, que
fue Leibniz.
Alumno: ¿Leibniz y estos autores que vemos sin texto, entran también para el
final?
Profesora: Para el final entra todo. Les aclaro desde ahora que el final está más
específicamente centrado, en principio, en los en los textos de lectura obligatoria
como Descartes, Hume y Kant. A estos textos tienen que conocerlos en detalle:
tienen que saber reconstruir los argumentos, localizar problemáticas, etc. En
segundo lugar, se supone que ustedes también deben tener un conocimiento
general sobre los autores que aparecen en el programa, pero que no son de lectura
1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº7 Apuntes Sim 2
obligatoria como Bacon, Montaigne, Leibniz. Estos últimos autores no tienen que
conocerlos con tanto detalle como a los que mencionamos antes. Por otra parte, y
también como lectura obligatoria, tienen que elegir alguno de los manuales que
aparecen en el programa que les brinde un conocimiento general del período.
Deberán tener diferentes grados de especificad en el conocimiento. En primer
lugar un conocimiento muy detallado de los autores con texto obligatorio tales como
Descartes, Hume y Kant; tendrán que ser capaces de reconstruirlos. En segundo
término, un conocimiento general de los autores de los que no tienen texto
obligatorio. Finalmente, y para tener conocimiento general sobre el período que les
permita poder insertar a los autores que vimos en el contexto de la filosofía moderna
y en la Modernidad, un manual a elección de manera obligatoria.
En cuanto a Leibniz no hay mucha bibliografía secundaria en castellano, lo mejor
que pueden hacer es leer los propios textos de Leibniz, que son bastante cortos.
Teniendo leídos el Discurso de metafísica y la Monadología van a tener un
conocimiento bastante completo sobre la metafísica de este autor en su período
maduro. Con las clases y esos dos textos les va a alcanzar para tener una idea más
o menos clara sobre Leibniz; sin necesidad de bibliografía secundaria.
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Nota de la desgrabadora: La selección del Tratado… ya está publicada en SIM.
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Este es un texto clave, que recorre todos los temas que veremos en clase y creo
que los va a ayudar mucho a preparar a este autor.
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Ésta es una obra que escribe cuando tiene 25 años; y se nota juventud. El
Tratado es una obra sumamente rica, ya que plantea una cantidad de problemas
admirable; aunque quizá no lo sea tanto la manera de resolverlos. De todas formas,
ese juicio depende de la corriente filosófica desde el que lo miremos; yo creo que
tiene bastantes dificultades para resolverlos, pero una extraordinaria capacidad para
plantearlos.
Cuando se publica el Tratado de la naturaleza humana, en 1739, tiene una
pésima recepción entre sus contemporáneos y, a raíz de esta recepción negativa, es
que estas mismas ideas aparecen de una manera más ordenada y recortada en la
Investigación sobre el entendimiento humano. Nosotros leeremos la Investigación y
algunas partes del Tratado, ya que hay cuestiones muy interesantes que aparecían
en el Tratado de la naturaleza humana, que luego no son retomadas en la
Investigación sobre el entendimiento humano.
Entonces, si nos atenemos al título Tratado de la naturaleza humana, en
principio, podríamos decir que lo que está tratando de hacer Hume es elaborar una
teoría sobre la naturaleza humana; lo cual no sería novedoso. Sin embargo, lo que sí
resulta novedoso es la manera en que intenta realizar esta investigación, lo cual
aparece en el subtítulo mismo de la obra: Un intento por introducir el método
experimental en materias morales.
Acá cuando Hume habla de filosofía moral esto hay que entenderlo de una
manera un poco amplia, ya que con ello no sólo se refiere a una investigación sobre
el bien o el mal, sino que también se refiere a todo lo que es propiamente humano y
no comparte con los otros animales: pensamiento, pasiones, sentimientos. La
dirección en la que apunta la investigación toma a la filosofía moral como
contrapuesta a lo que en este momento se entendía por filosofía natural; que es lo
que hoy llamaríamos física, química, etc.
Precisamente, Hume intentará desarrollar esta investigación relacionada con lo
que llama filosofía moral, a la manera en que se hace una investigación de filosofía
natural; por eso dice introduciendo el método experimental en materias morales.
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Veamos un ejemplo. Si nos tomamos una taza de café, tenemos algo presente
en nuestra mente, que es el contenido de una experiencia. Ahora, si nosotros
imaginamos la taza de café que vamos a tomar en el intervalo, otra vez tenemos
ante nuestra mente una percepción; pero la primera percepción tiene mayor grado
de vivacidad. Lo mismo sucedería en el caso en que yo me corte con un cuchillo: el
momento en que sufro la herida, la percepción es mucho más intensa que la que
tengo en el momento en que recuerdo la herida al día siguiente; hay mayor fuerza en
la experiencia vivida que en el recuerdo.
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me acuerde del corte al día siguiente; la vivacidad será menor. Si uno piensa que el
grado de intensidad es el criterio para diferenciar impresiones de ideas,
inmediatamente surge un problema: ahora que las comparo ¿qué es lo que me lleva
a mí a decir que la idea de cortarme con un cuchillo es más intensa que la idea de
recordar que me corté con un cuchillo? ¿Qué dos cosas estoy comparando?
Veamos. En un caso tengo la impresión y en otro la memoria de haber tenido la
impresión. Pero, en este momento, nosotros estamos haciendo una comparación, y
lo que estoy comparando son dos ideas; porque en este momento no me estoy
cortando con el cuchillo ¿cómo haría para comparar una impresión con una idea?
Cuando estoy hablando de ella, la impresión ya está transformada en idea y el
nivel de intensidad tendría que ser el mismo, y si no el es, entonces hay problemas
para diferenciarlos.
Alumno: No entiendo, si son dos ideas ¿por qué deberían tener el mismo grado
de vivacidad?
Profesora: Podrían no tenerlo, pero en ese caso, ya sería la intensidad (o
vivacidad) el criterio para diferenciar impresiones de ideas; porque es el grado de
vivacidad el criterio para establecer la diferencia entre dos tipos diferentes de
percepciones.
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Simples
IMPRESIONES
Complejas
Simples
IDEAS
Complejas
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Todo esto nos lleva a una segunda clasificación (que puede cruzarse con la
primera), que sigue otro criterio y no tiene que ver con el grado de complejidad de las
ideas o impresiones, es la que establece la diferencia entre impresiones de
sensación e impresiones de reflexión, e ideas de la memoria e ideas de fantasía.
sensación
IMPRESIONES
reflexión
memoria
IDEAS
fantasía
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impresiones que yo tuve en otros momentos. Por lo tanto, la idea del café que
imagino tomarme no va a responder al mismo orden que tuvo una impresión
compleja previamente dada.
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Profesora: Ahí empezamos con otros problemas. Porque ahora tenemos otra
vez un criterio para distinguir dos tipos de ideas, pero es un criterio problemático.
Hay una objeción que aparece en el texto de Stroud. Supongamos que alguien
me relata una situación en la cual yo estuve, pero no la recuerdo. En el momento en
que esa persona me está relatando la situación, y yo no la recuerdo, estoy teniendo
una idea de la fantasía acerca de esa situación, ya que la estoy componiendo con
ideas de impresiones que tuve en otros momentos. Ahora, en un momento
determinado del relato, recuerdo la situación: el pasaje de un momento a otro, no
parece tener que ver con un cambio de orden, sino con el grado de vivacidad
(cuando el recuerdo adquiere mayor vivacidad). Entonces, de acuerdo con este
ejemplo, el criterio para distinguir ideas de la memoria e ideas de la fantasía, tendría
que ser la vivacidad. Sin embargo, también hay recuerdos que son muy borrosos y
fantasías que son muy vívidas; por lo tanto la vivacidad tampoco funciona como
criterio.
Hume presenta estos elementos como aquellos que conforman nuestra vida
mental, y señala que a partir de ellos la mente parece tener un poder ilimitado, ya
que uno puede imaginar las situaciones más extrañas y alejadas de la realidad. En
principio pareciera que el único límite es el principio de no contradicción, que es un
tope con el que tropieza nuestro pensamiento: la mente se detiene sólo ante lo que
es impensable por autocontradicctorio.
Ahora, inmediatamente, Hume advierte que el principio de no contradicción no
es el único límite, sino que también hay otro: por más que nosotros tengamos ideas
que parecen absolutamente alejadas de la experiencia y de las impresiones que
hemos tenido, siempre, en última instancia, se derivan de impresiones simples.
Acá decididamente que da afectada la metafísica. Porque si, en última instancia,
toda idea se deriva de impresiones simples, no existe la posibilidad de hacer
metafísica, no hay ideas innatas.
Los argumentos que él propone para sostener esto, por supuesto, tienen un
carácter de tipo empírico. Ente los argumentos que propone dice que, si alguien
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naciese sin la capacidad para tener determinados tipos de impresiones, como sería
el caso de un ciego de nacimiento, nunca podría legar a formar la idea de rojo. Al no
haber tenido una impresión de rojo, nunca podría formar la idea de rojo. Respecto a
este primer argumento pareciera que Hume tiene razón, porque efectivamente
parece que hay algunas ideas, que no se podría formar sin la impresión
correspondiente.
También dice Hume que, incluso la idea que parece más alejada de nuestra
experiencia, que es la idea de Dios, se deriva de impresiones. Porque los atributos
que conforman esta idea de Dios, son ideas que pude haber copiado de impresiones
de ciertas cualidades que tengo yo y que las potencio indefinidamente. Es decir, todo
aquello que Descartes decía que no sucedía, Hume lo da como ejemplo para
mostrar que la idea de Dios puede ser producto de nuestra fantasía. De acuerdo con
Hume se da por potenciar indefinidamente ciertas cualidades de las que sí tengo
impresión. Así muestra que, aún estas ideas, puedo referirlas a impresiones.
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Si la idea es, sobre la base de esta tesis empirista, derivar absolutamente todas
las ideas de impresiones simples, pero esa impresión simple es una entidad
metafísica, que no forma parte de la experiencia, es un contrasentido total. Lo que él
está tratando de hacer es partir de la experiencia, entonces, esta impresión simple,
debería ser parte de la experiencia, pero es difícil ver cómo estaría dado algo simple
en la experiencia.
Habíamos mencionado antes que Hume trataba de investigar cuáles son estos
elementos que componen la vida mental y, por tanto, de la experiencia. Además
habíamos dicho que él hacía cierto paralelismo con la física newtoniana, no sólo en
esta búsqueda de lo atómico, sino también en el modelo de teoría. Es decir, al igual
que Newton, Hume va a buscar ciertos principios que hagan que esos elementos se
combinen y se atraigan.
Estos principios van a ser los principios de asociación de ideas, descubrimiento
que el propio Hume consideraba como su principal aporte. Estos principios de
asociación de ideas son tres.
El primero de ellos es el principio de asociación por semejanza. En este caso, yo
tengo una percepción, y por un mecanismo con el que trabaja la imaginación, ante
una percepción yo salto de manera mecánica a otra. Por ejemplo, si uno de ustedes
es semejante a algún amigo mío, cuando lo veo, automáticamente, mi mente salta al
recuerdo de mi amigo. Este es un mecanismo de asociación por semejanza. Si bien
hay otros mecanismos de asociación de ideas, ninguno tiene este carácter natural y
mecánico, donde la mente salta de una idea a otra.
Pensemos ejemplos.
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Relaciones de ideas
Objetos de investigación
Cuestiones de hecho
Cuando tengo meramente relaciones de ideas, como por ejemplo cuando digo
3x5=15, la proposición que enuncie, el contenido de ese conocimiento, va a ser
verdadero en función del principio de no contradicción. Yo relaciono ideas, y lo que
me permite conectarlas de manera verdadera va a ser el principio de no
contradicción; si lo niego caigo en una contradicción. La manera de establecer la
verdad en este caso, va a ser a través de una relación lógica. Las matemáticas se
basan en este tipo de conocimiento, que va a dejar de lado, para seguir el de las
cuestiones de hecho.
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Cod. 27
Filosofía
Moderna
Prof. Claudia Jáuregui: Antes de comenzar les aviso que la próxima clase ya
vamos a empezar con Kant, así que vayan leyendo la bibliografía correspondiente.
Para la Crítica de la Razón Pura, que es el texto que veremos en clases, les
cuento que acaba de salir una traducción del profesor Caimi publicado por editorial
Colihue, es muy recomendable.
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posible varias veces), para poder entenderlo y no perderse. Tienen que poder traer a
la clase las dificultades con las que se encontraron al leerlo.
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Como decíamos, hay dos tipos de conocimiento. Uno de ellos tiene que ver con
relaciones de ideas, que se apoya en el principio de no contradicción y es un
conocimiento matemático. Hume va a dejar de lado este tipo de conocimiento y va a
concentrarse en el segundo tipo de conocimiento, que es el relativo a cuestiones de
hecho.
Dentro del conocimiento de cuestiones de hecho diferenciamos entre
conocimientos que se apoyan en el testimonio de los sentidos y las inferencias,
donde hay un salto de algo dado a algo no dado. De acuerdo con Hume
permanentemente estamos utilizando este tipo de inferencias, que, advierte,
suponen conexiones causales: si yo al escuchar el murmullo del pasillo sé que la
hora termina, es porque hay una conexión causal entre el fin de la hora y que la
gente salga hacia el pasillo a charlar; o si veo a alguien palidecer, infiero que se
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siente mal. Siempre va a haber conexiones causales que me permiten dar este salto
de lo dado hacia lo no dado.
Hume inmediatamente va a empezar a analizar qué es lo que me permite
realizar este tipo de inferencias, qué tipo de evidencias tengo de eso no dado y cómo
es que doy ese salto; ahí es cuando aborda el análisis del problema de la
causalidad.
En relación este tema hay una diferencia respecto al tratamiento que se le da a
la cuestión en la Investigación y en el Tratado que es importante subrayar. Habrán
visto que en la Investigación, Hume aborda el problema de la causalidad analizando
cómo se establecen las conexiones causales particulares, es decir, cómo llego a
establecer que A es causa de B. En la Investigación, entonces, pasa por alto lo que
es el principio mismo de causalidad, de acuerdo al cual todo comienzo en la
existencia tiene una causa.
En el Tratado, en cambio, Hume comienza por el análisis del principio, y advierte
que perfectamente podría negar el principio sin caer en una contradicción, ya que las
dos ideas que están relacionadas en la formulación del principio (comienzo en la
existencia y causa) no se pueden reducir a identidad.
Todo comienzo en la existencia tiene una causa es la manera que en que Hume
formula el principio de causalidad. Pero este es el mismo principio que ya vimos
aparecer en Descartes como principio evidente y en Leibniz como una de las
formulaciones posibles del principio de razón suficiente.
Cuando Hume lo analiza este principio advierte que estas dos ideas que
contiene no son afines; es decir, a partir del análisis de la noción de comienzo en la
existencia, yo no puedo llegar a la noción de causa. Por lo tanto, si la noción que
tengo en el predicado no surge por análisis de la noción que tengo en el sujeto, yo
puedo negarlos sin contradicción y no es el principio de no contradicción el que
determina la verdad de ese enunciado.
Ahora bien, si yo tengo un enunciado cuya verdad no se apoya en el principio de
no contradicción, la conexión que se establece entre las dos ideas tiene que tener un
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Acá tengo un principio que es una generalización empírica, lo que supone ir más
allá de lo dado y saltar hasta lo no dado; éste es el problema.
Si siempre que escucho murmullo en el pasillo es que son las 21:00 hs, cuando
escucho nuevamente el murmullo en el pasillo supondré que son las 21:00 hs,
porque la naturaleza se comporta de manera regular; pero esto podría ser falso. La
conclusión de las inferencias causales, ya sea que esté infiriendo el efecto a partir de
la causa, o al revés, siempre es meramente probable; no es necesaria.
Además en estas inferencias está presupuesto un principio cuya verdad no
puedo demostrar, ni a priori, ni a posteriori. Es problemático, porque ni siquiera
puedo establecer la verdad del principio empíricamente (a posteriori), porque para
hacerlo tengo que hacer uso del principio mismo, y la demostración resulta circular.
Estamos tratando de reconstruir esto a la manera de un razonamiento para
mostrar que no es una inferencia, dado que la conclusión se desprende únicamente
con un alto grado de probabilidad de las premisas. Pero el análisis puede ir más allá
de todo esto, ya que la ciencia actual podría tomar esto y decir, que hay un margen
de error en las teorías, etc.
En este sentido podríamos hacer otra acotación. Si uno piensa en las corrientes
epistemológicas del siglo XX, algunas de ellas sostienen aún que la conclusión no
puede sostenerse ni siquiera con un alto grado de probabilidad; como es el caso de
Popper. Esto quiere decir que puedo despejar errores, pero no afirmar aciertos; con
lo que ni siquiera estaría en el terreno de la posibilidad.
Ahora, dejando de lado cómo se desarrolló la historia de la filosofía y el problema
de la inducción en el siglo XX, el problema de fondo es que hay una conclusión que
se desprende de las premisas sin necesidad, porque estoy suponiendo que la
naturaleza se comporta de manera regular, y no hay manera de establecer que esto
sea verdadero. Por lo tanto, las inferencias causales no son demostrativas; no son
razonamientos deductivos, porque cuando infiero efectos a través de causas o
causas a través de efectos no me estoy basando en la razón.
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Otro elemento que debe darse para que establezca una relación causal, es una
impresión presente, ya sea a la memoria o a los sentidos. Hasta ahora dijimos que
se dieron sucesiones de fenómenos de manera repetida en el pasado, que había
una propensión de la mente a espera que se dé lo que anteriormente se dio, y ahora,
entonces, tiene que aparecer un elemento presente.
En la Parte I de la Sección quinta, de la Investigación, dice Hume:
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Esto es, tengo que partir de algo dado, de una existencia dada, para poder llegar
a una existencia no dada; si no, la inferencia sería meramente hipotética.
Otro elemento que aparece inmediatamente es la creencia. Cuando tengo una
sucesión repetida de fenómenos en el pasado, más la tendencia de la mente a
esperar que esto se siga repitiendo y, por lo tanto, suponer que la naturaleza se
comporta de manera regular, ante la impresión o aparición de uno de estos
elementos, mi imaginación va a saltar al elemento que lo acompaña habitualmente.
La manera en que se da esta transición es a través de la creencia. Así, yo creo que
va a suceder B.
Cuando yo tiendo a conectar una percepción a la otra, porque en el pasado
estuvieron juntas lo conecto de esta manera, agregando la creencia. La creencia
agrega algo a la idea de que tendrá lugar B; es decir, no es lo mismo plantear Creo
que tendrá lugar B a Tendrá lugar B.
En primera instancia, Hume va a analizar, qué sería esta creencia. Cuando B es
la idea de algo no dado hacia la cual estoy transitando, la idea aparece acompañada
de la creencia.
Cuando creo en B, estoy adicionando una impresión, una manera de sentir.
Porque si fuera una idea, como la imaginación puede separar voluntaria y
arbitrariamente las ideas, yo podría decidir creer cualquier cosa; pero, de hecho, no
creo cualquier cosa. Cuando yo digo que creo, esta creencia es involuntaria, por lo
tanto, si las impresiones también son involuntarias, es más parecido a las
impresiones.
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Hume dice que no puede definir la creencia, pero sí la caracteriza como una
cierta manera de sentir la idea. La idea se me da una fuerza y una vivacidad
especial, por el solo hecho de creer en ella; esto es lo que me permite distinguir este
tipo de ideas. Así vemos que la creencia agrega cierta vivacidad o fuerza a la idea
hacia la cual estoy transitando.
Consideremos un ejemplo dramático. En este momento, estando en la facultad,
tengo una idea de la fantasía de mi propia muerte. Ahora, supongamos que, en vez
de tener esta fantasía en este momento, yo estoy viajando en un avión y el avión se
está cayendo: también en ese caso mi imaginación va a transitar hacia la idea de mi
propia muerte. Pero claramente hay una diferencia entra lo que pienso en ambos
casos. En el segundo caso, la misma idea aparece con una vivacidad enorme,
transferida por la impresión que tengo del avión cayéndose y por la conexión causal
que existe entre un avión que se cae y mi muerte.
Claramente, lo que le agrega la creencia es una cierta manera de sentir la idea
que estoy creyendo; le agrega fuerza, vivacidad. Entonces, cuando está establecida
una conexión causal sobre la base de mi experiencia anterior, y se me presenta uno
de sus elementos en una impresión presente, yo salto a lo no dado, creyendo en la
existencia de eso no dado.
La creencia es, entonces, otro elemento más a tener en cuenta en las
conexiones causales. Es más, Hume dice que, en realidad, en todos los mecanismos
de asociación de ideas siempre, aquello no dado hacia lo cual la imaginación transita
adquiere fuerza por el mecanismo mismo. De alguna manera, lo dado le transmite su
fuerza como impresión a aquello no dado.
En el caso de una conexión causal, por ejemplo, si tengo una impresión de un
león frente a mí, la idea de dolor o de mi cuerpo herido adquiere una fuerza. Los
mecanismos de asociación entre causa y efecto confieren esta fuerza a lo no dado.
Si pensamos en los otros mecanismos de asociación como la semejanza o la
contigüidad, sucede lo mismo. En una asociación por semejanza la idea del ser
querido adquiere la fuerza que me es transferida por la impresión presente de su
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retrato. Son interesantes las reflexiones que hace sobre culto católico, y su uso de
imágenes que tienen como función avivar aquello la imaginación de aquello que
están representando con esas imágenes.
En el caso de la contigüidad espacio-temporal, pasa lo mismo. Si voy, por
ejemplo, a algún lugar histórico, la contigüidad espacio-temporal hace que la idea de
lo que sucedió sea más fuerte por la impresión del lugar; la idea de lo que sucedió no
es la misma que tuve cuando lo leí en un libro. Cuando esté en el lugar va a tener
mayor vivacidad que cuando lo leía. La función de los souvenirs es precisamente la
de tener un objeto que me recuerda algo; una idea de la memoria que está asociada
con ese objeto.
Muchas veces en los colectivos vemos la foto de un nene y un zapatito. La foto
genera una asociación de ideas por semejanza, y el zapatito por contigüidad
espaciotemporal. En todo caso, el zapatito no es semejante al nene, en cambio la
foto sí. Pero, en todos los casos, lo que vemos es que sucede lo mismo: lo dado
transfiere su vivacidad a lo no dado, por el principio mismo de asociación.
Esto sucede especialmente cuando la asociación es por causa y efecto, que era
lo que nos interesaba ver. El problema era ver de dónde surgía esta creencia, esta
vivacidad que acompaña a la conclusión. Vemos que esto tienen que ver con que
hay una asociación de causa y efecto entre A y B, por la cual, A, que es lo que se me
presenta en este momento, le confiere su vivacidad a B, que no se me está
presentando pero que creo que existe o que va a existir. La creencia, entonces es
otro elemento que interviene en esta idea de causalidad.
Otro elemento que aparece es la idea de conexión necesaria; este es el punto
más complicado del tema, y en él nos vamos a detener un rato. Cuando yo digo que
A es causa de B, no estoy diciendo meramente que A y B suelen ir juntos, sino que
hay una especie de conexión necesaria entre los dos; es decir, que hay una fuerza
que tiene A para producir B.
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Alumno: Pero la idea de conexión necesaria, más que de carácter físico, tendría
que ser de carácter lógico o metafísico.
Profesora: La cuestión es que, si yo tengo una idea, tiene que haberse derivado
de una impresión, que es lo que le da legitimidad a los términos. Si no se ve de
dónde sale la idea de conexión necesaria, entonces tenemos un problema.
Alumno: ¿La impresión no sería el impacto mismo entre una bola y otra?
Profesora: Pero lo que llamamos el impacto es que vemos que un movimiento se
sigue al otro. La causa sería el movimiento de la primera bola de billar y el efecto el
movimiento de la segunda, ahora ¿el impacto es algo que tiene que ver con la
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[RECESO]
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por una impresión que yo tenga del poder que tenga mi voluntad para mover el
cuerpo. Otra vez nos falta la impresión del tercer elemento.
Además, agrega como argumento, que no todas las partes del cuerpo pueden
ser movidas a voluntad. Esto sería un argumento a favor de la tesis que él está
sosteniendo, y que no encuentra una impresión interna que le pueda servir de
modelo de fuerza o modelo de conexión necesaria. Porque si uno tiene el poder de
mover algunas partes del cuerpo y no otras, por lo menos, en los casos en que ese
poder existe, tendría que tener la impresión, mientras que en los otros casos debería
faltar. Pero no tengo impresión en ninguno de los dos casos.
Agrega como argumento que, cuando movemos una parte del cuerpo, en
realidad, lo que estamos moviendo son los nervios músculos y el proceso es mucho
más complejo de lo que pensamos. Esto sería una prueba que demuestra que no
tenemos impresión de lo que conecta la voluntad con los movimientos de los
músculos, etc.
Entonces, se plantea si esta idea de poder o conexión necesaria no surgirá de
los actos voluntarios dirigidos sobre la actividad de la mente, y no ya sobre los
movimientos del cuerpo. ¿Podría ser que surja de una impresión de reflexión, que
tenga que ver con esta relación causal entre el querer tener una determinada idea y
la posibilidad de tenerla?
Imagínense un dinosaurio con pelo largo. Como pueden ver existe la capacidad
de manejar las ideas voluntariamente, pero pareciera que no hay una impresión
interna de lo que conecta la causa con el efecto en ese caso.
Vimos si la idea de conexión necesaria se derivaba de una impresión interna del
poder que tiene la voluntad para mover el cuerpo, y lo descartamos porque, si bien
tenemos la impresión de que queremos mover el cuerpo y de que efectivamente lo
movemos, no tenemos la impresión del tercer elemento.
[LA CLASE SE SUSPENDE POR EL CORTE DE LUZ]
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FilosofíaCod. 45
Moderna
éste aparece con una fuerza o vivacidad, a la que habíamos llamado creencia; por
ejemplo, en la inferencia concluíamos Creo que va a ocurrir B.
Asimismo, dijimos que este segundo fenómeno al cual transitamos en la
conclusión, aparece vivificado por la conexión causal y porque la impresión presente
le transfiere su vivacidad.
Y la clase pasada dejamos cuando estábamos viendo el último de los elementos
que podemos encontrar en las relaciones causales, que es la idea de conexión
necesaria entre la causa y el efecto. Habíamos dejado en cómo se originaba esta
idea de conexión necesaria.
Para que esta idea tenga legitimidad se tiene que derivar de alguna impresión.
Sin embargo, veíamos que si analizamos los ejemplos en los cuales se dan
fenómenos causalmente conectados, desde el punto de vista de las impresiones
externas, no hay impresión de un tercer elemento que los conecte.
Si tomamos el ejemplo de las bolas de billar, yo tengo impresión del movimiento
de la primer bola (causa), tengo impresión del movimiento de la segunda bola
(efecto), pero no tengo impresión, o por lo menos una impresión de sensación, de un
tercer elemento, que sería esa conexión necesaria entre los dos movimientos; no
tengo impresión de la fuerza o poder que tiene la causa para producir el efecto.
Tenemos impresión de la causa y del efecto, pero no de la conexión necesaria.
A partir de esto, Hume va a tratar de buscar cómo es que se origina esta idea de
conexión necesaria. De todas formas, ya tenemos es un primer resultado: esta idea
no se origina en una impresión de sensación.
