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¿Todos leemos del mismo modo? ¿Hay una manera de leer que facilite la
comprensión de un texto?
¿Todos los textos se leen igual? ¿Por qué algunos textos parecen tener
diferentes sentidos para diferentes lectores?
Las preguntas con que iniciamos este escrito –que apuntan a saber el
modo en que el lector se apropia de los contenidos de un texto- dieron lugar
a investigaciones realizadas desde diferentes áreas disciplinarias como las
de psicolingüística, sociolingüística, teoría literaria, etc. Los resultados de
estas investigaciones permitieron superar ciertas perspectivas que
limitaban la comprensión del proceso lector con la concepción de que el
sentido se encuentra en el texto y el papel del lector consiste en extraerlo.
La lectura así concebida indica que el proceso se dirigía desde el texto al
lector y veía al lector como un sujeto pasivo-receptor de eso que el texto
(el autor) había decidido depositar en él. Las últimas formulaciones teóricas
arrojaron luz sobre el tema demostrando como, por el contrario, hay una
participación activa del sujeto lector en el proceso de lectura.
Los conocimientos más actuales en lectura sostienen que -para
apropiarse de los contenidos de un texto- el lector hace con este una
transacción. Este concepto de transacción es usado por la investigadora
Louise Rosemblat para indicar que, al leer, no hay dos unidades autónomas
separadas – como serían texto y lector-, sino que, por el contrario, se
establece una relación recíproca. Según esta investigadora, entre el lector y
el texto se da un proceso de transacción a través del cual ambos se
transforman. Rosemblat explica que “al leer, se crea un circuito dinámico,
fluido, del que resulta una interfusión de lector y texto en una síntesis
única. Esta síntesis constituye el significado. En este proceso de
transacción lector y texto son mutuamente dependientes y de su
interpretación recíproca surge el sentido de la lectura”.
Así, el proceso lector se podría explicar diciendo que el texto trae una
información al lector y el lector trae al texto su experiencia pasada y su
personalidad presente, de este modo construye un texto paralelo y
estrechamente relacionado con el texto que lee, pero no idéntico al que el
autor expresó por escrito. Esto puede explicar no solo por qué dos lectores
no dan exactamente el mismo sentido a un mismo texto sino también por qué
un texto leído por el mismo lector, a través del tiempo, parece adquirir
nuevos o distintos sentidos.
La lectura así concebida propone una participación activa del lector y se
muestra como un proceso. Se puede decir que – durante la comprensión del
texto se establece una compleja interacción entre las estructuras
cognitivas del autor, las del lector, las estructuras del texto y la situación
comunicativa en la que este se instala. Es decir que los conocimientos
anteriores que el lector tenga sobre el tema, sus propósitos, sus intereses,
sus lecturas, incluyendo las condiciones físicas y socioculturales de la
situación de lectura, influyen sobre sus estrategias de comprensión.
MODOS DE LEER
Parafrasear: reconocer que dentro del texto lo mismo puede ser dicho
de otra manera en oraciones o párrafos diferentes.
Asociar: reconocer cuando algo en el texto está fuera de lugar o se
aleja del tema tratado.
Reconocer ideas principales y detalles: saber seleccionar qué es lo
más importante en un texto.
Comparar: cotejar o examinar la relación entre ideas contenidas en
distintos párrafos.
Distinguir entre metáforas, imágenes, figuras retóricas y un lenguaje
referencial, más literal.
Identificar la ambigüedad: reconocer que una oración puede tener
más de u significado y resignificarla desde el contexto en que fue
emitida.
Relaciones causa-consecuencia: reconocer las cadenas de hechos que
producen otros y sus efectos.
Secuenciar: saber organizar qué pasó primero y qué después en una
historia, aunque el texto se presente en otro orden.
Discriminar entre hechos y opiniones. Saber distinguir entre algo que
efectivamente sucedió y una valoración subjetiva.