La segunda alternativa que va a analizar Hume es si esa idea de conexión
necesaria se origina en una impresión interna relacionada con el modo en que
experimentamos el querer de la voluntad y cómo estos actos voluntarios se
relacionan con el movimiento del cuerpo. Por ejemplo, quiero mover una parte de mi
cuerpo y esa parte se mueve.
Sin embargo, vimos que la idea de conexión necesaria no podía derivarse de
una impresión interna de los actos voluntarios dirigidos hacia el cuerpo. Otra vez, el
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº9 Apuntes Sim 3
problema aquí es que tengo impresión de que quiero mover una mano y tengo
impresión de que efectivamente muevo la mano; esto es, tengo impresión de la
causa y del efecto, pero no tengo impresión de ese supuesto poder que tiene la
causa para producir el efecto.
En relación con esta alternativa que Hume analiza desarrolla varios argumentos,
como por ejemplo que no todas las partes del cuerpo se pueden mover a voluntad.
Habíamos visto que aunque este argumento parece un poco indirecto, lo que Hume
habría querido decir es que, tanto en el caso de la parte del cuerpo que movemos
voluntariamente, como en el caso de partes del cuerpo que no podemos mover a
voluntad, como el hígado, en ningún caso tengo impresión de la fuerza o poder con
el que lo hago.
Entonces, no sería la impresión la que me permite diferenciar un caso del otro,
porque en ninguno de los dos casos tengo impresión del poder de la causa para
producir el efecto; no es que en el caso de la mano que muevo a voluntad tengo
impresión y en el caso del hígado no. En realidad, en estos casos, tengo dos
situaciones diferentes, pero las dos tienen algo en común: en ninguna tengo la
impresión del poder de la voluntad para mover el cuerpo.
Un tercer argumento es que lo que movería la voluntad serían ciertos nervios,
tendones, músculos, etc., por lo que la situación sería más indirecta y compleja. Pero
tampoco tengo impresión de esto último.
La primera alternativa era pensar que esta idea de conexión necesaria se
originaba en una impresión de sensación, pero eso queda descartado. La segunda
posibilidad era que fuera una impresión interna relacionada con los actos voluntarios,
por los cuales soy capaz de mover mi cuerpo; esta segunda alternativa quedaba
descartada, porque falta la impresión de conexión entre la causa y el efecto, es decir,
la conexión entre mi voluntad y el movimiento de mi cuerpo.
La clase pasada nos habíamos quedado en la tercera alternativa que va a
considerar: la de los actos voluntarios, no ya relacionados con los movimientos del
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº9 Apuntes Sim 4
cuerpo, sino con nuestra vida mental. La posibilidad es que la idea de conexión
surge del hecho de que podemos manejar voluntariamente nuestras percepciones.
Si les digo que recuerden la tercera prueba de la existencia de Dios de
Descartes que aparece en la Tercera meditación, ustedes podrán hacerlo porque
manejan voluntariamente las percepciones; o por lo menos en algunos casos
podemos hacerlo.
De todas formas, cuando quiero recordar algo y la idea viene a mi mente,
tampoco encuentro la idea de conexión. Más bien, otra vez, lo que tengo son dos
percepciones, una relacionada con la causa y otra relacionada con el efecto, pero
me falta la impresión del poder que tiene la voluntad para manejar las ideas.
El problema es que, de hecho, nosotros tenemos idea de que algo conecta la
causa con el efecto, y es por eso que Hume está tratando de buscar dónde se
origina.
En el texto también aparece un argumento en contra de la posibilidad que
plantea esta tercera alternativa, que es que la idea de conexión necesaria surja de la
impresión que tenemos de manejar voluntariamente las percepciones. Lo que se
arguye es que no a todas las percepciones las podemos manejar voluntariamente,
ya que, tal vez, cuando queremos recordar algo, no lo recordamos, la idea no viene a
nuestra mente. Por ejemplo, no podemos manejar voluntariamente los sentimientos.
Otra vez, podemos hacer un paralelismo con el argumento que esgrimió contra
la segunda alternativa (la del movimiento del cuerpo), ya que el hecho de que haya
distintos tipos de percepciones que pueden ser voluntariamente manejadas y otras
que no pueden serlo nos pone en una situación semejante a la que teníamos antes.
Supongamos que quiero acordarme de las pruebas de la existencia de Dios de
la Tercera meditación, y me las acuerdo. Ahora, supongamos que quiero recordarlas
y no me las acuerdo. En realidad, entre ambos casos, no hay ninguna diferencia
desde el punto de vista de las percepciones de conexión. Porque incluso en el primer
caso, en el cual sí recuerdo las pruebas, tampoco tengo la impresión de la conexión.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº9 Apuntes Sim 6
consiguiente pueda sugerir idea alguna de poder o conexión necesaria. Pero cuando
aparecen muchos casos uniformes y el mismo objeto es siempre seguido por el
mismo suceso, entonces empezamos a albergar la noción de causa y conexión.
Entonces sentimos un nuevo sentimiento o impresión. A saber, una conexión
habitual en el pensamiento o en la imaginación entre un objeto y su acompañante
usual. Y este sentimiento es el original de la idea que buscamos.
Sin embargo, ahora vamos a ver qué dice acerca de esto en el Tratado, y
notaremos diferencias. Porque, en algunos casos, Hume identifica la impresión que
sirve de original a la ideas de conexión necesaria con la tendencia de la mente a
pasar de una impresión a otra, mientras que en otros textos dice que se trata del
sentimiento de la tendencia de la mente.
La cuestión es, entonces, ver si Hume está identificando el sentimiento con la
necesidad interna de pasar de una percepción a la otra, o si hay un sentimiento de la
necesidad interna; son dos maneras diferentes de explicarlo.
Particularmente, a mí me queda más claro lo que está diciendo en el caso de
que haya un sentimiento de la necesidad. Esto es, cuando se da repetidamente la
secuencia A-B, empiezo a sentir una necesidad de la mente de pasar de A a B, que
es su acompañante habitual. En cambio, si el sentimiento es la tendencia misma de
la mente de pasar de A a B, me parece que está definiendo un sentimiento de una
manera muy particular. De todas formas, queda claro que es la mente la que crea la
conexión como tendencia de la mente de pasar de una percepción a otra.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº9 Apuntes Sim 7
De todas formas, lo que tenemos que pensar más bien es si esta determinación
de la mente es una impresión, porque la identificación de la determinación de la
mente con la impresión es bastante problemática. Si pensamos que es una
impresión de la determinación me parece que la cosa se aclara un poco más.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº9 Apuntes Sim 8
Veamos ahora qué es lo que dice respecto de este sentimiento que funciona
como original de la idea de conexión necesaria en el Tratado:
Supongamos de nuevo que observamos varios casos en los que los
mismos objetos van unidos siempre entre sí; inmediatamente concebimos una
conexión entre ellos y comenzamos a realizar una inferencia de un objeto a
otro. Esta multiplicidad de casos semejantes, pues, constituye la verdadera
esencia del poder o conexión y es la fuente de la que la idea surge. Para
entender, pues, la idea de poder debemos considerar esta multiplicidad, y no
es preciso otra investigación para darnos la solución de la dificultad que nos ha
perturbado tanto tiempo, pues razono de esta manera: La repetición de casos
enteramente semejantes no puede dar jamás lugar a una idea original diferente
de la que se halla en un caso particular, como ya ha sido observado y como se
sigue de nuestro principio fundamental de que todas las ideas son copias de
impresiones. Ya que, por consiguiente, la idea de poder es una idea nueva y
original que no ha de hallarse en un solo caso y que surge de la repetición de
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varios casos, se sigue que la repetición por sí sola no tiene este efecto, sino
que debe descubrir o producir algo nuevo, que es la fuente de la idea. Si la
repetición no descubre ni produce nada nuevo, nuestras ideas podrán
multiplicarse por ella, pero no serán ampliadas más allá de lo que abarcaban
con la observación de un solo caso. Toda ampliación, pues (como la idea de
poder o conexión), que surge de la multiplicidad de casos semejantes está
copiada de algún efecto de la multiplicidad y se entenderá perfectamente al
entender estos efectos. Siempre que hallemos algo nuevo que haya de ser
descubierto o producido por la repetición debemos colocar en ello el poder y no
debemos buscar para él ningún otro objeto. (…) Aunque los varios casos
semejantes que dan lugar a la idea de poder no tengan influencia los unos
sobre los otros y no puedan producir una nueva cualidad en el objeto que
puede ser el modelo de esta idea, sin embargo, la observación de esta
semejanza produce una nueva impresión en el espíritu, que es su modelo real,
pues después que hemos observado la semejanza en un número suficiente de
casos, inmediatamente sentimos una determinación del espíritu a pasar de un
objeto a su acompañante usual y a concebirlo con una luz más intensa debido
a esta relación. Esta determinación es el único efecto de la semejanza y, por
consiguiente, debe ser lo mismo que el poder o influencia, cuya idea se deriva
de la semejanza.
En el Tratado, pareciera que todo esto está más claro que en la Investigación,
porque agrega que esta determinación de la mente a pasar a su acompañamiento
habitual y a concebirlo bajo una luz más intensa, sería la creencia.
Fíjense que acá Hume no está identificado este original con la determinación,
sino con el sentimiento de la determinación; ese sentimiento de necesidad interna es
lo que funciona como original de idea de la conexión necesidad entre la causa y el
efecto.
Más adelante en el Tratado dice Hume:
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Partimos de la base de que tendemos a pensar que hay una conexión necesaria
entre las cosas en sí mismas. Hume entonces trata de buscar cuál es el origen de la
idea del poder de la causa para producir el efecto. Pero el origen de esa ideas de
poder, fuerza o conexión debe derivarse de una impresión. Sin embargo, no
encontró su origen en una impresión de sensación, ni tampoco en impresiones
internas que tengan que ver con el movimiento voluntario del cuerpo o de la vida
mental.
Finalmente encuentra que la impresión que funciona como original es la
tendencia o determinación de la mente de pasar de un elemento a otro, que es su
acompañante habitual. Pero decir esto sería sólo una manera de responder a la
cuestión, porque otra respuesta posible (que también menciona explícitamente) es
decir que la idea de conexión necesaria se deriva de una impresión de la tendencia
de la mente.
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decía que esta noción queda debilitada, ésta no parece una conexión demasiado
fuerte; porque puede suceder la causa y no el efecto; es una conexión contingente y
tiene que ver con algo que sucede en mi mente y no con las cosas mismas.
Hay un punto sobre el que me gustaría que presten atención. Fíjense que en
todos los textos que les leí Hume constantemente está diciendo que la
determinación produce un sentimiento, que ese sentimiento genera una idea, etc.
Todas estas son explicaciones causales.
Esto significa que toda la explicación acerca de cómo se origina la idea de
conexión necesaria, es una explicación causal; incluso podría decirse que la
explicación que proporciona acerca de cómo se relacionan las impresiones y las
ideas, también es causal. A su vez, la explicación de la causalidad supone esta
relación entre ideas e impresiones, entonces acá vale preguntarse si todo esto no
sería circular.
Recuerden que la respuesta de Hume para explicar el origen de la idea de la
conexión necesaria, es que ésta surge como efecto (o copia) de una impresión
interna de cierta tendencia de la mente, que es producida por la repetición. Estaría
dando una explicación causal de la causalidad.
El problema reside en que, de acuerdo con Hume, la repetición produce una
impresión nueva sobre la que se basará la idea de conexión necesaria; esta
explicación ya pareciera estar funcionando causalmente, porque hay una causa, que
es la repetición, y un efecto, que es impresión nueva. Entonces, el problema es que
estoy utilizando las conexiones causales para explicar cómo llegamos a la idea de
conexión necesaria, que es el corazón de la idea de causalidad.
Pero este problema se los dejo abierto para que lo piensen, y lo tengan en
cuenta. Lean la bibliografía y piensen si hay o no circularidad, o si encuentran alguna
forma de quebrarla.
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podría ser que los sentidos lo que nos informen de una existencia continua y distinta
de los objetos.
El problema es que precisamente de lo que no tenemos impresión es de que los
objetos sigan existiendo cuando dejamos de tener impresión de ellos. Es claro que
los sentidos nunca podrían informarnos de esta suerte de doble existencia de los
objetos. Por lo tanto, queda descartada la posibilidad de que sean los sentidos la
fuente de esta creencia en una existencia continua y distinta de los objetos
exteriores.
La segunda posibilidad que Hume tendrá en cuenta es laque considera que esta
idea se origina en la razón. En este punto Hume introduce una diferenciación entre la
creencia del hombre vulgar, que sostiene la idea de esta existencia continua y
distinta de los objetos, y la idea que de esto tendrá filosofía; que no hará más que
retomar la noción vulgar, aunque la presentará de manera más sofisticada.
El hombre vulgar tiende a confundir la percepción con el objeto. Para él, cuando
piensa en una mesa, tiende a considerar que tiene en la mente a la mesa misma, y
no sólo una percepción de la mesa. A su vez, ese hombre vulgar tiende a creer que
esa mesa sigue existiendo cuando dejó de percibirla; pero no hay nada más
irrazonable que haber confundido percepción del objeto y objeto. Además es
irrazonable creer, no obstante, que los objetos tienen existencia independiente de la
percepción que tengo de ellas. Por lo tanto, por lo menos en el terreno del hombre
vulgar, no es posible que esta creencia en una existencia continua y distinta se
origine en la razón.
Ahora, desde un punto de vista filosófico, sí se establece la diferencia entre la
percepción y el objeto de esa percepción. Pero aún trazando esta división la creencia
en una existencia independiente no podría originarse en la razón. Porque para que a
través de la razón podamos inferir esta existencia distinta y continua tendría que
realizar una inferencia causal.
Veamos esto con más detalle. Desde la filosofía se estableció la distinción entre
la percepción de la mesa y el objeto mesa en sí mismo, e imaginemos que podemos
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producir algún tipo de inferencia que nos lleve de la percepción al objeto mismo. La
inferencia sería de tipo causal, ya que el objeto provocaría la percepción; el objeto
sería la causa de la percepción que tengo de él. Pero si se trata de una inferencia
causal no podría ser una inferencia basada en la razón, porque las inferencias
causales no son demostrativas (como ya vimos anteriormente).
Esto nos permitiría, por lo menos en principio, descartar a la razón como fuente
de la creencia de la existencia continua y distinta, pero con el agravante de que no
es fácil pensar cómo podría establecerse una conexión causal entre la percepción de
la mesa y la mesa en sí misma.
Nunca podría hacer una inferencia causal de este tipo, basándome en la noción
humeana de causalidad, dado que nunca se me podrían dar juntas la percepción y el
objeto. Esto se debe a que, si hubiera una inferencia causal que fuera desde el
efecto, que es la percepción, a su causa, que es el objeto en sí mismo, en algún
momento se me tendrían que haber dado juntos la causa y el efecto. Pero el objeto
en sí, por supuesto, no se me da nunca; lo único que tengo son percepciones.
Pero además causa y efecto se me tendrían que haber dado juntos
repetidamente, para que luego, ante la percepción de la mesa, yo pudiera inferir la
existencia de la mesa en sí misma. Por otra parte, si, como dijimos, trazo una
división entre la percepción y el objeto, nunca podrán dárseme conjuntamente,
porque como dijimos lo único que yo tengo son percepciones.
Siempre tratemos de tener presente que Hume intenta ver cómo tengo la idea de
que el objeto mesa tiene una existencia que continúa, y por ende
independientemente, cuando la percepción desapareció.
Entonces, en principio, filosóficamente se distinguía entre la percepción y el
objeto: una cosa es la percepción de la mesa y otra cosa es la mesa como objeto
que existe independientemente de la percepción. Ahora ¿podría la razón informarme
de la existencia continua y distinta de un objeto, como algo diferente de las
percepciones? Diríamos que no.
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Entonces, la alternativa que nos quedaba era que esta idea fuera un producto de
la imaginación. Estábamos viendo que, en principio, este accionar de la imaginación
debiera estar fundado, de acuerdo con Hume, en alguna característica que las
impresiones presentan. Ya que (como dijimos) no son las impresiones mismas las
que dan lugar a la idea de la existencia de algo que sea independiente de ellas (dado
que eso sería un contrasentido), tenemos que buscar una característica de las
impresiones, que lleva a la imaginación a formar la idea de existencia continua.
Habíamos dicho que esa característica de las impresiones no tiene que ver con
su vivacidad, tampoco tiene que ver con su carácter involuntario, pero sí tiene que
ver con cierta constancia y coherencia. La imaginación por sí misma no llegaría a
conectar las percepciones como para formar esta idea de continuidad, si no hubiera
algo que lo desencadenara. Recuerden que cuando vimos el análisis de la
causalidad, también eran las impresiones las que desencadenaban este mecanismo
de la mente.
Hume acá está buscando distintas alternativas que expliquen cómo se origina la
idea de existencia continua de los objetos. Ahora, cuando toma una de estas
alternativas, si no le sirve para explicar lo que él quiere, la descarta.
Entonces, en principio, como hipótesis, busca si no habrá algo en las
impresiones que genere esta idea. De hecho, Hume ya había descartado que fueran
las impresiones por sí mismas las que la generan; lo cual (como vimos) sería un
contrasentido. De todas formas, podría ser que haya algo en las impresiones, que
unida a cierta tendencia de la imaginación me lleve a generar la idea. Entonces
empieza a buscar si hay algo que me lleve a producirla. Así se plantea que ese algo
no es la vivacidad, ni es el carácter involuntario con que se me presentan las
impresiones de los objetos.
Sin embargo, hay una característica de las impresiones que parecería sí tener
que ver con la formación de esta idea de una existencia continua: la constancia y la
coherencia.
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dejé de verlo. Si cada vez que viniera me encontrara con algo totalmente diferente,
probablemente no llegara a formarme esa idea.
Entonces, es cierto que la semejanza entre las percepciones juega un papel
importante en la formación de la idea de la existencia continua de algo; pero lo que
tenemos que ver ahora es cómo voy más allá de esas percepciones.
Alumna: Pero cuando decimos creo ¿no estamos en la misma situación que con
la causalidad?
Profesora: La diferencia es que ahora no estamos creyendo en la causa a partir
del efecto, o en el efecto a partir de la causa, sino que creemos en algo que nunca
se nos da en las percepciones; este es otro tipo de creencia. Evidentemente, la
creencia va a ser la misma: es cierta intensidad que se le da a una idea; pero el tema
es que surge desde algo diferente. La investigación que hace es acerca del origen.
Alumno: ¿Por qué Hume descarta la posibilidad de que haya dejado de existir?
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Cuando Hume habla de todo esto en el Tratado dice que esta idea de la
existencia continua y distinta, tiene su origen en ciertas características que tienen las
impresiones que es la constancia y la coherencia. Pero fíjense que en el Capítulo IV
del Libro Primero pone el siguiente ejemplo:
Una vez encontrado que la concepción de la existencia continua de los
cuerpos depende de la coherencia y constancia de ciertas impresiones,
procedo ahora a examinar de qué manera estas cualidades dan lugar a una
concepción tan extraordinaria (…) Me hallo ahora sentado en mi habitación con
la cara vuelta hacia el fuego, todos los objetos que impresionan mis sentidos se
encuentran en un círculo a pocas yardas en torno mío. Mi memoria de hecho
me informa de la existencia de muchos objetos, pero esta información no va
más allá de la existencia pasada de estos y ni mis sentidos ni mi memoria me
dan testimonio alguno de la continuidad del ser de esos objetos. Cuando me
hallo, pues, así sentado y me preocupo de estos pensamientos oigo un ruido
repentino, como el de una puerta girando sobre sus goznes, y un poco después
veo a un recadero que avanza hacia mí. Esto me da ocasión para muchas
reflexiones y razonamientos nuevos. Primero, yo no he observado jamás que
este ruido pudiera deberse a otra cosa que al movimiento de una puerta, de lo
que infiero que el fenómeno ahora ocurrido constituirá una contradicción con
toda la experiencia pasada, a menos que la puerta, que recuerdo situada en el
otro lado del cuarto, no existiera todavía. Además he hallado que en todos los
casos el cuerpo humano posee la cualidad que yo llamo gravedad y que le
impide elevarse por el aire, como el recadero hubiera tenido que hacerlo para
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Veamos con más detalle, cuáles son todos estos elementos que intervienen para
que lleguemos a formar esta idea de existencia continua. Hasta ahora sólo dijimos
que las impresiones se me presentaban con determinadas características y hay
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que tengo de sus estados, de sus cambios. Entonces, allí tengo la idea de unidad, la
idea de multiplicidad y la idea de duración. A partir de todo esto puedo formar la idea
de identidad.
Yo tengo un objeto que, a través de las percepciones variadas que tengo de él,
se presenta en como único; supongamos que estas percepciones son continuas, tal
y como lo considera en el primer ejemplo que da Hume en el texto. Entonces, tengo
diversidad de percepciones, pero el objeto se mantiene idéntico: le atribuyo identidad
y sigue siendo uno a través de la diversidad de percepciones semejantes que, en
este caso, serán ininterrumpidas.
Caso 1º:
A
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Caso 2º:
A1
A2
A3
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experiencia una mayor coherencia. Así, la imaginación genera esta ficción que le
confiere mayor coherencia a la experiencia.
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copian las impresiones simples; porque hay ideas complejas de la fantasía que no
copian a ninguna impresión tal como se dan.
Ante esto uno podría pensar dos cosas. La primera es que, esta misma intención
de que toda idea se derive de una impresión y que lo lleva a postular impresiones
que son simples (dado que son las ideas simples las que se derivan de ideas
simples), sólo es un supuesto con el que se está manejando, porque en ningún
momento del texto aparece nada semejante. De hecho, en el texto Hume sólo
plantea que tiene percepciones que distingue de cierta manera; aparece como un
supuesto.
Retomando el hilo. De los cuatro puntos que debían analizarse para establecer
porqué se daba la idea de existencia continua, ya vimos el problema de la identidad
y cómo juegan las relaciones de semejanza (entre las situaciones y las distintas
percepciones).
Además, analizando el tercer punto veíamos que hay una tendencia de la
imaginación a pasar por alto la incomodidad que resulta de la interrupción y la
semejanza. Porque mientras la semejanza nos hace pasar fácilmente de una
impresión a la otra como si se tratara de un caso de percepción ininterrumpida, la
interrupción generaba un conflicto que la imaginación trata de subsanar pasando por
alto la interrupción. Así pasa de una percepción a la otra como si la interrupción no
hubiera ocurrido, y le atribuye una identidad a los objetos que dejamos de percibir.
Esto genera la ficción de que el objeto siguió existiendo mientras yo no lo percibía y
le confiere a la experiencia una mayor coherencia.
Tengamos presente esta manera de resolver la situación: la imaginación
creando una ficción para conferirle coherencia a la experiencia, contingentemente.
Se trata de una ficción de la permanencia de los objetos, a pesar de que las
percepciones son diversas, variables e interrumpidas, para que la experiencia tenga
más coherencia de la que a veces tienen mis percepciones. Esto se los subrayo
pensando en la relación con Kant.
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Cuando veamos Kant, también aparecerán estas tesis de que hay algo puesto
por la mente en el objeto. En el caso de Kant no se tratará de algo que será puesto
contingentemente por la imaginación, sobre la base de la manera en que de hecho
se me da la experiencia, sino que será puesto por la mente necesariamente como
condición de posibilidad de la experiencia. Una de esas representaciones que me
permite conferirle unidad (o coherencia) a la experiencia es el concepto de sustancia.
Para Kant las cosas no son en sí mismas sustanciales, sino que yo necesito
representármelas como objetos sustanciales, para darle unidad a la experiencia;
necesito representármelas como sustratos que permanecen a través del cambio,
para que mi experiencia tenga unidad.
La diferencia es que para Kant esto no se va a dar sobre la base de cómo se me
dan de hecho las percepciones, sino que es una condición de posibilidad de la
experiencia. Necesariamente tengo que aplicar la categoría de sustancia, para que la
experiencia tenga unidad.
Fíjense el contraste entre ambos autores. Uno, Hume, me va a decir que la
imaginación crea una ficción contingentemente, sobre la base de ciertas tendencias
naturales y la forma en que se me da la experiencia de hecho, para darle coherencia
a esa experiencia. Kant, por su parte, me va a decir que eso que para Hume es una
ficción, en realidad, es un concepto que se origina en el entendimiento y que no se
deriva de la experiencia, sino que la hace posible. Esto implica que a ese concepto
debo aplicarlo necesariamente, porque sino no tendría experiencia.
Hay una resonancia humeana en Kant. Porque de alguna manera, esta ficción
de la que está hablando Hume, le da unidad a la experiencia y la hace más
coherente. La diferencia es que esto funciona como una idea que se generó a partir
de una tendencia de la imaginación, que tiene que ver con nuestra naturaleza, que
bien podría haber sido de otra manera y no se aplica necesariamente. Además se
trata de una ficción que me resulta útil, porque no podrá manejarme con las cosas si
pensara que desaparecen de la misma forma en que desaparecen las percepciones
que tengo de ellas.
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En el otro caso (en el de Kant), lo que voy a tener es un concepto a priori, que no
puedo derivar de la experiencia, porque es condición de posibilidad de la
experiencia. Para darle unidad a la experiencia le tengo que aplicar este concepto
necesariamente; pero de todas formas se trata de algo puesto por la mente. Con la
causalidad va a pasar lo mismo.
Esto respecto de este tercer elemento que era esta inclinación de la imaginación
a desfigurar todo en lo posible esta discontinuidad, para pasar por alto la
incomodidad y contradicción de las interrupciones. A partir de allí se crea esta ficción
de la existencia continua: la idea de que el objeto sigue existiendo cuando no lo
estoy percibiendo.
El cuarto elemento que debíamos analizar era el porqué esta idea de una
existencia continua adquiere tanta fuerza. La fuerza la adquiere sobre la base del
hábito (otra vez aparece este tema recurrente en Hume). Estamos habituados a
tener percepciones ininterrumpidas y semejantes de los objetos, y esto nos lleva
habitualmente a generar este tipo de ideas. Es el hábito el que le da fuerza a esta
idea de existencia continua.
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no los percibamos. Esto quiere decir que la idea de una existencia distinta se genera
a partir de la idea de una existencia continua.
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Ahora, lo primero que salta como problema, cuando uno tiene una concepción
del Yo de este tipo, que es la de un Yo desustancializado sin nada que permanezca,
es: ¿qué es lo que le da unidad a ese haz?
Ordenemos un poco todo esto. Hume dice que no tiene impresión del Yo, y que
el Yo no es más que el haz mismo; sin embargo, la imaginación genera la ficción de
un Yo idéntico. Entonces, él va a tratar de buscar la explicación de cómo se origina
esta idea, trazando un paralelismo con los argumentos que utilizó respecto de los
objetos exteriores.
Seguramente esta idea de que soy la misma a lo largo de toda mi experiencia,
tendrá que ver con una necesidad de manejarme con el mundo, pero otra vez será la
imaginación la que genera esta idea de un Yo que permanece. Esta ficción se
genera (otra vez) por medio de los principios de asociación; sobre todo en las
relaciones de semejanza y causa y efecto (desestimando las relaciones de
contigüidad espacio temporal)
Hume dice que ante todo él tiene memoria de su experiencia pasada y esto le
permite encontrar relaciones de semejanza a lo largo de esta secuencia de
percepciones. Serán estas relaciones de semejanza las que le permiten que la
imaginación transite fácilmente de una percepción a la otra, generando el haz,
dándole unidad.
Ahora, la identidad, no se genera solamente a partir de esta relaciones de
semejanza, sino también que entre mis percepciones hay relaciones de causa y
efecto; de manera que con esto yo puedo extender mi identidad, más allá de la
memoria. Es decir, todo esto lo hace sobre la base de las relaciones de semejanza
que existe dentro del haz de percepciones y sobre la base de las conexiones
causales entre mis percepciones (las impresiones generan ideas, esas ideas
generan sensaciones).
Hay relaciones causales y de semejanza entre las percepciones; esto es lo que
me permite pasar fácilmente de unas a otras y generar la ficción de un Yo que
continúa existiendo a lo largo de esta secuencia. Pero, en realidad, no hay otra cosa,
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Cod. 50
Filosofía
Moderna
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que crea la imaginación, y otra vez se trata de una creencia que no tiene un
fundamento racional. Esta creencia que se da en el pensamiento vulgar, es lo que
está a la base de la noción filosófica de sustancia.
Por último, en tercer lugar, respecto del Yo se da también una
desustancialización y, otra vez, aparece la idea de que el Yo como sustrato es
meramente una ficción que crea la imaginación; lo que tenemos sólo es el haz de
percepciones. Nuevamente, no hay un fundamento racional para atribuirle
sustancialidad al Yo.
Si tomamos la última sección de la Investigación, la conclusión del análisis de
estos tres problemas sería que, si bien Hume no adopta una posición decididamente
escéptica, sí sostiene un escepticismo moderado que nos lleva a tomar conciencia
de los límites de nuestras facultades para conocer. Esta es la función del
escepticismo que Hume adopta.
Hume explícitamente adopta esta postura y no se reconoce como escéptico,
sino que considera que el resultado de su análisis es una toma de distancia respecto
de las pretensiones que tenía el racionalismo de hacer metafísica y de conocer a
través de la razón. Sin embargo, si tomamos en cuenta los resultados del análisis
que hace Hume, podemos ver que, en principio, la disciplina que aparece
fuertemente cuestionada es la metafísica. Esto se debe a que, por el mismo principio
del cual él está partiendo, de que toda idea se deriva en última instancia de
impresiones simples, ya no habría posibilidad de conocimiento metafísico.
De todas formas, uno podría pensar que estas conclusiones humeanas nos
llevan también a cuestionar la posibilidad de las ciencias empíricas. Esto se debe a
que, si la noción de causalidad está debilitada y la relación necesaria entre la causa
y el efecto queda finalmente reducida a una necesidad subjetiva impuesta por la
mente, uno podría llegar a pensar que la posición humeana conduce al escepticismo
no solamente respecto del conocimiento metafísico, sino también respecto a la
posibilidad de la ciencia.
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Kant escribe la Crítica de la razón pura siendo ya muy grande (sobre todo
para esa época), a los 60 años; es una edad muy avanzada para escribir la gran
obra, a partir de la cual comienza su etapa crítica y lo que se considera su
pensamiento. Las obras anteriores serán consideradas como obras precríticas, en
las cuales va sostener ideas que no son necesariamente las que va a sostener
después en la Crítica. Sin embargo, esta obra de escritura tardía es el resultado de
un largo proceso.
La formación más temprana de Kant, es racionalista. En las universidades
alemanas lo que se enseñaba era la metafísica leibniciana trasformada, reformulada
y sistematizada por Wolf, que había sido el discípulo de Leibniz. Lo que hace Wolf es
darle sistematicidad al pensamiento leibniciano, que no lo tenía. Esta metafísica
leibniziana-wolfiana es lo que recibe como formación juvenil Kant. Pero, también,
muy tempranamente, recibe la influencia de la teoría newtoniana.
Estas dos influencias que recibe en su formación son incompatibles entre sí y
gran parte del itinerario que Kant va siguiendo en su período precrítico se relaciona
con el intento de conciliar esa doble formación.
En este sentido, teniendo en cuenta su formación racionalista, Kant va a
considerar que la física tiene que tener un fundamento metafísico, pero la metafísica
de que dispone (la leibniziano-wolfiana) no le permite fundamentar la física
newtoniana. El problema es que allí entran en conflicto dos líneas de pensamiento.
Si recuerdan lo que vimos de Leibniz, habíamos señalado que para él lo real
es un universo monádico; donde mónada es el nombre final que se le da a la
sustancia. Estas sustancias, o mónadas, son simples y no interactúan entre sí. En
cambio, el universo newtoniano está formado por sustancias que interactúan entre sí
por la gravitación universal. Ahí mismo ya vemos una contraposición entre ambos
pensamientos.
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extensas e infinitamente divisibles. Por lo tanto, si esto es así, estas cosas no van a
estar constituidas por sustancias simples como unidades últimas. La concepción
newtoniana del espacio va a entrar en conflicto con la concepción metafísica de que
lo real está constituido por sustancias simples.
Las dos posiciones, tanto la leibniciana como la newtoniana, acarrean
problemas y, a lo largo del período precrítico, Kant va adoptando en los distintos
escritos posiciones más cercanas a una o a otra línea de pensamiento. Además
encontramos una constante preocupación kantiana por la posibilidad de la
metafísica; en algunos textos se declara enamorado de la metafísica, pero al mismo
tiempo, en otros escritos aparece cuestionada.
Las dos ediciones de la Crítica de la razón pura se publican, la primera de 1781
y la segunda de 1787, y allí se inaugura lo que se conoce como la etapa crítica.
Sin embargo, antes de elaborar la Crítica, en el año 1770, Kant escribe una
disertación para ser habilitado como docente en la Universidad de Königsberg, y allí
comienzan a aparecer elementos propiamente críticos. Si bien no coincide
totalmente con la postura que va a adoptar en la Crítica de la razón pura, hay
algunas tesis decididamente críticas. Por eso esta disertación es el antecedente más
importante que encontramos en el período precrítico respecto a la teoría que va a
desarrollar después.
Esta obra de 1770 va a mostrar, por un lado, una fuerte influencia de Leibniz,
pero no ya relacionada con la formación temprana que había recibido Kant, sino con
la publicación póstuma de los Nuevos ensayos del entendimiento humano de
Leibniz.
En esta obra de 1770, que se llama “Sobre los principios del mundo sensible y
del mundo inteligible”, aparece una distinción entre el mundo inteligible y el mundo
fenoménico sensible. Esto nos recuerda la posición leibniziana, donde hay un mundo
monádico, que es lo real, que podía ser conocido a través del intelecto, y por otro
lado, un mundo fenoménico sensible. Dentro de la posición leibniciana se puede
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº10 Apuntes Sim 8
considerar que ambos universos son en realidad el mismo, sólo que el fenoménico
es confusamente percibido.
Cuando vimos a Leibniz dijimos que allí aparecía la idea de que la distinción
entre el conocimiento intelectual y el conocimiento sensible es una diferencia
meramente de grados. Esta distinción tiene que ser de grado porque si las mónadas
no tienen ventanas, es decir, si no hay interacción entre las mónadas, todas las
percepciones tanto las sensibles como las intelectuales (para utilizar terminología
leibniciana), se tienen que originar en la mónada misma. Por lo tanto, no va a poder
haber entre en conocimiento intelectual y el sensible una diferencia respecto del
origen, porque todas las percepciones surgen de la mónada espontáneamente.
Decíamos entonces que en esta disertación de 1770 aparecen algunos
elementos leibnizianos en Kant, que tienen que ver con esta lectura que hace de los
Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano unos años antes. Allí aparece la
distinción entre un mundo inteligible, que es conocido por el entendimiento, al que se
le atribuye un uso lógico relacionado con el establecimiento de relaciones de
conceptos basadas en el principio de no contradicción.
Además, al entendimiento se le atribuye un uso real; es decir, el entendimiento,
a través de ciertos conceptos que se originan en él mismo, puede acceder al orden
de lo real, independientemente de la sensibilidad. Por tanto, hay conocimiento de lo
que las cosas son en sí mismas, hay conocimiento de lo que Kant va a llamar el
orden de lo nouménico, contrapuesto al de lo fenoménico.
Esto último es algo que después, en la Crítica, no va a aparecer. Tengamos en
cuenta que esto que aparece en la disertación tendrá que ver con la influencia
leibniziana. Todavía en esta época Kant piensa que podemos conocer las cosas tal
como son en sí mismas y que el entendimiento tiene esta capacidad de acceder a un
orden que va más allá de lo fenoménico. El entendimiento haría esto a través de
ciertos conceptos que se originan en el entendimiento mismo.
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sensible. Además, hay algo en común con el racionalismo leibniziano, que es la idea
de que el entendimiento puede acceder a este orden inteligible; el entendimiento
tiene un uso real.
Junto a este mundo inteligible tenemos un mundo fenoménico sensible. Acá es
donde aparece la novedad que lo aleja de Leibniz. La idea es que el espacio y el
tiempo son ideales, pero son formas de nuestra sensibilidad, son subjetivos,
preceden a ese orden fenoménico y lo posibilitan. Estas formas son condiciones de
posibilidad del aparecer de lo fenoménico, porque son la manera que nosotros
tenemos de representarnos los fenómenos. Esta es una tesis netamente crítica, que
aparecerá nuevamente en la Crítica de la razón pura.
En esta disertación de 1770 hay otra tesis que lo aleja de Leibniz y también es
crítica: la sensibilidad y el entendimiento son facultades radicalmente heterogéneas y
no se trata de una mera diferencia de grado de distinción entre las representaciones
que son intelectuales y las representaciones que son sensibles. La diferencia entre
ambas es, de acuerdo con esta tesis kantiana, una diferencia de origen.
Las representaciones sensibles se originan en cierta afección que no proviene
de uno mismo. Las representaciones intelectuales no se diferencian meramente de
las representaciones sensibles por su mayor grado de distinción.
Allí muestra Kant que el conocimiento matemático o la geometría, por ejemplo,
que están relacionados con el espacio, tienen un alto grado de claridad y distinción, y
que en cambio, la metafísica, que tendría que ver con este conocimiento intelectual,
muchas veces es oscura. Esto significa que la diferencia entre una facultad y otra no
tiene que ver con una diferencia de grados, sino que son facultades radicalmente
heterogéneas.
Al establecer los principios del mundo inteligible y del mundo sensible, lo que va
a tratar de hacer Kant es evitar que haya una contaminación de un orden por el otro.
Esto es, si decimos que el tiempo es una forma de nuestra sensibilidad, podemos
hablar de condiciones o determinaciones temporales solamente respecto de lo
fenoménico, y no va a tener sentido, por ejemplo, preguntarnos por el momento en
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que Dios creó el mundo. Tampoco podemos preguntarnos qué lugar ocupa el alma
dentro del cuerpo. Esto se debe a que no podemos trasladar la temporalidad, que es
algo propio de lo fenoménico, a la metafísica.
Entonces, estableciendo así la distinción entre estos dos mundos, y los
principios que fundan estos dos mundos, y las facultades a través de las cuales
accedemos a ellos, evitamos la contaminación de un mundo por otro y mantenemos
a la metafísica dentro de sus límites.
Sin embargo, entre esta obra de 1770 y la Crítica de la razón pura, que es de
1781, hay una década llamada la década silenciosa de Kant.
El impacto de esta disertación de 1770 fue muy fuerte y, a partir de su
publicación, la comunidad académica esperaba que Kant siguiera desarrollando
estas ideas novedosas. En varias cartas, Kant dice que está escribiendo una obra en
la que va a desarrollar las tesis que aparecen en la disertación, anunciando que va a
aparecer en poco tiempo. Este poco tiempo termina siendo una década.
También a través de la correspondencia sabemos que uno de los problemas que
para Kant no había quedado resuelto en su disertación, es el de la correspondencia
entre los conceptos que se originan en el entendimiento y el orden de lo real. No
queda resuelta la cuestión de qué objetividad tienen estos conceptos que se originan
en el entendimiento, y que me aseguraría que esos conceptos me permiten conocer
el orden de lo real.
Porque en la disertación sí queda resuelto que los fenómenos son
espaciotemporales porque yo no me los puedo representar de otra manera. Ahí sí
queda resuelta la relación entre mi manera de representarme las cosas y ciertas
características que las cosas tienen, no en sí mismas, sino en cuanto fenómenos.
Entonces, este problema de la correspondencia entre esos conceptos que se
originan en el entendimiento y el orden de lo real, es el problema que intenta resolver
durante los diez años que median entre ambas obras, hasta que finalmente en la
Crítica de la razón pura propone una teoría del conocimiento en la cual van a
aparecer modificadas las nociones de sujeto y objeto.
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subjetivo, pero va a ser que es objetivo a la vez, porque se trata de una subjetividad
que funda la objetividad y es condición de posibilidad de la objetividad.
En el Prefacio a la segunda edición (que tenía que leer para hoy) el tema
aparece planteado como el problema es la posibilidad de la metafísica; uno podría
pensar que todo el texto es una respuesta a este problema.
Allí Kant plantea que, tal como está planteada la cuestión hasta ahora, no es
posible, porque la metafísica no ha entrado en el seguro camino de la ciencia, tal
como lo han hecho otras disciplinas. Ahora, de las ciencias que sí han entrado en un
seguro camino menciona tres: la lógica, la matemática y la física.
La lógica parece cerrada desde los tiempos de Aristóteles. Respecto de la
matemática y de la física lo que parece haberlas hecho entrar en un camino
propiamente científico es que se dieron cuenta de que, cuando conocemos, el sujeto
tiene un rol activo.
De acuerdo con este texto de Kant el físico no se limita sólo a observar, sino que
se adelanta a la naturaleza con sus principios y la obliga a responder. La idea es que
el físico no toma el rol de discípulo que escucha a un maestro, sino el del juez que
interroga a los testigos. Así, el sujeto asume un rol activo frente al objeto, y
finalmente conoce a priori eso que el sujeto mismo ha puesto en el objeto. Dice Kant
que algo parecido a lo que sucedió con estas otras ciencias es lo que debe
ensayarse en metafísica.
Aparece entonces en este Prefacio a la segunda edición lo que habitualmente se
conoce como el giro copernicano. Lo que está proponiendo en filosofía una
revolución semejante a la que Copérnico realizó en el campo de la astronomía.
Y dice en el Prefacio:
Hasta ahora se admitía que todo nuestro conocimiento tenía que regirse
por los objetos; pero todos los ensayos, para decidir a priori algo sobre estos,
mediante conceptos, por donde sería extendido nuestro conocimiento,
aniquilábanse en esa suposición.
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Analizar este fragmento donde aparece este giro copernicano, que resume todo
lo que después va a desarrollar en la Crítica de la razón pura.
Tengamos en cuenta que Kant se está preguntando por la posibilidad de la
metafísica, lo cual significa preguntarse hasta qué punto la razón puede determinar a
priori los objetos, que es lo que la metafísica hace. Todo esto supone la necesidad
de investigar la razón misma en este uso puro; por eso el título de la obra es la
Crítica de la razón pura.
Lo que va a hacer Kant a lo largo de la obra es investigar lo que hace la razón en
su uso puro y tratará de establecer cuáles son sus límites cuando pretende conocer
a priori. Esto es lo que le va a permitir dar una respuesta al problema de la
metafísica, y si es posible como ciencia, o no lo es.
Es por eso que Kant dice que, si comparamos la metafísica con otras ciencias, la
metafísica históricamente aparece como un mero tanteo, con una serie de tropiezos,
de sistemas que se contraponen unos a otros, etc. En cambio, si tomamos como
ejemplo ciencias como la física, la lógica y la matemática, todas parecen seguir un
camino más riguroso.
Entonces, lo que propone Kant, advirtiendo que lo que se ha modificado en estas
ciencias es la manera de concebir el papel del sujeto, será repensar la relación
sujeto-objeto; y es la propuesta de base de este giro copernicano. Porque
repensando esta relación puede tratar de resolverse el problema de la metafísica.
Tomando en cuenta el fragmento que acabamos de leer, la primera posibilidad
que está tomando en consideración es que nuestros conocimientos están regulados
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº10 Apuntes Sim 15
por los objetos; que lo determinante es el objeto. Esta posibilidad está asociada con
los fracasos de la metafísica.
Esta primera posibilidad plantea que Nuestros conocimientos deben regularse
por los objetos (y tengamos presente que esta posibilidad va a ser la que está
asociada con los fracasos de la metafísica).
Acá está proponiendo la posibilidad inversa: que el sujeto sea determinante y los
objetos sean los que se regulan por nuestro conocimiento.
Esta segunda posibilidad Kant la asocia con algún tipo de justificación de que
pueda haber conocimiento a priori y plantea: Los objetos son regulados por nuestros
conocimientos.
Entonces veamos las diferentes posibilidades de relación cognitiva sujeto-objeto:
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Kant dice que esta determinación del objeto está asociada con los fracasos de la
metafísica. Si el objeto me determina, la metafísica fracasa. Hasta ahora se supuso
que el objeto era lo determinante, y cuando se pretendió hacer metafísica se fracasó.
La explicación de por qué se dio esto dejémosla para más adelante.
Pensemos entonces qué pasaría si el sujeto fuera determinante respecto del
objeto, si nuestros conocimientos o algunas representaciones que nosotros tenemos
fueran determinantes respecto del objeto.
En principio, tenemos una inversión en la relación sujeto-objeto. Esta segunda
posibilidad supone un sujeto que determina al objeto al conocerlo, que lo hace ser lo
que es. Así como en el caso de Copérnico el movimiento del sol tiene que ver con
algo que el observador está haciendo (que es moverse), podría suceder que los
objetos se nos presentan con ciertas características, no porque las tienen en sí
mismos, sino porque nosotros al conocerlos no podemos representárnoslos de otra
manera. De esta manera condicionaríamos la manera de ser del objeto. La idea es
que el objeto adquiere cierta propiedad en el acto mismo de conocerlo, porque el
sujeto lo está determinando.
Ahora, tengan en cuenta que estas dos posibilidades Kant no las presenta como
mutuamente excluyentes, sino que va a tratar de complementar la primera con la
segunda, sin abandonarla.
Pensemos un ejemplo para esta primera posibilidad; es decir, un ejemplo en el
cual lo determinante sea el objeto.
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Entonces todo lo que tenga que ver con aspectos materiales de la experiencia,
para Kant, va a relacionarse con esta primera posibilidad. El contenido de la
experiencia no va a poder ser conocido a priori, sino que será el objeto el que me
determinará.
Esta primera posibilidad fue la única que se tuvo en cuenta hasta ahora, y que
no va a ser la novedad que Kant propone. De todas formas no va a desechar esta
primera posibilidad, sino que la va incluirla de alguna manera en la teoría del
conocimiento. Porque, de acuerdo con Kant, el sujeto cognoscente es finito, y por
esa finitud los objetos me tienen que ser dados para que yo pueda conocer, eso no
depende de mí.
Esto hay que tenerlo en cuenta, porque que el sujeto sea determinante respecto
del objeto no quiere decir que el objeto sea una creación del sujeto. El objeto me
tiene que ser dado, los aspectos materiales de la experiencia no dependen de mí y
no los puedo conocer a priori. Siempre cuando el sujeto es finito tiene que haber una
afección que haga que el objeto se me aparezca.
Si pensamos en la primera posibilidad tenemos este aspecto determinante del
objeto: los aspectos materiales de la experiencia y un conocimiento que sólo puede
darse a posteriori. A partir del conocimiento que tengamos de las características del
objeto voy a poder formar conceptos basados en la experiencia.
El conocimiento directo que tengo, por ejemplo, del fuego cuando lo toco y me
quemo, va a ser una intuición. Para Kant las intuiciones son un tipo de conocimiento
que me pone en contacto inmediato con el objeto. Ahora, como el objeto me está
determinando, se me va a aparecer con ciertas características, como ser que brilla,
que es rojo, que me quema, etc. A partir de esa intuición empírica voy a poder
formar, por abstracción, conceptos empíricos derivados de la experiencia.
Sin embargo, la novedad de Kant va a estar planteada en la segunda posibilidad,
que propone que sea el sujeto el determinante, y que el objeto esté determinado por
nuestros conocimientos. Respecto de cualquier objeto, entonces, lo que podría saber
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Alumna: Pero establecer que el fuego quema, también tiene que ver con mi
sensibilidad y es subjetivo.
Profesora: Sí, una constante de la filosofía moderna es la idea de que hay
ciertas cualidades sensibles que son subjetivas. Estas cualidades como los colores,
las sensaciones térmicas, los olores, etc. son subjetivas, porque tienen que ver con
que una afección es recibida por nuestro aparato sensorial; en este sentido va a
estar condicionado por nosotros mismos. Pero estas cualidades no van a ser
subjetivas universalmente, sino en el sentido débil de la subjetividad: yo siento algo
caliente, mientras que otra persona lo siente tibio.
Ahora bien, estos aspectos materiales de la experiencia en los que el objeto
resulta determinante, en parte, dependen de mí y en la forma cómo yo recibo esa
afección; porque el color no es una cualidad que la tenga en sí misma la mesa. Pero
en estos casos el objeto es determinante en el sentido que yo no puedo saber a
priori cuál es color de la mesa (si es crema o roja). En este caso, lo que hago es
traducir esa determinación del objeto, pero el objeto me está determinando.
En cambio, cuando digo que la mesa es espacial, esa determinación que el
sujeto lleva a cabo sobre el objeto supone, que en tanto forma de la sensibilidad
todos los objetos van a tener esta característica. Por lo tanto, universal y
necesariamente todos los objetos exteriores tendrán que ser espaciales; esta
determinación del sujeto supone una propiedad universal y necesaria en los objetos
(cosa que no sucede con los colores, olores, etc., que son subjetivos en un sentido
más débil).
La espaciotemporalidad de los objetos es subjetiva también, pero se relaciona
con esta subjetividad que es determinante del objeto; esta subjetividad que de
alguna manera condiciona, fundamenta, constituye (usando la palabra técnica que
corresponde) el objeto. No lo crea al objeto, porque dada la finitud del sujeto el objeto
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se le tiene que aparece, pero sí lo constituye. Esto significa que, al conocer, estamos
modificando eso que se nos aparece, y hay ciertas propiedades que tiene el objeto
relacionadas con algo que está haciendo el sujeto, que es conocerlo.
Entonces ya tenemos dos ejemplos de cómo el sujeto determina al sujeto: el
objeto es espacial porque el sujeto lo está determinando dado que no puede
representárselo de otra manera; y el objeto es temporal porque no se le puede
aparecer más que bajo la forma de la temporalidad.
Este giro copernicano no sólo supone una modificación en la noción de
subjetividad, sino también, correlativamente, una modificación en la noción de
objetividad. Si el sujeto es determinante va a haber ciertas características que
presente el objeto que van a ser subjetivas, pero no por eso van a dejar de ser
objetivas. Porque yo no puedo representarme los objetos más que de esa manera,
por lo tanto, esa subjetividad traza el horizonte de la objetividad y lo que la cosa es
en sí misma se me escapa definitivamente.
La manera que encuentra Kant de salvar la objetividad del conocimiento va a ser
cambiar la noción de sujeto y cambiar la noción de objeto. Esto significa que el
objeto no es la cosa en sí, sino más bien algo constituido por el sujeto y
condicionado por el objeto. El sujeto constituye la cosa en sí, porque la cosa en sí es
incognoscible; lo que yo constituyo es el fenómeno.
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Alumno: ¿El objeto siempre tiene que se material? ¿qué pasaría por ejemplo en
el caso de los ángeles o cosas semejantes?
Profesora: Los objetos exteriores son materiales, pero el yo, como objeto del
sentido interno, no es material. En el caso de los ángeles se trata de entes
suprasensibles que no serían objetos. Porque Kant va a identificar lo objetivo con lo
fenoménico; lo único cognoscible es lo que se nos muestra. Si lo que me pone en
contacto con el objeto es la sensibilidad, y si todo conocimiento supone esa
mediación de la sensibilidad, el sujeto suprasensible es incognoscible. Por eso
mismo no voy a poder hacer metafísica en el sentido tradicional, porque no tengo
una facultad que me haga aparecer al alma o a Dios.
Hay un problema en relación a esto y es que de alguna manera tengo que
suponer a la cosa en sí. Si tengo un sujeto finito, cuya finitud implica que el objeto de
conocimiento me tiene que ser dado, tiene que haber una afección a partir de la cual
se va a dar ese contenido de la sensibilidad. El problema es ahora ¿a quién le
atribuyo esa afección?
Si le atribuyo la afección al objeto mismo, lo que desencadena la experiencia
sería algo que ya es parte de la experiencia, que es el objeto fenoménico. En
cambio, si la afección que desencadena la experiencia y permite el aparecer del
objeto no es el objeto mismo, lo que me afecte tendrá que ser la cosa en sí. Tendrá
que haber una afección que no sé exactamente de dónde viene, y que no tendría
más posibilidades de atribuírsela a las cosas mismas.
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La cosa en sí sería lo que está por detrás del fenómeno, lo cual, dicho de una
manera metafórica significaría que el fenómeno es la cosa en sí apareciendo, y lo
que puedo conocer es lo que se aparece.
De esta forma el conocimiento no deja de ser objetivo, sino que queda justificada
su objetividad en el cambio de la noción de objeto. Así, no solo se está invirtiendo el
papel del sujeto y del objeto sino que, al producirse esta inversión no caigo en el
escepticismo. Porque si el sujeto es determinante y condiciona el objeto (lo
constituye al conocerlo), lo que tenemos es una subjetividad fundante de la
objetividad, no una subjetividad contrapuesta a la objetividad. La objetividad del
conocimiento no se pierde, sino que esta salvada precisamente a través de una
nueva noción de objeto.
Ahora, en cuanto al objeto, no se trata de la cosa en sí, sino que es el fenómeno
constituido por el sujeto, de una manera universal y necesaria. Por eso se genera un
horizonte de objetividad que es el mismo para todos; allí sí tiene sentido que el
conocimiento siga avanzando dentro del terreno de lo fenoménico.
Paramos un rato y volvemos después de una pausa.
[RECESO]
Profesora: Antes de volver al tema con el que nos quedamos, aprovecho para
avisarles que probablemente el parcial sea para la última semana de junio. Los
temas que van a entrar son Hume y Kant, tanto la parte de prácticos como la de
teóricos.
Les repito la cuestión de las traducciones para la Crítica de la Razón Pura,
porque, por las preguntas que me hicieron, parece que no quedó del todo claro.
Las traducciones al español que tienen de la Crítica son varias, la más
recomendable es la traducción de Caimi, de editorial Colihue. Después tienen la
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traducciones), Ribas tiene una manera de traducir por la cual, a veces, por
cuestiones de estilo, termina distorsionando el sentido de las frases.
Si leen francés hay una traducción muy buena que es la de Tremesaygues-
Pacaud, que tiene la desventaja de no tener la numeración original de las páginas.
De todas formas la traducción es excelente.
Ahora, si leen inglés hay una traducción muy buena (que pueden encontrar en el
Instituto), pero que es un poco libre, porque el traductor interpreta bastante cuando
traduce, y es la traducción de Kemp Smith. Ésta es una buena traducción que
además tiene la numeración en las páginas.
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inclusive. Entonces, por lo menos tendrían que leer el comentario a todo esa parte
del texto.
De todas formas les repito que sería bueno que lean también la parte que
corresponde a la filosofía precrítica y a la parte de la ‘Doctrina trascendental’ y la
‘Dialéctica trascendental’, que es muy probable que no lleguemos a ver. De hecho la
Dialéctica les va a servir para entender la parte de la filosofía práctica kantiana que
no vamos a ver aquí. Allí se ve cómo se conecta la parte de filosofía teórica con la
parte práctica.
En cuanto a Paton, se trata del libro de un comentarista clásico de Kant y el que
les mencioné es un libro excelente. No sé qué tipo de dificultades puedan tener con
el idioma, pero el texto es sumamente claro y completo. Respecto al libro de Allison,
sin bien es muy bueno, se trata más bien de una interpretación, donde va siguiendo
al texto, pero para proponer lecturas más personales. Esto marca una diferencia
entre el texto de Allison y los de Torreti o Paton, que son más didácticos (desde el
punto de vista didáctico conviene que empiecen por estos dos últimos).
Las referencias completas de todos estos textos que les mencioné las tienen en
el programa de la materia.
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Esto quiere decir que Kant no va a descartar que los objetos nos determinan, ya que
el sujeto, es un sujeto finito, al que los objetos se le tienen que aparecer.
Por tanto, parte de las características con las cuales se presenta ese objeto, no
van a poder ser anticipadas a priori y no van a tener que ver con ese rol
determinante del sujeto. En este sentido, todo lo que tenga que ver con el contenido
material de la experiencia, va a ser a posteriori y va a tener que ver con el papel
determinante de los objetos.
Alumna: El hecho de que el sujeto sea finito ¿por qué implica que le tiene que
ser dado el objeto?
Profesora: Porque la limitación es esa: el sujeto no crea al objeto, en su actividad
de conocerlo, sino que para conocerlo el límite consiste en que se le tiene que
aparece, le tiene que ser dado. La finitud tiene que ver con que se requiere una
afección que proviene no se sabe de dónde y que hace que el objeto aparezca;
recién ahí voy a poder conocerlo, pero no es una creación. Si bien el sujeto es activo
y constituye al objeto, lo que constituye es algo que le es dado. No lo crea con su
propia actividad de conocer.
Todavía no llegamos a ver lo que hace el entendimiento para Kant, pero la finitud
del entendimiento humano radica en que conoce siempre por mediación de la
sensibilidad, que lo pone en contacto con el objeto. En contraposición con un
presunto entendimiento divino (que no sabemos exactamente cómo sería) donde
con su propia actividad crea al objeto, el entendimiento humano necesita que el
objeto le sea dado a través de la sensibilidad por su finitud. Nuestra finitud como
sujetos cognoscentes radica en eso.
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tendrá que ver con que el sujeto va a estar también determinado por el objeto. En la
medida en que el objeto sea determinante no vamos a poder conocerlo a priori. El
contenido de la experiencia vamos a conocerlo empíricamente, es decir, a posteriori.
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representar de otra forma. Por lo tanto, universal y necesariamente, los objetos van a
tener estas características, que se relacionan con la forma de mi sensibilidad.
En el caso de que se traten de objetos exteriores van a estar en el espacio, y en
el tiempo por ser objetos representados. En el caso del yo, que es el objeto del
sentido interno, va a estar en el tiempo y no en el espacio. Ese yo se me va a
aparecer como un fluir de estados internos. En esto encontramos alguna resonancia
humeana, pero planteada de una manera más compleja.
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Esta actividad de síntesis es la que permite que el objeto se constituya como tal.
Es una actividad por la cual esta multiplicidad que la sensibilidad deja aparecer
queda reunida en la unidad del objeto. Pero esto lo hace el entendimiento.
Esto quiere decir que si bien el espacio y el tiempo son condiciones de
posibilidad de la experiencia y de la objetividad, en el sentido de que permiten el
aparecer del objeto, esta actividad del entendimiento y sus conceptos van a hacer
posible la objetividad del objeto porque le van a dar unidad. Si yo tuviera sólo
sensibilidad tendría más bien un caos de sensaciones y no un objeto.
De todas formas es muy difícil representarnos cómo sería el contenido de la
sensibilidad aisladamente, ya que en la experiencia se nos da todo junto, y el
aislamiento es producto del análisis. Desde el momento en que se me da bajo la
forma del espacio y el tiempo sería múltiple, pero no podemos saber qué sería este
múltiple sin unidad (ni siquiera podríamos hablar de un múltiple).
Entonces, para que haya experiencia lo que se da es una relación
complementaria de las dos facultades: una, poniéndome en contacto con el objeto y
aportándome el contenido del conocimiento, más ciertas formas propias de la
sensibilidad; y otra, confiriéndole unidad a esa multiplicidad que ofrece la
sensibilidad, unificando lo múltiple y constituyéndolo propiamente como un objeto.
El conocimiento, entonces, supone las dos facultades cada una aportando lo
suyo y complementándose mutuamente.
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sino que tiene que explicar la relación entre el concepto y el orden de lo real de otra
manera.
Finalmente va a explicar la relación concepto-orden real diciendo que, no sólo el
espacio y el tiempo son condiciones de posibilidad de la objetividad, en tanto dejan
aparecer el objeto, sino que estos conceptos que se originan en el entendimiento
también van a ser condiciones de posibilidad de la objetividad. Porque si yo no aplico
estos conceptos, ese múltiple que me presenta la sensibilidad no tiene unidad. Para
que el múltiple que la sensibilidad me presenta cuando tengo una intuición empírica
de algo, para que sea un objeto, lo tengo que pensar (y estamos en un orden
diferente del de la sensibilidad) como algo con propiedades; esa es una manera de
darle unidad.
La sustancia sería algo impuesto por el entendimiento al objeto, y este concepto
de sustancia no tiene legitimidad cuando yo pretendo aplicarlo al orden de lo
nouménico.
Si la justificación de la aplicación de este concepto al objeto tiene que ver con
que esa misma aplicación es condición de posibilidad del objeto, cuando pretendo
aplicarlo más allá del límite de la experiencia y aplicarlo a la cosa en sí, pierdo esa
legitimidad.
Yo no se porqué una representación que surge en mi entendimiento tendría que
concordar con la manera de ser de las cosas en sí mismas; no tengo manera de
establecer esa concordancia. Sí puedo establecer la concordancia si pienso que el
objeto no es la cosa en sí, sino un objeto constituido por el sujeto, y que entre las
condiciones que hacen posible esa constitución, está la aplicación de estos
conceptos, que son los que me permiten darle unidad a lo que la sensibilidad me
muestra. Una manera de darle unidad, es pensar ese múltiple como algo con
propiedades, por ejemplo.
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Alumno: Yo sé que Kant es más complejo y desarrolla mejor algunas ideas, pero
en ambos hay necesidades de la mente proyectadas a los objetos, no entiendo cuál
sería la diferencia.
Profesora: Una diferencia es que en Hume esta necesidad es meramente
subjetiva; es decir, es una subjetividad débil, no fundante. Además, Hume está
dando una explicación basada en la experiencia; da cuenta de condiciones de
posibilidad de la experiencia, pero lo hace empíricamente. Esta última es una
diferencia muy importante. Precisamente porque da una explicación empírica de la
experiencia es que termina enredado en ciertas dificultades.
En cambio, la explicación que está dando Kant no va a ser empírica, sino que las
condiciones de posibilidad de la experiencia van a ser a priori. En este sentido, Kant
está en otro nivel de análisis, que es el trascendental. Al despegarse del naturalismo
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A partir de todo esto uno podría plantearse que si ese yo no es sustancial, podría
no ser un objeto en sentido estricto. Tal vez la teoría esta pensada para dar cuenta
del mundo físico, teniendo en cuenta la cuestión de la justificación de la física
newtoniana, pero cuando uno trata de pasarla la ámbito de lo psíquico empieza a
hacer agua.
Pero este tema requiere más conocimiento para que nos metamos en él. Lo
importante es que sepan que el yo fenoménico está desustancializado, y el yo
trascendental (que veremos más adelante), que es el que funda la posibilidad de
conocimiento, tampoco es una sustancia, porque no es un objeto y no puedo
aplicarle las categorías. Obviamente del yo en sí no lo sabemos, porque sería aplicar
la categoría de sustancia al terreno de lo suprasensible.
Tenemos entonces un yo desustancializado por razones más complejas que las
de Hume, aunque algunas son parecidas.
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Alumno: (Inaudible)
Profesora: Esa es una de las críticas que se le hace, porque él va a derivar las
categorías de la tabla de los juicios que establece la lógica. Porque los juicios son los
distintos tipos de enlace que realiza el entendimiento, y como estamos diciendo que
el entendimiento opera enlaces para hacer posible la experiencia, la deriva de allí.
Nuestra sensibilidad tiene estas formas, y tomamos conciencia de ellas con
ocasión de la experiencia. La experiencia se moldea con ellas, pero no preceden a la
experiencia.
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Cod. 52
Filosofía
Moderna
Prof. Claudia Jáuregui: En principio les digo, para que no se preocupen, que
trataremos de recuperar la clase del jueves pasado el sábado 30 de junio; aunque lo
ideal hubiera sido recuperarla antes del parcial. El problema por el cual no vamos a
poder recuperar la clase este sábado 16 es porque es muy próximo y no llegamos a
avisarles a sus compañeros, y el sábado 23 de junio tampoco es posible porque la
facultad está cerrada por las elecciones del domingo. De todas formas les confirmo
la fecha el jueves que viene; a lo mejor no hace falta.
Les comento también que de la parte de teóricos entraría, en principio, hasta el
teórico del jueves 21 de junio; aunque seguramente ese tema no va a entrar en el
parcial de la comisión de los lunes.
Traten de no atrasarse con la lectura del texto ya que es indispensable para
poder seguir las clases; aún si cuando lo leen no entienden mucho.
La clase pasada estuvimos viendo la revolución copernicana que aparece en el
segundo Prefacio de la Crítica de la Razón Pura, y a partir de ahí habíamos hecho
una presentación general de la propuesta kantiana. Veíamos que, a través de la idea
de revolución copernicana, la novedad que introducía Kant con respecto a sus
1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 2
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realizar ese enlace, por lo tanto, el enlace no es una actividad que realice la
sensibilidad, dado que el espacio y tiempo no son principios de ordenación.
En la Estética trascendental esto no se ve muy claramente. Allí justamente está
separando lo que concierne a la sensibilidad y lo que concierne al entendimiento;
aunque de alguna manera se distorsiona un poco cuál es el papel de cada uno. De
todas formas, en la Analítica trascendental se ve más claramente que la sensibilidad
por sí misma no unifica y que el espacio y tiempo no son principios de ordenación.
Allí se plantea que la sensibilidad es la manera de abrirnos a lo dado, de recibir esa
afección que no se sabe de dónde viene.
Ahora bien, la sensibilidad es una facultad pasiva, y lo que recibe es una
afección. Precisamente porque hay una afección de por medio, como sujetos
cognoscentes, nosotros seremos siempre sujetos finitos, limitados, a los cuales el
objeto se les tiene que aparecer, ser dado. Al objeto no lo producimos nosotros
mismos al conocer, sino que sólo lo constituimos.
Aquello con lo que la sensibilidad nos enfrenta, tiene que ser unificado; y la
facultad que realiza esa síntesis (unificación o enlace) es el entendimiento.
Entonces, por un lado, tenemos que el sujeto es determinante con respecto al
objeto, porque condiciona su manera de aparecer al imponerle las formas de su
sensibilidad; es decir, los objetos van a ser espacio-temporales porque no podemos
representárnoslos de otra manera.
Por otro lado, el sujeto también va a ser determinante porque, al conocer, va a
operar sintéticamente sobre esa multiplicidad que se expresa bajo la forma del
espacio y tiempo. El sujeto operará sintéticamente para conferirle unidad a ese mero
caos de sensaciones, para que se convierta en un objeto y haya conocimiento;
porque para que haya un objeto tiene que haber unidad. Para que la experiencia sea
experiencia tiene que tener unidad; y esta unidad la va a introducir el entendimiento.
Las reglas de síntesis para operar sobre la multiplicidad sensible van a ser esas
12 categorías que se mencionan en la Lógica, y que son conceptos puros del
entendimiento, no se originan en la experiencia, son a priori, y tienen su origen en el
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Alumno: Pero no entiendo cómo los objetos pueden ser también temporales.
Profesora: Si consideramos que los objetos exteriores son siempre objetos
representados y las representaciones son estados internos míos, y por lo tanto están
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 5
en el tiempo, los objetos exteriores van a ser temporales. Esto no deja de ofrecer
problemas, porque supone que lo más inmediato sería la experiencia interna, a partir
de la cual se constituye la experiencia externa. Pensar que el mundo exterior se
temporaliza por el hecho de que, al estar representado, es un estado de conciencia
mío, pone a ese estado de conciencia en una relación de inmediatez y al objeto
exterior en una relación de mediatez.
Sin embargo, en la segunda edición de la Crítica de la Razón Pura esto es algo
que Kant negará. Allí va a invertir esta relación y dirá que lo más inmediato es la
experiencia externa y la experiencia interna es la mediata.
Uno podría pensar, siguiendo una tradición representacionista cartesiana, que lo
más inmediato es la representación, y que a partir de ahí hay que ver cómo se pasa
al mundo exterior. En ese sentido podría tenerse experiencia interna y considerar
que la experiencia externa no es tal, quedando todo reducido a un mero juego de
representaciones. La primera edición de la Crítica de la Razón Pura pareciera
inscribirse en esta línea, de acuerdo con la cual la experiencia interna es lo más
inmediato.
En la segunda edición de la Crítica aparece una idea diferente. Allí Kant plantea
que puedo tener autoconciencia empírica de mis propios estados internos como
sucesión dada en el tiempo, sólo si tengo experiencia de un mundo exterior que
permanece. Esto aparece en un texto que Kant agrega en la segunda edición de la
Crítica de la Razón Pura y se llama La refutación del idealismo.
En La refutación del idealismo la explicación que ofrece Kant es que en el
sentido interno no hay permanencia, sino mero flujo. Entonces, dado que allí no
tengo permanencia, no tengo nada respecto de lo cual pueda determinar a ese flujo
interno como cambio, o como sucesión. Sin embargo, lo que sí permanece son los
objetos exteriores, por lo tanto, no puedo tener experiencia interna si no tengo a la
vez experiencia externa de un mundo de objetos espaciales permanentes que sirvan
de marco de referencia para que esa sucesión interna sea tal.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 6
No vamos a poder entrar en este problema, pero tengan en cuenta que esta idea
de que el tiempo es forma la mediata de los objetos exteriores tiene sus aristas. De
todos modos dejemos todo esto de lado.
Retomemos el hilo. Hablábamos del giro copernicano y del ejemplo que nos
servía para ver cómo se complementan las dos facultades, es decir, la sensiblidad y
el entendimiento.
Dijimos que si tengo experiencia de la silla no puedo saber a priori de qué color
va a ser, qué olor va a tener, etc. Así, todo lo que tenga que ver con la sensación va
a tener que ver con el efecto que cause algo en mí. Acá aparecía el problema de que
esta afección supondría aplicar la teoría de la causalidad a lo nouménico.
Habría entonces una afección que no sé de dónde viene y que produce una
transformación interna en mí, que es la sensación. Esta sensación tendría algo de
subjetivo, pero en un sentido débil, que se relacionaría con aspectos materiales de la
experiencia que yo no puedo conocer a priori.
De esta manera vemos, a través de nuestro ejemplo, que hay un aspecto
material que yo no puedo anticipar y que es meramente subjetivo, pero que se
relaciona con el hacho de que el objeto me está afectando y me está determinando.
Este aspecto no tiene que ver con una subjetividad trascendental que me impone
formas universales y necesarias.
Sin embargo, también dijimos que no sólo el objeto resultaba determinante
respecto al sujeto, sino que también el sujeto era determinante respecto del objeto.
Recuerden que yo podía saber a priori que la silla iba a ser espacio-temporal, ya que
no puedo representármela de otra manera, porque espacio y tiempo son las formas
de mi sensibilidad. El espacio y el tiempo, entonces, son condiciones de posibilidad
del aparecer de la silla, y en ese sentido el sujeto va a ser determinante.
A su vez, yo puedo saber también a priori que la silla va a ser una sustancia con
accidentes, y lo voy a saber porque no puedo pensar este fenómeno de otra manera;
lo tengo que pensar así para darle unidad a eso que la sensibilidad me ofrece, para
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 7
que efectivamente pueda ser un objeto. Esto sería un concepto a priori que se
origina en el entendimiento y con el cual el entendimiento opera sintéticamente sobre
la multiplicidad que le ofrece la sensibilidad. Al operar sintéticamente, el
entendimiento confiere unidad y la constituye como objeto.
Así como el espacio y tiempo son condiciones de posibilidad del aparecer de los
objetos, las categorías van a ser condiciones de posibilidad de que sean pensados
como objetos. Es por ello que el texto dice que estos conceptos puros del
entendimiento son conceptos de un objeto en general; porque son los aspectos
formales que tiene que tener un objeto para ser un objeto.
Entonces, el sujeto es determinante respecto al objeto en un doble sentido, tanto
en lo que tiene que ver con la sensibilidad como en lo que tiene que ver con el
entendimiento.
Según la postura que Kant desarrolla en la Crítica de la Razón Pura las dos
facultades eran complementarias, y habíamos dicho que esto lo alejaba tanto del
racionalismo como del empirismo.
Por un lado, de acuerdo con Kant, la sensibilidad sola no conoce. Si me quedo
sólo con la sensibilidad no tengo experiencia, porque tendría una multiplicidad sin
unidad y eso no constituye experiencia. Esto es lo que significaba la primera parte de
la famosa frase que aparece en la Crítica de la Razón Pura según la cual: las
intuiciones sin conceptos son ciegas, los conceptos sin intuiciones son vacíos.
Entonces, este giro copernicano tiene que ver con la novedad de un sujeto que
determina al objeto imponiéndole ciertas formas. Además otro aspecto novedoso
que propone el giro es el de una experiencia que no va a tener que ver sólo con la
sensibilidad, sino también con el entendimiento; porque la sensibilidad sola no tiene
autonomía para conocer.
Ahora bien, el entendimiento tampoco tiene autonomía para conocer, y en este
sentido Kant se va a alejar también del racionalismo. Porque de acuerdo con Kant lo
que me pone en contacto con el objeto es la sensibilidad, ya que no tengo un
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necesariamente a los fenómenos, que es a lo que Kant llama naturaleza. Esto quiere
decir que necesariamente tengo que aplicar la categoría de causalidad a la
naturaleza (como el conjunto de los fenómenos).
Si yo pensara que este concepto de causalidad, en lugar de ser aplicado a lo
fenoménico, es aplicado a la cosa en sí, y no hiciera la distinción entre lo fenoménico
y lo nouménico, se me plantearía un problema respecto de la moralidad.
Aclaremos esto, la moralidad supone la libertad, es decir, supone poder escapar
a esta causalidad de la naturaleza y supone un poder de acción que no esté
determinado necesariamente por otro fenómeno. Ahora, la posibilidad de distinguir
entre lo fenoménico y lo nouménico permite que nos consideremos a nosotros
mismos como pertenecientes a estos dos planos.
Más adelante en la Dialéctica aparece el siguiente ejemplo que puede clarificar
este asunto. Supongamos que alguien dice una mentira. Ésta es una acción que
está en el plano de lo fenoménico y, en tanto tal, forma parte de una experiencia
posible que tiene que estar conectada causalmente con algo. Si yo doy una
explicación causal de esta conducta, pareciera que estoy determinado a mentir, pero
esto me genera un problema en el plano de la filosofía práctica, en el plano de la
moral.
Ahora, si nos consideramos a nosotros mismos como pertenecientes a los dos
planos, podremos decir que esta mentira está causalmente determinada por la mala
educación, las malas compañías, etc., pero también podremos considerar a ese
sujeto moral que mintió desde el plano de lo nouménico. Así, en la medida en que
puedo considerar al sujeto desde los dos planos, puedo considerar la acción de
mentir desde los dos planos, y puedo pensar que esa mentira estuvo determinada
por la razón; esta determinación de la razón sería la libertad. De esta forma, de
alguna manera, la acción del sujeto escapa a la determinación causal que se da en
el plano fenoménico.
Sin embargo, esto sólo lo puedo hacer en la medida en que separo los dos
planos y los distingo claramente. Una vez que hago esto puedo considerar al yo
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Ahora, acá cabe preguntarse si esta ampliación del conocimiento podría darse
sin que haya experiencia de por medio; es decir, si es posible un juicio que sea, a la
vez, sintético y a priori.
Recuerden que cuando hablamos de juicios sintéticos hablamos de este tipo de
juicios en los cuales el predicado va más allá de lo que se ha dicho en el sujeto.
Éstos amplían el conocimiento en la medida que avanza respecto del concepto que
aparece como sujeto. El problema es si puede darse este avance sin que haya
experiencia de por medio.
Si adoptamos la posición humeana tendríamos que responder negativamente a
la pregunta de si es posible un juicio sintético a priori, ya que de acuerdo con Hume,
si hay una ampliación del conocimiento es porque hubo una experiencia de por
medio.
En la división de los objetos de conocimiento que aparecían en la Investigación,
Hume que establecía que, por un lado, teníamos relaciones de ideas y, por otro lado,
cuestiones de hecho, que conocíamos a través de la experiencia. Desde un punto de
vista empírico, si yo amplío el conocimiento es porque hubo alguna experiencia de
por medio; no hay otra posibilidad.
Lo que va a proponer Kant es que no todos los juicios sintéticos son a posteriori.
Si nosotros nos ubicamos en el punto de vista del empirismo, es cierto que todo lo
analítico debe ser a priori y todo lo sintético a posteriori; y ahí terminó la clasificación.
Pero Kant va a proponer una tercera posibilidad, que será la de los juicios sintéticos
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a priori. Esta síntesis tiene que ver con ampliación y avance del predicado respecto
al sujeto.
Esto tiene que ver con una frase, que encontramos al inicio de la Introducción,
donde aparece planteada una hipótesis que se entiende si tenemos en cuenta todo
lo visto respecto al giro copernicano:
Todo conocimiento comienza con la experiencia pero podría suceder que no
todo se derive de ella.
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priori, no empírico. Los juicios que son universales y necesarios son a priori; como
por ejemplo los juicios de las matemáticas.
Como ven, nos encontramos con algunos juicios que revisten este carácter de
universales y necesarios y que, por lo tanto, nos permiten afirmar que hay
conocimiento a priori.
Otro ejemplo de conocimiento a priori que ofrece Kant es el principio de
causalidad. Con esto vemos que se aleja definitivamente de Hume.
Cuando establecimos la distinción entre lo que sucedía en el Tratado y lo que
sucedía en la Investigación, vimos que en el Tratado Hume comenzaba abordando
el principio de causalidad. Allí decía que el principio era contingente, porque el
concepto de comienzo en la existencia y el concepto de causa eran ajenos el uno al
otro. En términos kantianos, el principio de causalidad sería sintético y no habría
manera de que pudiera ser a priori, ya que no se apoyaría en el principio de no
contradicción.
Noten que acá Hume está pensando que si yo tengo un conocimiento a priori,
es porque me estoy apoyando en el Principio de no contradicción. En este sentido,
para Hume, todo lo analítico es a priori y todo lo sintético a posteriori; es una
dicotomía.
Entonces, dado que dentro del empirismo tenemos esta dicotomía, cuando me
encuentro con un principio que me dice que todo comienzo en la existencia tiene una
causa, como la noción de causalidad no se desprende por análisis de la noción de
comienzo en la existencia, lo considero es a posteriori. Esa es la conclusión de
Hume. Kant, en cambio, va a poner como ejemplo de juicio universal y necesario el
principio de causalidad.
Ahora, no solamente hay juicios que son a priori, sino que también hay
conceptos que son a priori; como el concepto de sustancia. Si tenemos en cuenta las
críticas que se le hicieron al concepto de sustancia (pensado como un sustrato)
desde el empirismo, vemos que es muy difícil derivar de la experiencia este
concepto. No se trata de algo que me sea dado en la experiencia, sino que pareciera
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que es algo que lo estoy presuponiendo, como una ficción. De acuerdo con Kant
esto se debe a que no es un concepto empírico, sino que es un concepto a priori.
Recuerden que en la Introducción Kant vuelve a encarar el problema de la
metafísica, pero desde un ángulo diferente al que había usado en el Prefacio. Allí
dice que tenemos un supuesto conocimiento que va más allá de los límites de la
experiencia, la metafísica, que concierne a ciertas cuestiones como la existencia de
Dios, la inmortalidad del alma, la libertad, etc.
Sin embargo, señala Kant que no hay ninguna investigación que establezca la
posibilidad que tiene la razón conozca de esto esta manera; no se investigó si, en su
uso puro, la razón puede determinar algo a priori de sus objetos.
Considera también que se ha aceptado este conocimiento metafísico como
conocimiento de lo suprasensible sólo por cierta similitud que presenta con las
matemáticas en su manera de proceder (lo que le da la apariencia de rigor y certeza)
y porque no hay manera de refutar sus tesis, ya que no se las puede contradecir con
ninguna experiencia.
Ahora, este tipo de conocimiento metafísico (tradicional), no se limita sólo a
analizar los conceptos para conferirles mayor claridad y distinción, sino que pretende
ampliar el conocimiento, avanzar. Es allí donde resulta necesaria la crítica de la
razón pura: es necesario investigar hasta qué punto este avance se puede producir o
no, hasta qué punto es legítimo.
Entonces, hay conocimiento a priori, tenemos ejemplos de juicios a priori, de
conceptos a priori, y tenemos una disciplina, que no sabemos aún si es una ciencia
(esto es lo que tratamos de investigar) que es la metafísica y que pretende
transgredir los límites de la experiencia, pretende hacer un uso puro de la razón (sin
investigar probamente sus limitaciones) para ampliar el conocimiento. Esta ciencia
no sólo se limita a hacer un análisis de los conceptos, sino que trata de ir más allá de
lo que está dicho de los conceptos, para ampliar el conocimiento sin base en la
experiencia. Esto es lo que hay que investigar.
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Kant dice que efectivamente hay juicios sintéticos a priori y el primer ejemplo que
aparece es un juicio de la aritmética: 7 + 5 = 12. Dice que hasta ahora no se ha
tenido en cuenta el carácter sintético de las proposiciones matemáticas, dado que se
toma en cuenta la manera en que se da la derivación de una proposición a partir de
la otra; lo cual, dice Kant, efectivamente se hace aplicando el principio de no
contradicción. Sin embargo, de acuerdo con la perspectiva de Kant, no es el principio
de no contradicción el que permite establecer la verdad de la proposición misma.
Kant parece no tener problemas en admitir que la proposición 7 + 5 = 12 es a
priori, pero según él, sería una proposición sintética porque el concepto de 12 no
está contenido ni en los conceptos de 5 y 7, ni en el concepto de suma; el concepto
de 12 supone agregar algo a estos conceptos de 7, 5 y suma.
Los argumentos que presenta Kant para sostener esto son bastante débiles y
parecieran ser más bien psicológicos. Por ejemplo, dice que para llegar al concepto
de 12 se necesita de una intuición como la utilización de los dedos de la mano que
se van adicionando hasta llegar al 12. También plantea que la no identidad entre el
miembro de la igualdad (7 + 5) y el otro (que es 12) puede verse más claramente
cuando las cifras son más altas. Todas estas parecieran cuestiones psicológicas,
que no tienen que ver con el carácter analítico o sintético de la proposición.
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Si bien Kant no está pensando que toda la física sea a priori, porque gran parte
de ella física es empírica, sí considera que hay ciertos principios que son juicios
sintéticos a priori y que se conectan con estos otros principios que son condiciones
de posibilidad de la experiencia. Incluso a veces llega a identificar estos principios
que aparecen en Analítica de los principios y son condiciones de posibilidad de la
experiencia, con los principios de una física pura.
Tenemos ya como ejemplos los juicios de la aritmética, juicios de la geometría y
juicios de la física pura. El cuarto ejemplo que da Kant es el de los juicios de la
metafísica, como: el mundo debe haber tenido un primer comienzo.
Claramente éste es un juicio sintético dado que el concepto de primer comienzo
no está contenido en el concepto de mundo. Además, es un juicio a priori porque no
podemos establecer su verdad a través de la experiencia.
La pregunta es si en este último caso estamos, o no, ante un juicio sintético a
priori. Además cómo serían posibles los juicios sintéticos a priori como éste, cómo es
posible esta amplificación del conocimiento sin que haya un fundamento en la
experiencia.
En el caso de la metafísica Kant se va a preguntar si es posible, y además de
cómo es posible. De acuerdo con él estos juicios son posibles, por lo menos, como
tendencia natural de la razón. Hay una tendencia natural de la razón a transgredir los
límites de la experiencia, pero hay que investigar hasta qué punto es posible
establecer este tipo de juicios, sobre todo hay que ver qué legitimidad tienen.
La respuesta kantiana a estas preguntas será que este tipo de juicios sintéticos a
priori no tienen legitimidad, dado que los únicos juicios sintéticos a priori que la
tendrán serán aquellos que estén relacionados con las condiciones de posibilidad de
la experiencia. Estos juicios que van más allá del de los límites de la experiencia,
pretendiendo ampliar el conocimiento, no van a tener legitimidad.
Al final de la Introducción encontramos algo que debemos tener en cuenta, y que
es la aclaración del término trascendental; que estuvimos usando hasta ahora, pero
sin saber exactamente a qué se refiere.
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[RECESO]
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Lo que aparece acá es la idea de que el objeto es dado en relación con la noción
de intuición. Es decir, la intuición sólo ocurre en la medida en que el objeto nos es
dado. Esto tiene que ver con el carácter pasivo de la sensibilidad, y con que la
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intuición no crea por sí misma el objeto. Esta intuición se pone en contacto inmediato
con el objeto, en la medida en que el objeto le es dado.
Esto tiene que ver con lo que después Kant llamará intuitus derivativus, en
oposición con el intuitus originarius que sería una intuición intelectual que genera al
objeto por sí misma al intuir (que sería divina).
Aunque hasta ahora no dijo explícitamente que la intuición pertenece a la
sensibilidad, sí dijo que como intuición entiende un tipo de conocimiento que
establece una relación inmediata con el objeto, y que para que esta relación
inmediata se establezca, el objeto tiene que ser dado. Esta darse del objeto,
entonces, supone afección.
La afección es el tercer elemento que aparece; porque para que todo esto se dé
el objeto nos tiene que afectar. Este darse no es un darse que el sujeto se da a sí
mismo, sino que es el objeto el que nos tiene que afectar, lo cual permite que el
objeto sea dado.
Continuemos con el texto:
La capacidad (receptividad) de recibir representaciones por el modo como
somos afectados por objetos, llámase sensibilidad.
Con esto vemos que la intuición será siempre sensible. La sensibilidad es un tipo
de conocimiento por el cual hay una relación inmediata con el objeto. Esta relación
inmediata, supone a su vez que el objeto nos sea dado, es decir, que nos afecte. La
facultad que tenemos para recibir esa afección es lo que llamamos sensibilidad; la
sensibilidad va a ser receptiva, es decir, va a ser no activa, sino pasiva. La intuición,
por ende, va a ser siempre sensible.
La intuición me pone en contacto inmediato con el objeto, con lo cual supone
que el objeto me sea dado, y la manera de darse del objeto es a través de la
afección. La intuición, entonces, es un tipo de representación que tengo yo; la
afección es algo que proviene no sé de dónde, quizá de la cosa en sí, pero no puedo
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Alumno: Pero para que algo me afecte se me tienen que dar a la conciencia,
tengo que ser conciente de ello.
Profesora: No, puede que algo me afecte y yo tenga la atención puesta en otra
cosa, pero lo central es que si se me da es porque me afectó; la relación sería al
revés de cómo vos lo planteas.
Tengan presente lo que estamos leyendo porque es importante saber qué
significa cada término para no cometer errores en el uso del vocabulario técnico.
Continúa el párrafo que leíamos:
Así, pues, por medio de la sensibilidad nos son dados objetos y ella sola
nos proporciona intuiciones; por medio del entendimiento empero son ellos
pensados y en él se originan conceptos.
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Sigue:
El efecto de un objeto sobre la capacidad de representación, en cuanto
somos afectados por él, es sensación.
En este punto hay que hacer una aclaración, porque lo que está diciendo es que
es el objeto el que nos afecta y esto puede resultar confuso.
Si pensamos que lo que nos afecta es un objeto ya constituido, es decir, es un
objeto dado bajo las formas del espacio y el tiempo y pensado por medio de la
aplicación de las categorías. Así, la afección supondría que ya se haya puesto en
marcha todo este aparato a priori, por medio del cual se constituye la experiencia, y
por lo tanto, no pareciera ser una condición de la experiencia misma. Sin embargo, lo
que él está planteando es que la afección es lo que desencadena la experiencia.
Aclaremos esto. Si yo supongo que lo que me afecta es un objeto ya constituido,
estoy atribuyendo la afección a un objeto que sólo se me puede aparecer en tanto
me afecta. El problema es que le estaría atribuyendo la afección a algo que ya es el
resultado de la afección.
Esto es lo que nos lleva a pensar que la afección no se la tendríamos que
atribuir al objeto dado bajo las formas del espacio y el tiempo y constituido
categorialmente. Esa afección que proporciona la materia de la experiencia, eso que
recibe la sensibilidad y el entendimiento conceptualiza para dar lugar al objeto, no
tiene que ser atribuida al objeto mismo, sino a la cosa en sí.
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Alumna: No termino de entender dónde está el punto del partida del sistema
kantiano ¿está en la cosa en sí, o en la intuición por la cual el objeto me es dado?
Profesora: El objeto que me es dado va a ser un objeto que yo puedo conocer,
este darse me remite a una afección, que a su vez me remite a algo que no es un
objeto dado. Pero ahí ya me encuentro más allá del límite del sistema. Por eso les
decía que la afección es un problema para Kant. La cosa en sí no la puedo conocer,
la tengo que suponer; porque la afección gracias a la cual se me da el objeto, que sí
puedo llegar a conocer, tiene que venir de algún lado.
El problema no sería dónde empieza el sistema, sino más bien dónde comienza
la experiencia, y la experiencia comienza con una afección. Ahora, esa afección
dijimos que no podía provenir del objeto porque el objeto ya supone la afección, por
lo tanto debemos suponer que proviene de la cosa en sí.
Si lo que se me muestra es el fenómeno, y eso que se me da no es un producto
de mi propia mente, entonces esto supone una afección. Lo que me afecta debe ser
la cosa en sí, pero el problema es que no puedo conocerla, no puedo decir nada de
ella. Es más, en realidad, ni siquiera podría decir que me afecta, pero me veo
obligado a decirlo porque sino no puedo arrancar. Esto es lo que desencadena, no el
sistema, sino la experiencia.
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actividad de dar? La única posibilidad que puedo pensar es que provenga de la cosa
en sí.
Esto es complicado porque de la cosa en sí, supuestamente no puedo decir
nada, cuando pienso en el origen de la afección, tengo que empezar a hablar de lo
que no puedo hablar. Porque por más que yo suponga la cosa en sí, y diga que no la
puedo determinar de ninguna manera, ya decir que produce la afección es decir
mucho.
Alumno: No termino de entender por qué no podría ser el fenómeno el que actúa
para que como producto de esa acción aparezca el fenómeno
Profesora: Porque le estaría atribuyendo, a lo que parece ser resultado de la
afección, la afección misma. Porque, si bien en ese caso que vos planteás nos
quedaríamos dentro de los límites de la experiencia y no entraríamos en el problema
de la cosa en sí, estaríamos atribuyéndole la afección a algo que para aparecer debe
suponerla.
Tenemos entonces, hasta ahora, intuiciones que son siempre sensibles y que
nos pone en contacto con el objeto. Esto supone que el objeto sea dado, y este
darse del objeto supone una afección. Acá es donde aparecía el problema de la
afección ya que si la afección provenía del objeto mismo la explicación se vuelve
circular, pero si proviene de la cosa en sí estoy hablando de la cosa en sí, más de lo
que debería. En cualquiera de los dos casos es problemático. De todas formas Kant
habla de la sensibilidad y dice que lo que recibe la sensibilidad es una afección.
Les vuelvo a leer la frase que ya leímos.
El efecto de un objeto sobre la capacidad de representación, en cuanto
somos afectados por él, es sensación.
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Les recuerdo que tomen acá la palabra objeto con pinzas, porque se puede
estar refiriendo también a la cosa en sí; es decir, puede ser interpretado de más de
una manera.
La frase está hablando de la capacidad en general que tenemos de conocer,
pero que, en el caso particular de la sensibilidad, permite la sensación, que hace
posible el aparecer del objeto.
La sensibilidad recibe una afección y el resultado de esa afección es una
modificación del sujeto. La sensibilidad al recibir la afección modifica al sujeto, y esa
modificación subjetiva es la sensación.
Pero la sensación va a ser nada más que el aspecto material de la intuición
empírica, porque esa sensación se va a dar bajo las formas de la sensibilidad, es
decir, bajo las formas del espacio y el tiempo. Es decir, cuando yo tengo sensibilidad,
tengo la sensación, más las formas del espacio y el tiempo. Por eso el término
sensación no puede ser utilizado como sinónimo de intuición, sino que sensación
debemos reservarlo para el aspecto material de lo que se da en la sensibilidad,
teniendo en cuenta que la sensibilidad aporta formas.
Repito: la sensación la a ser el aspecto material de la intuición empírica. Por lo
tanto si yo digo que tengo la sensación de una silla y después a ella le aplico las
categorías, eso está mal; porque la sensación es un elemento aislado, que dentro de
la terminología kantiana no responde a eso que estamos tratando de describir
cuando decimos sensación de la silla.
De todas formas, a pesar de las caracterizaciones que nos encontramos acá, al
inicio de la Estética trascendental, él utiliza los términos de manera muy laxa y a
veces los términos aparecen en un sentido que no es exactamente este. Eso
ténganlo en cuenta.
La sensación no es intuición y no es percepción. Además todo esto es producto
del análisis y nunca se dan lo elementos aislados, por eso está mal decir que tengo
sensación de la silla; porque estoy haciendo referencia sólo al aspecto material de la
silla, que se me estará dando también bajo las formas del espacio y el tiempo.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 33
La sensación, dada bajo las formas del espacio y el tiempo dará como resultado
una intuición empírica. Esa intuición empírica va a dar lugar propiamente a la
representación de un objeto, sólo si a esa intuición le aplico las categorías. Ahí
tendría todo el esquema. Pero, la sensación sola es un elemento aislado que es casi
inimaginable, porque es sólo el aspecto material de lo dado a la sensibilidad: la
sensibilidad abarca mucho más que la mera sensación.
Tengamos presente que una cosa es una representación sensible y otra muy
diferente es la sensación, que se trata del mero aspecto material de la
representación sensible. Cuando digo siento una silla, estoy diciendo que estoy
teniendo una intuición empírica de la silla, con su aspecto material, su aspecto
formal, etc. Si pienso la sensación como lo opuesto a la forma, veo que la sensación
no es espaciotemporal sino que es recibida espacio-temporalmente; esa material es
recibida bajo esas formas.
Continuemos con la lectura:
Aquella intuición que se refiere al objeto por medio de la sensación,
llámase empírica. El objeto indeterminado de una intuición empírica, llámase
fenómeno.
Acá hay otro problema que simplemente les menciono: Kant utiliza dos palabras
para referirse al fenómeno y ambas se traducen al español, sin establecer la
diferencia, como fenómeno. Una de ellas es Erscheinung y la otra Phänomenon. En
las líneas que acabamos de leer la palabra que aparece es Erscheinung.
Cuando Kant hace referencia al objeto indeterminado de una intuición empírica
(donde indeterminado quiere decir que se hace abstracción de la determinación
categorial), utiliza la palabra Erscheinung. El fenómeno categorialmente determinado
es el Phänomenon. De todas maneras después también utilizará la palabra
Erscheinung para referirse al objeto fenoménico categorialmente constituido.
Igualmente existe la diferenciación.
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Alumno: Y eso que nos afecta ¿no podría ser ese fenómeno indeterminado?
Profesora: Me parece que no, por las mismas razones que dimos antes. Porque
el sacarle las determinaciones categoriales no nos soluciona el problema de que
este fenómeno, aunque sea un objeto indeterminado, es algo que aparece como
dado a la sensibilidad, y parecería que ya está presuponiendo la afección. Entonces,
no puede producir la afección, porque la presupone.
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(Breve interrupción)
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Cuando vimos Leibniz, dijimos que las mónadas eran esencialmente activas, y
que los estados por los que ellas iban pasando eran percepciones. Incluso habíamos
podido establecer una jerarquía entre las percepciones, y hacer una clasificación. Allí
habíamos clasificado entre percepciones de índole sensible y percepciones de
índole intelectual. Desde el momento en que las mónadas son esencialmente activas
y no recibe la afección de otra mónada (porque no tienen ventanas) la diferencia
entre una percepción sensible y una intelectual no puede ser más que de grado de
distinción. Bajo esta concepción tiene sentido decir que tengo una percepción
sensible porque estoy siendo sensible respecto de algo que me afecta. Porque, en el
caso leibniciano, esa percepción sensible tienen que ser autogenerada por la
mónada, al igual que todas sus percepciones.
Entonces, si pensamos que la mónada es finita (cosa que Leibniz pensaba) esa
finitud no tiene que ver con que es pasiva respecto de algo que la afecta, como lo
plantea Kant, sino porque sus perfecciones no son claramente distintas.
En el caso de Kant aparece esta contraposición entre aspectos de pasividad y
actividad, y no todas nuestras percepciones provienen de nuestra actividad. De
todas formas en este punto del pensamiento kantiano ya no podemos hablar de
percepción, porque dicho término tiene un sentido más restringido en Kant; además,
en el propio Leibniz, esta noción resultaba problemática. Podemos hablar acá de
representaciones, que es el término amplio con el que se puede referir tanto a
percepciones, como a conceptos, como a ideas.
En el caso de Kant, no todas las representaciones son producto de nuestra
actividad, sino que algunas son el resultado de una afección que recibimos
pasivamente. Otras sí serán el resultado de nuestra propia actividad que se
corresponde a nuestra facultad activa, que es el entendimiento. Entonces tenemos
esa contraposición entre actividad y pasividad que aleja a Kant de la posición
leibniciana.
Cuando Leibniz habla de actividad y pasividad está hablando también de grados
de distinción de representaciones; y no en el sentido que entendemos comúnmente.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 37
Habíamos visto que una mónada actúa cuando pasa a una percepción más distinta y
padece cuando pasa a una menos distinta. Pero, en última instancia lo que tengo
son percepciones con diferentes grados de distinción, que se generan
espontáneamente todas ellas en la mónada.
En Kant en cambio tengo una facultad espontánea, el entendimiento, que es
activo, pero tengo otro que me permite recibir la afección. Entonces en este caso sí
puedo hablar en términos de afección e interacción. En realidad, esa interacción va a
tener que ver con una de las categorías que es la de comunidad, aunque acá nos
encontramos con el mismo problema que teníamos respecto de la afección, porque
estaríamos aplicando categorías fuera del ámbito de lo fenoménico. No importa de
qué manera pensemos la afección siempre nos deslizamos fuera de los límites de la
experiencia.
Espero que esto haya respondido a tu pregunta.
Acá, cuando dice formas está hablando de las formas del espacio y el tiempo.
Aunque Kant habla de ordenar, no tenemos que pensar que ellos mismos funcionan
como principios de ordenación. En la Estética, como está haciendo abstracción de lo
que hace el entendimiento, parecería que la sensibilidad hace más de lo que hace;
recuerden que la sensibilidad es pasiva y no ordena. La unidad que tienen el espacio
y el tiempo provienen del entendimiento y no de la sensibilidad misma.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 38
Continúa:
Puesto que aquello sólo dentro de lo cual las sensaciones se pueden
ordenar y pueden ser dispuestas en cierta forma no puede ser, a su vez, ello
mismo sensación. Entonces, la materia de todo fenómeno, nos es dada
ciertamente sólo a posteriori, pero la forma de todos ellos debe estar puesta a
priori en la mente y por eso debe poder ser considerada aparte de toda
sensación.
Esto quiere decir que la forma no es un dato entre otros. La materia tiene que
ver con el elemento de la experiencia que vamos a conocer a posteriori, pero la
forma no es un dato más, no tiene que ver con lo dado, sino con la manera que
tenemos de recibir lo dado.
Sigue:
Llamo puras (en sentido transcendental) todas las representaciones en las
que no se encuentre nada que pertenezca a la sensación.
Recién veíamos que cuando hay una sensación de por medio, a la intuición la
llamo intuición empírica. Esto apunta al establecimiento de la distinción entre
intuiciones empírica e intuiciones puras.
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Esto último que dice Kant no hay que entenderlo en el sentido de que yo pueda
tener las representaciones antes de la experiencia, no hay una precedencia
temporal, sino que siempre las tengo con ocasión de la experiencia, pero
independientemente de la experiencia.
A continuación lo que aparece es una caracterización de lo que Kant va a llamar
estética trascendental como aquella disciplina que es la ciencia de todos los principio
de la sensibilidad a priori. No se trata de la estética en el sentido del arte, sino que,
atendiendo a la etimología de la palabra estética, se refiere a una ciencia de los
principios a priori de la sensibilidad.
Respecto de la utilización del término a priori que parece en estos textos, cabe
marcar la diferencia entre éste y el término puro. Si bien hasta ahora los utilizamos
como sinónimos (y Kant también lo hace) por puro tendríamos que entender más
bien lo que es estrictamente a priori. Por ejemplo, si yo suelto la tiza que tengo en la
mano, puedo saber, independientemente de la experiencia, que va a caer, pero este
conocimiento no sería puro, porque se basa en leyes de la física que son empíricas,
y no a priori en sentido estricto.
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del espacio no puede ser inferida, por experiencia, de las relaciones del
fenómeno externo, sino que esta experiencia externa no es ella misma posible
sino mediante dicha representación.
Alumno: Pero esto pareciera una petición de principio, porque está utilizando una
terminología que presupone lo que está tratando de probar.
Profesora: Algo de eso hay. Para tratar de solucionar esto Allison interpreta que
la conclusión del argumento no es simplemente que la representación del espacio
está presupuesta en la representación que tengo de cosas fuera de... (tomando la
expresión fuera de como una expresión que ya supone una determinación espacial);
porque en ese caso la prueba parecería tautológica.
De acuerdo con Allison, lo que más bien está tratando de establecer Kant como
conclusión del argumento es que la representación del espacio está presupuesta en
la representación que tengo de las cosas como diferentes de mí y como diferentes
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las unas de las otras. Ahí se quiebra el círculo. Esta segunda interpretación tendría la
ventaja de que nos permitiría ver la distancia que está tomando con la posición
leibniciana.
Recuerdan que cuando vimos Leibniz hablamos del principio de identidad de los
indiscenibles. Según este principio, si para cada individuo yo supongo una noción
completa en la cual están incluidos exhaustivamente todos los predicados que se
predican de ese individuo con verdad, y tengo dos individuos con la misma lista de
predicados, esos individuos no son dos, sino uno solo. No puede haber dos cosas
que sean diferentes sólo en número. Para Leibniz si son dos individuos es porque
tienen predicados diferentes.
Ahora, si yo estoy presuponiendo que la representación del espacio es una
condición de posibilidad de la representación de las cosas como diferentes de mí y
como diferentes las unas de las otras, estoy tomando distancia de la posición
leibniciana. Esto se debería a que la espacialidad misma me permitiría establecer la
diferencia; aun cuando las cosas tuvieran los mismos predicados. Podría haber dos
cosas perfectamente semejantes, que seguirían siendo dos en tanto ocupen lugares
diferentes en el espacio.
Entonces, si interpretamos el argumento en el sentido que propone Allison,
según el cual la conclusión establecería que el espacio está presupuesto en la
representación que tengo de las cosas que son diferentes de mí o diferentes entre sí,
por un lado se quiebra esta suerte de circularidad, y por otro se vería cómo se está
distanciando de la posición leibniciana.
Para Leibniz todas las determinaciones extrínsecas, como lo es un predicado
relacional, se reducen a denominaciones intrínsecas. Por lo tanto, si yo percibo dos
cosas como ocupando lugar diferentes en el espacio, es porque tienen estados de
predicados diferentes. Es decir, el espacio por sí mismo no sería una representación
que me permitiría establecer la diferencia, sino que sería derivado de una diferencia.
De acuerdo con Leibniz lo real no es relacional; las mónadas no están en el
espacio. Cuando yo percibo cuerpos ocupando diferentes posiciones en el espacio,
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 46
lo que está por detrás de eso son mónadas que no están en el espacio y que tienen
distintos predicados (siempre bajo una armonía preestablecida entre esos conjuntos
de predicados que corresponden a la noción completa de cada mónada).
La diferencia entre los conjuntos de predicados de cada mónada es lo que se
traduce en el plano fenoménico como cuerpos que ocupan distintas posiciones en el
espacio. Pero no es el espacio el que me permite diferenciar a unas de las otras,
sino que es la distinción la que se traduce en relaciones de espacialidad. El espacio
tiene que ver con cierta manera que tenemos de representarnos las cosas en el
plano fenoménico, pero no es una forma de la sensibilidad.
Entonces, si interpretamos este argumento como lo propone Allison se quiebra la
circularidad que parece establecerse cuando atiendo a la frase fuera de… y además
me permite establecer más relaciones con Leibniz.
Ahora, si uno lo piensa de acuerdo con la interpretación de Allison, no sé si
puede llegar tan fácilmente a la conclusión que está llegando Kant. Uno podría
preguntarse por qué la representación que tengo de cosas diferentes de mí o
diferentes unas de otras presuponen el espacio. Por eso, por un lado, la
interpretación que propone Allison tiene estas ventajas, pero por otro lado, se esto es
así, no se entiende por qué la conclusión es la que es.
Me parece que lo que está diciendo Kant es un poco menos; aunque uno puede
pensar que no agrega gran cosa decir que la expresión fuera de supone la
espacialidad.
A lo mejor no es la expresión fuera de, sino la representación de algo fuera de….
Ahí sí tendría más fuerza el argumento, porque ya no sería la expresión fuera de mí
la que supone el espacio, sino que la representación de algo fuera de mí es espacial
y ya supone el espacio como condición de posibilidad, y por lo tanto es a priori. No
sería ya la expresión fuera de, sino la experiencia de algo fuera de mí la que
presupone el espacio. No lo derivo de la experiencia, sino que la experiencia lo
presupone.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº11 Apuntes Sim 47
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Cod. 53
Filosofía
Moderna
Prof. Claudia Jáuregui: Antes de empezar hay algunas aclaraciones que quería
hacerles sobre los temas que entrar para el parcial. En principio, les digo que la
pregunta de la parte correspondiente a los teóricos no va a ser sobre lo que veamos
hoy, ya que hay gente que tiene el parcial el lunes.
De cualquier manera les recomiendo que lean hasta la Deducción trascendental
inclusive, porque sino van a quedarse con una visión muy parcial del tema y les va a
costar responder lo que sea que tengan que responder. Aunque no lleguemos a
leerlo hoy en clase, lean hasta ahí, porque les va a servir para tener una
comprensión más completa de cómo es que se complementan la sensibilidad y el
entendimiento.
La semana que viene terminaremos de ver la Deducción trascendental. De todas
maneras para el parcial no entra ese tema, pero es posible que su respuesta tenga
errores por no haber leído la Deducción trascendental. Sólo de esta forma van a
tener una visión más acabada de lo que estudiamos.
Les recuerdo que reservé el aula 343 para el sábado 30 de junio de 11 a 13 hs,
para recuperar la clase que perdimos. Aun cuando lleguemos a terminar la
1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº12 Apuntes Sim 2
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº12 Apuntes Sim 3
suerte de carácter tautológico del argumento, que de la otra forma pareciera no decir
gran cosa.
También vimos que si a este argumento se lo interpreta tal como propone
Allison, pareciera más difícil concluir que la representación del espacio es condición
de posibilidad de la representación de lo que no soy yo. Tomando en cuenta las
premisas de las que parte el argumento, parece difícil concluir que el espacio
debería estar presupuesto en la representación de lo que no soy yo. Porque la
relación de dependencia podría ser al revés, como la plantea Leibniz.
Recuerdan que Leibniz planteaba que yo me lo represento como ocupando un
lugar diferente en el espacio, porque es distinto, y no que es distinto porque ocupa
un lugar o un espacio diferente.
El argumento de Kant intentaba probar que la representación del espacio es a
priori y es, por tanto, condición de posibilidad de la representación que tengo de lo
que está afuera de mí. Ahora, si eso que está fuera de mí significa lo que no soy yo
(como propone Allison) la conclusión del argumento sería que la representación del
espacio es condición de posibilidad de la representación de lo que no soy yo y de
cosas diferentes entre sí.
Pero uno podría pensar si el argumento permite sacar esa conclusión. En
realidad el argumento plantea que yo me represento objetos fuera de mí, pero a
partir de esa representación de los objetos fuera de mí y de la experiencia del mundo
exterior, no puedo derivar la representación del espacio, porque la representación de
algo fuera de mí lo presupone.
Además, en este punto del texto, no está dicho que el fuera de signifique distinto
de. Por eso habría que ver si, como lo plantea Allison, uno puede dar ese salto e
interpretar el fuera de en este sentido, y si de esta forma se puede sacar la
conclusión que está sacando Kant; que es que la representación del espacio es
condición de posibilidad de lo que no soy yo.
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esto, si yo tengo dos cosas que ocupan lugares diferentes en el espacio, estos
predicados relacionales se reducirán a predicados que no son relacionales, sino que
la sustancia los tendrá dentro de su noción completa.
Para Leibniz entonces yo no puedo tener dos cosas que sean consideradas
diferentes sólo por ocupar lugares en el espacio diferentes; porque este ocupar
lugares diferentes se tiene que derivar predicados diferentes. Todo lo que son
denominaciones extrínsecas, como los predicados relacionales, se derivan, en última
instancia, de denominaciones intrínsecas, que son los de predicados que tiene la
mónada en su noción completa.
El espacio para Leibniz no es un principio de diferenciación, sino que es algo
derivado: si se representa en lugares diferentes es porque son cosas diferentes. Esto
quiere decir que no puede haber dos cosas que sean diferentes sólo en número, lo
que significa que si tienen los mismos predicados no son dos cosas, sino una.
Recuerden que las mónadas no ocupan lugar en el espacio, sino que sólo los
fenómenos lo hacen. Pero eso que se me muestra fenoménicamente como
ocupando distintos lugares en el espacio, tendrá un fundamento en predicados que
tienen las mónadas, que son lo que está a la base de esos fenómenos.
Esto desde la concepción leibniciana.
Ahora, si uno toma la interpretación de Allison de que el espacio es condición de
posibilidad de la representación de las diferencias, ya sea de lo que es diferente de
mí o de las cosas que son diferentes entre sí, se está oponiendo a la concepción
leibniciana. Porque la representación del espacio me permitiría diferenciar cosas que
no podría llegar a diferenciar meramente con un análisis conceptual.
Esto mismo aparece en otros textos kantianos como crítica a Leibniz y su
principio de identidad de los indiscernibles; y por eso la interpretación de Allison tiene
algún sustento. Pero el problema de esta forma de ver el argumento es que se hace
dificultoso ver cómo se llega a la conclusión.
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Alumno: Pero acá pareciera que Kant está hablando de lo fenoménico y Leibniz
de lo nouménico.
Profesora: Respecto de la espacialidad y lo que está en el espacio, los dos están
hablando de lo fenoménico. En el argumento kantiano todavía no se ve que sea
fenoménico, porque esa es una conclusión a la que debe llegar, pero todavía no
llego. Lo único que por el momento está tratando de establecer es que el espacio es
una representación a priori. En el caso de Leibniz habíamos visto que la espacialidad
no es algo que tenga que ver con las mónadas; porque sólo son los cuerpos los que
están en el espacio, y los cuerpos son fenoménicos. El problema es que cuando
Kant se refiere a Leibniz no hace esta distinción y pareciera atribuirle a Leibniz el
considerar que son las cosas mismas las que están en el espacio.
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Nota de la desgrabadora: Dado que no tengo la edición de la Crítica de la razón pura con la traducción
de Caimi, para todas las citas utilizo (y utilicé en teóricos anteriores) la traducción de García Morente, que
era la recomendada por esta cátedra hasta el año pasado. De todas formas, siempre cotejo que no haya
diferencias conceptuales entre ambas.
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Alumno: No entiendo en qué sentido esta exposición que está haciendo sería
metafísica.
Profesora: Hay que tener cuidado con lo que entendemos por metafísica en
Kant. En su significado tradicional no es metafísica lo que Kant está haciendo acá. El
concepto tradicional de metafísica se refiere a un conocimiento de lo suprasensible,
de lo que está más allá de los límites de la experiencia. Pero Kant va a llamar a esta
exposición metafísica, porque lo que está tratando de investigar son las posibilidades
de un conocimiento a priori. Precisamente lo que va a plantear Kant es que ese
conocimiento a priori no lo es por estar más allá de los límites de la experiencia; por
lo tanto no está haciendo metafísica en el sentido tradicional.
La presentación general que habíamos hecho con el giro copernicano era una
mera hipótesis que debe ser demostrada. En el prólogo a la segunda edición pone
un límite a la metafísica como hipótesis, y el en resto del libro va a tener que
demostrar esa hipótesis.
De todas maneras está usando la palabra metafísica con el sentido técnico que
planteó al principio, que es el de ser la explicación de un concepto en cuanto éste es
a priori.
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habla de muchos espacios, se entiende por esto sólo una parte del mismo
espacio único. Estas partes no pueden tampoco preceder al espacio uno, que
lo comprende todo, como si fueran, por decirlo, así, sus componentes (por
donde la composición del espacio fuera posible). Por el contrario sólo en él
pueden ser pensadas. Él es esencialmente uno; lo múltiple en él y, por tanto
también el concepto universal de espacios en general, se origina sólo en
limitaciones. De aquí se sigue que en lo que a él respecta, una intuición a priori
(que no es empírica) sirve de base a todos los conceptos del mismo. Así todos
los principios geométricos, por ejemplo que en un triángulo dos lados juntos
son mayores que el tercero, no son nunca deducidos de los conceptos
universales de línea y triángulo, sino de la intuición; y ello a priori, con certeza
apodíctica.
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Alumno: ¿Y qué hacemos con el desarrollo del espacio que hace, por ejemplo, la
geometría no euclidiana?
Profesora: Frente a esto se pueden adoptar dos posiciones. Una de ellas sería
tomar una postura crítica respecto a Kant, muy común en la filosofía posterior, según
la cual la filosofía kantiana estaba muy atada a la física del momento; de hecho, esta
concepción del espacio estaba muy atada a esta concepción euclidiana. Desde el
momento que surgen las geometrías no euclidianas todo lo que plantea Kant
quedaría superado; pero esta sería sólo la primera posibilidad.
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Decíamos que el espacio era una representación pura, y que puro y a priori Kant
los usa casi como sinónimos; si bien en las definiciones del texto aparecen
diferenciado lo que es puro, de lo que es a priori en sentido estricto.
Los argumentos de la Exposición metafísica para el tiempo serán muy parecidos,
pero se los dejo a uds. porque no les va a dar problemas. Allí tenemos cuatro
argumentos, dos para demostrar que es una representación a priori, y dos para
demostrar que es una representación intuitiva.
Pasemos ahora a la Exposición trascendental.
Ya en las primeras líneas Kant va a caracterizar lo que entiende por exposición
trascendental:
Entiendo por exposición trascendental la explicación de un concepto como
un principio por donde puede conocerse la posibilidad de otros conocimientos
sintéticos a priori.
Presten atención que acá usa la palabra concepto, pero que el espacio es una
intuición; usa l a palabra concepto en un sentido laxo.
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que surgir por análisis, en cambio, como es sintética la representación del espacio es
intuitiva.
En este punto cabe recodar cuál era la caracterización de intuición. La intuición
era un tipo de conocimiento en el cual la relación con el objeto es inmediata. Les va
a resultar muy útil anotar estas definiciones, para ver qué es lo que está queriendo
decir Kant.
Para que la geometría sea sintética la representación del espacio tiene que ser
intuitiva, porque sino no podría darse esta ampliación que supone el carácter
sintético de la geometría.
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intuitiva y pura del tiempo; porque la noción de número supone la adición sucesiva
de unidades.
En algunos pasajes kantianos aparece la idea de que la mecánica pura supone
la intuición pura del tiempo, porque la noción de movimiento y de cambio supone la
atribución de predicados contradictorios al mismo sujeto, que no podrían explicarse
de otra forma.
Veamos un ejemplo de esto. Si digo el estuche de mis anteojos está sobre las
hojas y digo el estuche de mis anteojos no está sobre las hojas, esos son predicados
contradictorios atribuidos al mismo sujeto. La noción de movimiento supone, como la
noción de cambio, la posibilidad de atribución de predicados contradictorios al mismo
sujeto. Esta contradicción se quiebra con el tiempo, porque los predicados
contradictorios se darían de forma sucesiva.
A partir de todo esto, en el párrafo siguiente Kant dice:
Mas, ¿cómo puede estar en el espíritu una intuición externa que precede a
los objetos mismos y en la cual el concepto de estos últimos puede ser
determinado a priori? Manifiestamente no puede estar de otro modo que
teniendo su asiento en el sujeto, como propiedad formal de éste de ser
afectado por objetos y así de recibir representación inmediata de estos últimos,
es decir, intuición. Esto es, sólo como forma del sentido externo en general.
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Para el parcial lo que tendrían que leer de la Crítica de la Razón Pura es hasta
donde dice Deducción trascendental de los conceptos puros del entendimiento (Pág.
232 de la edición de Colihue, sino fíjense en el índice) inclusive; ése es el último
punto que tendrían que ver.
Antes de empezar a ver la Lógica trascendental, paramos unos minutos.
[RECESO]
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tipo de representaciones que pudieran estar en juego y cuál sea el origen de esas
representaciones, sean empíricas o puras.
En un comienzo, cuando vimos el giro copernicano, vimos que el sujeto era
determinante respecto del objeto en un doble sentido, cada uno de los cuales tenía
que ver con dos facultades. Por un lado, la sensibilidad con sus formas determina el
objeto en tanto el espacio y el tiempo condicionan el aparecer de los objetos; pero
por otro lado, el sujeto también era determinante respecto del objeto en lo que
concierne a ciertas formas del entendimiento.
Estos aspectos formales de la experiencia tienen que ver con conceptos puros, a
priori, que tienen su origen en el entendimiento y condicionan ya no el aparecer del
objeto (como lo hacen las formas de la sensibilidad), sino el carácter de objeto que
tiene el objeto; es lo que hace que el objeto sea objeto. En algunos pasajes Kant
caracteriza a estos conceptos puros del entendimiento como conceptos de un objeto
en general; es decir, son aquellos que van a describir aquellos aspectos formales
que contiene todo objeto y que lo hace ser tal.
Vimos que hay un aspecto puro de la sensibilidad, que es el que analizamos
recién a través de estos argumentos de la Estética que mostraban el carácter a priori
e intuitivo del espacio y el tiempo como formas de la sensibilidad. Ahora, Kant
plantea que también podría ser que hubiera un pensamiento puro y una lógica que
investigue este pensamiento puro, y que no haga abstracción de todo contenido,
sino que tenga en cuenta cierto tipo de representaciones conceptuales (porque se
trata del entendimiento) que sean puras.
Esta lógica tendrá que investigar, por un lado, cuáles son esos conceptos puros
que se originan en el entendimiento; por otro lado, tendrá que investigar también
hasta qué punto o cómo se justifica la validez objetiva de estos conceptos. El
problema será ver cómo justificar la legítima aplicación de estos conceptos a objetos.
Esta lógica va a investigar entonces el problema relativo a la objetividad de estos
conceptos, cosa que la lógica formal general no investiga, por hacer abstracción de
todo contenido.
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denominada Analítica de los conceptos (la parte que nosotros vamos a ver). Los
conceptos que se ven allí son las categorías; es decir, los conceptos puros del
entendimiento; lo que se va a establecer en el texto es cuáles son estos conceptos
puros. El descubrimiento de cuáles son estos conceptos se desarrollan en lo que
normalmente se conoce como deducción metafísica, aunque no parece con este
título.
Lo que veremos en la Deducción trascendental es cómo se justifica la legítima
aplicación de estos conceptos a los objetos de la experiencia. En la Deducción
trascendental, que es el último punto que uds. tienen como texto de lectura
obligatoria, lo que hace Kant es tratar de demostrar que estos conceptos, a pesar de
ser a priori y no tener un origen en la experiencia, se aplican legítimamente a objetos
de la experiencia. Esto sucede porque estos conceptos puros (las categorías) son
condiciones de posibilidad de la experiencia; la argumentación sobre la legitimación
va a pasar por ahí.
La Analítica trascendental tiene una segunda parte, que es la Analítica de los
principios (que no veremos), donde Kant trata de demostrar es cómo estas
categorías son puestas en relación con el tiempo. Esto aparece en una de las partes
de la Analítica de los principios, que es el Esquematismo trascendental. Después,
Kant va analizando cada uno de los principios que surgen de la aplicación de las
categorías al tiempo.
Cada uno de estos principios no son ya conceptos, sino enunciados en los
cuales se describe esta aplicación de las categorías al tiempo, que también
funcionan como condiciones de posibilidad de la experiencia. Son como una
legalidad a priori que el entendimiento le impone a la Naturaleza (como conjunto de
los fenómenos), que va a servir de fundamento de la legalidad que se derive de la
experiencia; de las leyes empíricas. Esta legalidad a priori será fundante respecto de
la legalidad a posteriori que se derive de la investigación empírica de la Naturaleza.
Esto en lo que concierne a la Analítica trascendental, a la cual se la describe
también como una lógica de la verdad. Porque en la medida en que la Analítica
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Recuerdan que vimos lo problemático que resultaba que hubiera una afección
que funcionara como el disparador que permitía tanto el aparecer del objeto, como el
ponernos en contacto con el objeto a través de la intuición, ya que es difícil
establecer de donde viene (presuntamente de las cosas en sí).
Continuemos:
Todas las intuiciones, como sensibles que son, descansan en afecciones;
los conceptos, en funciones. Mas, entiendo por función la unidad de la acción
que consiste en ordenar diversas representaciones bajo una común.
Este conocer a través de conceptos tiene que ver, entonces, con este ordenar
diferentes representaciones bajo una común; esta representación común va a ser el
concepto en general. Por ejemplo, cuando yo tengo el concepto empírico de mesa
estoy ordenando una serie de representaciones (las de las mesas particulares), bajo
una representación común. Esta referencia de esta multiplicidad de representaciones
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Una nota al pie de la edición de Colihue dice que después Kant corrige y pone
intuiciones en vez de fenómenos.
A continuación dice:
Estos objetos son pues representados mediatamente, por medio del
concepto de divisibilidad. Todos los juicios son, según esto, funciones de la
unidad entre nuestras representaciones, puesto que, en lugar de una
representación inmediata –que sería la representación intuitiva-, se usa para el
conocimiento del objeto otra más elevada, que comprende en sí aquélla y otras
más; y así son recogidos en uno muchos conocimientos posibles.
Después veremos que esto supone una operación sintética. Pero acá Kant está
poniendo énfasis en el operar analítico del entendimiento, donde tengo una
multiplicidad de representaciones y una, a la cual esta multiplicidad queda referida,
tiene rasgos comunes a esa multiplicidad. En el primer caso (el de la divisibilidad),
donde hay un concepto que reúnen las notas comunes de los cuerpos y otras cosas
divisibles. A su vez, el concepto de cuerpo es el que reúne los rasgos que tienen en
común las intuiciones empíricas de los cuerpos particulares.
Por eso vale la corrección que posteriormente le introduce Kant al párrafo que
leímos más arriba, donde cambia la palabra fenómeno por intuición, porque ahí
tengo un tipo de conocimiento que ya se relaciona inmediatamente con el objeto, se
le hace presente.
El entendimiento es entonces esta facultad de conocer a través de conceptos
que son considerados como predicados de juicios posibles; por tanto, lo que hace el
entendimiento es juzgar. Ahora bien, el juicio es un conocimiento mediato del objeto,
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Fíjense adónde estamos yendo a parar. Recién decíamos que una de las tareas
de esta Lógica trascendental era tratar de ver cuáles son esos conceptos puros del
entendimiento. Kant dice que no puede tratarse de descubrir estos conceptos
haciendo un listado al azar; de hecho, Kant critica a Aristóteles por no haber tenido
un hilo conductor para establecer cuáles eran las categorías.
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Kant trata de hallar un hilo conductor que le permita descubrir cuáles son estos
conceptos puros del entendimiento. Ahora, al caracterizar al entendimiento como
una facultad activa que básicamente lo que hace es juzgar, entonces si tengo un
listado completo de las funciones de unidad que se dan en los juicios, voy a tener un
listado completo de lo que el entendimiento hace.
El entendimiento produce la unidad que hace que la multiplicidad que la intuición
sensible me muestra sea un objeto, aplicando estos conceptos puros (o categorías).
Ahora, cuando el entendimiento introduzca unidad en la multiplicidad de la intuición,
va a estar haciendo algo semejante a la introducción de unidad presente en los
juicios. Por lo tanto, si yo tengo la tabla de todos los tipos de juicios posibles, podré
derivar la tabla de las categorías a partir de esta tabla de los juicios.
Esta tabla de los juicios me va a servir, entonces, como hilo conductor para
descubrir cuáles son estos conceptos puros del entendimiento (las categorías), que
sirven como reglas de síntesis para darle unidad a lo múltiple dado en la intuición
sensible y constituir un objeto.
Una de las tareas de la Lógica trascendental era precisamente descubrir cuáles
son estos conceptos puros que se originan en el entendimiento. Esto debía
establecerse de manera tal que siga algún tipo de hilo conductor, y no hacerlo de
manera azarosa.
Entonces, se caracteriza al entendimiento como una facultad de conocer a
través de conceptos, con todo lo que eso implica: tener un carácter discursivo, no
poder referirse inmediatamente al objeto, con la operación básica de juzgar dado que
el concepto es considerado como un predicado de un juicio posible. El entendimiento
opera sobre lo sensible para darle unidad al objeto, pero nosotros queremos
establecer las reglas de síntesis a partir de las cuales lleva a cabo esa unificación; es
decir, queremos conocer cuáles son las categorías.
Ahora, si nosotros tenemos la lista completa de las funciones de unidad que se
dan en los juicios, y sabemos que las actividades del entendimiento se reducen a
juicios, a través de ese listado podremos derivar cuáles son esos conceptos de
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Leamos ahora este parágrafo 10, para ver cómo se da la derivación y ver cómo
aparecen algunos términos importantes que debemos ir aclarando, porque deben
tener presentes en sus fichas:
La lógica general hace abstracción, como hemos repetido muchas veces,
de todo contenido del conocimiento y espera que le sean dadas
representaciones por otro conducto, sea éste el que fuere, para transformarlas
en conceptos, lo cual sucede analíticamente.
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Acá aparece por primera vez la palabra síntesis, que es la palabra técnica para
describir esto que el entendimiento va a hacer sobre la multiplicidad sensible para
dar lugar al conocimiento de un objeto. Esa multiplicidad tiene que ser recorrida,
acogida y enlazada, lo cual tiene que ver con la manera en que la Deducción
trascendental describe estas operaciones sintéticas. Dichas operaciones suponen
recorrer y reunir esa multiplicidad dada bajo la forma del tiempo.
A esta operación de unificación de ese múltiple dado a la sensibilidad lo
llamaremos, entonces, síntesis:
Entiendo empero por síntesis, en el sentido mas general, la acción de
añadir diferentes representaciones unas a otras y comprender su multiplicidad
en un conocimiento.
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En este texto aparece como la facultad que opera la síntesis, pero de acuerdo a
reglas o conceptos que se originan en el entendimiento. De todas formas no está
mal decir que es el entendimiento el que opera la síntesis, porque ésta es la idea que
va sostenerse en la segunda edición de la Crítica.
Hay un múltiple que se nos aparece sensiblemente y nos es dado en la
sensibilidad, pero esto sólo no era conocimiento porque, al faltarle unidad, no da
lugar a un objeto. Por tanto, este múltiple requiere una operación sintética (ésta es la
palabra técnica).
Ahora ¿qué facultad realiza esa operación de síntesis? Uno podría decir que, en
lugar de la imaginación, es el entendimiento. Esta respuesta no está mal, porque esa
es la idea que se desprende de la segunda edición de la Crítica de la Razón Pura, y
en definitiva, esa síntesis supone la aplicación de las categorías que se originan en
el entendimiento.
En la primera edición se le da mucho peso a la imaginación como la facultad que
opera la síntesis sobre la base de estos conceptos que se originan en el
entendimiento.
Tengan en cuenta esta diferencia, porque acá estamos viendo un texto que
pertenece a las dos ediciones, pero cuando vemos la Deducción trascendental esto
cambiará. Porque la Deducción trascendental es uno de los textos que para la
segunda edición Kant rescribe completamente. Por lo tanto allá va a aparecer esta
pequeña modificación respecto del papel asignado a la imaginación.
Les leo nuevamente este parrafito para que quede claro lo de la síntesis:
La síntesis en general es, como veremos más adelante, el mero efecto de
la imaginación, función ciega aunque indispensable del alma, sin la cual no
tendríamos conocimiento alguno, mas de la cual rara vez llegamos a ser
conscientes. Pero reducir esa síntesis a conceptos, ésta es una función que
corresponde al entendimiento y por la cual, y solo entonces, éste nos
proporciona el conocimiento en la propia significación de esta palabra.
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Es decir, la síntesis puede ser empírica, pero lo que nos interesa es esa síntesis
operada sobre la multiplicidad pura del espacio y el tiempo, que es la que va a
condicionar la experiencia. Porque yo podría establecer un enlace empírico de
representaciones sobre la base de mecanismos de asociación al estilo Hume. Ahí
tendría una síntesis empírica.
Ahora, acá, si apuntamos a la teoría del conocimiento que está tratando de
desarrollarse, no se trata de esas síntesis empíricas, sino síntesis puras, síntesis
ejercidas sobre la multiplicidad pura del espacio y el tiempo, y por ende sobre
aquello que está dado bajo las formas puras del espacio y el tiempo. Por lo tanto,
estas síntesis puras serán las que den lugar a la experiencia, darán lugar a la
posibilidad de un conocimiento objetivo.
En cambio, las síntesis empíricas suponen una experiencia ya dada. Si yo
asocio un perfume con determinada situación, aunque es un enlace de
representaciones, supone una experiencia ya constituida, es siempre a posteriori. La
imaginación que opera mediante los principios de asociación es la imaginación
empírica; y no es la que Kant está tratando de sacar a la luz.
Esta imaginación empírica que opera los principios de asociación tal como
planteaba Hume, Kant no va a negarla, sino que va a integrarla a la teoría. Pero lo
que va a mostrar Kant es que hay otra función de la imaginación, que es la de hacer
presente lo ausente, que tendrá una función trascendental como condición de
posibilidad de la experiencia. Esa función será la de darle unidad al espacio y al
tiempo mismos, y de esta manera le da también unidad a todo lo que está en el
espacio y el tiempo haciendo de eso un objeto; esto es lo que va a llamar
imaginación trascendental.
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Ahora, en la medida en que esta síntesis se va a realizar sobre formas que son
puras, esta síntesis va a ser pura también ella y requerirá fundarse en ciertos
conceptos que van a funcionar como reglas de síntesis (muchas veces Kant las
caracteriza de esta forma).
Recuerden que estos conceptos tienen su origen en el entendimiento, y lo que
tratamos de hacer ahora es ver cuáles son estas reglas de síntesis. Hasta ahora
encontramos cuál es el hilo conductor, que será la tabla de los juicios, a partir del a
cual voy a poder descubrir cuál es la tabla de las categorías. Pero, antes de decir
cuáles son estas categorías, Kant retoma la cuestión de la síntesis, que es lo que
necesito para dar unidad a lo múltiple que se me da en la sensibilidad. Por eso esta
disquisición anterior a la tabla de las categorías introduce el tema de la síntesis.
Lo que está estableciendo acá es que la misma función la que da unidad a las
diferentes representaciones en un juicio, es la que da unidad a las diferentes
representaciones en una intuición, por eso es que puedo derivar la tabla de las
categorías de la tabla de los juicios.
Esto quiere decir que es por eso que si yo tengo una lista de las funciones de
unidad que se dan en los juicios, voy a poder derivar a partir de allí, la lista de los
conceptos con los cuales se opera sintéticamente sobre la multiplicidad. Sobre la
base de que la función de unidad del entendimiento es la misma en los dos casos,
puedo derivar una tabla de la otra.
Una de las tablas la tengo disponible porque la saco de la lógica, pero la otra la
tengo que construir. Ahora, como la misma facultad es la que está haciendo las dos
cosas, y se trata de la misma función de unidad la que está presente en un caso y en
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el otro, puedo derivar una tabla de la otra: hay una derivación y una
correspondencia.
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de unidad que puede introducir el entendimiento. Sólo así puedo trasladar todo esto
a esta función que tiene el entendimiento de introducir unidad a la multiplicidad
sensible.
Retomemos el párrafo:
La misma función que da unidad a las diferentes representaciones en un
juicio, da también unidad a la mera síntesis de diferentes representaciones en
una intuición, y esa unidad se llama, con expresión general, el concepto puro
del entendimiento. El mismo entendimiento pues, y mediante las mismas
acciones por las cuales produjo en los conceptos la forma lógica de un juicio
por medio de la unidad analítica, pone también, por medio de la unidad
sintética de lo múltiple en la intuición en general, un contenido trascendental en
sus representaciones, por lo cual llámanse éstas conceptos puros del
entendimiento, que se refieren a priori a objetos, cosa que la lógica general no
puede llevar a cabo.
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Esto que hizo en esta Deducción metafísica fue establecer un listado de las
categorías, no azarosamente, sino siguiendo un hilo conductor.
El hilo conductor que siguió fue pensar qué tipo de facultad es el entendimiento,
cuáles son sus características y cuál es su función principal. A partir de establecer
que su función principal es la del juicio, Kant deriva de la tabla de los juicios, la tabla
de las categorías.
La vez que viene veremos la Deducción trascendental de las categorías en la
que Kant va a tratar de demostrar que ellas tienen una legítima aplicación a los
objetos de la experiencia, y tienen un valor objetivo. Kant tratará de mostrar que aún
no habiéndose originado en la experiencia, son legítimamente aplicables a objetos
de la experiencia.
Allí recién se va a ver con más claridad por qué la sensibilidad, ni el
entendimiento pueden conocer solos. Veremos por qué estas facultades, a pesar de
ser radicalmente heterogéneas tienen que complementarse para que tenga lugar la
experiencia.
Por eso les decía que, si bien esto no va a ser tema del parcial, léanlo de todas
formas (ayudándose con la bibliografía secundaria), porque recién cuando lleguen al
final de la Deducción trascendental tendrá una idea un poco más clara del porque de
la complementación necesaria entre el entendimiento y la sensibilidad.
Nos vemos la clase que viene. Suerte con los parciales.
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Cod. 57
Filosofía
Moderna
Alumno: ¿En el final, cualquier profesor nos puede tomar o sólo nos toma usted?
Profesora: No les toma cualquier profesor. En general nos dividimos en varias
mesas. Por eso, el final se guía sobre todo pro los textos, porque allí no hay grandes
variaciones de enfoque.
Recuerden que el sábado 30 a las 11:00 horas reservé el aula 343 para que
podamos terminar la parte de la Deducción trascendental y puedan hacer las
preguntas que quieran respecto de los temas vistos.
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Alumno: ¿Cómo evita que las categorías sean innatas si son a priori?
Profesora: Tenemos que pensar lo siguiente: las ideas innatas también son a
priori, pero no es tan fácil de establecer que todo lo a priori es innato, porque el
innatismo, en este período y en los autores que vimos, se da en el contexto de
teorías metafísicas según las cuales esas ideas son puestas por Dios en la mente, o
Dios funciona como garante de su correspondencia con el mundo. Pero esta
posibilidad desaparece.
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Además, tanto los conceptos puros del entendimiento, como las formas puras de
la sensibilidad, que son las intuiciones puras, se conocen con ocasión de la
experiencia. Entonces, por más que no se deriven de ella no hay una posesión
previa a la experiencia; por lo menos no tenemos conciencia de ellas como formas
de representarnos las cosas, y sólo con ocasión de la experiencia esto se dispara.
También es cierto que hay ciertas formas del innatismo que establecen esto, y
que plantean que es con ocasión de la experiencia que tomamos conocimiento de
las ideas innatas, pero el contexto en el cual se da es otro; ese no es un dato menor
para establecer la diferencia entre estas teorías y lo que plantea Kant.
La posibilidad de la correspondencia entre este tipo de representación, o de
idea, y el objeto, es muy diferente, porque acá no hay presupuestos metafísicos.
Este apriorismo se entiende en el marco del giro copernicano y no en el de una
metafísica que me permita establecer una correspondencia entre el orden del
pensamiento y el orden de lo real.
Entonces, una cosa es que la experiencia sea ocasión de lo a priori, y otra es
que sea origen de ello; esa es una diferencia muy importante. Porque si bien
pareciera que Kant está diciendo algo parecido a lo que dijeron los demás, en
realidad está diciendo algo muy diferente.
También es muy diferente de lo que dice Hume, quien busca el origen del
concepto de causalidad en la experiencia, y de allí trata de derivarlo. Otra posibilidad
es que ante el concepto de causalidad plantear que si no tuviera experiencia, no
tendría conciencia de él y además que, para tener experiencia requiero de ese
concepto porque es condición de posibilidad de la experiencia. En el caso de Hume
la experiencia sería la condición de posibilidad del concepto. Es exactamente la idea
opuesta.
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que algunos autores, para poder interpretar el texto consideran que es una suerte de
mosaico de textos de diferentes períodos. En la parte de la Deducción de la primera
edición no hay una argumentación lineal y es bastante difícil de seguir. De todas
formas es una argumentación muy rica y algunos autores le dan más importancia la
Deducción de la primera edición, más que a la de la segunda.
En la Deducción de la primera edición el punto de partida es un múltiple dado a
la sensibilidad bajo la forma del tiempo; el tiempo aparece de entrada, y desde ahí
empieza a argumentar. En la segunda edición aparece, como punto de partida, un
múltiple dado a la sensibilidad y se hace abstracción de que esta sensibilidad tenga
una forma espacio temporal como la nuestra. De todas maneras la versión que
vamos a ver será la de la segunda edición.
Entonces, en este texto de la segunda edición tenemos una parte en la cual Kant
elabora el argumento haciendo abstracción del tipo de sensibilidad que esté en
juego; siempre y cuando se trate de un sujeto cognoscente que se relaciona con el
objeto siendo afectado, es decir, recibiendo un objeto que le es dado. Pero allí se
hace abstracción de cuál sea la forma bajo la cual se recibe lo dado.
En la segunda parte de la Deducción se establece que las categorías son
condiciones de posibilidad de una experiencia como la nuestra. Se legitima
nuevamente la aplicación de las categorías, pero ahora sin hacer abstracción de las
forma espaciotemporal de la sensibilidad.
Tenemos así dos argumentos, uno para una intuición sensible general y otro
para una intuición sensible como la nuestra, que es espacio temporal.
Hay grandes discusiones acerca de por qué Kant, cuando rescribe el texto, lo
hace de esta manera, presentando primero un argumento para una intuición sensible
en general y después un argumento para una intuición sensible como la nuestra.
Esto se plantea por la diferencia importante que esto significa respecto de la primera
edición donde había partido argumentando para una intuición sensible como la
nuestra, porque parte de un múltiple dado bajo la forma del espacio y el tiempo. De
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se justifica tal cosa. Porque en el caso del espacio y el tiempo su legítima aplicación
se justifica porque son formas de la sensibilidad, y por tanto los objetos van a
responder a ellas. Pero en el caso del entendimiento se trata de una cuestión que en
la Disertación queda sin resolver. Durante diez años Kant trata de resolver esto sin
echar mano a hipótesis metafísicas que justifiquen la correspondencia.
La Deducción trascendental será la que viene a responder a este problema; es el
texto en el que se ve claramente cómo Kant logra resolver esta cuestión que lo
ocupó durante los diez años que van entre la Disertación y la publicación de la
Crítica de la Razón Pura.
El problema a resolver entonces es: ¿cómo establezco una correspondencia
entre el orden del pensamiento y el orden de lo real? ¿cómo es posible que estos
conceptos que se originan en el entendimiento y no se derivan de la experiencia, aún
así tengan una legítima aplicación sobre los objetos de la experiencia?
En el §13 aparece esta idea de que la experiencia es ocasión para tomar
conciencia de ciertas representaciones a priori. También aparece otra idea que
genera bastantes problemas por la manera en que aquí está presentada, y es que
respecto del espacio y el tiempo parecería que no se requiere una deducción.
Parecería que es fácil ver (para el caso de espacio y tiempo) por qué estas
representaciones puras y subjetivas son, a la vez, objetivas. En la Estética Kant
había establecido que esto se debía a que las cosas no se me podían aparecer de
otra manera.
Sin embargo, Kant plantea que podría suceder que los objetos no se adecuaran
a estas formas que se originan en el entendimiento, y dice: podrían ofrecerse
fenómenos a la intuición, sin que intervengan las categorías. Esta frase, presentada
así es un tanto explosiva, porque todo lo que va a establecer después a lo largo de la
argumentación, va a ser precisamente lo contrario y va a decir que las categorías
son condiciones de posibilidad de la experiencia.
Esta frase la encontramos en el §13 y dice:
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Para poder seguir con el texto pensemos que este párrafo sólo presenta la
postura opuesta a la que él va a rebatir con su argumentación.
Partiendo de algo bastante parecido a lo que había hecho cuando en el prefacio
describía el giro copernicano, en el parágrafo 14 va a decir que hay dos maneras
posibles para que en el conocimiento se establezca la relación entre la
representación y el objeto: o bien el objeto hace posible la representación, o bien la
representación hace posible al objeto.
Si el objeto hace posible la representación, se tratará de un tipo de
representación a posteriori. Esto Kant no lo va a negar porque para él hay
conocimiento a posteriori. Pero ya en la Estética dio cuenta de que hay
representaciones que hacen posible al objeto y lo dejan aparecer: el espacio y el
tiempo. Tenemos ya una situación en la cual la representación hace posible al
objeto, y entonces ya no es a posteriori, sino a priori.
Entonces lo que aparece en este parágrafo 14, planteado como hipótesis y
adelantando cuál es la solución es que estos conceptos puros del entendimiento
también son representaciones que hacen posible al objeto. De esta forma serían
condiciones de posibilidad de la experiencia, junto con el espacio y el tiempo.
Esta va a ser la solución, así que, mientras vayamos leyendo la argumentación
tengamos en cuenta que tenemos que llegar a probar esto. Para probar que las
categorías tienen una legítima aplicación en los objetos de la experiencia, vamos a
tener que probar que son condiciones de posibilidad de la experiencia, sino no hay
manera de establecer la correspondencia entre el concepto y el objeto.
El problema es que estos conceptos no son empíricos, así que no puedo
derivarlos de allí. Ese es el camino que siguió Hume. Al principio de la deducción
Kant dice que ese camino no sirve, porque no se tratan de conceptos empíricos, por
lo tanto, tengo que argumentar de otra manera y tratar de establecer la
correspondencia entre el objeto y el concepto sin considerar la posibilidad de que se
haya derivado de la experiencia.
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Esto podría explicar por qué este argumento después va a necesitar de una
segunda parte donde hable del espacio y el tiempo, y establezca que, por lo menos
a nuestra sensibilidad, se da como múltiple, porque se da bajo las formas del
espacio y el tiempo. En esta primera parte, en cambio, se está haciendo abstracción
de que esto que se me presenta, se me presenta bajo las formas del espacio y el
tiempo.
Tomemos entonces como punto de partida que se me puede dar un múltiple a la
sensibilidad. Y ya quedó demostrado, además, que las formas de esta sensibilidad
residen en el sujeto.
Seguimos:
Pero el enlace (conjunctio) de un múltiple en general no puede nunca venir
a nosotros por medio de los sentidos, y no puede tampoco, por lo tanto, estar
contenido al mismo tiempo en la forma pura de la intuición sensible; pues es un
acto de la espontaneidad de la facultad representativa y como esta facultad
debe llamarse entendimiento, a diferencia de la sensibilidad, resulta que todo
enlace, seamos o no conscientes de él, sea un enlace de lo múltiple de la
intuición o de varios conceptos, y, en el primer caso, de la intuición empírica o
de la no empírica, es una acción del entendimiento, que vamos a designar con
la denominación general de síntesis, para hacer notar así, al mismo tiempo,
que no podemos representarnos nada como enlazado en el objeto, sin haberlo
enlazado previamente nosotros mismos, y de todas las representaciones, es el
enlace la única que no es dada por medio de objetos, sino que sólo por el
sujeto mismo puede ser ejecutada, por ser un acto de su actividad propia.
Tenemos una afección supuesta, que recibo, y como resultado de la cual se da,
como punto de partida, un múltiple a la sensibilidad. La multiplicidad va a ser para
cualquier intuición, sea o no la nuestra; esto está presentado como hipótesis, pero se
trata de un múltiple de relaciones bajo las cuales se me dan los datos (en el caso de
nuestra sensibilidad van a ser relaciones espaciotemporales).
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Alumno: ¿El enlace hay que entenderlo como a priori o como simultáneo a la
intuición?
Profesora: Yo recibo una afección, como resultado de esa afección, se me hace
presente un múltiple a la sensibilidad, y lo que trata de establecer es que el enlace
no es un dato más, y por lo tanto va a ser a priori.
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Profesora: Este enlace va a tener que ver con la función del juicio. También
dentro del contexto de la argumentación una definición del juicio en términos de
enlace de representaciones en la conciencia, con valor objetivo. Esto me va a
permitir llegar a probar que estos enlaces, que necesariamente tienen que estar
presentes y tienen que estar aplicados en la sensibilidad, van a tener que ver con las
categorías.
Volvamos al texto. En la segunda oración del párrafo que leíamos recién Kant
decía que el enlace tenía que provenir de una facultad que sea espontánea, y no
puede provenir de la sensibilidad, ni materialmente, ni formalmente. Y dice que es
una acción del entendimiento que designaremos con la denominación general de
síntesis.
Otra vez aquí aparece esta palabra síntesis que siempre interviene jugando un
papel central, que ahora comienza a aclararse. Este enlace, esta actividad del
entendimiento y el producto de la actividad misma, lo vamos a llamar síntesis.
Sigamos entonces:
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Si pensamos que el enlace no puede ser un dato, sino que siempre supone una
actividad nuestra, más precisamente, del entendimiento, el análisis (que es la
operación contraria) presupone a la síntesis; porque solamente puedo descomponer
lo que está compuesto. Como ya dijimos esta composición no es un dato, sino algo
introducido por mí.
Sigo leyendo:
Mas el concepto del enlace contiene, además del concepto de lo múltiple y
de la síntesis del mismo, también el de la unidad. Enlace es la representación
de la unidad sintética de lo múltiple.
La representación de esa unidad no puede por tanto nacer del enlace; más
bien es ella la que hace posible el concepto del enlace, viniendo a añadirse a la
representación de lo múltiple.
§15
- Lo múltiple puede ser dado a una intuición sensible.
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Sin embargo, les adelanto que la unidad de la que está hablando acá, es de la
unidad de la conciencia. La síntesis no podría llevarse a cabo, y ese múltiple no
podría llegar a hacerse conciente, si esa multiplicidad no quedara referida a un yo
único, a una única conciencia. No se trata entonces de la unidad del concepto, sino
que se va a tratar de la unidad que funda cualquier unidad de concepto, y que funda
cualquier unidad de la experiencia y del múltiple dado a la sensibilidad. Es la unidad
primigenia, es el yo.
Acá mete el yo, pero sin decirlo. Les adelanto esto (que va a desarrollar recién
en el parágrafo 16) porque sino no se entiende de qué clase de unidad está
hablando cuando dice que el enlace supone multiplicidad, síntesis y unidad. Como
ven se trata de una unidad como fundamento. Después veremos qué es este yo; es
la identidad del yo mismo, sin ser el yo en sí, ni la unidad de las facultades.
Hasta ahora lo que tenemos es: multiplicidad y actividad, de una facultad que
opera sintéticamente sobre esa multiplicidad. Ahora, esta síntesis no sólo supone la
diversidad y la operación sintética misma, sino que supone también una unidad en la
cual se funde el enlace. Acá empieza a aparecer la unidad que es fundamento y no
resultado del enlace; por supuesto, en el enlace también se va a producir unidad,
pero no se trata de esta unidad de la conciencia.
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Estas frases sólo están adelantando que el enlace supone unidad. Ahora, la
argumentación va a tratar de elucidar qué es esta unidad que está como fundamento
del enlace de lo múltiple dado a la sensibilidad.
Pasemos ahora al §16 De la unidad originariamente sintética de la apercepción;
este parágrafo es central en el texto:
El yo pienso debe poder acompañar a todas mis representaciones; pues, si no,
sería representado en mí algo que no podría ser pensado, lo cual significa tanto
como decir que la representación sería, o bien imposible o al menos nada para mí.
Acá vemos que el yo pienso que debe poder acompañar a todas mis
representaciones, porque si no pudiera hacerlo serían para mí lo mismo que nada.
Fíjense que acá dice debe poder acompañar: no lo está planteando como una
necesidad, sino como la necesidad de una posibilidad; debe ser posible.
Si tratamos de graficar el texto (si se pudiera), se podría decir que sería algo así:
(Cuadro 1)
Yo x
Yo x
Yo x Objeto
Yo x
Yo x
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Alumna: A la frase de que las intuiciones sin conceptos son ciegas y los
conceptos sin intuiciones son vacíos, habría que agregarle esta unidad del yo.
Profesora: Esa frase, lo que en realidad trata de explicar es que la sensibilidad y
el entendimiento se tienen que complementar y que a la base de esa
complementación está la unidad del yo. En la frase misma no está, porque está
haciendo referencia a la complementación a la base de la cual está como
fundamento la unidad del yo. Porque el entendimiento tiene que estar funcionando al
mismo tiempo que la sensibilidad, dado que la sensibilidad no unifica. Si no lo
unifico, no puedo hacer conciente al múltiple de la sensibilidad, ya que no puedo
referirlo a la unidad del yo.
Entonces, que el yo sea idéntico, que sea uno, es la última condición de
posibilidad de la experiencia. Una experiencia para un yo absolutamente disperso,
no sería experiencia; la experiencia no tendría unidad y el yo tampoco. Esta unidad
de la conciencia es condición de posibilidad de la experiencia; es decir, para tener
esa experiencia es necesario que tenga unidad.
Y pensémoslo también al revés: para que la experiencia tenga unidad tiene que
ser experiencia de un yo idéntico, si ese yo fuera disperso, si no tuviera
autoconciencia de su propia identidad, tendría como correlato una experiencia
inconexa, que no puede considerarse como experiencia.
Esto tenemos que pensarlo en término de correlación entre unidades: una
correlación entre la unidad de la conciencia y la unidad del objeto. Utilizando una
terminología que no es kantiana, uno podría decir que la unidad del objeto es una
suerte de proyección de la unidad de la conciencia, de la unidad del yo. La idea es
pensar la correlación entre dos unidades.
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Si esta representación, si este yo, fuera una intuición, el acceso que tengo a ese
yo sería sensible. Si fuera sensible, como el tiempo es la forma del sentido interno,
se me daría bajo la forma del tiempo y entonces se me daría como múltiple, porque
el tiempo dispersa el dato. Así, necesitaría, a su vez, un yo que funcionara como
unidad de estos datos dispersos. Por lo tanto, este yo que está a la base no puede
tratarse del yo fenoménico, o yo psicológico, del que también va a hablar Kant.
El yo psicológico es un yo dado a través del sentido interno, que se da bajo la
forma del tiempo y es la secuencia de estados internos. Ese yo psicológico es el más
parecido al yo de Hume.
Pero el yo que está a la base de toda experiencia no puede dárseme de esta
manera, porque necesitaría de otro yo que funcionara como unidad, de este que se
me da junto con las representaciones en el tiempo.
Uno podría pensar que nuestro cuadrito anterior representa al yo humeano, ya
que es un haz de percepciones dispersas. Pero Kant plantea que eso no puede
funcionar, sino que debe haber un yo que no se identifique con el haz de
representaciones. La idea es que sea la unidad última a la cual la multiplicidad del
haz queda referido.
Entonces, hasta ahora sabemos que el yo tiene que acompañar todas mis
representaciones. Esto es algo que Hume no podría decir, porque si fuera así tendría
que tener una impresión que acompañe todas las otras. Recordemos que Hume al
no encontrar esa impresión que acompañaba a todas las otras, directamente
suprime el yo.
Pero Kant plantea que no puedo suprimir esta unidad, porque no va a ser una
impresión; no es sensible. En realidad, tengo que empezar a admitir otro tipo de
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humeano, porque no es una ficción, sino que está desustancializado por estar a la
base de la categoría misma de sustancia.
Recuerdan que cuando vimos la Segunda meditación de Descartes, hacia el
final, aparecía la idea de que, cuando conozco, siempre me autoconozco. En esa
clase yo les decía que parecería que esto que planteaba Descartes podía ser falso y
que podría haber algún tipo de autoconciencia, sin que se trate de una forma de
autoconocimiento.
Si pensamos esto retrospectivamente desde Kant, se ve que acá está
apareciendo una forma de autoconciencia que no va a ser autoconociemitno, sino
que va a estar a la base de todo conocimiento; aún del autoconocimiento. En Kant,
cuando yo me autoconozca, si es que es posible (porque este va a ser un problema
dentro de la teoría), tengo que autoconocerme como fenómeno. Acá, lo que vale
para el mundo exterior, vale para mí también y me tengo que ser dada a mi misma a
través de la sensibilidad.
En Kant hay autoconocimiento, pero tiene que ser fenoménico, de la misma
manera que lo es el conocimiento del mundo exterior. La sensibilidad nos pone en
contacto con el objeto, y si me autoconozco es porque me estoy autobjetivando. Sólo
puedo autobjetivarme como fenómeno, sensiblemente, a través del sentido interno.
Pero este el yo fenoménico, no es del que se está hablando en los §§15 y 16,
porque el yo de estos parágrafos va a tener que estar a la base, tanto del
conocimiento del mundo exterior, como del autoconocimiento. Por lo tanto, supone
una forma de autoconociencia que no es autoconocimiento. Ese yo que está a la
base de todo conocimiento, no puede ser él mismo, objetivado, sino que es siempre
sujeto. Si se autobjetivara, necesitaríamos de otro yo que esté a la base.
El planteo general es que puedo tener conocimiento del mundo exterior cuando
se me hace presente la multiplicidad a la sensibilidad y aplico las categorías, y así
conozco un objeto exterior fenoménico. Supuestamente, hacia el interior pasa lo
mismo, nada más que, en lugar de darse bajo la forma del espacio se me va a dar
bajo la forma del tiempo. Lo que voy a poder conocer y va ser objeto del
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§16
[RECESO]
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Alumno: ¿Esto quiere decir que hay una ambigüedad en Kant con respecto a
este yo?
Profesora: Más bien hay una ambigüedad respecto a la terminología, y no en
cuanto al concepto. Porque siempre aparece como lo que está a la base de
cualquier representación que pueda calificarse como objetiva. No habría que usar los
términos intuición o concepto, por eso para usar un término más neutro se dice
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representación. Para poder nombrar de alguna forma a este yo, aparece el término
representación, sino es muy difícil verbalizarlo.
Igualmente, uno podría pensar al yo como la forma que toda representación
tiene que tener. Por eso el dibujo no sirve mucho, porque si yo lo pienso así:
x
x
Yo x objeto
x
x
…lo estoy pensando como si fuera algo más que las representaciones. Tal vez el
dibujo más representativo tendría que mostrar la conciencia de la necesaria unidad
que tiene que tener. Sería más bien un gráfico como el siguiente:
(Cuadro 3)
Yo
x
x
x objeto
x
x
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Ahora, pasemos a ver la nota (que aparece después donde dice unidad
sintética), donde aparece la relación con la unidad analítica de los conceptos:
La unidad analítica de la conciencia está ligada a todos los conceptos
comunes como tales. Por ejemplo, si pienso rojo en general, me represento
una propiedad que, como característica, puede encontrarse en algún lado o
puede estar enlazada con otras representaciones. Por consiguiente, solo
gracias a una unidad sintética posible previamente pensada, puedo
representarme la unidad analítica. Una representación que tiene que ser
pensada como común a varias representaciones diferentes, es considerada
como perteneciente a las representaciones; que fuera ellas quienes en sí,
además, algo diferente. En consecuencia, ella debe ser pensada previamente
en unidad sintética con otras, aunque sean representaciones sólo posibles,
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El concepto de rojo es el elemento común que tienen todas las cosas rojas. Esta
referencia de la multiplicidad a este elemento común, que es el concepto común de
rojo, supone la unidad analítica del concepto. Pero esta unidad analítica no podría
tener lugar si no hubiera una unidad sintética.
Podemos pensar esto mismo de varias formas. En principio, podemos pensar
que yo debo tener varias representaciones reunidas para poder abstraer cuál es el
elemento en común, y que esa reunión supone síntesis. También podemos pensar
que esta característica del rojo está, en esas representaciones, unida a otras (que
parece más próximo a lo que dice Kant en la nota).
En este último caso, yo tengo un conjunto de cosas rojas que, además de ser
rojas, son redondas, cuadradas, o tienen otras características. Así, lo que hago es
abstraer el elemento común y refiero esa multiplicidad a ese elemento común; pero
en cada una de ella ese rojo está unido a otras características.
Por eso podemos ver que el análisis supone síntesis. La síntesis puede ser de
ese rojo con otras propiedades en cada una de esas representaciones, como que
para poder abstraer el elemento común de las representaciones, las tengo que tener
todas juntas.
También acá la unidad sintética es fundamento de la unidad analítica; la analítica
supone esta referencia de un múltiple de representaciones o una representación
común, que en este caso sería el rojo. Pero, para que esto sea posible, estas
representaciones tienen que estar reunidas. Ésta sería una manera de explicarlo.
Esta relación entre la unidad sintética y la unidad analítica es el punto más
complicado del parágrafo.
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Alumno: Habría una relación entre esta unidad y la cosa en sí, porque de la cosa
en sí tampoco se podía hablar.
Profesora: No sería el mismo caso que el no poder hablar de la cosa en sí. Yo
puedo pensar en la cosa en sí, sin poder nunca conocerla; tampoco puedo decir
nada de ella porque no le puedo asignar predicados. En cambio, esto lo puedo
reconstruir, de esto puedo hablar, aunque con la dificultad de estar rozando
cuestiones que son muy originarias, muy primitivas. La dificultad reside en que en
cualquier discurso está funcionando ya la fundamentación, pero no estoy hablando
de algo que está más allá de los límites de la experiencia.
Lo que sí no puedo conocer es el yo en sí. Acá sí vale hacer la distinción. Esto
de lo que está hablando no es el yo en sí, que sí es incognoscible. El yo concebido
como alma por ejemplo, tal como lo describe la metafísica, es incognoscible (esto
Kant va a demostrarlo en la Dialéctica).
El yo en sí lo puedo pensar, pero no conocer. Esta sería una primera forma de
considerar al yo. Ahora, esto no quiere decir que no me pueda autoconocer en
absoluto, porque a través del sentido interno algo se me hace presente a través de la
sensibilidad. Y esto resulta en una segunda manera de considerar el yo, que es
como yo fenoménico.
Una tercera forma de considerar al yo (que no es en sí, ni fenoménica), es el
considerar el yo fundamento, que está a la base de cualquier conocimiento. De este
yo puedo tener conciencia, pero no lo puedo objetivar, porque en cuanto trato de
objetivarlo pierde su originalidad.
Entonces, tenemos estas tres perspectivas del yo. Si esto lo comparamos con
Descartes, nos encontramos que en él estas tres perspectivas están mezcladas.
En el cogito pareciera estar rozando la apercepción trascendental, o un yo
fundamento. Pero, en seguida resulta que este yo fundamento es una sustancia de
índole espiritual; y ahí fue a parar al yo en sí. Encima, a este yo en sí Descartes dice
que puedo autoconocerlo; que desde el punto de vista kantiano sería imposible. En
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 40
Esta posibilidad del operar del entendimiento, gracias al cual es posible llevar la
multiplicidad de las representaciones a la unidad de la conciencia, es el principio
supremo del conocimiento humano. El entendimiento, al operar sintéticamente,
puede referir la multiplicidad de las representaciones a una misma conciencia (la
mía), y a la vez hacer que formen parte de una única experiencia (que también es la
mía). Estas dos unidades están indisolublemente correlacionadas: la unidad de mi
conciencia y la unidad de mi experiencia.
Continuemos:
Este principio, empero, de la necesaria unidad de la apercepción, aunque
es idéntico y, por tanto, proposición analítica…
Esto que acaba de decir supone algunas dificultades en las cuales no vamos a
entrar; porque en la primera edición aparecen como sintéticas. En principio
pensemos que si decimos que todas mis representaciones son mías se trata de una
proposición analítica.
Retomemos:
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 42
No leo el último párrafo del §16. Sepan que allí hace referencia a la diferencia
entre un entendimiento como el nuestro que no es intuitivo y que es finito y uno
infinito. Que sea finito y discursivo significa que tiene que conocer por medio de la
sensibilidad. Además significa que con su propia actividad no genera la multiplicidad,
sino que le es dada. Por eso va a tener conciencia de su propia unidad en la medida
en que opera sintéticamente sobre lo múltiple.
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Es por esto que les decía que recién acá se empieza a ver por qué se tienen que
complementar las dos facultades.
Anotemos los puntos principales del §16:
§16
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 45
El primer principio eran las formas de la sensibilidad; es decir, que se dé bajo las
condiciones del espacio y tiempo. Bajo este principio están todas las múltiples
representaciones de la intuición en la medida en que nos son dadas.
Acá está estableciendo dos principios. Si yo tomo en cuenta la condición de
posibilidad de la intuición en relación con la sensibilidad, son las formas. En segundo
lugar, si tomo en consideración la condición de posibilidad de la intuición en relación
con el entendimiento, es la unidad; es decir, que la intuición se dé bajo las
condiciones de la apercepción trascendental y quede ese múltiple en relación al yo.
Retomemos:
Bajo el primero de estos principios -que se dé bajo las formas de la
sensibilidad, que son el espacio y tiempo- están todas las múltiples
representaciones de la intuición, por cuanto nos son dadas; y están bajo el
segundo, por cuanto tienen que poder ser enlazadas en una conciencia; pues
sin ésta nada puede ser pensado o conocido, porque las representaciones
dadas no tienen en común el acto de la apercepción: yo pienso, y no serían por
él comprendidas en una autoconciencia.
Se ven claras las dos condiciones: una, que se den bajo el espacio y tiempo, y la
otra, que sea enlazada en una única conciencia; que queden referidas a esta unidad
trascendental de la apercepción.
Entonces el primer paso de la argumentación es el de retomar las condiciones
de las que ya se venía hablando. Retoma las condiciones habían sido establecidas
en la Estética. Además, retoma también lo que se decía recién de que la intuición
sensible debe tener una unidad, que va a provenir del entendimiento, y va a permitir
la referencia del múltiple a la unidad del yo y la reunión de esa multiplicidad en una
misma conciencia.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 46
Seguimos leyendo:
Entendimiento es, hablando en general, la facultad de los conocimientos.
Éstos consisten en la determinada referencia de las representaciones dadas a
un objeto.
La noción de objeto de la que está partiendo es, entonces, la que establece que
un objeto es aquello en cuyo concepto está reunido lo múltiple de una intuición dada.
Esta noción de objeto es la estuvo suponiendo en la Estética: hay una multiplicidad
dada en la intuición y que está reunida.
Tomemos nota de lo que se estableció hasta aquí en el §17:
§17
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 47
Entendimiento
Le falta muy poco para decir que todo lo que dijo de la apercepción
trascendental es condición de posibilidad del conocimiento. Tengan en cuenta el
itinerario que va siguiendo para llegar a eso.
Seguimos leyendo:
Ahora bien, toda unión de representaciones exige unidad de la conciencia
en la síntesis de las mismas. Consiguientemente la unidad de la conciencia es
lo que constituye la referencia de las representaciones a un objeto…
Dijimos que objeto era aquello en cuyo concepto se reúne lo múltiple de una
intuición dada, esa reunión supone la unidad de la conciencia, por lo tanto, esa
unidad de la conciencia va a ser el fundamento último de la referencia de las
representaciones a un objeto; es decir, de la objetividad del objeto.
Continuemos:
Ahora bien, toda unión de representaciones exige unidad de la conciencia
en la síntesis de las mismas. Consiguientemente la unidad de la conciencia es
lo que constituye la referencia de las representaciones a un objeto, por tanto su
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 48
Recuerden que acá Kant definió objeto como aquello en cuyo concepto se reúne
lo múltiple de una intuición dada, y piensen en lo que dijo hasta ahora respecto de la
unidad trascendental de la apercepción. Si atendemos a esa caracterización,
enseguida nos damos cuenta de que a la base de la objetividad del objeto, está la
unidad trascendental de la apercepción.
Si la unidad trascendental de la apercepción es la unidad que está a la base de
todo enlace de la multiplicidad dada a la intuición, y después caracterizamos el
objeto como aquello en cuyo concepto se reúne lo múltiple de una intuición dada,
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 49
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 50
Ahora me queda establecer que esos enlaces a priori que son necesarios para
que la experiencia tenga lugar son esos que están en la tabla de las categorías. Para
eso en el medio voy a tener que pasar por la noción de juicio.
§17
Entendimiento
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº13 Apuntes Sim 51
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Cod. 38
Filosofía
Moderna
donde aparece esta famosa frase que dice que el yo pienso debe poder acompañar
todas mis representaciones, que se plantea como la necesidad de una posibilidad.
Vimos que esta forma de autoconciencia que se expresa en este yo pienso, por
un lado, no es sensible sino que es intelectual, por otro lado, no es la apercepción
empírica (que es la autoconciencia que tenemos de nosotros mismos a través del
sentido interno). Esta forma de autoconciencia será una apercepción pura. Además
puede caracterizársela como una forma de autoconciencia primitiva u originaria
porque funda la posibilidad de toda representación, pero a su vez, ella no está
fundada en otra representación. También era trascendental por la posibilidad que da
de conocimientos a priori.
En este mismo parágrafo (el §16) señalamos que, cuando Kant dice que el yo
pienso debe poder acompañar todas mis representaciones, esto no significa que el
yo va acompañando a cada una de ellas, sino que las acompaña con una
autoconciencia de que ese yo es siempre el mismo; hay una autoconciencia de la
identidad del yo. De no ser así, tendríamos como correlato una experiencia
totalmente dispersa.
Si el yo no fuera el mismo, si fuera un yo disperso tendríamos como correlato
representaciones que no tienen conexión entre sí; sería una experiencia que no sería
experiencia. Por lo tanto, para que podamos remitir ese múltiple de representaciones
a la unidad del yo, es preciso que haya una operación de síntesis sobre ese múltiple.
Esto quiere decir que esta unidad analítica de la conciencia, por la cual somos
concientes de yo como idéntico y de la multiplicidad como referida a esa unidad del
yo, supone una unidad sintética de la conciencia; supone esta reunión de las
múltiples representaciones en una conciencia. Es decir, la unidad analítica de la
conciencia supone una operación de síntesis y la conciencia de esa operación de
síntesis.
Vimos también el §17 donde Kant comienza hablando de las condiciones de
posibilidad de la intuición en relación con la sensibilidad, las cuales eran las formas
de la sensibilidad, el espacio y el tiempo. En segundo lugar, menciona las
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 3
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 4
Hasta acá tenemos, por un lado, una forma de unidad de la conciencia que es
objetiva y que es esta unidad trascendental de la apercepción. Esta unidad objetiva
de la conciencia aparece contrapuesta a una forma de unidad de la conciencia que
tiene un valor meramente subjetivo y que es el resultado de un enlace que es
contingente. El enlace de esta unidad subjetiva de la conciencia es el resultado de
los mecanismos de asociación (recuerden lo que decía Hume de estos
mecanismos).
Si nosotros asociamos por contigüidad espacio temporal, o por semejanza,
ciertos fenómenos, esa asociación da como resultado alguna forma de unidad de la
conciencia. Ahora, esta forma de unidad tiene un valor solamente subjetivo y vale
sólo para mí.
Si yo asocio una canción con mi adolescencia, esto tiene un valor meramente
subjetivo y no pretende decir cómo las representaciones están enlazadas a los
objetos, sino cómo, de hecho, se enlazaron en el curso temporal subjetivo de mi
experiencia; tiene un valor subjetivo (vale sólo para mí) y contingente (no hay
necesidad en el enlace). En algún momento del curso temporal de mi experiencia
estas representaciones estuvieron dadas de manera conjunta o sucesiva, pero se
dieron en mí experiencia de esta forma.
Este mecanismo de asociación por el cual cada vez que yo escuche esta música
voy a remitirme a mi adolescencia va a dar como resultado una forma de unidad de
la conciencia que es meramente subjetiva y que es contingente.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 5
Este parágrafo puede ser interpretado de varias formas, pero tal vez, lo que está
queriendo decir Kant acá es que si en el curso de mi experiencia tengo varias series
de representaciones como las siguientes:
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 6
porque estoy enlazando asociaciones y de eso resulta una unidad conciente. Lo que
sucede es que no se trata aquí de esa unidad primitiva de la que venía hablando
antes.
Ahora, Kant no dice sólo que existen estos dos tipos de unidad, sino que en este
párrafo que leímos recién aparece una relación de fundamentación de un tipo de
unidad en la otra. Una estaría fundada en la otra, en principio, porque para que estas
representaciones sean empíricamente asociadas, tienen que ser asociables. Para
que sean asociables, todas esas representaciones tienen que ser mías; tienen que
pertenecer a una única conciencia que forme una experiencia, necesariamente, no
contingentemente.
Si la canción y la situación de mi adolescencia no pertenecieran necesariamente
a una única experiencia, yo no podría asociarlas. Si ambas representaciones no
fueran necesariamente mías, no las podría asociar después contingentemente.
Entonces, la unidad objetiva de la conciencia funda la unidad subjetiva de la
conciencia, que es el resultado de los mecanismos de asociación.
Como ven acá Kant le está contestando a Hume, incorporando de forma
diferente lo que él planteaba. Kant trata de mostrar que la explicación humeana no
es suficiente, porque detrás de la unidad subjetiva tiene que haber aspectos a priori
del conocimiento, que Hume no tuvo en cuenta.
Esta es una manera de entender el texto, y no tenemos tiempo para detenernos
en otras. Sepan que hay otras posibilidades, pero esta me parece la más clara.
Una segunda posibilidad para entender esto, pero que es igualmente
problemática, es relacionar este parágrafo con los parágrafos §§18 al 20 de
Prolegómenos a toda metafísica por venir…, que es una obra que Kant escribe entre
las dos ediciones de la Crítica de la Razón Pura.
Prolegómenos es una obra más corta en la que presenta las mismas tesis de la
Crítica de la Razón Pura, pero supuestamente de una manera más accesible. Digo
supuestamente porque, por lo menos para mí, es muy difícil entender Prolegómenos
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 7
sin haber leído la Crítica de la Razón Pura. Porque en dicha obra está todo tan
simplificado que finalmente no se entiende lo que está queriendo decir.
En estos parágrafos de Prolegómenos, que son los que corresponderían a la
deducción trascendental, Kant establece la distinción entre dos tipos de juicios: los
juicios de percepción y los juicios de experiencia. Ustedes van a ver en parte de la
bibliografía secundaria, que cuando se analiza este parágrafo se lo pone en relación
con esta distinción entre juicios de percepción y juicios de experiencia.
Cuando Kant introduce en Prolegómenos esta distinción entre los juicios de
percepción y los de experiencia, ante todo, dice que los dos son juicios empíricos, y
no son juicios sintéticos a priori. Sin embargo, los juicios de percepción simplemente
expresan el enlace meramente subjetivo de representaciones en la conciencia; es
decir, expresa el enlace de representaciones en un mismo sujeto y no en el objeto.
Además, en el juicio de percepción no hay aplicación de las categorías.
Estos juicios de percepción, recién se van a convertir en juicios de experiencia,
cuando a las representaciones se les apliquen las categorías y, entonces, el enlace
deje de valer sólo para mí y valga para una conciencia en general; es decir, que
valga objetivamente y exprese cómo las representaciones están conectadas en el
objeto, y no simplemente en mi estado subjetivo.
Una vez que suceda esto, el juicio va a valer objetivamente universal y
necesariamente. Va a valer universal y necesariamente, no porque el juicio sea
universal y necesario, porque ese juicios podría ser particular, sino porque cualquier
otro juicio que se formule sobre el mismo objeto va a tener que concordar con el
primero (si es que ambos son verdaderos). La conexión, entonces, deja de valer
solamente para mí.
Esta doctrina de la distinción entre juicios de percepción y juicios de experiencia
es sumamente problemática. Lo que se plantea aquí es que todos nuestros juicios
son primero juicios de percepción (así es como lo plantea Kant); es decir, que todos
nuestros enlaces de representación son meramente subjetivos, y después, cuando
aplico las categorías se convierten en enlaces objetivos.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 8
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 10
Kant plantea una especie de paralelismo entre el sentido interno y el sentido externo;
porque tendríamos experiencia externa que surgiría de intuiciones externas, más las
categorías, y autoconocimiento, que surgiría de la intuición interna más la aplicación
de las categorías. Pero en realidad la cuestión no es tan simple, porque la teoría
parece estar pensado más bien para dar cuenta del conocimiento del mundo
exterior.
De hecho, si uno piensa en que los orígenes de de esta teoría era el interés
kantiano por fundamentar la objetividad de la física newtoniana, es probable que
esté elaborada pensando en el conocimiento del mundo exterior y después se la
haya trasladado al mundo de lo psíquico. Pero cuando se lo traslada al ámbito de lo
psíquico, hay cosas que no cierran muy bien.
Hay ciertas dificultades cuando uno quiere trasladar la teoría del conocimiento al
ámbito de lo psíquico y penar en las condiciones de posibilidad de la constitución de
un objeto yo, como objeto del sentido interno, como un yo fenoménico. Estas
dificultades tienen que ver con que algunas de las categorías no se aplican a él. De
hecho, Kant dice explícitamente por ejemplo que la categoría de sustancia no se
aplica al yo, porque ese yo no sería un yo sustancial.
Otra vez nos encontramos con una desustancialización del yo, pero ahora no
sólo en cuanto al yo trascendental porque es fundamento, etc, sino también en
cuanto al yo fenoménico. Kant dice que en el sentido interno lo único que tengo es
fluir y no hay permanencia, por lo tanto, no puedo aplicar allí la categoría de
sustancia. Esa manera de concebir el yo empírico es bastante cercana a la
humeana; la diferencia es que en Kant están las otras, mientras que Hume se queda
sólo con esa.
Uno podría pensar que si hay ciertas dificultades para aplicar las categorías al
ámbito de lo meramente temporal; es decir, de lo que no es espaciotemporal como la
experiencia externa, esta experiencia interna no se ajusta exactamente a las
condiciones de posibilidad de la experiencia que está estableciendo. Allí las
categorías no se aplican del todo como deberían aplicarse.
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Esto es lo que decía la última oración del parágrafo que leíamos recién, donde
una persona asocia una palabra con una cosa y otra persona con otra cosa. Estas
asociaciones las lleva a cabo la imaginación empírica (o reproductiva).
Sin embargo, también habíamos visto que la imaginación aparecía (y la veremos
aparecer enseguida) como una facultad intermedia, que media la relación entre el
entendimiento y la sensibilidad. Esta imaginación es la que lleva a cabo estas
operaciones de síntesis. Es decir, el entendimiento es el que da origen a estos
conceptos puros, y la imaginación es la facultad que opera con estos conceptos
puros sintéticamente.
En la Deducción de la segunda edición esta función de la imaginación queda
prácticamente reducida a la del entendimiento; la síntesis se le atribuye al
entendimiento directamente. Veremos que acá explícitamente caracteriza a la
imaginación como la aplicación del entendimiento a la sensibilidad.
En la primera edición en cambio, la imaginación tiene un papel más importante y
aparece como tercera facultad que media esta heterogeneidad entre la sensibilidad y
el entendimiento.
Pero, esta imaginación que lleva a cabo síntesis a priori según las categorías y
que va a conferirle unidad al espacio y al tiempo al aplicar las categorías, no va a ser
la imaginación empírica, sino la imaginación cumpliendo una función trascendental.
Esta va a ser la imaginación cuya función es condición de posibilidad de la
experiencia, porque le va a dar unidad a lo dado bajo las formas del espacio y el
tiempo; le va a dar unidad a la experiencia. Esto es lo que Kant llama imaginación
trascendental o imaginación productiva (en lugar de reproductiva).
En la primera edición la terminología de imaginación productiva y reproductiva,
es utilizada de una manera muy desprolija. Pero en la segunda edición queda más
claro que la reproductiva es la imaginación empírica, y la productiva la trascendental.
Por eso, si leen la Deducción de la primera edición se van a encontrar con frase que
dicen cosas como que hace deducción pura de la imaginación reproductiva; lo cual
no puede ser.
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De alguna manera esta separación tan radical sería más bien producto del
análisis. Porque si son radicalmente heterogéneas, entonces ¿cómo las combino?
De allí surge toda la doctrina del esquematismo para ver cómo se aplican la una a la
otra. A lo mejor hay que pensarlo al revés y considerar que en realidad estas dos
facultades están juntas y la separación es producto del análisis.
Uno podría pensar que las categorías no sirven más que para una intuición
como la nuestra y que en cuanto las separo hay problemas. Quizá la integración es
más primitiva y la separación es sólo por el análisis.
Sigamos adelante.
Fíjense que hasta ahora lo que hicimos fue establecer que la unidad objetiva de
la conciencia es condición de posibilidad del conocimiento. Esa unidad trascendental
de la apercepción, que ahora vimos que era una unidad objetiva de la conciencia
porque la noción misma de objeto la está suponiendo, es por tanto condición de
posibilidad de la experiencia, entendiendo por experiencia al conocimiento objetivo.
Todavía no llegamos a demostrar que las categoría son condición de posibilidad
de la experiencia, que es a donde teníamos que llegar. Porque sólo demostrando
que son condiciones de posibilidad de la experiencia podremos justificar que se
apliquen legítimamente a los objetos de la experiencia.
El pasaje para poder llegar a la categoría como condición de posibilidad aparece
en el parágrafo §19 de una manera que no se encuentra en la primera edición de la
Crítica de la Razón Pura, que es pasando por la noción de juicio. La noción de juicios
acá aparece jugando un papel importante como eslabón de la argumentación, que
no jugaba en la primera edición.
Lo que establece en el §19 cuyo título es La forma lógica de todos los juicios
consiste en la unidad objetiva de la apercepción de los conceptos contenidos en
ellos comienza con una crítica a la noción de juicio tomada de la tradición de la
lógica.
El problema que plantea Kant es que se suele tomar a los juicios como la
representación de la relación entre dos conceptos. Y la crítica de Kant es que esta
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 15
caracterización no se aplica a todos los juicios, sino sólo a los categóricos, y no a los
hipotéticos o disyuntivos (donde en lugar de tener conceptos relacionado, relaciono
juicios). Otra crítica es que no aclara cuál es el tipo de relación que tienen.
Entonces, lo que trata de establecer en este §19 es una caracterización del juicio
que es diferente de aquella que aparecía en Prolegómenos donde decía que juicio
era el enlace de las representaciones en la conciencia (definición amplia que le
permite llamar juicios a los juicios de percepción). En este parágrafo de la edición del
‘87 cambia la definición de juicio y va a llamar juicio al enlace objetivo de
representaciones en la conciencia.
Leemos un poco el texto a partir del segundo párrafo del §19:
Pero si yo investigo más exactamente la referencia de los conocimientos
dados en todo juicio y la distingo, como perteneciente al entendimiento, de la
relación según leyes de la imaginación reproductiva (relación que tiene sólo
una validez subjetiva), entonces hallo que un juicio no es otra cosa que el modo
de reducir conocimientos dados a la unidad objetiva de la apercepción.
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1º cuat. 2007/Filosofía Moderna-Teórico Nº14 Apuntes Sim 16
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caracterización del juicio está directamente puesta en relación con lo que venía
diciendo antes.
Entonces, tenemos un tipo de unidad de la conciencia que es objetiva y que
tiene que ver con esta referencia de lo múltiple de las representaciones a la unidad
de la apercepción. Este enlace, por el cual esa multiplicidad es referida a la unidad
de la apercepción, y que por lo tanto es una unidad objetiva, éso es el juicio.
Seguimos:
Sólo así se transforma esa relación en juicio, es decir, en una relación
objetivamente valedera y se distingue suficientemente de la relación de esas
mismas representaciones, en la cual hubiere sólo validez subjetiva, por
ejemplo, según leyes de la asociación. Según estas últimas podría yo decir
solamente, cuando sostengo un cuerpo, que siento una presión del peso
Acá establece un paralelo entre estos dos juicios que propuso, los cuerpos son
pesados y cuando sostengo un cuerpo siento una impresión de peso, y esos
ejemplos que les había mencionado en el Prolegómenos. Por eso es fácil establecer
una relación y pensar que está hablando de lo mismo; con lo cual, además, se
complica la interpretación de este parágrafo.
Continúa:
Según estas últimas podría yo decir solamente, cuando sostengo un
cuerpo, que siento una presión del peso; y no podría decir: el cuerpo, él, es
pesado, lo cual significa que estas dos representaciones están enlazadas en el
objeto, es decir sin distinción del estado del sujeto, y no sólo yuxtapuestas en la
percepción (por mucho que ésta se repita).
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Acá a lo que está apuntando Kant es a establecer la diferencia entre una unidad
objetiva y una unidad subjetiva. La unidad objetiva la está relacionando con el juicio y
dice que la cópula expresa esa unidad objetiva. Si bien detrás de esto van a estar las
categorías, como todavía no las mencionó, las dejamos de lado por un momento.
Es importante tener en cuenta que son dos formas de enlace diferentes: en una,
que puedo calificar como juicio va a estar la aplicación de las categorías (la de la
unidad objetiva), y en la otra no, por eso será subjetiva. Pero, acá todavía no dice
nada de las categorías porque ese es el paso que le falta dar.
Hasta ahora pasó del múltiple dado, o posiblemente dado, a la unidad necesaria
de ese múltiple, que está fundada en la unidad de la conciencia, que es necesaria y
objetiva. El siguiente paso que dio es el establecer que esa unidad objetiva es
precisamente lo que entendemos por juicio; ese enlace objetivo de representaciones
en la conciencia.
Sólo le falta dar un pasito: para que ese múltiple de representaciones sea
referido a la unidad trascendental de la apercepción, objetivamente, y para dar lugar
al conocimiento, tengo que aplicar las categorías. Porque las categorías no son más
que conceptos en los cuales se conciben los enlaces objetivos. Esto que falta es sólo
un pequeño paso, porque en la Deducción metafísica estableció la correlación entre
tabla de los juicios y la tabla de las categorías.
Entonces, ese paso más que vemos que dio es introducir esta noción de juicio
de una manera peculiar, ya que hace una caracterización del juicio que lo pone
inmediatamente en relación con todo lo que venía diciendo anteriormente y también
con esta unidad objetiva de la conciencia. De esta forma, si esta unidad objetiva de
la conciencia era condición de posibilidad de la experiencia y del conocimiento, y
esta unidad objetiva es precisamente el juicio, y hay una correlación entre los juicios
y las categorías, ya llegó a las categorías.
Alumno: No entiendo cómo se podría emitir un juicio que se estén aplicando las
categorías.
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La conclusión final será que lo múltiple dado en una intuición tiene que estar
necesariamente sometido a las categorías. Las categorías se tienen que aplicar
necesariamente, porque lo múltiple de la intuición tiene que estar necesariamente
referido a la unidad trascendental de la apercepción. Ahora, la acción del
entendimiento por el cual se lleva a cabo esa referencia, es el juicio y las categorías
no son más que estas funciones del juicio. Por lo tanto, lo múltiple dado a la intuición
tiene que estar sometido a las categorías.
En este punto cabe plantearse que si Kant ya demostró acá que las categorías
se aplican necesariamente a una intuición en general, podría haber terminado el
texto acá. Porque si las categorías se aplican necesariamente a una intuición en
general, se aplican a la nuestra también
Ahora ¿Por qué Kant se sintió obligado a demostrar que esto es posible para
una intuición sensible espacio-temporal como la nuestra experiencia? Esto dio lugar
a un montón de discusiones entre los comentaristas. Uno podría pensar que la
segunda parte del argumento es redundante, o que es un único argumento con dos
pasos; hay muchas maneras de interpretar esto.
Kant dice que con lo que acabamos de establecer es un primer paso con eso,
pero que la argumentación tiene que seguir; porque haber demostrado que las
categorías se aplican necesariamente a una intuición sensible en general pareciera
no ser suficiente. Pero entonces uno no se explica porqué no empezó por
argumentar directamente respecto de una intuición humana, como hizo en la primera
parte.
Por lo que el mismo texto dice, esta primera parte está tratando de enfatizar la
independencia de las facultades, de desvincularlas y de pensar en una síntesis
puramente intelectual, desvinculada del aspecto sensible al cual después se aplica.
Efectivamente, en los parágrafos §§21, 22 y 23, que son una suerte de transición
entre los dos argumentos, Kant dice que la Deducción no se completó, porque sólo
se estableció que esto vale para una intuición sensible en general. Con esto, se
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Si yo establezco que, para una experiencia como la nuestra, las categorías son
legítimamente aplicables, porque son condiciones de posibilidad de esa experiencia,
esa legitimidad se termina ahí y no puedo extenderla a lo suprasensible. De esta
forma, el mismo argumento que me permite establecer la validez objetiva de las
categorías, también las restringe, por lo menos en sus usos para conocer.
Precisamente eso está tratando de señalar Kant en estos parágrafos: quiere
remarcar los límites en la aplicación de las categorías.
El argumento para mostrar que las categorías son condiciones de posibilidad de
una experiencia como la nuestra es bastante más corto que el primero, y
prácticamente todo se desarrolla en el §26. Igualmente la primera parte del §24
puede tomarse como una introducción a esta argumentación, que se desarrolla casi
íntegramente en el §26.
En la segunda parte del §24 y en el §25 tenemos una suerte de paréntesis en el
cual Kant va a hablar de lo que él denomina la paradoja del sentido interno. Esta
paradoja tiene que ver con que sólo podemos conocernos a nosotros mismos como
fenómenos, y no como yo en sí. Esto quiere decir que el yo en sí es tan
incognoscible como cualquier cosa en sí; sólo nos autoconocemos
fenoménicamente. Por tanto, el autoconocimiento va a suponer la mediación de la
sensibilidad, en este caso, la mediación del sentido interno.
Además, si para conocer el mundo exterior fenoménicamente se requiere ser
afectado, para conocernos a nosotros mismos fenoménicamente también se va a
requerir una afección, que en este caso va a tener que ser una autoafección.
Esto quiere decir que vamos a tener que ser, respecto de nosotros mismo
activos y pasivos a la vez; la sensibilidad interna va a ser receptiva respecto de una
afección que nosotros mismos producimos. Como resultado de esta afección
aparece un fenómeno que soy yo.
Esta doctrina de la autoafección que aparece desarrollada mayormente en la
segunda parte del parágrafo §24 es sumamente oscura. La desarrolla sólo en la
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Vemos que acá aparece otra cosa; porque ya habíamos establecido la distinción
entre un enlace meramente intelectual, ahora aplicado a nuestra sensibilidad con las
formas del espacio y tiempo.
Sin embargo, en relación con esta segunda manera de caracterizar la síntesis,
como figurativa o figurada, interviene la imaginación trascendental. Ella va a ser la
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que lleve a cabo la unidad del espacio y tiempo aplicando las categorías; va a ser la
que opere sintéticamente, con esta síntesis que llamamos figurada, sobre la
multiplicidad pura del espacio y tiempo, dándoles unidad. Por consiguiente, de esta
manera va a darle también unidad a lo fenoménico dado bajo las formas del espacio
y tiempo. Esta síntesis figurada la tenemos que relacionar entonces con la
imaginación trascendental.
A continuación se desarrolla esta parte de la Deducción de la segunda edición
en la cual Kant le da un papel importante a la imaginación; que en general en esta
versión está bastante debilitado. Allí dirá:
Imaginación es la facultad de representar en la intuición un objeto aún sin
que esté presente.
Esto valdría tanto para la imaginación empírica como para la trascendental; pero
para la imaginación empírica es claro que hace presente algo que no lo está. Por
ejemplo, escucho una canción y mi mente salta a algo que no está presente, que es
una situación de mi adolescencia.
Pero esto vale también para la imaginación trascendental. Por ejemplo la
imaginación trascendental le está dando unidad al tiempo. Ahora, para que tenga
unidad, la imaginación tiene que hacer presente algo que no está presente; que son
los momentos que ya pasaron, porque sino no podría tener conciencia de la
sucesión.
Aunque no está tan claro en los textos, la imaginación también tendría que hacer
presente lo que no está presente todavía, que es el futuro. De alguna manera la
imaginación tiene que proyectarse hacia el pasado y hacia el futuro haciendo
presente lo que no está presente, para que efectivamente tengamos la experiencia
de algo temporalmente extendido; es decir, conciencia de la sucesión como tal y de
la sucesión unificada.
Entonces tenemos esta caracterización de la imaginación como la facultad de
representar en la intuición un objeto aún sin la presencia de él.
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Vamos a leer un poco más para ver qué se establece en el tercer paso:
Pero el espacio y el tiempo no son sólo representados a priori como
formas, sino como intuiciones mismas (que encierran un múltiple), con la
determinación pues de la unidad de ese múltiple en ellas.
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Al final de este párrafo que acabo de leerles aparece una nota acerca de que lo
que no se veía muy claramente en la Estética, ahora sí se ve: estas
representaciones intuitivas tienen unidad, no en sí mismas, sino porque hay una
operación sintética que proviene del entendimiento.
Así pues la unidad de la síntesis de lo múltiple, fuera o dentro de nosotros,
y por ende también cierto enlace, al que ha de ser conforme todo lo que deba
ser determinadamente representado en el espacio o en el tiempo, está ya dado
al mismo tiempo a priori, con (y no en) esas intuiciones, como condición de la
síntesis de toda aprehensión.
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El cuarto paso establece entonces que esta unidad sintética no puede ser otra
que la unión en una conciencia primitiva de una intuición dada en general; pero
aplicada conforme a las categorías, sólo a nuestra intuición sensible.
Anotemos los pasos argumentativos que dimos hasta acá:
§26
- Esta unidad sintética no puede ser otra que la unión en una conciencia primitiva
de una intuición dada en general, aplicada conforme a las categorías, sólo a mostrar
la intuición sensible.
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§26
- Esta unidad sintética no puede ser otra que la unión en una conciencia primitiva
de una intuición dada en general, aplicada conforme a las categorías, sólo a mostrar
la intuición sensible.
Por lo tanto: La percepción es posible por una síntesis sujeta a las categorías.
En el último parágrafo, el §27, Kant dice que si las categorías son condiciones
de posibilidad de la experiencia, y la experiencia es siempre experiencia de
fenómenos, entonces el entendimiento legisla respecto de la naturaleza; dado que
Kant entiende por naturaleza al conjunto de los fenómenos. Así vemos que el
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